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LITERATURA Y CINE | “La librería”: Isabel Coixet firma un agridulce caramelo ‘hipster’ sobre la arbitrariedad del poder

sábado, noviembre 18th, 2017

En el filme se relata una fantasía de persecución: una mujer quiere abrir una librería y una oligarca local intenta detenerla a toda costa. A pesar de destacar su identificación con la heroína, la realizadora descarta que la película pueda entenderse como una alegoría del conflicto en Catalunya.

Ciudad de México, 18 de noviembre (SinEmbargo/Eldiario.es).-Hace poco más de veinte años, Isabel Coixet transportaba al cine español las convenciones de un cine que cruzaba rasgos del indie estadounidense con el lenguaje publicitario. Lo hacía a través de la coproducción Cosas que nunca te dije. Posteriormente, siguió perfilando un estilo con Mi vida sin mí o La vida secreta de las palabras.

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Ahí siguen Coixet y esa tendencia que ha penetrado profundamente en el mainstream. Ahora, la realizadora barcelonesa vuelve a las carteleras con La librería, ganadora del premio a la mejor adaptación cinematográfica internacional en la Feria Internacional del Libro de Frankfurt.

El material de origen es la novela homónima de Penelope Fitzgerald, publicada originalmente en 1978. Coixet ha convertido el libro en un caramelo agridulce para consumo hipster. Explica la historia de Florence, una viuda de la I Guerra Mundial que abre una librería en un edificio abandonado de una pequeña localidad costera británica.

El decorado histórico se presenta como una especie de paraíso para el indie neorural: un entorno de tierra, piedra y madera, previo a la generalización del uso de plásticos, perfumado por el olor a libros y plumcakes. La realizadora aporta su habitual búsqueda de la sensibilidad y la delicadeza, que trabaja la belleza de las imágenes pero también se muestra atenta a las posibilidades líricas de la palabra. No falta una voz en off que evoca la historia, ni tampoco el recitado de mensajes escritos.

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UNA PESADILLA DE PERSECUCIÓN

A pesar de su envoltorio estético embellecedor, La librería no es una fantasía de evasión complaciente, sino un drama. Un drama de dos mujeres que comienzan siendo rivales y que, a diferencia de lo acontecido en Nadie quiere la noche, no terminan empatizando.

Por una parte, tenemos a esta Florence defensora de su causa cultural y comercial, de su sueño personal derivado del recuerdo de su marido muerto. Enfrente se sitúa una oligarca local (interpretada por Patricia Clarkson, colaboradora habitual de la realizadora) que desaprueba el establecimiento de Florence por motivos bastante inconcretos. El poder no necesita razones.

Así, el sueño va adquiriendo tintes de pesadilla, de persecución y acoso a quien se considera débil. Se muestran unas estructuras sociales verticalísimas donde predomina la obediencia debida… e incluso la adhesión acrítica de quien no tendría porqué participar en el asedio. El resultado es más un cuento de individualidades (un personaje positivo aplastado por un individuo mezquino) que un drama social con complejidades. Quizá por ello, la misma Coixet ha hablado de su película como una “fábula”.

En ‘La librería’, Isabel Coixet adapta una novela de Penélope Fitzgerald para seguir ahondando en esas cosas que casi nunca oímos decir a las mujeres en una pantalla. Emily Mortimer es su excelente protagonista. Foto: eldiario.es

A diferencia del personaje interpretado por Juliette Binoche en Nadie quiere la noche, una mujer en conflicto y en transformación, la Florence de La librería es un personaje estático. Aunque su mismo estatismo tiene mucho de toma de posición corajuda. A pesar de vivir una injusticia, no cambia su posición: sigue con su librería y sigue con su voluntad de no hacer daño a nadie.

Por ello, el filme puede entenderse como una llamada a la valentía de no cambiar incluso en circunstancias adversas. Y quizá para hacer más digerible su odisea, Coixet altera el desenlace del libro e incluye un peculiar premio al final del viaje: una fisura en la obediencia monolítica a los poderosos.

EXCLUSIONES SOCIALES Y PROCÉS

De nuevo, Coixet muestra su gusto por los personajes que no encajan en su entorno. En esta ocasión, nos presenta a esta librera perseguida y a un hombre voluntariamente enclaustrado. La caracterización del ermitaño local resulta interesante. La realizadora embellece los intercambios epistolares que este mantiene con Florence, pero matiza la idealización del comportamiento excéntrico: la interpretación del actor Bill Nighy incorpora detalles de una cierta fobia social, de una timidez patológica, que no se estigmatiza pero tampoco se elimina del cuadro.

La excluida y el autoexcluído acaban formando una especie de hermandad con el culto al libro como aglutinante. La causa cultural también se convierte en una arma arrojadiza: la venta de ejemplares de Lolita, una novela muy polémica en la época de su publicación y todavía hoy, se usa para debilitar la posición de la librera. También aparece una pincelada sobre la capacidad de las élites para defender sus intereses usando sus influencias en la vida política.

Isabel Coixet dirigiendo a Emily Mortimer. Foto: Especial

Coixet presentó La librería en la Seminci de Valladolid, entre críticas al independentismo y también a la gestión del proceso soberanista catalán por parte del Gobierno de Mariano Rajoy. Su afirmación de que se sentía muy identificada con Florence, después de hablar de las críticas e insultos que ha recibido, abrió la puerta a una lectura alegórica que la misma autora descartó. Hizo bien, porque la naturaleza del conflicto catalán (donde, para empezar, comparecían dos gobiernos en conflicto) casa poco con el aplastamiento del individuo a través de un poder único y total.

Quizá el envoltorio estético dulzón de La librería facilita que se entienda como una fantasía autocompasiva, muy basada en la capacidad de la audiencia para identificarse con su protagonista. Pero se trata de una lamentación hipster bastante sobria y poco lacrimógena, con una protagonista que resiste sin contravenir sus ideales y que lucha. Eso sí, lucha a la manera del cine indie: de una manera más bien individual y poco política.

Con todo, se lanza algún apunte interesante. Como destaca la voz en off, la protagonista descubre una injusticia social de la que no era consciente solo porque no la había sufrido hasta ese momento. En estos tiempos en que se reivindican convivencias pretéritas puede servir de advertencia, quizá involuntaria: en el pasado no se pueden encontrar paraísos perdidos a los que volver, sino realidades conflictivas que a algunos individuos concretos, por sus circunstancias particulares, les podían parecer paradisíacas.

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Abbas Kiarostami, el hombre que inventó el cine iraní y le dio un sabor especial a las cerezas

martes, julio 5th, 2016
En 2010 dirigió por primera vez a una estrella. Fue la francesa Juliette Binoche, protagonista de Copia Certificada.  Foto: efe

En 2010 dirigió por primera vez a una estrella. Fue la francesa Juliette Binoche, protagonista de Copia Certificada. Foto: efe

Ha muerto en París, a los 76 años de edad, víctima de un cáncer gastrointestinal. Cineasta, poeta y fotógrafo, fue un artista total que logró imponer otra mirada a un cine sin concesiones, mezcla de realidad y poesía, siempre profundo, siempre desafiante.

Ciudad de México, 5 de julio (SinEmbargo).- “Hay violencia en la vida real, pero nunca impondría la violencia en una película sólo para atraer a la audiencia”, solía decir el cineasta iraní Abbas Kiarostami (1940-2016), quien en la víspera perdió la batalla contra el cáncer y dejó al cine contemporáneo sin su majestuosa voz silenciosa, sin su universo contemplativo, sin la poesía de su cámara indagadora.

Kiarostami fue fotógrafo, poeta, director de cine y sobre todo un hombre que amaba reflexionar, cargar de preguntas antes que respuestas su vocación artística, deslindando por ello la fuerza avasalladora de la religión que exhorta a hacer lo que ella impone, sin un pensamiento analítico  que relativice verdades tan contundentes.

Amaba la poesía porque siempre huye de uno y era difícil de entender. “Cada vez que lees un poema, siempre es distinto. En la oscuridad, el poema sigue ahí y siempre está para ti”, decía el hombre que vestía de negro y que no sembraba aquello tan mentado de orgullo nacional.

“Soy iraní, es algo que simplemente sucede. No me siento más o menos orgulloso por ello”, afirmaba el nacido en Teherán en 1940, dueño de un lenguaje cinematográfico que inició con la realización de películas didácticas, la primera de las cuales fue el cortometraje El pan y la calle (Nān va koutcheh, 1970), primer paso de un camino que lo llevó a ser aclamado internacionalmente con El sabor de las cerezas (Tam-e gilās, 1997), con la que ganó la Palma de Oro en Cannes.

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¿A QUÉ HOJA LE TOCARÁ EL TURNO DE CAER?

“Con el siguiente viento  ¿a qué hoja le tocará el turno de caer?” es un haiku de Abbas Kiarostami con el que el joven cineasta mexicano Alejandro Cárdenas decidió despedir al maestro del cine iraní, en una de las tantas muestras de condolencias expresadas sobre todo por los más jóvenes trabajadores del cine.

Tanto en el género documental como de ficción, el director fallecido ayer nunca abandonó su espíritu didáctico y jamás renunció a los postulados de su propia fe creadora, cultivando un cine realista y poético a la vez que no se doblegó a las modas ni mucho menos a Hollywood, desde donde fue tentado muchas veces para dirigir a grandes estrellas del séptimo arte.

El cadáver de Kiarostami será trasladado a Irán. Foto especial

El cadáver de Kiarostami será trasladado a Irán. Foto especial

“No tengo palabras”, escribe en su muro de Facebook la guionista y escritora argentina Gabriela Vidal, mientras que el joven crítico mexicano Mauricio González lo destaca como “uno de los pocos que ha respondido literalmente a la gran pregunta: ¿por qué no matarnos? Por el sabor de las cerezas”.

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El director de la inmensa A través de los olivos, de la nostálgica Primer plano y El viento nos llevará con la que indagó los conflictos entre el mundo rural y el urbano, fue prohibido en Irán, cuyas autoridades le negaron sistemáticamente el estreno de sus filmes en el país donde nació.

“Mis películas no se estrenan en Irán y el Gobierno no me ha dado permiso para rodar el guión de la próxima, así que la voy a rodar en Japón. El mayor peligro que yo afronto es la muerte artística”, dijo en una entrevista otorgada en 2010 a El Periódico de Catalunya.

Fue en el marco de la que es considerada su película más comercial, protagonizada por la actriz francesa Juliette Binoche, Copia certificada, basada en una anécdota personal del propio director y cuyo guión estuvo a cargo del famoso Jean Claude Carriere.

“Al principio no nos entendíamos. Ella se empeñaba en interpretar el personaje recurriendo a distintos arquetipos femeninos, pero yo le decía: “La mujer que estás interpretando es Juliette Binoche, no busques modelos externos, eres tú”. Luego ella me confesó que sentía pudor de que el público la asociara con el personaje, pero finalmente puso todo su corazón en él”, contó Kiarostami en la entrevista mencionada.

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De Abbas Kiarostami es el documental ABC Africa (2001) la película Ten (Dah, 2002) -formada por diez conversaciones en un coche, un largometraje sin diálogos ni personajes-, Five (Panj, 2003) (8) y 10 on Ten (2004) (9), diez lecciones de cine mientras conduce por varios escenarios de sus filmes.

También ha participado en varias producciones internacionales como el proyecto colectivo de homenaje a Jean Vigo À propos de Nice, la suite (1995), Tickets (Belit hā, 2005) -que dirigió con Ermanno Olmi y Ken Loach-, Chacun son cinéma (2007) que agrupa 33 cortos de 3 minutos en homenaje al Festival de Cannes.

Le temía más a la invasión cultural de Hollywood que al poder militar de los Estados Unidos, tal como lo dejó claro en una entrevista otorgada al periódico español El País, en 2004.

“No quiero decir que el ejército de EE.UU. no sea peligroso, sino que la invasión cultural, el hecho de que haya tantas salas y tanta gente consumiendo cine estadounidense, es todavía más peligroso. Pero la fuerza de ese cine procede de su poder económico y el poder económico se alimenta del poder militar”, afirmó.

“Últimamente cada vez hago más fotografías, así que no puedo decir que no hay influencia. Estoy haciendo una exposición en París y algunos me dicen que mis fotos cuentan historias y mis películas parecen fotos. Es una buena definición”, dijo también en aquella oportunidad, reaccionando frente a las críticas por los que algunos consideran un cine demasiado estático.

“Se nos murió Kiarostami y tengo que ir a ver La Era del Hielo 5. Como decía el gran Abbas: Y la vida continúa”…, escribió en tuiter el crítico argentino Diego Battle, mientras que el cineasta mexicano Rigoberto Perezcano colgó una fotografía donde Kiarostami, que fue presidente del jurado en el festival de cine de Marrakech, le entrega el premio por Norteado.

“Uno de mis más grandes recuerdos. Descanse en paz, maestro Abbas Kiarostami”, dice el también director de Carmín Tropical.

Vivía en Teherán, murió en París, lo acusan de haber inventado el cine iraní y hoy muchos lo lloran como uno de los grandes de verdad. Su última película fue Like someone in love (2012), crónica del encuentro fortuito entre tres personajes en el Tokio contemporáneo.

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