¿Por qué se casa la gente?

Ésta es gente normal, protagonista de ninguna novela. Foto: Shutterstock

Ésta es gente normal, protagonista de ninguna novela. Foto: Shutterstock

Hay que contar historias como ésta, porque las otras abundan. Dicen que las historias de la gente feliz no venden: ni siquiera se escriben porque quién quiere realidad. Quién quiere gente de pinta ordinaria, viviendo sus vidas ordinarias. Si al menos fueran existenciales, fueran una clara representación del absurdo de la existencia, la monotonía de lo cotidiano, o el vacío del sistema capitalista… Lo ordinario como queja está bien, como exaltación no. La mejor felicidad es discreta, quizá para no presumir, quizá porque la felicidad más profunda lo que hace es apaciguar, y entonces no se cuentan historias como esta porque sus protagonistas están ocupados viviéndolas y no clamándolas. Son invisibles, o quizá transparentes.

Hoy quiero contar de esa noche, una noche normal de gente felizmente aburrida que ve la televisión, que se atrinchera en un sillón bajo la manta viva de cuatro perros, que encuentra epifanías en ese sillón e intercambia una mirada pícara que no es de “hagamos el amor” sino de “vayamos por helado, maldita sea”. Los dos se levantan aunque se está tan bien ahí, se ponen zapatos y abordan el coche en piyama, corren al supermercado que está a punto de cerrar pero no tan a punto como para correr, y llegan al congelador. Esta es gente que se cuida, que hace ejercicio y se mide el azúcar en la sangre, pero no esa noche.

Dos litros de helado, un bote de chocolate untable, una galleta de microondas y vuelven a correr hasta la caja porque hay mucha prisa, sin saber por qué, carcajadas esas sí con explicación: somos adultos huyendo de nuestra casa adulta, nuestra dieta saludable y nuestra noche tranquila ¿para qué? Para la gran transgresión: comprar dulces, atragantarnos, empaparnos, porque llueve, y refugiarnos como niños que acaban de huir del mismo supermercado con paletas robadas en la bolsa. Mientras él rodea el coche y ella se acomoda en su asiento, todavía riendo a carcajadas, piensa: “al demonio… voy a decirle que nos casemos. Ya. Porque esto es demasiado perfecto”. Él, al subir y mirar su gorro con orejas de gato, tan ridículo en alguien de su edad, y las mejillas chapeadas por la innecesaria carrera, piensa: “Ahora. Se lo pediré ahora. No sé por qué ni por qué ahora, pero resulta que eso. Que ahora”. Ninguno dice nada, pero se sonríen y luego celebran bailando el haber alcanzado a salir del estacionamiento sin tener que pagar.

Ésta es gente normal, protagonista de ninguna novela. Quiero contar que se conocieron de la manera más mundana, tan mundana que da la vuelta completa y se vuelve mágica. Que se enamoraron por todas las razones correctas, y no por alguna sacada de un manual de astrología o de alguna compleja pasión oscura, enterrada en la psique de alguno de los dos. No. Ya no creían en el Destino así, en mayúsculas, pero estaban listos, traían maletas pero no baúles, traían cicatrices pero no deformidades, y era mucho más difícil contestar a “¿por qué no?” que a “¿por qué sí?”. Se les fueron los años sin tiempo de tener miedo ni tener coraje: parecían estar actuando una obra que los dos conocían, cuyos diálogos se habían aprendido por separado, preparándose para un estreno sin ensayos previos.

Ellos no le llamarían amor ciego, no. Al contrario: amor de ojos bien abiertos, de sentidos disponibles, de tacto aunque la piel esté reseca y oídos aunque la anécdota sea aburrida o el chiste repetido. Amor de “si quieres, aquí está mi lupa, para que leas mis letras chiquitas”, de guardar los viejos secretos no porque sean oscuros, sino porque ya no importan y porque guardaron, junto con ellos, las armas viejas, aunque eso los volviera más vulnerables. Confiaron y esta vez, las cosas salieron bien.

Comieron el helado y pasaron unas semanas preguntándose por qué se casa la gente. Porqué gente como ellos, porqué cualquier gente. Él sonreía para sí, diciéndose que había sido un impulso extraño, pero que no se iba. Ella empezaba artículos intentando ordenar su cabeza (que no su corazón), para responderse a sí misma la siguiente pregunta: ¿Por qué quiero decir que sí?

Una noche que de extraordinaria tuvo la caída de doscientos árboles, y cuya tempestad nada tenía que ver con la esencia de estos dos seres tan ensillonados y enchocolatados, él la invitó a cenar. El lugar al que iban estaba cerrado. La comida a ella le cayó fatal. Hablaron de cosas tan de diario que ni se acordarían. Al volver a casa él le pidió que se casaran y ella dijo que sí. Aún no se soltaban del abrazo cuando uno de los cuatro perros se cagó a la mitad de la sala y hubo que levantar la mierda y limpiar el suelo. Aquello no era un presagio ni una broma: sólo la vida siendo la vida, y luego volvieron a su celebración privada y feliz y discreta y se dijeron que casarse era un símbolo, al igual que el helado podía serlo, que era una travesura, también, como el chocolate y la galleta y el helado, y que seguir creyendo en el amor eterno era una de las cosas que compartían y que no importaba, a fin y al cabo, si alguna de esas era la respuesta a la pregunta que los dos se habían hecho, y que tanto les había zumbado en la cabeza: ¿por qué se casa la gente? Si al fin y al cabo había llegado otra pregunta: ¿quieres pasar tu vida conmigo? Y los dos habían dicho que sí.

19 Responses to “¿Por qué se casa la gente?”

  1. Francisco dice:

    Excelente

  2. two in a row dice:

    usted es una escritora profesional pero le digo algo: tanta miel es ofensiva para personas que como yo nunca ha tenido la suerte de tener algo así….

    • Zeltzin dice:

      Deje de buscarla porque a la.fuerza ni los.zapatos…. las.cosas pasan y suceden de.maneras que uno no podria creer… no es demasiada miel… es la verdad… y sucede solo si.uno quiere que suceda pero no. se esfuerza demasiado en buscarlo… sucede porque esta destinado a.ser cuando a la.vida le de.la.gana.no cuando uno.quiera…
      No sea amargado /a esas.fueron palabras hermosas de una.simple.y.mundana felicidad…

    • María del Carmen Maqueo dice:

      Sea ésta una invitación a lograrlo.

    • Fernando Lapuente Escalante dice:

      En mi opinión y con todo respeto, no lo has encontrado pues no lo has buscado con los ojos bien abiertos …..te vas a espantar de lo que puedes lograr en este sentido pero necesitas estar convencido primero que lo quieres lograr que estas capacitado para ello, que te lo mereces, sobre todo eso. que te lo mereces y te llegara la oportunidad, ya lo veras.

      • Alelita dice:

        En mi opinión y con todo respeto, no lo has encontrado pues no lo has buscado con los ojos bien abiertos …..te vas a espantar de lo que puedes lograr en este sentido pero necesitas estar convencido primero que lo quieres lograr que estas capacitado para ello, que te lo mereces, sobre todo eso. que te lo mereces y te llegara la oportunidad, ya lo veras.

  3. nashielli dice:

    Esta genial. La gente real si tiene historias y siempre son las mejores.

  4. Alma Delia Murillo dice:

    Hermoso, ordinario, impecable, mundano. Qué bien escribes.

    • Fernando Lapuente Escalante dice:

      Por cierto Alma Delia, en donde esta tu articulo de esta semana, por lo menos a mi me hizo falta pues son extraordinarios para mi gusto, soy lector asiduo de todo lo que escribes…Felicidades y Saludos

  5. Letty dice:

    Además claro los beneficios civiles que de otra manera los negarían.
    Así los homsexuales luchan para conseguir el poder casarse y así poder ser beneficiarios del seguro social, herencias, pensiones ya que al no poder tener hijos con que demostrar su concuvinato un papel (al que los muchos románticos no dan importancia) que es el acta de matrimonio, hace la diferencia.

  6. Siglo XXI dice:

    Parece algo anticuado y aburrido el artículo. Cero interesante.

  7. Azul dice:

    Es un simbolo, un ritual, y lo más importante. Un contrato social, que se firma. No es cualquier cosa. Felicidades!

  8. Gosia dice:

    Que buena pluma! Pero… Sucede tal paraiso?

  9. Porque qué tiene de malo amar todo el tiempo en color rojo, ¿verdad, compi? Qué bonito. Todo.

  10. Manuel dice:

    crei k iva a ser un analisis mas filosofico y no un cuento de amor para adultos con ganas de casarse =/

  11. Fernando Lapuente Escalante dice:

    Estamos programados para no ser felices, para no saber reconocer en lo sencillo y cotidiano el Amor que podemos dar a otra persona y ser dignos de ser amados, pensamos que no lo merecemos, afortunados quienes saben reconocer en lo sencillo y cotidiano la belleza interior de una persona, ademas de la fisica la cual se termina, lo que no se termina es la belleza interior, asi como conquistar en base a detalles sencillos pero sinceros a la persona amada como lo relatas en tu articulo. Felicidades eres una gran escritora pues sabes relatar lo cotodiano.

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