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Hablan militares en Chilapa: PGR y los de DDHH protegen al criminal, “a nosotros ya no nos respetan”

sábado, julio 15th, 2017

La guerra contra el narcotráfico que inició Felipe Calderon Hinojosa, ex Presidente de México, cumplirá el próximo diciembre 11 años, lapso en el que los militares asumieron las tareas de las policías. Su papel se ha visto manchado por casos graves de violaciones a derechos humanos: ejecuciones extrajudiciales, desapariciones forzadas y el abuso de la fuerza, algunas de ellas. Iguala, Tlatlaya, Ostula y Palmarito, los casos más mediáticos.

La violencia, mientras tanto, continúa cobrando víctimas, desplazando a la gente, y convirtiendo a comunidades en zonas fantasma. Entre éstas últimas, se encuentra Ahuihuiyuco, en Chilapa, Guerrero. Un éxodo de pobladores dejó al lugar en abandono.

Ahí, en la montaña baja de Guerrero, INE y Naucalpan, miembros Sedena, fueron enviados a resguardar a las tres decenas de personas que se quedaron. Ellos, integrantes de una institución señalada por los casos ya numerados, acusaron a los defensores de los derechos humanos de provocar la violencia, pues, dijeron, “protegen al delincuente. Dicen que trabajan para todas las personas, pero no es cierto’’.

Chilapa, Guerrero, 15 de julio (SinEmbargo).– La guerra contra los cárteles de la droga en México cumplirá 11 años el próximo diciembre. El saldo de esta batalla son casi 200 mil muertos, más miles de desplazados, huérfanos, viudas.

Durante ese tiempo, el Ejército asumió las tareas de las policías, todavía rebasadas por los criminales, y algunos de sus elementos terminaron involucrados en casos de violaciones a los derechos humanos.

Su actuación en Ostula, Tlatlaya, Iguala y Palmarito, los episodios emblemáticos, colocaron bajo la lupa a la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena). Su titular, el General Salvador Cienfuegos Zepeda, ha reclamado -en no pocas ocasiones- el regreso de “sus soldados” a los cuarteles.

Guerrero, por ejemplo, es un microcosmos de la guerra. Los muertos se cuentan por miles, los desaparecidos también, los pueblos se vacían… Y ahí es a donde los soldados INE y Naucalpan, como se les llamará a continuación para proteger su identidad, llegaron el 2 de junio pasado para evacuar una zona controlada por el crimen organizado.

La comisaría Ahuihuiyuco, Chilapa, en la montaña baja guerrerense, se convirtió en su hogar. Comen, duermen y esperan en una comunidad que tenía mil 370 personas y ahora sólo tres decenas.

Entre colonias fantasma, los uniformados conversaron con SinEmbargo sobre su papel en la estrategia de seguridad, los derechos humanos, Palmarito, los estudiantes de la Normal de Ayotzinapa…

Tlatlaya, marca al Ejército. Foto: AP

MEDIOS NECIOS, QUE ACUSÁIS A LOS MILITARES…

De acuerdo con los castrenses “esto”, la violencia, la gente descuartizada, los pueblos abandonados… se genera por la forma de actuar de los defensores de los derechos humanos, y de los funcionarios públicos, quienes protegen y dejan libre al criminal.

Nau: Todo esto lo provoca derechos humanos. Protegen al delincuente. Dicen que trabajan para todas las personas, pero no es cierto. Cuando se hace algo en contra de esos bueyes, le creen más al delincuente. Los licenciados están en su escritorio esperando que llegue el billete. Los agarra uno [a los criminales] y al ratito ya andan sueltos. ¿Por qué ustedes [los medios de comunicación] no le tiran a esos [a los defensores de los derechos humanos]? Que dejen de andar protegiendo a esa gente. ¿Por qué hacen eso? ¿Por qué le creen más a ellos que a uno que trabaja en las fuerzas armadas?

PALMARITO

En mayo pasado se difundió un video en el que un miembro de la Sedena presuntamente ejecutó de manera extrajudicial a un civil sometido en Palmarito, Puebla. El soldado está preso no por homicidio, sino por el cargo de deserción equiparada debido a que no se presentó a trabajar después de que desatara el escándalo.

Sobre el asunto, Naucalpan e INE trataron de justificar las formas.

Nau: Es coraje. Si ya te mataron a un compañero, quieres acabar con él [con el delincuente]. Pinche coraje.

INE: La impotencia de ver a tu compañero tirado. La ira de uno es la que gana, pues.

Nau: Imagínate, le hacen daño a uno de tus hermanos, ¿le perdonarías la vida todavía? Convivimos más entre nosotros que con la misma familia. Imagínate, dormimos uno al lado del otro, cada quien con su arma. Y que al rato estés dormido y te esté faltando tu compañero ahí.

El caso de Palmarito avivó las críticas de las organizaciones defensoras de los derechos humanos.

“Los lamentables eventos ocurridos el 3 de mayo en Puebla, donde fallecieron cuatro elementos militares y seis civiles durante un operativo, son prueba fehaciente de que la militarización de las tareas de seguridad pública conlleva el uso desmedido de la fuerza letal u otras graves violaciones de derechos humanos. Es predecible que de aprobarse la Ley de Seguridad Interior este tipo de situaciones continúen ocurriendo”, señalaron grupos civiles en un comunicado.

Nau: Ya, diles que modifiquen las leyes, que inventen, el país ya da miedo. Nosotros tenemos familia también, aunque seamos militares. Andan también vestidos de ciudadanos, y da miedo pues.

INE: Antes le tenían respeto al Ejército, antes.

Nau: Piensan que entre nosotros está el delincuente.

Nau: “Ahí les pasan [los delincuentes], y no les hacen nada’’, nos dice la gente. Tienen razón. No les podemos hacer nada. Las leyes que tenemos no nos permiten hacerles nada. Si nosotros estamos aquí y nos disparan, lo que tenemos que hacer nada más es repeler la agresión.

INE: Los agarramos, los ponemos a disposición del Ministerio Público, de la PGR [Procuraduría General de la República] y al ratito ya andan sueltos. Luego ya no depende de nosotros.

Nau: Por eso nos pierden el respeto.

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LA NOCHE DE IGUALA

La noche del 26 y madrugada del 27 de septiembre de 2014, un centenar de estudiantes de la Normal Rural Raúl Isidro Burgos fueron atacados por funcionarios públicos y presuntos miembros del crimen organizado. Durante la investigación de la llamada “noche de Iguala’’, activistas, periodistas, politólogos, defensores de los derechos humanos y sobrevivientes pidieron que militares del Batallón 27 de Infantería declararan, pues, si bien en un primer momento no lo aceptaron, estuvieron en la calle durante el ataque a los normalistas.

La Sedena, sin embargo, prefirió ignorar las acusaciones y no permitió que los uniformados fueran entrevistados por el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI), enviado por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) para investigar el caso.

INE: Ahí nos dijeron que nosotros, que el Ejército desapareció a ellos [los estudiantes de Ayotzinapa].

–¿Por qué? Hubiera sido más fácil hablar.

Nau: ¿Sabes por qué no habla uno? Porque no está preparado para eso, y no tiene autorizado hablar. Hay que tener autorización para dar una respuesta al pregunta que estás haciendo. Tal vez ustedes [los medios de comunicación] tengan sospechas, pero los mandos de arriba, ellos saben las reglas de nosotros. Ellos saben porque ellos son los que las dan [las indicaciones]. Los que están autorizados han dicho la verdad. Nada más que la prensa no cree.

Frente al cuestionamiento sobre los militares que presuntamente participaron activamente en Iguala, y sobre algunos uniformados que aceptaron que dentro de la institución sí hay elementos que forman parte de grupos criminales, no creen que hayan estado involucrados en el ataque a estudiantes de Ayotzinapa.

INE: Como en todo, hay gente buena, pero también hay quien está inmiscuido [con el crimen organizado].

Nau: Ellos [los estudiantes] son el futuro de México.

Mientras tanto, mayo pasado cerró con 2 mil 186 homicidios dolosos, una cifra nunca antes vista, al menos hasta donde la contabilidad oficial alcanza. Las matanzas de la semana anterior también exhibieron una estrategia y a un Gobierno federal rebasado. En sólo tres días, al menos 76 personas murieron en asesinatos colectivos perpetrados en Guerrero, Guanajuato, Puebla, Sinaloa y Chihuahua.

En los hechos, el Estado perdió Chilapa, Guerrero. Los pueblos se vacían, la gente huye como puede

domingo, junio 25th, 2017

Durante la Independencia de México, el municipio de Chilapa de Álvarez, Guerrero, fue disputado por realistas e insurgentes. Hoy miembros del crimen organizado buscan apropiárselo. Su ubicación geográfica convirtió a la demarcación en una de las más peleadas. Desde el 2012, Los Ardillos y Los Rojos luchan por ese corredor esencial para el trasiego de drogas y la siembra de amapola. Muerte, desapariciones y poblados abandonados son las consecuencias.

Las comunidades de Tepozcuautla, Tetitlán de la Lima y Ahuihuiyuco están semivacías, pues sus habitantes escaparon por amenazas y miedo. En Ahuihuiyuco, de mil 370 pobladores quedan menos de 30. Los demás huyeron rumbo a la capital, Chilpancingo, o a la cabecera municipal. En dicha comunidad, el Centro de Derechos Humanos José María Morelos y Pavón ha contabilizado al menos 30 desaparecidos.

SinEmbargo visitó el lugar y conversó con la gente que no tuvo otra opción más que quedarse. En medio de colonias abandonadas, miembros de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), enviados a resguardar la zona, también dieron testimonio: “Han desaparecido gente y han descuartizado gente, por eso estamos aquí’’.

Chilapa, Guerrero, 25 de junio (SinEmbargo).– Ahuihuiyuco, Tepozcuautla y Tetitlán de la Lima, comunidades de Chilapa de Álvarez, Guerrero, se transformaron en pueblos “fantasma’’. Al atardecer de mayo y amanecer de junio, casi el 100 por ciento de las familias que habitaban las zonas se marcharon con miedo a la capital del estado, Chilpancingo, o la cabecera municipal.

Presuntos miembros del grupo criminal Los Ardillos colocaron amenazas en los lugares. Si la gente no se iba, les advirtieron, sus casas arderían y terminarían como las decenas de desaparecidos en Chilapa.

El desconocimiento del paradero de decenas de personas en este municipio atrajo la atención de la misma Organización de las Naciones Unidas (ONU), cuyos representantes acudieron en noviembre pasado a documentar los casos.

AHUIHUIYUCO

Ahuihuiyuco, a unos 5 minutos en auto de Tepozcuautla, quedó desolado. No hay voces humanas. Los ruidos que ilustran el aterrador panorama son los quejidos de los caballos, vacas y burros, los cuales son devorados desde las entrañas, pues sus dueños los dejaron amarrados, sin comida, y escaparon.

Los huesos que laceran la carne y una mirada de súplica son las escenas en los corrales. Al menos 100 perros rondan en busca de marranos o pollos pequeños y los despedazan en instantes. No hay gente ni alimento. No hay agua, y la vida escasea.

Hoy, de los mil 370 habitantes de Ahuihuiyuco, quedan menos de 3 decenas, las cuales son resguardadas por una flotilla de militares que arribó al sitio el 2 de junio pasado.

Para llegar al poblado se tienen dos opciones: caminar entre el cerro o caminar por la carretera, pues los transportistas ya no suben al lugar, ubicado en la Montaña Baja de Guerrero. “Nos prohibieron entrar para allá. Antes sí iba yo’’, afirmó un taxista oriundo de Chilapa.

“Nos prohibieron entrar para allá. Antes sí iba yo’’. Foto: Carlos Vargas/SinEmbargo.

“Las combis cobran ya por viaje. Se junta la gente y se cooperan. Van un día a la semana’’, comentó el transportista en entrevista.

El sitio más alejado de la cabecera municipal al que él llega es Topiltepec, en la entrada al sendero que conecta con Ahuihuiyuco. ¿El motivo? El miedo. En algún momento estuvo frente a la sentencia de muerte de los narcos y prefiere “no arriesgarse’’:

“Esos cabrones, si te atajan, pues ya… sería muy raro que no te chinguen […]. A varios choferes los chingaron’’.

SE FUE, PERO REGRESÓ

“Don Mezcal”, cuyo nombre verdadero no fue revelado, vive en la entrada a Ahuihuiyuco y desde su casa se puede observar a detalle el poblado.

El hombre de alrededor de 50 años relató que cuando inició el conflicto vio a sus vecinos tomar, desesperadamente, el sendero que él utiliza para ir a comprar la bebida que le da su sobrenombre.

Al principio, el hombre contó que decidió quedarse, pues “ahí está su hogar”, su historia. Sin embargo, sus niños se aterraron y tuvo que actuar.

“Don Mezcal’’ dijo que tomó sus cosas, a su familia y se marchó. Pero su casa, la milpa y sus animales lo obligaron a volver. Ahora forma parte del pueblo “fantasma” de Chilapa.

EL ECO DE LA IGLESIA

Las aulas están vacías en la Escuela Primaria Narciso Mendoza. Foto: Carlos Vargas/SinEmbargo.

Las calles de la comunidad guerrerense son de piedra y lodo. “El progreso’’-si es que así puede llamarse al concreto- sólo llegó a la avenida central, la cual conecta a las tiendas principales con la iglesia y la Escuela Primaria Narciso Mendoza.

Ahí, en el instituto educativo, candados resguardan los salones que fueron abandonados, según la última fecha en los pizarrones, el 6 de junio pasado. Las autoridades escolares huyeron con tanta premura que la puerta principal quedó de par en par.

La iglesia aún muestra huellas de los pobladores. Velas y papeles ilustran el eco al preguntar: “¿Hay alguien?’’. Justo ahí se aprecian a la distancia cascos de los militares, quienes incursionaron en la comunidad e instalaron un campamento en la comisaría local.

La iglesia aún muestra huellas de los pobladores. Foto: Carlos Vargas/SinEmbargo.

HABLAN LOS MILITARES

“Han desaparecido gente y han descuartizado gente, por eso estamos aquí’’, declaró Alberto Ochoa, uno de los militares enviados a la zona.

Los elementos castrenses cuestionan a cualquier “intruso’’. Temen a las sombras del cerro, pues allá “anda gente con radios y armada’’.

“Hay un conflicto. Por eso la gente abandonó [la comunidad]. Se fueron y ya están llegando ahorita. Van a tardar unos dos años’’, dijo el uniformado.

Los militares son alimentados por una mujer que vive en la cañada. No hay mercados, ni tiendas abiertas. “A nosotros sí nos abren porque somos la ley, pero a gente desconocida le cierran’’, explicó Ochoa.

En Ahuihuyuco no pasan carros, sólo jóvenes que, de acuerdo a los miembros de la Secretaria de la Defensa Nacional (Sedena), forman parte de los grupos criminales: “son halcones’’.

“A las familias que se fueron, nosotros las sacamos porque, supuestamente, las iban a matar’’, afirmó.

Y recordó: “Anteriormente despedazaron a dos cristianos’’, en referencia a dos hombres que fueron hallados asesinados en la salida del poblado.

“Han desaparecido gente y han descuartizando gente, por eso estamos aquí’’. Foto: Carlos Vargas/SinEmbargo.

Pasaron ya 20 días desde que la flotilla de efectivos vestidos de verde olivo llegó a  lo que ellos llaman el “ojo del huracán’’. Ahora se sienten más acompañados, pues, dicen, la primera noche no había ni un alma a los alrededores.

Desde entonces hacen rondines a pie o en sus vehículos, y esperan.

“¿Ya agarraron narcos?”, se cuestionó a Adalberto.

“Son llorones. Casi se le hincan a uno, que ellos se la pasan en la Iglesia, que ellos no hacen nada, que son gente de paz, que son gente tranquila, que ellos en su vida han agarrado un arma nunca. Deberían tener el valor suficiente: ‘sí, yo fui’, pero no, tienen más valor las mujeres que esos weyes’’.

“¿Cuál es el protocolo?”

“Si tiran, tiramos; si nos agreden, los agredimos. Lo mismo”, sentenció Naucalpan, otro de los encargados de la zona.

LA SANGRE DE CHILAPA

Como este diario reportó en marzo, Guerrero ocupa el tercer puesto en índices de pobreza y tiene el primer lugar en homicidios a nivel nacional. Al menos 10 cárteles se disputan el estado y Chilapa, en la montaña baja, es uno de los municipios más lastimados.

La ubicación geográfica de Chilapa la convierte en una de las demarcaciones más peleadas desde el 2012 por Los Ardillos y Los Rojos, pues no sólo es un corredor esencial para el trasiego de drogas, también sus tierras son utilizadas para la siembra de amapola, de acuerdo con el Grupo de Coordinación Guerrero.

En medio de la violencia desatada entre autoridades y supuesto miembros del crimen organizado, quedaron los civiles –una vez más-, quienes son desaparecidos, asesinados o deben desplazarse de sus territorios con el riesgo de encontrar la sangre de Chilapa en el camino…

“El progreso’’-si es que así puede llamarse al concreto- sólo llegó a la avenida central. Foto: Carlos Vargas/ SinEmbargo.

Las calles de la comunidad guerrerense son de piedra y lodo. Foto: Carlos Vargas/SinEmbargo.

Y el narco dejó solo el pueblo. Foto: Carlos Vargas/SinEmbargo.

En tres días, pueblos de Chilapa dejan sus hogares por miedo al azote de violencia en Guerrero

sábado, junio 10th, 2017

Dicen que se van del pueblo caminando porque desde hace días no hay transporte público, no se sabe si desde hace tres días que inició el éxodo de pobladores o desde que hay filtros de personas armadas que impiden su entrada.

Las tiendas, casas, la clínica de salud, el preescolar, la escuela primaria y la telesecundaria están cerradas. “Toda la gente que se está yendo no debe nada, pues; se van por miedo”, aseguró uno de los pocos habitantes.

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Por Luis Daniel Nava

Guerrero/Ciudad de México, 10 de junio (SinEmbargo/El Sur).– En tres días los vecinos de los pueblos Tepozcuautla y Ahuihuiyuco del municipio de Chilapa, en Guerrero, fueron desplazados por la violencia de la región, los lugares se ven abandonados prácticamente por todos sus habitantes tras una serie de asesinatos y un pánico colectivo provocado por la amenaza de un ataque armado.

“Toda la gente que se está yendo no debe nada, pues; se van por miedo”, aseguró uno de los pocos habitantes que quedan.

También clamaron por seguridad pública y que la policía no sea corrupta para que sus vecinos puedan regresar a sus pueblos, donde dejaron todo.

La imagen de Tepozcuautla, a las 11 de la mañana, cuando los rayos del sol chocan con el pavimento de su principal acceso, es de desolación.

Las tiendas, casas, la clínica de salud, el preescolar, la escuela primaria y la telesecundaria están cerradas; las calles se ven vacías, sin gente, sin perros, dan un aspecto fantasmal a una comunidad que, hasta tres días, tenía unos mil habitantes.

En un camino ascendente de terracería, aún en Tepozcuautla, dos señoras con dos niños que llevan de la mano van cargando retacadas bolsas de mandado, con lo que parece ropa y provisiones.

Dicen que se van del pueblo caminando porque desde hace días no hay transporte público, no se sabe si desde hace tres días que inició el éxodo de pobladores o desde que hay filtros de personas armadas que impiden su entrada.

No tienen reserva en proporcionar el nombre del comisario que es la primera autoridad del pueblo, pero sería en vano buscarlo para que dé una postura del desplazamiento pues, dicen las señoras, él también ya se fue.

Una de las últimas viviendas antes de salir de Tepozcuautla, construida de concreto y de dos plantas, está custodiada desde afuera y desde la azotea por soldados del Ejército y policías estatales; sus habitantes llenan un viejo auto compacto con una mudanza que incluye un tanque de gas.

En su pequeña granja, dentro de su predio dejan maíz, algo de desperdicio que hasta los pequeños perros olfatean y comen, y agua en varios baldes para las gallinas y pollos; al caballo y al burro los sueltan para que busquen por su cuenta alimento, si los dejan amarrados morirán de hambre en unos días.

“¿La comisaría?, ya no hay comisario, ya se fue, ya entregó todo, ya se fueron todos, aquí ya no hay nada”. Foto: Especial

Entrando a Ahuihuiyuco, tres hombres y tres mujeres parece que se alistan para salir de viaje; llenan una camioneta con costalillas de maíz, un grano que en otra circunstancia serviría para el gasto diario.

“Ya se fueron por miedo, todos; aquí ya no hay gente, se vaciaron los dos pueblos, así se ve. Aquí había muchísima gente, pero ya se fueron; muchos se iban llorando de qué no tenían a dónde ir, van llorando”, narra el hombre mientras carga su camioneta.

“La verdad no sabemos (a dónde ir), voy a vender esto (el maíz), adonde lo pueda llevar para alivianar tantito, para estar comiendo, no sé a dónde vaya, aquí tengo todo instalado”, lamenta.

Los pobladores cuentan que hay mucha gente que fue amenazada, pero que también muchos se fueron por el miedo infundido.

“Si ve que ahí (en las casas vecinas) se están yendo, qué esperan los vecinos, dejaron sus marranos. Están dejando todo, ahora cómo le vamos hacer”, preguntan.

“¿La comisaría?, ya no hay comisario, ya se fue, ya entregó todo, ya se fueron todos, aquí ya no hay nada”, dice. “Cerraron las tiendas, se llevaron todo, y las escuelas llevan como dos días que cerraron”.

Al tratar de explicar qué pasa, dicen que los habitantes de ese lugar han sido asesinados “en cantidad… No fueron 10 ni cinco, fueron muchos, los matan en cantidad, ya los ven como perros, los dejan tirados como perros; como 100, son chavos, son señores que han trabajado en la albañilería, campesinos, y no sé por qué les hacen eso, que no tienen nada que ver. Está cabrón”.

Los últimos pobladores exigieron a los tres niveles de gobierno seguridad para regresar a sus pueblos.

“Les pedimos que (le) hablen (al gobierno), para ver si vamos a regresar, si van a poner más leyes, seguridad y seguridad correcta. Nosotros le pedimos seguridad en las entrada de los caminos, lo pide toda la comunidad”.

Cuentan que desde hace meses, hay retenes de delincuentes armados en las entradas a las comunidades, por lo que ya no entran las camionetas de transporte público. “Queremos que el gobierno mande refuerzos, que se ponga seguridad, que no sean corruptos”, reclaman.

La imagen del centro de Ahuihuiuyuco, una población también de unos mil habitantes, según registros oficiales, es similar a la de Tepozcuahutla, salvo que aquí, desde hace unos dos días se instaló un campamento del Ejército, a un costado de la comisaria.

Las escuelas de preescolar, primaria y la telesecundaria, así como las tiendas del pueblo están cerradas, también su centro de salud, el único que se mantiene abierto, aunque sin feligreses, es el templo la Iglesia católica.

El panorama en los patios rústicos de todas las viviendas es de abandono, animales de granja y de carga, así como perros sueltos, buscando comida.

Al mediodía hay un silencio casi absoluto; no hay música que en los altavoces de las tiendas o casas particulares ponían para todo el pueblo, ni niños corriendo por sus calles de tierra.

Una pareja de adultos mayores que se negaron abandonar el pueblo temen que los “groseros” entren a las casas a robar.

También cuentan que el alcalde de Chilapa, el priista Jesús Parra, ya los fue a visitar, y que se comprometió a regresar este viernes con ayuda alimentaria.

LOS MAESTROS NO DAN CLASES POR TEMOR

En Tetitlán de las Limas, la población permanece, sólo han cerrado los centros educativos, pues el personal ha optado por no ir a laborar.

Uno de sus vecinos asegura que la gente que se está yendo de los pueblos vecinos no debe nada. “se van por miedo. Los amenazaron a lo mejor”.

–¿Y usted no tiene miedo?

–Sí tengo, pero qué le hacemos, de que tengo, tengo; (pero) no tenemos dinero para comprar otro terrenito.

Tepozcuautla y Ahuihuiyuco están ubicados a unos 20 minutos de recorrido desde la cabecera municipal de Chilapa, en una zona geográfica que incluye Tepehuizco y Tetitlán de las Limas, donde desde inicios de 2015 han sido halladas fosas clandestinas y cuyos habitantes han sido víctimas mortales, al quedar en medio de una sangrienta confrontación entre grupos del crimen.

Una de las familias con más víctimas es la del ex director de Seguridad Pública de Chilapa, Silvestre Carreto González, quien en 2014 fue cesado por no ser confiable, según declaró el entonces gobernador, Ángel Aguirre Rivero.

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