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De Malintzin a Dolores del Río: 10 mujeres fundamentales en la construcción de México

sábado, septiembre 18th, 2021

La investigadora e historiadora Isabel Revuelta Poo habla con SinEmbargo sobre su más reciente trabajo: Hijas de la Historia, un libro que trata de 10 mujeres que toman sus propias decisiones y que tienen un papel fundamental en la construcción del país.

Ciudad de México, 18 de septiembre (SinEmbargo).– Malintzin, Doña Isabel Moctezuma, Catarina de San Juan, mejor conocida como La China Poblana; Sor Juana Inés de la Cruz, La Güera Rodríguez, la Marquesa Calderón de la Barca, Concepción Lombardo de Miramón, Carmen Serdán, Antonieta Rivas Mercado y Dolores del Río son 10 mujeres que tienen un papel fundamental en la construcción del país, comparte la escritora Isabel Revuelta Poo.

Con motivo de la publicación de Hijas de la Historia (Planeta), la investigadora e historiadora precisa que “este libro trata de mujeres que toman sus propias decisiones” y que lo han hecho a lo largo de los últimos cinco siglos. No obstante, reconoce que la labor de haber seleccionado a sólo algunas de ellas no fue una tarea fácil.

“Fue un proceso largo de investigación. Un proceso que a los historiadores a veces nos toma por sorpresa porque uno cree que los personajes los escoge uno y son los personajes los que te escogen. Representan algo. Algo tuvieron estas mujeres para llamar mi atención al ser fundamentales en la construcción del país. De más o menos 90 mujeres que tenía contempladas, me quedé con diez”, comentó  Revuelta Poo en entrevista.

De esta manera precisó, por ejemplo, cómo Malintzin e Isabel Moctezuma  encarnan el final de los tiempos y el inicio de otros. “Eso es México. El fin del proceso prehispánico y el inicio de otro con el elemento español que se fusionan en un sincretismo para dar paso a lo que somos ahora”.

También destacó la manera en la que La China Poblana representa “lo más mexicano de lo mexicano” pese a no haber sino ni mexicana ni china ni poblana: “es un emblema maravilloso del mestizaje”. 

O cómo detrás del “intelecto brillantísimo” de Sor Juana Inés de la Cruz se encuentran una serie de decisiones que tuvo que tomar “para poder ser ese monstruo intelectual”.

“Casarse no era la opción. Tuvo que meterse a un convento y ser monja para poder estudiar. Hoy vas a la universidad como mujer, aunque todavía no todas las mujeres tienen acceso en el mundo a una educación universitaria. Pero en el barroco en que le tocó vivir a Sor Juana era imposible, impensable, y sin embargo ella buscó la manera de beberse el conocimiento entero”.

De igual forma compartió como la Güera Rodríguez fue “una mujer intelectual con el nivel de tener en su casa tertulias, donde fue la semilla sembrada de esa temprana independencia”, y la forma en la que la Marquesa Calderón de la Barca y Concepción Lombardo Miramón “encarnan un siglo durísimo para los mexicanos y las mexicanas”.

En la plática, Isabel Revuelta Poo subrayó el caso de Carmen Serdán, quien en tiempos de la Revolución “defiende las ideas que ella creía correctas, pero el siglo XX no le da mayor difusión”. “Le dan una ramplona pensión de diez pesos que luego se la dobletean a veinte pesos y pasa desapercibida una mujer activista muy cerca del sufragismo”, criticó.

Finalmente mencionó que a Dolores del Río puede uno tomarla como bandera de los actuales movimientos feministas “porque ella encarna ese siglo XX pujante de cambios para las mujeres”, a la vez que refirió como Antonieta Rivas Mercado no tuvo tanta suerte ya que “nace en un tiempo que no le comprende”.

La portada de Hijas de la historia. Foto: Planeta.

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—En este texto recorres lo sucedido en estas tierras en los últimos 5 siglos. Nos cuentas las historias de mujeres trascendentales en nuestra actual configuración, en ese sentido te preguntaría ¿Cómo haces la selección de estas 10 hijas de la historia?

—Fue un proceso largo de investigación. Un proceso que a los historiadores a veces nos toma por sorpresa porque uno cree que los personajes los escoge uno y son los personajes los que te escogen. Representan algo. Algo tuvieron estas mujeres para llamar mi atención al ser fundamentales en la construcción del país. De más o menos 90 mujeres que tenía contempladas, me quedé con diez. Es muy ambicioso decir que yo abarco todos los sucesos históricos, pero con los que a ellas les tocó vivir cubrimos el periodo desde 1502, que nace Malintzin, hasta 1983 que muere Dolores del Río, que es la décima del libro. 

—Yendo por épocas, nos cuentas las aportaciones a nuestro mestizaje de Malintzin y de Isabel Moctezuma. ¿Es Malintzin la madre del mestizaje e Isabel la guía para conciliar el mundo español con el mundo indígena? ¿Cómo entender su relevancia en nuestras raíces?

—No, el mestizaje es un fenómeno que se da en el instante en que se descubre América. No es privativo de México. Pero lo que hacen este par de mujeres es que encarnan el final de los tiempos y el inicio de otros. Eso es México. El fin del proceso prehispánico y el inicio de otro con el elemento español que se fusionan en un sincretismo para dar paso a lo que somos ahora. Ellas se adaptan muy bien a ese nuevo orden, a ese paso que tuvieron que dar para terminar un mundo y empezar otro. Ponerles esas etiquetas de ‘la madre del mestizaje’ me parece que es borrar lo que también vivieron decenas de miles de mujeres no sólo en México, sino en el continente americano. 

—También das cuenta del rol de la China Poblana en la esencia de la mexicanidad. Es un personaje, como relatas, que no era ni poblana ni mexicana. ¿Quién fue entonces?

–Es un personaje fantástico. Lo más mexicano de lo mexicano no era mexicana, china ni poblana. Pero es un emblema maravilloso del mestizaje, porque durante esos 300 años que fuimos virreinato –más tiempo que el México independiente– se fue forjando nuestra identidad, gustos, valores, fobias, lo que creemos y no creemos. En el periodo barroco del virreinato me parece que la presencia de Mirra engloba lo que estaba sucediendo: una ruta comercial, la más longeva y larga de la historia, el Nao de China. Llega esta mujer de la India.

Ella dice que es princesa. Es una mujer hindú que llega a la Puebla barroca del siglo XVII. Se juntan estos dos mundos. En esta sociedad novohispana los chinos, que eran jóvenes, atendían las casas. Ahí viene la confusión. La coincidencia es que es de Puebla, pero es poblana de pueblo, porque es una muchachita sencilla. Después, en el siglo XIX, cuando estamos buscando nuestra identidad como un país independiente, buscamos en ese virreinato y encontramos a la mujer mexicana por antonomasia que es la china poblana.

Sí, es un arquetipo, pero finalmente es un emblema que nos une a todos con esa vestimenta que, a su vez, vive un sincretismo cultural porque la verdadera china poblana no usaba esas prendas de lujo. Es el imaginario de lo chinesco, lo que venía exótico en el Galeón de Manila. Pero todo se va entrelazando para hablar de lo que ahora somos. Difícilmente pensamos que ese traje de china poblana fue inspirado por una mujer de carne y hueso que llega a Puebla, se vuelve una santa-mística para encarnar lo más mundano de lo mundano que es una china poblana en fiesta. 

—Hablar de Sor Juana siempre implica un reto por la trascendencia que tuvo en vida y aún después de ella en el legado de las letras novohispanas y en el entendimiento de la mexicanidad. ¿Cómo entender la huella de Sor Juana Inés de la Cruz en las letras del Siglo de Oro y en las actuales?

—No me atrevería a comparar en ningún momento mi quehacer de divulgación e historiadora con el quehacer de gente como Octavio Paz, Ramón Xirau o Margo Glantz que han escudriñado en la vida y obra literaria de este intelecto. Porque más allá de ser mujer es un intelecto brillantísimo. Lo que como historiadora e investigadora quiero hablar de esta mujer son las decisiones que tuvo que tomar para poder ser ese monstruo intelectual. Casarse no era la opción. Tuvo que meterse a un convento y ser monja para poder estudiar.

Hoy vas a la universidad como mujer, aunque todavía no todas las mujeres tienen acceso en el mundo a una educación universitaria. Pero en el barroco en que le tocó vivir a Sor Juana era imposible, impensable, y sin embargo ella buscó la manera de beberse el conocimiento entero y lo hace entrando al convento y dando rienda suelta a ese cerebro y mente luminosa. Tomó la decisión de dedicarse al conocimiento. Eso es fundamental en el personaje como mujer, más allá de lo intelectual. Una mujer que toma esa decisión. No siempre les va bien, sus decisiones no siempre traen buenos resultados a sus vidas. Algunas acaban en tragedia o, como Sor Juana, son silenciadas. Pero debemos subrayar la trascendencia de esa decisión que tuvieron. Se atreven. Por eso despuntan, retan a sus tiempos y logran cosas que van abriendo brecha para las mujeres actuales. 

Recuperas a un personaje como la Güera Rodríguez, muchas veces, como señalas, malentendida. Y es interesante que lo hagas teniendo en cuenta el papel que también tuvieron en esa época la Corregidora y Leona Vicario, por decir dos nombres. ¿Qué te decantó por hablar de la Güera?

Efectivamente hay mujeres de la revolución de Independencia muy destacadas. Leona Vicario, Josefa Ortiz y muchas otras como Mariana Rodríguez del Toro que participaron. Y aquellas que se lanzan al vacío sin nada más qué perder también están en esas luchas. Pero decidí hablar de la Güera Rodríguez porque es de esas mujeres inventadas. La conocemos porque alguien dijo algo. Alguien escribió tal y se fue haciendo una bola a través de dos siglos de lo que fue su vida. Es tachada de mujer de la Corte, de moral distraída, que logró todo porque era de una belleza inusitada y brincaba de cama en cama.

Nada más lejano con lo que realmente sucede con la vida de esta criolla que vivía en una posición acomodada, pero eso no quiere decir que no haya sufrido ni vivido en carne propia un matrimonio abusivo, donde había violencia, celos. Ella levantó la mano y le dijo al virrey que no podría seguir viviendo más con ese hombre que la acusaba de adulterio. Algo que no era verdad por lo que la violencia de la que era objeto no le permitía continuar viviendo con él a pesar de que la posibilidad de un divorcio no existía.

Ella puso un límite y ahí me di cuenta de que no conocemos bien a la Güera Rodríguez, no conocemos muy bien los motivos por los cuales apoya al grupo del que ella proviene, que es el de influencia económica, hacendados. Lo que quería era buscar el bienestar de esos mexicanos que ya eran distintos a los españoles peninsulares. Ya no son criollos, van a ser los primeros mexicanos. Por eso ella aporta al movimiento de Independencia, porque se va a rodear y estar muy cerca de esas conspiraciones autonomistas. También es una mujer intelectual con el nivel de tener en su casa tertulias, donde fue la semilla sembrada de esa temprana independencia.

Ya en la época del México independiente cuentas la vida de La Marquesa Calderón de la Barca y Concepción Lombardo Miramón. ¿Cuáles son los valores e ideales que encuentras en ellas como hijas de la historia?

Ellas encarnan un siglo durísimo para los mexicanos y las mexicanas. A todas las mujeres nos ha tocado tomar partido, hemos abrazado creencias, hemos apoyado movimientos. Y, sin embargo, este par de mujeres, una en el principio del siglo XIX y otra al final, esbozan muy bien lo que sucedió en un siglo convulso, donde nos costó muchísimo trabajo definir qué forma política iba a ser la adoptada por este nuevo país. Entonces, cuando llega una mujer escocesa, pasada por Boston, y termina en Puente de Alvarado, es una mujer que a mí me gusta meterla, aunque no sea mexicana porque, como dice Chavela Vargas, los mexicanos nacen donde se les da la gana. Ella arraiga muy bien eso de los mexicanos al hacer un cuadro costumbrista con sus letras sobre cómo éramos, cómo no éramos. Esas cartas epistolares, aparentemente para su familia, se convierten en un libro editado por uno de los historiadores más importantes norteamericanos.

Independientemente de que fue publicada en vida como mujer y por esos historiadores, que ya es una hazaña en sí, lo que hace es que hoy por hoy, si lees a la Marquesa Calderón de la Barca, puedes encontrar muchos rasgos de nuestra cultura y quizás entender por dónde ese pasado nos está diciendo que vayamos manejándonos por el futuro. Por eso la Marquesa y su obra son tan vigentes actualmente. Esboza toda esa inestabilidad de la primera mitad del siglo XIX.

Concepción Lobardo Miramón  es una mujer de creencias, de convicciones. Las lleva hasta el último día de su vida. Le toca vivir con otro mexicano que también lleva sus convicciones hasta el final de la tragedia personal. Si bien tenemos patria por esa generación de liberales como Juárez y todos ellos que tuvieron a bien restaurar la República en 1867, no fue sin el remamamiento de mucha sangre, sin el encono de hermanos mexicanos liberales y conservadores. Yo quería dar voz a los otros. A los que se opusieron a esos liberales. También hay que entender a lo otro y lo otro es Concepción.

Una mexicana que creía cómo debería de ser México a lado de Miguel Miramón. Que termina siendo casi como un niño héroe porque si no hubiera sobrevivido el ataque en el Castillo de Chapultepec, sería un niño héroe porque él también estaba estudiando en el Colegio Militar. Y vive la tragedia de ver al México mutilado después de la guerra con Estados Unidos y tiene otra idea para México. No es la idea que comparte con Juárez. No está de acuerdo con la usurpación de Maximiliano y, por azares del destino, regresa a defender algo por lo que él creía y acaba fusilado justo con Maximiliano en el Cerro de las Campanas. Quería darle voz a esta mujer de esa parte trepidante del siglo XIX.

—Con Carmén Serdán planteas una situación, por qué se ha borrado el papel de las mujeres de la Revolución teniendo a personajes precisamente como ella.

 —Si hay muchos pasajes de la historia donde no hay luz suficiente, muchísimo menos para las mujeres. Justo cuando empiezo a escribir este libro me doy cuenta que hay tantas mujeres. Fue bien difícil nada más dejar a diez. Pero en el tema de Carmen Serdán todavía peor. En ese estado que nace de la Revolución, en la que pierden la vida sus hermanos, ella también arriesga, porque no nada más fue propagandista de las ideas democráticas de Madero poniendo sus creencias por delante, sino que también defiende con el rifle cuando son masacrados en su casa. Defiende las ideas que ella creía correctas, pero el siglo XX no le da mayor difusión. Le dan una ramplona pensión de diez pesos que luego se la dobletean a veinte pesos y pasa desapercibida una mujer activista muy cerca del sufragismo. No se podía votar y sin embargo toma partido. Insisto, este libro se trata de mujeres que toman sus propias decisiones. 

 —Retratas la modernidad a través de Antonieta Rivas Mercado, mecenas y una gigante de la Literatura, y de Dolores del Río, quien rompe ese paradigma y se dedica a lo que ella quería con un éxito notable. ¿Identificas esta ruptura como uno de los principales motores de los actuales movimientos feministas?

 —A Dolores del Río puede uno tomarla como bandera porque ella encarna ese siglo XX pujante de cambios para las mujeres. Pero Antonieta Rivas Mercado no tuvo tanta suerte. Nace en un tiempo que no le comprende, la siento totalmente anacrónica porque si hubiese nacido más adelante del siglo XX su vida hubiera sido plena, exitosa, una escritora en ciernes. La tragedia de su vida no sólo cercena a una mujer, sino a una escritora en ciernes que hubiera llegado al tamaño de los contemporáneos con los cuales ella tiene mucha relación.

En el caso de Dolores del Río, ella sí encarnó luchas que nosotras las mujeres no habíamos conquistado todavía a inicios del siglo XX como heredar, poder educar a los hijos, tomar la decisión de no tener hijos, divorciarse, votar. Todo eso lo encarna. Decide dedicarse a su persona, a su carrera de una manera profesional y a lo grande, y vivir modernamente un siglo pujante como el siglo XX en propia piel. Y todavía tener esa voluntad y poder de promover un Festival Internacional Cervantino porque el arte y la cultura, para ella, fue el medio para emanciparse y vivir la vida como ella la quería vivir. Quería que otras mujeres como ella siguieran a través del arte y de la vida internacional un espejo de México para el mundo. Que las mujeres pudieran aprovechar esa brecha que ella abrió.

—Si hubieras podido agregar un perfil más, ¿a quién hubieras agregado?

—Efectivamente estuvo también al final del libro Hermila Galindo, también una mujer poco contada, muy interesante y muy importante lo que ella buscaba, el sufragio. Ella fue secretaria particular de Venustiano Carranza, muy cercana a la Revolución y a la lucha de las mujeres. Sin embargo, la tuve que dejar un poco a lado –no que se olvide– porque no logra en vida ese voto para las mujeres. Pero sin duda es un personaje que también hay que recuperar y visibilizar. 

“Malintzin es la madre del mestizaje”: Pedro J. Fernández. “Asumió las dos culturas”

sábado, agosto 14th, 2021

Pedro J. Fernández habla en entrevista con SinEmbargo sobre Soy Malintzin (Grijalbo, 2021), una novela histórica que repasa la vida de una de las principales protagonistas del choque entre dos mundos ocurrido hace 500 años y sobre quien se ha ido desdibujando su lado humano.

Ciudad de México, 14 de agosto (SinEmbargo).– “Malintzin es la madre del mestizaje, más allá de que haya tenido un hijo con Hernán Cortés. Más bien, yo digo que ella es la madre del mestizaje porque ella asume la cultura española que va aprendiendo de los castellanos más la cultura que ya tiene ella, y después de la Conquista vive con estas dos culturas”, plantea el escritor mexicano Pedro J. Fernández.

En entrevista con SinEmbargo, el autor habla sobre su más reciente trabajo Soy Malintzin (Grijalbo, 2021), una novela histórica que recrea la vida y el papel que tuvo esta protagonista en la Conquista de México-Tenochtitlán, suceso que el día de ayer cumplió 500 años en medio de una serie de conmemoraciones, pero también sobre el cual persisten muchas concepciones que han idealizado a unos personajes y han satanizado a otros, como es el caso de Malitzin, o Malinche, como también es conocida.

“Se nos olvidó que Malintzin era prácticamente una niña, tenía 14, 15 años, cuando es regalada como esclava sexual a Hernán Cortes, y ella decide que eso no va a definir su destino y empieza a aprender el castellano, empieza a ayudar en estas sesiones de traducción entre Moctezuma, Jerónimo de Aguilar y Hernán Cortés. Se vuelve una figura muy, muy importante, y yo creo que una novela como la mía rescata esa humanidad, rescata esa niña”, señala Fernández.

Las conmemoraciones que se han llevado a cabo en México a cinco siglos de estos acontecimientos han ido acompañados con un cambio en la narrativa oficial, en la cual el Presidente Andrés Manuel López Obrador ha pedido disculpas al Rey de España y al Papa por las atrocidades cometidas durante el choque de este mundo. Incluso se ha optado por dejar atrás el término de Conquista y referirse a los sucedido como la Resistencia indígena.

Como parte de la conmemoración del choque de dos mundo, se instaló una maqueta del templo Mayor en el Zócalo Capitalino. Foto: Andrea Murcia, Cuartoscuro.

“Qué bueno que se esté hablando de la Conquista, que se esté reflexionando. Más allá de cambiar nombres a eventos o monumentos, o quitar estatuas, yo creo que hay que cambiar la narrativa, hay que expandirla, hay que ver estos personajes por lo que fueron, hay que humanizarlos, hay que ver otros personajes que no fueron parte de la narrativa oficial en su momento, que hay muchísimos, y precisamente en el momento en que entendamos este proceso como parte de su tiempo vamos a poder tener una mejor reflexión sobre los 500 años de ese proceso histórico”, refiere en ese sentido el también autor de Yo, Díaz e Iturbide: el otro padre de la patria.

En lo que respecta a Malintzin, Pedro J. Fernández menciona la importancia de entenderla dentro de su contexto y comprender que era casi una niña, “que tiene que sobrevivir a tres años que dura la Conquista, entre el 19 y el 21, y yo creo que podemos verla como un ejemplo de supervivencia, de inteligencia, de superación, y sí, verla desde un punto de vista positivo como la madre del mestizaje”. 

No obstante, reconoce que lo acontecido hace 500 años se trató de un evento muy doloroso para ambas partes, debido a que fue muy violento y hubo muchas pérdidas de los dos lados. “Yo creo que si realmente nos adentramos a entender cómo era el continente en ese entonces y cómo era Europa y cómo estaba constituido y realmente qué sucedió, vamos a ver que no hay herida, sino que simplemente creo que estaba destinado a ocurrir, que fue doloroso de ambos lados, y que entendemos que entender qué sucedió. No lo podemos cambiar y así vamos a entender el presente”. 

Soy Malintzin, de Pedro J. Fernández. Foto: Especial.

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—Con tu ya conocido estilo, centras tu más reciente novela en Malintzin, uno de los personajes más vituperados de la historia de la Conquista. ¿Qué hay detrás de estos infundios?, porque al final olvidamos, y es algo que rescatas con esta obra, que estos personajes fueron humanos.

—Justamente hay una visión moderna de Malintzin que nace después de la Independencia de México, donde tenemos este rechazo a todo lo español que sucedió durante la Conquista, y  Malintzin y los tlaxcaltecas quedaron atrapados dentro de esta nueva visión. Entonces, empezamos a hablar de Malintzin como la traidora de México, cuando no existía México, no existía España. Siento que eso, por un lado, convirtió a Malintzin en un personaje fuera de época, la estamos juzgando en una época que no era suya, y por el otro lado la deshumanizamos. 

Se nos olvidó que Malintzin era prácticamente una niña, tenía 14, 15 años, cuando es regalada como esclava sexual a Hernán Cortes, y ella decide que eso no va a definir su destino y empieza a aprender el castellano, empieza a ayudar en estas sesiones de traducción entre Moctezuma, Jerónimo de Aguilar y Hernán Cortés. Se vuelve una figura muy, muy importante, y yo creo que una novela como la mía rescata esa humanidad, rescata esa niña que se convierte en esclava, primero del señor Tabscoob, y luego de Hernán Cortés. El miedo que ha de haber sentido, las traducciones que seguramente funcionaban como un teléfono descompuesto porque hay palabras que claramente no conocían los traductores o frases o conceptos que tenían que pensar bien cómo le hacían para pasarlos de un lenguaje a otro.

Yo creo que Malintzin hace un excelente trabajo. Logra sobrevivir y se convierte en este choque de dos mundos, que ahora llamamos un poco la Conquista de México. Ella está en el centro de este choque, es la tercera protagonista de ese momento, siendo que uno es Moctezuma y otro es Hernán Cortés, ¿pero quién es ese puente entre los dos? Es precisamente Malintzin.

Soy Malintzin es una novela histórica, es decir se alimenta de personajes y circunstancias reales que recobran vida a través de la ficción. ¿A qué fuentes recurriste para ir modelando a Malintzin y su entorno?

—Hay trabajos del papel de las mujeres indígenas durante la Conquista. Esta el trabajo de Camilla Townsend, que también se llama Malintzin, que más allá de hablar de Malintzin pues sí recrea cómo vivían las mujeres durante este periodo. Claramente registros de la época como las cartas de relación, la historia que escribió Bernal Díaz del Castillo y las interpretaciones que han hecho historias posteriores. Detrás del libro hay una lista más larga de ensayos. 

Pues es parte de recrear este mundo, de hablar del papel de las mujeres durante esta época y también de humanizar a los personajes que estaban alrededor de Malintzin, yo creo que un trabajo de novela histórica más allá de hacer ficción, es dramatizar una investigación para hacerla más accesible a los lectores y que podamos ver justamente esta humanidad. 

Yo puedo en la parte de ficción histórica poner sentimientos y pensamientos que Malintzin pudo haber tenido como el miedo antes de una batalla o, digamos, el asco y sus momentos trepidantes que debió haber sentido Malintzin después de la matanza de Cholula o del Templo Mayor, que ha de haber sido nada agradable de ver, o también el miedo que tuvo que haber sentido cuando estaba huyendo de Tenochtitlan después de la Noche Triste. Todo esto yo puedo recrear de una manera diferente a como puede ser un ensayo y eso ayuda a humanizar a estos personajes.

—Han pasado 500 años de distancia, una barrera de idioma y distintas cuestiones, ¿consideras que la percepción que tenemos de todos estos personajes se ha idealizado demasiado y se ha dejado de lado el verlos en su momento?

—Sí, se nos ha olvidado justamente esta humanización de los personajes históricos, precisamente porque en México tendemos hacerlos héroes o villanos y entonces cuando los hacemos sobrehumanos o infrahumanos, dejan de ser humanos. Tenemos que volver a esa parte de humanidad de los personajes para entender por qué toman esas decisiones, por qué hacen, piensan o dicen de cierta forma, y también dejar de juzgar a los personajes desde nuestro tiempo, que eso es muy importante. A veces los juzgamos como si hubieran vivido ayer, y sí, hay 500 años de diferencia.

—Mucho se ha dicho que Hernán Cortés fue el primer mexicano, precisamente por el mestizaje de los dos mundos. ¿No será que este lugar corresponde a Malintzin?

—Malintzin es la madre del mestizaje, más allá de que haya tenido un hijo con Hernán Cortés. Más bien, yo digo que ella es la madre del mestizaje porque ella asume la cultura española que va aprendiendo de los castellanos más la cultura que ya tiene ella, y después de la Conquista vive con estas dos culturas.

Yo creo que es la primera mestiza porque asume esas dos identidades y finalmente es algo que va a permear el resto de la Nueva España, asumir estas dos identidades, las que ya existen, las de los pueblos originarios, y las que vienen o de Europa o de Asia, y cómo van nutriendo nuestra cultura.

—¿Qué lugar debería ocupar Malintzin en la historia y por qué cinco siglos después seguimos invadidos por prejuicios que, de ser sincero, ya no nos pertenecen? ¿Es porque es una mujer?

—Yo creo que porque es una mujer la hemos convertido en una meretriz, en un personaje tan simplista que parece que es una especie de matahari mexicana que se aprovechó de artes seductoras para unirse a los malvados. Hemos llegado a una narrativa terrible que no corresponde a esa parte histórica. Y sí, es parte por ser mujer, si hubiera sido hombre no lo hubiéramos acusado de esas artes amatorias, ni nada, seguramente lo calificaríamos un poco más como Hernán Cortés, un poco más sanguinario.

Hay que meterla dentro de su justa medida, de este personaje, casi una niña, que tiene que sobrevivir a tres años que dura la Conquista, entre el 19 y el 21, y yo creo que podemos verla como un ejemplo de supervivencia, de inteligencia, de superación, y sí, verla desde un punto de vista positivo como la madre del mestizaje. 

—Se ha hecho mucha promoción de los 500 años de la Conquista, precisamente, con un discurso que se ha centrado en un entendimiento maniqueo de la historia. Tú lo has dicho, o eres un villano o eres un héroe. ¿Crees que esta narrativa va en contra precisamente de un mayor entendimiento de nuestras raíces?

—Yo creo que toda manipulación de la historia va en contra del presente y de lo que somos. Qué bueno que se esté hablando de la Conquista, que se esté reflexionando. Más allá de cambiar nombres a eventos o monumentos, o quitar estatuas, yo creo que hay que cambiar la narrativa, hay que expandirla, hay que ver estos personajes por lo que fueron, hay que humanizarlos, hay que ver otros personajes que no fueron parte de la narrativa oficial en su momento, que hay muchísimos, y precisamente en el momento en que entendamos este proceso como parte de su tiempo vamos a poder tener una mejor reflexión sobre los 500 años de ese proceso histórico ya sea que le queramos llamar Defensa de los pueblos originarios o Conquista de México, o caída de Tenochtitlan, el hecho es que sucedió y tenemos que entender las causas y entender a los personajes.

—¿Por qué aún duele tanto un evento así? 

—Fue un evento muy doloroso para ambas partes, fue muy violento, hubo muchas pérdidas de los dos lados y sobre todo en el último siglo que empezamos a hablar de Conquista de México, como si aquí hubiera un país y llegara otro país a conquistar. Creo que eso ha convertido este proceso en algo doloroso, como una herida que hay que sanar, pero yo creo que si realmente nos adentramos a entender cómo era el continente en ese entonces y cómo era Europa y cómo estaba constituido y realmente qué sucedió, vamos a ver que no hay herida, sino que simplemente creo que estaba destinado a ocurrir, que fue doloroso de ambos lados, y que entendemos que entender qué sucedió. No lo podemos cambiar y así vamos a entender el presente. 

—¿Crees que el mismo tiempo sea el que haga justicia a Malintzin o más bien es una cuestión de trabajos como el tuyo, los que tengan que situar a cada personaje en su lugar?

—Es importante estar escribiendo sobre estos personajes. Es importante humanizar la historia, traerla cerca, creo que ayuda a que podamos reflexionar, a que podamos cuestionar, a que tengamos nuestra propia visión de la historia y que podamos sanar cada quien nuestras propias ideas sobre el pasado. Creo que durante mucho tiempo vivimos con una historia de bronce, hay historias que cambian cada que cambia el partido que gobierna, nos cambian a los héroes o nos cambian las situaciones, pero al final, nosotros seguimos aquí, entonces tenemos que seguir cuestionando lo que se nos enseña en las escuelas y lo que escuchamos en los discursos de cualquier partido político y una forma de hacerlo es a través de ensayos o de novelas históricas que nos ayudan, precisamente, a reflexionar, y a cuestionar, y ahorita son los 500 años de ese evento, que ahora conocemos como la Conquista de México, hay mucho material en revistas, en libros, en la televisión, en películas, que nos ayudan a hacer esa reflexión.

—Por último, eres uno de los autores que ha tenido éxito al rescatar a personajes como Porfirio Díaz, Agustín de Iturbide y ahora a Malintzin, ¿qué te lleva a tratar de mostrar ese otro lado de estos personajes? ¿piensas retratar a otro protagonista de esta época de la Conquista?

—Me gusta hablar de estos personajes porque tengo una predilección por los villanos que muchos de ellos duraron mucho tiempo en la luz nacional. Empezaron siendo héroes, se convirtieron en villanos. Son los que tienen tiempo de equivocarse y quizá son los más humanos de nuestra historia. Entonces, me gusta ahondar en ellos para contar diferentes situaciones por eso creo que voy a seguir por este camino. Tengo algunos villanos que todavía quiero adentrarme en su vida. Sobre personajes de la Conquista pues me gustaría eventualmente hablar sobre Cortés, sobre alguno de los castellanos que lo acompañaron, pero de momento creo que eso va a tardar un poco en llegar.