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RESEÑA | La denuncia de crímenes cometidos contra mujeres e infantes en Las bicicletas, de David Toscana

sábado, julio 20th, 2019

Escape (narrativo) en bicicleta fue escrito por Diana Varela. Puntos y Comas comparte el texto íntegro. 

Por Diana Varela

Ciudad Juárez, 20 de julio (SinEmbargo).- Tras la afortunada muerte de Sebastián Oribe en Villaltenco, Coahuila, las verdades salen a flote, tal como el cadáver, después de la pesada y solitaria marcha fúnebre: “Un burbujeo efímero enmarcó la despedida. Julián recordó las palabras del padre Agostino, «tu padre no ha muerto», y reprimió el estremecimiento que le quiso brotar. -Si no ha muerto –pensó–, no tarda en ahogarse”. Este fragmento forma parte de Las bicicletas, opera prima del escritor regiomontano David Toscana, reconocido en múltiples ocasiones por El último lector (2005), El ejército iluminado (2006) y Olegaroy (2017, Premio Xavier Villaurrutia). La novela fue publicada en 1992 por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes en el Fondo Editorial Tierra Adentro. Su trama se desarrolla después de que las minas del norte se agotan y el tren llega al poblado coahuilense solo para arrojar malas noticias y augurar, con ello, su desaparición inminente.

En Las bicicletas, el narrador nos habla con un efectivo humor negro sobre el despertar de los residentes de Villaltenco, una vez que una serie de factores altera el diario acontecer: el sacerdote ha roto uno de sus votos; una joven ansía por salir de su lugar de origen después de ver la gran Ciudad de México en unas cuantas fotografías; un misterioso cantinero llega al pueblo. Sin embargo, y al igual que en muchas de sus obras, Toscana presenta aquí, por vez primera, una pieza clave de su escritura; una pista que se oculta detrás de secuencias que rozan lo absurdo y que culminan en eventos catastróficos, es decir, la denuncia de crímenes cometidos contra mujeres e infantes: “Con tina piedra pómez, talló su engallinada piel hasta llagársela en el vientre y los muslos. La noche le resultó corta para deshacerse del sudor, los pelos y las caricias del viejo”.

Tanto la violación de Emma como la de Macaria, protagonistas femeninas, ocurren como sucesos inevitables en el ciclo de vida de la mujer en Villaltenco, rito de paso para la realización de sus deseos. Su vida se trunca y queda a la expectativa del destino del poblado y del mandato de un violador que se asume como tal debido a su poder monetario. Estos eventos constituyen un vistazo a la corrupción humana que distingue a las obras de Toscana, en las que los curas, gobernantes y los propios ciudadanos son parte de un sistema dominado por sus instintos, por el alcohol y la incompetencia. Mientras que las acciones que ofenden la moral se castigan con prisión, las que agreden a las personas son vistas como oportunidades de compensación privada: “No te angusties hija. Ya no está Demetrio para que puedas remediar el mal, pero yo seré tu instrumento de expiación”.

El humor que caracteriza la prosa de Toscana reflexiona sobre la ligereza con la que se asume o se toma la muerte y la agresión, lo fácil que resulta normalizar la violencia y la capacidad para adaptarse a un sistema corrupto. No obstante, el autor regio ofrece una salida a este mundo sumido en una cotidianeidad desgastante, aun cuando las soluciones resulten descabelladas y sus personajes se enfrenten, en ocasiones, a un final trágico. Sumirse en la locura y apartarse de los estándares morales constituye una vía de escape para la búsqueda de la tranquilidad y hasta de la felicidad en un proceso de liberación: “Cuando Toño Cavazos salió a la calle, Sanjuanita lo abordó con preguntas. -¿Lo viste? ¿Dónde está? ¿En la cantina? No, se quedó por allá –dijo señalando hacia el sureste–, encima de la primera loma. La mujer caminó hacia la dirección indicada lenta y desinteresadamente. Tan pronto se sintió fuera de las miradas, se echó a correr”.

Sanjuanita, la solterona, es el único personaje que al final logra dejar atrás su mundo para satisfacer sus deseos sexuales, mientras que las historias en Villaltenco se quedan inconclusas para que el lector arme su propio desenlace de los hechos. Finalmente, en Las bicicletas se observan la mayoría de los rasgos que caracterizan la voz de un autor, ahora consolidado: un ecosistema semiárido, la denuncia de crímenes negados u olvidados, un refrescante humor negro y personajes que tienden a la locura a pesar de ser los más cuerdos de la fábula: “Comenzó a llover con inusitada vehemencia y la gente se descaminó entre gritos y correrías, sin memoria para la dignidad, dejando al difunto sin otra compañía que la obligada y la pagada. […] El agua se había comenzado a asomar por los bordes y, cuando acomodaron el ataúd, imperaron las leyes de la física sobre el candor de la voluntad. «Los muertos flotan», dijo uno de los muchachos con la suficiencia de Arquímedes vuelto a nacer. -Vamos a llenarlo con piedras –dijo otro”.

¿Por qué se arrodillan ante un “pinche cineasta”? Toscana pide no ver cine y volver a los libros

sábado, marzo 16th, 2019

“La pantalla no merece ser endiosada, el cine no merece ser endiosado. Los directores y los actores no merecen ser endiosados”, dice David Toscana, escritor mexicano. “¿Por qué todo el mundo tiene que estar diciendo que Roma es una maravilla?”, cuestiona. 

Ciudad de México, 16 de marzo (SinEmbargo).– David Toscana es un escritor regiomontano que lleva varios años radicando en Europa. Hace tiempo, tras ver un partido de futbol, decidió no ver más la televisión. No le interesaba demasiado. Para él la literatura era suficiente. De ahí que sea uno de los escritores mexicanos más ocupado de ahondar en los problemas literarios.

La semana pasada, en su columna publicada en Milenio, hizo una crítica formal a la recepción que ha tenido Roma, la película de Cuarón, sin haberla siquiera visto. Sus argumentos iban en torno al fanatismo de algunos espectadores, no de la cinta. Pese a ello, en las redes sociales le llovieron muchas críticas de las que él difícilmente se enteró pues no utiliza esos medios.

Tuvimos la oportunidad de platicar con él antes de la polémica. David habló de literatura, de la industria editorial e hizo algún comentario cinematográfico. Al margen de las posturas que se puedan tener sobre él, lo cierto es que su obra es de las más sólidas de la literatura mexicana actual.

David Toscana es un escritor regiomontano que lleva varios años radicando en Europa. Foto: Secretaría de Cultura.

***

–Hay muchos libros ahora, muchísimos más que en cualquier otra etapa de la humanidad. Todo el mundo escribe. ¿Tú crees que en algo le beneficia a la literatura que haya tanta oferta editorial?

–No, yo creo que la perjudica. La oferta editorial se ha vulgarizado demasiado. Hay gente que está publicando hoy, que en el pasado ni siquiera había soñado con publicar. Los grupos editoriales ya no tienen lo que en antaño tenían. Ya no tienen el sello del editor. La mayoría de las editoriales tenían el nombre del editor y el editor se hacía responsable de lo que publicaba. Hoy se acercan a la gente famosa que no sabe escribir. Saber escribir ya es lo de menos, lo que importa es que puedas vender libros, desde consejos estúpidos de cómo enamorarse, cómo entrar o salir de una relación… Entonces el espacio para la gente inteligente, para los filósofos, para los intelectuales, se ha ido perdiendo a cambio de toda esta ‘niñatería’ que tenemos ahora. Se están vendiendo más libros que nunca, pues sí, pero qué clase de literatura estamos leyendo. ¿Hasta dónde hay alguna responsabilidad por parte de las editoriales de tener ciertos criterios de calidad? No podemos decir que es una literatura ‘Made in China’, pero de alguna forma tiene esa calidad. Lo que importa es la fama. Yo miro con nostalgia esas épocas con editores que no eran millonarios. Ahora sí veo que los grupos editoriales tiene potencial para tener bonitas oficinas en Polanco. Sí se vende, pero ¿a precio de qué? A precio de corromper a los lectores con basura.

–A ti te tocó la parte final de la época dorada de las editoriales. Justo en ese momento hubo grandes escritores que, además, vendían mucho.

–Sí. La literatura latinoamericana tenía un peso que ya no tiene. No tenemos los escritores de peso completo. En esa época teníamos a Fuentes, Rulfo, un montón. Eran escritores que no sólo leíamos en español, sino en otras lenguas. Ahora tenemos mucha oportunidad de publicar en otras lenguas y de que se edite en otros países, pero ya sin el ‘bombo y platillo’ que se tuvo en otra generación. Alguien decía: ‘es que en nuestra época no se traducía tanta literatura’. Quizá sea verdad. Hay demasiadas editoriales publicando demasiado y los lectores tienen una incapacidad de leer todo eso. Si lo combinamos con que la pantalla chica y la pantalla grande están absorbiendo demasiado tiempo de la gente, entonces la mayoría de los libros que se publican mueren pronto.

–¿Cómo le hace David Toscana para definir lo que es buen libro?

–¿Como lector o como escritor?

–Como lector.

–Soy poco arriesgado. Y por eso me la vivo con los clásicos. La idea de aventurarme con la literatura contemporánea para estar como un pescador hasta ver si atrapo a la trucha sabrosa, no va conmigo. Yo me espero a que alguien me recomiende un libro. Incluso la mayoría de las recomendaciones de literatura contemporánea no terminan por gustarme. Hay cierta ligereza en el trato de la condición humana que no me gusta. Hay mucho cinismo. De pronto te encuentras una buena prosa, un buen ritmo, pero es como si la gente no supiera mucho de la vida, del arte. Todo lo que tiene que ver con géneros, no me interesa. Yo sé que está el género policiaco, que de pronto brinca más allá del género, pero casi siempre miro con desconfianza a escritores de ciencia ficción. Me interesa la literatura más sencilla, pero que va a los valores clásicos de la condición humana, de las pasiones humanas. No contesto mucho. Cuando leo, muchas veces desde el primer párrafo, digo: ‘esto tiene peso, densidad, belleza’. ¿Cómo definir la belleza? Difícil decirlo.

–Eres uno de los mejores autores de la literatura mexicana contemporánea. Me parece que tiene que ver con tu trabajo con la prosa, en ese conseguir hacer algo, algo que todavía no puedo decir con palabras, algo con el lenguaje. Te relaciones con el lenguaje. ¿Es un asunto de talento o de trabajo? ¿Una combinación?

–Tiene que ver con cómo te formaste como lector. Alguna vez, en un taller literario, yo les pedí a los pupilos que me trajeran un buen párrafo, uno que les gustara mucho, de alguien más. Me trajeron puras ‘simplonadas’. Les importaba el significado del párrafo. Solamente uno trajo el pasaje de García Márquez. Cada uno debía leerlo en voz alta. A veces queremos pensar que la prosa tiene una función, pero más allá de la función la prosa es con lo que construyes el arte literario. A veces lo entendemos con la música: dos personas cantan la misma canción, entendemos que uno canta mejor que el otro. En la prosa es donde la mayoría de la gente falla. Yo le digo: ‘piensa en la gente que sabe contar un chiste y en la que no lo sabe contar’. Hay alguien que maneja bien las palabras y otro que no. Todo el arte dramático griego estaba construido de manera bella, y no solamente utilitaria. ¿En qué consiste? Creo que nadie lo sabría decir, es algo que notas. Las palabras deben tener ritmo, intención, se necesita de la metáfora, se necesita ser sugerente, claro. La buena prosa es eficiente, no usa palabras demás. Se nota cuando algo no encaja. Pensemos más en términos de música, y no en términos de cine. No digo que todo se deba vivir para poderlo narrar, pero hay que interiorizarlo de tal manera que la narración sea seductora. Un escritor debe aprender a detectar en otros libros la buena prosa. Hay que conocer el Siglo de Oro. Leer poesía.

–Es la primera vez que hablas de poesía. Habías hablado sólo de prosa.

–Leer poesía es importante.

–No escribes poesía.

–No, no escribo poesía.

–Podrías intentarlo, pero lo tuyo es contar historias.

–Nunca lo he intentado. No sé. No sé si podría. Quizá algún día. Por lo pronto no.

–Desde que te conozco siempre has sido profundamente radical con tu postura frente a las pantallas. En alguna época dejaste de ver televisión. ¿Crees que no puede ser interesante la ficción en una plataforma que no sea la literaria o no crees que se pueda escribir para series, para televisión, de manera literaria?

–Hay un mundo que me cae mal. ¿Por qué todo el mundo tiene que estar diciendo que Roma es una maravilla? ¿Por qué no se arrodillan delante de un escritor? ¿Por qué todos los escritores somos… ‘ah, está bien’? Pero viene un pinche cineasta y hay que adorarlo como si fuera Dios. Creo que me falla algo genético porque la única otra persona que no ve cine y televisión es mi hermano. Nunca nos pusimos de acuerdo. Tengo que pensar que estamos endiosando a alguien que no lo merece. La pantalla no merece ser endiosada, el cine no merece ser endiosado. Los directores y los actores no merecen ser endiosados. No los veo. Ahora siento que debería hacer una especie de campaña para que nadie lo haga y que vuelvan a los libros, que vean que los libros tienen una posibilidad intelectual y estética mucho más poderosa que el cine.

–Para la cual hay que entrenarse para acceder.

–Se supone que en la escuela teníamos que acceder un poco. Pero la gente va a la escuela y odia la lectura. Lo que ocurre también es que hay pocas cosas tan malas como un mal libro.

–El que cansa, aburre.

–Me dicen: es que tú amas la lectura. No, a veces la odio, y la odio profundamente. Cuando tengo un libro que no me gusta, pues claro que lo dejo. Cuando tengo un libro que no me gusta y lo tengo que leer por cualquier compromiso, pues sí, odio la lectura. Es terrible leer un libro que no quieres leer, pero es maravilloso descubrir la lectura. Los clásicos son indispensables para conseguir esto. No todo el mundo nació para lector, la escuela debería entrenarnos para ser lectores. Todo parece que conspira contra la lectura. Tú prendes la televisión y un analfabeta se ríe y dice que no le gusta leer. Parece que simpatiza más la ignorancia.

–Ahora que hablas del fomento a la lectura y de esos casos particulares, hay un mito sobre la supuesta superioridad moral que tenemos los que leemos. ¿A la humanidad le haría mejor que todos fuéramos lectores? ¿Sirve en serio fomentar la lectura?

–La gente pasa mucho tiempo delante de las pantallas y mucho tiempo de esa pantalla tiene que ver con la lectura. ‘Me llegó un mensaje, leo la prensa…’. Es verdad que mucha gente lee, es verdad que empresas editoriales están teniendo un auge y les va muy bien. Pero también es verdad que tendríamos que preguntar qué estamos leyendo. En un mundo donde tenemos la mejor novela que se ha escrito en nuestra lengua y que no te encuentras quién la leyó… ¿Por qué si tienes lo más sabroso vas y te comes una McDonald’s fría? ¿Qué hay en el paladar de la gente? La gente pierde gusto por la literatura, la arquitectura. Estamos propiciando la fealdad. Y la fealdad la estamos propiciando en la literatura. Me considero de los solitarios. Sigo hablando de la literatura. La gente no habla de esto. Sigo hablando de la belleza.

La oferta editorial se ha vulgarizado demasiado, dice David Toscana. Foto: Especial.

–Algún día estaba en una discusión y alguien sostenía que se había llegado a lo máximo de la escultura con Miguel Ángel. ¿Crees que en la literatura podríamos ya haber pasado ese punto?

–No todos los días tienes que ir a comer el plato maravilloso del chef. Hay comida que puedes disfrutar sin que sea basura, ni sana. Se dice que en la literatura lo más grande que se creó fue con Homero.

–Tú dijiste que Cervantes.

–Sí, tenemos un montón de cosas, de autores vivos, de literatura que sí llega a buen nivel. La vida contemporánea también merece narrarse. Pero narrase bien. Debemos saber que hay un mundo que se ha venido acumulando.

–En la ciencia es acumulativa la trayectoria, en el arte no.

–No es acumulativo. Pues no, no puedo decir: ‘como Juan Villoro ya leyó a Cervantes, yo no tengo que leer a Cervantes’. No. Eso no se puede. El gusto literario se desarrolla mejor con los clásicos. Si a alguien le vas a enseñar a pintar, le debes hablar del renacimiento. Si quieres ser un buen lector, debes tener una buena mezcla entre lecturas clásicas y contemporáneas.

–¿Ya eres el autor que llega y habla de su obra?

–No, sólo vienen ferias y no tengo nada para presentar. Creo que también debe haber espacio para que escritores hablen como lo hacemos ahorita. Hablar de escritura, de literatura, de creación. Hablar de qué significa y cómo enriquece leer. ¿Cuál es la diferencia entre leer un clásico y un contemporáneo? ¿Por qué las novedades a los tres meses salen de la impresión?

–Pienso en un niño al que le gustaba leer mucho, pero que decidió ser ingeniero y que después lo abandonó. Es una apuesta. ¿Se puede apostar por la literatura?

–Se puede. La literatura tiene muchos periféricos. El ideal de un autor es vivir de las regalías de sus libros, pero aun cuando no se da eso, tu posición como autor te lleva a dar charlas, puedes tener alguna beca, algún premio, escribes para alguna revista. Sin embargo, también hay mucosa autores que han sido grandes autores y no dejaron sus profesiones.

–¿Crees que sirve de algo bajar el precio del libro?

–Sí, sí creo. Para nosotros que compramos muchos libros, un precio económico es bueno. Habría que darle esta posibilidad de precios bajos a los clásicos. Los clásicos tendrán que ser bastante accesibles. Siempre han sufrido los libros por sus precarios canales de distribución. Si yo lo vendo en los kioscos, el ‘kiosquero’ me pide el 10 por ciento. Si lo vendo en la librería, piden el 50 por ciento. Al autor a veces le toca el 5.6 por ciento. El problema con el libro es doble. ¿Qué es un libro? ¿Por qué no pueden publicar mi libro con otro papel y otro tipo de pastas? No le interesa a los grupos editoriales. A ellos les interesan los libros caros, aunque maten de hambre a los autores. Cuando nació el libro de bolsillo, las editoriales se resistieron. No querían que los libros fueran baratos.

Queremos hablar con alguien a través de lo que escribimos: David Toscana

sábado, marzo 31st, 2018

La lectura de El Quijote definió su vocación de escritor. El autor recibirá el Premio de Literatura Xavier Villaurrutia en un acto en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes, el próximo 17 de abril a las 19:00 horas.

Ciudad de México, 31 de marzo (SinEmbargo).- Por su novela Olegaroy, David Toscana ha sido reconocido con el Premio Xavier Villaurrutia de Escritores para Escritores 2017. “Originalmente yo quería escribir una novela sobre un accidente de avión, del equipo al que llamaban el Gran Torino en 1949, equipo que era el mejor del mundo, el Barcelona de su época pero además era la base de la selección italiana; viaja, por un partido amistoso, de Lisboa vuelve a casa, a Turín y entonces el avión, entre la neblina, choca contra una basílica que está en una colina y muere todo el equipo.

“Entonces siempre busqué la forma de contar esta novela –relata Toscana– y al final lo que pensé que era el tronco fue solamente una rama. De ahí viene mi personaje que es Olegaroy  y comienza a escribir algo que se llama ‘La enciclopedia de la desgracia humana’. Él empieza a obsesionarse con los accidentes, con los atropellos, que los había incontables en Monterrey en 1949. Este personaje empieza a pensar sobre la muerte, se empieza a creer filósofo y a partir de esto, el narrador, muy cómplice con el personaje, que tiene ideas sencillas, viene a convertirlas en algo más complejo, el narrador nos empieza a contar que hay congresos de filósofos, de científicos, de historiadores, de literatos que se ocupan de las ideas de este hombre como si fuese un gran filósofo.

Es un juego un tanto inverosímil de la novela, pero yo siempre he dicho yo no juego a la verosimilitud, juego a la seducción y juego al juego, creo que la novela tiene que ser una cosa no meramente entretenida o divertida, sino más profunda que nos lleve a reflexionar, a pensar, a disfrutar, que nos muestre la belleza. Una novela, siempre lo he dicho, que tiene que ser bella, no sólo interesante y a través de estas aventuras del personaje, es el narrador que se vuelve otro personaje y nos da sentido de la novela”, dice el escritor.

David Toscana nació hace 56 años en Monterrey, Nuevo León  y estudió ingeniería industrial y de sistemas. Foto: Secretaría de Cultura

LA MUERTE COMO UN TEMA CENTRAL

“Todas mis novelas lo tratan a veces muy profundamente, a veces periféricamente pero siempre ha estado ahí. En este caso, Olegaroy, es un hombre que reflexiona mucho sobre la muerte, sobre la posibilidad de morir y sobre las distintas formas de morir. Siempre he dicho que quizá esto me viene porque en Monterrey yo nací en una calle que se llama Degollado y de un lado de la calle estaba la maternidad y de la otra estaba el cementerio, entonces desde niño conocía esta metáfora de decir a todos nos va a tocar caminar de este lado de la calle, al otro”, dice.

David Toscana nació hace 56 años en Monterrey, Nuevo León  y estudió ingeniería industrial y de sistemas. “La escritura no tiene que ver con la literatura, estudiar la literatura es algo distinto que sumergirse en los libros y tener algo que decir y expresar a través de la prosa o la poesía; todos los autores del siglo XIX que nos gustan, son médicos, abogados, ingenieros, militares, tienen cualquier profesión pero no cursaron una carrera de letras, ahora es algo que nos ofrecen las universidades”.

Leer Don Quijote de la Mancha marcó su vocación de escritor. “Aunque había sido lector mucho tiempo, una vez que leí Don Quijote, que releí Don Quijote porque lo habían encargado en la escuela y era distinto tratar de ver este libro escolarmente que leerlo de continuo por puro placer y entonces ahí de algún modo descubrí que las novelas no sólo contaban historias, que en verdad era una obra de arte, en verdad había belleza, en verdad me transformaba como lector, no es que hubiera conocido una historia, es que yo ya era otro cuando iba leyendo cada episodio de Don Quijote.

Olegaroy, el ganador del Premio Xavier Villaurrutia. Foto: Especial

“De ahí sentí la tentación de escribir y la quise explorar verdaderamente como una vocación, no lo pensaba en aquél entonces como una profesión pero sí como una vocación. Cuando uno comienza a escribir, dice ‘voy a escribir aunque nadie me publique, aunque nadie me lea pero cuando termina la primera novela pues no quiere uno meterla en el cajón, quiere llevarla a un editor, quiere tener lectores, y si tiene uno que bueno pero si tiene mil mejor y si tiene 10  mil, todavía mejor.

Aunque el aliento inicial es un poco desinteresado, al terminar la novela por supuesto que la entendemos como un acto de comunicación y no queremos dejarlo solo para nosotros, queremos hablar con alguien, a través de lo que escribimos”, agrega.

Además de Miguel de Cervantes, otros autores como Juan Carlos Onetti, José Donoso, Joseph Roth e Issac Bashevis Singer son influencias poderosas en la escritura de David Toscana. “Hay otros que me gustan mucho pero del gusto no nace la influencia; hay autores que amo pero como si tuviéramos un código genético diferente y hay otros que sientes inmediatamente que son parte de tu alma, que puedes tratar de emular, que tocan los temas que te interesan, que tienen una prosa similar a la tuya y es ahí donde uno acepta las influencias más allá de los gustos”.

El escritor ha sido distinguido también con el Premio Bellas Artes de Narrativa Colima, Premio Casa de las Américas de Narrativa José María Arguedas, Premio de Narrativa Antonin Artaud y el  Premio José Fuentes Mares. Desde hace 10 años vive en Europa, ha radicado en Portugal, Polonia y actualmente en España. “Me gusta la posibilidad que tengo de que como escritor uno no tiene que checar tarjeta y presentarse a la misma hora en la misma oficina, todos los días y si tengo esa posibilidad la he estado aprovechando, eligiendo lugares caprichosamente y ya tengo mucho la tentación de volver a México”.

Durante un viaje recibió la noticia que le anunció ser ganador del Premio Xavier Villaurrutia.  “Lo recibo con mucho entusiasmo, justo cuando estaba haciendo una transferencia en el aeropuerto de la Ciudad de México, iba de Monterrey rumbo a España y cuando me detengo en México para esperar unas horas para tomar el vuelo, llega la noticia y yo encantado del premio y encantado de tener una buena excusa para quedarme un mes más aquí en México y posponer mi viaje a España”.

Actualmente  David Toscana trabaja en un nuevo proyecto literario del que no revela todavía ningún detalle, “hasta que uno no decide publicarlo es como una parte íntima del escritor”.

El Premio Xavier Villaurrutia de Escritores para Escritores es convocado por la Secretaría de Cultura a través del Instituto Nacional de Bellas Artes en colaboración con la Sociedad Alfonsina Internacional; en esta ocasión el jurado, integrado por los escritores Silvia Molina, Felipe Garrido y Vicente Quirarte, decidió por unanimidad otorgar a la novela Olegaroy esta distinción. David Toscana recibirá el Premio Villaurrutia en un acto en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes, el próximo 17 de abril a las 19:00 horas.

ENTREVISTA | La novela siempre ha sido un acercamiento a la filosofía: David Toscana

sábado, diciembre 2nd, 2017

Ha sido traducido a 15 lenguas y jamás agotó una edición. Ese es el récord para este escritor regiomontano que vuelve a la carga con Olegaroy (Alfaguara). Hay hombres de apariencia pequeña que se vuelven grandes ante la arbitrariedad de la historia. Olegaroy es uno de ellos.

Por Roberto Feregrino

¿Quién es David Toscana? La biografía del novelista está llena de lugares comunes que apelan a decir que dejó la ingeniería y tomó las letras, escribe semanalmente en “Laberinto”, del diario Milenio, ha sido ganador de premios como el José Fuentes Mares y un largo etcétera. Sin embargo, este autor, oriundo de Monterrey, nacido en 1961 y ahora ciudadano del mundo —que una temporada vive en Polonia, otra en Brasil, otra en el puerto de Cádiz—, tiene muy claro qué hacer literatura es pensar en el buen manejo del lenguaje para provocar que la imaginación del lector se engarce con las historias que relata. Sus gustos literarios son (primordialmente) rusos y españoles del Siglo de Oro. Sus inicios como novelista se remontan a 1992 con una novela de cuyo nombre prefiere no acordarse, intitulada Las bicicletas; después publicó Estación Tula (1995) y a partir de entonces comenzó a desarrollar un estilo que la crítica ha llamado “realismo desquiciado”, que no es otra cosa que la necesidad de contar algo que lleve al ser humano-lector a encontrarse a sí mismo para preguntarse por qué en sus novelas sucede lo que sucede.

Lontananza (1997), Santa María del Circo (1998), Duelo por Miguel Pruneda (2002), El último lector (2005), El ejército iluminado (2006), Los puentes de Königsberg (2009), La ciudad que el diablo se llevó (2012), Evangelia (2016) y ahora Olegaroy, su reciente novela (que da pie a que esta plática con él sea posible), son las alternativas que tenemos para acercarnos a la narrativa de Toscana: tercera llamada, tercera, comenzamos.

Un insomne sabe que la cama es el lugar de las horas largas, del miedo, de la proximidad consigo mismo y con la muerte. Foto: Especial

—David, los que leemos tus “toscanadas” en el suplemento “Laberinto” advertimos una preocupación tuya por los títulos. En una nota comentabas que los editores te sugerían titular tu nueva novela como Enciclopedia de la desgracia humana y finalmente decidiste que se llamaría Olegaroy, es decir, un nombre propio como Pedro Páramo, Lolita, Anna Karenina, aunque ya lo intentaste en Duelo por Miguel Pruneda ¿qué tanto el título de una novela determina su destino o el del autor? O en otras palabras, ¿qué diferencia hay en tomar la novela y leer a Olegaroy y no la Enciclopedia donde participa Olegaroy?

—Los títulos son parte de la obra, incluso parte del género. Si un libro se titula Asesinato en el parque Sinaloa sabremos que es un policial; si se titula Contigo en la distancia, sabremos que es una novela rosa. Porque parece mentira la verdad nunca se sabe o La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada son títulos ingeniosos, pero da pereza pronunciarlos dos veces. Los editores dicen que los títulos venden, pero tal cosa no está demostrada. Yo no soy el autor de la Enciclopedia de la desgracia humana; el autor es Olegaroy, y estaría mal que yo anduviera confiscando títulos.

—Considero que Olegaroy es un artificio mucho más ambicioso en cuestión filosófica, si bien es cierto que planteas la idea de sociedad en decadencia en Santa María del Circo o la crítica a la lectura en un pueblo inhóspito de Monterrey llamado Icamole en El último lector, ahora entramas una serie de reflexiones en torno al discurso filosófico-científico de Kant, Spinoza, Kierkegaard, Tales de Mileto, Leibniz, Newton, entre otros, por medio de un discurso que podría rayar en lo absurdo con preguntas como: “¿El tempo se detiene cuando viajas a la velocidad de la luz?”, “¿mí se parece a yo?,  ¿mí me parezco a yo?”, ¿Qué fue primero, el huevo o la gallina?” ¿Pretendes aplicar la filosofía en el mundo cotidiano para demostrar algo?

—La novela siempre ha sido un acercamiento a la filosofía. Los escritores debemos ser filósofos. La propuesta en Olegaroy está en integrar en el narrador a una especie de crítico literario, filósofo, historiador e imaginador que le dé vueltas de tuerca a las ocurrencias e ideas de los personajes, así se le encuentra un fondo aun a lo que parece superficial.

—En tus novelas es evidente la influencia de Don Quijote, esta ocasión nos presentas a un hombre que se llama Olegaroy y cuenta con la edad de 53 años, cuya biografía no comienza “con su nacimiento, pues los grandes hombres salen animales del vientre materno y se dan a la luz sólo en el instante en que adviene una epifanía”, y no podemos evitar pensar en la descripción de Don Quijote que “Frisaba la edad de nuestro hidalgo con los cincuenta años”, edad con la que inicia el relato y el caballero andante sale de la realidad para vivir la epifanía que le ofrecen los libros de caballería que lee y le quitan el sueño en una suerte de ficción, ¿pasa algo similar con Olegaroy cuando el 8 de abril de 1949 descubre en el periódico El Porvenir el asesinato de Antonia Crespo y con ello descubre que “está para grandes cosas”?

—Igual que don Quijote, Olegaroy se transforma con una lectura. El periódico le hace pensar que casi todo lo que sabemos nos llega en forma de palabras, y las palabras, ya se sabe, sirven para hacer enunciados verdaderos y falsos. Esto pone a pensar al sabio regiomontano, y sus ideas redefinen lo que entendemos por realidad y ficción.

—A David Toscana, muy quijotescamente, le gusta entreverar la realidad con la ficción, y muestra de ello son los autores, novelas, personajes que inventa; el nombre de Olegaroy es de lo más raro que existe, si buscamos en la red nos dice que “probablemente quisimos decir Olegario”. Curiosamente en Santa María del Circo aparece un libro que se llama El perfecto mago y el autor es un tal Francisco Olegaroy, ¿existe en el nombre una coincidencia o buscaste que eso ocurriera deliberadamente?

—Hace muchos años un compañero de la universidad confundió mi nombre y me preguntó: ¿Tú eres Olegaroy? Yo le respondí que sí, y durante un tiempo ése fue mi apodo. Lo usé en SMC sin tener idea de que un día ocuparía el tal nombre para un personaje principal.

—En Evangelia partes de la suposición de que María y José hubiesen  tenido una hija y no un hijo, lo que te da, según has comentado en diversas entrevistas, la posibilidad de hablar de la Biblia porque te parece un libro que debería leerse. En Olegaroy hablas de la ciencia y la religión, dos temas que parecerían antagónicos, sin embargo, cuestionas ambos y pareciera que en esa pugna de explicar a Dios por parte de los religiosos y la de negarlo por parte de los no religiosos hubiera ciertas carencias, ¿crees que ciencia y religión tengan puntos en común? O, en otras palaras, ¿crees que alguna vez lleguemos a conocer a Dios o a dejar de tener descubrimientos científicos, existe un final en el pozo de la ciencia y la religión?

—Ciencia y religión se pelean más de lo que deberían. Yo me vuelvo más creyente cuando leo sobre las minucias de las células o las grandezas del universo. Si fuera religioso, preferiría un dios científico y no un mago. Los físicos teóricos hacen mayores revelaciones sobre la divinidad que los profetas. En cambio la fe es la manifestación más primitiva de la conciencia. Las religiones son de naturaleza conservadora, suponen que todo se dijo hace miles o cientos de años y acaso queda reinterpretar los textos para los nuevos tiempos; en cambio la ciencia siempre avanza y sabe que le queda muchísimo terreno virgen por explorar.

Tras el salvaje asesinato de una joven, él decidirá tomar la investigación por su cuenta y en el proceso habrá de toparse con las dudas que más inquietan al ser humano desde que comenzó a reflexionar en la antigua Grecia. Foto: FIL

—David Toscana no piensa en cine, lo sabemos porque lo ha manifestado en más de una ocasión, de hecho hasta has bromeado con que escribes a prueba de directores de cine. Lo que has dicho es que relacionas la escritura con la música, ¿qué música baila Olegaroy, que escuchabas mientras escribías la novela?

—Una novela ha de tener muchos ritmos pero nunca arritmia o monotonía; siempre es más larga que una sinfonía y las propias sinfonías tienen cuatro movimientos y aún variantes dentro de cada movimiento. Es fácil leer la buena prosa en voz alta; en cambio la mala prosa nos hace trastabillar, pues está llena de baches.

—Olegaroy está compuesto por siete libros, a la usanza bíblica: Insomnio, El fugitivo, El futbol, El cadáver, La enciclopedia, Los conejos y Epílogo. Es de llamar la atención que en el libro tercero discurres en una serie de pensamientos en torno al futbol a partir del accidente aéreo del Torino donde 31 personas perdieron la vida. ¿Por qué plantear una suerte de pensamiento primigenio del futbol en la novela? ¿Acaso tiene que ver con una especie de ironía religiosa que en la estructura se incluya el futbol como algo que debe ser recordado?

—Al igual que don Quijote, los jugadores del Torino pudieron decir “con la iglesia hemos topado”. Pero lo cierto es que la primera idea que tuve de esta novela, de la idea de la desgracia humana, vino hace años cuando visité la ciudad de Turín. Tengo cierta fascinación por los accidentes aéreos, y ya en otra novela me había ocupado de aquél en que mueren Madrazo y el Pelón Osuna. Lo del Torino me dio pie para tratar un tema demasiado importante en el mundo contemporáneo: el futbol.

—“¿Quién mató a Babette?”, pregunta uno al terminar de leer El último lector y nunca nadie nos resuelve ese misterio, lo miso acontece con la muerte de Antonia Crespo en Olegaroy y pareciera que a Toscana no le interesara llevarnos a saber quién es el asesino, ¿por qué te vales de la muerte que aparentemente es el primer plano y termina siendo algo incidental?

—La muerte sigue en el primer plano, lo que se vuelve irrelevante es la trama policiaca. Si quisiera justificarme como escritor realista, diría que los crímenes suelen quedarse en el limbo, pero no lo hago por eso sino porque me interesan los mundos sin certezas. Al igual que en la filosofía, muchas son las dudas y pocas las repuestas.

—Tus novelas generalmente cuentan con un grupo de personajes —o dualidad como Don Quijote y Sancho— que sostienen el discurso de la narración, pienso en El ejército iluminado, este grupo de pequeños niños que salen dispuestos a tomar el Álamo bajo las órdenes del profesor Matus; en tu nueva novela haces algo muy similar con una prostituta con la que, por cierto, Olegaroy se casa dos veces y se llama Salomé; un padre de nombre Fabián, un matemático que es poeta y una madre que lleva a lo enfermo la relación con su hijo de funeral en funeral recolectando canapés, ¿en qué momento sabes que tienes el grupo de personajes preciso para decir lo que quieres decir en cada novela, en este caso Olegaroy?

—Eso nunca lo sé, es mera intuición, o se debe a los límites de la imaginación. Si se me hubiese ocurrido meter a otro personaje, digamos, un embalsamador de la funeraria, la novela hubiese sido otra, no sé si mejor o peor. Este asunto lo consideré sobre todo en Santa María del Circo, cuando elegí los cirqueros que llegarían al pueblo. ¿Cómo habría sido la novela si tomo al payaso en vez del hombre bala? ¿O el domador de leones en vez del mago? Una novela siempre podría ser infinidad de otras novelas, pero al final es lo que es.

—David, sabemos que desde hace unos años no vives en México y tus novelas se han traducido al alemán, eslovaco, griego, serbio, sueco, polaco y al portugués, entre otros, ¿cómo percibes que el público ha recibido tu obra y qué ocurre con el fenómeno de traducción que siempre te ha preocupado?

—Aquí, allá y acullá me ha recibido bien una cantidad pequeña de lectores y críticos. Por eso soy escritor para editoriales pequeñas e independientes. Ésas con editores que sí leen los libros y no me exigen que sea un bestseller. Alguna vez bromeé con mi supuesto récord de Guiness: el único escritor traducido a quince lenguas sin jamás haber agotado una primera edición.

ENTREVISTA | ¿Y si el hijo de Dios hubiera sido mujer?: David Toscana

sábado, abril 2nd, 2016
David Toscana nació en 1961, en Monterrey. Foto: Luis Barrón, SinEmbargo

David Toscana nació en 1961, en Monterrey. Foto: Luis Barrón, SinEmbargo

El escritor regiomontano construye una historia al revés del cristianismo, no sólo para provocar a la ortodoxia católica, sino también para estimular las reflexiones en torno a dicha fe milenaria

Ciudad de México, de abril (SinEmbargo).- Ha vuelto, con Evangelia, David Toscana a tocar el punto central de una fe, la católica, que profesa desde edad temprano. El Dios de la novela editada por Alfaguara, es más humano, obstinado, puede errar e incluso pecar por medio de la ira incontrolable.

El Jesús que nace mujer refleja, tanto en un plano terrenal como celestial, una mirada que enriquece el ojo del creyente e interpela incluso a quienes no profesan fe alguna.

En Evangelia conoceremos a Jehová desde que creó el mundo, cuando decidió, al quinto día, “a quién le daba piernas y a quién aletas, quién volaba y quién nadaba”. Hasta la crucifixión de su hija, pasando por los avatares del arcángel Gabriel, quien “cansado y atribulado, se presentó ante su amo para declararse incompetente” y Dios lo mandó de vuelta a la tierra a buscar, dando tumbos, a la nueva madre de su hijo. Misión que tampoco pudo cumplir al pie de la letra.

Dos hijos de Jehová en la tierra, ambos con seguidores y apóstoles, ambos haciendo milagros, volviéndole la vista a los ciegos y el sonido a los sordos; multiplicando panes y peces para saciar el hambre de cinco mil personas, pero sólo uno de ellos será crucificado.

David Toscana reescribe el evangelio, recrea aquellos años del Señor con magistral mesura y llama al pan, pan y al vino, vino.

–Dijiste, como Emmanuel Carrere publicó El reino, yo me voy con Evangelia, ¿es así?

–(risas) No, en realidad los asuntos del cristianismo me interesan desde hace mucho tiempo. En algún momento fui un devoto católico y la Biblia me parece es un clásico de la literatura, parte de mi lenguaje como narrador viene de ahí. Tenemos a Carrere, pero también a Saramago, está Barrabás, de Pär Lagerkvist y hay otra novela que me gusta mucho, de Andreiev, que toma el personaje de Lázaro.

Una novela sobre la fe. Foto: Especial

Una novela sobre la fe. Foto: Especial

–Encontré en Evangelia una aproximación histórica más que mística

–De algún modo cuando narro esta novela lo hago como si fuera un evangelista, tratando de que mi personaje cumpla con esa misión para la que vino al mundo; se va a topar con obstáculos porque es mujer, sin dejar de mencionar que la novela necesita un lenguaje distinto al del evangelio. El novelista tiene que seducir, ser coherente, la prosa debe tener alguna capacidad de atracción, no tenemos la autoridad de un evangelista y por eso necesitamos ser más artesanos.

–Como toda novela tuya tiene humor, hay episodios hilarantes

–Lo curioso es que esos episodios vienen de tratar de contar la historia de manera fidedigna. Cuando la tratas de contar con detalles, viene el humor. Si sólo la contara como la cuenta un texto sagrado, como lectores nos quedamos con ganas de saber un poco más. La novela toma el caso de cuando Moisés cruza el Mar Rojo, que tiene que ser una aventura tremenda, porque además no lo cruzas en un día, necesitas varios días. Tienen que pasar tantas cosas que son material para un novelista no para un profeta.

–Es una historia curiosa la de los Reyes Magos

–Es la que más nos gusta cuando se acercan las fiestas navideñas, no hay un solo astrónomo que te pueda decir que hay una sola estrella sobre ti; y si Dios era tan celoso trae a estos reyes de Oriente, ¿por qué Jesús no era rico si recibió tantos regalos? Estas preguntas se las hace un novelista.

–Es literatura, ¿pero crees que tendrá impacto Evangelia entre los creyentes?

–Está recién salida y no tengo mucho contacto con los lectores, pero uno de los motivos porque escribí esta novela es para que los lectores vuelvan a los textos evangélicos, tanto el Nuevo como el Antiguo Testamento. Soy un promotor de la lectura y la Biblia es un libro que gente inteligente puede leer. Ha pasado así durante muchos siglos, no vamos a decir que San Agustín, Santo Tomás o Emmanuel Kant eran incapaces, más bien todo lo contrario.

–El Papa Francisco es muy inteligente y culto

–Sí, a pesar de que le guste tanto el futbol. La propia iglesia debería invitar a leer la Biblia, pues sería una fuente de inteligencia y educación. La Biblia exige mucho, por eso es un libro tan bueno, que te lleva a otros.

Una conversación a fondo con el escritor mexicano más destacado de su generación. Foto: Luis Barrón, SinEmbargo

Una conversación a fondo con el escritor mexicano más destacado de su generación. Foto: Luis Barrón, SinEmbargo

–¿Qué te parece el Papa Francisco?

–Me parece simpático e inteligente, pero a la vez sin poder. Yo estuve viviendo en Polonia, donde ni siquiera lo reconocen, dicen que es falso. Allí gusta cualquier Papa que sea conservador, alguien que hable directamente en contra de los homosexuales, los anticonceptivos. Por eso no le han dado el poder que necesita. Aquí mismo, Norberto Rivera, dijo: “no sé qué dijo el Papa”. El problema para mí es que la gente siga creyendo en esta institución y que en una iglesia profundamente misógina sea tan grande el número de mujeres que la sigue.

–Es una iglesia conservadora, pero también bastante tolerante en el contexto de estos fanatismos que vemos a diario por parte de otras creencias

–Sí, nos costó mucho trabajo esta tolerancia. Charlie Hebdo en la Edad Media ya hubiera pasado por la hoguera. La laicización ha costado mucho; le rezo todos los días a Benito Juárez. Hemos separado hace tiempo la iglesia del Estado y nos molesta incluso que vaya un Presidente a arrodillarse frente a un Papa. Es muy sano que la ley no tenga que ver con la Biblia sino con la ética. Quizás el discurso de Cristo fue muy bueno hace 2000 años, pero ya hemos avanzado, ahora tenemos una Carta Universal de Derechos Humanos que dice que no hay que discriminar ni por raza, nacionalidad, sexo, preferencia sexual… Creo que la iglesia debería tomar un rol más social y cristiano, puesto que a Cristo le interesaban mucho los pobres.

–¿Estás más cerca de la Iglesia de la Liberación?

–Sí, totalmente. Lo más cercano que han tenido en el Vaticano es este Papa Francisco, pero es un reformador sin reformas, necesitamos que pase a los hechos.

–¿El abuso de niños entre los curas tiene relación con el celibato?

–No, tiene que ver con la impunidad. Hay cierto celibato, porque no todos son tan cuidadosos en esto, que pone a su disposición a montones de niños y caen en la tentación. Si les pudiera castigar como se castiga a cualquier mortal, esto no pasaría. Para mí es una cosa de la impunidad. Me espantan las órdenes religiosas de mujeres que entran mujeres y no salen nunca más. El discurso de la iglesia de Polonia, por ejemplo, es que son los niños los culpables, pues con sus miradas lascivas provocan a los sacerdotes. Le acaban de hacer un funeral de estado a uno de los mayores pedófilos de la iglesia, así que se han sabido proteger siempre muy bien entre ellos.

–Nombras mucho a Saramago, ¿te gusta?

–Sí, mucho, sobre todo su prosa; me gustan los escritores que han buscado siempre un buen trato con la palabra y Saramago es uno de ellos.

–¿Tú has buscado siempre buen trato con la palabra?

–Pues sí. Quiero ser un prosista más que un novelista, más que un ingeniero de historias. Quiero tener este trato con la palabra que le admiro a Cervantes.

–¿Lo admirabas entonces a Daniel Sada?

–Sí, él era mi gurú. Admiro también mucho a Juan Rulfo, Juan Carlos Onetti y leo a Gabriel García Márquez, el bailarín de las palabras. A veces discutimos entre novelistas acerca del lenguaje y lo que pienso es que todo tiene que pasar por la mano del escritor para transformarlo en literatura. Los creadores de tus libros no pueden ser las personas que jamás han leído un libro.

–Así que tú de naturalismo, nada

–No, no me gusta. Los campesinos de Juan Rulfo no hablan así, él los hace hablar así, él sabe extraer cierta esencia, pero todo se vuelve “rulfiano”. Y me convierten esos escritores que se convierten en adjetivo, no hay vargallosiano en la literatura, no lo encuentro, en su última novela roba fórmulas de señoras de alta sociedad sin agregarle mano de escritor para transformarlo en literatura.

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¿Quién es David Toscana? Ha publicado Estación Tula, Lontananza, Duelo por Miguel Pruneda, Santa María del Circo, Los puentes de Königsberg, El último lector, La ciudad que el diablo se llevó y El ejército iluminado. Formó parte del International Writers Program de la Universidad de Iowa y del Berliner Künstlerprogramm. Ha sido ganador de los premios José María Arguedas, Antonin Artaud, Colima y José Fuentes Mares. Su obra se ha publicado en 15 idiomas.