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En estas situaciones de crisis sale lo peor (o lo mejor) del ser humano: Héctor Abad Faciolince

sábado, abril 25th, 2020

Lo que fue presente reúne los diarios íntimos del autor colombiano, donde relata su camino desde 1985: sus angustias, obsesiones, amores y dificultades económicas. Leemos los diarios como si escucháramos el monólogo, a lapsos oscuro y triste, de un joven que, conforme nos cuenta sus deseos más inconfesables, madura, envejece.

En entrevista para Puntos y Comas, Faciolince habla sobre la experiencia de transcribir el pasado, de las implicaciones personales y familiares de publicar textos tan íntimos, y de la escritura de diarios en tiempos de cuarentena.

Ciudad de México, 24 de abril (SinEmbargo).- Antonio Muñoz Molina escribió, en un artículo para El País, que los diarios –refiriéndose a los escritos por Stendhal– se leen como si acabaran de escribirse. “O más exactamente: como si se estuvieran escribiendo ahora mismo, delante de nosotros”.

Esa misma impresión, ese efecto, provoca la lectura de Lo que fue presente (Diarios 1985–2006), de Héctor Abad Faciolince, volumen que reúne los diarios íntimos del autor, en los que relata las angustias de un escritor que, en sus inicios, escribía poca ficción y mucho sobre sus obsesiones, sus amores y sus dificultades económicas.

Leemos los diarios como si escucháramos el monólogo, a lapsos oscuro y triste, pero también emotivo, de un joven frente al espejo que, conforme nos cuenta sus deseos más inconfesables, madura, envejece. En las primeras páginas brota la autocrítica dura, incluso cruel, del futuro narrador:

«Escribo mal y quien mal escribe es porque mal piensa. No soy claro de inmediato, y hay que ser claro sin rebuscamientos. Un diario representa la búsqueda de la claridad: el borrador de los libros que algún día voy a escribir mejor».

Y más adelante se cuestiona el valor mismo, para la posteridad, de ese registro cotidiano de infortunios, alegrías y pesares:

«Si todos los pensamientos se parecen, ¿para qué dejo testimonio del mío? Es como embalsamar la propia mano y dejarla en un frasquito para el gusto macabro (asqueroso) de los tataranietos. […] Pero tal vez logre que la escritura no sea un despojo, una ‘letra muerta’, una momia. Eso, que la escritura sea como mi cuerpo vivo, como mi mano que aprieta la mano del otro».

Y así se leen los diarios de Abad Faciolince, como una mano que te aprieta mientras te adentras en su intimidad.

También abundan los momentos lúbricos, como aquel en el que relata una infidelidad con una “musa pálida de nombre virginal” que le recuerda que vivir es delicioso. Y desperdigados por ahí, entre esas 610 páginas, resplandece uno que otro aforismo, como un halo de luz al final de un oscuro pasillo: «La terrible banalidad de los que nunca han sufrido». El diario consigna, además, uno de los momentos más trágicos en la vida de Abad Faciolince, mismo que marcó su carrera literaria e inspiró su novela El olvido que seremos (2006): el asesinato de su padre Héctor Abad Gómez, ocurrido el 25 de agosto de 1987 en Antioquia, Colombia.

En una de las entradas, fechada el 4 de octubre de 1987, Abad Faciolince escribe: «Mataron a mi padre. Lo mataron por motivos políticos. […] Creo que ningún niño, ningún adolescente ha querido a su padre como yo al mío. Cuántas veces no lloré, antes de su muerte, por su muerte». En las páginas de los diarios íntimos desfilan los pensamientos más oscuros e, incluso, una que otra mentira vital (Ibsen dixit), esas que enmascaran una verdad demasiado amenazadora, peligrosa o dolorosa para ser expresada en voz alta.

Y uno intuye algo al leerlos: todos nos parecemos.

“A mí me parece que el valor de los diarios, frente a las memorias, esa escritura retrospectiva, es que los diarios se escriben en presente. Y si uno logra, al publicarlos, ser honesto y no modificar nada, adquieren un valor universal. Eso fue lo que intenté preservar a toda costa”, dice Abad Faciolice.

En entrevista con Puntos y comas, el escritor colombiano habla sobre la experiencia de transcribir el pasado, de las implicaciones personales y familiares de publicar textos tan íntimos, y de la escritura de diarios en tiempos de cuarentena.

REESCRIBIR LA VIDA

—A la hora de volver a tus diarios de juventud, ¿cómo fue leer, en el presente, a ese Héctor del pasado, en el que quizá no te reconoces?

—Los diarios son un género extraño, tanto cuando los escribes como cuando los editas. Y también cuando uno mismo, como autor, los lee y transcribe. Tengo una memoria bastante defectuosa, así que la experiencia de leerlos fue algo rarísimo. Me acuerdo de los hechos, pero no de los detalles. Hay una especie de despersonalización muy curiosa. Es como leer a un clon de uno mismo, pero joven, con preocupaciones y angustias que no reconozco como mías, aunque tiene un lado agradable porque uno se ve envejecer, madurar, cambiar.

—Los diarios surgen después de que quedas insatisfecho con una novela que decidiste no publicar, como cuentas en el prólogo. Cito una de tus frases, para preguntarte: ¿Esta vaina de ser escritor te mantiene todavía agitado?

—A pesar de los años de carrera, sigo siendo autocrítico con mi trabajo. Quiero estar convencido de que todo lo que publico vale la pena, de que no es pura basura. Lo que ha cambiado es que, tras varios libros publicados, ya no me angustia lo que me atormentaba al inicio. Puedo decir (suspira), tranquilamente, que soy escritor y que tengo la fortuna de ser leído, a pesar de que la perspectiva de fracaso, de que los libros no salgan bien, sigue presente. Por eso sigo desechando proyectos literarios. Y me desanimo, pero eso no me derrumba, no me hunde.

El diario consigna uno de los momentos más trágicos en la vida de Abad Faciolince: el asesinato de su padre, el 25 de agosto de 1987 en Antioquia, Colombia. Foto: Erick Baena Crespo

—A la hora de transcribir tus diarios, ¿tuviste la tentación de omitir anécdotas o hechos para no lastimar a tus seres queridos?

—Sí, esa tentación siempre está presente, pero hubiera sido una gran deslealtad. Lo primero que hice fue una transcripción fiel de los diarios, de principio a fin, como si yo fuera una máquina, despojado de todo pudor. Luego necesité de la ayuda de mis editores, además de un buen amigo, para sacar el machete y podar el número de páginas, de lo contrario el libro hubiera sido de casi 1200 páginas. La vida, a diferencia de un libro, no se puede corregir. Puedo corregir la ortografía, cambiar párrafos de lugar, omitir palabras que se repiten o eliminar pasajes que, poniéndome en los zapatos del lector, pueden ser tediosos por reiterativos. En eso consistió la labor de edición. Pero nunca hubo censura ni ganas de omitir las situaciones más escabrosas o duras que –el libro lo constata– están ahí.

¿EJERCICIO TERAPÉUTICO O DOLOROSO?

—Tras la publicación de los diarios, ¿te preocupó la opinión de tu familia?

—Lo que más me angustiaba era el efecto que tendría la lectura de los diarios en mis hijos, que tienen 33 y 29 años. Hice sufrir mucho a su madre y me preocupaba que la lectura de los diarios les causara dolor. Por eso hablé con ellos antes de tomar la decisión de publicarlos y fueron muy generosos, me dijeron: “Publica lo que quieras; nosotros no los vamos a leer”. A mi madre, mis hermanas y mi esposa no les pedí permiso, y creo que ha sido duro para ellas, aunque todavía no me han dicho nada.

—Después de El olvido que seremos, una novela testimonial, en la que cuentas la historia de tu padre, es natural que un autor autobiográfico como tú publique sus diarios. No obstante, ¿sientes pudor sobre lo que revelas en sus páginas?

—En mi vida de carne y hueso soy muy pudoroso: me cuesta mucho trabajo hablar de intimidades. En mi vida literaria, en cambio, no me importa ser impúdico: es como si fuera otra persona. Cuando escribo me brota esa personalidad impúdica, que puede ser cruel con los demás y conmigo mismo. Y eso tiene que ver con que concibo la escritura como un territorio de libertad pura, en donde no hay riendas. También hay otro factor: dejé de escribir diarios en el 2006, así que han pasado 14 años, periodo en el que puedo decir: “Ese era yo”.

—A la hora de transcribir, revivir momentos, reescribir hechos trágicos, ¿ha sido terapéutico para ti o todo lo contrario: una experiencia dolorosa?

—Escribir los diarios me ayudó a entender mejor lo que me estaba pasando. Y ahí vaciaba la angustia, el enojo y la culpa que me invadía en esos momentos. A la hora de transcribir, tuve momentos de mucho desagrado, en los que me decía: “¿Por qué tengo que escarbar viejas heridas?”. Si este ejercicio de memoria fue catártico, todavía no lo sé. Creo que conforme pase el tiempo podré saber qué efectos tendrá en mí la publicación del libro. A finales de noviembre del año pasado, cuando se publicaron en Colombia, me sentía muy mal. Creía que la lectura iba a producir cierta repugnancia y tenía miedo del rechazo de la gente, incluso de la prensa. Así que exponerme a las entrevistas me ha servido para tranquilizarme, pues, por fortuna, lo que temía no ha pasado: ningún periodista me ha hecho sentir juzgado.

DIARIOS DEL ENCIERRO

—El encierro domiciliario, debido a la contingencia sanitaria ocasionada por el Covid-19, que nos obliga a estar con nosotros mismos, a mirar hacia adentro, ¿qué efectos tendrá en tu escritura, en tus próximos proyectos literarios?

—Por ahora los efectos no han sido buenos. Creo que la angustia por lo que puede pasar en el mundo no me ha permitido, en estos días de aislamiento total y solitario, concentrarme en ningún proyecto personal. Para no sentirme del todo inútil empecé a traducir un cuento de Kipling que me cuesta bastante trabajo entender en algunos pasajes. Esa concentración en otro asunto me ha convenido. Al menos no me paso el día tratando de estar actualizado sobre el desastre que vive el mundo, o las tonterías que hacen o dicen ciertos funcionarios (incluyendo a varios mexicanos). Creo que en mi actual estado mental soy más capaz de responder a estímulos externos (música, lectura, traducción) que a estímulos internos (creativos).

“Los libros que ahondan en la enfermedad contagiosa pueden ser benéficos en este contexto”, opina el autor colombiano. Foto: Erick Baena Crespo

—Los ciudadanos ansían el fin de la contingencia sanitaria, no obstante es algo que ocurrirá dentro de algunos meses, aparentemente. Parece el momento preciso para escribir diarios. ¿Qué piensas de este tipo de bitácoras del encierro?

—Sí, es curioso. En estos días he notado que mucha gente está escribiendo diarios y a veces publicándolos en los periódicos. Hay como un renacimiento del género y eso me agrada, me sorprende. Tal vez en situaciones de tensión la gente se vuelca hacia sí, hacia la intimidad. También he leído un par de crónicas de personas que han enfermado y se han recuperado. ¿Qué quedará de todo esto? No lo sé, es muy pronto para decirlo. Quizá aparezcan nuevos talentos, voces desconocidas que en estas circunstancias encuentran el tono y el tema que necesitaban. 

—Parece que el miedo nos arrebata, en estos momentos, algo de humanidad (en Jalisco, México, un grupo de personas bañó con cloro a enfermeras por temor al virus), ¿a qué libros recomiendas acércanos para recuperar la empatía?

—Si se leen los viejos libros sobre la peste veremos que era igual en el medioevo. En el prólogo de Boccaccio a su Decamerón se describen situaciones muy tristes, como padres abandonando a sus hijos, viejos o jóvenes que mueren solos, gente que escapa de sus amigos o de sus seres queridos. En estas situaciones sale lo peor (pero también lo mejor) del ser humano. Es una gran experiencia para los ojos curiosos: aprenderán mucho sobre la naturaleza humana. Los libros que ahondan en la enfermedad contagiosa pueden ser benéficos en este contexto. Como tenemos tiempo, recomendaría leer La montaña mágica de Thomas Mann.

Cuando escribes de lo que no te deja vivir, comienzas a vivir: Héctor Abad Faciolince

viernes, marzo 13th, 2020

El escritor colombiano publica Lo que fue presente, una colección de diarios íntimos que van de 1985 a 2006 -escritos en alrededor de 35 libretas. El autor dejó en 600 páginas casi un total de mil 200 hojas originales.

El lector no tendrá oportunidad de conocer las partes felices de su vida, sino que se asomarán a una “alcantarilla” donde ha echado lo “peor”, “lo insoportable” de su existencia.

Por Pilar Martín

Madrid, 12 de marzo (EFE).- Que la escritura es una suerte de ansiolítico lo sabe muy bien el escritor colombiano Héctor Abad Faciolince, al menos así lo considera con motivo de la publicación de sus diarios íntimos porque escribirlos le sirvieron para llevar una vida “más normal, para no ser un loco”.

Fue un 30 de diciembre, en Florencia, cuando con 27 años decidió arrancar esta escritura “tal vez” para darse cuenta de la “infame medida” de sus pensamientos. Toda una declaración de sinceridad consigo mismo que inconscientemente el autor del aclamado El olvido que seremos comenzó, según cuenta a Efe, porque cuando pones por escrito lo que no te está dejando vivir “empiezas a vivir”.

Por eso en estos diarios que van de 1985 a 2006 -escritos en alrededor de 35 libretas- el lector no tendrá la oportunidad de conocer las partes felices de su vida, sino que se asomarán a una “alcantarilla” donde ha echado lo “peor”, “lo insoportable” de su existencia.

“Sí que nos damos cuenta de cuándo somos felices, pero no lo escribimos porque estaríamos perdiendo minutos de vida para ser feliz. La infelicidad se vive en soledad”, apunta.

Y aunque podamos considerar que se ha tratado de un ejercicio de valentía, sobre todo en estos tiempos donde mostrar las miserias parece estar prohibido, para Abad Faciolince (Medellín, Colombia,, 1958) no lo es tal porque siempre se ha considerado “muy cobarde”.

No se siente así cuando escribe, porque este ejercicio de enfrentarse al folio en blanco le convierte en alguien “casi temerario”: “Concibo la escritura como un ejercicio de verdad, y si no es así me parece inútil. También la ficción, pero en ella hay una voluntad de estilo”.

Justo lo que no hay en este libro, porque los diarios están escritos “con hipo”, ya que tienen saltos temporales, y el lector verá cómo no todos los días escribía sobre sus pensamientos.

Sobre ese “joven” que quería ser escritor, ese joven que se debatía entre tener o no hijos, ese hombre que reflexiona sobre la política de su país (aunque no es un tema en el que se detenga mucho), sobre la literatura o sobre su relación con al tabaco, un vicio que considera una “traición a si mismo”.

Aunque en estas más de 600 páginas, cuando avanzamos en su vida, nos enfrentamos a un Abad Faciolince que reflexiona en la intimidad sobre la pareja perfecta de la que no sabes por qué pero te alejas o de la imperfecta a la que te quedas enganchado. Es decir, habla de su relación con las mujeres a las que ha amado, deseado, o las dos cosas a la vez.

Ésta fue la “peor” parte de escribir al sentir que estaba “exponiendo” su intimidad. Así que para rebajar el peso del cargo de conciencia, y de alguna demanda, les consultó -no así a sus ex esposas- que iba a publicar estos diarios.

“Les di tres opciones, dejar su nombre tal cual, cambiar su nombre y rastros personales o sacarlas del libro. Las respuestas fueron de todo tipo”, recuerda con una sonrisa cómplice.

Según explica el escritor, la única edición que han tenido estos diarios ha sido la de sacar el “machete” para dejar en 600 páginas casi un total de 1.200, y esa reducción se ha llevado a cabo eliminando únicamente las partes más repetitivas, que no son otras que las de “cuando estaba enamorado”, acepta entre risas.

Algo menos “complejo” de escribir, confiesa, a lo que le sucedió a la hora de contárselo a sus hijos, de los que habla con “gran amor” en estas páginas. “Era complicado que mi hijos supieran lo que hice sufrir a su madre, pero me dieron permiso”, afirma.

En la actualidad Abad Faciolince sigue escribiendo en pequeñas libretas de tapa negra, pero ya no son diarios, sino que tienen un carácter laboral.

“Ya no estoy tan interesado en mi mismo, ya estoy más tranquilo”, dice. Pero desde que llegó ayer a Madrid tiene ganas de escribir un “diario de la peste” ante la crisis generada por el coronavirus, una situación que también trastocará la promoción de este “purgatorio”.

Ida Vitale, poeta uruguaya, gana el Premio FIL; agradezco a México más que otro país, dice

lunes, septiembre 3rd, 2018

La genial poeta uruguaya ganó hoy el Premio FIL en Lenguas Romances, mediante el arbitrio de un jurado compuesto por Héctor Abad Faciolince, Luz Elena Gutiérrez de Velasco, Efraín Kristal, Carmen Musat y Elena Stancanelli. Nacida el 2 de noviembre de 1923, Ida agradeció “esta corona que me llega otra vez de México y que me sacó del pozo”.

Ciudad de México, 3 de septiembre (SinEmbargo).- “No lo comparto con nadie. Mudarse a esta edad es un poco complicado. Apenas pude salir un poco a la playa, pero pronto saldré a turistear por mi país, por mi ciudad”, dijo hoy Ida Vitale, flamante Premio FIL en Lenguas Romances.

Poeta, periodista, traductora y crítica literaria, dijo que este premio “me sacó del pozo”, al hablar de su viudez, acaecida hace tres años cuando falleció Enrique Fierro (1941-2016), en Austin, Texas, donde daba clases.

Vitale nació en Montevideo el 2 de noviembre de 1923 y fue esposa primero del gran crítico literario Ángel Rama (1926-1983), aquel hombre que falleciera en ese accidente fatídico para las artes, en la que también perdiéramos a Jorge Ibargüengoitia (1928-1983).

“Lúcida y atenta al acontecer humano en la palabra y a partir de ella, su depurada voz poética, apegada al mundo natural, a las expresiones artísticas y al transcurrir del tiempo vivido, sabe renovar la tradición y afirmar su presencia en la modernidad”, dijo el jurado, parte del cual se reunió hoy en el Hotel Hilton, para dar a conocer su veredicto.

Con su poesía reafirma su presencia en la modernidad, dijo el jurado. Foto: FIL

“Su curiosidad insaciable se expresa con una fina ironía risueña, una mirada a veces directa, a veces tangencial, que recupera y reinventa las cosas, y nos las hace ver de otra manera, con nuevos ojos”, agrega el jurado.

El director de la Universidad de Guadalajara, Miguel Ángel Navarro Navarro, la doctora Marina Núñez Bespalova (Directora General de Publicaciones), el presidente de la FIL y del Premio, Raúl Padilla López y la directora de la feria, Marisol Schulz Manaut, entre otros, oficiaron el acto de premiación.

Ida Vitale perteneció a la llamada Generación del 45. Estudió humanidades y fue profesora hasta 1974, cuando la dictadura militar la orilló a exiliarse en México durante diez años. Ha colaborado en numerosos diarios y revistas. En México formó parte del consejo asesor de Vuelta y del grupo fundador de Unomásuno. Entre los premios que ha recibido se encuentran el Internacional Octavio Paz de Poesía y Ensayo, el Internacional Alfonso Reyes, el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, el Internacional de Poesía Federico García Lorca y el Max Jacob. Es doctora honoris causa por la Universidad de la República de Uruguay.

Conferencia de la FIL Guadalajara. Foto: Irma Gallo

Dotado con 150 mil dólares estadounidenses, el Premio FIL reconoce una vida de entrega a la literatura. Este año se recibieron 79 propuestas, de 17 países, en las cuales estuvieron representados 62 escritores y seis idiomas: catalán, español, francés, italiano, portugués y rumano. Las candidaturas, como lo establece la convocatoria lanzada en abril, fueron inscritas por instituciones culturales, asociaciones literarias, editoriales y los miembros del jurado. En otras ediciones lo han obtenido Fernando del Paso, Antonio Lobo Antunes, Margo Glantz, Yves Bonnefoy, Claudio Magris, Norman Manea y Emmanuel Carrère, entre otros grandes autores de literatura contemporánea.

Con 94 años, Ida Vitale, se mostró sorprendida por el premio y muy agradecida “con la gente que me ha hecho el favor de sacarme del pozo”.

“No tengo palabras para esto que me llega de México, de donde me llega todo lo bueno. Con estupefacción, con sorpresa, cuando no esperaba ninguna sorpresa. México ya tiene una tradición increíble de acogida a aquellos que se van de sus países”, afirmó.

“Mis años en México fueron años de realización permitida, que a uno lo recibe como si uno fuera necesario. Claro que no lo es, pero así lo reciben a uno. Agradezco a México todo, como no le agradezco a ningún otro país”, expresó.

Los 13 libros entrañables del periodista Javier Martínez Staines

sábado, junio 25th, 2016
¿Qué me significan los libros? Eso. Un golpe en la cabeza. Un despertar, a veces suave, a veces brusco. Foto: Shutterstock

¿Qué me significan los libros? Eso. Un golpe en la cabeza. Un despertar, a veces suave, a veces brusco. Foto: Shutterstock

No pudo dejar su lista en 10, así que ya nos vimos escuchando cosas como ¿Por qué él puede y yo no? En fin, bienvenidas sean las recomendaciones literarias de uno de nuestros más grandes editores

Ciudad de México, 25 de junio (Sin Embargo).- En una carta que escribió Kafka a un amigo, le dice: “En general, creo que sólo debemos leer libros que muerdan y arañen. Si el libro que estamos leyendo no nos despierta como un golpe en el cráneo, ¿por qué molestarnos en leerlo? ¿Para qué nos haga felices, como dices tú? Cielo santo, seríamos igual de felices si no tuviéramos ningún libro… Un libro debe ser el hacha que quiebre el mar helado dentro de nosotros”.

¿Qué me significan los libros? Eso. Un golpe en la cabeza. Un despertar, a veces suave, a veces brusco. Un removedor de emociones y de ideas. Un cambio de carril y de sentido. Un gozo silencioso.

En ese sentido, mis 13 libros más entrañables –no pude dejar mi lista en 10, lo siento-, con lo arbitrarias que pueden ser las listas (no están todos los que son, pero sí son todos los que están), sin duda aparecen estos:

LIBROS-ENTRANABLES_JUNIO25_01 LIBROS-ENTRANABLES_JUNIO25_01L

Porque tiene el comienzo más memorable del que tengo registro: “I don’t believe in God, but I miss him”.

LIBROS-ENTRANABLES_JUNIO25_02 LIBROS-ENTRANABLES_JUNIO25_02L

Porque es la narrativa sublime sobre un conflicto muy complejo.

LIBROS-ENTRANABLES_JUNIO25_03 LIBROS-ENTRANABLES_JUNIO25_03L

Un verdadero tratado filosófico sobre la ruptura amorosa.

LIBROS-ENTRANABLES_JUNIO25_04 LIBROS-ENTRANABLES_JUNIO25_04L

Quizá porque yo también tengo una obsesión que no termino de desenmarañar con mi propio padre.

LIBROS-ENTRANABLES_JUNIO25_05 LIBROS-ENTRANABLES_JUNIO25_05L

Todo lo que ha escrito este autor israelí está en la cima de mis preferencias, pero en este Oz traslada la tristeza de una ciudad (Jerusalén) a la de sus habitantes, en un ciclo de ida y vuelta que jamás se agosta. Es un libro de tristeza contagiosa lleno de esperanza.

LIBROS-ENTRANABLES_JUNIO25_06 LIBROS-ENTRANABLES_JUNIO25_06L

La faceta de ensayista del italiano, el autor de la imaginación y la locura, es de los mejores descubrimientos que he tenido.

LIBROS-ENTRANABLES_JUNIO25_07 LIBROS-ENTRANABLES_JUNIO25_07L

Obsesiones, obsesiones y más obsesiones repartidas en 139 historias. Y no es Twitter.

LIBROS-ENTRANABLES_JUNIO25_08 LIBROS-ENTRANABLES_JUNIO25_08L

Por la misma razón que el libro citado de Auster.

LIBROS-ENTRANABLES_JUNIO25_09 LIBROS-ENTRANABLES_JUNIO25_09L

Visitar Shangri-La con el erudito italiano ha sido uno de los mejores viajes de mi vida.

LIBROS-ENTRANABLES_JUNIO25_10 LIBROS-ENTRANABLES_JUNIO25_10L

Porque es el mejor ejemplo de que la literatura es redención.

LIBROS-ENTRANABLES_JUNIO25_11 LIBROS-ENTRANABLES_JUNIO25_11L

A través de una historia de amor uno puede entender los cimientos de un país. Qué más se puede pedir a un libro.

LIBROS-ENTRANABLES_JUNIO25_12 LIBROS-ENTRANABLES_JUNIO25_12L

¿Será que quiero creer que hay algún talento oculto que tengo y que envejece conmigo? Que, aunque en una luz que va desapareciendo, aún queda vida.

LIBROS-ENTRANABLES_JUNIO25_13 LIBROS-ENTRANABLES_JUNIO25_13L

El escritor como brújula moral de la sociedad. Me gusta esa figura.

El periodista mexicano estuvo durante 10 años al frente de Editorial Televisa. Foto: Francisco Cañedo, SinEmbargo

El periodista mexicano estuvo durante 10 años al frente de Editorial Televisa. Foto: Francisco Cañedo, SinEmbargo

Javier Martínez Staines es editor, periodista y escritor mexicano, fundador de ThinkTank New Media. Es columnista de Expansión en México y cronista de SoHo Colombia. En breve se publica su primera novela: Por mi gran culpa.