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Mataron a mis seis hermanos, dice la activista Nadia Murad a Trump. Él responde: “¿Dónde están ahora?”

sábado, julio 20th, 2019

Nadia Murad le dijo al Presidente, “mataron a mi madre, mataron a mis seis hermanos”, y el preguntó, “¿Dónde están ahora?”.

Washington, 19 jul (EFE).- El Presidente de EU, Donald Trump, ha generado una nueva polémica al divulgarse el video de una reunión que tuvo en la Casa Blanca con la activista iraquí yazidí Nadia Murad, en la que preguntó dónde está su familia después de que ella le hubiera dicho que habían muerto y solo parece interesarse por su Nobel de la Paz.

El video, divulgado este viernes por varios medios estadounidenses, refleja la interacción entre Trump y Murad durante un encuentro que el mandatario mantuvo este miércoles en el Despacho Oval con defensores de la libertad religiosa en varios países.

Murad, de pie a la derecha de Trump y entre varias de las otras activistas, le pide al Presidente ayudar a la comunidad yazidí a regresar a su territorio en Irak mientras el mandatario, sentado en su escritorio, mantiene el cuerpo girado hacia el frente y apenas la mira esporádicamente, sin prestar aparentemente mucha atención.

“Si no puedo volver a mi país y vivir en un lugar seguro y recuperar mi dignidad, esto no se trata del Estado Islámico (EI). Se trata de que estoy en peligro. Mi gente no puede volver”, lamentó la nobel, que obtuvo ese galardón en 2018.

“Mataron a mi madre, mataron a mis seis hermanos”, añadió Murad.

Trump se giró entonces ligeramente hacia ella y le preguntó: “¿Dónde están ahora?”, y Murad repitió: “Los mataron. Están en las fosas comunes en Sinyar”.

La activista le pidió por favor que “haga algo” para ayudar a los yazidíes, a lo que el mandatario respondió que él conoce “muy bien la región” y que seguirá siendo “fuerte” en su política.

Entonces, Trump preguntó: “¿Le dieron el premio Nobel? Eso es increíble. ¿Y por qué razón se lo dieron? Quizá puede explicarlo”, a pesar de que Murad acababa de contar su historia.

La activista recordó que ella fue la primera mujer que pudo salir de Irak y contar que el EI había “violado a miles de mujeres yazidíes”, y Trump replicó: “Entonces, usted se escapó”.

“Me escapé, pero todavía no tengo mi libertad”, concluyó Murad.

Trump no ha ocultado su deseo de obtener el Nobel de la Paz, y ha dado señales de envidiar el hecho de que su predecesor, Barack Obama, obtuviera ese galardón en 2009.

En febrero pasado, Trump dijo que el primer ministro japonés, Shinzo Abe, le había nominado para el Nobel porque él había “conseguido” que Corea del Norte detuviera sus lanzamientos de misiles, a raíz del proceso de distensión con EU.

Su aparente falta de interés en la historia de Murad generó una oleada de críticas en las redes sociales, entre ellas la de Walter Shaub, que fue director de la oficina de ética en la Casa Blanca bajo el Gobierno de Obama.

“La expresión de dolor en su rostro (de Murad) cuando él dice (lo del Nobel) es dura de contemplar. Él simplemente carece de la parte del cerebro capaz de la empatía”, opinó Shaub en Twitter.

En la misma reunión, Trump también pareció no saber de dónde proceden los rohinyás, entre los que cientos de miles han huido desde su Birmania natal hasta el vecino Bangladesh debido a una campaña militar del Ejército, que ha sido acusado de genocidio y limpieza étnica por la ONU.

Cuando un refugiado rohinyá, Mohib Ullah, le pidió a Trump ayudar a su pueblo a “volver a casa lo antes posible”, el mandatario preguntó “dónde es eso”.

Los Premio Nobel de la Paz exigen fin de la impunidad por los abusos sexuales al recibir el galardón

lunes, diciembre 10th, 2018

Mukwege y Murad han sido galardonados con el Nobel por contribuir a hacer visible y por combatir la violencia sexual como arma de guerra: el congoleño, por ayudar a las damnificadas del conflicto bélico en su país; la iraquí, por su condición de víctima y por denunciar públicamente los abusos.

Oslo, 10 de diciembre (EFE).- La activista iraquí Nadia Murad y el médico congoleño Denis Mukwege reclamaron hoy el fin de la impunidad de quienes cometen abusos sexuales en conflictos armados al recibir el Nobel de la Paz en el ayuntamiento de Oslo.

“Los responsables de violencia sexual contra los yazidíes y otras mujeres y niños deben ser perseguidos. Sin justicia, ese genocidio se repetirá contra nosotros y otras comunidades vulnerables”, dijo Murad, perteneciente a esa minoría religiosa kurda y que fue secuestrada por el Estado Islámico (EI).

Mukwege y Murad han sido galardonados con el Nobel por contribuir a hacer visible y por combatir la violencia sexual como arma de guerra: el congoleño, por ayudar a las damnificadas del conflicto bélico en su país; la iraquí, por su condición de víctima y por denunciar públicamente los abusos.

“A pesar de los esfuerzos, esta tragedia humana continuará si los responsables no son perseguidos. Solo la lucha contra la impunidad puede romper la espiral de violencia”, dijo Mukwege sobre el Congo.

Murad -que perdió a su madre y seis hermanos, historia “similar” a la de cada familia yazidí- denunció que más de 6.500 mujeres y niños de esa minoría fueron vendidos, comprados y sufrieron abusos y que se desconoce el destino de otros 3.000 en manos del EI.

Ni los gobiernos iraquí ni kurdo ni la comunidad internacional han impedido el “genocidio”; y a pesar de la simpatía de varios países, éste no se detuvo y la amenaza de la “aniquilación” perdura.

“Quienes perpetraron los crímenes que llevaron a este genocidio no han sido puestos ante la Justicia. No busco más simpatía, quiero que esos sentimientos se traduzcan en acciones”, dijo en un discurso en árabe Murad, quien reclamó a la comunidad internacional que garantice protección a los yazidíes y otras minorías bajo el amparo de la ONU.

Mukwege comenzó su discurso, en francés, recordando los ataques dos décadas atrás a su hospital, la “violencia macabra”, las decenas de bebés violados, muestra de un caos “perverso y organizado” que ha resultado en más de 6 millones de muertes, 4 millones de desplazados y cientos de miles de mujeres violadas en el Congo.

La causa fundamental de ese conflicto bélico es la riqueza mineral, aseguró Mukwege, quien recordó que desde coches a joyas y teléfonos móviles contienen minerales extraídos en su país en condiciones “inhumanas” y bajo intimidación y abusos sexuales.

“Los congoleños hemos sido humillados, maltratados y masacrados durante más de dos décadas a la vista de la comunidad internacional”, afirmó Mukwege, quien recordó que un informe sobre crímenes de guerra y violaciones en el Congo de la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos “acumula polvo” en un cajón.

El médico congoleño reclamó medidas para compensar a los supervivientes y ayudarles a iniciar una nueva vida porque es un “derecho humano” y pidió la creación de un fondo global para indemnizar a las víctimas de violencia sexual en conflictos armados.

En su alocución previa, la presidenta del Comité Nobel Noruego, Berit Reiss-Andersen sostuvo que los premiados han mostrado que el sufrimiento humano en los conflictos bélicos es “universal” y que las mujeres son “víctimas invisibles del horror de la guerra”.

“Yo fui esclava sexual de ISIS”. Un texto de la ganadora del premio Nobel de la Paz, Nadia Murad

jueves, octubre 11th, 2018

La ganadora del premio Nobel de la Paz, Nadia Murad, relata su extraordinaria travesía, de esclava del Estado Islámico a activista por los derechos humanos. “A lo largo de la historia, siempre se ha utilizado la violación como un arma de guerra. Nunca pensé que yo tendría algo en común con mujeres de Ruanda (antes de todo esto, ni siquiera sabía que existía un país llamado Ruanda) y ahora me une a ellas la experiencia más horrorosa, el ser víctima de un crimen de guerra del que es tan difícil hablar que hasta 16 años antes de que ISIS llegara a Sinjar no se había condenado a nadie en el mundo por cometerlo”.

Por Nadia Murad

Traducido por Lucía Balducci

Madrid/Ciudad de México (ElDiario.es/SinEmbargo).- El mercado de esclavas abría por la noche. Podíamos oír el bullicio de los combatientes que estaban en la planta de abajo organizando todo, y cuando el primer hombre entró a la habitación, todas comenzamos a gritar. Fue como una explosión. Gritábamos como si estuviéramos heridas, algunas se retorcían y vomitaban en el suelo, pero nada de eso detuvo a los combatientes.

Comenzaron a pasearse por la habitación, mirándonos, mientras nosotras gritábamos y les pedías compasión. Rodeaban a las jóvenes más bonitas y les preguntaban “¿Cuántos años tienes?”. Les miraban la boca y el pelo. “¿Son todas vírgenes, verdad?” le preguntaron al guardia, que asintió y dijo “¡Por supuesto!”, como un comerciante orgulloso de sus productos. Luego los combatientes comenzaron a tocarnos donde les daba la gana, nos pasaban las manos por los pechos y las piernas, como si fuéramos animales.

Mientras los combatientes recorrían la habitación, revisando a las chicas y haciendo preguntas en árabe o en turcomano, todo fue un caos.

“¡Tranquilas!”, nos gritaban los combatientes. “¡Calladas!”. Pero sus órdenes solo nos hacían gritar aún más. Si era inevitable que un combatiente me llevase, no se lo pondría fácil. Grité y aullé, abofeteando las manos que me tocaban el cuerpo. Otras chicas hacían lo mismo, enrollándose como si fueran una bola en el suelo, o lanzándose sobre sus hermanas o amigas para intentar protegerlas.

En un momento, un hombre se detuvo frente a nosotras. Era un combatiente de alto rango llamado Salwan, que había venido con otra muchacha, una joven yazidí de Hardan que pensaba dejar allí luego de comprar a su reemplazante. “Ponte de pie”, me dijo. Como no le obedecí, me pateó. “¡Tú! ¡La chica con la chaqueta rosa! ¡Te he dicho que te pongas de pie!”

Tenía los ojos hundidos en la carne de su amplio rostro, que parecía estar casi completamente cubierto por pelo. No parecía un hombre. Parecía un monstruo.

Atacar Sinjar [en el norte de Irak] y llevarse chicas para utilizarlas como esclavas sexuales no era la decisión espontánea de un soldado codicioso. ISIS lo tenía todo planeado: cómo entrarían en nuestras casa, qué chicas tenían más o menos valor, qué combatientes se merecían tener una sabaya [esclava sexual] como premio y cuáles deberían pagar por una. Incluso hablaban de sabayas en su revista propagandística, Dabiq, en un intento por atraer nuevos reclutas. Pero ISIS no es tan original como sus miembros piensan.

A lo largo de la historia, siempre se ha utilizado la violación como un arma de guerra. Nunca pensé que yo tendría algo en común con mujeres de Ruanda (antes de todo esto, ni siquiera sabía que existía un país llamado Ruanda) y ahora me une a ellas la experiencia más horrorosa, el ser víctima de un crimen de guerra del que es tan difícil hablar que hasta 16 años antes de que ISIS llegara a Sinjar no se había condenado a nadie en el mundo por cometerlo.

En la planta de abajo, un hombre apuntaba las transacciones en un libro, escribía nuestros nombres y los nombres de los combatientes que nos escogían. Me puse a pensar en lo que significaba que me llevara Salwan, en lo fuerte que parecía y lo fácil que sería para él machacarme simplemente con las manos. Sin importar lo que él hiciera, y sin importar con cuanta fuerza yo me resistiese, nunca sería capaz de defenderme. Él tenía olor a huevos podridos y colonia.

Yo miraba al suelo, a los pies y tobillos de los combatientes y las chicas que pasaban a mi lado. En medio de la multitud, vi un par de sandalias de hombre con unos tobillos delgados, casi como de mujer, y antes de pensar en lo que estaba haciendo, me arrojé sobre esos pies. Comencé a implorarle: “Por favor, llévame contigo”, le dije. “Haz lo que quieras, pero no dejes que me lleve este gigante”. No sé por qué el hombre delgado aceptó.

Me miró de arriba a abajo, se giró hacia Salwan y dijo “Es mía”. Salwan no discutió. El hombre delgado era un juez de Mosul y nadie lo contradecía. Seguí al hombre delgado hasta el escritorio. “¿Cómo te llamas?”, me preguntó. Hablaba con una voz suave pero desagradable.”Nadia,” respondí, y él se giró hacia el hombre que llevaba el registro. El hombre pareció reconocer en seguida al combatiente y comenzó a apuntar nuestra información. Pronunció nuestros nombres en voz alta mientras los escribía. “Nadia, Hajji Salman”, y cuando pronunció el nombre de mi captor, me pareció que la voz le temblaba un poco, como si le diera miedo, y entonces me pregunté si no había cometido un grave error.

Finalmente, Nadia Murad logró escapar de sus captores del ISIS. Logró salir de Irak y a principios de 2015 llegó como refugiada a Alemania. Ese mismo año comenzó su activismo para despertar conciencia sobre la trata de personas.

En noviembre de 2015, un año y tres meses después de que el ISIS entrara a mi aldea llamada Kojo, viajé desde Alemania hacia Suiza para hablar en una conferencia de la ONU sobre problemas de las minorías étnicas. Era la primera vez que iba a relatar mi experiencia delante de una audiencia tan grande. Quería hablar de todo: de los niños que murieron deshidratados intentando huir del ISIS, de las familias que quedaron perdidas en las montañas, de los miles de mujeres y niños que seguían en cautiverio, de lo que mis hermanos vieron en el lugar de la masacre.

Yo era solo una de los cientos de miles de víctimas yazidíes. Mi pueblo se dispersó, muchos vivían como refugiados dentro y fuera de Irak, y Kojo seguía ocupado por ISIS. El mundo necesitaba saber muchas cosas de lo que le estaba sucediendo al pueblo yazidí.

Quería decirles que había mucho por hacer. Era necesario establecer una zona segura para las minorías religiosas en Irak, juzgar a los combatientes de ISIS –desde los líderes hasta los ciudadanos que habían apoyado sus atrocidades– por genocidio y crímenes de lesa humanidad, y era necesario liberar Sinjar. Tendría que hablar frente a la audiencia de Hajji Salman y todas las veces que me violó y todo el abuso del que fui testigo. Hablar con sinceridad fue una de las decisiones más difíciles que tuve que tomar, y también la más importante.

Mientras leía mi discurso, temblaba. Hablé lo más calmadamente posible sobre cómo tomaron Kojo y se llevaron a las chicas como yo para convertirlas en sabayas. Les hablé de cómo me habían violado y golpeado una y otra vez, y de cómo finalmente logré escapar. Les hablé de mis hermanos que fueron asesinados. Nunca es fácil contar nuestra propia historia. Cada vez que hablas, lo vuelves a vivir. Cuando explico cómo me violaban en cada puesto de control, o la sensación del látigo de Hajji Salman sobre la manta que me cubría, o cómo se oscurecía el cielo de Mosul mientras yo buscaba ayuda, revivo esos momentos y el terror que sentí. Otros yazidíes también son arrastrados por estos recuerdos.

Mi historia, contada de forma honesta y directa, es la mejor arma que tengo contra el terrorismo, y pienso seguir utilizándola hasta que los terroristas sean juzgados. Todavía queda mucho por hacer. Los líderes mundiales, y especialmente los líderes musulmanes, deben ponerse de pie y proteger a los oprimidos.

Di mi discurso. Cuando terminé de contar mi historia, seguí hablando. Les dije que no me habían criado para dar discursos. Les dije que todo el pueblo yazidí quiere que el ISIS sea juzgado por genocidio y que ellos tenían el poder de ayudar a proteger a las personas vulnerables del mundo entero. Les dije que quería mirar a los hombres que me habían violado a los ojos y verlos en el banquillo de los acusados. Pero sobre todo, les dije, quiero ser la última chica del mundo con una historia como la mía.

Nadia Murad fue secuestrada junto a otras mujeres yazidíes en agosto de 2014 cuando Kojo, su aldea en Sinjar, en el norte de Irak, fue atacada por el Estado Islámico. Atrapada junto a sus hermanas, perdió a seis hermanos y a su madre. En 2018 le dieron el Premio Nobel de la Paz junto al ginecólogo congolés Denis Mukwege. Este es un extracto de su autobiografía, Yo seré la última: historia de mi cautiverio y mi lucha contra el Estado Islámico, publicada por Virago.

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Nadia Murad, la iraquí Nobel de la Paz, pide acción global para combatir el genocidio y la violencia sexual

lunes, octubre 8th, 2018

Murad, de 25 años, estuvo entre las miles de jóvenes yazidí que fueron secuestradas y esclavizadas en 2014 por el Estado Islámico. Tras ser galardonada este viernes, la joven activista dijo en su primera conferencia que se siente obligada a utilizar su voz para defender los derechos de todas las personas perseguidas en el mundo.

Nadia Murad, una de las ganadoras del premio Nobel de la Paz 2018, habla en una conferencia de prensa en el Club Nacional de Prensa, el lunes 8 de octubre de 2018 en Washington. Foto: AP

Por Susannah George 

Washington, 8 de octubre (AP).- La mujer que fue galardonada con el premio Nobel de la Paz de este año pidió el lunes una acción global para combatir el genocidio y la violencia sexual, y prometió ser una voz para las víctimas en cualquier parte del mundo.

La iraquí Nadia Murad dijo en su primera conferencia de prensa desde que se anunció el premio, que se siente obligada a utilizar su voz para defender los derechos de las personas perseguidas en todo el orbe.

“Debemos trabajar juntos para poner fin al genocidio, hacer que rindan cuentas aquellos que cometen estos crímenes y obtener justicia para las víctimas”, comentó Murad a los presentes en el Club Nacional de Prensa.

Murad, de 25 años, estuvo entre las miles de jóvenes de minoría yazidí que fueron secuestradas y esclavizadas en 2014 a por el grupo Estado Islámico. Los yazidíes son una antigua minoría religiosa originaria del norte de Irak.

La iraquí fue galardonada con el premio Nobel de la Paz el viernes junto con el médico Denis Mukwege del Congo, un ginecólogo que atiende a las mujeres que han sido víctimas de violencia sexual.

Murad dijo que se siente honrada de haber recibido el premio, pero aseveró que todavía falta mucho por hacer para llevar ante la justicia a los autores de los crímenes contra ella y otras yazidíes.

“Hasta ahora no se ha hecho justicia para las yazidíes, en particular para las víctimas de esclavitud sexual”, manifestó y agregó que le gustaría ver que los combatientes del Estado Islámico sean juzgados por sus delitos.

En 2016, Murad fue nombrada la primera Embajadora de Buena Voluntad de las Naciones Unidas para la Dignidad de los Sobrevivientes de la Trata de Personas.

En 2017, se abrió una investigación de la ONU a los delitos cometidos por el grupo Estado Islámico y comenzó a recopilar y conservar evidencias en agosto. Los juicios a los combatientes del grupo llevados a cabo por Irak y Siria han recibido críticas por parte de los grupos defensores de derechos humanos que afirman que los procedimientos son precipitados, deficientes y que a menudo dependen de confesiones obtenidas mediante tortura.

El premio Nobel de la Paz de este año se dio en un entorno que le está prestando más atención a las víctimas de abuso sexual a nivel internacional y que ha tomado fuerza con el movimiento #MeToo (A mí también). Cuando le preguntaron sobre el movimiento y cómo se relaciona con su experiencia, Murad dijo que espera que todas las víctimas de violencia sexual se sientan a salvo y compartan sus historias.

“Mi esperanza es que todas las mujeres que hablen de sus experiencias de violencia sexual sean escuchadas y aceptadas”, añadió.