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Asintomáticos no están sanos y pueden contagiar COVID. ¿Cómo surgió el rumor de que son “falsos positivos”?

miércoles, abril 7th, 2021

Las noticias falsas sobre la COVID-19 continúan creciendo en Internet, donde los rumores de que los asintomáticos no existen se basan en la idea de que los médicos, medios y la OMS están supeditados a ciertos intereses, sin embargo, la investigación científica revela no sólo la existencia de los casos asintomáticos, sino que deja en claro su papel en la propagación de la enfermedad.

Bogotá, 7 abr (EFE).- Los pacientes asintomáticos sí son portadores del coronavirus y pueden contagiar la enfermedad, en contravía de lo que aseguran publicaciones en las redes sociales que los consideran “personas sanas” o “falsos positivos”.

Mensajes en tal sentido circulan este mes en plataformas como Facebook y Twitter, mientras dispersan afirmaciones como que “los asintomáticos no existen” o que se trata de “personas saludables a quien el Estado intenta convencer de estar enfermos”.

Una de estas denuncias es atribuida a una médica identificada como Natalia Prego y adscrita a Médicos por la Verdad, un movimiento negacionista surgido con la pandemia que se expande con rapidez entre continentes, con Alemania, España y Latinoamérica como ejes más activos.

Según citas achacadas a Prego en una imagen compartida docenas de veces, “los asintomáticos no existen, son test dando falsos positivos” y se trata de personas que “no están enfermas, están sanas y por lo tanto no contagian nada a nadie”.

“Hay una gran manipulación psicológica entre la población. Hay médicos que tal vez están obligados a decir lo que quieren sus gobiernos, medios de comunicación y la OMS”, añade el mensaje.

Otras publicaciones, esta vez sin atribuir una fuente, advierten además que las autoridades “jamás van a admitir que los asintomáticos son personas sanas, porque es la base de toda esta gran mentira”.

DATOS: Lo cierto es que, según la evidencia científica y las autoridades sanitarias globales, los pacientes asintomáticos sí pueden transmitir la enfermedad y en ningún caso son considerados personas sanas o “falsos positivos” de las pruebas anticovid.

De acuerdo con la Guía sobre cómo se transmite la COVID-19 de la Organización Mundial de la Salud (OMS), “independientemente de que tengan síntomas o no, las personas infectadas pueden ser contagiosas y el virus puede transmitirse a otras personas”.

Los datos de laboratorio de hecho sugieren, según la entidad, que “las personas infectadas parecen ser más infecciosas justo antes de que desarrollen síntomas (es decir, dos días antes) y al comienzo de la enfermedad”.

Pero en ningún caso no presentar síntomas es sinónimo de no contraer el virus.

La OMS precisa en ese documento que existen tanto pacientes asintomáticos -aquellos contagiados que nunca presentan síntomas de la enfermedad- como presintomáticos -o quienes inicialmente no reportan señales, pero las desarrollan pocos días después-. En ambos casos, hay transmisión del virus.

La situación es aún más compleja: un estudio publicado en enero pasado y realizado por altos especialistas de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) de EU halló que “más del 50 por ciento de los casos de coronavirus son transmitidos por personas que no presentan síntomas”.

El Departamento de Salud de EU hace eco de esa investigación en su página web y resalta que dichos hallazgos “sugieren que la identificación y el aislamiento de personas sintomáticas con COVID-19 no controlan por sí solos la propagación en curso del SARS-CoV-2”.

Lo cierto es que, según la evidencia científica y las autoridades sanitarias globales, los pacientes asintomáticos sí pueden transmitir la enfermedad y en ningún caso son considerados personas sanas o “falsos positivos” de las pruebas anticovid. Foto: Demian Alday Estévez, EFE

De hecho, los investigadores estiman que un 24 por ciento de las personas que transmiten el virus a otros nunca desarrollan síntomas y otro 35 por ciento son presintomáticos.

Tampoco es cierto, como aseguran los mensajes en las redes sociales, que los pacientes asintomáticos son producto de “falsos positivos” o errores de las pruebas estandarizadas para detectar la presencia del virus en el organismo.

Como explicó a Efe José David Urbaez, director científico de la Sociedad de Infectología del Distrito Federal de Brasil, “no existe posibilidad de un falso positivo en los test de biología molecular para SARS-CoV-2, pues se tratan de plataformas altamente específicas”.

“Lo que sí existe muchas veces son falsos negativos, en relación a la colecta fuera de la curva de detección en los tejidos de las vías aéreas superiores, donde se hace necesario un tiempo de cuatro a cinco días para que el virus alcance una concentración adecuada”, explicó.

El experto concluyó que dichos mensajes virales son “una inmensa falacia”.

UNA CONFUSIÓN QUE DATA DE 2020

Estas publicaciones sociales aprovechan la confusión generada el 8 de junio de 2020, cuando la líder técnica de la respuesta a la pandemia de la OMS, Maria Van Kerkhove, aseguró en una rueda de prensa que “es muy raro que las personas que no presenten síntomas de la enfermedad actúen como superpropagadores”.

Ante la sorpresa de la comunidad científica y los comentarios que llamaban a la mesura ante la falta de información en ese momento, la misma organización aclaró al día siguiente en una transmisión en vivo que todo se había tratado de un malentendido.

La epidemióloga explicó que había “usado erróneamente la expresión ‘inusual’” para referirse, en realidad, a que hasta esa fecha sólo existían “dos o tres” investigaciones científicas concluyentes sobre el tema.

Peatones con mascarillas en la ciudad de japonesa de Osaka, el lunes 5 de abril de 2021. Foto: Juntaro Yokoyama/Kyodo News vía AP

“Respondía a una pregunta en una conferencia de prensa, no estaba declarando una política de la OMS ni nada parecido”, dijo Kerkhove durante la conexión en redes sociales.

La entidad rectificó y, finalmente, declaró que los asintomáticos sí pueden contagiar la enfermedad. Por tanto, insistió en que la mejor manera para contrarrestar el virus es “seguir todas las medidas de distanciamiento físico” y el lavado frecuente de manos, además de las barreras físicas como las mascarillas o tapabocas.

La vacuna malvada, el 5G asesino y ahora, la “plandemia”, la novedad en las teorías de la conspiración

martes, enero 5th, 2021

El término “plandemia” cuajó para definir la supuesta conspiración que argumentaba que la pandemia había sido inventada y que dio pie a grandes manifestaciones en agosto, con “plandémicos” junto a quienes rechazaban la distancia interpersonal y el uso de mascarillas para evitar el contagio.

Por Fernando Labrador

Madrid, 5 ene (EFE).- La aparición del nuevo coronavirus disparó en 2020 la desinformación en todas sus formas y alumbró una nueva gran teoría conspirativa, la “plandemia” -según la cual la pandemia fue planificada-, que se suma a otras que resurgieron con más fuerza: las que demonizan las vacunas o la tecnología 5G de telefonía y el movimiento QAnon, que engloba a todas ellas.

EL ORIGEN DEL NUEVO VIRUS

Cuando el nuevo coronavirus se daba a conocer en todo el mundo, aparecían los primeros rumores, que afirmaban que el patógeno era un arma biológica creada por China, o viceversa, para minar al gigante asiático.

Todas las especulaciones sobre el origen tenían una premisa: era artificial. Y en la ciudad china en la que se diagnosticaron los primeros casos, Wuhan, existe un laboratorio biotecnológico, donde, según estas teorías, debió de salir el virus, ya fuera a propósito o por error.

Todas las especulaciones sobre el origen tenían una premisa: era artificial. Y en la ciudad china en la que se diagnosticaron los primeros casos, Wuhan, existe un laboratorio biotecnológico, donde, según estas teorías, debió de salir el virus. Foto: Zhang Yuwei/Xinhua vía AP

Esa teoría la alentaron medios como Fox News en abril, pese a que en marzo ya habían sido publicados en Nature “datos genéticos irrefutables” del origen animal del SARS-CoV-2, basados en que la estructura vertebradora del patógeno no deriva de ningún virus conocido previamente.

Además, una de las proteínas presentes, la S -distinta en animales y humanos- es más larga que la de sus homólogas de murciélago.

En aquel momento, decenas de científicos occidentales habían publicado también un documento en la revista científica The Lancet en apoyo de los colegas chinos que habían investigado el origen del nuevo coronavirus.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) confirmó en mayo que el virus tenía un origen animal y refutó su creación en laboratorio, pero siguieron circulando supuestos orígenes alternativos, como su creación por farmacéuticas para vender vacunas, complots de Bill Gates o George Soros, e incluso que el virus no existe y lo inventó la prensa.

LA “PLANDEMIA”

El juego de palabras entre plan y pandemia -que en inglés es similar, “plandemic”- dio nombre a un documental muy popular en mayo, visto más de 8 millones de veces en Facebook y más de 7 millones en YouTube antes de ser suprimido tres días después.

En el video era entrevistada la científica estadounidense Judy Mikovits, cuyas investigaciones ya habían sido refutadas por otros, lo que no evitó su fama, y que se publicara una secuela de “Plandemic” en agosto, vetada desde el primer momento y menos viralizada.

El término “plandemia” cuajó para definir la supuesta conspiración que argumentaba que la pandemia había sido inventada y que dio pie a grandes manifestaciones en agosto, con “plandémicos” junto a quienes rechazaban la distancia interpersonal y el uso de mascarillas para evitar el contagio.

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En esa estela, el movimiento antimascarillas difundió varios rumores durante el año, como que los cubrebocas provocan hipoxia o intoxicaciones y causan infecciones o pleuresía, todos ellos desmentidos, siempre que el uso sea correcto.

ANTIVACUNAS CON VIENTO A FAVOR

El movimiento antivacunas es uno de los más antiguos en la historia de la desinformación. Si desde 1852 fue obligatorio vacunar a bebés en el Reino Unido, poco después aparecieron asociaciones de opositores que en 1898 lograron una cláusula de objeción de conciencia para los padres.

A finales del siglo XX, dos casos también surgidos en el Reino Unido reactivaron a los antivacunas: un informe sobre niños con problemas neurológicos tras vacunarse de difteria, tétanos y tosferina -sin pruebas concluyentes- y una alerta por posible relación con el autismo de la vacuna contra sarampión, paperas y rubeola, tras una prueba que fue falsificada, según se supo en los años siguientes.

Pese al declarado fraude, el siglo XXI comenzó con ímpetu para los antivacunas, en especial por esa presunta relación con el autismo, nunca probada, pero alentada por personajes famosos como Robert de Niro o Donald Trump.

Que tienen efectos secundarios peligrosos, que previenen enfermedades erradicadas y que sólo sirven para el negocio farmacéutico son tres de los más difundidos rumores antivacunas.

Como afirma la OMS, es “mucho más fácil padecer lesiones graves por una enfermedad prevenible mediante vacunación que por una vacuna”, pues “los beneficios de la vacunación superan largamente los riesgos”. Y si acabaran las vacunas, reaparecerían pronto enfermedades casi erradicadas.

La OMS calcula que evitan entre dos y tres millones de muertes cada año y además permiten reducir la propagación de la resistencia a los antibióticos.

La pandemia de coronavirus reactivó en 2020 a los antivacunas, que desplegaron un sinfín de falsedades para meter miedo; por ejemplo, que las vacunas basadas en ARN mensajero producen alteraciones genéticas, cuando no es posible porque una vez generada la respuesta inmunitaria la molécula se degrada.

La OMS calcula que las vacunas evitan entre dos y tres millones de muertes cada año y además permiten reducir la propagación de la resistencia a los antibióticos. Foto: Jean-François Badias, AP

Otro engaño era que la COVID-19 es causada por un ingrediente de la vacuna antigripal, el polisorbato 80, pese a que no hay evidencia científica de que ese estabilizador sea inseguro. Tampoco es cierto que una vacuna de Bill Gates causase un reciente brote de polio en África, ni que se elaboren con tejidos de fetos abortados ni que el coronavirus se propagara a partir de vacunas de gripe contaminadas.

“Las vacunas son los fármacos más seguros, no hay un producto con menos efectos secundarios”, explicó a EFE Verifica el doctor Jesús Molina Cabrillana.

Si la “plandemia” fue la estrella de la desinformación en 2020, todo apunta a que los antivacunas marquen el ritmo en 2021, año en el que la vacunación puede ser el factor principal para que la pandemia remita.

DESPLIEGUE CONTRA EL 5G

El temor a las nuevas tecnologías ha ido siempre ligado a la evolución humana. Los campos electromagnéticos en general y las telecomunicaciones en particular han estado en el foco de los escépticos, sobre la base de que faltan evidencias científicas a largo plazo de su inocuidad para la salud, pero extendiendo rumores sin rigor.

En 2020 la quinta generación de las telecomunicaciones (5G) generalizó su despliegue en Europa y ganó, pues, visibilidad precisamente en el año pandémico, lo que hizo que se cruzaran conjeturas y dieran lugar a híbridos: rumores que relacionaban 5G y COVID.

No hay ninguna prueba de esa vinculación, pero se han sucedido desinformaciones virales en ese sentido durante 2020; entre ellas, que causa colapsos respiratorios o que la Unión Europea confirmó el daño a la salud.

EL AUGE DE QANON

El cantante español Miguel Bosé arremetió en 2020 contra vacunas, mascarillas, farmacéuticas, Bill Gates y el 5G, todo con afirmaciones falsas. Esa mezcolanza conspirativa es cada vez más profusa, pues, como han indicado muchos expertos, quienes creen en una teoría son propensos a creer en otras.

En Estados Unidos desde 2017 -y de forma creciente en Europa- hay una teoría de la conspiración aglutinadora del resto, en la que caben todas las demás, sin casi excepciones: QAnon.

Un miembro del movimiento QAnon habla disfrazado y con una pancarta que dice “Q me envió” en Phoenix, Arizona. Foto: Álex Segura, EFE

Se originó en 2017 a raíz de unas supuestas revelaciones secretas sobre que una élite pedófila rige el mundo, con Hillary Clinton, Barack Obama y el papa Francisco en la cima. A ellos les atribuyen el rapto de niños y cualquier otra fechoría imaginable, así como intenciones genocidas, entre las que se encontrarían vacunas y el 5G como herramientas.

En ese contexto, la pandemia de coronavirus fue un maná para QAnon, que vio aumentar sus grupos y etiquetas en las redes sociales.

Ya hay un intento de freno: en julio Twitter prohibió miles de cuentas asociadas a QAnon; en agosto siguió la misma senda la empresa de Mark Zuckerberg en Facebook e Instagram, y en octubre restringió también YouTube la multitud de desinformación con la que los “anon” inundaban la mayor plataforma de videos.