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Pueblos originarios de México se mudan a la web a vender su obra, para superar pandemia y plagios

sábado, abril 10th, 2021

Marcas extranjeras han comercializado los diseños de los pueblos originarios sin la autorización de las comunidades, por lo que la Cámara de Diputados aprobó en días pasados una reforma a la Ley del Derecho de Autor para proteger sus obras. SinEmbargo presenta el trabajo de artesanas y artesanos que, a partir de la pandemia, venden ropa, manteles, muebles y cobijas a través de redes sociales con envíos a nivel nacional e internacional. ¿Qué técnicas ancestrales usan y qué opinan de la apropiación cultural?

Ciudad de México, 10 de abril (SinEmbargo).– Cajas de madera dibujadas con espina de maguey, collares con conchas de mar, piezas de barro libres de plomo, espejos de hojalata, alebrijes, muebles y ropa pintados a mano, cobijas y manteles hechos con telares de cintura o de relieve. Sin intermediarios, artesanas y artesanos del norte y el sur del país venden sus productos realizados con técnicas ancestrales a través de redes sociales.

Durante la pandemia —por ausencia de turismo—, talleres y familias de pueblos originarios de Sonora, Michoacán, Hidalgo, Puebla, Guerrero, Oaxaca, Chiapas y otras entidades comenzaron a promover sus artesanías en Facebook e Instagram, lo cual les ha generado mayores ventas y envíos a nivel nacional e internacional.

Este miércoles, la Cámara de Diputados aprobó el dictamen que reforma el artículo 4 de la Ley Federal del Derecho de Autor para reconocer la propiedad intelectual-colectiva y proteger del plagio a las obras de comunidades indígenas, las cuales han sido transmitidas por generaciones y reflejan valores de su cultura, religión y modo de vida.

Los legisladores expusieron que diversas marcas como Zara, Louis Vuitton o Carolina Herrera han comercializado los diseños de los pueblos originarios sin la autorización de las comunidades y sus creadores. El documento se envió al Senado para su debate.

“Ante las marcas o revendedores, muchas veces los artesanos creían que no encontrarían clientes por sí mismos. O muchas personas piensan que el trabajo del artesano no vale porque no tiene una marca, lo que se ha convertido en una competencia desleal. Pero difundiendo su trabajo se están dando cuenta que hay un mercado muy grande que quiere comprarles directamente”, dijo la promotora cultural Luz Valdez.

DEL MAR AL CUELLO

Mina Barnett pertenece al pueblo indígena serí ubicado en Sonora, frente a la Isla Tiburón. Vive en Punta Chueca y recoge conchas de mar para producir artículos de decoración. Con fibras naturales, la artesana también hace canastas de varios tamaños, muñecas e indumentaria.

“Nos dedicamos a hacer el tejido de brote. Hacemos canastas chicas y grandes, hasta de dos metros la más grande”, dijo. “Aparte tenemos un tallado de piedra y collares con conchitas o caracolitos que recolectamos en el mar”.

Cestos y mantel. Foto: Mina Barnett

Collares con piedra tallada en forma de animales. Foto: Mina Barnett.

Mina ha seguido la tradición de sus antepasados. Hace muchos años, recordó, guardaban en los cestos semillas y frutos secos para poder transportarlos. Ahora los hacen para vender como decoración.

“Para nosotros es muy importante conservar esta cultura, para que nuestros hijos y la gente nueva también se dediquen y no se pierda; es parte de nosotros”, aseguró.

Sin embargo, expuso, por la llegada de la pandemia las ventas no han sido como antes. “Ya no tenemos salidas para poder vender, nos quedamos dentro del pueblo también para cuidarnos de la enfermedad. Los contactos del Facebook son los que nos están apoyando a difundir y comprarnos”.

Muñecas con la vestimenta serí. Foto: Mina Barnett.

Fb: https://facebook.com/imelda.diaz.587

DE LA MADERA A LA SILLA

Al inicio de la pandemia, el pueblo San Martín Tilcajete, en Oaxaca, se cerró. No podían entrar ni siquiera los camiones de Coca-Cola o Bimbo. Para que se siguieran vendiendo sus artículos hechos con tallado de madera, los artesanos de “Colores de Copal” recurrieron a las redes sociales. Les ha funcionado. Incluso han hecho envíos a Uruguay y Estados Unidos.

 “Antes teníamos las redes sociales como una herramienta que estaba ahí, pero no las veíamos como una fuente de ingresos”, recordó Perla Fuentes Pérez, que orgullosamente pertenece a la tercera generación de artesanos en la talla de madera. Su abuelo fue pionero en esta técnica en su comunidad ubicada al centro de la entidad.

Su papá es el único que talla la madera y el resto de la familia la decora. Esta generación está innovando al pintar tenis, aretes y sobre ropa con la técnica empleada para los alebrijes, insignia de este poblado oaxaqueño. “El mismo cliente te va pidiendo decorar productos y nosotros nos vamos adaptando”, aseguró.

Silla de madera decorada. Foto: Colores de Copal.

Perla expuso que gracias a la artesanía han podido acceder a la educación. “Aunque cada quien tiene una profesión, nosotros no dejamos nuestra raíz, nuestra artesanía de lado, sino que la hemos mantenido viva y siempre presente en nuestro día a día”, dijo.

Sin embargo, ante la apropiación cultural y los regateos, a veces “la vida de un artesano es muy difícil”, confesó. Respecto a las marcas que se apropian de los diseños, Perla comentó que toda pieza, por más sencilla que parezca, tiene detrás una historia ancestral.

Colibrí. Foto: Colores de Copal.

“En San Martín se comenzó a trabajar la artesanía desde los años 60. Duele que alguien llegue y lo tome como simple moda o de manera superficial sin conocerlo”, aseveró. También le frustra aún no poder defender el trabajo artesanal a nivel legal.

Sobre los regateos, compartió que hay clientes que valoran su trabajo, lo cual les da mucha satisfacción. Pero otros les cuestionan los precios sin considerar el tiempo y esfuerzo (sobre todo visual y de paciencia). “Cuando nos topamos con ese tipo de clientes es como si les estuviéramos vendiendo cualquier cosa en serie; no lo valoran”, planteó.

Fb: https://www.facebook.com/Coloresdecopal

DE CABLES A CAZOS

En Santa Clara, Michoacán, la familia Pureco ha realizado productos de cobre martillado durante tres generaciones, desde 1945. El cable del cobre, que adquieren en laminadoras, lo funden, lo martillan hasta extenderlo en un disco, lo parten y elaboran una jarra, una olla, un florero, un vaso o un cazo, los cuales decoran a mano.

“Mi familia por parte de mi papá es artesana desde el papá de mi abuelito, que en paz descanse”, dijo Alan Pureco. “Desde generación en generación hemos estado perfeccionando la técnica porque el cliente lo necesita”.

Un termo de cobre. Foto: Fragua Pureco de Cobre

El artesano aseguró que el turismo era la principal fuente económica del poblado, por lo que comenzó a publicar las piezas en redes sociales. “Te abre la posibilidad de que muchos otros pueblos y estados conozcan lo que hacemos aquí; es algo muy bonito cuando la gente te da las gracias cuando le llegan a su domicilio y te vuelve a pedir”, aseguró.

El uso de Facebook e Instagram “ha estado dando frutos, hemos conseguido nuevos clientes y sobre todo ya no les vendemos a las tiendas que lo revenden. Les damos precio mejor a los clientes directos”, celebró. Aunque Pureco agregó que “no ve mal” que haya intermediarios, ya que el cobre es muy solicitado y “el sol sale para todos”.

Lavabo de cobre. Foto: Fragua Pureco de Cobre.

Florero de cobre. Foto: Fragua Pureco de Cobre.

Fb: https://www.facebook.com/iker.pureco

DE LA LANA AL TAPETE 

Froylan, habitante de Teotitlán del Valle, Oaxaca, forma parte de un taller de 15 jóvenes donde, luego de tomar cursos de capacitación en el centro cultural local, realizan tejido de tapetes, cobijas y alfombras con relieve y tintes orgánicos.

“Lo que hacen las fibras es darle relieve a nuestras piezas de lana. Es muy tardado; dura meses. Se trabaja con material fino por lo que no se puede el día completo. En las noches ya no ves y son mucho hilos. Se cansa la vista”, platicó el artesano. Su taller familiar se llama KIAE DAYN.

Tapete con relieve. Foto: Froylan Mendez.

Los jóvenes artesanos, antecedidos por cinco generaciones, utilizan técnicas como hilo emplumado, teñido de reserva con tintes naturales y diferentes tipos de tejido. “Estamos tratando de rescatar lo que ya se está perdiendo, como el tejido con diferentes fibras que casi ya no existe”.

Son técnicas de rescate, pero a la vez de innovación porque también le apuestan, por ejemplo, al alfepado en seco. “Después de tejer, se interviene en la pieza de lana con lana cardada y tiene otro relieve”, explicó Froylan.

Tapete con relieve. Foto: Froylan Mendez.

Tienen una tienda física en el poblado oaxaqueño. Cada pieza muestra el nombre del artesano y su página. Pero también hacen envíos a través de redes sociales.

Fb: https://www.facebook.com/kiae.dayn 

DEL BORDARO MANUAL AL PERRO 

Margarita Hernández es artesana de Zinacantán, Chiapas, y junto con su familia elabora ropa, manteles, caminos de mesa, cojines, fundas y hasta pecheras o collares para mascotas con bordado a mano.

Por la pandemia y la disminución de turistas en el pueblo mágico, apostaron por bordar cubrebocas y ofrecerlos mediante redes sociales. A un año de la COVID-19, ya hacen envíos nacionales y a Estados Unidos de todas sus artesanías.

Pechera para perros. Foto: Margarita Hernández.

“Los turistas ya no podían entrar por la pandemia. Nosotras teníamos Facebook, pero no le tomábamos importancia porque vendíamos más acá. Pero vimos que por la pandemia era muy complicado vender porque nadie buscaba nuestros artículos que no son de primera necesidad para la gente. Entonces empezamos a vender cubrebocas bordados a mano”, contó Margarita.

Caminos de mesa. Foto: Margarita Hernández.

Para la artesana chiapaneca, la apropiación cultural de marcas extranjeras es motivo de enojo e indignación. “Lo vemos muy mal, porque nos cuesta mucho trabajo idear y hacer todos nuestros diseños que salen de nuestra mente. Y cuando las marcas grandes las empiezan a plagiar nos sentimos impotentes y no sabemos qué hacer. Los venden muy, muy caros”, aseguró.

Fb: https://www.facebook.com/margarita.hernandez

DEL ÁRBOL A LA ESCRITURA

Luis Santos, originario de San Pablito, en la Sierra Norte de Puebla, es un maestro artesano en papel mate, que obtiene a partir de la corteza del árbol conocido como jonote colorado, el cual crece en los cafetales de la región de Villa Juárez. Sólo para obtener una hoja blanca y lisa para trabajar libretas, portarretratos, separadores y demás, le toma 12 días.

“El papel a mate es una artesanía ancestral. Antes lo hacían los mayas y aztecas para sus códices. Ahorita en la actualidad lo hacemos para utilizarlo como decoración en una casa”, dijo entre canto de gallos.

En San Pablito los artesanos viven del turismo, pero desde hace un año que comenzó la COVID-19 el flujo disminuyó. “Han llegado muy pocos turistas, y nos han tocado muy pocas ventas. Pero con la ayuda de Facebook y algunas personas que comparten nuestro trabajo hemos sobrevivido a la pandemia”, afirmó Luis.

Una pieza de papel mate lista para enmarcarse. Foto: Luis Santos.

Artesanía con papel mate. Foto: Luis Santos.

A partir de la difusión, han tenido clientes de Estados Unidos y de todo el país desde Baja California hasta Veracruz y Tabasco.

Aunque en el caso del papel mate cree que sea complicado que se plagie, dijo que esta práctica afecta a los artesanos.

“Nosotros que combinamos artesanías como el bordado de Tenango, originario de Hidalgo, veo que el plagio afecta a las señoras madres de familia que se dedican al bordado porque les quita el sustento”, afirmó. “Para ellas es muy difícil elaborar las piezas; se tardan hasta cuatro meses y no pueden competir con una maquinaria”.

Fb: https://www.facebook.com/artsantosr

DEL TELAR AL CUERPO 

En Xochistlahuaca, en la Costa Chica de Guerrero, las artesanas amusgas tejen con telar de cintura huipiles y rebozos. Fabián, el familiar que les ayuda en la difusión en redes sociales, afirmó que por la COVID-19 dejaron de ir los domingos al tianguis artesanal del centro y, además, se paró el turismo.

“En el pueblo la mayor parte de las mujeres se dedica a esto. Mi mamá, una hermana y tías lo elaboran”, afirmó. “Las prendas que elaboran son hechas en telar de cintura con estacas de madera e hilos de algodón, que es un proceso totalmente a mano sin máquina ni pedal”.

Vestido hecho con telar de cintura. Foto: Artesanías y Accesorios Suljaa’

Con la llegada de la pandemia, como en otros poblados mexicanos, bajó mucho la venta. A veces no hay envíos durante semanas. “Rara vez están saliendo envíos de compradores, porque las personas que adquirían por docena o varias piezas ahorita sus negocios en donde los revendían no están adquiriendo cantidades altas”, contó. Hace dos semanas pudieron volver al tianguis, pero hay domingos que definitivamente no venden.

Sobre la apropiación cultural, como ha visto que ha sucedido con textiles de Oaxaca, Fabián dijo que es razón de disgusto incluso para quienes no son artesanos. “Molesta puesto que se quieren apropiar del trabajo artesanal. Algunos quieren clonarlo con máquinas y otros vienen, y las compran para vender a costos exagerados”, expuso. “Debería haber sanciones o algo que evite este saqueo”.

Rebozo. Foto: Artesanías y Accesorios Suljaa’

Fb: https://www.facebook.com/AccesoriosSuljaa/

Las manos del mundo: una feria en la CdMx reúne a 300 artesanos

viernes, agosto 4th, 2017

Desde hoy y hasta el 6 de agosto, el WTC de la Ciudad de México será la sede en la que productores artesanales de 19 estados del país y de otros naciones como Rusia, Colombia y Perú, puedan promocionar y vender su trabajo.

Ciudad de México, 4 de agosto (SinEmbargo).– “Las manos del mundo” se anuncia como “la única feria de artesanías que realmente pertenece a los artesanos mexicanos” y prevé la asistencia de 10 mil visitantes para este fin de semana, en los salones Olmeca 1 y 2 del WTC de la Ciudad de México.

Se trata de una iniciativa de la Unión Nacional de Productores Artesanales Coyolxauhqui, que busca otorgar un escaparate en el que se pueda comercializar de forma directa, sin intermediarios y con precios fijados por ellos mismos, que esperan dé una ganancia de 5 mil dólares en promedio por expositor, sólo en pago con tarjeta, la cifra se elevaría con los pagos en efectivo.

Durante 4 días, habrá venta especial de artesanías. Imagen: Las Manos del Mundo

Esta edición está dedicada a Guanajuato y Colombia y participarán artesanos de los estados de Hidalgo, Puebla, Jalisco, Oaxaca, Chiapas, Coahuila, Campeche, Guanajuato, Michoacán, Estado de México, Querétaro, Ciudad de México, Aguascalientes, Guerrero, Morelos, Veracruz, Nayarit y Sinaloa.

Asimismo, participará Colombia, Jordania, Bolivia, Ecuador, Perú, Rusia, Argentina, Cuba, Palestina, Sudáfrica, Bélgica y Turquía.

Por supuesto, habrá alebrijes de Oaxaca. Foto: Cortesía “Las Manos del Mundo”

Los artesanos que expondrán en Las Manos del Mundo ofrecerán productos como árboles de la vida, cestería, joyería en plata, alpaca y piedras preciosas, textil de lana y de telar de cintura, rebozos, alfarería y cerámica, madera tallada, guitarras y violines de Paracho, café orgánico, tequila, mezcal, mole, miel, dulces típicos, zapatos, bolsos, figuras de ixtle y artículos de metalistería, entre otros.

Huevos de avestruz de Puebla. Foto: Cortesía “Las manos del mundo”.

“Esta feria es una excelente oportunidad para adquirir a precios accesibles un sinnúmero de bellas piezas artesanales directamente de los maestros que las crearon con sus propias manos. Además, podemos garantizar que los ingresos van directamente a los productores, y evitamos que mientras ellos pueden llegar a vender una pieza en 100 pesos, en las grandes tiendas se comercialicen en mil pesos, por poner un ejemplo”, dijo Socorro Oropeza, presidenta de la Unión Nacional de Productores Artesanales Coyolxauhqui y directora de “Las Manos del Mundo”, en un comunicado.

Gorras bordadas del estado de Guanajuato. Foto: Cortesía “Las Manos del Mundo”

A la par de la venta de artesanías, “Las Manos del Mundo” contará con un programa cultural con diversas actividades que van desde la presentación de mariachis y ballets folclóricos regionales mexicanos, hasta la participación de danzantes armenios y bolivianos. Asimismo, se llevará a cabo la presentación del libro ¿Dónde están los artesanos? de Socorro Oropeza, entre otras actividades.

Un set de escritorio hecho con maderas preciosas de Campeche. Foto: Cortesía “Las Manos del Mundo”

El acceso general a la feria tendrá un costo de 30 pesos y será entrada libre para niños y personas de la tercera edad. Los artesanos aceptarán tarjetas de crédito y débito.

El aguamiel de Chiapas. Foto: Cortesía “Las Manos del Mundo”

Contacto

Lasmanosdelmundo.com
Facebook.com/lasmanosdelmundo
Twitter.com/ManosdelMundo

Además de la venta de artesanías, habrá actividades culturales. Foto: Cortesía “Las Manos del Mundo”

60 años de juguetes en México (1910 – 1970): ¿Qué dicen los sótanos y roperos del país?

domingo, julio 31st, 2016

Una entrevista con Roberto Shimizu, fundador del Museo del Juguete Antiguo Mexicano, nos transportó hasta el México del siglo pasado, un país en montaña rusa que sobrevivió sus propias guerras y vio pasar las ajenas. Que se las ingenió para superar las barreras y vio como sus propios gobernantes le ponían el pie. Que construyó su propia industria “pirata” y la vio caer con el Made in China. Todo eso, reflejado en sus juguetes, ¿qué dicen tus muñecos viejos de ti?

Ciudad de México, 31 de julio (SinEmbargo).–  “Nunca dejes de jugar”, se puede leer en la azotea del que era un edificio de departamentos en Dr. Olvera 15. Para llegar ahí, tienes que pasar tres pisos repletos de figuras, algunas minúsculas, otras de grandes dimensiones, todas ellas propiedad de Roberto Shimizu, un arquitecto mexicano de origen japonés que tuvo la fortuna de crecer entre una dulcería y una papelería propiedad de sus padres, que en épocas especiales se llenaba de juguetes. Por ello, desde sus 10 años comenzó a coleccionarlos y a aumentar su acervo con piezas recuperadas de tianguis y mercados de pulgas, hasta que se convirtieron en verdaderos objetos de culto, ahora exhibidos en el Museo del Juguete Antiguo Mexicano (Mujam).

“Yo creí que esto era sólo una colección de juguetes. Cuando abrí el museo, lo hice para que mis hijos se comprometieran a cuidar lo que yo había juntado a través de tantos años y no contemplaba ni captaba la magnitud de lo que era, pero al empezar a abrir cajas y a acomodarlos en la bodega de la tienda de mis papás, vi que no estaba hablando de una colección de juguetes, sino del reflejo de la vida nacional”, dice Roberto Shimizu en entrevista con SinEmbargo.

Y así es, entrar al Mujam es viajar al México del pasado, tan polvoso y caótico como el mismo país. En el que sus luchadores con rebabas y sus cocinitas de latón, son el reflejo de una nación con las puertas cerradas al mundo. De un lugar donde las familias no podían costear una televisión y tenían que conocer a sus ídolos a través de afiches e historietas. Un país con superhéroes con “chambritas” tejidas por la abuela y réplicas de un “Arturito” que prometía llevar a los pequeños al espacio.

MÉXICO DE JUGUETE

Foto: Valentina López, SinEmbargo

Foto: Valentina López, SinEmbargo

Roberto Shimizu, ahora de 70 años, paró de coleccionar hace un tiempo cuando se dio cuenta que la mercadotecnia convirtió los juguetes en una cuestión de consumo “apabullante”. Por ello, el acervo del Mujam va desde 1910 hasta la década de los setentas, un tramo de 60 años en el que se notan las transformaciones a socioeconómicas y políticas a nivel mundial y nacional.

El arquitecto cuenta a SinEmbargo que entre 1910 y 1920 fue cuando los juguetes se consideraron como un bien de consumo en México, un producto artesanal hecho de cartón, madera, lámina y tela que no estaba al alcance de todos. “No era como ahorita que llega uno a la calle y ahí hay baleros o trompos, en esos tiempos los juguetes artesanales eran caballitos, estufas, muebles, cosas para gente con más recursos”.

“[En esos tiempos] México vive unas condiciones especiales, que es lo que refleja la colección, era un país muy apacible y en todo el mundo los primeros juguetes reflejan un estado de nacionalismo, aunque México nunca tuvo esos deseos de expansión o de agredir a otros pueblos, había ese sentimiento nacional. Entonces los juguetes de esa época son los atuendos de soldados, de marinos, los caballos, los cascos, tambores. Era en todo el mundo, pero en México se veía en ese sentimiento salido del movimiento de Independencia y un malestar que ya se venía reflejando en la sociedad que deriva en la Revolución”, dice.

Posteriormente, y antes de la Primera Guerra Mundial, se vivió un tiempo de paz en el que las potencias buscaban expandirse, y eso se observó en los “juguetes para ricos”, “muy caros, muy bien hechos, muy artesanales, pero de mano de obra muy cara, como los grandes trenes, barcos, automóviles lujosos, y ese juguete no era para la sociedad común, era para la nobleza como se le dice, que de nobles no tienen nada. Las colecciones también se originan de demostrar ese poder económico, esa riqueza, esa cultura, esos viajes”, continúa.

 

 

En México es cuando se hacen los juguetes más emblemáticos con inspiración en la vida nacional, se fabrican carritos y camiones de redilas, por ejemplo. Se va quedando un poco atrás el militarismo y se mueve más hacia la vida diaria.

“En Alemania, Japón, Italia, y en casi todo el mundo, prácticamente se acaban los juguetes cuando empieza la Segunda Guerra Mundial, México sigue produciendo porque no estamos involucrados, y al acabar viene un boom tremendo –explica– el país pasa de una población de 25 millones a 40 o 50 millones, en un tiempo de 15-20 años, y el Gobierno tenía un deseo de hacer una manufactura nacional, entonces la industria juguetera llega a ser una de las cinco más productivas del mundo porque en todas partes ya había ese comercio, pero aquí se trataba de proteger a la industria local y los impuestos de importación eran muy altos, por eso esos juguetes de antes de la Guerra casi nunca llegaron a México, porque eran muy caros, no había aviones, se tenían que traer en los baúles de los vapores que regresaban de Europa, de familias acomodadas”.

LA TECNOLOGÍA Y LA CRISIS PERPÉTUA

La puedes amar u odiar, pero jamás podrás negar su influencia en tu vida: La televisión. Para la industria del juguete fue igual, con su llegada y popularidad se comenzaron a fabricar cientos de muñecos, “los de Walt Disney, de otras caricaturas, los del espacio, de Buck Rogers… que aún a la fecha, lo que no sale en la televisión, no se vende”, dice el entrevistado.

Foto: Valentina López, SinEmbargo

Foto: Valentina López, SinEmbargo

Otros avances tecnológicos como la máquina de vapor, los trenes, barcos, y posteriormente automóviles y aviones, también influyeron en la manera de jugar de los niños, o al menos de los más favorecidos.

Shimizu reflexiona: “En México, desde que yo tengo memoria, siempre hemos vivido en crisis. Ese juguete alemán llegaba pero en cantidades mínimas y todo el que se produjo en México fue un juguete ‘pirata’. Pero yo siempre he dicho que una niña en la sierra no podrá comprar jamás una Barbie de una tienda porque el precio es un abuso y comprará una Barbie ‘pirata’, que en sus tiempos valían ocho pesos la docena. Son dos mercados diferentes”.

NO TIENE LA CULPA EL CHINO…

El próximo gran paso en la industria juguetera nacional es la plastificación, que junto a la popularización de los personajes de TV, empezaron a abaratar los productos, por lo que muchos empresarios viajaron a Estados Unidos para comprar máquinas, moldes, resinas y pigmentos, y empezar a producir en territorio mexicano.

Foto: Valentina López, SinEmbargo

Foto: Valentina López, SinEmbargo

Cuando los impuestos por importación se redujeron, sucedió lo peor, pues había un país que producía todavía más barato que México. “Las clases dominantes sabían lo que iba a pasar, se iba a morir la manufactura mexicana, aun la casera de estos juguetes ‘piratas’, hasta con eso acabó el Made in China, que no tienen la culpa los chinos sino los gobiernos que no pensaron en eso. La globalización en México acabó con la manufactura, pero lo único que nosotros pusimos es una mano de obra barata y un mercado de 120 millones de consumidores”, dice.

Continúa: “Los grandes fabricantes de los 50, 60, 70 como Cipsa, Lily Ledi, Plastimarxs, Jugarama, todos desaparecieron. Dice uno ‘¿qué pasó con la manufactura mexicana?’ pues la mataron, los únicos que ganan son las clases dominantes y las grandes corporaciones. Y eso es lo que está pasando, para recuperar la manufactura mexicana en todos los campos, se requieren otros 50 años, pero todo empieza con un sueño, y ahorita ya ni sueños tenemos.

Y las artesanías también, aunque mucha gente se enoje, se murieron hace 40 o 50 años por las políticas oficiales […] se volvieron un mercado de lástima, de ayudar al pobrecito que está vendiéndolas”.

LA CULTURA DE LOS POBRES

Foto: Valentina López, SinEmbargo

Foto: Valentina López, SinEmbargo

Al cuestionar al director del Mujam sobre si tiene un juguete favorito, no duda en decir que sí.

“Por supuesto, los tradicionales, los que yo jugué. Siempre he dicho que mi juguete favorito es el patín del diablo porque con él recorríamos toda la ciudad, íbamos al Zócalo, descubríamos tiendas, tacos, paseábamos en palomilla. Eran tiempos muy felices”.

Este sentimiento fue también el que lo impulsó a coleccionar bajo la premisa de que guardaría “lo que lo hacía feliz”. “Y lo que buscaba el Museo, ya que lo abrí, era ser quizá el único recordatorio que hay en todo México de lo que fue la cultura popular”, cuenta.

“La dividen en la alta cultura y la que llaman ‘la cultura de los pobres’, el folklore […] y lo que busca el Museo es recordar que México era un gran país, que iba a ser un gran país y que ¿en qué momento nos extraviamos? Que se lo pregunten a la clase dominante. Una cosa es controlar al pueblo y otra es embrutecerlo”, continúa.

“Es eso lo que este museo vale, porque conservó las cosas de la calle. Los mexicanos no estamos hechos de mármol, estamos hechos de barro –cita Shimizu–. La cultura se quiere ver sólo con letras mayúsculas y no, la cultura popular mexicana se hizo en las casas, en las vecindades, en las banquetas, en los pueblos. Ese es el Museo del Juguete, yo ya no le debería de llamar así, le debería de llamar “Museo de las chácharas de la vida diaria”.

DE MUSEOS, NEGOCIO Y EMOCIONES

Foto: Valentina López, SinEmbargo

Foto: Valentina López, SinEmbargo

¿Es entonces este sitio, que parece más el cuarto de cachivaches de casa de tus abuelos, un museo? Su propio fundador nos explica porqué sí lo es.

“La palabra ‘museo’ está muy prostituida, hay unos que son centros de diversiones, hay los que presentan puras copias, hay museos que son franquicias como el Ripley o el de cera; hay otros como el del Tequila, que una cosa es la mexicanidad y otra cosa es que hagan un museo de degustaciones. Y entonces hay que hacer una catalogación de que es lo que hace un museo, que no es un lugar para ir a exhibir obra que no le dice nada a nadie, yo puedo llenar un museo de jarrones chinos que compré en Balderas y ponerles ‘Dinastía Ming’ y la gente se lo va a creer, pero eso no es un museo.

Los museos están ahorita presentando ropa de diseñador, muebles italianos, que no digo que estén feos, pero de eso a que estén en un museo, estamos chiflados.

Ahorita hay los que no tienen colecciones y viven de rentarlas, entonces lo único que se vuelven es un escaparate de arte de otras partes que es únicamente cuestión comercial. A los mexicanos, a la alta cultura, les sirve como una medallita de ‘ya lo vi’, pero al pueblo en general, que me perdonen, pero no le dicen nada.

Yo sí tengo un compromiso, sé que lo que junté con mi familia es un tesoro cultural de México y se tiene que quedar aquí y se tiene que compartir”, finaliza.