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Escafandra, una mirada nostálgica al México de los 90, el rock… y los vochos

sábado, mayo 28th, 2022

César Gándara habló con SinEmbargo sobre su novela Escafandra, un libro lleno de nostalgia por los años 90 y que a lo largo de sus páginas muestra un México que se nos ha ido de las manos.

Ciudad de México, 28 de mayo (SinEmbargo).– Escafandra (Ediciones del Lirio) ofrece una mirada al pasado, al México de los años 90, una época en donde del descubrimiento del rock en español, de que las minorías podían tener una voz, compartió César Gándara, autor de este texto que recibió la Mención Honorífica del Premio Nacional de Novela Breve “Amado Nervo” 2020.

“La verdad es que este libro sí es muy nostálgico, porque creo que sí estamos viviendo una época muy diferente, un país, que aunque es el mismo, ya no es igual. Ha cambiado muchísimo, no solamente en el tema de cómo somos como sociedad y cómo la violencia ha ido avanzando muchísimo, aunque siempre ha existido, pero ese velo se fue quitando, se fue volviendo más, incluso, pornográfico, y es un poco esa nostalgia por ese tiempo, en el cual se vivían las cosas de otra manera”, comentó Gándara en entrevista con SinEmbargo.

La historia, que se desarrolla en Hermosillo, Sonora, sigue los pasos de Palomo un joven que ha tenido que lidiar desde que tiene memoria con las carencias afectivas y materiales, a las cuales les ha hecho frente de distintas maneras y gracias al apoyo de la familia de Natalio, su mejor amigo, que lo adopta y le da una madre adoptiva, Doña Amelia, y al mismo tiempo le abre la puertas al amor con Telma, su hermana.

La vida de Palomo transcurre entre el hambre, sus dotes por vender fayuca con Doña Amelia, el box y el sueño de una vida mejor, ya sea comprando a la Escafandra, el vocho que se mentaliza a comprarle a su jefa y madre adoptiva, o tratando de materializar su amor con Telma, con los obstáculos que se le irán colocando enfrente, como la presencia del Muerto, un amigo que irá abriendo a lo largo del relato una Caja de Pandora.

Escafandra ofrece una mirada al pasado, al México de los años 90. Foto: Especial.

“Palomo para mí es un personaje súper interesante que me atrajo mucho desde el principio, porque es un chavo que está metido en muchas encrucijadas, siempre se encuentra entre la espada y la pared, siempre tiene que estar tomando decisiones de qué va hacer con su vida, qué va hacer con su novia, que va a hacer con el vocho, qué va hacer con su mamá, qué va a hacer con su mamá adoptiva, y qué va a hacer con sus amigos, también, porque siempre está ¿o mis amigos o el box? ¿o mi novia o mi mamá adoptiva?, siempre está teniendo que tomar decisiones y siempre, no importa la decisión que tome, no importa para qué lado, siempre va a perder”, explicó en ese sentido César Gándara.

En la recta final de la novela, las drogas y la violencia —esos dos elementos con los que lidia el país hasta la fecha— marcan la vida de los personajes de Escafandra. El autor refirió que “las consecuencias en el caso de toda esta generación de amigos” terminan por ser determinantes en su destino, “y creo que cualquier persona que hemos tenido contacto con amigos que han estado muy cerca del tema de las drogas y de andar con grupos pandillas, y este tipo de cosas, normalmente los resultados son un poco trágicos”.

Con respecto al elemento de la violencia, Gándara puntualizó:

“No es que no existiera antes, sí existía pero era como que en esta doble moral que vivíamos, era como ‘el mundo del narcotráfico está por allá escondido, y la vida, normal, cotidiana es otra cosa y no se toca’, por lo menos eso nos hacían creer en los 90, y este tipo de cosas es cuando se empiezan a entretejer estas dos posibilidades”.

Escafandra, de César Gándara, recibió la Mención Honorífica del Premio Nacional de Novela Breve “Amado Nervo” 2020. Foto: Ediciones del Lirio.

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—Cuando lees Escafandra es notoria esta rememoración que haces del pasado. ¿Escribes el libro a través de la nostalgia de ese pasado que se nos ha ido de las manos?

—Un poco sí. La verdad es que este libro sí es muy nostálgico, porque creo que sí estamos viviendo una época muy diferente, un país, que aunque es el mismo, ya no es igual. Ha cambiado muchísimo, no solamente en el tema de cómo somos como sociedad y cómo la violencia ha ido avanzando muchísimo, aunque siempre ha existido, pero ese velo se fue quitando, se fue volviendo más, incluso, pornográfico, y es un poco esa nostalgia por ese tiempo, en el cual se vivían las cosas de otra manera, y es una nostalgia también por un tema de juventud, de pérdida de la inocencia, de descubrir que la vida no es lo que uno imaginaba o con lo que uno soñaba, sino más bien descubrir que la vida es lo que es, y aveces no nos puede gustar pero así es.

Todo eso mezclado también con una época en la cual para mi fue muy importante porque era el descubrimiento del rock en español, el descubrimiento de que las minorías podían tener una voz, en este caso el death metal, el thrash, todos estos géneros que significaban algo, que significaban rebeldía, que significaba ir en contra de muchas cosas, tener el pelo largo significaba muchas cosas, y también eso se fue perdiendo con el paso del tiempo, y ahora básicamente eso ya no significa nada.

—Cada uno de tus personajes tiene que enfrentar su realidad y pareciera que los que más tienen prefieren escapar de ella, Palomo que es muchas veces el que menos tiene, es a quie, lo rige una especie de código más fuerte que los demás, ¿qué piensa de eso, va por ahí?

—Palomo para mí es un personaje súper interesante que me atrajo mucho desde el principio, porque es un chavo que está metido en muchas encrucijadas, siempre se encuentra entre la espada y la pared, siempre tiene que estar tomando decisiones de qué va hacer con su vida, qué va hacer con su novia, que va a hacer con el vocho, qué va hacer con su mamá, qué va a hacer con su mamá adoptiva, y qué va a hacer con sus amigos, también, porque siempre está ¿o mis amigos o el box? ¿o mi novia o mi mamá adoptiva?, siempre está teniendo que tomar decisiones y siempre, no importa la decisión que tome, no importa para qué lado, siempre va a perder.

Me gustaba mucho explorar eso en Palomo, creo que es un chavo también muy de barrio, es un chavo que simboliza muchas estas oportunidades que casi no se tienen cuando estás sobre todo de clase media-baja o baja, y donde una de las pocas salidas que hay para poder triunfar o ser exitoso dentro de este mundo es el box, justamente, y Palomo es un chavo que le gusta el box, es un chavo muy diferente a todos sus amigos, porque todos ellos hablan, a él también le gusta el box, pero ellos hablan más tirando, como diríamos en mi pueblo, “tirando mas aceite que un pecero”, echando desmadre, pasandosela bien, y él siempre está tratando de buscar el equilibrio, de ser un joven empresario que está buscando la manera de resolver su vida económicamente pero al mismo tiempo perseguir sus sueños.

La historia de César Gándara, que se desarrolla en Hermosillo, Sonora, sigue los pasos de Palomo un joven que ha tenido que lidiar desde que tiene memoria con las carencias afectivas y materiales. Foto: Especial.

—¿Dónde quedó la contracultura, parece que eso que hablas pasó hace muchísimo, que ya no existe?

—Estoy convencido que pasó algo, creo que los 90, a los que nos tocó vivir esa época, vivimos una euforia y un boom, en el cual el rock se empezó a convertir en un fenómeno de masas, dejó de ser esta cuestión de la música de minorías, de grupos y todo, y de repente, no tanto con el Death metal, el Death metal siempre ha estado en el lugar donde ha estado, pero el rock en español, por ejemplo, todos esos grupos del under, Liverpool, Mánchester, y todas esas partes, que de repente explotaron y se volvieron grupos, que competían con Madonna o con cualquier tipo de artista famoso, masivo a nivel mundial.

Y luego como que pasó esa moda, se ponchó eso, volvió el rock a ser lo que era un poco antes, un grupo de minorías, un grupo donde una generación se une por la música y por la manera de pensar, etcétera, pero se perdió algo en el camino, yo siento que sí se perdió algo en el camino, bueno también internet, el mundo, las nuevas generaciones ya tiene una manera diferente de ver las cosas, y entonces también este grito de libertad, este grito de querer alzar la voz, por el simple hecho de hacerlo, aunque no dijeras nada, creo que ya no es tan necesario porque ya se han ganado como ciertas libertades, ciertos espacios, entonces como que el rock se fue a un rinconcito en donde habemos mucha gente que lo seguimos escuchando, volvimos a ser minorías, pero sí cambió, cambió mucho, y en ese sentido la contracultura creo que también.

La verdad es que la contracultura ya está muy institucionalizada. ¿Cuándo ibas a pensar que se iba a legalizar la marihuana en México, por ejemplo? Creo que también hay muchas discusiones, muchos temas que han ido cambiando, que han sido batallas que no se han dado solas, pero también el mundo ha cambiado, entonces la contracultura se ha vuelto una cosa que yo ya no sabría definir exactamente qué es.

—Ahora ya en redes sociales cualquiera puede decir cualquier cosa…

—Claro sí, totalmente, la tecnología sí ha tenido una gran influencia. En este caso de Escafandra, para mí sí era muy importante retratar lugares fuera de la Ciudad de México, en este caso particular Hermosillo, aunque tengo muchos amigos de Saltillo, de Monterrey, Guadalajara, incluso hasta el propio Tijuana, donde se vivía una contraparte de estos grupos que eran reducidísimo, marginadísimos y muy mal vistos, muy mal tratados, por una sociedad ultra conservadora, sobre todo cuando estamos hablando de Hermosillo, de Tijuana, de Saltillo, de Monterrey, entonces el simple hecho de escuchar esa música, y era estar fijando una posición y estar en contra de todo lo que se supone que debería ser en esos pueblos, en esos grandes pueblos que se gustan autonombrar ciudades, y que justo en esos momentos menos que nunca lo eran. Había una gran contradicción entre esta nueva pujanza y esta nueva llegada de la avanzada cultural-tecnológica que estaba cochando contra estas sociedades que eran ultra conservadoras.

—Otro de los tópicos que toca tu libro es el tema drogas, lo vas introduciendo, porque es el punto de inflexión en la historia si lo ves en términos muy generales, también abordas como empieza a impactar el consumo de drogas a partir de estas generaciones

—Sí, claro, es decir ese siguen siendo un gran tema, pero en este caso particular, por ejemplo de Palomo se ve en el mismo momento en el que él se está convirtiendo en adulto empieza a enfrentarse a estas situaciones en las cuales tiene que tomar decisiones de qué hacer con su vida, y en la cual sus amigos también las empiezan a tomar, y la momento de tomar estos diferentes caminos pues obviamente hay consecuencias, las consecuencias en el caso de toda esta generación de amigos que deciden irse por el camino de las drogas, vemos que las consecuencias son muy fuertes, y creo que cualquier persona que hemos tenido contacto con amigos que han estado muy cerca del tema de las drogas y de andar con grupos pandillas, y este tipo de cosas, normalmente los resultados son un poco trágicos.

—Al final tus personajes se ven envueltos, tanto el Muerto, como Natalio y Palomo, en esta violencia, en esta violencia que terminó por inundarnos a todos…

—Sí, para mí era muy importante, no es que no existiera antes, sí existía pero era como que en esta doble moral que vivíamos, era como ‘el mundo del narcotráfico está por allá escondido, y la vida, normal, cotidiana es otra cosa y no se toca’, por lo menos eso nos hacían creer en los 90, y este tipo de cosas es cuando se empiezan a entretejer estas dos posibilidades, y otra cosa que me interesaba mucho trabajar era el tema de todo lo que sucede es consecuencia de las acciones los personajes, no hay nada fortuito, no hay un deus ex machina, toda las circunstancias que están dadas son por decisiones que ellos deciden tomar.

—No es fortuito, no es que el destino me deparaba esto, cada uno de ellos va armando su propio fin….

—Finalmente, en el sentido literal del término, son trágicos los finales, pero finalmente son finales construidos por los propios personajes, por sus decisiones.

Hay esperanza de cambio; pero no se si la 4T lo logre, dice Mauricio Carrera, autor de La vida endeble

sábado, abril 13th, 2019

Mauricio Carrera, ganador de múltiples premios por su necedad de contar historias y ponerlas en tinta y papel, habló con Puntos y Comas sobre su último libro, la literatura y los cambios que espera con la administración de Andrés Manuel López Obrador.

“La esperanza del cambio está ahí, por eso el voto mayoritario en las urnas. Desde tiempo atrás la corrupción, la violencia, la inseguridad y la impunidad gobiernan a nuestro país. La clase política convertida en delincuencia organizada, la delincuencia organizada en contubernio con autoridades y gobernantes. Deseo un cambio, sí. Un México mejor, no el que desde tiempo atrás nos han heredado. Si ese cambio es posible en la 4T, no lo sé, aunque desearía que sí. El reto es inmenso”, señaló el autor de La vida endeble, ganadora del Premio Nacional de Novela Breve “Amado Nervo”.

Ciudad de México, 13 de abril (SinEmbargo).– El arte, la educación y la cultura contribuirán a cambiar el México que lleva tiempo gobernado por la corrupción, la violencia, la inseguridad y la impunidad, señaló Mauricio Carrera, autor de La vida endeble.

“Deseo un cambio, sí. Un México mejor, no el que desde tiempo atrás nos han heredado. Si ese cambio es posible en la 4T, no lo sé, aunque desearía que sí. El reto es inmenso. Hay demasiada colusión, demasiada complicidad, demasiados intereses de muchos grupos muy poderosos”, indicó Carrera.

El autor, quien ha ganado múltiples reconocimientos por su necedad de contar historias y ponerlas en tinta y papel, habló sobre su último libro, la literatura y los cambios que espera con la administración de Andrés Manuel López Obrador. Puntos y Comas reproduce sus palabras aquí.

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–¿Qué es La vida endeble, ganadora del Premio Nacional de Novela Breve “Amado Nervo”?

–Muchas cosas. Entre ellas, una historia de amor. Un amor no cursi, no amelcochado, donde la vida se entromete. Es la historia de amor entre Martha Gellhorn y Arturo Díaz Vigil. Ella es un personaje de la vida real, esposa de Hemingway, y él un personaje inventado. Leí que Martha Gellhorn vivió una temporada en Cuernavaca y eso detonó mi interés. La vida endeble se sitúa mayormente en ese sitio, donde también, coincidentemente, vivieron otros dos protagonistas de mi novela: Alfonso Reyes y Malcolm Lowry.

–Tú practicas la “literatura referencial”. ¿En qué consiste?

–Lo definí en uno de mis libros, Infidelidad y otras historias. La literatura referencial se nutre de la realidad para reinventarla. Juega con la siempre esquiva verdad y con la inquieta verosimilitud literaria para crear otros ámbitos de la realidad y la ficción. Es un homenaje. Es salir de la mera trivia. Es servirnos de las referencias culturales que nos han marcado para hacer literatura. La literatura referencial está anclada a acontecimientos reales, pero siempre al servicio del asombro de la creación y la imaginación. Hay un juego con la realidad. El chiste consiste en jugar con la realidad y la invención hasta borrar sus límites o certidumbres. Continúo en La vida endeble lo empezado en libros míos como Las hermanas Marx, Infidelidad o La derrota de los días. La literatura referencial, a final de cuentas, es una forma de la escritura y de la admiración.

–La novela se mueve en dos tiempos: el tiempo real en Cuernavaca y el tiempo pasado en la Guerra Civil española.

–Son dos tiempos que coinciden en lo mismo: el de la batalla. El de la lucha por mantenerse vivo. Hay guerras donde hay que cuidarse de las balas, las esquirlas, las bombas, y hay guerras donde esta batalla se da en el ámbito de lo cotidiano: la chamba, el matrimonio, el amor, los hijos, el arte. En ambos casos hay heridas, muertes, luchas por seguir adelante pese a todo. Una de las frases recurrentes la tomo de Bajo el volcán. “Estamos perdiendo la batalla del Ebro”. Esta batalla marca el fin de la República española, el avance victorioso del fascismo franquista. Así nosotros siempre estamos perdiendo la batalla del Ebro, porque la vida nos gana. Aparece el desamor, las separaciones, la enfermedad, la vejez, la muerte.

–¿Por eso titulas a tu novela La vida endeble?

–Sí, porque la vida es vulnerable, frágil, porque se nos puede ir en cualquier momento. A eso le oponemos ilusiones, esperanzas, ciertas certidumbres. El amor, por ejemplo. El amor, mientras dura, nos proporciona abrigo y un sentimiento de inmortalidad. La vida endeble refleja eso. Es una historia de amor. El secreto del mundo es la ternura, asegura uno de sus personajes. También se menciona aquello de Malcolm Lowry en Bajo el volcán: “No hay solución fuera del amor”. Insisto, no se trata de una novela rosa. No, se trata de una novela donde los personajes luchan en distintos frentes, entre ellos el del amor, ante la certeza de la vida endeble. Un brindis aparece continuamente en sus páginas: “Contra la muerte”. Magnífico brindis, me parece, aunque sepamos que se trata de una ilusión.

–Practicas muchos géneros literarios. ¿Qué tan fácil o difícil te resulta saltar de uno al otro?

–Considero que un escritor escribe en cualquier género que le pongan. Nuestro oficio son las palabras. Soy más narrador que ensayista, pero el ensayo me atrae mucho. Igual el periodismo, la crónica, el testimonio. He escrito biografía, libros de desarrollo personal o autoayuda. Novelas históricas. Ahora me ha dado por la poesía. Acabo de publicar mi primer libro de poesía: Indiferente cosmos. Tengo material para otro libro de poesía, a ver en qué editorial puedo publicarlo. No se trata de saltar por saltar. Se trata de qué genero te funciona mejor para expresar tu cosmovisión del momento. Ahora, tal vez por encontrarme cerca de los sesenta años, siento la necesidad de la introspección de la poesía. Aún así escribo una nueva novela y otro libro de cuentos.

-Dice Rosa Montero que vivimos en tiempos oscuros…

-La historia de la humanidad es, desde sus inicios, una época oscura. Guerras, matanzas, holocaustos, asesinatos, linchamientos, crímenes de odio, robos, asalta-caminos o delincuencia organizada, contrabando, narcotráfico, corrupción, la ley del lado del más fuerte, el lobo del hombre contra el lobo del hombre, es la constante. Por eso hay leyes y cárceles, para disuadirnos de dar rienda suelta a nuestra naturaleza violenta. Se ahorca a los abigeos no por robar vacas, sino para que los demás no se roben las vacas. Nos salvan las artes, pero nada pueden contra el poder político, económico, religioso, militar. Pienso en Foucault. La verdadera historia de la sociedad se encuentra en eso que se reprime o se esconde: la cárcel, el manicomio, la sexualidad. México no ha sido la excepción. País de violencia, de matanzas, de corrupción, de tumbas. Siempre ha sido así. El que ahora lo suframos más es porque nos toca esta época, no otra, donde seguramente también se vivía en zozobra. Un México inseguro y lleno de crímenes, desapariciones, secuestros, feminicidios, extorsiones, asesinatos de reporteros, en el marco de una impunidad alentada desde las esferas del poder.

-¿Qué opinas del nuevo gobierno, de la 4T? ¿Crees que las cosas cambiarán?

-La esperanza del cambio está ahí, por eso el voto mayoritario en las urnas. Desde tiempo atrás la corrupción, la violencia, la inseguridad y la impunidad gobiernan a nuestro país. La clase política convertida en delincuencia organizada, la delincuencia organizada en contubernio con autoridades y gobernantes. Deseo un cambio, sí. Un México mejor, no el que desde tiempo atrás nos han heredado. Si ese cambio es posible en la 4T, no lo sé, aunque desearía que sí. El reto es inmenso. Hay demasiada colusión, demasiada complicidad, demasiados intereses de muchos grupos muy poderosos. Me preocupan además ciertas estrategias del nuevo gobierno: su apuesta clientelar, el obvio conflicto de intereses para designar magistrados, los despidos masivos, el uso del mismo esquema bélico para combatir la delincuencia (en lugar de una labor más certera y eficaz en la inteligencia financiera o militar para detectar el rumbo del lavado de dinero), las mañaneras como forma de gobernar mediante la palabra y no con acciones, la famosa austeridad republicana, que está bien para detener prácticas corruptas pero no para actuar en perjuicio de una gran cantidad de población que aspira al bienestar, a un mejor nivel de vida. Esto último es preocupante en muchos ámbitos, pero me interesa en particular el de la cultura. A la cultura siempre se le deja al final, cada vez con menos presupuesto, como si no importara. Además, la ambigüedad y vaguedad de quienes manejan ahora las políticas culturales habla de desinterés, improvisación y desconocimiento. Decir que los apoyos del Sistema Nacional de Creadores se quedan en la Condesa es un insulto. No entender a la cultura como una prioridad, lo es aún más. Creer que la cultura es publicar libros a diez pesos es tener una visión estrecha y anquilosada del ámbito cultural. No tomar en cuenta a los creadores o querer encajonarlos en prácticas populistas, es no entender nada del arte y la cultura como memoria, imaginación, libertad y bienestar. Si en verdad queremos abrazos, no balazos, el arte, la educación, la cultura, contribuyen a ello, sin duda.

–¿Qué autores recomiendas?

–Muchos. Borges, Joseph Conrad, Kazantzakis, Malcolm Lowry, Hemingway, Tom Wolfe. A ratos depende del estado de ánimo, de la edad. Ahora leo con gusto a Vila-Matas, a Antonio di Benedetto, a Juan Vicente Melo, a Vicente Leñero y a Grace Paley. De esta autora me gusta mucho que logra, en unas cuantas páginas, mezclar las virtudes del cuento y la novela. Igual lo hace Isaac Bashevis Singer. Palabras mayores de la literatura.