Carpe Diem

Me hundo es un decir: la arena movediza donde estamos parados no nos traga de golpe. Foto: Especial

Me hundo es un decir: la arena movediza donde estamos parados no nos traga de golpe. Foto: Especial

En los últimos años he pasado, a propósito de mi conciencia de finitud, de un nivel que podría denominarse libresco a uno crudamente vivencial. La muerte, que en mi adolescencia fue un sobresalto y un dolor incomprensibles, se convirtió, con el paso de los muertos, en una actividad profesional: en el tema de mis reflexiones, de mis estudios, de mis escritos; con todo, no sé si es por mi edad o por la acumulación de cadáveres de prójimos muy íntimos, o por los naufragios personales -ya demasiados a estas horas- y que me han forzado a arriar mis sueños y navegar sin rumbo, o por todo esto y más, que la frase latina carpe diem (aprovecha el instante) hoy se esparce como una ampolla de perfume que hubiera reventado para impregnarlo todo.

Carpe diem porque no hay, ni queda, ni habrá más que este instante en fuga permanente que me lleva, como a todo lo que existe, contra el muro que llamamos muerte, y que no me dejará pasar más adelante. Carpe diem porque es imbécil querer sostener lo insostenible, alcanzar lo inalcanzable y reconciliar lo irreconciliable; carpe diem porque ahora no hay más que este aquí y aquí no hay más que este ahora. Carpe diem porque por fin entiendo no la vida como un proyecto con su correspondiente sacrificio, sino como este instante que pasa por mis manos como una cuerda hiriente a la que suelto para que siga su camino mientras que yo me hundo.

Me hundo es un decir: la arena movediza donde estamos parados no nos traga de golpe; vamos y venimos por los días y los años sin plazo fijo y, eso sí, en cualquier momento el pantano se abre y nos engulle. Este es todo el asunto; pero es un asunto de tal envergadura que vuelve banales las cuitas y los triunfos, los propósitos de hondo calado y las semanas infecundas. Da enteramente igual y, por ello, carpe diem, pues siempre dejaremos una obra a medias, una conversación a medias, una amenaza sin cumplir.

Aprovecho el instante. ¿Qué otra cosa me ha ofrecido la vida sino instantes a los que mi necedad quiso ver hilados, concatenados, escalonados para llegar a algo? No había más que momentos aislados, sin relación los unos con los otros: momento únicos que el surtidor del tiempo iba disparando aquí y allá sin ton ni son y, con todo, me sostuve: escribí libros, logré entender algunas cosas, compartí mi tiempo creyendo que lo estaba invirtiendo para, un día, volver por él y recuperarlo, como si el tiempo fuera dinero ahorrado en un banco. Pero no había banco de tiempo ni inversiones buenas o malas; no había más que instantes que derroché en una cosa u otra.

En una cosa u otra se va el tiempo y, por eso, carpe diem lo que me quede.

Twitter: @oscardelaborbol

19 Responses to “Carpe Diem

  1. Claro de Luna dice:

    Como ayuda la conciencia de finitud a disfrutar el día a día, a moverse y vivir, no únicamente existir. Me parece genial su “Con el paso de los muertos”. Con la muerte todo se vuelve relativo. Lo que creíamos de importancia total, deja de serlo enbun instante. Todo queda en segundo plano. Y al final nos percatamos de que, como dice, nada es importante. El sino de los pensadores como usted Don Oscar es quedar en la historia. Vivira cada que alguien lo lea. Ya finalizada la lectura de su columna recuerdo esa canción que dice ” El tiempo que te quede libre si te es posible, dedicalo a mi.” Sería una buena nota para dejarle al objeto de su afecto. Gracias por su columna,

    • La Sociedad de Poetas Muertos dice:

      La verdad de seguro Don Oscar se puso a ver “La Sociedad de los Poetas Muertos” y saben no lo critico porque es una película buenísima sobre un profesor que motiva a sus alumnos con esta frase de Horacio.

      Véanla !!!

  2. Juan Collignon dice:

    Oscar…Ontológicamente hablando, sólo la fe puede considerarse una inversión sólida de largo plazo, pues todo lo demás, por bienvivido que esté, es gasto corriente. Sin ella la existencia es una sucesión de momentos efímeros que, experimentados con fortuna o sin ella, no se dirigen hacía un carpe diem infinito. Después de todo, si se la adquiere que es tan fácil como perderla-, si acaso es que se le piensa profundamente, puede llegar la muerte cuando nosotros ya no estemos, pero sin acaso sospecharlo por estar esperando otra vida. Con un carpe diem muy efusivo te agradezco siempre tus maravillosas reflexiones. PD Aunque lo parezca… no es ocioso mi comentario porque en mis 63 años he acumulados 2 milagros.

    • Óscar de la Borbolla dice:

      Querido Juan, cuando era muy joven y estudiaba en la FFyL, tenía por profesor al entonces maestro Ignacio Palencia, era un jesuita con quien discutía mucho acerca de la fe y me encaminó a la lectura de Santo Tomás y descubrí en este último que la fe no es fácil, la fe es precisamente una de los milagros de Dios, es una gracia. Yo soy literalmente un desgraciado. Te mando como siempre un abrazo.

  3. Eva dice:

    Entre el ir y venir de las banalidades aun hay tiempo para carpe diem de lo que hoy comparte rescatándonos un poco antes de ser tragados del todo

  4. Claudia Gallegos dice:

    Maestro Oscar, carpe diem, es lo ideal lo único que debe importar. Si hay alegría disfrutar y si hay dolor vivirlo segundo a segundo sin hacer muecas. Al principio y al final el tiempo es como la música: Etéreo. La nota que escuchaste jamás volverá, podrá ser parecida pero nunca idéntica. El tiempo trascurrido. ni soñarlo no se almacena como inútilmente se almacena la materia o tal vez las emociones.

  5. Paris Guzmán dice:

    Estimado y admirado Oscar gracias por tus reflexiones que siempre impactan la conciencia, para reanimarla y si es necesario reorientarla hacia la búsqueda de nosotros mismos y de la medida de nuestra huella en este efímero pero maravilloso mundo. Tu amigo París Guzman

  6. EA dice:

    Magnífico escrito con el que me identifico y hago mío pues, como en la poesía, muchos no podemos expresar con palabras lo que aquí se dice. Honda y triste reflexión a la que uno llega después de muchos años de apostar la esperanza en el ser humano.

  7. Luis Ramirez dice:

    Cojamos, comamos, bebamos que manana moriremos, salud

  8. j matus dice:

    ¿acaso anduvo chupando con Perogrullo? que es eso de “…es imbécil querer sostener lo insostenible, alcanzar lo inalcanzable y reconocer lo irreconocible” cuando se siente a escribir deje de hablar de sí mismo, por eso siempre topa con pared, entienda que está construyendo un texto, no una apología de su propia persona. Creo que no lo leeré más.

  9. Minerva A. Rubio R dice:

    muerte y vida transcurriendo finos hilos de tiempo…

  10. Juan Collignon dice:

    Querido Oscar, el más papista entre los agnósticos es este tu seguro admirador, pero hace años me encomendaron la traduccion de un libro interesantísimo de Jean E. Charon
    L’Esprit, cet inconnu y que me reveló misterios insondables. Él fue en Francia lo que Oppenheimer al proyecto Manhattan en los laboratorios del Álamo en Nuevo México. Su lectura es muy recomendable y podría revelarte milagros que cruzaron tu puerta sin percatarte de ellos. Personalmente me desintereso de la eternidad como un principio de vida inextiguible,pero me conmueve mucho la idea de un amor sin fronteras. Algún día te contaré sobre el fascinante tema. Gracias por tu mensaje.

  11. Luis Ramirez dice:

    Si la vida no es la fiesdta que habiamos imaginado, y, puesto que seguimos aqui : bailemos y cantemos

  12. Fidel dice:

    Solo hay 2 cosas que podemos perder:
    La vida y el tiempo!
    La primera es inevitable y
    la segunda imperdonable!
    Carpe Diem

  13. Eduardo B. C. dice:

    Amigo, usted me ha reconfortado con este texto. Siempre es un placer leer algo hermoso. Saludos cordiales.

  14. Oscar de la Borbolla es un agitador del pensamiento y eso siempre es bueno. Solo contesta a los provocadores, del de los Milagros al de los berrinches me quedo con el de los Milagros.

  15. Juan Collignon dice:

    Apreciable Oscar, la evidencia empírica que sostiene la impertinencia de la fe religiosa es más objetiva que su antítesis pragmática y, especialmente, si nos limitamos a las evidencias más contundentes y socorridas; como pudieran ser el sufrimiento de los inocentes y el silencio del supuesto creador que se concibió como su amoroso padre. Pero una pizca de la realidad contiene mucha más fantasía que toda la imaginación humana reunida en un congreso mundial a propósito de demostrar la inexistencia de Dios, por lo que la duda podría ser sólo una coma indispensable en la evolución del lenguaje y el pensamiento científico, pero al cabo, una que aún se percibe escasa de sentido en su fraseo metaracional, pues en relación a los grandes misterios universales, esta es sólo un acento que descodifica el vacío que nos revela otra significación posible, si bien más etérea, y no por ello inexistente que ocultan los vocablos. ¿Cuándo se dirá que el verbo no se hizo carne y deshabitó entre nosotros sólo para conjugar materia y espíritu analógicamente en su negación? Constituyentes del pensamiento histórico, ánima y materia, vistas por separado, una y otra, nos conducen siempre al mito. Un logro importante de la revolución de 1910 fue la instauración de la laicidad en el Estado como obligatoriedad de una educación laica y científica en las escuelas y, respecto de sus bondades, no hay que dudar. Pero, fuera de los acotamientos pedagógicos, sociales y de la física newtoniana, la física cuántica comienza a erosionar el principio de objetividad frente al creciente número de paradojas a las que esta se confronta, y que, al verse en el espejo de la sincronicidad metalumínica, simplemente enmudece. Quizás tales peculiaridades que desmontan a la objetividad de su brioso potro y acaben como caballo de Troya, pues bien pudieran ser expresión de esa característica metafísica que siempre ha perseguido a la realidad con la necesidad de explicarse por un creador o su divinidad. Es decir, la racionalidad no tiene el calibre necesario para definir o siquiera asumir lo incomprensible. Y…Todo es ontologicamente ilusorio y, de suyo delirante en este extraño universo sin límites temporales o espaciales. La palabra solamente alcanza, como la lámpara de Diógenes, a amplificar nuestro haz de luz en una circunferencia más amplia que la del día anterior, y luz que nos precede en una escala tan pequeña que se antoja ridículamente pequeña considerando la inmensa bastedad de lo que queda fuera de su alcance y en total oscuridad. Dicen que si acaso crees que algo has pensado es porque nada has pensado y que si algo crees haber dudado es porque nada has dudado. Quizá la idea de la inexistencia de Dios será una noción que irá perdiendo adeptos entre los pensadores más abstractos y también vigencia entre los más concretos, pues conforme se resquebraja la instalación de la propia racionalidad, quienes la desestiman frente al creacionismo como prueba de la existencia divina, pueden también errar toda vez que Dios, el hombre, el universo y la misma nada -que ya es imposible de catalogar-, pudieran haber existido simultáneamente y carecido de un creador, porque pudieran ser desde siempre parte indiscernible en el código informático de las sub-partículas atómicas en un todo indivisible. Solo porque nos ocupamos de todo como un rompecabezas, hecho de millones de partes, no significa que este no pueda estar unido de manera inconsútil e indivisa que resulte ser el todo indivisible en el tiempo y el espacio tal como la Sincronicidad, Trinidad y U bicuidad lo explican, aunque, la esposa, tu hipoteca o el dolor temporal lo desmientan. La inconsutilidad es una característica espiritual que encontraremos finamente deshilvanada en la literatura de Proust o de Rilke, quienes podían vivir por un destello del ojo o morir por el pinchazo de una espina cortando una rosa. Materia y ánima son, o pueden ser, una especie del DNA superseido por el espíritu de la gnosis intuitiva, porque un átomo sabe exactamente qué tareas desempeñar en distintas condiciones y hacer lo que sabe en un amplio referente de probabilidades cuánticas y, aún así, disponer de ese espacio extraordinario -denominado peculiaridad-, que la imaginación le da a lo existente para crear lo inconcebible: esa novedad y lo nuevo que es donde su eternidad reside. Anteriormente se dudaba de la inteligencia animal y de la sensibilidad de las plantas, pero antes de que concluya este siglo se considerará un hecho que la misma materia tiene una forma de conciencia de la realidad que le rodea y de sí misma. Porque de otra forma la materia-energía no se conduciría como lo hace en los fenómenos meta lumínicos o de simultaneidad del espin que vibra llena de vida en los electrones, entre otras paradójicas peculiaridades. Dios no juega a los dados dijo Einstein y aunque Hawkins le desmienta, no es porque exista un diseño que entrañe un orden cósmico sino porque Dios es los dados mismos en medio del caos y veces se aburre con el orden. Lo predecible que sería una respuesta al miedo y al deseo de controlar el ambiente total sería más obvia en un sistema más humano que divino. Pero a Dios seguramente le resultaría un juego muy elemental.
    La realidad objetiva se ha evaporado dijo Heisemberg. “Knowledge is more important than imagination”, could well be the wrong thesis, for imagination itself is the seat of the soul. Un sólo electrón puede poseer, de hecho posee, toda la información que existe, existió y existirá en el universo… incluida la nuestra. http://prof.usb.ve/miguelm/desafio.html

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