Casa busca cambio de inquilino

Me senté en la banqueta a pensar si llamaba a uno de mis contratistas rescatadores para que volaran la chapa de la entrada pero hay batallas que sólo se ganan cuando renuncias a ellas. Foto: Obra del artista palestino Eyad Sabbah

Me senté en la banqueta a pensar si llamaba a uno de mis contratistas rescatadores para que volaran la chapa de la entrada pero hay batallas que sólo se ganan cuando renuncias a ellas. Foto: Obra del artista palestino Eyad Sabbah

Todo empezó con un silencio espeso pero intermitente.

Al principio fue así, estar un rato sentada intentando trabajar o lavando los platos y escuchar que desde algún desagüe subterráneo se filtraba el silencio.

Pero daba tregua, por momentos.

Hasta que se instaló definitivamente. Silencio en las tardes, silencio bajo la regadera, silencio con café y huevos revueltos para el desayuno y caldo de silencio para la cena.

Luego vinieron las grietas, las puertas que no cerraban, las humedades todopoderosas que llegaron para conquistar el territorio entero.

Y empecé a preguntarme, como por descuido, cómo sería entrar a la casa de al lado y no a la mía, la de los vecinos sonrientes. O cómo sería entrar a la casa de enfrente, la de los jóvenes escandalosos. Cómo sería entrar a donde vivía la gente cuya casa, ese enorme útero de cemento que se supone elegimos a placer, no quería desalojarlos a mansalva, dejar de retenerlos, abortarlos.

Después vino la secuencia de mensajes.

Una mañana descubrí lluvia de polvo en el colchón, la grieta del techo había decidido pulverizarse y prodigarse sobre mi cama, el fino polvillo se acumulaba aquí y allá pero tenía algo casi intencional, ¿era una carita sonriente lo que la ralladura blanca de techo dibujaba sobre la colcha azul?

Otra tarde, al volver de una larga jornada en la calle encontré filtraciones de agua en la pared del comedor, escurrían de un modo extraño pero no informe, la mancha húmeda sobre el muro pintaba un número 3.

Y luego, en algún momento que no pudo ser ni el día ni la tarde ni la noche sino una irritante y perversa úlcera atemporal que permite que ocurran esas cosas, se instaló una plaga de hormigas. Iban y venían muy contentas de la terraza a la cocina sin que nada detuviera su paso.

Las muy malditas, tan pequeñas y tan poderosas. Un mediodía las vi hacer algo inusitado: una fila avanzaba hacia un punto y otra, perfectamente alineada, cruzaba su trazo negro sobre la anterior yendo hacia un objetivo diferente. Formaban una letra equis, un tache, había una cruz de hormigas en mi patio.

Acabáramos. Aquello era un aviso en serio, un llamado, un ultimátum.

Entonces empecé a hablar con la casa: no me hagas esto, ahora qué, ¿también aquí?, ¿otra vez con lo mismo?, no seas cabrona. Pero es que así no se habla con las casas, un perro es más capaz de domarlas meando y cagando por aquí y por allá e impregnando con su olor todas las esquinas que un inquilino humano por más que se ufane de empoderado.

Yo iba descendiendo, desprendiéndome de las paredes de mi útero inmobiliario pero dando la batalla; traje al plomero, al carpintero, al exterminador de plagas, al electricista cuando empezaron los lapsos de oscuridad, al terapeuta de casas cuando la tristeza no amainaba, hice fiestas para que mis amigos me ayudaran contra la grandulona hija de puta que no paraba de agredirme. Hablé con los pájaros para que no dejaran de venir a saludarme.

Pero ganaba poco terreno, casi nada. Pronto me vi en dificultades para abrir y cerrar la puerta principal, me había desbarrancado hasta el cérvix uterino y mis probabilidades de sobrevivir en el interior eran pocas.

Cuando salía, por más que revisaba dos o hasta tres veces que la puerta hubiera cerrado, al volver me encontraba con la sorpresa de que la había dejado abierta. Y al entrar y darle tremendo azotón tras de mí para estar segura y tranquila en mi barrio de casas seguras y tranquilas, descubría con horror que había dejado la puerta abierta. Otra vez.

Pero es que yo soy tan terca y tan tonta que puedo pelear con cuatro muros y seis puertas y proferirle mis mejores insultos a un refrigerador o a una mesa antes de darme cuenta que no tiene caso seguir peleando. Así que me aferré con lo que pude mientras pude y peleé sin estrategia pero con mucho brío cada episodio.

Era un mes de febrero, como ahora, cuando descubrí que el óxido en la puerta principal había formado un número cero, redondo, perfecto, un cero vacío y hermoso, lleno de posibilidades.

Aquél número tres de la pared húmeda había llegado al límite de su cuenta regresiva. Tres años. La puerta no abrió, la llave no era.

Me senté en la banqueta a pensar si llamaba a uno de mis contratistas rescatadores para que volaran la chapa de la entrada pero hay batallas que sólo se ganan cuando renuncias a ellas.

Así que renuncié y me mudé. Y ocurrió que el inquilino que vivía en mí, uno cuyo nombre era algo así como dolor en la boca del estómago, también desalojó, se cambió a otro sitio.

Lo que pasaba, ahora lo sé, era que esa casa no me quería y no iba a quererme nunca por más que lo intentáramos.

La gente y sus casas, decimos, como si nos pertenecieran.

Las casas y su gente, tal vez sería más adecuado decir, y aceptar sin falsas soberbias ni aspiraciones de autonomía que son ellas, las que nos poseen a nosotros.

Twitter @AlmaDeliaMC

44 Responses to “Casa busca cambio de inquilino”

  1. Luis Antonio dice:

    Que linda historia, me latió ese siempre estar atenta a las señales de la casa, aunque por alguna razón, que al parecer no fue amor; persistir en ser la inquilina incomoda, y a su vez arrendar en sí misma a uno por el estilo. Quizá esa otra fuerza impulsora para continuar con esa relación, digamos difícil, era que el inquilino incómodo de Alma le sentaba bien a la casa que no soportaba a Delia; acaso no fue que el inquilino, cuyo nombre era algo así como un dolor en la boca del estómago de Alma Delia, desalojara, sino que solo se quedó a vivir feliz para siempre en el antiguo inmueble, una vez desechada y liberada la intrusa. Yo también, muchas veces he podido ver y malamente desatender las señales de la vida, he dado la batalla y persistido en conductas digamos autodestructivas; también me he visto involucrado en esos argüendes caóticos, fractálicos, apocalípticos, catárticos y escatológicos; de desechar y ser desechado.

    • Alma Delia Murillo dice:

      Se me hace,Luis Antonio, que todo se reduce a estar atentos a las señales. La vida es un símbolo … pero no es tan fácil, somos muy tercos en general.
      Gracias por tu lectura, un abrazo.

  2. Néstor González dice:

    Yo a veces me siento como esa canción de Dido. “I haven’t ever really found a place that I call home
    I never stick around quite long enough to make it” Y si, a veces uno solo llega a dormir a su casa, ya no la pisa, ya no ocupa…
    No me he mudado muchas veces, pero las 3 veces en mi vida que me ha tocado, sabes que esos lugares se quedan con algo de ti, que dejas risas, lagrimas, y muchos pensamientos. Por eso me siento como esa canción de Dido, porque siempre que me muevo, no puedo evitar sentir un pequeño cosquilleo, una pequeña gran nostalgia…
    Pero, como les digo a mis alumnos: “La historia estudia los cambios, la vida es cambio, si algo no cambia significa que esta muerto”
    Espero que sigan cambiando las cosas Alma
    Live Long and Prosper

    • Alma Delia Murillo dice:

      Siempre cambiarán las cosas, Néstor, qué bueno. De todas formas nos vamos a morir, al menos que no sea de aburrimiento, jaja.
      Un abrazo grande.

  3. Samuel Lechuga dice:

    Querida Alma tu historia con aires de Kafka me encanto y sobre todo las metáforas que en ella incluye.
    Es increíble como ignoramos los mensajes de nuestro ser y los desechamos sea por comodidad, miedo o incapacidad.
    En cuanto a encontrar el verdadero hogar en donde uno se sienta como dices como feto dentro de un utero grávido es a veces por varias razones muy difícil y muchas veces llega sin darte cuenta como me pasó a mí que renuncie a los placeres urbanos de Zurich y ahora vivo en un pequeño pueblo llamado Buchs en donde me siento a mis anchas y sobre todo a gusto y feliz. Un abrazo.

    • Alma Delia Murillo dice:

      Qué alegría por ti, querido.
      Siempre pienso que la casa verdadera, la única, es la de adentro.
      Parece que ya la encontraste.
      Un abrazo

  4. mcjaramillo dice:

    Tu texto de hoy es toda una metáfora. Y esa metáfora me ha traído la visión de las ciudades Sirias destruidas; ya no son casas con grietas, porque son puros esqueletos sin paredes. Los que fueron sus inquilinos, vagan por los caminos de Europa sin que nadie esté dispuesto a alquilarle otra casa.
    Gracias, querida Alma.
    Un abrazo inmenso.

    • Alma Delia Murillo dice:

      Sí querida, Mc Jaramillo la obra del artista palestino que utilicé para la imagen es tremenda por ello.
      Te mando un abrazo grande, gracias por seguir leyendo.

  5. Jonathan dice:

    Simplmente magistral,

  6. Carlos Carrillo Pérez dice:

    ¿ Realismo mágico defequeño ?
    Lloverá café en la Condesa y Mercedes descenderá en el bar Pata Negra ?
    Por momentos creo que busca la armonía entre la prosificada poesía de García Márquez, con un toque personificado de crcrí , y el aburrido dramatismo ramplón de Agustín Lara. El resultado : Un cliché de Gabriel Careaga.
    Dice una canción que interpreta Miguel Ríos : “ pero el Rock no tiene la culpa de lo que pasa aquí…….”

    • Luis Antonio dice:

      Hablando de rock en tu idioma, en relación a los críticos con ínfulas, ahí te va una directa del emisario del profeta del nopal: “a veces te crees un genio o te sientes muy dios, mejor portate sensato, no la hagas mas de tos.”

    • Alma Delia Murillo dice:

      Así que lo mío discurre entre Agustín Lara, Cri-Cri y García Márquez; soy un prodigio, oiga.
      Gracias

  7. Escribano dice:

    Querida Alma.
    Muy original tu articulo de esta semana. El utero que nos protegió 9 meses, la casa, la escuela, el sitio de trabajo, todos esos lugares nos han condicionado. Llega el momento de vivir tu espacio y te das cuenta de que vive y tiene cambios como tu misma. Nada persiste, todo cambia. Beso y. Abrazo.

  8. lilia rivera mantilla dice:

    No se, casi estoy segura que mis ancestros fueron judíos errantes y que estoy condenada a no tener un
    sitio que realmente sienta mío. Para mí, las casas donde he vivido siempre han sido como una especie de
    estación de servicio, algo en donde recargar baterías para después salir a dar la batalla. Mientras viví con
    mis padres, desde que nací hasta meses antes de cumplir los 21 años de edad, las casas que habitamos fueron
    rentadas. Cuando salí de mi casa para no volver jamás, sucedió algo parecido a Amytiville, esa casa embrujada
    que casi aniquila a toda una familia, pues, inesperadamente, mi familia tuvo que dejar ese lugar en donde yo
    juro que había entes oscuros del bajo astral que me hostigaban; decidieron mis padres, entonces, construir la
    casa que tanto habíamos anhelado tener. Aunque les parezca extraño, se construyó una casa muy bonita bajo
    la supervisión directa de mi mamá, mi papá ni idea de lo que se estaba fincando. Pero allí nunca viví como “hija de familia”, ya nunca fue mi hogar pues ya era una joven mujer con independencia social y económica, quien solo
    iba de visita a casa de sus padres.
    Aquí en México, viví en una bonita casa de asistencia en la colonia Condesa por cuatro años, otro año renté un
    pequeñísimo departamento en la Nápoles (viví sola) hasta que me casé, hace 36 años, y vine a vivir al departamento
    que había comprado mi serio y formal novio, hasta ahora mi esposo. Pero nunca mi propia casa.
    Y a mis casi 63 años de edad, sigo anhelando tener mi propio hogar. Mi propio templo.

    • Alma Delia Murillo dice:

      Nunca es tarde, querida Lilia, si quieres una casa hecha por ti.
      A la mejor lo que pasa es que eres una gitana de cepa y ni cómo cambiarte, ¿no?
      Abrazo

  9. Javier Ruiz Juárez dice:

    E-s-t-u-p-e-n-d-o. Abrazo reciotote…

  10. Marte dice:

    Aburrido a morir. Parece una mala copia de Rosario Castellanos.

  11. CuauhtemocN dice:

    Vaya, un espacio de filosofos y poetas. Admirable.
    Bonitos articulos y comentarios en este sitio que hasta recientemente he encontrado.
    Me encanta el uso extenso del lenguage hecho por los diferentes participantes. Excepto por unas cuantas vulgaridades innecesarias.

    Saludos desde Austin TX.

    • Alma Delia Murillo dice:

      Gracias, Cuauhtémoc,
      Yo no soy poeta ni filósofa ni periodista.
      Escribo, eso intento, esta es una columna literaria, no periodística ni política ni económica.
      Pero viera cómo convoca a los filósofos digitales… eso sí.
      Gracias por leer, cuando quiera.

      • CuauhtemocN dice:

        “Columna literaria”. Perfecto.
        He leído los últimos tres artículos, y la participación de todos los comentaristas es muy grata; la segunda parte del mismo.
        Saludos.

  12. juan encinas dice:

    Existe una inercia con las moradas
    casi mayor que con las parejas,
    y no tan parejas.
    Sabes qué sí y qué no, pero es mayor
    la desidia, como con nuestro gobierno.
    Y claro el afán de posesión,
    mi perro, mi coche, mi casa, mi país…
    cuando es más de su progenitor,
    llámese perra, fábrica, arquitecto o…
    ya no supe qué ponerle al dueño del país !
    Las cosas tienen varios dueños
    los realizadores y los usuarios,
    propietarios o no.
    Los seres no.
    Los enseres
    menos.

    • Alma Delia Murillo dice:

      Toda la razón, mi querido Juan, los mamíferos humanos no estamos hechos para el desapego, por eso queremos mi casa, mi perro, mi pareja, mi baño, mi país y mi neurosis.
      Jajaja.
      Te mando un abrazo

  13. Federico dice:

    A veces la gotera de mi techo se convierte en baba de Alien, el octavo pasajero.
    Y el sarro del Wc en litografía de José Luis Cuevas.
    Cuánto arte en mi morada sin mantenimiento.
    Por dios¡¡¡¡¡

    • Alma Delia Murillo dice:

      Jajajaja, ¿de plano? Lo bueno que mi humilde casa sólo tenía paredes descarapeladas y humedad; nada artístico ni de cultura pop.
      ¿Qué sería de mis fines de semana sin estos comentarios tan simpáticos? Me hizo la mañana, Federico, venga más seguido a burlarse de mí, lo hace bien.
      Saludos

  14. Cecilia Castillo dice:

    “hay batallas que sólo se ganan cuando renuncias a ellas”, agradezco ese recordatorio, así como la reflexión de no aferrarse a las cosas. Abrazos

  15. Livia Alicia dice:

    Cómo nos aferramos a lo que creemos nuestro. La gran mayoría de las veces es evidente nuestro error y no lo aceptamos. No somos capaces de renunciar a lo que neciamente queremos (Que la gran mayoría de las veces no nos sirve ni nos ayuda) y que al final termina estorbando nuestra vida y nuestra felicidad. Recibe un abrazo y gracias de nuevo por tanto talento.

    • Gendarmes dice:

      Parece porrista del América ¿ Cuánto le pagan ?

      • Alma Delia Murillo dice:

        Gendarmes,
        Nos descubrió, yo le pago a Livia para que venga a echarme porras, en efecto. Y le pago en dólares, ¿no le interesa el empleo? el equipo está incompleto.

      • Samuel Lechuga dice:

        Y a usted que le importa, maldito granadero cibernético intolerante!

      • Livia Alicia dice:

        Que flojera que ni creatividad tienen tu y tus otros alias para venir a molestar. ¿Como puedes vivir sin usar las neuronas?

    • Alma Delia Murillo dice:

      Qué miedo cómo ennegrecemos ante los errores propios, ¿no? y afuera parece haber un coro gritando: cuidado, te vas a caer hasta que ¡madres!…
      Un abrazo a ti, querida, gracias por tu lectura siempre.

  16. Ricardo Bada dice:

    Qué bello texto, taruguita querida, qué bello texto aun cuando no lo comparta, antes al contrario, lo desdiga desde mi experiencia. Fíjate que Diny y yo, con nuestros tres hijos, llegamos a vivir en esta casa desde la que te escribo el día 22 de diciembre de 1975, y nosotros éramos una de las ocho familias que estrenábamos las dos casas contiguas, 11a y 11b, recién construidas. Nosotros, ahora ya solos Diny y yo, (los hijos volaron cada uno por su cuenta, aunque anidaron no muy lejos, cerca y muy cerca, respectivamente) somo la única de las ocho familias primeras que poblaron estas dos casas. Y lo que sucede es que en los 40 años, un mes y 16 días que ya vivimos en ella, nosotros hemos envejecido y la casa con nosotros. Y creo que nos queremos mutuamente. Hace un par de años, cuando ya llevábamos más de treinta acá, nos visitó un gran amigo que hicimos en el 11b (nosotros vivimos en el 11a). Él entretanto se había mudado a otro lugar de Colonia, al cabo de siete años de vivir aquí, y luego a Berlín, y al divorciarse también se mudó, un par de veces, creo que han sido cinco o seis los domicilios distintos que ha tenido desde que se marchó de acá. Y esa noche, tomando un whisky antes de irnos a la cama, de repente me preguntó por el tiempo que llevábamos viviendo en la casa, y cuando se lo dije, que más de treinta años, se quedó pensativo y al cabo dijo: “¡Qué hermoso! Una casa por donde poder andar a ciegas”

    • Alma Delia Murillo dice:

      Sí, hay belleza en habitar la madriguera y hacerla una segunda piel, cómo no.
      Cuarenta años en la misma casa, siento envidia, yo nomás no me hallo y vivo saltando, me habré mudado de casa 9 veces (desde que vivo sola) sin contar las andanzas cuando aún vivía con mi madre y hermanos.
      Ha de ser mi sangre indostana, de gitana errante o de puro pinche neurótica que me la ando buscando donde la haya y así no hay modo de estarse quieta.
      Te quiero, mi amolllcito mío.
      Muchos besos a ti y a Diny.

  17. Alfredo Romero dice:

    Debo ser honesto contigo, esta es la primera vez que te leo y la verdad, fue una gratísima sorpresa y ¿por qué no decirlo? un regalo inesperado. Tu relato cumplió con su objetivo (al menos en mi caso) y me movió el chícharo al hacerme pensar en la futilidad de muchas de nuestras acciones , en la manera como nos aferramos a la cotidianeidad y depereciamos las ventanas a nuevas oportunidades. Una vez más, muchas gracias por tu relato.

  18. David Saenz Rico dice:

    oh Alma Delia Murillo

    Gran texto!! y no me pongo leer mucho textos de ficción en la red. Pero con tu frase “caldo de silencio para la cena”, Ya estaba yo habitado por tí.

    Espero que te guste que sea yo tu casa! ya que tu texto ya habita en mí. XDD

  19. Atl Cruz Ajorio dice:

    Tu alegoría “un cero vacío” redundancia matemática o cociente infinito, como un zumbido de la vida que siempre nos habla más allá de nuestra lógica binaria, que oxímoron tan chido y alentador: oxidado y lleno de posibilidades, me hizo pensar en aquel círculo o acaso un espiral, una forma llena y hermosa, algo como un sí o un siempre o un ahora… que nos refiere Cortázar en su relato Graffiti.
    Un abrazo inmenso des de mi pequeña, humana condición.

  20. Juan Carlos dice:

    Mi casa, al igual que mi libertad, se encuentra ubicada en mi cerebro y en mi corazón. Pero no escapo de sentirme atrapado por las humedades, las grietas y las oxidaciones, pues de este mundo no puedo escapar, aunque a veces eso quisiera.
    Miles de abrazos.

  21. Cristina dice:

    Mantenimiento. Algo que una casa te agradece pero que sale caro. Y sí que se revelan y duran una buena temporada protestando y hartan y te desfalcan . Me encantan tus escritos Alma

  22. Cesar dice:

    lo digo con la mejor de las intenciones; me da gusto volver a encontrar a la maravillosa Alma Delia, maravillosa, fabulosa tu columna!

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