Posts Tagged ‘Marcel Proust’

Los 10 libros favoritos de Susan Crowley

sábado, octubre 6th, 2018

¿Qué lee una historiadora de arte? Dice Susan, “son mis clichés literarios” y hay mucha emoción y adrenalina al recordarlos.

Ciudad de México, 6 de octubre (SinEmbargo).- Quien lea esta lista podrá opinar que me basé en los mas comunes clichés literarios: “Lo que hay qué leer”. Curiosamente, después del Quijote, cuya lectura marcó mi vida, por razones absolutamente emocionales (leído con mi hijo de seis años y divertirnos tanto con las puntadas de Sancho), estos diez libros me han significado momentos profundos de reflexión, por supuesto emoción y de la adrenalina que aún siento al recordarlos.

No se podría pensar en ninguno de mis títulos favoritos sin anteponer las huellas que dejo en mí, la auténtica sensación de que los leí apenas ayer, a pesar del paso de los años.

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Doktor Faustus, de Thomas Mann

En un momento dado Adrien Leverkün abre la puerta y se topa con el diablo de cuerpo entero dispuesto a pactar con él. Su vida a cambio de la obra de arte total.

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Los Hermanos Karamazov, de Fiodor Dostoievski

La escena en la que todo se transfigura, el Santo Inquisidor aparece.

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En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust

Amar es una decisión, de acuerdo al caballero Swann, cuando se descubre perdidamente enamorado de Odette, una mujer que ni siquiera es de su tipo.

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El cerco de la iglesia de la Santa Salvación, de Goran Petrovic

El poder de Goran nos lleva a acompañar a todo ese grupo de monjes que, ante el peligro que corre su iglesia, son capaces de elevarla con sus rezos. Es el acto de fe más bello que he leído en mi vida.

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Memorias de Adriano, de Marguerite Yourcenar

El amor de Adriano por Antínoo encarna su obsesión por la belleza; la decadencia del ser que solo creyó en ella.

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La lechuza ciega, de Sadeq Hedayat

Es la obra más espeluznante que he leído, por lo mismo una de las más potentes y significativas de mi vida.

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El túnel, de Ernesto Sábato

Sin duda, mi inicio en la vida literaria. Cambió por completo mi noción sobre lo que es leer.

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El amante, de Marguerite Duras

Es el libro que volvería a leer cada día de mi vida y, sin embargo, jamás he vuelto a tomarlo en mis manos.

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La Trilogía de Nueva York, de Paul Auster

Lo acabo de Terminar por segunda vez. Es brutal la capacidad que tiene Auster para jugar con “eso” que llamamos el azar.

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Museo de la inocencia, de Orhan Pamuk

La relación que establece Pamuk entre un relato tan personal y la historia de un museo, me conmovió absolutamente, creo que es el libro más he recomendado.

Historiadora de arte Susan Crowley. Foto: Especial

Susan Crowley (México, 1965). Estudió Historia del Arte. Es especialista en Arte Ruso, Medieval y Contemporáneo. Ha coordinado y curado exposiciones de arte. Investigadora independiente. Ha asesorado y catalogado colecciones privadas de arte contemporáneo y emergente. Es conferencista y profesora de grupos privados y universitarios. Realiza viajes con grupos de estudiantes: París, Londres, Nueva York, Berlín, Documenta, Biennale de Venecia y ferias de arte. Invitada como conferencista por la Facultad de Ciencias Políticas y Arquitectura de la UNAM. Escribe ensayos y hace crítica para diversas publicaciones sobre arte.

¡Gana un ejemplar de En busca del tiempo perdido, de Alianza Editorial!

sábado, septiembre 8th, 2018

Para muchos historiadores y críticos En busca del tiempo perdido no sólo es una obra cumbre de las letras francesas del siglo XX, sino también una de las más grandes creaciones literarias de todas las épocas, en la que la transposición en el relato de la vida de Marcel Proust (1871-1922), así como de personajes y ambientes sociales de su tiempo, dio forma a un nuevo y fecundo camino en el campo de la novela. Gana los tres ejemplares (libros de bolsillo) de Alianza Editorial.

Ciudad de México, 8 de septiembre (SinEmbargo).- Alianza Editorial fue fundada en 1966 por un destacado grupo de intelectuales, con el objetivo de vivificar y agitar la claustrofóbica atmósfera cultural española, de promover el debate y de difundir el conocimiento entendido como una de las herramientas de cambio más poderosas para la sociedad española del momento. Corrían los últimos años de la dictadura de Franco, que duraría hasta finales de 1975, y por entonces los más destacados autores y obras literarias únicamente circulaban en ediciones extranjeras o clandestinas.

Uno de los creadores fue José Ortega Spottorno, hijo del filósofo José Ortega y Gasset. Él, junto con algunos otros fundadores de Alianza, también contribuyó a la creación, diez años después, del diario El País.

Con Alianza se llevó a la práctica con éxito la idea de constituir una editorial que acogiese las obras esenciales de autores de todos los tiempos y a la vez que introdujese contenidos innovadores y de máxima actualidad. Una de las prioridades fue el encargo de nuevas y rigurosas traducciones, y el exquisito cuidado aplicado a la edición y producción de sus libros, con especial énfasis en el diseño de las portadas, para lo que se contó con la genial contribución de Daniel Gil. Pero posiblemente el hito más importante fue la creación de la más completa colección de libro de bolsillo en lengua española. “El libro de bolsillo” es un contrastado éxito editorial y le ha valido a Alianza una reputación y prestigio únicos en el panorama cultural español contemporáneo.

Desde sus inicios, “El libro de bolsillo” de Alianza Editorial ha proporcionado a varias generaciones de lectores la oportunidad de formarse y de alimentar su espíritu crítico, una tarea que ha continuado brillantemente a través de un catálogo de casi 2.000 títulos. La colección “El libro de bolsillo” de Alianza representa una revolución sin precedentes en la cultura popular. Uno de sus primeros objetivos fue establecer precios bajos para hacer accesibles sus libros a un amplio número de lectores. Uno de sus eslóganes publicitarios, “El mismo precio que una entrada de cine”, resultó ser un éxito en un país que estaba recuperándose de los traumas de la Guerra Civil y de sus secuelas de pobreza, de opresión y de falta de libertades.

En unos momentos en que la censura estaba aún vigente, la colaboración con prestigiosas editoriales de Latinoamérica (como, por ejemplo, Losada y Emecé en Argentina) fue esencial para incluir en el catálogo de Alianza a autores política y socialmente controvertidos (Sartre, Camus, Gide, etc). Esta colaboración contribuyó a consolidar el prestigio del sello y a asegurar la distribución internacional de sus libros.

La sabia mezcla de clásicos, clásicos contemporáneos, literatura actual y no ficción, junto con obras dirigidas al mundo académico y universitario, apela y siempre ha apelado a un amplio espectro de lectores, al ofrecer una completa a la vez que diversa biblioteca. Desde la mejor literatura hasta el ensayo, el catálogo reúne un gran número de autores de prestigio. Sin citarlos a todos, se podrían mencionar nombres como los de Salinger, Kafka, Golding, Freud, Ortega, Proust, Hesse, Bulgakov, Harris, Baroja, Stendhal, Brecht, Hammett, Scott Fitzgerald, Bernhard, Lorca, Mishima, Lovecraft, Poe, Graves, Handke, James, Twain, Unamuno, Melville, Giddens, Flaubert y Maupassant, entre muchos otros. Alianza está especialmente orgullosa de sus autores contemporáneos tales como Amin Maalouf, Premio Príncipe de Asturias de Literatura 2010, Ismaíl Kadaré, Príncipe de Asturias de Literatura 2009, Boualem Sansal, Premio de la Paz de los Libreros Alemanes 2011, o Tahar Ben Jelloun, quienes, entre muchos otros, han contribuido al hecho de que, para lectores y libreros españoles, Alianza sea percibida como una editorial comprometida con la mejor literatura. No habría que dejar de mencionar la amplia oferta de clásicos de Grecia y Roma y de obras de filosofía y ciencias sociales. Autores que van de Aristóteles a Nietzsche, o de Isaiah Berlin a Manuel Castells, encuentran su lugar en el amplio catálogo del sello.

AHORA ES EL TURNO DE MARCEL PROUST

Marcel Proust nació en París en 187a y murió en 1922.

Durante los años de su primera juventud llevó una vida mundana y aparentemente despreocupada, que ocultaba las terribles dudas que albergaba sobre su vocación literaria.

Sensible al éxito social y a los placeres de la vida mundana, el joven Proust tenía, sin embargo, una idea muy diferente de la vida de un artista, cuyo trabajo sólo podía ser fruto de “la oscuridad y del silencio”. En 1896 publicó Los placeres y los días y después de la muerte de su madre (1905), el escritor se sintió solo, enfermo y deprimido, estado de ánimo propicio para la tarea que en esos años decidió emprender, la redacción de su ciclo novelesco En busca del tiempo perdido, que concibió como la historia de su vocación, tanto tiempo postergada y que ahora se le imponía con la fuerza de una obligación personal.

Consumado su aislamiento social, se dedicó en cuerpo y alma a ese proyecto; el primer fruto de ese trabajo sería Por el camino de Swann (1913), cuya publicación tuvo que costearse él mismo ante el desinterés de los editores. El segundo tomo, A la sombra de las muchachas en flor (1918), en cambio, le valió el Premio Goncourt. Los últimos volúmenes de la obra fueron publicados después de su muerte por su hermano Robert.

Si quieres ganar la colección de En busca del tiempo perdido, (se incluyen en este estuche, repartidos en tres volúmenes, los títulos Por el camino de Swann, A la sombra de las muchachas en flor y El mundo de Guermantes) contesta las preguntas a [email protected]

¿Dónde nació Marcel Proust?

¿Qué editorial publica En busca del tiempo perdido?

¿Cómo se llama el libro que regalamos?

Textos inéditos de Marcel Proust presenta Ediciones Godot

sábado, marzo 12th, 2016
Marcel antes de Proust, en busca de lecturas perdidas y ahora encontradas. Foto: Especial

Marcel antes de Proust, en busca de lecturas perdidas y ahora encontradas. Foto: Especial

Lee las primeras páginas de Marcel antes de Proust, una compilación de los artículos publicados por el célebre escritor francés en la revista y cuando apenas tenía 19 años y todavía ni soñaba con realizar su obra cumbre, En busca del tiempo perdido.

Ciudad de México, 12 de marzo (SinEmbargo).- “En Proust siempre hay sol, hay luz, hay matices, hay sentido estético, hay alegría de vivir”, dijo Jorge Luis Borges. Más de 20 años antes de empezar a publicar En busca del tiempo perdido, Marcel Proust daba sus primeros pasos como escritor.

Su colaboración con la revista Le Mensuel, entre noviembre de 1890 y septiembre de 1891, constituía hasta 2012 un aspecto inexplorado de su trayectoria literaria. En ese año se publicaron en Francia, por primera vez, los 11 textos firmados allí por Proust, recobrados por el bibliófilo francés Jérôme Prieur, autor de un extenso estudio introductorio.

“Cada nuevo lector, es cierto, inventa a Proust, pero hace falta decir que a través de los años, las épocas, las generaciones, las circunstancias e incluso los países, las culturas, los años luz, es él el que nos inventa a nosotros, el que nos observa. Después de un siglo, nos hemos ubicado bajo su mirada. ¿Acaso lo había comprendido todo este diablo de hombre recostado en su telaraña? ¿Lo había visto todo, registrado todo, descifrado todo? ¿Supo antes que yo eso que ni sé formular sobre el tiempo, el amor, los celos, el sufrimiento, el deseo, la tragedia de cada vida, la comedia humana y su ronda de máscaras? Proust lo había experimentado todo y hemos tardado tanto en entenderlo nosotros, en creerle” (Jérôme Prieur)

La argentina Ediciones Godot (www.edicionesgodot.com.ar) da a conocer la primera traducción de estos textos al español, realizada por Matías Battistón, para su colección “Exhumaciones”.

Se trata de textos coyunturales sobre moda, poesía y arte en general, a menudo echando mano de seudónimos pintorescos como “De Brabant” o “Pierre de Touche”.

“Pierre de Touche” figura como el autor de esta ficción sobriamente titulada “Recuerdo”. Firma muy maliciosa y título muy modesto para un texto capital. Aquí encontramos un argumento con mucho futuro por delante, el argumento emblemático de una historia de amor imposible, como se representaría más tarde a lo largo de En busca del tiempo perdido. Amor prohibido, amor culpable: aquí ya va gestándose un esquema que desarrollará en 1893 con Antes de la noche (La Revue blanche) y en 1896 con El indiferente (Los placeres y los días).

El narrador de “Recuerdo” visita a una joven enferma, que vive en la casa de su familia al borde del mar. Ahora bien, la joven se llama Odette. Vaya, vaya… En esta casa, donde había vivido “horas profundamente dulces”, “las horas más felices de mi vida”, como él aclara, el narrador es recibido con frialdad por “un muchacho, un joven bastante apuesto […]”, que “siguió leyendo su periódico, sin dejar ni por un momento de fumar su pipa”. Es el hermano de la chica. Más tarde uno descubrirá que vive sin prestar atención a los demás, porque nada puede consolarlo o distraerlo del drama que ha destrozado su espíritu. En cuanto al padre, “su mirada vacilante teñía su expresión de una gran indiferencia”.

El narrador (anónimo) se presenta varias veces, en vano. No lo reconoce. “Mi nombre no evocaba en él recuerdo alguno […]. Nos miramos a los ojos, sin saber muy bien qué decir. Me esforcé en darle pistas, pero fue en vano: me había olvidado por completo. Yo era un extraño para él”. La incomodidad del momento no podría ser mayor. Lo que Freud va a teorizar dentro de poco bajo el término Umheimlich, mal traducido por el concepto de “inquietante extrañeza”, encuentra aquí su versión intimista. El amigo de la familia es un intruso, un cuerpo extraño. Las mismas personas que antes le eran tan cercanas ya no logran descifrar quién es. Salvado gracias a la intervención de la hermana menor de la heroína, al narrador se lo deja ingresar, in extremis, al jardín encantado. Uno diría que es un lienzo de Vuillard: verano, la casa con torres, como un castillito, la muchacha que descansa en una chaise longue, cubierta por un manto escocés… Pero en ese momento se produce otro giro brusco, otra desilusión no menos cruel. Odette -sí, se llama Odette- no sabe cómo agradecerle a su visitante por no haberla olvidado durante todos esos años. “Está bien que lo diga, ¿no? Ya que fuimos tan buenos amigos”.

Es ella la que está casi irreconocible, condenada a no moverse desde su “terrible enfermedad”. “No la habría   reconocido, por así decirlo, de lo cambiada que estaba. Sus rasgos se habían alargado, y sus ojos, rodeados de círculos oscuros, parecían perforar su lívido rostro. De su belleza, que tan deslumbrante había sido, ya no quedaban ni rastros”. ¿Lo que Proust describe es una enferma o un espectro? Mientras habla, “el color cadavérico de su tez” se esfuma. Empieza a embellecer, al punto que el narrador siente ganas de estrecharla entre sus brazos y decirle que la había amado. Pero no sucede nada. No hay gestos ni palabras. Los dos “buenos amigos” se convierten en dos extraños, a pesar de lo que saben uno del otro, a pesar de lo que han atravesado, a pesar de los sentimientos y de la pena. “Vivo de sentimientos y de dolores”, murmura Odette. No es una declaración menor. Luego el narrador debe retirarse. “Las lágrimas me sofocaban”, dice. “Recorrí ese largo vestíbulo, ese jardín delicioso, con alamedas cuya grava, lamentablemente, nunca volvería a crujir bajo mis pies”: estas son casi las últimas palabras del relato. Suenan a despedida. Abandonamos la casa de los fantasmas, para nunca regresar. ¿Pero cuál es ese “recuerdo”, ese dulce recuerdo, ese recuerdo encantador que vincula a los dos protagonistas y a pesar del cual nunca volverán a verse? ¿Será una pista que Odette le haya recordado al narrador sus partidos de tenis? ¿Quiénes juegan en este extraño partido?”, escribe Prieur en un hermoso texto introductorio.

A 92 años de su muerte, Proust es todavía un autor fundamental y por tanto inevitable. Las nuevas generaciones se aproximan con cautela aunque también con decisión a las 3 mil páginas de En busca del tiempo perdido. En 2012, apareció en cómic y en español el II volumen de “A la sombra de las muchachas en flor”,  una novela gráfica ilustrada por el francés Stéphane Heuet que pertenece a un proyecto que comenzó a publicar la editorial Sexto Piso en 2006 y 2008, cuando lanzó “Por el camino de Swann” y la primera entrega  de “A la sombra de las muchachas en flor”.

Se trata de un clásico que el Premio Nobel peruano destacó como un motivo de “enriquecimiento” en su vida y al que pide que se vuelva porque con él Proust trabajó por la libertad, ya que su lectura proporciona una mayor sensibilidad al ser humano y llena el vacío espiritual.

El compendio de sabiduría sobre la condición humana que supone En busca del tiempo perdido, hecho viñetas, consta de 17 tomos y en Francia, donde ya han salido cinco de ellos, ha sido galardonado con el premio Marcel Proust, otorgado por el Cercle Littéraire proustien de Cabourg-Balbec destinado a recompensar una creación literaria o cinematográfica que incite a la lectura de la obra de Marcel Proust.

Quién es Marcel Proust: Valentin Louis Georges Eugène Marcel Proust nació el 10 de julio de 1871 en Auteuil, Francia y murió el 18 de noviembre de 1922 en París. Después de la muerte de su madre, en 1905 padeció una profunda depresión, a raíz de la cual se mantuvo aislado del mundo exterior. En ese año comenzó a escribir la que es considerada su obra maestra, En busca del tiempo perdido, publicada entre 1913 y 1927 en siete partes. Sus textos escritos para la revista Le Mensuel, firmados casi todos con seudónimo, eran hasta hoy desconocidos en lengua hispana.