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El Fondo de Seguro Popular para medicinas de cáncer y VIH opera con opacidad y sin reglas, acusan

domingo, abril 7th, 2019

El Fondo de Gastos Catastróficos del Seguro Popular, que costea enfermedades como el cáncer infantil y el VIH- Sida, opera con protocolos desactualizados que impiden que se garantice el tratamiento para todos los enfermos. Especialistas entrevistados por SinEmbargo aseveran que este fondo es necesario, pues las familias podrían desembolsar entre 50 mil y 150 mil pesos.

Ciudad de México, 7 de abril (SinEmbargo).- El Seguro Popular fue incapaz de establecer los parámetros necesarios para evaluar el incremento de enfermedades como el VIH-SIDA y el cáncer infantil, lo que imposibilitó el acceso oportuno a servicios médico- quirúrgicos, farmacéuticos y hospitalarios de los pacientes, así lo documentó la Auditoría Superior de Federación en su análisis de la Cuenta Pública del 2017.

El organismo federal determinó que la que la cobertura del Sistema de Protección Social en Salud -en el que incluye el Fondo de Gastos Catastróficos (FDGC), destinada la atención de enfermedades de alta complejidad diagnóstica y tratamiento como las mencionadas- no cuenta con los elementos de análisis necesarios desde su creación, hace 14 años. En el mismo destaca la falta de estimación del crecimiento de 61 enfermedad cubiertas por el FPGC del Seguro Popular.

La evaluación adquiere relevancia para dichas enfermedades, debido a que el FPGC cubre los gastos de problemas graves de salud pública como el cáncer en menores de 18 años, padecimientos metabólicos, trastornos quirúrgicos y congénitos, hepatitis C y enfermedades infectocontagiosas como el VIH-Sida.

En los últimos días, organizaciones de la sociedad civil, activistas y familiares de pacientes con cáncer infantil y Sida se han manifestado por la escasez e incertidumbre de los servicios y fármacos ofrecidos por el Seguro Popular. El alto costo que tienen que pagar por los medicamentos en caso de insolvencia resulta insostenible, debido a que implican un pago entre los 50 mil pesos mensuales y los 150 mil semanales.

Las denuncias coinciden en la falta de parámetros para evaluar el funcionamiento del Fondo de Gastos Catastróficos del Seguro Popular, del que depende el dispendio de los servicios.

En distintas ocasiones portadores del VIH y familiares de padres con niños con cáncer se han manifestado para denunciar la falta de medicamentos para el tratamiento de la enfermedad. El medicamento por general llega, pero tarde y cuando ya fueron interrumpidos los tratamientos. Foto: Saúl López, Cuartoscuro.

En entrevista para SinEmbargo, José Carlos Gutiérrez, director general de la Asociación Mexicana de Ayuda Niños con Cáncer (AMANC), sostuvo que el fondo opera de manera deficiente. A pesar de que con el mismo surgió la visibilización y seguimiento de los casos de esta enfermedad, los problemas en su operatividad continúan sin ofrecer garantías.

“El hecho de que exista el fondo ha permitido dar un seguimiento puntual a las enfermedades crónico degenerativas, en particular el cáncer infantil. Ahora hay recurso y un presupuesto para la cobertura completa del cáncer infantil. Peor sería que no existiera un fondo. Sin embargo, para que funcione requiere que se actualicen los protocolos de atención y que el Consejo Nacional de Seguridad sesione con frecuencia para determinar en qué se ocupara el presupuesto. (…) La primera controversia es que los protocolos que son pagados por el fondo no están actualizados y no lo están porque eso implicaría sesionar sobre medicamentos, lo que aumentaría el gasto que el Estado mexicano deberá cumplir”, añadió.

La actualización de los protocolos mencionados por el especialista lo son todo para que funcione el fondo. El pago de los servicios de cada uno de los casos depende de que se incluyan las necesidades de los diagnósticos en ellos. Es decir, si el instrumento no incluye los medicamentos y diagnósticos más actualizados, los pacientes corren el riesgo de quedarse sin él.

El riesgo directo lo corren los enfermos que frecuentemente no cuentan con el medicamento, así como sus familias que padecen el impacto económico y psicológico de la escasez.

Gutiérrez sostiene que la falta de voluntad política y la continua optimización de los recursos provoca que los servicios no se ofrezcan de manera íntegra. El descontrol comienza con la falta de registro de los casos, que se alimenta de la falta de infraestructura y de personal en los hospitales.

“Como AMANC partimos de la necesidad de contar con un registro nacional de cáncer en adolescencia y la infancia, un registro complejo. El Fondo de Gastos Catastróficos sólo se aplica a los hospitales de la Secretaría de Salud, sin embargo, ya sabemos que los hospitales del IMSS, del ISSSTE, Pemex y los dependientes de las Fuerzas Armadas también tienen este tipo de problema. Hace falta información nacional para dimensionar la carga económica y la atención psicosocial del paciente”, agregó.

El FONDO DE GASTOS CATASTRÓFICOS

El 15 de mayo del 2003, durante el sexenio de Vicente Fox, fueron publicadas en el Diario Oficial de la Federación (DOF) una serie de reformas a la Ley General de Salud que dieron lugar a la creación del Sistema de Protección Social en Salud (SPSS), del cual forma parte el Seguro Popular. Esta disposición entró en vigor en el 2014 y para el 2015 ya incluía al Fondo de Gastos Catastróficos en el pago de tratamiento de leucemia infantil.

En la presentación de motivos para la creación del FDGC se insistió en que 3 millones de personas incurrían en gastos catastróficos. Entendiéndose por gasto catastrófico todas las erogaciones realizadas en caso de que una familias destine 30 por ciento o más de su ingreso disponible o capacidad de pago al financiamiento en atención de su salud.

Un estudio realizado por la OCDE señaló que la falta de inversión por parte del Gobierno mexicano en materia de salud provoca que los ciudadanos gasten hasta un 41 por ciento de sus ingresos en atender enfermedades de alto costo entre ellas, el cáncer.

El fondo se creó como una alternativa a este gasto que empobrece a los mexicanos y se pensó como un fideicomiso financiado por la Comisión Nacional de Protección Social de la Salud (CNPSS), que desde el 2013 designa el 8.0 por ciento (10 millones 847 mil 265 pesos) de los recursos de cuota social y aportación solidaria.

Desde su creación ha incluido a 60 enfermedades distintas. Empezó atendiendo los casos de leucemia infantil, pero actualmente incluye a todos los cánceres en menores de 18 años de edad , dos clases de cáncer cervicouterino y trastornos como el Síndrome de Turner, entre otros.

El pasado 28 de marzo padres de familia con hijos internos en el Hospital Infantil  “Federico Gómez” se manifestaron para denunciar la falta de medicamento para sus hijos. Los costos que pueden elevarse hasta los 150 mil pesos semanales no son costeables para las familias, muchas de ellas de bajos recursos.  Foto: Karen Castillo, SinEmbargo.

Yareli Escudero, directora general de Pacientes en Acción, explicó que para poder garantizar la suma de enfermedades al catálogo de atención es necesario que se elaboren los protocolos en los que se detallan los costos de operación de cada una de las enfermedades por paciente. La especialista confirma la necesidad de estas mediciones para garantizar la atención. De no contarse con ellos, el Estado no puede pagar lo necesario a los hospitales asociados.

El problema, señaló, se extiende como un inconveniente de presupuesto. Se deja de destinar dinero para costear las enfermedades costosas.

“El Seguro Popular paga al Seguro Popular lo correspondiente por cada uno de los casos inscritos. En general no hay dinero para costear este tipo de programas y fondos. El tema es que no todos los pacientes tienen acceso, aquellos que lo logran no dan evaluaciones positivas, sin embargo, en padecimientos como el Síndrome de Turner hemos visto interrumpido los tratamientos. De 10 pacientes que se atendieron en el programa piloto por esta enfermedad, podría asegurar que solo dos son beneficiarios. No hay estadísticas de esto, como de todo, ellos dicen que ofrecen buenos resultados, sin embargo, es para un número mínimo de personas”, agregó.

De acuerdo con el informe de resultados del Seguro Popular más reciente, el de año 2017, a la fecha se tienen acreditados mil 107 servicios, cuya distribución para los gastos es de la siguiente forma: 198 establecimientos acreditados en Neonatos con Insuficiencia Respiratoria y Prematurez (UCIN); 167 para cáncer en la infancia y adolescencia (CIAd); 125 VIH/SIDA (VIH/S); 100 a trastornos quirúrgicos congénitos y adquiridos (TQCA); 76 en Infarto Agudo al Miocardio (IAM); 70 a cáncer de mama (CaMa); 68 a cáncer cervicouterino (CaCu); 51 para trasplante de córnea (T cor); 38 para hemofilia (Hemo); 37 para cáncer de testículo (C Test); 33 para cáncer de próstata (CaPro); 33 en linfoma No Hodgkin (LNoH); 28 para enfermedades lisosomales (Liso); 21 en cáncer de colon y recto (CaCR); 17 en cáncer de ovario (CaOv); 17 para trasplante de médula ósea en menores de 18 años (TMO18).

Los especialistas explicaron que las cifras podrían contener errores debido la falta de insumos obliga al desplazamiento de los pacientes a hospitales con mejores condiciones, como lo son los nosocomios nacionales de la Ciudad de México. Esto representa que muchos de los casos atendidos no se registran, lo que genera la escasez de medicamentos y servicios.

EL CONTEXTO POLÍTICO

Desde diciembre del 2018 cuando el Jefe del Ejecutivo Andrés Manuel López Obrador anunció el cambio de esquema del Seguro Popular, la incertidumbre sobre la atención y los medicamentos ha permanecido en los pacientes.

Yareli Escudero urgió a atender los problemas relacionados con el Fondo y con el Seguro Popular. Reconoció que la medida se plantea como un cambio positivo para la distribución, sin embargo, el letargo es por ahora padecido por los enfermos.

“La falta de medicamentos que se vive actualmente responde en parte al poco presupuesto que tiene el fondo, pero también a lo que se está viviendo el país en el contexto político-económico. El Presidente traía el tema de que el Seguro Popular va a desaparecer, aunque nosotros creemos que sólo va a cambiar de estructura. Sin embargo, los cambios administrativos y de servidores públicos tienen una consecuencia negativa en los programas sociales que benefician a los ciudadanos, en este caso a los pacientes”.

Mujeres embarazadas, pobres o indígenas, han pagado hasta con su vida la crisis del sector salud

martes, diciembre 18th, 2018

En México existen diversos pendientes relacionados con la salud reproductiva de las mujeres, lo que las coloca en condiciones de desigualdad e injusticia frente a otros grupos vulnerados. Los altos índices de embarazo adolescente, violencia obstétrica y muerte materna son una muestra de la necesidad de implementar políticas públicas adecuadas que faciliten el acceso a atención médica de calidad.

De acuerdo con diversas especialistas en el tema, el problema es multifactorial y tiene su origen en la falta de reconocimiento de los derechos de las mujeres que se cruzan con estigmas ideológicos y morales, atravesados por otras deficiencias estructurales.

Ciudad de México, 18 de diciembre (SinEmbargo).– El 2 de octubre de 2013, Irma, de origen mazateco, se encaminó al Centro de Salud del municipio San Felipe Jalapa de Díaz, Oaxaca, para dar a luz a su cuarto hijo. Con 30 años de edad y 36 semanas de gestación empezó a tener fuertes dolores, lo que le externó a una enfermera al llegar al hospital. La mujer le dijo a Irma que faltaba mucho tiempo para que naciera su bebé y la envió a caminar por el patio del dispensario. Los dolores se intensificaron, se había roto la fuente y de un instante a otro nació un bebé en medio del pasto. Fue hasta minutos después que ambos recibieron atención médica y fueron ingresados al Centro de Salud.

El caso se mediatizó por la gravedad de la negligencia y visibilizó la actitud omisa de algunos de los trabajadores del sector salud que ponen en riesgo la vida de las mujeres y vulneran su derecho a recibir un trato digno durante la etapa de gestión, parto y puerperio –periodo de recuperación luego del nacimiento que se extiende por cinco o seis semanas–.

El 7 de marzo de 2014, la historia volvería a repetirse.

Laura tuvo a su bebé en las áreas verdes del Centro de Salud de San Juan Manialtepec, también en Oaxaca. La clínica se encontraba cerrada supuestamente porque se habían terminado las horas de servicio público. El caso de Laura se sumó al alumbramiento de otra mujer zapoteca que había dado a luz en febrero en el baño del albergue del Hospital Comunitario “La Paz” y al de otra mujer que, en octubre de 2013, había parido en el sanitario de la posada del Centro de Salud de San Jacinto Amilpas, municipio oaxaqueño de la región de los valles centrales.

La constancia de los casos en esa entidad obligó a la Defensoría de los Derechos Humanos del Pueblo de Oaxaca (DDHPO) a intervenir. El organismo acordó llevar a cabo un diagnóstico sobre el derecho a la salud en la entidad. En 2016 intervino la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) al emitir una recomendación dirigida al actual Gobernador del estado, el priista Alejandro Murat Hinojosa.

Ese mismo año, diferentes organizaciones de la sociedad civil denunciaron que el 80 por ciento de las mujeres indígenas había padecido esta clase de violencia al momento de parir y que la práctica había sido común durante el Gobierno de Gabino Cué Monteagudo, quien fue Jefe del Ejecutivo estatal del 1 de diciembre de 2010 al 30 de noviembre de 2016.

La violencia obstétrica es reconocida como una agresión a las mujeres en distintas leyes locales. Sin embargo, sólo los estados de Aguascalientes, Guerrero, Chiapas, Veracruz, Quintana Roo y la Ciudad de México la consideran en sus códigos penales.

La última Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares 2016 (ENDIREH) expone que en los cinco años previos al estudio el 33.4 por ciento de las mujeres en México (1 de cada 3) que tuvieron un parto denunciaron haber sufrido algún tipo de maltrato por parte de las instituciones de salud quienes las atendieron.

La violencia obstétrica es reconocida como una agresión a las mujeres en distintas leyes locales. Sin embargo, sólo los estados de Aguascalientes, Guerrero, Chiapas, Veracruz, Quintana Roo y la Ciudad de México la consideran en sus códigos penales. Foto: Adolfo Valtierra, Cuartoscuro

PENDIENTES DE SALUD RECAEN EN MUJERES

En México existen diversos pendientes relacionados con la salud reproductiva de las mujeres que las coloca en condiciones de desigualdad e injusticia frente a otros grupos vulnerados. Los altos índices de embarazo adolescente, violencia obstétrica y muerte materna son una muestra de la necesidad de implementar políticas públicas adecuadas que faciliten el acceso a atención médica de calidad.

De acuerdo con diversas especialistas en el tema, el problema es multifactorial y tiene su origen en la falta de reconocimiento de los derechos de las mujeres que se cruzan con estigmas ideológicos y morales, atravesados por otras deficiencias estructurales.

Rebeca Ramos Duarte, abogada y coordinadora de Incidencia Política del Grupo de Información en Reproducción Elegida (GIRE), explicó en entrevista para SinEmbargo que existen tres grandes aplazamientos estructurales que impiden a la mujeres tener pleno acceso a los servicios de salud: la falta de garantía por parte del Estado en materia legislativa, los problemas de implementación de políticas públicas y acceso, y la falta de voluntad política para brindar acceso a la justicia.

En 2015, el Consejo Nacional de Evaluación Política de Desarrollo Social (Coneval) contabilizaba que un 56.6 por ciento de población total de nuestro país tenía una carencia por acceso a la seguridad social. Durante décadas, el indicador ha sido la mejor muestra de injusticia social, colocándose por encima de las cifras que contabilizan el rezago educativo (17.9 por ciento) y el acceso a servicios básicos de vivienda (20.5).

La falta de acceso a la salud pública ha tenido mayor impacto en las mujeres, ya que representan el 59.1 por ciento de los trabajadores informales: 29 de cada 100 mujeres trabajan en un sector que carece de prestaciones como licencias de maternidad, instancias infantiles, servicios médicos, jubilación, seguro de vida, entre otros.

RECORTES AL GASTO EN SALUD

Una más de las grandes carencias del sector salud es la continua disminución del presupuesto que ha ido en detrimento de los servicios y la atención médica que recae en la salud de las mujeres, aseguran los especialistas.

De acuerdo con datos recabados por la organización Fundar: Centro de Análisis e Investigación, entre 2017 y e2018 se registró una tasa de decrecimiento del -4.49 por ciento en el presupuesto de la Secretaría de Salud pasando de: 127  millones 664 mil 774 millones 319 mil 90 pesos a 121 millones  934 mil 826 millones 711 mil pesos. En el programa presupuestario para la salud sexual y reproductiva, al reducción presupuestal fue de -4.26, al pasar de 2 millones 276 mil 503 millones 780 mil 74 pesos a 2 millones 79 mil 615 millones 965 mil pesos.

Para Cecile Lachenal, coordinadora del Programa de Género de Fundar, la diminución en el presupuesto para la salud sexual y reproductiva, que durante todo el sexenio de Enrique Peña Nieto se redujo en 25 por ciento, profundiza las desigualdades que ya existían desde otras décadas.

“El gran indicador para mediar el avance en la materia es la mortalidad materna. Lo que esconde este indicador, ya que es sólo un promedio, son todas las desigualdades que existen entre los estados, entre las regiones en el país (…) Aquí hay un gran pendiente de mejorar todos los servicios y la calidad de la atención. Con la desfinanciación del sexenio pasado son tres los estándares internacionales a los que hay que prestar mucho atención: la disponibilidad, la accesibilidad y la aceptabilidad, que tiene que ver con que tan aceptables son culturalmente cierto servicios”, agrega Cecile Lachenal.

La investigadora afirma que las mujeres en situación de mayor vulnerabilidad suelen ser las más afectadas por los problemas de acceso y financiamiento; es decir, mujeres de las zonas rurales, en situación de pobreza y autóctonas. Las indígenas, además, tienen que asumir una doble carga: la falta de traductores y por la tanto la falta de información que se traduce en la imposibilidad de decidir en los procedimientos a los que son sometidas.

Sobre el Seguro Popular, Lachenal considera que aunque se ha convertido en una alternativa para quienes no tiene acceso a otros servicios, presenta grandes fallas que incluyen la obligatoriedad de la afiliación, teniendo que cumplir con requisitos y tramites burocráticos, además de que se presenta una barrera en la cobertura, ya que el servicio no cubre al 100 por ciento el catálogo de enfermedades y necesidades, por lo que no necesariamente es gratuito.

El presupuesto para el Seguro Popular para la salud materna, el servicio de salud protagónico de la últimas administraciones federales, en 2018 fue de un billón 74 mil 512 millones 691 mil 77 pesos, designándose la mayor parte de presupuesto al diagnóstico de embarazo y atención prenatal, área que contó con 30 millones 777 mil 314.33 pesos.

En México nacen anualmente alrededor de 360 mil niños y niñas de mujeres de entre 15 y 19 años. El dato del Consejo Nacional de Población, de 2011, reporta que 40 por ciento de ellos (144 mil) corresponde a embarazos no planificados. Foto: Adolfo Valtierra, Cuartoscuro

VIOLENCIA OBSTÉTRICA: UNA PRÁCTICA CÓMUN

Cualquier acción u omisión que cause un daño físico o psicológico a las mujeres durante el embarazo, parto y posparto debe ser considerado como violencia obstétrica. Los gritos, los prejuicios, las malos tratos, la sobre medicación y la intervención quirúrgica sin consentimiento son algunos de los ejemplos más claros de este tipo de agresión que tiene como consecuencia más grave la muerte materna.

En octubre de 2018. la CNDH emitió la Recomendación No. 36/2018 en la que hace referencia a una mujer que ingreso en el hospital de Gineco-Obstetricia No.4 “Luis Castelazo Ayala” y quien a pesar de haber narrado dolores insoportables y haber solicitado una cesaría de urgencia fue presionada ha resistir maniobras e inyecciones de anestesia para prepárala para un parto natural que nunca llegaría.

Después de un largo monitoreo y de determinar la necesidad de una cesarea, en la que fue sometida a muchas maniobras, informaron a la madre del recién nacido que este no había llorado y estaba muy grave. Un día después un familiar informaría a la madre que el bebé había sufrido una crisis convulsiva producto de la inflamación de su cerebro , presentaba fracturas en el cráneo, hematomas y cúmulos de sangre en la piel y el cráneo, por lo que fue trasladado a la Unidad Médica de Alta Especialidad, Hospital del Centro Médico Nacional Siglo XXI.

El organismo defensor de derechos humanos hizo observaciones sobre las la violación al derecho al interés superior de la niñez y el respeto al derecho a la salud de las mujeres. Reconoció el caso como violencia obstétrica y solicitó las diligencias requeridas para castigar a los responsables.

La misma CNDH reconoce que “la violencia obstétrica tiene uno de sus orígenes en las relaciones asimétricas de poder donde convergen el género, las jerarquías, la “lucha por la posesión del conocimiento legitimado” , la influencia del sexismo y el androcentrismo en el campo de la medicina, la preeminencia del parto medicalizado sobre el natural y el ejercicio de prácticas patriarcales y autoritarias sobre las decisiones y el cuerpo de la mujer”.

De acuerdo con datos del Grupo de Información en Reproducción Elegida, entre diciembre de 2012 y octubre de 2017 se han registrado 867 quejas por violencia obstétrica ante órganos internos de instituciones de salud locales y de diciembre de 2012 a septiembre de 2017 se han ingreso al menos 567 quejas por este mismo motivo ante la CNDH.

Sobre este tipo de violencia, muchas veces difícil de reconocer, Rebeca Ramos explica que por una parte la violencia obstétrica depende de una situación estructural; es decir, de los servicios de salud que no tienen la capacidad para brindar la atención, sin embargo también tiene que ver con la concepción de la maternidad relacionada con el dolor y el sufrimiento.

“La violencia obstétrica tiene que ver, por un lado, con un situación estructural en donde los servicios de salud pública no tienen la suficientes capacidad e infraestructura para atender a las personas que se acercan y que necesitan atención médica y, por otro lado, hay toda una concepción del embarazo y el parto muy asociado culturalmente al dolor, al sacrificio de las mujeres a la hora de parir que invisibiliza muchas veces malos tratos que se le dan a las mujeres y que esta constituyendo una violencia”, agrega Ramos.

En 2016, la ENDIREH incorporó por primera vez en sus preguntas una serie de cuestionamientos destinados a evaluar la experiencia de las mujeres en su último parto. Entre los datos más destacados reveló que 34.4 por ciento de las mujeres sufrieron este tipo de violencia y 13.1 por ciento de estas mujeres reportaron anticoncepción forzado o esterilización forzada. De un total de 8 millones 700 mil partos –entre 2011 y 2016–, 3 millones 700 mil fueron por cesarea: 37.8 ñor ciento se llevaron acabo en el sector público y 10.3 por ciento de ellos fue realizado sin informar a las madres al respecto, mientras que en el sector privado 9.7 por ciento de las mujeres no lo autorizó.

En el informe 2018 “La pieza faltante: Justicia reproductiva”, presentado por la organización GIRE, se destaca que 37.42 por ciento de las mujeres que denunciaron violencia la identificaron por diferentes clases de gritos y regaños, 34.44 por ciento se quejó de retraso en la atención debido a “los gritos o quejas” de la usuaria; 33.11 por ciento simplemente fue ignorada; 30.9 fue presionada a aceptar un método anticonceptivo o esterilización; a 16.18  por ciento les fue negada la anestesia y a 13.95 por ciento se les esterilizo o se les implantó un método anticonceptivo de manera involuntaria.

Además, los hospitales más denunciados fueron los del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), con 40.8 por ciento, seguido de hospitales públicos, con 38.7 por ciento; los centros de salud, con 34.7; los hospitales o clínicas del ISSSTE de la entidad federativa (30.7), los hospitales o clínicas del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE), con 29.8 por ciento, además de las quejas en procedimientos que se realizaron en casa con una partera o curandera, con 4.5 por ciento.

MUERTE MATERNA: EL COSTO MÁS ALTO

Ana era originaria de Huehuetlán el Grande, Puebla, y se embarazó cuando tenía 16 años; estudiaba el bachillerato y trabajaba en una papelería perteneciente a unos amigos de la familia. A las 37 semanas de embarazo acudió acompañada de su madre al Hospital Comunitario de Huehuetlán en donde la regresaron a casa argumentando que “aún le faltaba mucho tiempo para nacer la bebé”. A la tarde siguiente, Ana volvió presentando dolores insoportables por lo que solicitó una cesarea, que le había sido prescrita por su corta edad. El servicio le fue negado e inclusive fue motivo de molestia para la doctora que la atendía. Horas más tarde le fue inducido un parto vaginal que terminó en una hemorragia y en el estado de inconsciencia de Ana.

Su madre solicitó que no lastimaran más a su hija, acción que motivó la molestia de la enfermera y la doctora que la atendían. Doce horas después, la mujer sería notificada de la muerte de su hija; se le dijo que no habían extraído el producto porque se dieron cuenta de que “Ana no lo quería y ella no había puesto voluntad” para que el parto funcionara satisfactoriamente.

Ana falleció este 2018 y es uno de los casos que acompaña GIRE. Su familia esta en la búsqueda de justicia para la adolescente que no tuvo la oportunidad de decidir, como ha sido el caso de muchas otras mujeres que han muerto debido a la mala atención que reciben en los centros de salud.

En 2000, el Estado mexicano se había comprometido a garantizar que 2015 las mujeres no perderían la vida durante su embarazo, su parto o puerperio. Sin embargo, en ese mismo año la muerte materna ascendió a 633 sucesos.

De acuerdo con los datos de GIRE, en el periodo que va de 2012 a 2016 se registraron 4 mil 286 muertes de esta clase, con una disminución entre 2014 y 2015, periodo en el que las 872 muertes bajaron a 778 para después volver a subir a 812 en 2016. En promedio mueren al año 857 mujeres por esta causa, es decir dos al día.

“La muerte materna esconde detrás todas las desigualdades. En Baja California Sur podría haber un indicador parecido a los países nórdicos, tres fallecimientos por 100 mil nacidos vivos, pero en la regiones de Chiapas, Guerrero y Oaxaca los indicadores son muy altos: arriba de 100 o 150, un nivel de África subsariana”, explica Cicele Lachenal.

De acuerdo con el Observatorio de Mortalidad Materna, Chiapas ocupa el primer lugar en muertes de esta clase: 58.3 por ciento por cada 100 mil bebes nacidos vivos, cuando Baja California Sur tiene una tasa de 8.3 por ciento por cada 100 mil nacidos vivos.

La mayor cantidad de casos se concentró en el Seguro Popular de Salud (53.7 por ciento), seguido del IMSS (22.6), el ISSSTE (3.6) y los hospitales de Pemex, Sedena y Semar (0.09). El 11.4 por ciento restante corresponde a usuarias sin esquema de afiliación, el 1.6 a otra clase de servicios y el 6.0 a un servicio no especificado.

Este mismo año, la Convención para la Eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer (CEDAW) de la ONU recomendó al Estado mexicano seguir las recomendaciones del Observatorio de Mortalidad Materna en México, que ha insistido en ampliar una estrategia de mortalidad segura en que se de prioridad al acceso de servicios de salud prenatal-posnatal y obstétricos de calidad.

Entre las iniciativas promovidas por diferentes organizaciones de la sociedad civil se encuentra el considerar la partería tradicional como una alternativa para los nacimientos.

Cecile Lacheland explica que esta alternativa podría evitar la sobremedicación de las mujeres durante el parto, por la que muchas veces son víctimas de coerción y, a su vez, podría garantizar una calidad en la atención y mayor posibilidad de acceso debido a la reducción en el costo económico. Asimismo, insiste en la necesidad de establecer enfoques en los que se reconozca una visión de derecho para las mujeres.

“Para el tema de la salud materna, nos parece necesario recuperar una visión de derechos para las mujeres; es decir, poner en el centro a las mujeres y a sus necesidades y sus deseos reproductivos”, establece Lacheland.