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Trabajadoras sexuales se manifiestan en la CdMx; exigen que se respete su labor

lunes, diciembre 6th, 2021

Unas 15 mil 200 trabajadoras sexuales han sido hostigadas y agredidas para dejar las calles “en donde tienen el derecho de trabajar”.

Ciudad de México, 6 diciembre (EFE).– Decenas de trabajadoras sexuales se manifestaron este lunes en el centro de la Ciudad de México para exigir que las autoridades las dejen trabajar y manifestarse por la discriminación de la que han sido víctimas durante la pandemia.

“Lo que pedimos es que se atiendan los casos de violencia contra las mujeres por parte de vendedores ambulantes que no están dejando trabajar a estas mujeres en la zona de La Merced -un barrio en el centro de la Ciudad de México-“, dijo a EFE Arlen Palestina, representante legal de Brigada Callejera de Apoyo a la Mujer “Elisa Martínez”.

La defensora reclamó que unas 15 mil 200 trabajadoras sexuales han sido hostigadas y agredidas para dejar las calles “en donde tienen el derecho de trabajar”.

Además de que en la Alcaldía Cuauhtémoc han sido discriminadas en los hoteles de la zona pues les niegan la renta de habitaciones, se las dan a un costo mayor, les niegan gel antibacterial y les venden los condones que reparte gratuitamente la Secretaría de Salud.

El 1 de mayo pasado, trabajadoras sexuales marcharon por las calles del Centro Histórico de la Ciudad de México exigiendo alto a las extorsiones y respeto para quienes ejercen este oficio.

El 1 de mayo pasado, trabajadoras sexuales marcharon por las calles del Centro Histórico de la Ciudad de México exigiendo alto a las extorsiones y respeto para quienes ejercen este oficio. Foto: Galo Cañas, Cuartoscuro

Denunció además que las autoridades cerraron varios hoteles en la zona centro bajo el argumento de que encontraron casos de trata de personas, incluyendo menores de edad.

“Ellas están en contra de esas prácticas. Todas laboran de manera independiente y voluntaria”, aclaró.

PANDEMIA HA AGRAVADO SITUACIÓN

Palestina explicó que el problema de las trabajadoras sexuales se ha agudizado especialmente con la pandemia por COVID-19, pues a raíz de la crisis sanitaria se duplicó el número de mujeres que trabajan en la calle.

“El 100 por ciento del trabajo sexual está en las calles lo cual complica la situación”, puntualizó.

Trabajadoras sexuales del primer cuadro de la Ciudad de México marcharon el pasado 1 de mayo de la calle de Corregidora 115 hacia el Zócalo capitalino en conmemoración del Día Internacional del Trabajo, proclamado en 1889 que busca el reconocimiento del movimiento obrero alrededor del mundo.

Trabajadoras sexuales del primer cuadro de la Ciudad de México marcharon el pasado 1 de mayo de la calle de Corregidora 115 hacia el Zócalo capitalino en conmemoración del Día Internacional del Trabajo, proclamado en 1889 que busca el reconocimiento del movimiento obrero alrededor del mundo. Foto: Galo Cañas, Cuartoscuro

Dijo que debido a la pandemia, el 40 por ciento de las mujeres que se había retirado del trabajo sexual tuvo que regresar y anunció que de no resolverse la situación seguirán realizando movilizaciones.

“Creemos que estas mujeres están viviendo fuertes actos de discriminación y de no reconocimiento a sus derechos. Vamos a seguir saliendo a las calles y pediremos que el Gobierno intervenga en el conflicto, porque todos tenemos derecho a trabajar en la calle y a coexistir”, concluyó.

México: En medio de la miseria, las mujeres recurren, o vuelven, al trabajo sexual

jueves, agosto 12th, 2021

La pandemia ha afectado a las mujeres de forma desproporcionada. Sin trabajo y sin alternativas, algunas se han visto obligadas a salir a las calles.

Esta historia fue publicada originalmente por Global Press Journal.

CIUDAD DE MÉXICO, MÉXICO, 12 de agosto (Global Press Journal)— En 2018, Paty dejó de ejercer el trabajo sexual después de casi tres décadas. Trabajos a tiempo parcial y el trabajo de su hijo como comerciante eran suficientes para el sustento de ambos, y cuando no trabajaba, pasaba los días cocinando y limpiando su casa. Encontró la estabilidad que tanto añoraba.

“Sí prefiero quedarme en casa, es algo que me gusta”, expresa Paty, de 56 años, quien, como la mayoría de las trabajadoras sexuales entrevistadas para este artículo, pidió que no se le identificara con su nombre completo para evitar que se le estigmatice. “Lo básico sí lo podíamos pagar”.

Luego vino la pandemia del coronavirus, que en marzo de 2020 paralizó la economía y obligó al gobierno del país a establecer una serie de medidas cautelares. Encima de eso, el hijo de Paty, de 23 años, se fracturó la pierna y no podía trabajar.

Paty regresó a las calles y se encontró con una sorpresa: había menos clientes, pero más mujeres que ofrecían sus servicios.

El dilema de Paty no es un caso aislado en México, donde la pandemia ha forzado a miles de mujeres a retomar el trabajo sexual, o comenzar por primera vez. Sus experiencias son pruebas contundentes del impacto desigual de la COVID-19, la enfermedad causada por el coronavirus, que ha dejado a millones de mexicanas sin empleo, mientras se las arreglan para conseguir comida y vivienda para ellas y para sus familias durante esta crisis de salud pública sin precedentes.

Elvira Madrid, fundadora de Brigada Callejera de Apoyo a la Mujer Elisa Martínez, A.C., un grupo que apoya a las trabajadoras sexuales, descansa después de pasar un rato con algunas mujeres en el centro de la Ciudad de México. Foto: Aline Suárez del Real, GPJ Mexico.

“Es un claro retroceso; la tasa de participación económica de las mujeres en 2020 cayó al mismo nivel que teníamos en 2005”, explica Fátima Masse, directora de la sociedad incluyente del Instituto Mexicano para la Competitividad, un centro de investigación apartidista y sin fines de lucro.

Al igual que el resto del mundo, después del brote de la pandemia, México puso en marcha una serie de medidas para contener el virus. La economía se detuvo. El turismo, uno de los detonantes de la economía nacional, se paralizó. El producto interno bruto de México se vino abajo.

Todo esto tuvo un enorme impacto en las mujeres. Según datos oficiales, en febrero, la tasa de mujeres que trabajaban medio tiempo o que estaban desempleadas se elevó a 15 por ciento, 6.7 puntos porcentuales por encima de la del mismo período el año pasado.

El mismo indicador, para los hombres, aumentó a 13 por ciento, lo que significó un incremento de 4.3 puntos porcentuales.

La información recabada por el Instituto Mexicano para la Competitividad reveló que el desempleo “afectó a las mujeres que están principalmente en la economía informal y principalmente con menores ingresos, entonces la situación es dramática”, señala Masse.

Después de entregar despensas a trabajadoras sexuales, integrantes de Tejiendo Pueblos, Amigos Remendando Oficios, una organización de asistencia social local, incitan a las mujeres a exigir que el gobierno reconozca el trabajo sexual como una actividad formal. Foto: Aline Suárez del Real, GPJ Mexico

En febrero de 2020, Brigada Callejera de Apoyo a la Mujer Elisa Martínez, A.C., una asociación no gubernamental que apoya a las trabajadoras sexuales, llevó a cabo un censo en el que se contaron 7 mil 700 mujeres dedicadas a esta actividad en el centro de la Ciudad de México. Seis meses después, esta cifra casi se había duplicado.

Elvira Madrid, fundadora de la asociación, dice que muchas mujeres ya se habían retirado del trabajo sexual.

Katia lo dejó hace dos años. Estaba cansada de trabajar los siete días de la semana y “quería otra vida”, señala. Consiguió trabajo como mesera en un bar cerca de su casa en Chimalhuacán, Estado de México, a 33 kilómetros de la Ciudad de México. Tiempo después, el coronavirus hizo que el bar cerrara.

Katia no tenía ahorros ni opciones laborales.

“No tenía dinero para vender algo. ¿Qué podía yo hacer? Y pues me regresé a trabajar ahí con las compañeras, para ganar algo en lo que esto pasa”, explica Katia, de 35 años.

La pandemia también empujó a algunas mujeres a ejercer el trabajo sexual por primera vez. En su censo, Brigada Callejera descubrió que el 40 por ciento de las trabajadoras sexuales del centro de la Ciudad de México eran primerizas, y entre ellas había, dice Madrid, “amas de casa que ni siquiera se consideraban trabajadoras sexuales, amas de casa que van, hacen un servicio sexual y se retiran, o sea, para sacar para la comida”. Otras “habían sido meseras, bailarinas en bares, habían sido empleadas de tiendas comerciales”.

Este fue el caso de Elsa, quien aparenta tener veintitantos años, y quien dice que trabajaba en un restaurante antes de dedicarse al trabajo sexual. Mientras conversaba, evitaba el contacto visual y tocaba su bolsa.

Una amiga se dedica al trabajo sexual, “y me llevó con un cliente, y pues ya salió algo de dinero”, dice en voz baja.

La vida en las calles es más difícil que antes, cuentan las trabajadoras sexuales. La turbia situación legal de su trabajo en México (es legal en algunos lugares y está prohibido en otros) ya ocasionaba una relación tensa con la policía, pero la pandemia dejó a las mujeres aún más vulnerables. Si se agrega la competencia en aumento, es mucho más complicado ganarse la vida.

Elena, de 35 años, quien en marzo de 2020 dejó el trabajo sexual después de 12 años, y lo retomó en enero, cuenta que cobraba 600 pesos por servicio, “pero ahora los clientes quieren pagarte menos y como hay más competencia, pues sí se gana menos”.

Un lema cuelga en las oficinas de Brigada Callejera de Apoyo a la Mujer Elisa Martínez, A.C.: Trabajadoras Sexuales en Resistencia. La organización ha apoyado a las trabajadoras sexuales con condones, consultas médicas y pruebas ginecológicas gratuitas, así como ayuda económica. Foto: Aline Suárez del Real, GPJ Mexico.

Los gobiernos local y federal han ofrecido incentivos a las empresas que no despidieron personal durante la pandemia, y crearon un programa para apoyar a las madres solteras. Pero, en general, dice Masse, el apoyo del gobierno ha sido “escaso e ineficiente”.

El gobierno de la Ciudad de México, que ha ofrecido algún apoyo económico a las trabajadoras sexuales, no respondió a solicitudes de comentario.

Durante los primeros 10 meses de la pandemia, Brigada Callejera, junto con Tejiendo Pueblos, Amigos Remendando Oficios y otros grupos de ayuda comunitaria, entregaron alrededor de 10 mil despensas a trabajadoras sexuales.

Paty nunca pensó que volvería a las calles. Después de retirarse, trabajó en oficinas y en ventas, pero cuando llegó la pandemia y su hijo se lesionó, ya no pudo pagar las cuentas. Ahora debe varios meses de renta.

Su hijo no estaba contento con su salida del retiro, pero aceptó su decisión, dice Paty.

En una calle concurrida del centro de la Ciudad de México, Paty y otras trabajadoras sexuales se reunieron hace poco para recibir despensas por parte de Tejiendo Pueblos. Tranquila y vestida discretamente con “leggings” y una blusa negra con estampado de rosas, Paty cargaba dos bolsas con pasta, galletas, salsas enlatadas, azúcar, sal, frijol, arroz, palomitas de maíz, papel de baño y detergente para ropa.

Paty no piensa seguir con ese trabajo por mucho tiempo. “Ya nada más que mi hijo pueda regresar a trabajar, ya voy a dejar esto otra vez”, declara.

NOTA SOBRE LA TRADUCCIÓN

Aída Carrazco, GPJ, adaptó este artículo de su versión en inglés.

Global Press Journal es una premiada publicación internacional de noticias con más de 40 oficinas de noticias independientes en África, Asia y América Latina.

CRÓNICA | Cubrirse el rostro pero descubrirse el cuerpo: el riesgo del trabajo sexual en pandemia

lunes, abril 19th, 2021

Las mujeres, hombres y trans que viven del comercio sexual en Ciudad Juárez enfrentan una de sus peores crisis económicas debido a que la pandemia redujo a sus clientes y sus ingresos, situación que los obligó a ceder en prácticas que elevan su vulnerabilidad y precariedad.

Por Karen Cano

Ciudad Juárez, 19 de abril (La Verdad).– Es de noche y “Alexa”, de 27 años, se encuentra parada en la banqueta de una calle en el Centro Histórico de Ciudad Juárez, Chihuahua, donde lleva horas a la espera de su primer cliente de la jornada, que “no cae”.

Comenta lo irónico que es estar más “tapada de la cara” que del cuerpo.

Se quita el tapabocas y es entonces cuando un hombre, que ya había pasado de largo, regresa y se acerca para preguntarle, desde el automóvil, el precio de sus servicios sexuales.

“Le digo: ‘¿por qué no me quisiste con cubrebocas?’ y me dice: ‘porque ya te lo quitaste y vi que si estás bonita’, cuenta la mujer trans, “y no es el único, nadie nos quiere con cubrebocas, los empezamos a usar porque nos lo pedía la Policía”.

Desde hace seis años, Alexa vive del comercio sexual, pero con la expansión de la pandemia sus clientes y ganancias se redujeron a menos de la mitad. Así como ella, son muchas personas, entre mujeres, hombres y trans, dedicadas a esta actividad en la ciudad que han sobrevivido con ingresos mínimos, en la primera línea de riesgo, por el contacto físico imposible de evitar en el trato al cliente.

No hay un número determinado de personas en la actividad; sin embargo, la activista Deborah Álvarez Fernández, del Colectivo Fanny, que trabaja por los derechos de quien ejerce el comercio sexual, considera que deben ser miles en esta frontera; mientras que la asociación civil Programa Compañeros, asegura que atendió a poco más de 800 durante este periodo pandémico, dándoles atención médica y kits de protección, así como haciendo pruebas rápidas.

Trabajadoras sexuales en el Centro Histórico de Juárez estiman que al menos en las calles del primer cuadro de la ciudad hay unas 200. Autoridades de Salud reportan que desconocen cuántas personas se dedican al trabajo sexual, ni siquiera en estos meses de pandemia dieron seguimiento a quienes se dedican a esta actividad.

“Supe, por ellas mismas, de unas ocho que murieron por la COVID-19, pero no sabemos casi nada”, comenta a su vez María Elena Ramos Rodríguez, del Programa Compañeros.

Al ejercer en la clandestinidad, las mujeres, hombres y trans no reciben ningún apoyo gubernamental derivado de la contingencia de salud, ni tampoco ninguna protección. Además, el sector fue seriamente afectado por el cierre de hoteles, bares y cantinas, así como por las restricciones de sana distancia que dejaron por unos meses las calles vacías.

Para las sexoservidoras, la vigilancia por parte de las autoridades, en el cumplimento de estas normas de seguridad y salud, se convirtió muy pronto en acoso. Foto: Rey R. Jauregui, La Verdad.

Todos estos factores han derivado en que tomen una serie de riesgos que aumentan su vulnerabilidad, ante posibles abusos no sólo de los clientes, sino también por parte incluso de elementos policiacos.

ENTRE EL ACOSO Y LA PRECARIEDAD

“Las compañeras dicen que el tapabocas nos pone feas, que no se te ve la cara. Pero todas lo empezamos a usar porque sino nos iba a llevar la Policía, nos decían que nos iban a dar quien sabe cuántos días de arresto, incluso una vez me pararon a mí y a una amiga cuando ya íbamos a nuestra casa”, relata Nancy, de 39 años.

La vigilancia por parte de las autoridades, en el cumplimento de estas normas de seguridad y salud, se convirtió muy pronto en acoso, explica.

“Esperaban a los clientes afuera, varias veces me tocó que los vi saliendo y ya estando afuera los regañaban por no estar en casa, y les quitaban el dinero que traían; y esos son clientes que ya no volvieron, nunca, aunque tuvieran muchos años viniendo, perdí varios así estos meses”, dice.

A diferencia de Alexa, quien trabaja en la calle, de noche y solamente los fines de semana, Nancy tiene como centro laboral los cuartos de un hotel en la zona centro, donde ejerce desde hace 16 años.

Manifiesta que el trabajo es distinto, según el horario o el lugar en el que se practique, aunque los riesgos son similares, al igual que la precariedad.

“No usaba gel antibacterial al principio, porque estaba muy caro, y pues usaba toallitas húmedas, la verdad es que las habitaciones no se prestan para mucho, y si en un rato un cliente me daba dinero, pues mejor me lo quedaba a gastar en gel”, dice Nancy.

Alexa refiere que sus clientes son muy insistentes con besarla en la boca y, de hecho, aun cuando por lo regular ella se niega, la escasez de clientes y su precariedad la hacen ceder a esto y a otras cosas.

Las sexoservidoras han tenido que luchar contra la falta de clientes por la pandemia de COVID-19. Foto: Rey R. Jauregui, La Verdad.

“Yo tenía mi meta de ganar dos mil pesos por noche”, relata, “con la pandemia tuve que conformarme con juntar 800, porque igual podía estarme más horas, pero no iba a conseguir más”.

Otra cosa que por lo general realizan, explica Nancy, es cobrar por adelantado; pues de lo contrario se corre el riesgo de que los clientes las violenten o les nieguen el pago.

“Hasta en eso tuvimos que cambiar, si te decían que después, después (el pago). En la pandemia uno me llevó muy lejos, y cuando era momento de pagarme me dijo que se dio cuenta que no traía dinero y ni siquiera quería regresarme al Centro”, relata. “Lloré, para que me quisiera regresar, como 3 horas, no quería, no traía dinero yo tampoco, al final me dijo que sí, pero que tenía que volverle sexo al regresar”.

Debido a sus condiciones de precaridad económica que arrastró la pandemia de la COVID-19, las personas cedieron a romper sus propias reglas de seguridad. Comenzaron a subirse a automóviles de sus clientes, pese al riesgo de que ser abandonadas en calles desconocidas o peligrosas, a ser golpeadas o asaltadas; también, les abrieron las puertas de sus casas.

“La de compañeras que nos ha tocado ver regresar a pie, al centro, sin dinero porque el cliente no les pagó”, dice Alexa.

La mujer trans cuenta que hace unos meses enfermó de COVID-19 y relata que está segura que fue una compañera trabajadora sexual quien la contagió.

“Se veía enferma, yo le dije que se fuera, pero no quiso, dijo que tenía que hacer unos pagos y necesitaba el dinero. Yo me sentí mal después de ese día y tuve COVID-19, me aislé, no volví a trabajar hasta que pasó el tiempo que dice la Secretaría de Salud que debes de estar aislada. Cuando regresé ella jamás volvió, y siempre estaba ahí”, relata.

“Yo tenía mi meta de ganar dos mil pesos por noche”, relata, “con la pandemia tuve que conformarme con juntar 800, porque igual podía estarme más horas, pero no iba a conseguir más”. Foto: Rey R. Jauregui, La Verdad.

Entre trabajadoras sexuales, cuenta, no se confían demasiado; es muy común que fuera del lugar donde se ofrecen no se hablen, a veces, dice, ni siquiera se saben el nombre real de la que está al lado. Tuvo la inquietud de ir a buscar a su compañera para saber si estaba bien, pues recordaba un par de veces haberse ofrecido a dejarla cerca de su casa en servicio Uber.

Pero no sabía exactamente qué casa era, ni tampoco estaba segura si vivía con alguien o si su familia sabía a qué se dedicaba.

“Espero que se haya conseguido un hombre muy rico y se haya casado y que por eso no haya vuelto”, dice y sonríe.

DOBLE VIDA INVISIBILIZADA

María Elena Ramos, directora del Programa Compañeros, comenta que, de noviembre del 2020 a marzo del 2021, han atendido a 831 personas trabajadoras sexuales, proporcionándoles pruebas VIH gratuitas, kits de protección para la COVID-19, algunas despensas y chequeos médicos.

Esta organización civil es básicamente la única que ha mantenido por 35 años contacto directo no sólo con trabajadoras sexuales en Ciudad Juárez, sino también con población con VIH o Sida, personas que viven en situación de calle y personas que cuentan con adicciones.

A través de esta se busca impedir la propagación del virus en mención, regalando condones, jeringas para los que utilizan drogas inyectables y haciendo pruebas rápidas para que conozcan su estado de salud.

No obstante, la cantidad de trabajadoras sexuales atendidas por Compañeros no es ni de cerca la cantidad total de personas que se dedican a ello en la ciudad, pues es una población difícil de contabilizar; no sólo por ser una práctica no regulada legalmente, sino también por la carga moral que conlleva ante la sociedad. La mayoría llevan una doble vida, o ni siquiera se asumen como tal.

“Esta situación se vuelve muy compleja a la hora de iniciar la protección de estas mujeres. Si estuvieron paradas todo el día fuera de un hotel y ninguno llega, cuando llegue uno lo que va a hacer es tratar de convencerlo, si el cliente no quiere usar condón, acceden, si se quiere quitar el cubrebocas, igual, porque necesitan el dinero”, explica.

Además, señala que entre ellas las condiciones son distintas. Pues hay desde las que pueden cobrar hasta cinco mil pesos por un servicio, hasta las que pueden cobrar 50 o 10 pesos por alguna práctica sexual en medio de la calle.

“También están las que no se asumen como trabajadoras sexuales porque lo hacen sólo esporádicamente, cuando requieren de un dinero extra. En la pandemia, al quedarse sin trabajo, algunas tuvieron que dedicarse de lleno a ello”, apunta.

Además, al no poder salir de casa, hubo quienes iniciaron a ofrecer servicios a través de Internet, o en clasificados de periódicos.

“Yo hice lo del Internet, pero no me gusta, es muy riesgoso. Además, siempre quieren ir a tu casa, y eso es peligroso, es raro el que te dice que te lleva al motel, siempre te preguntan si tienes donde. Cuando los he recibido en la casa siempre escondo el dinero”, cuenta Nancy.

Algunas organizaciones han intentado apoyar a las sexoservidoras durante estos tiempos de pandemia. Foto: Rey R. Jauregui, La Verdad.

Al no tener un registro de cuantas son, y siendo las modalidades tan diversas, es imposible determinar cuántas pudieron verse visto afectadas por el virus, o cuántas murieron al haber sido contagiadas trabajando, afirma María Elena.

CAMBIÓ EL TRABAJO, AUMENTÓ EL COMERCIO

La plaza del monumento de Benito Juárez es conocida por las personas que saben sobre el trabajo sexual como el punto de encuentro específicamente de hombres que ofrecen sus servicios.

Deborah Álvarez Fernández, activista por los derechos humanos de la comunidad LGBTT, de personas con VIH y de las trabajadoras sexuales, así como miembro del Colectivo Fanny, se jacta de conocer a todas las personas que se hacen visibles ofreciendo servicios en el Centro Histórico.

“Vivo en un sector donde trabajan personas trabajadoras sexuales, todas me conocen, donde me ven me gritan y saludan” dice. “Hace poco fui al monumento y se me acercaron unos muchachos a preguntarme qué estaba buscando, no me conocían ni yo tampoco, hay muchas caras nuevas, no nada más ahí, en todos lados, pero me llamó la atención ese día en especial”.

Ella también ejerció el trabajo sexual, aunque ahora se dedica de lleno a visibilizar los derechos de esta población, a la que se han sumado migrantes que están de manera temporal en Ciudad Juárez mientras cruzan a Estados Unidos.

SIN MIRAS A REGULACIÓN Y SEGURIDAD

María Elena Ramos recuerda qué de todas las administraciones municipales recientes, la única que ha tenido alguna intención de regular el servicio, fue la de Héctor Murguía Lardizábal.

“Tenía una idea de poner una zona de tolerancia, pero él tenía una visión recaudadora del tema”, explica. Debido a eso, la propuesta no prosperó.

En la actual administración municipal, ni siquiera se ha tocado el tema, posiblemente por la carga moral que el asunto representa, comenta.

“Son temas que confrontan mucho a las personas y no se permiten entender que con o sin el consentimiento de las autoridades y de la sociedad, pues se va a dar”, señala.

En medio de este vacío y a las condiciones que enfrentan, para Nancy y Alexa, la regulación de su actividad o la conformación de una red oficial de trabajadoras sexuales en activo es algo consideran nunca verán.

“Lo hemos estado queriendo hacer, pero las trabajadoras sexuales son, o somos, muy individualistas”, dice Alexa. Mientras que Nancy señala que las condiciones personales varían de una a otra, pues algunas prefieren no ser reconocidas oficialmente como tales, o poseen problemas de adicciones muy fuertes.

Todo ello dificulta la regulación de la actividad, y por ende, mantiene en la clandestinidad y en el riesgo latente a quienes la practican.

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“Ahorros duraron un mes”. COVID empuja a Gabriela, de 35 años, de vuelta al sexoservicio en la CdMx

sábado, marzo 6th, 2021

La pandemia por coronavirus ha duplicado el número de trabajadoras sexuales independientes en la Ciudad de México. Una de ellas es Gabriela, de 35 años, quien ya había dejado la prostitución, pero tuvo que volver por los estragos económicos de la COVID. 

Ciudad de México, 6 de marzo (SinEmbargo).- Gabriela, de 35 años, es madre soltera y mantiene a su mamá, hermana, sobrinos e hijas con los recursos que logra juntar del trabajo sexual.

En entrevista Graciela López, de la agencia Cuartoscuro, la mujer relata que ya se había retirado de la prostitución, pues comenzó a formar parte de la Comitiva Desayunador de la escuela de sus hijas, sin embargo, la pandemia de la COVID-19 la obligó a volver.

Los ahorros de su vida le duraron un mes. Había que pagar luz, celulares, internet y medicinas que ocupa su madre. Ahora aguarda en una esquina de la Merced, en la Ciudad de México.

Gabriela comenzó a ofrecer el servicio del trabajo sexual desde los 21 años. Relata que ahora trabaja más horas que antes y a veces no gana lo suficiente a pesar de que esta de 8 a 10 horas esperando a los clientes.

Ella forma parte del grupo de mujeres que toman clases de Enfermería en Brigada Callejera.

“El que quiere, puede”, dice. Desea finalizar el curso para poder obtener un certificado y encontrar un trabajo en el que pueda dedicarse a la Enfermería y tener un salario fijo.

El trabajo sexual ha aumentado durante la pandemia. Foto: Graciela López/Cuartoscuro.

Sexoservidoras ahora trabajan más, pero ganan menos. Foto: Graciela López/Cuartoscuro.

La pandemia por coronavirus ha duplicado el número de trabajadoras sexuales independientes en la Ciudad de México, según estimaciones de la asociación Brigada Callejera de Apoyo a la Mujer “Elisa Martínez” publicadas en febrero.

En un comunicado, la organización señaló que mientras antes de la pandemia había unas 7 mil 700 trabajadoras sexuales, actualmente se estima que el número ascendió a 15 mil 200 tan sólo en la capital mexicana, debido a las difíciles condiciones económicas derivadas de la crisis sanitaria.

El organismo detalló que de este aumento, 40 por ciento son mujeres que habían dejado el trabajo sexual, pero han tenido que regresar a las calles; otro 40 por ciento son mujeres que iniciaron a raíz de la crisis; y el 20 por ciento restante representa a las que no están en un punto específico, es decir, caminan en vía pública buscando clientes.

Arlen Palestina Pandal, representante legal de Brigada Callejera, señaló que estas mujeres están continuamente olvidadas, violentadas y estigmatizadas, además, tienen mayores posibilidades de contagio, no cuentan con apoyos del Gobierno ni con espacios para trabajar como los hoteles.

“Lo que nosotros urgimos es respeto al trabajo sexual y el reconocimiento al amparo ganado 112/2013, que permita en vía publica que las compañeras ejerzan su oficio con respeto y corresponsabilidad”, indicó.

Señaló que a partir de la pandemia por COVID-19, no se ha tenido una respuesta clara ni honesta del Gobierno mexicano para este grupo de trabajadoras.

Elena Reynaga, secretaria ejecutiva de la Red de Mujeres Trabajadoras Sexuales de Latinoamérica y el Caribe (RedTraSex) señaló que este es un problema regional derivado de que ningún gobierno definió una política para las trabajadoras sexuales ante la COVID-19.

Recordó que esto ha empujado a las mujeres a trabajar aún más en la clandestinidad, además dijo que la pandemia “ha hecho más urgente” reconocer el trabajo sexual para evitar mecanismos de chantaje y explotación laboral.

Ante este panorama, la organización Tejiendo Pueblos, Amigos Remendando Oficios desde el año pasado puso en marcha una iniciativa para apoyar a esta población con entrega de despensas, comida, condones y cubrebocas.

Además, ha iniciado su campaña 2021 para apoyar a trabajadoras sexuales cisgénero y trans con una despensa que las ayude a sobrellevar la situación.

En México, un estudio del Consejo Nacional para la Prevención y Control del Sida (Conasida) reveló que el 70 por ciento de las trabajadoras sexuales no tiene pareja, pero el 78 por ciento tiene hijos, por lo que se vuelve fundamental la búsqueda de mecanismos para apoyarlas.

-Con información de Graciela López, de Cuartoscuro, y de la agencia EFE.