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Meryl Streep destapa los Papeles de Panamá en el tráiler de la cinta de Netflix: Dinero sucio

miércoles, agosto 28th, 2019

El tráiler de la película se ha difundido un día después de que Netflix anunciase en Los Ángeles (EU) las diez producciones originales que llevará a los cines antes que a su plataforma digital, y que por tanto podrán competir en festivales, como ocurrió el año pasado con la oscarizada cinta Roma, de Alfonso Cuarón.

Madrid, 28 agosto (EFE).- La anciana Ellen (Meryl Streep), investiga una póliza de seguros falsa tras ser víctima de un fraude y acabará con la filtración de los llamados Papeles de Panamá, eje central de la cinta Dinero sucio, que se estrena en cines el 23 de septiembre y cuyo tráiler ha difundido Netflix este miércoles.

La cinta que dirige Steven Sodebergh, realizador de la saga Ocean’s, y que coprotagonizan Antonio banderas y Gary Oldman, compite estos días en la sección oficial del Festival de Venecia, y es una de las principales apuestas de la productora en la carrera por los Óscars.

Dinero Sucio está basada en la obra del premio Pulitzer Jake Berstein “Secrecy World” sobre la investigación que destapó este caso de fraude fiscal.

En el libro se recuerda el papel protagonista en el fraude de la desaparecida firma Mossack Fonseca, cuyos documentos confidenciales, que afectaban a sociedades internacionales muy conocidas, acabaron por filtrarse a los medios de comunicación.
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En el filme, el personaje interpretado por Streep iniciará una investigación que “le lleva a un laberinto de dudosas transacciones” vinculadas a un bufete de abogados en Panamá, muy interesados en “ayudar a los ciudadanos más ricos del mundo a acumular fortunas aún mayores”, según informa Netflix en una nota.

El tráiler de la película se ha difundido un día después de que Netflix anunciase en Los Ángeles (EU) las diez producciones originales que llevará a los cines antes que a su plataforma digital, y que por tanto podrán competir en festivales, como ocurrió el año pasado con la oscarizada cinta Roma, de Alfonso Cuarón.

La película, que cuenta también con las interpretaciones de Matthias Schoenaerts y Sharon Stone, se estrenará en cines el 23 de septiembre, estará disponible en salas durante 22 días y después en la plataforma de Netflix para sus suscriptores.

¿Algo de compasión?

sábado, julio 20th, 2019

El Presidente AMLO dijo que la sentencia lo conmovió. Foto: EFE

Ya se dictó sentencia contra Joaquín “el Chapo” Guzmán. Es contundente: permanecerá encarcelado el resto de su vida. Por si fuera poco, por si algún accidente o apelación pudiera alterarla, hay más años que se suman a esa condena que, aunque suene ridículo, son útiles al pensar en todo el daño que hizo.

Al parecer, el narcotraficante estará recluido en una de las peores cárceles del mundo. No lo es porque exista una violencia aterradora entre los presos, porque tenga que sobrevivir a una lucha campal entre las diferentes pandillas o porque las condiciones de salubridad y hacinamiento sean ínfimas. Lo es por lo contrario. Tendrá una celda para él solo en donde estará 23 horas al día, sin la posibilidad de comunicarse con nadie. Este encierro suena a desesperanza, sobre todo. Porque, si bien la cárcel es dura desde casi cualquier perspectiva, en ésta lo que se pierde de inmediato es la esperanza o la idea de futuro. No sólo por la condena de por vida, que ya bastaría para que un preso se convenciere de que nunca pasará nada nuevo en su discurrir cotidiano. Lo es, sobre todo, porque incluso perderá la oportunidad de alcanzar esos pequeños placeres consistentes en hablar con los otros, jugar a la baraja, hacer bromas, hasta pelearse con alguien. La reclusión en solitario es suficiente como para que la cordura se escape, toda vez que no puede hacerlo ya la imaginación. Si algún refugio tendrá dentro de esa condena, será el pasado pero éste sirve muy poco para las fantasías.

El Presidente López Obrador dijo que se sentía conmovido por la sentencia, haciendo ver que su empatía para con el criminal existía. Lo criticaron muchos y con razón: en caso de que su sentimiento fuera real, debió conservarlo para sí mismo. Pese a ello, en estos días he escuchado a varias personas más compartiendo esa extraña forma de la empatía: la que se tiene con un criminal.

Me queda claro que la compasión es producto de la empatía, de esa capacidad que tenemos para ponernos en el lugar del otro. Entonces, nos conmueve la sentencia al Chapo justo porque nos pensamos en su circunstancia. A cualquiera de nosotros nos aterraría la idea de pasar así el resto de nuestras vidas. No me parece, entonces, tan grave que algunos se muestren empáticos. Tampoco algunos comentarios que he leído en redes sociales que apuntan al gusto que les daría que el Chapo se volviera a escapar y, esta vez, de las autoridades estadounidenses.

Me parece que la explicación bien puede habitar el terreno de la ficción. Durante décadas (pero, sobre todo, durante los últimos años), el Chapo ha sido protagonista de una saga de aventuras en la que sus escapes y el poder que detentaba lo volvían un personaje un tanto idealizado. Más aún: sin contrastes. Pudimos ver las fotos del túnel por el que se escapó pero no lo asociábamos, necesariamente, con todo el dolor que fue capaz de provocar. Si hasta tenía algo de mítico. Y es bien sabido que los espectadores y lectores suelen generar empatía con los protagonistas de las historias que les cuentan.

Ahora bien, tras ese primer impulso hacia la empatía, debería existir la condena. Ya no del personaje idealizado ni del aparente protagonista de una historia mitificada. El Chapo es un criminal responsable de asesinatos, violaciones, agresiones en todos los niveles y demás. Su caída y su reciente condena deberían alegrarnos. De hecho, vista en comparación con todo el sufrimiento que, de una u otra forma, ha provocado, su condena parece, incluso, ínfima. Baste con pensar en cada una de las víctimas de su paso por el crimen como los verdaderos protagonistas. Entonces, la empatía correrá para el otro lado, para el de quienes en verdad la merecen.

No nos extrañemos, entonces, de un sentimiento compasivo hacia un criminal. Extrañémonos, si acaso, cuando no podamos cambiar su rumbo, orientándolo hacia las verdaderas víctimas. Y, eso sí, sería mejor que, de no suceder esto, nos guardemos de manifestarlo en público.