Posts Tagged ‘Mario Mendoza’

Distopías latinoamericanas: El último día sobre la tierra y Kaópolis

sábado, octubre 16th, 2021

Mario Mendoza y Keco Olano, autores de estas dos novelas gráficas que Grupo Planeta ha traído a México, hablan con SinEmbargo sobre cómo idearon estas historias que tienen un trasfondo que trastoca mucho de los males con los que lidia la sociedad latinoamericana.

Ciudad de México, 16 de octubre (SinEmbargo).– Los colombianos Mario Mendoza y Keco Olano han elaborado historias de ciencia ficción a partir de una visión latinoamericana y lo han hecho —según sus palabras— “sin ninguna vergüenza, con un total desparpajo, con cinismo e incluso de una manera provocativa”.

El resultado de esta determinación son dos novelas gráficas: El último día sobre la tierra y Kaópolis, las cuales han llegado al mercado mexicano de la mano de Grupo Planeta.

En la primera, se relatan las premoniciones de 10 personajes sobre el cataclismo que acabará con la existencia misma, en una reflexión sobre el tema climático “de una sociedad que va de manera ciega hacia su propia autodestrucción”. En lo que respecta a la segunda, Kaópolis, la historia se aboca a la decadencia de una sociedad corrupta y totalitaria.

“Queríamos hacer algo que conectara perfectamente con los lectores, algo enmarcado dentro de un medio latinoamericano porque le va a dar una estética muy propia que no se ha explorado mucho en el cine ni en la novela gráfica. Era un territorio bastante propicio para entrar a especular, a experimentar y a dar rienda suelta a la imaginación”, comentó el artista gráfico Keco Olano en una entrevista que SinEmbargo tuvo con ambos autores.

[youtube 3zS-EKkQnys]

Mario Mendoza, quien se hace cargo de los guiones en ambas historias, señaló  a su vez que en un principio trataron de llevar a cabo un ejercicio de anticipación, pero todo cambió a partir de la pandemia, ya esta contingencia aceleró vertiginosamente la realidad en la que se encontraban parados. 

“Nosotros no pudimos calcular esa aceleración temporal, pero queríamos hacer una anticipación y terminamos inmersos en la mitad de nuestros propios personajes y dentro de nuestras propias historias. Ha sido lo más sorprendente de este trabajo de los últimos dos años y medio con Keco”, expresó.

Tanto Olano como Mendoza destacan la importancia de esta ciencia ficción latinoamericana, sobre todo por la cercanía de esta región con las distopías que proyectan en estas viñetas. 

“Se trata de una idea que nos han vendido muy mal y es que hay un primer mundo que va adelante, que va en la vanguardia. Se supone que si alguien tiene que hacer ciencia ficción anticipatoria y ven mejor el futuro son los que van adelante que son Europa, Estados Unidos, Canadá. Pero eso no es cierto, no es verdad. Quienes vamos adelante somos nosotros porque el esquema no es esa idea del progreso del siglo XIX. Si la línea es el caos, nosotros vamos adelante” refirió Mendoza. 

[youtube ByrgP7fZ5DU]

En ese sentido, Keco añadió que la libertad creativa se ha dado en un territorio inexplorado, el cual les ha dado pie para que mediante el cuestionamiento del progreso se dé forma a estos relatos distópicos. “Cómo van a terminar todas las problemáticas medioambientales, sociales, económicas de nuestras ciudades latinoamericanas. Es lo que estamos viendo”. 

Y añadió: “No creemos en las utopías, no creemos en que el progreso nos esté llevando hacia un futuro mejor, sino en la destrucción de los recursos naturales. Estas novelas gráficas y cómics son provocadores”. 

La primera parte de Kaópolis.

***

—Me parecieron fascinantes, algo preocupantes, las historias que plasman en El último día sobre la tierra y Kaópolis. Dos escenarios distópicos que me llevan a una primera pregunta. ¿Cómo alimentan estas historias, de dónde surgen, son un reflejo de lo que queremos evitar, de nuestros temores en el caso del contacto alien, o una advertencia de hacia dónde vamos? 

—Mario Mendoza (MM): En principio, se trataba de hacer anticipación, pero lo que no pudimos calcular Keko y yo a lo largo de todo el trabajo fue que el tiempo se aceleró vertiginosamente. Lo que sucede durante la pandemia es como si hubiéramos ingresado ya en el futuro. Todos tuvimos la sensación durante las primeras cuarentenas de algo aterrador. El pasado se ve muy lejano. Asuntos, situaciones que vivimos hace dos años parecen como de un pasado muy remoto y el presente se viene acortando. Cada vez tenemos menos presente y el futuro ya llegó, se anticipó. Nosotros no pudimos calcular esa aceleración temporal, pero queríamos hacer una anticipación y terminamos inmersos en la mitad de nuestros propios personajes y dentro de nuestras propias historias. Ha sido lo más sorprendente de este trabajo de los últimos dos años y medio con Keco. Pero también lo más fascinante. 

—Keco Olano (KO): Para construir estos escenarios y estas atmósferas hemos utilizado algunos referentes, pero no conectábamos muy bien porque cuando uno habla de anticipación o ciencia ficción casi todo lo que vemos en nuestro medio proviene de Japón, de Europa y Estados Unidos, y no es algo que responda a la manera en como evolucionan nuestros países. Queríamos hacer algo que conectara perfectamente con los lectores, algo enmarcado dentro de un medio latinoamericano porque le va a dar una estética muy propia que no se ha explorado mucho en el cine ni en la novela gráfica. Era un territorio bastante propicio para entrar a especular, a experimentar y a dar rienda suelta a la imaginación. También que de alguna manera también responda y cuestione esa idea que tenemos de crecimiento económico que nos han venido diciendo nuestros políticos. Ahí está la fuerza de estas historias.

La primera parte de El último día sobre la tierra.

—¿Por qué no se ha alimentado o proyectado tanto el género de ciencia ficción en América Latina?  

—MM: Se trata de una idea que nos han vendido muy mal y es que hay un primer mundo que va adelante, que va en la vanguardia. Se supone que si alguien tiene que hacer ciencia ficción anticipatoria y ven mejor el futuro son los que van adelante que son Europa, Estados Unidos, Canadá. Pero eso no es cierto, no es verdad. Quienes vamos adelante somos nosotros porque el esquema no es esa idea del progreso del siglo XIX. Si la línea es el caos, nosotros vamos adelante. 

Los arquetipos son Kinshasa, Calcuta, Bombay, Bangkok, Río de Janeiro, Ciudad de México, Bogotá. Las ciudades arquetípicas ya no son las del primer mundo como París, Nueva York. Ya hemos superado por completo esa idea de un complejo de inferioridad latinoamericano tercermundista. Si alguien se puede anticipar son los que van en la vanguardia que es, indudablemente, el tercer mundo. 

Decidimos lanzarnos a hacer una ciencia ficción latinoamericana sin ninguna vergüenza, con un total desparpajo, con cinismo e incluso de una manera provocativa. Lo que nos interesa es que se den cuenta que vemos y contemplamos correctamente lo que se avecina, lo que ya llegó y lo que ya está. El informe de Naciones Unidas de este año confirma todas nuestras hipótesis en el sentido en que el planeta está en alerta roja ecológica y demuestra que nos acercamos velozmente y paso a paso hacia una autodestrucción. 

—KO: Lo que dice Mario es muy cierto. Esa libertad creativa que tenemos en este territorio inexplorado, esa idea que nos han vendido del progreso, nos da pie para que mediante el cuestionamiento del progreso en la manera en como construimos Kaópolis, esta ciudad que nos lleva hacia la distopía, hace ver lo que es. Cómo van a terminar todas las problemáticas medioambientales, sociales, económicas de nuestras ciudades latinoamericanas. Es lo que estamos viendo. 

No creemos en las utopías, no creemos en que el progreso nos esté llevando hacia un futuro mejor, sino en la destrucción de los recursos naturales. Estas novelas gráficas y cómics son provocadores. 

La segunda entrega de El último día sobre la tierra.

—En el caso del Último día sobre la tierra, tenemos 10 perspectivas de este gran evento que un puñado de personas percibe y sobre el cuál advierten a varios sin muchos resultados. Perspectivas muy variadas, pero con un mismo telón de fondo: el fin del mundo. ¿El hombre puede estar, dado el momento, preparado para este punto final? Y retomando este discurso sobre América Latina, ¿cómo llegará la región a su último día sobre la Tierra?, ¿sus mismas condiciones la están adelantando hacia este camino? 

—KO: Hay un tema con respecto a los personajes, y es que cuando arrancamos los cómics los veíamos como unos dementes paranoicos ligados a este movimiento social de los preparacionistas. Un movimiento que apenas se empezó a vislumbrar en el 2010 con National Geographic. Son unos personajes que se empiezan a aislar de sus relaciones sociales, de sus familias, de su entorno laboral y empiezan a prepararse para estas catástrofes. Lo que ha resultado muy curioso es que ahora después de la pandemia ya no los vemos tan locos. Vemos cierta lucidez dentro de todo ese ambiente de incerteza que son estos eventos preapocalípticos.

Ha sido anticipatorio cómo los personajes han conectado con la realidad. Hay imágenes e ilustraciones de cómo van equipados con un traje de bioseguridad, algo que era impensable hace dos años e hizo que varios de los lectores se hayan identificado plenamente con ellos. 

—Lo cierto es que es un elemento recurrente en el plano de la ficción, incluso nosotros mismos reconocemos un abanico de posibilidades ante una hecatombe. ¿Por qué no nos cansamos de estas historias, y por el contrario siempre estamos en busca de nuevos escenarios?

—MM: Se trata de una sospecha, la sospecha de unas clases dirigentes que engañan y mienten a su antojo. Hablan de democracia, de igualdad, de derechos humanos. Nos hablan de unos ideales que son completamente falsos como los de la Revolución Francesa: solidaridad, igualdad, fraternidad. Todos son discursos vacíos, huecos, sin ningún sentido. Practican todo lo contrario. Son despiadados, segregan. 

América Latina es el continente que tiene mayores distancias entre unos y otros. No pobres, los más pobres están en África. Pero son sociedades que tienen mayores distancias entre gente opulenta que vive en mansiones y que manejan fortunas, y unos miserables que se alimentan de las basuras y reciclan lo que dejan los otros. Ese mayor distanciamiento está en América Latina. 

Pertenecemos a la zona más desigual del mundo y tenemos unos políticos que no hacen sino hablar de esos valores completamente huecos y que practican negocios fraudulentos, pactan por debajo de la mesa. Lo vimos con los Pandora Papers. Aparecen grandes magnates, políticos, gente que está incluso en las presidencias de sus países, y que por otro lado se las ingenian para no dejarle a su pueblo un solo centavo. Nosotros en Kaópolis vimos cómo hay una política aliada a unas mafias, a unas creencias y a prácticas religiosas. La decadencia de Kaópolis se origina de la corrupción. Y se viene cumpliendo paso a paso todo lo que nosotros trazamos en esa novela gráfica que acaba de llegar a México y que es la primera parte de una trilogía. Todo lo hemos venido afirmando durante los últimos dos años. 

—Ahora que introduces a Kaópolis. ¿Creen que las mismas dinámicas de la clase gobernante sobrepasan este tipo de ficción?

—MM: Sí, indudablemente. En el caso nuestro tenemos el proceso ocho mil, la parapolítica. Hemos tenido 30 años de una lucha frontal contra la corrupción donde el director de la DEA en Colombia sale diciendo que es una narcodemocracia. En ese momento se rasgan las vestiduras, pero hoy en día sabemos que era una frase absolutamente cierta. 

En el caso mexicano, uno podría marcar un momento muy claro que es la llegada de [Carlos] Salinas de Gortari a la Presidencia de la República con un hermano mafioso, Raúl, que termina capturado en la frontera con Estados Unidos, con alianzas con los grandes carteles. Cuando termina la presidencia, en el 94-95, matan a [Luis Donaldo] Colosio y de ahí en adelante todo es un maremagnum de una confusión en donde no sabemos dónde está el piso sólido de la decencia que le queda al pueblo mexicano. 

Hay políticos que han vendido, traicionado, mentido. Colombia y México desafortunadamente comparten esa hermandad; somos pueblos con problemas estructurales muy parecidos, como si México se viera reflejado en Colombia y viceversa. Nosotros en Kaópolis trazamos muy bien ese tipo de corrupción y trampas de unos dirigentes con respecto a su pueblo. El Último día sobre la Tierra es más el tema climático de una sociedad que va de manera ciega hacia su propia autodestrucción. 

—Es imposible no conectar parte de la trama en Kaópolis con una cuestión bíblica. ¿Es Issa un Cristo distópico?

—MM: Era un texto mucho más sobrio, calmado, reposado, casi que tendía hacia la meditación, una mezcla de mundos budistas con un evangelio. Pero en la medida en que Keco fue elaborando los dibujos, construyendo la ciudad y las máquinas, en la medida en que fue configurando este universo increíble, tuve que modificar el guión y se fue volviendo cada vez más político. Es extraño. Hoy en día lo veo y me parece fascinante. Pero el discurso final estaba implícito en los diseños que Keco propuso y que terminan siendo el mayor poder de Kaópolis, que es el poder visual de esa ciudad increíble.

—KO: Esta ciudad industrial distópica, que se erige en vertical, nos da pie para que se evidencie muchísimo más las desigualdades sociales, porque estamos acostumbrados a ciudades que crecen en sentido horizontal. Nunca vemos la miseria, pero cuando está en vertical, claramente se ve dónde está cada uno, mucho más acentuado por este muro divisorio.  Aparte de la corrupción que hay en este mundo, viene cómo reaccionan estos regímenes totalitarios ante la protesta y es cuando empieza el tema de violencia.

Tenemos todo un departamento de seguridad que inclusive lo diseñé a la estética de la Alemania nazi porque  quería ser un poco más tosco con esto. Cuando empiezan a surgir estas imágenes del estallido social —que fue muy impactante cuando varios salimos a las marchas en noviembre de 2019— estas imágenes ya las teníamos en Kaópolis. Vimos cómo ya había empezado, ya estábamos metidos dentro de estas ilustraciones. De alguna manera nos pudimos anticipar a todo lo que se venía cocinando en Colombia, luego llegó Black Live Matters y luego llegaron las siguientes protestas en Colombia que fueron más violentas. Casi 13 muertos en una noche. Eso no lo habíamos visto ni siquiera en Ucrania. Desde ese punto de vista, Kaópolis fue muy preciso.  

—Es curioso que en estos mundos la tecnología nunca está del lado de la humanidad, sino que acrecienta estas divisiones. Una cuestión que se aborda en el cyberpunk. ¿La tecnología es un factor que ahonda la desigualdad?

—KO: Sí. Los nuevos cyborgs van a ser la nueva especie, las nuevas clases sociales que van a estar dotadas de ventajas con respecto a los demás. Pero no solo desde el punto de vista de la cibernética, donde uno puede irse acomodando nuevas prótesis, sino desde la genética que es algo de lo que habla Aldous Huxley. Esas divisiones que en este momento están acrecentadas por el aspecto económico irán directamente relacionadas con la tecnología, porque unos pocos podrán tener acceso a estas nuevas tecnologías implantadas en el cuerpo humano. Si hablamos de tener acceso a vehículos, edificios inteligentes, turismo espacial o colonias en la Luna, únicamente será la gente que tiene los recursos económicos para poder tener estas comunidades. Eso cada vez más lo vamos a ver de una manera muchísimo más fuerte. 

—¿Por qué será que en cuestión de soluciones o nos quedamos cortos u optamos por no escuchar a quienes nos advierten de lo que se avecina, una situación que es constante en ambas novelas gráficas?.

—MM: Hay un matemático norteamericano de los años 80-90 que termina radicalizándose de mala manera. Sospecha que la tecnología va a ser utilizada para el embrutecimiento de las grandes masas y también como una vigilancia como el Gran Hermano. Una vigilancia donde van a terminar subyugando y alienando a enormes multitudes alrededor del globo. Dice que la tecnología va a ser utilizada como un mecanismo de control del Gobierno y de un fuerte embrutecimiento. Ese matemático es Theodore Kaczynski, Unabomber. Termina convertido en un terrorista que pone bombas en los Estados Unidos a las grandes compañías de tecnología. Hoy se encuentra preso, pero hay una extraordinaria serie de Netflix sobre él que vale la pena ver. Una serie gourmet donde está casi concebido de manera mágica lo que es el mundo contemporáneo. Vemos una cantidad de nuevas generaciones alienadas, metidas en las series sociales, trastornadas y psiquiátricamente perturbadas. Nos damos cuenta que todo mundo está gobernado por esas plataformas. Vimos a una exempleada de Facebook salir a hablar y confesar de manera aterradora lo que son los intereses de esas plataformas. Todo el mundo se guía de alguna manera por ellas, y eso tiene que ver con ese embrutecimiento general. 

La gente no puede pensar, no puede digerir la información, no se documenta y se va guiando de manera muy emocional. Eso hace que vayamos cayendo en ese abismo de manera vertiginosa. Hemos intentado con las novelas gráficas y los cómics que las historias y nuestros personajes tengan un gran suspenso,  no sólo que sean cautivantes para el lector, sino que de alguna manera le quiten el pelo y se haga ciertas preguntas que no se ha hecho. Eso nos interesa mucho, un mecanismo de resistencia artística y estética, y también una resistencia política. 

—KO: Nosotros creemos que estas dos historias, tanto Kaópolis por un lado como El último día sobre la Tierra, nos presentan lo que son estas problemáticas que tenemos sociales, medioclimáticas, económicas. Para lograr poder vislumbrar estos mundos y para ver hacia dónde nos van a llevar, lo que queremos es que el lector pueda cuestionarse y cuestionar todas estas ideas que nos vienen vendiendo. Creemos que al caer en conciencia sobre nuestro estado y el futuro que nos espera podamos de alguna manera crear movimientos de resistencia, de pensadores que se resistan a seguir el lineamiento que nos están imponiendo los regímenes. Mediante estos movimientos  de resistencia tener algún grado de esperanza si se puede decir.  

Pedro Ángel Palou pone su pluma sobre la violencia mexicana en Todos los miedos

sábado, octubre 13th, 2018

El gran novelista mexicano escribe su obra más sincera en momentos en que México toca fondo. Como los narradores colombianos Mario Mendoza y Santiago Gamboa, entre otros, que pusieron su pluma cuando el país la necesitaba. Todos los miedos, la novela de una periodista perseguida, en la colonia Narvarte, la realidad espeluznante.

Ciudad de México, 13 de octubre (SinEmbargo).- Dice Pedro Ángel Palou que venía haciendo una serie de novelas históricas, hasta que la realidad lo puso en un nuevo desafío: ¿cómo retratar, narrar, la violencia de nuestro país en una novela o en un libro de crónicas?

No es tan así. No es cierto que él haya vivido totalmente ajeno a México y a todo lo que pasa en él, pero estaba un poco más obsesionado con “otra novela sobre el nazismo, que constituye además un género en sí mismo”, dijo cuando publicó La amante del Ghetto (Planeta).

Pedro Ángel Palou, nació en Puebla en 1966. Es autor de más de 40 libros, entre los que destacan Amores enormes, Con la muerte en los puños, Varón de deseos  y la trilogía Sacrificios históricos,  dedicada a Zapata, Morelos y Cuauhtémoc.

Profesor asociado de Estudios Latinoamericanos en Tufts University, Estados Unidos, su prolífica obra es, como dijimos, ecléctica, pero ahora la historia de Daniela Real, una periodista que trata de investigar en un país como México, considerado uno de los lugares más peligrosos para ejercer el periodismo. Sólo el año pasado fueron asesinados 12 comunicadores, a lo que se suman desapariciones y agresiones, de acuerdo con la organización Artículo 19.

Así ha nacido Todos los miedos (Planeta), una novela que demuestra que la paz de México es ficticia, aparente, una alfombra bajo la cual se esconde la basura del narco y la corrupción y donde el asesinato de periodistas es sólo una consecuencia lógica, un efecto secundario de la denuncia contra un sistema podrido desde la raíz.

–Es un libro sobre México, lo difícil que es vivir aquí

–De hecho después de escribir una serie de novelas históricas, la realidad nos estaba lacerando y a mí me temblaba un poco el pulso. Era muy curioso que en la década pasada los escritores colombianos de mi generación, como Mario Mendoza, Santiago Gamboa, escribieran sobre la violencia de su país. Nosotros escribíamos sobre el nazismo, ahora la misma generación escribe sobre el presente mexicano como lo hacían ellos cuando Colombia estaba tocando fondo.

–Pensé mucho en Regina Martínez, la periodista asesinada en Veracruz, pensé mucho en Javier Duarte

–Es increíble lo de Duarte. Decidí hacer la novela en la Colonia Narvarte, porque allí mataron al reportero veracruzano. El problema de México no es tanto la corrupción, sino la impunidad que sostiene a la corrupción. Si una persona roba tantos millones y tiene a la provincia así, lo único que recibe es una condena de nueve años y una multa de 60 mil pesos, es realmente increíble. Lo que está podrido es el sistema de justicia. Uno de los principales pilares para la reconstrucción de la paz en Colombia fue hacer un ejercicio de manos limpias como en Italia y sustituir a todos los jueces, algo que tendría que pasar aquí.

–Tal es así que ahora Andrés Manuel dijo que iba a bajar los sueldos a los jueces, lo dijo una sola vez, los jueces protestaron y ya no se habló más

–De hecho los jueces de la Suprema Corte tienen un sueldo mucho mayor al del Presidente. La reacción ante la baja de los salarios fue el del Tribunal. No sólo es el sueldo, sino que es un ejemplo de cómo está podrido el sistema por dentro. Hay que pensar en el narcotráfico de cómo se ha metido en las cotas de poder, en el legislativo, controlan restaurantes, supermercados, en la novela un personaje dice que cómo es posible que 150 mil narcotraficantes controlen a un país de 120 millones de habitantes.

–Has inventado a una persona muy “Dexter”, el justiciero

–Lo curioso es que el justiciero me sale a mí a la pluma en momentos que empiezan a aparecer muchos justicieros en México. Frustran a un asalto en Toluca, una violación en la Colonia Doctores, son justicieros anónimos, el tema es que la línea es muy lábil sobre esos hechos y el linchamiento que vimos hace unas semanas en Puebla. Este justiciero representa el hartazgo de la población, eso de que la justicia en lugar de descubrir al culpable, cómo encubre al asesinato.

Todos los miedos, la historia de Daniela Real y un justiciero. Foto: Especial

–Cada vez hay más linchamientos, que reflejan que tampoco son justos

–No, claro. No son justos, aunque sean sintomáticos, hay que evitarlos y controlarlos. Una de las cosas es cómo se ha normalizado la violencia, es en los linchamientos ver a la cantidad de gente con celulares grabando la situación. Como si fuera un espectáculo. Utilizamos el teléfono como si fuéramos documentalistas. Nos hemos convertido en un país de estadísticas y nos hemos deshumanizado. La novela busca hacer un grito a la humanización, volverle a poner nombre y apellido a la violencia, que es un poco lo que hace Daniela Real, haciendo un mapa de los feminicidios.

–La gente, por otro lado, suele hablar de las víctimas, nunca de los victimarios

–Esa especie de anestesia es porque la gente sabe que no va a tener respuesta. Este oficio de periodistas, cuando son asesinados a mansalva, ya no nos preguntamos quién lo mató, cuál fue el objetivo.

–¿Vas a empezar una nueva corriente literaria en tu novela, cómo estás con este libro, Pedro?

–Creo que de alguna manera necesitamos contar este presente, no sé si yo vaya a continuar con una novela del mismo talante. Quedé un poco entristecido, no sabía si debía publicar esta novela, creo que por las reacciones de la gente me di cuenta de que era una novela necesaria y me siento satisfecha por la lectura. La gente la lee como un diagnóstico muy fuerte. El norte del país ha sido muy castigado y recientemente ha salido una reseña de Élmer Mendoza, que me tiene muy contento, que leyó muy bien la novela. Juan José Rodríguez en Mazatlán, ha escrito una reseña también muy importante y la están leyendo como si pasara allí, no sólo en tres colonias de la Ciudad de México.

–Yo vengo de Tijuana, donde mucha gente está leyendo tu libro…una ciudad que ya tiene 1800 muertos este año

–Tristísimamente, porque Tijuana se había reformado y había mucha gente que podía salir a la calle. Mi propio hermano vive allí y todos los días hay una historia terrible. Nos estamos acostumbrando a que el mal nos domine el territorio, lo que es difícil recuperarlo. Está pasando con la Ciudad de México. No sabemos quién controla al Centro Histórico, a Garibaldi…

–¿Hay alguna explicación filosófica para esto que nos pasa? El bajo nivel educativo produce también esta “narcotización”

–Sí, por un lado tienes toda la razón, sumado a la desigualdad que ha hecho a los mexicanos irse a los Estados Unidos o convertirse en narcotraficante. Hace algunos años Daniel Sada entrevistaba a unos niños para una crónica y ellos decían que querían ser narcos cuando fueran grandes. No les preocupaba la corta vida, ellos qué tenían que perder.

–¿Qué te produce Daniela Real como protagonista?

–Me gusta mucho. Es valiente, las mujeres periodistas en México son más valientes que los hombres. Terminan publicando sus investigaciones en libros, pienso en Lidia Cacho, en Lydiette Carrión, cómo están siendo sometidas a la violencia, tienen que ir protegidas y sin embargo siguen investigando.