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La historia de The Velvet Underground llega a Apple TV de la mano de Todd Haynes

jueves, octubre 14th, 2021

La producción, que utilizó material de archivo para poder revivir las voces de Lou Reed, Sterling Morrison, Angus MacLise y Nico, ahonda en el éxito de la banda y la revolución que causaron en la industria.

Por Alicia García de Francisco

Madrid, 14 de octubre (EFE).- Todo lo que llegó tras The Velvet Underground estaba inspirado en ellos. Desde David Bowie al punk rock, Patti Smith o la New Age. Fueron “la raíz de todo lo demás”, afirma a EFE Todd Haynes, director de un documental sobre la historia de la banda que llega este viernes a Apple TV.

Por eso, su documental está construido alrededor de la banda pero también del espíritu de la época, de las películas y el mundo artístico del Nueva York de los 70, de The Factory de Andy Warhol, en un intento de captar “el espíritu experimental y de vanguardia” que existía.

“Si íbamos a hacer un documental, no podía parecer ni sonar como un documental normal, esos bustos parlantes que te dicen lo que pensar, qué es bueno y qué es malo”, explicó Haynes en una entrevista tras presentar el filme en el último Festival de Cannes.

Solo cinco álbumes, grabados entre 1967 y 1973, sirvieron para revolucionar el rock. Foto: EFE

Un documental lleno de testimonios pero también de estilo cinematográfico, con un montaje vertiginoso, pantalla partida en dos o convertida en un puzzle de imágenes, una narración que se corresponde a la perfección con el Nueva York de la Velvet Underground.

Lou Reed, John Cale, Sterling Morrison y Angus MacLise formaron el grupo en 1964 y al año siguiente MacLise fue sustituido por Maureen Tucker. Posteriormente se uniría Nico, aunque siempre se consideró su colaboración como temporal. Y en 1969 se fue Cale, a quien reemplazó Doug Yule.

Solo cinco álbumes, grabados entre 1967 y 1973, sirvieron para revolucionar el rock e influenciar el trabajo de muchos músicos posteriores y el surgimiento de nuevos estilos.

“Todo el mundo escuchaba música inspirada por ellos, yo había escuchado la música de muchos que se habían inspirado en la Velvet, como David Bowie, el punk rock, Patti Smith, la New Age…Y de repente al comienzo de la universidad escuché The Velvet Underground y dije: ‘ah ok, esta es la raíz de todo lo demás'”, recuerda Haynes.

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Y para reflejar lo que la Velvet supuso y también el momento en el que surgió, Haynes decidió que el documental debía mostrar ejemplos del arte que se hacía en aquella época, especialmente en el cine.

“Quisimos dejar que ese lenguaje visual describiera lo que estaba pasando en la música y permitir a la audiencia encontrar los paralelismos entre los experimentos en el cine de la época y los de la música, porque estaban profundamente conectados, ese fue el punto de partida”, precisa el realizador.

The Factory era un lugar extraño y especial para la vida de los creadores, se hacía arte visual, cine, música, happenings, lecturas de poesía. “Es difícil encontrar otro ejemplo similar en los tiempos modernos en términos de arte popular”, asegura Haynes, director de títulos como “Lejos del cielo” (“Far from Heaven”), “I’m not There” o “Carol”.

De ahí el particular estilo del documental, que mezcla con multitud de testimonios. Desde David Bowie a Jackson Browne, Jonathan Richman -que asegura haber asistido a 80 conciertos de The Velvet-, John Waters, La Monte Young, Delmore Schwartz o Jonas Mekas, la hermana de Reed -Merrill reed-weiner- e incluso Allen Ginsberg. Sin olvidar a cada uno de los miembros de la banda.

Se usaron imágenes y voces de archivo para poder escuchar a Lou Reed, Sterling Morrison, Angus MacLise y Nico, mientras que sí se contó con Moe Tucker y con John Cale, que deja una perfecta definición de la banda: buscaron “cómo ser elegantes y cómo ser brutales” al mismo tiempo.

Al único al que no consiguieron fue a Doug Yule, que no quiso salir de su mundo actual. “Entiendo que hay gente que no necesariamente quiere volver al pasado”, afirmó Haynes, que sin embargo reconoció que “fue decepcionante” no poder contar con él.

La mayoría de las entrevistas (18 de 19) las grabaron en 2019, así que cuando llegó la pandemia en 2020 ya las tenían, así como todo el material de imágenes y fotos.

“Fue el momento perfecto para poder dedicarnos a este proyecto y ser autosuficientes”, asegura el realizador, que junto a su equipo, buceó en más de 600 horas de imágenes y más de 7.000 imágenes para elegir lo que querían contar. Una primera versión de más de 12 horas acabó en los 110 minutos que dura el documental.

Material, mucho inédito, procedente de los archivos de los productores Wyatt Stone y Bryan O’Keefe, de la Fundación Warhol -grabaciones de The Velvet Underground ensayando en The Factory-, o del archivo Lou Reed -maquetas de las primeras canciones de la banda-.

Un documental lleno de testimonios pero también de estilo cinematográfico. Foto: EFE

Imágenes que reconstruyen los orígenes de sus miembros, especialmente de Lou Reed con su complicada personalidad desde niño y su obsesión por convertirse en estrella pese a ni cantar ni tocar realmente bien, y de John Cale, que saltó de Gales a Nueva York y que hasta los siete años ni siquiera hablaba inglés.

Un extraordinario documental en el que se ve a Lou Reed diciendo que los 2.79 dólares que consiguió por derechos de autor de su primera grabación fue más de lo que sacó de The Velvet.

O cómo los miembros del grupo consideraban que las letras de las canciones de The Beatles eran para niños; que el grupo odiaba el movimiento hippie y que los ensayos para su álbum de debut, “The Velvet Underground & Nico” (1967), con la famosa banana de Warhol como portada, duraron más de un año.

Muchos datos ya conocidos pero contados de forma extraordinaria por Haynes, que rinde un gran homenaje a un grupo esencial que casi cincuenta años después de su separación siguen sonando innovadores.

Apple estrenará un documental sobre la banda The Velvet Underground, dirigido por Todd Haynes

jueves, octubre 22nd, 2020

El documental dedicado al grupo liderado por Lou Reed y enmarcado en la Nueva York de Andy Warhol es el cuarto que estrena Apple sobre estrellas musicales.

Los Ángeles (EU), 21 de octubre (EFE).– Apple ha adquirido el documental sobre la banda The Velvet Underground dirigido por el cineasta Todd Haynes, nominado al Óscar por Far from Heaven (2003).

“The Velvet Underground creó un nuevo sonido que cambió el mundo de la música, consolidando su lugar como una de las bandas más veneradas del rock ‘n’ roll”, indicó la compañía en un comunicado que anunció que el filme estará disponible en el catálogo de Apple TV+.

La cinta narra “cómo la banda se convirtió en un emblema cultural que representa una serie de contradicciones: es de su tiempo, pero atemporal; literaria, pero realista; arraigada en el arte elevado y también en la cultura callejera”, avanzó.

Por el momento se desconoce la fecha exacta de estreno, aunque parece que no será antes de 2021.

El documental dedicado al grupo liderado por Lou Reed y enmarcado en la Nueva York de Andy Warhol es el cuarto que estrena Apple sobre estrellas musicales.

Billie Eilish estrenará en febrero de 2021 un documental sobre su vida y su carrera musical, con la que hizo historia este año al convertirse en la artista más joven que gana las cuatro categorías principales de los prestigiosos Grammy.

La cinta se titulará Billie Eilish: The World”s a Little Blurry.

Por su parte, Bruce Springsteen lanzará esta semana en la misma plataforma una cinta que muestra el proceso de grabación de su vigésimo álbum de estudio, “Letter To You”.

Además, hace unos meses Apple TV+ estrenó Beastie Boys Story.

Las plataformas de streaming están explotando la estrategia de lanzar documentales sobre artistas que se reciben con éxito entre sus amplios círculos de seguidores.

A principios de este año, Netflix estrenó Miss Americana sobre Taylor Swift y en 2017 hizo lo mismo con Five Foot Two, el retrato audiovisual de Lady Gaga. Aunque quizás el más publicitado fue Homecoming: A Film by Beyoncé, con la emblemática actuación de Beyoncé en el Festival de Coachella de 2018.

COLUMNISTA INVITADO | “The Velvet Underground & Nico”: 50 años caminando por el lado salvaje, por Roque Casciero

sábado, abril 1st, 2017

La banda sonora del infierno urbano es más actual hoy que hace medio siglo. Cuando se revisita una obra o un evento de hace cincuenta años, un error frecuente es extrapolar las circunstancias al presente. Si hoy el rock está en todas partes, ¿cómo no iba a ser así en 1967? De allí que, en cierto imaginario, ése haya sido un año pletórico de psicodelia para las sociedades occidentales.

Ciudad de México, 25 de marzo (SinEmbargo).- Al cabo, fue cuando los Beatles publicaron Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band y cuando Pink Floyd apareció en escena con sus primeros singles. El año del Verano del Amor, del hippismo cantándole a las flores y a los viajes astrales… Sin embargo, más allá de los números de la beatlemanía la realidad era que esos jóvenes vivían en medio de una sociedad represiva y anticuada, hecho que se potenciaba en países como la Argentina, donde los golpes de estado eran moneda corriente.

Tanto para ese imaginario minoritario de flores y ácido lisérgico como para el común de traje, corbata e hipoteca a pagar, la aparición de The Velvet Underground & Nico resultó una anomalía, una aberración, un desatino. Ese álbum, que hoy es reverenciado como el antecedente del punk y el inicio del rock alternativo, sólo llegó a las bateas porque detrás estaba Andy Warhol, el artista plástico que había puesto las palabras “pop art” en las páginas de los diarios y que para entonces ya tenía su Factory (así se llamaba su usina creadora) repleta de “súper estrellas” que sólo él podía imaginar como tales. Es que, incluso entre los que deberían haber estado más abiertos a nuevas experiencias sonoras y poéticas, la mera existencia de The Velvet Underground, el cuarteto formado por Lou Reed, John Cale, Sterling Morrison y Moe Tucker, hacía más ruido que las guitarras de “European Son”.

La banda se había formado en 1964, cuando Reed trabajaba para el sello Pickwick facturando como chorizos canciones que remedaran a los éxitos radiales. Como necesitaban músicos para las grabaciones, allí cayó Cale, un galés con nutrido background en la música vanguardista, quien se sorprendió cuando el guitarrista le mostró los temas que mantenía lejos de los oídos de los dueños de Pickwick: en lugar de pedirle a su chica que tomara su mano o narrar viajes entre fragmentos de colores, Reed le ponía banda sonora a un pico de heroína y a una sesión de sadomasoquismo.

Si Cale, que tocaba el bajo y la viola eléctrica, venía del lado culto de la música, Reed, que había estudiado letras en la Universidad de Syracuse lo hacía del de la literatura. Sin embargo, uno y otro tenían también mucha calle. Lo que en la Nueva York de 1967 implicaba convivir entre -y con- dealers, putas, travestis, racismo, estafadores, peep shows y una suerte de farándula decadente. Y mientras el resto elegía mirar para otro lado, la dupla comenzó a combinar esas temáticas con un rock que abrevaba en lo experimental y arriesgaba, quizá, más de lo debido. Morrison, viejo compañero de estudios de Reed, aportó su guitarra más “convencional” al combo. Tucker -que reemplazó a Angus McLise, el batero original- terminó de redondear el sonido único de la banda con su modo primitivo de tocar la batería.

El mundo estaba en otra, pero dentro de la Factory los ojos se abrieron cuando Paul Morrissey, mano derecha de Warhol, avisó que había encontrado a la banda ideal para un evento del artista plástico y cineasta. Poco después de conocerse las partes, allí estaban todos formando parte de “Andy Warhol’s Up-tight”, un espectáculo en el que VU tocaba mientras se proyectaban sobre los músicos dos películas al mismo tiempo, y Gerard Malanga, otro habitué de la Factory, bailaba haciendo rechinar un látigo contra el suelo.

El detalle para nada menor era que entonces ya estaba sobre el escenario Nico, la gélida belleza germana que Warhol le había impuesto a la banda. Para Morrissey, Reed no tenía presencia de frontman -bueno, en algo podía equivocarse, ¿no?- y esa rubia actriz vestida de blanco, en contraste con el “uniforme” negro del cuarteto, aportaba una imagen poderosa. La dama podía cantar, aunque le costara bastante, y ya había grabado un single, así que la adición podía funcionar.

Pasó medio siglo, pero en cualquier momento va a volver a ser una mañana de domingo. Foto: Especial

Shows a los que no iba nadie, un viaje a California donde se estableció la pelea entre Reed y Frank Zappa, el cantante enamorado de Nico, Cale enamorado de Nico, noches de descontrol: la historia continuó hasta desembocar en The Velvet Underground & Nico, el disco que el domingo cumplirá 50 años. Ese mismo que, tanto por su temática poco apta para la radio como por problemas con su contratapa y el poco interés del sello para promocionarlo, pasó sin pena ni gloria en el momento de su lanzamiento.

Sin embargo, a menudo se lo cita como el disco debut más influyente de la historia del rock (para quien escribe, a la frase hay que sacarle la palabra “debut”). Brian Eno dijo en una entrevista que sólo 30 mil personas habían comprado ese álbum, pero que todas habían formado su propia banda. David Bowie, Iggy Pop, The Strokes, Sonic Youth, Patti Smith, Don Cornelio y la Zona, Nirvana, los Ramones, Television, El Mató a un Policía Motorizado, Kraftwerk, Pixies, Talking Heads, Jesus & Mary Chain, Jonathan Richman, Nick Cave, los Ratones Paranoicos, Belle & Sebastian y Joy Division están entre quienes se formaron bajo ese influjo, que venía escondido tras una banana que se pelaba en la tapa de un vinilo.

Warhol luego repetiría la idea con más suceso en la tapa de Sticky Fingers, de los Stones, pero con un cierre en el jean y el logo de la lengua cuando se abría. Pero la banana de The Velvet Underground & Nico se convirtió exactamente en lo que el artista del peluquín canoso quería sobre su producción: un icono pop que en muchos casos ni siquiera se asocia con el disco ni la banda. De todos modos, Warhol fue crucial para que el álbum pudiera existir, porque sin su aura VU no le habría interesado a ningún ejecutivo discográfico de la época. Eso sí, el cargo de “productor” que figura en la contratapa no tiene mucho que ver con lo que tradicionalmente implica esa figura: sólo se limitó a verificar que el grupo pudiera grabar como se le cantara.

The Velvet Underground & Nico le pone sonidos a un descontrolado infierno urbano, sí, pero es un universo más amplio del que habitualmente se tiene en cuenta al repasar su influencia: la particular mirada de Reed abarca una miríada de relaciones humanas, desde un amor adulto hasta la transa de drogas. Esa poesía con sabor a cemento, noche y basura acumulada en la vereda generó una obra única cuando se cruzó con el vanguardismo sonoro de Cale, las guitarras ubicuas de Morrison, la percusión machacante de Tucker y la voz cavernosa de Nico.

Lo paradójico es que el disco arranca en la mañana del domingo (“Sunday Morning”), cuando las perversiones de la noche anterior necesitan de una pausa para recobrar bríos; cierta dulzura melancólica se trasunta en la voz de Reed, mientras el sol se filtra por las rendijas. Entonces, si el presente es ese nuevo amanecer, ¿por qué no pensar a todo lo que sigue como poderosos flashbacks, de esos en los que el pasado reciente se confunde con el que no lo es tanto? Porque enseguida el ritmo trepidante de “I’m Waiting for my Man” pone al cantante en Harlem con 25 dólares en la mano, esperando para comprar heroína, mientras la banda sigue los dictados de Tucker.

Nico hace su primera aparición para cantar “Femme Fatale”, tal vez un guiño perverso de Reed escondido en la aparente simpleza y calma pastoral de la melodía: la actriz que él no quería en el grupo termina cantando sobre una dama que va a hacer sufrir a cualquiera que la ame. Y de ahí a las brillantes, brillantes botas de cuero de “Venus in Furs”, con título y temática sacados de la obra de Leopold von Sacher-Masoch (el propio nombre del grupo tiene que ver con el sadomasoquismo), y la viola de Cale abriéndole nuevos horizontes al rock.

Más transa: “Run Run Run” vuelve a la calle en busca de heroína, esta vez en plan más descriptivo del entorno y los personajes (Margarita Passion, Seasick Sarah, Beardless Harry), a la manera de lo que más tarde Reed haría en “Walk on the Wild Side”. La cara A del vinilo cierra con “All Tomorrow’s Parties”, la favorita de Warhol, en la que Nico se erige en estatua de hielo mientras Reed divaga libremente con su guitarra sobre una base monolítica.

El lado B arranca con “Heroin”, la canción que fue descripta como el soundtrack de un pico de esa droga: los vaivenes de la melodía, siempre con la viola de Cale como elemento distintivo y la percusión en un segundo plano que estalla cuando la heroína hace efecto, acompañan el relato alucinado de un junkie que se siente “como el hijo de Jesús”. “Heroína, sé mi muerte / Heroína, es mi esposa y es mi vida”, se sobreexcita Reed mientras Cale lleva a su instrumento a un paroxismo caótico. “Gracias a Dios estoy tan bien como muerto”, dice el cantante hacia el final, que llega con la frase “Y supongo que simplemente no sé”.

“There She Goes” tiene coros que remedan (de modo muy neoyorquino) a los de los Beach Boys, en una de las canciones más “normales” del álbum, si no fuera porque describe a una dama que va a engañar al cantante con todos sus amigos y va a volar como un pájaro a la primera de cambio. La frase “deberías pegarle” habla más del Reed perturbado de esa época que del esposo amable que describe su viuda Laurie Anderson. Y la idea de esa ambigüedad se hace patente cuando Nico canta “I’ll Be Your Mirror”, una canción de amor hecha y derecha, en la que el amante se propone reflejar al otro. “En caso de que no lo sepas”, le dice.

“La idea aquí fue encadenar las palabras por cómo sonaban, sin un sentido en particular. Me encantaba el título”, escribió Reed en una nota al pie de la letra de “The Black Angel’s Death Song” incluida en su libro Between Thought and Expression. Esa suerte de cadáver exquisito compuesto a cuatro manos con Cale (y su viola, una vez más) también abre caminos posibles para la expresión rockera. Y uno de ellos es “European Son”, la canción que cierra el disco: poesía breve e inescrutable (dedicada al escritor Delmore Schwartz, mentor de Reed, que odiaba las letras de rock), y un maelstrom sonoro que prefiguraba el noise y buena parte del rock experimental que vendría en el futuro. Acoples, platillos que caen al piso, una guitarra enfebrecida, riffs que aparecen y se van: de cómo una zapada se convirtió en influencia clave en la historia de la música.

Y entonces el flashback termina, la púa queda cerca de la etiqueta azul de Verve (un sello de jazz, increíblemente), y la sensación de que acaba de ocurrir algo diferente se multiplica. Para los 30 mil que lo compraron cuando salió o para el que ahora, por esas cosas de los aniversarios, decide darle play por primera vez en su servicio de streaming. Incluso para quienes hayan procesado todo lo que vino después gracias a su influencia, The Velvet Underground & Nico continúa siendo un disco actual, moderno, con un ímpetu que muchos intentaron replicar y se quedaron en el camino. Pasó medio siglo, pero en cualquier momento va a volver a ser una mañana de domingo.

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