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COVID-19 brotó entre jornaleros agrícolas y sus familias en 4 estados, y hay dos muertos: Red

miércoles, julio 8th, 2020

Entre hacinamiento, explotación infantil, desregulación de transporte de una zona a otra y sin seguridad social, la COVID-19 brotó entre jornaleros agrícolas y sus familias, a pesar de las guías de medidas sanitarias distribuidas por la Secretaría del Trabajo a las empresas productoras.

Ciudad de México, 8 julio (SinEmbargo).– Durante la pandemia se han registrado brotes de contagio de la COVID-19 en albergues donde viven en hacinamiento jornaleros agrícolas y sus familias en Sonora, Chihuahua, Zacatecas y Baja California Sur. Al menos dos han fallecido en Delicias y Fresnillo, reportó la Red Nacional de Jornaleros y Jornaleras Agrícolas durante una conferencia de la Secretaría de Agricultura (Sader).

La Secretaría de Salud no brinda información periódica sobre casos positivos de coronavirus en la población jornalera, donde ocho de cada diez no tienen seguridad social. El 18 de junio la delegación de Chihuahua esbozó que hubo un brote en Meoqui con 27 casos y un muerto.

La coordinadora de la Red, Isabel Margarita Nemecio, detalló a SinEmbargo que entre junio y julio se han registrado brotes en Poblado Miguel Alemán, Sonora (11 casos); en Delicias, Chihuahua (un jornalero falleció) y Meoqui (27 casos en un albergue); Fresnillo, Zacatecas (una mujer jornalera falleció); Vizcaíno, Baja California Sur (se desconoce el número de casos) y 3 mil jornaleros procedentes de Guerrero, Michoacán, Nayarit y Sinaloa se encuentran en alto riesgo de infección en Zacatecas debido al hacinamiento en el que viven concentrados en bodegas, en grupos de entre 40 y 60 personas, incluso familias completas.

“No hay medidas de higiene. Al ser bodegas no se pueden garantizar las medidas de las Guías de la Secretaría del Trabajo. Existen, pero quién vigila que se apliquen”, dijo Nemecio. No descarta que haya más casos no detectados. En Guanajuato se sabe que falleció un jornalero indígena oriundo de la Montaña de Guerrero y lo enterraron en algún panteón cercano al campo agrícola donde laboraba. Pero no ha podido localizar a la familia para confirmarlo.

La falta de insumos médicos en los centros de salud, su lejanía o la carencia de seguridad social ha limitado la identificación y atención de contagios, detectó la Red Nacional de Jornaleros.

A nivel nacional, hay 2 millones y medio de jornaleros y jornaleras en la agricultura, sin embargo, ya que suelen viajar con sus familias, se estima que la población impactada por esta actividad laboral alcanza los 5.9 millones de personas, reporta el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).

Desde Guerrero, Abel Barrera, director del Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan, recriminó que “los que dan de comer a México son los trabajadores más vulnerables y a los que no se está protegiendo”.

La Secretaria del Trabajo Luisa María Alcalde Luján coincidió durante el conversatorio que gracias a la actividad de los jornaleros y familias campesinas no hemos tenido ningún problema de desabasto, ya que el campo no ha parado ni en semáforo rojo al considerarse una actividad esencial bajo determinadas medidas sanitarias.

En Baja California, Sonora, Sinaloa y Baja California Sur, donde predomina la producción de hortalizas y frutas para atender el mercado de Estados Unidos, se concentra el 80 por ciento (cerca de 200 mil personas) de la población jornalera del norte de México. Tienen circuitos laborales con entidades del centro y sur del país, como Guerrero, Veracruz, Oaxaca, Sinaloa, Chiapas, Puebla y Guanajuato, que concentra el 46.5 por ciento de la población jornalera a nivel nacional, esto es poco más de 500 mil. En Chihuahua, Coahuila, Nuevo León, Tamaulipas y Durango domina la producción frutícola, algodonera y cañera, documenta el informe “Los jornaleros agrícolas migrantes” del Colegio de la Frontera Norte (Colef).

Ganan el salario mínimo de 185 pesos diarios (por 8 horas en temporada baja) y unos 400 pesos (por horas extras en temporada alta).

Jornaleros agrícolas con cubrebocas respetan distanciamiento social. Foto: Cortesía de la empresa San Vicente Camalu, en Valle de San Quintín, Baja California, 2020, publicada por el informe del Colef.

El 22 de abril, expuso Alcalde, se publicó la Guía de Acción para los Centros de Trabajo Agrícolas ante la COVID, la cual proporciona una serie de recomendaciones para la planeación, capacitación, prevención, protección y monitoreo desde la cosecha hasta la distribución. Y también la Guía para el Retorno Seguro de Jornaleros Agrícolas que brinda ocho recomendaciones, considerando promoción de la salud, filtros de control, equipos de protección y medidas específicas para el retorno seguro en el transporte.

En el caso de Driscoll’s, empresa de producción de berries, su Director general Mario Steta compartió que han implementado estas guías con acciones como escalonar horarios, modificar las estaciones de miles de lavados de manos para que se activen con los pies; evitar compartir comida y utensilios de cocina; y proveer insumos de protección. Cuentan con personal médico para detectar contagios y aislarlos, se toma la temperatura y se instalaron arcos de desinfección.

La Secretaria del Trabajo Luisa María Alcalde agregó que a través del Programa de Movilidad Laboral para Jornaleros Agrícolas se colocaron 5 mil 878 jornaleros en empresas que respeten la Ley Federal del Trabajo (prestaciones de ley, seguridad social, vivienda adecuada, transporte con seguro de protección de accidentes) y se continuó con el Programa de Trabajadores temporales México-Canadá con 13 mil jornaleros con contrato de 6 meses, jornada de 8 horas, salario de 14 dólares por hora con movilidad ordenada y segura.

Jornaleros se alistan para abordar el camión de Guerrero hacia el norte. Foto: Cuartoscuro.

Sin embargo, la coordinadora de la Red Nacional de Jornaleros Isabel Nemecio expuso que esta serie de medidas de la Secretaría del Trabajo se han visto “limitadas” porque, ante la falta de un diagnóstico y perfil del sector, algunas de las rutas de desplazamiento de los jornaleros no están identificadas e incluso hay quienes se movilizan por su cuenta.

Y si bien hay empresas que generan condiciones laborales idóneas, también hay otras que “no están tomando ninguna medida” pese a las guías, dijo Nemecio.

Abel Barrera, director del Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan, agregó que a pesar de que la migración jornalera incrementará en estos meses por la crisis económica, no hay un registro claro de las empresas de transportistas que no brindan un seguro del viajero, ni monitoreo en “campos de esclavitud” que aún operan de manera irregular.

Además, dijo Isabel Nemecio de la Red Nacional de Jornaleros, no en todos los centros de trabajo se les garantiza vivienda a la población jornalera, por lo que “las familias tienen que organizarse para alquilar casas con carencia de servicios, donde no pueden estar en condiciones salubres de distanciamiento social”.

Barrera coincidió que “el quedarse en casas es quedarse en galeras, en los surcos y en el suelo. Estar sin agua y que los niños no estén en sus comunidades ni en escuelas”.

Jornaleros agrícolas descansan en literas después de trabajar. Foto: Laura Velasco. Valle de Santo Domingo, Comondú. Baja California Sur, 2014, publicada en el informe de Colef.

Sobre la situación particular de las mujeres jornaleras, Gisela Espinosa, académica de Desarrollo Rural de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), abundó que llegan con desventaja porque desconocen sus derechos laborales y algunas son analfabetas o monolingües, lo que les dificulta la comunicación con personas que hablan español o inglés.

“Tienen doble jornada. No importa que trabajen en los campos porque tienen que realizar tareas de cuidado y reproductivas en las áreas habitacionales, donde el hacinamiento es muy fuerte y el acceso a agua potable es deficiente”, afirmó. “La sana distancia es imposible”.

Algunas mujeres jornaleras laboran embarazadas. Foto: Cuartoscuro.

Otro de los retos en el marco del T-MEC, dijo la Secretaria del Trabajo Luisa Alcalde, es erradicar el trabajo infantil en las actividades agrícolas.

“No solo es inspeccionar y prohibirlo, sino atender la pobreza y falta de infraestructura educativa y de salud para que las familias agrícolas que migran encuentren al llegar en los campos agrícolas la posibilidad de que los niños sigan estudiando y que se integren a los programas de Bienestar, que sean un incentivo real para que los niños no tengan que trabajar y apoyar en el sustento familiar”, afirmó.

RETOS EN DETECCIÓN Y ATENCIÓN DE CASOS 

Ricardo Cortés Alcalá, Director general de Promoción de la Salud, ejemplificó que en el municipio jornalero de Vicente Guerrero, en Baja California, hay 36 unidades de primer nivel de atención fijas y móviles con personal médico, enfermería y promoción de salud, un hospital rural del IMSS-Bienestar y otro servicio del ISSSTE.

La causa principal de enfermedad en esa zona, detectó, son las infecciones respiratorias agudas. En 2018 se tuvieron más de 30 mil casos y seguramente esta cifra se incrementará por el coronavirus, estimó.

“Hay que dar tratamiento médico, pero también hay que analizar muy de cerca los determinantes de la salud que hay que atacar como la educación, alimentación nutritiva y no procesada, servicios básicos, empoderamiento de la comunidad con información para tomar decisiones correctas y lograr la corresponsabilidad entre sociedad y gobierno para el cuidado de la salud”, dijo.

Pero la coordinadora de la Red Nacional de Jornaleros Isabel Margarita Nemecio alertó que a veces las brigadas de salud solo cubren ciertas áreas o las unidades de salud están muy alejadas de los centros de trabajo de los jornaleros.

Abel Barrera, director del Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan, dijo que no hay instancias gubernamentales que atiendan con módulos de salud desde los puntos principales de salida de la población jornalera en Cochoapa, Tlapa y Metlatónoc.

“Están saliendo sin ninguna protección ni diagnóstico”, dijo.

Solo en mayo y junio migraron alrededor de 6 mil personas de la entidad sureña hacia Chihuahua, Zacatecas y Baja California. Muchas de las mujeres van embarazadas o con sus bebés en brazos y, en plena pandemia, trabajan embarazadas.

Por 185 pesos diarios, millones de jornaleros mexicanos viven el COVID-19 en movilidad constante

domingo, abril 26th, 2020

Sin sana distancia en los campamentos, aislados de centros de salud y en constante movilidad entre estados, los más de 200 mil jornaleros agrícolas y sus familias de la región norte continúan produciendo frutas y hortalizas durante la pandemia ya en Fase 3, alerta un informe del Colegio de la Frontera Norte. A nivel nacional hay 5 millones de jornaleros y familiares.

Ciudad de México, 26 de abril (SinEmbargo).– Nacen en un estado, como Guerrero, Oaxaca o Veracruz. Intermediarios los enganchan para laborar en producción de hortalizas, azúcar, algodón o frutas por el salario mínimo de 185 pesos diarios (por 8 horas en temporada baja) y unos 400 pesos (por horas extras en temporada alta) hasta la región norte, donde viven hacinados en campamentos, y de ahí abordan una calafia o una van para recorrer alguna otra ruta migratoria interna, incluso con niños, y laborar en otra zona bajo el sol. Las empresas transportistas al tener concesión no se responsabilizan de accidentes o enfermedades durante el camino, documenta el informe “Los jornaleros agrícolas migrantes” del Colegio de la Frontera Norte (Colef).

En Baja California, Sonora, Sinaloa y Baja California Sur, donde predomina la producción de hortalizas y frutas para atender el mercado de Estados Unidos, se concentra el 80 por ciento (cerca de 200 mil personas) de la población jornalera solo del norte de México. Tienen circuitos laborales con entidades del centro y sur del país, como Guerrero, Veracruz, Oaxaca, Sinaloa, Chiapas, Puebla y Guanajuato, que concentra el 46.5 por ciento de la población jornalera a nivel nacional, esto es poco más de 500 mil. En Chihuahua, Coahuila, Nuevo León, Tamaulipas y Durango domina la producción frutícola, algodonera y cañera, dimensiona el estudio.

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“En el contexto de la pandemia del COVID-19, asociado a la configuración del sistema nacional de salud pública, los jornaleros agrícolas constituyen una población altamente vulnerable por dos fuentes de riesgo provenientes del modelo de producción agroexportador: las formas de traslado desde sus lugares de residencia y las formas de vivienda en campamento, ambas caracterizadas por el hacinamiento [y el aislamiento de centros de salud]”, expone.

A nivel nacional, hay 2 millones y medio de jornaleros en la agricultura, sin embargo, ya que suelen viajar con sus familias, se estima que la población impactada por esta actividad laboral alcanza los 5.9 millones de personas, de acuerdo con cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).

La Secretaría de Trabajo y la de Bienestar son las encargadas de regular a las empresas y de apoyar con programas a los jornaleros, cuya eficacia no ha sido evaluada por el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval).

Aunque los sindicatos independientes han sido claves en visibilizar las condiciones laborales y mantenido demandas de mejoras durante años, “el nivel de afiliación es bajísimo y tienen nula incidencia”, lo cual se refleja –junto con “la poca presión de autoridades del trabajo”– en el salario mínimo que los trabajadores reciben incluso de trasnacionales y las jornadas excesivas en temporada alta, dijo en entrevista el investigador Óscar Contreras, uno de los autores del informe del Colef.

Estos meses están en temporada baja. La alta, donde les pagan a destajo según el cultivo, viene de mayo a julio y de agosto a octubre. “Históricamente han estado en estas condiciones precarias desde que iniciaron las grandes inversiones en la agricultura de exportación. Se esperaría un cambio de este Gobierno en empujar a las empresas para mejorarlas, pero no se ha visto”, aseguró.

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Jornaleros agrícolas con cubrebocas respetan distanciamiento social. Foto: Cortesía de la empresa San Vicente Camalu, en Valle de San Quintín, Baja California, 2020, publicada por el informe del Colef.

El estudio advierte que “al regresar enfermos a sus comunidades existe mayor riesgo de propagación del virus entre los sectores de la población más pobres y marginados del país [el sureste]”.

Tal riesgo ha llevado a empresarios del Valle de San Quintín a sanitizar los camiones que utilizan para el traslado de trabajadores. El investigador Óscar Contreras amplió que durante esta fase 3 al menos en Baja California y Baja California Sur se están tomando medidas de sanitización y monitoreo de temperatura, sobre todo en las grandes empresas agroindustriales.

Dada su participación en las cadenas de producción de alimentos y su condición de precariedad, que los lleva a vivir al día, los jornaleros agrícolas difícilmente podrán parar de trabajar durante esta pandemia.

LA CONSTANTE MOVILIDAD

El modelo de producción intensiva de la agroindustria requiere flexibilidad laboral en tiempo y cantidad, por lo que los empresarios del sector buscan trabajadores a distancia para jornadas temporales en los campos agrícolas. Aunque domina el contrato de población local o bien asentados (79 por ciento), la estrategia de traslado sigue estando presente tanto a larga distancia como a corta distancia (23 por ciento) en las diferentes regiones agrícolas del país.

“La movilidad de personas y las condiciones en las que viajan constituyen una fuente de vulnerabilidad y de expansión del contagio, debido a que los trabajadores son trasladados desde diferentes partes del país y lo hacen en hacinamiento, muy lejos de la sana distancia requerida para el control de la velocidad del contagio”, advierte el informe del Colef, también coordinado por las académicas Laura Velasco y Marie Laure Coubès .

La mayoría de los trabajadores se trasladan en camiones contratados por las empresas. Algunas pueden ser camionetas tipo van o de redilas con capacidad entre 10 o 20 personas, mientras otras de mayor tamaño tipo autobús con capacidad entre 35 y 50 asientos.

Los autobuses trasladan tanto a trabajadores asentados como a trabajadores migrantes de larga distancia y su flujo es mayor en ciertas épocas de año.

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Jornaleros son transportados en una camioneta. Foto: Archivo, antes del coronavirus, de la Red Nacional de Jornaleros y Jornaleras Agrícolas.

CAMPAMENTOS AISLADOS Y HACINADOS 

El uso de campamentos para albergar jornaleros agrícolas durante los ciclos de cultivo y cosecha es diferencial según el acceso a mano de obra local. En el caso de los aislados geográficamente implica un reto para la atención de la salud de los trabajadores.

La región del Valle de Vizcaíno, Baja California Sur, es de las más aisladas, donde predominan familias que habitan en campamentos con residencias separadas y prácticamente la totalidad de los trabajadores viven en campamentos, por lo que tienen patrones de mayor segregación que en el Valle de Santo Domingo, donde hay un patrón de asentamiento importante y menor segregación en términos generales, expone el informe del Colegio de la Frontera Norte.

Sin embargo, en el Valle de Santo Domingo, BCS, dominan los campamentos tipo galera, donde el trabajador solo tiene acceso a un camastro en litera, por lo que el hacinamiento es mayor.

Se ha observado que más del 90 por ciento de la población jornalera en el Valle de Vizcaíno suele vivir en campamentos medianos y grandes donde puede haber desde 150 a más de 400 viviendas. Los refugios son de un solo cuarto, que va de 15.6 a 21.3 metros cuadrados, donde viven entre 3.4 y 4.2 personas, con 67 por ciento de la población total viviendo en condiciones de hacinamiento, reporta el informe.

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Jornaleros agrícolas descansan en literas después de trabajar. Foto: Laura Velasco. Valle de Santo
Domingo, Comondú. Baja California Sur, 2014, publicada en el informe de Colef.

¿QUIÉNES DEBEN ACTUAR CONTRA CONTAGIOS?

El Colegio de la Frontera Norte expone en el informe que las autoridades gubernamentales, las empresas que contratan y albergan a través de los Consejos Agrícolas de los estados y los sindicatos de jornaleros deben informar a los trabajadores en sus lenguas indígenas sobre el coronavirus; tomarles la temperatura en salida y llegada; monitorear los contagios en campamentos; atender a personas que presenten síntomas e identificar a infectados, y contar con un protocolo de canalización a los hospitales cercanos en atención a los enfermos graves.

También deben revisar las condiciones de vivienda al interior de los campamentos y entre las personas en las separadas, así como garantizar que se guarde una distancia mínima entre los trabajadores; evitar el hacinamiento en los camiones y asegurar la generalización de los protocolos de uso de gel desinfectante entre los trabajadores y la sanitización de los transportes.

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Una jornalera carga un costal con chiles. Foto: Archivo, antes del coronavirus, de la Red Nacional de Jornaleros y Jornaleras Agrícolas.

El desplazamiento y la contratación de jornaleros agrícolas está regulado por el Subprograma Movilidad Laboral de Jornaleros Agrícolas, del Programa de Apoyo al Empleo de la Subsecretaría de Empleo y Productividad Laboral de la Secretaría del Trabajo, donde se lleva el control de las empresas y sus necesidades de trabajadores jornaleros y los traslados de origen a destino.

“A lo más que llegan es a tener registro de los trabajadores que participan en las regiones agrícolas y no mucho más. No hay acciones directas de apoyo a las condiciones de vida y de trabajo”, expuso uno de los autores del informe, Óscar Contreras.

El segundo actor gubernamental es el Programa de Atención a Jornaleros Agrícolas (PAJA) que depende de la Secretaría de Bienestar, encargada de atender las condiciones de vida de la población jornalera agrícola y de sus hogares en cuando a salud, educación y alimentación. Y el tercer actor es el Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas (INPI), dada la importante composición indígena de la población jornalera en el país.

Olvidados por el Gobierno de Guerrero, indígenas Na Savi son desplazados en extrema pobreza

sábado, enero 26th, 2019

Cerca de 200 mujeres y hombres, entre ellos más de 45 niños y niñas provenientes de Cochoapa y Metlaltónoc han sido desplazados al municipio de Tlapa, en Guerrero. La pobreza, la falta de apoyos gubernamentales orientados al campo y los desastres naturales los han convertido en habitantes nómadas en busca de mejores oportunidades que les permitan una vida digna. Sin ninguna otra alternativa han caminado desde la región de La Montaña para llamar la atención del nuevo Gobierno federal.

Ciudad de México, 26 de enero (SinEmbargo).- Felipe es originario de Cochoapa, un municipio en la montaña de Guerrero en el que servicios como hospitales o escuelas son escasos. Desde hace algunos años migró al municipio de Tlapa de Comonfort donde aprendió el idioma español y pudo concluir la secundaria. Su situación económica no le permitió continuar con sus estudios por lo que tuvo que comenzar a trabajar en actividades de albañilería.

Como Felipe, muchas otras personas de su comunidad se desplazan de manera continua entre la montaña para poder estudiar o para poder recibir atención médica. Cada vez que es necesario los habitantes de estos dos municipios invierten el poco dinero con el que cuentan  para poder atender sus enfermedades en los hospitales de Tlapa; cuando las cosas son más difíciles tienen que ir hasta Chilpancingo, un gasto mayor que pocos pueden sostener.

El joven establecido en Tlapa fue sorprendido hace tres meses por  familias enteras. Habitantes de Chochoapa y Metlaltónoc, hablantes del idioma tu’un savi, habían decidido desplazarse para abandonar las duras condiciones de vulnerabilidad en las que se encontraban: pobreza, marginación y falta de servicios sociales que se habían agraviado en 2013, cuando las tormentas “Ingrid” y “Manuel” dejaron el territorio totalmente dañado. Más de 200 mujeres y hombres, entre ellos más de 45 niños y niñas, dejaron atrás su lugar de origen.

“Quedó totalmente rajado”, afirmó Felipe, quien a su vez recordó cómo después del desastre los comuneros de Cochoapa solicitaron el apoyo de Enrique Peña Nieto, sin que él o algunas  autoridades locales les brindaran respuestas. Los habían dejado en el abandono y el olvido.

La pobreza, la falta de apoyos gubernamentales orientados al campo y los desastres naturales habían convertido a los indígenas Na Savi en habitantes nómadas. Sin ninguna otra alternativa caminaron desde la montaña para llamar la atención del nuevo gobierno.

El 20 de noviembre del 2018 se establecieron en un terreno baldío de la colonia Las Mesas, de Tlapa de Comonfort, sin saber saber que éste le pertenecía a alguien. A los dos días de su llegada, Constancio Sánchez, apoderado legal del terreno, les exigió que pagaran el precio del terreno -450 mil pesos- o de lo contrario salieran del territorio. Sin alternativas permanecieron en el lugar.

Familias desplazadas de Cochoapa el Grande y Metlatónoc, en Guerrero, intentan ser desalojados de un terreno Baldío en la Colonias Las Mesas del municipio de Tlapa. Foto: Cortesía Tlachinollan.

Neil Arias, integrante del Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan,  afirma que con ánimo resolutivo los habitantes de Cochoapa y Metlatónoc buscaron el apoyo del gobierno. En noviembre sostuvieron algunas reuniones con Dionisio Pichardo, Presidente Municipal de Tlapa, quien no pudo más que comprometerse con ellos a no usar la fuerza pública para desalojarlos.

Sin embargo, al no poder pagar la cuantiosa cifra, el 13 de enero, los indígenas Na Savi fueron desalojados con maquinaria pesada y camiones de volteo. Los encargados del desalojo acabaron con sus chozas improvisadas, además de los colchones y cobijas que habían conseguido para dormir, y las reservas de frijol y maíz con las que contaban.

El acto fue ordenado por el supuesto apoderado legal del terreno y observado por la policía preventiva municipal. Los oficiales de seguridad no hicieron nada por defender a los comuneros. Incluso, afirmó Arias,  se olvidaron de brindar atención a la señora Florentina Vázquez Martínez, quien fue golpeada hasta sufrir un desmayo y posteriormente llevada  al Hospital Regional de Tlapa por sus propios compañeros.

Al hablar sobre la historia del desplazamiento, Felipe insistió una y otra vez en la necesidad de que el nuevo gobierno preste atención a su caso. El 12 de enero tuvieron oportunidad de reunirse con el nuevo Presidente Andrés Manuel López Obrador, quien realizó una visita a Tlapa. Los habitantes de ambas comunidades le extendieron sus necesidades. El encuentro les dio esperanza, sin embargo, en ellos aún persiste la duda ocasionada por el silencio.

Los comuneros están dispuestos a cruzar todos los caminos que sean necesarios para que se les brinden los apoyos que requieren para encontrar un sitio donde establecerse. Actualmente se encuentran en un terreno cercano al Hospital regional de Tlapa, fueron llevados por la organización Tlachinollan.

“Nosotros no queremos quitarle su terreno a nadie, queremos buscar la manera de pagarle. No sabíamos que el terreno tenía un dueño. Al Presidente [Andrés Manuel López Obrador] le entregamos en sus manos una petición y si no recibimos respuesta vamos a ir a México, a su oficina. Vamos a esperar a que nos diga algo”, agregó Felipe.

Decenas de adultos y niños se establecieron en el campamento de Las Mesas. Ahí, con palos, cobijas y lonas construyeron pequeños refugios para resguardarse de la lluvia, el calor y el frío. Las familias aseguran que prefieren morir en Tlapa que regresar a sus pueblos, pues allá no tienen futuro. Foto: Yaotl Silva, Cuartoscuro

CAUSAS DEL DESPLAZAMIENTO

Los principios rectores de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) establecen que los desplazados internos son “personas o grupos de personas que se han visto forzadas u obligadas a escapar o huir de su hogar o de su lugar de residencia habitual, en particular como resultado o para evitar los efectos de un conflicto armado, de situaciones de violencia generalizada, de violaciones de derechos humanos o de catástrofes naturales o provocadas por el ser humano, y que no han cruzado una frontera estatal internacionalmente reconocida”.

Ramón Martínez, experto en desplazamiento forzado y defensor de la tierra, explicó que existe una necesidad en diferenciar los conceptos de migración y desplazamiento forzado, teniendo en cuenta que el segundo implica todas aquellas condiciones que ponen en riesgo la vida de un individuo o de una comunidad.

“En México, el desplazamiento forzado tiene como origen la violación generalizada de derechos, la violencia generalizada o la situación de conflicto social que puede tener variantes como el conflicto, o por el despojo territorial de comunidades para la construcción de infraestructura gigante, para megaproyectos o para la privatización de la tierra, con todo un conglomerado de privatización de los recursos, un modo sistemático de despojo que por generaciones se ha producido”, afirmó el especialista.

De acuerdo con el experto, en México el desplazamiento forzado comenzó a repuntar en el 2012 cuando se incrementaron los actos violentos cometidos por el crimen organizado y por el Estado, este último ha cometido actos para destituir de sus tierra a las comunidades para construir  infraestructuras gigantes y megaproyectos. Asimismo, refirió que el fenómeno ha persistido por una falta de voluntad política para regularlo.

“Hay falta de voluntad política, falta de herramientas institucionales y legales y hay una falta de conciencia socio-política de este fenómeno generalizado en México (…) La agenda legislativa federal todavía es omisa del tema”, afirmó Martínez.

Unas 152 familias de Cochoapa el Grande en su mayoría dedicadas a la siembra de amapola se desplazaron de sus comunidades debido a la caída en las ventas de la planta, que es su principal sustento. ONGs exigen a los gobiernos estatal y federal que brinden atención rápida a los indígenas. Foto: Yaotl Silva, Cuartoscuro

En el marco existen criterios de subjetividad, sin embargo, la ausencia de servicios sanitarios y alimentarios pueden ser considerados como motivos de desplazamiento al tener en cuenta que su ausencia son una negación de derechos humanos.

Los habitantes de Cochoapa y Metlatónoc fueron alentados a desplazarse por  la negación histórica de dichos servicios, así como por la manifestación de los efectos de dos fenómenos naturales.

Paulino Rodríguez, responsable de atención y acompañamiento de jornaleros agrícolas y migrantes transfronterizos del Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan, reconoce como principales motivos para el desplazamiento de los habitantes de la montaña de Guerrero la falta de atención que ha recaído sobre ellos:

“La población de Guerrero migra principalmente por la falta de empleo, porque sus suelos no son fértiles para sembrar lo más básico: maíz frijol. La marginación, la pobreza y la falta de políticas públicas para atender estas problemáticas obliga a las familias a migrar, principalmente a los campos agrícolas del interior del país. Un motivo nuevo de migración también es la violencia”.

El fenómeno histórico en Guerrero se explica  al conocer las condiciones sociales de pobreza, marginación y violencia.

LA MARGINACIÓN

En el 2016 las mediciones de pobreza del Coneval estimaban que el 43.6 por ciento de los mexicanos vivía en pobreza; es decir, 53.4 millones de personas enfrentaban por lo menos una carencia de los seis indicadores: rezago educativo, acceso a servicios de salud, acceso a la seguridad social, calidad y espacios de vivienda, servicios básicos de vivienda  y acceso a la alimentación. A su vez, otro 7.6 por ciento, 9.4 millones de personas, tenían tres o más carencias de las seis posibles.

Los estados del sur del país concentran los números más altos de pobreza y pobreza extrema. En estados como Chiapas, Oaxaca y Guerrero más del 60 por ciento de su población se encuentra en esta situación de vulnerabilidad. En este último al menos  2.31 millones de personas son pobres y otras 868 mil 10 están en pobreza extrema.

Entre los municipios de Guerrero con mayor porcentaje de carencias se encuentra Chochoapa el Grande, con una estimación de 87.7 por ciento de pobreza. Es el municipio más pobre del estado, seguido por Metlatónoc con una medición de 76.9 por ciento.

De acuerdo con los resultados de la Encuesta Intercensal 2015 Guerrero, elaborada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), ambos municipios presentan las cifras más altas de dependencia –valor que refleja el efecto de la fecundidad y la migración– y las carencias más grandes en materia educativa y de salud pública.

 En los rubros que se refieren a los porcentajes de la población asistente a la escuela, ambos municipios no están presentes por no presentar un número superior al 18 por ciento; sin embargo, en la tasa de analfabetismo encabezan la lista con un 56.1 por ciento para Cochoapa y un 43 por ciento para Metlatónoc.

Con un 99.1 por ciento y 98.5 por ciento de población autodenominada indígena, ninguno de los dos municipios se encuentra en el listado de población afiliada al sector público, esto a pesar de que las cifras más altas de hijos nacidos de mujeres de 15 a 49 años son para Cochoapa (de 3.3 hijos en promedio por mujer) y 3.1 para Metlatónoc. Lo mismo ocurre con el porcentaje de fallecimientos de mujeres mayores a 12 años: 17.7 por ciento para el primero y 13.9 para el segundo.

Las indicadores de marginalidad son aún más escandalosos cuando se comparan con el resto de la República. De acuerdo con las cifras del Índice de Desarrollo (IDH) elaboradas por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), el municipio de Chochoapa presenta las cifras más bajas 0.362 , frente a una media nacional de 0.732.

De igual forma es el segundo municipio con peor índice de educación, solo superado por Coicoyán de las Flores en Oaxaca y rebasado por más de ocho centésimas por la Alcaldía de Benito Juárez en la ciudad de México, 0.210 para el primero y 0.965 para el segundo.

El IDH calcula los niveles de vida digna, educación y salud, y se mide siempre en fracciones menores al número uno. La Alcaldía de Benito Juárez alcanza niveles superiores a los de Noruega, mientras que Cochoapa el Grande casi iguala a la República Democrática del Congo y es superado mínimamente por Liberia.

 VIOLENCIA, UNA AMENAZA LATENTE

El último informe de desplazamiento forzado presentado por la Comisión Mexicana de Defensa y Promoción de Derechos Humanos (CMDPDH) destacó que en el 2017 ocurrieron 25 eventos de desplazamiento forzado en México propiciados por la violencia.

En Guerrero se produjeron siete de los acontecimientos y afectaron a 5 mil 948 personas. Esto lo convirtió en el segundo estado con más episodios y en el segundo con más personas implicadas, sólo superado por Chiapas, que expulsó a 6 mil 090 personas.

En los últimos años, Guerrero se ha consolidado como uno de los estados más violentos de todo México. En 2010, la relación de muertes relacionadas con el narcotráfico había aumentado al triple, pasando de 289 eventos a 884 en un año. Las cifras fueron incrementándose con el paso de los años. En el 2013 el Sistema Nacional de Seguridad Pública lo consideró la entidad más violenta, con 2 mil 87 homicidios.

El 26 de septiembre del 2014 se produjo la desaparición forzada de 43 estudiantes de la Normal de Ayotzinapa  “Isidro Burgos”. En el 2017 la Red TDT, organismo no gubernamental de defensa de derechos humanos, convocó una Misión de Observación a Guerrero (MOG) que hizo especial énfasis en la zona de Chilapa, uno de los municipios más violentos del estado y en donde se documentaron varios casos de desaparición forzada y desplazamiento.

En 2018, representantes nahuas, na savi, me’phaa y mestizos de diferentes comunidades, integrantes del Consejo Indígena y Popular de Guerrero-Emiliano Zapata, denunciaron un fuerte clima de violencia en la montaña del estado y señalaron que la delincuencia organizada había asumido el control total del territorio.

En Guerrero se produjeron siete desplazamientos forzados en 2018 y afectaron a 5 mil 948 personas. Esto lo convirtió en el segundo estado con más episodios y en el segundo con más personas implicadas, sólo superado por Chiapas, que expulsó a 6 mil 090 personas. Foto: Yaotl Silva, Cuartoscuro

UN ESTADO SOSTENIDO POR MIGRANTES

La migración hacia territorios agrícolas al interior y exterior del país es una forma de vida en Guerrero. De acuerdo con las cifras del Inegi, en el estado hay una razón promedio de dependencia de 63, sin embargo en municipios como Cochoapa el Grande y  Metlatónoc hay más de 99 dependientes por cada 100 en edad laboral (119 y 118 respectivamente).

La migración de personas de la montaña, señaló Paulino Rodríguez, comenzó a finales de los años sesenta y desde entonces ha representado un flujo constante. Tan solo en la última temporada alta, ubicada entre los meses de septiembre a enero, se registraron con el Consejo de jornaleros entre 11 y 12 mil personas, pero se estima que el número rebasa las 30 mil.

Los principales destinos señalados por el experto son Sinaloa, Baja California, Chihuahua, Sonora, Jalisco, Zacatecas, Michoacán y Morelos. Aunque debido a la extensión de la siembra de chile en estados como San Luis Potosí, Guanajuato, Colima, Nayarit y Nuevo León, estos se han convertido en destinos.

En Estados Unidos los guerrerenses han optado por trasladarse al estado de California, Nueva York, New Jersey, Maryland, Virginia y Carolina del Norte.

“Los cambios para la región producidos por la migración han sido tanto positivos como negativos. Por una parte, las remesas  han elevado el nivel de vida. Las personas compran terrenos, constituyen viviendas, crean sus propios negocios, mantienen a sus familias que están en las comunidades de origen. Económicamente hay una potencialidad porque las remesas rebasan a los programas gubernamentales. Pero en la parte cultural hemos visto perderse algunas costumbres, se han retomado otros aspectos sociales, por ejemplo, la drogadicción, el alcoholismo y el vandalismo”, añadió Paulino, quien antes de formar parte del grupo de derechos humanos fue jornalero en diferentes campos agrícolas, incluyendo los de Estados Unidos.

Las familias de La Montaña se mantienen de la siembra de amapola y de los envíos de dinero por parte de familiares, empleados en los campos agrícolas del norte del país. Ante la baja en el precio de la planta se vieron obligadas a migrar para huir de la pobreza extrema. Foto: Yaotl Silva, Cuartoscuro

Sobre la población que más emigra aseveró que en el caso de la migración interna se trata de familias enteras. Los niños y sus madres son las que más padecen esta condición, sobre todo porque estas últimas se ven forzadas a realizar labores dobles que incluyen la razón de cuidado. En el caso de la migración a Estados Unidos ubicó a los jefes y jefas de familia como los sujetos principales, sin embargo sostuvo que en los últimos años ha aumentado el fenómeno entre jóvenes que van de los 13 a los 16 años.

Las cifras son inexactas, así lo señaló el experto y dijo que se debe en gran medida a la falta de voluntad del gobierno por prestar atención a dicho tema.

“El reto con el nuevo Gobierno federal es que retome estas cuestiones y cree una política pública para cuidar y proteger a las familias, principalmente jornaleros y jornaleros agrícolas. Y desde luego garantizar más la protección de los migrantes transfronterizos”, expusoRodríguez.

De cada 100 jornaleros en México, 7 reciben un aguinaldo y tienen vacaciones pagadas: Conapred

jueves, diciembre 28th, 2017

El Conapred denunció que en México, los jornaleros enfrentan situaciones de discriminación asociadas a sus altos niveles de marginación, su alta movilidad migratoria y el carácter informal de la mayor parte de sus relaciones laborales, así como por su origen étnico.

De acuerdo con los datos del Inegi, sólo tres de cada 100 personas trabajadoras agrícolas de apoyo (peones o jornaleros) tienen un contrato escrito. Su promedio de escolaridad es de 5.9 años, es decir, de primaria incompleta, además de que un cuarto de esa población (24 por ciento) no habla español sino una lengua indígena.

Respecto a las prestaciones laborales, únicamente siete de cada 100 trabajadores o trabajadoras agrícolas de apoyo obtienen prestaciones como aguinaldo y vacaciones con goce de sueldo.

Ciudad de México, 28 de diciembre (SinEmbargo).– Noventa y tres de cada cien jornaleros mexicanos no cuentan con seguro social, no reciben aguinaldo y vacaciones con goce de sueldo, además de trabajar sin contratos laborales y en condiciones precarias, denunció el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred).

De acuerdo con la ficha temática “Personas Jornaleras Agrícolas”, los jornaleros agrícolas son aquellos “trabajadores eventuales del campo que se emplean a cambio de un salario en labores que van desde la preparación del terreno, hasta el cuidado y cosecha de los cultivos.

En México, no existe una estimación real del número de personas jornaleras agrícolas. El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) reporta que existen 3 millones 885 mil trabajadores agropecuarios en el país, 2.5 millones de los cuales son peones o jornaleros en la agricultura. Sin embargo, ya que las personas jornaleras suelen viajar con sus familias, se estima que la población impactada por esta actividad laboral alcanza los 5.9 millones de personas, según cifras del Conapred.

“Las personas jornaleras tienden a trabajar por estaciones, por lo que hay períodos del año en que no reciben ingresos. Por otra parte, una proporción considerable no cuenta con un empleador fijo, por lo que cambia de lugar de trabajo frecuentemente (incluso tras un período de semanas o días) atendiendo necesidades temporales en cada uno. Lo anterior dificulta su acceso a contratos que formalicen sus actividades, prestaciones de seguridad social, e incluso condiciones de trabajo decente”, detalló el Conapred.

De acuerdo con los datos del Inegi, sólo tres de cada 100 personas trabajadoras agrícolas de apoyo (peones o jornaleros) tienen un contrato escrito; de ellas, seis de cada 10 tienen un contrato escrito temporal o eventual; las cuatro restantes son de base o planta.

El promedio de escolaridad de la población jornalera agrícola es de 5.9 años, es decir, de primaria incompleta y alrededor de un cuarto de esa población (24 por ciento) no habla español sino una lengua indígena.

Más de la mitad de las jornaleros se concentra en los estados de Chiapas, Guerrero, Michoacán, Oaxaca, Puebla y Veracruz. En cuanto al promedio de ocupantes en las viviendas donde reside al menos un trabajador agrícola es de cinco personas, mientras que el promedio nacional es de 3.7 personas.

El Conapred mencionó, con base en datos de Inegi, que las personas jornaleras ganan en promedio 18.5 pesos por hora laborada, cantidad que, a pesar de superar los 80.04 pesos diarios del salario mínimo, resulta insuficiente si se consideran los altos niveles de desempleo para esta población entre temporadas de cosecha y los gastos de traslado a zonas de trabajo.

Otro dato que reveló el Conapred es que de cada 100 personas que se dedican al trabajo agrícola, 66 son remuneradas y 34 no reciben ningún ingreso, sólo pago en especie. Además, solo cuatro cuentan con acceso a servicios de salud.

Respecto a las prestaciones laborales, únicamente siete de cada 100 trabajadores o trabajadoras agrícolas de apoyo obtienen prestaciones como aguinaldo y vacaciones con goce de sueldo.

POCOS AVANCES

El Conapred destacó que a pesar de que existen algunos esfuerzos por parte del Gobierno por garantizar los derechos humanos de las personas trabajadoras agrí­colas, este sector continúa desprotegidos.

A nivel nacional, la Secretaría de Desarrollo Social (Sedeso) cuenta con el Programa de Atención a Jornaleros Agrícolas (PAJA). PAJA busca contribuir al acceso efectivo de esta población a los derechos humanos, así como facilitar su acceso a la alimentación, educación y vivienda.

Sin embargo, dijo, sus apoyos no abordan las raíces de las necesidades de estas personas, por ejemplo, la informalidad y la marginación. Además, el programa no genera información suficiente para evaluar su propio impacto, por lo que es imposible conocer el grado en que logra su cometido.

En materia del trabajo infantil agrícola, el Gobierno de México se adhirió al proyecto “Alto al Trabajo infantil en la Agricultura” de la OIT en el periodo 2010-2014. El objetivo era retirar a niñas y niños de actividades productivas, protegerlas en sus lugares de trabajo o proveerlas de servicios educativos y no educativos para disminuir la probabilidad de que trabajaran.

A través de la STPS hoy se promueve una tercera etapa de cooperación técnica enfocada en la niñez indígena y el trabajo infantil que resulta de la migración de las y los jornaleros agrícolas y sus familias. Además, la misma Secretaría cuenta con el Distintivo Empresa Agrícola Libre de Trabajo Infantil (DEALTI) para conocer a las empresas agrícolas cuyos modelos buscan mejorar la calidad de vida de las y los trabajadores y sus familias o cuyas medidas buscan prevenir y erradicar el trabajo infantil.

A nivel estatal, algunas entidades han forjado alianzas con actores internacionales para promover los derechos de este sector. En Sinaloa, por ejemplo, la UNICEF y el gobierno estatal se han asociado con personas productoras y con el sector privado para capacitar a personal educativo o adoptar medidas que buscan erradicar el trabajo infantil en este ámbito.

Pese a los esfuerzos, las dinámicas laborales siguen permitiendo que sus pagos se condicionen a la cosecha de cierta cantidad de cultivos o el recorrido de un número determinado de surcos, denunció el Conapred.

“Esto ocasiona que las personas jornaleras agrícolas trabajen entre 9 y 15 horas diarias, incluso sin día de descanso. Adicionalmente, la informalidad de este sector condena a sus partícipes a una carencia generalizada de prestaciones, contratos y continuidad”, señaló.

LA INSEGURIDAD, OTRO PROBLEMA QUE ENFRENTAN

Las condiciones inhumanas de trabajo, vivienda y los malos pagos no son la única preocupación de los trabajadores del campo. En los últimos años se ha sumado el temor a ser secuestrados por las bandas narcos o caer en manos de capataces que sin su consentimiento los trasladan de un lugar a otro o los encierran en campamentos.

Ejemplos sobran: En junio de 2013 autoridades estatales en Jalisco rescataron a un grupo de 275 trabajadores agrícolas que vivía en condiciones de esclavitud en un campo del municipio de Tolimán. Eran obligados a trabajar para una empresa empacadora de jitomate.

En habitaciones de 16 metros vivían 3 familias de dos adultos y tres menores de edad cada una, los baños eran comunales, en los cuartos había chinches, les racionaban el agua, algunos estaban enfermos por el alimento en mal estado y la falta de atención médica, quienes intentaban escapar eran atrapados por los capataces y regresados a los campos.

En marzo de 2015 autoridades laborales rescataron a más 200 indígenas tarahumaras explotados en Baja California Sur, en una de las zonas cercanas a Los Cabos, uno de los destinos vacacionales preferidos por las grandes estrellas.

Entre el grupo había hombres, niños y mujeres que habían sido reclutados en el estado de Chihuahua por la empresa Corporativo El Cerezo Sociedad Agrícola y trasladados con engaños para trabajar en condiciones ilegales, insalubres y de miseria salarial.

Niños de SLP y Veracruz eran explotados en Coahuila como jornaleros agrícolas

viernes, agosto 5th, 2016

04Menores originarios de San Luis Potosí trabajaban en Coahuila como jornaleros agrícolas hasta 13 horas diarias y recibían 100 pesos. La policía de Saltillo los rescató junto con otros niños veracruzanos.

Foto: Cuartoscuro.

Explotación de menores como jornaleros agrícolas. Foto: Cuartoscuro.

Por Imelda Hernández

Ciudad de México, 5 de agosto (SinEmbargo/Pulso).– La delegación de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social en San Luis Potosí investiga el caso de dos menores de edad potosinos que fueron rescatados por la policía en Saltillo, Coahuila, donde trabajaban como jornaleros agrícolas en el predio conocido como San Eugenio, ejido de la Flor en Jimulco.

Edgar Durón Puente, delegado de la STyPS estatal, informó que los menores realizaban jornadas de 13 horas diarias y percibían cien pesos, situación considerada como explotación infantil y, explicó, es un delito que se paga con cárcel, por lo que pugnará porque los contratistas enfrenten a la ley y paguen por el delito en el que incurrieron.

“Nosotros entablaremos comunicación con la delegación de Coahuila a efecto de que nos proporcione los datos y nos pueda ayudar con la denuncia correspondiente ante la Procuraduría del Estado de Coahuila para que se castigue a los productores que han incurrido en actos de explotación.

“Nosotros haremos el llamado para que se elabore la denuncia y entablaremos diálogo con la Secretaría del Trabajo para ver si los menores fueron indemnizados. El castigo por este delito es la cárcel en un plazo que va de los 3 a los 5 años”, dijo el funcionario.

Edgar Durón Puente manifestó que su área se mantendrá pendiente de este y otros casos en donde exista explotación infantil de menores potosinos.

Medios nacionales informaron que el miércoles la policía estatal de Coahuila rescató a seis menores que trabajaban 13 horas diarias como jornaleros en el municipio de Torreón.

Los menores eran procedentes de Veracruz y San Luis Potosí.

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