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ENTREVISTA | El amor y sus fantasmas: “Figuras humanas”, de Luis Jorge Boone

sábado, septiembre 17th, 2016

El nuevo libro de relatos del joven autor de Monclova subvierte con sutileza a veces y con cierto aire de extrañeza otras la “normalidad” de las relaciones de pareja. Sexo impersonal, historias de swingers, celos o esas peleas matrimoniales que esconden siempre un tsunami a punto de desatarse, constituyen la apuesta narrativa de un escritor incansable.

Ciudad de México, 17 de septiembre (SinEmbargo).- Figuras humanas (Alfaguara) es un nuevo libro del joven autor nacido en Monclova en 1977 Luis Jorge Boone. En su caso, constituye un ladrillo más a esa casa narrativa a la que está abocado con pasión febril y envidiable constancia.

Cada apuesta literaria es distinta y obedece al deseo del escritor de no repetirse en cada libro, de explorar además todas sus posibilidades creativas, al servicio de la literatura, su gran pasión irrefrenable.

Contra la monotonía, pues, son estos cuentos –publicados por una editorial de las grandes, a contracorriente de la tendencia novelística dominante- que recrean entre otras cosas los paisajes y circunstancias cotidianos de las parejas modernas y pintan geografías como Monclova, en Coahuila, Ciudad de México, Los Ángeles.

De Figuras humanas ha dicho Élmer Mendoza que contiene una prosa “cuidada, íntima, atrevida y sumamente abierta, de tal suerte que el territorio que devela se amplía hasta nuestros propios desiertos interiores.”

“Uno de los más interesantes entre nuestros nuevos escritores”, advirtió el crítico Christopher Domínguez Michael, al tiempo que el consagrado Álvaro Enrigue lo describió como “un narrador desinteresado por la moda y repleto de memoria literaria.”

Luis Jorge Boone ha publicado anteriormente los poemarios Traducción a lengua extraña, Novela, Los animales invisibles, Versus Ávalon y Por boca de la sombra, entre otros; las colecciones de ensayo Lados B y Sobre mapas circulares; la novela Las afueras y los libros de cuento La noche caníbal, Largas filas de gente rara y Cavernas.

Es autor, junto con Julián Herbert, del díptico narrativo El polvo que levantan las botas de los muertos. Fue becario del programa Jóvenes Creadores del Fonca y de la Fundación para las Letras Mexicanas. Parte de su obra está traducida al inglés y ha sido incluida en más de una docena de antologías. Ha recibido doce premios nacionales, entre ellos el de Cuento Inés Arredondo 2005, de Poesía Joven Elías Nandino 2007, de Ensayo Carlos Echánove Trujillo 2009 y de Literatura Gilberto Owen 2013. Es miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte.

–Tu fe en el cuento es inquebrantable

–Lo que pasa es que el cuento para mí la fusión de muchas cosas: lo mejor de la novela y lo mejor del poema. Es un género tan noble que permite contarse de muchas formas. No es una novela, donde te tienes que cazar con una idea durante 300 páginas. LO que me gusta del cuento es la capacidad de adaptar, de transformarse. Lo decía Ignacio Padilla: el cuento es el rey secreto de la literatura.

–En tu libro, ¿cuándo sabes que hay una reflexión o hay un diálogo que van a llevar la historia?

–Las formas son varias. El primer cuento “Taxis bajo la lluvia” y el cuento “Tormenta”, de la mamá que está en el supermercado, vienen de una cosa que me pasó cuando miraba un pájaro volando dentro de una tienda departamental. A mi hija le gustó la imagen y se quedó hablando de eso. Me quedé pensando en lo que significa que un pájaro vuele en medio de una tormenta y así nacieron esos cuentos. ¿Hacia dónde va el amor de una persona cuando ya no está? En el cuento “Réquiem” pienso en la amistad como una expresión del amor, pero ¿cuándo dejas de amar a tus amigos o empiezas a amarlos a la distancia? Por eso el cuento tiene tantos momentos, tantas escenas y se llega a esa conclusión de que la amistad no requiere de rupturas sino de desgastes para romperse. El amor erótico, en cambio, tiene a menudo un final más atropellado.

–El cuento este donde los amantes discuten hasta dónde se aman, me resultó una metáfora del proceso de escritura. Hasta dónde lo que escribimos es real o falso…

–Lo que quería con ese cuento es reflejar el descaro. El amor es un átomo complejo en estado puro al que se le empiezan a pegar el temor a ser abandonado, a dejar de ser querido, a temer necesitar otras cosas… Cuando los amantes están celos, cuando hay entre ellos gran confianza, se produce un momento sabroso en el que le puedes poner palabras a ese sentimiento pre-verbal que es el amor. Es un momento además de descaro en el que puedes prometer el cielo, la luna y las estrellas, la eternidad, es decir, cosas que no están en tus manos y no te pertenecen. No hay otra forma de entrega más que la de prometer cosas que no podrás cumplir. ¿Te entregas por voluntad o porque no tienes otra opción? Uno de los placeres más grandes de las parejas es hablar de palabras, como decía Paul Auster: “los cuerpos que abrazamos son tan importantes como los espíritus que deseamos”.

Para el autor, el cuento ofrece muchas posibilidades. Tiene lo mejor de la novela y lo mejor del poema. Foto: Sandra Sánchez, SinEmbargo

Para el autor, el cuento ofrece muchas posibilidades. Tiene lo mejor de la novela y lo mejor del poema. Foto: Sandra Sánchez, SinEmbargo

–El último cuento creo que es la expresión de cierto estilo literario que consiste en no ser deliberadamente demasiado claro

–Cuando me dispongo a terminar un libro, paralelamente hago mi lista de buenas deseos: lo que quiero explorar a nivel estilístico, lo que nunca hice y ahora quiero hacer, la oralidad, las referencias externas, la confesión que se agota en el mismo escenario…mi idea es dar al lector muchas miradas sobre un tema. Por eso algunos cuentos son más opacos, porque hay cierto placer en que el lector no agarre la onda desde el principio, pero se sienta al mismo tiempo “picado” como para seguir explorando.

–Son cuentos que se fijan muchos en los detalles, el peso de las almohadas, la ceremonia del té, las cortinas…

–De hecho soy muy de pararme a disfrutar ciertas cosas o de pensar algo en relación con cosas efímeras. Con las personas íntimas compartimos esas minucias, esos detalles que son los que narran esencialmente una historia de amor. Cuando hablo de Monclova, de los prostíbulos y de la zona de tolerancia, me gusta que el lector se traslade allí. Lo mismo cuando la historia transcurre en un departamento de la Colonia Roma. Creo que esa diversidad te permite fijarte en los detalles que darán al lector una serie de experiencias que si bien puede no haberlas vivido comenzarán a pertenecerles.

–En ese sentido, ¿crees que las historias literarias son siempre las mismas y la diferencia la da la forma narrativa?

–Sí, hay historias muy básicas que incluso se han tratado de esquematizar en los estudios de literatura. Lo que hace singular esa historia son los detalles como la forma en que narres esos detalles.

Cuentos sobre la "normalidad" y las relaciones de pareja. Foto: especial

Cuentos sobre la “normalidad” y las relaciones de pareja. Foto: especial

–Decidiste que tus personajes vivieran en una atmósfera como de media tarde, como de tiempo detenido, donde lo mejor o lo peor está por venir

–Sí, quise que los personajes sean cotidianos, muy como nosotros; en otros libros de cuentos exploré la violencia, el terror, el miedo, lo desconocido, pero en Figuras humanas quise apostar por algo que no había escrito nunca. Son personajes que no estallan, que están en el tránsito de ir o de salir frente a la colisión.

–Esta cotidianeidad encontró un lugar propicio en Alfaguara…y las editoriales no suelen publicar cuentos

–Cuando empecé a cuestionarme por qué los libros de cuentos tienen que ser breves o por qué mi generación cree que cuando tiene ocho cuentos ya está el libro, quise duplicar y así fue como reuní 19 historias en 300 páginas. Ese libro de cuentos sustancioso que puede ser leído con el tiempo de una novela; quise ofrecerle al lector un universo total y el hecho de que Alfaguara haya creído en el proyecto desde el principio me hizo sentir que estaba dando un paso adelante en nombre de todos los cuentistas. Quizás tengamos que dejar de decir que el cuento no se lee o no se publica. ¿Por qué esperar a escribir una novela para ser publicado por una editorial como Alfaguara? Incluso hay poemas en Figuras humanas, para interesar al lector con otras formas de narrar.

–Bueno, alguna novela tendrás por ahí

–(risas) Siempre escribo cuatro o cinco cosas a la vez. Tengo varios cuadernos, hay un poemario, un libro de ensayos…me gusta escuchar las propuestas, pero pienso como Fitzgerald, en el sentido de que el editor tendrá toda la vida para hacerme la vida imposible, así que el tiempo de la creación es sólo mío.

 

ADELANTO | “Yakarta”, de Rodrigo Márquez Tizano

sábado, agosto 20th, 2016
La primera novela de un joven autor mexicano. Foto: Especial

La primera novela de un joven autor mexicano. Foto: Especial

“Pocas novelas son, como Yakarta, lo que deben ser: relatos culturales, alientos de civilización desquiciada en cuya trama los individuos funcionan como partículas que todo lo sufren sin aspirar a nada, tan sólo al heroísmo cruel, inadvertido y algo gratuito de las grandes historias anónimas”:  Sergio Chejfec. Lee las primeras páginas, por cortesía de Editorial Sexto Piso

Ciudad de México, 20 de agosto (SinEmbargo).- “Uno debe estar al tanto desde el principio de que no llegará lejos”, nos dice el protagonista de Yakarta (Sexto Piso),  quien recuerda el quinto año de la escuela, cuando una monja arrugada le impartía geografía —o casi: Ella nombraba ciudades, Yakarta, y los alumnos respondían países, Indonesia: “Era una manera de ignorar el resto del temario, olvidarse de nuestros nombres y acostumbrarnos a lidiar con la decepción de saber que allá afuera existe un mundo del que sólo vamos a memorizar las divisiones políticas”.

Aunque los pasos del narrador esbozan la demarcación desde el subsuelo hasta la superficie y su andar nos lleva por sus múltiples laberínticas bifurcaciones, esta ciudad nunca termina por darse a conocer del todo.

El Charco se erige a partir de una mitología donde las luchas e interacciones de una población compuesta por nativos, albinos e invasores, prefigura un presente rabioso y violento, entregado a la nada y al azar, a merced de pandemias y estructuras políticas hechas con esa movilidad gatopardiana que erige el estandarte del progreso como instrumento de hipnosis colectiva.

El narrador se escinde entre dos tiempos: uno en el que acompaña a Clara y otro que surge de sus recuerdos por donde desfilan su niñez, las imágenes de una pandemia que lo obligó a formar parte de una brigada cazadora de ratas y el momento en el que, terminada la peste, conoce a Clara caminando por la playa.

Conforme avanza la novela el protagonismo no parecen tenerlo la ciudad ni personajes como el albino Kovac, jefe de la brigada, la Pájara Helguera y su muestrario de lagañas, Zermeño y su repertorio de encueradas o Morgan, que usaba la tristeza profunda como una forma de mantener a raya el ruido.

Tampoco lo tiene el juego de pelota que guarda en su función de bisagra decadente un papel central para la población. El relieve no está en la enigmática piedra rosa de Clara ni tampoco en la fi gura del azar que paradójicamente decanta un futuro siempre previsible para los habitantes del Charco.

Al adentrarnos en la prosa de Rodrigo Márquez Tizano, advertimos que el verdadero protagonista del libro es el lenguaje: que se suelta de sus ataduras, revienta a través de una prosa firme y desenvuelta que embiste contra la solemnidad en todas sus formas y a partir del absurdo teje un autorretrato que lo mismo se ciñe a nuestra época y geografía que a cualesquiera otras porque la materia con la que trabaja el autor es nada menos que el tiempo.

Rodrigo Márquez Tizano. Foto: Sexto Piso

Rodrigo Márquez Tizano. Foto: Sexto Piso

¿Quién es Rodrigo Márquez Tizano? (Azcapotzalco, 1984) escribe, edita y da clases en la universidad. Es autor de los libros de relatos Caballos de fuerza (Arteletra, 2008) y Todas las argentinas de mi calle (MoHo, 2010). Ha sido becario del programa jóvenes creadores del FONCA (2012 y 2015) y es maestro por la Universidad de Nueva York. Trabaja como editor de la revista VICE y forma parte de La Dulce Ciencia Ediciones, sello editorial dedicado al mundo del boxeo. Yakarta es su primera novela.

MESA DE NOCHE | Arturo Vallejo y Vicente Alfonso, dos mexicanos a seguir

sábado, abril 2nd, 2016

Jorge Zepeda Patterson dedica su columna de apasionado lector a la nueva literatura mexicana, expresada mediante dos libros muy recomendables: La última vez en Plutón y Huesos de San Lorenzo

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Ciudad de México, 2 de abril (Sin Embargo).- Arturo Vallejo y Vicente Alonso son dos escritores mexicanos a los que habría que seguir la pista. Rondan los treinta y muchos años de edad y ambos ya tienen obra, y muy buena, y dejan la sensación de que lo mejor está aún por venir. En todo caso, estas dos entregas se encuentran entre lo más destacado en el país el último año.

Me gustó en particular La última vez en Plutón (editorial Alfaguara) de Vallejo. Ingenioso y ameno, muy bien escrito. Es el relato del joven A, durante una semana que transcurre en 2006 relatada nueve años más tarde. No es una semana cualquiera. Son los días en que el Paseo de la Reforma es ocupado por las protestas electorales y, casi o más importante para A, es la semana en que los astrónomos le quitan a Plutón la categoría de noveno planeta del sistema solar. “Plutón se lo ganó, por frío y distante” terminará consolándose A, un geek fascinado por la astronomía y la ciencia, aunque trabaja en la atención al cliente en la sala de videojuegos de un parque temático.

La explicación de los astrónomos, en cambio, no satisface a X, una reportera de provincias que cubre las protestas en Reforma, y que entabla relación bloguera con A. “Plutón también exige un recuento de voto por voto”, protesta X. A se siente atraído por B, y termina haciéndolo con C, colegas de trabajo; aunque la historia sugiere a una X en su destino.

La narración es también una sabrosa crónica del Distrito Federal y sus distintos ecosistemas. El rock metálico es cosa de los de Villa Coapa, dice A, pero eso sí, añade,   no importa a qué tribu pertenezcas; en México da igual si eres intelectual, banda, fresa, condeso, sateluco, coapo, trova, punkero o metalero, en algún momento de la fiesta alguien siempre acaba poniendo salsa y cumbias.

El libro vale la pena por frases como esa sobre videojuegos, música, cine y libros. De hecho, a contrapelo de A, relata la historia de H.P. Lovecraft, el autor de las novelas de misterio y terror, él mismo un obsesivo por la astronomía y en particular por la suerte de Plutón.

No deja de ser un misterio que en apenas 206 páginas Vallejo se las haya arreglado para engarzar tantos temas. Porque aún me falta mencionar el principal: Plutón es el pretexto para que A nos cuente la historia de la pérdida de su padre, un provinciano (en toda la extensión de la palabra), a quien la ciudad acabó trastornando y disolviendo. Al terminar de escribir este libro murió el padre del autor, como él mismo señala. La última vez en Plutón, es también una despedida.

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UN AJUSTE DE CUENTAS DEL AUTOR

Igual que el anterior, Huesos de San Lorenzo, de Vicente Alfonso, (editorial Tusquets), es un ajuste de cuentas del autor. Pero en este caso son otras cuentas. Vicente Alfonso relata la historia de dos hermanos gemelos, Rómulo y Remo, uno de los cuales es acusado de cometer un asesinato. El problema es saber quién lo cometió porque son idénticos, además de ser misteriosos, un tanto retorcidos y estar enamorados de la misma mujer. A lo largo de un relato complejo (que exige la concentración del lector), el terapeuta de Remo y un policía, cada cual por su lado, intentará desentrañar el enigma, aunque terminarán cada vez más enredados.

Un thriller de equívocos y giros inesperados que nos permite atisbar el mundo del que proviene el propio Vicente Alfonso, un hombre acostumbrado a vivir con el universo paralelo que significa tener un gemelo idéntico.

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@jorgezepedap