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Este Gobierno no tiene voluntad política para dar justicia a estudiantes asesinados: Comité 68

viernes, octubre 2nd, 2020

En ese sentido, en casi dos años de la administración del Presidente Andrés Manuel López Obrador, dijo que el comité ha visto que “no existe voluntad política de parte del Gobierno actual para poder establecer un organismo capaz de investigar lo que sucedió en 1968″.

Por Juan Manuel Ramírez G.

México, 2 oct (EFE).- La masacre estudiantil de Tlatelolco, el 2 de octubre de 1968, cumple este viernes 52 años, con sobrevivientes y organizaciones transitando entre una incansable indignación y la esperanza de justicia por parte del actual Gobierno mexicano, al que acusan de desestimar sus demandas.

El abogado Víctor Guerra, asesor jurídico del Comité 68, señaló en entrevista con Efe que la principal función de esta organización, que integra a algunos de los sobrevivientes, “es la de luchar por la justicia, hasta el último momento, para que se castigue a los responsables”.

En ese sentido, en casi dos años de la administración del Presidente Andrés Manuel López Obrador, dijo que el comité ha visto que “no existe voluntad política de parte del Gobierno actual para poder establecer un organismo capaz de investigar lo que sucedió en 1968″.

Guerra puso como ejemplo el caso los 43 estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa, caso en el que el Presidente, al iniciar su obierno, el 1 de diciembre de 2018, ordenó la creación de una Comisión de la Verdad.

“Es una obligación del Estado mexicano hacer esas investigaciones y con el marco legal que tenemos, si se crea un organismo o una fiscalía para hacer la investigación del delito de genocidio y consignar las averiguaciones previas que quedaron pendientes, eso sería un gran avance”, apuntó.

El abogado acusó de inacción y de omisión al actual Gobierno mexicano “al no llevar a cabo la investigación de los delitos graves que se cometieron en el pasado”.

Con pocos movimientos en los últimos años en el caso, cuyo expediente, integrado por unas 70 mil u 80 mil fojas, estuvo extraviado, el Comité 68 le presentó este jueves un documento al titular de la Fiscalía General de la República (FGR), Alejandro Gertz Manero, en el que le piden informe cuáles son las diligencias que la FGR ha practicado en 2019 y lo que va 2020.

ESPERANZA DE JUSTICIA

Durante el verano de 1968, miles de estudiantes organizaron huelgas y masivas manifestaciones para denunciar el autoritarismo del Gobierno mexicano, dominado por el Partido Revolucionario Institucional (PRI), que reprimió la movilización para evitar altercados durante los Juegos Olímpicos.

El movimiento fue aplastado militarmente el 2 de octubre de 1968, cuando el Ejército y el grupo paramilitar Batallón Olimpia disolvieron a quemarropa un mitin estudiantil en Tlatelolco, dejando unos 300 de muertos y otros cientos de desaparecidos según organizaciones civiles, aunque las autoridades sólo reportaron 37 decesos.

Miles de personas marchan cada año, de Tlatelolco al Zócalo, para conmemorar el aniversario de la Matanza del 2 de Octubre de 1968. Foto: Cuartoscuro.

Félix Hernández Gamundi, uno de los líderes históricos del movimiento estudiantil de 1968 e integrante del Comité 68, dijo a Efe que la organización “espera ver la actuación del actual Gobierno mexicano y de la Fiscalía”.

“Pero hasta ahora no la hemos visto pese a que hay un nuevo momento político y desde los tres poderes se insiste en construir las bases para la paz en este país”, lamentó.

Para el activista “no es gratuito que cada año la gente, y sobre todo los jóvenes, se manifiesten de manera importante alrededor del 2 de octubre”.

“¿Es una expresión de nostalgia? No. Es una expresión de indignación y también de esperanza, de que con esa movilización y con la memoria la gente se está aspirando a la justicia”, añadió.

LA MASACRE Y SUS IMPACTOS

Según el activista, “el mayor cambio después de 68 somos los ciudadanos” ya que “ahora hay mayor disposición de la gente para reclamar sus derechos”.

Antes del movimiento del 68, la gente no se atrevía a salir a la calle y tenía rechazo a la actividad política y hoy, “sin diferencias, están dispuestos a salir al espacio público a demandar su derechos”, apuntó.

Hernández Gamundi también habló de un posible juicio contra el expresidente Luis Echeverría (1970-1976), hoy de 98 años, y quien en octubre de 1968 era secretario de Gobernación con el Presidente Gustavo Díaz Ordaz (1964-1970), ya fallecido.

Miles de mexicanos han exigido al Gobierno justicia para los estudiantes asesinados en el año 1968. Foto: Cuartoscuro.

Según el activista, este “se trata de un proceso interrumpido deliberadamente” en el plano judicial desde finales del Gobierno de Vicente Fox (2000-2006) y las dos administraciones que le siguieron Felipe Calderón (2006-2012) y Enrique Peña Nieto (2012-2018).

Recordó que existe un fallo de la Suprema Corte de Justicia de la Nación en el que tres diferentes instancias del Poder Judicial emitieron una sentencia en la cual se dice que en octubre de 1968 se cometió un delito de genocidio. Y por ello, continuó, se debería llevar a juicio a sus implicados.

A la consigna del 2 de octubre se han sumado las causas de los 43 normalistas desaparecidos. Foto: Cuartoscuro.

HACER PÚBLICOS LOS ARCHIVOS

Para el escritor y periodista Fabrizio Mejía Madrid, el 2 de octubre de 1968 “se convirtió en un fecha de conmemoración de una matanza y finalmente de una derrota política, pero que con las décadas se convirtió en un victoria cultural”.

Dijo que a todo el movimiento “se le deposita el origen muchas de nuestras victorias culturales en torno la democracia, los derechos humanos”.

El autor de “Esa luz que nos deslumbra” (Grijalbo, 2018), alabada novela sobre la colisión ideológica del 2 de octubre de 1968, recordó que con el paso de los años se conoció la verdad mediante testimonios, libros y documentos.

Es por ello que el Gobierno actual, autodenominado disruptivo, debería “poner todo a disposición de los ciudadanos en la red, digital, todos los documentos” relativos a la matanza en el Archivo General de la Nación.

Durante el verano de 1968, miles de estudiantes organizaron huelgas y masivas manifestaciones para denunciar el autoritarismo del Gobierno mexicano, dominado por el Partido Revolucionario Institucional (PRI), que reprimió la movilización de Tlatelolco para evitar altercados durante los Juegos Olímpicos de ese año.

VIDEOS: ¿Qué pasó el 2 de octubre de 1968 en Tlatelolco? Así se vivió la tragedia del movimiento estudiantil

miércoles, octubre 2nd, 2019

A más de 5 décadas de la matanza de estudiantes y civiles ocurrida el 2 de octubre de 1968 en la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco, a manos de militares y policías, sobrevivientes acompañados de organizaciones civiles siguen luchando contra la impunidad que rodea el caso.

Saltillo,  2 de octubre (Vanguardia).- El 2 de octubre de 1968 fue un día marcado como uno de los sucesos más trágicos de la historia de México. Este hecho es conocido como la matanza de Tlatelolco, pero en realidad ¿qué pasó el 2 de octubre de 1968 en Tlatelolco ?.

Estudiantes de la Universidad Nacional Autónoma del México (UNAM), el Instituto Politécnico Nacional (IPN) y otras instituciones fueron brutalmente reprendidos por el Gobierno del ex Presidente Gustavo Díaz Ordaz y orquestada por el ejército.

“Impunidad es la palabra que representa todo lo que ha sucedido en términos de justicia, esta sigue con relación al genocidio cometido el 2 de octubre del 68 ya que no hay de ninguna manera señalados y juzgados como responsables a los actores de los gobiernos de aquellos años que planearon y ejecutaron este genocidio”, explica Romero Cartagena, integrante del Comité 68 Pro Libertades Democráticas.

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A más de 5 décadas de la matanza de estudiantes y civiles ocurrida el 2 de octubre de 1968 en la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco, a manos de militares y policías, sobrevivientes acompañados de organizaciones civiles siguen luchando contra la impunidad que rodea el caso.

En entrevista, Félix Hernández Gamundi –director del Comité 68 Pro Libertades Democráticas– considera que el crimen es un asunto que sigue pendiente a esta distancia. “Hubo en algún momento avances importantes, pero luego se quedó estancado desde hace varios años”.

Al respecto, Romero Cartagena explica que el único organismo que inició un proceso judicial fue la Fiscalía Especial de los Movimientos Políticos y Sociales del Pasado (FEMOSSP), creada durante el sexenio de Vicente Fox. Ésta estableció y solicitó la orden en contra del expresidente Luis Echeverría y gracias a eso estuvo en prisión domiciliaria por 2 años.

Sin embargo, recuerda, cuando la Fiscalía iba a iniciar la consignación de 52 expedientes para castigar a los responsables de todos los crímenes del 2 de octubre de 1968, del 10 de junio de 1971 y de la Guerra Sucia, el gobierno desapareció la FEMOSSP sin que se dictara ninguna sentencia condenatoria.

“Esto demuestra que los gobiernos del pasado [del PRI y del PAN] no han tenido la intención de lograr la justicia”, señala el sobreviviente de la matanza.

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DÍAZ ORDAZ

Gustavo Díaz Ordaz era Presidente de México cuando ocurrió el ataque a los jóvenes que se manifestaban en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco, el 2 de octubre de 1968.

Díaz Ordaz fue el Presidente número 54 en la historia y nació el 12 de marzo de 1911 en San Andrés Chalchicomula, en Puebla, de acuerdo con Presidentes México y dirigentes del Partido, publicado por el PRI.

Gustavo Díaz Ordaz era licenciado en Derecho egresado de la Universidad de Puebla e inició su carrera política como meritorio en el Departamento de Gobernación en Puebla y como actuario, entre otros.

Fue Diputado federal, Senador, oficial mayor, director general de Asuntos Jurídicos y Secretario de Gobernación en la administración de Adolfo López Mateos.

El 17 de noviembre de 1963 fue elegido candidato del Partido de la Revolución Mexicana (posteriormente PRI) a la Presidencia durante la III Convención Nacional Ordinaria del Partido, donde ganó la contienda.

“La actuación de Díaz Ordaz había sido brillante: los problemas internos surgidos durante el régimen Lopezmateísta fueron resueltos, en gran medida, con su concurso, demostrando siempre inteligencia política, capacidad en el trabajo y patriotismo en el cumplimiento del deber”.

En la toma de protesta como candidato, Díaz Ordaz insistió en que a la lectura de su mensaje lo acompañaran “simbólicamente” seis viejos revolucionarios y seis jóvenes del partido.

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Durante la contienda se declaró “Siervo de la Nación” y afirmó que acudiría siempre a la inspiración del Padre Morelos para su diario actuar.

A sus colaboradores de campaña dijo “refieran la vida y el pensamiento de Don José María, las acciones del Padre que no abandonó la lucha por emancipar a su pueblo y que nos entregó para siempre los Sentimientos de la Nación.

“Recuerden que nadie tiene derecho a lo superfluo mientras alguien carezca de lo estricto”

Entre los proyectos de su administración destacan la inauguración de centros psiquiátricos que sustituyeron a La Castañeda, la modernización de los hospitales General y Juárez; y la construcción del hospital Infantil.

En la Ciudad de México emprendió la construcción del drenaje profundo, el anillo Periférico y las tres primeras líneas del Sistema de Transporte Colectivo Metro, entre otras.

Sin embargo, su administración quedó marcada por la respuesta excesiva al movimiento estudiantil popular que surgió a raíz de un pleito entre dos grupos de estudiantes de la Escuela Vocacional 2 del Instituto Politécnico Nacional contra los de una preparatoria particular que se extendió a la Plaza de la Ciudadela ocurrida a principios de julio.

El Gobierno envió a la policía, pero no para restablecer el orden sino para agredir a estudiantes y trabajadores de la Vocacional.

Luego, durante una marcha realizada el 26 del mismo mes, un contingente de estudiantes del Politécnico protestó por las agresiones que sufrieron estudiantes y maestros, y al continuar la manifestación hacia el Zócalo fueron agredidos por policías quienes los acusaron de alterar el orden público.

La protesta se dispersó y los alumnos y maestros que estaban en los planteles 1, 2 y tres de la Escuela Nacional Preparatoria de la UNAM en el Centro fueron agredidos por los efectivos, incluso al interior de los planteles.

Los estudiantes se atrincheraron e iniciaron una revuelta que no pudo contenerse y para el 30 de julio, el ejército estableció un estado de sitio en las calles y utilizó un lanza cohetes para derribar la puerta de San Ildefonso.

Como respuesta, el rector Barros Sierra hizó a media asta la bandera en Ciudad Universitaria y el 1 de agosto encabezó una marcha de protesta en el sur de la ciudad y con ello arrancó una movilización de protesta nacional que culminó con la ocupación militar de Ciudad Universitaria el 18 de septiembre.

El 24 del mismo mes, el Ejército ocupó las instalaciones del Instituto Politécnico Nacional en el Casco de Santo Tomás.

En protesta a la militarización del país, el Consejo Nacional de Huelga organizó un mitin en Tlatelolco el 27 de septiembre porque era imposible hacer marchas por la ocupación militar.

El ejército abandonó las instalaciones educativas el 30 de septiembre y el Consejo Nacional de Huelga organizó un nuevo mitin para el 2 de octubre que fue disuelto con tanques de guerra, artillería, ametralladoras y bayonetas.

Héctor Aguilar Carmín cita a Susana Zavala para tasar en 78 personas el número de fallecidos y mil 638 agraviados, de acuerdo con una investigación que forma parte del Archivo Público Histórico y Digital M68: Ciudadanías en Movimiento, en el Centro Cultural Universitario Tlatelolco de la UNAM.

¿QUIÉNES FUERON LOS RESPONSABLES?

Cuando ocurrió la masacre de Tlatelolco, el Presidente era Gustavo Díaz Ordaz. Recuerda que hasta antes del 2000, el PRI era el partido dominante que prácticamente tenía asegurado ganar cada elección presidencial.

El número dos del Gobierno de Díaz Ordaz era Luis Echeverría Álvarez, quien fungía como secretario de Gobernación. Echeverría tenía bajo su responsabilidad a la hoy extinta Dirección Federal de Seguridad (DFS), un órgano de inteligencia política y social.

En 2006, un magistrado federal emitió una resolución en la que se responsabiliza a Luis Echeverría por ser el “concebidor y preparador” de la matanza de Tlatelolco de 1968, que tuvo como objetivo destruir al “grupo nacional opositor Consejo Nacional de Huelga”.

Por ello, Echeverría Álvarez, quien sucedió en Los Pinos a Díaz Ordaz y gobernó a México entre 1970 y 1976, fue sentenciado a prisión domiciliaria en 2006 por genocidio. En 2009, un tribunal federal lo absolvió de dichos cargos.

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-Con información de Milenio y El Debate

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Díaz Ordaz me hizo guerrillero

lunes, octubre 1st, 2018

La masacre del 2 de octubre es un punto de quiebre para mi generación, dice Francisco Javier Pizarro Chávez en este texto que conmemora los 50 años del movimiento estudiantil de 1968.

Marcó, añade, “un antes y un después. Fui uno más de los miles de estudiantes que agobiados por ese terrible oprobio, y otros más como el ‘Halconazo’ del 11 de junio de 1971, nos convencimos que no había otra forma de hacer frente al autoritarismo y la represión que el de la lucha armada”.

Ciudad de México, 1 de octubre (SinEmbargo).– El movimiento estudiantil de 1968 puso al desnudo a nivel mundial el autoritarismo, falta de democracia  y represión del Estado mexicano.

Cierto es que esto para los mexicanos no era ninguna novedad. Desde años la institucionalización de la Revolución Mexicana los diferentes gobiernos hicieron uso extremo de la violencia para sofocar el levantamiento de Rubén Jaramillo, el de los ferrocarrileros encabezado por Demetrio Vallejo y Valentín Campa, el de los maestros liderado por Othón Salazar y los movimientos campesinos de la década de los 60 encabezados por la UGOCEM [Unión General de Obreros y Campesinos de los Estados de México] y normales rurales.

La democracia no existía. El Partido Revolucionario Institucional (PRI) como partido de Estado, tenía la hegemonía política y social absoluta en todos los ámbitos; el electoral, el sindical, el campesino y por supuestos el de las instituciones de Educación superior.

No había en lo absoluto libertad de expresión y de manifestación; los periódicos –salvo raras excepciones– como la radio y la televisión estaban bajo control del gobierno en turno.

El detonante del movimiento estudiantil no fue el zafarrancho entre estudiantes del Politécnico y la Universidad del nivel medio el 16 de julio. Lo que prendió la mecha fue  la brutal represión de los granaderos y la intolerancia del Regente del Distrito Federal, y del Presidente de la República, quienes al amparo del principio de autoridad desdeñaron los reclamos estudiantiles y por supuesto el pliego petitorio de seis demandas, todos los cuales les parecían intolerables:

Lo que más le preocupaba al Gobierno de Gustavo Díaz Ordaz eran en particular tres asuntos:

Libertad de todos los presos políticos, no solo de los activistas estudiantiles sino también de los presos políticos sindicales. El movimiento estudiantil contaba con el apoyo de amplios sectores de la ciudadanía, por lo que dejar en libertad a sus lideres, era un riesgo para el Presidente.

a) La derogación del   145 del Código Penal Federal que regulaba los delitos de disolución social, entre los cuales se incluía la difusión de ideas que perturbaran el orden público y/o afectaran la soberanía nacional. Aceptarlo significaba para ellos, violentar el sagrado principio de autoridad que les justificaba todo y abrir la puerta a la libertad de expresión, manifestación y ejercicio de las garantías individuales plasmadas en la Constitución.

b) Deslinde de responsabilidades de los funcionarios involucrados en actos de violencia contra los estudiantes y establecer un diálogo entre autoridades, incluyendo al Presidente de la República y el Consejo Nacional de Huelga para negociar las peticiones, lo que para  gobierno era literalmente inaceptable.

c) La  respuesta fue otra muy distinta: la masacre del 2 de octubre en la Plaza de las Tres Culturas con la participación del Ejército y provocadores que con moño al brazo abrieron fuego tanto contra los estudiantes como los militares, lo que conmocionó a todo México.

En su IV Informe de Gobierno, el 1 de septiembre de 1968, Díaz Ordaz asoció el descontento social con intentos de sabotear los Juegos Olímpicos.​ “Los desórdenes juveniles que ha habido en el mundo han coincidido con frecuencia con la celebración de un acto de importancia en la ciudad donde ocurren”. Foto: Archivo

En aquel entonces yo era un adolescente de escasos 16 años, presidente de la Sociedad de Alumnos de la Secundaria Federal No 1, en la ciudad de Chihuahua. No era fácil en esa época, a 1,441 kilómetros de distancia, tener información fidedigna de lo que estaba ocurriendo.

Los medios periodísticos locales, escasos canales televisivos y radiodifusoras no solo distorsionaban la hechos, sino además hacían apología al gobierno y por supuesto criticaban y denostaban a los estudiantes “enemigos de la Patria manipulados por fuerzas externas para desestabilizar al país”.

Fue por ello que  acordamos en la sociedad de alumnos elaborar un periódico estudiantil, “El liberal”, en el que difundíamos las causas del movimiento, divulgamos los seis puntos del pliego petitorio e información que lográbamos obtener ya sea por fuentes familiares, maestros y estudiantes de la Universidad, que por cierto, tuvo larga data hasta fines de 1972.

Nos dimos cuenta de los alcances del movimiento  estudiantil cuando llegó a nuestras manos el documental “El Grito”, el cual proyectamos de manera clandestina a los alumnos de la secundaria.

El documental tuvo un impacto tremendo, inclusive entre algunos maestros que apoyaban el movimiento, a tal grado que cuando convocamos a un paro estudiantil  indefinido en repudio a la masacre del 2 de octubre en una improvisada asamblea estudiantil, la mayoría  se manifestaron a favor.

La reacción del director fue inmediata. Anunció la suspensión de clases con motivo de las Olimpiadas, como ocurrió también a los alumnos de secundaria de la Universidad de Chihuahua. Fue evidente que la orden de la suspensión de clases vino del gobierno.

La masacre del 2 de octubre es un punto de quiebre para mi generación. Un antes y un después. Fui uno más de los miles de estudiantes que agobiados por ese terrible oprobio, y otros más como el “Halconazo” del 11 de junio de 1971, nos convencimos que no había otra forma de hacer frente al autoritarismo y la represión que el de la lucha armada.

El Asalto al Cuartel de Madera es la primera acción de envergadura de la guerrilla contemporánea en México. Fue realizada por la organización insurgente Grupo Popular Guerrillero en la madrugada del 23 de septiembre de 1965; participaron campesinos, estudiantes, maestros y líderes agrarios, quienes intentaron tomar el cuartel del Ejército mexicano en Madera, Chihuahua. Fotos: Archivo y YouTube

La semilla ya la traía sembrada. Unos meses antes del Asalto al Cuartel de Madera, se realizó en casa de mi padre una reunión con Arturo Gámiz, los hermanos Ford y algunos normalistas más, alumnos todos ellos de él, en la que le informaron que tenían planeado levantarse en armas y Asaltar el Cuartel de Madera.

La conversación fue larga y controvertida. Mi padre se oponía y les hacía ver que ese no era el camino, que además no tenían preparación para enfrentar a lo soldados, que era un suicidio. Obvio es que no logró convencerlos.

Esta conversación quedó grabada por siempre en mi memoria y de una de mis hermanas, menor que yo quien, preocupada por lo que oyó, le preguntaba insistentemente a mi padre: “¿verdad que no te vas a ir a la guerra?”.

En 1969 ingresé a la preparatoria de la Universidad que logró su autonomía justo en1968. En ese entonces había dos agrupaciones estudiantiles: El Círculo Estudiantil Preparatoriano, herencia del Instituto Científico y Literario creado el 19 de marzo de 1835 y el Frente Revolucionario Estudiantil Preparatoriano (FREP), al que me adherí y ganó las elecciones estudiantiles ese año.

Con el apoyo de la Sociedad Ignacio Ramírez, El Nigromante, de la Escuela de Derecho, muchos  de los cuales eran nuestros maestros de filosofía, historia y economía en la preparatoria, el FREP impulsó una reforma de los anquilosados programas de estudio prevalecientes, y pugnó por la democratización de la “Universidad Napoleónica” vigente, empezando por la paridad de alumnos y maestros de los Consejos Técnicos y del Consejo Universitario y el cogobierno en las preparatorias diurna y nocturna.

Un año después 1970 se logró la reforma, huelga de por medio. En ese entonces fui electo como Consejero Universitario de la Preparatoria, y participe junto con los demás consejeros en impedir la entrada de Luis Echweverría Álvarez, candidato del PRI, a la Universidad.

Formé parte de los oradores que el Consejo Universitario aprobó con la anuencia del Rector, de hacer uso de la palabra en el Paraninfo Universitario y explicar a maestros y alumnos, que en respeto a la autonomía universitaria y repudio a su conducta como Secretario de Gobernación de Gustavo Díaz Ordaz, era inadmisible que Echeverría entrara al recinto universitario para promocionarse, como lo hizo en la UNAM, donde fue apedreado y corrido.

El movimiento estudiantil universitario de 1968 a 1973 tuvo un papel relevante en esos años. Antes del 68 las protestas y luchas estudiantiles tenían como eje las escuelas normales rurales y la Normal del estado donde se forjaron los guerrilleros del Asalto al Cuartel Madera y el Grupo Popular Guerrillero junto con campesinos despojados de sus tierras.

El activismo político universitario no se  circunscribió únicamente al ámbito estudiantil se extendió a lo social. Participamos en la conformación de clubes de estudio en la Colonia Francisco Villa, creada en junio de 1968,  apoyamos la  huelga de la Escuela de Agronomía Hermanos Escobar, la de Triplay Parral, Pepsi Cola, trabajadores de la Junta de Aguas, entre otras.

Ese año fui reclutado por Diego Lucero, ex presidente de la Sociedad de Alumnos de la Facultad de Ingeniería, quien formó parte de las redes urbanas de apoyo de la guerrilla rural de  Arturo Gámiz y Oscar González y formó la guerrilla urbana conocida en sus inicios como “Grupo N” y posteriormente como “Los Guajiros”, como le puso Lucio Cabañas quién le dijo a Diego –con quien entabló una estrecha relación–, que su propuesta de unir los diversos grupos armados operaban en ese entonces, era “un sueño guajiro”.

Se me encomendó como primera tarea contrabandear armas de Estados Unidos para el Partido de los Pobres de Guerrero. Una vez concluidos mis estudios preparatorianos, Diego me pidió que pasara a la clandestinidad como militante profesional de la organización, lo cual acepté con plena convicción con la única condición de que se me autorizara casarme con quien era mi novia desde 1967. Tenía en claro –por lo que ya había leído en manuales–, que la libertad y la vida de un guerrillero era sumamente corta. Regrese del Distrito Federal donde ya operaba en agosto de 1971, para casarme con ella.

En apenas cinco meses de ese año, participé en la expropiación o asalto, como usted quiera nombrarlo, de tres bancos: uno en el Distrito Federal en septiembre, otro en Guadalajara en diciembre y el 15 de enero de 1972 en el fatídico triple asalto bancario de Chihuahua, donde perdieron la vida Diego Lucero, Avelina Gallegos, ambos originarios de Chihuahua y parientes, además Oscar, Ramiro y Gaspar (seudónimos) provenientes de Jalisco, Nayarit y Baja California, y resultaron heridos José Luis Alonso y capturados otros más integrantes de Chihuahua, entre ellos, Marcos Rascón, Marco Antonio, hermano mío y Rosendo Colomo.

A otros participantes logramos sacarlos de la ciudad que se encontraba en un verdadero Estado de sitio con patrullaje militar.

Fui trasladado junto con Marcos Rascón al Campo Militar No. 1 (Rascón fue regresado a Chihuahua) donde sistemáticamente fui torturado durante dos semanas y después enviado al Palacio Negro de Lecumberri, donde estuve varios meses en la crujía D, de Homicidios, y luego “apandado” en castigo a un levantamiento que protagonicé contra los guardias de la prisión por la golpiza propinada a un integrante del Frente Urbano Zapatista (FUZ), durante las “labores de fajina” que todas las noches nos obligaban a realizar en cuclillas en el penal.

Posteriormente se me trasladó a la crujía de siquiatría al frente de la cual estaba Goyo Cárdenas, por órdenes de Arcaute Franco, entonces director del penal de Lecumberri, para ver si así “entraba en razón”, como me lo confesó avergonzado el médico que me dictaminó como “enfermo mental” para justificar el traslado a esa crujía.

Gracias a la solidaridad de alumnos de la Escuela de Antropología e Historia, donde cursaban carrera muchos amigos originarios de Chihuahua y la de estudiantes del Instituto Tecnológico de Chihuahua, que se trasladaron en un camión al DF para protestar por esa arbitrariedad que ponía en riesgo mi vida, me sacaron de esa crujía y me enviaron a la “Crujía O”, donde eran recluidos integrantes de diversos grupos guerrilleros rurales y urbanos.

 Ahí conocí a compañeros entre ellos a Florencio Lugo sobreviviente del asalto al cuartel Madera; del Movimiento de Acción Revolucionaria, (MAR); del Frente Urbano Zapatista (FUZ); de la Asociación Cívica Nacional Revolucionaria (ACNR), de Unión del Pueblo, de Lacandones y otras organizaciones de menor presencia.

El 4 de mayor de 1973, las Fuerzas Revolucionarias Armadas del Pueblo (FRAP) secuestraron al Cónsul norteamericano de Guadalajara, Torrance George Leonhardy, quien fue canjeado por 30 presos políticos de diversas entidades en la República que fuimos trasladados a Cuba dos días después.

De la “Operación 15 de enero Chihuahua”, como se le llamó a esta acción, ya tenía conocimiento que se realizaría y se me encomendó designar la lista de los que estábamos en Lecumberri y se incluirían en el canje.

Como era de esperar, Miguel Nazar Haro, entonces director de la Dirección Federal de Seguridad, fue por mí y me llevó al Cuartel Militar No. 1, donde se me advirtió que en cuanto localizaran al Cónsul, me iban a matar.

Para sorpresa mía, los soldados que me custodiaban eran quienes me informaban que no lo habían localizado, que ya los gobiernos de México y Estados Unidos habían aceptado las condiciones de las FRAP, por lo que en dos días mas (el 6 de mayo) seríamos trasladados a Cuba, y así fue.

Al decretarse la Ley de Amnistía en el Gobierno de José López Portillo, la mayoría de los exiliados regresamos a nuestro país. Ya en 1976, me había adherido al Partico Comunista Mexicano, teniendo como “padrinos” a Arnoldo Martínez Verdugo y a Valentín Campa, quienes durante un viaje a Cuba me invitaron a afiliarme.

En la isla del Caribe conocí a muchos guerrilleros de diversos países de América Latina, por lo que al triunfo de la Revolución Nicaragüense fui invitado por el Frente Sandinista de Liberación Nacional, un mes después de mi arribo a México, para apoyarlos en la creación de la Escuela de cuadros del FSLN y dar una conferencia en torno al movimiento obrero internacional en el acto fundacional de la Central Sandinista de Trabajadores, evento en el que conocí a Jorge Castañeda y Américo Zaldívar.

De 1980 hasta 1988 fui secretario de organización del PCM en la Laguna, fundador del PSUM en Durango, y posteriormente miembro del Comité Central del PSUM y el PMS y Secretario de la Comisión Ejecutiva, encabezada por Pablo Gómez y Gilberto Rincón Gallardo.

Forme parte del grupo coordinador de la campaña presidencial de Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano en la región de la Laguna y rechacé afiliarme al Partido de la Revolución Democrática y que se asignara el registro legal del PCM, del que se valieron tanto el PSUM como el PMS.

De entonces a la fecha he ejercido el periodismo en diversos medios impresos, televisivos y de radio.

Ese es, grosso modo, el legado de mi vida política que me dejó el movimiento estudiantil de 1968, que podría sintetizar de esta manera: el 2 de octubre es  un parteaguas fundamental de la lucha contra el autoritarismo, la represión, la intolerancia, el control político del Estado y, consecuentemente, punto de referencia social de conceptos vacíos en aquel entonces, como los de libertad, democracia, ciudadanía, libertad de expresión y de manifestación.

Lo es también de rebeldía e insurgencia, que impulsó a las nuevas generaciones de jóvenes a transitar el camino de la lucha armada a costa de su propia vida: miles de ellos fueron asesinados, desaparecidos y arrojados al mar durante la “Dictadura perfecta”, como en su momento la definió Mario Vargas Llosa.