INVITADO | Los gatos de Schrödinger y la fiesta macabra en medio del vacío, por Iván Ballesteros Rojo

Iván Ballesteros escribe sobre la nueva novela de Franco Félix. Foto: Especial

Iván Ballesteros escribe sobre la nueva novela de Franco Félix. Foto: Especial

Franco Félix ha entregado dos obras que lo colocan como uno de los narradores más estimulantes de su generación. Un escritor que ha disipado expectativas y se ha colocado, de manera firme, en la élite de la literatura nacional.

ESCENARIO YERMO

La novela de Franco Félix (1981), Los gatos de Schrödinger (Tierra Adentro, 2015), sitúa al lector en medio de una paradoja: lo que vive y muere en un solo acto.

Recordemos el experimento realizado por el físico austríaco Erwin Schrödinger al que hace referencia el título. La idea de un hipotético gato atrapado dentro de una caja que tiene 50 por ciento de probabilidad de estar vivo y el otro tanto de estar muerto. El desierto es el escenario para el experimento narrativo que Félix ha desplegado. Un espacio estéril del que todo escapa y donde el zapping de la existencia se va diluyendo como arena entre las manos. Bienvenidos al desierto de lo real, que le diría Morpheus a Neo en Matrix.

Hace tiempo vi un documental sobre los montículos de arena que se forman en los desiertos, las llamadas dunas. Ahí comprendí que esos gigantes terrosos avanzan muy lentamente hasta desgranarse y desaparecer. Pueden pasar años, siglos, pero una cosa es segura, la extinción: partículas que se separan para integrar la nada.

En el desierto la humanidad podría ser enterrada sin ningún problema. Una tumba blanca que avanza, lentamente, envolviendo al espanto multitudinario. El tema del narco, como ruido de fondo, tiñe la segunda parte de la obra. Se trata de un disparo de la realidad, quizás el único que aparece de manera concreta, un guiño que Franco ha dejado ahí, quizá solidarizándose con pobladores de regiones tomadas por el horror.

Iván Ballesteros Rojo es editor de "Pez Banana". Foto: Facebook

Iván Ballesteros Rojo es editor de “Pez Banana”. Foto: Facebook

HUMOR CORROSIVO

Una representación de la inteligencia es el humor. El autor oculta su profunda decepción del mundo bajo ese rasgo. Habrá que reír de lo terrible. El mundo que habitamos es una broma infinita, como la que dejaría un escritor que resuena en las reflexiones que aparecen en Los gatos, de David Foster Wallace.

Más allá de los desiertos el resplandor de la civilización se antoja una explosión sin sentido. Un lugar habitado por asesinos y familias honorables. Por apestados con el virus de la vida. Adentro, en las cajas del experimento, los saludables y pacíficos muertos descansan. Vacacionan en la muerte, esa isla de aislamiento que se encuentra suspendida en medio de un mar ausente, perdido.

La primera versión de Los gatos de Schrödinger se trataba de una obra dramática, de la que queda esencia por el predominio del diálogo y la construcción de una atmósfera. Ante el lector el guión de una pieza que mantiene relación con el teatro de Samuel Beckett, otro autor esencial para Franco.

Es imposible no recordar los personajes de Esperando a Godot. Esos vagabundos esperanzados ante el desconcierto de lo real. Es natural pensar en Nagg y Nell, de Final de partida, una dupla extrañísima que habita en botes de basura.

Los personajes principales de Los gatos de Schrödinger aparecen construidos en medio del abismo: el Doctor existencialista, maestro del sinsentido, y su pupilo, Rabanito, discuten desde sus cajas temas tan disparatados como los de cualquier programa sabatino de televisión abierta.

Una pareja explosiva que monta un sketch de payasos Augustos del Augustos, esos que no recuerdan ni entienden nada y cuyas acciones están encaminadas al desastre. Hasta la ubicación incierta de estos payasos imposibles llega el Otro: insólito, vulgar y terrible, como cualquiera que topemos en un mal día por las calles de la rutina.

ARQUITECTURA

Hay elementos que Franco deja para el análisis. ¿De quién es la voz  antipática que aparece en cursivas? Acaso la del mismo autor, odiador como él solo. Hacia el final de la novela Doctor existencialista se arranca con un discurso cuasi filosófico sobre a humanidad, aún después de mostrar sus flaquezas como maestro de Rabanito; un discurso cálido y siniestro al mismo tiempo que deja al lector en el desamparo. ¿La paradoja sobre lo que vive y muere en sólo acto, también se aplica al mundo de las ideas? ¿Podemos ser imbéciles y brillantes al mismo tiempo?

Publicado apenas meses después de Kafka en traje de baño (Nitro⁄Press, 2015), obra que irrumpiría llamando la atención de lectores por méritos propios, Los gatos de Schrödinger evidencia un escritor especialista en el diseño narrativo de un proyecto arriesgado y demoledor. Un escritor que reflexiona desde una visión cáustica del mundo.

Los que esperen leer algo parecido a Kafka en traje de baño se llevarán una sorpresa. El mismo autor ha comentado que Los gatos de Schrödinger podría resultar un tremendo despropósito para lectores descafeinados que esperan una historia realista que siga la sobada ruta de planteamiento-nudo-desenlace. Acá no sabemos de dónde partimos ni cuándo pasamos del desierto a un universo apocalíptico, cerrado, angustiante. Un universo donde tanto vivos como muertos le sacan la vuelta a lo que realmente importa: la belleza que supone la contemplación del caos.

Franco Félix ha entregado dos obras que lo colocan como uno de los narradores más estimulantes de su generación. Un escritor que ha disipado expectativas y se ha colocado, de manera firme, en la élite de la literatura nacional.

Quién es Iván Ballesteros Rojo: (Hermosillo, 1979) Es escritor, reportero y maestro. Ha publicado los relatos Monstruario (Altanoche, 2007), Mecanismos (Unison, 2011) y Bungalow (Tres guayabas cartonera, 2014). Ha colaborado en revistas como La tempestad, Tierra adentro, Vice y Hermano Cerdo.

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