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A 40 años de la muerte de Ian Curtis y el nacimiento de la leyenda: el suicidio que marcó el fin de Joy Division

domingo, mayo 17th, 2020

Curtis vivió muy deprisa e hizo en unos pocos años lo que la gente normal no conseguiría en varias vidas; no solo se ganó el recuerdo eterno por sacar adelante a una banda de culto en la música inglesa, sino también había formado una familia.

Por Manuel Sánchez Gómez

Londres, 17 de mayo (EFE).- Un día antes de marcharse de gira a Estados Unidos, Ian Curtis se suicidó. Se ahorcó en la cocina de su casa. Se colgó de un tendedero mientras en su tocadiscos sonaba Iggy Pop. Puso fin a Joy Division y creó un mito romántico en torno a él. Murió la persona, nació la leyenda.

“Hay un cuerpo girando en la cocina”. Lo escribió Jota, de Los Planetas, quien utilizó esta frase en la canción “Desorden”, homenaje a la banda que desapareció hace cuarenta años, cuando Curtis, el epiléptico y depresivo cantante, terminó con su vida.

Que su figura haya servido de inspiración a miles de músicos no es casualidad. Curtis emergió de la miserable Macclesfield en la década de los 70 en el Reino Unido, una época pobre e industrial en la que el talento era enterrado por los largos turnos en trabajos de poca monta.

Vivió muy deprisa e hizo en unos pocos años lo que la gente normal no conseguiría en varias vidas. No solo se ganó el recuerdo eterno gracias a una banda de culto en la música inglesa. A los 23 años había sacado adelante un grupo, se había casado, había tenido una hija y le había sobrado tiempo para enamorarse de una periodista belga con la que desesperar a su esposa, Deborah.

Era obsesivo, manipulador con Deborah y sufría de un trastorno bipolar que le hizo pasar en unas horas de querer solucionar los problemas con su mujer a romperse el cuello con una cuerda.

Desde que Joy Division, por entonces con el nombre de Warsaw, se formó en un concierto de Sex Pistols en 1976, hasta la trágica mañana del 18 de mayo de 1980, todo fueron subidas y bajadas.

Curtis llegó a rozar la vida de sus ídolos David Bowie y Lou Reed, pero lo hizo atiborrado de medicamentos por los ataques de epilepsia que comenzaron en 1978. Apenas disfrutó de su éxito. Se fue debilitando poco a poco por los estragos de una carrera meteórica.

Cayó desplomado en medio de conciertos, sufrió terror a salir al escenario y miedo a la propia muerte que le acechaba. Se intentó suicidar solo unos meses antes de colgarse. Y nadie parecía darse cuenta.

“No comenzamos a escuchar y entender las letras de Ian hasta que murió. Ahí nos dimos cuenta de todo lo que estaba viviendo por dentro”, dijo Bernard Summer, guitarrista del grupo, al New York Times.

Cuando puso punto y final a su vida, se marchó un compositor excepcional que ayudó a que el post-punk naciera y a que grupos como The Cure encontrasen una vereda por la que moverse.

Sus letras depresivas surgían rápidamente de su turbulenta mente. Ian aparecía en las sesiones de grabación con una bolsa llena de anotaciones. Cuando sus compañeros comenzaban a tocar, sacaba alguno de esos papelitos y creaba la canción.

LOVE WILL TEAR US APART

El 18 de mayo de 1980, Curtis hizo prometer a su aún esposa que le dejaría dormir solo y que no volvería hasta que se hubiese ido a reunirse con sus compañeros de grupo para partir de Estados Unidos.

Después de ver la película “Stroszek”, de Werner Herzog, y pinchar el “The Idiot” de Iggy Pop, escribió una carta de suicidio y todo terminó. “Puedo oír a los pájaros cantar”, dijo en la nota.

Sus cenizas reposan en el cementerio de Macclesfield, las de Joy Division se convirtieron en New Order. Su lápida es el último reducto que queda para los amantes de la banda. No es tan famosa ni tan atractiva como la de su ídolo Jim Morrison en el Pere-Lachaise de París, pero en ella quedó escrito el epitafio “Love Will Tear Us Apart”, probablemente la canción más famosa de la banda.

La piedra ha sido robada en varias ocasiones, de la misma manera que Ian robó a la música su propio talento cuando decidió irse hace ya cuatro décadas.

Miembros de Joy Division rendirán homenaje vía streaming a Ian Curtis por su 40 aniversario luctuoso

jueves, mayo 14th, 2020

Por el evento, que tendrá dos horas de duración, se pasarán también el vocalista de The Killers, Brandon Flowers, y los grupos Elbow, LoneLady, The Lottery Winners y Kodaline.

Londres, 13 mayo (EFE).- Bernard Summer y Stephen Morris, guitarrista y batería, respectivamente, del grupo Joy Division, rendirán homenaje a Ian Curtis, cantante de la banda, el próximo 18 de mayo, cuando se cumplen cuarenta años de su suicidio.

Dos de los cuatro miembros originales de la formación británica -faltaría Peter Hook- se juntarán en un evento online con la misión de rendir homenaje a Curtis. “Será una noche especial de música, poesía y conversaciones para recordar la vida y el legado de Curtis”, explicaron Summer y Morris.

Por el evento, que tendrá dos horas de duración, se pasarán también el vocalista de The Killers, Brandon Flowers, y los grupos Elbow, LoneLady, The Lottery Winners y Kodaline.

Además, también se recaudarán fondos para un hospital de salud mental en Mánchester.

El próximo 18 de mayo se cumplen 40 años de la muerte de Curtis. Con 23 años, el cantante se suicidó en su casa, ahorcándose.

Joy Division fue una de las bandas más importantes del movimiento post-punk de los 80 en Inglaterra. Pese a haber sacado solo dos discos “Unknown Pleasures” y “Closer”, el grupo se convirtió en un icono, ayudado por la grave voz de Curtis y sus movimientos sobre el escenario.

Ian Curtis, un alma torturada convertida en camiseta de regalo

jueves, junio 28th, 2018

Placeres y desórdenes es un viaje a la oscuridad y la locura del líder de Joy Division, tan enigmático sobre el escenario como fuera de él. “La gente lo admiraba por aquello que lo estaba destruyendo”, afirma Deborah Woodruffe, viuda y biógrafa del cantante, en un capítulo del libro.

Por José Antonio Luna

Ciudad de México, 28 de junio (SinEmbargo/eldiario.es).- Hoy su imagen se ha convertido en un símbolo mainstream que ha pasado del vinilo a las tazas de regalo. Sin embargo, aquellas camisetas vendidas en grandes almacenes no solo esconden una simple moda estética, sino uno de los mejores debuts de la historia de la música: Unknown Pleasures, un viaje a la locura y a la oscuridad de la mano de su cantante, Ian Curtis. Porque algunos artistas pueden contenerse, pero él no. Él se arrojaba por un acantilado.

Portada de ‘Joy Division: placeres y desórdenes’ ERRATA NATURAE

Joy división: Placeres y desórdenes, es una obra publicada por Errata Naturae que, según afirman, “hace justicia a uno de los grandes grupos de todos los tiempos”. A través de 11 capítulos, artistas, críticos y profesores especializados repasan cada detalle del mítico grupo. Entre ellos se encuentra Jon Savage, que ha dedicado su vida a la investigación del punk británico y es guionista del documental Joy Division (2007).

De hecho, Savage es el encargado de abrir un primer relato dedicado a repasar la breve pero compleja formación. “Llamamos a la puerta de la cámara más oscura del infierno, llevados al límite, entramos arrastrándonos”, a ritmo de “Decades”, canción perteneciente a Closer, el segundo y último disco, el experto construye un potente relato que comienza con la banda británica como cabeza de cartel en “un ridículo festival” y termina con el grupo New Order creado por los miembros restantes.

Todo arranca cuando Peter Hook y Bernard Summer, cofundadores de la banda, conocieron a Curtis en un concierto de los por entonces primerizos Sex Pistols. Su atuendo resultó ser toda una declaración de intenciones: una chaqueta bomber con la palabra “odio” bordada en la espalda. Un mes después, aquel joven acabó siendo vocalista del grupo que estaban montando.

“Quería ser el extremo en el escenario, nada de medias tintas. Sus influencias parecían ser la locura y la demencia”, cuenta Summer a Savage. El cantante trabajaba en un centro de rehabilitación y, según sus compañeros, estaba fascinado por personas con discapacidades físicas y mentales. “Nos contaba que una pariente suya había trabajado en un psiquiátrico y que le relataba historias sobre los internos: personas con veinte pezones o dos cabezas”, continúa el miembro de la formación.

Jacques Brel, Lou Reed, The Velvet Underground, William Burroughs… Curtis adoraba las referencias autodestructivas, tanto musicales como literarias. Entre ellas se encontraba David Bowie, fuente de inspiración para el artista y para el primer nombre de la banda que posteriormente sería conocida como Joy Division: Warsaw, en clara alusión a un tema de Ziggy Stardust.

Los cuatro integrantes de Joy Division: Bernard Sumner, Ian Curtis, Peter Hook y Stephen Morris PENNIE SMITH | EFE

No eran las únicas obsesiones. Según la declaración recogida por Savage de Deborah Woodruffe, biógrafa y viuda del cantante (la cual adquirió su apellido), su pareja siempre había estado interesada por Alemania y por novelas como La casa de muñecas, un diario sobre el terror nazi. En aquella lectura descubrió la “división del gozo” (Joy Division), sobrenombre que recibían las prostitutas en los campos de concentración.

ATAQUES EPILÉPTICOS TRANSFORMADOS EN BAILES

Ian Curtis se suicidó a los 23 años en su casa de Macclesfield (Inglaterra) durante la madrugada del 18 de mayo después de ver un documental de Werner Herzog sobre Bruno Stroszek, un músico alemán que acabó con su vida, y de escuchar en bucle “The Idiot” de Iggy Pop. Fue algo inesperado, ya que al día siguiente comenzaba su gira por Estados Unidos y estaba a punto de publicarse un nuevo elepé y un sencillo que acabaría sirviendo de epitafio: Love Will Tear Us Apart.

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“¿Por qué la cama está tan fría en el lado en el que tú estás? ¿Soy yo el que no está a la altura?”, dice la letra de su última canción, la cual aún despierta interrogantes. Revistas como Rolling Stone apuntan que es autobiográfica, concretamente, sobre su matrimonio fallido y la impotencia de unos sentimientos que, como canta Ian, parecían haber tomado “carreteras diferentes”.

Los últimos meses de vida del artista estuvieron marcados por Annink Honoré, de quien se enamoró durante su primer concierto en el extranjero. Según la versión facilitada por Deborah al investigador de punk británico, aquella relación cambió la personalidad de Curtis hasta el punto de agravar sus problemas de salud. “Leer artículos que zanjaban su muerte diciendo ‘Oh, tenía problemas de pareja’ me molesta mucho. No se suicidó porque tuviera problemas en su matrimonio. Tenía problemas porque quería suicidarse”, relata la allegada.

Algunos de esos problemas se manifestaban claramente, como los frecuentes ataques epilépticos. Los espasmos y los arrebatos de Ian no solo eran fruto de la emoción del directo, sino de una enfermedad que no parecía encajar demasiado bien con su ritmo de vida. “La gente le admiraba por aquello que le estaba destruyendo”, añade Woodruffe en Placeres y desórdenes.

Aun así, los miembros del grupo vivían fascinados por el éxito de Unknow Pleasures y por unas letras que, como Peter Hook revela en la obra, “eran realmente buenas”. Poco o nada importaba de dónde venía esa inspiración. “Tendríamos que haberlas escuchado y habernos acercado a él: ‘Ian, ¿podemos hablar? ¿Qué te sucede?'”, continúa el bajista, quien reconoce “tener algo de culpa por forzarle a hacerlo”.

El ritual de salir, actuar y darlo todo ante el público era un calvario camuflado de espectáculo. A pesar de ello, a lo largo del capítulo, Hook confiesa a Savage que tampoco habría cambiado demasiado: “A día de hoy sigo convencido de que, si alguien va a suicidarse, da igual lo que le digan. Ian iba a hacerlo”.

UNA MARCA DE ROPA LLAMADA JOY DIVISION

Joy Division: placeres y desórdenes también explora la mercantilización de una banda definida por la oscuridad de su discurso, a priori un ingrediente poco apropiado. Pero acabó siéndolo. “Ian Curtis se regodeaba en las exploraciones clásicas del marginado, recurriendo a la retórica emocional del individuo que siente más que el resto”, explican Mitzi Waltz y Martin James en el apartado titulado Cómo comercializar la discapacidad.

Los inconvenientes del vocalista no habían sido señalados en público hasta 1995, con la publicación de la biografía escrita por Deborah Woodruffe. De esta manera, el artista se transformó en un personaje dramático con tintes románticos. “La enfermedad se ha convertido en un signo de autenticidad para una industria que cada vez tiene más dificultades para hallar este valor”, se puede leer en el capítulo.

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El mejor ejemplo es el del diseño de Peter Saville para Unkown Pleasures, de actualidad gracias al merchandising. “Como antes ocurrió con Los Ramones, Joy Division se ha transformado en una imagen de moda desprovista de significado”, apunta el periodista Eduardo Guillot en otra parte del libro. Continúa destacando que las prendas alusivas al grupo también son “un motivo estético recurrente para los blogs de tendencias”. Uno de ellos, como cita el autor, aprovechó para llamar la atención sobre “la existencia de una marca Joy Division en España”.

Pese a todo, la influencia de Ian Curtis va más allá de aquella ilustración. A pesar de tener solo dos discos, su legado musical ha marcado un punto de inflexión en la historia. En ocasiones, llegando incluso a España. Guillot destaca homenajes como el realizado por el grupo granadino Los Planetas en la canción Desorden, cuya letra hace referencia al día en el que Curtis se suicidó: “Hay un cuerpo girando en la cocina al final de una cuerda atada a una viga”. El amor por Joy Division, de alguna manera, toma lo mejor de su presencia para convertirlo en una poderosa ausencia.

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