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La Camorra prohíbe el uso de sirenas y luces intermitentes de las ambulancias porque asustan

viernes, febrero 5th, 2021

La mafia de la Camorra italiana tiene amenazados a los conductores de ambulancias en Nápoles debido a que acusa que las sirenas dificultan sus operaciones ilegales, las cuales son confundidas por sus traficantes y clientes con las empleadas por la Policía. El pasado fin de semana se registró uno de los episodios más recientes.

Ciudad de México, 5 de febrero (RT).- Los conductores de ambulancias en Nápoles, Italia, exigen protección policial, pues temen por sus vidas luego de que mafiosos de la Camorra les prohibieran usar sirenas y luces intermitentes porque así interrumpen su negocio y molestan a los traficantes de drogas, que pueden confundir la llegada de los médicos con la de la Policía y quedarse sin clientes, que se asustan y se van.

El último ataque de la mafia por tal motivo tuvo lugar la noche del sábado pasado, cuando una ambulancia iba por el barrio español de la ciudad con las sirenas puestas y de repente fue flanqueada por dos hombres en una moto que golpearon la ventana del vehículo. “¿Te diste cuenta de que aquí no debes usar las sirenas? Apágalas o te disparo”, amenazó uno de los hombres.

El conductor, asustado, alertó inmediatamente a la Policía, mientras que todo el equipo médico se convirtió en un “rehén del barrio, sin poder moverse” porque los agresores patrullaban la zona sin cesar, según denunció en Facebook el grupo Nessuno Tocchi Ippocrate (Nadie Toque a Hipócrates), que lucha contra la violencia que afrontan los trabajadores sanitarios. Cuando finalmente llegó la Policía, el personal de la ambulancia fue literalmente escoltado fuera del barrio.

La mafia ha prohibido a los médicos usar sus sirenas en ciertos barrios de Nápoles, como Sanità, Traiano o los Quartieri Spagnoli. El Diputado Alessandro Amitrano, del Movimiento 5 Estrellas, calificó a la mafia como una “lacra que pone en serio peligro el futuro de la ciudad” y señaló que la denuncia de Nessuno Tocchi Ippocrate es un testimonio dramático de que “la lucha contra la Camorra debe ser considerada una prioridad nacional absoluta”, según cita sus palabras La Repubblica.

La agresión contra los trabajadores sanitarios de Nápoles no siempre proviene de la mafia. A menudo son familiares de los pacientes quienes embisten contra sus labores. La misma ambulancia que sufrió una agresión de la Camorra el sábado, fue atacada este martes por los familiares de un hombre de 71 años que murió de un paro cardíaco antes de la llegada de los médicos. El equipo médico fue recibido con agresiones, tanto verbales como físicas, y uno de los indignados abrió la puerta de la ambulancia con un mechero en la mano, amenazando con prender fuego al vehículo.

Fue un gesto muy peligroso, ya que en la ambulancia había oxígeno que podía explotar de haber entrado en contacto con el fuego, indicaron voceros de Nessuno Tocchi Ippocrate. Pero además de esto, la familia del hombre impidió cualquier maniobra de reanimación, afirmando que “hay que vestir al muerto”.

El médico Manuel Ruggiero, presidente de la citada organización de galenos, contó a The Times que en los últimos tres años han tenido 300 incidentes de este tipo y que la violencia contra los trabajadores sanitarios no cesa porque “sólo hay 17 ambulancias en Nápoles para un millón de personas”, situación que a veces imposibilita que los médicos lleguen a tiempo.  

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ENTREVISTA | En Italia no se odia el mal, sino a quien cuenta el mal: Roberto Saviano

sábado, septiembre 23rd, 2017

Roberto Saviano presenta La banda de los niños, un libro sobre cómo las redes de la Camorra engullen a los más pequeños. “La mayor parte de España ignora la mafia y esa ignorancia se está transformando en connivencia”

Por Vanesa Rodríguez

Ciudad de México, 23 de septiembre (SinEmbargo).- “De las ciudades veo las comisarías y los hoteles”. La frase de Roberto Saviano (Nápoles, 1979) resume una vida rota por el éxito. La mafia le condenó a muerte por su libro Gomorra y desde entonces sufre un encarcelamiento, sin muros, pero totalmente privado de libertad.

Para Saviano, el precio de recuperar las riendas de su vida sería “dejar de escribir”. Y de momento no está dispuesto a pagarlo. Se encuentra en España para presentar La banda de los niños (Anagrama), una novela centrada de nuevo en la Camorra napolitana, aunque esta vez los capos son muy distintos.

Roberto Saviano acaba de presentar “La banda de los niños” ALEJANDRO NAVARRO BUSTAMANTE

Chicos con metralletas recorriendo en sus scooters el centro de Nápoles y disparando a todo lo que se mueve: esto no es ficción. Es la realidad que Saviano moldea para construir un relato demoledor sobre la juventud.

Nos recibe en un hotel del centro de Madrid. Cansado, en medio de un maratón de encuentros con los medios. Pese a todo, sonríe a veces y es entonces cuando las sombras se hacen pequeñas, aunque nunca desaparecen.

En su obra ya habíamos visto cómo los menores son utilizados por el entramado de la Camorra. ¿Qué le ha llevado a convertirlos ahora en protagonistas?

La edad de los afiliados y de los jefes ha caído en picado. Esto pasa porque los jefes están en la cárcel o encerrados en sus búnkeres. Los niños han cogido el poder en las calles, no como ‘babygans’, sino como verdaderos jefes mafiosos.

Gestionar una plaza de drogas supone un trabajo organizativo enorme: pagar a la policía, pagar los sueldos, controlar la calidad del producto. Es como si le das la llave de un gran supermercado a un chaval de 15 o 16 años. Y hay otra cosa fundamental, que es la relación con la muerte. Ellos no tienen en cuenta la muerte, ellos quieren morir. Lo dicen continuamente. La muerte no es un riesgo del trabajo, es parte del trabajo.

El capo en el que me he inspirado para escribir el libro en la realidad se llama Sibillo, en el libro es Fiorillo. Él a los 18 años publica un post en Facebook en el que dice “celebrarme mucho porque no voy a llegar a los 21”. Y de hecho le mataron con 19 años. Eso no es solo un problema napolitano, está pasando en todo el mundo: vivir rápido, ganar todo muy rápido y morir. Mira lo cerca que está el yihadismo de esto, tiene mucho menos que ver con el islam y mucho más que ver con esta lógica.

–De hecho en su libro los chicos muestran admiración hacia el yihadismo.

–Son todos católicos y no les importa nada la religión, pero se dejan la barba, se rapan el pelo y gritan ‘Allahu Akbar’ porque cualquier persona que es capaz de matar y aterrorizar para ellos es cojonuda.

–¿Qué es lo que hace tan fácil que la ‘paranza’, como se denomina allí a estos chicos, caiga en las redes de la mafia?

–El dinero, la posibilidad de poder ganar todo rápido y fácil. Gastar tiempo para lograr algo se ve como una tomadura de pelo, ellos quieren todo y rápido. Si esperas, el futuro no llegará nunca. Pero su primer pensamiento constante es el dinero. La primera cosa que hacen con el dinero es comprar decenas de zapatillas Air Jordan o gastar todo en champán. Ahorrar para ellos es tirar el dinero, porque no quieren envejecer. Así fascinan al resto de los chicos, que los quieren imitar.

–La banda de los niños retrata una generación superficial, preocupada por la ropa de marca, que se mueven por la pura ambición de cosas materiales. Es capitalismo puro y duro.

–Totalmente. En este libro, quería mostrar el capitalismo con su rostro más duro, sin ningún tipo de hipocresía.

–Sorprende que no provienen de entornos marginales, sino que forman parte de familias ‘normales’. Sí es así, no vienen de la miseria. Pagan un precio alto por la promesa que les ha hecho la familia cuando nacieron y que no pueden seguir manteniendo. La pequeña burguesía italiana, que cuidaba a los niños con cierto bienestar, llega a un punto en el que colapsa. Ya no pueden seguir dándole el iPhone nuevo, ropa de marca, las vacaciones no son las de antes… Y todo esto te lleva al colapso.

–La banda de los niños tiene claras sus referencias culturales: Scarface, Call of Duty, YouPorn y también Gomorra. ¿Qué siente cuando ve que sus personajes Genny Savastano o Ciro di Marzio se han convertido en referentes para los chicos del mundo real?

–Es normal porque ellos representan la realidad que viven. Tony Montana le puede gustar a un chaval burgués de Madrid, pero nunca se convertirá en él. Pero en estas realidades, lo ven y quieren ser él. La culpa no es de quien lo ha creado, simplemente cuando miran a Tony Montana se ven reflejados en su realidad. Del mismo modo, cuando se ve a niños disparar en Nápoles y dicen que la culpa la tiene Gomorra, yo digo: “No. Siempre ha sido así, lo que pasa es que ahora te estás dando cuenta porque Gomorra te lo ha hecho ver”. Las series o las películas solo te hacen ver lo que siempre has tenido delante de los ojos. Solo que te das cuenta de esa realidad después de haberlo visto, y crees que la realidad ha sido creada por la película. El hecho de que se corten el pelo igual, se vistan igual que mis personajes, es una manera para que los demás les reconozcan. Si tienen que demostrar a los demás que son personas duras, les basta con cortarse el pelo a lo Genny Savastano. Son atajos.

Roberto Saviano y las referencias culturales de su libro ALEJANDRO NAVARRO BUSTAMANTE

–Aunque ahora la situación de la Camorra está más debilitada, no termina de ser erradicada. ¿Por qué?

–Es muy difícil extirparla si las reglas siguen siendo las mismas. Sin la legalización de las drogas blandas, por ejemplo, no se va a ningún lado. Y además ellos siguen siendo la vanguardia de la economía italiana. Distribución alimentaria, distribución de petróleo: tienen el alma del país. Un empresario sano, honesto, siempre tendrá una vida muy dura si quiere mantenerse honesto. En esas realidades no hay ninguna economía capaz de sustituir a la del narcotráfico. Siempre pongo el mismo ejemplo: si inviertes 1.000 dólares en Apple después de un año obtienes 1.200. Si inviertes 1.000 en cocaína, obtienes 182.000. Eso significa que cuando un chaval comete un crimen en su cabeza el objetivo son 5.000 euros. Que después de un año invirtiendo en coca se han convertido en un millón. Por eso se exponen tanto. Es difícil cambiarlo, pero encender la luz ya es un comienzo. Eso es importante también ahora, aquí en España.

Está juntando mucho material sobre España. Foto: Especial

–Usted denuncia que España es un refugio para la Camorra. ¿Cómo está la situación?

–No es solo la Camorra, el problema es que España tiene todos los tipos de mafia, es una plataforma de todos los tipos de mafia. Una cosa que me ha llamado la atención durante todo el debate que se está produciendo sobre la independencia es que ningún catalán ha hecho referencia al hecho de que Cataluña está llena de capital criminal. Ni un solo independentista ha dicho: ‘yo quiero alejarme porque así puedo combatir mejor el problema del capital mafioso’. Ni los unionistas han argumentado que con un Gobierno central esto se pueda combatir mejor.

–En un reciente artículo en L’Expresso denunciaba también el control que las mafias del Este tienen de la Costa Brava. Lanzaba una pregunta: ¿España ignora o lo tolera? ¿Por qué opción se inclina usted?

–La mayor parte de España ignora, pero esa ignorancia se está transformando en connivencia.

–Uno de los tipos de mafia española que denunció en su momento es el de la banda terrorista ETA.

–No sé por qué hubo tanta polémica. Sobre todo porque el Gobierno [a través del ministro Rubalcaba] lo negó. Lo ha negado siempre. Es como si fueran terroristas místicos que no se ensucian con las drogas. Pero yo tengo pruebas diferentes: de arrepentidos de la mafia que han contado que venían a San Sebastián a comprar drogas a personas del entorno de ETA a cambio de armas y que la banda terrorista siempre ha vendido drogas. No en las calles directamente, pero sí que las controlaba.

–¿Tiene idea de por qué lo negaron?

–Tengo una idea muy clara. No puedes negociar con narcotraficantes, puedes negociar con terroristas políticos. Es la misma razón por la que en la negociación con las FARC, que desde siempre llevan la cocaína, no se ha hablado de esto. La mejor protección para un narcotraficante es ser guerrillero, porque es una cuestión política o religiosa, como los talibanes, que gestionan el 90% de la heroína mundial. Pero si tú preguntas quiénes son, te dicen que son soldados del islam, no te contestan que son narcos.

La nueva novela de Roberto Saviano. Foto: Especial

–¿Ha pensado escribir un libro sobre España?

–Sí, llevo recogiendo material desde hace mucho.

–El tema de la corrupción le daría para varios tomos.

–Sí, somos países que nos parecemos cada vez más.

–¿Tiene España un mayor problema que otros países con la evasión fiscal?

–Está en perfecta coherencia con lo que está pasando en resto de Europa. Luego cada Estado tiene su cajita donde guardar su dinero: Francia, Luxemburgo; Alemania, Liechtenstein; España, Andorra; Italia, San Marino; todos, Suiza. Básicamente, Europa ha construido unas islas offshore en su interior.

–¿Cómo ha cambiado Roberto Saviano desde que escribió Gomorra?

–Ha cambiado todo. He intentado, muchas veces y sin mucho éxito, retomar las riendas de mi vida, con la sensación de que la parte más difícil de vivir no es convivir con la idea de que te puedan matar, sino con todo el odio que se te echa encima todos los días desde Italia. En Italia no se odia el mal, sino a quién cuenta el mal. Convivir con esto es terrible. La mafia siempre busca tu muerte física y civil. Italia se ha convertido en un país muy malo, se ha vuelto un país envenenado. A veces pienso en cerrar todo y empezar una vida normal en cualquier en otra parte, pero no puedo hacer esto y seguir siendo escritor. Tengo dos caminos: parar de escribir, dejarlo todo y tomar las riendas de mi vida, o seguir escribiendo y vivir blindado como estoy.

–¿Se divide el mundo entre jodedores y jodidos, como dice Nicolas, el Marajá en el libro?

–[ríe] Absolutamente sí.

–En qué grupo se clasificaría usted.

–Jodido.

–¿Qué haría si pudiera volver a pasear por Nápoles, libre, sin escolta?

Iría al Castel dell’Ovo, tomaría la primera escalera y me pararía a mirar en la primera terraza, a la izquierda. La última vez que estuve allí fue hace 11 años, pero seguro que sigue igual porque lleva igual siglos. [Ríe]

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LECTURAS | “La banda de los niños”, de Roberto Saviano

sábado, septiembre 2nd, 2017

Asesinos que ni siquiera han cumplido la mayoría de edad. Vidas quemadas antes de hora que Saviano retrata en una novela terriblemente veraz, dijo Vanity Fair en Italia. Se trata de un trabajo en la que el periodista y escritor explora a los adolescentes mafiosos. “Una novela –dijo el escritor al presentar el anticipo de su libro, recordando que se trata de una ficción que sale con el sello de la editorial Anagrama– nace siempre entre contracciones, sangre, lágrimas e impulsos de rabia.”

Ciudad de México, 2 de septiembre (SinEmbargo).- Nápoles, hoy, es una ciudad bella y terrible: es el reino de la camorra, y los chicos que crecen allí lo hacen bajo su influjo. Una pandilla formada por diez de ellos se lanza a la conquista de la ciudad: provienen de familias normales, les gusta lucir calzado de marca y tatuarse el símbolo de su banda.

Liderados por Nicolas Fiorillo, alias Marajá, el grupo de adolescentes utiliza las motos como los forajidos de las películas del Oeste usaban los caballos: invaden las aceras, atropellan a peatones, se escabullen por las estrechas calles del centro histórico. Quieren hacerse con una parte del negocio del tráfico de drogas y la extorsión, y aprovechando el vacío que han dejado algunas familias se alían con un viejo jefe de clan para iniciar su ascenso. El poder se afianza ganándose el respeto, sembrando el miedo, aplicando la violencia: un like en el Facebook de la novia de otro puede convertirse en una sentencia de muerte, si hay que probar armas nuevas se utiliza como blanco a un grupo de emigrantes, y en el camino hacia la cima no hay amigos, ni antiguas lealtades…

Con valentía, Roberto Saviano vuelve a un territorio que conoce bien para dejar un nuevo testimonio. La suya es una novela sobre la realidad, una ficción que se convierte en crónica de la podredumbre cotidiana de una ciudad corrompida, corroída, en la que la sangre se paga con sangre y el destino parece trágicamente escrito en forma de reformatorio, cárcel o tumba; una ciudad que son muchas ciudades, muchas periferias: las de Londres y París, Madrid y Buenos Aires, Nueva York y Ciudad de México, convirtiendo esta novela salvaje y honesta en una rotunda llamada de atención colectiva.

La nueva novela de Roberto Saviano. Foto: Especial

Fragmento del libro La banda de los niños, de Roberto Saviano, publicado con autorización de Anagrama

El término napolitano paranza viene del mar.

Quien nace en el mar no conoce un mar sólo. Está ocupado por el mar, mojado, inundado, dominado por el mar. Puede estar lejos de él durante el resto de la existencia, pero siempre estará empapado. Quien nace en el mar sabe que existe el mar del curro, el mar de las llegadas y las partidas, el mar de la descarga de las alcantarillas, el mar que te aísla. Está la cloaca, la vía de escape, el mar barrera infranqueable. Está el mar de noche.

De noche se sale de pesca. Oscuro como boca de lobo. Blasfemias y ninguna plegaria. Silencio. Sólo ruido de motor.

Dos barcas se alejan, pequeñas y mustias, coronadas casi hasta hundirse por las lámparas del mar. Van una a la izquierda, una a la derecha, con las lámparas delante para atraer a los peces. Lámparas. Luces cegadoras, electricidad salina. La luz violenta que atraviesa el agua sin gracia alguna y llega al fondo. Da miedo ver el fondo del mar, es como ver dónde acaba todo. ¿Y es esto? ¿Es este montón de piedras y arena que cubre toda esta inmensidad? ¿Sólo esto?

“De noche se sale de pesca. Oscuro como boca de lobo. Blasfemias y ninguna plegaria. Silencio. Sólo ruido de motor.

Dos barcas se alejan, pequeñas y mustias, coronadas casi hasta hundirse por las lámparas del mar. Van una a la izquierda, una a la derecha, con las lámparas delante para atraer a los peces. Lámparas. Luces cegadoras, electricidad salina. La luz violenta que atraviesa el agua sin gracia alguna y llega al fondo. Da miedo ver el fondo del mar, es como ver dónde acaba todo. ¿Y es esto? ¿Es este montón de piedras y arena que cubre toda esta inmensidad? ¿Sólo esto?

Paranza es el nombre de las barcas que van a la caza de peces a los que engañar con la luz. El nuevo sol es eléctrico, la luz invade el agua, toma posesión de ella, y los peces la buscan, le tienen confianza. Tienen confianza en la vida, se lanzan boquiabiertos guiados por el instinto. Y, mientras, se abre la red que los rodea, veloz; las mallas aprisionan el perímetro del banco, lo envuelven.

“Luego la luz se detiene, parece finalmente al alcance de las bocas abiertas. Hasta que los peces empiezan a recibir empujones el uno contra el otro, todos moviendo la aleta, en busca de espacio. Y es como si el agua se convirtiera en un charco. Rebotan, cuando se alejan casi todos chocan, chocan contra algo que no es blando como la arena, pero no es tampoco roca, no es duro. Parece violable, pero no hay manera de superarlo. Se agitan arriba abajo arriba abajo derecha izquierda y de nuevo derecha izquierda, pero cada vez menos, cada vez menos.

Y la luz se apaga. Los peces son izados, el mar para ellos sube repentinamente, como si el fondo se estuviera alzando hacia el cielo. Son sólo las redes, que tiran hacia arriba. Ahogados por el aire, las bocas se entreabren en pequeños círculos desesperados y las branquias, colapsadas, parecen vejigas abiertas. La carrera hacia la luz ha terminado.”

EL ENMIERDAMIENTO

–¿Me estás mirando?

–No, para nada.

–¿Y qué miras?

–Oye, hermano, ¡te confundes! Yo no tengo nada que ver contigo.

Renatino estaba entre los otros chicos, hacía rato que lo habían visto en medio de la selva de cuerpos, pero cuando se dio cuenta ya lo habían rodeado entre cuatro. La mirada es territorio, es patria, mirar a alguien es entrar en su casa sin permiso. Observar a alguien es invadirlo. No desviar la mirada es manifestación de poder.

Ocupaban el centro de la plaza. Una plazoleta cerrada entre un círculo de edificios, con una única calle de acceso, un único bar en la esquina y una palmera que, por sí sola, tenía el poder de imprimirle un aire exótico. Aquella planta clavada en pocos metros cuadrados de tierra transformaba la percepción de las fachadas, de las ventanas y de los portales, como si hubiera llegado desde la plaza Bellini con un golpe de viento.

Ninguno pasaba de los dieciséis años. Se acercaron respirándose los alientos. Ya era un desafío. Nariz contra nariz, listo el cabezazo sobre el tabique nasal si no hubiera intervenido Briato’. Había interpuesto su cuerpo, un muro que delimitaba una frontera.

–¡Y aún contesta “¡Sigues hablando! Joder, y tampoco bajas los ojos.

Renatino no bajaba los ojos por vergüenza, pero si hubiera podido salir de aquella situación con un gesto de sumisión lo habría hecho con gusto. Bajar la cabeza, incluso arrodillarse. Eran muchos contra uno: las reglas de honor cuando se debe pegar a alguien no cuentan. Pegar, vattere en napolitano, no es simplemente traducible por «golpear». Como ocurre en las lenguas de la carne, pegar es un verbo que desborda su significado. Te pega tu madre, te golpea la policía, te pega tu padre o tu abuelo, te golpea el maestro de escuela, te pega tu chica si has posado durante demasiado tiempo tu mirada en otra.

Se pega con toda la fuerza que se tiene, con verdadero resentimiento y sin reglas. Y sobre todo se pega con una cierta cercanía ambigua. Se pega a quien se conoce, se golpea a un extraño. Se pega a quien está cerca de ti por territorio, cultura, conocimiento, a quien es parte de tu vida; se golpea a quien no tiene nada que ver contigo.

–Vas poniendo «me gusta» a todas las fotos de Letizia. Vas poniendo comentarios por todas partes, ¿y cuando vengo “aquí a la plazoleta también me miras? –lo acusó Nicolas. Y mientras hablaba, con los alfileres negros que tenía en lugar de ojos clavó a Renatino como a un insecto.

–Yo no te estoy mirando, de verdad. Y, de todos modos, si Letizia pone las fotos, significa que puedo poner los comentarios y los «me gusta».

–¿Y en tu opinión, por tanto, no debería pegarte?”

“–Eh, me estás rompiendo las pelotas, Nicolas.

Nicolas empezó a empujarlo y a zarandearlo: el cuerpo de Renatino tropezaba con los pies que tenía al costado y rebotaba contra los cuerpos delante de Nicolas como sobre los bordes de un billar. Briato’ lo lanzó a Dragón, que lo agarró con un solo brazo y lo lanzó contra Tucán. Éste fingió darle en la cabeza, pero luego lo devolvió a Nicolas. El plan era otro.

–¡Eh, pero qué coño estáis haciendo! ¡¡¡Eh!!!

Era la voz de una bestia, es más, de un cachorro asustado. Repetía un solo sonido que le salía como una plegaria implorando salvación:

–¡¡¡Eh!!!

Un sonido seco. Una «e» gutural, simiesca, desesperada. Pedir ayuda es la firma de la propia cobardía, pero esa única letra, que era además la letra final de «ya vale», esperaba que pudiera ser entendida como una súplica, sin la humillación máxima de tener que explicitarla.

“A su alrededor, nadie hacía nada, las chicas se marcharon como si estuviera a punto de comenzar un espectáculo al que ellas no querían ni podían asistir. Los demás se quedaron casi fingiendo que no estaban allí, un público que en realidad estaba atentísimo pero dispuesto a jurar, si era interrogado, que había tenido durante todo el tiempo la cara en el iPhone y no se había dado cuenta de nada.

Nicolas echó un vistazo veloz a la plazoleta, luego con un fuerte empujón tiró a Renatino. Él intentó levantarse, pero una patada de Nicolas en pleno pecho lo aplastó de nuevo contra el suelo. Lo rodearon los cuatro enseguida.

Empezó Briato’ cogiéndole las piernas por los tobillos. Cada tanto se le escapaba uno, como una anguila que trata de volar a media altura, pero siempre lograba evitar la patada en la cara que Renatino trataba de asestarle desesperadamente. Luego le ciñó las piernas con una cadena, de esas delgadas que se usan para atar las bicicletas al poste.

–¡Está apretada! –dijo después de haber cerrado el candado.

Tucán le aseguró las manos con un par de esposas de metal revestidas de pelo rojo, debía de haberlas encontrado en algún sex shop, y le daba puntapiés en los riñones para aplacarlo. Dragón le sujetaba la cabeza con aparente delicadeza, como hacen los enfermeros después de los accidentes cuando ponen un collarín.

Nicolas se bajó los pantalones, le dio la espalda y se agachó sobre el rostro de Renatino. Con un gesto rápido cogió las manos atadas para mantenerlas quietas y empezó a cagarle en la cara.

–¿Qué dices, Dragón?, en tu opinión, ¿un mierda se come la mierda?

–Yo creo que sí.

–Venga, que está saliendo…, buen provecho.

“Renatino se debatía y gritaba, pero cuando vio salir la masa marrón se detuvo de repente y lo cerró todo. Cerró los labios, frunció la nariz, contrajo el rostro, lo endureció “esperando que se convirtiera en una máscara. Dragón mantuvo la cabeza quieta y sólo la soltó cuando el primer trozo cayó sobre el rostro. Y sólo lo hizo para no correr el riesgo de ensuciarse. La cabeza volvió a moverse, parecía enloquecida, a derecha y a izquierda tratando de remover el trozo de mierda que se le había encaramado entre la nariz y el labio superior. Renatino consiguió hacerlo caer y volvió a gritar su desesperado:

–¡Eh!

–Chavales, llega el segundo trozo…, mantenedlo quieto.

–Joder, Nicolas, has comido mucho…

Dragón volvió a sujetar la cabeza, siempre con ademán de enfermero.

–¡Cabrones! ¡¡¡Eh!!! ¡¡¡Eh!!! ¡¡¡Cabrones!!!

Gritaba, impotente, para luego callarse en cuanto vio salir el segundo trozo del ano de Nicolas. Un piloso ojo oscuro que con dos espasmos partió la serpiente de excremento en dos trozos redondeados.

–Ah, por poco me das, Nico’.

–Dragón, ¿quieres también tú un poco de tiramisú de mierda?

El segundo trozo le cayó sobre los ojos. Renatino sintió que las manos de Dragón lo liberaban y, por tanto, volvió a mover la cabeza histéricamente hasta que le vinieron unos conatos de vómito. “Luego Nicolas cogió un borde de la camiseta de Renatino y se limpió el ano, pero con esmero, sin prisa.

Lo dejaron allí.

–Renati’, tienes que darle las gracias a mi madre, ¿sabes “por qué? Porque me da bien de comer, si comiera las porquerías que cocina esa zorra de tu madre ahora te cagaba diarrea y te dabas una ducha de mierda.

Carcajadas. Carcajadas que quemaban todo el oxígeno en la boca y los ahogaban. Parecidas al rebuzno de Lucignolo. La más banal de las carcajadas ostentadas. Carcajadas de chicos, gamberras, arrogantes, un poco sobreactuadas, para complacer. Quitaron la cadena de los tobillos de Renatino, lo liberaron de las esposas:

–Quédatelas, te las regalo.

Renatino se sentó, apretando aquellas esposas revestidas de peluche. Los otros se alejaron, salieron de la plazoleta vociferando y lanzándose sobre los ciclomotores. Coleópteros móviles, aceleraron sin motivo, frenaron para no chocar el uno contra el otro. Desaparecieron en un instante. Sólo Nicolas mantuvo sus alfileres negros apuntados hasta el final sobre Renatino. El movimiento de aire le desordenaba el pelo rubio que un día u otro, había decidido, se raparía al cero. Luego el ciclomotor sobre el que montaba como pasajero lo llevó lejos de la plazoleta, y fueron sólo siluetas negras.

El periodista más lúcido de Italia. Foto: efe

Roberto Saviano (Nápoles, 1979) es el autor, entre otros, de Gomorra (2006), que ha sido traducido en más de cincuenta países y ha vendido diez millones de ejemplares en Italia y en el mundo. En Italia colabora con La Repubblica y L’Espresso; en Estados Unidos, con el Washington Post y el New York Times; en España, con El País; en Alemania, con Die Zeit; en Suecia, con el Expressen y el Dagens Nyheter; en Inglaterra, con The Times. Por su actividad como escritor y por su compromiso cívico, le han sido concedidos el Premio Viareggio Opera Prima, el Premio Nazionale Enzo Biagi, el Geschwister-Scholl-Preis, el Premio Periodístico de Leipzig, el Premio Manuel Vázquez Montalbán y el European Book Prize. Desde 2006 vive con escolta, debido a las amenazas de los clanes a los que denunció.