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Breve historia de las vacunas: ¿Cuál fue la primera? ¿Cómo cambiaron nuestras vidas?

jueves, agosto 26th, 2021

Las vacunas han sido relevantes para el control de enfermedades a lo largo de la historia, pero con la COVID-19 este hecho se ha vuelto más presente. ¿Cuál es la historia detrás de estas invenciones? ¿Cuáles son los alcances que ha logrado la vacunación a lo largo del tiempo? ¿Por qué es importante? Dos expertos lo explican.

Por María Isabel Porras Gallo
Catedrática de Historia de la Ciencia, Universidad de Castilla-La Mancha

Ricardo José Campos Marín
Científico titular en el Departamento de Historia del Ciencia, Centro de Ciencias Humanas y Sociales (CCHS – CSIC)

Madrid, 26 de agosto (The Conversation).- La pandemia de la COVID-19 ha puesto de nuevo sobre el tapete el debate sobre la importancia de las vacunas como estrategia de salud pública. Desde el principio de la pandemia ha habido una clara tendencia política y científica a fiar al descubrimiento de la vacuna la solución del problema. Entretanto se han tomado una serie de medidas sanitarias con el fin de frenar el contagio y, por ende, la presión sobre los sistemas sanitarios y los fallecimientos.

Las medidas de prevención se han dirigido principalmente a la restricción de movimientos (confinamientos de la población, toques de queda) control de las personas enfermas o con probabilidad de estarlo (cuarentenas), limitación de los contactos sociales (establecimiento de cupos de individuos no convivientes que podían reunirse) y uso obligatorio de mascarillas en espacios públicos y puestos de trabajo. Asimismo, se establecieron con desigual fortuna medidas preventivas como el rastreo de contagios y la realización de pruebas diagnósticas como las PCR o las pruebas de antígenos.

Con todo, la gran apuesta ha sido la investigación relacionada con la vacuna, a la que se ha destinado y sigue destinándose una cantidad ingente de recursos económicos públicos y privados que ha permitido poner en marcha 200 proyectos de vacunas experimentales y disponer de, al menos, siete vacunas desde comienzos de 2021, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

La gran apuesta ha sido la investigación relacionada con la vacuna. Foto: Martín Mejía, AP

Aunque el ritmo actual de vacunación en el planeta es desigual, los efectos se hacen notar. La gravedad de la enfermedad y la presión sobre los sistemas sanitarios disminuyen donde se avanza sustancialmente en la vacunación de la población. Posiblemente en los próximos meses, cuando se alcancen altos niveles de inmunización, se notará una notable caída de los efectos de la enfermedad con el consiguiente beneficio para la salud y, por tanto, para la actividad económica y social.

EL INICIO DE LA VACUNACIÓN: LA VIRUELA Y LA POLIO

Desde poco después de la Revolución francesa, la vacunación de la población ha sido un aspecto fundamental de las estrategias de salud pública. Los ejemplos históricos de los beneficios de la vacunación son numerosos y sin duda pesan en la actual estrategia dirigida contra la COVID-19. Dos ejemplos de éxito –no son los únicos– lo constituyen la vacuna contra la viruela y la polio. La vacuna contra la viruela es la primera de la historia.

Descubierta en 1796 por el médico rural Edward Jenner, la vacuna contra la viruela tuvo en líneas generales una buena acogida y recibió los parabienes de las autoridades políticas y científicas. Además de ser pionera, su importancia residió en que tuvo resultados positivos ante la extensión de una enfermedad responsable de buena parte de la mortalidad infantil y de invalideces graves.

A comienzos del siglo XX, la incidencia de la viruela había disminuido notablemente pese a los problemas importantes con los que tropezó: reticencias de sectores de la población a vacunarse, problemas de producción, conservación y distribución de la linfa vacunal, desigual impulso de las campañas de vacunación, y la constatación de algunos efectos adversos que generaron intensos debates científicos.

En esta imagen de archivo, tomada el 14 de abril de 1947, una larga fila de personas espera para entrar en el hospital Morrisania del Bronx, en Nueva York, donde médicos están administrando vacunas contra la viruela. Foto: AP

El éxito total vendría en la segunda mitad del siglo XX. La OMS inició una intensa campaña de vacunación gracias a las resoluciones WНA11.54 de 1958 y WНA20.15 de 1967. El resultado fue el anuncio de la erradicación de la viruela en la 33ª Asamblea Mundial de la Salud de la Organización Mundial de la Salud, celebrada el 8 de mayo de 1980. Este hecho reforzó la importancia de la vacunación como estrategia de salud pública.

El otro ejemplo histórico es el de la vacuna de la polio. Las epidemias de esta enfermedad impactaban socialmente por las graves secuelas de su forma paralítica, presentes en sus víctimas, mayoritariamente población infantil. Las imágenes más trágicas y conmovedoras de los efectos de la polio fueron las salas de pulmones de acero llenas de niños.

El desarrollo de dos vacunas efectivas, la inyectable de Salk en 1955 y la oral de Sabin en 1961, supuso un avance sustancial en la prevención de esta enfermedad. La decisión de la OMS de asumir en 1988 como objetivo la erradicación de la polio y la creación de la asociación Iniciativa Global de Erradicación de la Polio (GPEI, por sus siglas en inglés) impulsó la vacunación de la población infantil a nivel mundial.

Esta estrategia no exenta de dificultades ha permitido que la polio haya sido declarada erradicada en distintas regiones del mundo. La última, en agosto de 2020, ha sido la Región de África de la OMS. En 2021, la transmisión de la poliomielitis existe únicamente en Afganistán y Pakistán.

En esta imagen de archivo, tomada el 7 de octubre de 1954, el doctor Jonas Salk, descubridor de la vacuna contra la polio, sostiene tubos de esnsayo en su laboratorio de Pittsburgh. Foto: AP

NUEVOS ALCANCES EN VACUNACIÓN 

Entre los descubrimientos de las vacunas de la viruela y la polio tuvieron lugar otros muchos de gran importancia como, por ejemplo, la antirrábica, anticolérica, antidiftérica, antituberculosa, etc. Posteriormente, desde la década de 1960 el arsenal vacunal aumentó con la del sarampión, las paperas, la rubeola, la hepatitis B, la Hib, así como vacunas combinadas (DPT, triple vírica…).

Ahora bien, la historia muestra que una cuestión fundamental es el acceso a las vacunas y las estrategias elegidas para ello, como la implantación de los calendarios vacunales infantiles, su administración gratuita e insertada dentro del sistema sanitario público, que han tenido un papel clave en la prevención de enfermedades infectocontagiosas.

Una buena organización de la sanidad pública incide notablemente en la efectividad de la vacunación. Un ejemplo de ello es el contraste entre las dificultades para controlar la poliomielitis en España durante el franquismo o la ausencia de programas de vacunación contra la gripe en ese periodo, y el éxito logrado a partir de la Transición y, sobre todo, desde los años 80 con un Sistema Nacional de Salud que permitió conseguir unas coberturas vacunales anuales frente a la gripe de más del 60 por ciento e incluso del 70.1 por ciento en 2005.

No obstante, no conviene reducir a la vacunación las estrategias de salud pública. La historia también muestra que la combinación de la vacunación con otras medidas mejora notablemente el estado saludable de la población.

Una buena organización de la sanidad pública incide notablemente en la efectividad de la vacunación. Foto: Antonio Calanni, AP

El desarrollo de políticas sociales y sanitarias tendentes a mejorar infraestructuras como el alcantarillado y el suministro de agua potable, a garantizar el acceso a viviendas dignas, a la regulación de las condiciones de trabajo con el fin de proteger la salud laboral, así como la extensión de la asistencia sanitaria pública al conjunto de la población son factores fundamentales para mejorar la salud pública.

La intervención social por medio de políticas sanitarias es clave para reducir las desigualdades sociales y favorecer la salud de la ciudadanía.

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Libertad o compromiso social: ¿Por qué rechazar la vacuna es un problema?

lunes, junio 7th, 2021

¿Por qué es importante alcanzar un número alto de población vacunada para alcanzar inmunidad? Desde la llegada de las vacunas, el movimiento antivacunas, el temor a los efectos secundarios y la desconfianza en la aprobación de los fármacos ha ido mermando en la sociedad la decisión de inocularse o no, sin embargo, un experto destaca que, si bien las dudas son comunes, las vacunas son indispensables para esta e innumerables enfermedades.

Por Santiago Roura Ferrer
Profesor asociado Facultad de Medicina, Universitat de Vic – Universitat Central de Catalunya

Madrid, 7 de junio (The Conversation).- No me acuerdo dónde leí que sin las vacunas y sin la red subterránea de alcantarillado que permite la evacuación de las aguas residuales en las grandes urbes, la humanidad ya habría desaparecido de la faz de la tierra. Dejando a un lado el asunto de las cloacas, insistamos un poco en la importancia las vacunas.

Las vacunas son uno de los descubrimientos más importantes dentro de la medicina en todas las edades de la vida, con una gran repercusión en Pediatría y en Salud Pública.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) se estima que las vacunas están evitando la muerte de unos 2.5 millones de niños cada año. Pero este éxito ha hecho que las personas más jóvenes se olviden de estas enfermedades aparentemente erradicadas. No tienen en cuenta que las enfermedades nunca se olvidan de nosotros y que reemergerán, como ya ha sucedido, a la mínima oportunidad.

Sin ir más lejos, la Agencia de Salud Pública Catalana confirmó 101 casos de sarampión entre enero y julio de 2019. Una cifra nada despreciable ya que supone el triple de casos registrados en todo el año anterior.

La misma fuente cita que casi el 85 por ciento de estos nuevos casos corresponde a personas que no estaban correctamente vacunadas, nueve de los cuales eran personal sanitario. Veinticinco de ellos, que no estaban vacunados, necesitaron ingreso sanitario. De ahí la importancia de continuar vacunándose, apostillan.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) se estima que las vacunas están evitando la muerte de unos 2.5 millones de niños cada año. Foto: Michel Euler, AP

IMPOSTORES QUE NOS ENTRENAN PARA EL COMBATE

Si tuviésemos que resumir brevemente los principios en los que se sostiene la vacunación, podríamos decir que las vacunas estimulan a nuestro sistema inmune para que acumule mecanismos contra agentes que nos provocan enfermedades. De esta forma, aprendemos cómo combatir de forma muy eficiente y rápida organismos infecciosos invasores antes de que causen daño.

Pero ¿cómo funcionan exactamente las vacunas y por qué representan nuestra mejor arma contra las enfermedades? Pues bien, según la interesante y muy didáctica guía The History of Vaccines publicada por el Colegio de Médicos de Filadelfia, la sociedad profesional más antigua de Estados Unidos de Norteamérica, la vacuna es como un impostor de un patógeno.

Al hacerse pasar como un virus o bacteria, la vacuna prepara las defensas para que respondan adecuadamente si en un futuro nos volvemos a encontrar con esa misma entidad patogénica. Generalmente los agentes infecciosos están cubiertos con moléculas que se llaman antígenos, que son los que específicamente activan la respuesta inmunológica.

Cuando un antígeno es presentado a nuestro sistema de defensa, un tipo muy específico de célula denominada célula B de memoria se activa diferenciándose a célula B plasmática que produce anticuerpos contra ese antígeno en particular.

Luego estos anticuerpos atacan fijándose a la superficie del patógeno a través de su antígeno específico. Tras la unión, el anticuerpo impide la penetración del patógeno a su célula diana, o lo marca como si se tratará de una banderola que iniciará una respuesta de eliminación activa por parte de otras células inmunológicas.

EL CASO DE LA GRIPE

Analicemos el caso de la gripe. Cada vez que se identifica una nueva cepa del virus, con frecuencia anualmente, deben transcurrir entre cinco y seis meses para que estén listos los primeros lotes de la vacuna aprobada.

Brevemente, y según una nota informativa oficial de la OMS sobre fabricación de la vacuna gripal publicada en agosto de 2009, primero el virus debe adaptarse para que se vuelva menos peligroso y aumente su capacidad de multiplicarse en huevos de gallina (el método de producción que emplean casi todos los fabricantes de vacunas). Luego se mezcla con una cepa estandarizada de virus de laboratorio y se deja que se multipliquen juntos.

Posteriormente, el virus híbrido o vacunal que se obtiene tiene que someterse a pruebas para comprobar que produce los antígenos exteriores y que es totalmente inocuo para la salud.

Si tuviésemos que resumir brevemente los principios en los que se sostiene la vacunación, podríamos decir que las vacunas estimulan a nuestro sistema inmune para que acumule mecanismos contra agentes que nos provocan enfermedades. Foto: Juan Karita, AP

Terminada esta etapa, que tarda más o menos otras tres semanas, la OMS distribuye la cepa de virus vacunal entre los fabricantes oficiales para su multiplicación mediante inyección en huevos de gallina de entre nueve y 12 días de fecundación. Los huevos inyectados se incuban durante dos o tres días para favorecer la multiplicación vírica. Después se destruyen con sustancias químicas con el objetivo de producir cientos de millares de litros del antígeno vírico purificado que constituye el ingrediente activo de la vacuna.

Generalmente se producen tantos lotes como sea necesario para obtener la cantidad imprescindible de vacuna. En determinados países, cada nueva vacuna antigripal debe someterse a prueba en algunas personas para demostrar que funciona según lo previsto. Para ello hacen falta cuatro semanas más de producción como mínimo. En otros países no es preciso porque se han efectuado muchos ensayos clínicos con las vacunas anuales similares y se da por sentado que la nueva vacuna (o, mejor dicho, lote de vacuna) funcionará de manera semejante.

LA CHOCANTE PROLIFERACIÓN DE LOS ANTIVACUNAS

Desde el descubrimiento de la vacunación han existido grupos en contra de esta práctica más o menos organizados que han llevado a la creación de un movimiento antivacunas a nivel global. Este movimiento es promovido por un número creciente de personas escépticas que se oponen fervientemente a vacunar, tanto a sus hijos como a sus mascotas, por un miedo injustificado a que las vacunas provoquen enfermedades o efectos secundarios indeseados.

Y esto, señores míos, es inaudito y cuánto menos ridículo. Nos enfrentamos a una realidad chocante y en gran medida absurda que parece seguir muy arraigada. Lo peor es que se fundamenta en polémicos artículos como el publicado en 1998 por un prometedor investigador llamado Andrew Wakefield en la prestigiosa revista científica The Lancet, en el que se establecía un hipotético vínculo entre la vacuna de la triple vírica y el autismo. Con datos de sólo 12 niños.

En contra de este único estudio, muchos otros (uno de ellos con más de 650 mil niños daneses desde 1999 hasta el 31 de diciembre de 2010, con seguimiento desde el año de edad y hasta el 31 de agosto de 2013) demuestran con evidencias muchísimo más sólidas que la vacuna de la rubeola, la varicela y el sarampión –más conocida como triple vírica– no provoca autismo. En consecuencia, el artículo de la discordia de Wakefield fue retractado por haber publicado resultados “falsificados” en febrero del 2010.

Sin embargo, como puede comprobarse en un rápido recorrido por las distintas redes sociales, los movimientos antivacunas siguen teniendo mucha fuerza. Pese a sustentarse en argumentos sin base científica que ponen en tela de juicio a un número preocupante de personas. Sobre todo, el argumentario de los antivacunas convence a la clase acomodada y educada del mundo occidental, que parece haber olvidado que gracias a las vacunas no morimos ahora de enfermedades como la difteria, la polio o el sarampión.

Por ello, las directrices de la OMS son tajantes y se dirigen a intentar definitivamente aunar esfuerzos en contra de estos grupos organizados antivacunas. En un informe oficial, este organismo incluyó la insuficiente inmunización infantil entre las mayores amenazas para la salud y bienestar a nivel mundial.

Frascos vacíos de la vacuna de Sinopharm contra COVID-19. Foto: Juan Karita, AP

Asimismo, dentro de las convocatorias de proyectos científicos Horizonte 2020 que dedicó la Unión Europea (UE) específicamente al estudio de las enfermedades infecciosas y a la mejora de la Salud Pública, fue incluido un programa específico para proyectos (Call identifier SC1-BHC-33-2020), financiado con nueve millones de euros, para la promoción de propuestas que estudiaran cuáles eran los determinantes de la baja utilización de las vacunas dentro su territorio y desarrollaran nuevas estrategias de fomento de la vacunación y su nivel de cobertura.

EL NÚMERO DE CASOS DE ENFERMEDADES CASI ERRADICADAS HA AUMENTADO UN 30 POR CIENTO

Y es que, según algunas estimaciones, el número de casos de enfermedades casi erradicadas como el sarampión ha aumentado un 30 por ciento y sigue siendo una de las primeras causas de ceguera a nivel mundial. La caída en las tasas mundiales de vacunación puede explicarse por razones muy diversas. Por ejemplo, en Ucrania, falleció un adolescente después de recibir una vacuna contra esta enfermedad. Aunque su muerte no tuvo nada que ver con la vacuna, disminuyó la confianza pública hasta el punto que el Gobierno detuvo el programa de vacunación en 2008. La situación llegó al extremo de que los índices de vacunación contra el sarampión fueron de los más bajos en el mundo en 2016.

Desgraciadamente, no hay un tratamiento específico para el sarampión, lo que hace que la vacunación sea la mejor forma de limitar la diseminación de esta enfermedad y evitar nuevos casos de ceguera.

Por suerte en España, según un estudio de consulta telefónica promovido por la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT) publicado esta semana pasada, un 60 por ciento de los españoles se muestran dispuestos a vacunarse sin reticencias frente al virus SARS-CoV-2, causante de la COVID-19. Tres veces más que en octubre del año pasado en plena segunda ola de contagios.

Es más, el porcentaje sube a ocho de cada diez españoles que aseguran que se vacunarían si eso ayudase a proteger a sus mayores. De ahí la importancia de combatir las falsedades difundidas por los movimientos antivacunas, que incluyen la existencia de sustancias muy peligrosas como aluminio y mercurio en los lotes fabricados de vacunas.

Como apuntaban desde el Instituto de Salud Global de Barcelona en octubre de 2015, los padres tienen derecho a preguntar sobre los riesgos y beneficios de vacunar a sus hijos. Pero la comunidad científica tiene la obligación de informarles de forma clara y transparente. Y, claro está, como sociedad tenemos la responsabilidad de refutar todo tipo de fanatismo que se mantenga activamente negando la evidencia científica, por mucho ruido que hagan.

Es evidente que, muy en el fondo de la cuestión, subyace el enfrentamiento entre la libertad individual y el compromiso colectivo. En este punto, conviene tener en mente el concepto de inmunidad colectiva, que se rige por el principio basado en el hecho irrefutable de que tasas altas de vacunación inducen una mayor protección de los individuos no vacunados.

Es sabido que, cuando una enfermedad infecciosa invade un grupo sin vacunar, muchos de sus miembros se infectan porque carecen de la inmunidad contra la enfermedad. Ahora bien, si la vacunación es generalizada, esto limita la propagación de las enfermedades. Lo cual protege indirectamente a las personas no vacunadas porque es más difícil mantener la cadena de propagación de la infección.

Las directrices de la OMS son tajantes y se dirigen a intentar definitivamente aunar esfuerzos en contra de estos grupos organizados antivacunas. Foto: Haven Daley, AP

Para algunas enfermedades, la inmunidad colectiva puede empezar a inducirse con sólo un 40 por ciento de población vacunada. De ahí la importancia de que cada cual ejerza su deber o compromiso personal en pos de una mayor salud colectiva. Parece que este debate está llegando cada día más y con mayor interés hasta nuestros órganos de Gobierno y responsables políticos.

En este contexto, Italia prohibió a los menores de seis años seguir acudiendo a los centros educativos del país sin estar vacunados, por lo que tan sólo en Bolonia unos 300 niños ya no pudieron acudir a la escuela infantil por no estar al día de sus vacunas. Y algo similar sucede en Alemania, donde quienes no brinden los registros de vacunación de sus hijos antes del 31 de julio de 2021 podrían enfrentarse a cuantiosas multas de hasta 2 mil 500 € y dejar a sus hijos fuera del colegio.

Parece indiscutible que no existen fundamentos científicos que pongan en duda la contribución de las vacunas para con el bienestar y la salud humana en un mundo plagado de constantes amenazas en forma de infecciones y ataques recurrentes de un sinfín de agentes oportunistas con el mismo afán de supervivencia que el nuestro (la “ley del más fuerte”).

Antes de que se propaguen las prácticas administrativas que, en determinados países, fomentan el hábito de la vacunación, aquellos que no creen en ella tienen todo el derecho a no vacunarse. Pero es fundamental que sepan que su decisión pone en riesgo a terceros y puede hacer resurgir enfermedades hoy por hoy erradicadas gracias a la vacunación.

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