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Familia de Vicente Fernández señala que continúa riña legal con Televisa por bioserie

martes, agosto 16th, 2022

Además, reiteraron que la señora María del Refugio Abarca, viuda De Vicente Fernández, es la heredera universal y titular de los derechos registrados ante el IMPI y el Instituto Nacional del Derecho de Autor (Indautor).

Ciudad de México, 16 de agosto (SinEmbargo).- La familia de Vicente Fernández informó sobre las acciones legales que han tomado en contra de Televisa por la transmisión de la bioserie El último rey, basada en el libro de Olga Wornat.

La familia del cantante emitió un comunicado en el que precisaron que ante el Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial (IMPI) se presentaron 12 distintas solicitudes de medidas provisionales por “el uso no autorizado de marcas registradas, así como de derechos de autor”.

Asimismo, explicaron que presentaron las solicitudes de infracción y desmintieron la versión de la revista TVNotas, la cual había asegurado que la familia no logró que el IMPI aplicara una infracción a Televisa por el uso de derechos, pues “no se reclamó, por no ser el foro adecuado, cantidad alguna a Televisa, ello por ser un proceso sancionador en la esfera administrativa”.

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Además, reiteraron que la señora María del Refugio Abarca, viuda De Vicente Fernández, es la heredera universal y titular de los derechos registrados ante el IMPI y el Instituto Nacional del Derecho de Autor (Indautor).

La publicación de la familiar Fernández concluye en que “ningún procedimiento está terminado. Son múltiples las acciones emprendidas. […] Por razones estratégicas, no es posible difundir de los demás procedimientos”. Sin embargo, remarcan que “en alguna forma quedará impune la conducta de Televisa por reñir con los valores de la familia Fernández, pero sobre todo por violar el marco legal”.

El pasado 14 de marzo, la bioserie se estrenó en medio del descontento la señora María del Refugio por supuestamente ocupar la historia de su esposo sin su autorización, asegurando que el cantante en vida nunca quiso cederle a la empresa los derechos de su historia.

Juan Osorio es el productor de la serie El último Rey. Foto: Andrea Murcia, Cuartoscuro

El último rey. El hijo del pueblo, protagonizada por el cantante Pablo Montero, narra la vida del llamado “Charro de Huentitán”, basada en la biografía no autorizada realizada por la escritora y periodista argentina Olga Wornat, titulada como El último rey.

Dicho libro fue publicado días antes de la muerte de Fernández, y al poco tiempo de eso la familia del cantante hizo declaraciones públicas en contra del trabajo que la periodista había concretado.

Doña Cuquita, viuda de Vicente Fernández, es la heredera de los derechos de imagen del cantante. Foto: Instagram vía @_vicentefdez.

Poco después, Televisa anunció que llevaría a cabo una serie producida por Juan Osorio basada en dicho escrito. Pero este no era el único proyecto audiovisual que se estaba planeando sobre el Charro de Huentitán.

En septiembre del 2021 se anunció que Jaime Camil protagonizaría la versión autorizada por los familiares de la vida del interprete de “Volver”, que estaba llevando a cabo la productora Caracol Televisión y Netflix.

Televisa anuncia fecha de estreno de la segunda parte de El Último Rey

miércoles, mayo 11th, 2022

La segunda temporada de El Último Rey, bioserie de la vida del “Charro de Huentitán” llegará al Canal de las Estrellas el próximo lunes 16 de mayo.

Por Dora Méndez

Ciudad de México, 11 de mayo (ASMéxico).- Ya se anunció el estreno de la segunda temporada de El Último Rey, la bioserie de Vicente Fernandez, producida por Televisa, pues a pesar de los problemas legales que ha tenido la televisora con la familia del cantante, el plan de estrenar la siguiente entrega sigue en pie y ya se han lanzado algunos promocionales para dar a conocer la fecha oficial.

Pablo Montero en el papel de Vicente Fernández. Foto: Instagram vía @elultimoreymx.

Esta producción está a cargo de Juan Osorio y está protagonizada por Pablo Montero; además, cuenta con la participación de Iliana Fox, Emilio Osorio, Angélica Aragón, Salvador Sánchez, Eduardo Barajas, Moisés Habib Buchard, Jade Fraser, Paloma Woolrich, Jesús Moré e Iván Aranda.

¿CUÁNDO SE ESTRENA LA SEGUNDA TEMPORADA?

De acuerdo con información publicada por Televisa, esta nueva temporada se estrenará el próximo lunes 16 de mayo, en punto de las 21:30 horas, por medio del canal de Las Estrellas. También podrás verla online por medio de Blim TV, plataforma a la que se puede acceder con una suscripción de paga.

¿DE QUE TRATARÁ?

La continuación de esta historia nos mostrará la etapa con mayor éxito del cantante, y cómo fue que se convirtió en la estrella internacional que en la actualidad conocemos, incluyendo sus momentos más difíciles y también la evolución que tuvo su familia, destacando la presencia de María del Refugio Abarca, mejor conocida como “Doña Cuquita”.

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LA POLÉMICA CON LA FAMILIA FERNÁNDEZ

A principios de marzo, cuando la primera temporada de El Último Rey estaba anunciada para su estreno, la familia Fernández señaló que no estaban autorizados para hacerlo, por lo que tomaron acciones legales, como respuesta, Televisa anunció que no había recibido ninguna notificación que evitará su transmisión.

Juan Osorio, productor de la serie El último Rey que es una biografía del cantante Vicente Fernandez recientemente fallecido. Foto: Andrea Murcia, Cuartoscuro

A la par, sacaron un amparo, para poder seguir el proceso legal, mientras la producción ya se encontraba al aire. Y la viuda del intérprete reaccionó con un comunicado, asegurando que Televisa quiso que don Vicente les cediera gratuitamente los derechos para hacer una serie de su vida y “tiempo después le ofrecieron migajas sin tomar en cuenta su trayectoria”. Por esta razón es que el artista no aceptó.

Hasta el momento, no se sabe qué pasó con el problema legal que tenían, ni a donde llevará todo esto. Mientras que Netflix también se encuentra alistando el estreno de su bioserie, la cual sí está autorizada por el propio Fernández, y está protagonizada por Jaime Camil.

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Bioserie de Fernández tendrá segunda temporada; Televisa anuncia fecha

jueves, marzo 31st, 2022

A pesar de los problemas legales que mantienen con la familia Fernández, el productor Juan Osorio anunció la fecha de estreno de la segunda temporada de la bioserie de Vicente Fernández.

Mérida, 31 de marzo (PorEsto).- La segunda temporada de El último Rey, el hijo del pubelo ya tiene fecha de estreno a pesar de los problemas legales que enfrenta con la familia de Vicente Fernández.

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Así lo dio a conocer Televisa y Pablo Montero, quien interpreta a “el charro de Huentitán” en la producción de Juan osorio. La segunda temporada contará con 20 capítulos.

El pasado 25 de marzo se transmitió el último capítulo de la primera temporada de la bioserie, la cual tuvo buena aceptación por el público, pues fue vista por al menos 33 millones de televidentes.

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“Quiero manifestar mi más profundo agradecimiento para la udiencia que nos favoreció con su preferencia. Para ellos trabajamos y su aeptación es lo más importante para nosotros. Muchas gracias”, publicó Juan Osorio.

¿CUÁNDO SE ESTRENA LA SEGUNDA TEMPORADA?

De acuerdo con la producción de El Último Rey, la segunda parte de la biografía de Vicente Fernández llegará a la pantalla chica el próximo 16 de mayo a las 21:30 horas por el Canal de las Estrellas.

Pablo Montero en El último rey. Foto: Especial.

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Batalla legal contra Televisa por serie sigue: Doña “Cuquita” tramita amparos

viernes, marzo 18th, 2022

Doña “Cuquita”, viuda del “Charro de Huentitán”, tramitó tres amparos para que la bioserie no autorizada de Televisa sobre Vicente Fernández no salga al aire.

Mérida, 18 de marzo (PorEsto).– El problema legal en torno a la bioserie de Vicente FernándezEl último rey, el hijo del pueblocontinúa y el pasado jueves se dio a conocer que la viuda del cantante, María del Refugio Abarca Villaseñor, conocida como “Doña Cuquita“, buscó blindarse contra la posibilidad de que Televisa logre que el Instituto Mexicano de la Propiedad Intelectual (IMPI) deje sin efecto las medidas por las que se le prohíbe transmitir la serie sobre la viuda del cantante.

Pablo Montero, protagonista de la bioserie no autorizada de Vicente Fernández. Foto: Instagram vía @elultimoreymx.

En ese sentido, se informó que Doña “Cuquita” tramitó tres amparos ante los jueces Tercero, Quinto y Séptimo en materia administrativa, en los que reclamó el artículo 346 de la Ley Federal de Propiedad Intelectual.

De acuerdo con lo establecido se permite que las personas contra las que se hayan emitido medidas cautelares para evitar violaciones a derechos de autor, exhiban una contrafianza para que el IMPI levante dichas medidas.

Vicente Fernández junto a su esposa, Doña Cuquita. Foto: Instagram, _vicentefdez.

“Para resolver si procede levantar las medidas al instituto, considerando la apariencia del buen derecho y con los elementos que le proporcionen las partes, deberá analizar y ponderar si la afectación que podría sufrir la persona a quien se le impusieron las medidas es mayor a la que se pueden provocar a la persona que las solicite y que no se afecten al orden público o interés general”, señala el artículo.

Cabe mencionar que en este marco, los tres jueces admitieron las demandas de la viuda de Vicente Fernández, quien busca que Televisa saque del aire la transmisión de la bioserie y le concedieron suspensiones provisionales.

Sin embargo, la empresa televisiva hace unos días también tramitó una suspensión provisional en la que un juez prohibió sancionarla por la transmisión de la serie que fue estrenada el pasado lunes 14 de marzo.

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VIDEO: Confirman segunda temporada de la bioserie no autorizada de Vicente Fernández

miércoles, marzo 16th, 2022

A pesar del rechazo de la dinastía Fernández por la serie biográfica no autorizada de Vicente Fernández, su productor Juan Osorio anunció una segunda temporada para Televisa.

Por Megan Negrete

Los Ángeles, 16 de marzo (LaOpinión).- A pesar de la demanda interpuesta por la familia de Don Vicente Fernández, la famosa bioserie no autorizada del cantante que lleva por nombre El Último Rey, sigue transmitiéndose sin contratiempos, y eso tiene más que contenta a Televisa y la producción del famoso productor Juan Osorio.

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Tal ha sido el éxito alrededor de esta controversial serie que la televisora de San Ángel ya dio luz verde para que se transmita la segunda temporada de esta, lo que parece será otro enfrentamiento legal para los familiares del “Charro de Huentitán”.

Y es que cabe recordar que la orden de un juez no procedió para la suspensión de este programa que de acuerdo a los reportes más recientes lanzados por dicha empresa ha sido un rotundo éxito pues a tan sólo dos días de su estreno, la han visto más de 8 millones de televidentes.

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Pese a las negativas y a las acciones legales emprendidas por la Dinastía Fernández, pues los dos capítulos que apenas se han transmitido de El último Rey, el hijo del pueblo han generado cada vez más expectación entre el público.

Este indicio parece indicar que, a pesar de los esfuerzos de la Dinastía Fernández, a Televisa nadie lo parará al ser una de las empresas más importantes del continente americano, ya que incluso hace unos meses confirmaron su fusión con Univision, de donde sólo eran accionistas, pero ahora migrarán a México para que todo su contenido se haga en territorio azteca, mientras que dejarán un crew muy pequeño en territorio estadounidense para lo que se pudiera ofrecer.

Pablo Montero en El último rey. Foto: Captura de Pantalla.

Fue el propio Juan Osorio, productor de El último Rey, el hijo del pueblo quién en entrevista para De primera mano reveló que ya se encuentran trabajando en una segunda temporada de la bioserie de Vicente Fernández.

“Esta temporada dura dos semanas, terminamos el 25 de marzo al aire, y estamos ya trabajando en una segunda temporada”, dijo el productor en entrevista con el programa De Primera Mano.

En estos primeros capítulos de El último Rey, el hijo del pueblo se ha abordado el tema del secuestro de Vicente Jr. y las negociaciones las habría llevado a cabo Gerardo Fernández, quien aparentemente y de acuerdo con la serie producida por Juan Osorio no tiene una buena relación con sus hermanos.

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VIDEO: Televisa comparte primer avance de la bioserie de Vicente Fernández

jueves, febrero 17th, 2022

Con motivo del cumpleaños 82 de Vicente Fernández, Televisa compartió el primer adelanto de la bioserie del “Charro de Huentitán” que llevará por nombre El Último Rey.

Por Dora Méndez

Ciudad de México, 17 de febrero (ASMéxico).- Este 17 de febrero, Vicente Fernández hubiera celebrado su cumpleaños número 82, motivo por el que Televisa decidió publicar el primer adelanto oficial de la bioserie que están preparando, bajo el nombre de El Último Rey y protagonizada por el actor Pablo Montero.

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Fue por medio del canal de YouTube de Las Estrellas que se mostró al público que es lo que le espera con esta nueva producción. Al inicio vemos a la actriz Angélica Aragón, quien llevaba mucho tiempo alejada de los reflectores, en una entrevista con el cantante.

“Vicente Fernández, el hijo del pueblo, el ‘Charro de Huentitán’, tú gente quiere saber toda la verdad”, expresa la artista, mientras se muestran algunas imágenes, destacando la infancia complicada que tuvo el artista, pues recordemos que creció en una familia humilde.

Hasta el momento, no se ha confirmado cuando será estrenada esta producción capitaneada por Juan Osorio. “El amor por su familia y la música hizo que el rumbo de este niño cambiara para siempre”, nos indicó la descripción del material.

Además, destacaron varios comentarios positivos por parte de los fans, quienes ya esperan con ansias el estreno de esta producción. Destaca que dentro del elenco también se tiene confirmada la participación de Vince Miranda, dando vida a Vicente Jr, y a Emilio Osorio como Alejandro.

LA BIOSERIE DE NETFLIX

Resalta que desde hace muchos meses, Netflix también se encuentra preparando una serie basada en la vida del cantante, la cual está protagonizada por Jaime Camil y llama la atención que esta sí cuenta con la autorización de la familia Fernández; incluso, el mismo artista leyó y autorizó cada uno de los guiones.

Imagen de la caracterización de Jaime Camil como Vicente Fernández para la bioserie que prepara Caracol Tv y Netflix. Foto: Caracol Televisión.

Las diferencias entre ambas están en que la Netflix sí fue autorizada, mientras que la Televisa no se tiene confirmación de que esto hubiera ocurrido, además de que estará basada en el polémico libro El Último Rey, escrito por Olga Wornat, el cual generó muchos conflictos entre los familiares del cantante.

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Televisa y Univisión planean bioserie de Vicente Fernández con Pablo Montero

jueves, enero 13th, 2022

En la bioserie de Televisa y Univisión sobre Vicente Fernández, Pablo Montero dará vida al “Charro de Huentitán”, mientras que Jaime Camil lo interpretará en la producción que Netflix prepara.

Ciudad de México, 13 de enero (EFE).- Un mes después de la muerte de Vicente Fernández, Televisa y Univisión anunciaron que preparan la bioserie del llamado “Charro de Huentitán “, basada en el polémico libro de la escritora argentina Olga Wornat, El último rey.

“La realización de esta bioserie sobre Don Vicente Fernández es un privilegio y, a la vez, un enorme reto por tratarse de uno de los intérpretes más emblemáticos e ídolo de la música vernácula mexicana, quien con su talento, cruzó fronteras y se ganó el reconocimiento mundial”, explica un boletín emitido por la Televisa.

La empresa llegó a un acuerdo junto a Editorial Planeta Mexicana para adquirir los derechos de la biografía no autorizada del cantante -escrita por Wornat- que salió al mercado días antes de la muerte de Fernández, el 12 de diciembre.

La periodista argentina Olga Wornat. Foto: EFE.

Debido a las revelaciones familiares que la periodista aborda en el trabajo, como las vivencias de Vicente Fernández Junior durante su secuestro en 1998, los posibles nexos de su segundo hijo, Gerardo, con el narcotráfico, y la enemistad entre los hermanos, entre otras revelaciones, la historia no fue bien recibida por la dinastía Fernández.

Es por eso que aún se desconoce si el proyecto que emprende Televisa cuenta con la autorización de la familia, una de las más influyentes en el mundo del espectáculo mexicano.

El interprete de música vernácula e ídolo mexicano, Vicente Fernández. Foto: Marco Polo Guzmán Hernández, Cuartoscuro.

El boletín emitido este jueves detalla que pronto se dará a conocer quién será el productor, el protagonista y demás elenco del proyecto, pero días antes de la noticia, de forma extraoficial una revista aseguró que el cantante y actor Pablo Montero será quien interprete a Fernández y que el productor Juan Osorio liderará el proyecto.

Montero mantuvo una relación muy cercana con el cantante y en ocasiones incluso llegó a declarar que lo veía como a un padre y que su influencia musical fue fundamental en su carrera.

El cantante mexicano Pablo Montero. Foto: Pablo Montero, Facebook oficial.

La bioserie impulsada por Televisa y Univisión será la segunda producción dedicada a la historia del “Charro de Huentitán”.

En septiembre de 2021 se anunció que Jaime Camil también interpretará al ídolo en la versión de Caracol Televisión y Netflix, tras un acuerdo al que llegaron con la familia Fernández.

La relación entre Vicente Fernández y Juanga fue siempre mala: Olga Wornat

sábado, diciembre 11th, 2021

La periodista Olga Wornat habló con SinEmbargo sobre su libro El último rey (Planeta), una biografía no autorizada de Vicente Fernández, en la cual cuenta los distintos episodios que marcaron la vida de “El Charro de Huentitán”, algunos de los cuales han dado de qué hablar en los últimos días.

Ciudad de México, 11 de diciembre (SinEmbargo).– La relación entre Vicente Fernández y Juan Gabriel es un tema en el que la prensa se ha asomado en las últimas semanas a causa de las revelaciones que ha hecho la periodista Olga Wornat sobre las diferencias entre estos grandes exponentes de la música ranchera en su libro El último rey (Planeta), la biografía no autorizada del “Charro de Huentitán”.

“Juan Gabriel era muy especial, no por su orientación sexual, sino porque tenía un carácter difícil. Había tenido una vida muy dura y la relación con Vicente Fernández fue siempre mala, con roce, con choque. No había un periodista que no le preguntara cuándo iban a hacer un concierto juntos. El único dueto que hicieron fue a distancia, porque Don Vicente tiene un estudio en el rancho que es fantástico. No es que se hayan juntado los dos”, compartió al respecto Wornat en entrevista con SinEmbargo. 

La escritora argentina comentó que quien le dijo con toda claridad lo que yacía de fondo entre las divisiones entre Don Vicente y Juanga fue el empresario Javier Rivera, promotor de las famosas caravanas por Estados Unidos en las que participaron Antonio Aguilar, Flor Silvestre, Ana Gabriel, Lucha Villa.

Vicente Fernández en su gira del adiós en septiembre de 2014. Foto: Cuartoscuro.

“Él fue el que me lo dijo, porque él conocía la hilacha de cada uno. Los conocía en el backstage […] Le pregunté: ‘Don Javier, qué pasó con Juan Gabriel, por qué no se llevaban bien, por qué Vicente no lo quería’. Me dijo: ‘Simple, mija. Porque a Vicente no le gustaban los gays y Juan Gabriel era gay’”, indicó en la plática la también autora de Felipe, el oscuro (Planeta), una investigación sobre el expresidente Felipe Calderón por la que en 2011 se vio obligada a abandonar México, tras recibir amenazas de muerte. 

Olga Wornat expresó que si bien “ese era el problema de fondo con Juan Gabriel, después hubo otros problemas”. Uno de ellos, indicó, lo protagonizó Gerardo Fernández, el hijo de en medio de Vicente Fernández, de quien se exponen en el libro sus supuestas ligas con el Cártel de Sinaloa al igual que otros episodios polémicos. 

La autora de esta historia nunca contada de Vicente Fernández expusó como Gerardo comenzó a manejar de manera irregular las actuaciones en los palenques a Juan Gabriel, a Ana Gabriel, a su hermano Alejandro y a su mismo padre, lo cual le generó problemas con algunos de ellos.

“Gerardo comenzó a manejarles las actuaciones cobrando un porcentaje. Alejandro se entera de que su hermano le estaba robando porque le decía una cifra, pero en realidad era otra mayor. Lo mismo pasó con Ana Gabriel, pero ella directamente cortó, le dijo que no quería que le manejara más la actuación en los palenques para preservar su amistad con Cuquita y Don Vicente. Juan Gabriel se molestó mucho y se va, viaja. Gerardo va a verlo armado con una pistola y lo agarra a cachazos en el rostro con la pistola”, relató sobre este episodio que es contado en su libro.

Juan Gabriel, al dar un concierto en noviembre de 2010 en el estadio Luis “Pirata” Fuente en Veracruz. Foto: Félix Márquez, Cuartoscuro.

Sobre aquel episodio mencionó que está sustentado por tres fuentes directas de Juan Gabriel, quienes le comentaron que le dijo: ‘Sabes qué pasa Vicente, yo quiero sentarme contigo, no con el menso de tu hijo’. 

“Así terminó la conversación, pero nunca le contó a Vicente que Gerardo lo había agarrado a culatazos con la pistola. Es decir, las pequeñas historias detrás de los ídolos”, refirió. 

En el prólogo, Olga Wornat precisa que entró en contacto con Vicente júnior “que fue muy amable conmigo, pero las circunstancias difíciles en las que se encontraba no nos permitieron platicar”. Y agrega: “Al contrario de su hermano, intercambié mensajes con Gerardo y su respuesta fue grosera y fuera de lugar”.

No obstante, en los últimos el mayor de los hijos de Vicente Fernández ha dicho a los medios que “todo lo que dice tu libro ahora lo tendrás que probar”. En ese sentido ella respondió: “Estoy tratando en lo posible de no darle más entidad a lo que diga Vicente junior o Vicentillo porque no leyó el libro”.         

El último rey, de Olga Wornat.

***

—Presentas esta biografía no autorizada de Don Vicente Fernández, un extenso trabajo a partir de fuentes y datos hemerográficos. ¿Qué te lleva a escribir esta biografía sobre El último Rey?

—Es un tema que tiene mucho que ver con mi vida personal, con la relación que yo tenía muy fuerte con mi mamá y también tiene que ver con mi infancia de alguna manera. Mi madre era costurera, yo lo cuento en el prólogo. Mamá era una mujer muy humilde y trabajadora, había tenido una vida muy dura. Pero, vaya a saber por qué cosas de la vida ni tampoco sé cómo, porque mi mamá vivía en el norte de la Argentina, se pasaba la vida escuchando boleros rancheros y rancheras. Todos los cantantes de esa época, mujeres y hombres, yo los escuché en mi infancia mientras ella cosía por las noches. Pasaban a Javier Solís, Pedro Infante, Lucha Villa, Juan Gabriel, Miguel Aceves Mejía y a Vicente Fernández. Después mi madre fue incorporando a otros como Chavela Vargas, Paquita la del Barrio.

Ella fue la que me enseñó y me transmitió este conocimiento musical. Ella tenía una gran cultura del melodrama. Amaba las telenovelas mexicanas y le gustaba mucho la música mexicana, le gustaban los charros, los sombreros. Todo el folclore que giraba alrededor de eso, las mujeres con sus vestidos y los bordados de las blusas. Vaya a saber por qué. 

Mi mamá murió escuchando a Vicente Fernández, a Paquita la del Barrio. Ella me pidió que le llevara a su habitación ese pasa cassettes/CD y le llevamos esa música. Eso fue un peso enorme en mi vida. Las vueltas de la vida llevaron a que yo viviera 15 años en México, así que no sé si por casualidad o por qué, en marzo de 2020 tomé la decisión. Estaba en Guadalajara y tomé la decisión mientras estaba en el barrio San Juan de Dios y escuché que venía de un bar ‘Que te vaya bonito’, una canción que mi madre adoraba. Todo era como señales, yo creo en esas cosas, y entré, me tomé unos tequilitas y se me hizo un nudo porque me acordé de mi madre, me llevó a mi infancia. Ahí fue donde decidí que lo que tengo lo voy a plasmar en un libro.        

—Olga, es claro y lo señalas en el libro que entraste en contacto con Vicente junior, pero que debido a las circunstancias difíciles en las que se encontraba no pudieron hablar. También consignas que Gerardo fue grosero y su respuesta fuera de lugar. Ahora el mayor de los hijos ha dicho a los medios que “todo lo que dice tu libro ahora lo tendrás que probar”. ¿Qué le respondes?

—Estoy tratando en lo posible de no darle más entidad a lo que diga Vicente junior o Vicentillo porque no leyó el libro. Intercambié Whatsapp con él hace tres o cuatro días. Tuvimos una conversación, quizás un poco tensa, pero amable porque él es muy educado. Me dijo que yo había difamado.

Le digo: ‘Mira Vicente, realmente no leíste el libro y a mí nadie me trata de difamadora y mentirosa. Tengo 11 libros escritos, más de 30 años de profesión, tengo una larga carrera como periodista y no soy difamadora ni mentirosa. Lo que tengo lo tengo probado y hay testimonios, hay mucha gente que habló en on y en off the record, pero no leíste el libro, porque si leyeras el libro te vas a dar cuenta cómo figuras en el libro’. 

Me dice: ‘Bueno, tienes razón, efectivamente no vi el libro, pero me dicen’. Quiénes le dicen. ‘Una cosa es que te digan, pero léelo y opina por ti mismo, no por lo que te digan los demás que no sé quién te dice. Cuando lo leas y tengas una opinión formada, no tengo ningún inconveniente en hablar contigo’. 

Así fue. Ese fue el final de la conversación que tuvimos y que diga lo que quiera. Sinceramente no quiero darle entidad porque no sé quién está detrás. Sospecho que actúa, conociendo un poco su vida, presionado por su hermano Gerardo porque de él depende económicamente. Supongo que las cosas vienen por ese lado. Con Alejandro no hay ningún problema, no ha pasado nada con Alejandro. Ni siquiera va al rancho. 

Gerardo es quien debería dar la cara porque es quien yo lo dibujo de una manera que seguramente a él no le debe agradar y hay denuncias fuertes. Sin embargo, Gerardo se esconde debajo de la cama como hacen los cobardes y manda al hermano. Es lo que yo supongo, no tengo pruebas. Pero no entiendo esta reacción. Estoy muy tranquila, no tengo temor ni inseguridad ni nada.       

Gerardo Fernández retirándose del Hospital Country 2000 donde se encontraba hospitalizado su padre en julio pasado. Foto. Fernando Carranza, Cuartoscuro.

—En el libro abordas toda clase de episodios. Desde los que dan muestra de esta manera de Vicente Fernández de entregarse a su gente y de fundar su carrera con puro trabajo duro, hasta otros que son polémicos y de los cuales se ha hablado en los últimos días. Uno de ellos es el secuestro de Vicentillo. ¿Por qué decides empezar la historia del Charro de Huentitán con este suceso?

—En mis libros siempre busco, uno puede encontrar o no, algo que pueda haber generado un quiebre, un punto de inflexión o un trauma en la vida de esa persona. Algo que haya sido lo suficientemente fuerte para comenzar el libro con eso y después irme para atrás, y no comenzar ‘Vicente Fernández es hijo de Doña Paula y nació en Huentitán El Alto, Jalisco, en tal’. No, prefiero empezar así. 

Hay dos situaciones muy traumáticas para Vicente Fernández. Una es la muerte de su madre. Dudé comenzar por ahí. Hasta antes de que pasara lo que pasó y que él terminara en el hospital de Guadalajara, le mencionabas en una entrevista el tema de su mamá y él se quebraba, y comenzaba a contar la historia de Doña Paula. Ya han pasado 70, 80 años. Cuando él se operó del tumor canceroso en el hígado, se operó el día de la muerte de doña Paula. Ese día decide operarse porque él dijo que esperaba que si se iba para el otro lado, del otro lado lo estuviera esperando su mamá. Una ternura. 

La otra cosa complicada que él marcaba que le había pasado era el secuestro de su hijo, y con eso sí se desmoronaba, se desarmaba totalmente. Él decía que creía que no iba a sobrevivir y que había perdido completamente las esperanzas de encontrar con vida a su hijo, porque la situación era muy difícil. Eran 121 días. Me tomé el trabajo de que si voy a empezar por este episodio de su vida, que fue el más traumático de todos, voy a tener que meterme a una investigación. No puedo contarla livianamente. Ellos nunca hablaron. Fueron contando algunas cositas, no todas. Con el equipo de trabajo de periodistas con los que yo trabajo nos metimos a armar todo lo que fue la radiografía de ese secuestro. Con láminas, con flechas. Fue una investigación tremenda. Conseguí los archivos ministeriales. 

Fue tratar de contactar a los que estaban en esa época, que fue el año 98 en el sexenio de Ernesto Zedillo en México, donde además era el sexenio de los secuestros. Los que caían secuestrados eran de familias ricas y pobres. Alguien que trabajaba en un tianguis lo secuestraban. Rastree toda esa época, todos los perfiles criminalísticos de la banda de los mochadedos que fueron quienes secuestraron a Vicente. Armé todo a través de distintas fuentes que chequé por tres lugares sobre cómo fue la vida de Vicente esos 121 días dentro de esa casa de Guadalajara donde estuvo. Estuvo siempre en la misma casa —nunca lo cambiaron—, donde le cortaron los dedos y demás. Accedí a las confesiones de los secuestradores, cuánto cobraron, en qué lugar, que vino una avioneta, que tiraron la plata. Todo coincidía con lo que me decían otros. Fue armar un rompecabezas y es la primera vez que se cuenta. Me pareció muy útil para el lector y para todos dejar eso por escrito. 

No sé si Vicente sería capaz de leerlo porque después de ese secuestro, Vicente junior hizo terapia. Eso lo sé por las personas que son muy amigas de él. Le provocó muchos traumas en su vida, le cortaron dos dedos. Yo realmente le tengo mucha compasión a la situación de él, además de que fue el hijo débil, el más frágil, el que quizá Vicente padre más arropaba y protegía. Lo operaron cinco veces de la vista. Por eso es que no quiero pelearme con él. Lo traté con un respeto enorme, podría haber cantado cosas tremendas que le pasaban, pero traté de no meterme en esos temas. Lo entendí dentro de su tragedia, no es fácil vivir ese secuestro y no es fácil la vida que tuvo. Vivió en la pobreza de sus padres y eso le ocasionó muchos problemas. No tiene un trabajo, malgastó la plata, lo estafaron, perdió la casa. 

No le ha sido fácil. No puede cantar. El mismo padre decía que empezó a cantar muy tarde, le decía que cantara de niño. Es cierto, la voz ya no se puede educar cuando se es mayor. Pero el padre lo empujaba a cantar. Lo llevaba a los palenques o cuando hacía una presentación. Veía cómo trataba de ayudar a ese hijo para que saliera adelante. Fue muy noble Vicente Fernández en ese aspecto. Lo protegió mucho, quizá demasiado, y no entendió que a lo mejor ese hijo necesitaba otro tipo de soporte profesional para salir adelante.     

Vicente Fernández júnior. Foto: Cuartoscuro.

—Por el contrario un personaje que adquiere un tono polémico es Gerardo Fernández, el hijo de en medio de Don Vicente Fernández. En tu libro se le señala como sospechoso del secuestro de su hermano, se le vincula con el Cártel de Sinaloa y hablas de él cómo es un personaje temido. ¿Cómo construiste su personalidad, de qué tipo de fuentes te allegaste y sobre todo a partir de la información que tuviste, qué rol juega él en la administración de los negocios familiares?

–Empecemos por la última. El rol que juega, y el que va a jugar el día en que Don Vicente no esté más, es que él se va a quedar con todo porque comenzó a manejar la carrera de su padre. A Don Vicente Fernández nunca le importó la plata. Nunca. Lo dejó en su hijo de enmedio, porque el mayor tenía muchos problemas y Alejandro se fue de la casa a hacer su propia carrera —y le fue muy bien—, y estaba peleado y distanciado con su padre que quería que cantara ranchera, pero él eligió el pop. Ahora lo vemos resurgiendo fantástico y tiene su propia fortuna. Deja en su hijo la administración del rancho, el restaurante, los caballos que crían, todas las tierras y además la marca Vicente Fernández. 

La marca Vicente Fernández pertenece a Gerardo Fernández Abarca. Entras al registro de marcas de Estados Unidos y al de México y es el único dueño de la marca, lo que generó problemas. ¿Sabes lo que es quedarte con la marca de Vicente Fernández? Es una fortuna solamente con hacer un evento. Tiene todo. Licores, vinos, todo lo que tiene que ver con bebidas alcohólicas, antros, restaurantes en México y en Estados Unidos.

Con lo famoso y querido que es Vicente Fernández se queda con todo. Quién sabe cuánta es la fortuna del padre. Ni Vicente Fernández lo sabía. Cuquita manejaba el dinero de la casa, la caja chica. Ella tenía una caja chica porque Vicente siempre le pedía a Gerardo que pusiera dinero a la madre, sobre todo para darle regalos a los nietos o si alguien venía a pedirle, que venían muchos a pedirle de Tlajomulco. Vicente Fernández hizo muchas obras de caridad sin conocer a las personas y sin proclamarlo, y Cuquita era la encargada. En Navidad invitaban a un montón de amigos y todos recibían regalos carísimos. Relojes de marca, tablets. Era una cosa de locos. Pero la plata de a deveras, las cuentas bancarias y el manejo de esas inversiones, está en manos de Gerardo. Todo, todos los negocios.      

Vicente y su hijo Alejandro Fernández en abril de 2016 en una presentación en el Estado Azteca. Foto: Antonio Cruz, Cuartoscuro.

—De parte de Don Vicente también traes a cuento sus propias polémicas con respecto a sus infidelidades, pero hay una que ha hecho eco en la prensa, sus diferencias hacia Juan Gabriel. ¿Cómo nace  este “odio” hacia Juanga?

—Juan Gabriel era muy especial, no por su orientación sexual, sino porque tenía un carácter difícil. Había tenido una vida muy dura y la relación con Vicente Fernández fue siempre mala, con roce, con choque. No había un periodista que no le preguntara cuándo iban a hacer un concierto juntos. El único dueto que hicieron fue a distancia, porque Don Vicente tiene un estudio en el rancho que es fantástico. No es que se hayan juntado los dos. 

El que me lo dijo con toda claridad, frontalmente, fue el empresario Javier Rivera, promotor de las famosas caravanas por Estados Unidos con Antonio Aguilar, Flor Silvestre, Ana Gabriel, Juan Gabriel, Lucha Villa. Todos iban en esas caravanas a un teatro de los Ángeles muy legendario, el Million. Ahí cantaba. Él fue el que me lo dijo, porque él conocía la hilacha de cada uno. Los conocía en el backstage, desde montarlos en un autobús y eran caravanas por todos los pueblitos de la costa oeste de Estados Unidos. Le pregunté: ‘Don Javier, qué pasó con Juan Gabriel, por qué no se llevaban bien, por qué Vicente no lo quería’. Me dijo: ‘Simple, mija. Porque a Vicente no le gustaban los gays y Juan Gabriel era gay’. 

Eso era lo que pasaba, eso era el fondo de la cuestión. Juan Gabriel también sabía que él no lo quería por eso, entonces era una relación imposible. Es curioso porque Vicente Fernández, cuando fue la famosa operación de trasplante de hígado, dijo que no quería el trasplante por si era de un drogadicto o de un gay. Estamos pensando en un hombre chapado a la antigua, en un hombre cautivo de otra época que tenía otra formación. Cuando dijo eso él agrega con Gustavo Adolfo Infante: ‘Voy a ir a casa, me voy acostar con Cuquita y voy a tener el hígado de un gay’. Me quería morir. Qué disparate. No saber si reír o llorar. 

Cuando se armó el escándalo y la polémica tuvo un impacto mundial, los hijos, sobre todo Vicente, salieron a decir que su papá no es homofóbico. Claro que tenía rasgos de homofobia, como mi padre también era cautivo de otra época y como muchos hombres de esa generación que vivían cautivos de los prejuicios con los que los educaron. 

Ese era el problema de fondo con Juan Gabriel. Después hubo otros problemas. Gerardo comenzó a manejar las actuaciones en los palenques a Juan Gabriel, a Ana Gabriel, a su hermano Alejandro y a su mismo padre. En los palenques se cobra mucho dinero. Son lugares muy típicos de México. Hubo un palenque donde Juan Gabriel cobró cerca de dos millones de dólares. Hablo de los 80 y 90. Gerardo comenzó a manejarles las actuaciones cobrando un porcentaje. Alejandro se entera de que su hermano le estaba robando porque le decía una cifra, pero en realidad era otra mayor. Lo mismo pasó con Ana Gabriel, pero ella directamente cortó, le dijo que no quería que le manejara más la actuación en los palenques para preservar su amistad con Cuquita y Don Vicente. 

Juan Gabriel se molestó mucho y se va, viaja. Gerardo va a verlo armado con una pistola y lo agarra a cachazos en el rostro con la pistola. Golpeó a Juan Gabriel. Al padre le dijo otra cosa: ‘Este pinche cabrón me dejó esperando cinco horas en el hotel’. Como Juan Gabriel le tenía tanto miedo a Gerardo, porque se apareció con una pistola, habló con Vicente. Eso está contado en el libro y lo tengo por tres fuentes muy directas e importantes de Juan Gabriel, músicos. Me comentaron que le dijo: ‘Sabes qué pasa Vicente, yo quiero sentarme contigo, no con el menso de tu hijo’. Así terminó la conversación, pero nunca le contó a Vicente que Gerardo lo había agarrado a culatazos con la pistola. Es decir, las pequeñas historias detrás de los ídolos.          

—Los propios hijos ayudan a entender parte de quién es ese personaje, de alguna manera son extensiones…

—Escuché decir a Vicente Fernández ‘yo no fui buen padre —porque es verdad, estuvo ausente—, pero soy mejor abuelo que padre’. Él adora a sus nietos. Pero estos últimos años fueron de mucha amargura para él, de ver estas batallas campales en la casa por la plata. Él odiaba discutir por dinero porque decía que el dinero hoy lo tienes y mañana no. Tenía una frase específica para el tema del dinero: ‘Mañana te lleva la chingada y de qué sirve pelearte por dinero’. Tenía esas frases muy típicas. Seguramente porque les dio todo, no tuvieron que hacer ningún esfuerzo, salvo Alejandro. 

Pero Gerardo y Vicente vivieron siempre del padre. Todos viven del padre. La familia completa de Cuquita la mantiene Vicente, todo lo que viene por parte de su familia. Un hombre muy generoso en ese aspecto, pero Gerardo no tiene profesión ni trabajo, siempre trabajó colgado del padre, siempre era fácil. Lo mismo Vicente, con toda la problemática emocional.   

—¿Hubo algún aspecto en el cual hubieras querido ahondar y que no hayas podido sumergirte a falta de fuentes? En ese mismo sentido, ¿de haber podido hablar con Don Vicente, qué le hubieras preguntado?

—Me hubiera encantado sentarme con él. Estoy segura de que me hubiera recibido y que nunca jamás me hubiera insultado porque era un hombre muy educado. Recibió a todos los periodistas siempre que pudo. Le hubiera preguntado por esta parte de su vida: por sus hijos. Hubiera ahondado con él la relación con Alejandro, con Vicente junior, con Gerardo.

Descubro a Gerardo ya iniciada la investigación. Ingenuamente creí que esas imágenes que se mostraban en las revistas del corazón sobre la familia y dinastía unida, todos felices y juntitos, era cierta. Pero no existen las familias perfectas. Dentro de cada familia, y más cuando hay tanto dinero en juego, siempre hay algún drama. Y cuando no hay dinero en juego también. 

Han mantenido parientes, un hermano, un hijo, que de repente no es como lo educaste. No sé lo que pasó ahí, cuál fue la falla, qué fue lo que ocurrió. Ellos vieron llorar mucho a su madre, a Cuquita, la vieron sufrir muchísimo. Una por las ausencias de Vicente y otras por las infidelidades públicas mientras pudo. Cuando llegó la vejez, no se cansaba de pedirle perdón a Cuquita por todo lo que le había hecho sufrir y ella tiene una salud muy frágil. Hace poco, él internado, a ella la internan y la operan de tres hernias. Cuento en el libro que ella todo lo que tiene se deriva de lo emocional. Es diabética además. De lo emocional, por todas esas emociones que no puedes contar ni decir nada, estaba debajo el gran Vicente Fernández. Eso tuvo consecuencias en su salud. La ves consumida, pobrecita. Esa es también la vida de los ídolos. Es lo que quise contar.   

ADELANTO | La historia nunca contada de Vicente Fernández, un libro de Olga Wornat

miércoles, diciembre 1st, 2021

La periodista Olga Wornat retrata en su libro El último rey (Planeta), una biografía no autorizada de Vicente Fernández, los distintos episodios que han marcado la vida de “El Charro de Huentitán”. 

Ciudad de México, 1 de diciembre (SinEmbargo).– Era mayo de 1998. Vicente Fernández se encontraba en Morelia. Faltaban unos minutos para que comenzará su show cuando recibió una llamada que daría un vuelco a su vida: su hijo Vicente, su primogénito, había sido secuestrado.

Este episodio de la vida de “El Charro de Huentitán”, junto a otros, son contados por la periodista Olga Wornat en su libro El último rey (Planeta), una biografía no autorizada de uno de los más grandes representantes de la música ranchera. 

“Morelia era una fiesta, el palenque estallaba en un solo grito de felicidad y delirio. Erguido y con la frente en alto, se ajustó el sombrero de ala ancha y el traje de charro, acomodó la pistola en el cinturón y arremetió con su voz a una muchedumbre que bramaba, a cantar como el público se merecía y hasta que dejaran de aplaudir. Así sucedió en los momentos más tristes de su vida, mientras los mariachis rasgaban las cuerdas de las guitarras y las trompetas y los violines lloraban, y él también lloraba. De rabia, de dolor, de impotencia”, escribe Wornat.

El relato corresponde al primer capítulo de su libro “121 días de terror”, tiempo en el que el primogénito de “El Hijo del Pueblo” fue privado de su libertad por “Los mochaderos”, una de las bandas de secuestradores que asoló por ese entonces a varios estados del país.

Olga Wornat cuenta en esta primera parte de su trabajo cómo vivió la familia Fernández Abarca este difícil momento y lo hace con base a las entrevistas que ha dado el propio “Charro de Huentitán”, a partir de fuentes cercanas a la familia y de una investigación hemerográfica.

El cantante mexicano Vicente Fernández. Foto: EFE

La autora comparte en el prólogo de su obra cómo “esta investigación, esta biografía de Vicente Fernández, nació de la confluencia de varias travesías personales, cuyo centro de gravedad se encuentra en mi pasado, en esos días en que la voz del ‘Charro de Huentitán’ iluminaba el rostro de mi madre”.

Wornat expone que Vicente Fernández “refleja el tiempo de oro de la música popular, la de hombres y mujeres que caminaron por el barro y llegaron a la cumbre”. Refiere que en este trabajo se internó “en el secuestro brutal de su primogénito Vicente júnior, el punto de inflexión más trascendente de su vida […] El papel de Gerardo, su hijo de en medio, y la malsana relación con sus hermanos. El retiro de los escenarios y la caída que lo tiene al filo de la muerte”.

La periodista precisa que para el texto habló con Vicente júnior “que fue muy amable conmigo, pero las circunstancias difíciles en las que se encontraba no nos permitieron platicar”. Y agrega: “Al contrario de su hermano, intercambié mensajes con Gerardo y su respuesta fue grosera y fuera de lugar”.

SinEmbargo presenta en exclusiva para sus lectores un fragmento de El último rey (Planeta), © 2021. escrito por la periodista Olga Wornat. Es una cortesía otorgada bajo el permiso de Grupo Planeta México.

El último rey, de Olga Wornat.

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UNO

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121 DÍAS DE TERROR

 

—¿Tú eres Vicente Fernández?—increpó un desconocido. 

—Sí… ¿quién habla? —respondió áspero.

—¿Tienes un hijo que se llama Luis? 

Vicente Fernández se encontraba en Morelia y faltaban 10 minutos para comenzar el show. Atendió su celular y el metálico tono de voz del otro lado le molestó. No era alguien que conocía. Respondió a su manera, sin filtros:

—¡No tengo un hijo que se llame Luis! ¡Y no me tutees, hijo de la chingada! —Cortó, pero al instante recordó que a su hijo mayor le decían Vis, diminutivo de Vicente. Y que su número de celular solo lo tenía su familia. 

Se puso en guardia y su rostro se endureció. ¿Por qué gente desconocida le llamaba a su celular privado para preguntarle por Vicente? Llamó a Alejandro y este le dijo que no había visto a su hermano. Le marcó a Gerardo, que se encontraba en el rancho:

—No te preocupes, papá. Creo que se fue a su casa, ahorita investigo.

Aguardó nervioso en el camerino, pero presentía que algo no estaba bien. Gerardo volvió a llamar y sus palabras lo fulminaron. 

—Malas noticias, secuestraron a Vicente. Aquí llegaron los de Antisecuestros… —le dijo.

El Charro de Huentitán, el patriarca de la dinastía más célebre de México, no pudo responder, no le salían las palabras. Quería gritar y llorar al mismo tiempo, pero estaba paralizado. Tuvo el impulso de salir a buscar a su hijo. Su mente estaba inundada de emociones contradictorias y cayó en la cuenta de que, si actuaba impetuosamente, pondría en riesgo su vida. Colgó, estremecido por el espanto. «Dios mío, ¿por qué?», susurró, y las lágrimas se deslizaron por su rostro.

Se armó de valor y subió al escenario. 

Morelia era una fiesta, el palenque estallaba en un solo grito de felicidad y delirio. Erguido y con la frente en alto, se ajustó el sombrero de ala ancha y el traje de charro, acomodó la pistola en el cinturón y arremetió con su voz a una muchedumbre que bramaba, a cantar como el público se merecía y hasta que dejaran de aplaudir. Así sucedió en los momentos más tristes de su vida, mientras los mariachis rasgaban las cuerdas de las guitarras y las trompetas y los violines lloraban, y él también lloraba. De rabia, de dolor, de impotencia. 

A cantar, aunque la desesperación lo atravesara. 

A partir de esa noche, debía caminar al borde de un agujero negro. El mínimo paso en falso sería fatal. Estaban obligados a vivir en una falsa normalidad y a continuar con los conciertos, prisioneros de los criminales que tenían a su hijo. Sin trampas, ni avisos a la prensa. La menor filtración y a Vicente lo vería muerto o no lo vería más, dijeron los secuestradores. Intuyó que los hombres que se llevaron a Vicente eran profesionales del hampa, dispuestos a lo peor. No estaba errado. México era un territorio desbordado por los secuestros y las historias de las víctimas erizaban la piel. 

No podía dejar de pensar en su hijo. Y no podía pensar en su hijo sin llorar. 

Vicente Fernández tenía en ese entonces 58 años y se sentía en el mejor momento profesional y personal. La pobreza y el hambre de sus inicios, la muerte temprana de sus padres, las noches tapatías en El Sarape y El Nopal, cuando cantaba por monedas; las serenatas en el San Juan de Dios de Guadalajara, las luces del teatro Blanquita y su llegada a Televisa, los primeros éxitos en cbs y los domingos con Raúl Velasco, las madrugadas de fuego en los palenques, las ferias y las plazas de toros, cuando la botella de coñac que empinaba con destreza deslizaba el licor por su garganta; la fiel y aguantadora Cuquita y sus hijos, y esa fama de parrandero, jugador y mujeriego que se encargó de alimentar y que amplificó el mito de su virilidad; todo aquello conformaba la esencia intrincada y fascinante del ídolo popular, del hombre que se hizo solo, desde abajo, y llegó. Como escribió Carlos Monsiváis: «Las rancheras son, al fin y al cabo, canciones hechas en los márgenes y que dan siempre cuenta de una derrota, de un fracaso».

Vicente Fernández, como aquellos hombres y mujeres que lo antecedieron, venía de los márgenes de Jalisco. Su vida, marcada por infortunios varios, era una amalgama de derrotas, éxitos, frustraciones, felicidad y fama. Sus luces y sombras delineaban a la perfección la estampa del macho mexicano, con todos los estereotipos y prejuicios de la época, que no eran más que el reflejo de una sociedad de la que siempre fue cautivo. En sus acciones públicas y privadas cabían todas las imperfecciones humanas y virtudes y miserias que nunca ocultó —porque, según aseguraba, era todo menos hipócrita—, y constituían el cimiento de una extensa, única y volcánica carrera musical. 

El último rey de la canción ranchera heredó y sobrevivió a los dioses de la época dorada de la música vernácula, cuyas voces y canciones lo deslumbraron desde su niñez, en el lejano y perdido Huentitán el Alto, en Jalisco, cuando la pobreza era su único horizonte y nada parecía posible. 

Contradictorio y brutalmente honesto, desde que la fama lo alumbró fue capaz de embriagar multitudes durante horas y sin micrófono. Hambriento de aplausos, besos y caricias, compulsivo de pasiones furtivas y amores atormentados, de lágrimas y risas, el rey plebeyo, el pecador irredento, sentenciaba que solo se alcanzaba el gozo después de un gran sufrimiento. Sabía de lo que hablaba. Los padecimientos fueron parte de su niñez y su adolescencia, y desde que comenzó les cantó a los olvidados de su tierra. Conocía como ellos el barro, la soledad y la miseria, la oscuridad del hambre, las penurias y alegrías cotidianas de los rancheros del México profundo. No tenía grandes pretensiones, solo entregarles a los suyos la alegría y el disfrute de sus canciones, hasta que ellos dijeran «basta».

Decía que «un cantante de rancheras necesita ser ranchero de corazón. Algunos cantan rancheras y luego no saben ordeñar una vaca o enlazar un toro». Pensamiento que confirma cuando canta un tema del gran José Alfredo Jiménez, el que amarró e hizo suyo: Yo no tengo la desgracia de no ser hijo del pueblo / Yo me cuento entre la gente que no tiene falsedad / Mi destino es muy parejo, yo lo quiero como venga / Soportando una tristeza o detrás de una ilusión. 

Concretó y superó el anhelo infantil de ser como Pedro Infante de puro terco, de puro golpear puertas, aunque su destino estaba marcado: desde niño sobresalió por el talento de su voz. Una estrella lo iluminó desde entonces, solo era cuestión de perseverancia. Su madre, que lo escuchaba arrobada por la emoción en la humilde habitación de la casa donde vivían, siempre lo alentó a no bajar los brazos, a no abandonar sus sueños. 

Vicente Fernández Gómez había alcanzado la cima. 

Era famoso, tenía más dinero del que hubiera imaginado y el amor incondicional de su gente. Con sus 58 años, era el cantante vivo más célebre de México, una leyenda viviente que no se propuso ser, y en Estados Unidos los medios más prestigiosos lo comparaban con Frank Sinatra. Tenía todo, pero jamás se olvidó de su pasado de carencias. Llevaba con él heridas abiertas, dolores que iban y venían como la marea; sin embargo, había aprendido a amansarlos con la habilidad con la que lograba dominar a una yegua salvaje en su rancho de Guadalajara. 

La vida le sonreía, hasta esa fatídica noche del 13 de mayo de 1998, cuando atendió el celular y recibió el mazazo. Las vueltas misteriosas del destino. Esta vez, desconocía la magnitud de su tragedia y estaba obligado a mostrarles a los demás su fortaleza, aunque por dentro se desmoronaba. 

Pasaban las horas en aquel día de mayo, y la voz profunda de Chente se quebraba entre sones de guitarras y violines. Sus fanáticos michoacanos pedían más y más y más, y él sabía que debía cumplir con su mantra, que no podía traicionarlos, ni siquiera aquella noche cuando su primogénito se encontraba perdido en el vacío, rozando la muerte: «Mientras no dejen de aplaudir, el Chente no dejará de cantar». 

Terminó exhausto y voló hacia Guadalajara.

OSCUROS PRESAGIOS

El 13 de mayo de 1998 pudo haber sido un día como tantos. Se ocupó de los caballos —su gran pasión—, sus perros y platicó con su madre. Recorrió el rancho, las caballerizas y conversó con los trabajadores. 

Los Tres Potrillos estaba ubicada en el municipio de Tlajomulco de Zúñiga, a 20 kilómetros de Guadalajara. Su padre había elegido el nombre como homenaje a sus hijos para bautizar la finca que construyó en 1980. Era el espacio donde se sentía a gusto y libre de presiones; el lugar que le evocaba los años mágicos de su adolescencia. Tenía 15 años cuando se mudó ahí con sus padres y sus hermanos, y desde entonces no lo cambiaba por nada en el mundo. 

La brisa cálida con aroma de frutas y flores, el campo infinito y las sierras azul acero en el horizonte auguraban un día como tantos. Pero una extraña inquietud latía en su interior, como si la aparente placidez que transitaba pudiera mutar a algo parecido al infierno. 

Vicente Fernández Abarca, el primogénito, tenía 33 años, estaba casado con Sissi María Esther Penichet Reynaga y era padre de cuatro hijos: Sissi, Vicente, Ramón y Fernanda, en este orden. Desde su nacimiento prematuro, al que sobrevivió de puro milagro, la vida no le resultó fácil. Sus padres no tenían dinero y no pudieron brindarle la atención médica que su delicado estado requería, lo que dejó consecuencias en su salud. 

Involucrado desde niño en el ambiente artístico, el mayor de la dinastía Fernández fue testigo de la vida errante de su padre, de sus largas ausencias, de las carencias económicas y de la pesada soledad que cargaba su madre. La corta distancia con su hermano Gerardo, curiosamente, nunca les permitió forjar una relación de complicidad y afecto fraterno. No tenían empatía y por alguna razón, según el relato de amigos, entre ellos sobresalían los celos y el resentimiento. Cinco años después de Gerardo, nació Alejandro, y a los tres potrillos se agregó Alejandra, hija de Gloria Abarca, una de las hermanas de Cuquita, que el matrimonio adoptó cuando tenía pocos meses. Entre Vicente y Alejandro existía (y existe) un cariño sólido y profundo, que contrastaba fuertemente con el vínculo conflictivo que el primogénito tenía con Gerardo.

Vicente hijo había incursionado brevemente en la actuación y estaba intentando con la música ranchera, con más voluntad que suerte. Todo lo contrario a su hermano Alejandro, el Potrillo, que por esa época vendía millones de discos, recibía premios y seducía con su voz y su magnetismo. Cada vez que Vicente recurría a su padre con intenciones de grabar un disco o con la idea de una canción, este le espetaba con dureza que desafinaba y que debía esmerarse más si quería cantar de manera profesional. 

Esa tarde cálida de 1998 Vicente júnior no creía que tuviera algo que temer. No obstante, había llegado un anónimo a la escuela de su hija mayor y amenazaban con secuestrarla. Su esposa Sissi le mostró el mensaje escrito en un papel y un soplo helado lo atravesó.

 —¡No quiero estar aquí, vamos a vivir a Guadalajara! ¿Y si secuestran a nuestra hija? —exclamó ella, dominada por el pánico. 

Sus reclamos se intensificaron con el paso de los días. Sin pausas. 

Vicente acató sin ganas el pedido de su mujer y se trasladaron a una residencia ubicada en Colonia del Sol, municipio de Zapopan, que pertenecía a su padre. No estaba convencido, nunca le gustó vivir en la ciudad, pero los ánimos de su esposa estaban alterados y accedió  No entendía por qué de golpe Sissi quería mudarse a Guadalajara, si en ningún lugar estarían más seguros que en el rancho. Aunque la mudanza trajo un poco de paz a la familia, la relación con su esposa estaba desgastada: discutían mucho y los intereses de cada uno ya no eran coincidentes.

El contacto estrecho con el campo, los animales y el lienzo charro eran para Vicente hijo su razón de vida, el sitio donde se sentía feliz y seguro. Sin embargo, una voz interior le advertía que debía estar alerta.

México, entonces gobernado por Ernesto Zedillo, vivía tiempos violentos y una ola de secuestros sacudía a la sociedad. Bandas de delincuentes armados que actuaban en complicidad con policías corruptos asolaban el territorio nacional. El 14 de marzo de 1994, al final del tumultuoso sexenio de Carlos Salinas de Gortari, el empresario Alfredo Harp Helú, uno de los hombres más ricos de México y presidente del Grupo Banamex-Accival, fue víctima de secuestro. El violento episodio conmocionó a la sociedad y repercutió incluso fuera del país. Harp Helú fue liberado 106 días después, previo pago de 30 millones de dólares, el rescate más alto de los que se conocen hasta hoy Pero no fue el único: otros 10 hombres de negocios fueron plagiados y liberados después de pagar cifras millonarias. 

Los relatos de los sobrevivientes de los secuestros eran escalofriantes y los mexicanos estaban aterrados. El 29 de noviembre de 1997, 40 mil personas de todas las clases sociales convocadas por distintas organizaciones civiles marcharon por las calles de la Ciudad de México, reclamando mayor seguridad. Según cifras oficiales y de agencias privadas, en 1998 se registraron 600 secuestros extorsivos, la cifra más alta del sexenio. 7 Un índice que, según los expertos, era altamente superado por la realidad; esto se debe a que la mayoría de las familias de las víctimas no realizaba la denuncia por falta de confianza en las autoridades. Las encuestas decían, además, que la principal preocupación de los ciudadanos era «la inseguridad», por encima de la crisis económica.

Daniel Arizmendi, el Mochaorejas, era un expolicía judicial de Morelos que había alcanzado la fama sexenal por la brutalidad que aplicaba con sus víctimas, a quienes les cortaba las orejas, las depositaba en frascos o bolsas de plástico y se las enviaba a sus familiares. Arizmendi fue un intocable desde 1995 a 1998, cuando fue detenido. El Gobierno de Zedillo descubrió que el Mochaorejas operó durante años bajo el amparo de las autoridades políticas de Morelos y de Ciudad de México, en connivencia con la policía y la justicia. Lo que terminó por confirmar este encubrimiento, el cual despertaría alarma en Los Pinos, fue el descubrimiento de que el Mochaorejas vivía en Cuernavaca, en una lujosa mansión ubicada a tres cuadras de la residencia del gobernador, lo mismo que Amado Carrillo Fuentes y José Esparragoza Moreno, el Azul, capos del Cártel de Juárez.

El 12 de mayo de 1998, un día antes del secuestro de Vicente Fernández júnior, Jorge Carrillo Olea abandonó el cargo, presionado por el presidente Zedillo y por el fuerte reclamo de miles de morelenses. Sus colaboradores Jesús Miyazawa, coordinador de la Policía Judicial del estado, y Armando Martínez Salgado, jefe del Grupo Antisecuestros, se dedicaban a secuestrar y desaparecer los cuerpos de sus víctimas. Martínez Salgado fue apresado tras ser descubierto con el cadáver de un adolescente de 17 años en la cajuela de su coche, al que había secuestrado y torturado hasta matarlo.

México vivía el ocaso del presidencialismo autoritario y era un país desgarrado por la criminalidad. Las policías y los grupos antisecuestros estaban contaminados y no generaban confianza. Muchos de sus integrantes no habían pasado por la escuela de policía, y los que sí lo hicieron ni siquiera habían tomado la prueba del polígrafo. Carecían de formación técnica para enfrentar y resolver la complejidad del negocio del plagio, desconocían las leyes y su único entrenamiento era la calle, donde el contacto con el hampa viciaba sus acciones. Por otra parte, no existía una organización de secuestradores, sino más de 100, cada una más sofisticada y perversa que la anterior. Sus miembros eran multifacéticos: robaban coches, bancos, casas y joyerías, traficaban armas, personas y drogas, y secuestraban gente, un delito que les generaba millones de dólares. 

Algunas víctimas de los plagios aparecían muertas a pesar de que sus familias pagaban el rescate; otros sobrevivían mutilados y con graves secuelas psicológicas. Adal Ramones, conductor del programa estelar Otro rollo, de Televisa, fue interceptado por hombres armados cuando regresaba a su casa, en la colonia Narvarte, en 1998. Lo cargaron a un carro y lo mantuvieron encerrado en el clóset de una casa de seguridad durante una semana. Adal fue liberado después del pago de un millón de dólares, pero le llevó tiempo superar el trauma que le generó el cautiverio.

Esposas, hermanas, madres y niños de ejecutivos extranjeros y mexicanos integraban el extenso listado de víctimas. El drama se extendió a todos los estratos sociales. En las barriadas pobres, vendedores de tianguis y dueños de tiendas de abarrotes eran secuestrados por sumas ínfimas. Nadie permanecía a salvo. Los delincuentes capturados y enviados a penales de alta seguridad protagonizaban al poco tiempo fugas espectaculares y regresaban al lucrativo negocio, lo que desencadenó en hartazgo social. 

El tema ocupaba el primer lugar de la agenda política y los empresarios más importantes del país solicitaron hablar con el presidente Zedillo. Roberto Hernández, presidente de Banamex, el banco más grande de México, y Emilio Azcárraga Jean, al frente del imperio Televisa, se reunieron con Ernesto Zedillo en Los Pinos y le exigieron combatir con dureza los secuestros. La situación era insostenible y el mandatario sentía encima la daga de la presión social, a la que se sumaba la repercusión internacional, un factor negativo para su gobierno. Ordenó al Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen), un organismo creado por Salinas de Gortari, priorizar las investigaciones sobre los secuestradores; quería verlos presos. La Procuraduría General de la República (pgr), por su parte, ofreció recompensas millonarias para quienes suministraran datos de los jefes de las bandas criminales. Una unidad secreta del Cisen a cargo del contralmirante Wilfrido Robledo Madrid —y de su asistente Genaro García Luna, quien realizaba aquí sus primeros experimentos con el espionaje, oficio del que obtuvo un rédito monumental, entre otros ilícitos— se encargaba de las tareas de inteligencia y la intervención de llamadas telefónicas entre víctimas y victimarios. 

El estado de Jalisco, bello, pujante y próspero, no permaneció ajeno al radar de las bandas de secuestros, que monitoreaban durante meses a sus futuras víctimas. Según un estudio de la Universidad de Guadalajara, en el año 1998 se contabilizaron 70 secuestros en Jalisco y la situación se había salido de cauce. En ese tiempo nació en Jalisco el Grupo 22 de Abril, una unidad antisecuestros que actuaba desde las sombras, sin aval oficial, y daba protección a 50 prominentes empresarios. A este grupo se sumaba el organismo oficial, a la par de las estadísticas que no demostraban que el delito hubiera descendido, sino todo lo contrario. El 18 de febrero de 1998 fue secuestrado en Guadalajara el empresario Federico del Toro, padre del célebre cineasta Guillermo del Toro, quien permaneció 75 días en cautiverio y fue liberado después del pago de un millón de dólares. 10 Muchos empresarios, recelosos de policías y unidades antisecuestros gubernamentales, preferían contratar custodios privados, a los que entrenaban en Israel y Estados Unidos. Los demás preferían moverse armados y en carros blindados.

La lógica del miedo se había impuesto en la sociedad. 

El desasosiego que sentía Vicente Fernández hijo aquella tarde de mayo no era una alucinación generada por su inconsciente; por el contrario, estaba amarrado al drama que se vivía en el México real. Pero había otras señales, oscuros presagios que no podía definir. 

Una madrugada despertó sobresaltado por un extraño sueño. Le confesó a un amigo que había soñado que iba en la carretera manejando su Jeep rojo, cuando dos tigres saltaron de la nada, se plantaron enfrente y se treparon al carro. Su amigo lo tranquilizó, argumentando que solo se trataba de un sueño y, en tono de broma, le preguntó si había bebido mucho la noche anterior. Rieron, pero la escena onírica no lo abandonó. 

Esa tarde, en el rancho, pensó en su hija y sintió el miedo. 

Subió a su coche, un Jeep rojo con toldo negro, y salió rumbo a su casa. Recorrió con la mirada los alrededores de la finca y el camino. Todo parecía normal. Perdido en sus pensamientos, manejó despacio. El reloj en su muñeca marcaba las seis de la tarde. A cinco kilómetros, un par de camionetas negras le cortaron el paso, por delante y por detrás. Dos hombres con armas largas y pistolas descendieron y se acercaron con paso resuelto. Abrieron la puerta del auto y lo encañonaron. Los otros seis aguardaron adentro de las camionetas. Vicente respondió instintivamente, aparentando una calma que no tenía.