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Autoridades de la CdMx conmemoran el aniversario 53 de la masacre de Tlatelolco

sábado, octubre 2nd, 2021

En conmemoración de la matanza de estudiante del 2 de octubre de 1968 se llevó a cabo un izamiento de bandera a media asta en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco. Además, para la tarde de este sábado se esperan varias marchas y manifestaciones en honor a las víctimas de esa tragedia. 

Ciudad de México, 2 de octubre (SinEmbargo/EFE).- Diversos homenajes se llevaron a cabo la mañana de este sábado con motivo de la conmemoración de los 53 años de la masacre de estudiantes el 2 de octubre de 1968.

En un primer evento, que encabezó Claudia Sheinbaum, Jefa de Gobierno de la Ciudad de México, se llevó a cabo un izamiento de bandera a media asta en la plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco.

La masacre de Tlatelolco de 1968 “no se olvida, porque si se olvida se repiten las mismas historias”, aseguraron autoridades capitalinas en el evento de conmemoración del 53 aniversario de aquel día en el que fueron asesinados cientos de estudiantes que protestaban contra el autoritarismo.

“Desde la jefatura de Gobierno vamos a seguir luchando por los derechos y las libertades del pueblo, eso queremos representar, luchamos por un México con justicia y democracia”, expresó la mandataria capitalina en el acto.

“Un Estado autoritario fue capaz de acribillar y encarcelar a jóvenes que pedían democracia, que exigían la no represión, que estaban en contra de un estado autoritario y que lo que recibieron frente a la exigencia de diálogo fue una traición y fueron balas”, agregó.

El acto inició a las 10:00 horas en la plaza de las Tres Culturas, donde el 2 de octubre de 1968 una multitudinaria manifestación de estudiantes fue repelida a tiros por el Ejército mexicano, dejando unos 300 de muertos y otros cientos de desaparecidos según organizaciones civiles, aunque las autoridades sólo reportaron 37 decesos.

La mandataria recordó que antes de 1968 ya se había iniciado una lucha por parte de los jóvenes que continuó durante décadas y que todavía a día de hoy sigue presente en México.

“Venía de antes, y esa historia a pesar de una supuesta apertura democrática continuó con una guerra sucia en contra de jóvenes que seguían luchando, con desaparecidos políticos, presos políticos”, enunció.

Aseguró que los hechos de 1968 fueron la semilla para muchos que eran niños o adolescentes entonces. “Nos dio la enseñanza para seguir luchando. Entonces luchamos por el derecho a la educación, salimos a las calles”.

Y esta lucha continuó, dijo, hasta que el 1 de julio de 2018 ganó las elecciones Andrés Manuel López Obrador, líder de Movimiento Regeneración Nacional (Morena), “un movimiento amplio que surge de muchos y diversos lugares pero que tiene el sello en muchos de nosotros del movimiento estudiantil de 1968“.

“Ya no hay marcha atrás, ha habido una revolución de las conciencias. El 2 de octubre no se olvida y este Gobierno promueve una ciudad de derechos que lo único que busca es una ciudad de libertades, una ciudad donde nunca más el Estado reprima a sus jóvenes”, terminó Sheinbaum.

El acto institucional fue uno de los primeros eventos de la conmemoración de un día muy relevante para la historia reciente de México, que cada año recuerda aquel fatídico día y reclama justicia para los jóvenes que perdieron la vida, ya que las investigaciones continúan paradas y el caso sin esclarecerse al completo.

 

En tanto, en Congreso local tuvo lugar una sesión solemne para conmemorar a las víctimas del 2 de octubre,  en donde los diputados reiteraron que hechos como ese no deben volver a ocurrir.

Héctor Díaz-Polanco, presidente de la Mesa Directiva recordó que en ese mismo recinto se intentó justificar la barbarie del 2 de octubre “siendo uno de los peores momentos de este recinto. Un acto infame para el pueblo de México”, afirmó.

A lo largo del día habrá una asamblea, la habitual gran marcha desde la plaza de las Tres Culturas hasta el Zócalo capitalino -donde se encuentra el Palacio Nacional, residencia de López Obrador- y un mitin político.

Para estas manifestaciones se espera la participación de las alcaldías como Cuauhtémoc, Álvaro Obregón y Miguel Hidalgo, según información del c5 capitalino.

Por su parte, la Colectiva Mujeres Productoras se reunieron desde las 11:00 de la mañana en Eje Central Lázaro Cárdenas, informó el sistema local.

Otras organizaciones que se sumarán a la manifestación de este 2 de octubre son: el Sindicato de la Unión de Trabajadores Nómina 8 del Gobierno capitalino; los Asociados Sutermistas Del Valle de México; y el Comité 68 Prelibertades Democráticas.

La comunidad del Instituto Politécnico Nacional (IPN) marchará de Eje 2 Norte Manuel González, colonia Unidad Habitacional Nonoalco, hacia el Eje Central Lázaro Cárdenas, en Tlatelolco, donde se ubica la Plaza de las Tres Culturas.

También el Contingente Docente-Estudiantil de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y la Célula Incendiaria de esta misma casa de estudios partirán de la Plaza de las Tres Culturas con rumbo al Centro Histórico capitalino.

– Con información de EFE

Joel Ortega y la pesadilla de Tlatelolco (Y las que siguieron después)

sábado, octubre 6th, 2018

Fue una matanza: exterminaron a 58 civiles y murieron dos militares. La decisión de Estado para exterminar al Movimiento Estudiantil a lo largo de más de una década fue calificada como genocidio por la justicia. Así nombra Joel Ortega, autor de Adiós al 68, el 2 de octubre de 1968.

Ciudad de México, 7 de octubre (SinEmbargo).- “Superviviente, sí, ¡maldita sea!, nunca me cansaré de celebrarlo. Así dice una de las estrofas de las nuevas canciones de Joaquín Sabina. Casi todas tratan de un momento muy parecido al mío, obviamente por la similitud de edad y de algunas semejanzas vitales, políticas y culturales de ambos. Por eso estas estrofas me ayudan a definir el tono de estas notas. Por ejemplo, hay una que se llama Leningrado:

Tú con tu boina y yo con barba, viva el Che. 

Recién conversos a la fe del hombre nuevo.

No había caído el muro de Berlín

ni reventado el polvorín de Sarajevo, 

porque la Revolución tenía un talón de Aquiles al portador.

La idea central de Adiós al 68 se refiere no tanto a situaciones personales específicas, críticas, límites, al borde del abismo, sino a la condición de sobreviviente de una generación que consiguió cierta cantidad de cambios, que soñó con tanto y que al final sufrió también un conjunto de derrotas. Por un rato largo, quizá varios decenios, medio siglo o un siglo, perdimos la batalla del “asalto al cielo”, del cambio, de la Revolución, de la lucha contra el poder”, dice en su libro Joel Ortega Juárez (Ciudad de México, 1946).

Licenciado en Economía por la UNAM y maestro en Periodismo Político por la Escuela de Periodismo Carlos Septién García. Fue militante de la Juventud Comunista desde 1963 y participó en el Movimiento Estudiantil mexicano de 1968, como brigadista de la Escuela Nacional de Economía de la UNAM. Sobrevivió a la represión violenta del 2 de octubre de 1968 y más tarde a la del 10 de junio de 1971. Vivió en Moscú entre octubre de 1969 y mayo de 1970, durante su estancia en la Universidad Patricio Lumumba. Impugnó públicamente al presidente Luis Echeverría el 14 de marzo de 1975, durante la imprudente visita del mandatario a la UNAM y se declara sin militancia política desde 1988. Participó en la fundación del SPAUNAM y el STUNAM, además de haber sido profesor en varias escuelas y facultades de la UNAM entre 1975 y 2013.

“Soy sobreviviente de otros momentos críticos, como cuando fuimos cercados por el Ejército en la Marcha de la Ruta de la Libertad en una carretera de Guanajuato, a la salida de Valle de Santiago, el 6 de febrero de 1968. De pura casualidad no terminamos exterminados al estilo de Tlatlaya y Nochixtlán o de cualquier otro tipo de ejecuciones como las que vemos ahora”, dice Joel.

–¿Qué recuerda de ese día, 2 de octubre de 1968?

–Creo que es una distorsión reducir todo a este día. Recuerdo más la época, el 1968 fue mucho más que esa tragedia que nunca hay que perdonar, por supuesto. Eso, más que gritarlo, hay que hacerlo. Nosotros, con otros políticos del pasado, logramos condenar y apresar a Luis Echeverría y 14 más, por el delito de genocidio. No es el mero 2 de octubre sino el acto constante del Estado para suprimir o eliminar a los estudiantes. Desde 1956 hasta mediados de los años 70 han querido eliminar a los estudiantes. Logramos que los jueces lo considerasen genocidio y por eso Echeverría sufrió prisión domiciliaria.

–¿Recién ahora se ha determinado que es un crimen de Estado?

–No, eso no es cierto. Esa fue una decisión de la Corte, lo que apenas anteayer se ha dicho (y es un dicho), un empleado de gobernación, él dijo que era Crimen de Estado. Es una expresión de un funcionario menor. El delito de genocidio fue sentenciado por un juez y por un tribunal de justicia. Echeverría es y sigue siendo un hombre muy poderoso en el control político y en el manejo de muchos medios de comunicación. Simplemente no se le subrayó esa importancia. El acto que cometió el Estado se pretende ahora aminorar. Durante siempre el Gobierno mexicano ha dicho que lo que había pasado en Tlatelolco había sido una emboscada contra el Ejército, pero entonces decía que esa emboscada la habíamos hecho los estudiantes. Por eso acusó y procesó a 68. Fueron muchos delitos y algunos acumularon hasta 17. Fueron retirando los cargos uno a uno, dejándoles uno o dos delitos para obligarlos a salir bajo fianza y que tuvieran que ir a firmar.

Hay una cifra que fue producto de la investigación y que establece que murieron (así lo digo en mi libro) 58 civiles y 2 militares. Foto: Especial

–Todavía no se sabe cuántas víctimas murieron

–Hay una cifra que fue producto de la investigación y que establece que murieron (así lo digo en mi libro) 58 civiles y 2 militares. Desde el inicio del movimiento se suman 68, incluyendo los que murieron en Tlatelolco. Y de todo el proceso del 68, suman en total 85, con nombres y apellidos. Puede haber más, pero esos son los que identificamos. Lo de decir que fueron 500 fue una exaltación de ira de la periodista italiana Oriana Fallaci, quien recibió un balazo en una nalga y con toda razón dijo: Ni en Vietnam me ha pasado algo así, ¡Mataron a 500!”. Esa expresión, que reprodujo The Guardian, produjo un terror espeluznante. El Gobierno dijo esa es una falsedad y no sirvió de nada.

–¿Qué piensa de los 43 estudiantes desaparecidos en Ayotzinapa?

–Eso es otra cosa. Totalmente inaceptable, una tragedia tremenda, terrible, pero no tiene nada que ver con el movimiento estudiantil de 1968. Es otra cosa que hay que indagar, pero tampoco tienen que ver todos los compañeros que fueron apresados, torturados y asesinados durante la Guerra Sucia. Esta cosa de mezclar todo genera confusión.

–¿Qué piensa de los porros de la UNAM?

–Los porros son el testimonio de la represión estatal. Es una estructura que existe desde hace muchos años, para reprimir, golpear e impedir que los muchachos se organicen. Está muy relacionado con la distribución de la droga y del alcohol.

–¿Fue una pesadilla el 2 de octubre?

–El recuerdo es brutal. Un horror espantoso. Una marcha pacífica y alrededor camiones y camiones del Ejército, con tanques, helicópteros y en un momento dado comienzan a disparar, la gente huyendo, no sabía hacia donde. A veces corrían hacia los mismos soldados. La pesadilla más grande que he tenido en mi vida fue esa tarde, noche. Sólo en mi caso, superada por el 10 de junio de 1971. Íbamos encabezando la marcha y me tocó directamente. Los compañeros que estaban a mi lado, uno de ellos de origen vasco, recibió una bala en la cabeza que sangraba impresionantemente. Un muchacho de 22 años lleno de sangre junto a mí. Las imágenes de la gente está llena de horror, a los que se quedaron en los departamentos los fueron a buscar y los agarraron uno a uno. Ni en batallas de la Guerra de Vietnam se producían esa cantidad de muertes. Acá no hubo batalla.

–A 50 años de aquel recuerdo, con su libro Adiós 68, ¿Qué cosas quiere destacar?

–El gran legado de 1968 fue la lucha por la libertad contra el poder. Fue un movimiento que no quería el poder, quería acabar con el poder y por eso fomentó las luchas de las minorías, del movimiento gay, del movimiento feminista, de los negros, ese es el gran legado. No estábamos ligados a la Guerra Fría del momento. No era un movimiento local ni tampoco político en un sentido estricto. Nos hubieran linchado si a alguien se le ocurre decir: –Oye, ¿por qué no convertimos esto en un Partido? Era un movimiento mucho más generoso, no era gremial, teníamos 6 puntos que eran el guión para poder actuar. Era una rebelión contra un Estado autoritario y desigual.

Fragmento del libro Adiós al 68, de Joel Ortega Juárez, con autorización de Grijalbo

Un libro de un sobreviviente. Foto: Especial

PRÓLOGO

Conozco a Joel Ortega desde finales de los años setenta, aunque nos cruzamos un par de veces en París a mediados de esa década. Hemos librado varias luchas juntos, y compartido múltiples trincheras: en el Partido Comunista Mexicano en 1980 y 1981; en la búsqueda de la alternancia (cualquier alternancia), en 1988, con Cuauhtémoc Cárdenas, luego durante el decenio de los noventa y más tarde en la elección del año 2000 con Vicente Fox; y contra la vejez y la nostalgia en tiempos más recientes. Joel ha sido mi primer y mejor lector, así como compañero de innumerables juergas y viajes, y un aliado en infinitas batallas, desde las tinieblas del estalinismo hasta el autoritarismo cuasi dictatorial de las redes sociales contemporáneas. Joel padece mi amistad: carga con el pecado de ser amigo del enemigo-en-jefe del castrismo mexicano y de los pejezombis, sin figurar entre las filas de uno o de otro bando. Aprovecharme como prologuista de su nuevo libro es una magra recompensa por lo que ha sufrido Joel a mis expensas, pero también un honor para mí al poder rendirle así un homenaje a cuarenta años de amistad.

Adiós al 68 es un relato de vida, más que un ensayo histórico. En él se entremezclan recuerdos, personajes, momentos, reclamos y denuncias, defensas y autocríticas. Como abundan los pretextos y temas para un prólogo y en tanto cualquier selección es necesariamente arbitraria, he escogido cuatro reflexiones de Joel para yo mismo cavilar sobre ellas y alentar así al lector a repasar el libro entero.

Primero, el tema del título: el Movimiento Estudiantil mexicano de 1968. Incluyo adrede, como Joel, el calificativo nacional por una poderosa razón argumentada in extenso por Ortega. México fue un reflejo, fiel y a la vez borroso, de un fenómeno internacional de enorme significado y efecto transformador. No exclusivamente, ni quizás principalmente, en el ámbito político. Al igual que el Che Guevara, cuya muerte aconteció casi exactamente un año antes de la matanza de Tlatelolco, las rebeliones estudiantiles –y en algunos casos obreras– de 1968 en el mundo lograron un objetivo no buscado. El médico argentino vuelto revolucionario cubano y mártir boliviano no sólo no construyó un hombre nuevo, ni extendió su delirante foco guerrillero al resto de América Latina, sino que su fracaso ayudó a transformar a la isla de sus sueños en uno de los últimos refugios inatacables del estalinismo: lo que menos deseaba.

Los dirigentes del 68 mexicano, cuyos retratos esbozados por Joel hacia el final de su texto constituyen algunos de los pasajes más enriquecedores del libro, no lucharon por una revolución cultural en Occidente. Esgrimían una y otra vez su pliego petitorio de seis puntos, su repudio al “sistema” mexicano; nunca pensaron que su verdadera victoria y su auténtico legado consistiría en arrastrar a las nuevas clases medias mexicanas hacia la modernidad occidental. No cambiaron al país completo, pero sí a una minoría significativa. Joel lo formula de otra manera, pero análoga: “Una de las grandes aportaciones del Movimiento Estudiantil fue ese rescate de la lucha contra el poder, contra el poder familiar, contra el poder escolar, contra el poder militar, contra todos los poderes que estaban lesionando, lastimando, oprimiendo al conjunto de la sociedad”.

Segunda reflexión: Ortega le reprocha al movimiento haber contemplado al “ejército mexicano como pueblo armado y por tanto incapaz de practicar una política de represión y mucho menos una matanza contra el Movimiento Estudiantil”. Los jóvenes sencillamente no imaginaban que los militares pudieran dispararles, torturarlos, desaparecerlos. La razón: el origen en teoría popular del instituto castrense, su respeto por una legalidad ficticia y la omnipresencia y omnipotencia de la ideología de la Revolución mexicana, del nacionalismo revolucionario. Nada de todo eso perduraba ya en esa época, si es que en alguna ocasión existió. Creer todavía en 1968 que subsistía un sector progresista dentro del Estado mexicano, que los “buenos” tenían manera, agallas y poder para enfrentarse a los “malos”, encerraba una dosis de ingenuidad comprensible entre dirigentes de poco menos de 25 años, pero con más experiencia política de lo que parecía.

Tercera reflexión: la incapacidad de dialogar y “no cambiar la forma de lucha y levantar la huelga”. Aquí también figura un dejo de anacronismo, en el sentido estricto de la palabra: algo que no podía suceder en su tiempo. Por otro lado, este reclamo se vincula estrechamente a los dos anteriores. Si no se creía en la represión, si todo se centraba en los seis puntos, no había ni necesidad real de dialogar para evitar un impensable desenlace sangriento, ni margen de maniobra para negociar el pliego petitorio. Pero si no existía el espacio de la negociación, ¿para qué dialogar o levantar la huelga como primer paso, cuando no podía haber pasos subsiguientes? Se trataba de cambiar de forma de lucha, de aceptar una propuesta del rector Barros Sierra, de modificar la correlación de fuerzas dentro del Consejo Nacional de Huelga y de la propia Juventud Comunista a la que pertenecía Ortega. Nada de eso fue posible; el chantaje de entreguismo, reformismo y conciliación fue más fuerte que el realismo y el cálculo. Como siempre sucede con las grandes movilizaciones populares.

Antes de concluir con un comentario sobre la tesis más importante de Ortega, a saber, la sobrevivencia/anacronismo/dominación de la ideología de la revolución mexicana, rescato dos secciones importantes del libro, además de aquellos ya mencionados a propósito del 68. La primera es el episodio del 10 de junio de 1971 y los debates previos y posteriores a esos trágicos acontecimientos. Como dice Joel: “Gracias a la manifestación [del día de Corpus], nunca más han disparado armas y matado manifestantes en la Ciudad de México”. Quizá se deba retener una excepción en el 2012, pero la afirmación es fundamentalmente cierta. Muchos partidarios conservadores de la mano dura lo lamentan, pero los demás lo valoramos y agradecemos. Los cuarenta y tantos jóvenes asesinados por los Halcones fueron las últimas víctimas mortales de la represión en la capital. Ha transcurrido casi medio siglo y el saldo sigue blanco. No es poca cosa.

El otro acontecimiento, mucho más reciente y más ignorado por la comentocracia y los historiadores, pero muy resaltado por Joel, es la consignación de Luis Echeverría por el delito de genocidio y su arresto domiciliario entre 2004 y 2007. Algunos lectores recordarán que Vicente Fox, a raíz de un empate de fuerzas en el seno de su gabinete, creó la Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado (Femospp), presidida por Ignacio Carrillo Prieto. Dicha Fiscalía se vio obligada a recurrir a la figura del genocidio para configurar un delito posible y logró procesar a Echeverría por los eventos del 10 de junio. Al final, un juez otorgó un amparo al expresidente y Fox disolvió la Fiscalía el último día de su mandato, como parte del primer pacto de impunidad con el PRI; según Joel, esto ocurrió a cambio del apoyo del PRI a la toma de posesión de Felipe Calderón. En todo caso, queda para la historia la investigación, el cargo y el arresto domiciliario: la primera y única vez que un expresidente mexicano se ha encontrado en tal situación.

Una idea obsesiva, motriz y decisiva impregna casi cada una de las páginas de Joel. Se trata de la noción, que comparto plenamente, de los efectos perennes, perniciosos y omnipresentes del nacionalismo revolucionario en la vida entera de la izquierda mexicana. Ortega contempla al nacionalismo revolucionario (y a su sinónimo funcional e innegable: la ideología de la Revolución mexicana) como una ideología en la acepción más fuerte del término: una visión virtualmente althusseriana de los aparatos ideológicos de Estado. Para él, ese nacionalismo enfermizo invade y permea todo en México: la ley, el ejército, la universidad, los medios, la cultura, la política exterior, el arte y, sobre todo, su víctima principal: la izquierda mexicana. Para Joel, más allá de las infinitas y eternas divergencias y rencillas dentro de la izquierda, allí gobierna no sólo un hilo conductor único o factor unificador primordial, sino un verdadero chip nacionalista-revolucionario, al final de cuentas priista.

En la idea de Joel Ortega, ningún sector de la izquierda mexicana –comunista prosoviético, maoísta, castrista, trotskista, cardenista o francamente reformista (lo que Joel llama los “mapaches”)– está libre del virus de la revolución mexicana. Ninguno permanece al margen de la influencia surgida del cataclismo de hace más de un siglo. Nacionalismo económico y en ocasiones folclórico y ramplón; autoritarismo autojustificado, entre otros factores, por un imperativo de soberanía; invocaciones populistas sustentadas en una retórica social casi nunca acompañada de hechos reales; solidaridad con regímenes semidictatoriales en otros países, donde ningún integrante de esa izquierda desearía vivir; estatismo todo terreno, sin mayor transparencia, rendición de cuentas o pluralismo: he aquí algunos de los rasgos del nacionalismo-revolucionario aborrecido por Joel, y de cuyas garras, según él, la izquierda mexicana, hoy menos que nunca, no ha podido escapar. El contraste con lo que denomina el espíritu libertario del 68 no podría ser mayor.

Persisten algunas lagunas o dificultades en este libro, que el lector fácilmente descubrirá. Ubicar a esa izquierda en un contexto latinoamericano representa una de las primeras; omitir detalles y puntillismo en las telas pintadas a grandes brochazos constituye una de las segundas. Pero si alguien busca recorrer rápidamente este último medio siglo de la historia del país a través de la vida de un actor y observador excepcionalmente perspicaz y sofisticado, cuenta hoy con el mapa de navegación para hacerlo. Es un recorrido que bien vale la pena. Jorge G.Castañeda

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“Una tarde como esta, una hora como esta, el Gobierno quiso apagar con sangre la llama…”

martes, octubre 2nd, 2018

Cinco décadas después de que el Gobierno quiso apagar con una masacre la llama que corría en México, se escucharon los nombres de los ausentes en el Zócalo y en la Plaza de las Tres Culturas. La matanza ocurrió y después comenzó la lucha que aún vive. 

Ciudad de México, 2 de octubre (SinEmbargo).- En voz de la actriz Karina Gidi, el mitin por los 50 años del 2 de octubre de 1968 inició con un poema de Rosario Castellanos:

“…Duele, luego es verdad. Sangra con sangre.
Y si la llamo mía traiciono a todos.
Recuerdo, recordamos.
Esta es nuestra manera de ayudar a que amanezca
sobre tantas conciencias mancilladas,
sobre un texto iracundo, sobre una reja abierta,
sobre el rostro amparado tras la máscara.
Recuerdo, recordemos
hasta que la justicia se siente entre nosotros.”

Luego, Dulce González Garduño y Gabriel Roda, del Comité 68, leyeron la lista de los ausentes del 68: Roberta, Carlota, Adela, Adriana, Alicia, Judith, Margarita, René, Horacio, Joel, Leopoldo, Javier, Luis Tomás, Armando, Heberto, Eli, José, Martín, Federico, Roberto, Francisco, José, Héctor, Raúl, Leobardo, Florencio, Manuel, Higinio, José, José, Carlos, Eugenio, Eduardo, Sóstenes, Raúl.

A las 18:30 horas aún intentaba entrar gente al Zócalo. Foto: Cri Rodríguez, SinEmbargo.

Se escuchó la lista de los ausentes. Foto: Cri Rodríguez, SinEmbargo.

se cumplieron cinco décadas. Foto: Cri Rodríguez, SinEmbargo.

Dieron las 18:10 horas, horario en que cayeron las bengalas en Tlatelolco y se guardó un minuto de silencio.

“Estamos aquí 50 años después de que en una tarde como esta, en una hora como esta, el Gobierno quiso apagar con una masacre la llama que corría en esta ciudad y en otras del interior del país. Muchos dicen que esa fue la derrota del movimiento, pero Raúl Alvarez Garín dijo que el movimiento estudiantil durante meses hizo un cuestionamiento político que exhibía que ese modelo autoritario ahogaba los sueños de la población mexicana. El dos de octubre, el Gobierno ante la falta de argumentos, incapaz de entender a su juventud y de darse cuenta que ahí se gestaba la idea de un nuevo país, decidió reprimir brutalmente”, dijo Félix Hernández Gamundi, líder estudiantil de ese año.

Agregó que el Halconazo siguió al 68 y luego se optó por la guerrilla, en la que “todos los del 68 actuaron heroicamente”. También ocuparon escuelas a través de la docencia, formaron sindicatos, organizaciones campesinas y se replicó la experiencia del 68.

“Ganamos el país milímetro a milímetro y fue creciendo el afán de libertad. El 68 dio artistas, dio periodistas, la academia se fortaleció […] la experiencia del 68 es la de organizarnos, autodirigirnos, aprender que lo fundamental es la solidaridad en la lucha, saber poner por delante los principios de la ética y el orgullo de pertenece al pueblo mexicano […] Las demandas del 68 están vigentes, eran por la democracia, la libertad y la justicia pero están pendientes, aún no las hemos alcanzado”, agregó.

Miles se manifestaron, a 50 años del 2 de octubre de 1968. Foto: Cri Rodríguez, SinEmbargo.

El mitin por los 50 años del 2 de octubre de 1968 inició con un poema de Rosario Castellanos. Foto: Cuartoscuro.

El mitin por los 50 años del 2 de octubre de 1968 inició con un poema de Rosario Castellanos. Foto: Cuartoscuro.

A las 18:30 horas aún intentaba entrar gente al Zócalo. Foto: Cuartoscuro.

Se escuchó la lista de los ausentes. Foto: Cuartoscuro.

Tomaron el micrófono representantes del movimiento estudiantil actual. Foto: Cuartoscuro.

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El 68 es la memoria de la libertad

“Al calor de las balas del 2 de octubre, o sabíamos qué iba a pasar con nosotros los siguientes 10 minutos, pero sí sabíamos que íbamos a luchar siempre por un México libre”, esas fueron palabras de Álvarez Garín en voz de Gamundi.

A las 18:30 horas aún intentaba entrar gente al Zócalo. Los contingentes de las normales rurales buscaban espacio, al igual que otros tantos de la UNAM. Tomaron el micrófono representantes del movimiento estudiantil actual, el Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra, a los Damnificados Unidos de la Ciudad de México y de las madres y padres de los 43. Es la lista de tragedias, problemas y oradores.

Y más de una hora después, la gente seguía entrando al Zócalo.

“¡Dos de octubre no se olvida!” Viejas y nuevas generaciones se unen al reclamo 50 años después

martes, octubre 2nd, 2018

Cincuenta años después de la masacre de Tlatelolco, miles toman esta tarde las calles de la Ciudad de México para recordar y nunca olvidar. Mirtocleya González se encuentra al frente de la manifestación. 

-Información en desarrollo. 

Ciudad de México, 2 de octubre (SinEmbargo).- Mirtocleya González estaba hace 50 años en el Edificio Chihuahua de Tlatelolco. Era maestra de ceremonias de aquel mitin que irrumpió el Batallón Olimpia. Hoy, ella es la abanderada de la marcha conmemorativa del 2 de octubre de 1968. Detrás de ella, va el Comité 68. La marcha, como era de esperarse, inició con un grito de “2 de octubre” y la respuesta de “no se olvida”.

Se trata de una marcha llena de simbolismos. Es una marcha histórica. Generaciones viejas y nuevas se unieron en la capital mexicana y partieron desde la Plaza de las Tres Culturas, donde el 2 de octubre de 1968 los estudiantes sufrieron una represión que dejó decenas de muertos, desaparecidos y encarcelados. El Presidente era Gustavo Díaz Ordaz, del Revolucionario Institucional (PRI), el partido que se ha aferrado al poder durante décadas.

Cincuenta años después de la masacre de Tlatelolco, miles toman esta tarde las calles de la Ciudad de México para recordar y nunca olvidar. Foto: Crisanto Rodríguez, SinEmbargo.

Cincuenta años después de la masacre de Tlatelolco, miles toman esta tarde las calles de la Ciudad de México para recordar y nunca olvidar. Foto: Crisanto Rodríguez, SinEmbargo.

Cincuenta años después de la masacre de Tlatelolco, miles toman esta tarde las calles de la Ciudad de México para recordar y nunca olvidar. Foto: Crisanto Rodríguez, SinEmbargo.

La marcha fue integrada por el Comité 68, organizaciones, colectivos y escuelas. Reivindicó las consignas del movimiento estudiantil de aquel año.

“Hoy, nuestra tarea es rescatar la esencia del movimiento del 68, que en su pliego petitorio demandó las grandes libertades democráticas para el pueblo mexicano”, señaló un comunicado entregado a la prensa para la conmemoración del día de hoy.

Han pasado 50 años. Entre los que encabezan la marcha hubo algunos con pasos firmes; otros, con bastón o silla de ruedas. Pero el grito es uno solo: “justicia”. Porque, cincuenta años después, la demanda es la misma: justicia para los jóvenes asesinados; que se lleve ante tribunales a los que ordenaron aquella masacre que hoy es símbolo de un Estado autoritario y abusivo.

Entre las exigencias concretas del día de hoy están el abrir un juicio a los responsables intelectuales y materiales de la reprensión del 2 de octubre; la reapertura del proceso contra Luis Echeverría, el alto a la guerra, la democratización de las universidades, la disolución de los grupos de choque, el alto a las feminicidios y decretar la alerta de género en todo el país.

También exigen directamente a la PGR que investigue el expediente PGR/FEMOSPP/002/2002 que aún está abierto por el delito de genocidio en contra del ex presidente Luis Echeverría Álvarez.

Detrás de contingente del Comité, marcharon los padres y madres de los 43 y detrás, universidades, preparatorias. Finalmente, organizaciones civiles, como Atenco, la CNTE y el SME.
Cada contingente de las escuelas es liderado por los estudiantes de las mismas que cursaron en el 68.

Algunas mantas rememoraron a Silvestre Revueltas, compañeros que ya murieron; está el contingente del Consejo General de Huelga de la UNAM de 1999, uno de Cultura y ex estudiantes de la Preparatoria Popular. Marcharon casi todas las escuelas del Politécnico, la UNAM, la UACM y la UAM.

Una hora después de que el Comité 68 iniciara la marcha, aún había contingentes por salir de Tlatelolco.

La vanguardia de la marcha llegó al Zocalo a las 5:30 de la tarde, cuando aún la Avenida Eje Central era ocupada por manifestantes.

Entraron con un goya, un huelum y un 2 de octubre no se olvida a la Plaza que los recibió con la bandera a media asta. Todos y todas levantaron la mano con el símbolo de la victoria que tanto los caracterizó hace 50 años.

Se escucharon algunos aplausos y el grito de “los estudiantes marchando, Echeverría está temblando”.

En un escenario, la banda Talayacapan los recibió con un popurrí revolucionario, la Canción Mixteca y de nueva cuenta, Dios Nunca Muere.

La desaparición de los 43 jóvenes de Ayotzinapa es “muchísimo peor que el 68”: Elena Poniatowska

jueves, septiembre 6th, 2018

Poniatowska es un referente casi obligado cuando se quiere abordar el movimiento estudiantil de 1968, conformado por jóvenes de la UNAM y el IPN, al que se le sumaron otras organizaciones de la sociedad mexicana.

El 2 de octubre de 1968 año, una multitudinaria manifestación de jóvenes fue tiroteada en la Plaza de las Tres Culturas, en el céntrico barrio de Tlatelolco de la capital mexicana, un hecho que Poniatowska documentó de manera exhaustiva con entrevistas en el libro “La noche de Tlatelolco” (1971).

Por Mariana González

Guadalajara (México), 6 sep (EFE).- El caso de los 43 estudiantes de Ayotzinapa desaparecidos en el estado de Guerrero en 2014 es un caso “mucho peor” que la masacre de jóvenes del 2 de octubre de 1968, por la falta de respuesta gubernamental, afirmó a Efe la escritora mexicana Elena Poniatowska.

“Es muchísimo peor que el 68 porque fueron 43 jóvenes normalistas que desaparecieron en una noche y no hubo después ninguna respuesta del Gobierno; en 1968, aunque vinieron después los Juegos Olímpicos y se trató de acallar, ha sido un grito de los jóvenes que ha seguido”, dijo en una entrevista a Efe la autora y periodista.

Poniatowska (París, 1932), quien participó en el coloquio “Palinuro a 50 años del 68” en Guadalajara (oeste de México), consideró que el movimiento estudiantil que surgió ese año marcó un parteaguas en la sociedad mexicana.

“Es una fecha que ha marcado a todos los jóvenes y a toda la gente que sabe de la historia de México. Fue un aprendizaje tremendo, desde luego un cambio para la vida futura” del país, valoró.

Luego de ese suceso “hay muchísima más participación de los jóvenes, más reconocimiento de los jóvenes, más respeto por los jóvenes y más miedo, en el fondo, a la reacción de lo que pueden ser los jóvenes; han ganado muchas batallas”, añadió.

La autora es un referente casi obligado cuando se quiere abordar el movimiento estudiantil de 1968, conformado por jóvenes de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y el Instituto Politécnico Nacional (IPN), al que se le sumaron otras organizaciones de la sociedad mexicana.

El 2 de octubre de ese año una multitudinaria manifestación de jóvenes fue tiroteada en la Plaza de las Tres Culturas, en el céntrico barrio de Tlatelolco de la capital mexicana, un hecho que Poniatowska documentó de manera exhaustiva con entrevistas en el libro “La noche de Tlatelolco” (1971).

Para la escritora, ganadora del Premio Cervantes 2013, el carácter “ciudadano” de ese movimiento estudiantil, que este año conmemora el 50 aniversario, es lo que lo diferencia de la desaparición de los 43 jóvenes de Ayotzinapa.

“También fueron muchachos, normalistas, maestros que iban después a enseñar incluso en distintas comunidades, en sus idiomas, (…) (pero) el 68 es un movimiento sobre todo ciudadano”, recalcó.

Según la versión oficial, en la noche del 26 de septiembre de 2014 policías corruptos arrestaron a los jóvenes en el municipio de Iguala y los entregaron a miembros del cártel Guerreros Unidos, que los asesinaron e incineraron en un vertedero.

La autora de “La piel del cielo” (2001) consideró que el Gobierno del presidente Enrique Peña Nieto no puede “irse en blanco” y debe responder a los padres y al “clamor público” para dar una respuesta más contundente acerca de qué sucedió con los 43 estudiantes.

Aseguró que hasta ahora la actitud del presidente y su gabinete de seguridad ha dado a entender a los padres que le están “apostando al olvido” y que sin importar la instancia a la que acudan a pedir justicia “nunca van a tener nada, nunca les van a hacer caso”.

“Eso tan directamente no lo van a decir, pero lo están demostrando con su conducta, que es una conducta de enorme indiferencia y en el fondo, una conducta de enorme crueldad”, aseveró.

Poniatowska, quien se ha declarado seguidora, mas “no incondicional” del presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, confió en que el próximo mandatario tendrá un mayor “entendimiento” y “cercanía” con los padres de los estudiantes para tratar de resolver el caso.

“Yo no podría definir o decirlo por anticipado, pero sí puedo decir que él siempre se ha manifestado a través de las causas sociales, siempre ha caminado al lado de los petroleros, de la gente más necesitada, y eso le da similitudes más que otros presidentes de la república con jóvenes que no tienen (nada), como son los de Ayotzinapa”, concluyó. EFE

Fuera Echeverría, fuera Díaz Ordaz: piden firmas para quitar sus nombres de aeropuertos y avenidas

miércoles, agosto 22nd, 2018

El desprecio hacia los ex presidentes de México es visible en la plataforma Change.org. Usuarios piden el fin de sus pensiones y hasta retirar sus nombres de avenidas y aeropuertos, pues deberían ser reservados para verdaderos héroes. 

Entre los nombres que encienden la llama se encuentran el difunto Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría Álvarez, quienes están por toparse con cincuenta años de historia. 

Ciudad de México, 22 de agosto (SinEmbargo).- Al menos cuatro peticiones de Change.org tienen el objetivo de borrar los nombres de Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría Álvarez, ex presidentes de México responsables de la matanza del 2 de octubre de 1968, de calles, avenidas, aeropuertos y esculturas en México.

Las solicitudes, algunas de ellas creadas desde el 2016, exigen que verdaderos héroes mexicanos sean los que compartan sus nombres.

México está tapizado de escuelas, hospitales, calles y colonias con nombres de funcionarios públicos. Son huellas de políticos señalados de desvío de recursos públicos, altas deudas públicas, nexos con el crimen organizado o violación a derechos humanos, entre ellos, los ex Gobernadores Javier Duarte de Ochoa (Veracruz), Humberto Moreira Valdez (Coahuila), Rafael Moreno Valle (Puebla), Tomás Yarrington (Tamaulipas) y Guillermo Padrés Elías.

Hace 11 meses, aún en 2017, Héctor Briseño, un usurario de redes, formuló la petición “Cambiar el nombre del aeropuerto Gustavo Diaz Ordaz de Puerto Vallarta”.

“El Aeropuerto Internacional de Puerto Vallarta lleva por nombre Lic. Gustavo Diaz Ordaz, un personaje que es relacionado con el asesinato de cientos de estudiantes el 2 de octubre de 1968. No es grato que los vallartenses demos esa imagen a los visitantes. Proponemos que haya un plebiscito para que los ciudadanos elijamos un nombre que realmente nos identifique y no uno de un asesino”, reclamó Briseño.

La solicitud juntó mil 451 firmas -hasta el cierre de este texto-.

“Cambiar el nombre al Blvd. Gustavo Díaz Ordaz en Tijuana B.C. por Blvd. Aguascalientes Sur”, dice otra solicitud. Esta fue creada por Salvador G. El usuario justifica la modificación recordando el trágico capítulo de la historia nacional.

“La matanza de Tlatelolco el 2 de Octubre de 1968 es uno de los episodios mas trágicos y lamentables en la historia del México contemporaneo. Gustavo Díaz Ordaz asumió la responsabilidad de la matanza a sangre fría de cientos de ciudadanos mexicanos por parte del ejercito mexicano. Es hora de dejar de honrar la memoria de una persona que usó la violencia con fines políticos. Por su propio bien, Tijuana no debe permitir la glorificación de la violencia”, indicó hace dos años.

Por su parte, Rolando Elizondo exigió que el periférico de Saltillo, Coahuila, deje de llevar el nombre del traidor Luis Echeverría.

“Luis Echeverría Álvarez: Co-responsable de la masacre de estudiantes en 1968 al fungir como Secretario de Gobernación de Gustavo Díaz Ordaz. Traidor a la Patria por ser agente encubierto de la CIA de acuerdo a los documentos desclasificados por Estados Unidos. Irresponsable gestión económica que llevó a la primera crisis económica desde el “milagro mexicano”. ¿Un traidor como él puede tener su nombre en calles y avenidas, pero Pancho Villa o Emiliano Zapata no? ¡Por esto y más eliminemos su nombre de la principal avenida de Saltillo, Coahuila!”, señala Elizondo.

Otras solicitudes buscan que calles dejen de llevar también el nombre de José López Portillo, Presidente de México de 1976 a 1982.

Además, los usuarios han pedido que se quiten las pensiones a los ex presidentes mexicanos o que donen la mitad para los damnificados de los sismos de septiembre.

Mejor la verdad: La resistencia y ligereza de Heberto Castillo, a 20 años de su muerte

domingo, abril 2nd, 2017

Sus logros en la ingeniería son apenas equiparables con el legado que dejó en el ámbito político y social. Sufrió la persecución de Díaz Ordaz hasta terminar preso en Lecumberri por su participación en el Movimiento estudiantil de 1968. Dio clases por dos décadas en las principales universidades públicas del país. Pintó, escribió libros, fue candidato a la Presidencia y puso las bases de la izquierda, siempre con la verdad por delante. Es Heberto Castillo, un personaje necesario, a 20 años de su fallecimiento.

Ciudad de México, 2 de abril (SinEmbargo).– “Andar tras la verdad es la más hermosa de las empresas. Y quizá la más difícil. Encontrar la verdad histórica es a veces imposible. La historia la escriben los vencedores. A su manera”, escribió Heberto Castillo en la introducción de su libro Si te cachan te van a matar, publicado en 1983. El título salió de la advertencia que Lázaro Cárdenas le dio en 1968 al ingeniero, pintor, político y líder de movimientos sociales, “supe entonces que mi verdad había irritado a Gustavo Díaz Ordaz, el genocida, al grado de quererme matar”.

Pero Castillo no eligió el título de su libro, lo decidieron sus editores, pues “jalaría más” que el que él prefería: “Mejor la verdad”, como finalmente terminó llamando al primer relato de la obra y que ahora toma el Centro Cultural Tlatelolco (CCUT) para la exposición que se abrirá en su honor este 5 de abril, a 20 años de su muerte.

Heberto nació en Veracruz en 1928, murió 69 años después en la Ciudad de México. Foto: Cortesía CCUT

“Es un relato que refiere a una de las primeras experiencias que tuvo como ingeniero a fines de los años 50, tuvo una responsabilidad muy grande en un proyecto y no salió bien, tenía varias formas de resolverlo para no verse tan afectado pero él decide decir la verdad y asumir toda la responsabilidad, lo que cual podía implicar que no pudiera seguir ejerciendo la ingeniería o que fuera a la cárcel. Consecuencias graves para alguien que está empezando su carrera, pero él dice la verdad y de esa forma logra salir bien parado, las personas involucradas en ese proyecto le reconocen la honestidad, la valentía y sigue adelante con una carrera que a partir de ese aprendizaje ya empezaría a cosechar éxitos.

Era un principio, pues a Heberto Castillo no sólo lo reconocen políticos de izquierda que fueron sus compañeros de lucha sino también sus opositores, siempre le reconocieron que era una persona íntegra, honesta, incorruptible, por eso le damos el peso a esa frase suya”, dice Ricardo Cardona, curador de la exposición, en entrevista con Magazine.

Fue profesor de ingeniería, candidato a la Presidencia y líder en el Movimiento estudiantil de 1968. Foto: Cortesía CCUT

Heberto Castillo nació en Ixhuatlán de Madero, Veracruz, en 1928, luego se mudó con su familia a la Ciudad de México, donde estudió la carrera de ingeniería civil en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), lugar en el que dio clases por más de 20 años, al igual que en el Instituto Politécnico Nacional.

“Fue complicado [elegir las piezas] porque estamos acostumbrados a hacer revisiones de obra artística o de periodos históricos sobre temas más concretos, en cambio aquí estamos ante una persona que tiene mucho que decir, que hizo mucho trabajo en campos muy diferentes entre sí.

Decidimos usar un planteamiento museográfico apegado a sus mismas teorías de ingeniería, una de las que lo llevó a inventar la tridilosa, un invento importante porque permitía construir estructuras resistentes pero sobre todo estructuras muy ligeras, entonces dijimos ‘vamos a hacer nuestro planteamiento curatorial a partir de esos mismos ejes: la resistencia y la ligereza’, porque afirmamos que Heberto Castillo en todos sus aspectos era una persona que ejercía la resistencia pero también era una persona muy creativa, con mucha imaginación, que siempre estuvo en movimiento, entonces él también ejercía la ligereza.

Esos dos ejes nos permiten hacer núcleos para trazar distintos episodios de su vida, como el Movimiento del 68, como la creación del Partido Mexicano de los Trabajadores (PMT), como la campaña Presidencial del 88 y todo conectado a partir de estos principios básicos de ingeniería”, continúa Cardona.

EL INGENIERO, EL ARTISTA, EL POLÍTICO

Castillo recorre una de las obras construidas con su invento más importante, la tridilosa. Foto: Cortesía CCUT

“No, no voy a hacer una exposición jamás […] Porque me da vergüenza, no soy un pintor profesional, pinto por placer, para relajarme, para dar afecto”, decía Heberto Castillo cuando se le cuestionaba sobre otra de sus facetas, la de pintor.

De acuerdo con la Fundación que lleva su nombre, desde niño gustó de dibujar y exponía sus obras durante los intermedios de las películas del Cine Lux, tuvo la intención de colaborar en la revista de historietas Chamaco pero se quedó en el intento, sin embargo, logró perfeccionar sus trazos y estudiar a Monet, Manet, Renoir, Cezanne y Van Gogh, durante su encierro en el Palacio Negro de Lecumberri, en donde estuvo preso de 1969 a 1971 por su participación en el movimiento estudiantil de 1968, como parte de la Coalición de Profesores de Enseñanza Media y Superior Pro libertades democráticas, al lado de Luis Villoro, Eli de Gortari y José Revueltas.

“1968 lo toca y lo va a definir y decantar por enfrentar las injusticias de un Estado autoritario, en ese momento una figura como él es relevante”, dice en entrevista el profesor Salvador Mora Velázquez, de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM.

Y continúa: “Su relevancia viene de varios factores, es profesor universitario, destacado por sus descubrimientos en materia de ingeniería civil, evidentemente ese es uno de sus rasgos más interesantes de su vida profesional más allá de la política. Es un gran representante de una izquierda comprometida con los problemas sociales, preocupada por las injusticias del país, que evidentemente no son banderas alejadas del momento en el que estamos presentes, desde que él empezó como líder a lo que hoy estamos viendo permanentemente”.

Parte de su pintura “La Universidad de Lecumberri”, que muestra a los presos a dos años de la matanza de Tlatelolco. Pintura: Cortesía CCUT

En la exposición, ubicada en el “Memorial del 68” del CCUT se pondrá ver cerca de 230 piezas entre correspondencia, hojas de ingeniería, fotografías, carteles, pinturas, “para lograr un retrato y poder transmitir el mensaje de quién fue, sobre todo para la gente que no lo conoce”, dice el curador. La iniciativa cuenta con el apoyo de la Fundación Heberto Castillo y la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México, así como con acervos del Museo de la Caricatura e Historieta Joaquín Cervantes Bassoco, el Archivo General de la Nación y el Centro Cultural Universitario Tlatelolco.

EL LEGADO

“Heberto tiene una trascendencia sobre el desarrollo de la izquierda contemporánea bastante fuerte, lo ubicamos dentro del contexto del proceso electoral de 1988, se tiene que valorar su declinación como un momento sustantivo para posibilitar posteriormente el nacimiento primero del Frente Democrático Nacional y después sentar las bases del Partido de la Revolución Democrática (PRD), que va a ser el gran heredero de la vieja izquierda mexicana, es el antecedente del PMS (Partido Mexicano Socialista) y del PSUM (Partido Socialista Unificado de México) y así podemos seguir hacia atrás.

Es un hombre que estuvo ligado a las grandes causas sociales de este país, hay que recuperar su importante gestión dentro de la Comisión de Concordia y Pacificación (Cocopa) a partir de 1994, que se ve truncado con su fallecimiento en 1997. No pierdo de vista su servicio como un líder ligado a estos grandes movimientos, su primer gran intervención es el papel que desempeña en el Movimiento de Liberación Nacional al lado de Lázaro Cárdenas en los años 60. También es un constructor de partidos políticos, de hacer el gran partido de trabajador, el Partido Mexicano de los Trabajadores, su recurrente presencia legislativa como diputado en la 53 legislatura y desde luego con su candidatura en 1988, son momentos importantes”, explica Mora Velázquez.

Fue candidato a la Presidencia de la República en 1988, pero declinó a favor del Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano. Foto: Cortesía CCUT

El curador de su exposición, que acepta que fue una buena oportunidad para conocer a fondo al polifacético personaje, menciona que lo que más llamó su atención sobre Castillo es la energía con la que el político vivió y defendió sus ideales hasta su fallecimiento el 5 de abril de 1997 a los 69 años, por un infarto.

“Él empezó a discutir sobre política a finales de los años 50, era amigo de Cuauhtémoc Cárdenas y hay cartas entre ellos en esa época en donde hablan de la necesidad de hacer un proyecto político para fortalecer la justicia y la democracia. Desde entonces hasta su muerte en el 97, no dejó de trabajar en ese sentido, de discutir, de analizar, de debatir y de buscar alternativas a favor del bienestar social, una preocupación que nunca lo dejó, la desigualdad que hay en este país y el sistema política tan cerrado. Él vivió las décadas más duras del régimen priísta y siempre tuvo la energía a pesar de haber sido víctima de represión, de persecuciones, de cárcel, de proyectos políticos que no alcanzaron sus objetivos, él nunca dejó de buscar caminos. Eso es a mí lo que más me sorprende de una persona que murió en pleno trabajo en los Altos de Chiapas, buscando las negociaciones entre los zapatistas y el Gobierno federal y finalmente fue otro proyecto que no vio concretarse pero dejó su vida en el intento”.

LA IZQUIERDA QUE FUE

La invitación a la “fiesta” por el registro de Castillo como candidato de la Presidencia. Foto: Cortesía CCUT

El PRD, el principal representante de la izquierda política de México, vive sus “horas más negras”, “el peor momento de su historia” en medio de los conflictos internos de las “tribus” que lo conforman, coinciden analistas políticos, perredistas y ex perredistas consultados anteriormente por SinEmbargo. El descrédito de su dirigente nacional Alejandra Barrales Magdaleno, luego de que se exhibiera que posee un lujoso departamento de casi un millón de dólares en Miami, Florida; la alianza fallida con el Partido Acción Nacional en el Estado de México, que llevó al Sol Azteca a lanzar a un candidato “sin posibilidades de triunfo”, y la desbandada de sus líderes históricos, dejan ver que la crisis empeorará en los próximos meses. Algunos incluso ven que la fuerza política podría enfrentar un escenario similar al del Partido del Trabajo.

Ante este panorama, la exposición “Mejor la verdad” viene a dejar un mensaje de que la labor política, social y cultural de Heberto Castillo es más necesaria que nunca.

“Hacen mucha falta políticos como Heberto Castillo, con esa integridad, honestidad, políticos de oposición. Por otro lado, sus luchas siguen vigentes, es una tarea que debemos de tener presente y analizar la lucha por la apertura democrática, en contra de la corrupción, por la soberanía, por la defensa de los recursos naturales, en particular del petróleo, son batallas que él dio y que están vigentes […] Insisto con el tema de la resistencia, ser resistente pero saber cómo hacerlo. Él fue un opositor toda su vida pero siempre estudiaba bien porqué decía que no y siempre daba alternativas, siempre buscaba soluciones y yo creo que esa es la lección fundamental: Decir no, pero más importante, decir porqué no y proponer qué hacer. Él lo hizo tanto en sus proyectos de ingeniería como en los políticos, finaliza Ricardo Cardona.

Heberto Castillo, luchó por sus ideales hasta sus últimos días. Foto: Cortesía CCUT

Para el politólogo de la UNAM, “hoy en día, en el proceso democrático una personalidad de su tipo sería sin duda un actor que pudiera limpiar y generar cierta unidad que demanda el modelo que está tan fragmentado y necesitado de contar con liderazgos que establezcan líneas y acciones específicas, que redefinan el papel que debe de jugar la política y el político en un contexto de pluralidad, de tolerancia, de búsqueda de consensos que profundicen los valores democráticos.

Los valores que él pugnaba que se reprodujeran en la sociedad como valores democráticos están todavía pendientes, en ese sentido, una figura como Heberto es altamente demandable su existencia, en la medida de que es a partir de personajes de este calibre que podríamos nuclear que la preocupación de la izquierda en su conjunto se decantara por la resolución de los problemas sociales del país, centrados en desarrollar valores que pugnen por una igualdad, por un Estado que deje el brazo autoritario y se someta a los principios legales y por ende se decante como un proyecto altamente social, democrático y responsable ante el ciudadano”.

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MEJOR LA VERDAD – Del 5 de abril al 18 de junio 2017

Imagen: Facebook (CCUTlatelolco)

Centro Cultural Tlatelolco. Ricardo Flores Magón I. Col. Nonoalco-Tlatelolco, Ciudad de México

Martes a Domingo de 10 a 18 hrs. Costo: $30. Domingos entrada libre.

A 48 años de la masacre en Tlatelolco, miles exigen justicia para el caso Iguala y otras violaciones a DDHH

domingo, octubre 2nd, 2016

Hace 48 años tuvo lugar en esta plaza la intervención del Ejército por órdenes del presidente Gustavo Díaz Ordaz contra un grupo de estudiantes. Hoy, desde el Zócalo de la Ciudad de México, miles de personas exigieron justicia por los cientos de desaparecidos y por todas las violaciones a derechos humanos que han quedado impunes.

México, 2 oct (EFE).- Miles de personas marcharon hoy en la Ciudad de México para conmemorar el 48 aniversario de la matanza estudiantil de 1968, en una manifestación pacífica en la que abundó la crítica al Estado y las peticiones de renuncia del presidente del país, Enrique Peña Nieto, en sus horas más bajas de popularidad.

Bajo el lema “No olvidamos. De Echevarría (ministro de Interior en 1968) a Peña Nieto, juicio y castigo a los responsables de crímenes de lesa humanidad”, la protesta comenzó desde la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco con un ofrenda al memorial y una danza azteca en honor a los fallecidos aquel fatídico 2 de octubre.

“A Peña Nieto le exigimos que escuche a su pueblo y renuncie por dignidad y porque el país se está yendo a un calabozo sin salida”, dijo a Efe el representante de Comité 68 -la entidad que convoca cada año la marcha- Romeo Cartagena, quien denunció una “guerra contra el pueblo” orquestada desde los Gobiernos.

Hace 48 años tuvo lugar en esta plaza la intervención del Ejército por órdenes del presidente Gustavo Díaz Ordaz contra un grupo de estudiantes.

Según la versión oficial, murieron 37 jóvenes, pero organizaciones de la sociedad civil aseguran que la cifra de muertos y desaparecidos fue de centenares, ya que había miles de estudiantes concentrados en esa plaza cuando los militares los reprimieron a tiros.

“Fue una masacre del Gobierno”, aseguró hoy Jorge Gaitán, de 65 años, un sobreviviente que era todavía menor de edad cuando ocurrió la tragedia y dijo protestar cada año para que sus compañeros “no murieran en balde”.

Durante la marcha se escucharon cánticos como “2 de octubre, no se olvida” o “68, presente, digno y combatiente”, que se acompañaron de varios lemas contrarios al presidente como “¡Fuera Peña!” o “Che, Che, Che Guevara, ¡y Peña Nieto a la chingada!”.

Si bien son habituales en este tipo de marchas la críticas al Estado y al mandatario de turno, Peña Nieto padece según encuestas una aguda crisis de popularidad debido a sucesos como la visita de Donald Trump al país o la escalada de homicidios y desapariciones, como la de los 43 estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa.

En la marcha tampoco faltaron padres de estos 43 jóvenes, que fueron recibidos al grito de “¡No están solos!”, estudiantes de varias escuelas normales -que forman a maestros rurales- así como asociaciones campesinas y estudiantiles.

“Han pasado 48 años y hoy también estamos reclamando la acción de la Justicia por el caso de los 43 jóvenes de la Normal Rural de Aytozinapa agredidos en Iguala, Guerrero”, señaló en el mitin de cierre Félix Hernández Gamundi, uno de los líderes del movimiento de 1968.

Para Hernández Gamundi, es necesario que regresen con vida los 43, y que su historia sirva de ejemplo para que “termine de una vez por todas” la forma en que el Estado trata al pueblo.

El portavoz de los padres de los 43 estudiantes, Felipe de la Cruz, arengó a los mexicanos a “marchar y exigir” justicia a un Gobierno “corrupto y asesino” que “día a día impone sus reformas a sangre y fuego”.

Con esta marcha, en la que también hicieron acto de presencia grupos de anarquistas que en esta ocasión, y a diferencia de otros años, no chocaron con las fuerzas de seguridad, el Zócalo se llenó por segundo día consecutivo de gritos contra Enrique Peña Nieto.

Este sábado, decenas de miles de asistentes a un concierto del fundador de Pink Floyd Roger Waters a esta plaza aplaudieron un agrio discurso del músico británico dirigido al mandatario, y que hizo que parte de la audiencia entonara “¡Fuera Peña!” de manera espontánea.