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Me interesa que el género del terror y la política tengan una conversación actual: Mariana Enríquez

sábado, octubre 3rd, 2020

Nuestra parte de noche es una novela oscura, brutal y enigmática, enmarcada en el género de terror, con un velo político detrás. La historia, que es también un road novel al estilo de Cormac McCarthy, aborda la paternidad a través de la historia de Juan, un médium, que huye junto a su hijo Gaspar, de los designios de una sociedad secreta, la Orden.

Para Puntos y Comas, platicamos con la autora argentina sobre su última obra, con la que se alzó con el Premio Herralde en noviembre, y más recientemente el Premio de la Crítica 2019.

Ciudad de México, 3 de octubre (SinEmbargo).- En su libro Alguien camina sobre tu tumba: mis viajes a cementerios (2013), Mariana Enríquez cuenta la siguiente anécdota: en 1997, cuando tenía 24 años, viajó a Génova, Italia, acompañada de su madre. Una noche, mientras paseaba por el turístico barrio Strade Nuove, se encontró con un chico que tocaba el violín al aire libre.

Se llamaba Enzo. Era un joven alto, de cabello corto, de ojos azules enmarcados en unas ojeras profundas, ataviado con un traje negro «que parecía una mortaja: viejo, algo sucio». Su madre escuchó dos piezas y regresó al hotel. Mariana se quedó un rato más.

«Me senté entre el montón de gente que se había juntado alrededor del violinista y simplemente me quedé hasta que él notó mi presencia y me sonrió y me dedicó sus inclinaciones; yo lo aplaudí cada vez. Nunca había visto a un chico tan perfectamente diseñado para mí». Al otro día visitaría, acompañada de Enzo, el enigmático cementerio de Staglieno y tendría con él, en ese lúgubre escenario, una aventura fugaz (escena que prefigura esa tensión entre Eros y Tánatos presente en su obra).

A su regreso a Argentina, cuando Mariana habló con sus amigas, les dijo que aquel joven era la criatura más hermosa que había visto. Hermosa para ella, para sus criterios, para su «idea de belleza, que es turbia y pálida y elástica, oscura y azul, un poco moribunda, pero alegre, más atardecer que noche».

Y esas palabras que ella escribe, esos adjetivos, podrían aplicarse a la idea de belleza, a la poética, detrás de las páginas de Nuestra parte de noche (Anagrama, 2019), su más reciente novela, con la que se alzó con el Premio Herralde el pasado noviembre, y más recientemente el Premio de la Crítica 2019. Una novela oscura, brutal y enigmática, enmarcada en el género de terror.

Nuestra parte de noche narra la historia de Juan, un médium, que huye junto a su hijo Gaspar, de los designios de una sociedad secreta, la Orden, «que contacta con la Oscuridad en busca de la vida eterna mediante atroces rituales», como se lee en la contraportada. La novela aborda la paternidad a través de la disección de las mentiras que los padres cuentan a sus hijos con el afán (a veces estéril) de protegerlos. Y es, también, un bildungsroman con trasfondo político, una road novel heredera de La carretera de Cormac McCarthy y un relato erótico con alta carga sensual.

Trazadas con precisión, las escenas de sexo operan no como un adorno de la trama, sino como un elemento más en la construcción de los personajes, que no están atados a su sexualidad, sino que la disfrutan sin límites, arrastrados por el deseo. Y la novela no sólo combina géneros, sino también voces narrativas: intercala capítulos en tercera y primera persona, además de albergar, en sus páginas, una falsa crónica que, si no estuviera construida enteramente de ficción, pasaría a formar parte de lo mejor del periodismo narrativo latinoamericano.

No obstante, a Mariana –afirma en entrevista con Puntos & Comas– no la motivaba una ambición de totalidad, sino una necesidad genuina, honesta, de vaciar en la novela sus obsesiones e intereses. Así lo explica:

“Un escritor rara vez, antes de sentarse frente a la hoja en blanco, se plantea escribir una novela total”. Y detalla: “En mi caso lo que sí quería era que todos mis intereses (la política, el rock, el ocultismo y la música) estuvieran ahí, pero con un aura lovecraftiana. Me propuse escribir una novela con conflictos claros. Y una construcción detallada, milimétrica, de los personajes. Más que una ambición de totalidad, puse a gravitar todos mis intereses, temas y obsesiones alrededor de la novela. Por tanto, mi aproximación fue mucho más personal que teórica”.

Y confiesa que el Premio Herralde, uno de los galardones literarios más prestigiosos de hispanoamérica, la sorprendió. “Creí que el género sería un problema. Me agradó mucho que el jurado haya percibido que había algo en la novela que excedía el género, pero no en el sentido de que lo despreciaba, sino que haya entendido que la tradición latinoamericana es muy variada”. De ahí que su literatura –sostiene sin miramientos– abreve más de David Lynch que de Julio Cortázar, de Stephen King que de García Márquez.

Platicamos con ella sobre, entre otros temas, la paternidad, el trasfondo político de Nuestra parte de noche y la influencia del periodismo en su obra. 

***

—¿Qué anécdota, imagen o experiencia, inspiró Nuestra parte de noche?

—Es difícil responder, pues no hay una sola, sino varias. Hace años imaginé una escena: una secta que convoca a un Dios amorfo, antiguo, estilo Lovecraft. A esa deidad la imaginé cruel con sus fieles, a quienes les da un beneficio –que ayuda a la orden ocultista a perpetuar su riqueza y su poder– a un alto costo. Y también me interesaba explorar la idea de puertas a otros mundos, estilo Hellraiser. Y de ideas en torno al cuerpo, lo sexual y el dolor. Sin duda, Clive Baker, me influenció.

Pero, en ese entonces, escribí dos libros de cuentos, a los que les fue medianamente bien y eso me retrasó en mis planes. Cuando me reencontré con la historia noté que era necesaria una trama humana. Lo primero que escribí fue el viaje entre un padre (Juan) y un hijo (Gaspar), cercano a La carretera, de Cormac McCarthy. Un padre que cría a un hijo para un mundo sin futuro, de ahí que la reflexión sobre la paternidad se encuentre inserta en la trama. Luego pasó lo que pasa cuando uno escribe una novela: entra a esa especie de sueño, que uno va siguiendo, se obsesiona y hace caso a las intuiciones.

—¿Por qué el terror se ha considerado un género menor en hispanoamérica, teniendo a Edgar Alan Poe como uno de los autores que reivindicaba Julio Cortázar?

—No sólo Cortázar, también Borges. El primer libro de Ray Bradbury que circuló en hispanoamérica lo publicó la editorial Minotauro, con una traducción de Paco Porrúa. Además no hay que pasar por alto la Antología de la literatura fantástica que compilaron Silvina Ocampo, Adolfo Bioy Casares y Jorge Luis Borges. Informe sobre ciegos, de Ernesto Sabato, tiene algo del género. Es como si hubiese una tradición potente en el Río de la Plata: Borges, Bioy Casares, Silvina, Felisberto Hernández y Horacio Quiroga.

Lo que pasa es que no existe una construcción de lo sobrenatural, o de lo fantástico, desde nuestras propias realidades. Si lees algunos de los poemas fantásticos de Borges, descubrirás que abrevan de la mitología islandesa. No le interesaba la mitología de los pueblos indígenas americanos ni argentinos. En Europa, el mito del vampiro lo introdujeron a la literatura dos escritores: Lord Byron y Bram Stoker. No ocurre lo mismo en hispanoamérica.

Yo narro cosas de la brujería de chiloé. Y encontré el relato del mito en un libro de Bruce Chatwin, que se llama En la patagonia. Y eso es sintomático, además de que ejemplifica mi punto: Chadwit, siendo británico, tiene la sensibilidad y las antenas orientadas para contar este tipo de historias sobrenaturales. La tradición británica no encasilló autores: Henry James escribe Retrato de una dama y Otra vuelta de tuerca.

El terror, como género, acarreó muchos prejuicios, sobre todo cuando se vuelve popular en los años 50. Stephen King, por ejemplo, pasó de la mofa al reconocimiento. Sin duda, al menos sus primeras 10 obras ahora son novelas canónicas de la literatura norteamericana. El Resplandor no se lo puede sacar nadie. Costó un poco, pero finalmente su nombre está ahí, de forma indiscutible.

El racismo también ha influido; es decir, los escritores blancos latinoamericanos le han negado la entrada de la literatura a las narraciones míticas de la región, que son fabulosas. En México me resulta muy llamativo porque, si yo tuviera esa tradición, escribiría a lo bestia. La usaría todo el tiempo. También ha ocurrido en Brasil con el tema de las religiones afrobrasileñas, cuya mitología apenas la usa la literatura blanca brasileña y, si lo hace, la retrata de forma decorativa.

Por otro lado ocurre que, a partir de los años sesenta, hubo una politización generalizada de la realidad, en donde claramente la literatura, en América Latina, se alineó con la filosofía sartreana, con la idea de la literatura como instrumento para transformar la realidad. Eso provocó que los géneros de la imaginación se encasillaran como géneros del entretenimiento, y no como géneros de la critica, a diferencia de Inglaterra, en donde Ballard es considerado un escritor eminentemente crítico.

La literatura en la región entró de lleno al realismo, a la denuncia, a la cuestión social y dejó a los géneros de la imaginación en un lugar de escapismo. Yo creo que fue un error, pero es un problema histórico. Ahora mismo hay un evidente renacimiento del género en América Latina: Samanta Schweblin, Liliana Colanzi y Bernardo Esquinca están escribiendo historias de terror, ciencia ficción o fantasía. Y en cada país existen dos o tres autores de género que lo escriben de una manera decidida y desprejuiciada. Todavía hay ciertos sectores que los consideran géneros “menores”, aunque esos juicios están bastante relegados. Hoy en día se está reinventando la tradición.

—El primer capítulo de la novela transcurre en el final del llamado “Proceso de Reorganización Nacional”, el término con el que se autodenominó la dictadura cívico–militar que gobernó en Argentina entre 1976 y 1983. Se ha leído Nuestra parte de noche como una alegoría del régimen de terror y miedo que se instaló en el país. ¿Estás de acuerdo con esa lectura?

—No, porque no es una alegoría. Uso el terror de la dictadura en el primer tercio de la novela, que está ambientada en un año bastante “tranquilo”: 1981. Después, en 1982, fue la Guerra de las Malvinas, pero sin duda los años anteriores, en cuanto a represión, fueron más brutales. Lo uso, como trasfondo, porque tenía un gran interés en que se relacionara con el mal. La dictadura es una manifestación más.

Sin duda, el género de terror tiene elementos alegóricos, pero a mí lo que no me apetece es usar un género (ciencia ficción, terror o fantasía) para hablar de algo que, en realidad, podría abordar desde el realismo. Cuento una historia con elementos del género y la sitúo en la Argentina para que haga espejo con esa realidad (la dictadura), que también es horrible, porque mi interés literario es hacer que la política y el género tengan una conversación. Eso no es un alegoría.

—La relación padre e hijo, presente en tu novela, podría resumirse en una frase: “para salvarte, hijo, tendré que hacerte daño”. ¿Te interesaba explorar la paternidad a partir de la mentira que los padres cuentan a sus hijos?

—Sí. Y no sólo la mentira, sino también la herencia. En ocasiones, los padres se valen de las mentiras, entre otras estrategias, para salvar a sus hijos de la condena de repetir la historia. Esa forma de protección me interesaba porque es brutal: los padres, para protegerlos, les arrebatan a sus hijos su propia historia. A Gaspar le arrebatan su identidad, por eso –al crecer– está paralizado, enfermo. Todos a su alrededor creen que tiene problemas psicológicos.

Eso sí está relacionado con la dictadura y la cantidad de chicos que fueron arrancados de sus familias y se los dieron a otras. Pero eso no es un acto de barbarie exclusivo de la dictadura argentina, también lo hizo la dictadura de Franco y el colonialismo británico en Australia. Es una especie de domesticación de los hijos de los conquistados. Con eso, los imperios, creían cortar los lazos; en el caso de mi novela, se usa para sortear una maldición.

¿Qué hacemos con los hijos? ¿Qué les contamos? ¿Qué no les contamos? ¿Cómo funcionan los secretos familiares? ¿Es mejor que lo sepan o que no lo sepan? ¿Cómo se construye la identidad de un hijo a través de su familia? Todas esas preguntas están ahí. Y más que explorarlas, como con hoja de ruta, fueron ocurriendo: ni siquiera sabía que eran preguntas que me interesaban. Conforme fui escribiendo la novela me di cuenta que estaba en un momento personal, en el que preguntarme por la filiación era algo importante. Pero eso fue ocurriendo.

—Uno de los capítulos de la novela (“El pozo de Zañartú”) es una falsa crónica que reivindica al periodismo narrativo o literario…

—Actualmente trabajo como periodista y enseño periodismo. Y cada vez percibo, con más claridad, la diferencia entre el periodismo y la literatura de ficción. Es un tema que, sin duda, se relaciona con la responsabilidad pública del periodismo, pero también tiene que ver con la verdad. Es paradójico: es más fácil llegar a la verdad en la ficción que en la crónica. En la crónica se busca la verdad, pero lo que uno encuentra es la memoria de las personas, documentos incompletos, fuentes que no quieren dar su testimonio y la imposibilidad de acceder al acontecimiento.

La verdad –como periodista– es a lo que uno aspira y que trata de reconstruir con todos esos elementos, pero que es una verdad necesariamente incompleta. Y, en otros casos, es una mentira intencional; es decir, existe la posibilidad de entrevistar a una fuente que te mienta deliberadamente por un interés particular. En la ficción, en cambio, uno decide, controla los acontecimientos. Vos como periodista lo sabes: el periodismo narrativo causa un efecto de verosimilitud.

La crónica, como género literario, tiene sus formas particulares: una manera de escribirse, el uso literario de los datos, la presencia del autor, entre otros. “El pozo de Zañartú” es, como bien dices, una falsa crónica y está contada con ese efecto de verosimilitud propio del periodismo narrativo. También es una forma de homenaje a esa forma de periodismo tan importante en nuestro continente. No la cultivo, pero la leo mucho, la enseño y conozco sus trucos. Incorporé a la ficción literaria, desde una posición lúdica, una crónica que es falsa.

Algunos lectores, después de terminar la novela, me decían: “Busqué en Google algunos datos de la crónica, para verificar si era cierto lo que se cuenta”. Y me dije: “Eso también es peligroso: uno puede armar una crónica, una narración perfectamente verosímil, que esté contado con las herramientas del periodismo narrativo y que sea toda una mentira”. En el caso de una novela no pasa nada, es un ejercicio lúdico, hay un acuerdo de lectura, pero en la vida real puede tener un impacto gravísimo.

—¿Qué importancia tiene Stephen King para tu obra?

—Stephen King, para mí, es un escritor muy importante. Fue de los primeros que leí del género. Creo que es un escritor social, que combina algo –cierto realismo mezclado con terror– y lo hace con gran potencia política. Lo aprendí de él y lo intento practicar a partir de lecciones aprendidas en sus libros, como El Resplandor: una historia de fantasmas, de lugares embrujados, pero también una obra sobre la locura. Creo que él combina esas dos dimensiones (el horror sobrenatural y el horror humano, el segundo como emanación del primero) con muchísima inteligencia.

—En los últimos años la literatura argentina tiene como protagonistas a las mujeres (El País te enlista junto a María Gaínza, Selva Almada, María Moreno, Claudia Piñeiro, Leila Guerriero. Yo agregaría a Ariana Harwicz, además de Liliana Colanzi y Samanta Schweblin, a quienes ya referiste). ¿Te sientes parte de esa generación, aunque cada autora tenga su propio estilo e intereses?

—Me siento parte de esa generación, aunque a veces siento que se habla de mujeres escritoras como si fuese una categoría en sí misma, separada de las demás. No me gusta que persista esta cuestión de ponernos aparte, sea por las buenas o por las malas, como si la literatura femenina fuese una literatura particular, con ciertas características. Entiendo que hace falta la visibilidad, la cual me gusta y la disfruto, pero reducir la cuestión a escritoras mujeres nos aísla y es algo que no me agrada.

Quiero que las mujeres ingresemos a la literatura y ya, sin ningún tipo de gueto. Es cierto que es un buen momento para las escritoras argentinas, pero también hay escritores hombres y escritores trans, con quienes tengo muchas afinidades. Es una generación que está escribiendo sobre política de otra manera, por ejemplo. Y creo que, en general, es un buen momento para la literatura argentina.

“La noche tiene la forma de un grito de lobo”. Una selección de poemas de Alejandra Pizarnik

sábado, septiembre 5th, 2020

Los siguientes poemas se extraen del libro Poesía Completa (Debolsillo, 2018), edición que incluye versos inéditos rescatados de manuscritos de Alejandra Pizarnik, una de las autoras argentinas más emblemáticas y figura de culto para las letras hispanas. Nació el 29 de abril 1936, y falleció el 25 de septiembre de 1972, a los 36 años, tras ingerir 50 pastillas de Seconal.

Ciudad de México, 5 de septiembre (BarbasPoéticas).- “El poema es espacio y hiere”.- Los poemas de Alejandra Pizarnik son una verdadera herida abierta, profundamente femeninos, tristes, delicados, melancólicos. Un oscuro preludio a su propio final. Un grito de soledad en medio de la noche.

Flora Alejandra Pizarnik nació en Avellaneda, Argentina, el 29 de abril 1936, y falleció el 25 de septiembre de 1972, a los 36 años, después de ingerir 50 pastillas de Seconal. Esta autora, cuya poesía se caracteriza por un hondo intimismo y sensualidad, es una de las escritoras argentinas más emblemáticas de la segunda mitad del siglo XX y una figura de culto para las letras hispanas.

En 1955 publicó su primer libro de poemas: La tierra más ajena. Cinco años después se trasladó a París, donde trabajó para la revista Cuadernos y publicó poemas y críticas en varios diarios franceses. También tradujo a Antonin Artaud, Henri Michaux, Aimé Cesairé, e Yves Bonnefoy, y estudió historia de la religión y literatura francesa en La Sorbona.

En esos años conoció a Octavio Paz, Julio Cortázar e Ivonne Bordelois. Volvió a Buenos Aires en 1964 y publicó otras siete obras con poemas, relatos surrealistas y hasta novelas cortas. En 1971, recibió la beca Fullbright. Otros títulos destacados son Árbol de Diana (1962) y Extracción de la piedra de locura (1968).

Barbas Poéticas presenta la siguiente selección de poemas extraídos del libro Poesía Completa, publicado bajo el sello Debolsillo, edición que además incluye poemas inéditos rescatados de manuscritos de la autora.

REMINISCENCIAS

y el tiempo estranguló mi estrella
cuatro números giran insidiosos
ennegreciendo las confituras
y el tiempo estranguló mi estrella
caminaba trillada sobre pozo oscuro
los brillos lloraban a mis verdores
y yo miraba y yo miraba
y el tiempo estranguló mi estrella
recordar tres rugidos de
tiernas montañas y radios oscuras
dos copas amarillas
dos gargantas raspadas
dos besos comunicantes de la visión de
una existencia a otra existencia
dos promesas gimientes de
tremendas locuacidades ajenas
dos promesas de no ser de sí ser de no ser
dos sueños jugando la ronda del sino en
derredor de un cosmos de
champagne amarillo blanquecino
dos miradas cerciorando la avidez de una
estrella chiquita
y el tiempo estranguló mi estrella
cuatro números ríen en volteretas desabridas
muere uno
nace uno
y el tiempo estranguló mi estrella
sones de nenúfares ardientes
desconectan mis futuras sombras
un vaho desconcertante rellena
mi soleado rincón

la sombra del sol tritura la
la esfinge de mi estrella
las promesas se coagulan
frente al signo de estrellas estranguladas
y el tiempo estranguló mi estrella
pero su esencia existirá
en mi intemporal interior
brilla esencia de mi estrella!

LA DE LOS OJOS ABIERTOS

la vida juega en la plaza
con el ser que nunca fui
y aquí estoy
baila pensamiento
en la cuerda de mi sonrisa
y todos dicen esto pasó y es
va pasando
va pasando
mi corazón
abre la ventana
vida
aquí estoy
mi vida
mi sola y aterida sangre
percute en el mundo
pero quiero saberme viva
pero no quiero hablar
de la muerte
ni de sus extrañas manos.

LA ENAMORADA

esta lúgubre manía de vivir
esta recóndita humorada de vivir
te arrastra alejandra no lo niegues.
hoy te miraste en el espejo
y te fue triste estabas sola
la luz rugía el aire cantaba
pero tu amado no volvió
enviarás mensajes sonreirás
tremolarás tus manos así volverá
tu amado tan amado
oyes la demente sirena que lo robó
el barco con barbas de espuma
donde murieron las risas
recuerdas el último abrazo
oh nada de angustias
ríe en el pañuelo llora a carcajadas
pero cierra las puertas de tu rostro
para que no digan luego
que aquella mujer enamorada fuiste tú
te remuerden los días
te culpan las noches
te duele la vida tanto tanto
desesperada ¿adónde vas?
desesperada ¡nada más!

NOCHE

Quoi, toujours? Entre
moi sans cesse et
le bonheur!
G. De Nerval

Tal vez esta noche no es noche,
debe ser un sol horrendo, o
lo otro, o cualquier cosa…
¡Qué sé yo! ¡Faltan palabras,
falta candor, falta poesía
cuando la sangre llora y llora!
¡Pudiera ser tan feliz esta noche!
Si sólo me fuera dado palpar
las sombras, oír pasos,
decir «buenas noches» a cualquiera
que pasease su perro,
miraría la luna, dijera su
extraña lactescencia, tropezaría
con piedras al azar, como se hace.
Pero hay algo que rompe la piel,
una ciega furia
que corre por mis venas.
¡Quiero salir! Cancerbero del alma:
¡Deja, déjame traspasar tu sonrisa!
¡Pudiera ser tan feliz esta noche!
Aún quedan ensueños rezagados.
¡Y tantos libros! ¡Y tantas luces!
¡Y mis pocos años! ¿Por qué no?
La muerte está lejana. No me mira.
¡Tanta vida Señor!
¿Para qué tanta vida?

SIEMPRE

Cansada del estruendo mágico de las vocales
Cansada de inquirir con los ojos elevados
Cansada de la espera del yo de paso
Cansada de aquel amor que no sucedió
Cansada de mis pies que sólo saben caminar
Cansada de la insidiosa fuga de preguntas
Cansada de dormir y de no poder mirarme
Cansada de abrir la boca y beber el viento
Cansada de sostener las mismas vísceras
Cansada del mar indiferente a mis angustias
¡Cansada de Dios! ¡Cansada de Dios!
Cansada por fin de las muertes de turno
a la espera de la hermana mayor
la otra la gran muerte
dulce morada para tanto cansancio.

FIESTA EN EL VACÍO

Como el viento sin alas encerrado en mis ojos
es la llamada de la muerte.
Sólo un ángel me enlazará al sol.
Dónde el ángel,
dónde su palabra.
Oh perforar con vino la suave necesidad de ser.

HIJA DEL VIENTO

Han venido.
Invaden la sangre.
Huelen a plumas,
a carencia,
a llanto.
Pero tú alimentas al miedo
y a la soledad
como a dos animales pequeños
perdidos en el desierto.
Han venido
a incendiar la edad del sueño.
Un adiós es tu vida.
Pero tú te abrazas
como la serpiente loca de movimiento
que sólo se halla a sí misma
porque no hay nadie.
Tú lloras debajo de tu llanto,
tú abres el cofre de tus deseos
y eres más rica que la noche.
Pero hace tanta soledad
que las palabras se suicidan.

LA CAÍDA

Música jamás oída,
Amada en antiguas fiestas.
¿Ya nunca volveré a abrazar
al que vendrá después del final?
Pero esta inocente necesidad de viajar
entre plegarias y aullidos.
Yo no sé. No sé sino el rostro
de cien ojos de piedra
que llora junto al silencio
y que me espera.
Jardín recorrido en lágrimas,
habitantes que besé
cuando mi muerte aún no había nacido.
En el viento sagrado
tejían mi destino.

AZUL

mis manos crecían con música
detrás de las flores
pero ahora
por qué te busco, noche,
por qué duermo con tus muertos

LA CARENCIA

Yo no sé de pájaros,
no conozco la historia del fuego.
Pero creo que mi soledad debería tener alas.

EL AUSENTE

I
La sangre quiere sentarse.
Le han robado su razón de amor.
Ausencia desnuda.
Me deliro, me desplumo.
¿Qué diría el mundo si dios
lo hubiera abandonado así?

II
Sin ti
el sol cae como un muerto abandonado.
Sin ti
me torno en mis brazos
y me llevo la vida
a mendigar fervor.

DESDE ESTA ORILLA

Soy pura
porque la noche que me encerraba
en su negror mortal
ha huido.
W. BLAKE

Aún cuando el amado
brille en mi sangre
como una estrella colérica,
me levanto de mi cadáver
y cuidando de no hollar mi sonrisa muerta
voy al encuentro del sol.
Desde esta orilla de nostalgia
todo es ángel.
La música es amiga del viento
amigo de las flores
amigas de la lluvia
amiga de la muerte.
1
He dado el salto de mí al alba. He dejado mi cuerpo junto a la luz y he cantado la tristeza de lo que nace
19
cuando vea los ojos que tengo en los míos tatuados
23
una mirada desde la alcantarilla
puede ser una visión del mundo
la rebelión consiste en mirar una rosa
hasta pulverizarse los ojos
33
alguna vez
alguna vez tal vez
me iré sin quedarme
me iré como quien se va
A Ester Singer
35
Vida, mi vida, déjate caer, déjate doler, mi vida, déjate enlazar de
fuego, de silencio ingenuo, de piedras verdes en la casa de la
noche, déjate caer y doler, mi vida.

***
los náufragos detrás de la sombra
abrazaron a la que se suicidó
con el silencio de su sangre
lo noche bebió vino
y bailó desnuda entre los huesos de la niebla

I
Tú eliges el lugar de la herida
en donde hablamos nuestro silencio.
Tú haces de mi vida
esta ceremonia demasiado pura.

EN TU ANIVERSARIO

Recibe este rostro mío, mudo, mendigo.
Recibe este amor que te pido.
Recibe lo que hay en mí que eres tú.

AMANTES

una flor
no lejos de la noche
mi cuerpo mudo
se abre
a la delicada urgencia del rocío

EL OLVIDO

en la otra orilla de la noche
el amor es posible
-llévame –
llévame entre las dulces sustancias
que mueren cada día en tu memoria

VERDE PARAÍSO

extraña que fui
cuando vecina de lejanas luces
atesoraba palabras muy puras
para crear nuevos silencios

SOMBRA DE LOS DÍAS A VENIR

A Ivonne A. Bordelois

Mañana
me vestirán con cenizas al alba
me llenarán la boca de flores.
Aprenderé a dormir
en la memoria de un muro,
en la respiración
de un animal que sueña.

LINTERNA SORDA

Los ausentes soplan y la noche es densa.
La noche tiene el color de los párpados del muerto.
Toda la noche hago la noche.
Toda la noche escribo.
Palabra por palabra yo escribo la noche.

ESTAR

Vigilas desde este cuarto
donde la sombra temible es la tuya.
No hay silencio aquí
sino frases que evitas oír.
Signos en los muros
narran la bella lejanía.
(Haz que no muera
sin volver a verte)

ADIOSES DEL VERANO

Suave rumor de la maleza creciendo. Sonidos de lo que destruye el
viento. Llegan a mí como si yo fuera el corazón de lo que existe. Quisiera
estar muerta y entrar yo también en un corazón ajeno.

CAMINOS DEL ESPEJO

II
Pero a ti quiero mirarte hasta que tu rostro se aleje de mi miedo
como un pájaro del borde filoso de la noche.
XIV
La noche tiene la forma de un grito de lobo.
**
Las verdaderas fiestas tienen lugar en el cuerpo y en los sueños.
**
Toda la noche escucho el llamamiento de la muerte, toda la noche
escucho el canto de la muerte junto al río, toda la noche escucho la
voz de la muerte que me llama.
**
Y yo caminaría por todos los desiertos de este mundo y aún muerta te seguiría buscando, a ti, que fuiste el lugar del amor.
**
(Tú que fuiste mi única patria ¿en dónde buscarte? Tal vez en este poema que voy escribiendo.)
**
En la cima de la alegría he declarado acerca de una música jamás oída. ¿Y qué? Ojalá pudiera vivir solamente en éxtasis, haciendo el cuerpo del poema con mi cuerpo, rescatando cada frase con mis días y mis semanas, infundiéndole al poema mi soplo a medida que cada letra de cada palabra haya sido sacrificada en las ceremonias del vivir.
**
Paso desnuda con un cirio en la mano, castillo frío, jardín de las delicias. La soledad no es estar parada en el muelle, a la madrugada, mirando el agua con avidez. La soledad es no poder decirla por no poder circundarla por no poder darle un rostro por no poder hacerla sinónimo de un paisaje. La soledad sería esta melodía rota de mis frases.
**

FUGA EN LILA

Había que escribir sin para qué, sin para quién.
El cuerpo se acuerda de un amor como encender la lámpara.
Si silencio es tentación y promesa.

LAZO MORTAL

Palabras emitidas por un pensamiento a modo de tabla del náufrago.
Hacer el amor adentro de nuestro abrazo significó una luz negra: la
oscuridad se puso a brillar. Era la luz reencontrada, doblemente apagada
pero de algún modo más viva que mil soles. El color del mausoleo
infantil, el mortuorio color de los detenidos deseos se abrió en la salvaje
habitación. El ritmo de los cuerpos ocultaba el vuelo de los cuervos. El
ritmo de los cuerpos cavaba un espacio de luz adentro de la luz.

L’OBSCURITÉ DES EAUX

Escucho resonar el agua que cae en mi sueño. Las palabras caen como
el agua yo caigo. Dibujo en mis ojos la forma de mis ojos, nado en mis
aguas, me digo en mis silencios. Toda la noche espero que mi lenguaje
logre configurarme. Y pienso en el viento que viene a mí, permanece en
mí. Toda la noche he caminado bajo la lluvia desconocida. A mí me han
dado un silencio pleno de formas y visiones (dices). Y corres desolada
como el único pájaro en el viento.
**
Sí, lo malo de la vida es que no es lo que creemos pero tampoco lo contrario.
**

NOCTURNO DE CHOPIN POR UN PIANISTA DE CUATRO AÑOS

Su música me lleva
a un acantilado con un pájaro
que juega a oírse cantar.
Su música me alumbra en la lluvia
por donde vamos yo y una jaula vacía.
**

APROXIMACIONES

abrazando a tu sombra en un sueño
mis huesos se arqueaban como flores
*
Mi corazón es absurdo como un máscara en la lluvia
El espanto lo asemeja al mar
Mi cuerpo es una invasión de tambores en el silencio de la noche
*
Yo no canto, no celebro,
no bailo desnuda y ebria
sobre mi ataúd.
Pero yo le ruego al poema,
yo le pido la luna la poema.
*
Escribes poemas
porque necesitas
un lugar
en donde sea lo que no es

LA CELESTE SILENCIOSA AL BORDE DEL PANTANO

A Enrique Pichón Rivière

Cerraron el rostro que fue idéntico al más alto sueño de la augusta
infancia y pájaros temerosos en despliegue rapidísimo de plumas negras
hicieron el paisaje del perfecto terror. Soy tu silencio, tu tragedia, tu
veladora. Puesto que sólo soy noche, puesto que toda noche de mi vida es
tuya.

DENSIDAD

Yo era la fuente de la discordancia, la dueña de la disonancia, la niña del
áspero contrapunto. Yo me abría y me cerraba en un ritmo animal muy puro.

CASA DE LA MENTE

la casa mental
reconstruida letra por letra
palabra por palabra
en mi doble figura de papel
atraviesa el mar de tinta
para dar un nueva forma
a un nuevo sentimiento
abre la boca
verde de sin raíces
la palabra sin su cuerpo
la noche me pronuncia
un nuevo orden musical
de colores de cuerpos de excedentes
de formas pequeñas
que se mueven gritan dicen nunca
la noche dice nunca
en un poema

14/IV/1970

A UN POEMA ACERCA DEL AGUA, DE SILVINA OCAMPO

A Silvina y a la condesa de Trípoli que emana toda la noche profecías. O. PAZ

Tu modo de silenciarte en el poema.
Me abrís como a una flor
(sin duda una flor pobre, lamentable)
que ya no esperaba la terrible delicadeza
de la primavera. Me abrís, me abro,
me vuelvo de agua en tu poema de agua
que emana toda la noche profecías.
**
El poema es espacio y hiere.
**
Yo preparo mi muerte
**
Hay palabras con manos

PRESENCIA DE SOMBRA

Alguien habla. Alguien me dice.
Extraordinario silencio el de esta noche.
lguien proyecta su sombra en la pared de mi cuarto.
Alguien me mira con mis ojos que no son los míos.
Ella escribe como una lámpara que se apaga, ella escribe como una
lámpara que se enciende.
Camina silenciosa.
La noche es una mujer vieja con la cabeza llena de flores.
La noche no es la hija preferida de la reina loca.
Camina silenciosa hacia la profundidad hija de los reyes.
De demencia la noche, de no tiempo.
De memoria la noche, de siempre sombras.
**
viejo remaldito, especie de aborto pestífero de fantasmas sifilíticos,
cómo te adoro en tu tortuosidad solamente parecida a la mía,
y cabe decir que siempre desconfié de tu genio (no son genial; sos
un saqueador y un plagiario) y a la vez te confié,
oh, es a vos que mi tesoro fue confiado,
te quiero tanto que mataría a todos estos médico adolescentes para
darte a beber de su sangre y que vos vivas un minuto, un siglo más,
(vos, yo, a quienes la vida no nos merece)

SOUS LA NUIT

A Y. Yván Pizarnik de Kolikovski, mi padre

Los ausentes soplan grismente y la noche es densa. La noche tiene el
color de los párpados del muerto.
Huyo toda la noche, encauzo la persecución y la fuga, canto un canto
para mis males, pájaros negros sobre mortajas negras.
Grito mentalmente, el viento demente me desmiente, me confino, me
alejo de la mano crispada, no quiero saber otra cosa que este clamor, este
resolar en la noche, esta errancia, este no hallarse.
Toda la noche hago la noche.
Toda la noche me abandonas lentamente como el agua cae lentamente.
Toda la noche escribo para buscar a quien me busca.
Palabra por palabra yo escribo la noche.

PARA JANIS JOPLIN

(fragmento)
a cantar dulce y a morirse luego.
no:
a ladrar.
así como duerme la gitana de Rousseau.
así cantás, más las lecciones de terror.
para crear o decir una pequeña canción,
gritar tanto para cubrir los agujeros de la ausencia
eso hiciste vos, eso yo.
me pregunto si eso no aumentó el error.
hiciste bien en morir.
por eso te hablo,
por eso me confío a una niña monstruo.

RECUERDOS DE LA PEQUEÑA CASA DEL CANTO

Era azul como su mano en el instante de la muerte. Era su mano
crispada, era el último orgasmo. Era su pija parada como un pájaro que
está por llover, parada para recibirla a ella, la muerte, la amante (o no)
Ya no sé hablar. ¿Con quién?
Nunca encontré un alma gemela. Nadie fue un sueño. Me dejaron con
los sueños abiertos, con mi herida central abierta, con mi desgarradura.
Me lamento; tengo derecho a hacerlo. Asimismo, desprecio a los que no
se interesan por mí. Mi sólo deseo ha sido
No lo diré. Hasta yo, o sobre todo yo, me traiciono. Como un niño de
pecho he acallado mi alma. Ya no sé hablar. Ya no puedo hablar. He
desbaratado lo que me dieron, que era todo lo que tenía. Y es otra vez la
muerte. Se cierne sobre mí, es mi único horizonte. Nadie se parece a mi
sueño. He sentido amor y lo maltrataron, sí, a mí que nunca había
querido. El amor más profundo desaparecerá para siempre. ¿Qué
podemos amar que no sea una sombra? Murieron ya los sueños sagrados
de la infancia y la naturaleza también, la que amaba.

abril 1972

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“A veces lo más terrible, lo más pavoroso, está en casa”: Ariana Harwicz y Matate, amor

sábado, mayo 16th, 2020

Para Puntos y Comas, Ariana platicó sobre la génesis de este libro que aborda temas como la desmitifación de la maternidad y el matrimonio. La autora argentina habló sobre los personajes femeninos en la literatura contemporánea y de cómo la “normalidad” también tiene un lado siniestro.

Matate, amor, la primera novela de Harwicz (publicada originalmente en 2012), se imprimió en México a finales de 2019, bajo el sello Dharma Books. Y su traducción inglesa fue nominada en 2018 al Man Booker Internacional.

Ciudad de México, 16 de mayo (SinEmbargo).- Una mujer sale al patio trasero de su casa, ubicada en medio del bosque. Frente a ella, de pronto, aparece un ciervo que la mira fijamente, como si fuese un animal disecado, clavado en la tierra. Tras unos segundos, el ciervo reacciona, se mueve, muestra signos de vida y se aleja, perdiéndose en el bosque.

Esa mujer es Ariana Harwicz y esa extraña escena inspiró su novela Matate, amor, que narra la historia de una mujer de origen argentino que vive en un área rural francesa, junto a su esposo y a su bebé, al borde de la desesperación.

La originalidad de la novela no sólo radica en los temas que aborda (una desmitifación de la maternidad y el matrimonio, por ejemplo), sino en la voz narrativa que, desde la primera línea, nos arrebata, nos inquieta, con un estilo frenético: «Me recliné sobre la hierba entre árboles caídos y el sol que calienta la palma de mi mano me dio la impresión de llevar un cuchillo con el que iba a desangrarme de un corte ágil en la yugular».

Una novela escrita a navajazos, sin complacencias, con un ritmo imperioso, que retrata la desesperación de una mujer que se devana los sesos con cuestionamientos existencialistas, presa de un deseo que la aniquila, que la consume.

Matate, amor, la primera novela de Harwicz (publicada originalmente en 2012), se imprimió en México a finales de 2019, bajo el sello Dharma Books. Y su traducción inglesa fue nominada en 2018 al Man Booker Internacional.

Ahora que habitamos una extraña realidad (parecida a los escenarios que retrata Harwicz en sus novelas), debido a la pandemia provocada por la Covid-19, confinados en nuestras casas, Ariana acepta esta conversación con Puntos y Comas. Platicamos a través de audios de WhatsApp, en los que habla de la génesis del libro, de los personajes femeninos en la literatura contemporánea y de cómo la “normalidad” también tiene un lado siniestro, entre otros temas. 

***

—A algunos autores –noveles, inéditos o publicados– les cuesta trabajo encontrar una voz. ¿Cómo encontraste la voz de tu novela?

—Bueno, sí. La voz es todo. Más que la voz, la lengua que arma una novela o un libro de lo que sea: de ensayos, de crónicas, de poesía; un díario. ¡Qué importa el género! ¡Qué importa el tema! No creo en los temas. Mis profesores decían, cuando yo era estudiante de cine, un artista dice, no quiere decir. Lo mismo aplica para la literatura, sea simbólica, conceptual, abstracta, figurativa o realista. Los críticos después ven lo que el autor quiso decir. Eso que llamás originalidad (aunque suene a filosofía experimental) lo encontré dentro de mí. Estoy de acuerdo con Yourcenar, quien decía que, para escribir, hay que vivir. El tono, esa escritura, la encontré habiendo vivido en la desesperación. Aunque siempre pienso y digo que la mejor premisa es: “Escribir como si no se fuera escritor”; es decir, atentar contra sí mismo.

—En la novela, los diálogos, supeditados al soliloquio del personaje, se integran de forma natural dentro del discurso. ¿Ese formato surgió de forma natural o fue producto de la reescritura?

—Yo vengo del cine. Mi formación académica universitaria ha sido: primero el cine, luego el teatro y después la literatura. Algo así como la Santa Trinidad. Fue un recorrido para llegar a la síntesis, que es la forma que tengo de escribir, que no es cine, que no es teatro, pero que tampoco es del todo narrativa. Entonces, quizás heredado del cine y del teatro, los diálogos aparecen de esa forma. En mis otras novelas (La débil mental, Precoz y Degenerado) también aparecen así, insertos en los soliloquios de los personajes. También eso es producto de la lectura, por supuesto. Me acuerdo que, cuando era estudiante de teatro, siempre me gustaba leer obras en las que los diálogos formaban parte de la declamación del personaje, como en Bécquer. La novela no tuvo reescrituras, así que ni los diálogos ni el tono fueron fruto de eso. La novela está casi intacta como se escribió la primera vez, en un solo aliento.

“El tono, esa escritura, la encontré habiendo vivido en la desesperación”, confiesa Ariana. Foto: Especial

—Bruno Bettelheim, en Psicoanálisis de los Cuentos de Hadas, dice: «Desde tiempos inmemoriales, el bosque casi impenetrable en el que nos perdemos ha simbolizado el mundo tenebroso, oculto y casi impenetrable de nuestro inconsciente. Si hemos perdido el marco de referencia que servía de estructura a nuestra vida anterior y debemos ahora encontrar el camino para volver a ser nosotros mismos, y hemos entrado en este terreno inhóspito con una personalidad aún no totalmente desarrollada, cuando consigamos salir de ahí, lo haremos con una estructura humana muy superior». En Matate, amor, el bosque parece ser el hábitat natural de tu personaje, pues representa su animalidad. ¿Elegiste el bosque como escenario por esa razón?

—Existe toda una tradición de novelas y literatura infantil en la que está presente la jungla, el bosque. O los filósofos que se van a meditar a esos parajes, como Thoreau o Rousseau, que se van a la montaña y se aíslan. A mí siempre me ha atraído, más allá de mi novela, esa elección: la radicalidad. Que uno se vaya al circulo polar, o a Sibería, o a un bosque escondido. Cuando me fui a vivir a esa casa en donde escribí las novelas, estuve encantada, maravillada, por el pequeño bosque que había a un lado. Todo lo que escribí, lo hice ahí, incluso evocando ese bosque cuando tuve que mudarme. Eso es poderosísimo en la escritura. Da igual a donde uno se mude o vaya con su cuerpo, al evocar un lugar uno se traslada ahí a través de la escritura. Todas mis novelas son resultado de una contradicción: la idealización del bosque y violencia que también encierra ese escenario (animales devorándose, matándose, y la presencia de cazadores al acecho). De ahí que aparezca la figura del zorro ensangrentado, con un palo en la boca. También mis novelas son resultado de mi mirada extrañada (yo soy una extranjera en el bosque): crecí en Buenos Aires, aunque hace 13 años vivo en Francia. Tengo una identidad urbana, de ahí que mire al bosque con ojos maravillados. El bosque es el lugar predilecto para saber quién es uno. En Matate, amor, la protagonista se escapa al bosque. Supongo que es un contraste con la vida doméstica, la vida familiar. Significa y representa también el misterio. 

Acerca del bosque, la autora opina que “al evocar un lugar uno se traslada ahí a través de la escritura”. Foto: Especial

—En ese sentido, la imagen del ciervo es poderosa. Escribes: «A cierta hora aparece un ciervo que se me queda mirando de una manera brutal como no me miró nadie nunca». Este y otros elementos dotan a la novela de una atmósfera inquietante. ¿El ciervo, para ti, es un símbolo del erotismo?

—La figura del ciervo no apareció, y eso es un buen síntoma, queriendo simbolizar algo. No representa ni la rebeldía ni la libertad ni el falo. Tampoco el erotismo ni el padre ausente ni el otro yo. Es que es todo eso a la vez, pero sin serlo; es decir, no apareció como una pretensión. Si un autor escribe desde ahí, tratando de dirigir la lectura y los significados, desde la exégesis de los textos, está perdido. Es el camino erróneo. Para que sea verdad, esos elementos tienen que aparecer porque son necesarios, no con la pretensión de que signifiquen algo. Las lecturas de la obra habilitan esos significados. A mí me han dicho que el ciervo era el amante, el sexo, el otro yo de ella, o una invención fruto de su delirio. O que era la represión o, al revés, el goce: el deseo que no puede aliviar ni con el marido ni con el amante. A mí me gusta que se interprete eso, me divierte. Y creo que es bueno que eso pase en una novela, que existan muchísimas lecturas, incluso contradictorias. Para mí, cuando el ciervo apareció, solo era una verdad. Una obra surge siempre de un misterio, así que todo lo que uno pueda decir después, a posteriori, evocando una imagen, un diálogo, una escena, un sueño, una pesadilla será siempre superstición o tentativas para explicar lo que no tiene explicación.

—En la literatura no abundan los personajes femeninos así, tan inquietantes, en cuyos soliloquios uno encuentra una brutal honestidad. ¿A qué lo atribuyes?

—Creo que, tras los movimientos feministas, como Ni Una Menos o el Me Too, hubo un auge, una cierta rebelión en la escritura femenina. Me parece que sea una buena noticia para la literatura que haya una cierta liberación política, pero eso provoca un efecto contrario: libros programáticos, con una determinada ideología. El arte tiene que ser libre y atemporal. Y si bien tiene una relación conflictiva con su época, no es una relación de acatamiento de la época. 

—Tu personaje, poco a poco, pierde la cordura y conforme avanzan las páginas uno teme que ocurra lo peor: un fraticidio, un suicidio, un homicidio. Esa tensión está presente. No obstante, evades con maestría los giros dramáticos efectistas y todo vuelve a la “normalidad”. Lo que me hace preguntarte: ¿el matrimonio, la fidelidad y la maternidad son mitos que tenemos que derrumbar, que esconden aspectos siniestros?

—Es cierto que si ella hubiera matado al hijo, o se hubiera suicidado, o hubiera matado al marido, al amante, la esposa del amante, los suegros, hubiera sido un thriller, una novela negra. Y la novela tiene algo de eso, pero amaga, coquetea, lo que hace que su clasificación siga un trayecto más sinuoso, más resbaladizo el género. Es cierto: lo siniestro está en lo normal y lo normal en lo siniestro. Ella dice: nada más normal que mi familia, vengo de una familia muy normal. Y hacen de ella una excéntrica. Creo que todo el juego está ahí, en que lo más terrible, lo más pavoroso, lo más terrorífico, está en la escena más doméstica. Ese contrapunto entre lo más mórbido, lo que más terror genera, la criminalidad más grande y la escena más doméstica de una madre embarazada, es lo que caracteriza la novela. No me interesaba que ella matara a su hijo, me interesaba lo que pasaba en el límite; es decir, que imaginara matarlo, pero no lo hiciese. En el primer capítulo ello confiesa que los espía con un cuchillo en la mano, pero desde ese punto se establece que no los va a matar. Hubiera sido muy efectista, como bien dices, matar a los personajes. Es mucho más insoportable no matarlos. Y sí, creo que da una idea, otra vez, sin quererlo, de lo que es la fidelidad, el matrimonio y la familia: ese cruce entre el terror y lo cotidiano, que es cualquier relación. 

—Al final del libro, la narradora –paradójicamente– encuentra paz y tranquilidad en la «tristeza excitante, salvaje», como si tuviera –al fin– una anagnórisis. ¿Cómo llegaste a esa resolución? ¿Fue difícil, complejo, descubrir cómo terminar la novela?

—En esa frase está yuxtapuesta la contradicción: una tristeza excitante y salvaje. Creo que está relacionado con el duelo imposible del ser. No sé si ella encuentra la paz y la tranquilidad, esa suerte de estado de beatitud. Más bien logra salvarse, pero también se atisba un devenir sombrío. Lo que provoca, como al final de una película, que nos preguntemos: ¿qué pasará después, en el fotograma que sigue? No me costó trabajo encontrar ese final. Simplemente seguí a ese caballo galopante que es el lenguaje. Fui siguiendo a los personajes y ellos me llevaron a ese lugar.

—Leemos en la novela: «¿Y eso es un día vivido? ¿Eso es un ser humano viviendo un día de su vida?». ¿Qué piensas de estos días extraños, de encierro, en los que salir a la calle es encontrarse con atmósferas inquietantes como las que describes en tu novela?, ¿cómo vives la cuarentena?, ¿te han inspirado a escribir algo?

—Esas preguntas me van a obsesionar y a atormentar siempre, pero primero hacia mi propia vida y hacia los demás, más allá de mis personajes. ¿Y esto es vivir?, ¿esto es un día vivido?, ¿esto es una hora vivida?, ¿esto era el amor?, ¿y de esto se trataba la furia y el deseo? Cualquier escritura verdadera tiene que cuestionarlo todo e ir al punto. Si no, para mí, no tiene sentido. Es una escritura automática, convencional. Y para convención, tenemos la vida. Estos días de encierro los vivo con bastante angustia. A mí me encanta encerrarme, aislarme (es parte del oficio del escritor), pero no de manera obligatoria o porque me lo exige la ley. Veo sumisión, acatamiento y denuncias. Vemos lo mejor y lo peor de las personas, de las sociedades, como en la guerra. Y sí: intento escribir en el encierro. Lo seguiré intentando.

Vive en Francia desde el año de 2007. Matate, amor ha sido publicada en más de 10 países y traducida a 12 idiomas. Die, my love, su versión en inglés, fue nominada al prestigioso Man Booker Prize 2018 e integra la short list ganadora del Republic of Consciousness Prize, así como la short list del Valle Inclán Translation Prize. La traducción al alemán se ubicó en la short list del Internationaler Literaturpreis 2019. Sus relatos han sido publicados en The New Yorker, Granta, The White Review, Letras Libres, Revista Eñe, entre muchas otras.