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RESEÑA | Mujeres difíciles, ¿quiénes son? Las que opinan, luchan y sienten. Todas nosotras

sábado, noviembre 7th, 2020

En 21 relatos, las mujeres de este libro narran su experiencia desde distintas clases sociales, con amores tiernos y sensibles, pero también con decepciones, chantajes emocionales e incluso violencia y crimen. Todas con diversas maneras de pensar.

Roxane Gay, autora de Mala feminista y Hambre deja un manifiesto para las mujeres: sé tú misma, sin importar con quién estés, de dónde vengas o tu color de piel. Tienes derecho a cuestionarte, a no hacerlo, a querer algo y luego ya no, a confundirte y sobre todo a establecer límites.

Ciudad de México, 7 de noviembre (SinEmbargo).- ¿Qué esconde una mujer difícil? ¿Qué es lo que ha vivido y no está dispuesta a contar? ¿Quiénes son las mujeres difíciles? Posiblemente, todas las mujeres somos difíciles. Cada una de las mujeres que conozcas, cada una con quien te cruces tendrá un secreto guardado entre sus entrañas.

La realidad es que me costó trabajo leer Mujeres difíciles, de Roxane Gay. No porque sea aburrido, tedioso o complejo… pero fue complicado por su evidente cercanía con mi experiencia como mujer.

En 21 relatos, las mujeres de este libro narran como lo harían en un diario. De distintas clases sociales, con amores tiernos, sensibles, y otras tantas con decepciones amorosas, relaciones violentas. Pero todas con distintas maneras de pensar, cuestionándose el porqué de la vida, de su vida.

Precisamente Roxane Gay dijo en una entrevista con Efe, que el título del libro se da con la intención de modificar el concepto de una “mujer difícil”, pues se dio cuenta que a las mujeres se les denomina así cuando son apasionadas, cuando son ambiciosas, cuando no cumplen con el estereotipo social que se espera ver en ellas.

Las mujeres necesitan ser ellas mismas, sin importar con quién estés, ni de dónde vengas o tu color de piel. Tienen derecho a cuestionarse, a no hacerlo, a querer algo y luego ya no, a estar confundidas, establecer límites… Eso transmite la autora.

Desde la ilustración en la portada atrapó mi atención: una mujer afrodescendiente de cabello corto, negro y chino sostiene un espejo roto frente a sus ojos. ¿Quién es esa mujer? Somos todas. Es la retórica de parrse frente al espejo, verse en la otra, crear empatía, saber que no estamos solas, que la vida es nuestra y que en ellas estamos nosotras.

Con diferencias y aún así, somos todas una misma.

Las historias son directas, sensatas y transparentes. El trabajo que hizo Gay permite que sientas que es una amiga que te está contando su historia.

Para mí fue difícil leerlo. Era tanto lo que se tenía que decir en poco más de 200 páginas. Muchas mujeres que escuchar, comprender y de quienes digerir su historia.

Después, lo complejo fue escribir. ¿Qué voy a decir de mi lectura? Más que un resumen de la obra, quise compartir la experiencia que me hizo pasar. Claro, el contexto temporal ayudó. Una lectura sensata en medio de una pandemia, y con el antecedente de tanta violencia de género en México.

Las historias me recordaron a mi mamá, a mi hermana, a mis tías, a mis amigas. Por ejemplo, un tema recurrente fue el aborto espontáneo, situación por la que atravesó más de una integrante de mi familia, incluso mi mejor amiga.  Y luego de ello, ¿qué pasa? Algunas veces son estigmatizadas, son señaladas. Y aunque no lo fueran, es un suceso difícil de procesar. Todas ellas aún lo recuerdan.

Otras, abordan el acoso sexual, el hostigamiento, el abuso. Me vino a la mente la vez que una compañera de la primaria contó al grupo de amigas que un hombre mayor le había mostrado su pene, aprovechando que ella iba sola caminando en la calle.

O la vez que mi prima de 16 años fue a la tienda a comprar cosas para la comida, y se percató que la seguían dos hombres. Intentó cambiarse de banqueta, luego el rumbo, pero ellos hicieron lo mismo. Sólo pudo correr lo más rápido posible, con ganas de gritar para pedir ayuda pero sin poder hacerlo por todo el miedo que sentía. Afortunadamente llegó a casa y está a salvo.

“¿Cuando voy a dejar de ser una exagerada? Cuando me maten”. Foto: Cuartoscuro.

Hace poco mi mamá y yo platicabamos sobre casos recientes de desaparición de mujeres. No recuerdo como surgió, pero me contó que una vez de camino a la escuela, un sujeto que estaba parado a lado de ella en transporte público, eyaculó en su hombro. Me dijo que tuvo que repasar sus acciones y su vestimenta para saber si hizo algo que provocara la acción del hombre. Le pregunté si alguna vez le había contado a alguien y dijo que nunca, sino hasta ahora, casi 20 años después.

***

Gay también explora el éxito de las mujeres, quienes son, qué quieren ser, qué desean tener, con qué sueñan.

La primera mujer a quien recuerdo y me tocó ver que “salió del molde”, fue a mi tía materna, Magali. Joven, con muchos amigos, a quien le gustaba toda la música, que se alocaba al bailar, que amaba su cuerpo. Estudió en una escuela de servicio y hotelería, algo nuevo para todos en casa porque el camino para la universidad estaba trazado.

Era lo que quería. Consiguió irse a Mónaco durante un intercambio escolar y volvió cuando mis primas y yo teníamos 15 años de edad. Nos contó sus experiencias, sus amores, lo que sus ojos habían visto. Y nos maravilló, a todos. Y nos marcó porque a raíz de ella decidimos que queríamos ser mujeres exitosas que deseaban comerse el mundo.

De lado de mi padre, mis primas mayores mostraban su inteligencia, sus habilidades en la escuela, sus ganas de ser quienes eran, aunque los adultos a veces lo tradujeran como rebeldía.

Ingenieras informáticas, escritoras, diseñadoras, docentes, todas jóvenes con éxito en lo que desean. Peleando cada una sus propias batallas pero mostrando que no hay impedimiento suficiente para salir adelante.

El obstáculo para mi lectura estuvo en mis experiencias, en la historia propia que cargo a mis hombros y que me hizo sentir identificada con varias de las anécdotas ficticias.

Mujeres durante marcha feminista. Foto: Cuartoscuro.

Luego me di cuenta que todas esas ganas, esa fuerza y ese poder femenino tenían un antecedente. Nuestras madres. Algunas son mamás solteras, que han hecho todo por dar lo mejor a sus hijos, por sacarlos adelante. Que no importa que tan cansadas están, desean volver y ver los ojos de amor de sus niñas, de sus niños.

Que ahora que crecen, están tranquilas porque cada uno toma su camino y pudo elegirlo, no fue una imposición. Que desean que siempre busquen y vayan por más.

No demerito el trabajo de mi padre, ni su crianza. Tampoco la de mis abuelos o las paternidades de mis tíos. Sin embargo, crecimos en un esquema tradicional de la familia, a lado de nuestras madres la mayor parte del día. Además, este libro sirvió para eso, para darnos cuenta de quienes somos como mujeres y a qué mujeres admiramos.

Mujeres alzan una pancarta durante protesta feminista. Foto: Cuartoscuro.

Las historias de las mujeres no deberían ser tristes, no deben ser sólo de amor o desamor. Son complejas, son enredadas, con altibajos. Son humanas. Al final de la introspección, llamar a alguien “mujer difícil” es mal entender su naturaleza personal, es querer apartarla de su humanidad.

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Este apartado es un extra y un tipo de confesión. Lo borré antes pero lo vuelvo a escribir, ya que no me pareció justo echar de frente a todas mis mujeres y mantenerme en una especie de anonimato anecdótico.

Tengo 24 años de edad y desde hace al menos 10 años, sufro de ansiedad. ¿Que lo causa? La vida en general me produce mucha inseguridad.

Me he sentido comprometida por mucho tiempo a cumplir expectativas, a sanar a las personas, a ayudarlas a mejorar.

La empatía me provoca angustias y dolores que no son míos. Es ser aprehensiva, dicen los demás.

Recuerdo que desde que mis hermanos menores nacieron me preocupe tanto de que algo pudiera pasarles. Ni siquiera quería que mi hermano fuera solo al baño en lugares que fuera de casa. Me daba ansiedad pensar que le pasaría algo, lo peor, y era un alivio verlo regresar a salvo.

Con mi hermana, sentí igual pero al ser ocho años más grande que ella, tenía un poco más el control de las situaciones porque muchas veces soy yo la que sale con ella, la acompaña a lugares y demás. ¿Es normal tener tanto miedo? Qué triste es tener tanto miedo.

Por otro lado, siempre me dijeron que hay una expectativa sobre mí. Un compañero de escuela me dijo alguna vez que él pensaba que yo sería Presidenta de México. Lo primero que pensé fue “¿Yo por qué?”, en lugar de sentirme bien por el cumplido, de inmediato quise que “se diera cuenta” que no hay nada especial en mí que lo hiciera pensar en tan alocada idea.

Poco a poco trabajo en mi seguridad, en mi madurez emocional y en mis ganas de valorarme. Pero es trabajo constante y ganas de querer hacerlo. Por supuesto que quiero tener éxito, pero me da mucho miedo defraudar a otros, como si no tuviera chance de cometer errores.

En fin, soltar esta reseña es un recordatorio de que debo soltar, afrontar y actuar para ser yo en todo mi esplendor. Y que si alguien me dice que soy difícil, tendrá que vivir con eso porque probablemente no dejaré de serlo.

Quiero recordarle a los lectores de dónde viene la ultraderecha: Óscar Montoya sobre De otro lugar 

sábado, julio 4th, 2020

La segunda novela de Óscar Montoya se sitúa en un periodo convulso para la península ibérica conocido como la Transición española, que inició en 1975 con la muerte de Francisco Franco. Para Puntos y Comas, platicamos con el autor español sobre la génesis del protagonista y la actualidad política en España.

El personaje principal es Antonio Tojeira, un policía de 32 años que odia su trabajo y es fanático de las teorías de conspiración extraterrestre. Tras una extraña muerte, se verá obligado a convertirse en un verdadero detective y resolver un misterio vinculado a una organización terrorista de derecha.

Ciudad de México, 4 de julio (SinEmbargo).- El inspector Antonio Tojeira lleva un año en Alicante, España, trabajando como policía. Tiene 32 años, es asiduo lector de J.J Benítez y fanático de las teorías de conspiración de corte sobrenatural y extraterrestre. Tiene una amiga: Cruz, una mujer que lee las cartas y realiza sesiones espiritistas para contactar a entes del más allá. Y de quien, también, el inspector se ha enamorado.

Tojeira es un hombre sin aspiraciones en la vida, que tomó la decisión de ser policía como quien elige un platillo de entre un menú poco variado. Y protagoniza De otro lugar (AdN, Alianza de Novelas, 2020), la segunda novela del escritor español Óscar Montoya, quien en 2017, con el seudónimo Montoya Jackson, autopublicó en Amazon su opera prima, Últimos días de maternidad, que fue bien recibida por la crítica.

De otro lugar está ambientada en 1980, en ese periodo convulso para la península ibérica conocido como la Transición española, que se inició el 20 de noviembre de 1975, día del fallecimiento del dictador Francisco Franco; tuvo momentos álgidos como el intento fallido de golpe de Estado el 23 de febrero de 1981, y culminó con la celebración de las elecciones que, en octubre de 1982, dieron el triunfo al Partido Socialista Obrero Español (PSOE).

En ese escenario, Tojeira se verá obligado a convertirse en un verdadero detective y resolver el misterio detrás de la extraña muerte de un joven que aparece degollado en una estación de un tren y del que se presumen nexos con una organización terrorista de derecha. Y no sólo se enfrenta a ese misterio, sino que su vida, en este lugar apacible, en el que disfruta de la playa y se pierde entre los turistas, da un giro brusco cuando –en un pasaje lleno de ironía y mala fortuna– se ofrece voluntariamente a ser trasladado al País Vasco, a donde llega como refuerzo, después de haber sobrevivido a la presión de sus compañeros, quienes le pedían que él, sin esposa ni hijos, se ofreciera como carne de cañón.

Foto: Jeosm, Zendalibros

¿Por qué? En 1980, la organización terrorista vasca ETA mató a 93 personas, en su mayoría guardias civiles. En aquel entonces, cada que un policía era enviado País Vasco como refuerzo, se le considerada un condenado a muerte. Con todo eso en contra, Tojeira se enfrentará a hombres poderosos y aprenderá que, en ocasiones, como el engendro que crece en las entrañas de la protagonista de Alien, el octavo pasajero –la película favorita de Tojeiro–, el enemigo está en el interior.

Si bien De otro lugar es una novela a caballo entre el género negro, el espionaje y la novela política, el humor tiene un lugar predominante, influencia –sostiene Montoya– de las novelas de Jorge Ibargüengoitia, de quien se declara fiel lector. Para Puntos y Comas, platicamos con Montoya sobre la génesis del personaje, la trama de la novela, la transición española y la actualidad política de España. 

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—Antonio Tojeira es una especie de antihéroe, con amplio sentido del humor, un rara avis de la novela negra…

—Yo quería construir un personaje que no tuviese ningún tipo de vocación policial, ni un héroe ni un antihéroe, sino un antitrabajador, alguien a quien no le gusta su trabajo, simplemente. Y así encontré este personaje que, instigado por su madre, se mete a trabajar de policía como si fuese cualquier otro oficio, sin idea de las implicaciones. Tojeiro no tiene aspiración alguna: odia su oficio. Me pareció seductor que un personaje con gustos tan bizarros, como la ufología y el esoterismo, en una época tan complicada como la Transición, se metiera de policía.

—A lo largo de la novela, como leiv motiv, aparece una frase de Antonio Gramsci: «El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos». Y no sólo eso, sino que el papel de los monstruos lo encarnan algunos de tus personajes. ¿Por qué te interesó hablar de la Transición española?

—A mí me interesan mucho las épocas de transición porque, a diferencia del esquema clásico del héroe (ese personaje que está en una zona de confort y, de pronto, algo lo perturba y lo obliga a salir de esa zona), en las épocas de transición el personaje, desde el principio, está en una circunstancia incómoda, frágil, conflictiva. Me interesaba contrarrestar ese ruido externo con el lenguaje interno del protagonista. En las zonas de claroscuros, como dijo Gramsci, predominan los monstruos. Y lo estamos viendo hoy en día, que abundan los monstruos, como Trump o Bolsonaro. Es muy típico que, en las épocas de desconcierto, aparezcan ciertos personajes oscuros. En mi novela, los representan los hermanos Segura, quienes eran cuadros policiales leales al antiguo régimen, que operaron en ese largo tránsito hacia la democracia que va de 1975 a 1982.

—Y también, en la novela, está presente el trasfondo de ETA. Conforme avanzan las páginas uno siente que, en cualquier momento, algo va a estallar. ¿Eso motivó también que quisiera recrear tu novela en esta época, para tener a ETA como un elemento dramático más?

—La película favorita de mi personaje principal es Alien porque el enemigo nace de las entrañas del personaje. En el caso de la novela, en esos años de plomo, ETA mataba casi un centenar de personas al año, y eso provocaba que los partidarios del régimen franquista anhelaran la dictadura. Si bien ETA, en la trama, es una amenaza latente, externa, el peligro real está dentro de la comisaría, dentro de la esfera del inspector Tojeira, como en Alien. Hay mucho ruido exterior, mucha política, mucha amenaza de volver al pasado, pero –al final– el peligro está más cerca.

—¿Cómo fue el proceso de escritura?

—Escribí el primer manuscrito en 7 meses y luego fue puliendo aspectos de la trama y los personajes. Yo no suelo escribir con un plan de trabajo. Fue un proceso más intuitivo, más bien. Y así fui avanzando. Es una historia que rondaba mi cabeza desde hace 10 años, que incluso escribí como relato y que retomé.

—¿Cuál es tu opinión del presente político de España?

—Una de las razones por las que escribí esta novela fue, precisamente, por los tiempos que estamos viviendo en España. Cada vez más se respira en mi país una nostalgia de algo que, en apariencia, se había olvidado. Está brotando un nacionalismo exacerbado (y no me refiero al vasco o el catalán, sino al nacionalismo franquista). Y eso está provocando una tensión latente. Desde la crisis económica de 2008, España padece una bipolaridad tremenda, pues pasamos de derecha, izquierda y extrema izquierda. Y en Twitter se vive un ambiente de guerra civilista.

Por esas razones, quería hablar de la época de la transición y hablar de una violencia que se mantenía soterrada: los actos bárbaros cometidos por grupos de extrema derecha, algo de que se ha hablado poco en España, pues ETA se ha llevado todos los reflectores. Está documentado que hubo una violencia de extrema derecha, caracterizada por ajustes de cuentas, de la que nadie quiere hablar, pues contradice la idea de que la transición fue pacífica. Y si bien fue un proceso modélico, también hubo una serie de tensiones brutales. Luego tuvimos dos décadas de paz, las mejores que hubo en este país, desde luego. Y si entonces se pudo pactar, no entiendo por qué ahora no llegamos a acuerdos y dejamos atrás ese odio acendrado.

—En la página 54 de la novela, se lee: «[…] no sé si la historia será circular, pero de que planean círculos como los buitres, de ese no hay duda». Hoy en día tenemos a populistas como Trump y Bolsonaro gobernando dos de las más grandes economías del mundo. Resurgen con fuerza, por todo el globo, los gobiernos de extrema derecha. Y en España ustedes tienen a Vox. ¿Qué piensas del surgimiento de la ultraderecha en tu país?

—Estoy espantado. En España nos jactábamos de ser el único país de Europa de no tener un partido de ultraderecha con representación en el Parlamento y, en dos años, Vox [partido político fundado en 2013] es la tercera fuerza política, con 3 millones de votos. Lo admito: yo soy beligerante contra Vox porque considero que es un partido que va en contra de los derechos, que niega la violencia de género. Vox es la representación de Trump en la península ibérica. Si bien los demás partidos no son perfectos, Vox es el único que me parece verdaderamente peligroso.

Si algo bueno ha hecho España, es impulsar los derechos fundamentales de las minorías, como los matrimonios entre personas del mismo sexo, que benefician a la sociedad, a la pluralidad. Y Vox es un enemigo contra esos derechos ganados. Ante épocas de incertidumbre y de caos, como la que actualmente vivimos, el rebaño que somos en el fondo necesita un caudillo. Mucha gente está dispuesta a renunciar a sus derechos para tener un “orden”. Entre otros, uno de los objetivo de mi novela es recordarle a los lectores de dónde viene la ultraderecha.

—Bajo el argumento de la lucha contra la pandemia, las autoridades de Hong Kong, por ejemplo, han puesto en peligro las libertades civiles. En términos políticos y de garantías individuales, ¿qué mundo crees que emergerá tras la pandemia?

—Esa es la gran incógnita. No lo sé y no me atrevo a especular. Me gustaría creer que las libertades no serán tocadas. Sin duda, desde hace tiempo ha habido un desplazamiento del centro de poder geopolítco hacia Asia, y ahora, con la pandemia, se confirma. Y las pautas y las formas de control asiático afectarán nuestra maneras de entender la democracia y el control social.