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El Gobierno abandonó las obras del desierto de Coahuila, justo donde más se necesita el agua

domingo, julio 8th, 2018

Según los ejidatarios, la Conaza, a través de la llamada Agencia de Desarrollo Rural (ADR), hizo construir en varias de estas comunidades, con la participación de los propios campesinos, una serie de obras sin estudio previo sobre las necesidades y condiciones que aquejan a los productores del desierto de Ocampo.

Los productores denuncian la deficiente planificación, diseño y construcción de los proyectos de captación, conducción, almacenamiento e infiltración de agua de lluvia, en las localidades mencionadas.

Aunado a esto, los campesinos reprochan que la Comisión Nacional de las Zonas Áridas se haya aprovechado de los pozos de agua potable de estas comunidades para instalar los equipos de bombeo que llevarían el líquido hasta las pilas, y luego a los abrevaderos, cuando debió haber gestionado la perforación de nuevas fuentes de abastecimiento cercanas a las obras en cuestión y así garantizar su buen funcionamiento.

Por Jesús Peña

Monclova, Coahuila/Ciudad de México, 8 de julio (Vanguardia/SinEmbargo).- Todos los días, a eso de las 6:00 de la mañana, “Guaro”, ejidatario de Piedritas, en el desértico municipio de Ocampo, Coahuila, tiene que ir hasta el pozo del pueblo, bombear el agua, llenar el tinaco de mil 500 litros empotrado a su vieja Ford y acarrear el líquido hasta unos bebederos que hace cinco años puso la Conaza (Comisión Nacional de las Zonas Áridas) a varios kilómetros de aquí.

Todo porque dichos bebederos que, se supone, están conectados a un sistema de distribución instalado en el pozo comunitario no tienen agua, permanecen secos, en una palabra, no funcionan.

“Nunca funcionaron”, dice “Guaro”.

La operación de llevar agua en su camioneta hasta el erial le cuesta a “Guaro” unos 175 pesos diarios de gasolina, “y luego lo barata que está”, dice, pero es preferible este gasto a que sus vacas, yeguas y chivas mueran de sed en medio del monte árido, a 45 grados de temperatura.

Los ejidatarios aseguran que los hicieron firmar cheques en blanco con la amenaza de retirarles el apoyo. Fotos: Luis Salcedo, Vanguardia

La historia de “Guaro” se parece mucho a la de sus coterráneos, los campesinos de ejidos como San Miguel, Nuevo Milagro, La Unión y Santa Fe del Pino (Ocampo), en cuyos agostaderos lucen como elefantes blancos, y en total abandono, decenas de obras hidráulicas con el emblema del cactus que identifica a la Comisión Nacional de las Zonas Áridas (Conaza).

La imagen de las camionetas con sus tinacos, listas para cargar agua del pozo del ejido y llevarla hasta a los bebederos pecuarios en las profundidades del desierto, se repite desde la entrada a estos poblados.

Y en todos ellos el sentir es el mismo: que algo no salió bien, que a los técnicos les fallaron los cálculos, que el asunto estuvo malparido desde el principio.

Y que la Conaza defraudó a los campesinos, que se burló de ellos, que los timó.

Cientos de miles de pesos convertidos en ruinas, tirados en medio de la nada. Foto: Luis Salcedo, Vanguardia

Los proyectos que constan de presas o estanques, equipos de bombeo, que trabajan con celdas solares, líneas de conducción, piletas de almacenamiento y bebederos pecuarios sobrepasan, en algunos casos, los seis millones de pesos.

Cientos de miles de pesos convertidos en ruinas, tirados en medio de la nada.

Según los ejidatarios, la Conaza, a través de la llamada Agencia de Desarrollo Rural (ADR), empresas de servicios profesionales que, dicho sea de paso, son seleccionadas por la Universidad Autónoma Agraria Antonio Narro y asignados por Zonas Áridas para la elaboración de proyectos, acompañamiento técnico, puesta en marcha y extensionismo, hizo construir en varias de estas comunidades, con la participación de los propios campesinos, una serie de obras sin estudio previo sobre las necesidades y condiciones que aquejan a los productores del desierto de Ocampo.

Los productores denuncian además la deficiente planificación, diseño y construcción de los proyectos de captación, conducción, almacenamiento e infiltración de agua de lluvia, en las localidades mencionadas.

Una presa que tardó más de tres años en terminarse, que aún no está compactada y que nunca ha captado agua, en el ejido San Miguel. Foto: Luis Salcedo, Vanguardia

Ejemplos:

Una presa que tardó más de tres años en terminarse, que aún no está compactada y que nunca ha captado agua, en el ejido San Miguel.

Un bebedero en Piedritas cuya fuente de abastecimiento se ubica a unos 18 kilómetros y por eso el agua no llega y los ejidatarios deben acarrearla en sus trocas, con su gasolina, para evitar que sus animales se vayan a encalmar, que quiere decir, según el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, “sofocarse o enfermar por exceso de calor o trabajo”.

Otra presa en el Nuevo Milagro que siempre ha estado vacía y por eso la pila y el bebedero, que dependen de ella, están secos.

Trece bebederos en La Unión que no tienen agua, porque la bomba y las líneas de conducción, instalados en el pozo, usado por el ejido para consumo humano, son insuficientes para llevar el líquido a varios kilómetros de distancia.

Y otros tres bebederos en Santa Fe del Pino que no han salvado de morir a los animales de los lugareños en esto meses de seca.

Denuncian además que los comités de ejidatarios, formados por la Conaza para la administración y manejo de los recursos de las obras, nunca tuvieron acceso a los fondos de los programas. Foto: Luis Salcedo, Vanguardia

Aunado a esto, los campesinos reprochan que la Comisión Nacional de las Zonas Áridas se haya aprovechado de los pozos de agua potable de estas comunidades para instalar los equipos de bombeo que llevarían el líquido hasta las pilas, y luego a los abrevaderos, cuando debió haber gestionado la perforación de nuevas fuentes de abastecimiento cercanas a las obras en cuestión y así garantizar su buen funcionamiento.

Denuncian además que los comités de ejidatarios, formados por la Conaza para la administración y manejo de los recursos de las obras, nunca tuvieron acceso a los fondos de los programas.

En cambio, cada cierto tiempo, los técnicos de las agencias de Desarrollo Rural, encargados de ejecutar los proyectos, iban donde los campesinos y los hacían firmar cheques en blanco.

Los productores de Piedritas y San Miguel hablan de una tal contadora Rocío y un médico Galeano de Torreón, quienes los obligaban, bajo amenaza de retirar los apoyos y asignarlos a otras comunidades, a endosar tales bonos.

Trece bebederos en La Unión que no tienen agua, porque la bomba y las líneas de conducción, instalados en el pozo, usado por el ejido para consumo humano, son insuficientes para llevar el líquido a varios kilómetros de distancia. Foto: Luis Salcedo, Vanguardia

BATALLA POR EL AGUA

Simulación

Mientras el ganado vaga bajo el sol, los campesinos piensan que los proyectos hoy abandonados fueron una farsa para robar dinero.

Disputa

La Conaza dice que entregó las obras funcionando, pero los ejidatarios denuncian que no fue así; lo cierto es que hoy los bebederos no tienen agua.

Muertes

Una habitante de San José del Pino conserva las arracadas de las vacas que se le han muerto de sed en su corral, otras han fallecido en el monte.

A los campesinos de Ocampo nadie les quita de la cabeza que todo fue una farsa, una simulación, un ardid, de los técnicos empleados por Conaza, y de la misma Conaza, para “chingarse la lana”. Foto: Luis Salcedo, Vanguardia

Al final, y contrario a lo que establecen los ordenamientos de la Comisión Nacional de las Zonas Áridas, las obras en estos cinco ejidos se entregaron inconclusas y sin funcionar a cabalidad.

En una nota informativa enviada a Semanario el pasado 3 de julio por el departamento jurídico de la Conaza se aclara que los proyectos iniciados en los ejidos Piedritas, San Miguel y Nuevo Milagro en 2013 “fueron concluidos conforme a la normatividad vigente en ese año (estimaciones de obra, fotografías y supervisiones) y entregados, recibidos y finiquitados satisfactoriamente por los representantes de los comités de beneficiarios que se formaron para tal efecto mediante la respectivas Actas de Entrega Recepción y finiquito”.

La tarjeta menciona además que “una vez que se reciben por los beneficiarios los proyectos, estos se obligan a mantenerlos en operación y darles mantenimiento, la Conaza solamente entrega los subsidios y supervisa la aplicación de los mismos en las obras y/o proyectos y una vez recibidos por los beneficiarios, estos son responsables de su funcionamiento”.

Sin embargo, a los campesinos de Ocampo nadie les quita de la cabeza que todo fue una farsa, una simulación, un ardid, de los técnicos empleados por Conaza, y de la misma Conaza, para “chingarse la lana”.

Así dicen ellos.

“Que se chingaron la lana”.

Verdad o mentira, lo cierto es que basta recorrer el fondo del desierto de Ocampo para observar, a diestra y siniestra, las obras auspiciadas por la Conaza y que son como pequeños oasis, pero sin agua.

Los productores de los ejidos Piedritas, San Miguel y Nuevo Milagro, de Ocampo, Coahuila, ya han interpuesto una serie de quejas en contra de la Conaza por incumplimiento en las obras y desvío de recursos, ante la Auditoria Superior de la Nación, la Secretaría de la Función Pública de la Federación, la Contraloría de la Secretaría de Agricultura y la Contraloría de la propia Conaza, quejas cuya resolución está en proceso.

El 24 de diciembre de 2015 Semanario documentó en un reportaje las condiciones de deterioro en las que se encontraban la mayoría de los trabajos emprendidos por la Comisión Nacional de las Zonas Áridas, en su mayoría invernaderos, pilas y líneas de conducción de agua, en ejidos de la Región Sureste de Coahuila como Cuautla, La Majada, Rincón Colorado y Palma Gorda.

Tales proyectos, que costaron al erario cientos de miles de pesos, permanecían convertidas en basura en las labores de estas comunidades.

***

Colgadas del poste que sostiene la celda solar en la casa de doña María de la Luz Rodríguez Muñiz, se ven, cual colección funesta, las arracadas de las vacas que hasta ahora se le han muerto de sed en su corral. Foto: Luis Salcedo, Vanguardia

Colgadas del poste que sostiene la celda solar en la casa de doña María de la Luz Rodríguez Muñiz, se ven, cual colección funesta, las arracadas de las vacas que hasta ahora se le han muerto de sed en su corral.

María de la Luz dice que no son todas, que son como 10, y que todavía falta contar los aretes de los animales que fenecieron en las entrañas del monte de Santa Fe del Pino buscando agua y a los que ya nadie va a ir a levantar.

“Aquí nada más tengo las arracadas de las que se me han muerto en el corral. Si se mueren en el monte, pues… se murieron…”, dice.

Ella fue una de las mujeres que, junto con su hija, trabajó haciendo las zanjas para la introducción de las mangueras o líneas de conducción que llevarían el agua del pozo de la comunidad a las pilas de almacenamiento y de ahí a los bebederos pecuarios, localizados en las distintas pastas, como llaman acá a las tierras de agostaderos dividas entre los ejidatarios.

1.- Ramón Ostos Gardea, delgado regional de la Conaza.
“En ocasiones sucede que por la falta de mantenimiento se rompe una línea de conducción y el agua no llega a su fin o que la bomba pudiera estar dañada”.

2.- Alberto Flores Berrueto, delegado de Sagarpa en Coahuila.
“Muchas veces el agua no llega porque los osos y el coyote, buscando agua, rompen las mangueras, esas las muerden mucho los osos sobre todo, para tomar agua”.

María de la Luz Rodríguez Muñiz, ejidataria de Santa Fe del Pino. Foto: Luis Salcedo, Vanguardia

3.- María de la Luz Rodríguez Muñiz, ejidataria de Santa Fe del Pino.
“Aquí nada más tengo las arracadas de las que se me han muerto en el corral. Si se mueren en el monte, pues… se murieron”.

Fidencio Muñiz Hernández, campesino del ejido San Miguel. Foto: Luis Salcedo, Vanguardia

4.- Fidencio Muñiz Hernández, campesino del ejido San Miguel.
“El agua esa que ves en el abrevadero la acarreamos pa’ las vacas, es de uso del rancho y aquí la traemos en las trocas, porque ahorita no hay agua en ninguna parte”.

María, viuda, sesenta y tantos, dice que la Conaza le quedó a deber el pago por este último trabajo, dura faena para una señora de su edad, y no sabe a quién reclamarle.

“Trabajamos de oquis… talacho y pala. Mijo traiba la troca pegada del arao y nosotros veníamos sacando tierra, luego extendiendo la manguera, pegándola y tapando”.

Aquí, en 2014, la Conaza estableció un corral de manejo equipado, 9.7 kilómetros de cerco para división de potrero; 17.6 kilómetros de líneas de conducción; dos equipos fotovoltáicos y cuatro bebederos pecuarios, todo con un valor de dos millones 773 mil 966.83 pesos.

Una mañana en el fresco porche de su casa, antes de que el calor empiece a arreciar, Gloria Hinojos Soto, habitante del ejido Santa Fe del Pino, dice que las obras de la Conaza fueron un fiasco.

Gloria dice que no hace mucho su familia mandó perforar un pozo a 50 metros de profundidad con recursos propios para surtir la pila y el bebedero que la Conaza mandó construir en su pasta. Foto: Luis Salcedo, Vanguardia

De los cuatro abrevaderos, sólo el más próximo a la fuente de abastecimiento, es decir, al pozo comunitario equipado, funciona, los otros tres están secos.

¿En qué se ocupan?

En nada, ahí están, para qué, pos de dónde llega el agua.

Gloria dice que no hace mucho su familia mandó perforar un pozo a 50 metros de profundidad con recursos propios para surtir la pila y el bebedero que la Conaza mandó construir en su pasta.

La perforación costó 60 mil pesos.

No salió agua.

¿Ha habido mortandad de animales?

Sí, la falta de agua, de comida…

Los ejidatarios de Piedritas afirman que este proyecto nunca funcionó… Foto: Luis Salcedo, Vanguardia

OBRAS MILLONARIAS

Los proyectos de presas o estanques, equipos de bombeo, que trabajan con celdas solares, líneas de conducción, piletas y bebederos pecuarios sobrepasan, en algunos casos, los seis millones de pesos.

A mediodía, 40 grados de calor y ni un árbol donde guarecerse del sol, Eduardo Villarreal Rodríguez, “Guaro”, está parado frente a la pila y el bebedero que hace unos cinco años se construyó con recursos de la Conaza en la Pasta de las Alazanas, localizada a unos 18 kilómetros del ejido Piedritas.

A esta pila, conectada a una manguera que se extiende por el monte sinuoso desde el pozo comunitario, nunca ha llegado el agua.

“Nunca en su vida, está virgencita todavía. No ha pecado. Esta es una pila pa’ que aquí, supuestamente, llenarla, con flotadores pa’ que se llene la pila, pero el agua, ¿de onde? La manguera jamás ha funcionado. Mire, aquí va la manguera, entra derecho hasta Piedritas, ¿cuándo va a subir el agua? Son 18 kilómetros de distancia y 40 metros de altura desde el pozo del pueblo, no puede la celda solar ni puede la manguera”, explica “Guaro”, ejidatario.

Semanario buscó al delgado regional de la Conaza, Ramón Ostos Gardea, para que aclarar del asunto:

“Habría que ver si el pozo de origen está funcionando debidamente y está mandando el agua a los bebederos que se construyeron. En ocasiones sucede también que por la falta de mantenimiento se rompe una línea de conducción y el agua no llega a su fin o que la bomba pudiera estar dañada o en el caso extremo que se hubieran robado o sustraído el equipo de bombeo”.

Los ejidatarios de Piedritas afirman que este proyecto nunca funcionó…

En este ejido, como en otros de la región de Ocampo, la Conaza mandó tender líneas de conducción que van desde el pozo comunitario, que por cierto está sobreexplotado, ocho, 12 o 14 kilómetros de pendiente por el desierto tortuoso, hasta las pastas donde se construyeron las pilas y los bebederos pecuarios. Foto: Luis Salcedo, Vanguardia

Son obras que se construyeron en 2013, habría la necesidad de hacer una revisión en conjunto con los productores y ver por qué no está llegando el agua, que por el paso del tiempo se halla dañado alguna línea, de que el pozo mismo se haya abatido, que la bomba haya tenido algún daño.

En este ejido, como en otros de la región de Ocampo, la Conaza mandó tender líneas de conducción que van desde el pozo comunitario, que por cierto está sobreexplotado, ocho, 12 o 14 kilómetros de pendiente por el desierto tortuoso, hasta las pastas donde se construyeron las pilas y los bebederos pecuarios, lo que a Eduardo y a sus compañeros les parece una incongruencia.

“Guaro” dice que, en un principio, los técnicos asignados por Conaza pretendieron conectar las pilas y los bebederos a un pozo con papalote situado a unos ocho kilómetros de la comunidad y que ya está casi abatido.

Ramón Peña Lara, ejidatario de La Unión. Foto: Luis Salcedo, Vanguardia

1.- Ramón Peña Lara, ejidatario de La Unión.
“De aquel lado están los bebederos, pero no tienen ni gota de agua y si no llueve, quién sabe qué irá a pasar”.

José Ramón Espinoza Ramírez, ejidatario. Foto: Luis Salcedo, Vanguardia

2.- José Ramón Espinoza Ramírez, ejidatario.
“Ni siquiera se despidieron de que dijeran ‘ya está terminado’”.

Cuauhtémoc Wislar, candelillero. Foto: Luis Salcedo, Vanguardia

3.- Cuauhtémoc Wislar, candelillero.
“Le decía uno a la mujer esa, ‘oiga, ¿por qué nos vienen ustedes a administrar el dinero si el proyecto es de nosotros?’, decía, ‘a nosotros nos mandaron’”.

Israel Cortés Ruiz, ex comisariado del ejido San Miguel. Foto: Luis Salcedo, Vanguardia

4.- Israel Cortés Ruiz, ex comisariado del ejido San Miguel.
“Yo firmaba los cheques, era el presidente de la obra. Desde un principio nos dijeron que nosotros no íbamos a manejar el dinero”.

“Les dije y me contestaron que estaba loco, que ese pozo tenía mucha agua”.

Lo ideal, piensan los campesinos de Piedritas, hubiera sido que Conaza gestionara la perforación y equipamiento de pozos aledaños a las pilas de almacenamiento y los bebederos, a fin de asegurar el abasto agua para los animales.

“Pa’ mi primero eran los pozos y luego lo que sigue, porque de onde vamos a agarrar agua”, dice “Guaro”.

Los secunda Reynol Rodríguez Villarreal, otro ejidatario:

“Cómo les vamos a dar agua a los animales del pozo del rancho, del agua que tenemos pa’ tomar, pos nos encalmamos. Queríamos agua pa’ los animales, pal’ terreno…”.

De acuerdo con información proporcionada por la Conaza, en 2012 esta dependencia gastó cinco millones 295 mil 817.17 pesos para dotar a Piedritas de cuatro equipos fotovoltáicos, 50.3 kilómetros de línea de conducción, 45.9 kilómetros de cerco para división de potreros y ocho bebederos pecuarios que a la fecha están ociosos y las mangueras rotas.

Un año después, en 2013, la Conaza erogó un millón 227 mil 324.91 pesos para la construcción de un bordo de cortina de tierra compactada, un kilómetro de línea de conducción y un bebedero pecuario. Foto: Luis Salcedo, Vanguardia

“Muchas veces el agua no llega porque los osos y el coyote, buscando agua, rompen las mangueras, esas las muerden mucho los osos sobre todo, para tomar agua”, dice Alberto Flores Berrueto, el delegado de Sagarpa en Coahuila, una de las dependencias encargadas de aprobar las obras.

Un año después, en 2013, la Conaza erogó un millón 227 mil 324.91 pesos para la construcción de un bordo de cortina de tierra compactada, un kilómetro de línea de conducción y un bebedero pecuario.

El citado bordo, que apenas y ha captado un chorrito de agua de lluvia, está ubicado a unos 800 metros de la vieja presa del pueblo que, a pesar de estar azolvada, dicen los campesinos, es suficiente para cubrir la necesidades agropecuarias.

“Nunca se ha usado el bordo que hizo la Conaza. No funcionó. Nomás donde ha agarrado agua es en ese pedacito, pero se le acaba. ¿Pa’ qué es este presón? No tenía caso en una palabra, lo debieron haber puesto donde de veras se necesitaba. Uno conoce el terreno y sabe dónde necesita el agua. Pa’ qué quiero un tanque en mi casa y los animales allá en el monte”, se pregunta “Guaro”.

Los campesinos de Piedritas niegan haber tenido acceso a los montos millonarios de las obras, contrario a lo que ordenan las reglas de operación de los programas de la Conaza, y afirman que fueron obligados por los técnicos, una contadora Rocío y un médico Galeano, a quienes la institución delegó la ejecución de los proyectos, a firmar cheques en blanco.

Si los ejidatarios se oponían, los técnicos amagaban con retirar los apoyos. Foto: Luis Salcedo, Vanguardia

Si los ejidatarios se oponían, los técnicos amagaban con retirar los apoyos.

Lo mismo sucedió en San Miguel.

“Le decía uno a la mujer esa, ‘oiga, ¿por qué nos vienen ustedes a administrar el dinero si el proyecto es de nosotros?’, decía, ‘a nosotros nos mandaron’”, platica Cuauhtémoc Wislar, candelillero.

“Al chile, del dinero nunca vimos cuánto era ni supimos cómo estaba ni una chingada. Venían los viejos pinches ‘fírmale ahí’, una bola de cheques en blanco y sepa la chingada qué pasaría y si no firmabas decían ‘vámonos a otra parte con el proyecto’”, abunda “Guaro”.

Que esos técnicos no laboran en la Conaza actualmente, respondió Ramón Ostos, el delegado regional de la dependencia, cuando se le cuestionó.

¿Pero entonces si trabajaban?

A lo mejor laboraron en alguna época, en mi momento y en mi época aquí no trabajan. El manejo de los recursos de todos los proyectos de Conaza se lleva a cabo a través de los mismos comités de productores que se conforman para la construcción de las obras. Ellos abren una cuenta de banco mancomunada y ahí se les depositan los recursos para la administración de la obra. Por eso es un poco complicado que alguien traiga la chequera y emita cheques en blanco, cuando ellos son los responsables de la administración de los recursos.

La Unión. Trece bebederos no tienen agua, porque la bomba y las líneas de conducción, instalados en el pozo, son insuficientes para llevar el líquido a varios kilómetros de distancia. Foto: Luis Salcedo, Vanguardia

ESFUERZO

Los ejidatarios de las cinco localidades bombean el pozo del pueblo para llenar de agua los tinacos y transportarlos en camionetas, a varios kilómetros, para llenar los bebederos de los animales.

Cementerio de obras en cinco ejidos del municipio de Ocampo:

Piedritas. El agua no llega al bebedero, instalado por la Conaza, cuya fuente de abastecimiento se ubica a unos 18 kilómetros y los ejidatarios deben acarrearla en sus trocas.

Nuevo Milagro. La presa siempre ha estado vacía y por eso la pila y el bebedero, que dependen de ella, están secos.

La Unión. Trece bebederos no tienen agua, porque la bomba y las líneas de conducción, instalados en el pozo, son insuficientes para llevar el líquido a varios kilómetros de distancia.

San Miguel. Una presa tardó más de tres años en terminarse, aún no está compactada y nunca ha captado agua.

Santa Fe del Pino. Tres bebederos sin agua que no han salvado de morir a los animales de los lugareños en esto meses de seca.

Finalmente los técnicos dejaron las obras a medias, sin funcionar, abandonaron el ejido y jamás volvieron.

“Ni siquiera se despidieron de que dijeran ‘ya está terminado’, no sabemos a lo mejor con el comisariado, no sé qué entendido hayan tenido porque nunca nos dijo a nosotros y yo era su secretario”, cuenta José Ramón Espinoza Ramírez, ejidatario.

Entrevistado al respecto Ramón Ostos Gardea, el delegado regional de la Conaza, declaró que la dependencia posee la documentación y las evidencias, como las actas de entrega–recepción, de que las obras fueron entregadas debidamente.

“Esto quiere decir que las obras se concluyeron y se entregaron en su momento. Si en lo posterior hubo un deterioro, que esté limitando su funcionalidad, sería cuestión de revisarlas, ¿vedad? Sin embargo, en el convenio de concertación se establece muy claro que hay una obligación y la necesidad de que los ejidatarios les den mantenimiento. De cualquier manera la institución está en la mejor disposición de revisar cuando fallere algún proyecto y ver cuál es el motivo de la falla o de la falta de funcionalidad”.

Los campesinos insisten en que no.

Desde entonces los campesinos de Piedritas, San Miguel, Santa Fe del Pino, La Unión y Nuevo Milagro andan “con la madre en rastra”.

Entrevistado al respecto Ramón Ostos Gardea, el delegado regional de la Conaza, declaró que la dependencia posee la documentación y las evidencias, como las actas de entrega–recepción, de que las obras fueron entregadas debidamente. Foto: Luis Salcedo, Vanguardia

José Arturo Montoya Hernández, es otro de los ejidatarios de San Miguel, municipio de Ocampo, que cada día tiene que llenar los tres depósitos de mil litros, montados permanentemente a su camión, con agua del pozo de la comunidad, para llevarlos hasta el bebedero que la Conaza construyó en su pasta situada a unos 10 u 11 kilómetros del pueblo.

La razón es que este abrevadero, como los ocho restantes instalados aquí por Zonas Áridas en 2013, tampoco sirvió.

Adicional a este obra, la Conaza adjudicó al ejido tres equipos fotovoltáicos y 27.3 kilómetros de línea de conducción, todo con coste para el erario de dos millones 904 mil 781.77 pesos.

En el mismo año la dependencia auspició además la construcción de un bordeo de cortina de tierra compactada, un kilómetro de línea de conducción y un bebedero pecuario, proyectos por las que desembolsó un millón 154 mil 695.24 pesos.

Pero ni el bebedero ni el bordo, que además tardaron tres años en concluir y dejaron sin compactar, tienen agua.

“Hasta que no llueva, que se llene, vamos a ver si va a jalar. Y el agua esa que ves en el abrevadero la acarreamos pa’ las vacas, es de uso del rancho y aquí la traemos en las trocas, porque ahorita no hay agua en ninguna parte”, dice Fidencio Muñiz Hernández, otro campesino mientras contempla el estanque vacío en la pasta de Los Leones del ejido San Miguel.

El sueño guajiro de los técnicos de la Conaza era que esta presa se llenara de agua de lluvia y, a través de una línea de conducción de un kilómetro, surtiera al bebedero para que de ahí tomaran los animales, pero algo salió mal.

Ramón Ostos, el delegado regional de la Conaza, aclaró que este tipo de obras dependen de la lluvia para captar agua y poner a funcionar las líneas de conducción y las pilas y los bebederos.

Fidencio dice que la Conaza y sus técnicos se aprovechan de la desgracia de los ejidatarios.

“En vez de ayudarnos nos avientan a la jodida”.

Tardaron tres años en construir este bordo, se preguntó a Ostos Gardea.

“No, no sé con claridad el tiempo que tardó la empresa, que a su vez el comité del ejido contrata para que la construyera, pero bueno al final se entregó debidamente terminada como consta en un acta de entrega–recepción”.

En esta última seca a José Arturo se le han muerto ya más de 20 vacas y no quiere perder una más.

Al igual que otros campesinos, Arturo piensa que lo que hace falta en San Miguel son perforaciones para abastecer de agua a los agostaderos y que los animales ya no perezcan de sed.

Israel era el encargado de firmar los cheques en blanco que le ponían delante los técnicos Rocío y Galeano, asignados por la Conaza. Foto: Luis Salcedo, Vanguardia

Como a las 3:00 de la tarde José Arturo cuida unas vacas anémicas que están paciendo en el monte marchito de su pasta El Granjeno.

Lo acompaña Israel Cortés Ruiz, ex comisariado de San Miguel y a quien le tocó estar al frente del comité formado por la Conaza en 2013 para la administración de las obras.

Israel era el encargado de firmar los cheques en blanco que le ponían delante los técnicos Rocío y Galeano, asignados por la Conaza.

“Yo firmaba los cheques, era el presidente de la obra. Nunca manejamos nada de dinero. Desde un principio nos dijeron que nosotros no íbamos a manejar el dinero, nomás nos citaron al banco para abrir la cuenta y ya”.

De camino a La Unión, por una trocha polvorienta bordeada de mezquites y gobernadora, las vacas deambulan como extraviadas en medio del páramo desolado.

La imagen de los animales vagando y mugiendo de sed es realmente estremecedora.

El caso de La Unión es una copia de lo que sucede en otros pueblos de Ocampo:

Los 38. 7 kilómetros de líneas de conducción, los dos equipos fotovoltáicos y los 13 bebederos, que trajo la Conaza en 2013, y en los que se invirtieron tres millones 533 mil 959 pesos, están sin funcionar.

No jalaron, dice Ramón Peña Lara, otro productor.

“Pa’ de aquel lado están los bebederos, pero no tienen ni gota de agua y si no llueve, quién sabe qué irá a pasar… ”, dice.

ESTE CONTENIDO ES PUBLICADO POR SINEMBARGO CON AUTORIZACIÓN EXPRESA DE VANGUARDIA. Ver ORIGINAL aquí. Prohibida su reproducción.  

La historia de cuatro obras millonarias en Coahuila que no sirvieron a los campesinos

lunes, diciembre 28th, 2015

La Comisión Nacional de Zonas Áridas en Coahuila gastó millones en pilas que nunca se van a llenar de agua, construyó macrotúneles de siembra que nunca verán cosecha porque los instalaron sin sistema de riego y colocaron viveros con mallasombra en lugares sin agua. Toda esta infraestructura está oxidándose en el campo de Coahuila. Aquí la historia.

Foto: Vanguardia.

La Comisión Nacional de las Zonas Áridas (Conaza) mandó construir millonarias obras hace dos años. Foto: Vanguardia.

Por Jesús Peña

Ciudad de México, 28 de diciembre (SinEmbargo/Vanguardia).– En el monte del ejido Palma Gorda, Municipio de Saltillo, Coahuila, no florecen más que las piedras, los espinos y las hierbas silvestres.

Nada hay en la inmensidad del páramo sino eso: monte, piedras, espinos, hierbas.

Si las obras que mandó construir ahí la Comisión Nacional de las Zonas Áridas (Conaza) hace dos años hubieran funcionado, otra cosa sería.

Son dos grandes pilas para el almacenamiento de agua, un vivero y un abrevadero para el ganado que están abandonados y convertidos en basura en medio del desierto, sin que nadie haga ni diga nada.

Cientos de miles de pesos del erario público desperdiciados, tirados a la basura, como si fueran eso: basura.

En la página de internet de la Conaza dice que al menos en los últimos tres años, lo que va de la administración del Presidente Enrique Peña Nieto, esta dependencia ejerció un presupuesto de 11 mil 674.06 millones de pesos en obras como las del ejido Palma Gorda, que hoy no son más que escoria entre el paisaje de lomas y plantas desérticas.

Pero Palma Gorda, no es la única localidad en la que las obras del Programa de Desarrollo de Zonas Áridas, (Prodeza), uno de los proyectos claves de la Conaza, están tiradas.

En ejidos como Cuautla, La Majada y Rincón Colorado, ubicados a no más de 50 kilómetros de la capital, sede nacional de la Conaza, también hay varios millones de pesos del erario público echándose a perder a la intemperie en el desierto, sin producir nada en beneficio de las familias campesinas.

“Si eso pasa en la sala de la casa imagínate en el patio trasero, o a mil kilómetros de distancia qué no pasará”, cuestiona Roberto Martínez Daniel, el delegado en Coahuila de la Coordinadora Nacional Plan de Ayala (Cnpa), mientras caminamos el lomerío tapizado de cardos del ejido Palma Gorda.

Por eso, dice Martínez Daniel, fue que durante la visita del Secretario de agricultura José Eduardo Calzada Rovirosa, el pasado 18 de noviembre a las instalaciones de la Conaza en Saltillo, los campesinos afiliados a la Cnpa mostraron una manta en la que exigían al nuevo funcionario, designado por el gobierno a finales de agosto, que limpiara la casa.

PALMA GORDA: MONTARON UN CIRCO 

Avanzamos bajo un cielo acolchado de nubes y en contra del viento frío que pega como cachetada en la sierra del ejido Palma Gorda, situado a unos 22 kilómetros de Saltillo.

Roberto está diciendo que aquí es una cuenca hidrológica en la que bien podrían construirse obras de captación de agua y riego para diversos cultivos.

Pero parece que en las entrañas de estas lomas tortuosas y profundas del desierto, sólo hubiera lugar para las zarzas y acaso la cizaña.

Nos internamos en el monte. Roberto señala a lo lejos una mancha negra en medio de la nada.

Es un vivero, hecho con estructura de tubos galvanizados y mallasombra, que hace dos años vino a poner la Conaza en Palma Gorda con la colaboración de una agencia de desarrollo rural, de las llamadas adr, y una empresa proveedora de materiales, pero el proyecto no funcionó y ahora el vivero está en el suelo.

Para llegar hasta allá debemos subir y bajar por la cañada, entre pinchos que atraviesan la ropa y penetran dolorosamente la piel.

Durante el trayecto pasamos frente una planicie o terraza en el monte, cubierta por una espesa alfombra de zacate y vestigios de maíz.

Roberto dice que si se aprovechara el agua que baja desaforada desde la sierra, podría establecerse aquí algún cultivo de invierno: avena, cebada o sorgo forrajero.

Pero no hay vida.

Por fin arribamos a un claro en el monte donde sobresalen dos pilas de concreto para el almacenamiento de agua; un bebedero para el ganado y, en la parte baja del terreno, el vivero que serviría para el establecimiento de alguna planta comercial del desierto.

Son las obras que en 2013 hizo construir la Conaza para los ejidatarios de esta comunidad y que ahora lucen en ruinas.

Las pilas están vacías y ya presentan rajaduras en el fondo, pero además no cuentan con ninguna línea de conducción que lleve el agua hacia el vivero u otras tierras de cultivo del ejido.

Más allá se ve el abrevadero de concreto, que tampoco tiene agua para que las reses y cabras vengan quitarse la sed.

Roberto dice que fue hasta este lugar que los técnicos de la agencia responsable de elaborar y ejecutar la obra, subieron unas pipas para llenar las pilas y tomarse la foto del recuerdo, en un acto de simulación pura y sólo para que el proyecto pasara la supervisión.

“Se montó un circo en este ejido”, dice.

La explicación, aclara, es que estos trabajos se hicieron mal desde el principio, porque las dos norias que abastecerían las pilas están situadas a un nivel más bajo en la sierra y no se instaló ninguna bomba ni líneas de conducción para subir el agua hacia los reservorios.

Bajamos entonces para buscar las norias y cuando nos encontramos frente a uno de aquellos ojos de agua cristalina, me doy cuenta que no hay que ser ingeniero agrónomo para entender lo que Roberto me está diciendo.

“Las pilas están arriba, la noria está abajo, ¿sabes cuándo las vas a llenar?, el día de la chingada”.

Roberto dice que de haberse aprovechado esas aguas serían más que suficientes para establecer, por lo menos, unas 15 ó 20 hectáreas de algún cultivo forrajero, que garantizarían la alimentación del ganado en tiempos de seca, pero “¿dónde está esa tecnología?”, se pregunta.

Al rato estamos delante del vivero, hecho con estructuras de tubos galvanizados y mallasombra negra, que se halla prácticamente tirado, colgado, roto.

Roberto dice que de haber funcionado esta obra hubiera servido para el desarrollo de alguna planta del desierto, como nopal verdura, pepino o hierbas medicinales, en condiciones controladas y protegido de la radiación solar, el granizo, las plagas, la flora nociva y los animales como roedores, coyotes, zorrillos.

Pero al entrar en el vivero nos topamos con una selva de malezas, y es todo.

La mallasombra, que debería alimentarse con el agua de las pilas, las pilas que ahora están vacías, no fue provisto de sistema de riesgo.

“¿Dónde está la tubería?, no hay nada”.

Roberto explica además que el vivero se derrumbó porque la empresa proveedora, contratada por la agencia de desarrollo rural con el visto bueno de Conaza, no colocó refuerzos de cable acerado entre poste y poste, que dieran soporte a la mallasombra y ésta se mantuviera flotando.

A parte la malla se agujeró con el filo de los tubos galvanizados que la sostenían, porque, otra vez, la empresa proveedora no puso capuchones lisos en los tubos para evitar que el filo cortara la malla.

“No hay capuchón, la malla se agujeró; no hay cables acerados, se cayó, todo está en el suelo”.

A pesar de todas estas irregularidades ni supervisores ni el Órgano Interno de Control de Conaza ni la Auditoría Superior de la Federación, emitieron observación alguna sobre estas obras en el ejido Palma Gorda,

“Aquí estamos, viendo los hechos. En el escritorio podemos sacar todos un 10, pero vámonos al campo donde realmente necesitamos que las cosas funcionen y aquí no están bien. Son muchos recursos, ¿dónde está el área de supervisión, los órganos internos de control, la Auditoría Superior de la Federación? Son millones y millones de pesos que se tiran a la basura.

“Yo les digo ‘aquí en el escritorio puedo manipular mil cosas. Vámonos a los hechos, allá en el campo. Vamos a ver cuántos kilos de tomate comercializaron, eso es lo importante y dejar de dar cifras holgadas”.

Al respecto las Reglas de Operación de los programas de Conaza establecen que:

La Unidad Responsable o quien ésta determine, realizará la supervisión de la aplicación de los estímulos o subsidios otorgados a los beneficiario, debiendo estos comprobar y permitir la verificación relativa a conceptos como: los avances del proyecto, la aplicación de la totalidad de los recursos, la operación de la unidad de producción, los empleos directos que genera y la productividad de la Unidad de Producción, entre otros.

En cambio los campesinos de Palma Gorda, de La Majada, de Cuautla y Rincón Colorado, siguen pobres y ahora… defraudados.

“Esta obra es del 2013, dos años han pasado, ¿qué se produjo?, nada. no hay nada, nunca se estableció un cultivo aquí”.

Roberto no entiende cómo es que ocurren estas cosas, cuando se supone que las agencias de desarrollo rural, contratadas por Conaza para elaborar y ejecutar los proyectos, son rigurosamente seleccionadas con apoyo de instituciones como la Universidad Autónoma Agraria “Antonio Narro”.

“Se supone que la agencia de desarrollo hizo un estudio antes de ejecutar las obras y en ese estudio se ve cuánta población económicamente activa tenemos, cuántos años tiene, si se pueden dedicar a esto y ese proyecto se presenta a la Conaza y la Conaza dictamina, pero la agencia dice ‘los productores ya firmaron el acta de entrega – recepción, yo ya no tengo nada que ver ahí’”, detalla Roberto.

De acuerdo con la página de internet de la Conaza, un total de 280 agencias de desarrollo rural, de todo el país, acreditaron el proceso de selección 2015.

Otra mañana le pregunté a Heriberto Martínez Lara, profesor investigador del departamento de Economía Agrícola de la UAAAN,  instancia que coadyuva en la evaluación de las llamadas adrs, sobre la calidad y eficiencia de estos despachos, y así contestó:

“Pues es como en todo,  hay buenas, hay malas, como hay reporteros buenos, malos y otros que dan pena”.

Roberto cuenta que hace algunos meses ejidatarios de Palma Gorda se arrimaron a la Coordinadora Nacional Plan de Ayala en Coahuila, para preguntar qué podían hacer con este basurero de proyecto.

Roberto acudió entonces a la delegación de Conaza y la única respuesta que le dieron fue que los campesinos ya habían aceptado las obras y no se valía apoyarlos dos veces.

“Les dije, ‘pero aquí no se hizo nada’”.

Horas más tarde llegamos a la cabecera del pueblo de Palma Gorda, un racimo de chozas de barro y calles sin asfaltar, que a esta hora de la mañana se ve vacío.

Roberto dice que es porque la mayoría de los campesinos tienen que buscarse la vida en otros ranchos, pequeñas propiedades o  granjas, alejados de su comunidad ante la falta de fuentes de trabajo.

Y casi todos los pobladores de Palma Gorda,  La Majada, Cuautla y Rincón Colorado, son de la tercera edad y viven en condiciones precarias.

Roberto dice también que si los proyectos de Conaza sirvieran realmente, los ejidatarios tendrían para ganar varios jornales sin salir de su casa, que es el ejido, pero no es así.

Conversamos afuera de la casa del comisariado de Palma Gorda, con el comisariado de Palma Gorda, un hombre, corrioso y de tez tostada por el sol, a quien Roberto llama Lalo.

Pero Lalo no quiere hablar del proyecto fallido de Palma Gorda, dice que el ejido es autónomo e independiente, y que lo del ejido es del ejido.

“Lo del ejido lo vamos a manejar nosotros, haya daños o no haya daños, haya beneficios o no haya beneficios, lo vamos a trabajar nosotros… Todo eso lo vamos a manejar nada más dentro del ejido, ya nos lo están pidiendo así, entonces no va a entrar nadie”, dice y me hace una seña con la mano para que apague mi grabadora.

Hace unas tres semanas que estoy solicitando una entrevista con el delegado nacional de Conaza, Abraham Cepeda Izaguirre, para que me explique lo sucedido con las obras de Palma Gorda, y otros ejidos del sureste de Coahuila, pero no se ha reportado.

Diego Fuentes, su secretario, argumentó razones de agenda.

LA MAJADA: HICIERON UNA MEXICANADA 

Hace un mediodía nublado y fresco en el ejido La Majada, municipio de Saltillo, localizado relativamente cerca de la ciudad, a unos 36 kilómetros, por la carretera a Torreón.

Esta vez Roberto Martínez Daniel, el representante en Coahuila de la Coordinadora Nacional Plan de Ayala (Cnpa), nos ha traído para mostrarnos las obras que hace unos cuatro meses terminó de  levantar aquí la Comisión Nacional de las Zonas las Áridas.

Se trata de una pila de almacenamiento, un vivero, con estructura de tubos galvanizados y mallasombra, y un macrotúnel de polietileno, que, al igual que en Palma Gorda, están abandonados y convertidos en basura que sólo afea el pasaje desértico de La Majada.

Estas obras se construyeron con el propósito de derivar las aguas del manantial conocido como El Chiflón hacia la pila de almacenamiento y luego, a través de un sistema de riego por goteo, hasta la mallasombra y el macrotúnel, donde se establecería un cultivo de nopal verdura.

Pero parece que, como en Palma  Gorda, el proyecto abortó.

Iniciamos el recorrido por las tierras de uso común de La Majada, justo donde se desarrolló este proyecto que, según el presupuesto de obra, en poder de Semanario, tuvo un costo de dos millones 477 mil 989.56 pesos.

Dos millones 477 mil 989.56 pesos, dice Roberto, tirados a la basura

Entramos en una nave de plástico blanco. Es el macrotúnel, cuya ventaja más importante, dice Valentín Robledo Torres, profesor investigador del departamento de Horticultura de la UAAAN, es que adelanta el ciclo de producción de un determinado cultivo, en este caso el nopal verdura.

“Podemos tener producciones desde el mes de marzo, adelantándonos poco más de un mes, mes y medio, aproximadamente, con respecto a un sistema de producción a cielo abierto”, dice Robledo Torres.

Pero dentro de la nave no se ve a ningún campesino trabajando, no hay plantas ni sistema de riego.

Y el suelo, que no muestra ninguna preparación para el cultivo de algo,  se encuentra tapizado por una  ligera alfombra de yerbajos silvestres.

Además, Roberto hace notar que los arcos de tubos galvnizados del macrotúnel están quebrados, por ser de mala calidad.

“Hicieron una mexicanada”, dice, señalando unos remiendos hechos a la estructura con alambre oxidado y advierte que si la Conaza quisiera reparar esta nave, tendría que ponerla nueva.

Un atardecer visito en su bodega del viejo Edificio Charles, en la colonia Bellavista, a José López Martínez, el propietario de la empresa proveedora que instaló las mallassombras y los macrotúneles en los ejidos La Majada y Cuautla.

Cuenta que todo está bajo normas de calidad, que hasta ahora no ha habido problemas, salvo detalles simples con las cortinas de las estructuras.

Más allá miramos los restos de lo que era una mallasombra, donde tampoco hubo plantas, agua ni hombres laborando.

No hay nada, sólo zacates, flores silvestres y algunos trozos de manguera, de lo que hubiera sido el sistema de riego, dispersos por el suelo.

“El nombre de proyecto decía ‘Fortalecimiento de la infraestructura hidráulica y producción de nopal verdura y mezquite”, ¿dónde está el  mezquite y dónde está el nopal?”, está diciendo Roberto.

Adelante está la pila, que a diferencia de las de Palma Gorda está llena, pero de un agua rancia y verdosa que nadie usa porque no hay conexión para llevar el líquido del reservorio a la mallasombra y al macrotúnel.

“Necesitan echar la tubería ahí pa que alimente ¿no?”, irrumpe un viejo campesino que va pasando.

Pero la agencia de desarrollo rural, responsable de elaborar, ejecutar y poner en marcha el proyecto, ya no se paró ni por el vuelto.

“Ellos dijeron ‘ya cerramos, ya nos vamos, ái háganle como quieran’“, dice Roberto.

Le pregunto entonces que si no es más bien la apatía, la indolencia o la desidia de los ejidatarios.

Dice que no:

“En la cotización había para capacitación y no se les dio una buena capacitación para ver cómo se debe de manejar una estructura de macrotúnel, cómo se riega, cómo se hace la plantación, cuáles son sus cuidados, cómo se fertiliza y no se hizo nada de eso, ahí está. La raza quiere jalar, pero cómo jalan, si no hay nada. La gente dice ‘no le entramos, ¿cómo le vamos a hacer?’ ¿Quién le entra así?, ¿tú le entrarías?”, desafía Roberto, le digo que no.

Días después hablo por celular con Javier Quijano Urbano, el dueño de Estudios y Proyectos Agroecológicos de Coahuila, la agencia que tuvo a su cargo la elaboración y ejecución del proyecto del ejido La Majada.

Le digo que quiero platicar con él sobre esta obra y quedamos de vernos a la mañana siguiente en su agencia que, ahora sé, opera desde una ferretería de la calzada “Antonio Narro”, en la colonia Bellavista.

Amaneciendo recibo una llamada de Quijano, dice que no puede hablar, que antes tiene que pedir autorización de la Conaza porque son ellos quienes le pagan.

Le pido que al menos me cuente cómo van los trabajos de La Majada y si están funcionando bien.

Quijano responde que muy bien y que eso de traer el agua desde El Chiflón para alimentar las tierras del pueblo, es un proyecto de gran beneficio para los campesinos del lugar.

“Si quieres uno de estos días vamos, te llevo”, dice y contesto  que sí, que estaré encantado de ir. Cortamos.

Quijano ya no me ha vuelto a llamar.

EJIDO CUAUTLA: MÁS DE LO MISMO 

Apenas cruzando la carretera, frente a La Majada, se localiza el ejido Cuautla, también municipio de Saltillo, ubicado a 36 kilómetros de esta capital.

El cuadro es casi exacto al que vimos en La Majada: una pila de agua puerca, una mallasombra destruida y un macrotúnel, cuyo costo puede ser hasta de 400 mil pesos, pudriéndose a la intemperie.

Sin embargo, veo que estas obras, también concluidas hace cuatro meses, muestran mayor deterioro.

Parte de la mallasombra, que no fue bien fijada por la empresa proveedora, se ha volado con el viento, y sólo queda tambaleando el esqueleto de la estructura de tubos galvanizados.

El macrotunel está roto.

Y ni en el macrotúnel ni en la mallasombra hay cultivos ni riego, sólo maromas, esas yerbas como nubes,  redondas y enredadas, que van rodando en el desierto arrastradas por las tolvaneras

Aún así, dice Roberto, la Conaza avaló este proyecto que, según el presupuesto de obra,  tuvo un costo de dos millones 671 mil 019.56 pesos, y le dio carpetazo.

“¿Dónde está la planta?, ¿dónde está el riego?, ¿Cómo vas a regar?, ¿a tinazos?, ¿con botes? ¿Cómo vamos a elevar la producción en el campo, cuando estas agencias no hacen su trabajo, cuando las empresas proveedoras no cumplen”, pregunta al aire Roberto y a su pregunta se le lleva el aire.

Roberto dice que si eso pasa en los ejidos cercanos a Saltillo, donde se encuentra la sede nacional de la Conaza, que no sucederá en comunidades alejadas de estados como Zacatecas, San Luis Potosí, Baja California o Sonora.

Su silencio es más que elocuente.

RINCÓN COLORADO: PURA SIMULACIÓN 

Uno de los últimos días soleados, y de cielos índigo, de diciembre,  penetramos en el ejido Rincón Colorado, municipio de General Cepeda, localizado a unos 43 kilómetros de Saltillo.

Después de atravesar varios cercos de púas en el monte pisamos sobre una planicie, a las afueras del pueblo, en la se ve un conjunto de naves blancas de polietileno, macrotúneles, que hace más de un año puso aquí la Conaza, en colaboración con una agencia de desarrollo rural y una empresa proveedora, con la intención de  impulsar la agricultura protegida.

“Pero es solamente el nombre, porque ya hemos visto cómo está, no hay nada de producción, no hay nada de tecnificación y los recursos tirados”, dice Roberto.

En una de las naves, más tarde sabremos que son 16, observamos a dos niñas, una con cara de adolescente y la otra menor, que hacen labores de plantación de nopal verdura.

Este macrotúnel, como el resto de los que se instalaron en Rincón Colorado, no tiene sistema de riego ni una fuente de abastecimiento de agua, a no ser  una toma comunitaria cercana a la nave.

Conforme caminamos por las hileras de macrotúneles vamos viendo que algunas estructuras, en las que ya se han plantado pencas de nopal verdura, están desnudas y a otras les faltan las paredes de polietileno.

La mayoría de las pencas de nopal  que fueron plantadas allí están colgadas, encorvadas, como resultado del estrés, debido a la falta de agua y de cubierta de los macrotúneles.

Roberto dice que si en este  invierno llega a caer una helada, estas plantas se van a quemar y ya no habrá recurso.

“Es basura, pura simulación”, dice Roberto.

Más abajo nos colamos por otro cerco en el que se observa un conjunto de naves blancas y al interior más cultivos de nopal verdura.

Estos macrotúneles tampoco tienen sistema de riego y la mayoría de las pencas están secas, muertas.

Roberto calcula que en estos 16 macrotúneles la Conaza invirtió, fácil, unos cinco millones de pesos y por eso le da tristeza que este proyecto se haya quedado empezado y está casi tirado.

A la salida del pueblo topamos por casualidad con un campesino en cuatrimoto, es Carlos Zapata, el presidente del comité del ejido al que le fue otorgado el proyecto.

Le pregunto a Carlos que por qué, si ya ha pasado un año desde que se instalaron los macrotúneles, el proyecto no ha despegado.

Carlos dice que es que a los contratistas se les atraviesa una cosa y otra, que han tenido problemas con los trabajadores y que hasta que hay dinero le echan ganas, se paran y así…

Yo me quedo catatónico, mirando a la nada o tal vez a este desierto, donde solo florecen las piedras, los cardos y las malas hierbas…

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