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Joven de 14 años escribe a mano su novela. Toño Malpica, escritor mexicano, le ofrece ayuda

jueves, noviembre 21st, 2019

A través de Twitter, Antonio Malpica, autor de literatura infantil y juvenil, se ofreció a recolectar dinero para comprarle una computadora a un joven que terminó su novela de 236 páginas a mano, pues no cuenta con un dispositivo electrónico.

Varios seguidores del escritor secundaron la idea y también mostraron interés en cooperar. Incluso el productor de cine Gastón Pavlovich preguntó por el nombre del muchacho.

Ciudad de México, 21 de noviembre (SinEmbargo).- Antonio Malpica, autor de literatura infantil y juvenil, se ofreció a recolectar dinero para comprarle una computadora a un joven de 14 años que terminó su novela de 236 páginas… a mano.

A través de Twitter, el autor compartió un video que muestra la obra hecha a mano, pues el menor no cuenta con un dispositivo electrónico: “Ya surgió la idea de la coperacha para la compu […] Sólo quiero que termine un proyecto en el que estoy con su grupo y la arrancamos”, agregó Malpica abajo de la grabación.

Varios seguidores del escritor secundaron la idea y también mostraron interés en cooperar con la causa. “Dale un abrazo a ese genio”; “estos son a los que se deben de apoyar” y “no cabe duda que cuando se quiere se puede”, son algunos de los comentarios que despertó el tuit.

Incluso el productor de cine Gastón Pavlovich preguntó por el nombre del muchacho. “Ya admiro un chingo a este chavo. Por favor animarlo y apoyarlo para que siga escribiendo”, dijo en la misma red social.

También hubo un usuario que propuso hacer la portada y una madre aprovechó el momento para solicitar la revisión de la novela de su hija:

“¡Gran generación! Mi hija cumplió 13 la semana pasada. Empezó su novela el verano pasado. Lleva 30 páginas en Times New Roman 12 1.5 espacios. Complejidad de trama, arcos de personajes, figuras del lenguaje. Es en Inglés (escribe tamb en Español). ¿Le echas un ojo?”.

DEL TORO Y EL APOYO A LOS JÓVENES

El pasado 15 de noviembre, Guillermo del Toro informó que llegó a un acuerdo con la cervecería Victoria, luego de que ésta utilizara la imagen del cineasta mexicano para el lanzamiento de unas latas de colección sin su autorización.

Del Toro publicó a través de su cuenta de Twitter que habló con la cervecera y lograron llegar a un acuerdo en el que se sustituirán las latas con su cara y su firma por otro proyecto, pero seguirá en pie la propuesta de donar las ganancias a la Olimpiada de Matemáticas de la Ciudad de México y a Special Olympics México.

El director de El laberinto del fauno se ha caracterizado por ofrecer su apoyo en varias ocasiones al talento de jóvenes mexicanos, por eso no es de extrañarse que haya puesto como condición la donación de las ganancias de Victoria.

25 Libros infantiles y juveniles para regalar en Navidad

sábado, diciembre 15th, 2018

Hay muchos, pero elegimos 25, para guiarlos en esas librerías donde los ejemplares parecen querer confundirnos y llega un momento que queremos salir espantados.

Ciudad de México, 15 de diciembre (SinEmbargo).- No hay nada mejor que regalar un buen libro para la Navidad. A esos niños que lo tienen todo, pero a los que siempre le vienen bien unas historias fantasiosas y llenas de misterio.

Hay muchos, pero elegimos 25, para guiarlos en esas librerías donde los ejemplares parecen querer confundirnos y llega un momento que queremos salir espantados.

Hay una novela como Zapatos nuevos, realizada por una escritora muy sabia en la literatura para niños, Silvia Molina, quien dice que los nuevos lectores tienen que ver con que “los valores y los sentimientos son universales. No cambian. Un niño siempre va a tener miedo o ganas de hacer una travesura. No importa mucho lo que pasa en el mundo exterior. Si el escritor le proporciona al niño espejo donde pueda reflejarse, la literatura siempre va a tener importancia. Hay quien prefiere hablar ahora del mundo cibernético, pero si a un niño le haces vivir una aventura en un cuento lo gozará igual o mejor que un juego cibernético que probablemente todavía no termina por entender”.

Hay un libro de Juan Pablo Villalobos, el autor de Anagrama, que busca un Puerto Ficción con las ilustraciones de Mariana Villanueva, que también realiza para Pollo Blanco un homenaje al futbol de Jalisco: Al estilo Jalisco, aunque este es para los lectores de todas las edades.

Un libro rosado y muy vivaz de uno de los diseñadores más famosos de México: Alejandro Magallanes y, por supuesto, aquellos que intentan primero con YouTube y luego lo vuelcan a un papel, todo vale, todo sirve, todo es para esos niños que somos nosotros hace unos años y esperábamos esas páginas mágicas.

Foto: Especial

Mis pastelitos. Recetario dulce y eshpeshial. Gris Verduzco. Altea.

En este recetario lleno de color y detalles, Gris Verduzco, mejor conocida como Mis Pastelitos en Youtube, devela las mejores y a la vez más sencillas recetas de repostería.

Foto: Especial

Vistmond. El cuartel de los sueños. La Bala. Altea

Tras resignarse a conservar un atrapasueños que no deja de perseguirlo, Yael cae abruptamente en otra dimensión: es el fantástico mundo de Vistmond. Aún no sabe que tiene una misión importante y que el atrapasueños será su guía.

Foto: Especial

Friosaurio Rex. Tom Fletcher. Montena

Una historia sobre la amistad, la familia, la Navidad y la magia, que te demostrará la fuerza que puede tener un deseo y que lo imposible… a veces sucede.

Foto: Especial

El sueño de Andrés. Gina Jaramillo y José Fragoso. Alfaguara

Andrés juega beisbol, ama la naturaleza y tiene muchos amigos. A veces se acuesta sobre la hierba y descubre figuras a lo lejos. Tiene un gran sueño y quiere cumplirlo. ¿Y tú qué sueñas cuando estás despierto?

Foto: Especial

Hablando sola. Daniel Rivera Zacarías. Vergara

Aprendí que este último año que nadie te puede quitar lo que te pertenece porque eso que creíste perder tampoco sabe estar sin ti. Llega un momento en que la razón de vivir encuentra un lugar en nuestra vida y, de repente, todo lo que nos confundía empieza a tener sentido: nos vamos dando cuenta de que lo que importa son las cosas que no podemos ver y que las que si podemos ver no siempre son reales a lo que parecen.

Foto: Especial

Cuentos para niños que se atreven a ser diferentes. Ben Brooks. Aguilar

Una colección inspiradora de 100 historias de hombres famosos y no tan famosos que hicieron del mundo un lugar mejor a través de la compasión, la generosidad y la confianza en sí mismos.

Una niña leyendo contra el mundo y el ruido externo. El paraíso en sus ojos. Foto: FIL en Guadalajara

Foto: Especial

La puerta mágica (La diversión de Martina 3). Martina D’Antiochia. Montena.

Martina tiene 13 años, una imaginación desbordante y ¡un canal de Youtube de mucho éxito! “La diversión de Martina” es una serie de libros de ficción inspirada en ella y su mundo que encantará a sus seguidores.

Foto: Especial

Libro Agenda Cápsula del tiempo 2019. Skabeche. Altea.

La Cápsula del tiempo tiene todo el look de los hermanos Bryan y Eddy. Bromas, retos y muchas cosas interesantes para que puedas disfrutar del 2019.

Foto: Especial

¿Dónde está Wally? El libro mágico (Colección ¿Dónde está Wally?). Martin Handford. B de Block.

Cuando creó a Wally, Martin Handford no podía imaginar que este personaje con sus gafas y su gorro se convertiría en el fenómeno mundial que es actualmente. Cientos de miles de ejemplares vendidos confirman que todo el mundo está buscando a Wally.

Esta nueva entrega de ¿Dónde está Wally? El viaje fantástico tiene solapas en cada página e incluye nuevas y mejores búsquedas que la edición anterior.

Una edición de lujo para los coleccionistas o para quienes no han tenido suficiente con todo lo que había que buscar.

Foto: Especial

El planeta Dinodrón (MikelTube 1). Mikel Sánchez, Henar Torinos y David Domínguez. Beascoa.

Ser niño y tener un canal en YouTube no es fácil: probar juguetes, visitar parques de atracciones, proponer retos… Y todo ello sin olvidar el colegio, las clases de inglés, el fútbol y el taekwondo.

Acompaña a Mikel y a su hermanito Leo en esta increíble aventura en el planeta Dinotrón. Tendrán que usar todo su ingenio y los poderes de sus juguetes para encontrar la forma de volver a casa y que sus padres no se enteren de nada.

 

Antonio Malpica presentando su libro en la FIL. Foto: FIL en Guadalajara

El primer día. Antonio Malpica. SM

Para el protagonista han sido unas vacaciones horribles, pues sólo pensó en cómo sería el primer día de la primaria. Ante sus inseguridades, comienza a preguntar a sus primos cuál había sido su experiencia, el resultado: todas situaciones cómicas pero que bien pudieron ser reales y ahora “el enano” tiene mucho miedo de cómo le irá. Sin embargo, con ayuda de su familia poco a poco va sintiéndose cada vez más seguro para enfrentar el temor número 4 de la vida: el primer día de clases.

Un libro de uno de nuestros diseñadores más famosos: Alejandro Magallanes, en la FIL. Foto: FIL en Guadalajara

¿Qué papel juega? Alejandro Magallanes. SM Libros

Hay muchos papeles distintos que sirven para las cosas más diversas: las hojas de un libro, el papel con el que se envuelven los regalos, la servilleta con la que te limpias la boca, el cuaderno en que dibujas, el boleto con el que entras a la sala de cine. En este libro los papeles juegan, cada uno a su modo, y, como en el teatro, representan su particular papel.

Foto: Especial

La prohibición de las lombrices. Érika Zepeda y Juanjo Colsa. INE

Pertenece a la Colección Árbol que se enmarca a las estrategias de educación cívica del Instituto Nacional Electoral (INE) y comienza en un salón de clases.

Los pequeños comienzan a discutir porque hay una niña que quiere investigar sobre las lombrices pero los niños le dicen que por ser niña no puede, ya que no deben ensuciarse ni jugar en el lodo por el simple hecho de que es niña.

“Prohibido niñas en este lado del salón. Las niñas nunca se ensucian de lodo en búsqueda de lombrices”, se lee en la primera página del cuento infantil.

Foto: Especial

Un viaje cósmico a Puerto Ficción, de Juan Pablo Villalobos y Mariana Villanueva. FCE

Todo empezó cuando Nellie, quien se creía la líder de la pandilla, nos ordenó seguirla a la taquería. Sabino tenía que poner una cara que hiciera suceder el milagro de que alguien nos regalara los Sagrados Tacos del día. Yo tenía que hacer bulto, distraer, crear confusión. Pero la cabezona de Nellie decidió tomar el teléfono de uno de los clientes, que resultó ser un miembro de los Secretos. Y después de eso, y de descubrir aquella extraña foto en el celular, nuestros peores problemas llegaron. Pero también gracias a eso encontramos a Willy, la visita más insólita en la vida de Puerto Ficción.

Foto: Especial

Zapatos nuevos. Silvia Molina y Elizabeth Builes. Editorial Castillo.

Un aventurado viaje que visibiliza la importancia de los lazos familiares y alienta el ejercicio de la perseverancia y el autoconocimiento. La novela forma parte de la Serie Roja para lectores a partir de los 12 años publicada por editorial Castillo de la Lectura.

Las jóvenes y sus libros favoritos, con su autora, Marissa Meyer, al costado. Foto: FIL en Guadalajara

Foto: Especial

Perro zombi. Antonio Ramos Revillas y Paula Ventimiglia. Edelvives

Hay amistades que pueden superarlo todo.

No le comió el cerebro, pero le robó el corazón. Cierto, no es fácil llevar al parque a un perro zombi —ya no digamos alimentarlo—, pero de alguna manera Mene Treviño quiere demostrar que no es solo el niño invisible de la escuela, el hijo modelo, el chico obsesionado por la ortografía. Además, el de la veterinaria se lo advirtió: no hay devoluciones.

Foto: Especial

Cress (Las crónicas lunares 3). Marissa Meyer. Montena.

La malévola reina Levana está a punto de salirse con la suya.

Solo una poderosa alianza podría evitarlo.

Pero el tiempo se agota…

Cress es el tercer volumen de la saga Las crónicas lunares.

Foto: Especial

Soy una niña rebelde. Un diario para iniciar revoluciones. Cuentos de buenas noches para niñas rebeldes. Elena Favilli y Francesca Cavallo. Planeta

Dibújate escalando una montaña, escríbele cartas de amor a las partes de tu cuerpo que más te gustan, planea tu propia revolución. Este libro es el complemento perfecto de la serie Cuentos de buenas noches para niñas rebeldes. Soy una niña rebelde es un diario ilustrado que incluye cien actividades diseñadas para ayudar a entrenar el espíritu rebelde de las niñas.

Foto: Especial

La Navidad de Mickey. Disney. Planeta.

¡Llegó la Navidad!

Celebra esta temporada con la inolvidable y conmovedora historia de Charles Dickens protagonizada por Mickey Mouse y Rico McPato.

Ebenezer Scrooge es demasiado avaro para darse cuenta de que la Navidad es tiempo para esparcir bondad y generosidad. Pero con la ayuda de unos sabios fantasmas, Scrooge comienza a aceptar el espíritu de la temporada.

La Navidad de Mickey vuelve a la vida en este cómic que recuenta el clásico navideño.

Foto: Especial

Habla María. BEF. Océano.

En esta entrañable novela hay dos voces.

Una es la de Bef, que narra un camino personal que reconocerán todas las personas cercanas a un niño con capacidades diferentes. La otra es la de María, que habla con la potencia y la belleza de un instrumento musical desconocido. Sólo hay que aprender a escucharla.

Un conmovedor testimonio gráfico sobre la paternidad, la discapacidad intelectual, el amor y la esperanza.

Foto: Especial

Apesta a Teen Spirit. F. G. Haghenbeck. SM

El novato Carlos de Artaño hace una terrible entrada a la Escuela Superior de Versalles. Ahí conoce a quienes serán sus leales compañeros en una banda de rock: la rebelde Atenea; Isaac Porto, el rey del grunge; y el brilante Kiyo Harami. Juntos enfrentarán al temible director Richelieu y a sus compinches, el matón Roque y la seductora Diciembre Winter, en la más peligrosa misión de su vida: sobrevivir a la prepa… sin terminar apestando.

Foto: Especial

… Y los dragones se fueron. Ana Luisa Anza. SM

Un día, los reyes abandonan el castillo y dejan un pueblo incapaz de tomar decisiones ni pensar. A falta de princesas, los dragones también se van… pero un día deciden volver. Ahora el pueblo tendrá que arreglárselas para salvarse de las furiosas bestias.

Foto: Especial

Anders. Andreas Steinhöfel. SM

Félix tiene 11 años y ha despertado del coma. Pero Félix ya no es el mismo de antes, ahora es diferente, ahora es Anders. Aunque no recuerda nada ni a nadie, ha regresado con un don de ver en los demás lo que nadie puede ver… Suspenso, intriga psicológica y una búsqueda de la identidad, habitan esta novela de uno de los autores alemanes más célebres.

Foto: Especial

Atados a una estrella. Claudia Celis. SM

Adelita tendrá un hermanito y eso la irrita. Todo empeora cuando nace una niña con síndrome de Down. Aunque al principio la vida en la familia es difícil, Lucero se gana el cariño de todos.

Foto: Especial

Mickey Mouse. Libro de arte & aventuras. Disney. Planeta

Inspírate en el mundo de Mickey y sus amigos para despertar a tu artista interior. Dibuja y colorea personajes, aprende nuevas técnicas artísticas ¡y celebra el cumpleaños de Mickey con mucha diversión!

 

 

25 libros de zombies, monstruos y monstruitos: para tener un buen miedo literario

sábado, octubre 27th, 2018

Esos libros que ahora comienzan a estar de moda, aunque uno los lee todo el año: la ciencia ficción nos entrega un miedo hilarante, ese terror de las puertas para adentro y donde nos curamos de todas las obsesiones.

Ciudad de México, 27 de octubre (SinEmbargo).- Género de carniceros y asesinos en serie; caníbales, monstruos y personajes del bosque; venganza de la naturaleza y terror frente a fenómenos del medio ambiente; ciencia ficción; muertos vivientes; fantasmas y casas encantadas; personajes poseídos, demonios y diablos embaucadores; vudú, cultos ocultos y satánicos, vampiros y hombres lobo y mujeres monstruosas, todo es horror literario en estos días de brujas y de muertos.

Entre vampiros, zombies y fantasmas, los monstruos reflejan el concepto de la otredad como un conjuro de nuestros temores ancestrales. Son lo deforme, lo inclasificable, lo que está fuera y nunca se igualará a la especie. Pertenecen al cine, a la literatura, a la fantasía, nunca podrán compararse con los muertos de verdad ni con las situaciones horrorosas de la vida cotidiana.

Por más temibles que resulten, en su misma factura está el defecto: pueden ser combatidos y eventualmente destruidos precisamente porque son los otros, los distintos.

Frankenstein, en la versión científica de Planeta. Foto: Especial

En Europa la tradición es muy fuerte y muy literaria, entre ellos con Frankenstein, de Mary Shelley  (Londres, 1797 – 1851), para el que la editorial Planeta ha sacado una nueva versión, diciendo que esta es la criatura que “leería Sheldon Cooper en The Big Bang Theory”. Se trata de una edición para científicos, creadores y curiosos en general: la dramática historia de Victor Frankenstein y su extraña criatura puede leerse como la parábola definitiva de la arrogancia científica. Esta edición de Frankenstein acompaña la versión original de 1818 del manuscrito –meticulosamente revisada y corregida línea por línea por Charles E. Robinson, una de las autoridades más destacadas del mundo en el texto– con anotaciones y breves ensayos de estudiosos de primera fila que exploran los aspectos científicos, sociales y éticos de este maravilloso relato.

También la exquisita y vanguardista editorial Akal ha sacado su propia mirada sobre Frankenstein,  en una edición de Leslie S. Klingler, que trae cerca de mil notas que proporcionan información y contexto histórico en todos los aspectos de Frankenstein y de la vida de Mary Shelley.

Una versión muy atractiva de Frankenstein, de editorial Akal. Foto: Especial

Casi 200 ilustraciones, incluyendo material gráfico original de la edición de 1831 y docenas de fotografías de lugares del mundo real que aparecen en la novela. Amplios listados de adaptaciones cinematográficas y teatrales y la introducción original de la autora a la edición de 1831, así como el ensayo de 1818 de Percy Shelley, “Sobre Frankenstein”.

Algunos monstruos se valen de un lugar geográfico determinado, aquellas de los libros de Stephen King suelen ubicarse en la imaginaria Darry y están las que directamente transitan por una tierra innominada.

Las criaturas dan miedo, claro, pero también producen ternura, cuando no hilaridad. A estas alturas, el verdadero peligro suele tener rostros y cuerpos normales. Y eso sí que hace temblar de veras.

Foto: Especial

Apocalipsis zombi, de José Noé Mercado, Ediciones B

Lautaro Simard tendrá que reunirse con su familia y evitar que sus seres queridos sean atacados por los muertos que han resucitado y que están hambrientos de carne viva. La pandemia zombi y el caos se han propagado; en la ciudad impera una ola destructiva que parece no tener fin y en la que el tiempo se ha desvanecido.

¿Dónde comenzó todo? ¿Podrán sobrevivir a la epidemia? ¿Será el fin de la humanidad?

Foto: Especial

Guerra Mundial Z, de Max Brooks, DeBolsillo

Sobrevivimos al apocalipsis zombi, sin embargo ¿cuántos de nosotros todavía viven atormentados por los recuerdos de estos tiempos terribles? Hemos derrotado a los muertos vivientes, pero ¿a qué precio? ¿Es solo una victoria temporal? ¿Sigue nuestra especie en peligro de extinción?

Contada a través de las voces de aquellos que fueron testigos del horror, Guerra Mundial Z es el único documento que existe acerca de la pandemia que estuvo a punto de acabar con la humanidad.

Foto: Especial

Aventura zombie en Movydrill, de Robleis, Altea

Rushai, Robleis y Thiago son tres hermanos bastante traviesos que viven en el pequeño pueblo de Movydrill con una abuela bastante extraña. De repente un virus zombie ataca a todo el pueblo y ellos deben abandonar su hogar. Un científico y su ayudante los rescatará, los tomará bajo su protección y los entrenará para que lo ayuden a buscar la cura contra el terrible virus. ¿Podrán lograrlo? ¿Qué encontrarán en su camino?

Foto: Especial

El bestiario de Axlin, de Laura Gallego, Montena

El mundo de Axlin está plagado de monstruos. Algunos atacan a los viajeros en los caminos, otros asedian las aldeas hasta arrasarlas, y otros entran en las casas para llevarse a los niños mientras duermen.

Axlin ha crecido sabiendo que la próxima puede ser ella, por eso se ha propuesto descubrirlo todo acerca de los monstruos y plasmarlo en un libro que pueda servir de guía y protección a otras personas. Pero pronto se da cuenta de que si realmente quiere salvar a alguien, tendrá que salir de su aldea y recorrer el ancho e inseguro mundo de ahí afuera. A lo largo de su viaje descubrirá cosas que jamás habría imaginado cuando partió.

Foto: Especial

La princesa de negro y la fiesta perfecta (La Princesa de Negro), de Shannon y Dean Hale, Montena

La princesa Magnolia parece una princesa como todas las demás: lleva bonitos vestidos, corona, un anillo… ¡pero esconde un gran secreto!

Hoy es su cumpleaños, y justo cuando sus invitados están a punto de llegar… ¡Ring! ¡Ring! ¡La monstruo-alarma se dispara! La princesa Magnolia se transforma en la Princesa de Negro, lucha contra el monstruo y vuelve antes de que descubran su secreto. Sin embargo, cada vez que intenta abrir sus regalos ¡suena la alarma!

¿Es que los monstruos no entienden que ahora no es un buen momento para atacar?

Foto: Especial

Ciberespías al rescate, de Lydia Cacho y Patricio Betteo, Alfaguara Infantil

Bruno y Myriam “expertos cibernautas” se dan cuenta de que Sam se comporta medio raro porque vive atormentado por un monstruo, así que lo invitan a jugar a su casa.

Sam no confía en ellos; bueno, la verdad no confía en nadie: cree que la gente a su alrededor es peligrosa. Pero como no les late que esté tan solo y asustado, logran que acepte visitarlos una tarde. Entonces Sam descubre que no todas las casas son un desastre como la suya y que los adultos no son una amenaza por default.

La pandilla de ciberinvestigación usa los avatares de su juego en línea para ayudar a Sam en la vida real. Gracias a su experiencia como gamers, saben que si unen fuerzas estratégicas todo es más fácil. Juntos se darán cuenta de que el miedo puede ser uno de los peores villanos si no luchas contra él.

Foto: Especial

Libre, de Patrick Ness, Nube de tinta

Este es el día más difícil en la vida de Adam Thorn.

Su exnovio, al que todavía quiere, se va para no volver. La relación con su actual pareja, al que también quiere, peligra gravemente. Su hermano ha dejado a una chica embarazada, sus padres se niegan a aceptar su homosexualidad y, en el trabajo, sufre acoso laboral.

Además, un fantasma ha despertado de las profundidades del lago y avanza hacia el pueblo…

Foto: Especial

Lo que más me gusta son los monstruos, de Emil Ferris, Reservoir Books

Esta es la historia de Karen Reyes, una peculiar niña de diez años que vive en la oscura Chicago de finales de los sesenta. Lleva un diario gráfico que refleja su pasión por las películas de terror de serie B y la iconografía de las revistas pulp de monstruos. Se retrata a sí misma como una niña-lobo vestida de detective y, como tal, se propone un día resolver el misterio que rodea el asesinato de su bella y enigmática vecina del piso de arriba, Anka Silverberg, una superviviente del Holocausto.

Cuando las pesquisas de Karen se ramifiquen hasta llegar a la Alemania nazi, va a manifestarse claramente cómo pueden converger lo personal y lo político, el pasado y el presente, y cómo incluso el bien puede albergar una porción de lo monstruoso.

Foto: Especial

La hora de las brujas, de Nicholas Bowling, Ediciones Roca

Alyce está encerrada en el manicomio Bedlam, muy enojada, dicen algunos. Su madre fue quemada, acusada de realizar brujería, su casa fue destruida y su espíritu aniquilado. Pero tal vez Alyce no esté tan desolada como parece.

La visita de dos extraños enmascarados le dará la oportunidad de escapar, y Alyce no la desaprovechará.

Se verá obligada a huir a Londres, pero mientras descubre sus poderes de magia oscura, se da cuenta de que fuerzas poderosas la persiguen.

Foto: Especial

Apocalipsis Island, de Vicente García, Océano

Finalmente, la humanidad ganó la batalla a los muertos vivientes y logró sobrevivir, aunque a un precio muy alto. Nos encontramos con una sociedad que ha aprendido a vivir con los brotes de zombis, donde no ha vuelto a haber elecciones gubernamentales y donde se impone la ultraderecha y el conservadurismo. El ejército ha sido entrenado para sofocar los brotes que aparecen esporádicamente y la humanidad convive “tranquilamente” olvidando aquella guerra que casi supuso su extinción… un error que se pagará caro. En medio de todo esto, veinte años después del primer brote de 1985, surge la desgracia en Mallorca. El 5 de Enero de 2010, en plena noche de Reyes, una nueva infección masiva tiene lugar en la cárcel de Palma convirtiendo a todos los reclusos e internos en zombies. Esta marea de muertos vivientes cae sobre la ciudad sembrando el terror y el caos entre sus habitantes.

Foto: Especial

Festín de muertos, de Raquel Castro y Rafael Villegas, Océano

La moda zombi, la cual ha dado lugar a novelas, series de televisión y películas, adquiere en manos de un puñado de autores mexicanos un renovado impulso y características muy peculiares. Esta antología reúne varias historias oscuras y violentas que, sin duda, harán las delicias de los amantes de las emociones fuertes, en particular de los jóvenes. Es una muestra de terror made in Mexico en la cual encontramos lo mismo a narradores jóvenes que a figuras consagradas. Unos y otros nos entregan cuentos de gran calidad y sobrecogedora eficacia. Entre los autores antologados están: Bernardo Fernández “Bef”, Bernardo Esquinca, Luis Jorge Boone, Cecilia Eudave, Alberto Chimal, José Luis Zárate, Karen Chacek y Norma Lazo.

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Zombis, de Kirsty McKay, Océano

Ser la nueva en la escuela puede ser aterrador y el primer viaje escolar puede ser la muerte. Sin embargo, Bobby cree que puede divertirse en grande durante una excursión en la escuela. Quizá así pronto deje de ser la nueva, y sus compañeros ya no se burlen más de su acento. Pero nada resulta como lo espera. El clima es terrible, cae la peor tormenta de nieve de la historia de Escocia, y el autobús en que viajan parece quedar atrapado para siempre en la Era del hielo. ¿Podría ser peor? Bobby pronto se da cuenta que cuando sus compañeros empiezan a morir, reviven con un apetito insaciable.

Foto: Especial

Una canción macabra, de William Alexander, Océano

Este libro nos conduce de regreso a Zombay, el país imaginario creado por el escritor William Alexander en El secreto de los duendes. Ahora nos encontramos con una valiente chica llamada Kaile, quien sueña con dedicarse a la música. Un día sus sueños parecen volverse realidad cuando un duende le regala una flauta tallada en un hueso. Sin embargo, al tocarla ocurre algo terrible: Kailie pierde su sombra. El problema es que en este reino fantástico, cualquiera que se separe de su sombra se considera muerto. Ello a pesar de que siga moviéndose y respirando. Esta chica deberá no sólo encontrar la fórmula que le permita ser como era antes, sino también hallar la melodía que le permita salvar a su pueblo de una inundación que amenaza con destruirlo todo.

Foto: Especial

Apocalipsis Island México, de Antonio Malpica, Océano

Ha pasado un año y medio desde que surgió́ el primer brote del virus. Los zombis arrasaron con la Ciudad de México y solo algunos sobrevivientes se empeñan en permanecer en una urbe que tiene ya muy poco que ofrecer. Sin servicios públicos y con las calles pobladas de muertos vivos se sostiene una absurda sociedad conformada por tribus extravagantes que pugnan por sobrevivir. Es en este escenario en el que, después de un prolongado coma, despierta el profesor de matemáticas Gustavo Tapia y se une a la batalla diaria al lado de personajes como Malasangre, una ex alumna suya, Roque Mancilla, un minusválido de ácido humor y Teo Urquiza, un calamitoso chico con la peor buena suerte del mundo. Todos ellos, compartiendo el mapa urbano con los Yolos, los Hermanos del Mundo y los Boinas negras, confirman que la Ciudad de México no es más que una bomba de tiempo a punto de estallar en mil pedazos.

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Ciudad Zombie, de David Moody, Minotauro

Una agresiva enfermedad ha acabado con el noventa y nueve por ciento de la población mundial y ha transformado la faz del planeta. Un pequeño grupo de supervivientes encuentra refugio entre las ruinas de una ciudad devastada. Sobreviven entre los escombros, aterrorizados por los efectos que la horrible infección tiene en los cuerpos de los muertos. La repentina aparición de los desoldados vuelve a amenazar la frágil existencia de los supervivientes. ¿Traerán con ellos esperanza, ayuda y respuestas, o tan sólo más miedo y sufrimiento?

“Regocijaos, fans de los zombies! Una de las más originales novelas de muertos vivientes ha salido de la tumba para recordarnos lo que realmente significa tener un asiento de primera fila en el fin del mundo. Ciudad Zombie es escalofriante, un estudio sociológico de lo que ocurre cuando los muertos vuelven y de lo que debemos hacer para sobrevivir.”

Foto: Especial

Descansa en paz, de John Ajvide Lindqvist, Espasa

Algo muy extraño está ocurriendo en Estocolmo. En medio de una inusual ola de calor, la gente se da cuenta de que no puede apagar la luz ni los aparatos eléctricos. De repente, una noticia sacude a la nación: en la morgue los muertos están volviendo a la vida. ¿La anunciada resurrección de la carne o una “simple” invasión zombie? ¿Qué es lo que quieren estos regresados del más allá? Lógicamente, volver a casa…

Reconocido por la Academia Sueca como uno de los autores más brillantes de su tiempo, comparado por crítica y público tanto con Stephen King como con su compatriota Stieg Larsson, John Ajvide Lindqvist vuelve a dar muestras de su insuperable talento después del éxito internacional de Déjame entrar.

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Melanie, de Mike Carey, Minotauro

Cada mañana, Melanie espera en su celda a que vayan a buscarla para llevarla a clase. Cuando la puerta se abre, el sargento le apunta con su pistola mientras dos de sus hombres la atan a la silla de ruedas. Ella cree que no les gusta. Bromea diciendo que no les morderá, pero ellos no se ríen. Melanie es una niña muy especial…

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Los caminantes (la saga completa), de Carlos Sisí, Minotauro

La saga Los caminantes, de Carlos Sisí, es un desgarrador relato que recoge los últimos días de la civilización tal y como la conocemos. Tras sobrevivir a la sobrecogedora pandemia que hace que los muertos vuelvan a la vida, los supervivientes se enfrentan a la tarea de llegar al final de cada día. La novela narra con un lenguaje visual y directo cómo los destinos de estos supervivientes se entretejen en torno a un misterioso y macabro personaje: el padre Isidro. Los caminantes nos sumerge en un entorno de indecible presión psicológica, explorando la oscuridad del alma humana a medida que se enfrenta a sus peores pesadillas.

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Bellas durmientes, de Stephen y Owen King, Plaza & Janés

En esta espectacular colaboración entre padre e hijo, Stephen King y Owen King nos ofrecen la historia más arriesgada de cuantas han contado hasta ahora: ¿qué pasaría si las mujeres abandonaran este mundo?­­­­­

En un futuro tan real y cercano que podría ser hoy, cuando las mujeres se duermen, brota de su cuerpo una especie de capullo que las aísla del exterior. Si las despiertan, las molestan o tocan el capullo que las envuelve, reaccionan con una violencia extrema. Y durante el sueño se evaden a otro mundo. Los hombres, por su parte, quedan abandonados a sus instintos primarios.

La misteriosa Evie, sin embargo, es inmune a esta bendición o castigo del trastorno del sueño. ¿Se trata de una anomalía médica que hay que estudiar? O ¿es un demonio al que hay que liquidar?

Foto: Especial

It, de Stephen King, DeBolsillo

Esto es lo que se proponen averiguar los protagonistas de esta novela. Tras veintisiete años de tranquilidad y lejanía, una antigua promesa infantil les hace volver al lugar en el que vivieron su infancia y juventud como una terrible pesadilla. Regresan a Derry para enfrentarse con su pasado y enterrar definitivamente la amenaza que los amargó durante su niñez.

Saben que pueden morir, pero son conscientes de que no conocerán la paz hasta que aquella cosa sea destruida para siempre.

Foto: Especial

Brujas literarias, de Taisia Kitaiskaia y Katy Horan, Planeta

En una noche de luna llena, las brujas se reúnen para invocar el poder femenino, la poesía y la fuerza de su corazón. Nada las detiene para crear un hechizo eterno que las vuelva inmortales e invencibles. Conjuran sus letras y la magia sucede.

Tanto las brujas como las escritoras han sido símbolo de fuerza, sabiduría y poder. Brujas literarias es una selección de treinta mujeres de letras, de distintas épocas y estilos, en la que se traza una línea que une sus trayectorias y su misticismo. Entre el flujo de conciencia de Virginia Woolf, los dolorosos poemas de Sylvia Plath, la ciencia ficción de Octavia E. Butler, el misterio de Agatha Christie y los rezos chamánicos de María Sabina, este libro funciona como un hechizo para hacernos participar, con otra mirada, de este aquelarre literario.

Foto: Especial

Pesadillas para cenar, José Madero Vizcaíno, Planeta

Si te contara que hay un mundo sin luz donde todo es blanco y negro, donde viven las criaturas más temibles y peligrosas que han existido, ¿me creerías? Suena como una pesadilla, ¿no? Y si te dijera que es una pesadilla de la que tal vez no podrías despertar jamás, ¿te atreverías a vivirla? Porque esto es más aterrador que la realidad…

Foto: Especial

Ellas se están comiendo al gato, de Miguel Ángel Manrique, Tusquets

Mientras intenta salir de una gran ciudad inundada por zombis y asesinos, el último periodista latinoamericano se topa con el perverso cazador de muertos vivientes, el científico que busca una cura ayudado por el alcohol, un niño que sobrevivió con ayuda de un personaje misterioso, la anciana historiadora que se resiste a morir, y la bella y ruda Liliana, entre otros sobrevivientes que buscan llegar a un hipotético refugio para humanos en el sur del continente. Ayudado por los consejos que alguien le envía a través de una misteriosa paloma mensajera, un par de armas casi inservibles y un libro de poemas, el joven periodista confirma a lo largo de la aventura que sólo las buenas historias nos mantienen con vida.

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Manual de vampiros, de Robert Curran, Destino

¿Los vampiros beben sangre? ¿Pueden aparecer en plena luz del día? ¿Es verdad que el ajo los repele? El Manual de vampiros contestará todas las dudas que tenga en relación con el vampirismo. También le presentará los distintos tipos de vampiros que habitan nuestro planeta, así como escalofriantes historias, auténticas advertencias para la humanidad.

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13 balas, de David Wellington, Minotauro

Según la versión oficial, los vampiros se extinguieron en los años ’80, cuando el agente del FBI Arkeley se enfrentó al último de ellos en un combate que a punto estuvo de acabar también con su vida. Pero, cuando la agente federal Caxton llama en mitad de la noche al FBI pidiendo ayuda, sólo el agente Arkeley sabe que está pasando: queda un vampiro. Escondido en un asilo abandonado, esperando el momento oportuno con la paciencia de la que solo un no muerto es capaz. Sólo hay un modo de resolver éste caso. Pero parece que los  vampiros buscan algo más que la sangre de Caxton, algo sobre lo que su compañero guarda en silencio; algo que tendrá que averiguar o  morirá.

Sólo 13 balas separan a Caxton de Arkeley y los vampiros. Sólo 13 balas entre los vivos y los malditos.

 

25 libros para los niños que leen

sábado, abril 28th, 2018

En México, desde 1924, cada 30 de abril celebramos el Día del Niño. Esta fecha representa un momento ideal para reflexionar sobre los derechos y el bienestar de los niños. La salud, el tratamiento de enfermedades y la rehabilitación de la salud constituyen uno de los derechos fundamentales de ellos. También la lectura proporciona bienestar y diversión. ¡Feliz día del niño!

Ciudad de México, 28 de abril (SinEmbargo).- El 30 de abril se festeja el Día del Niño y como tal se prevén una derrama de 495 millones de pesos en celebración. ¿Habrá de esa suma alguna destinada a libros?

Es un fin de semana de fiesta, porque 30 cae lunes y todo este fin de semana los padres y los tíos se encargarán de festejar a sus infantes. Desde el circo hasta un concierto, desde el museo hasta una heladería, muchas cosas disfrutarán los niños.

En el medio, habrá muchos niños que leen y para ellos son nuestras recomendaciones de 25 libros.

PLANETA EDITORIAL

Foto: Especial

Cuentos de buenas noches para niñas rebeldes 2, de Elena Favilli y Francesca Cavallo

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Star y Marco. Una guía para dominar cualquier dimensión, de Disney

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Una colección con los superhéroes de Marvel que participan en Infinity War. Esta colección está enfocada para los lectores más pequeños, incluyen ilustraciones, capítulos más cortos y una tipografía más grande y atractiva para facilitarles la lectura.

ANT-MAN – Repelente de Zombies

CAPITÁN AMÉRICA- El ejército del mañana

SPIDERMAN – El ataque de los héroes

Avengers Infinity War

La colección Austral, con clásicos infantiles en sus versiones originales

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El libro de la selva, de Rudyard Kipling

Peter Pan y Wendie, de J.M.Barrie

La isla del tesoro, de R.L.Stevenson

Las aventuras de Tom Sawyer, de Mark Twain

Las aventuras de Pinocho, de Carlo Collodi

Se vale compartir libros. Foto: Shutterstock

PENGUIN RANDOM HOUSE EDITORIAL

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Mujercitas (Colección Alfaguara Clásicos), de Louise M.Alcott

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Mi primer libro de ciencia (Peppa Pig. Actividades), de varios autores

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Vocales (Little Baby Bum. Primeras lecturas), de varios autores

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Isadora Moon va al colegio, de Harriet Muncaster

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La ovejita que vino a cenar, de Steve Smallman

Aprendiendo a leer con papá. Foto: Shutterstock

LITERATURA SM

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Y los dragones se fueron, de Ana Luisa Anza

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Ahora somos dos, de Antonio Malpica

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Apesta a Teen Spirit, de F. G. Haghenbeck

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Cuentos de la Niña Agua, de Arturo Arroyo

Un libro para todos. Foto: Shutterstock

EDITORIAL OCÉANO

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El Día de playa de Chu, de Neil Gaiman

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Winnie y Wilbur. Los piratas, de Korky Paul y Valerie Thomas

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Calvin y Hobbes 8. Tantas cosas por hacer, de Bill Watterson

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Nate el Grande 3. Sobre ruedas, de Lincoln Peirce

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Nico dibuja un sentimiento, de Bob Raczka y Simone Shin

CUETE A LA LUNA

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¡De la A hasta la Z, los nematodos colorean nuestras vidas!

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La ciencia y yo, preguntas hipotéticas respondidas por científicos de verdad, de Said Infante y Daniela de la Torre

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¡La genética sí es cosa de juego!, de Reyna Isabel e Ismael Hernández. Ilustraciones de Daniela de la Torre

Los niños atentos a un libro. Foto: Shutterstock

MALPASO EDITORIAL (MALPASITO)

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Aprende a programar: Crea tu propio sitio web, por Coder Dojo

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De mayor quiero ser bruja, de Cristina Fernández Cubas

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Noviembre y Febrerito, de Jordi Soler

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Gus y yo, de Keith Richards y Theodora Richards

¿Leen los jóvenes en México? La lectura digital hace milagros

sábado, febrero 17th, 2018

Las encuestas nacionales de lectura lo hacen sobre libros vendidos, pero sin duda las encuestas privadas y sobre todo el informe “La lectura en la era móvil”, de la UNESCO, dan cuenta más cabal de que ocho cada diez jóvenes en México lee, sea cual sea el ámbito donde se genere.

Ciudad de México, 17 de febrero (SinEmbargo).- Según la última encuesta nacional acerca de las prácticas de lectura, el 44.3%  de los lectores en México lo hace por entretenimiento. En esa estadística, los jóvenes se destacan, aun cuando tengan que leer muchas veces por un plan de cultura y educación que emana de los colegios y universidades a los que asisten.

Veamos las cifras. De todos los que leen, un 57,3% le va a los libros, un 55% a los periódicos (aunque este número baja día a día), 44,9% a las redes sociales, 38% a las revistas (hay que calcular la edición digital y la impresa), 25,2% a los sitios web, 16,6% a las historietas y cómics y 13,4% a los blogs.

Si sumamos todos estos ítems, notamos que son muchos los jóvenes que determinan el mercado y que no hay para ellos una distinción tajante entre el mundo digital y el mundo impreso.

EL USO DEL SMARTPHONE O DEL TELÉFONO INTELIGENTE

Una reciente encuesta llevada a cabo por Banamex e IBBY México/A Leer a muchachos de entre 12 y 29 años, revela que el uso del teléfono inteligente ha cambiado la actitud y el modo que los jóvenes tenían con la lectura.

El estudio señala que un 61 por ciento de los jóvenes en México que vive en localidades urbanas acostumbra leer noticias, artículos y blogs, mientras el 49 por ciento lee tips o consejos y un 46 por ciento consulta reseñas de cine, música o literatura. Además, un por ciento del total lee tutoriales o “pequeños cursos”.

El 34 por ciento asegura que lee novelas, el 31 por ciento cómics o historietas, el 23 por ciento poesía y el 28 por ciento cuentos.

Es cierto que hay muchas campañas lógicas y necesarias destinadas a no manejar si uno usa el teléfono celular, a que uno se queda sordo o se choca con un árbol, pero también hay que decir que el celular se ha convertido en una buena oportunidad para llevar la lectura a todos los rincones.

Campañas contra el teléfono celular hay muchas, pero también hay que decir que pregona muchísimo la lectura. Foto: Shutterstock

La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) en su informe “La lectura en la era móvil” calcula que seis billones de personas tienen acceso a celulares activos y más de 90 por ciento de la población está cubierta por una red móvil.

Tener acceso a un teléfono sabemos que nos da mayores opciones de elegir material de acuerdo a sus preferencias y esta posibilidad nos ha hecho lectores más breves, tal vez es cierto un poco más efímeros, pero al mismo tiempo con la capacidad de abarcar más espacios, más territorios y tener una conciencia más global, humana.

Entretener es la materia de los libros para jóvenes y en ese sentido, han cambiado mucho los formatos, pero poco lo que buscamos en la literatura. En principio queremos ser entretenidos y aprender mediante libros cómo nos tenemos que mover en la vida.

En ese sentido, “la literatura para adolescentes o jóvenes” pasa a ser una opción de mercado más que de la realidad. Uno, cuando comienza a leer va leyendo por asociación (decía Eduardo Berti que él se hizo crítico musical por avistar la contraportada de los discos, algo así) y por lo que se nos vaya apareciendo. En una charla alguien nos recomienda un libro o no sabemos qué decir sobre un tema determinado y cuando llegamos a casa lo primero que hacemos es buscar un texto que nos desasne o que nos informe.

“Hemos perdido esa capacidad de asombro, que es la misma que te hace disfrutar aún más la literatura. Hay quienes piensan que hay lectura fácil para jóvenes, pero el reto de escribir para jóvenes es que ellos se conviertan en lectores. Estoy convencido de que los jóvenes deben leer lo que les de su chingada gana”, dijo el escritor Benito Taibo en el reciente Festival Literario de Tepic.

Pero tal vez es el mercado el que no quiera ser sorprendido. Es cierto que estamos muy lejos de Finlandia que tiene 47 libros al año que son leídos (nosotros 3,8%), pero ¿qué decir de los blogs, de lo digital, de lo que está a la orden para ser disfrutado sin aumentar las estadísticas?

Algo así dice también Benito Taibo: “Se está leyendo mucho más que nunca y, en gran medida, se debe a los booktubers y a los bloggers, estos chicos que con total desparpajo se ponen frente a una cámara y dicen ‘yo leí este libro y me gustó por esto, tú decide lo que quieres’.

“El booktuber cumple una función a escalas que a veces ni nos imaginamos. Y está chidísimo, me parece maravilloso. Y que los jóvenes lean lo que se les antoje, que nadie les diga qué deben leer”, aseguró el escritor en entrevista con el periódico La Jornada.

Recientemente hicimos una nota sobre los youtubers y los booktubers y mucho nos sorprendimos; tenemos que entrar a un espacio donde también se forman lectores y donde no todo es efímero, breve o superficial.

Leer donde sea. Foto: Shutterstock

En Colombia está Luis Miguel Meza Diez haciendo “El estante literario” y vean qué cinco libros eligió como los que les cambió la vida: “Entre ellos están Harry Potter, Julio Verne con 2000 leguas de viaje submarino, Madame Bovary, de Gustave Flaubert, Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez, Guerra y Paz, de León Tolstoi y Jorge Franco y Andrés Caicedo. Espero que lo disfruten”, en una verdadera muestra de que él, siendo muy joven, lee lo que se le da su rematada gana.

“Estos booktubers representan para nosotros el máximo desafío. Los tenemos que interesar en el libro que queremos promocionar y si no les importa mucho no nos lo aceptan”, dijo con honestidad Myriam Vidriales, la gerente de Marketing de Planeta Editorial.

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Uno de los escritores entrevistados en este suplemento, Antonio Malpica, caracterizado como “escritor juvenil”, ha dicho en el reciente Festival de las Letras en Tepic, que “la literatura juvenil no existe como tal, excepto cuando los jóvenes se apropian de esas letras que quieren hacer suyas. El secreto es escribir con toda la intensidad, el joven se dará cuenta que lo haces desde el corazón y adoptará tu libro”.

¿IMPRESOS O EN DIGITAL?

La encuesta Banamex e IBBY México estableció que el 66% lee material impreso y que el 47% lo hace en medios electrónicos, por lo que medir esta estadística en términos de libros comprados sería inútil.

Los números recientes de la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana (Caniem) establecen que en el 2016, los editores del sector privado registraron una producción de 137 millones 638 mil 636, lo que representa una contracción del 5,2 % respecto al 2015.

En ambos casos se presentó una reducción en la producción en relación con 2015, que acumulada representa 30 millones de ejemplares menos.

Vamos a la producción de títulos: un decremento de 6.4 %, observado tanto en novedades (5.3 % menos), como en reimpresiones y reediciones (6.7 % menos), pero todo esto tiene que ver más con el precio de los libros, más que con la afición a la lectura de los jóvenes mexicanos.

El uso de la literatura juvenil es más un requerimiento del mercado que de la realidad. Foto: Shutterstock

Desde 2012 se han dejado de comercializar 14 millones de libros. En comparación con 2015, la reducción en la venta de ejemplares es de 6.3%. La baja es de venta de ejemplares nacionales (6.6%), como de ediciones importadas (3.1%), la facturación neta generada en 2016 fue de 10 millones de pesos y por tercer año consecutivo muestra una baja (2.5 % en esta ocasión).

¿Qué pasa con los libros digitales? Continúa con incrementos anuales, registrándose en 2016 un aumento de 24% y desde 2012, la facturación de ediciones digitales se ha incrementado en más de 100 millones de pesos, alcanzando un 1.2% de todas las ventas de libros.

Por un lado están las ventas y lo que indican, esos aumentos o decrecimientos de libros, por otro los jóvenes que encuentran en  sus medios digitales la gran oportunidad para leer y estar al tanto de lo que acontece en el mundo.

Tal es así que las encuestas en este punto dirimen y quedan una muy lejos de la otra. El Módulo sobre Lectura (Molec) del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), de 2016, en los que se destaca que el promedio de libros leídos por la población mexicana de 18 años y más en el último año fue de 3.8 ejemplares, por debajo de países como Chile (5.4), Argentina (4.6), Colombia (4.1) y Brasil (4.0), los aparatos celulares aparecen como un gran refugio para fomentar la lectura, sobre todo en esos lugares donde la gente está lejos de los libros. En ese sentido, 8 de cada 10 jóvenes prefiere la lectura, sea donde sea que lea.

Leer un libro de acceso abierto equivale a gastarse dos o tres centavos de peso, mientras que el costo impreso es de aproximadamente 2 dólares o más. La respuesta está en el aire. Convengamos que leer es un acto de libertad que reta a nuestro más íntimo ser, lo lleva a límites extraordinarios y uno es lo que lee, más allá de lo que dicen “los no lectores”.

En México se han creado grupos de lectores en Facebook y Whatsapp, en los que hay intercambio de diversos materiales, que pueden verse a través de cualquier dispositivo móvil y comunica a los lectores de manera rápida y dinámica.

También existen aplicaciones que permiten entrar al mundo de la literatura, como Goodreads, Spotify, Kindle, Universal Book Reader, Google Play Books y la plataforma Digitalee, un servicio de préstamo para los lectores en español, a través de la Dirección General de Bibliotecas.

Tiene a su disposición miles de títulos que se pueden leer desde cualquier dispositivo conectado a internet: computadora, tablet, teléfono inteligente o lector de libros electrónicos, que sean compatibles con el DRM de Adobe o cuenten con la aplicación de Adobe Digital Editions. También se puede acceder al servicio, a través de la app Digitalee, disponible para IOS y Android.

“Infinidad de estudios han demostrado que cuando se trata de cuestiones de lectura, las personas que leen a menudo se vuelven mejores lectores y leer mejor conduce al éxito en la escuela y otras áreas de la vida. Por el contrario, las personas que no leen dejan de adquirir hábitos de lectoescritura, lo que puede llevar a problemas para cultivar nuevas habilidades y a dificultades que trascienden la educación”, inicia el estudio “La lectura en la era móvil”, de la UNESCO.

Y de eso se trata.

ENTREVISTA | El mundo de la ficción es totalmente seguro, pase lo que pase: Antonio Malpica

sábado, febrero 17th, 2018

Es uno de los autores juveniles más exitosos de México y probablemente porque él no sepa qué es ser un escritor para estos primeros lectores. Lo suyo es emocionar y hacer que el terror asuste pero que todo quede en los libros. Ha terminado luego de 10 años su saga Principio y fin. En el medio se las ha arreglado para escribir otros libros y ahora todavía no sabe bien qué va a hacer.

Ciudad de México, 17 de febrero (SinEmbargo).- Entrar a su Facebook es encontrarse con muchísimos lectores que le escriben largos correos diciéndole lo mucho que han disfrutado sus historias de Principio y fin. Es un escritor de muchos lectores y también podría decirse un autor juvenil, tal como ha entrado sus historias de terror desde que comenzó a hacerlas en Océano.

Fue un poco una idea de Daniel Goldin, el gran editor que se inició en la edición de libros infantiles a fines de los años 80, cuando dirigió la colección “A la orilla del viento” del Fondo de Cultura Económica (FCE). Anthony Browne, Satoshi Kitamura y Chris Van Allsburg son algunos de los autores que dio a conocer al público latinoamericano y como director entonces de Océano Travesía sedujo a Malpica para hacer los libros que hoy son un éxito.

Ahora presenta el final de la saga El libro de los héroes, formada también por las novelas: Siete esqueletos decapitados, Nocturno Belfegor, El llamado de la estirpe y El destino y la espada. Situada en la Ciudad de México, la historia escenifica con singular aplomo la lucha entre el bien y el mal y la verdad que adentrarse en ellas es percibir un universo propio de terror y de thriller.

“¿Cuánto miedo puedes soportar, Mendhoza?”, es la frase con la que da inicio la historia de Sergio Mendhoza, un adolescente que es llamado para luchar contra el mal y en esta última parte de Principio y fin, nos encontramos una vez más con Sergio, al cual hemos visto crecer y enfrentar los más diversos peligros para proteger a sus seres queridos y salvar su propia vida. Ahora tendrá que enfrentarse a la batalla final.

Aquí posando con su saga en la FIL Monterrey. Foto: Facebook

–¿Cómo se ha dado este éxito, lo tenías pensado?

–Todo me ha agarrado por sorpresa. Desde que me invitaron a escribir un libro de terror, sin que yo hubiera escrito antes nada por el estilo, fue sorpresivo. Fue en el 2007, cuando me invitó Daniel Goldin a sumarme a una nueva colección de libros de miedo para jóvenes. La historia exacta es que me gustó la idea y empecé a trabajar esto, que al final se me fue de las manos. Mientras estaba escribiendo el primer libro me di cuenta de que el universo que yo estaba formando no me cabía en un solo libro. Lo platiqué con la editorial, qué les parecía hacer una saga y les gustó mucho la iniciativa.

–Al principio no ibas a hacer nada y luego te mandaste una saga entera

–Sí, exacto. La historia general que engloba a todos los personajes, ahí estuvo el reto, en principio nadie que se meta en esto sabe en qué se está metiendo. Cada uno de los libros se nos fueron a dos años, son diez años de Principio y fin. Hubo rigor de parte de Daniel Goldin, de la editorial y hubo mi propio rigor.

–Es importante lo que dices, porque siempre hay un editor detrás de cada libro

–Es cierto. Completamente, a mí me gusta mucho recalcar el trabajo conjunto. He estado muy bien acompañado por la editorial, ha habido mucho respeto, pero también cuidado de la historia y mucho cariño. En el diseño de las portadas, se pensó que algo las unificara, hay una caja muy bonita donde se incluyen a las cinco novelas.

–¿Qué tiene la historia para competir con los libros que vienen de afuera?

–La propuesta fundamental era espantar lo más que pudiera a los jóvenes. Sí me propuse eso, de que hubiera una buena dosis de terror, me metía en terrenos demasiado oscuros, me parece que iba a recibir correos muy airados de padres que se enfadaban porque asustaba a los hijos. Al final fue todo lo contrario. El terror tiene ese gustito que genera en los lectores y quería hablarle yo al chico lector, al que le puedo dar la mano. Es decir, siempre pienso así en mis lectores, en el chico capitalino, en el chico mexicano, porque pueden venir muchos libros de afuera, pero pocos tendrán como el mío personajes mexicanos y en lugares que todos reconozcan. La lucha entre el bien y el mal se vuelve global, salen del país, pero la identificación con los personajes se vuelve de primera mano.

El terror forma parte de las aficiones de los chicos, dice Antonio Malpica. Foto: Facebook

–¿El terror es lo que más le interesa al joven?

–No es lo que más, pero sí es cierto que sí forma parte de las aficiones de los chicos. Cuando entré me sorprendí de lo mucho que le llama la atención a los jóvenes y no he dejado de comprobarlo. Voy a muchas escuelas y hago ejercicios con ellos y siempre que pregunto por el terror, gana por mucho. Uno hace que desde el punto de vista del interés de ellos, la literatura los emocione, pero que además entiendan que todo lo que pasa en los libros queda en los libros; el mundo de la ficción es totalmente seguro, pase lo que pase.

–El terror da mucha libertad al autor, ¿verdad?

–Sí, toda la historia de terror fantástico. Yo aprendí en mi saga a despegar bastante los pies de la tierra, el terror te da mucha tela de dónde cortar y la verdad es que lo agradeces. Todo ese universo que creé obedece a esa posibilidad de no partir casi de nada y no obstante de abrevar de muchas fuentes que ya existen. Muchos monstruos clásicos aparecen en mis libros y simplemente yo los fundamenté, aterrizándolos en mi propio universo. Es una hoja de papel en blanco donde puedes meter prácticamente lo que quieras.

–Guillermo del Toro dice que los monstruos de su ficción lo acompañan, ¿es así?

–Sí, exactamente. Al final esa es una lección, cualquiera de nosotros se sentiría más cómodo en presencia de un vampiro que no de un banquero que lleva traje o de esos desgraciados que con apretar un botón acaban con cientos de vida. El mundo de la ficción fantástica te ofrece esos remansos, que me encantan y los chicos se dan cuenta y lo agradecen.

–¿Habrá película?

–Hubo algunas personas interesadas, pero lo cierto es que me da mucho placer generar esta expectativa solo lectora. Me da mucho gusto generar expectativa desde la letra.

–¿Qué va a pasar contigo?

–Seguiré escribiendo. Estos 10 años no he detenido mi producción literaria en otros renglones, no sé si va a haber otra saga. Por lo pronto, hay que descansar un poco. Ahora escribo cosas unitarias, me gusta mucho la novela juvenil. Dejar a mi personaje de 10 años me ha costado despedirme.

–¿Qué piensas de la literatura juvenil?

–La necesidad de este tipo de literatura aunque yo no sé cómo definirla. La literatura juvenil es aquella que los jóvenes adoptan, sea cual sea. A veces son las editoriales las que ponen los sellos. Me gusta pensar que ponemos este tipo libros en manos de los chicos para ir ganando lectores y que luego se entusiasmen con literatura más compleja.

LIBROS DE AMOR | Las letras tienen algo para decir de ese sentimiento

sábado, febrero 10th, 2018

Elige tu libro para San Valentín. Que esta vez haya bombones y una salida romántica, pero también un texto que nos hará recordar esta fecha para siempre.

Ciudad de México, 10 de febrero (SinEmbargo).- Faltan cuatro días para San Valentín. No hay fecha que valga: siempre estamos pensando en el amor, a lo sumo –diría la actriz Bibiana Fernández- para sufrir, pero también para ilusionarnos o fantasear con el sentimiento amoroso del otro.

Las novelas y las poesías alcanzan a dosificar el amor como una utopía a la que tarde o temprano llegaremos. También cuentan las tragedias y esos desencuentros amorosos por el que a veces queremos morir y luego, pasados los años, nos hacen reír mucho.

Aquí van, para festejar este día y para decir que sin amor no somos nada (¿o sí?).

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Veinte poemas de amor y una canción desesperada, de Pablo Neruda (Booket)

“Los Veinte poemas son un libro doloroso y pastoril que contiene mis más atormentadas pasiones adolescentes, mezcladas con la naturaleza arrolladora del sur de mi patria. Es un libro de amor porque a pesar de su aguda melancolía está presente en él el goce de la existencia”, ha dicho el poeta chileno.

Foto: Especial

Los versos del Capitán, de Pablo Neruda (Booket)

Publicado anónimamente en Italia en 1952, Los versos del capitán constituye un libro controvertido en la obra de Pablo Neruda. Encierran un origen secreto, clandestino y conmovedor. Los amantes ocultos –Pablo y Matilde– saben de los inconvenientes para declarar a viva voz el sentimiento que les une y, más allá de los impedimentos, se refugian en la isla de Capri.

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Cuando te hablen de amor, de Mónica Lavín (Planeta)

A punto de casarse y mudarse a otro país con su futuro esposo, Maya no está convencida de que el amor sea para siempre. Entre arreglos de flores, invitaciones y la búsqueda del ajuar para la boda, conoce a Eugenia, una mujer que vive con el dolor de una decepción amorosa y atormentada por el recuerdo de un marido muerto que aún la persigue. En este encuentro, el pasado de Eugenia y el futuro de Maya colisionan y, donde una ve la oportunidad de vengar sus viejas heridas, la otra encuentra certezas en los pliegues de la seda.

Foto: Especial

Sisters. Lazos infinitos, de Anna Todd (Planeta)

“A veces tenía la sensación de que éramos una fuerza de la naturaleza. En ese momento éramos un viento huracanado que se había formado para destruir una ciudad. Está bien. Puede que eso sea algo dramático, pero éramos una fuerza de la naturaleza, las cuatro hermanas Spring”.

Las hermanas Spring son muy distintas entre sí, pero saben que, juntas, pueden con todo. Cuatro corazones soñando a la vez en busca de su propio infinito.

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Celos. Una pasión inconfesable, de Giulia Sissa (Paidós)

Hablar de celos, sean los propios o los ajenos, requiere valor y también honestidad. Hay celos en el miedo a ser decepcionado y un presentimiento de que ese a quien tanto amamos, podría amar a cualquier otro igual que a nosotros. Los celos no son una pasión cruel e insignificante ni el síntoma de una baja autoestima, no obstante que así sea como suelen descalificarlos los moralistas. A través de un recorrido por la historia de las ideas, Giulia Sissa nos revela tras los celos la intensa naturaleza del amor.

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El arte de cuidar a tu niño interior. Reencontrarse con uno mismo, Thich Nhat Hanh (Paidós)

El libro se centra en las enseñanzas del maestro budista Thich Nhat Hanh para sanar heridas del pasado y aprender a reconciliarnos con nosotros mismos. El libro muestra que la ira, la tristeza y el miedo pueden convertirse en paz y alegría si aprendemos a explorar nuestras emociones y a practicar mindfulness.

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Enamórate de ti y encuentra al amor de tu vida. 10 pasos para lograrlo, de Duana C. Welch (Diana)

Si estás cansada de tener citas que terminan mal o te encuentras en una relación de la cual dudas, definitivamente deberías leer este libro. También sería buena idea si tiendes a ignorar los focos rojos que se prenden al conocer a alguien o si te enganchas y –muy probablemente– terminas herida.

La psicóloga Duana C. Welch te ayudará a ver exactamente qué es lo que está saliendo mal, cómo llegaste a este punto y por qué; y no sólo eso: también, con numerosos estudios sobre la ciencia detrás de la búsqueda de pareja, te ayudará a recuperar la fe en ti para elegir a esa persona que quieres en tu vida.

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El libro de las relaciones. Una guía para amar sin enloquecer en el intento, de Mía Astral (Planeta)

En estas páginas, la astróloga más celebrada de las redes sociales habla sin máscaras sobre lo bello y lo no tan bello de las relaciones humanas. Con divertidas anécdotas, lecciones astrológicas, ejercicios de coaching y listas de canciones a la medida, este libro se convertirá en un manual de consulta para amar mejor y atraer personas que estén en sintonía con lo que queremos ser.

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Cree en ti. Descubre el poder de transformar tu vida, de Rut Nieves (Diana)

Cree en ti no es un libro de autoayuda, es un libro de autoempoderamiento “¿Cómo será mi vida dentro de diez años si sigo haciendo lo mismo? La respuesta fue tan clara que, con treinta y cinco años, lo dejé todo por ir en busca de mí misma, de eso que tanto me faltaba. Dejé mi trabajo como arquitecta, mi departamento, mi ciudad, mi país y las personas que más quería. Y me fui a la Selva Negra en busca de respuestas. Allí empecé a conectar con mi esencia y con lo que yo realmente amaba. Y a partir de ahí todas las respuestas llegaron juntas. Un año antes de empezar a escribir este libro, entendí por qué mi vida había llegado hasta ese punto, por qué no había conseguido vivir mis grandes sueños. Entendí cómo las creencias que absorbió mi mente durante los siete primeros años de vida habían dirigido y condicionado el resto de mi existencia”.

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Tú & Yo, Aquí, Ahora, de Jay Ascher y Carolyn Mckler (Nube de tinta)

Emma y Josh han sido vecinos y amigos íntimos desde siempre pero últimamente su relación no pasa por un buen momento. Todo porque un día Josh malinterpretó a Emma e intentó besarla. Desde entonces, ambos se mantienen alejados y ya no se ven fuera de la escuela. Pero a raíz de una extraña página web que aparecerá en la computadora de Emma con información acerca de su futuro, su camino y el de Josh volverán a unirse de forma inesperada. A veces es necesario perderse para volver a encontrar el camino…

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Textrovert, de Lindsey Summers (rocaeditorial)

El verano no podía terminar de peor manera para Keeley, llevándose por accidente el celular equivocado. La situación empeora cuando descubre que el teléfono pertenece a Talon, un repulsivo y egocéntrico compañero de la escuela que se ha llevado también su celular. A regañadientes, ambos acuerdan que se intercambiarán mensajes durante una semana. Conforme Keeley va conociendo mejor a Talon, empieza a sentirse atraída por él. Las chispas saltan entre ellos cuando finalmente se encuentran para intercambiar sus teléfonos pero, mientras Keeley ha sido muy sincera, Talon ha estado guardando un secreto durante todo este tiempo.

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Kiss me. Contigo hasta el final, de Elle Kennedy (Alfaguara)

Sabrina tiene un plan infalible para escapar de su pasado: graduarse, romper estereotipos en la facultad de Derecho y conseguir un trabajo bien pagado en una prestigiosa firma de abogados. Una noche de pasión (sorprendentemente tierna) es todo lo que puede darle a John Tucker, el rompecorazones que cree en el amor a primera vista. Pero, a veces, una noche es suficiente para cambiar tu vida. Cuando Tucker descubre que Sabrina se ha quedado embarazada, sabe que es el momento de demostrar lo que vale. Si quiere una familia con la chica de sus sueños, tendrá que convencerla de que estará a su lado… hasta el final.

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Culpa tuya, de Mercedes Ron (Montena)

Cuando Noah se enamoró de Nick sabía que su relación no iba a ser fácil: son polos opuestos, fuego y electricidad, y cuando están juntos saltan chispas… en todos los sentidos. Hasta ahora, la pasión ha sido más fuerte que el orgullo, pero la diferencia de edad, la universidad, las fiestas, sus padres y los fantasmas que acechan a los dos les ponen a prueba una y otra vez, como una bomba de relojería que amenaza con hacerles estallar. ¿Está Noah realmente preparada para enfrentarse a sus miedos y volver a confiar en alguien? ¿Podrá Nicholas dejar atrás su pasado y abrir el corazón a una sola persona?

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Salvemos al amor, de Yohana García (Océano)

Regresa Yohana García con un libro dirigido a quienes no se conforman con esperar a que su vida mejore y se llene de amor y felicidad, sino que están dispuestos a realizar el esfuerzo que les permita alcanzar estos anhelos. La autora invita a los lectores, mediante la fe, la reflexión y las acciones concretas, a encender el fuego interior capaz de iluminar su ascenso hacia la perfección. Las tres partes de esta ruta son la relación con uno mismo y con los demás, el camino personal y la capacidad creativa y, finalmente, nuestra relación con la divinidad y la trascendencia del alma. La propia Yohana presenta visualizaciones y ejercicios en línea, así como un oráculo de los ángeles que permite obtener respuestas de estos seres a determinadas preguntas.

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Amor 2.0, de Barbara Fredrickson, (Océano)

Todos hemos escuchado la expresión “el poder del amor”. Sin embargo, en este libro Barbara Fredrickson le da un nuevo y más profundo significado a estas palabras. Para la autora, el amor es la clave para mejorar la salud mental y física, así como para alargar nuestra vida. Ello se desprende de sus investigaciones clínicas, las cuales muestran que el amor (entendido no como ese sentimiento arrebatado de raíz romántica, sino como los “momentos de conexión significativa entre las personas”) es capaz de producir resultados sorprendentes sobre nuestro cuerpo y nuestra psique.

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#MásGordoElAmor, de Malpica (Océano)

Una historia de amor que provoca adicción.

Una novela juvenil capaz de arrastrar al lector del humor a las lágrimas y de regreso, escrita por uno de los mejores narradores mexicanos de la actualidad.

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Ya te dije adiós, ahora cómo te olvido, de Walter Riso (Océano)

Walter Riso analiza el fenómeno de la separación, porque si bien tomar la decisión de terminar una relación puede ser extremadamente difícil, se trata sólo del primer paso. Tras la separación es fundamental hacer un proceso de duelo que nos permita identificar el valor de esa persona que ya no está en nuestra vida. Además de reconocer y enfrentar el dolor que la pérdida nos puede estar ocasionando. Como suele hacer, el autor presenta casos clínicos y anécdotas personales para ejemplificar sus afirmaciones.

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Como si fuera esta noche la última vez, de Antonio Ansón (Lince)

Esta es una novela de amor y también de una despedida. Cuenta la historia de Julia, una mujer aburridamente casada, con dos hijos, en cuya vida irrumpen dos acontecimientos que lo cambiarán todo. Julia empieza su diario con una premonición: “Hoy he visto el mar por última vez.” Muy pronto, la llamada de Enzo, su novio de la universidad, y un bultito que aparece en su pecho, lo alteran todo. Enzo ha regresado a la ciudad y le dice que está tan enamorado como hace quince años, que no ha podido amar a ninguna otra mujer. Y ese bulto sospechoso es un tumor maligno.

Con enorme sensibilidad, Antonio Ansón rinde su personal homenaje a las novelas de amor que leían nuestras madres y abuelas y a los boleros eternos que ellas cantaban.

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Euforia, de Lily King (MalPaso)

Euforia es la emocionante historia de un triángulo amoroso en uno de los paisajes más exóticos del mundo, y también es un relato extraordinario sobre los orígenes de la antropología como disciplina de investigación. A mediados de los años treinta del siglo pasado, tres antropólogos coinciden en Nueva Guinea donde llevan a cabo un trabajo de campo. Uno de ellos, Bankson, un inglés marcado por una infancia desastrosa, se enamorará de Nell, la norteamericana que viaja con su marido Fen para realizar una investigación. El conflicto se detonará progresivamente, la confianza dará paso a los celos, los celos al odio y el odio a la desesperación.

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Tratado sobre la infidelidad, de Julián Herbert y León Plascencia Ñol (MalPaso)

Esta colección de relatos va más allá de lo que propone su título. Nos sumerge en una investigación en torno a los límites del deseo, a cómo se vence la lealtad con uno mismo y se acaba por silenciar cualquier culpa o remordimiento. En este libro la infidelidad puede ser tormento o juego, motivo de dolor y a la vez de placer; pero siempre desde la óptica del humor más negro, negro azabache. Tratado de la infidelidad está cargado de imágenes turbadoras, de escenas de sexo crudo y también de deseo sutil, de vida y de muerte, protagonizadas por personajes sórdidos y extraños o por otros presuntamente normales, pero que siempre parecen eludir la felicidad convencional. Es un libro que busca testigos además de lectores.

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La última guerra, de Daan Heerma van Voss (MalPaso)

Abel Kaplan conoce a Eva, el amor de su vida, mientras estudia historia en la universidad. La familia judía de ella lo acoge como a uno más y, por primera vez, Abel siente que ha encontrado su lugar. Sin embargo, la ausencia de hijos y su frustración al ver que su carrera de escritor no termina de despegar, hacen que la relación se desmorone y acaban por separarse muchos años después. Siguen manteniendo la apariencia de estar casados para el círculo de la alta sociedad a la que pertenecen, pero en realidad, más allá de algún encuentro sexual esporádico, su relación está completamente rota.

Publica Fondo de Cultura Económica último viaje literario de Ignacio Padilla

sábado, agosto 26th, 2017

Última escala en ninguna parte es la novela póstuma del escritor, fallecido en agosto de 2016 y la primera dirigida a jóvenes. La obra se presentará este sábado 26 de agosto, a las 19:00 horas, en la Librería del Fondo Rosario Castellanos, con los comentarios de Jorge Volpi, Antonio Malpica, José Carreño y Socorro Venegas, como moderadora.

Ciudad de México, 26 de agosto (SinEmbargo).-  Pocas voces narrativas llenaron de risa, elocuencia y elegancia a las letras nacionales como fue la de Ignacio Padilla (1968-2016), ensayista, traductor, investigador y académico quien dejó por herencia su vasta obra literaria.

Para honrar la memoria de este gran escritor el Fondo de Cultura Económica publica en su colección juvenil A Través del Espejo Última escala en ninguna parte, novela póstuma en la que el autor —quien murió en agosto de 2016— entreteje los devenires del destino y la soledad en el trayecto de la vida.

La obra se presentará este sábado 26 de agosto, a las 19:00 horas, en la Librería del Fondo Rosario Castellanos, con los comentarios de Jorge Volpi, Antonio Malpica, José Carreño y Socorro Venegas, como moderadora. Participación especial del grupo La Liebre de Marzo, acompañados del artista plástico Arturo Pérez-Pío y su Cineamano.

Entrañable autor que se ha ido demasiado pronto. Foto: SinEmbargo

UNA NOVELA DIRIGIDA A LOS JÓVENES

Esta novela, dirigida a los jóvenes, narra la historia de Abilio, quien pasa más de la mitad de su vida en aviones, entre aviones y con aviones, y después de varios años reflexiona qué lo llevó a vivir de ese modo y por qué mucha gente dedica tanto tiempo a viajar hacia ninguna parte.

Usando el recurso metafórico del viaje como representación del trayecto de la vida, Padilla deja ver que no siempre los caminos te impulsan a avanzar hacia alguna parte, sino muchas veces consiste en moverse en círculos, como lo hace Abilio, que en este andar se da cuenta de todo lo que ha perdido en ese viaje interminable.

Entrañable autor de esta casa editorial, Nacho publicó con este sello parte de su obra dedicada al mundo de los niños, a los que consideraba los lectores más desafiantes: Por un tornilloTodos los osos son zurdos y El hombre que fue un mapa, y algunos de sus libros en torno a la figura de Cervantes: El diablo y Cervantes(2005), Cervantes en los infiernos (FCE, España, 2006), y Los demonios de Cervantes, la última escala de su personal combate con las obsesiones que habitan la obra, la vida y el pensamiento del escritor alcalaíno. También fue autor, junto con Ix-Nic Iruegas, de la primera traducción mexicana de Alicia en el país de las maravillas, ilustrada por Rébecca Dautremer.

Libro póstumo de Ignacio Padilla. Foto: Especial

Autodescubrimiento, búsqueda, destino, aprendizaje. No cabe duda que los títulos que conforman la gama literaria de Nacho Padilla obedecen a un plan de trabajo de largo aliento y acusan una obsesión intelectual y de gran trascendencia existencial que lo llevó al reconocimiento literario iberoamericano.

Fue maestro en literatura inglesa por la Universidad de Edimburgo y doctor en literatura española por la Universidad de Salamanca. Tuvo una actividad cultural y profesional muy nutrida, pues además de escritor fue editor, promotor cultural, diplomático, integrante del movimiento literario mexicano conocido como Generación del Crack y miembro de la Academia Mexicana de la Lengua. Algunas de sus obras fueron traducidas a más de veinte idiomas y reconocidas con importantes premios nacionales e internacionales. Su vasta obra incluye ensayo, cuento y novelas dirigidas al público infantil y adulto.

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Finalmente el Apocalipsis zombi invade la Ciudad de México

sábado, agosto 5th, 2017

Apocalipsis Island México es la prueba de que el tema zombi no está agotado.Sólo algunos sobrevivientes se empeñaban en permanecer en una ciudad que tiene muy poco que ofrecer, una sociedad conformada por tribus extravagantes que pugnan por sobrevivir, como los Boinas Negras, un grupo de 44 chamacos que no rebasan ni los 13 años, dirigidos por el comandante Cerda.

Ciudad de México, 5 de agosto (SinEmbargo).- Ha pasado un año y medio desde que en la Ciudad de México apareció el primer brote de un virus que arrasó con la mayoría de la población. El Día Z comenzó cuando toda la urbe se salió de control: poco a poco los servicios públicos (luz, agua, gas, teléfono e Internet) dejaron de funcionar para jamás reestablecerse, y en muy pocos días las calles, los edificios y parques, comenzaron a infestarse de muertos vivos que van en pos de las pocas personas que aún quedaban.

Sólo algunos sobrevivientes se empeñaban en permanecer en una ciudad que tiene muy poco que ofrecer, una sociedad conformada por tribus extravagantes que pugnan por sobrevivir, como los Boinas Negras, un grupo de 44 chamacos que no rebasan ni los 13 años, dirigidos por el comandante Cerda; instalados en lo que fue algún día el centro cultural Casa Lamm de la Colonia Roma. Los Yolos, a los que les gusta de organizar juegos como “Chilangos contra zombis”, “Cacería Mortal”, “Fiesta Brava” o “Gladiador del Futuro” con los zombis que atrapan en sus incursiones. Las apuestas en estos juegos se pagan con oro o con la propia. Un tercer grupo son los Hermanos del Mundo que pretenden mantener a la sociedad sobreviviente unida, ofreciendo misa en plena Catedral una vez por mes como dictan sus creencias.

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Pero no todos están vivos por voluntad propia, ya que después de un prolongado coma de año y medio, el profesor de matemáticas Gustavo Tapia despierta para unirse a la batalla diaria de la supervivencia. En un escenario que, en principio, desconoce totalmente y donde descubre además que no se salvó por suerte. Malasangre, una ex-alumna suya lo mantuvo vivo. ¿Será afortunado por tener esta segunda oportunidad?

Tapia tendrá que enfrentar una batalla junto a su salvadora Malasangre, una chica de carácter rudo; Roque Mancilla, un minusválido de ácido humor y Teo Urquiza, un calamitoso chico con la peor buena suerte del mundo, recorriendo la devastada Ciudad de México, una bomba de tiempo a punto de estallar en mil pedazos.

Apocalipsis Zombi, una de las novedades de la industria del libro. Foto: Especial

Antonio Malpica incursiona en el tema de los zombis alejándose del terror clásico. Esta historia, a pesar de su panorama apocalíptico, está llena de divertidas aventuras, escrita con un humor provocador y malsano. La novela transcurre en lugares icónicos de esta gran urbe como el Zócalo, el Estadio Azul, la Diana Cazadora, el bosque de Chapultepec, Viaducto y Paseo de la Reforma, entre otros.

Fragmento del libro Apocalipsis Island México, de Antonio Malpica, publicado con autorización de Dolmen

I

El profesor abrió los ojos y lo primero que pensó fue que, para ser el cielo, olía bastante mal. Y para ser el infierno, estaba demasiado iluminado. Identificó una grieta y siguió su camino a lo largo de un techo gris mugre que se extendía más allá de su campo de visión. Distinguió entonces una lámpara que colgaba del techo. Quiso girar la cabeza y no lo consiguió. Era como si pesara cientos de toneladas. “El infierno –se decidió entonces–. Aunque un infierno con muy poca clase”. Nada que ver con los dibujos de Doré o las sensacionalistas lluvias de fuego de aquellas lejanas lecciones de catecismo de su infancia.

Intentó emitir un sonido y lo mismo, empujar la voz fue como pelear con un pedazo de tela endurecido en el interior de su garganta. Tragó una saliva inexistente y le dolió como si jamás hubiese tragado nada antes en su vida.

“Jamás. Nada. Antes. En mi vida”. Pensó. Y se sorprendió con esta mínima concatenación de palabras. Porque sabía que estaba vivo. Y no sabía si valía la pena regocijarse en ello.

Procuró calmarse y abarcar un poco más con la vista. La lámpara caída, el techo, la grieta, la cama. La cama. “¿En qué cama estoy postrado?”, pensó. Identificó una bolsa transparente, seca de medicamento, sostenida de un soporte metálico a su lado, la gotita muerta, la manguerita vencida, colgando exánime. El fuerte olor a mierda y a insecticida.

Hizo el amago de incorporarse y todos sus huesos crujieron, sus músculos despertaron, la cama rechinó.

“Carajo”, pensó.

Ese movimiento fue el que le permitió darse cuenta de que estaba desnudo. Le maravilló sentir sobre la piel de la espalda y los glúteos la dura superficie del colchón. Luego, el tacto de un tubo que salía directamente de su estómago. Comprendió que aquello que olía tan mal era él mismo. Él y todo lo que había expulsado su cuerpo.

“Al carajo”, insistió mentalmente. E hizo un esfuerzo mayúsculo para torcer el cuello y abarcar más con la vista. Hundió la cara un poco más en la almohada pero apenas consiguió mirar hacia un costado con el ojo que sobresalía de la tela del cojín. Advirtió entonces que estaba en un hospital. A su lado, una hilera de camas vacías, empujadas todas contra la pared. Más allá, el mostrador de informes de ese piso del hospital, los letreros que indicaban los números de camas y habitaciones, las recomendaciones para dar la batalla a la diabetes y la obesidad. A través de la puerta arrancada de sus goznes, las escaleras hacia el piso superior y hacia el inferior. Las paredes cacarizas de mosaicos. La luz del sol entrando oblicua al abandonado piso. Ni un solo ruido, aunque las ventanas rotas dejaban pasar un tenue vientecito que, por momentos, confería a las esquinas de los despegados carteles un mínimo aleteo.

“¿Qué chingados pasó?”, se dijo ahora, un poco más honestamente.

Unas lejanas campanadas de iglesia embadurnaron el silencio con un toque de engañosa cotidianidad.

Advirtió que el piso era víctima del desorden. Y que había sangre aquí y allá. En el suelo, en las paredes. Sangre seca, pero sangre al fin.

Un par de moscas revoloteaban sobre su cabeza.

Resopló y forzó a la memoria.

Pensó en algunos nombres, datos, asideros mentales. “Instituto Independencia”. Es donde doy clases a puros delincuentes. “Mario Landa”. Es el cabrón de mi jefe. “Rogelio Andrade”. Es el cabrón de mi mejor amigo. “Diecinueve de octubre”. Es mi cumpleaños. “Chihuahua número once”. Es el edificio donde vivo. “Once mil quinientos veintitrés pesos”. Es la lana que le debo al fisco. “Cincuenta y cuatro mil pesos más intereses”. Es la lana que le debo a mi hermano en Torreón. “969 WGH”. Son las placas de mi carcacha, un Tsuru que hay que encender a patadas.

Y luego, como si lo hubiera estado evitando deliberadamente:

“Carolina Escudero Hernández”. Es mi esposa.

“Gustavo Tapia Cortés”.

Soy yo.

Volvió a intentar emitir un sonido y ahora consiguió gemir. “Algo es algo”, pensó, pues seguramente tendría que intentar pararse en algún momento. Ir al baño. Conseguir agua. Lo que fuese.

“¿Cuánto tiempo llevaré postrado?”.

Regresó la cabeza a su posición original, mirando hacia arriba. Consiguió aclararse la garganta carraspeando, fue como meter una mano bajo su piel y rasguñarse el pecho. Apretó los ojos de dolor. “Recarajo”.

“Luis Rebolledo Orta”.

Apareció súbitamente el nombre. Lo repitió.

“Luis Rebolledo Orta”.

Es mi alumno.

Algunas piezas empezaron a embonar. Luis Rebolledo. Estábamos a media clase de matemáticas. Un eje cartesiano en el pizarrón. La explicación de una fórmula. Y entonces…

Los gritos. Principalmente, los gritos.

Ocupábamos el 202 B. Y traté de que se serenaran. ¿Pero cómo si Luis Rebolledo Orta ya tenía sujetada de los pelos a Marina León? ¿Cómo si ya la mordía en el cuello? Cualquier otro profesor habría hecho lo mismo que yo. “Salgan en orden. Vamos a clausurar el salón”. Los gritos, principalmente. Ya había habido brotes. Pero en la ciudad apenas empezaba. Y tal vez Luis Rebolledo y Marina León fuesen casos aislados. Intenté cerrar el salón, los chicos llorando y corriendo y entonces el golpe de la puerta. Nunca fue bueno en la escuela, el cabrón de Luis Rebolledo. Ni siquiera en deportes. Un poco gordito, incluso. ¡Pero qué manera de empujar la puerta! Atrás de mí, solo el barandal.

Y entonces…

Entonces nada.

El profesor tiró de la línea de sus recuerdos para darse cuenta de que, en efecto, no había nada. Nada más. Cayó del segundo piso y lo siguiente fue despertar ahí oliendo a mierda.

“Tal vez en tres días la ciudad ya se llenó de zombis –pensó–. Y por eso aquí no hay nadie. Nada. Y por eso no se escucha ni un jodido ruidito”.

Hizo un esfuerzo sobrehumano y consiguió levantar la mano derecha. Estirar los dedos, con uñas sumamente largas. Encogerlos. Una mosca caminando sobre el índice, a sus anchas. Se llevó la mano a la cabeza y, presa de temblores, se palpó la nuca. Los largos cabellos. Advirtió que no le dolía nada en esta, a pesar de que recordaba haber caído de espaldas hacia el patio; el dolor y luego, pum, la nada.

La nada.

“Un milagro –pensó–. Seguro alguna contusión, nada de cuidado, apenas un desmayo”.

Y el eco de un objeto metálico cayendo, en algún lugar del hospital. Pero no en sus recuerdos. Aquí. Ahora. “Tengo que incorporarme”. Más ruidos en la distancia y más esfuerzos sobrehumanos para levantar el cuello, apoyar los codos, separar la cabeza de la almohada. Sintió por primera vez el catéter insertado en el pene. Tuvo que regresar el cuerpo a la cama, completamente fatigado. La manguera que desembocaba en el interior de su estómago le causó un poco de daño. Reparó en su mano por primera vez, en la delgadez de esta. La increíble ausencia de tono muscular.

“¿Querías que bajara de peso, pinche Carolina? Pues ahí está”. Pero luego pensó que nadie baja tanto de peso en tres días.

El golpe de una puerta contra la pared, el picaporte contra el ladrillo.

Y ahora, pasos. Pasos en las escaleras. No era su imaginación. Pasos, efectivamente. Acercándose. O alejándose. Pasos. Alguien.

–¡Eeehh! –dijo con un gruñido. Pensó por primera vez que seguramente conseguiría vivir. Vivir, extraña palabrita. Con todo lo que implicaba. Caminar, ver el sol, tomarse una cerveza. Vivir. Esa otra persona le ayudaría a levantarse, le ayudaría a beber un poco de agua, tal vez le convidaría de su alimento, le ayudaría a volver a su casa, a sus cosas. Vivir. “Me merezco –eso sí– unas vacaciones. Pinche Landa, nadie se cae cinco metros de nalgas y vuelve al trabajo como si nada. Además, me empujó uno de los alumnos, eso debe contar”…

–¡Eeeeh! ¡Aaaáááh! –quiso decir “acá” pero esa mínima consonante le cortó el cuello como una cuchilla y tuvo que conformarse con puras letras A. En todo caso, sabía que el sonido había viajado hasta los oídos de aquella otra persona en el recinto. De pronto poder mojar la lengua en un poco de agua se volvió una meta posible, la felicidad más pura. Agradeció en silencio que los pasos ahora se aproximaran.

Giró el cuello. A través del marco de la vencida puerta del piso apareció.

Una enfermera. Sí.

De eso no cabía duda.

Pero no era, en absoluto, el tipo de enfermera que te toma el pulso, te mide la temperatura, ajusta el volumen a la tele y te acomoda el almohadón. No señor. Esta había perdido toda vocación de servicio desde hacía mucho tiempo, eso estaba clarísimo.

De mirada enloquecida, el blanco uniforme hecho girones y sucio de sangre, los cabellos vueltos un negro matorral, descalza y emitiendo gruñidos, era lo último que cualquier postrado en una cama de hospital desea ver cuando se siente deseoso de pronta recuperación. Y mucho menos si el convaleciente ha descubierto minutos antes que no puede mover ni el meñique sin sentir como si estuviera tratando de levantar un piano.

Los ojos del monstruo se encontraron con los del profesor. Un grito de satisfacción colmó su garganta (la del monstruo, se entiende.) Y fue inmediatamente hacia él.

–¡Nooooo! –gritó el Profesor; una clara exclamación que no necesitó de ninguna ayuda para ser expulsada.

Por la mente del profesor pasó aquella vez que estuvo internado por apendicitis y la enfermera de turno no dejaba de palparle el vientre para monitorear el dolor. Cada vez que ella presionaba, él sentía que por su mente pasaba una sola descripción: “Demonio infecto del averno”. Pero incluso aquella frase le quedaba corta a aquello que se aproximaba en ese momento hacia él.

El zombi no apartaba la vista de su víctima, seguro de que en breve se daría un banquete de lo más apetitoso. El profesor, mientras tanto, echaba mano de todas sus fuerzas para levantarse, echar a correr, ponerse a salvo. Pero lo único que consiguió fue arrancarse la manguera del estómago, girar y alcanzar malamente la orilla opuesta de la cama. Se sujetó del barandal pero lo venció su cuerpo, que regresó a la posición original de rebote. El zombi ya estaba a menos de cinco metros de él. El profesor pensó que era la manera más patética de morir después de haber sobrevivido a un clavado de cabeza al asfalto sin red de protección.

–¡Auxilio!

Cualquiera que se ve en una situación de peligro como esa recupera el habla milagrosamente.

–¡Auxilio, alguien!

Levantó sus dos manos y las opuso en dirección al monstruo que ya se acercaba, a su paso cansino de zombi. Ambas palmas de las manos en dirección hacia la enfermera que, seguramente, al alcanzarlas, las mordisquearía entusiastamente, comenzando por los dedos.

Ya estaba a un paso del barandal de la cama cuando se escuchó una detonación. Y el profesor advirtió que el rostro de la enfermera se tornaba instantáneamente en una boca abierta, una flor negra de huesos, sangre, cartílago… él mismo recibió en la cara parte de la pulpa que salió expulsada del cráneo hecho pedazos.

–Te tengo –dijo una voz a las espaldas del zombi que, sin embargo, no dejaba de avanzar, aún presa de su frenesí.

Las manos del zombi, ahora carente de rostro, alcanzaron las ropas del profesor. Pero entonces ocurrió otra detonación y, ahora sí, el no muerto quedó completamente sin cabeza. Se venció sobre sus rodillas y siguió tratando de palpar lo impalpable, aunque ahora tirado en el suelo y presa de los últimos estertores de vida. O eso tan parecido a la vida.

–Odio que no se mueran de inmediato –dijo la voz.

El profesor pudo utilizar ambas manos para limpiarse el rostro. Se despegó de la frente un pedazo de cráneo y un poco de esa sangre viscosa que corre por las rígidas venas de los zombis, tan parecida a la salsa de chipotle rancia.

–Esto hay que celebrarlo –dijo la voz, a la que siguió el sonido de un motorcito.

El profesor entonces distinguió a un hombre mayor, con anteojos y cabello cano, sobre una silla de ruedas, sosteniendo una escopeta aún humeante entre las manos. Avanzaba hacia él con la sonrisa en los labios. Le ayudaba a moverse un ronroneante motor instalado en la silla de ruedas.

–Dos buenas noticias. –Sacó de un bolsillo interior de la gabardina que portaba una botella de whisky, a la que dio un apurado trago–. La primera: al fin pude cazar a esta bruja desgraciada que nunca dejó de rondar el hospital. Y la segunda… –hizo una pausa melodramática y extendió la botella hacia el profesor– usted ha despertado.

El interpelado apenas pudo hacer un mínimo movimiento con el brazo sin conseguir alcanzar nada.

–Era de esperar –dijo el minusválido– que, con el tiempo que lleva postrado, no pudiera levantarse.

Pulsó la palanca de su silla de ruedas para conseguir acercarse lo más posible a él. El cuerpo del zombi crujió bajo el armatoste sobre el que se desplazaba el recién llegado. El viejo le puso al profesor, sobre los labios, la boca de la botella. El profesor sintió el ambarino líquido quemándole las papilas, pero aun así se sintió agradecido. Y, hasta cierto punto, afortunado.

–Por cierto, soy Roque Mancilla –se presentó el viejo, dando un par de palmaditas al antebrazo del profesor–. Y si quiere mi opinión, qué bueno que al fin despertó porque esto ya se estaba volviendo un muladar imposible. Al principio tuvimos bastantes escrúpulos, usted me entiende. Pero de un tiempo para acá, ya nos dábamos por satisfechos con que no se muriera.

–¿C-c-cómo?

Roque dio otro trago al whisky y, al fin, le volvió a enroscar la tapa para devolverlo a su gabardina.

–Todas sus secreciones, querido profe. Llevamos meses dejándolo marinarse en su propio jugo. A las moscas las mantenemos a raya como podemos –tomó un atomizador cercano y lo hizo escupir ráfagas de insecticida sobre el cuerpo del maestro, los insectos huyeron momentáneamente–. Pero la verdad es que, de unos meses para acá, verlo respirar era lo importante. Usted disculpará. Alimentarlo no era problema. Introducía las papillas por el acceso directo que le hicieron a la panza. Pero el resto…

Ahora el viejo sacó una cajetilla de cigarros y, de esta, un pitillo, mismo que prendió con un encendedor que también extrajo de su gabardina. Con gran deleite expulsó el humo.

–En fin. No se puede pedir demasiado a un hombre como yo, ¿cierto? Antes diga que no lo devoró ninguna de estas alimañas. Tengo el cuarto de al lado lleno de bonitos cadáveres.

Lo contempló por algunos segundos, disfrutando su cigarro. El profesor se esmeró por doblar una rodilla. Hasta ese momento sintió la porquería en la que se encontraba depositado.

–Me urge un baño –dijo con toda claridad y convicción.

–Y que lo diga. Pero no se preocupe. Después de tanto tiempo, tiene derecho a unas cuantas horas de reflexión.

–¿“Tanto tiempo”? ¿Pues cuántos días han pasado?

Roque Mancilla aprovechó para volver a tomar el arma, doblar el cañón e incrustarle dos nuevos proyectiles. En un santiamén lo regresó a su forma, se asomó por la mira y lo recargó en su silla.

–No tiene ni idea, ¿verdad?

–No.

–Según Malasangre, lleva usted un año y medio, días más, días menos, en esa lamentable condición.

II

Malasangre se enfundó el reluciente casco negro ya que estaba encima de su motocicleta. De una patada consiguió que el motor rugiera y, después de dos buenos acelerones, activó la puerta de la cochera. La cortina metálica comenzó a ascender y Malasangre la observó con paciencia mientras palpaba la pistola que llevaba en una funda sobre el cinturón, apenas por debajo de su chamarra negra con una calavera en la espalda. No sería la primera vez que el ruido de la cortina atrajera a algún no muerto, y dejarlo entrar sería lo primero que habría que evitar.

La cortina se levantó por completo y, ante la ausencia de hordas cadavéricas que se quisieran colar en el edificio, la moto volvió a rugir y atravesó la puerta en un santiamén. El mecanismo estaba intervenido de tal forma que, en cuanto la puerta abría, dos segundos después reiniciaba su movimiento para volver a cerrarse. Era una medida de seguridad necesaria. Pero dos segundos le bastaban siempre a Malasangre para abandonar el edificio, el mismo que había equipado para realizar una defensa digna del Armagedón, de ser necesaria. Tras la puerta que acababa de cruzar, había rifles de repetición apuntando hacia la calle, todos a la espera de ser accionados en caso de un motín zombi o cosa similar. Ninguna medida le parecía menor a Malasangre, y esa era una de tantas. Finalmente, contaba con un arsenal completito a su disposición.

Se detuvo sobre la calle. Miró en ambas direcciones. El panorama usual: algunos fiambres acabándose de pudrir, autos desvencijados durmiendo el sueño del abandono, basura, un poco de viento, cielo despejado. Ningún zombi a la vista. Hizo que el escape de la moto gruñera como una bestia malhumorada. Pensaba peinar la zona del otro lado del Eje Central, como había estado haciendo las últimas dos semanas. Varios edificios aún contaban con víveres y no faltaban autos con gasolina listos para ser ordeñados. Podía ser un buen día. Y aún no daban las diez de la mañana.

–¡Malasangre! –se escuchó un grito a sus espaldas.

Sacó la artillería pesada en un santiamén. De su espalda extrajo un AR15 cuyo cañón dirigió hacia el sitio del que surgió la voz. Hasta Malasangre sabía que esto era un alarde innecesario, pero siempre valía la pena dejar en claro que no estaba para jueguitos.

Un muchacho rubio de aproximadamente doce años, con el cabello crespo despeinado y anteojos de armazón negro a los que les faltaba un lente, se acercó corriendo. Llevaba botas militares, pantalones holgados, playera de tirantes y, a manera de arma, un bate metálico de béisbol. Como casi todo el mundo, estaba listo para no dejarse morder por ningún zombi sin dar batalla. Malasangre lo miró con reprobación. A diferencia de “casi todo el mundo”, Malasangre siempre llevaba ropa reforzada, pese al calor. En su opinión, siempre era mejor tolerar la incomodidad del calor extremo que enfrentarse a la posibilidad de que los dientes de un zombi alcanzaran su piel al primer mordisco. Pero prácticamente solo ella pensaba así en días de calor extremo.

–¿Te acompaño? –dijo el chico con una chispa singular en la mirada.

Malasangre pensó su respuesta. Levantó la visera del casco para mirar al muchacho de frente. El ojo azul tras la mica de su único lente se veía empequeñecido por lo grueso del anteojo.

–Deja de acosarme, Urquiza.

–No te acoso. Pero podríamos hacer equipo, ya te dije.

–Yo no hago equipo con nadie. Regrésate con el Cerda y los Boinas Negras.

–Bah –se encogió de hombros–. ¿Esos idiotas? No los necesito.

–Y tampoco me necesitas a mí.

Malasangre volvió a bajar la visera del casco y echó a andar la motocicleta. Sabía que el ruido atraía a los zombis, así que lo mejor era alejarse, no hacerle la mala obra a Urquiza de convocar algún desfile de muertos vivos. Se colocó los auriculares y encendió el ipod. El shuffle escogió una canción de pop en español, la única música que le gustaba. Como otras veces, quiso patrullar antes la plaza Río de Janeiro y los alrededores. Darse una vuelta para confirmar que la cantidad de zombis de la zona era tolerable. Ingresó al parque con todo y motocicleta y se dejó llevar por el trazo de los caminitos adoquinados para cerciorarse de que no había gérmenes de muertos vivos recientes. Todo lo que halló fue un hombre con el rostro prácticamente deshecho por las moscas y sus larvas, recostado contra un árbol como quien busca la sombra mientras espera el autobús. Sus ojos la inspeccionaron y emitió un patético gemido de moribundo. Malasangre prefirió no gastar una bala en él. Volvió a la calle.

La canción en sus oídos le confería a la mañana un falso aire de optimismo que no quiso desdeñar. A fin de cuentas, lo tenía todo consigo: municiones, un lugar donde guarecerse, combustible. Salud. Si acaso, lo único que lamentaba era tener que seguir pegando carteles por todos lados. Y, probablemente, seguir alimentando una esperanza que, en su opinión, solo se terminaría el día de su muerte. O el día del reencuentro, si es que este era, en verdad, posible. Prefirió no estropearse el buen ánimo, que ya comenzaba a echar raíces, y continuó con la patrulla.

Después de la vuelta reglamentaria, tomó Orizaba en dirección a Álvaro Obregón. Lo hacía regularmente, con el fin de echar un ojo a los Boinas Negras, apertrechados en Casa Lamm, un antiguo recinto cultural que ahora albergaba a unos cuarenta o cincuenta menores de edad. Los días que abandonaba su propio fortín se congratulaba de verificar que el vigía sobre la barricada estaba listo y en su puesto. En esta ocasión, un niño moreno, calvo y con el torso desnudo sostenía en sus manos una tableta electrónica, levantaba periódicamente la vista para asegurarse de que ningún zombi o intruso intentaba traspasar, y seguía jugando en la tableta. La barricada no era sino un montón de porquerías de lo más variadas, desde televisores hasta defensas de auto, pero impedían el paso donde antes había existido una reja. Del otro lado alguna vez hubo un restaurante, una librería, oficinas… ahora era el campamento de unos mocosos que habían aprendido a sobrevivir como todo el mundo, escamoteándole segundos a la muerte.

–¡Olarte, llama al Comandante! Dile que quiero hablar con él.

–No está –respondió el chamaco sin levantar la vista de su juego.

–Es importante.

–¿No oíste? No está, Malasangre. Y ya me hiciste perder, mensa.

Malasangre acarició la idea de dar un par de tiros al aire y convocar algún zombi de la cercanía, pero no valía la pena. Ni por los tiros ni por escarmentar al Olarte. Pero sí hizo rugir la motocicleta para encaminarse, ahora sí, hacia el oriente.

Avanzó por Orizaba evitando los autos que aún estorbaban el paso, esos que nadie había querido orillar como sí habían hecho en algunas avenidas principales por las que transitaba cualquier vehículo automotor del Nuevo Orden. La ventaja de andar en motocicleta era que su único impedimento era trepar a los árboles: la ciudad y su tiradero le eran indiferentes. Con absoluta tranquilidad, Malasangre se movía por toda la ciudad sin ningún problema. Y por ello utilizaba las calles como si no estuvieran, la mayoría, convertidas en una infame colección de despojos de autos, muebles y pedazos de muebles, esqueletos humanos y animales, desperdicios metálicos, plástico, vidrio, ramas, hojas, millones de hojas, restos de batallas y de carnicerías, lodo y polvo y sangre y más sangre. En un año y medio el servicio de limpieza era una de las cosas que más se extrañaban en la apesadumbrada Ciudad de México.

Dio vuelta en la calle de San Luis Potosí y disminuyó la velocidad antes de sortear un poste vencido. “Aferrados”, pensó, mirando en dirección hacia avenida Cuauhtémoc. Un par de sobrevivientes empujaban un carrito de supermercado repleto de cosas a lo largo de la calle. Se trataba de un escuálido señor y acaso su señora, igual de famélica; él era 21 Antonio Malpica quien portaba el arma, sujeta al hombro, un lamentable rifle de municiones. No todos contaban con la suerte de Malasangre, quien se había hecho con todo un arsenal militar gracias a cierta ocurrencia posterior al día en que todo se lo cargó el carajo, cuando entró a hurgar en el almacén de una empresa de seguridad y transporte de valores y dio con veinticinco armas de grueso calibre, ocho pistolas y balas como para sostener una guerra por varios días.

El sujeto que empujaba el carrito bien hubiera podido ser confundido con un zombi de no ser por la ropa limpia, probablemente producto del botín que iba en el interior del carrito. Ropa, libros, una guitarra, comida rancia y, con toda seguridad, joyas y oro, que habrían extraído de algún departamento aledaño.

“Pobres aferrados”, pensó Malasangre, volviendo a sentirse afortunada. Ella contaba con un vehículo, armas, comida y un lugar más o menos confortable para comer, dormir y aliviar el intestino. Contaba, también, con la convicción de que los zombis no conquistarían el planeta ni acabarían con él; y que podía vivir con ellos mientras no volvieran a ser la plaga de los primeros días, donde los ataques eran multitudinarios. Sí. Definitivamente volvió a sentirse afortunada.

Avanzó sobre San Luis Potosí, no sin antes hacer una venia al pasar al hombre, que la contempló sin desconfianza. Giró en Cuauhtémoc e hizo chillar las llantas luego de hacer un poco de eslalon con los cascarones de autos a media avenida. La idea sería ir por el Viaducto hasta el otro lado del Eje Central, buscar provisiones y, preferentemente, gasolina.

Entonces, se detuvo en el cruce con Antonio M. Anza.

Le llamó la atención una congregación de zombis en la estación del metrobús a media calle, justo sobre lo que antes servía de andén para el ascenso y descenso de pasaje. Se acercó con todo el descaro del rugido de su motor. Los zombis miraron hacia ella. Un par decidió que no sería mala idea ir en pos del banquete recién llegado.

Malasangre se levantó la visera del casco y contempló la escena a sabiendas de que el tiempo que les tomara a los zombis alcanzarla sería de un par de minutos, cuanto más. Advirtió que la manada de devoradores de carne, unos siete en total, daba cuenta de una señora gorda, ahora reducida a un amasijo de tirones sanguinolentos. La víctima llevaba ropa deportiva rosa al momento de ser alcanzada. Un par de zombis compartían cristianamente un mismo brazo, casi del tamaño de una pierna.

Malasangre pensó enseguida que eso valía la pena de ser investigado. Solo conocía, en el nuevo orden del mundo, a una persona obesa: Monseñor, el líder espiritual de los “Hermanos del Mundo” (o “Místicos de los cojones”, como los referenciaba Malasangre). Y ahora, repentinamente, esta señora, quien felizmente pasaba a formar parte de los que ya no celebrarían la próxima navidad y el año nuevo.

De alguna manera la señora se las había ingeniado para conservarse en sus buenos ciento cuarenta kilos de humanidad desde el Día Z. Valía la pena indagar porque, a partir de esa fecha, lo más común era vivir con el pellejo pegado a los huesos. Y aunque había quien más o menos se mantenía en forma, como era su caso gracias a una meticulosa y constante búsqueda de víveres, en general los sobrevivientes más robustos pesaban apenas por encima del promedio (considerando el promedio como el de una persona a media hambruna africana de los años setenta).

Los dos zombis que la señalaron como platillo digno de ser agregado al banquete ya habían bajado de la estación. Y ya habían cruzado el carril del metrobús. En ese momento se encontraban a pocos pasos de la motocicleta. Fue cuando Malasangre decidió que serían dos balas muy bien empleadas.

Dio en el blanco al primer disparo. El zombi que estaba más cerca, un hombre de traje y corbata, perdió la posibilidad de volver a usar sombrero en un santiamén. El otro zombi, un chico de apenas unos quince años o algo así, recibió la detonación en plena garganta. El cuello demostró que, sin hueso y sin la mayor parte del músculo, se volvía un órgano bastante incompetente: la cabeza se desvencijó hacia un lado y, aunque ambos cadáveres siguieron por algunos segundos con el ímpetu de vida de su espantosa condición, no tardaron en quedar inmóviles en el asfalto. Los otros zombis fueron más precavidos; siguieron acabando con la señora sin reparar en Malasangre.

Pero ciertamente la mejor manera de descubrir el hilo sería a través de los objetos personales de la que en ese momento saciaba el apetito de los muertos vivos.

–Con la pena, muchachos… pero hay prioridades.

Apagó la motocicleta. Se apeó. Fue directamente a la estación y disparó a los zombis, uno tras otro, haciendo volar cráneos y materia gris necrosada como no había hecho ya en un buen tiempo. Sintió un extraño regocijo. Desde que se deshizo del primer zombi de su vida había tenido que admitir que le gustaba despacharlos al otro mundo. Por llamarlo de algún modo.

Cuando al fin los cinco depredadores no eran sino cadáveres en toda forma, Malasangre trepó al andén. Hacía mucho que había perdido el asco del contacto, tanto con congéneres muertos como con zombis despedazados. Hurgó entre las ropas de la señora, húmedas de la sangre que, apenas un par de horas antes, todavía corría alegremente por sus venas. Dio con lo único que le importaba: un manojo de llaves. De estas pendía un llaverito que decía “Recuerdo de Veracruz” sobre una tortuga metálica y sonriente.

Miró en derredor, tratando de descubrir dónde estaría la casa a la que la señora, tan sagazmente, había llenado de provisiones como para mantenerla en su gordura por tanto tiempo.

Claro que cabía la posibilidad de que su sobrepeso también se debiera a un recurrente intercambio comercial con los mercaderes norteños, pero no lo veía probable. “Nadie tiene tal cantidad de oro y joyas”, pensó. Siguió mirando en derredor pero nada en los abandonados edificios circundantes le daba una pista.

–De hecho… –dijo en voz alta, como acostumbraba desde las primeras semanas posteriores al Día Z–, ¿por qué habría necesitado salir de su casa?

Fatal resolución considerando que le había costado la vida.

Por la esquina asomó la cara un sujeto más calavera que ser humano. Seguramente uno de los primeros zombis, uno que ya llevaría en esa maltrecha necedad por más de un año. Arrastraba los pies, alertado por los disparos y la motocicleta. Malasangre no quería desperdiciar otra bala. Lo ignoró.

Sacó de los compartimentos de la moto un cartel con la cara de su padre y lo sostuvo sobre una de las paredes de acrílico de la estación. Con la otra mano y la pistola de cinta adhesiva dejó el cartel adherido, rutina a la que estaba más acostumbrada que a la búsqueda de alimento. Miró en derredor con la mente llena de preguntas. ¿Por qué salió de su casa, señora? ¿Qué urgente necesidad la orilló?

Algo en su memoria de corto plazo le hizo dar un respingo. Volvió a los bolsillos de la gorda. Uno estaba lleno de pañuelos desechables hechos bola. Húmedos, pero no de sangre. “Una gripe de campeonato”, pensó. Eso era lo que había obligado a la gorda a salir de su casa, la necesidad de medicina.

El zombi ya había llegado a la estación, por el lado de la vía vehicular. Tenía que trepar un metro, aproximadamente, para subir a la plataforma a hincarle el diente a su objetivo. A Malasangre la acometió una conocida ternura, una mezcla de conmiseración y tristeza cuando veía a los zombis más viejos siendo víctimas de su propia imbecilidad. El muerto vivo intentaba trepar hacia ella con muy poco éxito y casi ninguna fuerza.

–El asunto… –dijo, echándose las llaves al interior de su chaqueta– es que la señora tenía su buen almacén de comida. Pero seguro ni un solo miligramo de paracetamol. Ironías de la vida.

El zombi ya había conseguido trepar medio cuerpo. Malasangre negó con la cabeza y, como si fuese un portero a punto de realizar un saque de meta, echó el cuerpo hacia atrás, tomó vuelo y dio una patada en la cabeza del infeliz, quien salió catapultado un par de metros hacia atrás para que, al fin, después de deambular por tanto tiempo por la ciudad, perdiera la mandíbula definitivamente.

Malasangre saltó al pavimento y volvió a su motocicleta. Desde esta, obsequió una mirada a los restos de la carnicería. Dedicó una mínima plegaria por el alma de la señora. Estaba convencida de que cualquier persona que, a esas alturas, se mantuviese viva y sana, se merecía sus respetos y, en el caso de su muerte, sus más sinceras condolencias. La mayoría de los capitalinos mexicanos habían emigrado o muerto o sido transformados. Los que se habían quedado y encontrado una forma de vida, en la opinión de Malasangre, formaban parte de una raza especial, acaso más testaruda pero también más apta y, por ello, digna de todo respeto. “Aferrados” de mierda, sí, pero aferrados chingones.

Arrancó la motocicleta y volvió a su plan original. Avanzó a toda velocidad sobre el viaducto, flanqueada por los automóviles que los sobrevivientes habían ido orillando, poco a poco, hacia las paredes del acotamiento para permitir el paso de sus propios vehículos. Así habían hecho con algunas calles como el Viaducto Río de la Piedad, Avenida Cuauhtémoc, el Circuito Interior, algunas partes de Insurgentes, Paseo de la Reforma y el Periférico. Malasangre no dejaba de alimentar la esperanza de que los seres humanos pudieran reconquistar el país un día y ponerlo nuevamente en funciones a sabiendas de que había gente que se animaba a hacer ese tipo de cosas: limpiar de estorbos las calles. De pronto esa proeza funcionaba como un buen símbolo de los tiempos: negarse a la resignación, adaptarse, abrir nuevas vías.

A la altura del cruce con Tlalpan escuchó los motores. Eran varios vehículos. Podían ser nuevos migrantes. Podían ser sobrevivientes de paso. Se detuvo a mitad del túnel, por debajo del sitio en el que, apenas dos años atrás, corría el metro ida y vuelta de Tasqueña a Cuatro Caminos. Aguardó. Sacó uno de sus carteles y lo pegó ahí mismo, donde se detuvo, teniendo cuidado de no ser vista.

Recordó, por breves instantes, aquellos días en los que tuvo que tomar la decisión de quedarse en la ciudad, mudarse a algún sitio que le sirviera como cuartel, hacerse de armas. Poco a poco la ciudad había adquirido un nuevo pulso, los sobrevivientes aprendieron a convivir entre sí a pesar de que cada día podía ser el último. Se instalaron en una calma tensa de respeto mutuo que, según Roque Mancilla, era peor que lo que se vivía en los tiempos anteriores al Día Z, pues el supuesto respeto por la vida que tanto pregonaban Monseñor y los Hermanos del Mundo no bastaba para impedir que algún día estallaran las bombas y a la ciudad se la cargara el demonio en medio de una pirotecnia espectacular. Pero igual era cierto que nadie disparaba una sola bala en contra de un congénere. De no creerse. Pero así llevaban varios meses, viviendo bajo esa espada de Damocles agarrada con alambritos.

Se aproximaron los vehículos. Tres camionetas negras tipo pickup. Tres Lobo negras, la primera con el estéreo a todo volumen, la última arrastrando un remolque. Malasangre respiró tranquila. Un convoy de Yolos. “Premios Darwin fallidos”, pensó. Orilló su moto y aguardó, esperando que simplemente pasaran a su lado y se marcharan.

No fue así. La primera camioneta disminuyó la velocidad hasta detenerse junto a ella. Conducía un yolo sin camisa, greñudo y con varios piercings bien distribuidos por su cara. Un loco al que llamaban Sanjuán. A su lado iba otro yolo, un adolescente moreno con el cabello levantado en púas y teñido de amarillo, anteojos oscuros, y que no dejaba de menear la cabeza al ritmo de la música. En la parte posterior de la pickup, cuatro yolos más, sentados en el suelo: dos muchachas con camisetas de tirantes, aunque sin sostén, tatuajes diversos y la mirada perdida por alguna borrachera atrasada, y dos hombres, uno de ellos con el torso desnudo, el otro vestido como padrote neoyorquino, ambos echados de espaldas, dormidos, seguramente también por causa de alguna bebida embriagante.

Sanjuán bajó el volumen de la música.

–Qué transa, Malasangre.

–Qué hay, Sanjuán –respondió ella, quitándose el casco.

Sanjuán llevaba en la boca un cigarro a medio terminar. Se lo sacó de la boca y se lo ofreció a Malasangre, quien prefirió tomarlo y dar una chupada solo para no desairarlo y evitar problemas. No era tabaco. Era parte de la producción de cannabis que los Yolos cultivaban en alguna parte. Le devolvió el pitillo reteniendo el humo muy poco tiempo.

–¿No te has zombificado, güey? –preguntó Sanjuán, sonriente.

–No más que tú. Pero fue ese el momento en el que la reminiscencia de una imagen, atrapada al vuelo, le provocó a Malasangre uN torrente de adrenalina. Un recuerdo mal afianzado intentaba, en su interior, adherirse a su memoria. Algo dejé pasar, pensó Malasangre. Algo importante.

–¿Y qué cuentas?

–Nada. Lo de siempre. Juntando. Ya sabes.

Una de las mujeres, en la caja de la camioneta, golpeó impaciente en la superficie metálica, urgiendo a Sanjuán a que avanzara. El chico moreno que ocupaba el asiento del copiloto, y a quien apodaban el Morro, empezó a hojear una revista pornográfica.

–¿Fueron de cacería? –preguntó Malasangre, señalando con un gesto la tercera camioneta, que remolcaba una caseta cerrada de esas que en otros felices tiempos se usaban para transportar caballos. Ahora llevaba zombis, una buena multitud apretujada.

Con todo, Malasangre no tenía interés alguno en el asunto. En ese momento trataba de recuperar esa imagen desmenuzada que la había colmado de buenos sentimientos por un par de segundos. ¿Qué había sido? Por lo pronto, lo importante era no provocar a los Yolos, que se fueran lo antes posible sin armar escándalo. Eran tipos impredecibles y eso no la hacía sentir cómoda.

–Los de hoy son para el safari de la Condesa. Pero sí vamos a organizar unos juegos en un mes o algo así, Malasangre. Avisa a quien puedas. Trae el oro que tengas.

Alguna vez había asistido a los mentados Juegos Zombis del Zócalo y no le causaron mucho interés, aunque debía admitir que, en los tiempos que corrían, era una iniciativa interesante y, hasta cierto punto, digna de reconocimiento. Los Yolos organizaban juegos con los zombis que atrapaban en sus incursiones: “Chilangos contra zombis”, “Cacería Mortal”, “Fiesta Brava” y “Gladiador del Futuro” eran los más populares. Y en todos se podía apostar oro o la vida propia. Convocaban con altavoces por toda la ciudad y se encargaban, ellos mismos, de manejar las apuestas. Todo el mundo asistía porque, de pilón, contaban con la bendición de los Hermanos del Mundo, quienes oficiaban misa en la Catedral, apenas a unos pasos de ahí.

–Lo pensaré. ¿Algo más, Sanjuán? Están obstruyendo.

Sanjuán volvió a sonreír, haciendo que los pliegues de su cara, sujetos por piercings, se estiraran.

–Deberías hablar con el Demetrio para que te dé chance de unirte a nosotros.

–¿Y quién te dijo que ando buscando pegarme?

–Hay que formar parte de algo, Malasangre. Tú sola no la vas a hacer.

–La he hecho mejor que todos ustedes juntos.

Sanjuán chasqueó la boca, negando. Miró al frente y luego devolvió la vista hacia Malasangre.

–Sigues siendo virgen, ¿verdad, Malasangre?

–No es de tu incumbencia, baboso.

–Pero lo eres, ¿no?

–Te diré algo, Sanjuán. Si me dices, sin usar tu celular, la raíz cúbica de veintisiete, te regalo una noche de placer salvaje. Todo lo que se te ocurra. Me puedes amarrar si quieres. El rostro de Sanjuán cambió. Pero apenas un poco.

–¿Y para qué quiero yo tu trasero en forma de cubo, Malasangre?

–Hasta un impotente como tú puede apreciar un regalo de ese calibre. Seré tu gatita por una noche entera. Sanjuán tragó saliva. Miró hacia atrás. Hacia el Morro. Luego dijo, en forma casi inaudible:

–Veinti… dos.

–Lástima.

–Treinta y seis.

–Lástima –dijo.

–Ocho.

Malasangre se puso el casco y encendió la moto.

Sanjuán, por respuesta, volvió a subir todo el volumen de la música. El Morro puso los cuernos del rock en ambas manos, como si estuviera en un concierto en vivo. “Animal” de Def Leppard resonó en las paredes del túnel; desde luego, los Yolos hacían tal escándalo a propósito, para convocar muertos vivos y lazarlos con el fin de luego utilizarlos en sus juegos. Pero ahí, a medio túnel, era un alarde innecesario. Malasangre, echando los ojos al cielo, volvió a ponerse el casco. Sanjuán le mostró el dedo medio y presionó el acelerador. Las otras dos camionetas fueron detrás, a toda velocidad, levantando polvo y restos de papel. Los hacinados zombis en la caseta pasaron al lado de Malasangre con su coro de gemidos, ignorantes de su próxima suerte.

Malasangre arrancó la motocicleta, esperando no tener que enfrentar a ningún cabezahueca, vivo o muerto, en los próximos segundos y seguir perdiendo el tiempo en tonterías.

Efectivamente, al salir del túnel, tres cadáveres ambulantes se aproximaban, pero nada de cuidado. Por pura diversión Malasangre embistió a uno, consiguiendo un golpe seco, una cabeza rota como un jarro y un infeliz tirado en el suelo preguntándose en qué momento se había terminado su vida, si en ese preciso momento o varias semanas antes, al ser mordido en un glúteo por la que hasta ese día había sido su novia.

Siguió Malasangre por el viaducto con la mira puesta en una sola cosa: llegar a aquella unidad habitacional con estacionamiento que había descubierto un par de días antes, toda ella bastante libre de saqueos. Si se hacía de treinta litros de gasolina para la subestación eléctrica del edificio, ya podría considerarlo un día exitoso. El viento pegaba en el casco y la chamarra de Malasangre mientras avanzaba por la avenida, aún sembrada de cadáveres y autos apoltronados sobre sus neumáticos desinflados.

Entonces, un color.

Y una textura.

Frenó intempestivamente.

En su mente, la indefensa imagen recién nacida consiguió sacar la cabeza de las aguas turbulentas de su memoria a corto plazo, dar bocanadas de aire y aferrarse con veinte uñas a la vida. Una imagen aparentemente insignificante, pero, en realidad, muy poderosa.

Una manta roja en una ventana. Mientras transitaba sobre San Luis Potosí, a pocos metros de dar con aquella pareja de sobrevivientes, una manta roja que significaba el fin de una espera. Y comprendió por qué la oleada inexplicable de buenos sentimientos.

Giró en redondo. Condujo de vuelta lo más rápido que pudo.

Antonio Malpica, un autor para niños y adolescentes. Foto: Facebook

Antonio Malpica es músico, dramaturgo y novelista. Ha ganado, entre otros, los premios Barco de Vapor y Gran Angular convocados por SM, México; el Premio Nacional de Novela Breve Rosario Castellanos y el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil Castillo de la Lectura. En 2015 se convirtió en el primer autor mexicano en obtener el Premio Iberoamericano SM de Literatura Infantil y Juvenil. Es autor de más de treinta libros para niños, jóvenes y adultos. En Océano ha publicado los primeros cuatro volúmenes de la serie El Libro de los Héroes y las novelas #MásGordoElAmor y La lágrima del Buda.