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Ghislaine Maxwell, aliada de Epstein, adelanta que no testificará en su propio juicio

sábado, diciembre 18th, 2021

Durante el juicio contra Ghislaine Maxwell, acusada por tráfico sexual a menores, la socialité británica afirmo que no testificará debido a que esta segura de que no han logrado demostrar nada en su contra.

Por Tom Hays y Larry Neumeister

NUEVA YORK, 18 de diciembre (AP).- Después de 12 días de declaraciones a lo largo de tres semanas, los jurados escucharon el viernes a los últimos testigos en el juicio por tráfico sexual de la socialité británica Ghislaine Maxwell, quien dijo a la jueza que no testificará porque está segura de que los fiscales no han logrado demostrar sus alegatos.

Ghislaine Maxwell en la sede de las Naciones Unidas en Nueva York en su condición de fundadora del TerraMar Project. Maxwell está siendo juzgada, acusada de ser cómplice del magnate Jeffrey Epstein, quien se suicidó antes de ser sometido a juicio por abuso sexual de menores. Foto: United Nations, ick Bajornas vía AP.

La presentación final de argumentos está prevista para el lunes en el juicio, en el que Maxwell está acusada de haber ayudado al financiero Jeffrey Epstein a abusar sexualmente de cuatro adolescentes.

La defensa ya no expuso más argumentos después de dos días de una intensa presentación de testigos, que hablaron sobre el carácter de Maxwell o dijeron que no habían presenciado ninguna fechoría.

La jueza federal de distrito Alison J. Nathan le pidió a Maxwell, de 59 años, que se pusiera de pie, y le explicó que tenía derecho a testificar, si así lo deseaba.

En este dibujo del tribunal, Ghislaine Maxwell está sentada en la mesa de la defensa durante un testimonio en su juicio. Foto: Elizabeth Williams vía AP.

“Su señoría, el gobierno no ha demostrado su caso más allá de una duda razonable, así que no hay razón para que yo testifique”, respondió Maxwell. Mientras hablaba, su abogada, Bobbi Sternheim, estaba de pie a su lado, con su brazo en la parte baja de la espalda de su cliente.

Varias mujeres han acusado a Maxwell en demandas civiles de dirigir una operación de años para reclutar a adolescentes y mujeres jóvenes con el fin de que le dieran masajes sexuales a Epstein. Una mujer ha dicho que también fue coaccionada por la pareja para tener encuentros sexuales con numerosos hombres famosos, incluido el príncipe Andrés de Gran Bretaña.

Sin embargo, los fiscales han mantenido el caso centrado en las interacciones de Maxwell con cuatro chicas entre 1994 y 2004. Durante ese período, la socialité mantuvo una relación sentimental con Epstein y luego trabajó para él.

Retrato del juicio contra Maxwell. Foto: Elizabeth Williams, AP.

Los abogados de Maxwell ofrecieron una enérgica defensa, en la que la retrataron como un chivo expiatorio al que el gobierno apuntaba porque los fiscales ya no podían llevar a Epstein ante la justicia, luego de que se suicidara en una cárcel federal en agosto de 2019 mientras aguardaba su propio juicio por tráfico sexual.

Aunque no testificó ante el jurado, Maxwell pareció participar activamente en su defensa durante las últimas tres semanas del juicio, a menudo enviando notas a sus abogados y abrazándolos cuando entraba y salía del tribunal cada día.

En el último día de testimonios, sus abogados convocaron al estrado a una de las antiguas amantes de Epstein: Eva Andersson-Dubin, exMiss Suecia, doctora de Nueva York y tema frecuente de la prensa sensacionalista, quien le dijo al jurado que le confió a sus hijas pequeñas al financiero y negó haber participado en un encuentro sexual grupal con una acusadora clave.

Boceto de Jeffrey Epstein, acusado de abuso sexual, durante una audiencia en una Corte Federal, el jueves 18 de julio de 2019, en Nueva York. Foto: Aggie Kenny, AP

Andersson-Dubin, de 60 años, testificó que salió con Epstein “de vez en cuando” de 1983 a los primeros años de la década de 1990, antes de que él saliera con Maxwell.

Epstein y Andersson-Dubin siguieron siendo amigos tras concluir su relación amorosa y, en 1994, ella se casó con otro financiero, Glenn Dubin, con el que tuvo tres hijos.

Últimos testigos recoge las voces de niños soviéticos que lo perdieron todo tras la Segunda Guerra Mundial

miércoles, septiembre 18th, 2019

La editorial Penguin Random House acaba de publicar su primera traducción al inglés de Last Witnesses. El libro, que apareció en español en 2017, ofrece un centenar de testimonios de los niños del que escaparon con vida de la guerra.

Svetlana Alexiévich, primera periodista galardonada con el Premio Nobel de Literatura en 2015, se enfoca mayormente en dar la palabra a quienes se la negaron en su momento

Por Aldo Mas

Ciudad de México, 18 de septiembre (ElDiario).- Niños soviéticos que lo perdieron todo. La Segunda Guerra Mundial devoró sus juguetes, sus casas, a sus padres, hermanos y amigos. Sobrevivieron, en muchos casos, milagrosamente. Tuvieron la muerte muy cerca y, hasta ahora, sus voces, recogidas en los años 70 por la periodista bielorrusa Svetlana Alexiévich, se podían escuchar, sobre todo y a disgusto, en el mundo rusohablante.

La editorial Penguin Random House, sin embargo, acaba de publicar su primera traducción al inglés de Last Witnesses o Últimos testigos. El libro, que apareció en español en 2017, ofrece ahora al mercado editorial más importante el centenar de testimonios de los niños del espacio soviético que escaparon con vida de la guerra total que lanzara contra Europa el III Reich.

La importancia literaria del trabajo de Alexiévich está fuera de toda duda, pero aún estaba por traducir al inglés este libro aparecido originalmente en la Unión Soviética en 1985. Alexiévich, la primera periodista galardonada con el Premio Nobel de Literatura en 2015, no contó con los favores del régimen soviético.

Hubo que esperar a la Perestroika de Mijaíl Gorbachov para que trabajos suyos como Últimos testigos vieran la luz. Su trabajo periodístico, que la propia Alexiévich ha descrito como una “historia de los sentimientos”, fue considerado por las autoridades soviéticas antes de Gorbachov como “antipatriótico y sedicioso”, según ha apuntado Steven R. Serafin, de la Universidad de la Ciudad de Nueva York.

Debió considerarse que no hacían ningún favor a la causa del comunismo soviético airear los traumas que dejó la Segunda Guerra Mundial en la población civil. Porque eso es precisamente lo que hacen el centenar de personas a las que Alexiévich da la posibilidad de expresarse en las páginas de su libro. La entrevistadora no media ni una palabra en todo el volumen. Fiel a su estilo, las 295 páginas del libro de Alexiévich las constituyen integralmente testimonios en primera persona.

En lugar de un prólogo, el libro ofrece una cita extraída de la revista Amistad del Pueblo de 1985: “Durante la Gran Guerra Patriótica (1941-1945), millones de niños soviéticos murieron: rusos, bielorrusos, ucranianos, judíos, tártaros, gitano, kazajos, uzbecos, tayicos…”.

También aprovecha Alexiévich para recordar una pregunta que formulara en su día el gran Fiódor Dostoyevski: “¿Podemos justificar nuestro mundo, nuestra felicidad, e incluso nuestra armonía eterna, si, en su nombre, para fortalecer su fundación, tiene que derramarse una única y pequeña lágrima de un niño inocente?”. El propio Dostoyevski respondía: “esa lágrima no justificaría ningún progreso, ninguna revolución. Ninguna guerra. Esa lágrima siempre pesará más. Sólo esa pequeña lágrima…”.

“¿POR QUÉ LE DISPARARON EN LA CARA?” MI MADRE ERA TAN GUAPA…

En su sufrimiento, los niños del libro de Alexiévich fueron mucho más allá del llanto. Con edades comprendidas entre los tres y los catorce años, lloraron desconsoladamente, por supuesto, pero también gritaron desconcertados por la muerte de sus padres, madres, hermanos y abuelos. La mayoría quedaron traumatizados.

“¿Por qué le dispararon en la cara? Mi madre era tan guapa…”, se pregunta Volodia Korshuk, un profesor y doctor en historia entrevistado por Alexiévich en Últimos testigos. Tenía siete años cuando perdió a su madre. A su ciudad, Brest, en la frontera de Bielorrusia con Polonia, la guerra no tardó en llegar. La ofensiva del III Reich obligó a una traumática evacuación que, para Korshuk, supuso de inmediato una vida como niño-soldado en la resistencia. “Era bueno disparando”, cuenta Korshuk a Alexiévich.

Liuda Andreeva tenía cinco años cuando la guerra llamó a la puerta de su hogar. Un día un camión de soldados alemanes paró frente a la casa de su familia donde vivían ella, su madre y su abuela. Los militares ocuparon su casa por un día. Utilizaron la cocina para cocinar. Llevaron a la niña a un cuarto con su abuela. Por la noche, la madre logró escapar con la niña para esconderse. A la mañana siguiente, cuando los alemanes ya se habían ido, volvieron a casa.

Encontraron a la abuela desnuda, atada con cuerdas a la cama. “Grité y grité… no podía parar”, cuenta ya de adulta Liuda Andreeva a Alexiévich. “Durante mucho tiempo tuve miedo de los camiones. Tan pronto como oía el sonido de un camión, comenzaba a temblar”, dice.

Galya Spannovskaya vio empezar la guerra con siete años. Estuvo separada de sus padres tres años en un orfanato. Ella y su madre perdieron pronto a su padre. Su madre se hizo soldado durante el conflicto. Pero la experiencia de la guerra cambió a su madre para siempre. “Mi madre era muy buena, muy alegre”, cuenta esta otra entrevistada por Alexiévich. Después de la guerra, “volvimos a Minsk y vivimos una vida muy dura”. En La capital bielorrusa sólo encontraron escombros.

“Mi madre siempre estaba triste. No hacía bromas y hablaba muy poco. Por las noches gritaba: ¿Dónde está mi madre alegre? Pero por la mañana yo sonreía para que me madre no pudiera imaginarse mis lágrimas de la noche”, se lee en la obra.

UNA AUTORA “ANTI-PUTIN”

Alexiévich también da la palabra a niños que ayudaron a cavar las tumbas de sus familiares asesinados. También recoge testimonios de menores que corrían para esconderse en los bosques y huir así de las balas y bombas de los aviones que atacaban sus poblaciones.

Valya Brinskaya, otra de las entrevistadas, vio junto a su familia cómo a su hermana Toma le cambiaba el color del pelo por culpa del estrés causado por el peligro de muerte. Vieron cómo todo su pelo se convertía en canas, en un sólo día, tras haber sobrevivido a un bombardeo a la intemperie y bajo la única protección de los árboles.

Muchos de éstos niños acabaron en orfanatos pasando a ser una suerte de “propiedad comunal para toda la nación”, según ha apuntado la escritora estadounidense de origen georgiano Sana Krasikov en el The New York Times. En cualquier caso, a todos esos niños, la guerra les destrozó la infancia. Los horrores de la guerra se llevaron los colores de la niñez. En muchos de los testimonios se alude a que la vida, desde entonces, solo dejó “recuerdos grises, sin colores”.

Porque sus investigaciones siempre estuvieron centradas en pasajes más traumáticos y conflictivos del mundo soviético – ya sea en el la catástrofe nuclear de Chernóbil en el libro Voces de Chernóbil o la ocupación militar en Afganistán en Los muchachos de zinc –, Alexiévich nunca ha sido profeta en su tierra. A Alexiévich se la ha considera incluso una autora “anti-Putin”.

Sin embargo, todos sus libros están hechos a partir de monólogos y entrevistas que la escritora y periodista solo transcribe. Su trabajo consiste, mayormente en dar la palabra a quienes se la negaron en su momento. La de los niños de la Segunda Guerra Mundial está ahora más que nunca al alcance de todo el mundo.

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