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Las hijas de todas son como mis propias hijas. Sus historias de violencia resuenan en mí: Daniela Rea

viernes, octubre 23rd, 2020

Ya no somos las mismas. Y aquí sigue la guerra es un libro hecho por periodistas, escritoras, poetas, artistas y académicas que han caminado juntas por más de una década, con el fin de narrar la violencia desde el cuerpo de las mujeres. Historias de las desplazadas, amenazadas, desaparecidas, asesinadas.

¿Cómo nos ha cruzado la violencia de esta guerra? “La intención de este libro es acercar a los lectores a distintas historias y reflexionar juntos, hallar respuestas para salir de la violencia”, opina Daniela Rea, editora de este libro firmado por el portal Pie de página. Esta es la entrevista para Puntos y Comas.

Ciudad de México, 23 de octubre (SinEmbargo).- “A nuestras lectoras: mujeres buscadoras, mujeres torturadas, mujeres desplazadas, mujeres activistas, mujeres periodistas, mujeres que se acompañan y accionan juntas”. Así arranca, a manera de carta, el libro Ya no somos las mismas. Y aquí sigue la guerra. El remitente: periodistas, escritoras, poetas, artistas, académicas e investigadoras que han caminado juntas por más de una década.

“Como periodistas, hemos vivido este contexto con mucha incertidumbre. Hace 15 años no sabíamos a qué nos íbamos a enfrentar, qué nos esperaba en cuanto al trabajo periodístico. No sabíamos cómo entrevistar, cómo no criminalizar, cómo no revictimizar. No sabíamos que los procesos de trauma generan recuerdos y narrativas que no siempre son lineales”, relata Daniela Rea sobre su oficio, en entrevista para el suplemento Puntos y Comas.

Para ella y sus compañeras de lucha, su profesión ha tenido un sendero sinuoso, a base de ensayo y error. Y también permeado de tristeza y sinsabores al escuchar las historias de cientos de mujeres que han sobrevivido la violencia: “Fuimos aprendiendo gradualmente como periodistas. Aprendiendo de las mujeres a las que entrevistamos. Y también aprendiendo que era importante poner atención a nuestras emociones, como una forma de cuidarnos”.

En el libro, publicado en septiembre pasado por el sello Grijalbo, cada autora introduce su texto con un verbo que representa el sentido íntimo y político de su narración. Sentidos que no están definidos en un diccionario, sino por ellas. “Cuando pienso en ellas pienso en escuchar, atender, acompañar, reconstruir, sanar, cuidar, habitar, hermanar. Son verbos que resignificamos en el libro a partir de lo que las mujeres nos enseñaron. Aunque son cosas que hemos vivido como autoras, las experiencias de estas mujeres tienen un matiz muy importante”, detalla Daniela.

CUANDO EL PERIODISMO NO ALCANZA

Para narrar la violencia desde el cuerpo de las mujeres, el lenguaje puede ser incluso limitado, pues las violencias pueden ser sutiles, silenciosas. En palabras de Daniela: “estas violencias se viven de formas muy intrincadas, que están como sobrepuestas y no tienen límites claros. Son violencias que se meten a nuestras casas, a nuestras habitaciones, a nuestros cuerpos. Y sobre todo, son violencias que dejan una memoria en los cuerpos”.

“Entendimos que a veces el periodismo no alcanza para darle sentido a todo esto. En nuestra labor, muchas veces hemos utilizado la poesía para poder nombrar cosas que no sabemos nombrar, que no nos alcanza el lenguaje periodístico. También hemos echado mano del trabajo de nuestras compañeras académicas y ensayistas para retomar los marcos teóricos que ellas construyen y explicar la experiencia cotidiana. Fue a partir de esto que pensamos que sería interesante contar estas historias no sólo desde el periodismo”.

A pesar de que esta antología navega entre el periodismo y la literatura, es claro que ambas herramientas funcionan de la misma forma: para generan un cambio. “No intentaríamos hacer un trabajo que convoque a mirar y a contar desde un lugar de violencia y horror todos estos años si no creyéramos en la potencia del lenguaje escrito. Justo porque creemos que el periodismo puede abonar a eso, fue que quisimos contar estos relatos de vida, con otras construcciones sociales y políticas”, apunta.

DAR VOZ A TODAS Y VENCER LAS SOMBRAS

Daniela Rea cuenta que para su propio ejercicio de escritura, se comprometió a escuchar de forma aún más entregada. Rectificó que muchas veces la periodista no estará de acuerdo con todas las mujeres, pero es su deber dar voz a cada una: “Una de las mujeres de mi texto me decía que ella ya no quería luchar, que estaba cansada, agotada, tenía miedo y no veía esperanza en ningún lado. Al principio intentaba convencerla de lo contrario, decirle que es importante luchar y salir a las calles.

Después me di cuenta de que nosotras no tenemos derecho de decirles qué hacer y cómo significar y vivir su propia experiencia, aunque eso pueda ir en contra de lo que creemos. Quería escribir sobre mujeres que quieren luchar, pero también debía darle un espacio a esa voz, aunque no estuviéramos de acuerdo. Esta es una de las cosas más importantes que aprendí como parte de mi oficio”.

En contextos tan violentos y marginales, la tristeza y el hartazgo son sombras que siguen a cada paso a las autoras. “A veces no se puede huir de la decepción y la apatía. A veces solo queda aceptar que no podemos y nos sentimos rendidas. También luchar y resistir cansa, pero apelamos a que tal vez haya una compañera que nos va a recibir. Se vale decir ´ya no puedo’, pero aquí estaremos las otras para sostenerte”, dice Daniela, también a manera de abrazo para las demás.

“En este libro lo que se escucha más que los relatos de feministas son los relatos de mujeres. Relatos que tratan de capturar la experiencia cotidiana de mujeres que en su mayoría no se asumen como feministas, no lo ven como una práctica y no tienen elementos teóricos que enmarquen su actuar. Y sin embargo muchas de las cosas que hacen tienen que ver con lo que reivindica el feminismo, como la sororidad, el cuidar, el acompañar. Más allá de interpelar a una postura o un posicionamiento ideológico-político, es importante poner atención a las experiencias de la otra”.

TUS HIJAS, MIS HIJAS

Ya no somos las mismas también es un conglomerado de lecciones y reflexiones personales, una forma de acercarnos a otras mujeres y otras realidades. Al preguntarle a la editora de este libro sobre una historia que la haya marcado particularmente, ella cuenta que el texto “Mamá se fue a la guerra”, de Daniela Pastrana, le causó un impacto especial:

“El escuchar cómo crecieron las hijas de las compañeras periodistas, que de alguna forma son mis propias hijas, fue fuerte. Es un texto que aunque yo no lo escribí, me toca profundamente, resuena mucho en mí”, reconoce. El texto de Pastrana justamente presenta la historia de las hijas de activistas y periodistas que pasaron de ser niñas a adolescentes en un contexto de violencia; que crecieron viendo a sus mamás tristes, preocupadas, estresadas, cansadas, y cómo eso las ha cruzado.

“Este libro tiene como intención convocar a las y los lectores a que nos acerquemos a escuchar con curiosidad distintas historias y reflexionar, hallar respuestas para salir de la violencia”, concluye Daniela Rea. Que las historias de las desplazadas, amenazadas, desaparecidas y asesinadas no se olviden nunca.

Daniela Rea (Irapuato, Guanajuato, 1982). Inició su labor periodística en Veracruz, trabajó en el periódico Reforma y actualmente es reportera independiente. Sus crónicas y reportajes se incluyen en los libros País de muertos. Crónicas contra la impunidad (Debate, 2011), Generación Bang (Temas de Hoy México, 2012), Nuestra aparente rendición (Grijalbo, 2012), Entre las cenizas. Historias de vida en tiempos de muerte (Creative Commons, 2012) y 72 migrantes (Almadía, 2011). La Tropa, escrito con Pablo Ferri, fue publicado en 2019 y resultó ganador del Premio de Periodismo Javier Valdéz Cárdenas 2018.

En el año 2013 recibió los premios Excelencia Periodística, otorgado por PEN Club México, y el Género y Justicia, entregado por ONU Mujeres y la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Es integrante de la Red de Periodistas de a Pie y de los Nuevos Cronistas de Indias de la liga Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI). Rea produjo en 2017 su primer documental No sucumbió la eternidad, sobre los sobrevivientes de la reciente guerra en México.

¿Por qué asesina un soldado? ¿Cómo lo entrenan? ¿Cuál es su historia? Periodistas lo investigan

sábado, mayo 18th, 2019

¿Quiénes son los soldados que cometen violaciones a los derechos humanos? “¿Qué pasa y ha pasado en su vida para llegar a ese punto? ¿Cuáles son sus historias? ¿Cómo y para qué han sido entrenados? ¿Cómo, en qué momento, por qué un soldado decide asesinar, torturar, desaparecer? ¿Duermen en calma? ¿Han sentido la necesidad de hablar con las madres, hermanas, novias, hijos de sus víctimas?”. Los periodistas Daniela Rea y Pablo Ferri, con la colaboración de Mónica González Islas, intentan responder en La Tropa. Por qué mata un soldado. 

Ciudad de México, 18 de mayo (SinEmbargo).– Los periodistas Daniela Rea y Pablo Ferri, con la colaboración de Mónica González Islas, realizaron un viaje de años, un viaje que los condujo a la cárcel militar de la Ciudad de México, a un consejo de guerra en Veracruz, y a patrullar con militares en Tamaulipas. El resultado de la investigación, La Tropa. Por qué mata un soldado, ganó el Premio de Periodismo Javier Valdez Cárdenas en 2018.

“En la última década, el ombusman mexicano ha recibido más de 11 mil quejas por presuntas violaciones a los derechos humanos cometidas por militares. ¿Quiénes son esos soldados? ¿Qué pasa y ha pasado en su vida para llegar a ese punto? ¿Cuáles son sus historias? ¿Cómo y para qué han sido entrenados? ¿Cómo, en qué momento, por qué un soldado decide asesinar, torturar, desaparecer? ¿De qué manera lo decide? ¿Qué mecanismos psicológicos activan su decisión? ¿Lo niegan? ¿Se vuelven cínicos? ¿Duermen en calma? ¿Han sentido la necesidad de hablar con las madres, hermanas, novias, hijos de sus víctimas? ¿Han vuelto a ser felices tras matar? Cuando esos soldados mataron, ¿tenían otra opción?”, cuestionan en el prologo de Por qué mata un soldado. Las preguntas intentan, a través de entrevistas con militares, hallar respuestas.

Pablo Ferri, reportero de El País, habla con SinEmbargo sobre el libro que nació en el México violento.

***

–Pablo, ¿por qué mata un soldado?

–Los testimonios de los militares que aparecen en el libro son de soldados, cabos, sargentos, subtenientes y tenientes. Son los que están poniendo rostro y manos a la estrategia del Estado en el combate a la delincuencia organizada desde hace 12 años. Hay diferentes motivos [para matar]. Hay uno que tiene que ver con un adiestramiento ineficiente. Dejaron atrás actuaciones como en el Plan DN–III, ayudar a la población ante desastres naturales, etcétera, o apoyo puntual a policías estatales… Se convirtieron en el núcleo humano de la estrategia contra de lo que llamaron el crimen organizado, la delincuencia organizada, los cárteles, lo que sea. Hay una ineficiencia en el adiestramiento. Luego un ejército es un instrumento para derrotar a un enemigo; es una herramienta para derrotar, para matar, para sobreponerse sobre un enemigo. Entonces en el caso de México vimos que se configura la imagen de un enemigo: el crimen organizado. Y a partir de ahí, en la forma en que se refieren a él en los cuarteles, los batallones, en las reuniones que tengan mandos con tropas, se va a armando una idea que permite que en vez de actuar como si estuviéramos en un Estado de derecho, en realidad estamos, para ellos, en una estación bélica, en la que muchas cosas que para ti y para mí no se valdrían, pues estamos –repito– en un marco de derecho, en una democracia, etcétera.

Entraría una tercera variante, una tercera condición: la discrecionalidad de cada uno. En el libro hay una parte en la que contamos la historia de un capitán que hace unos años, en el sexenio de Felipe Calderón Hinojosa… Su mayor organiza el secuestro de dos personas, a las que él acusa después de formar parte de no sé qué grupo delictivo. Ordenan el secuestro y se los llevan a un cerro que hay en Ecuandureo. El mayor coordina para que el capitán se encargue de asesinarlos, con su órdenes. El capitán dice: “no, yo no los mato’’. A eso me refiero con discrecionalidad. Nosotros pusimos esa historia en el libro porque nos parecía extraordinario que eso ocurriera. Sabemos cuánto pesa la cadena de mando en el ejército, y sabemos durante cuánto tiempo se aprende como recluta, y luego como soldado, y luego como cabo, y luego como sargento. Incluso si vienes de la escuela militar, como subteniente, cuando vienes del ejército pesa la obediencia, las relaciones día a día entre la tropa y los mandos. Nos sorprendía mucho esa historia y, de alguna forma, contradecía cosas que habíamos estado diciendo antes en el libro. Eso nos interesaba destacar: no hay una respuesta común. A veces es por esto y por esto, pero a veces [el soldado] no mata. A veces el que tiene que matar dice: “no”. Pocas, probablemente. La obediencia define la relación castrense.

Pablo Ferri. Foto: Cri Rodríguez, SinEmbargo.

–¿Cómo estar preparados para acercarse a personajes como Ulises y Antonio, dos de las voces en La Tropa?

–Nosotros tuvimos una discusión ética muy intensa que empezó cuando fuimos a la cárcel militar a entrevistar a los primeros militares. Tiene que ver con la posición que teníamos que adoptar nosotros frente al otro. Llegó hasta el punto en que al final [del libro] ya nos empezamos a plantear si en realidad nosotros teníamos el derecho de acercarnos a hacer estas preguntas, no sólo por ellos, sino por las víctimas. Nos pasó muchas veces, sobre todo cuando íbamos a la cárcel militar, ya hace algunos años. Salíamos de allá medio eufóricos porque habíamos conseguido una buena entrevista, quizá por el hecho de haber conseguido esa entrevista o si habíamos profundizado en la empatía con la persona que habíamos entrevistado, si sabíamos que era un tipo que estaba procesado por un homicidio y nos contaba, y nosotros ubícanos el caso, en lugar de pensar “yo conozco a la familia’’ o “yo he visto entrevistas con la familia’’, de alguna forma la situación conducía a un estado excepcional de comunicación entre ambas partes, que luego cuando se rompía en el metro o cuando salíamos de ahí, era como [una sensación] de cruda. Estabas allá adentro, en la cárcel, y estabas feliz porque habías conseguido una entrevista… Al final fueron años para conseguir unas entrevistas. Había jueves que íbamos y no conseguíamos nada, entonces cuando la conseguíamos nos sentíamos muy bien. Salíamos de ahí y empezábamos a darnos cuenta de las cosas que nos habían contado, de las cosas que habías asumido que podías llegar a entender como normales, “bueno, nosotros tenemos unas órdenes y nos dicen que vayamos a patrullar de tal forma’’, “entonces pasa esto’’, “no fue culpa mía”. Uno decía “sí, sí’, pero luego sales y dices: “no se puede justificar tanto, ¿no?’’.

Siempre ha habido un equilibrio y una pelea entre nosotros y ellos [los militares], en el sentido de tratar de entender su justificación, pero no convertirla en el núcleo de su alegato. Eso era importante. No podías acercarte a Ulises y que te contara la historia de la perra y quedarte… No sé, igual. Al tipo lo ves y era un señor ya retirado, un tipo que tenía un puesto de cierto privilegio en su pueblo, que tú lo veías y te parecía buena gente… Igual no es mala persona por haber hecho lo de la perra, pero la anécdota de la perra lo te permite entender es que la preparación que ellos tenían era brutal. Es como en el caso de otro de los soldados: en el 94, el 1 de enero, salen de Tabasco de madrugada, hacia Chiapas por el levantamiento zapatista. Te va contando que van sin saber a quién tienen que enfrentar, pero no importa: la idea es que ellos tienen que enfrentar algo, a alguien. No importa quién sea, sino la orden que le han dado. Tuvimos que ser muy conscientes de con quién estábamos hablando. Hay veces en las que tú empiezas a hablar con alguien, cuando vas a reportera, lo que sea, y hasta después te empiezas a dar cuenta de quién es. Nosotros teníamos muy claro quiénes eran: militares retirados o militares en activo.

A partir de 2006, con este paradigma de uso del ejército, raro es que si has estado en el norte, en Chihuahua, Tamaulipas o Nuevo León, con los operativos, o en Michoacán, con las autodefensas, no hayas incurrido en alguna ilegalidad. Es difícil.

Hay otra parte del libro en la que contamos que fuimos a patrullar a Tamaulipas. Nos fuimos a patrullar con militares a la frontera y ¡caray!, te das cuenta que casi matan a dos mujeres y a una niña. Se le escapó un balazo a uno. Llevan la paranoia tan adentro y piensan que todo el mundo los va a matar. Ellos responden a la mínima. A la mínima a veces no es mínima, a veces no es nada. Están con la paranoia a flor de piel. Están en un estado de nervios y de tensión, de rabia. A veces ni siquiera está justifica esa rabia, pero así es.

Pablo Ferri, autor de Por qué mata un soldado. Foto: Cri Rodríguez, SinEmbargo.

–Ulises dice que se levantaba y buscaba su arma. La anécdota de la perra… Los rondines en Tamaulipas. ¿Cómo te afecta lo que escuchas?

–Cada cosa es distinta. Lo de Tamaulipas… Yo nunca había tenido la oportunidad de hacer un trabajo tan de cerca con militares que están patrullando en una zona complicada. ¿Por qué fuimos a Tamaulipas? En el primer capítulo, que es durísimo, hay muchos datos: decimos que, de diciembre de 2006, cuando empieza el sexenio de Calderón, a finales del de Peña, en 2018, hubo más de 4 mil enfrentamientos entre militares y civiles. “Enfrentamientos” los llama la Sedena. De esos más de 4 mil, casi la mitad ocurrieron en Tamaulipas. Cada día, de 2006 a 2014, hubo un civil muerto en enfrentamientos con militares. Buena parte de los muertos fueron en Tamaulipas. Dices: “¿qué pasa ahí?”. Buscamos la forma de ir allá a patrullar y entender qué significaba un enfrentamiento allá, aunque no estuviéramos cerca de uno. Necesitábamos saber en qué circunstancias los soldados los encaraban. ¿Qué significaba vivir en un lugar en el que casi cada día vas a tener un enfrentamiento? Tuvimos la suerte de conocer un teniente en 2017. Este señor que llevaba casi 18 años en el ejército, lo mandan a la frontera, a un cuartel allá, y como es teniente le ordenan que comande una base de operaciones, con 20 0 30 hombres. Habíamos hablado mucho con él. Me dijo: “voy a estar aquí, te puedo recibir tales días”. Fuimos. Estuvimos ahí sin el permiso de Sedena. Eso fue maravilloso. Te evitas el maquillaje y las escenas preparadas. Si vas a Sedena y dices: “oye, quiero hacer tal’’, “sí, sí, espera que te lo preparo”. Hace poco fui a Guanajuato, cuando lo del huachicol. Se puso fuerte Sedena en el corredor Celaya-Salamanca. Ahí sí fui con permiso de Sedena. Es otra cosa. Me pasé la mitad del tiempo en el comedor del cuartel con el comandante. Allá no [en Tamaulipas], allá íbamos y así era la cosa.

Cuando salimos a patrullar y ocurre esta situación que narramos: viene un carro y estos tipos [los soldados] ya piensan que habrá un enfrentamiento terrible. Cortan cartucho, el de la ametralladora se prepara, todos junto al Río, nosotros nos tiramos al piso con un casco. “¿Ahora qué va pasar?”. Escuchas el disparo. Levantas la cabeza y te das cuenta que en realidad son dos mujeres y una niña, y el pollero que iba con ellas. “¿Y ahora qué?”. Ves el estado, el nerviosismo, el estrés, y la rabia por haber gastado energía para nada. “¿Ahora qué van a hacer?”. Yo pensaba que podía ocurrir algo jodido: estábamos a mitad de la nada. No sabía cuál iba a ser la reacción del teniente. No sé. Pensé muchas cosas. Me quedé con la sensación de “si esto ocurre…”. Los militares amenazaron a las mujeres como si fueran narcos. ¿Qué no harán con los cabrones que sí están metidos en esto o con los que ellos creen que sí están metidos en esto? A partir de ahí se puede uno imaginar qué pasaría.

Recuerdo lo de Oaxaca, lo de Ulises. Lo leo y me pregunto: “¿hasta qué punto te han doblado el cerebro para que tú obedezcas a instintos básicos como comer, saciar tu hambre?”. Está cabrón. Me acuerdo en la Facultad, en sociología nos explicaban lo que era la Pirámide de Maslow, básicamente es que uno va cubriendo necesidades básicas, a partir de eso puede plantearse otras cosas. Si tienes hambre, frío o sed, no te vas a plantear sobre los postulados de Krauze… te vale madre. Quieres comer o quieres beber. Eso pasaba con esa gente. Te van tirando tan abajo… Cubres tus necesidades básicas. Es una locura. Aunque hubiera pasado mucho tiempo desde la historia de la perra, decías: “de alguna forma la perra debe seguir existiendo, al menos metafóricamente, en los cuarteles de adiestramiento de este país”. Debe seguir existiendo una estrategia de los capacitadores de adhesión de los reclutas que no tienen el convencimiento intelectual, sino el animal. Tienes gente a la que le dices: “matas”, y mata. Le dices: “disparas”, y dispara.

Pablo Ferri es reportero de El País. Foto: Cri Rodríguez, SinEmbargo.

–¿Cómo investigar cosas así en un país tan violento? Apenas se cumplieron, por ejemplo, dos años desde el asesinato de Javier Valdez.

–Los compas que trabajan en situaciones así son los que más jodido lo tienen. Imagínate lo de Cuernavaca la semana pasada: balancearon a dos porque estaban ahí en medio. Dices: “bueno, es que no iban contra ellos”. Da igual. Que alguien saque un arma en el Zócalo de Cuernavaca y se ponga a disparar… El nivel de violencia va creciendo, el nivel de homicidios aumenta, también otros delitos de alto impacto. Ser periodista en un contexto así es más jodido. Y más en zonas en las que el Estado de derecho es muy débil. Si tú vas a la zona en la que mataron a Moises, en Medellín de Bravo, Veracruz, pues ahí el Estado de derecho es otra cosa que no tiene que ver con aquí [en la Ciudad de México], y estamos a 4 o 5 horas en carro. Si vas a los pueblitos a los que estuvo reportando Miroslava en Chihuahua, lo mismo o peor. Incluso en Culiacán. No me imagino que eso pueda ocurrir aquí. No puedo contestar a eso como algún colega que vive en Culiacán, en el Puerto de Veracruz, en Xalapa, Oaxaca, Sonora, Baja California, donde surgen problemas que tiene que ver con violencia organizada. Salvo esa vez en Tamaulipas, yo no he sentido peligro de nada.

–En el libro hablan sobre la promesa que hizo AMLO de sacar al ejército de las calles. ¿Cuál es el panorama?

–No sé cómo va a evolucionar la violencia. Yo pensaba que tenía que tener un tope, pero hasta el momento no lo ha tenido. Nos interesa pensar en que lo mejor en un futuro cercano sería la creación de foros en los que participaran todos los autores implicados en la violencia. Poner en foros a militares que han estado presos por homicidio, desaparición, a familiares de víctimas, y a gente que ha estado metida en el crimen. Es decir, actores de todo tipo que te puedan explicar cómo ha funcionado todos estos años. Si nos quedamos con el esquema “buenos, malos’’, si seguimos pensando el día de hoy, con los niveles de violencia que tenemos, que la culpa es de lo huachicoleros, o de narcos, o de secuestradores, pues estamos mal. No está bien ser secuestrador o huachicolero, evidentemente, pero no se puede explicar el actuar de unos sin el actuar de otros. ¿La Tropa cuenta historias de soldados asesinos? No, contamos historias de soldados. Se trata de mostrar la imagen de un tipo, un soldado, un sargento, el militar mexicano que está patrullando las calles, que no ha tenido una tarea fácil, y eso no significa que se justifique lo que ha hecho o dejado de hacer, pero significa que no puedes explicarlo con un: “no puede ser que los militares estén en la calle porque están adiestrados para matar”… Sí, pero hay matices. O “no puede ser que haya problemas de violencia y mandemos al ejército”… Sí, pero mira lo que pasa. Hay que entender quiénes son estas personas, cómo actúan y por qué actúan como actúan. Y si siguen actuando, qué puede ocurrir… Ahí es donde nosotros entramos.

Pedro Ángel Palou pone su pluma sobre la violencia mexicana en Todos los miedos

sábado, octubre 13th, 2018

El gran novelista mexicano escribe su obra más sincera en momentos en que México toca fondo. Como los narradores colombianos Mario Mendoza y Santiago Gamboa, entre otros, que pusieron su pluma cuando el país la necesitaba. Todos los miedos, la novela de una periodista perseguida, en la colonia Narvarte, la realidad espeluznante.

Ciudad de México, 13 de octubre (SinEmbargo).- Dice Pedro Ángel Palou que venía haciendo una serie de novelas históricas, hasta que la realidad lo puso en un nuevo desafío: ¿cómo retratar, narrar, la violencia de nuestro país en una novela o en un libro de crónicas?

No es tan así. No es cierto que él haya vivido totalmente ajeno a México y a todo lo que pasa en él, pero estaba un poco más obsesionado con “otra novela sobre el nazismo, que constituye además un género en sí mismo”, dijo cuando publicó La amante del Ghetto (Planeta).

Pedro Ángel Palou, nació en Puebla en 1966. Es autor de más de 40 libros, entre los que destacan Amores enormes, Con la muerte en los puños, Varón de deseos  y la trilogía Sacrificios históricos,  dedicada a Zapata, Morelos y Cuauhtémoc.

Profesor asociado de Estudios Latinoamericanos en Tufts University, Estados Unidos, su prolífica obra es, como dijimos, ecléctica, pero ahora la historia de Daniela Real, una periodista que trata de investigar en un país como México, considerado uno de los lugares más peligrosos para ejercer el periodismo. Sólo el año pasado fueron asesinados 12 comunicadores, a lo que se suman desapariciones y agresiones, de acuerdo con la organización Artículo 19.

Así ha nacido Todos los miedos (Planeta), una novela que demuestra que la paz de México es ficticia, aparente, una alfombra bajo la cual se esconde la basura del narco y la corrupción y donde el asesinato de periodistas es sólo una consecuencia lógica, un efecto secundario de la denuncia contra un sistema podrido desde la raíz.

–Es un libro sobre México, lo difícil que es vivir aquí

–De hecho después de escribir una serie de novelas históricas, la realidad nos estaba lacerando y a mí me temblaba un poco el pulso. Era muy curioso que en la década pasada los escritores colombianos de mi generación, como Mario Mendoza, Santiago Gamboa, escribieran sobre la violencia de su país. Nosotros escribíamos sobre el nazismo, ahora la misma generación escribe sobre el presente mexicano como lo hacían ellos cuando Colombia estaba tocando fondo.

–Pensé mucho en Regina Martínez, la periodista asesinada en Veracruz, pensé mucho en Javier Duarte

–Es increíble lo de Duarte. Decidí hacer la novela en la Colonia Narvarte, porque allí mataron al reportero veracruzano. El problema de México no es tanto la corrupción, sino la impunidad que sostiene a la corrupción. Si una persona roba tantos millones y tiene a la provincia así, lo único que recibe es una condena de nueve años y una multa de 60 mil pesos, es realmente increíble. Lo que está podrido es el sistema de justicia. Uno de los principales pilares para la reconstrucción de la paz en Colombia fue hacer un ejercicio de manos limpias como en Italia y sustituir a todos los jueces, algo que tendría que pasar aquí.

–Tal es así que ahora Andrés Manuel dijo que iba a bajar los sueldos a los jueces, lo dijo una sola vez, los jueces protestaron y ya no se habló más

–De hecho los jueces de la Suprema Corte tienen un sueldo mucho mayor al del Presidente. La reacción ante la baja de los salarios fue el del Tribunal. No sólo es el sueldo, sino que es un ejemplo de cómo está podrido el sistema por dentro. Hay que pensar en el narcotráfico de cómo se ha metido en las cotas de poder, en el legislativo, controlan restaurantes, supermercados, en la novela un personaje dice que cómo es posible que 150 mil narcotraficantes controlen a un país de 120 millones de habitantes.

–Has inventado a una persona muy “Dexter”, el justiciero

–Lo curioso es que el justiciero me sale a mí a la pluma en momentos que empiezan a aparecer muchos justicieros en México. Frustran a un asalto en Toluca, una violación en la Colonia Doctores, son justicieros anónimos, el tema es que la línea es muy lábil sobre esos hechos y el linchamiento que vimos hace unas semanas en Puebla. Este justiciero representa el hartazgo de la población, eso de que la justicia en lugar de descubrir al culpable, cómo encubre al asesinato.

Todos los miedos, la historia de Daniela Real y un justiciero. Foto: Especial

–Cada vez hay más linchamientos, que reflejan que tampoco son justos

–No, claro. No son justos, aunque sean sintomáticos, hay que evitarlos y controlarlos. Una de las cosas es cómo se ha normalizado la violencia, es en los linchamientos ver a la cantidad de gente con celulares grabando la situación. Como si fuera un espectáculo. Utilizamos el teléfono como si fuéramos documentalistas. Nos hemos convertido en un país de estadísticas y nos hemos deshumanizado. La novela busca hacer un grito a la humanización, volverle a poner nombre y apellido a la violencia, que es un poco lo que hace Daniela Real, haciendo un mapa de los feminicidios.

–La gente, por otro lado, suele hablar de las víctimas, nunca de los victimarios

–Esa especie de anestesia es porque la gente sabe que no va a tener respuesta. Este oficio de periodistas, cuando son asesinados a mansalva, ya no nos preguntamos quién lo mató, cuál fue el objetivo.

–¿Vas a empezar una nueva corriente literaria en tu novela, cómo estás con este libro, Pedro?

–Creo que de alguna manera necesitamos contar este presente, no sé si yo vaya a continuar con una novela del mismo talante. Quedé un poco entristecido, no sabía si debía publicar esta novela, creo que por las reacciones de la gente me di cuenta de que era una novela necesaria y me siento satisfecha por la lectura. La gente la lee como un diagnóstico muy fuerte. El norte del país ha sido muy castigado y recientemente ha salido una reseña de Élmer Mendoza, que me tiene muy contento, que leyó muy bien la novela. Juan José Rodríguez en Mazatlán, ha escrito una reseña también muy importante y la están leyendo como si pasara allí, no sólo en tres colonias de la Ciudad de México.

–Yo vengo de Tijuana, donde mucha gente está leyendo tu libro…una ciudad que ya tiene 1800 muertos este año

–Tristísimamente, porque Tijuana se había reformado y había mucha gente que podía salir a la calle. Mi propio hermano vive allí y todos los días hay una historia terrible. Nos estamos acostumbrando a que el mal nos domine el territorio, lo que es difícil recuperarlo. Está pasando con la Ciudad de México. No sabemos quién controla al Centro Histórico, a Garibaldi…

–¿Hay alguna explicación filosófica para esto que nos pasa? El bajo nivel educativo produce también esta “narcotización”

–Sí, por un lado tienes toda la razón, sumado a la desigualdad que ha hecho a los mexicanos irse a los Estados Unidos o convertirse en narcotraficante. Hace algunos años Daniel Sada entrevistaba a unos niños para una crónica y ellos decían que querían ser narcos cuando fueran grandes. No les preocupaba la corta vida, ellos qué tenían que perder.

–¿Qué te produce Daniela Real como protagonista?

–Me gusta mucho. Es valiente, las mujeres periodistas en México son más valientes que los hombres. Terminan publicando sus investigaciones en libros, pienso en Lidia Cacho, en Lydiette Carrión, cómo están siendo sometidas a la violencia, tienen que ir protegidas y sin embargo siguen investigando.

La mexicana Daniela Rea gana el primer Premio Breach/Valdez de Periodismo y Derechos Humanos

jueves, mayo 3rd, 2018

Tras recibir el reconocimiento, Daniela Rea pronunció un discurso que comenzó mencionando el nombre de 115 periodistas asesinados desde el año 2000.

Nacida en Guanajuato y fundadora de la Red de Periodistas de a Pie, Rea ha tratado a lo largo de su trayectoria temas como la desaparición forzada. Foto: Twitter.

México, 3 de mayo (EFE).- La mexicana Daniela Rea ganó hoy el primer Premio Breach/Valdez de Periodismo y Derechos Humanos por su trabajo “comprometido, riguroso y humanista” que cuestiona el discurso “hegemónico”.

En un acto en la Ciudad de México que coincidió con el Día Mundial de la Libertad de Prensa, Rea recibió el galardón instaurado en memoria de Miroslava Breach y Javier Valdez, periodistas asesinados, respectivamente, el 23 de marzo de 2017 en Chihuahua y el 15 de mayo de ese mismo año en Culiacán.

Nacida en Guanajuato y fundadora de la Red de Periodistas de a Pie, Rea ha tratado a lo largo de su trayectoria temas como la desaparición forzada, detenciones arbitrarias, tortura, abusos de poder e impunidad.

“Es una periodista que nunca se ha limitado a las explicaciones que proponen los funcionarios o los más visibles”, resaltó Federico Mastrogiovanni, coordinador del Programa Prensa y Democracia de la Universidad Iberoamericana (Ibero-PRENDE).

También destacó su “compromiso con la investigación documental”, a través de la realización de preguntas para entender el contexto y para no plasmar un discurso “prefabricado”, así como su “búsqueda de nuevas narrativas”.

Tras recibir el reconocimiento, Rea pronunció un discurso que comenzó mencionando el nombre de 115 periodistas asesinados desde el año 2000.

Reconoció a “tantos otros compañeros, muchos anónimos”, que salen cada día con la libreta en mano para relatar cómo funciona esa “maquinaria de muerte e impunidad” que se vive en México, mostrando el “horror y la resistencia” de las comunidades.

“Más que hacer un periodismo de derechos humanos (…), lo que estamos intentando hacer es un periodismo de la vida”, aseveró la periodista.

Hablar de derechos humanos en México -considerado como uno de los países más peligrosos para ejercer la profesión- es hablar “en medio de esta década de horror en la que se ha vaciado el significado de las palabras”.

Rea recordó que el Gobierno mexicano ratifica las convenciones de derechos humanos y en el ámbito internacional se subraya su “loable esfuerzo”.

No obstante, se necesita que los Estados actúen con “más contundencia” al exigir en el país el cese de la impunidad.

Después de la muerte de más de cien compañeros, dijo, “tenemos dolor, tristeza, coraje, rabia, aún tenemos miedo”.

Pero “aquí estamos haciendo nuestro trabajo, intentando mantener el horizonte de un país más digno y más humano”, agregó la periodista.

El director del Centro de Información de las Naciones Unidas en México (CINU México), Giancarlo Summa, señaló que, según datos de la Unesco, “el 90 % de los casos de asesinatos de periodistas sigue impune”, cifra que es aun mayor en México.

“Mientras que los autores de los crímenes sepan que no deberán responder por sus actos, los periodistas seguirán siendo blancos”, aseveró.

Por ello, Summa hizo un llamado al Ejecutivo mexicano y a las autoridades para que garanticen la libertad de prensa y protejan a los profesionales del sector, porque “de eso depende el futuro de la democracia y el derecho a la verdad en el país”.

En esta edición, el Breach/Valdez ofrece un viaje a Francia de una semana en el que la reportera realizará diversos encuentros con órganos periodísticos e instituciones de derechos humanos.

Asimismo, incluye una beca especial de investigación en la Universidad Iberoamericana de un año de duración.

El premio está impulsado por CINU México, la Oficina en México del Alto Comisionado de las ONU para los Derechos Humanos (ONU-DH) y la de la Unesco, el Área de Periodismo de la Universidad Iberoamericana e Ibero-PRENDE, la Agencia France Presse y la Embajada de Francia en México.

ENTREVISTA | El documental no es una historia de derrota: Daniela Rea

sábado, noviembre 4th, 2017

Daniela Rea, una de las nuevas y valiosas voces del periodismo nacional ha encontrado en el documental una voz que no tenía en el periodismo. Quiso decir cosas y mostrar sobre todo ese vacío que se cierne sobre tantos y tantos desaparecidos en nuestro país. Aquí, una nota sobre el documental No sucumbió la eternidad, un verso de Raúl Zurita para la desesperación y lo desolado.

Ciudad de México, 4 de noviembre (SinEmbargo).- “Somos un cúmulo de tragedias”, dice la periodista y escritora Daniela Rea, quien con apenas 33 años de edad se ha convertido en una nueva y poderosa voz dentro del oficio de la información, tan agredido en nuestro México doliente y contemporáneo.

Eso lo decía cuando publicó su primer libro, Nadie nos pidió perdón, un compendio de crónicas publicado por Editorial Urano a través del cual la joven profesional nacida en Irapuato demuestra cómo el Estado traiciona su razón de ser para convertirse en el principal agresor de la sociedad.

Sin embargo, estos años han sido como una especie de refugio de Daniela. No sabíamos por donde andaba y que claro, el nacimiento de su segunda hija la había alejado un poco del periodismo. Nació Naira, que se plegó a su hermana Emilia –eso de que es la segunda no deja nada en claro que es fácil criarla, se quejaba dulcemente Dani-, pero además había hecho un documental y ganado el Premio Musa, para el mejor documental realizado por una mujer.

Daniela Rea es reportera independiente. Inició su labor periodística en Veracruz y trabajó en el periódico Reforma. Sus crónicas y reportajes se incluyen en los libros País de muertos, Generación Bang, Nuestra aparente rendición, Entre las cenizas y 72 migrantes.

En 2013 recibió los premios Excelencia Periodística, otorgado por PEN Club México, y el Género y Justicia, entregado por ONU Mujeres y la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

Alicia ve a su madre como un fantasma. Foto: Especial

Es integrante de la Red de Periodistas de a Pie y de los Nuevos Cronistas de Indias, de la FNPI.

En el documental No sucumbió la eternidad –un verso de Raúl Zurita-, Daniela Rea trata el tema de los desaparecidos, con dos mujeres, Alicia de los Ríos y Liliana Gutiérrez.

A la madre de Alicia de los Ríos, combatiente de la Liga Comunista 23 de Septiembre, la secuestró y desapareció el Estado mexicano el 5 de enero de 1978, en la Guerra Sucia que el régimen del PRI desató contra militantes de izquierda.

Liliana Gutiérrez es ejemplo de la reciente Guerra del Narco, con su esposo, Arturo, desaparecido en un operativo en Tamaulipas.

Ambos son homenajes a la memoria y demuestra hasta qué punto, como en el Holocausto, si alguna vez esta contienda bélica termina –por ahora no hay nada que lo indique- pasará mucho tiempo para hacer justicia con el pasado y poder seguir el presente sin deudas ni resentimientos.

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–¿Cómo se llevó a cabo el documental?

–Fueron como dos cosas. Yo necesitaba experimentar con otro lenguaje para poder contar el efecto de la violencia que iba reporteando en mi lenguaje periodístico. Es la vida cotidiana en la ausencia y en la incertidumbre que no me iba a permitir el periodismo. Por el otro, soy amiga de Liliana y conectamos muy bien, siempre me cuenta cosas que son complejas, de cómo sobrevivir a la ausencia de alguien. Una de esas cosas es cuando me dice: ¿Qué va a pasar si Arturo regresa y resulta que ya no es el hombre del que yo me enamoré?

–¿Por qué desaparece Arturo? Nunca lo dices en el documental

–Arturo desaparece con su hermano Axel. Pero no se sabe por qué desaparece, lo que es terrible en esta Guerra del Narco. Él desaparece dos días después de la masacre de San Fernando. El tenía 13 años yendo a McAllen para comprar mercancías y luego venderlas en los tianguis de la Ciudad de México. Tenía un tiangui aquí, en calle Regina. Ellos paran a cenar en un restaurante y lo que el papá puede reconstruir después es que llegaron dos camionetas con hombres armados, se bajaron y los agarraron. Al hermano lo llevaron en la cajuela de un carro, donde pudo mandar un mensaje a su familia y a Arturo se lo llevaron en otro.

Arturo dejó a un niño, que nació sin conocer a su padre. Foto: Especial

–A lo largo de la historia de México ha habido secuestros y desapariciones todo el tiempo

–Para mí era muy importante vincular las dos historias. Uno, un sentido político, porque no hemos llegado en ningún momento a un estado de justicia, de verdad. Estos crímenes de lesa humanidad permanecen impunes y las primeras desapariciones de la Guerra Sucia, son, efectivamente, las primeras. Para hablar del México contemporáneo, unidas por dos crímenes, que en los últimos tiempos se ha agravado. Por otro lado, cuando empiezo a platicar con Alicia me doy cuenta de que es un proceso muy distinto al de Liliana, ella no tuvo el cuerpo, incluso dice: “Para mí mi madre es etérea”. Creo que eso es lo que pasará con León, el hijo de Arturo y también presentar dos formas de trabajar con la memoria muy distintas.

–¿Cómo nació la idea de la película?

–Bueno, la idea no fue, quiero hacer un documental de desaparecidos, voy a entrevistar a estas dos personas y ya. La verdad es que la película me fue buscando, hasta encontrarme. Fueron las historias las que me demandaron a hacer una película. En un principio la idea era trabajar sólo con Liliana y un día me dice no sé qué hacer, no sé cómo tratarlo y entonces le dije, ¿por qué no vienes a ver a Alicia, nos puede dar consejos? Lo cierto es que Liliana no vino a esa reunión con Alicia y hablando yo con ella, comienzo a conversar con Alicia, donde me dice que la ausencia de su madre no le duele como le duele a Liliana la de Arturo. Esta historia tenía que dialogar con la historia de León y así se fue encontrando la película. La intimidad y las confrontaciones personales no son para ser contadas periodísticamente o al menos yo no tenía las herramientas para ello.

–¿Cómo fue el proceso de filmar tan cerca de la gente?

–Fue un proceso bien bonito. Generoso. Para el equipo es el primer largometraje. Estuvo Mario Gutiérrez Vega, en la Fotografía: Gabriel Villegas, en la Edición: Mariano V. Osnaya y en el Sonido: Guillermo Llaguno. Luego participaron en la producción ejecutiva: Juan Patricio Riveroll, Roberto Garza y Everardo González, en el Diseño sonoro: Nerio Barberis y en la Música original: Leoncio Lara Bon, pero los primeros son con quienes hice el documental. Ciertamente yo era la única que no había trabajado cine, estaba muy abierta a lo que ellos querían decirme y ellos estaban confiados en mi experiencia como periodista y a la idea que yo quería plantear y confrontar. El proceso de rodaje con Liliana y con Alicia, fue de muchísima confianza.

–¿Qué piensas de la vida en México? Aquí parece que la vida no vale nada

–Cuando empecé a buscar fondos para poder filmar la película, un periodista me dijo que era la historia de la derrota. Dos personas deciden ya no buscar a los desaparecidos y yo le dije que no, que el crimen de la desaparición pretende meterte en una inmovilidad brutal. Justo no sabes qué hacer, estas dudas constantes, el hecho de que ellas hayan decidido luchar para heredarle a sus hijos una vida feliz, sin desapariciones, me parece que no es precisamente una historia de la derrota. Hoy me siento optimista y quizá por eso respondo que pese a todo tenemos que seguir generando espacio para que todas las historias puedan ser contadas de manera segura.

Daniela Rea, una de las nuevas y valiosas voces del periodismo nacional. Foto: Francisco Cañedo, SinEmbargo

Cuando la realidad supera a la realidad y está el periodismo para contarlo: Daniela Rea (VIDEO)

lunes, junio 27th, 2016
Daniela Rea, una de las nuevas y valiosas voces del periodismo nacional. Foto: Francisco Cañedo, SinEmbargo

Daniela Rea, una de las nuevas y valiosas voces del periodismo nacional. Foto: Francisco Cañedo, SinEmbargo

Una de las nuevas voces del periodismo nacional, quien con valentía y mucho talento se ha dedicado a narrar las tragedias cotidianas. Es autora del libro Nadie les pidió perdón y actualmente dirige su primer documental

Ciudad de México, 27 de junio (SinEmbargo).- “Somos un cúmulo de tragedias”, dice la periodista y escritora Daniela Rea, quien con apenas 33 años de edad se ha convertido en una nueva y poderosa voz dentro del oficio de la información, tan agredido en nuestro México doliente y contemporáneo.

“No hemos sabido cómo llevar estas tragedias”, dice la autora de Nadie nos pidió perdón, un compendio de crónicas publicado por Editorial Urano a través del cual la joven profesional nacida en Irapuato demuestra cómo el Estado traiciona su razón de ser para convertirse en el principal agresor de la sociedad.

Aquí hay soldados que asesinan y desaparecen inocentes, policías que simulan ejecuciones, enfermeras que curan víctimas para entregarlas a nuevos ciclos de tortura. Mediante los relatos de una mujer que sobrevivió al martirio del Ejército, de una empleada de limpieza que luchó por la libertad de su esposo acusado de ser terrorista, de madres que confrontan a los secuestradores de sus familiares, de un niño a quien se le arrebató la posibilidad de conocer y amar a su padre, se evidencia lo irrefutable: hoy es imposible distinguir la diferencia entre el poder del gobierno y el de los criminales.

El libro de Rea tiene gran rigor periodístico, pero también tiene humanidad, honestidad brutal de una cronista que no teme involucrarse con las víctimas y a las que extiende su mano y su poder de comunicación para que las historias no se pierdan en el polvo.

Además, Daniela, quien actualmente dirige su primer documental, escribe bien, se preocupa por el estilo, la forma, a sabiendas de que lo que se ve y se oye también son sustancia de los contenidos forjados con voluntad verdadera.

En esta entrevista grabada por el equipo de televisión de SinEmbargo, hay muchos espacios para el silencio. Rea no pretende saberlo todo y se emociona cuando recuerda las historias de su libro y reflexiona sobre el México en que le ha tocado vivir.

Recuerda a los compañeros muertos y desaparecidos y habla con emoción de su niña, mientras fuera de cámara cuenta que viene otro bebé en camino, una forma de apostar por el futuro que alguna vez llegará al país donde nació en 1982.

Daniela Rea es reportera independiente. Inició su labor periodística en Veracruz y trabajó en el periódico Reforma. Sus crónicas y reportajes se incluyen en los libros País de muertos, Generación Bang, Nuestra aparente rendición, Entre las cenizas y 72 migrantes.

En 2013 recibió los premios Excelencia Periodística, otorgado por PEN Club México, y el Género y Justicia, entregado por ONU Mujeres y la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

Es integrante de la Red de Periodistas de a Pie y de los Nuevos Cronistas de Indias, de la FNPI.

El auge de la crónica periodística o cómo contar Latinoamérica y México en nuestros días

viernes, mayo 20th, 2016
Decir en un libro lo que no dicen los periódicos. Foto: Shutterstock

Decir en un libro lo que no dicen los periódicos. Foto: Shutterstock

El mercado recibe los libros de crónica periodística con los brazos abiertos y los lectores los han aceptado como un modo de entender la realidad circundante. Para los periodistas y escritores, el género se ha vuelto una manera privilegiada y asertiva de expresión

Ciudad de México, 20 de mayo (Sin Embargo).– En una entrevista reciente, el director literario de Penguin Random House, Claudio López de Lamadrid, puso la voz de alerta: “Si hablamos de Latinoamérica, se destaca más la no ficción, un ítem que en España la cubren más los periódicos que los libros. En México y Argentina la no ficción es muy fuerte, con temas de política y narcotráfico, entre otros, así como también brilla la autoayuda.”

Para dar soporte a dicho análisis, entre todos los libros recientes en nuestro país se destaca Slim, de Diego Enrique Osorno, un retrato independiente sobre el hombre más rico de México y uno de los más pudientes del mundo.

Con prólogo de Jon Lee Anderson, el periodista nacido en Monterrey en 1980, construye un retrato complejo “más allá de las frías cifras económicas y los clichés del éxito empresarial, del primer hombre nacido en el Tercer Mundo que alcanzó la cima de Forbes”.

Los orígenes del magnate en un país que tiene 50 millones de personas que viven en la pobreza, sus complejos vínculos familiares y sociales, sus peculiares maniobras financieras, sus redes de apoyo y sus pasiones personales, que van desde la lectura de biografías de Gengis Kan o Bernard Baruch, hasta el béisbol o Sophia Loren, sirven para describir la moral neoliberal de nuestro rico más rico.

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“No es nada fácil reportear sobre el poder en un país como México; es un espacio tan reducido donde ellos se conocen, donde ellos se protegen, donde hay una omertá (ley del silencio) para cuidar sus intereses, pero finalmente a costa de paciencia, de insistir, se fueron abriendo algunas fuentes”, contó Diego Enrique Osorno a la BBC.

Como nunca, retratar la riqueza fue sólo un pretexto para describir el que puede ser considerado uno de los países más injustos del mundo y donde la Guerra del Narco instituida por el ex Presidente Felipe Calderón en 2006, generó una violencia de dimensiones extremas y un poder paralelo por medio del cual el hombre común de este país ha dejado de saber hace tiempo dónde está el bien, dónde el mal hace su reino.

Y aunque el auge de la crónica no es exclusivo de México, sino que se ha extendido por todo el continente, es en nuestro país donde los libros de los periodistas confluyen en un corpus revelador e histórico, narrando como no lo hacen los medios tradicionales una realidad tan difícil de comprender como imposible de traducir por medios que no sean la investigación honesta y dedicada.

El auge de la crónica no es exclusivo de México, sino que se ha extendido por todo el continente. Foto: Shutterstock

El auge de la crónica no es exclusivo de México, sino que se ha extendido por todo el continente. Foto: Shutterstock

Podría decirse que la literatura no estuvo ajena a este auge. La trilogía por ejemplo de Alejandro Páez Varela, integrada por las novelas Corazón de Kalashnikov, El reino de las moscas y Música para perros, es un buen punto para ir dibujando imaginariamente el “mapa de la sangre” donde la violencia dio rienda suelta a una realidad por momentos demencial y siempre doliente.

“La literatura no viene de la nada. En mi caso, provengo de una ciudad que ha convivido ya un siglo con traficantes de heroína, candelilla, licor, cigarros. Viví entre narcos, fueron mis vecinos. Mi generación quedó destruida por contacto directo o como víctima colateral. Entonces, en cierto momento, cuando me di el tiempo y me senté a escribir ficción, no pude sino recurrir a las figuras que me eran comunes. Corazón de Kalashnikov recurre a narcos, sí, pero también a mujeres: Ciudad Juárez es una comunidad en la que las mujeres juegan un papel central. La fuerza laboral de esa frontera fue de 400 mil durante el boom maquilador, en la década de 1990. Los hombres fueron reducidos a papel secundario y eso generó un drama que no viene al caso contar aquí, pero que se expresó en maltrato y, en algunos casos, en homicidios. El narcotráfico tiene una presencia tan brutal en México que por supuesto ha marcado muchas formas del arte, entre ellas la literatura”, dijo Páez Varela, nacido en Ciudad Juárez en 1968, en una entrevista al periódico argentino Página 12.

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En Latinoamérica, libros como Hot Sur, de la colombiana Laura Restrepo (Bogotá, 1950), dieron cuenta en 2012 de un problema que hoy es central –con el condimento amargo de Donald Trump al frente del ideario republicano en los Estados Unidos–: el de los migrantes, víctimas tanto de los Gobiernos que les cierran las puertas, como del crimen organizado que ha adoptado la trata de personas como “segundo negocio” luego del tráfico de drogas.

Hot Sur transcurre en los Estados Unidos, en una zona de confluencia racial donde las criaturas diseñadas por la escritora colombiana luchan encarnecidamente por perder el miedo al otro. Todos son otros allí, donde la sombra de una prisión de mujeres funciona como el enorme agujero negro de los despropósitos y las extrañezas.

Hay perros, hombres que mueren jóvenes, motocicletas, un padre tardío, una muchacha colombiana que aspira a dejar plasmada su vida en un libro –aun sin saber el oficio y sin vocación de escritora–, sangrientos rituales de una secta ignominiosa y un asesino serial.

Allí donde el cruce con el norte “produce una intensidad particular”, la vida transcurre sobre “un cable pelado donde crece la enorme desconfianza hacia el otro y al mismo tiempo existe la posibilidad de sobreponerse al miedo al otro, que creo es uno de los temas centrales de la novela”, afirmó la autora en una entrevista con este periódico.

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Son muchos los autores que trataron literariamente el tema de la violencia, la desigualdad, la impunidad y el crimen organizado e institucional tanto en nuestro país como en Latinoamérica, convirtiéndose tal vez en precursores de lo que hoy se conoce como “docuficción”, un cruce entre la crónica periodística y la literatura, género del que quizás el estadounidense Don Winslow, autor de El don del perro y la reciente y formidable El cártel, sea el máximo representante.

A ella se debe el auge del periodismo narrativo en el continente. Foto: Francisco Cañedo, SinEmbargo

A ella se debe el auge del periodismo narrativo en el continente. Foto: Francisco Cañedo, SinEmbargo

La ficción en esos casos es lo que da marco a la narración cruda y precisa de la realidad inmediata, permitiendo ahondar en casos y sistemas de impunidad y represión como -por cuestiones de seguridad- no lo puede hacer abiertamente el periodismo.

Al menos no lo puede hacer sin poner en riesgo su vida, tal como demuestra el hecho que El cártel -una descripción impresionante de la Guerra del Narco de Calderón y la responsabilidad de los Estados Unidos que tira la basura bajo la alfombra exportando su problema con las drogas- está dedicado por Winslow a todos los periodistas asesinados y desaparecidos en el México reciente.

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PERO HABLEMOS DE CRÓNICA PERIODÍSTICA

Pero este es un reportaje de crónica periodística y de cómo su auge se enmarca dentro de una tradición que podría rastrearse en el siglo XVI, cuando se desarrolló un nuevo género literario, las crónicas de Indias, sobre los temas, los hombres y las cosas que constituían “la maravilla de América” o “la novedad indiana”.

Precisamente, “Nuevos cronistas de Indias” es el nombre que la Fundación Iberoamericana de Nuevo Periodismo Gabriel García Márquez les da a los periodistas empeñados en narrar la realidad con buena pluma y sensatez, a veces en medio de circunstancias adversas.

Para el argentino Martín Caparrós, docente de la FNPI y junto con su compatriota Leila Guerriero, uno de los máximos exponentes de la crónica en dicho país sudamericano, el interés por la crónica periodística en su caso se dio por considerarlo precisamente “un género marginal”.

“La posibilidad del centro me incomoda porque me incomodan esas cosas, cualquier centro. Pero, más allá de la incomodidad personal, lo importante es cómo esa tentación influye en lo que hacemos, en nuestras notas, en nuestras historias. Esa es la cuestión.

Hace cuatro años escribí que la crónica debía ser política –y definí de varias formas esa condición. Digo: la crónica puede ser femenina, caprichosa, pretenciosa, buscavidas. Digo: la crónica puede poner en crisis las formas tradicionales del lenguaje de la prensa, las formas engañosas del lenguaje de la prensa; la crónica puede cambiar el foco de lo que hay que mirar, decía. La crónica será marginal o no será. Nuestro trabajo, estos días, todos los días, consiste en saber qué significa marginal y llevarlo a la práctica”, afirmó el autor de El hambre en una conferencia llevada a cabo en un encuentro de Nuevos Cronistas de Indias en 2012.

Caparrós ha publicado recientemente el libro Lacrónica (así, todo junto), basado en la convicción de que el periodismo no constituye un oficio en extinción y el género de la crónica es “el periodismo que sí dice yo, porque la objetividad es estructuralmente imposible”.

“La crónica no es sinónimo de mejor escritura, es sinónimo de ambición de mejor escritura. A algunos, por supuesto, les sale mejor y a otros peor. No hay nada garantizado”, afirma.

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Otro cronista destacado del continente es el colombiano Alberto Salcedo Ramos, de quien la editorial oaxaqueña Almadía ha publicado el libro Los ángeles de Lupe Pintor y para el que el género de la crónica periodística no resulta un hecho de la moda.

“No creo en la crónica en términos mesiánicos, tampoco como si fuera una moda, creo en ella de manera modesta, aquella de escuchar una historia aquí y llevarla 200 metros más adelante; creo en la crónica como una posibilidad de darle a voz a los que han sido invisibilizados por el periodismo tradicional por los siglos de los siglos”, según dijo en México, cuando participó de la Feria Internacional del Libro en Mérida, Yucatán.

“Me suelen preguntar por qué los cronistas nos ocupamos de los perdedores  y les digo: qué curioso, porqué casi nunca preguntan al director de un periódico porqué escribe editoriales sobre los ganadores, es decir, sobre los ministros, los presidentes, los cancilleres y los magnates que empujan la historia que se escribe sobre la oficialidad”, señaló.

“Escribimos sobre los excluidos porque normalmente no han tenido espacio en la prensa convencional, porque la ‘Historia’, con mayúscula, los ha excluido siempre, pues sólo la escriben los ganadores, el que gana la guerra se gana el derecho a escribirla”, dijo el cronista.

“A las personas que sufren alguna desgracia las vemos en la calle, en la esquina de nuestra calle, pero no las vemos en el periódico”, agregó.

“Una vez le preguntaron a Gilbert Chesterton, qué era para él el periodismo y contestó: ‘El periodismo consiste en decir que Lord Jones ha muerto, a gente que no sabía que Lord Jones estaba vivo’. Yo escribo crónicas porque tengo la ilusión, quizá ingenua, de poder decirle a la gente quién es Lord Jones antes de que Lord Jones se muera”, afirmó el autor colombiano.

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En el libro Los suicidas del fin del mundo (Tusquets), Leila Guerriero llevó a cabo una exhaustiva crónica de un pueblo perdido en la Patagonia argentina, donde a fines de los ’90 una ola de suicidios de jóvenes conmovió a la sociedad y al mismo tiempo refrendó en lo que llama “periodismo literario o narrativo”.

“El tipo de periodismo literario o narrativo que hago tiene un buen espacio en los libros. Igual, cuando terminé de escribir Los suicidas del fin del mundo dije que nunca más iba a escribir un libro, porque me significó un esfuerzo muy grande, quedé muy cansada, muy vacía…ese discurso me duró un tiempo largo, tipo un par de años y ahora se me pasó. De hecho, ahora empecé a dirigir la colección de crónicas de Tusquets Argentina y me encanta la idea de encontrar buenos autores y buenas historias, es muy atractivo”, contó la profesional en una entrevista con la desaparecida revista Gente y la actualidad.

A propósito de las nuevas tecnologías aplicadas a la crónica periodística, Leila considera que “no necesariamente la tecnología te vuelve mejor periodista”

“Internet es una herramienta muy poderosa si uno la sabe usar, si uno sabe que ese no es el único recurso disponible. Jamás hago una nota basándome sólo en el material que encuentro en Internet. Hay muchos libros y revistas de épocas anteriores que no están cargadas en la red, por ejemplo. Hay gente talentosa que hace muy bien su trabajo y no creo que el periodismo esté peor que antes. A lo mejor el periodismo diario está sufriendo un poco la transición y se pierde un poco de vista el contenido. Hay historias que no se pueden contar en dos minutos. Los periodistas trabajamos con material sensible y en ese sentido me parece que pasa lo de siempre: hay gente que hace muy mal su trabajo y otra que lo hace muy bien y en ambas cosas no tiene mucho que ver la tecnología”, afirmó.

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LOS GRANDES EXPONENTES DE LA CRÓNICA EN MÉXICO

En México se escriben muchos libros de crónicas. Los periodistas han encontrado en los libros el espacio que se niega en los medios, inspirados quizás por una pionera del género, la legendaria Elena Poniatowska, quien en varias oportunidades contó que se hizo cronista y que escribió La noche de Tlatelolco “porque los medios silenciaban cosas”.

En 2012, la multipremiada periodista Sandra Rodríguez Nieto, ganadora entre otros del Premio Internacional de Periodismo que otorga el periódico El Mundo, publicó el tremendo libro La fábrica del crimen (Planeta), una historia que narra el trágico final de Vicente, un adolescente de Ciudad Juárez que mató a sus padres y hermana con la ayuda de dos de sus amigos y con la firme convicción de que nadie lo notaría.

Sandra entreteje la vida de Vicente y su ingreso a la banda de los Artistas Asesinos, con el creciente deterioro de la vida en Juárez: la situación de guerra, el cinismo de las autoridades, los narcomensajes, los decapitados y, sobre todo, la absoluta impunidad de los criminales, quienes han tejido toda una red de complicidades por medio de la corrupción.

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Otra gran representante de la crónica periodística en México es Marcela Turati, autora de Fuego Cruzado: Las otras víctimas atrapadas en el narco (Grijalbo), las historias de cientos de niños, mujeres y hombres, nuevos huérfanos (de padres y autoridades), viudas, familias en la indigencia, personas desaparecidas, pueblos exiliados por el miedo o que lidian con sus pesadillas, así como jóvenes que no tienen más opciones que engrosar las filas del crimen organizado o campesinos convertidos por hambre en productores de cultivos ilegales, entre otras expresiones anónimas del llamado “daño colateral” del narco en auge en nuestro país.

Marcela, ganadora del Premio de la Fundación de Nuevo Periodismo Iberoamericano, es también fundadora del sitio “Periodistas de a pie” y una gran analista de los medios, así como de la función social del oficio.

“Hay pocos espacios de real periodismo crítico, independiente, que se deba a la gente y a la vez sea riguroso. Y a esos pocos generalmente les cuesta mucho trabajo sobrevivir. (Un referente para mí siempre ha sido el semanario Proceso que, a pesar de tener a casi la mitad de la plantilla de reporteros amenazados, del boicot publicitario que ha sufrido desde hace varios sexenios y del odio que le tiene la gente de Los Pinos, es todavía un espacio crítico, de libertad e independencia, que le ha apostado a cubrir la violencia y la corrupción y que publica lo que muchos callan porque no pueden publicarlo o porque no quieren hacerlo.)”, dijo Turati en el pasado febrero al blog horizontal.

“Sin embargo, podría decir que a pesar de la crisis y del regreso del PRI con sus prácticas de antaño de sometimiento a la prensa, estos años se han hecho algunas de las mejores investigaciones periodísticas en las que los ciudadanos han podido ver el importante rol que juega la prensa en una democracia. La Casa Blanca, una de las mejores investigaciones periodísticas de la historia de México, es muestra de ello. Esta investigación junto a las de Tlatlaya, Apatzingán y Ayotzinapa exhiben que, a pesar de las condiciones, la prensa está viva y en un buen momento”, afirma Marcela.

Precisamente, el affaire “Casa Blanca” que por momentos condicionó el futuro del sexenio de Enrique Peña Nieto, quedó eternizado en el libro La casa blanca de Peña Nieto, reportaje ganador del Premio Nacional de Periodismo en la categoría “Reportaje/Periodismo de Investigación”. Premio Gabriel García Márquez de la PNPI 2015.

En noviembre de 2014, los periodistas Rafael Cabrera, Daniel Lizárraga, Irving Huerta y Sebastián Barragán dieron a conocer una investigación donde se reveló que Enrique Peña Nieto posee una casa con valor de 7 millones de dólares; la residencia la construyó Grupo Higa, una de las empresas que había ganado la polémica licitación del tren México-Querétaro y que antes había recibido el encargo de decenas de obras públicas en el Estado de México, cuando el priista fue gobernador de la entidad.

Horas antes de que saliera a la luz el reportaje, la licitación se canceló, un hecho inédito en México. A su vez, la publicación desató un escándalo a poner en evidencia serios conflictos de intereses entre el Poder Ejecutivo nacional y la firma que dirige el poderoso empresario Juan Armando Hinojosa Cantú.

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La casa blanca de Peña Nieto cuenta la historia detrás de la historia: la visión personal de los colaboradores que trabajaron en la investigación y los intentos de censura a los que hicieron frente. También se incluyen detalles de varias investigaciones que quedaron pendientes después de la salida del noticiario de Carmen Aristegui del aire, como la relacionada con la casa de Malinalco que pertenece a Luis Videgaray, secretario de Hacienda, quien también la compró a Grupo Higa; o el perfil inédito de Juan Armando Hinojosa Cantú, la historia de su trayectoria empresarial en el Estado de México y el relato de cómo llegó a ser el principal amigo del Presidente de la República.

En Contra Estados Unidos, crónicas desamparadas (Almadía), Diego Enrique Osorno narra el periplo -entre agosto y septiembre de 2012- de un centenar de mexicanos, familiares de las víctimas de la guerra contra el narcotráfico, quienes recorrieron más de once mil kilómetros por el territorio de Estados Unidos.

Su propósito era gritar su dolor frente a los principales responsables del conflicto y construir lazos con organizaciones de sobrevivientes y otros familiares de personas asesinadas o desaparecidas por las mismas causas en el país vecino.

Llamada Caravana por la Paz fue un movimiento liderado por el poeta Javier Sicilia, deudo él mismo de la guerra. En la crónica, Diego reúne las experiencias, caminos, encuentros y desencuentros de ese puñado de seres humanos que cometen la esperanzadora desmesura de enfrentarse a la incomprensión, protestar ante la injusticia, alzar la voz y exigir la paz que todos merecemos y hace tanto que no vivimos.

MAESTRA DE PERIODISTAS

Como figura luminosa y señera, se levanta entre los periodistas mexicanos la célebre cronista Alma Guillermoprieto, autora entre otros de Desde el país de nunca jamás y del reciente libro editado por Almadía, Los placeres y los días, donde se permite la ligereza y una sana frivolidad para tratar temas como el baile, la lujuria por las harinas blancas y un retrato de la Latinoamérica entrañable a la que ha dedicado sus días y sus horas

“Procuro escribir a partir de lo que recuerdo de mis reportajes. Porque lo que recuerdo es lo que me conmovió, es lo que me impresionó y le va a dar impulso a las palabras que voy a usar. Y después, tomo el cuaderno, reviso mis notas y veo que no inventé nada, pero mi impulso primero es la memoria; trato sí, de ser clara con mis entrevistados, muchos de los cuales se encuentran a menudo en situaciones límite. Yo no los puedo ayudar. Eso para mí es lo más difícil, lo más terrible, de mi trabajo como reportera. No los puedo ayudar. Les estoy quitando tiempo y ellos muchas veces quedarán con la esperanza de que a lo mejor de ese artículo que voy a publicar va a salir algo bueno. No es cierto: y quiero que les quede claro. Eso es terrible y por eso agradezco tan profundamente a mis entrevistados, porque su generosidad es pura y simple”, dijo en una entrevista que le hiciéramos hace unos años.

Heredera de esa visión humanista y de pluma exquisita, es sin duda la joven mexicana Daniela Rea, autora del estremecedor Nadie les pidió perdón. Historias de impunidad y resistencia (Tendencias), crónicas que muestran un México en el que el Estado traiciona su razón de ser para convertirse en el principal agresor de la sociedad.

Aquí hay soldados que asesinan y desaparecen inocentes, policías que simulan ejecuciones, enfermeras que curan víctimas para entregarlas a nuevos ciclos de tortura. A través de los relatos de una mujer que sobrevivió al martirio del Ejército, de una empleada de limpieza que luchó por la libertad de su esposo acusado de ser terrorista, de madres que confrontan a los secuestradores de sus familiares, de un niño a quien se le arrebató la posibilidad de conocer y amar a su padre, se evidencia lo irrefutable: hoy es imposible distinguir la diferencia entre el poder del gobierno y el de los criminales.

Con rigor periodístico, la autora, para quien el género de la crónica “es una manera de acercarnos al otro” hilvana testimonios, entrevistas, investigación de campo y una exhaustiva revisión de expedientes para dar voz a las emociones humanas: el amor, el dolor, la culpa, y la esperanza.

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UN LIBRO SOBRE LO QUE HAY QUE HABLAR

De 2010 a 2012, el número de personas en situación de pobreza en México aumentó de 52.8 millones a 53.3 millones, 500,00 más en sólo dos años, de acuerdo con cifras del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval)

Entre los libros de crónicas recientes en nuestro país, sobresale precisamente Los 12 mexicanos más pobres (Planeta), coordinado por el conocido periodista Salvador Frausto y por medio del cual un grupo interdisciplinario de reporteros, videastas y fotógrafos narra la historia de las 12  personas con peor situación económica del país. ¿Cuánto ganan? ¿Dónde viven? ¿Qué comen? ¿Cuáles son sus condiciones de acceso a la salud, educación y vivienda?

Un libro de lectura obligatoria. Foto: Especial

Un libro de lectura obligatoria. Foto: Especial

La otra cara de la lista de millonarios, apuesta por generar un contraste entre la miseria y la riqueza, enfrentándonos a la enorme desigualdad en que estamos insertos como nación y refrenda la función social del periodismo, un oficio empeñado en contar lo que pasa más allá de las noticias del día y de las nubes de humo generadas por medios que han renunciado a lo esencial de un trabajo que el gran Gabriel García Márquez consideró con mucha razón “el más bello del mundo”.