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¿Las acciones por el clima varían entre países desarrollados y en vías de desarrollo?

domingo, diciembre 26th, 2021

La crisis climática actual exige que todo el mundo busque soluciones, sin embargo, sobre la mesa entran las obligaciones y posibilidades de los países desarrollados y en vías de desarrollo. ¿Hasta qué punto es cierto que algunos deben aportar más? Una experta explica a detalle.

Por Rosa Giles Carnero
Profesora Titular de Derecho Internacional Público, Universidad de Huelva

Madrid, 26 de diciembre (The Conversation).- Pese a que el cambio climático se presenta como un problema acuciante y sus efectos pueden ya observarse, en las negociaciones internacionales no se termina de alcanzar una respuesta eficaz a este reto ambiental.

Uno de los grandes ejes de discusión es cómo debe diferenciarse entre países desarrollados y países en vías de desarrollo a la hora de asumir obligaciones de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero u otras medidas de mitigación del cambio climático. Si la distinción entre naciones en función de su desarrollo resulta necesaria, ¿cómo debe articularse?

LA RESPONSABILIDAD HISTÓRICA DE LOS ESTADOS DESARROLLADOS

Desde que en 1992 se negociara la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, los países estuvieron de acuerdo en que las obligaciones que asumirían los desarrollados serían más ambiciosas que las que les corresponderían a aquellos en vías de desarrollo. Se trataba de una cuestión de equidad.

El proceso de industrialización de los países más ricos era el que había producido el daño atmosférico global. También eran los que estaban en una mejor posición para asumir los costos de implementar medidas de mitigación del cambio climático. Los Estados en vías de desarrollo reivindicaron, ante todo, su derecho a un crecimiento que les permitiera alcanzar mejores niveles económicos y sociales.

Desde que en 1992 se negociara la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, los países estuvieron de acuerdo en que las obligaciones que asumirían los desarrollados serían más ambiciosas que las que les corresponderían a aquellos en vías de desarrollo. Foto: Bei Feng, EFE

El primer acuerdo internacional que introdujo obligaciones específicas de mitigación del cambio climático fue el Protocolo de Kioto, adoptado en 1997. En este instrumento, la diferenciación entre Estados desarrollados y en vías de desarrollo se tradujo en que sólo los primeros asumieron obligaciones específicas de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero. Los países en vías de desarrollo participarían en el tratado sin que tuvieran que asumir el costo de reducir sus emisiones. Se primaba así su crecimiento económico frente al beneficio ambiental global.

Estados Unidos no aceptó este planteamiento, y no prestó su consentimiento al tratado. Así, el primer emisor de gases de efecto invernadero del momento quedó fuera.

Durante la vigencia del Protocolo de Kioto, los Estados en vías de desarrollo incrementaron sus emisiones de gases de efecto invernadero. China se convirtió en el principal emisor, superando a Estados Unidos, y mostrando que la solución que incluía el Protocolo de Kioto no resultaba eficaz para enfrentar el problema ambiental que supone el cambio climático.

En la categoría de naciones en vías de desarrollo se incluyen países con situaciones muy diversas. Muchos de ellos tienen un importante potencial para la emisión de gases de efecto invernadero, o tienen en su territorio el control de importantes sumideros.

La diferenciación entre territorios podía fundamentarse en un principio de equidad que recordaba la importancia de las emisiones históricas de los Estados desarrollados. Sin embargo, resultaba insuficiente desde un punto de vista ambiental, ya que no controlaba en modo alguno las nuevas emisiones de las economías emergentes.

El escaso efecto ambiental del Protocolo de Kioto dejó patente que era necesaria una nueva aproximación a la diferenciación de obligaciones climáticas.

El escaso efecto ambiental del Protocolo de Kioto dejó patente que era necesaria una nueva aproximación a la diferenciación de obligaciones climáticas. Foto: Scott Heppell, AP

LAS OBLIGACIONES COMUNES Y DIFERENCIDAS

La respuesta vendría con la adopción de un nuevo tratado internacional, el Acuerdo de París de 2015, en el que la cuestión de la diferenciación se haría más diversa, aunque también más compleja.

En este nuevo instrumento se permite que cada Estado presente las acciones de mitigación del cambio climático que vaya a implementar y a las que queda obligado, de forma que se pueda tener en cuenta su situación y circunstancias particulares. Esto significa que las acciones de mitigación no tienen que reducirse a la limitación y reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, sino que pueden abarcar otros ámbitos de actuación.

Además, se asume que la actuación va a depender de las circunstancias de cada país, que tendrá que adaptar a su capacidad las actuaciones climáticas a desarrollar. La diferenciación resulta, de esta forma, más ajustada a las múltiples y diversas situaciones de los diferentes territorios. De esta manera, supera una distinción entre Estados desarrollados y en vías de desarrollo que resultaba excesivamente limitada.

Con este sistema se pretende que todos los Estados desarrollen una política climática ambiciosa, en función de sus posibilidades, de forma que, aunque diferenciada, todos asuman responsabilidad en este ámbito. La suma de todas estas actuaciones debería hacer posible que la respuesta global ante el cambio climático sea suficiente para evitar un calentamiento a niveles que el planeta no pueda soportar.

Este sistema ha sido el resultado de un amplio consenso entre las naciones para hacer frente al cambio climático, aunque no puede ignorarse que presenta importantes problemas para asegurar que la actuación ambiental global sea suficiente.

Con este sistema se pretende que todos los Estados desarrollen una política climática ambiciosa, en función de sus posibilidades, de forma que, aunque diferenciada, todos asuman responsabilidad en este ámbito. Foto: Ernesto Guzmán Jr., EFE

Hasta la fecha, los Estados no han presentado un conjunto de políticas climáticas cuya suma permita evitar un nivel de calentamiento global que resulte peligroso. Conforme a los datos facilitados por los órganos de la Convención Marco, la ambición climática de los diferentes países no es suficiente, y las negociaciones internacionales continúan para que pueda incrementarse rápidamente.

La posición de los Estados en vías de desarrollo en este aspecto es la de condicionar su aumento de ambición climática a recibir una mayor financiación con la que afrontar los costos derivados de la implementación de sus políticas nacionales. Esta cuestión está lejos de ser resuelta en las negociaciones internacionales.

Las naciones más ricas son reticentes a aportar nuevos recursos para esta financiación adicional, posición que se ha afianzado ante la crisis generada por la pandemia de COVID-19. Los Estados en vías de desarrollo reclaman asistencia para avanzar en sus obligaciones climáticas, y los desarrollados se resisten a aportar más recursos.

UNA ACTUACIÓN COMÚN, DIFERENCIADA, NECESARIA

De lo que no cabe ya duda es de que, para asegurar que el calentamiento global no supere los límites de seguridad señalados por la investigación científica, se requiere la actuación tanto de los países desarrollados como de los países en vías de desarrollo. No puede olvidarse que entre estos últimos aparecen importantes emisores como China, o con importantes sumideros como Brasil.

La diferenciación en las obligaciones a asumir es inevitable, ya que las circunstancias de cada país son muy diferentes. La cuestión sigue siendo asegurar que esta distinción no implique la pérdida de eficacia en el logro del objetivo ambiental planteado. Y, sobre este aspecto, la negociación internacional continúa.

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El Secretario General de la ONU pide a países a dar el salto a una nueva era de acción climática

domingo, diciembre 1st, 2019

“Ya no es un problema a largo plazo”, los cambios climáticos están ocurriendo “mucho más rápido” de lo que avanza la humanidad para frenarlos; “estamos en un agujero y seguimos cavando en él”, como si no hubiera final, pero “pronto será demasiado tarde para escapar”, advirtió el Secretario General de Naciones Unidas, António Guterres.

Por Amaya Quincoces

Madrid, 1 dic (EFE).- El Secretario General de Naciones Unidas, António Guterres, urgió hoy en Madrid a los países a dar el salto a una nueva era de acción climática, porque “el punto de no retorno está a la vista, se nos echa encima”, dijo en una conferencia previa al arranque este lunes de la cumbre climática mundial o COP25.

Guterres ha dado el pistoletazo de salida a esta conferencia que reunirá desde mañana en Madrid a delegaciones de casi 200 países, con medio centenar de jefes de Estado y de Gobierno y de organismos multilaterales, para impulsar una lucha global más ambiciosa contra la crisis climática.

“Ya no es un problema a largo plazo”, los cambios climáticos están ocurriendo “mucho más rápido” de lo que avanza la humanidad para frenarlos; “estamos en un agujero y seguimos cavando en él”, como si no hubiera final, pero “pronto será demasiado tarde para escapar”, ha advertido.

“Durante muchas décadas la especie humana ha estado en guerra contra el planeta y el planeta ahora contraataca. Tenemos que dejar de agredir a la naturaleza, y la ciencia nos dice que es posible”.

Los hábitats que antes eran acuosos, se están secando. Foto: EFE.

El impacto de esta crisis climática es evidente: los últimos cinco años han sido los más calurosos, los niveles del mar los más altos, los océanos se acidifican, la biodiversidad está amenazada; además, los fenómenos extremos aumentan su frecuencia y son más desastrosos, con destrucción y coste de vidas humanas, que no deja de aumentar y con sequías que se agravan hasta niveles alarmantes.

Guterres ha dicho que entiende a la juventud cuando grita en las calles, con un clamor cada vez mayor, para que los gobiernos actúen ya frente a esta crisis porque “estamos poniendo en riesgo su futuro”.

“Mi mensaje no es de desesperación, sino de esperanza para hacer frente a nuestra guerra contra la naturaleza, que tiene que parar y es posible”, como plantean los científicos, quienes han puesto sobre la mesa la necesidad de no superar un calentamiento global por encima de 1.5 grados en este siglo para evitar consecuencias catastróficas.

Europa debe “ser pilar fundamental” en la negociación global para alcanzar la neutralidad del carbono, en la que se involucren todos los Estados, porque eso “dará una autoridad moral muy importante para que las negociaciones puedan ser un éxito”, ha dicho el responsable de la ONU.

Esta COP25 organizada en un tiempo récord, tras moverse su sede a Madrid hace apenas tres semanas después de que Chile renunciara a celebrarla por una grave crisis interna, es de especial relevancia debido a que es el último paso en las negociaciones de cara a la implementación a partir de 2020 del Acuerdo de París, que exige a los países presentar compromisos más ambiciosos.

Esta conferencia abrirá la carrera de los países para aumentar la ambición en sus contribuciones contra la crisis climática de cara a la COP26 en Glasgow (Reino Unido), en un momento de enorme presión social a los gobiernos para que adopten las recomendaciones de los científicos y reduzcan drásticamente las emisiones de gases contaminantes.

Los cuerpos de hielo se derriten de forma alarmante. Foto: EFE.

En esta COP deberían plantearse “compromisos más ambiciosos” y darse “señales claras” desde los gobiernos, según Guterres, de que están dispuestos a asumirlos con “transformaciones profundas” de sus sistemas de producción de energía, industria, construcción y urbanismo.

Es importante asumir compromisos en los precios del carbono, retirar los subsidios a los combustibles fósiles, reformar la fiscalidad y comprometerse los países a “no más centrales eléctricas” contaminantes, que son “totalmente incompatibles” con los objetivos del Acuerdo de París.

Los gobiernos tienen que demostrar “compromisos fuertes” con la neutralidad de carbono en 2050, la reducción “dramática” de emisiones contaminantes hasta 2030 y la garantía de limitar a 1.5 la temperatura global en este siglo como defiende la comunidad científica, para evitar daños devastadores.

Hay que asegurarse de que los compromisos nacionales incluyen “una transición justa” para que los más vulnerables se vean “lo menos perjudicados por el paso de una economía gris a otra verde” y se garanticen cien mil millones de dólares al año para mitigar los daños de la crisis climática sobre países en vías de desarrollo.

Es muy importante que se reconozca que estos países están sufriendo ya los impactos de esta crisis y tengan “apoyos muy fuertes” para hacerla frente y combatir los desastres naturales a los que están expuestos y para recuperarse ha subrayado.

Guterres confía en que se lograrán pactos en la redacción del artículo 6 sobre mercados de carbono, uno de los grandes escollos en esta cumbre. “No quiero concebir la posibilidad de que no haya acuerdo sobre el artículo sexto en esta cumbre”, ha precisado.

“Estamos aquí para aprobar sus líneas directrices y no para encontrar excusas” que nos alejen de un acuerdo, ha añadido.