¿Le debemos algo a los lectores?

Hoy la cosa se complica: un columnista (por ejemplo) redacta un texto, una persona lo lee, esa persona comenta y espera que el columnista responda, porque si no, el columnista es un mamón que no devuelve el favor. Foto:  shutterstock

Hoy la cosa se complica: un columnista (por ejemplo) redacta un texto, una persona lo lee, esa persona comenta y espera que el columnista responda, porque si no, el columnista es un mamón que no devuelve el favor. Foto: shutterstock

El martes pasado tuve la oportunidad de formar parte de una mesa de diálogo entre escritores y booktubers en la Feria del Libro del Palacio de Minería. Uno de los temas a discutir era, como de costumbre, la importancia de las redes sociales y cómo han modificado la experiencia tanto de escritores como de lectores. ¿Qué es lo mejor y qué es lo peor? Para ser de vanguardia, uno tiene que hablar de cómo internet ha sido una plataforma maravillosa para nuevos autores y, sobre todo, para tener contacto con los lectores. En mi caso esto es cierto, claro: como autora de la denominada “literatura juvenil”, el contacto con los chicos es crucial, pues me mantienen actualizada en cuestiones de intereses, lenguaje y preocupaciones. Es un trabajo más que hay que hacer, eso sí, y lleva tiempo. Cada tanto los lectores me preguntan por qué no tengo una cuenta en esta o aquella red social cuya existencia yo ignoraba, felizmente. Reenvían los correos electrónicos dos o tres veces si no han recibido respuesta al cabo de un par de días, publican emoticons desconsolados por twitter si su existencia no es reconocida de inmediato, y en presentaciones o encuentros hacen fila para reclamar: “Te mandé mi novela para que me dieras tu opinión y nunca me contestaste”.

De modo que los panelistas hablamos de las oportunidades que ofrecen estas nuevas tecnologías, aplaudimos la creación de una nueva red social dedicada exclusivamente a la literatura y éramos un septeto de emoticons sonrientes. Nadie habló de “lo peor”: muchos escritores éramos los “raros” en nuestra infancia y/o adolescencia: tímidos, retraídos, introvertidos y demás sinónimos. Yo escribía para tener mundos que habitar, ya que los mundos circundantes parecían expulsarme. Escribía, a veces, para no hablar, para no estar, para irme, y resulta que escribir hoy tiene que ver con estar más presente que nunca, con existir, no sólo en el mundo de carne y hueso que a veces confunde tanto, sino en el virtual, que avanza a velocidad vertiginosa, sin abandonar jamás las letras, que son el elíxir de la supervivencia. Hoy uno tiene que ser popular, tiene que relacionarse, contestar, en-red-arse y mantenerse a la vanguardia cuando, quizá, escribía para que no pasara el tiempo, para detener los torbellinos, cerrar puertas y construir murallas.

Cada vez que un lector me trae un libro para que lo firme, le agradezco haber leído. Antes, hasta ahí llegaba el intercambio: alguien escribe, alguien lee, punto. Era un intercambio simple y voluntario por ambos lados: yo quiero escribir, tú quieres leer. Punto. A+B. Se trataba de una especie de dictadura, como dijo Edgar Allan Poe: “Durante la hora de lectura, el alma del lector está sometida a la voluntad del escritor”. Hoy la cosa se complica: un columnista (por ejemplo) redacta un texto, una persona lo lee, esa persona comenta y espera que el columnista responda, porque si no, el columnista es un mamón que no devuelve el favor, que no está abierto a la crítica, que no reconoce la existencia del lector y que quizá, por estas razones ajenas a la calidad de su texto, no merece ser leído nunca más (A+B+C+D). Otra fórmula: un autor escribe una novela (A), una persona la lee (B), esa persona escribe a su vez una novela (A) y espera que el autor inicial la lea (B) y comente (C). El A+B se ha vuelto un círculo infinito y, a riesgo de persistir en la impopularidad que me persiguió siempre, me pregunto: ¿realmente le debemos algo a los lectores?

Dicen que, al escribir, el autor debe pensar en su “lector ideal”: un ente perfecto que entenderá su torcido sentido del humor, que no necesita explicaciones que le darían al texto un tono condescendiente, que conectará con el texto porque está en la misma órbita. En el momento en que este lector ideal se convierte en uno de carne y hueso al que se mira a la cara mientras se escribe (A), que tamborilea, impaciente y listo para comentar (C) (muchas veces sin haber leído (B)), el autor se ve confrontado con un espejo y es obligado a dejar de ser letras, para ser persona. Es obligado a habitar en tres mundos a la vez, para entrar en este diálogo que a veces es compañía, a veces elogio, a veces crítica y a veces destrucción sin sentido. ¿Es este diálogo provechoso o aleja al autor de lo que debería estar haciendo (escribi)r sin pensar en quién leerá, que es la única manera de mantener cierta pureza)? ¿Debe el autor substraerse de todas estas fórmulas, quedarse sólo en A, ignorar el mundo palpitante de alrededor?

Y ¿qué hay de la pureza del lector? Esta, quizá, implica relacionarse sólo con las letras, dejar de buscar al autor entre los párrafos, perseverar en la búsqueda por el “texto ideal”, que es el verdadero espejo, el Texto Ideal, que de alguna manera está escrito sólo para él por un ente perfecto más allá de todos los mundos, y que flota en el espacio como una cápsula perdida esperando, también, encontrarse, hacerse el amor, enredarse los tentáculos hasta que las palabras, que fueron el inicio de todo, dejen de ser lo importante (1+1=∞).

Infinito: lo que está en perpetuo movimiento, lo que avanza y se enreda en sí mismo, se termina y se vuelve a comenzar. Pero el infinito es el antónimo perfecto de la pureza, que es inmóvil, que es lo intocado, lo incambiable, lo endurecido. Resulta, en esta fórmula, que no se puede ser infinito y puro a la vez. Que para ser, que para Ser, hay que seguirse moviendo, hay que vivir en los tres mundos que hay hoy, y los seis que quizá habrá mañana, fragmentándose y mezclándose, autor y lector y texto, hasta que de pureza no quede ni el sueño.

Y en fin: ¿quién quiere ser puro hoy en día? Así que dígame, lector, ideal, imperfecto, espejo y muralla: ¿Usted qué opina?

4 Responses to “¿Le debemos algo a los lectores?”

  1. Sara dice:

    Querida Lorena tus escritos en este espacio (no he leído tus libros no creo que llegue hacerlo no me gustan las historias de vampiros y no soy adolescente) me parecen tan hermosos, tan poéticos , alguna vez he comentado alguno…el de hoy me parece muy interesante, hace algunas semanas Almita ( postmodernos y jodidos) comentaba algo así como que el oficio de escritor es como el de panadero, se escribe para ser leído. Estoy de acuerdo se espera que haya lectores-clientes para su producto los libros, columnas, artículos, poemas, etc. Y como en ese intercambio existe la oferta y la demanda que responden a muchas variables una d ellas es la actualidad; y si en la actualidad las redes sociales son un elemento muy significativo en ese intercambio, pues es importante responder a las reglas implícitas en su uso…eso sí quieres y necesitas ser leído por ese grupo d electores inmersos en ese ambiente de las redes…me voy a permitir extenderme un poco y platicarte que estudié un semestre en una escuela de escritores y huí de ahí porque no me gustó el ambiente de soberbia y protagonismo, etc.,aparte que me sentí en desventaja académica.pero si ví mucho talento, jóvenes con un don admirable, señoras con gran sensibilidad, yo entré ahí por qué me gusta escribir por hobby y terapia y pensé en mejorar mi forma de expresarme si seguía algunas reglas académicas pero cambié de opinión no deseo ser escritora, aunque algunos que me quieren y hablan desde sus sentimientos, me dice que ya lo soy aunque nunca sea conocida y nunca venda lo que escriba…como por mi edad ya voy de salida no me interesa si mis remedos de poemas tienen métrica o no, si mis escritos entran en alguna categoría de narrativa, ni publicarlos, solo me interesa que expresen lo que siento y que la persona a quien se lo dedico cuando es así, lo entienda…para mí regalar un escrito es como si regalara una caja de chocolates hechos por mí…y ya sé que nunca estarán en una vitrina exhibiéndose porque no son para eso…pero los Escritores de profesión como tú deben estar en todas las vitrinas posibles y para eso hay que responder a las leyes del mercado sin perder su escencia…Bendiciones y gracias por permitirnos expresar nuestra humilde opinión a tus lectores.

  2. Realista dice:

    Como lector si el medio permite comentar comenntas, sino no y respecto de respondernos seria agobiante responder a cada comentario responde lo que te ineteresa.

  3. Juan Carlos dice:

    Es interesante su planteamiento. ¿Será acaso que al escribir un comentario me convierto en escritor (aunque sea de los malitos)? El lector de ahora tiene la oportunidad de intercambiar opiniones con el autor. Así lo dejaría.

  4. Brianda dice:

    Eh,,, ¡hola!
    Bueno, no sé si vayas a leer esto, esta columna es pasada y sé que has escrito otras y tienes otras cosas que hacer… pero no sé, tienes una forma de escribir y expresarte de la que desde hace mucho tiempo me he hecho adicta y me he visto en la necesidad de leer tus columnas pasadas que tenías aquí además de tus libros, y por ende, terminé aquí con el deseo de responder.
    Me sentí especialmente identificada con esta, ya que he participado en ambas partes.
    Tal vez ni siquiera llego a ser una escritora en forma, pero desde hace tiempo… he publicado un par de historias en diferentes foros, ya sea cayendo en la tentación de tener alguien más a quien contarle mis cosas. Esas que ya ni al ser más cercano a mí le digo, y estar pendiente o sonreír cuando te encuentras con mensajes bonitos halagando creo que es lo mejor, pero siempre está esa parte mala.
    Desde un principio dije (al publicar) que le tenía mucho miedo a la opinión pública, y no entendía realmente el transfondo de mis propias palabras… el momento en que dejé de respetarme a mí como “escritora” y escribir para mí misma, terminando por cumplir los caprichos de quienes me leían, quienes sólo leían lo que me tomó una semana hacer y a ellos un par de minutos terminar. Y siendo una lectora fantasma también he hecho, pues, lo opuesto, quedándome al margen y sólo leyendo lo que otros tienen que decir.
    ¿Este trato debería conservar su pureza? Leo los textos antes de ser manipulado por mi falta de asertividad y estoy segura de que sí. O cuando menos que haya especie trato tácito acerca de esto, unos escriben y otros leen porque les agrada la idea, pero siempre recordando que quien escribe es también una persona. Que puede ser insegura, introvertida, o simplemente una vida detrás de las letras que el otro consume.
    Muchas gracias por publicar:D <3

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