Posts Tagged ‘Paulo Coelho’

Marruecos será escenario de El Alquimista, el segundo rodaje más caro en la historia del país

viernes, diciembre 4th, 2020

El rodaje está previsto que comience el próximo abril y que dure tres meses, explicó el director del CCM que añadió que la elección artística de los lugares de rodaje aún se está estudiando por los equipos técnicos de la película.

Rabat, 4 de diciembre (EFE).– Marruecos será escenario del segundo rodaje más caro de la historia del país que tendrá lugar en primavera y supondrá para el país magrebí una inversión de 200 millones de dirhams (18 millones de euros/22 millones de dólares).

Se trata de una película basada en la famosa novela El alquimista del brasileño Paulo Coelho, con el mismo título, y será producida por Kevin Scott Frakes, según confirmó hoy a Efe el director del Centro Cinematográfico Marroquí (CCM), Sarim Fassi Fihri.

El rodaje está previsto que comience el próximo abril y que dure tres meses, explicó el director del CCM que añadió que la elección artística de los lugares de rodaje aún se está estudiando por los equipos técnicos de la película.

Medios marroquíes barajaron el nombre del actor Tom Cruise como posible protagonista del largometraje que en principio se rodará en la ciudad de Fez, y las de Marrakech, Essauira, Erfud, en el sur del país.

Se trata del segundo rodaje más caro hecho en Marruecos tras la serie de Homeland que supuso una inversión de 280 millones de dirhams (25 millones de euros/30.4 millones de dólares).

La crisis sanitaria del coronavirus causó una caída del 50 por ciento de las producciones extranjeras rodadas en Marruecos, y que van a suponer una baja del volumen de negocios de 400 millones de dirhams (36 millones de euros/43.8 millones de dólares).

El director del CCM explicó que los rodajes se han suspendido a mediados de marzo tras haber decretado el confinamiento domiciliario en el país para luchar contra la COVID-19, antes de retomar su actividad desde el pasado mes de agosto.

Marruecos ofrece numerosas facilidades para el rodaje de películas y series extranjeras, y cuenta con numerosos técnicos y especialistas en todos los oficios del cine; esto, más la estabilidad de que goza el país en comparación con otros posibles escenarios árabes u “orientales”, lo han convertido en un lugar privilegiado de rodaje.

Paulo Coelho elimina libro para niños que escribía con Kobe Bryant. Sin él, no tiene sentido, dice

lunes, enero 27th, 2020

Los dos hombres comenzaron a hablar del proyecto en 2016, cuando Bryant se retiró de su carrera de 20 años en la NBA, dijo este lunes el novelista de 72 años. La decisión decepcionó a muchos seguidores de Bryant, que inundaron las redes sociales del escritor solicitando que no eliminara el borrador.

Granity Studios, de Bryant, publicaba novelas para jóvenes de secundaria y adultos jóvenes.

Por Mauricio Savarese

Sao Paulo, 27 de enero (AP).- Kobe Bryant y el escritor brasileño Paulo Coelho trabajaban juntos en un libro para niños, pero el autor de El alquimista dijo que eliminó el borrador tras la muerte de Bryant en un accidente de helicóptero.

Los dos hombres comenzaron a hablar del proyecto en 2016, cuando Bryant se retiró de su carrera de 20 años en la NBA, dijo el lunes el novelista de 72 años a The Associated Press.

Horas después de enterarse de la muerte de Bryant, a los 41 años, Coelho anunció que eliminaría el borrador, en lugar de terminarlo sin el cinco veces campeón de la NBA.

“Eliminé el borrador porque no tenía ningún sentido publicarlo sin él”, dijo Coelho por teléfono desde su casa en Ginebra. “No agregaría nada relevante a él o a su familia”.

“Eso no me detiene de algún día publicar cosas que aprendí de Kobe y qué persona tan imponente era”, dijo Coelho. “Pero el libro infantil ya no tenía sentido”.

La decisión decepcionó a muchos seguidores de Bryant, que inundaron las redes sociales del escritor solicitando que no eliminara el borrador.

El aclamado escritor, quien ha vendido decenas de millones de libros, dijo que la idea del libro era inspirar a niños desfavorecidos a superar las adversidades a través de los deportes.

“Kobe siempre estuvo muy preocupado por hacer un libro que fuera un ejemplo positivo para los niños, sobre todo aquellos de orígenes humildes”, dijo Coelho.

La hija de 13 años de Bryant, Gianna, también murió en el accidente junto con siete personas más. Bryant tiene otras tres hijas.

El proyecto del libro era muy casual. Tras no comunicarse durante varios meses, Bryant envió un mensaje a Coelho en agosto diciendo: “Escribamos ese libro juntos”.

“De ahí despegó. Poco a poco avanzábamos”, dijo Coelho. No reveló cuántas páginas se habían escrito ni si el libro ya tenía un título.

Granity Studios, de Bryant, publicaba novelas para jóvenes de secundaria y adultos jóvenes. También publicó la autobiografía del basquetbolista The Mamba Mentality: How I Play (“La mentalidad mamba: cómo jugaba”), publicada en 2018.

“Lo vi suficientes veces para asegurar que tenía mucho más que deportes en su mente, no era sólo por la competencia”, dijo Coelho. “Su trágica muerte ha demostrado lo importante que fue para el mundo, no sólo para Estados Unidos. Hablaremos de su legado durante muchos años, mucho más allá del deporte”.

Trece frases de Hippie, el nuevo libro de Paulo Coelho, que bien pueden alimentar una generación de memes

domingo, septiembre 30th, 2018

Hippie es el libro más autobiográfico de Coelho, en el, nos lleva a revivir el sueño transformador y pacifista de la generación hippie.

Por José Antonio Luna

Madrid/Ciudad de México, 30 de septiembre (ElDiario.es/SinEmbargo).— “Borra todo. ¡No quiero hacer esta entrevista!” ha sido una de las frases del verano. Fue una de las respuestas de Paulo Coelho durante la entrevista realizada por XLSemanal que se ha viralizado por Internet. ¿La razón? Perlas como que “ser rico no es una cuestión de dinero” o “¡sí puedo ser hippie viviendo como vivo en Ginebra!”, fruto de la desesperación del escritor brasileño por intentar aportar coherencia unas frases moralistas que han acabado convirtiéndose en carne de meme. Y, su último libro, está repleto de ellas.

“Hay dos palabras que le abrirán muchas puertas: tire y empuje”, es uno de los muchos montajes que circulan por las redes sobre el autor. Durante un tiempo Coelho fue un habitual en redes sociales. Solo bastaba una imagen en blanco y negro del escritor y una frase aspiracional para convertir aquella cita en un eslogan para la vida. Unos que, como parodian sus memes actuales, en realidad estaban vacíos: “Para ser feliz hay que dejar de estar triste”.

Hippie, su última obra, tampoco es una excepción. En ella, Coelho se explaya a través de metáforas y anáforas para intentar hacer llegar el profundo mensaje oculto en sus páginas. De hecho, hay que pasar tres páginas de cortesía entre versos y citas bíblicas hasta llegar a la de la dedicatoria. Una vez allí, cuando parece que va a comenzar la historia, aparece otra hoja adicional con una advertencia: “Las historias relatadas en este libro forman parte de mi experiencia personal”.

El autor brasileño explica que ha modificado el orden de los hechos, los nombres y algunos detalles, pero repite que “todo cuanto ocurrió es verdad”. Es entonces cuando se inicia un relato sobre sí mismo escrito en tercera persona lleno de citas para el recuerdo, que bien podrían ser montajes compartidos por Twitter o impresas en tazas para el desayuno. Recopilamos algunas de ellas.

ESTE CONTENIDO ES PUBLICADO POR SINEMBARGO CON AUTORIZACIÓN EXPRESA DE ElDiario.es. Ver ORIGINAL aquí. Prohibida su reproducción.

Las primeras páginas de Hippie, el nuevo libro de Paulo Coelho y el más autobiográfico

domingo, septiembre 9th, 2018

En su libro más autobiográfico, Paulo Coelho nos lleva a revivir el sueño transformador y pacifista de la generación hippie.

Ciudad de México, 9 de septiembre (SinEmbargo).- Paulo es un joven que sueña con ser escritor, se deja el cabello largo y sale al mundo en busca de la libertad y para darle un significado profundo a su vida. Una jornada que va desde el famoso “Tren de la muerte a Bolivia”, después Perú, Chile y Argentina, hasta el encuentro con Karla en Ámsterdam, quien lo convence de viajar juntos en el Magic Bus, un autobús que viaja por Europa y Asia Central hasta Katmandú.

En el camino, Karla y Paulo no sólo vivirán una extraordinaria historia de amor, sino también conocerán a maravillosos compañeros de viaje. Cada uno de ellos tiene una historia que contar, todos experimentarán una transformación y abrazarán nuevas prioridades y valores para la vida.

Un libro que como siempre trae la polémica y será muy leído. Foto: Especial

Primeras páginas de Hippie, de Paulo Coelho, con autorización de Grijalbo

En septiembre de 1970 dos lugares se disputaban el privilegio de ser considerados el centro del mundo: Picadilly Circus, en Londres, y Dam, en Ámsterdam. Pero no todos lo sabían: si se preguntara a la mayor parte de las personas, habrían respondido: “La Casa Blanca, en Estados Unidos, y el Kremlin, en la Unión Soviética”, porque esas personas se informaban mediante los diarios, la televisión, la radio, medios de comunicación ya completamente sobrepasados que jamás volverían a tener la relevancia que tuvieron cuando fueron inventados.

En septiembre de 1970 los boletos de avión eran carísimos, lo que sólo permitía que una élite viajara. Bueno, esto no fue así exactamente: una multitud inmensa de jóvenes, sobre quienes los antiguos medios de comunicación sólo se
concentraban en aspectos externos: cabellos largos, ropa de colores, que no se bañaban (lo que era una mentira, pues los jóvenes no leían los periódicos, y los adultos creían cualquier noticia capaz de insultar a quienes consideraban una “amenaza para la sociedad y las buenas costumbres”), que amenazaban a una generación entera de chicos y chicas estudiosos que buscaban triunfar en la vida con sus pésimos ejemplos de libertinaje y “amor libre”, como les gustaba decir con desprecio.

Pues bien, esa multitud cada vez más numerosa de jóvenes tenía un sistema de divulgación de noticias que nadie, absolutamente nadie, lograba detectar. Sin embargo, el “correo invisible” funcionaba poco para divulgar y comentar el nuevo modelo de la Volkswagen o los nuevos tipos de jabón en polvo que acababan de ser lanzados en el mundo entero. Sus noticias se limitaban a informar cuál sería la próxima gran senda que recorrían aquellos jóvenes insolentes, sucios, practicantes del “amor libre” y que usaban ropas que ninguna persona de buen gusto sería capaz de vestir. Las chicas con su cabello trenzado cubierto de flores y sus faldas largas, blusas coloridas sin ningún sostén que ocultara los senos, collares de todo tipo de colores y cuentas; los muchachos con cabellos y barba que no habían sido cortados en meses, usando jeans descoloridos y rasgados de tanto uso, porque los jeans eran caros en todas partes del mundo, excepto en Estados Unidos, donde habían dejado el gueto de los obreros de las fábricas y ahora eran vistos en los gigantescos conciertos de San Francisco y sus alrededores.

El “correo invisible” existía por las  personas que siempre estaban en esos conciertos, intercambiando ideas acerca de dónde deberían encontrarse, cómo podían descubrir el mundo sin abordar un autobús de turismo donde un guía iba
describiendo los paisajes, mientras las personas más jóvenes se aburrían y los viejos dormían. Y así, a través del llamado boca-a-boca, todos en el mundo sabían dónde sería el próximo concierto o la próxima gran senda por ser recorrida. Y no existían límites financieros para nadie, porque el autor preferido de todos en esta comunidad no era Platón ni Aristóteles, ni los cómics de algunos dibujantes que habían ganado el estatus de celebridad. El gran libro, sin el cual prácticamente nadie viajaba al Viejo Continente, se llamaba Europa en cinco dólares al día, de Arthur Frommer. En él podían saber dónde hospedarse, qué ver, dónde comer y cuáles eran los puntos de encuentro y los lugares en los cuales podía escucharse música en vivo sin gastar prácticamente nada.

El único error de Frommer fue haber limitado su guía a Europa en esa época. ¿Acaso no existían otros lugares interesantes? ¿Las personas no estaban más dispuestas a ir a India que a París? Frommer corregiría esa falla algunos años después, pero mientras tanto el “correo invisible” se encargó de promover una ruta en América del Sur, en dirección a la ex ciudad perdida de Machu Picchu, advirtiendo a todos que no comentaran mucho con quien no conocía la cultura hippie, pues en breve el lugar sería invadido por bárbaros con sus máquinas fotográficas y las extensas explicaciones (rápidamente olvidadas) acerca de cómo un grupo de indios había creado una ciudad tan bien escondida, que sólo podía ser descubierta desde lo alto, algo que ellos juzgaban que era imposible de suceder, porque los hombres no vuelan.

Seamos justos: existía un segundo e inmenso bestseller, no tan popular como el libro de Frommer, pero que era consumido por personas que ya habían vivido su fase socialista, marxista, anarquista y que terminaron todas en una profunda desilusión con respecto al sistema inventado por quienes decían: “La toma del poder por los trabajadores de todo el mundo es inevitable”. O que “la religión es el opio del pueblo”, probando que quien pronunciara frase tan
estúpida no entendía del pueblo y mucho menos del opio.

Porque entre las cosas en las que creían esos jóvenes mal vestidos, con ropas diferentes, que no se bañaban, etcétera, era en Dios, dioses, diosas, ángeles y cosas de ese tipo. El único problema era que ese libro, El retorno de los brujos, escrito por dos autores, el francés Louis Pauwels y el soviético Jacques Bergier, matemático, ex espía, investigador incansable del ocultismo, decía exactamente lo contrario de los manuales políticos: el mundo está compuesto de cosas interesantísimas, existen alquimistas, magos, cátaros, templarios y otras palabras que hacían que nunca fuera un gran éxito de librería, porque, como mínimo, un ejemplar era leído por diez personas, dado su costo exorbitante.

En fin, Machu Picchu estaba en el libro, y todos querían ir ahí, a Perú, donde había jóvenes del mundo entero (bueno, afirmar que “del mundo entero” es un poco exagerado, porque los que vivían en la Unión Soviética no tenían tanta facilidad para salir de sus países).

En fin, volviendo al asunto: jóvenes de todos los lugares del mundo, que lograban obtener por lo menos un bien inestimable llamado “pasaporte”, se encontraban en las llamadas “sendas hippies”. Nadie sabía exactamente lo que quería decir la palabra hippie, y eso no tenía la menor importancia.

Tal vez su significado fuera “una gran tribu sin líder” o “marginados que no asaltan”, o alguna de las descripciones ya hechas en el inicio de este capítulo.

Los pasaportes, esos pequeños cuadernos proporcionados por el gobierno, colocados en una bolsa amarrada a la cintura junto con el dinero (poco o mucho era irrelevante), tenían dos finalidades. La primera, como todos sabemos, poder atravesar las fronteras, siempre que los guardias no se dejaran llevar por las noticias que leían y decidieran mandar a la persona de regreso, porque no estaban acostumbrados a esas ropas y aquellos cabellos y aquellas flores y aquellos collares y aquellas baratijas y aquellas sonrisas de quien parecía estar en un constante estado de éxtasis, normal aunque injustamente atribuido a las drogas demoníacas que, decía la prensa, consumían los jóvenes en cantidades cada vez mayores.

La segunda función del pasaporte era librar a su portador de situaciones extremas, cuando el dinero se acababa por completo y aquél no tenía a quién recurrir. El “correo invisible” siempre proveía la información necesaria de los lugares donde el pasaporte podría venderse. El precio variaba de acuerdo con el país: un pasaporte de Suecia, donde todos eran rubios, altos y de ojos claros, valía muy poco, ya que sólo podría ser revendido a rubios, altos, de ojos claros, y ésos generalmente no estaban en la lista de los más solicitados. Pero un pasaporte de Brasil valía una fortuna en el mercado negro, por ser un país que, además de rubios, altos y de ojos claros, también tiene negros altos y bajos de ojos oscuros, orientales de ojos rasgados, mulatos, indios, árabes, judíos… en fin, un inmenso caldo de cultivo, por lo que el pasaporte terminaba siendo uno de los más codiciados documentos del planeta.

Una vez vendido el pasaporte, el portador original iba al consulado de su país y, fingiendo terror y depresión, decía que había sido asaltado y que le habían robado todo, y que se había quedado sin dinero y sin pasaporte. Los consulados de países más ricos ofrecían pasaporte y boleto gratis de vuelta, lo cual inmediatamente era rechazado, con el alegato de que “alguien me debe una buena cantidad; antes de volver necesito recibir lo que es mío”. Los países pobres, normalmente sometidos a severos sistemas de gobierno, en manos de los militares, llevaban a cabo un verdadero interrogatorio para ver si el solicitante no estaba en la lista de “terroristas” buscados por subversión. Una vez que constataban que la chica (o el chico) tenía una ficha limpia, estaban obligados a proporcionar el documento en contra de su voluntad. Ni siquiera ofrecían el pasaje de regreso, porque no existía interés en tener a aquellas aberraciones corrompiendo a una generación que estaba siendo educada para respetar a Dios, a la familia y a la propiedad.

Volviendo a las sendas: después de Machu Picchu vino el turno de Tiahuanaco, en Bolivia. Enseguida, Lhasa, en
Tíbet, donde era muy difícil entrar porque según el “correo invisible” había una guerra entre los monjes y los soldados chinos. Claro que era difícil imaginar esta guerra, pero todo el mundo lo creía y no se arriesgaría a realizar un larguísimo viaje sólo para terminar como prisionero de los monjes o de los soldados. Finalmente, los grandes filósofos de la época, que justamente se habían separado en abril de ese año, anunciaron poco antes que la gran sabiduría del planeta estaba en India. Eso bastó para que jóvenes del mundo entero se dirigieran a ese país en busca de sabiduría, conocimiento, gurúes, votos de pobreza, iluminación, encuentro con My Sweet Lord.

Sin embargo, el “correo invisible” avisó que el gran gurú de los Beatles, Maharishi Mahesh Yogi, había intentado seducir y tener relaciones sexuales con Mia Farrow, una actriz que con el correr de los años siempre tuvo experiencias amorosas infelices y se fue a la India por invitación de los Beatles, posiblemente para curarse de los traumas relacionados con la sexualidad que parecían perseguirla como un mal karma.

Pero todo indica que el karma de Mia Farrow también viajaría al mismo lugar, junto con John, Paul, George y Ringo.
Según ella, meditaba en la caverna del gran gurú cuando él la agarró e intentó forzarla a tener relaciones sexuales.

A esas alturas, Ringo ya había vuelto a Inglaterra, porque su mujer detestaba la comida de India, y Paul también decidió abandonar el retiro, convencido de que aquello no lo estaba llevando a ningún lugar.

Sólo George y John permanecieron en el templo de Maharishi cuando Mia llegó hasta ellos, envuelta en lágrimas,
y contó lo que había pasado. Inmediatamente ambos hicieron sus maletas, y cuando el Iluminado vino a preguntar qué estaba sucediendo, la respuesta de Lennon fue contundente: “¿No eres tan iluminado para c****? Entonces lo sabes muy bien”.

Ahora, en septiembre de 1970, las mujeres dominaban el mundo; mejor dicho, las jóvenes hippies dominaban el mundo.

Los hombres andaban de aquí para allá a sabiendas de que lo que las seducía no era la moda —ellas eran mucho mejores que ellos en ese asunto—, de manera que decidieron aceptar de una vez por todas que eran dependientes, vivían con un aire de abandono y con la petición implícita de “protégeme, estoy solo y no logro encontrar a alguien, creo que el mundo se olvidó de mí y el amor me abandonó para siempre”. Ellas elegían a sus machos y nunca pensaban en casarse, sino sólo en pasar un tiempo bueno y divertido con un sexo intenso y creativo. Y, tanto en cosas importantes como superficiales e irrelevantes, la última voz también era la de ellas. Por lo tanto, cuando el “correo invisible” esparció la noticia del asedio sexual de Mia Farrow y de la frase de Lennon, inmediatamente decidió cambiar de rumbo.

Se creó otra senda hippie: de Ámsterdam (Holanda) a Katmandú (Nepal) en un autobús cuyo pasaje costaba aproximadamente cien dólares y atravesaba países que debían ser muy interesantes: Turquía, Líbano, Irán, Iraq, Afganistán, Paquistán y parte de India (muy lejos del templo de Maharishi, dígase de paso). El viaje duraba tres semanas y recorría un número absurdo de kilómetros.

Karla estaba sentada en la plaza de Dam preguntándose cuándo llegaría el sujeto que debía acompañarla en esta
mágica aventura (según ella, claro). Había dejado su empleo en Rotterdam, que estaba a sólo una hora en tren, pero como tenía que ahorrar cada centavo, vino de autostop y el viaje duró casi un día. Descubrió el viaje en autobús a Nepal en una de las decenas de periódicos alternativos que eran hechos con mucho sudor, amor y trabajo por gente que creía tener algo que decir al mundo, y enseguida eran vendidos por una cantidad insignificante.

Después de una semana de espera, comenzó a ponerse nerviosa. Había abordado a una decena de muchachos venidos del mundo entero, interesados sólo en quedarse ahí, en esa plaza sin el menor atractivo, más allá del monumento en forma de falo que por lo menos debía estimular la virilidad y el coraje. Pero no: ninguno de ellos estaba dispuesto a ir a lugares tan desconocidos.

No se trataba de la distancia: la mayoría era de Estados Unidos, América Latina, Australia y otros países que exigían dinero para los carísimos boletos de avión y la gran cantidad de puestos fronterizos de donde podían ser expulsados y que los harían volver a sus lugares de origen sin conocer una o dos capitales del mundo. Llegaban ahí, se sentaban en la plaza sin gracia, fumaban marihuana, se alegraban porque podían hacerlo frente a los policías, y comenzaban a ser literalmente secuestrados por sectas y cultos que abundaban en la ciudad.

Olvidaban, por lo menos por algún tiempo, lo que vivían escuchando: hijo mío, tienes que ir a la universidad, cortarte ese cabello, no avergüences a tus padres porque los demás (¿los demás?) van a decir que te dimos una pésima educación, eso que escuchas no es música, ya es hora de que encuentres un trabajo, si no, ve el ejemplo de tu hermano (o hermana), que aunque es más joven que tú ya tiene suficiente dinero para financiar sus placeres y para no pedirnos nada a nosotros.

Lejos de la eterna cantaleta de la familia, ahora eran personas libres, y Europa era un lugar seguro (siempre que no se aventuraran a atravesar la famosa Cortina de Hierro, “invadiendo” un país comunista), y ellos estaban contentos, porque estando de viaje se aprende todo lo que será necesario para el resto de la vida, siempre que no tengan que explicarles eso a sus padres.

“Papá, yo sé que tú quieres que tenga un título, pero eso puedo tenerlo en cualquier momento de la vida, lo que necesito ahora es experiencia.”

No había padre que entendiera esa lógica, y sólo restaba juntar algún dinero, vender alguna cosa, y salir de casa cuando la familia durmiera.

Todo iba bien; Karla estaba rodeada de personas libres y decididas a vivir cosas que la mayoría no tenía el valor de vivir. ¿Pero por qué no ir en autobús a Katmandú? Porque no es Europa, respondían. Nos es completamente desconocido.

Si algo pasa, siempre podemos ir al consulado y pedir ser repatriados (Karla no sabía de un solo caso en que eso hubiera ocurrido, pero ésa era la leyenda, y la leyenda se convierte en verdad cuando se repite muchas veces).

Durante el quinto día esperando a quien ella designaría como su “acompañante”, comenzó a desesperarse; estaba
gastando dinero en un dormitorio, cuando podía fácilmente dormir en el Magic Bus (ése era el nombre oficial del autobús de cien dólares y miles de kilómetros). Decidió entrar al consultorio de una vidente por donde pasaba siempre antes de ir a Dam. El lugar, como siempre, estaba vacío; en septiembre de 1970 todo el mundo tenía poderes paranormales, o los estaba desarrollando. Pero Karla era una mujer práctica, y aunque meditara todos los días y estuviera convencida de que había comenzado a desarrollar su tercer ojo —un punto invisible que queda entre los ojos—, hasta ese momento sólo había encontrado a los muchachos equivocados, aunque su intuición le garantizara que eran los correctos.

Por lo tanto, decidió recurrir a la vidente, sobre todo porque aquella espera sin fin (ya había pasado casi una semana, ¡una eternidad!) la estaba llevando a considerar seguir adelante con una compañía femenina, lo que podía ser un suicidio, sobre todo porque atravesarían muchos países donde dos mujeres solas serían como mínimo mal vistas y, en la peor de las hipótesis, según su abuela, terminarían siendo vendidas como “esclavas blancas” (para ella, el término era erótico, pero no quería experimentarlo en carne propia).

La vidente, que se llamaba Layla, era un poco mayor que ella, toda vestida de blanco y con una sonrisa beatífica de quien vive en contacto con el Ser Superior, la recibió con una reverencia (debía estar pensando: “Al fin voy a ganar dinero para pagar el alquiler del día”), le pidió que se sentara, cosa que ella hizo, y la elogió porque había elegido justamente el punto de poder de la sala. Karla fingió para sí misma que realmente estaba consiguiendo abrir su tercer ojo, pero su subconsciente le avisó que Layla debía decirles eso a todos.

Mejor dicho, a los pocos que entraban ahí.

En fin, eso no venía al caso. Se encendió un incienso (“vino de Nepal”, comentó la vidente, pero Karla sabía que había sido fabricado ahí cerca; los inciensos eran una de las grandes industrias hippies, junto con los collares, las camisas batik y los parches con el símbolo hippie o con flores, o la frase “Flower Power”, para colocarse en la ropa).

Layla tomó un mazo de cartas y comenzó a barajar; pidió a Karl que lo cortara por el centro, puso tres cartas y comenzó a interpretarlas de la forma más tradicional posible. Karla la interrumpió.

—No fue para esto que vine aquí. Sólo quiero saber si voy a encontrar compañía para ir al mismo lugar donde dices…
—puso énfasis en lo de donde dices, porque no quería tener un mal karma. Si sólo hubiera dicho quiero ir al mismo lugar, tal vez habría terminado en uno de los suburbios de Ámsterdam, donde quedaba la fábrica de inciensos— … de donde dices que vino el incienso.

Layla sonrió, aunque la vibración había cambiado por completo; su interior hervía de rabia por haber sido interrumpida en un momento tan solemne.

—Sí, claro que la vas a encontrar —forma parte del deber de las videntes y las cartomancianas decir siempre lo que los clientes quieren oír.

—¿Y cuándo?

—Antes de que termine el día de mañana.

Las dos quedaron sorprendidas.

Por primera vez, Karla sintió que la otra decía la verdad,

porque su tono era positivo, enfático, como si su voz viniera de otra dimensión. Layla, por su lado, se asustó; no siempre sucedían así las cosas, y cuando ocurrían de ese modo le daba miedo recibir un castigo por entrar sin mucha ceremonia a aquel mundo que parecía falso y verdadero, aunque todas las noches se justificara en sus oraciones diciendo que todo lo que hacía en la tierra era ayudar a los demás dando más positividad a lo que querían creer.

Karla se levantó inmediatamente del “punto de poder”, pagó media consulta y salió antes de que llegara el sujeto que estaba esperando. “Antes de que termine el día de mañana” era algo vago; podía ser el día de hoy. Pero, de cualquier forma, sabía que ahora estaba esperando a alguien.

Volvió a su lugar en Dam, abrió el libro que estaba leyendo y que pocos conocían, lo que daba a su autor el estatus de cult: El señor de los anillos, de J. R. R. Tolkien, que habla de lugares míticos como el que ella pretendía visitar.

Fingió que no escuchaba a los muchachos que de vez en vez venían a perturbarla con una pregunta idiota o un pretexto frágil para iniciar una conversación todavía más frágil.

Paulo y el argentino ya habían conversado todo lo que era posible conversar, y ahora miraban aquellos terrenos planos, sin que les importara en realidad; junto a ellos viajaban recuerdos, nombres, curiosidad y, sobre todo, un inmenso miedo de lo que podía pasar en la frontera de Holanda, probablemente a unos veinte minutos de distancia.

Paulo intentó colocar su largo cabello dentro de la chamarra.

—¿Y tú crees que vas a engañar a los guardias con eso? —preguntó el argentino—. Ellos están acostumbrados a todo, absolutamente a todo.

Paulo desistió de aquella idea. Le preguntó al argentino si no estaba preocupado.

—Claro que lo estoy. Sobre todo porque ya tengo dos sellos de entrada en Holanda. Entonces podrían desconfiar
porque estoy viniendo con mucha frecuencia. Y eso sólo puede significar una cosa. Tráfico. Pero, por lo que Paulo sabía, la droga ahí era libre.

—Claro que no. Los opiáceos están severamente restringidos. Lo mismo la cocaína. Claro que no tienen cómo controlar el lsd, porque basta mojar una página de libro o un pedazo de tela con la mezcla, y después recortar y vender los pedacitos. Sin embargo, todo lo que es detectable te puede llevar a prisión.

Paulo creyó que era mejor parar esa conversación ahí, porque tenía una inmensa curiosidad por preguntar si el argentino llevaba algo; pero el simple hecho de saberlo ya lo convertía en cómplice de un delito. Había estado preso una vez, aunque era completamente inocente, en un país que tenía una calcomanía en todas las puertas de los aeropuertos: “Brasil: ámelo o déjelo”.

Como siempre sucede con los pensamientos que intentamos apartar de la cabeza porque cargan una negatividad
intensa —y la negatividad atrae todavía más energías diabólicas—, el simple hecho de haber recordado lo ocurrido en 1968 no sólo hizo que su corazón se disparara, sino que revivió detalles de aquella noche en un restaurante en Punta Grossa, en el Paraná, un estado brasileño conocido por proporcionar pasaportes de personas rubias y de ojos claros.

Estaba volviendo de su primer largo viaje en la senda hippie de moda. Junto con su novia —once años mayor que él,
quien nació y creció en el régimen comunista de Yugoslavia, hija de una familia noble que había perdido todo, pero le había dado una educación que le enseñó a hablar cuatro idiomas, huyó para Brasil, se casó con un millonario por bienes mancomunados, se separó cuando descubrió que él ya la consideraba “vieja” a sus treinta y tres años y ahora salía con una niña de diecinueve, cliente de un excelente abogado que consiguió una indemnización para que ya no necesitara trabajar ni un solo día el resto de su vida—, Paulo había partido para Machu Picchu en algo conocido como el Tren de la Muerte, un tren bastante diferente de aquel en el que estaba ahora.

—¿Por qué lo llaman el Tren de la Muerte? —preguntó la novia al hombre encargado de revisar los boletos—. No
estamos pasando por muchos precipicios.

Paulo no tenía el menor interés en la respuesta, pero ésta llegó de cualquier manera.

—En el siglo pasado era utilizado para transportar leprosos, enfermos y cuerpos de las víctimas de una grave epidemia de fiebre amarilla que se abalanzó sobre la región de Santa Cruz.

—Imagino que hicieron un excelente trabajo de sanitización de los vagones.

—Desde entonces, excepto por uno que otro minero que decide ajustar cuentas, nadie más se ha enfermado.

Los mineros a los que se refería no eran los nacidos en Minas Gerais, Brasil, sino los que trabajaban día y noche en las minas de estaño de Bolivia. Bueno, estaban en un mundo civilizado, esperaba que nadie decidiera ajustar cuentas ese día. Para tranquilidad de ambos, la mayoría de los pasajeros eran pasajeras, con sus sombreros de palma y sus ropas coloridas.

Llegaron a La Paz, la capital del país, cuya altitud es de 3 610 metros, pero como habían subido en tren no sintieron mucho el efecto de la falta de aire. Incluso así, al bajarse en la estación, vieron a un joven con ropas que identificaban a la tribu a la que pertenecía, sentado en el suelo y medio desorientado.

Le preguntaron qué le pasaba (“No puedo respirar bien”). Un hombre que pasaba les sugirió que masticaran hojas de coca, la costumbre tribal que ayudaba a los habitantes a enfrentar la altitud, y que eran vendidas libremente en los mercados de la calle. El muchacho se sintió mejor y pidió que lo dejaran solo, porque iría a Machu Picchu ese mismo día.

La recepcionista del hotel que eligieron llamó aparte a su novia, le dijo algunas palabras y enseguida hizo el registro.

Subieron a la habitación y se durmieron una hora, no sin antes de que Paulo preguntara qué le había dicho aquélla:

—Nada de sexo durante los dos primeros días. Era fácil de entender. No había la menor disposición para hacer nada.

Se quedaron dos días sin tener sexo en la capital del país, sin ningún efecto colateral por la falta de oxígeno, el llamado soroche. Tanto él como su novia lo atribuyeron a los efectos terapéuticos de la hoja de coca, pero en realidad no tenía absolutamente nada que ver con eso; el soroche les ocurre a las personas que vienen del nivel del mar y de repente suben a grandes altitudes —como los que viajaban en avión— sin darle tiempo al organismo de acostumbrarse. Y ambos habían pasado siete largos días subiendo en el Tren de la Muerte.

Mucho mejor para adaptarse al lugar, y mucho más seguro que el transporte aéreo, pues Paulo vio en el aeropuerto de Santa Cruz de la Sierra un monumento a los “heroicos pilotos de la compañía, que sacrificaron sus vidas en el cumplimiento de su deber”.

En la capital encontraron a los primeros hippies, que, como una tribu global consciente de la responsabilidad y la
solidaridad que debían tener unos con otros, usaban siempre el famoso símbolo de una runa vikinga invertida. En el
caso de Bolivia, un país donde todos usaban ponchos, chamarras, camisas y chamarras de colores, era prácticamente
imposible saber quién era quién sin la ayuda de la runa cosida en las chamarras o en los pantalones.

Esos primeros hippies eran dos alemanes y una canadiense.

La novia, que hablaba alemán, pronto fue invitada a dar un paseo por la ciudad, mientras él y la canadiense se miraban, sin saber exactamente qué decir. Cuando, media hora después, los tres volvieron del paseo, decidieron que
debían partir ya en vez de quedarse ahí gastando dinero: seguirían para el lago de agua dulce más alto del mundo,
cruzarían en barco sus aguas, desembarcarían en el otro extremo del lago, ya en territorio peruano, y seguirían directo para Machu Picchu.

Todo habría salido de acuerdo con lo planeado si, al llegar a las márgenes del Titicaca (el famoso lago más alto del mundo), no se hubieran topado de frente con un monumento antiquísimo, conocido como la Puerta del Sol.

Reunidos en torno a éste estaban más hippies, con las manos unidas, en un ritual que ellos no querían interrumpir, y al mismo tiempo del que les hubiera gustado participar.

Una chica los vio, los llamó silenciosamente con una señal de la cabeza y los cuatro pudieron sentarse junto a los
demás.

No era necesario que explicaran el motivo por el que estaban ahí; la puerta hablaba por sí misma. Tenía una rajadura en el centro del travesaño superior, posiblemente causada por un rayo, pero el resto era un verdadero esplendor de bajorrelieves que contaban la historia de un tiempo ya olvidado, pero todavía presente, que quería ser recordado y descubierto de nuevo. Había sido esculpida en una sola piedra, y en el travesaño superior estaban los ángeles, los señores, los símbolos perdidos de una cultura que, según contaban los locales, marcan la manera de recuperar el mundo en caso de que fuera destruido por la avidez humana. Paulo, que a través de la abertura de la puerta podía ver el lago Titicaca a la distancia, comenzó a llorar, como si estuviera en contacto con sus constructores, gente que abandonó el lugar a toda prisa, antes incluso de terminar el trabajo, porque tenía miedo de algo o de alguien que apareció, pidiéndoles que se detuvieran. La chica que los había llamado al círculo sonrió; también tenía lágrimas en los ojos. El resto tenía los párpados cerrados, conversando con los antiguos, procurando saber qué los había llevado ahí, y respetando el misterio.

Quien quiera aprender magia debe comenzar mirando a su alrededor. Todo lo que Dios quiso decirle al ser humano lo colocó frente a él, la llamada Tradición del Sol.

La Tradición del Sol es democrática, no fue hecha para los estudiosos o los puros, sino para las personas comunes.

El poder está en todas las pequeñas cosas que forman parte del camino de un hombre; el mundo es un salón de clases: el Amor Supremo sabe que estás vivo y te enseñará.

Y todos estaban ahí, en silencio, prestando atención a algo que no lograban entender bien, pero que sabían que era verdad. Una de las jóvenes cantó una canción en una lengua que Paulo no podía entender. Un muchacho, tal vez el mayor de todos, se levantó, abrió los brazos e hizo una invocación:
Que el Sublime Señor nos dé
Un arcoíris para cada tempestad
Una sonrisa para cada lágrima
Una bendición para cada dificultad
Un amigo para cada momento de soledad
Una respuesta para cada plegaria.

Y exactamente en ese momento se escuchó el silbato de un barco, que en realidad era un navío construido en Inglaterra, desmontado y transportado hasta una ciudad de Chile, cargado en piezas por mulas hasta los tres mil ochocientos metros de altura, donde se encuentra el lago.

Todos embarcaron en dirección a la antigua ciudad perdida de los incas.

Ahí pasaron días inolvidables, porque rara vez alguien lograba llegar a ese lugar; sólo podían hacerlo quienes eran los niños de Dios, los libres de espíritu y dispuestos a enfrentar sin miedo lo desconocido.

Durmieron en casas abandonadas y sin techo, mirando las estrellas; hicieron el amor, comieron lo que habían traído
de alimento, se bañaron todos los días completamente desnudos en el río que corría bajo la montaña, hablaron sobre la posibilidad de que los dioses realmente hubieran sido astronautas y llegado a la Tierra en aquella región. Todos habían leído el mismo libro del suizo que acostumbraba interpretar los dibujos incas como si intentaran mostrar a los viajeros de las estrellas, así como habían leído a Lobsang Rampa, el monje de Tíbet que hablaba de la apertura del tercer ojo, hasta que un inglés contó a todos los sujetos reunidos en la plaza central de Machu Picchu que el tal monje se llamaba Cyril Henry Hoskins, un plomero del interior de Inglaterra, cuya existencia había sido recientemente descubierta y cuya autenticidad había sido desmentida por el Dalai Lama.

El grupo entero quedó muy desilusionado, sobre todo porque, como Paulo, estaba convencido de que realmente
existía una glándula entre los dos ojos, llamada pineal, cuya verdadera utilidad aún no había sido descubierta por los científicos.

Por lo tanto, el tercer ojo existía, aunque no de la forma en que Lobsang Cyril Rampa Hoskins había descrito.

Durante la tercera mañana, la novia decidió volver a casa, y también decidió, sin dejar ningún margen de duda, que
Paulo debía acompañarla. Sin despedirse ni mirar hacia atrás, salieron antes de que naciera el sol y pasaron dos días descendiendo por la ladera este de la cordillera en un autobús repleto de gente, animales domésticos, comida y artesanías.

Paulo aprovechó para comprar una bolsa de colores, que podía doblar y meter en su mochila. También decidió que jamás volvería a hacer viajes en autobús que duraran más de un día.

De Lima se fueron en autostop a Santiago de Chile; el mundo era seguro, los autos paraban aunque tuvieran cierto
miedo de la pareja por la forma en que estaba vestida. Ahí, después de una noche bien dormida, pidieron a alguien que dibujara un mapa que les mostrara cómo cruzar la cordillera de regreso a través de un túnel que unía al país con Argentina.

Seguirían en dirección a Brasil, de nuevo de autostop, porque la novia decía que el dinero que todavía tenía podía ser necesario para atender alguna emergencia médica; ella siempre prudente, siempre mayor, siempre con su práctica educación comunista que nunca dejaba que se relajara por completo.

Ya en Brasil, en el estado donde la mayoría que saca pasaportes es rubia y de ojos azules, decidieron parar otra vez, por sugerencia de la novia.

—Vamos a conocer Vila Velha. Dicen que es un lugar fantástico.

No vieron la pesadilla.

No presintieron el infierno.

No se prepararon para lo que los estaba esperando.

Habían pasado por varios lugares fantásticos, únicos, con algo que decía que terminarían siendo destruidos por
hordas de turistas que sólo pensaban en comprar y en comparar las delicias de su propia casa. Pero la manera en que
la novia habló no dejaba margen de duda; no había punto de interrogación al final de la frase: era apenas una forma de hablar.

Vamos a conocer Vila Velha, claro. Es un lugar fantástico.

Un sitio geológico con impresionantes esculturas naturales, esculpidas por el viento, que la prefectura de la ciudad más próxima intentaba promover a toda costa, gastando una fortuna. Todos sabían que Vila Velha existía, pero algunos más despistados iban a una playa en un estado cercano a Río de Janeiro, y otros pensaban que era muy interesante, pero muy lejos, ir al lugar donde estaba situada.

Paulo Coelho nació en Río de Janeiro en 1947. Es considerado uno de los autores más importantes de la literatura mundial. Sus obras han sido publicadas en más de ciento setenta países y han sido traducidas a ochenta idiomas. Entre los premios recibidos por el autor están el Crystal Award 1999 otorgado por el Foro Económico Mundial, el prestigioso título de Caballero de la Orden Nacional de la Légion d’Honneur, entre otros. Desde octubre de 2002 es miembro de la Academia Brasileña de Letras y en 2007 fue nombrado Mensajero de la Paz por las Naciones Unidas. Los temas y la filosofía que aborda en sus novelas suelen tener un impacto profundo en sus numerosos lectores.

Todavía se castiga el “crimen” de ir en contra de la sociedad: Paulo Coelho

sábado, octubre 8th, 2016

Todos sabían que la famosa bailarina Mata Hari, acusada de espionaje, era inocente, pero había cometido el pecado “gigantesco” de ir en contra de la sociedad y por ello fue ajusticiada, algo que, lamenta el escritor Paulo Coelho, hoy se sigue castigando: “En esas cosas no hemos avanzado nada”.

Por Carmen Naranjo, efe

Ciudad de México, 8 de octubre (SinEmbargo).- “Los prejuicios, la manipulación de los políticos, las excusas para hacer algo horrible” son las mismas en la época de Mata Hari, a principios del siglo XX, que un siglo después, sostiene en una entrevista exclusiva con Efe el escritor brasileño Paulo Coelho, quien descubre la vida de esta mujer en su novela La espía, publicada por Penguin Random House y que llegó esta semana a las librerías.

Mata Hari llamó la atención por ser una mujer emancipada, que no obedeció las reglas del moralismo de la época, despertó envidias y odios y el resultado fue su condena y su fusilamiento, en octubre de 1917 en el París que la había venerado unos años atrás.

A partir de una carta que la condenada a muerte escribió a su abogado, Paulo Coelho ha reconstruido a través de documentos oficiales desclasificados por los servicios secretos del Reino Unido, Alemania y Holanda -Francia lo hará al año que viene, asegura- la vida de esta mujer, que fue consciente de haber nacido en una época equivocada.

[youtube 2K41glctK1I]

UNA MUJER Y UN CHIVO EXPIATORIO

Una tarde, hablando de casos de equivocaciones de la Justicia en el siglo XX, el abogado de Paulo Coelho le relató el de Mata Hari, una historia que lo sorprendió y lo llevó a investigar.
Así descubrió que Mata Hari fue “un chivo expiatorio”, una mujer que se confió en su poder de seducción sin darse cuenta de que “se estaba midiendo con gente muy poderosa”, asegura el escritor.

Comprobar que Mata Hari había sido condenada por nada y cómo sus propios acusadores lo habían reconocido poco después de su muerte -el fiscal dijo a un periodista que las pruebas eran tan insuficientes que no valían ni “para castigar a un gato”- removió los recuerdos de Coelho.

“Yo estuve preso en 1974 por cargos basados en la nada”, explica el escritor, detenido y encarcelado por la dictadura militar brasileña por considerar subversivas las letras de canciones que compuso.

Cree Coelho que, como en su caso, el de Mata Hari fue utilizado para distraer a la opinión pública, entonces de las incesantes muertes de jóvenes franceses en las trincheras.

Cuando comenzó a investigar su vida, Coelho dice que sintió una gran tristeza por cómo acabó Mata Hari, la bailarina que cautivó y deleitó al público durante la Primera Guerra Mundial y que se convirtió en confidente de algunos de los hombres más ricos y poderosos de la época, pero se niega a considerarla una víctima.

“Fue una mujer que vivió como quiso toda su vida, aunque al final le saliera mal”, señala.
“Eso es lo que le pasó a la famosa y bella Mata Hari”, a la que considera una de las primeras feministas, una mujer que fue violada en el colegio y que se casó muy joven con un maltratador, con el que tuvo una hija a la que, tras huir de su marido, no pudo volver a ver.

Una mujer y un chivo expiatorio, en el nuevo libro del autor brasileño. Foto: PRH

Una mujer y un chivo expiatorio, en el nuevo libro del autor brasileño. Foto: PRH

Pero, aún con ese pasado, desafió las exigencias masculinas y escogió ser independiente “y excepcional”, aunque lo pagara con su vida. Y cuando conoció el amor, “escogió al peor posible”, un joven ruso que al final renegó de ella, su peor momento, recuerda Coelho.

“Mata Hari fue valiente por ausencia de opciones, no podía permitirse ser cobarde. Pero fue más allá de sus posibilidades. Intentó manipular pero la manipularon. Sus fantasías la hicieron creer que era más valiosa de lo que era”, indica el autor, que sostiene que no ha querido juzgarla” sino presentarla tal como fue.

Tal como ella misma escribió: “No sé si en el futuro se me recordará pero, si así fuera, que nadie me vea como a una víctima, sino como a alguien que nunca dejó de luchar con valentía y pagó el precio que le tocó pagar”.

Esta semana el autor brasileño dio a conocer La espía. Foto: efe

Esta semana el autor brasileño dio a conocer La espía. Foto: efe

¿Quién es Paulo Coelho? Nació en Río de Janeiro en 1947. Con más de 200 millones de ejemplares vendidos en el mundo, es considerado uno de los autores más importantes de la literatura. Sus obras han sido publicadas en más de 170 países y traducidas a 81 idiomas. Entre los premios que ha recibido están el Crystal Award 1999 otorgado por el Foro Económico Mundial y el prestigioso título de Caballero de la Orden Nacional de la Légion d’Honneur, entre otros. Desde octubre de 2002 es miembro de la Academia Brasileña de Letras y en 2007 fue nombrado Mensajero de la Paz por la Organización de las Naciones Unidas. Es el escritor con el mayor número de seguidores en redes sociales, con más de 28 millones de fans en su página de Facebook y 11 millones de seguidores en Twitter.

Jodorowsky es confundido con Coelho durante una Feria del Libro en Guanajuato

domingo, septiembre 25th, 2016

Alejandro Jodorowsky compartió en su cuenta de Facebook una anécdota que protagonizó, sin ser precisamente él, durante la Feria del Libro en Guanajuato. “Se formó ante mí una cola de por lo menos 200 personas creyendo que yo era el escritor” Paulo Coelho, y así, firmó durante una hora los libros del brasileño.

El autor de Cuentos de Intramundo no desmintió a los seguidores del novelista brasileño. Foto: Especial.

El autor de Cuentos de Intramundo no desmintió a los seguidores del novelista brasileño. Foto: Especial.

Ciudad de México, 25 de septiembre (SinEmbargo).- El escritor chileno Alejandro Jodorowsky fue confundido por los asistentes a la Feria del Libro de León, Guanajuato, con el escritor Paulo Coelho.

De acuerdo con una publicación que hizo el escritor en su cuenta de Facebook, tras recorrer los pasillos del recinto, se sentó por un momento bajo una foto de Paulo Coelho, de inmediato varios asistentes se le acercaron y formaron una larga fila creyendo que él era el escritor brasileño.

“Se formó ante mí una cola de por lo menos 200 personas creyendo que yo era el escritor”.

El autor de Cuentos de Intramundo no desmintió a los seguidores del novelista y, “con mucho placer”, firmó durante una hora los libros con la frase “De mi alma a tu alma, Coelho”.

El impulsor de la “psicomagia” no detalló en qué edición del festival cultural se hizo presente, sin embargo, la publicación de su anécdota la hizo la tarde de ayer y hasta el momento cuenta con más de 41 mil likes y fue compartida más de 7 mil 400 veces.

Paulo Coelho: Nuevas portadas para los libros clásicos

sábado, abril 16th, 2016
Paulo Coelho, célebre en el mundo por libros como El Alquimista. Foto: efe

Paulo Coelho, célebre en el mundo por libros como El Alquimista. Foto: efe

El escritor –uno de los más populares en la red- y su casa editorial apuestan por un público más joven en los nuevos diseños de las cubiertas

Ciudad de México, 16 de abril (SinEmbargo).-Paulo Coelho suele destacar que ya no está obligado a atender las miles de peticiones que le hacen llegar periodistas de todo el mundo que desean hacerle una entrevista.

Sobre todo porque desde que se aficionó a las redes sociales, el autor de El alquimista y Diario de un mago, entre otros, mantiene un contacto directo con sus lectores.

Coelho, calificado recientemente como la segunda celebridad más influyente en redes sociales, después del ídolo juvenil Justin Bieber.

La obra del brasileño, de 68 años, ha sido traducida a  73 lenguas y la presencia del escritor se agiganta en su blog, donde se crean varios temas de discusión y Paulo interactúa en forma directa con sus lectores.

[youtube 52C4tjvPmkY]

HACIA LOS LECTORES JÓVENES

En vista de su popularidad entre el público joven, la editorial DeBolsillo ha decidido darle nuevos diseños a las portadas de los libros  de Coelho.

Aunque el escritor brasileño más famoso del mundo ha escrito mucho sobre sí mismo en sus libros, ¿sabías que la suya fue una senda larga y difícil hasta obtener el reconocimiento como escritor? ¿O que estuvo involucrado en la música, se opuso a la dictadura en Brasil e incluso pasó algún tiempo en la cárcel? ¿O que realmente se inspiró en una fe y devoción que mezcla elementos de la tradición católica y las ideas filosóficas orientales?

Nuevos diseños de portadas para libros clásicos en la obra del autor brasileño. Foto: Especial

Nuevos diseños de portadas para libros clásicos en la obra del autor brasileño. Foto: Especial

Coelho es producto de una era en la que el positivismo estaba todavía de moda. Como hijo de un ingeniero, sus padres le regalaron un tren eléctrico, sin embargo, él prefirió que su padre le diera una máquina de escribir, lo que ejemplifica su inclinación literaria desde temprana edad. Pero una máquina de escribir, por sí sola, no crea a un escritor.

¿Puedes nacer escritor? Paulo Coelho sugiere que sí, pero enfatiza que si lo eres, eso no hace que el camino para convertirse en actor sea menos largo o que no esté lleno de dificultades. “Desde que era niño, peleé por hacer de la libertad mi bien más preciado. Peleé con mis padres, que querían que fuera ingeniero, no escritor. Peleé contra el mundo hostil del periodismo. Peleé por el ideal socialista, fui a prisión. Peleé por el coraje de dejar mi trabajo en el periódico y lanzarme a la aventura de escribir un libro. Me rendí pasado un año, después de haber escrito más de mil páginas –páginas tan geniales que ni yo mismo las entendí”, escribió en El Zahir en 2005.

Su peregrinaje a Santiago de Compostela en 1986 fue el catalizador para comenzar su carrera como autor, porque dio origen a su primer libro, El Peregrino. El éxito estaba a la vuelta de la esquina. “El público se pregunta cómo llegué hasta donde estoy ahora, un autor que ha sido traducido a más de 80 idiomas —en otras palabras, cómo Coelho se convirtió en Coelho—. Soy alguien que es, por necesidad, difícil de interpretar pero que inspira curiosidad. Soy un ejemplo del éxito de un muchacho proveniente de un país que no tiene una tradición literaria, pero que ha tenido éxito gracias a vendedores de libros entusiastas, editores entusiastas y lectores entusiastas. Les debo a ellos esto en lo que me he convertido.”

Paulo Coelho es una de las personalidades más populares en Internet. Foto: Especial

Paulo Coelho es una de las personalidades más populares en Internet. Foto: Especial

Así esta nueva colección de la obra de Paulo Coelho en DeBolsillo pretende recoger al ser humano detrás del escritor, ese hombre irreverente y actual que en su vida y en su escritura ha sido provocador y valiente, que siempre ha roto los esquemas preconcebidos de nuestra sociedad. Su nuevo diseño, además, hace un guiño en las contraportadas al timeline de Twitter en donde se resalta una frase emblemática de la obra en cuestión.

Finalmente —y por primera vez—, Paulo Coelho pondrá a disposición de todo su público más de 100 objetos en una exhibición intitulada El mundo de Paulo Coelho, que cubre más de 600 metros, presentada exclusivamente en la Feria del Libro y Prensa de Ginebra del 27 de abril al 1° de mayo de 2016. Ahí mostrará, desde el escritorio donde escribió El Alquimista hasta la carta de felicitación que le envió Jorge Amado, desde las cubiertas de los discos que constituyeron su primer éxito artístico a los regalos recibidos de sus lectores.