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ENTREVISTA | Daniel Salinas Basave, el huésped no invitado de la literatura mexicana

sábado, junio 2nd, 2018

Es el autor premiado de México. Un cuentista singular que ha ganado el reciente galardón de Fundación el Libro en Buenos Aires y el año pasado fue finalista del Premio García Márquez en Colombia. Aquí no tiene editorial y fue la figura en la Feria del Libro de Tijuana, donde vive.

Ciudad de México, 2 de junio (SinEmbargo).- Fue la figura más representativa y más popular de la Feria del Libro de Tijuana, una institución que ya va por la edición número 36 y que le otorgó a Daniel Salinas Basave dos presentaciones. Una en el primer día de la feria, con su ejemplar Días de whisky malo y otra al terminar, con su recientemente premiado Juglares del bordo.  

El narrador regiomontano, tijuanense de adopción, nacido en 1974, acaba de ganar el premio de cuento de la fundación Argentina El Libro, otro galardón que viene a asegurar su carrera de escritor, luego de que su esposa le dijera, hace unos 12 años, que dejara el periodismo y se dedicara a escribir.

Daniel es un escritor raro y talentoso. Empezó como él dice “tarde” en la literatura, no tuvo un tiempo de “joven escritor”. Escribe fundamentalmente cuentos y en todos los concursos, tanto adentro como en el plano internacional, gana o es finalista.

Escribe desde la periferia y en México no tiene una editorial que difunda y ordene su obra. Vive de los concursos: por Juglares del Bordo recibió 375 mil pesos argentinos (aproximadamente 18 mil 600 dólares). Es autor de Días de whisky malo, Dispárenme como a Blancornelas y Vientos de Santa Ana, entre otros.

El año pasado fue finalista del Premio Gabriel García Márquez, con Días de whisky malo, editado por la Universidad Autónoma de Nuevo León y que ya había obtenido en México el Premio Gilberto Owen. La siguiente es una nota realizada en Tijuana, sin cuyas calles no hubieran nacido los cuentos premiados.

Días de whisky malo fue editado por la UANL y obtuvo el premio Gilberto Owen. Foto: Especial

–¿Cómo fue lo de Buenos Aires? Ganaste entre tantos cuentistas argentinos que hay allí

–Bueno, fueron dos viajes a Buenos Aires en menos de un mes. Un viaje a finales de marzo para recibir el premio, una ceremonia muy bonita, con muchísima gente, con las personas de la Fundación El Libro. Con César Sodero, un gran escritor de Río Negro, que ganó el segundo lugar, hicimos una ruta de medios bastante grande. Posteriormente, aunque no estaba en los planes, se me hizo una invitación a ir a la Feria del Libro de Buenos Aires. El libro se publicó en tiempo récord, estuve haciendo un trabajo de edición a larga distancia y el libro quedó listo. Lo presentamos en la Sala Sarmiento de la FIL, el 1 de mayo. Fue una experiencia extraordinaria. Dentro de mi modesta y magra carrera creo que fue el punto más alto.

–¿Cómo es tu lugar en la literatura mexicana? Vas a tener que pelear mucho para ser considerado aquí…

–Pones el dedo en la llaga. Todo ha sido muy difícil y creo que tiene que ver porque llegué a la literatura muy tarde. Siempre he sido lector, durante década y media fui reportero de tiempo completo, de 14 a 16 horas al día, principalmente reportero de política y de policiales. No he sido un “joven escritor”. De los narradores nacidos en mi generación, en los 70, se conocieron en las becas del FONCA, se conocieron en Tierra Adentro, porque publicaron casi todos su primer libro a los 26, a los 30 años, y de una otra forma crecieron juntos. Yo estaba reporteando en esos momentos. Pensaba que si iba a publicar serían libros periodísticos, no de ficción. Yo la miraba de afuera a la literatura. La miraba como un espectador, pero de pronto fue como si todo se viniera en catarata, como si todo fuera incontrolable, es decir, todo ha sido muy rápido. En menos de ocho años ya tengo 12 libros, siete premios, dos finales, casi el total de mis libros 10 son producto de algún premio o de alguna eliminatoria, no llegué a la editorial a que me lo publicaran. Creo que todo fue demasiado rápido y sigo siendo en la literatura el huésped no invitado.

Un rara avis de la literatura mexicana. Foto: Especial

–Bolaño también recibió reconocimiento tardío…tal vez te tendrías que morir

–Fíjate que me sucedió caminando tanto por las calles de Buenos Aires, que sería bueno morir en este momento. Morir en ese pleno momento que estás ardiendo. Por un momento llegué a pensar, este es un instante muy grande, quisiera morirme aquí.

–Antes de que te mueras, ¿hay pensada una novela grande, algo que transforme tu literatura?

–Me sucede muy a menudo que muchos cuentos querrían ser inicios de novela, pero al final soy más cuentista o me gana el ansia de que estás tomando un licor y te lo quieres terminar rápido. Muchos principios de novela terminan en cuentos. Siempre me ha pasado que siento que no me he desangrado por completo en un libro. Soy muy disciplinado, soy rápido, estoy acostumbrado como reportero, sé trabajar con plazos, el mínimo de páginas son estas, así que trabajo así, pero al mismo tiempo siento que no me he desangrado por completo.

Días de whisky malo circula en Colombia, editado por Planeta/Tusquets. Foto: Especial

–¿Qué tendría que pasar para que te desangres totalmente, que tu familia esté atendida?

–Paradójicamente mi familia ha sido mi principal apoyo. Tengo un matrimonio de 19 años y ha sido mi principal apoyo. Nunca en mi vida he tenido una beca, lo que he reunido ha sido por premios. Fue mi esposa la que me dijo que me dedicara totalmente a la literatura, llevo desde 2012 entregado a esto, sólo algún que otro trabajo esporádico con el periodismo. Sucede que no he escrito todavía desde el sufrimiento. Escribir es ser otro, escribir es vivir otras vidas, el problema es cuando pierdes el cable a tierra. Estoy como esa canción de Fito Páez, buscando un cable a tierra.

–¿Qué dirías de tu literatura? Escribes de personas que sufren

–Generalmente son personajes que están en la frontera del absurdo, suelen ser personajes tristes, pueden ser personajes fuertes, a mí me gusta mucho el rock y trato de escribir así. La misma experiencia que tengo con un disco metalero es lo que quiero que tenga el lector con un libro mío. Quiero una literatura de puño cerrado, de enseñar dientes, de patear las calles, me gusta ante todo contar una historia, con personajes que tengan sangre en las venas y que suden. Yo siempre he sido lector, para mí el personaje más importante es el lector, siempre trato de mirarlo a los ojos, porque leer es un acto de generosidad y de fe.

–¿Qué han significado los premios para ti?

–Me han significado sobre todo muchas puertas abiertas, porque sin premios tendría que estar dedicándome a otra cosa. Mi principal sostén económico, aparte del trabajo de mi esposa, ha sido los premios. De regalías es muy poco lo que ganas, gracias al Premio García Márquez el libro está circulando en Colombia, gracias al premio de Argentina pude visitar Buenos Aires y mi libro se está vendiendo allá. De otra manera, no veo cómo podría haberlo hecho.

–¿Qué piensas de la literatura mexicana?

–Tengo la impresión de que no caigo bien en la literatura mexicana. De una u otra forman mis amigos son del noroeste, pero creo que no he hecho clics con los autores de mi generación. No tengo nada en contra de ellos. Los leo mucho. Creo que los libros que se han escrito por gente de mi generación tiene una madurez narrativa impresionante. La literatura mexicana está en un gran momento, hay novelas desgarradoras. Sí creo por desgracia que sí hay una lista donde los escritores siempre son los mismos, sin embargo hay muchos escritores en otras partes del país que también están aportando muchas cosas.

COLUMNISTA INVITADO | “Una computadora para el papá de Iker”, de Daniel Salinas Basave

sábado, diciembre 30th, 2017

¿Qué escribirá el autor preseleccionado para el Premio Hispanoamericano Gabriel García Márquez en una computadora nueva? Iker ya se encargó de pedirla y tiene buenas conexiones en el Polo Norte. Al menos así lo cuenta su padre.

Ciudad de México, 30 de diciembre (SinEmbargo).- En su carta a Santa, Iker pidió una nueva computadora para su papá. Asumió que si yo la pedía me habrían traído una bolsa de carbón, pero su poder como gestor hizo la diferencia y aquí tenemos que en la mañana del 25 amaneció en la sala una Lenovo plateada.

Es extraña la relación que llega uno a establecer con las maquinitas escriturales. A veces hay química, embrujo, una conexión casi telepática con el aparatejo.

En 1974, Año del Tigre, un tal Paul Auster pepenó en 40 dólares una vieja máquina de escribir desechada por algún amigo, una Olympia portátil de fabricación alemana. Han pasado 43 años y a la fecha cada palabra publicada por Auster ha brotado de ese teclado.

Yo nunca he tenido una relación tan duradera y pasional con una máquina, aunque he llegado a sospechar de los poderes mágicos de una modestísima Asus que me regalaron en un empleo temporal que tuve en 2010. Era el non plus ultra de lo humilde y yo me di a la tarea de atiborrarla de calcomanías de Iron Maiden. Le di un uso rudo, su batería se echó a perder desde los primeros meses, la pantalla estaba cuarteada y sin embargo fue una fuente de abundancia. De su teclado brotó Mitos del Bicentenario, Réquiem por Gutenberg, La liturgia del Tigre Blanco, Daxdalia, Dispárenme como a Blancornelas y algunos cuentos de Whisky malo. Cuando ya estaba casi en pedazos, la sustituí por otra Asus no tan magra.

De ahí brotaron la Estrella muerta, Lobo en su hora y concluí Vientos de Santa Ana y el mal whiskocho. Después se le jodió el teclado, en los últimos meses el cargador y yo me había visto en la necesidad de trabajar en la HP de Iker.

Las influencias que Iker tiene en el Polo Norte. Foto: Especial

Gracias a las buenas influencias de nuestro hijo en el Polo Norte, ahora puedo estrenar este juguete y me dispongo a partir plaza y abrir brecha en una estepa virgen. Mario Levrero es de los pocos narradores que describe a un nivel casi obsesivo su relación con la computadora y sus entreveros con ella. Yo lo único que le pido a una máquina es que su teclado sea amigable con mis dedos. Claro, siempre queda la comodina tentación de tener una máquina mágica que incluya inspiración e ideas, una suerte de hechicera capaz de guiar mis manos y hacer brotar sangre y néctar de la piedra, pero por ahora me conformo con que sus teclas y las yemas de mis dedos se lleven bien.

Iker llegó a mi vida con una torta de creatividad bajo el brazo y creo que una compu por él gestionada debe traer oculto más de un conejo blanco que me llevará como a Alicia por veredas extrañas y maravillosas.

Daniel Salinas Basave, con computadora nueva. Foto: Facebook

Daniel Salinas Basave (Monterrey, Nuevo León, 1974) es un lector que se ha ganado la vida como reportero. Todo lo demás ha llegado por añadidura, casi como consecuencia inevitable. Es autor de los libros Mitos del Bicentenario (ICBC, 2010), Réquiem por Gutenberg (ICBC, 2012), La Liturgia del Tigre Blanco (Océano, 2012), Cartografías absurdas de Daxdalia (CECUT, 2013) y Vientos de Santa Ana(Literatura Random House, 2016). Ha ganado, entre otros reconocimientos, el Certamen Internacional Sor Juana Inés de la Cruz por Bajo la luz de una estrella muerta; el premio Gilberto Owen de cuento por Días de whisky malo; el José Revueltas de ensayo por El lobo en su hora y el Malcolm Lowry por Cartógrafos de Nostromo.  Fue preseleccionado para ganar el Premio Hispanoamericano de Cuento Gabriel García Márquez.