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“El TÍO” LOYA PLANCARTE: EL GRAN CORRUPTOR

martes, enero 28th, 2014

Para comprender la importancia de Dionisio El Tío o El Licenciado Loya Plancarte, uno de los máximos jefes de Los Caballeros Templarios y de su precedente, La Familia Michoacana, pocos documentos dicen más que el conocido como El Michoacanazo, asunto llevado por la administración de Felipe Calderón contra distintos servidores públicos. Entonces se detuvieron a 35 funcionarios municipales y estatales, la mayoría de ellos de filiación perredista. El PRD clamó el uso político de las instituciones de justicia y un juez liberó a la totalidad de los acusados. Pero quien conozca Michoacán y observe las causas de la guerra civil a la cual se acerca, entiende que un cártel no se construye de la noche a la mañana y en las sombras. Lo hace a la luz del día y de la mano de las instituciones del Estado. En el expediente, cuya copia completa posee SinEmbargo, están el santo y  seña de la mafia michoacana y de un hombre que soñó con fundar y fundó un imperio, El Tío, el hombre que salía de compras… de funcionarios públicos.

“El tío”, en un video en el que amenaza a uno de los líderes de las guardias comunitarias. Lo reta a “un duelo”. Foto: Youtube

“El tío”, en un video en el que amenaza a uno de los líderes de las guardias comunitarias. Lo reta a “un duelo”. Foto: Youtube

Ciudad de México, 28 de enero (SinEmbargo).– El juez italiano Giovanni Falcone entendió, como pocos, que el crimen organizado no existe sin el amparo de las autoridades dedicadas a combatirlo. La mafia italiana entendió su pensamiento. Le temía. Le admiraba. Le odiaba. Y le asesinó con el estallido de 700 kilos de explosivos al paso de su automóvil.

Su herencia perduró y, años después de su muerte, en 1992, autoridades académicas, judiciales y policíacas elaboraron la “Falcone check list”, un prontuario para que pone clara la definición: no hay crimen organizado sin protección de la autoridad.

Estas son las palabras de otros jueces:

“En Michoacán, por lo menos desde 2002 –último año de la gubernatura del priísta Manuel Tinoco Rubí y primero del perredista Lázaro Cárdenas Batel–, opera la organización delictiva conocida como La Familia Michoacana.

“Está dirigida, entre otros, por Jesús Méndez El Chango Méndez –detenido y entendido por su ex socios como un traidor–, Servando Gómez La Tuta, Dionisio Loya Plancarte El Tío, Nazario Moreno González El Chayo –ni muerto ni vivo, oficialmente–, quienes a través de sus subalternos o inclusive por sí mismos, realizan compra y siembra de marihuana, recolección, transporte y venta de cocaína, marihuana y ice, tráfico de pseudoefedrina, cocaína, marihuana, metanfetaminas y heroína, realizan “levantones” y “ejecuciones”, lavado de dinero, elaboración de la droga llamada “cristal” o “hielo”, adquisición de vehículos robados y tráfico de armas.

“La organización delictiva también lleva a cabo la captación de autoridades de los tres niveles de gobierno a cambio de distintas cantidades de dinero, también coordinan con los diferentes partidos políticos la selección de los candidatos y sus colaboradores a las diferentes presidencias municipales principalmente en Michoacán e insertan miembros de la organización criminal en los cuerpos de seguridad en los tres niveles de seguridad pública para tener control de sus acciones.

“Servidores públicos brindaron protección a los miembros de la organización criminal, le comunicaron la práctica de operativos, comisionaban elementos de la policía municipal para que proporcionaran seguridad a los miembros de la organización criminal, intervenían para lograr la liberación de miembros de la organización cuando fueran detenidos, contrataban miembros de la organización criminal en los niveles de seguridad pública, permitir el transporte de cocaína y dinero de la organización, sacar de los retenes los vehículos que transportaran armas u objetos ilícitos para escoltarlos a su destino”.

No fueron las palabras del juez a quien se acusó de “actuar consigna” y “electoralmente” para debilitar al Partido de la Revolución Democrática, entonces gobernante en Michoacán.

Fueron afirmaciones del Tribunal Unitario de Circuito de la Séptima Región, con sede en Acapulco.

Secreto uno:
QUIÉNES FUERON LOS
JEFES DE LA FAMILIA

Cuando “Ricardo” declaró a fines de 2008 y la primera mitad de 2009, el patrón de La Familia era, con toda claridad, uno: Dionisio Loya Plancarte El Tío o El Licenciado, originario de Apatzingán.

En esto coincidieron otros testigos protegidos, uno de ellos identificado como “Emilio”.

Según los informantes, la función del Tío era primordial para la marcha de la organización: Compraba funcionarios de todos los niveles, preferentemente policías. También coordina con los diferentes partidos la selección de los candidatos y sus colaboradores en las diferentes presidencias municipales, principalmente en Michoacán. Sabe apostar. Y tiene dinero para apostar a todos los gallos.

El Tío, como un buen corredor de bolsa en Wall Street entendía el momento de comprar, sabe en qué momento llegar y soplar al oído de los políticos. Los compra desde las campañas electorales. Era el hombre de las refriegas políticas repartiendo pactos con el diablo.

El trato era simple. Si el candidato gana sólo debería dejar hacer y dejar pasar. Algo más pedía El Tío: el eventual presidente municipal uniformaría como policías a sicarios y halcones, entregaría la dirección de Obras para que, vía contratos públicos arreglados, las constructoras del cártel se hicieran cargo de repavimentar calles y construir aulas y dejaría el asiento para el responsable de las finanzas municipales.

Dijo “Ricardo” en 2008 y 2009: “Conozco las actividades de Dionisio Loya El Tío o El Lic, porque entre 2001 y 2005 pertenecí al Cártel del Golfo, al que perteneció lo que ahora es La Familia Michoacana y él era el encargado logístico. Él me daba el dinero para entregarlo a diferentes funcionarios de la Procuraduría del estado, en la que yo me desempeñaba, y de la Secretaría de Seguridad Pública del estado”.

En el segundo nivel en ese tiempo estaba Jesús Méndez El Chango Méndez, ex jefe de todas las plazas. El Chango fue detenido en la pasada administración federal, aunque hay quien dice que se entregó por miedo de ser asesinado por sus viejos amigos, quienes conocieron sus posibles intentos de negociar con Los Zetas.

A él se subordinaba Servando Gómez El Tuta, a quien se le había responsabilizado de Arteaga y Lázaro Cárdenas, de importancia capital para la producción de metanfetaminas, uno de los grandes negocios de los gánsteres michoacanos por ser punto de ingreso de mercancías chinas y, entre estas, de precursores químicos con este origen.

Nazario Moreno González El Chayo era considerado desde entonces como un benefactor social, un hábil comprador de la protección de la gente. Antes de la fundación de Los Caballeros Templarios, El Chayo era jefe de plaza de Morelia y, antes de ser francamente narcotraficante era un próspero empresario, propietario de Autotransportes Purépecha y de algunas casas de cambio nominadas Divisas Barrera, en Morelia y Uruapan.

El encargado de la plaza de Turicato, Nocupétaro y Carácuaro era Alfredo Méndez Villafaña El Inge o El Ingeniero, quien tuvo como jefe de sicarios a Flavio Rodríguez, en algún tiempo operador en Guadalajara bajo el mando de Óscar Nava Valencia El Lobo.

En el Lago de Pátzcuaro, la zona conocida como lacustre, la organización era digida por El Bolillo: cerca de los 60 años de edad, 1.75 de estatura, tez morena, complexión media, cabello negro y barba. Es un talamontes, además de narcotraficante, y se le persigue por delitos ambientales.

El encargado de La Familia Michoacana en el Estado de México y el Distrito Federal era Saúl Solís Solís El Lince. Antes fue jefe de grupo de la Policía Ministerial en Michoacán. Jorge Ortega La Gaviota, es o fue el encargado de la plaza de Querétaro y quien en su nada lejana vida anterior fue segundo comandante de Robo de Vehículos en Michoacán.

En Aguascalientes era o es jefe es La Cobra: 35 años, 1.75 metros de estatura, pelo corto tipo militar. Hace cinco años, en su trepidante ascenso, los michoacanos también ya controlaban posiciones en Chiapas y San Luis Potosí.

Escudo templario decomisado en Michoacán. Foto: Cuartoscuro

Escudo templario decomisado en Michoacán. Foto: Cuartoscuro

Secreto dos:
DE CUÁNTO CUESTA
UNA PROCURADURÍA

“Ricardo” aseguró que él mismo entregó en la mano los sobornos al entonces procurador Miguel García Hurtado desde que fue subprocurador. Carlos Mendoza El Negro o El Tísico le enviaba 20 mil dólares mensuales.

“En dos ocasiones, a mediados de 2007, por órdenes estrictas del Chango Méndez, escolté a La Fresa al estacionamiento de la Bodega Aurrerá de Morelia que está delante de la salida al Pípila. En las dos ocasiones, llegó Miguel García Hurtado. Desplegué mis elementos para resguardar el perímetro y me quedé cerca de La Fresa, quien le entregó directamente a Miguel García Hurtado una maleta con 50 mil dó1ares americanos”, dijo.

Habló respecto de policías antisecuestros de Michoacán: “Por órdenes del procurador, levantaron a Carlos Lezama, jefe policíaco en Uruapan, porque no servía a la organización”. Esas ayudas constantes costaban 15 mil dólares mensuales.

Los mismos funcionarios informaban a los narcotraficantes de cualquier secuestro en la zona ajeno a La Familia o, en su calidad de agentes, detenían a miembros de grupos rivales y se les entregaban a ellos para su ejecución.

Quedó señalado el ex primer comandante regional de la Policía Ministerial, Noé Medina Martínez, a quien según los informantes protegidos entregaban 20 mil dólares mensuales. De él dijeron que era compadre de Nazario Moreno. Protegía casas de seguridad, negocios y reforzaba la seguridad de los líderes de La Familia cuando se reunían en Morelia.

Un jefe regional de la ya desaparecida Agencia Federal de Investigación, recibiría también 20 mil dólares mensuales. La misma suma sería entregada a un comandante de la Policía Ministerial de Uruapan a quien “Emilio” conoció a Berber en el palenque de Morelia.

Apostaba a los gallos como si usara dinero de juguete. “Hasta yo pensé que era algún miembro de La Familia”, declararía “Emilio”. Pero no. “Sólo era un policía ministerial”.

Otro primer comandante regional en Michoacán recibía de Servando Gómez La Tuta 10 mil dólares mensuales. Habría sido, antes que nada, empleado de La Familia Michoacana. Dijo “Ricardo”: “El Chango Méndez le dio la instrucción al procurador Miguel García Hurtado de ponerlo en la primera comandancia. No fue captado, sino colocado por la organización”.

En varias ocasiones, entre 2003 y 2005, policías judiciales del grupo antisecuestros custodiaron drogas de la organización a cambio de entre 3 mil y 5 mil dólares al mes.

Un comandante, únicamente identificado como Dimas, del área Antisecuestros, recibiría 10 mil dólares a cambio de soplar si los secuestros realizados por La Familia eran denunciados por los familiares de las víctimas, a las que se ejecutaba inmediatamente si era el caso. “Ricardo” ejemplificó con el asunto de un hombre apellidado Benítez Raya y apodado El Chino. “A la fecha no se ha encontrado su cuerpo”.

Un comandante adscrito a robo de vehículos en el estado recibía 10 mil dólares mensuales por proveer a la organización de suficientes vehículos robados que utilizaba para levantones y otros asuntos.

***

El 26 de mayo de 2009, la Procuraduría General de la República detuvo durante un operativo efectuado ese día y en momentos posteriores a 35 servidores públicos municipales, estatales y un federal de todos los partidos políticos, supuestamente coludidos con la delincuencia organizada.

Fueron capturados, arraigados y encarcelados, entre otros, Miguel García Hurtado, procurador de justicia del estado; Ramón Ponce Ponce, asesor del procurador, y Citlalli Fernández González, ex secretaria de Seguridad Pública del estado y asesora del gobernador Leonel Godoy.

Fueron a prisión nueve alcaldes del PAN, PRI y PRD, partido que pagó la mayor parte de la factura del “michoacanazo” al tener el gobierno del estado.

Los inculpados fueron internados en el Centro Federal de Readaptación Social Número Cuatro “Noreste”, en Tepic, Nayarit; y a las tres acusadas en el Centro de Rehabilitación Social “Venustiano Carranza”, en la misma ciudad.

El auto de formal prisión, dictado por un juez federal de Nayarit, se fundó en varios elementos: la declaración de tres testigos protegidos; acta de un cateo realizado en el Distrito Federal, en que se incautó una computadora que contiene una grabación telefónica; parte policiaco de la PFP que da cuenta de la detención del hijo de La Tuta, a quien se le encontró una nómina del cártel con el detalle de pagos a distintos funcionarios públicos.

También seis partes policíacos de la Policía Federal que presumen la constatación de las relaciones entre los servidores públicos y los jefes de la mafia local.

Todos quedaron en libertad.

A la vez, Julio Godoy, medio hermano del ex gobernador perredista, aún sigue en fuga.

Imagen de Los Templarios decomisada por las guardias comunitarias en Michoacán. Foto: Cuartoscuro

Imagen de Los Templarios decomisada por las guardias comunitarias en Michoacán. Foto: Cuartoscuro

Secreto tres:
DE CÓMO SE HACE
UN SICARIO

–¿Quieres chamba con La Familia?–preguntó El Perras, menos conocido como Juan Serna. El sol de abril de 2007 derretía el municipio de Benito Juárez, Michoacán.

–Sí –respondió “Emilio” sin vacilar, recordaría el 11 de diciembre de 2008 en su declaración ministerial ratificada ante un juez.

El Perras lo llevó a Tierra Caliente, a un rancho ubicado en medio de los municipios de Tuzantla, Tiquicheo y El Limón de Papatzindán. Le presentó a Horacio Morales El Perro, jefe de plaza al menos en esos días de 2007.

–¿Quieres trabajar? –se aseguró Morales. –¿Sabes manejar armas?

–Sí quiero trabajar y no sé disparar.

–Aquí te vamos a entrenar y vas a trabajar.

Pasó los siguientes tres meses en Tierra Caliente. El trabajo consistió en empacar marihuana atrás de la casa del Perro. El adiestramiento fue junto a otros 70 nuevos soldados de La Familia, tiempo en que recibió, cada uno, salario de 20 mil pesos mensuales. La preparación fue impartida por El Chirris, escolta personal de Jesús Méndez El Chango Méndez.

En los últimos días en el rancho, cerca de concluir la preparación, llegó la orden del Tío, el señor de La Familia Michoacana: todos debían hacer el cuarto y quinto paso de Alcohólicos Anónimos en un retiro espiritual.

Los enviaron a un centro de rehabilitación llamado Gratitud para alcohólicos y drogadictos, propiedad de La Familia, en Morelia.

“Emilio” coincidió con el Gory, ex policía estatal de Michoacán; El Yeison, originario de Tequila, Jalisco; al Flaco, de Arteaga, y el Pollo, de Papatzindán.

Cumplieron las instrucciones.

Cuarto paso: “Sin temor, hicimos un sincero y minucioso inventario moral propio”.

Quinto paso: “Admitimos ante Dios, ante nosotros mismos y ante otro ser humano, la naturaleza exacta de nuestras faltas”.

A los pocos días, “Emilio” tuvo su primera encomienda, transportar 100 cajas de tiros de cuerno de chivo y AR15. Viajó en una Cherokee blindada con un engomado del Escudo Nacional en el parabrisas que entregó al Perro.

Pidió trabajar con El Gory. Le concedieron el cambio y se presentó en Ciudad Hidalgo, donde se integró al grupo de choque, el que va por delante en los operativos.

Conoció al Licenciado Loya Plancarte a mediados de 2007, cuando participó en el aparato de custodia en un encuentro que el capo tuvo con hondureños y colombianos.

En esa época participó en un operativo para detener a un extorsionador que trabajaba sin permiso de La Familia.

El Principito, un agente de la Procuraduría General de la República (PGR) convertido en sicario de La Familia, y “Emilio” lo esperaron frente al panteón de Aporo, donde se convino el pago. El Mecánico, como se identifica al chantajista, llegó en taxi. Los narcotraficantes lo amagaron y amarraron. Lo llevaron a una finca. Trabajaba para El Talibán, sin relación con La Familia.

El Gory lo llamó.

–Si regresas el dinero te devuelvo al Mecánico –propuso El Gory al Talibán.

Pero El Talibán no regresó nada. Llevaron al Mecánico a un cerro en Ciudad Hidalgo. Cavaron una fosa. Hincaron al hombre en la orilla. Era una orden indiscutible, un mandamiento del Licenciado. Apuntaron al Mecánico en la nuca y jalaron el gatillo.

La Familia, emparentada de origen con Los Zetas, conocía el negocio de secuestrar a los miserables: levantaban talamontes, coyotes, vendedores de piratería, prestamistas de dinero y narquillos con aspiraciones de independencia.

El grupo de “Emilio” cobraba, al menos, un millón y medio de pesos por la libertad de cada presa.

***

En octubre de 2007, se habló de la llegada a Maravatío de un soldado boina verde acompañado de cinco hombres de inteligencia militar. Se dijo que andaba encabronado, preguntando quién de La Familia le había asesinado un pariente.

Buscó al Gory. Puso la negociación por delante.

–Si me lo entregas te dejo trabajar en paz la plaza de Ciudad Hidalgo –que contiene además los municipios de Maravatío, Aporo y Tlalpujahua– y Ecatepec, Estado de México–y colgó el teléfono.

El Gory ordenó ir por él. Mandó que le dijeran que quería platicar. “Si se necesita, lo matan”, pidió a “Emilio”.

–¡Hey! Vamos a platicar –le dijeron nomás lo vieron.

Y el militar nomás los vio quiso sacarse la nueve milímetros de la fornitura. No alcanzó. El Charly levantó el cuerno de chivo y le pegó un sólo tiro en el ojo izquierdo. Se llevaron el cadáver a Ciudad Hidalgo y lo enterraron junto al Mecánico.

A finales de 2006, “Emilio” ascendió a jefe de grupo al mando de 15 personas que escoltaban al Tío.

Su grupo también levantaba gente de otras bandas: del Chapo Guzmán –luego sus aliados y nuevamente sus rivales–, El Milenio –hoy Cártel Jalisco Nueva Generación– o de los Beltrán Leyva. “A quienes operaban en la zona y no querían pagar derecho de piso; a quien nos ordenara el jefe de la plaza de asesinar o darle una calentada”.

¿Qué tan cerca llegó a estar “Emilio” de los patrones? El sicario no es un simple testigo protegido –si cabe la simpleza en esa condición–. Era un infiltrado. Habló el 6 de mayo de 2009. Faltaban 20 días para el “michoacanazo”:

“Nazario Moreno El Chayo está en un ranchito llamado Guanajuatillo, en Tancítaro. Tiene más de 80 sicarios y dos laboratorios de cristal. Estará en ese lugar esta y la próxima semana, porque habrá una junta de altos miembros de La Familia Michoacana. Todavía no conozco la fecha, pero avisaré cuando la sepa y tenga la lista de personas que irán”.

Pero nadie fue por él.

Secreto cuatro:
DE CÓMO LA POLICÍA SÍ
CUMPLE… CON EL NARCO

“Ricardo” se convirtió en policía judicial de Michoacán en octubre de 1991 y lo fue hasta 2005. Su currículum lo muestra adscrito a las áreas de aprehensiones y homicidios. Estuvo asignado en Uruapan, Morelia, Apatzingán y Zitácuaro.

Y, lo más importante para el caso, fue escolta de Leonel Godoy.

La placa le dio acceso al Cártel del Milenio o de Los Hermanos Valencia, hoy Jalisco Nueva Generación, y del Cártel del Golfo, del que se escindió La Familia Michoacana.

El comandante “Ricardo” recolectaba, custodiaba y transportaba cocaína, marihuana y ice o “hielo”.

En su declaración del 6 de febrero de 2009, el informante dijo de sí mismo que “trabaja”, así, en presente, para La Familia en el Puerto de Lázaro Cárdenas.

Ese día, el Ministerio Público federal le mostró varias fotografías. Reconoció al hombre de la imagen con el número dos: La Tuta: calvo y de bigote. Lo conoció en febrero de 2003 en la casa de Lorenzo Rosales Mendoza El Lencho, agente del MP y hermano del hoy recluso narcotraficante Carlos Rosales Mendoza.

Convinieron el traslado de cocaína de Lázaro Cárdenas en dos vehículos oficiales de la Procuraduría General de Justicia de Michoacán y el pago de 350 mil dólares. “Ricardo” custodió los seis kilos de coca con un comandante Noé de Asuntos Internos de la Policía Ministerial de Michoacán y La Tuta.

La Tuta recibió el pago en billetes de 50 y 100 dólares, que metió en la misma hielera en que transportaron la droga.

Para celebrar la buena marcha del negocio, comieron en la marisquería Juan Camaney.

***

“Ricardo” supo en septiembre de 2008 de la desaparición del subdirector de la Policía Municipal de Uruapan, Carlos Negrete Lezama. Según el testigo protegido, el entonces procurador García Hurtado lo llamó a su propia oficina, donde lo entregó a Efraín Farías Loaiza, director Antisecuestros, para que éste lo cediera a La Familia. La mafia lo reclamaba, porque se negaba a servirla en Uruapan.

Otro ejemplo. Reynaldo Silva Padilla, ex comandante al servicio de Los Valencia, fue asesinado por sicarios de La Familia. Los asesinos fueron detenidos y “liberados al día siguiente por órdenes del anterior procurador, Miguel Ángel Arellano. Yo estaba en su  oficina y observé como ordenó la liberación”, aseguró “Ricardo”.

Las historias de la subordinación de los policías al narcotráfico en Michoacán se cuentan por decenas en el expediente.

Narra “Paco”, otro testigo protegido, otro ex traficante:

“Queríamos eliminar a Rogaciano de Alba, ex presidente de Petatlán, Guerrero. Trabajaba con el Cártel de Sinaloa. Una tarde, los policías municipales nos informaron de los movimientos que hacía en Lázaro Cárdenas hasta su salida por la autopista. Se ordenó a los municipales que se abrieran, porque lo íbamos a ejecutar”.

Los policías municipales obedecieron y los narcos esperaron al ex alcalde. La Hummer dorada de Rogaciano parecía una lanza de oro sobre la autopista. Vaciaron las armas, pero la Hummer era una fortaleza blindada.

Otra más, relatada por “Emilio”: un jefe de la Base de Operaciones Mixtas en Morelia habría sido comprado con 20 mil dólares mensuales.

“Y lo sé, porque escolté las entregas de dinero y vi cuando se lo dieron. A cambio, avisaba de cualquier operativo y nos entregaba a los compas cuando él los detenía. Nosotros le poníamos casas con droga o piratería para que pudiera justificar su trabajo”.

Fachada de mansión decomisada a líder de Los Templarios en Parácuaro. Foto: Cuartoscuro

Fachada de mansión decomisada a líder de Los Templarios en Parácuaro. Foto: Cuartoscuro

Secreto cinco:
DE CÓMO SE PAGA
UN EJÉRCITO DE ALCALDES

El expediente es rico en momentos claves de la historia del crimen organizado mexicano. Algunas de las escenas ahí descritas detallan los días de convivencia, oposición, reencuentro y nueva ruptura entre quienes hoy se hacen llamara Los Caballeros Templarios y Los Zetas, hoy tan enemistados que resuelven sus diferencias con decapitaciones.

En noviembre de 2006, “Paco”, otro traficante convertido en declarante, avanzó al restaurante que está al costado de la glorieta de la avenida principal de Arteaga. Cuando entró, casi golpeó con su hombro el de otro hombre que salió de prisa.

Dos días antes, El Tuta lo llamó para decirle que le tenía un regalo, un paquete de marihuana, y buenas noticias: los problemas en la presidencia de Lázaro Cárdenas terminarían. El candidato del PRI era su amigo y ya estaba arreglado que fuera el siguiente alcalde. Para esto se le entregaría, de entrada, 450 mil pesos.

“Paco” también iba para pactar con La Tuta, en su caso la compra de un cargamento de marihuana. También para comentar sobre la limpia de arbustos y acondicionamiento de un terreno de varias hectáreas en la sierra de Arteaga para la siembra de marihuana.

La preparación de la tierra era costeada por Omar Treviño L-42 –hoy líder de Los Zetas, pero en ese tiempo un tamaulipeco con negocios con el Cártel del Golfo– y “Paco” iba en su representación. Cuando entró al restaurante vio salir un hombre. Caminó a la mesa en que estaba El Tuta, sentado con dos de sus sicarios.

–¿Conoces al cabrón que salió? –preguntó Paco en referencia al sujeto con el que casi chocó.

–Es el próximo presidente municipal –respondió La Tuta. –Es mi amigo. Me pide ayuda para su candidatura para la presidencia de Lázaro Cárdenas y para que le digamos a nuestra gente que está a sus órdenes. 

***

Lázaro Cárdenas es, cada tres años de elección, una carrera en que La Familia hace sus apuestas.

La reunión fue en 2005 en la casa de Lorenzo Rosales Mendoza El Lencho, hermano del narcotraficante, Carlos Rosales Mendoza El Negro o El Tísico.

Estaban en el centro del puerto de Lázaro Cárdenas. Los narcotraficantes esperaban, según “Ricardo”, a Gustavo Torres Camacho, candidato del PRI a la alcaldía del puerto.

Apenas llegó, le habrían entregado 350 mil dólares. Ese fue el precio de la Dirección de Seguridad Pública municipal.

Torres fue formalmente acusado de trabajar para el Cártel del Golfo desde 2006. También de desvío de recursos. Se le destituyó y se le restituyó como su alcalde. Su nombre reapareció en el expediente del “michoacanazo”.

Algunas facilidades más incluidas en el acuerdo: desembarque de droga y operación de “tienditas”, lo que se habría concretado cuando Torres Camacho ocupó la alcaldía con un supuesto salario extra de 20 mil dólares.

“Al menos en tres ocasiones yo personalmente le entregué el dinero”, afirmó Ricardo.

Situaciones similares con quienes fungieron como alcaldes en Carácuaro en dos ocasiones, ex diputado federal y funcionario estatal al momento de su detención, habría recibido 15 mil dólares de parte de El Chayo. También se habría convertido en “lavador” de dinero, además de tener supuestamente un contacto en Estados Unidos, César Vázquez Duarte El Tupo, receptor y distribuidor de ice en Chicago.

Antonio Cruz Lucatero, ex alcalde de Apatzingán y hoy diputado local perredista, fue relacionado por “Ricardo” en la compra y distribución de efedrina para elaborar “cristal” o “hielo” en el rancho La Romera de ese municipio que enviaba a Estados Unidos con El Tupo.

En Semana Santa de 2007, entre Tuzantla y Zitácuaro, los pistoleros encontraron un retén de la Base de Operaciones Mixtas. Se desviaron a casa de Juan Martínez. Ahí “guardamos las camionetas cargadas de armas”, declaró “Emilio”.

Juan Martínez, alcalde de Benito Juárez de 2005 a 2007 y compadre del Gato habría recibido 150 mil pesos mensuales.

“Y robó mucho dinero del pueblo”, aseguró “Emilio”. “Detuvo la investigación sobre el secuestro del director de una preparatoria y de la violación de su esposa e hija. Fue prestanombres de La Familia Michoacana”.

***

El 24 de marzo de 2009, “Emilio” declaró:

“Respecto del gobernador Leonel Godoy Rangel, cuando se iban a realizar las elecciones en que participó, hubo órdenes expresas del Chango Méndez de que todos los miembros de La Familia votáramos por él. Nos mandaban por pares para que uno viera que el otro votara por Godoy y al que no lo hiciera le darían tablazos”, dijo en referencia a uno de los recurrentes castigos entre los mafiosos michoacanos.

En reuniones sostenidas por los jefes de La Familia, el informante escuchó a Dionisio, Nazario, Jesús Méndez y Servando Gómez decir que la Familia habría apoyado económicamente la campaña de Godoy.

No fue el único Godoy señalado por los testigos protegidos. “Emilio” identificó a Julio Godoy, medio hermano del gobernador de Michoacán, diputado federal electo el año pasado y hombre en fuga como compadre de La Tuta.

El informante aseguró que conoce esa relación la relación a través de un yerno de La Tuta, jefe en Lázaro Cárdenas –de donde son los Godoy–, identificado como Santiago Perdomo, un policía federal.

En casa de Perdomo, “Emilio” se topó en una pared la fotografía del gánster, su hija y Julio Godoy. El federal presumió: “ya ves y no me creías que mi suegro se codea con los políticos chingones. Tiene muy buen paro con Julio Godoy, él le resuelve a mi suegro cualquier problema que tenga”.

Secreto seis:
DE CÓMO EL NARCO
HACE Y ROMPE LA PAZ

A principios de 2004, Saúl Solís Solís El Lince, ex jefe de la policía de Ario de Rosales, recibió una orden de Nazario Moreno González El Chayo: ejecutar a Elio Ibarra El Paquín, miembro de Los Valencia o Cártel del Milenio.

“Ricardo” recuerda el momento. Estaba metido a tope en la guerra. Era asistente del Lince en la logística del cártel, apoyada en una célula del Grupo Antisecuestros de la policía ministerial.

La Tuta tenía el encargo de disputar las plazas al Cártel del Milenio. El encargado a su vez de disputar las plazas al Tuta por parte del Milenio era El Abuelo, hasta hoy su más acérrimo enemigo.

Pero ese mismo año, Heriberto Lazcano Lazcano, entonces líder de Los Zetas, envió al tamaulipeco Tamaulipas Omar Lord Méndez Pitaluas como encargado de la Plaza de Lázaro Cárdenas. La Tuta quedaba relegado por un fuereño y, en ese momento, el hecho significó la guerra.

Y, si se buscan razones para explicar la existencia de La Familia, se encontrará, muy pronto, que no querían el control tamaulipeco. Que, capturado Osiel Cárdenas Guillén, apenas el año anterior, en 2003, no le debían lealtad a nadie más que a sí mismos, a La Familia.

En 2006, la organización proclamó su independencia del Cártel del Golfo y de los Zetas. Se levantó en armas. “La Familia no mata por paga, no mata inocentes. Sólo muere quien debe morir. Sépanlo toda la gente, esto es justicia divina”, arengaron en una manta.

Todos los cárteles ansían el Puerto de Manzanillo, estratégico por las mismas razones que el de Lázaro Cárdenas. Ahí llegan contenedores con cocaína colombiana y de ahí parten al mercado estadounidense. También es clave el tramo carretero de Manzanillo a Caleta de Campo, Michoacán, pues en diferentes puntos de la costa atracan lanchas rápidas desbordadas de polvo blanco.

El Golfo mandó como avanzada a Los Zetas y vino el reguero de muertos. Las cabezas rodadas en bares, los montículos de cadáveres al lado de la carretera, los patios de las casas convertidas en salas de tortura y Michoacán, la tierra del entonces Presidente de la República, transformado en uno de los panteones más grandes del país.

En mayo de 2007, las organizaciones criminales pactaron una tregua.

Con los dedos ansiosos por jalar el gatillo, se reunieron en Morelia. Un hombre apodado El Negro representó a Los Zetas. Del Milenio o Los Valencia llegó El Abuelo, Juan José Farías Álvarez, a quien se reconoce como el original Matazetas. La Familia comisionó a Jesús Méndez El Chango Méndez, custodiado por “Emilio”.

La reunión fue en el palenque de  gallos.

Era momento de enfriar la plaza o no habría negocio para nadie. Las masacres atraían al ejército como los cadáveres a las moscas. Entonces se debía lidiar con cateos, operativos y la pérdida de paciencia del gobierno estatal y federal. Es casi un adagio: cuando la plaza se calienta, ni los sobornos la enfrían.

Lograron el cese al fuego bajo el principio no codiciar las plazas ajenas. También que cuando La Familia necesitara pseudoefedrina, El Abuelo la conseguiría y entregaría al Chango Méndez y así los laboratorios de cristal o metanfetamina en la sierra del estado no quedarían parados. Algo más en el contrato: El Abuelo entregó una Hummer y cuatro toneladas de pseudoefedrina. Tenía abundante acceso a la fuente: Zhen Li Ye Gon, el empresario chino a quien confiscaron 205 millones de dólares.

El Abuelo también tiene o tenía la función de recibir los cargamentos de droga y pseudoefedrina en el puerto de Lázaro Cárdenas para enviarla a Estados Unidos, a través del Océano Pacífico, hasta Long Beach, California. Funcionaba como receptor Víctor Ríos El Pacas. Luego lo hizo un hermano suyo, El Gordo, sólo identificado con ese apodo y como dueño de una compañía con giro de jardinería denominada Ríos.

Sin embargo, El Abuelo y sus antizetas  nunca gustaron del todo a La Familia. Demasiado fuerte el carácter y demasiada fría la sangre. Entre las pandillas michoacanas se da por hecho que él y su grupo asesinaron en diciembre de 2006, en el Estado de México, a Felipe Zavala McGregor, primo de la esposa de Felipe Calderón, justo en los momentos en que éste iniciaba su Presidencia.

Pero en este mundo nada es duradero. El Abuelo y El Tuta sólo pensaban acabarse uno al otro. Y, en 2008, las bajas de La Familia en Reynosa y Matamoros se habían multiplicado en la guerra contra Los Zetas. El Cártel del Milenio comprendió la debilidad de sus socios y paisanos y se acercaron al enemigo.

Los ejes en la guerra del narco se recompusieron. La Familia trabaja nuevamente con El Golfo, tras la asonada que sufrió de Los Zetas, y lo hizo durante algunos años con el Cártel de Sinaloa, aunque ahora es sabido que éste último grupo propuso su apoyo las autodefensas michoacanas en su guerra con Los Caballeros Templarios, a quienes digiriera un comprador de funcionarios públicos apodado El Tío. *

Fuentes documentales:

Averiguación previa PGR/SIEDO/UEIDCS/205/2009

Causa penal 02/2009-II instruida por el Juzgado Segundo de Distrito de Procesos Penales Federales en el estado de Nayarit

Toca penal 576/2009 resuelto por el Tribunal Unitario de Circuito de la Séptima Región

Primer informe de trabajo del grupo plural de trabajo en el Senado para dar seguimiento a la situación jurídica y procesal de los ex funcionarios del estado de Michoacán, procesados por presuntos vínculos con la delincuencia organizada

EL MAL NEGOCIO DE ODIAR A “EL CHAPO”

viernes, noviembre 8th, 2013

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Foto: Cuartoscuro

TERCERA Y ÚLTIMA PARTE

Ciudad de México, 8 de noviembre (SinEmbargo).– Los hermanos Arellano Félix apretaron las quijadas y se volvieron a reunir para discutir el tema con Ismael El Mayo Zambada, quizá el socio más importante que hoy tiene Joaquín Guzmán Loera.

Lo que sigue es palabra jurada de Everardo Páez Martínez, lugarteniente de los Arellano, testigo presencial de los hechos y colaborador del FBI:

“Los dirigentes de la Organización de los Arellano Félix y Zambada planearon una segunda reunión con Guzmán en la residencia de Zambada en Culiacán. El objeto de esta reunión era que Ramón Arellano Félix matara a Guzmán Loera”.

“Me consta este complot, porque participé en conversaciones con Benjamín, Ramón y Eduardo acerca del plan para asesinar a Guzmán. Además, Ramón me dijo personalmente que iba a Culiacán a matar a Guzmán. Y lo llevé en automóvil al aeropuerto el día que viajó en avión de Tijuana, rumbo a Culiacán, para llevar a cabo la misión”.

Al llegar al aeropuerto de Tijuana o “51”, como en clave se referían a ese lugar, Ramón Arrellano Félix se encontró con sus hermanos Benjamín y Eduardo Arellano Félix en una camioneta estacionada afuera de la terminal aérea.

Los capos permitieron la presencia de su consejero, Everardo Páez.

–Asegúrate que todo salga bien –pidió Benjamín a Ramón–. Será muy difícil para nosotros si atacas a Guzmán y no lo matas.

Eduardo recalcó la misma idea.

Aparentemente, Ramón escuchó en silencio los consejos de ambos.

–Todo está listo para el ataque –concluyó Benjamín. El asesinato ocurriría en el interior de la casa del Mayo.

Ramón subió al avión. Descendió y tomó camino para matar al hombre que se convertiría en el más poderoso de su especie en el mundo.

* * *

El homicidio de Armando López, un compadre de Joaquín El Chapo Guzmán Loera, cometido en 1989 por Ramón Arellano Félix, fue el punto de partida en la tensión entre la Organización de los Arellano Félix y la Organización de Guzmán Loera.

Ambos eran beneficiarios directos del desastre venido tras el asesinato del agente especial de la DEA Enrique Camarena a manos de Rafael Caro Quintero y Ernesto Fonseca, perpetrado en 1985 en Guadalajara. El gobierno de Estados Unidos se lanzó como un perro furioso y reclamó a su contraparte mexicana la detención de los culpables. Así ocurrió, además de la captura de Miguel Ángel Félix Gallardo.

Recientes versiones apuntan a que el asesinato de Kiki Camarena fue orquestado por la CIA. De ser cierto el hecho, llama la atención que nunca ningún narcotraficante detenido entonces utilizara esa información en su defensa. Tampoco lo hizo ninguno de los varios funcionarios de la Dirección Federal de Seguridad implicados con el narco.

Lo cierto es que lugartenientes del falleciente Cártel de Guadalajara tuvieron su oportunidad de ascender y, mientras lo hacían, se hicieron la guerra a muerte. Las facciones más claras en ese momento eran la dirigida en Juárez por Amado Carrillo, la de Joaquín Guzmán y Héctor El Güero Palma en Sinaloa, los Arellano Félix en Tijuana y, hacia el oriente, en el Golfo de México, Juan García Ábrego.

Durante el verano de 1991, período en que los cadáveres se hacían asunto rutinario en Culiacán y Tijuana, Ismael El Mayo Zambada García, entonces alineado con los Arellano Félix, concertó una reunión entre él mismo, Benjamín Arellano y Joaquín Guzmán.

El objetivo de la reunión era iniciar un diálogo entre las dos grupos e intentar resolver sus respectivos problemas. A Benjamín Arellano Félix no le quedaba mayor alternativa que sentarse a negociar y resolver las cosas con Guzmán.

En esa época, El Chapo tenía una relación estrecha con el jefe de la Policía Judicial Federal, Guillermo González Calderoni, un hombre señalado por Miguel Ángel Félix de orquestar el reparto de las plazas.

González Calderoni gozaba de otra fama: estaba en la mayor estima del gobierno de Estados Unidos.

Benjamín Arellano entendía que los vínculos de Guzmán con González Calderoni y otros funcionarios políticos y policiales representaban una situación peligrosa para su organización y aceptó la conciliación del Mayo Zambada.

* * *

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Everardo Páez, lugarteniente de los Arellano desde mediados de los ochenta, viajó a Culiacán con Benjamín, Eduardo y Ramón Arellano Félix; Ismael y Gilberto Higuera Guerrero, y otros varios miembros de Tijuana.

El encuentro ocurrió en la casa de Zambada, en Culiacán, pero los únicos que participaron en la propia reunión fueron Benjamín Arellano, Ismael Zambada y Joaquín Guzmán. Cada cártel mantuvo la guardia alrededor de la residencia, según consta en los documentos en poder de SinEmbargo.

“Abrimos la comunicación y los problemas estaban bajo control”, informó Benjamín a los suyos. “No quiero que nadie hiciera nada que creara malentendidos o desconfianza”, ordenó en general. “No persigas a nadie de la gente de Guzmán”, pidió a su hermano Ramón.

Aunque se suponía que las cosas se habían resuelto en la reunión del verano de 1991, poco tiempo después los 30 dirigentes del Cártel de Tijuana cayeron en cuenta que Guzmán Loera logró implantar a un comandante de la Policía Judicial leal a él en la propia ciudad de los Arellano Félix.

Se decía que Guzmán operaba en contubernio con un ex jefe de Fronteras de la Policía Judicial y del encargado de la Agencia Anti Narcóticos mexicana, González Calderoni.

Los Arellano apretaron las quijadas y se volvieron a sentar para discutir el asunto con El Mayo.

Hablaría Everardo Páez en los días de su encierro y pacto con las agencias de Estados Unidos empecinadas en extinguir al Cártel de Tijuana.

“Los Arellano Félix y Zambada planearon una segunda reunión con Guzmán en la residencia de Zambada en Culiacán. El objeto de esta reunión era que Ramón Arellano Félix matara a Guzmán”.

Pero el asesinato se frustró y Ramón volvió con las manos limpias a Tijuana.

“Yo estaba listo para asesinarlo, pero Kiki Fernández –un asociado de los Arellano Félix en esa época– se puso paranoico y físicamente me detuvo”, explicó a sus hermanos.

Benjamín estaba furioso.

–¿Y por qué no mataste a Kikí? –cuestionó Benjamín.

–No te preocupes… Yo mataré a Guzmán en Guadalajara –se justificó Ramón.

* * *

En junio de 1992, Benjamín e Ismael Higuera Guerrero estaban listos a viajar a la Ciudad de México.

Los Arellano mantenían una dolorosa racha de incautaciones de cargamentos de cocaína y mariguana en Estados Unidos. Veían como su ciudad se convertía en un sitio hostil, en un lugar que los comenzaba a tratar como extraños a ellos, los dueños de la frontera.

Benjamín viajaba a la capital mexicana con la intención de hablar por segunda vez con Guzmán y Zambada y, nuevamente, abordar las diferencias. Sin embargo, antes de que partieran a la reunión, Ramón se enteró de que Guzmán tramaba el homicidio de Benjamín e Ismael Higuera Guerrero durante el traslado.

Se canceló el viaje.

Los Arellano confrontaron a Zambada y otros que ellos creían sabían del ataque proyectado, incluido otro traficante importante con el nombre de Rafael Aguilar Guajardo, ex comandante de la Dirección Federal de Seguridad y cofundador del Cártel de Juárez.

Zambada y Aguilar Guajardo negaron conocer o estar implicados en el complot.

Después de este incidente, los dirigentes de la OAF mantuvieron comunicaciones cordiales con Zambada y Aguilar Guajardo. Sin embargo, los percibían como enemigos.

Poco después de eso, las organizaciones se encontraron en guerra. La alianza de los Arellano con Manuel Aguirre Galindo y Jesús Labra Avilés se fortalecieron.

* * *

Ese mismo año, en agosto de 1992, Ramón y un pistolero viajaron a Guadalajara para buscar una segunda oportunidad de ejecutar a Guzmán. Ramón se sentía seguros luego de obtener la localización precisa de Guzmán en la capital de Jalisco.

–No quiero que las cosas empeoren– habló Benjamín, visiblemente preocupado.

–Si otros traficantes importantes que nos están dando problemas ven que Guzmán está muerto, dejarán de atacarnos– repuso Ramón, según la reconstrucción hecha por Everardo.

Ramón y un contingente de ejecutores partieron en el avión privado de Benjamín. El día después de la partida de Ramón, sus hermanos Benjamín y Eduardo y otros jefes de Tijuana se encerraron en un rancho llamado “Las Bardas” en espera de noticias del ataque.

Dos o tres horas después, Ramón llamó por teléfono.

–Intentamos dispararle y matarlo, pero escapó.

* * *

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Joaquín “El Chapo” Guzmán. Foto: Cuartoscuro

En otoño de 1992, Fulvio Jiménez Turegano comandaba a la Policía Federal en Tijuana. Los Arellano Félix tenían por cierto que ese hombre Jiménez, descendiente policiaco de Arturo El Negro Durazo, trabajaba en acuerdo con Guzmán Loera.

La presión no cesaba y las confiscaciones no paraban.

Los Arellano pensaron en tomarse un respiro y decidieron dar y darse a toda la jefatura de la organización criminal unas vacaciones en Puerto Vallarta.

Los narcotraficantes optaron por pausar y esperar que la frontera se enfriara. Benjamín, Ramón y Javier Arellano Félix; Ismael y Gilberto Higuera Guerrero; Efraín Pérez, y David Barrón Corona El Popeye, jefe de escoltas, y otros se prepararon para dejar su ciudad y tomar unas largas vacaciones en Puerto Vallarla.

“Hasta que todo se calme”, dijeron y volaron a principios de noviembre de 1992.

Pero ya nada volvió a la calma. Los gatilleros del Chapo y su socio Héctor El Güero Palma emboscaron a Ramón y Francisco Javier en la discoteca Christine de Vallarta.

La versión al interior del Cártel de Tijuana fue que un grupo de personas entraron a la discoteca, se dirigieron al baño y gritaron “¡Policía!”. En el lugar estaban Ramón, Javier e Ismael y Gilberto Higuera. Uno de los acompañantes de los capos replicó con la misma advertencia: “¡Policía!”. Lo mataron de inmediato.

Al comenzar el tiroteo, al menos una docena de hombres irrumpieron en el salón y abrieron fuego. Barrón respondió el fuego. Mató a uno de los atacantes y le quitó el rifle AK-47. Luego ayudó a los capos a salir del lugar trepando hasta el tragaluz y el techo del lugar por donde lograron escapar.

Las vacaciones se cancelaron y Eduardo Arellano Félix y Páez Martínez, que habían retrasado su salida, volaron a Guadalajara donde se reunieron con Benjamín y los otros. Resolvieron un contraataque inmediato. Gilberto Higuera llevaría a un equipo de sicarios a Culiacán para localizar y atacar a miembros de los grupos de Guzmán y del Güero Palma. En segundo lugar, se decidió que Ramón Arellano Félix trabajaría con un individuo apodado La Rana y llamado Humberto Bañuelos Rodríguez, un ex comandante de la Policía Judicial de Sinaloa, para identificar a miembros de la familia Guzmán y sus domicilios en el área de Guadalajara.

Durante las semanas siguientes, La Rana localizó y secuestró a uno de los cuñados de Guzmán. El día en que secuestraron al cuñado de Guzmán, Páez Martínez y Barrón Corona El Popeye acompañaron a Ramón Arellano y a La Rana al lugar en donde lo tenían cautivo. Lo golpearon y torturaron que el hombre proporcionó información relacionada con la identidad y ubicación de miembros de otros familiares de Guzmán.

Entonces lo ejecutaron.

Mientras tanto, Gilberto Higuera se mantuvo en Culiacán con un equipo. Sin embargo, mientras efectuaban la búsqueda fueron encontrados: él mismo fue secuestrado por cercanos de Guzmán. Inmediatamente después de recibir la información sobre el levantón, Ramón Arellano Félix y Barrón Corona fueron a una de las residencias de la familia de Guzmán que el cuñado de Guzmán había beatificado y tomaron varias personas como rehenes.

Ramón Arellano habló con El Chapo.

–Voy a matar a tus familiares a menos que sueltes a Gilberto.

Cada capo liberó los respectivos rehenes y se plegó a concentrar fuerzas.

* * *

Poco después del regreso de los Arellano a Tijuana, Benjamín Arellano llamó por radio a Páez Martínez.

–Quiero una reunión con Barrón Corona– ordenó.

Páez Martínez localizó al Popeye y lo escotó para que se encontrara con Benjamín.

–¿Tienes hombres rudos disponibles para nos proporcionen protección a mí y a mis hermanos?– indagó el narcotraficante.

–Conozco a varios muchachos del área de Logan Heights de San Diego, pero ninguno de ellos conoce Tijuana muy bien– repuso el asesino.

–Eso no será problema. Quiero empezar con cuando menos 10 hombres.

Benjamín fundaba un cuerpo de sicarios de tiempo completo, realizaba un salto evolutivo en la historia de las empresas criminales mexicanas al reclutar personal ajeno a la organización por su sola capacidad de ejercer violencia. El gánster ordenó al Popeye conseguir casas, automóviles, armas y lo que fuera necesario para organizar un grupo. Le llenó las manos con 200 mil dólares y arriba de los billetes le colocó un radio.

–Eres CH– Benjamín, con tono complacido, otorgaba clave a su jefe de asesinos. CH era una abreviatura de Charles, como gustaba el narcotraficante llamar al Popeye en alusión a Charles Bronson o, más precisamente, a los rudos  personajes que el actor interpretaba.

* * *

Charles o Popeye inició inmediatamente la contratación de miembros de las pandillas de Logan Heights para ser guardaespaldas y miembros de los equipos de sicarios. Estableció tres casas amplias, llamadas “oficinas” en Tijuana como casas de seguridad.

La oficina con clave 73 tenía la primera responsabilidad de la seguridad de Ramón Arellano; otra más concentraba la vigilancia de Benjamín Arellano, y la otra, denominada L-H –quizá en alusión a Logan Heights– concentraba un equipo de ejecución general y refuerzo.

Estos fueron algunos de los pandilleros reclutados: Alberto Bayardo Robles El Gori,  Alfredo Araujo también apodado Popeye, Adelaido Peña Huerta Lalo, Marcos Quiñones El Pato, Enrique Vascones El Puma, El Tarzán, El Jimmy, Night Owl, El Gizmo, El Gordo, Cougar, Spanky y El Paisa provenientes tanto de la banda Logan Heights como Posoles o Del Sol, las tres con ascendente en la Mafia Mexicana, una de las más poderosas pandillas carcelarias en Estados Unidos.

A fines de 1992 y principios de 1993, el equipo de sicarios de los Arellano Félix estaba concentrado en el entrenamiento y en la espera de una oportunidad para asesinar a Guzmán Loera.

El sueldo semanal de cada pistolero era de 500 dólares más bonificaciones por participar en “misiones” especiales, es decir, trabajos de represión consistentes en asaltos, secuestros y asesinatos. El entrenamiento formal consistía en el manejo y uso de rifles de asalto AK-47, pistolas .38 Súper, arma de cargo de las policías mexicanas, y subametralladoras UZI.

* * *

¿Cómo era el proceso de reclutamiento del cuerpo de sicarios de los Arellano Félix? ¿Cómo se elegía a un hombre cuya principal ambición en la vida debía ser quitarle la vida al Chapo Guzmán?

Night Owl fue miembro de la pandilla Posole, la misma a la que en libertad pertenecía El Bat. Entre 1978 y 1981, Night Owl fue condenado en siete ocasiones por diferentes cargos que purgó como menor de edad. En 1987 tuvo paso por la cárcel de San Quintín, donde conoció a Albert Esqueda El Bat.

A principio de los años 1990, las autoridades estadunidenses ya sabían exactamente la mezcla de Night Owl: fue procesado por posesión de metanfetaminas y de explosivos. Sus estancias en las penitenciarías fueron lo suficientemente relevantes como para sumarse con cierta influencia en el directorio de la Mafia Mexicana.

Entre abril de 1992 y el 1 de marzo de 1993, el pandillero coincidió en la cárcel con otro llamado José Ayala y conocido como Bugsy, a su vez amigo cercano de David Barrón Corona El Popeye para las clicas, Charles para los Arellano Félix. La amistad entre Night Owl y Bugsy se estrechó hasta el momento en que el último enroló al primero en el grupo de Popeye mediante correspondencia.

En marzo de 1993, Night Owl abandonó la prisión estatal. Afuera de la penitenciaría lo esperaba una mujer, hermana de Barrón Corona y lo llevó a una casa a la que se referían como oficina en el área Logan Heights de San Diego. Ahí conoció a Barrón Corona y a otros miembros de la pandilla: Zig Zag, Tarzán, Puma, Roach, Big Smokey, Little Smokey, Happy… Todos asesinos bajo sueldo de los capos de Tijuana a donde casi de inmediato fue llevado Night Owl.

Tuvo por bienvenida la entrega de sus armas, de las que no debía despegarse en adelante. Barrón Corona instruyó a dos de los miembros de más antigüedad del equipo que enseñaran a Night Owl cómo usarlas, desarmarlas, limpiarlas, re ensamblarlas y conservarlas. Era clara la familiaridad con el uso de las armas.

“Periódicamente los miembros que eran sicarios y yo recibíamos entrenamiento formal de armas de fuego con estas armas El entrenamiento consistía de prácticas de disparo y de tiempo. Después de efectuar los simulacros, Barrón Corona y nuestro instructor de armas de fuego, un hombre del Medio Oriente, nos daba su evaluación y crítica respecto a nuestra actuación”, explicaría Night Owl.

Además del revólver .38 y un fusil AK-47, el recluta recibió un uniforme estilo oficial de la policía: un traje negro de una pieza con las letras PJF (Policía Judicial Federal) impresas en espalda y una cachucha con las mismas siglas. También existía vestuario con las iniciales de la Procuraduría General de la República. Los pandilleros utilizaban los uniformes cuando realizaban algunas actividades de seguridad a favor de los Arellano o en algunas ocasiones en que funcionaban como sicarios.

También le indicaron las reglas básicas del grupos de asesinos: quedaba prohibido el consumo de drogas y de alcohol, se imponía la restricción de salir a menos que específicamente existiera permiso para hacerlo y se les requería listos y uniformados en cualquier momento para realizar un trabajo.

El Popeye comandaba un grupo de pandilleros con la estructura jerárquica entendida desde su pertenencia a una clica con un acendrado sentido de lealtad al que se agregaban controles de tipo militar, como el encuartela miento, el uniforme y la disponibilidad permanente.

Night Owl fue expulsado temporalmente por consumo de drogas. Regresé a San Diego y, casi al mismo tiempo, regresó a la prisión, donde se reencontró con el viejo Bugsy, quien integró una vez más al otro a la cuadrilla de sicarios en Tijuana. Ahí se reencontró con otro viejo conocido de las penitenciarías, El Bat.

En enero de 2001, Night Owl fue detenido por tercera ocasión en quebrantamiento de su libertad condicional. Tal vez por cansancio o por el paulatino desgate del Cártel de Tijuana, buscó a funcionarios federales en California y les informó de su deseo por cooperar en la investigación que realizaban de sus antiguos jefes.

Y dio el santo y seña del proceso de reclutamiento del cuerpo de sicarios de los Arellano Félix.

De estas incorporaciones surgió la contratación de José Albert Esqueda El Bat, un hombre que buscó convencer a los miembros de las pandillas sureñas en Estados Unidos, asociadas bajo el gobierno de La Mexican Mafia o EME, de asesinar a Guzmán Loera.

* * *

El atentado en la discoteca Christine encendió todas las alarmas. Una tarde, a finales de diciembre de 1992 o principios de enero de 1993, Ismael Higuera Guerrero informó a Ramón Arellano Félix de la existencia de un espía de Guzmán Loera.

Pronunció el nombre de Juvenal Gómez Buenrostro, un proveedor ocasional de mariguana para el cártel sin mayor importancia en la trama, pero, en ese contexto, el Cártel de Tijuana lo entendió como un sujeto que podría representar la desaparición de la organización entera.

–Él y su padre son, además, informantes para el gobierno de los Estados Unidos– atizó Ismael Higuera la paranoia de Ramón. –Juvenal Gómez vive en San Diego, pero tiene un gimnasio aquí, en Tijuana.

Como los Arellano preferían asesinar en Estados Unidos, resolvieron la ejecución de Juvenal Gómez en California sin mayor trámite que la anterior conversación.

Un par de días después, Ramón y Benjamín Arellano Félix intercambiaron información sobre Juvenal Gómez con los demás miembros de su estado mayor con respecto de la sospecha de su colaboración con las agencias policiales.

–Es un enemigo a quien se le tiene que matar– reiteraba Benjamín como si detrás de la cara de cualquier hombre estuviera el rostro del Chapo. –Que vaya Charles– ordenó en referencia a David Barrón Corona, su jefe de escoltas a quien comparaba con Charles Bronson o, más correctamente, con los personajes que interpretaba ese actor.

En esos días, Ramón alquilaba una casa en Del Mar, California. Ahí citó a Everardo Páez, lugarteniente del cártel. Ramón también parecía especialmente interesado con lo localización y ejecución de Gómez. El tema se volvía prioritario y El Popeye fue urgido para resolver el asesinato y escogió a dos de sus pistoleros: Alfredo Araujo  y Night Owl, quienes utilizarían las armas de uso común de los sicarios de Tijuana, pistolas .38 Súper y fusiles AK-47. El propio Martínez se sumó a la búsqueda de Gómez, a quien finalmente asesinó un sicario integrado en un segundo equipo formado por Popeye.

–Le disparé en un negocio de celulares, en Chula Vista. Ahí abandoné el carro y por ahí boté las armas– presumió el matón identificado como Adelaido Peña Lalo, quien obtuvo una bolsa de 50 mil dólares.

* * *

Durante la segunda semana de mayo de 1993, Ramón Arellano averiguó que su enemigo se encontraba en Guadalajara. Informó a sus hermanos Benjamín, Eduardo y Javier y todos acordaron el ataque.

Al día siguiente, Ramón y un grupo de sicarios partieron de Tijuana con destino a Guadalajara para localizar y matar a Guzmán. Seis o siete días después, el 23 de mayo de 1993, La Rana informó que su gente participó en un tiroteo en el aeropuerto de la capital de Jalisco. El matón daba por muerto a Guzmán Loera, pero quien en realidad murió fue el cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo.

Al regresar a Tijuana de Guadalajara, los sicarios que participaron en el ataque recibieron órdenes de huir a los Estados Unidos. La guerra resultaba un mal negocio para todos. La muerte de un príncipe de la Iglesia en medio de un fuego cruza era demasiado. Apenas habían pasado ocho años del asesinato del agente de la DEA Enrique Camarena. Alguien debía pagar.

Ante sus jefes, Barrón se disculpó por el intento fallido por asesinar al Chapo Guzmán.

–No te preocupes– respondió Benjamín. Ahora lo necesario es enfrentar la situación lo mejor que se pueda. Estoy tratando de arreglar el problema. Tengo que entregar a la PGR dos personas para aliviar la presión sobre nosotros. Van a testificar que El Chapo estuvo implicado en el tiroteo. Yo los sacaré de la cárcel en uno o dos años y le daré a cada uno 300 mil dólares y lo que sea para sus familias.

–Yo me encargo que uno o dos se ofrezcan– ofreció El Popeye.

Entre las nueve y diez de la noche, Barrón avisó a Benjamín que ya estaban listos los asesinos expiatorios: Puma y Spooky o Spanky. La entrega la haría Jesús Labra a un comandante que tenían comprado desde antes.

Un par de días después, los narcotraficantes vieron en las noticias el relato del asesinato del purpurado. Vieron los rostros de sus enemigos y los suyos mismos. Escucharon que la Policía Judicial Federal había logrado la captura de dos participantes en el tiroteo que confirmaban la guerra de los cárteles.

El Chapo estaba en el centro de la escena. Poco tiempo después fue detenido y aunque los Arellano no, al menos en lo inmediato, Guzmán Loera se fortaleció desde la prisión federal en que estuvo preso.

Mantuvo el apoyo incondicional de sus primos, los Beltrán Leyva a quienes años después traicionaría y de El Mayo Zambada, quien años atrás conspirara para matarlo.

A la vez, los Arellano pelearon en otro frente de guerra contra Amado Carrillo Fuentes El Señor de los Cielos. Los documentos detallan por ejemplo, el asesinato de una mujer llamada María Olivas en Imperial Beach, California, por el simple hecho de que la consideraban asociada, así fuera indirectamente, con el capo de Juárez.

* * *

Poco a poco, la capacidad de negocios de los Arellano se reducía y algunos de los espacios eran llenados por sus sicarios, avenidos en operadores de los cargamentos.

Hacia 1996, Popeye no era un simple pistolero. Movía cargamentos de cocaína de Ensenada, Baja California, a San Diego, California, que luego fletaba o custodiaba personalmente hasta Nueva York.

En ese tiempo, la cocaína se importaba a los Estados Unidos en cargamentos de 50 kilos y se transportaba de California a Nueva York en envíos de 100 a 200 kilos. Ya desde entonces, en realidad desde antes, los Arellano Félix cumplían cierta función arancelaria: cobraban el derecho de paso de las drogas ilegales provenientes de Colombia o México con paso por Tijuana y Mexicali.

En el presente, la participación del antes poderoso Cártel de Tijuana se reduce a esta operación aduanal y cada vez menos presencia en el mercado con su propia mercancía. En los años de gloria, sus propios empleados podían realizar negocios por su cuenta de hasta dos toneladas de mariguana por embarque.

El Popeye, Charles Bronson o CH murió el 27 noviembre de 1997. Fue alcanzado por la esquirla de una bala que atravesó la camioneta del semanario Zeta de Tijuana,  pegó en un barandal de herradura y penetró por el ojo del matón. Ahí mismo, en posición de ataque, empuñando el arma, murió Barrón Corona, el sicario del Barrio Logan, mientras intentaba asesinar a Jesús Blancornelas.

Esta muerte reconfiguró los cuerpos de matones del cártel. José Albert Márquez El Bat, el hombre amante de las dagas y los verduguillos, quedó bajo las órdenes inmediatas de Rivera Martínez.

Así, con la clave CH, es como refiere el semanario Zeta de Tijuana al sicario que dirigió uno de los atentados contra el periodista Jesús Blancornelas, un hombre al que decidieron asesinar por publicar la relación entre la guerra de los cárteles y el asesinato del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo.

* * *

El mapa de 2013 elaborado por el gobierno de Estados Unidos sobre las zonas de influencia de los cárteles en México es muestra del levantamiento de imperios: se observa el avance de Los Zetas hasta tener bajo su dominio la mayor cantidad de los estados, ya por encima del Cártel de Sinaloa, que mantiene la hegemonía como empresa de las drogas.

Se observa la expansión desde el centro occidente de Los Caballeros Templarios de Michoacán y la emersión del Cártel Jalisco Nueva Generación.

También se apunta la contracción del Cártel del Golfo, porque ese mapa no cuenta sólo la fundación y el zenit de los imperios, sino también su decadencia y sus ruinas: coloreados apenas sobre las ciudades que les dieran nombre se indican los antes hegemónicos cárteles de Juárez y de Tijuana.

Hubo un tiempo, no muy lejano, porque los imperios de los cárteles son productos perecederos de corta caducidad en que los Arellano Félix pudieron asesinar al narco que sería el más poderoso del mundo, Joaquín Guzmán Loera, a quien los de Tijuana odiaron hasta consumirse.

Todos los hermanos varones que construyeron su cártel están presos o muertos.

Muchos de sus temibles sicarios también, entre ellos José Albert Esqueda, el hombre que en una de sus varias dagas llevaba grabada la leyenda “CUANDO ME VEAS REÍR PREPÁRATE A BIEN MORIR”.

La investigación contra El Bat corrió a cargo de Denaire L. Rigney, agente especial del FBI, con experiencia desde 1974 y ocupado de los Arellano Félix desde 1995 junto con un equipo conformado por miembros del Servicio de Inmigración y Aduanas, la Administración Antidroga, el Servicio de Recaudaciones Internas y el FBI.

El 24 de noviembre de 2003,

Lo encontraron en su casa de Tijuana, donde empaquetaba mariguana. Descubrieron sus decenas de armas de fuego, cortas y largas. Pero lo que más llamó la atención de los policías fue la extensa colección de verduguillos, navajas, cuchillos.

Una de sus dagas tenía escrita en la hoja, como si fuera una representación del propio Bat: “CUANDO ME VEAS REÍR PREPÁRATE A BIEN MORIR”.

El gobierno de los Estados Unidos  solicitó al gobierno mexicano la detención provisional con fines de extradición internacional de José Alberto Márquez Esqueda. El Bat fue entregado, como casi todo lo que pida Washington a México.

El Bat pasará el resto de su vida en prisión, donde la Mexican Mafia controla buena parte del suministro de drogas en Estados Unidos.

Cosas de la vida, cosas de la muerte: la EME, verdadera nación del hombre del cuchillo sonriente, es una de las principales distribuidoras del Chapo Guzmán. *

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Nota: Este reportaje está elaborado a partir de las declaraciones de testigos colaboradores, acusados y agentes del FBI, en peritajes y en partes policíacos contenidos en la resolución del expediente 07/2003 de extradición abierto por la Secretaría de Relaciones Exteriores, en el toca penal 159/2003 resuelto por el Quinto Tribunal Unitario en Materia Penal del Primer Circuito, en la causa 146/2003 librada por el Juzgado Quinto de Distrito en Procesos Penales Federales en el DF y en la averiguación previa 019/MPFEADS/98 integrada por la Procuraduría General de la República.

YO TRAFIQUÉ PARA LOS ARELLANO FELIX

jueves, noviembre 7th, 2013

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Ramón Arellano Félix (izquierda), junto con su hermano Benjamín Arellano Felix (derecha). Foto: Cuartoscuro

SEGUNDA PARTE

Ciudad de México, 7 de noviembre (SinEmbargo).– El rumbo de la conversación pronto cambió de la necesidad de asesinar al Mecánico (a quien se tenía por un delator) a los detalles de dónde debería cometerse el homicidio.

Cinco toneladas de cocaína incautadas en apenas tres meses era un hecho inaceptable.

Después de cierta discusión, se acordó que el asesinato de un informante de los Estados Unidos en Tijuana podía crear problemas para el cártel de esa ciudad.

Finalmente se convino en que el homicidio debía realizarse al norte de la frontera.

Benjamín Arellano Félix hizo una llamada telefónica en que ordenó la presentación del Mecánico para el día siguiente en Tijuana.

–¿Está Barrón disponible? –averiguó Benjamín Arellano Félix con Everardo Páez, su lugarteniente de toda la vida.

–Me pongo en contacto con él y le digo lo que tiene que hacer –resolvió el hombre de confianza.

–Deben hacer las cosas para que el Mecánico crea que tú y Barrón se van a encontrar con él para mover cocaína de San Diego a Los Ángeles –instruyó el capo.

A la mañana siguiente, Páez se encontró con David Barrón Corona y le explicó el asunto. El sicario, conocido como Popeye, no tuvo ningún inconveniente. La víctima le sería entregada en el paso de San Isidro después de que llegara.

“Le recalqué a Barrón la importancia de que el homicidio se cometiera en los Estados Unidos”, confesaría Páez.

El lugarteniente recibió a Don Meno y al Mecánico en un centro comercial de Tijuana. El supuesto soplón salió del automóvil e ingresó al de Páez, quien contactó a Barrón por bíper y le avisó que se encontraba rumbo a la frontera. Ahí, Páez ordenó al hombre que cruzara la línea, le dijo que Barrón lo esperaba al otro lado.

“Al saberse la noticia de que el homicidio se realizó exitosamente, se decidió que a Barrón se le pagarían 50 mil dólares. Benjamín Arellano me dijo que le dijera a Barrón que también le pagaría una bonificación posteriormente”.

Esa misma noche, Páez y Barrón se encontraron para liquidar el trabajo.

–Le disparé tres veces en el pecho, de cerca, pero salió corriendo y gritando. Lo tuve que perseguir y le disparé en la cabeza, atrás –explicó Popeye.

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Everardo Páez. Foto: PGR

El gobierno de Estados Unidos integró un equipo de agentes de varias agencias ocupados en el Cártel de Tijuana. Varias de las detenciones discurrieron en colaboraciones a favor de la investigación. Uno de estos testigos fue Everardo Arturo Páez Martínez, identificado como un lugarteniente.

Páez ofreció una extensa declaración ante la Corte Federal del Distrito Sur de California, misma que desahogó varios de los procesos abiertos contra los Arellano Félix y sus socios.

La propia historia de Páez dice mucho de ese mundo.

Se hizo narcotraficante en 1984. Hacía cuatro o cinco traslados semanales de 100 a 150 kilos de mariguana de San Diego a Los Ángeles. A finales de ese año, conoció a quien supuso era el verdadero beneficiario de su trabajo, Cornelio Aguayo, con quien amistó hasta el punto en que el narcotraficante le dio casa y enseñó el negocio: la selección de casas de seguridad, el pesaje y embalaje de la hierba, el trato con los clientes…

A principios de 1985, Páez acompañó a Aguayo a Tijuana para conocer a sus jefes, con quienes se reuniría en el futuro para suministrarles “las cifras”, término utilizado para describir la cantidad de drogas recibidas en los Estados Unidos, la cantidad existente en almacén en un momento determinado y los kilos distribuidos, algo similar a la función de un gerente de existencia.

Aguayo estaba cierto del talento y la seguridad de Páez y quería que se encargara de trasladar dinero en el sentido contrario de la droga: de norte a sur, de los clientes a los jefes en la frontera mexicana.

Y los jefes no eran otros que jóvenes de aspecto clase mediero, bien parecidos y de nombres Benjamín y Ramón Arellano Félix, entonces subalternos de Javier Caro Payán El Doctor, hombre de Miguel Ángel Félix Gallardo El Padrino.

Páez continuó la reuniones en una casa de Tijuana a la que llamaban “oficina”, referencia que mantendrían sus jefes durante los siguientes años para disimular el nombre de una casa de seguridad. Amistó con los muchachos.

A Benjamín se le conocía por los nombres de El Señor, El Min, 7-7, MK, Licenciado Sánchez, Licenciado Alegría. A Ramón se le decía El Tío, Colores, 7-3, 7-9.

Entre 1985 y 1987, la organización transportaba entre 400 mil y 700 mil dólares cada 10 días o dos semanas de ganancias de la mariguana. Nada mal para unos contrabandistas que iniciaron con alcohol y cigarros y en un momento en que difícilmente se les podría llamar capos. Su hermano mayor, Rafael, había pisado la cárcel años atrás, en 1978, por tráfico de algunos cientos de gramos de heroína y un polvo blanco sudamericano del que apenas se hablaba como negocio en México. Era de tan poca monta el asunto que a Rafael –a quien le quitaría la vida un hombre disfrazado de payaso– apodaron El Menso.

En esos años, el futuro cártel encargaba su distribución en Los Ángeles a tres tipos de nombres desconocidos y apodos Don Meno, Lalo y Farmer. Tenían a su cargo recibir, almacenar y verter los cargamentos de mariguana. También eran responsables del cobro de las ganancias. Años después, cuando los hermanos Arellano entraron de lleno en el negocio de la cocaína, al menos Lalo mantuvo las mismas funciones respecto de esta sustancia.

A la vez, Benjamín y Ramón lograron una adquisición notable: compraron un inspector corrupto del Servicio de Inmigración de los Estados Unidos identificado como José Barrón.

Benjamín y Ramón Arellano Félix y Javier Caro Payán utilizaron a Barrón para pasar cargamentos por la frontera. Los cruces fueron tan exitosos se convirtieron en el principal medio de paso de la mariguana que cruzaban esos contrabandistas hacia Estados Unidos. Sin embargo, en 1987, el inspector y toda la parte de la cadena que junto con él suministraban el sur de California fueron detenidos, incluido un hermano de Páez llamado Óscar.

Óscar Páez cumplió toda o parte de su condena en una prisión de Phoenix, desde donde escribía cartas al lugarteniente de los Arellano. En las misivas, le platicaba de los presos con los que compartía el encierro y se mostró particularmente interesado en un individuo llamado David Barrón Corona El Popeye –sin parentesco con el agente aduanal corrupto–, un tipo notable por su carácter violento y que se convertiría, años después, en el primer jefe de sicarios del sanguinario Cártel de Tijuana.

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En agosto de 1987, El Doctor Caro Payán fue arrestado.

A partir de entonces y hasta su propia detención, Páez trabajó directamente bajo el mando de Benjamín Arellano Félix. Desde entonces y hasta fines de la década de los ochenta, la sociedad funcionaba  en la medida que Manuel Aguirre Galindo y Jesús Labra Avilés suministraban fuentes de mariguana, mientras que Benjamín y Ramón aportaban rutas para cruzar la frontera Estados Unidos.

Fue una relación empresarial duradera: Benjamín y Ramón mantuvieron sus asociaciones de negocios con Manuel Aguirre Galindo El Caballo y Jesús Labra Avilés desde 1986 hasta por lo menos noviembre de 1997, años que incluyeron el trasiego de cocaína. El Caballo fue detenido el 19 de octubre de 2013, un día después de la ejecución de Rafael, el mayor de los Arellano Félix.

Poco antes de la captura del Doctor, Benjamín y Ramón comenzaron a utilizar sus rutas de cruce de frontera para transportar cocaína. Pero no era su cocaína, sino de Ismael El Mayo Zambada, a quien cobraban entre 1 mil y 1 mil 200 dólares por cada kilo de estupefaciente que cruzaban y que luego le devolvían en Los Ángeles. La relación existió en estos términos entre ocho y 10 meses, de la primavera de 1987 al verano de 1988.

Durante ese lapso, los Arellano contrabandearon entre cinco y 10 toneladas de cocaína del Mayo Zambada a quien, en el ambiente de Tijuana se le llamó El Mayel, Clave Privada, Pluma Blanca, La Señora, 30 y 81.

El acuerdo cambió y de ser transportadores de Zambada García, los hermanos Arellano se convirtieron en socios de importación y distribución. La evolución de la sociedad implicó que Zambada García recibía los cargamentos de coca provenientes de Colombia y los transportaba a Tijuana o alguna otra ciudad fronteriza controlada por los Arellano quienes, con la asistencia de Ismael Higuera, la almacenaban.

Su responsabilidad también implicaba asegurar la colaboración comprada de las policías federal, estatales y locales.

Les correspondía luego pasar el alcaloide por la frontera y llevarla hasta Los Ángeles. Al desarrollarse esta asociación, Benjamín y Ramón comenzaron a cimentar su propia base de clientes.

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Eduardo Arellano Félix. Foto: Cuartoscuro

En 1989, Eduardo Arellano Félix se unió a sus hermanos en el negocio de tráfico de drogas. Desde el momento en que se unió a la empresa actuó como asesor y consultor personal de Benjamín en casi todas las decisiones importantes del cartel, tanto en aspectos de transporte de las mercancías o el dinero, como en los relativos a la guerra con otras organizaciones. A Eduardo también se le llamó Walin, El Doctor, El Profe, El Abuelito y 13.

Al poco tiempo, los hermanos Arellano Félix establecieron una sociedad de importación y distribución de cocaína con Manuel Aguirre Galindo y Jesús Labra Avilés. Estos tenían a su cargo obtener y mantener fuentes de suministro de cocaína y su red de funcionarios corruptos, en tanto que los hermanos Arellano Félix e Ismael Higuera Guerrero tenían a su cargo las rutas de cruce de la frontera con Estados Unidos y mantener su propia red de policías dóciles.

A principios de 1991, Javier Arellano Félix El Tigrillo se unió activamente al clan. Antes vivió y estudió en Guadalajara, ciudad que dejó cuando Benjamín recibió información de un inminente atentado contra su vida, por lo que Javier se mudó a Tijuana. La idea era que continuara sus estudios, pero se unió al trasiego. Benjamín convirtió a Javier en su protegido y en adelante también participó en la mayoría de las decisiones importantes del grupo.

El Cártel de Tijuana utilizaba camiones tanque de propano como un medio de pasar cocaína. En promedio, cada semana, la organización pasaba por la frontera de dos a tres cargamentos de cocaína utilizando este método. Usualmente, los embarques de este tipo promediaban 3 mil 500 kilos de la sustancia. Otros métodos eran el uso de camionetas ocupadas, camiones de pasajeros y casas rodantes.

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Los momentos de bonanza se vieron amenazados cuando la aduana norteamericana detectó una discrepancia de peso en una de las pipas. Los agentes revisaron y encontraron la verdadera mercancía transportada.  Meses después, en julio de 1991, dos cargamentos de cocaína en furgones que habían sido transportados con el apoyo de otro inspector corrupto fueron confiscados en National City, California.

En el verano y el otoño de 1991, la Organización de los Arellano Félix (OAF) sufrió múltiples confiscaciones de cocaína en las áreas de Fontana y Los Ángeles, California. Las pérdidas ascendían a cinco toneladas.

Benjamín y Eduardo Arellano Félix, Lalo y Don Meno concluyeron que uno de sus trabajadores, un individuo conocido como El Mecánico era un informante y que era culpable de las pérdidas.

No dudaron y ordenaron su ejecución. Este homicidio reviste importancia porque se convertiría en un estilo, el sanguinario sello de los Arellano.

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Familia Arellano Félix. Foto: Cuartoscuro

Los Arellano siguieron con la suerte atravesada. En noviembre de 1991 ocurrió un nuevo aseguramiento, aparentemente menor al tratarse de 99 kilos, pero importante porque mostraba que la racha adversa se mantenía.

La confiscación ocurrió cuando la droga estaba a cargo de personal del lugarteniente Everardo Páez a quien los Arellano reprimieron con dureza. Le advirtieron que su personal era sospechoso y le impusieron el pago de la pérdida.

La organización replanteó sus modos de tráfico.

Durante 1991 y 1992, utilizó camionetas Ford F150 y F250 adaptadas para transportar cocaína por el desierto e introducirla a los Estados Unidos. Cada camioneta estaba adaptada con compartimentos ocultos ubicados debajo de un banco tapizado detrás del asiento delantero; en los paneles laterales; encima de cada cavidad de rueda, y en un piso falso, en el espacio debajo de la plataforma de la camioneta.

Cada vehículo tenía capacidad para ocultar casi media tonelada de droga y el cártel poseía una flota de 18 a 20 unidades adquiridas en Estados Unidos. La compra fue encargada a Páez, quien realizó la adquisición asistido por David Barrón Corona Charles o Popeye, jefe de escoltas y eventual jefe de sicarios.

Desde antes, Barrón distribuía pequeñas cantidades de cocaína proveída por Páez.

Los Arellano operaban la frontera como si fuera su auténtica propiedad. En una ocasión detuvieron a un traficante extraño con 500 kilos de cocaína a quien asesinaron. Utilizaron una ruta por Tecate para cruzar la misma droga, nuevamente a cargo de Páez a quien volvió a tocar la situación de que personal suyo fuera detenido y el cargamento incautado. Las Ford habían perdido su aspecto común y corriente: las placas de camionetas confiscadas anteriormente comenzaban a tener relación para los agentes antidrogas.

Entonces convinieron el uso de mochileros. Los hombres a pie hacían el paso cerca del aeropuerto de Tijuana y proseguían a chatarrerías en Otay Mesa, California. Colocaban los paquetes de coca en automóviles chatarra, los cuales eran entregados a una célula de distribución en Chula Vista para luego cargarla en autos con destino en Los Ángeles.

Pero en mayo de 1992, la policía confiscó uno de estos cargamentos y arrestó a cuatro “mulas”.

La frontera, su frontera, se convertía en un dolor de cabeza. Y aún debían lidiar con El Chapo Guzmán.

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En esta época, de las camionetas Ford, los Arellano aprobaron la integración de Barrón Corona como sicario con la capacidad de realizar ejecuciones en ambos lados de la frontera. Durante 1991, Popeye cometió por lo menos tres homicidios, uno en Tijuana y dos en San Diego.

En 1992, Barrón se mudó de San Diego y comenzó a fungir de guardaespaldas de Ramón Arellano Félix. En noviembre de 1992, después de que David Barrón El Popeye les salvó las vidas a Ramón Arellano Félix e Ismael Higuera Guerrero durante el tiroteo de la discoteca Christine en Puerto Vallarta, los hermanos Arellano Félix lo premiaron pidiéndole que estableciera y dirigiera un grupo de ejecución.

Este grupo se convirtió en uno de los principales grupos de seguridad y ajuste de cuentas para el cártel.

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La sospecha se hizo un hábito incómodo que se resolvía con el asesinato.

Un hombre que vivía en Imperial Beach, Alejandro Cázares, se convirtió en blanco de las sospechas de Benjamín. El tipo era propietario de un club nocturno en Tijuana llamado Pacers. Varias semanas antes de que asesinaran a Cazares, Benjamín buscó a Páez por radio y le dijo que quería reunirse con él.

Cuando llegó a la cita, Páez notó de inmediato la molestia del capo.

–¿Conoces a Alejandro Cázares?– preguntó antes de saludar.

El estratega aceptó la relación y explicó cómo había iniciado.

–Tengo un general Monríquez (sic) al que le pago 250 mil dólares al mes para que me dé información y protección. Dice que Cázares ha estado tratando de gestionar mi arresto. Trabaja con Barrón para matarlo. No quiero que lo maten en Tijuana.

–Veré lo que puedo hacer– aceptó Páez disimulando el desagrado del encargo.

“Yo estaba renuente a tomar acción contra Cázares, porque lo consideraba un amigo. Sin embargo, después de que esquivé el asunto por un par de semanas, Benjamín Arellano Félix comenzó a presionarme. En esa oportunidad pensé que no tenía otra alternativa más que trabajar con Barrón para que matara a Cázares”.

Everardo Páez se encontró con Barrón y le explicó la necesidad de matar al empresario en Estados Unidos. Para entonces, el matón se había mudado permanentemente a Tijuana y no quería cruzar la frontera.

–Conozco a alguien que lo puede hacer. Un socio mío, Juan Félix.

Al día siguiente, el lugarteniente, el sicario y dos hombres más se reunieron en Tijuana. Popeye les enseñó el manejo de un cuerno de chivo.

Páez se dirigió a Félix.

–Cázares está en su club todas las noches, pero regresa a su casa, en The Coronado Cays, entre las 10 de la noche y las cuatro de cada mañana– apuntó Páez, le proporcionó los datos de la marca y el modelo del automóvil de Cázares, una camioneta Ford Explorer roja con placas mexicanas, y le entregó un radio.

Esbozaron un plan para el ataque.

–Te llamo tan pronto como Cázares cruce la frontera mañana para que lo intercepten.

“En la noche del homicidio, me quedé bebiendo con Cázares hasta que cerró el club. Se fue con otros dos individuos. Yo sabía que uno de ellos vivía en Tijuana y que se le dejaría en casa antes que los otros dos cruzaran la frontera, de manera que manejé hasta la frontera y los esperé. Tan pronto como vi a Cázares cruzar la frontera, llamé a Félix por radio y le dije que Cázares iba en el asiento de pasajero delantero”.

Una hora después, Barrón llamó por teléfono y explicó a Páez que el atentado era de resultado incierto, pues se atascó el fusil.

Falsa alarma.

Entre las seis y las seis y media de la mañana, una mujer que hacia striptease en el centro nocturno contactó a Páez y le informó de la muerte de Cázares.

El hombre llamó por radio a Benjamín y le pidió verse con él inmediatamente. Benjamín llegó acompañado de su hermano Eduardo.

–Cázares está muerto.

–¡Ah, qué bueno! ¿Cuánto quieres pagarle a Barrón?

–No tienes que pagarle dinero a Barrón. Tiene una cocaína que está vendiendo y podemos pagarle con cargo a la cocaína.

–Está bien, entonces dale 10 kilos.

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A finales de 1994, los Arellano contaban con un nuevo socio, un gringo de nombre Darreill Joseph, quien poseía relaciones en Colombia. El hombre arregló una cita con sus amigos sudamericanos y voló con Páez.

El contacto era Ezequiel Rodríguez El Cheque. La primera transacción se negoció en una cantidad máxima de 600 kilogramos.

Rodríguez y sus socios agregarían de 400 a 500 kilos adicionales a la compra de los mexicanos. La OAF aceptaría entre 40 y 45 por ciento de esa cantidad. Estas proporciones entre los colombianos y mexicanos eran un arreglo bastante típico en esa época.

Benjamín y Ramón apoyaron el acuerdo después de enterarse de los términos del negocio y después de reconocer al padre de Rodríguez como un ex “pesado” en el tráfico de cocaína colombiana.

A fines de 1994 o principios de 1995, Rodríguez viajó a San Diego y luego a Tijuana para finiquitar aspectos específicos del negocio y reunirse con los hermanos Arellano Félix. Abordaron asuntos relacionados con la forma del envío, las demoras y los gastos. Había buen ánimo y hablaron de futuras y mayores adquisiciones.

La transacción definitiva pactada con El Cheque Rodríguez implicó la entrega por paracaídas de 600 kilogramos de cocaína costa afuera de México. Después de eso, la cocaína se recuperó en lanchas y se transportó a Tijuana.

A finales de febrero de 1995, los Arellano pagaron a Rodríguez un anticipo de 1.3 millones de dólares para un siguiente flete. Al monto dispuesto se agregaron 250 mil dólares más por concepto de pago a los controladores de tráfico aéreo para permitir que el cargamento de cocaína volara por el espacio aéreo suramericano sin un plan de vuelo y para que no se notificara a las autoridades cuando se presentara en su radar.

La gente de Rodríguez dejó caer del cielo 540 kilos más cerca de Acapulco. La totalidad del embarque fue recuperado y fletado a Estados Unidos.

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Everardo Páez. Foto: PGR

Como los negocios mejoraban y se descomponían y la competencia crecía, la práctica del homicidio aún al interior del cártel se extendió.

Uno de los guardaespaldas con más antigüedad que tuvo Benjamín Arellano Félix fue un hombre al que sólo se recuerda como Juve.

En marzo de 1993, Juve discutió con otro guardia, sacó su arma y lo mató.

–Lo mató– dijo Lino, un tercer guarura por radio a Benjamín.

–¿A quién mató?– preguntó el capo.

–A uno-uno-uno-uno– empleó Lino la clave del asesino– mató a Pedro Romo.

En ese momento Lino se encontraba con Juve y algunos de los demás miembros del equipo de ejecución. Lino detalló la ubicación del tiroteo, a unos cinco kilómetros de la casa de Páez, quien concluyó que el alboroto iba en dirección suya.

–Voy en camino, deben quedarse donde están– ordenó el lugarteniente.

Cuando encontró a Lino, Juve y los demás, Páez entendió que lo mejor era llevarlos a su casa. Pasó a Juve y ordenó al resto del equipo que esperara en el garaje. Luego regresó a la cochera para pedir más detalles. Mientras hablaba con los hombres, El Popeye apareció entornando sus ojos de reptil antediluviano.

–¡Que venga para acá!– ordenó.

Cuando Juve salió al garaje, Barrón lo arrojó contra la pared y lo esposó. Barrón y Páez lo llevaron a una pequeña habitación. Ramón arribó al lugar; fue a la habitación en donde encontraba Juve y lo interrogó.

–¿Qué me va a hacer?– indagó Juve luego de admitir el asunto.

–No te preocupes.

Ramón llamó a su hermano Benjamín y le dijo que Juve debía morir por lo que había hecho. Molesto, Benjamín reconoció la necesidad de corregir la indisciplina más allá del afecto que pudiera sentir por el tipo que cuidara su vida.

El Popeye tomó una bolsa llena de heroína, la mezcló con agua y llenó una jeringa. Ahí, en el garaje de Páez, inyectó a Juve en la vena hasta vaciar el depósito.

Ramón dejó el lugar. Juve aún respiraba.

–Sácalo de mi casa– pidió Páez a Barrón.

El sicario ordenó que lo cargaran y el lugarteniente fue a la casa del capo.

–Ya está muerto– dijo Popeye por radio.

Ramón dio la noticia a su hermano.

–Murió como a él le gustaba.

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Everardo Páez. Foto: PGR

Habla Everardo Páez sobre el negocio de la yerba:

“De 1990 a 1992, Benjamín, Ramón y Eduardo Arellano Félix trabajaron junto con Ismael Zambada García, Amado Carrillo Fuentes y Kiki Fernández importando  mariguana de México a Estados Unidos. Esta asociación fue responsable del tráfico de aproximadamente 225 toneladas de mariguana”.

El trasiego de la mariguana se hacía con la complicidad de un comandante apellidado Duarte y apodado El Loco, quien apoyaba el transporte hasta el borde fronterizo. Una parte del origen de la mercancía era provisto por Benjamín de una fuente en Mazatlán.

De manera complementaria, Páez tenía vínculos con operadores de buques de pesca capaces de trasladar la droga a Ensenada. El costo de mover cinco toneladas de mariguana del puerto de Sinaloa al de Baja California se fijó en 300 mil dólares.

“Luego de pocos días, mi gente se contactó conmigo y me informaron que el cargamento llegaría a Ensenada dentro de poco tiempo. Me puse en contacto con Benjamín Arellano Félix y le suministré un informe de avance”, continúa el operador del cártel.

“Gestioné una reunión con el comandante en Ensenada y pedí su permiso del para llevar la mariguana. El comandante me informó que él no podía permitir que la mariguana ingresara a Ensenada, pero que podía hacer las gestiones para que atracara en San Felipe a un precio de 150 dólares por kilogramo, lo que representaba un precio de 450 mil dólares (…) Se hizo la descarga e informé a Benjamín y reconoció que estaba complacido”.

No por mucho tiempo.

La frontera ardía y cada vez era mayor la presencia de otro sinaloense cuyo estilo quedaba lejos del mostrado por el tío Miguel Ángel Félix Gallardo, un hombre cuyas formas sociales y actitudes paternales le granjearon el apodo de El Padrino. No. Este hombre taciturno y bajo de estatura se abalanzaba sobre Tijuana como si todo le perteneciera.

Y los Arellano lo invirtieron todo en el mal negocio de odiar al Chapo Guzmán. *

MAÑANA ÚLTIMA PARTE: El mal negocio de odiar al Chapo Guzmán

LA ÚLTIMA SONRISA DEL HERMANO MAYOR

miércoles, noviembre 6th, 2013

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Francisco Rafael Arellano Félix, en 1978. Imagen: Sinembargo

PRIMERA PARTE

Ciudad de México, 6 de noviembre (SinEmbargo).– Las risas son un barullo en el Hotel Marbella. El goleador retirado Jared Borgetti ocupa una mesa y, más allá, el boxeador Omar Chávez, hijo del ex campeón Julio César Chávez departe en otra.

El pueblo entero está de fiesta. Apenas han terminado los honores a la Virgen del pilar, patrona de Los Cabos, y está por iniciarse la celebración al santo que nombra al cabo, San Lucas, a quien el calendario católico le dedica el día 18 de octubre.

Y sonríe Francisco Rafael Arellano Félix.

Calvo y barbado, la gloria ha quedado atrás, pero la cárcel también. No hay un sólo guardaespaldas. Festeja su cumpleaños 64 aunque lo hace con anticipación, porque su acta de defunción dirá que murió a los 63.

El destino siempre se las arregla para incluir la ironía en sus actos. Más cuando lleva la muerte en la espalda.

Luego de ser rebasado por sus hermanos, y estos por su archienemigo El Chapo Guzmán, el fundador del Cártel de Tijuana, Francisco Rafael Arellano Félix, muere ejecutado por un hombre disfrazado y maquillado de payaso, quien con paso sereno entra a su fiesta, respira la misma brisa de mar que el viejo narcotraficante. Anda hasta su mesa, empuña el arma y dispara cuatro veces a su cabeza.

El hombre con la cara pintarrajeada aún le propina un último tiro cuando el mayor de los Arellano yace en el suelo.

Años atrás, justo cuando el cártel dejaba su cenit, la policía encontró una daga junto a una docena de verduguillos y navajas. Pero la daga llama particularmente la atención. Era el arma que lleva en la mano un asesino; no uno cualquiera –si tal categoría existe para quien va por la vida quitándola–, sino de uno de los sicarios más prolíficos del Cártel de Tijuana en los tiempos en que los hermanos Arellano Félix eran considerados los narcotraficantes más sanguinarios en el continente.

En su hoja cromada estaba grabado: “Cuando me veas reír prepárate a bien morir”.

Años después, el destino trajo al capo una última visión antes de la muerte: una sonrisa.

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José Albert Márquez Esqueda nació el 19 de enero de 1960 en el hospital comunitario Chula Vista, California. En su acta de nacimiento su segundo nombre está escrito así, Albert. Cuando el FBI lo indició en la lista de los 10 criminales más buscados le describía como un hombre blanco e hispano, de 1.70 metros de altura y alrededor de 100 kilos. Es calvo casi por completo y afeita donde no lo es. Quizá la mejor descripción de aspecto sea su apodo: El Bat, “murciélago” en inglés.

Efectivamente, hay algo de vampiro en su nariz larga y caída y sus ojos enmarcados por gruesas ojeras, pero nada emparentado con los modernos vampiros de Crepúsculo: Márquez Esqueda es un descendiente del Nosferatu de Murnau.

Había cualquier cantidad de manera de decirle en ambos lados de la frontera: Bat Márquez, Josh Márquez, Julio, Ding Bat, Uncle Bill… La piel del Bat es un diario de su vida: las letras “EME” en el pecho, sello de autenticidad a su pertenencia a la Mexican Mafia, la mayor pandilla hispana en las prisiones de Estados Unidos, desde donde se controlan a las clicas callejeras con identidad sureña; El Bat, específicamente, militó en la pandilla Del Sol y así lo tenía escrito en la nuca y el abdomen. El resto de los dibujos y letras cubren el resto del cuerpo.

Antes de tener importancia en el narcotráfico multinacional, El Bat pasó por cárceles de distintos tamaños por hurto menor, hurto, transportación ilícita de extranjeros, robo, agresión física, transporte y venta de narcóticos, tenencia de un arma estando en prisión y portación de arma de fuego por un convicto.

Los detalles de su vida y muertes de este hombre, cuya trayectoria es la estampa de un cártel entero, están contenidos en las más de 2 mil hojas de acusaciones y sentencias de los que SinEmbargo posee copia.

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Foto de la familia Arellano Félix. Imagen: Especial

Durante los 90, los gobiernos de México y Estados Unidos consideraron a los hermanos Arellano Félix y al Cártel de Juárez como los grupos criminales más poderosos en el continente. En ese tiempo, la geopolítica del narco colocaba a la banda de Tijuana en condición de dominio en lugares hoy tan inimaginables como Michoacán.

Las agencias norteamericanas utilizaban como sinónimo para el Cártel de Tijuana al Cártel del Pacífico, referencia hoy asociada al Cártel de Sinaloa y, particularmente, a Joaquín Guzmán Loera.

A principios de los noventa, los Arellano Félix entraron en contacto con un rudo presidiario de la penitenciaría de San Quintín, David Barrón Corona. Era fuerte y entrón; le decían Popeye. “No le tiene miedo a nada”, dijo de él un enlace con los Arellano Félix, quienes se interesaron en contratarlo como guardaespaldas.

Barrón Corona poseía además la cualidad de ser miembro, con iniciación y juramento de lealtad y permanencia eterna a la Mafia Mexicana, una organización con miles de asociados en las cárceles mexicanas y de decenas de miles de simpatizantes en las calles: potenciales distribuidores con pasaporte estadunidense para ir y venir por la frontera con México sin mayor problema.

En 1992, Barrón Corona se mudó de San Diego, California, a Tijuana, Baja California. Empezó a trabajar como guardaespaldas de Ramón Arellano Félix.

En noviembre de ese año, después de que Barrón Corona salvó las vidas Ramón Arellano Félix e Ismael Higuera Guerrero durante una balacera en la discoteca Christine en Puerto Vallaría, los hermanos Arellano Félix recompensaron a Barrón Corona y le encargaron organizar un grupo consolidado de asesinos en México y en Estados Unidos. El cuerpo de sicarios tendría sueldo fijo permanente y reglas de comportamiento.

La conformación de un grupo de asesinos profesionales fundamentalmente dedicado a la protección de sus miembros y de ejecución de los contrarios, sería una de las innovaciones del Cártel de Tijuana Félix al actual esquema de organización criminal en México.

José Albert Márquez participó en el cártel como miembro del equipo de sicarios con base en Tijuana, manejado y dirigido por David Barrón Corona, al menos desde 1994, aunque ya en ese año, el FBI sabía que El Bat jugaba un papel de primera importancia en los planes de los Arellano Félix.

Con el tiempo, El Bat adquirió importancia hasta participar en el transporte de drogas desde Tijuana y Tecate y en la custodia de puntos de acceso de cocaína, heroína y marihuana en Estados Unidos.

EL HOMBRE ES EL CHAPO

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En 1993 y 1994, el FBI sabía que el Cártel de Tijuana observaba con preocupación el crecimiento de un nuevo narcotraficante, un gánster que salía de la tradicional mezcla de ranchero y empresario de drogas que había distinguido a los hombres en el negocio de Miguel Ángel Félix Gallardo, el tío de Los Arellano.

Este jugador en ascenso era otro beneficiario indirecto del asesinato de Enrique Camarena y mostraba mayor capacidad de violencia que sus predecesores, quizá porque aunque era sinaloense y, más específicamente, de Badiraguato, creció con pocos recursos económicos, pero con el entendimiento de que la violencia era un buen recurso.

Los Arellano Félix tuvieron algunos encuentros, pero más desencuentros hasta el día en que Guzmán Loera estuvo a nada de matarlos en Puerto Vallarta. Desde entonces entendieron que una parte medular de los negocios era el asesinato del Chapo.

En 1994, el FBI logró la colaboración de un miembro de la Mafia Mexicana, Ernesto Castro El Chuco. Al hacerlo, Castro organizó una reunión en el área de Los Ángeles, California, en donde miembros de la Mafia Mexicana se reunieron y trataron negocios de La Mafia.

La junta que Castro organizó se celebró el 25 de junio de 1994 en una habitación de hotel en Los Ángeles, California. Antes de la reunión, los agentes del FBI colocaron una cámara de video. Después, los agentes rentaron la habitación adyacente del cuarto en donde se iba a celebrarse la reunión. Desde el cuarto adyacente, los agentes vigilaron la reunión y el equipo de grabación audiovisual.

Uno de los aspectos importantes contenidos en la charla refiere la mención de la participación de la pandilla estadunidense en el atentado contra Joaquín Guzmán que terminó con la muerte del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, el 23 de mayo de 1993 en Guadalajara, Jalisco. Este es uno de los momentos clave en la historia del narcotráfico mexicano, hecho por el que Guzmán Loera se colocó en la ruta de ser el barón de las drogas más rico en el mundo.

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José Albert Márquez Esqueda, alias “El Bat”. Foto: Sinembargo

Acudieron varios miembros de la Mafia Mexicana de Los Ángeles y del condado de Orange asistieron a la reunión. El Bat participó en representación de la EME en San Diego, pero centró su asistencia en un mensaje de Los Arellano.

Compraron cerveza y, antes de iniciar la reunión, Márquez explica su esposa y sus hijos ya estaban hospedados en otro hotel con alberca para que los niños disfrutaran el día.

–Mi amigo Popeye– intervino Márquez Esqueda– se encarga de la seguridad de Los Arellano Félix. Cada vez que viajan, proporcionan camionetas Suburban. Cada vez que uno de los hermanos (Arellano Félix) sale de Tijuana, Popeye se encarga de toda esa mierda.

Otras personas intervienen, pero el FBI transcribirá que esas partes de la conversación resultan inaudibles, palabras a las que indica como NI.

El Bat: Lo digo de verdad, como siempre que quiero, ustedes saben que yo conozco a cualquiera, bien. El único problema que tuvimos, es que el tipo es de Sinaloa. Chapo Guzmán, no sé si ustedes saben quién es.

Alguien más: Uhhuh.

El Bat: Me reuní con algunas personas de Sinaloa y ahora ellos quieren hacer negocios. Bien, ahora mi hermano Popeye anda por aquí (NI) está haciéndose cargo de los negocios, asi que le están pagando para dar el golpe.

El Bat: Vale unos pocos millones, pero están en él. Pero él tiene a los federales con él y toda esa mierda. Asi que lo que queramos hacer por allá lo podemos hacer. Tenemos vehículos blindados a nuestra disposición. Conducimos en ellos como si fueran de tracción en las cuatro llantas (NI) reventar las llantas, no pueden disparar a través del metal, sin ventanas, (NI), No estoy hablando locuras. Parecen locuras pero (ni).

Alguien más: (NI)

El Bat: Él revisó como, saben… Quiero decir, quiero encargarme de los negocios. Obtuve este contrato en el que ellos quieren que nos agarremos a este hijo de la chingada y ellos nos darán dos millones de dólares. Bien, el tipo es difícil de agarrar (…) Quiero conseguir un par de hermanos y mandarlos allá y tumbar a este hijo de la chingada. Él tiene 40 guardias protegiéndolo.

Alguien más: ¿Cuarenta?

El Bat: Sí.

Alguien más: ¿En este lado o en aquel lado?

El Bat: En aquel lado.

Las voces se confunden.

Alguien más:   Él tiene cuarenta guardias protegiéndolo.

El Bat: (NI).

Alguien más: Este tipo quiere postularse para ser el presidente de México.

El Bat: Sí.

Alguien más: El que tiene el contrato sobre él, ¿cierto?

Las voces se confunden.

El Bat: Necesito que alguien vaya allá, al menos dos hermanos para devolver el golpe y el tipo les va a dar como, ya saben…Treinta mil o más, lo que sea. Simplemente devuelve el golpe, pero cuando te llame, sabes. Tienes que irte en su avión, ¡boom! Y agarrar a ese hijo de la chingada. (…) Si agarramos a este, si tumbamos a este hijo de la chingada cualquier estado que queramos, cualquier ciudad, como si queremos Tecate, Mexicali, Juárez, lo que sea, vamos ahí y nos encargamos de los negocios y esos somos nosotros. Cualquier droga que pase por ahí le imponemos impuestos.

Las voces se confunden.

El Bat: Cuando estaban en un club nocturno, todos ustedes muchachos escucharon hablar del club nocturno cuando llegaron y simplemente empezaron a dispararle a la gente. (…) Ellos llegaron disparando, con metralletas y mierda, cierto Así que todos ellos sacan sus armas. Sabes todos estaban disparando, todo al estilo Vietnam. Él se salió, él simplemente jaló al hijo de la chingada sacándolo del auto, él se detuvo y jaló al hijo de la chingada, lo tiró afuera del auto, va el en el auto, el tipo lo puso en el auto: “Mete tu cabrón culo aquí”. Se fue con el comandante de Mazatlán y les dijo: “Denos algunas pinches pistolas. Este cabrón es un maniático”. Él se llevó todas sus pistolas las aventó en el auto y regresó.

Castro: ¡Oh! Ellos vinieron por los hermanos Arellano…

El Bat: Si (…) Ese fue Chapo Guzmán. Esos son los tipos de Sinaloa. Ellos llamaron al cuate a Guadalajara. Esto es cuando asesinaron al cardenal (Juan Jesús Posadas Ocampo), no sé si ustedes muchachos oyeron sobre eso (…) Él se sale aproximadamente una hora antes, pero todos los cuates están todavía en el avión. Hay diez tipos, ¿sabes?, diez tipos de San Diego en el avión cuando sucedió el tiroteo, bien, Chapo Guzmán se escapó, como sea. El cardenal fue asesinado. Pero Chapo Guzmán, él es dueño de periódicos y mierda, él se les echó encima a los tipos de San Diego.

Los jefes de la EME en libertad intercambian teléfonos. El Bat camina hacia el teléfono y marca y, cuando le contestan, pide un número de habitación. Se entiende que habla con su esposa:

“Yo parezco un vagabundo y aquí todos están e traje… Yo no me cambié. Los veo en un rato. ¿Tienen trajes de baño? ¿Compraron trajes de baño?…  Compraste uno nuevo… Está bien pasaré mañana   Está bien… Déjame hablar con ella… ¿Qué estás haciendo?… ¿Nada?… Fuiste a nadar… Huh… Nadaste… ¿Estás cuidando a tu hermana?

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Imagen: Sinembargo

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Meses después, El Bat volverá a cruzar la frontera. Esta vez tiene el encargo de los hermano de Arellano Félix de asesinar a una ex novia de Benjamín, a quien consideran una infidente, una mujer que habla con la policía por el rencor que le ocasiona el asesinato de un hermano suyo.

Pero en las instrucciones del capo se percibe más ira que eso.

–Tiene que ser un trabajo sucio– le advierten al Bat. Benjamín quiere que la mujer sufra. –Tiene que ser con cuchillo, ¿tienes inconveniente?

El Bat sonríe.

–Los cuchillos son mi especialidad.

Y claro que lo son. La policía mexicana detuvo a Márquez Esqueda. Entraron a su casa en la colonia Bueno Aires de Tijuana, un sitio en que empaquetaban marihuana. Pero lo que llamó la atención de los agentes fue la cantidad de armas que había y, entre estas, las dagas, cuchillos y navajas.

¿Cuántas vidas arrancó El Bat con las siguientes hojas de acero? Imposible saberlo. Este es el inventario:

1. Daga marca Westmark, con mango de madera con gris, filo sencillo y terminacion en punta.
2. Navaja  tipo muelle marca Inox con mango de color hueso.
3. Verdugillo con cachas de madera con hoja en forma de curva con estuche de madera color negra.
4. Verdugillo marca Gerber doble filo en forma de sierra, mango de metal con funda de tela negra.
5. Daga marca Hermkonejung de un solo filo con un escudo nazi, mango de plástico color negro, funda de metal en color negro.
6. Verdugillo de metal en cuyo mango tiene una figura de viejito.
7. Navaja tipo muelle marca Catainless de una sola hoja y mango color hueso.
8. Daga con mango tipo manopla de metal con incrustaciones de plástico, terminacion en punta.
9. Verdugillo con mango de metal, con una figura de caballo y una piedra en forma de díamante en el mango.
10. Daga tipo machete corto de metal cromado con mango color madera con acabado de corteza de arbol y una moneda incrustada de medio dólar.
11. Daga tipo machete en curva de un solo filo y la leyenda India con mango de madera verde oscuro.
12. Daga cromada con hoja cromada en el centro con grabados entretejidos en ambos lados, mango color café, grabado con recuadros y en el extremo inferior cuenta con una cabeza de dragón con los ojos rojos; tiene otras dos cabezas de dragón que sobresal del mango, también con los ojos rojos.
14. Daga tipo machete en curva de un solo filo con mango de madera color verde funda de cuero color negra.
15. Verduguillo cromado con mango de incrustaciones de plástico y cromo.
16. Cuchillo tipo cachete con mango de madera color café y la leyenda Pakistán, con terminación en punta curvilínea.
17. Daga curva con mango de madera negro y roto con funda de piel.
18. Daga doble filo con mango de metal color verde militar.
19. Daga con filo en punta y sierra con mango de plástico color negro.
20. Daga con hoja oxidada de un solo filo.
21. Manopla metálica en forma semicircular en forma del logotipo de Batman y la leyenda “FOREVER”.
22. Verduguillo de doble fila con mango cromado y 14 calaveras y una piedra imitación diamante incrustadas.
23. Daga con punta oxidada y mango verde militar.
24. Daga sin marca con mango en forma de manopla y en la hoja la leyenda “cuando me veas reír prepárate a bien morir”. *

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Imagen: Sinembargo

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Nota: Este reportaje está elaborado a partir de las declaraciones de testigos colaboradores, acusados y agentes del FBI, en peritajes y en partes policíacos contenidos en la resolución del expediente 07/2003 de extradición abierto por la Secretaría de Relaciones Exteriores, en el toca penal 159/2003 resuelto por el Quinto Tribunal Unitario en Materia Penal del Primer Circuito, en la causa 146/2003 librada por el Juzgado Quinto de Distrito en Procesos Penales Federales en el DF y en la averiguación previa 019/MPFEADS/98 integrada por la Procuraduría General de la República.

AGUACATE: “ORO VERDE” DE LOS TEMPLARIOS

viernes, octubre 11th, 2013
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Foto: Humberto Padgett

Por Dalia Martínez y Humberto Padgett

Meseta Purépecha, Michocán, 11 de octubre (SinEmbargo).–

Dicen los fanáticos del futbol americano en Estados Unidos que sin guacamole no hay súper tazón. Fiel a la costumbre, el Presidente Barack Obama ha seguido los juegos de campeonato desde la Casa Blanca con totopos sopeados en la mezcla de color verde, según ha difundido su oficina de prensa.

Y en Michoacán, primer productor mundial de aguacate y primer exportador de la fruta al país del norte, se sabe que la industria de la palta está intervenida en su totalidad por el crimen organizado.

Es difícil saber si Obama lo sabe o no. Pero quienes sí lo tienen bien claro son los dos expresidentes panistas que ha tenido México: Felipe Calderón, quien es michoacano, y Vicente Fox, quien es aguacatero en la misma región en la que Los Caballeros Templarios son el gobierno de facto.

El narcotráfico ha hecho de la empresa de las drogas una simple división y ahora ha montado una férrea estructura de extorsión en la mayoría de las áreas de actividad económica agropecuaria del estado.

La veta del “oro verde” fue descubierta alrededor de 2010 por Los Caballeros Templarios, pero recientemente decidieron intervenir de manera directa en cada uno de los procesos de esta industria de la que Michoacán, por sí mismo, sería líder mundial y por mucho.

Hoy, cuentan los pequeños productores, no hay dinero que alcance para satisfacer las exigencias de “apoyos” del crimen organizado. Los Caballeros Templarios exigen 1.50 pesos por pie de la planta de aguacate cultivada en vivero; 1,500 pesos por hectárea para los productores que no exportan y hasta tres mil pesos para quienes han enviado su producto fuera del país en el pasado, sin importar que en la temporada hayan producido o no.

Hasta hace dos años, los templarios calculaban la cuota que debía aportar un huertero con base en la cantidad de árboles que éste les reportaba de su propiedad. Si los narcotraficantes descubrían que el agricultor había mentido, volvían a su parcela y derribaban todos los árboles excedentes.

“Dijiste que tenías 100 y tienes 300, pues, te chingas y te quedas nomás con tus 100. Tiras 200”, era el razonamiento.

No existe manera de engañarlos. No vale decir que se poseen dos hectáreas en vez de tres o que se cultivó una tonelada en vez de dos.

Ellos, “los malos”, como los llaman los productores de la fruta en Cherato, municipio de Los Reyes, saben con exactitud cuántas hectáreas tiene cada uno de los 22 mil productores en Michoacán, cuántas matas sembraron, cuántos kilos produjeron, cuántas cajas sacaron y a qué empacadora vendieron.

Aún más: conocen con la precisión de un relojero cuántas plantas existen en cada vivero y a quién las venden estos. No sólo pagan por cada planta cultivada, sino también por camión o camioneta que traslada la mata.

Los Caballeros Templarios también saben el nombre y apellido de los productores, de sus familias, de sus hijos, de sus esposas, conocen el domicilio y qué lugares frecuentan.

Todo. Tienen en sus manos la radiografía completa de los aguacateros.

No existe manera de escapar al ojo, los oídos y las manos criminales de los extorsionadores porque no pocas veces es el vecino, el amigo de toda la vida, el familiar cercano, y también el lejano, el compañero de juerga y hasta el hermano.

–¿Cómo es posible que tengan información tan detallada? –se les cuestiona a varios de ellos reunidos en entrevista con SinEmbargo.

–¡Aaah, pues, fácil! Saben cuánto tenemos porque tienen acceso directo a las guías [permisos] que otorga la Junta Local de Sanidad Vegetal, que depende de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (SAGARPA) y los Comités Estatales de Sanidad Vegetal. La Junta lleva el control e inspecciona físicamente cada metro de hectárea, cada mata, cada árbol y también la calidad de cada fruto.

Entre los productores priva la sospecha de que los empleados de cada Junta de Sanidad Vegetal están coludidos con “los malos”, a quienes les entregan la información a detalle, forzada o voluntariamente. Las situaciones que viven en sus tierras los llevan a concluir que los narcotraficantes tienen incluso la capacidad de decidir las visitas oficiales que hacen los agrónomos de la Junta Local.

Los narcos hacen excepciones para el pago y rebajas con los huerteros viejos o enfermos.

“A ellos les rebajan el donativo y les cobran la mitad, es decir mil quinientos por hectárea, como también la mitad del cobro es para los productores de aguacate que no sacan el producto del país y a veces ni siquiera del estado”.

El rosario de extorsiones para cada productor aguacatero en Michoacán no termina aquí.

Cada inspector de la Junta demanda su propia cuota: 3 mil pesos por huerta al año para mantener la etiqueta de inocuidad del producto y hectárea. La certificación es indispensable debido a los altos estándares exigidos de la palta, luego del embargo de 83 años (de 1914 a 1997) impuesto por las autoridades estadunidenses al producto mexicano, uno de los más largos en la historia del comercio internacional.

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Empacadora. Foto: San José Estrada serafín

La producción de aguacate en estos tiempos es casi un acto de fe y de costumbre.

A raíz de las extorsiones, cobros de cuotas, secuestros y matanzas de miembros del sector aguacatero, el gremio de productores se ha reducido y reservado para quienes tienen en la bolsa más de un millón de pesos para invertir y de cuatro a siete años para sentarse a esperar a que el negocio rinda frutos, además de aguantar las embestidas de la mafia que se volvió voraz y ahora saca tajada hasta del modesto empacador.

Una hectárea de tierra en la meseta purépecha susceptible de ser cultivada para aguacate cuesta, en promedio, 100 mil pesos.

La inversión inicial que requiere al año es de otros 100 mil pesos, incluidos fertilizantes, abonos, plaguicidas, trabajadores y la siembra de pies del fruto.

Si todo sale bien una huerta puede producir de 4 a 6 toneladas de aguacates por hectárea al año durante los siguientes 80 años.

Pero una vez que empieza la cosecha hay que integrar el negocio también a la Asociación de Productores, Empacadores y Exportadores de Aguacate en Michoacán (APEAM) si se quiere sacar a la venta el producto y colocar en el mercado, tanto nacional como internacional.

La APEAM requiere una anualidad de 5 mil pesos y seguir al pie de la letra los requisitos para adquirir los permisos necesarios para la exportación y venta del fruto y comprar sólo los químicos que ellos autorizan y aprueban.

En 2011, el organismo frutícola registró seis mil 800 socios distribuidos en más de 20 municipios productores de aguacate. El municipio con mayor producción es Uruapan, conocido por su calidad del fruto como “la capital mundial del aguacate”.

La Asociación también tiene el registro puntual de cada uno de los 17 mil agricultores de aguacate y las 125 mil hectáreas cultivadas en Michoacán, en sus diferentes variedades, que representan el 11.5 % de la superficie total cultivada en el estado.

La incursión de lleno del crimen organizado en la cadena productiva del aguacate ha golpeado especialmente al pequeño productor que posee menos de 10 hectáreas o al que empieza en el negocio pero que, ante los cobros excesivos, ha optado por abandonar las tierras y las ha vendido o rentado.

“Los pequeños productores que quieren o quisieron iniciar en el negocio ahora ya no pueden. Apenas compran la planta en los viveros se dan cuenta de quién es y cuántas plantas compra y desde ahí comienza el cobro de cuota”, testifica un productor indígena.

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Foto: Humberto Padgett

La reciente conformación de la guardia comunitaria en el municipio de Los Reyes, otro municipio productor, frenó la ola de extorsiones que desde enero de este año irrumpió en las comunidades de la zona. Inició haciendo caminos para sacar el producto, luego se apoderó de huertas anunciando, listas en mano, que cada pequeño propietario, dueño de no más de una hectárea y media de terreno, pagaría dos mil pesos por hectárea.

Por esta razón es que las cuatro comunidades indígenas de Los Reyes están levantadas contra el narcotráfico.

Los Caballeros Templarios también llevan un registro de los viveros y las plantas que poseen y le cobran al propietario 1.5 pesos por planta. Cada vivero tiene en promedio 100 mil pies de planta de aguacate, principalmente de la variedad Hass, la más rentable por sabor, consistencia y tamaño y que fuera introducida en la región por la familia Sahagún de Zamora.

Los productores en pequeño aseguran por experiencia que una hectárea de aguacate contiene alrededor de 100 plantas que demandan anualmente de media tonelada a una tonelada de fertilizantes y plaguicidas autorizados por APEAM. Esta inversión representa de 40 a 60 mil pesos por temporal de siembra.

Además exige el cuidado y la preparación del terreno con nutrientes todo el año para evitar el arribo de alguna de las tres plagas que atacan el producto: la roña, la viruela y la mosca, que juntas o por separado pueden destruir plantíos enteros. Fumigar cuesta al productor unos 60 mil pesos.

Demanda agua sin pausa. Por eso se siembra en terrenos de gran captación pluvial y rodeados de pinos que alimenta a los extensos sembradíos aguacateros de la extensa Meseta Purépecha.

La inversión en trabajadores de las huertas de aguacate es punto y aparte. Se ocupan al menos 10 personas por hectárea para fertilizar, limpiar, podar y recoger el fruto.

“Los esfuerzos se compensan cuando comienza la producción porque se recogen de tres a cinco toneladas por hectárea, dependiendo de cómo se halla cuidado el huerto, pero cuando el pequeño productor ve que no le puede invertir, mejor renta o vende su parcela”, dice otro productor de la meseta.

Dice otro: “El negocio es llevadero, pero no con la extorsión. Aún si usted le quitara toda la parte de la violencia y el desagrado de tener que regalar el dinero, en algunos casos deja de ser costeable. A lo mejor lo sea para los grandes productores”.

–¿Todos deben pagar su cuota?

–Todos: grandes, pequeños, medianos.

–¿Y los productores que además son políticos?

–También porque pasan por todos lados. A no ser que el arreglo sea de otra manera y entonces el jefe de plaza se beneficie de otra manera o lleve favores pa’rriba de la organización.

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Foto: Humberto Padgett

La industria aguacatera en el estado genera unos 7 mil 500 empleos permanentes para la cosecha al año, 2 mil empleos en el empaque de la fruta y otros 5 mil empleos indirectos y mixtos.

Los productores ganan entre 40 y 60 mil pesos por tonelada del fruto. Esto era algo relativamente seguro, pero el año pasado sucedió algo curioso: los Caballeros Templarios fijaron el precio por kilo del aguacate entre cuatro y seis pesos a todas las empacadoras.

“Todas las empacadoras compraban al mismo precio el aguacate. No hubo ni una sola, ni una sola de las 200 que existen en la región que desobedeciera”, apunta un aguacatero de Uruapan. “Algunos aguantamos, pero el más perjudicado siempre es y fue el productor, pero sobre todo el pequeño productor que no alcanza a sacar más que para irla pasando”.

Pese al precio artificialmente castigado, en el mercado nacional, la fruta nunca se ofreció al consumidor en un precio inferior a los 30 pesos. En mayo y junio de 2012 el precio en el mercado nacional se fue a los cielos y superó los 50 pesos, en tanto que su comercialización en el exterior alcanzó en Florida y California, por ejemplo, hasta los 10 dólares por kilo.

Por eso la conclusión de los huerteros y empacadores de que Los Caballeros Templarios también están al final del negocio: son exportadores con todas las ventajas posibles para hacerlo. Y algo más: las ganancias del aguacate, a diferencia del otro oro verde de los narcos michoacanos, la marihuana, no sufren detrimento posterior porque no requieren ser lavados.

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Devastación del bosque por cultivo de aguacate. Foto: Gustavo Graf / Cortesía Greenpeace

Trinidad Ramírez, integrante del Consejo de Cherán, autoridad indígena y civil, apunta a que la devastación de sus bosques por parte de Los Caballeros Templarios era para asegurar la expansión de la superficie de cultivo para el aguacate.

“La intención del crimen organizado de arrasar los bosques era para cambiar su uso. No sólo querían apropiarse de los recursos forestales, sino también de las tierras. ¿Por qué la saña contra los bosques, por qué no quieren que se regenere el bosque y lo queman? Hasta nos impedían que fuéramos a apagar el fuego.

“Descubrimos, primero, la siembra de marihuana, pero el uso verdadero era el uso del suelo para la siembra de aguacate. Querían apropiarse del territorio. En varios de los pueblos vecinos que tenemos, en Zacapu, ocurrió lo mismo y lo que ahí se cultiva, donde antes hubo bosque es únicamente aguacate”.

Sólo Cherán sufrió el daño en 18 mil hectáreas en el proceso de tala e incendio, de las que 9 mil fueron destruidas en su totalidad. Las cifras también se vuelcan en pérdidas humanas: cinco desaparecidos y 11 ejecutados con violencia en el mismo municipio.

“El crimen organizado ha sido una plaga que arrasa con todo. Talaban e incendiaban el bosque y también se robaban trojes y animales. Lo hicieron con el bosque que mi padre cuidó toda su vida y después de eso cayó enfermo y murió. Lo consideramos como una muerte indirecta”.

De acuerdo con información de la Sagarpa, la superficie destinada a la producción de aguacate en Michoacán creció de 31 mil hectáreas en 1980 a más de 106 mil hectáreas en 2009, en las que se proyecta obtener un millón 200 mil toneladas de este cultivo. La superficie actualmente destinada a la producción del fruto en Michoacán es 342 % más a la contabilizada en 1980.

Un estudio realizado por el Centro de Investigaciones en Geografía Ambiental- UNAM y citado por Greenpece, en los municipios de Charapan, Cherán, Los Reyes, Nahuatzen, Nuevo San Juan Parangaricutiro, Paracho, Peribán, Tancítaro, Tingambato, Uruapan y Ziracuaretiro muestra cómo se perdieron 20 mil 32 hectáreas de bosques entre 1976 y 2005. Y sólo de 2000 al 2005 esta pérdida se aceleró y adquirió un ritmo de 509 hectáreas por año.

La desaparición de los bosques purépechas se debe principalmente al crecimiento de la superficie dedicada a monocultivos de aguacate y a la urbanización. Sin considerar la conversión de parcelas que tradicionalmente se destinaban al cultivo de temporal o a la ganadería, en la región purépecha se incorporaron casi 14 mil hectáreas a la actividad agrícola, principalmente al cultivo de aguacate.

LOS AGUACATES DE FOX

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Rancho Fox. Foto: Juan José Estrada Serafín

¿Por qué es tan buen negocio el aguacate para Los Caballeros Templarios?

Según la SAGARPA, en el 2010 la producción total de aguacate en México reportó un poco más de 1 millón 77 mil toneladas. La mayor producción se focaliza en Michoacán, lugar donde se concentran 920 mil toneladas de la fruta. Michoacán es el estado que reporta 85 % del total de la producción, siendo el líder productor. Ofrece en promedio 76 mil toneladas mensuales que se destinan al mercado internacional y al mercado nacional.

El valor de esta producción supera los 12 mil 640 millones de pesos.

Las exportaciones mexicanas de aguacate están concentradas principalmente en tres mercados: Estados Unidos, Japón y Canadá. En el periodo 2006 a 2010, las exportaciones mexicanas a Estados Unidos cubrieron el 80.3 %, en tanto que las provenientes de Chile representaron el 19 % restante.

La Secretaría de Economía informa que la superficie sembrada de aguacate en el país alcanzó las 134 mil hectáreas en 2010, después de un periodo de expansión que comenzó en 2004, cuando se tenían registradas 101 mil hectáreas. El crecimiento ocurrió principalmente en tierras de temporal, lo que coincide con el señalamiento de los productores tradicionales respecto a que el cártel amplía la superficie cultivable mediante la tala de los bosques y el cambio de cultivos tradicionales y de autoconsumo, como el maíz, en tierras aguacateras. A pesar del aumento de la oferta, el precio al mayoreo se ha mantenido en constante crecimiento debido al incremento del consumo, principalmente en Estados Unidos.

En 2010, las exportaciones realizadas alcanzaron los 672 millones de dólares, con un volumen de 368 mil toneladas.

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Rancho Fox. Foto: Cuartoscuro

Quizá por eso la familia Fox-Sahagún, conformada por el matrimonio entre el expresidente Vicente Fox y Martha Sahagún, apostó a lo grande en la industria aguacatera en el municipio de Tinguindín, ubicado al borde del fértil Valle de Zamora.

Ahí Vicente Fox Quesada compró casi al término de su mandato en 2006 cientos de hectáreas que se dividen en los Ranchos La Mesa de Molino, Las Tortugas, La Mesa de Taranda y Las Buganvilias, donde los Fox-Sahagún han consolidado el negocio aguacatero que comenzó con el padre de la exprimera Dama, Alberto Sahagún —un médico cirujano con visión y vocación empresarial que en las primeras décadas del siglo XX introdujo en el estado la variedad del aguacate Hass—.

El síndico municipal de Tinguindín, Jesús Pulido Heredia, un priista convertido en perredista que, al igual que el presidente municipal, es productor aguacatero, otorga todo el crédito a la familia política de Fox por el progreso de este pueblo en el que el 80 % de las personas ocupadas trabajan en algún eslabón de la cadena productiva del aguacate.

“Los Sahagún fueron pioneros en sembrar y producir el aguacate Hass a escala empresarial. Antes se sembraba aquí puro aguacate criollo. Ellos, hace medio siglo, empezaron a comprar terrenos y a traer las variedades Fuerte, Bacon y Hiden. Son gente que económicamente siempre han sido pudientes”, recuerda Pulido Heredia.

Ellos comenzaron a prosperar en estas tierras con ayuda del padre de Martha Sahagún, Alberto Sahagún, quien junto con sus hermanos, tres médicos y un sacerdote se hicieron de un extenso territorio aguacatero, de por lo menos 250 hectáreas, que hoy domina esta región.

Todos conocen aquí las tierras de los Sahagún, sus empacadoras y su fortuna.

Durante el mandato de Vicente Fox los panistas solían reunirse en el Rancho Las Tortugas y la gente se daba cuenta por la seguridad indiscreta del Estado Mayor Presidencial en los alrededores y el aterrizaje del enorme helicóptero que trasladaba a la pareja.

Los panistas de la región eran convocados a este rancho para armar sus estrategias políticas que no dieron el resultado esperado en las elecciones pasadas: el PRD se quedó con la primera posición del ayuntamiento, con Fernando Pulido Maciel al frente. Un municipio vecino de Tingüindín es Cotija, donde nació Marcial Maciel, el pederasta fundador de la Legión de Cristo, orden que tuvo entre sus principales promotoras a Martha Sahagún.

Vicente Fox compró el Rancho Las Tortugas en el año 2004, cuando aún era Presidente y tres años antes de que el embargo aguacatero impuesto por Estados Unidos a México fuera levantado en su totalidad con la apertura de puertas de California a la fruta mexicana.

Pero no todo fue, ni es, miel sobre hojuelas con los Fox-Sahagún y su imperio aguacatero. El clima demostró a los Fox que no todo tiene precio. Vicente compró varias hectáreas de una hermosa pradera en la que hay una franja ubicada en la fértil falda del Valle de Zamora, conocida como Las buganvilias, y donde la naturaleza se empeñó en reservarla para sí y la protegió con heladas que son capaces de quemar cualquier cosa.

Empecinado como es, Vicente Fox, al ver que ninguna clase de variedad de aguacate se daba en el lugar, pidió la asistencia de un equipo de científicos, ingenieros y técnicos de nacionalidad rusa que hicieron de todo, sin éxito, para enderezar el clima.

Sigue helando en Las buganvilias y Fox sigue sin producir un sólo gramo de aguacate en este lugar, oculto a la vista de los curiosos por enormes cipreses y protegido día y noche por un fuerte equipo de seguridad.

MÁS AGRÍO QUE UN LIMÓN

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Región aguacatera. Foto: Juan José Estada Serafín

No sólo el aguacate es negocio de Los Templarios.

El 7 de marzo del 2013, a menos de un mes de que surgió en La Ruana, municipio de Buenavista Tomatlán, su grupo de autodefensa, fueron aprendidos en una redada del ejército mexicano 47 jornaleros agrícolas, en su mayoría cortadores de limón.

Ese día en la mañana, unos 200 limoneros se alistaban a realizar una marcha para protestar por el cobro de cuotas impuesto por los Caballeros Templarios que llevaban meses determinando qué días, a quiénes, a qué empacadoras y en cuánto vendían la recolección y producción de limón agrio de la región.

Cansados de pagar 20 pesos al día de los 80 que ganan por un jornal de 12 horas, los aproximadamente 700 limoneros –entre hombres, mujeres, niños y ancianos– salieron a las calles alentados por el surgimiento y respaldo del grupo de autodefensa que les ofreció acompañarlos y protegerlos de Los Caballeros Templarios.

Se dirigían al centro del municipio de Buenavista Tomatlán, donde se llevaría a cabo un acto público con la presencia presuntamente del gobernador del estado, Fausto Vallejo Figueroa.

La idea de los limoneros era denunciar el acoso del cártel de Los Caballeros Templarios y pedir seguridad para su trabajo.

Ni siquiera pudieron salir de la comunidad de Felipe Carrillo Puerto, mejor conocida como La Ruana. Ese día muy temprano, además de la movilización de limoneros, los pobladores de La Ruana se percataron del paso de un convoy de 12 camiones del ejército, los mismos que horas después capturarían a los 47 limoneros y los entregarían a la Procuraduría General de la República acusados de tener vínculos con el narcotráfico, posesión ilegal de armas y delitos contra la salud.

En menos de 48 horas los presos fueron exhibidos ante los medios y presentados como “peligrosos miembros del Cártel Nueva Generación de Jalisco”, procesados y canalizados a diverso penales del país.

Sus esposas, madres, hermanos e hijos, el 10 de abril, volverían a salir a las calles para demandar la liberación de sus parientes o por lo menos que se les siguiera un juicio justo, asistido por abogados confiables y no por abogados de oficio que los abandonan al ver que no tienen ni con qué pagar una fotocopia.

Ese día no tendría tanta suerte la manifestación porque nuevamente fueron repelidos pero ahora con balas disparadas tanto por el ejército como por Los Templarios que matarían –según cifras oficiales– a 10 limoneros, entre ellos tres mujeres y un menor de edad.

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Campos de cultivo de aguacate. Foto: Gustavo Graf / Cortesía Greenpeace

Los Caballeros Templarios “comenzaron a acosar a la población civil desde hace más de dos años”, recuerda uno de los líderes del grupo de autodefensa de este lugar, Hipólito Mora.

Empezaron por cobrar 50 pesos al mes por hectárea cultivada con el cítrico, luego pidieron 80 pesos y ya a últimas fechas querían 120 pesos. Además cobraban cuotas de 2.50 pesos por caja de limón, que es lo que se siembra principalmente en este municipio de la Tierra Caliente, de vocación agrícola- citrícola desde mediados de la década de los80, lo que lo ha llevado a ser el segundo productor de limón agrio en el país.

El Cártel creado por Nazario Méndez y Servando Gómez La Tuta “se volvió voraz y sanguinario”, resume Hipólito Mora.

Querían dinero por todo: por la tierra, por las trocas, por las cajas de fruta, por todos y cada uno de los trabajadores y hasta por las motos en las que se traslada la mayor parte de la gente de este lugar que vive a temperaturas de hasta 45 grados centígrados, en los meses de abril y mayo.

La gota que de derramó el vaso en esta región fue quizás que Los Templarios empezaron a decidir y ordenar a los jornaleros quiénes y cuáles días podían trabajar y a quién le iban a vender el producto: nuevamente incidencia en los precios.

En otras situaciones del mercado, los narcotraficantes facilitaban el corte, la compra-venta y por tanto el traslado del cítrico a las empacadoras que mejor cooperaban con ellos y no ponían trabas a las cuotas.

“A la empacadora que no quería cooperar o protestaba por los cobros se le cerraba la recepción de producto o se le impedía que sacará su mercancía y el limón, cortado bajo este calor, se podría descomponer en menos de 48 horas”.

En casos extremos, pero cada vez más frecuentes, la empacadora que no coopera en tiempo y forma simplemente se incendia con todo y maquinaria.

Buenavista Tomatlán pertenece al grupo de los ocho municipios que integran el Valle de Apatzingán. En La Ruana existen cinco de las 12 empacadoras que hay en el municipio de Buenavista que juntas concentran el 65 % de las 30 mil 385 toneladas de limón que produce al año la región.

Michoacán ocupa el tercer lugar en la producción de este cítrico. El INEGI reportó la producción en esa entidad de 414 mil 562 toneladas.

Quizás por ello puso el ojo ahí la maña y ahora se lo disputan, como perros que jalan un trozo de carne, Los Templarios y el Cártel de Jalisco.

El grupo de autodefensa de La Ruana ha tenido que aliarse a los largo de estos meses con otros grupos de la región como el de Tepalcatepec para repeler al enemigo común y cerrar el paso también a quien intenta una y otra vez doblegar por asfixia y miedo a quienes tienen de aliado.

Como en Tepalcatepec, tampoco los líderes claves del movimiento pueden salir de su territorio y más allá de ciertos límites como en Santa Ana Amatlán o San Juan de Los Plátanos, caminos forzosos para llegar a Apatzingán y conectar con Uruapan, no se responde por la vida de nadie.

Hipólito Mora confiesa que más de una ocasión le ha mandado decir Nazario Moreno, El Chayo, el líder templario supuestamente muerto, que vaya a verlo, que quiere negociar con él, que lo deje trabajar a cambio de respetarle la vida. A la vez, el Cártel de Jalisco intenta infiltrarse en el movimiento ofreciendo defenderlos de Los Templarios, aparentemente sin pedir nada.

“Pero no se trata de sacar a un cártel para meter a otro. Lo único que pedimos es que nos dejen en paz, que nos dejen trabajar como hasta hace poco y que el gobierno ponga orden”, dice el viejo líder a quien, igual que a uno de los jefes de la autodefensa de Tepalcatepec, Juan Manuel Mireles, el gobierno federal y estatal se empeña en vincular con el Cártel de Jalisco y sacar a relucir delitos de sus pasado que ya pagó con cárcel.

Mientras tanto el presidente municipal de Buenavista Tomatlán, de extracción priista, Luis Torres Chávez quien hace siete meses fue expulsado del municipio junto con la policía local, clama por la intervención de la policía estatal y el ejército y se dice acosado por los grupos de autodefensa y les achaca también la muerte violenta de dos de sus hermanos.

“Nada de eso es cierto. Que vengan e investiguen para que vean que lo se encuentran, serán sólo las mentiras del alcalde”, repone el jefe de las autodefensas.

Nada frena ahora el movimiento de autodefensas, dice, como tampoco las embestidas violentas del crimen organizado a quien Hipólito Mora compara con la plaga de la tristeza que le cae a las huertas de limón.

“Cuando llegaron nos carcomieron todo…por dentro, como cuando uno agarra un limón que por dentro trae la tristeza porque ya se lo ha chupado todo; sólo queda la apariencia de estar bien, pero sólo es por fuera”, asume y en seguida el viejo líder, fuerte y decidido como un roble, saca un pañuelo y enjuaga sus lágrimas, confundidas con unas gruesas gotas de sudor.

¿Sólo son los aguacates y los limones?

Valdría la pena preguntarse si en Japón saben del sufrimiento que acompaña a un melón mexicano cuando lo colocan como centro en uno de los bellísimos arreglos florales con los que demuestran su prosperidad y buen gusto.

LA PROPAGANDA Y LA OCUPACIÓN TEMPLARIA

jueves, octubre 10th, 2013

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Foto: Humberto Padgett

Por Humberto Padgett y Dalia Martínez

Morelia, Michoacán, 10 de octubre (SinEmbargo).–

En la extensa colección de organizaciones criminales en el mundo la de los Caballeros Templarios resulta única.

Si se atiende a que el líder de un cártel, Nazario Moreno, se apoda a sí mismo El Más Loco y se hace llamar Ernesto Morelos Villa –pretendida síntesis de Ernesto, El Che, Guevara, José María Morelos y Pavón y Francisco Villa– la organización criminal resulta, al menos, peculiar.

Otra peculiaridad de Los Caballeros Templarios es su extensa y diversa propaganda. Como ningunos otros, los narcotraficantes michoacanos exigen reconocimiento público y producen contenidos culturales a favor de su causa, la que consideran de interés común.

La propaganda templaria puede desglosarse de acuerdo a su destinatario: se presentan como “insurgentes” y “revolucionarios” ante quienes suponen sus críticos intelectuales, buscan acreditarse como defensores del “pobre, el huérfano y el enfermo”; propagan la idea de que Nazario, supuestamente muerto, regresa a la vida para “proteger a su pueblo” y “ajusticiar a sus enemigos”.

A mediados del año pasado apareció un libro llamado “Palabra de caballero”, un impreso sin editorial presentado como un trabajo de investigación periodística firmado por Edgardo Morales que integra el discurso político de Los Caballeros Templarios. El texto se justifica en el derecho de réplica de los templarios y la “versión desconocida” de su “movimiento”.

Morales relata su estancia en un lugar desconocido al que llegó con los ojos vendados luego de varias horas de camino en camioneta. En el sitio, un hombre le entregó varios documentos y explicó las razones de Los Templarios.

En resumen, reproduce, textualmente, todos los panfletos entregados por un hombre “firme”, pero “sereno”, que equiparan las actividades del cártel con el alzamiento zapatista en Chiapas de 1994.

Las actividades del cártel son ahí consideradas una “resistencia civil” en la que participan comerciantes, estudiantes, profesionistas, campesinos, intelectuales, amas de casa y otros sectores de la sociedad que “se suman a la movilización social que ha dado vida a una nueva etapa en la Historia de México”.

Sostiene que las luchas sociales a través de la organización partidista no alcanzaron el éxito esperado porque el estado mexicano utilizó el poder para “dejar la riqueza en manos de unos cuantos” mientras que, por el otro lado, la sociedad no logró en su conjunto una organización que marcara los principios, los motivos y las causas de esa lucha emprendida a través de los procesos electorales.

Se expone en un manifiesto:

“En los tiempos actuales, los cambios y las transformaciones a favor del pueblo de México, o particularmente para los michoacanos, simplemente siguen siendo letra muerta y base del discurso demagógico de nuestros gobernantes quienes a la fecha, sólo han provocado el surgimiento de una nueva generación de hombres y mujeres que buscan dignificar nuestra dignidad como seres humanos.

“Nuevamente es el pueblo michoacano, como en los tiempos de la Independencia y la Revolución, el estado que aporta a sus hombres y mujeres, que a cambio de sus propias vidas, reclaman la garantía de una auténtica paz social representada con igualdad, respeto y oportunidades para todos.

“Escribimos entonces, sobre un sistema de gobierno federal que en manos del Presidente de México, licenciado Felipe Calderón Hinojosa, ha provocado el surgimiento de movimientos sociales y grupos organizados como los Caballeros Templarios que, con el liderazgo de la nueva generación de insurgentes o caudillos, sólo pretenden –visto desde abajo– la protección, el amparo y el apoyo de un pueblo que exige justicia social en el México Moderno”.

Los Caballeros –recuérdese que en su dirección está Servando Martínez, La Tuta, un profesor rural– recuerdan que en Apatzingán, su principal bastión, se redactó la primera Constitución mexicana.

“Tiene lógica la unidad y organización de los pueblos que se enlistan en la insurgencia con el coraje que surge por la impotencia de no contar con el respaldo de sus gobernantes y sí por el contrario, se manifiestan bajo un proyecto represivo donde pretenden callar al que habla y frenar a quien avanza en un movimiento social que es humillado, pisoteado y señalado de delincuencia organizada.

“La presencia de los Caballeros Templarios, organizados en este movimiento insurgente y popular como lo denomina la sociedad, enumeramos las necesidad y nuestros reclamos: Generación de empleos, precios y garantías de comercialización para los productores del campo, educación para los jóvenes que pretenden concluir sus estudios media y superior, programas reales de educación, salud y vivienda, apoyo al sector comercial y pequeñas o medianas empresas, seguridad y amnistía para quienes viven en la persecución del gobierno por las causas sociales que se enmarcan en estas peticiones, entre otros puntos puestos en la mesa de diálogo”.

Resulta imposible saber con qué seriedad lo hacen, pero Los Templarios exigen su reconocimiento como sujetos de defensa del derecho internacional por la violación a sus derechos humanos y su reconocimiento como una organización social. Demandan una mesa de diálogo con el gobierno que admita su posición como representantes comunitarios.

Y piden algo más:

“De darse la amnistía a favor de quienes actualmente son perseguidos y a favor de quienes han sido detenidos el estado mexicano estaría demostrando su capacidad de gobierno para mantener vigentes los derechos universales de los mexicanos”.

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Himno de los Caballeros Templarios

Soy un caballero templario
Un soldado a la orden del templo
Represento los sentimientos
De los oprimidos de esta nación.
Soy un luchador templario
Todo por un mundo mejor.
Fui señalado, fui rechazado
Y muchas veces fui humillado.
Por eso ahora soy rebelde
Un rebelde de corazón
Respetando el voto de silencio
Que a toda costa conservaré.
Tengo una conducta intachable,
Porque a todos debo respetar
Protegiendo a todos los cristianos
Y buscando siempre la verdad.
Soy un caballero templario
Un soldado a la orden del templo
Represento los sentimientos
De los oprimidos de esta nación.
Ayudar a los desvalidos
Siempre será el objetivo
Día a día voy a luchar
Actuando siempre con honestidad.
Si en el camino de este destino
La muerte me llegara a encontrar
Podré morir satisfecho
Mi sacrificio contribuirá.
Para que mis hermanos hagan justicia
Y haya igualdad
Escuchen todos mis compañeros
Que unidos la victoria vamos a lograr.
Soy un caballero templario
Un soldado a la orden del templo
Represento los sentimientos
De los oprimidos de esta nación.

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La idea de los narcotraficantes michoacanos de utilizar a los medios de comunicación para presentar su postura es vieja. Lo hacen desde 2006, cuando utilizaron periódicos de Morelia para anunciar la creación de La Familia Michoacana como un grupo solidario con los pobres e implacable con Los Zetas.

Designaron a Enrique, Quique, Plancarte, hoy uno de los primeros generales, como su vocero. Ampliaron el uso de las mantas colgadas a las entradas de las ciudades y de cartulinas colocadas al lado de las cabezas mutiladas de sus enemigos: “Esto es justicia divina”. El interés de incidir en la prensa ha evolucionado junto con los intereses del grupo.

Un viejo reportero con base en Morelia relata un contacto con el cártel hecho antes de las elecciones de 2012:

“Me buscó un comandante de una policía municipal en la región de los lagos. Me pidió que me entrevistara con un jefe de plaza de Los Caballeros. Fui y ese día llegaron otros comandantes de varias policías municipales. Entregaron fajos de billetes a los narcos y también despensas.

“Luego hablé con el enviado de Los Caballeros. Me propuso poner una revista que circularía en la región. Tendría el enfoque que yo quisiera y ganaría 6 mil pesos semanales, que es un sueldo hasta bueno pero al mes aquí en Michoacán para un reportero. Yo sería el director y tendría que ocupar algunas páginas para pegarle al candidato o al alcalde o al político que no se alineara con ellos y otras para alabar a quien ya estuviera con ellos. Habría otra parte de la revista en que ellos me enviarían lo que quisieran y a lo que yo no podría moverle ni una coma. No acepté, pero hubo quienes sí lo hicieron”.

–¿Cuál es el interés?

–Pues, hablar de su causa, pero, en realidad, también es un asunto de dinero: pagar campañas para luego recuperar la inversión y ganar con la colocación de los directores de Seguridad Pública, de Obras Públicas y de Finanzas, es decir, de las áreas que manejan el dinero en los ayuntamientos.

–¿Quiénes sí aceptaron la propuesta? –se le pregunta.

–¿Qué no ha visto que en Michoacán matan a los periodistas? –revira con un gesto de ironía.

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Existe otro espacio, un área insospechada para la difusión de las ideas de Los Templarios: los centros de rehabilitación clandestinos. Los narcotraficantes michoacanos permiten la venta de drogas, pero no necesariamente la adicción. Y sólo aceptan ciertos consumos, los hechos a partir de las sustancias que ellos controlan. Está permitido fumar marihuana, piedra e ice, pero de ninguna manera inyectarse heroína, pues, si bien negocian con la goma de opio no existen refinerías en Michoacán.

Así que es negocio ajeno, más particularmente de Los Zetas.

“Es putiza. Tablazos”, dice un consumidor de la región de Cherán. “Si estás muy clavado te llevan a la granja. Es una semana por lo menos y te tienes que chutar el rollo de los pasos cuatro y cinco de Alcohólicos Anónimos, una onda de escribir todas las cosas que hayas hecho y platicárselas a alguien.

“Pero es más la chinga: los tablazos. Cinco, 10, 15. Hasta 30 tablazos en las nalgas. La tabla sólo es en las nalgas. Duele más si mojan la tabla”. El muchacho describe el utensilio: un madero de pino con un metro de largo, 20 centímetros de grosor y dos centímetros de espesor. “No te dan con toda la fuerza, pero sí a topar bien”.

–¿Y cómo sabes que son Templarios?

–Te lo dicen. Te explican que son ellos y por qué hacen las cosas. Hay quien les gusta para que se quede con ellos y se avientan más tiempo. Los entrenan y los vuelven sicarios.

–¿De qué otras maneras acceden a la gente?

–Recientemente hubo cambios en la organización de Los Caballeros. Las guardias comunitarias los han llevado a designar como jefes de plaza a antiguos jefes de tenencia en los pueblos purépechas, por ejemplo, para la zona de Cherán y Paracho pusieron a uno que se llama El Puki –felino grande en purépecha–. Están poniendo al frente indígenas que hablan el idioma y están calmando el asunto de las extorsiones. Los sacó mucho de onda lo de las guardias comunitarias. Así entran a los pueblos: saben qué pasa en las asambleas comunitarias y manejan a la gente hacia lo que quieren.

LOS COROS DE SAN NAZARIO

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Si el narcocorrido idealiza a los jefes del narco y su estilo de vida en algo que sus críticos consideran de clasificación C, el “movimiento alterado” podría llevar las XXX. Uno de sus rasgos predominantes es la apoteosis de la violencia mediante su descripción explícita y presentada como un ideal de la hombría. Otro es la idolatría de los capos.

Algunas bandas son El Torón de Apatzingán, Los de la A –en referencia a la inicial de Apatzingán, capital de Los Templarios, cuna de Nazario y quizá en oposición de Los Zetas, sus acérrimos enemigos– y Reyes de Alto Mando.

Los grupos musicales que cantan a los Caballeros Templarios integran y amplifican sus otros aspectos propagandísticos: la revaluación del pobre, la perfidia del rico que así nace –la riqueza sólo es válida si se construye “desde abajo” –, la santidad y jefatura sobrenatural de Nazario.

Los autores no dudan en comparar directamente al Más Loco con El Che Guevara. Justifican una y otra vez sus razones para el rencor social y representan al miembro de la organización como un muchacho emergido de la pobreza y la “humillación” –el derecho a la dignificación es un combustible siempre presente– que crece hasta ser, ya sin salvación, un “adicto” a la sangre, un hombre urgido “de arrancar almas”. Otro elemento temático recurrente es el de las armas: nada está completo en la vida si no se habla de los cuernos de chivo, los lanzagranadas y las Barret .50.

Los realizadores de los videos, cada vez más elaborados, cuelgan en YouTube imágenes de los escudos del cártel michoacano: Nazario al lado de Jesús y el mapa del estado junto a una esvástica igual a la utilizada por los nazis.

Los Templarios, además de empresarios, son políticos autoritarios. El culto a la personalidad es constante y en la liturgia criminal no sólo cabe Nazario. La sabiduría e inteligencia de Servando Martínez, La Tuta, o El Profe son proverbiales, la gallardía de Enrique, Quique, Plancarte es inigualable, el valor en combate del Chucky o El Tucán es digno de una gesta.

Reyes de Alto Mando es una de las bandas más explícitas respecto a uno de los primeros capitales de un grupo del crimen organizado: la violencia. Sus letras dicen mucho de lo que hay en el interior de un caballero templario de Michoacán.

Destino reformado

Reyes de Alto Mando
Desde niño fui aceptando
todo lo que iba viviendo,
cuando el hambre está de frente
la vergüenza vas perdiendo.
Humillado y maltratado
la vida me ha desgastado
un buen precio fui pagando
para estar posicionado.

Todo lo que yo deseaba
tan sólo podía mirarlo,
veinticuatro horas al día
las pasaba trabajando.

Me caía me levantaba,
por mí nadie preguntaba
huérfano de nacimiento,
mi sangre está envenenada.

Fui creciendo poco a poco,
empecé por informante
mi trabajo respetaba
pues quería ser importante.

Fui subiendo en el proceso
para salir adelante.

Hoy soy dueño de un buen puesto
que está manchado con sangre.

(Voz producida de fondo: Y comenzando desde abajo, por eso somos lo que somos: Caballeros Templarios).

Antes no traía huaraches,
ahora traigo botas nuevas
y la ropa que vestía
en la basura se encuentra.

Hoy mi cuerpo se ve de lujo
de vestir ropa de marca
una legión en mi muñeca
y una trocona blindada.

Tres cuerpos en mi cajuela
y un cuchillo ensangrentado
al cortarles la cabeza
me siento un poco aliviado.

Cuando les arranco el alma
me miran horrorizados
una mueca terrorosa
y una sonrisa en mis labios.

Todo es malo en esta vida,
se disfruta de lo ajeno.

El rico vive del pobre
y aparenta ser muy bueno.

Si te atacan te defiendes,
hay que luchar con la muerte
y al que un día te dio la espalda
hay que matarlo de frente.

Mi refugio es el infierno,
ahí me fui reformando.

Los caminos fui limpiando.
Todos los que me humillaron,
Ahora me piden favores
Lo malo es que al recordarlos
Los mando muertos a los panteones.

Viviré penando en vida,
porque no tengo futuro.

Tengo mente de suicida
y pienso tragarme al mundo.

Nunca conocí a mis padres,
ni un amigo verdadero;
sólo me queda esperar
un lugar en el infierno.

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Los Caballeros Templarios son narcotraficantes hechos a golpe de cuerno de chivo desde el inicio de su existencia como cártel y aún desde antes. Fue uno de los dos grupos de choque del Cártel del Golfo hasta la detención

Hoy guerrean por el monopolio de todo lo legal e ilegal en tres frentes que difícilmente podrían ser más distintos entre sí: contienen el avance del Cártel Jalisco Nueva Generación, se topan por aquí y por allá con el ejército, la marina y la policía federal y combaten el fuego iniciado por la insurrección purépecha.

Se asumen e idealizan como combatientes. En la Tierra Caliente de Michoacán centro del territorio templario, ha surgido una decena de grupos musicales de estilo norteño apologéticos del cártel. Si el narcocorrido es un subgénero, estas bandas serían clasificadas –en las letras de las canciones así se aclara– como del “movimiento alterado”, una exageración más lírica que melódica de aquel.

Caravas sangrientas

Caravanas sangrientas, sujetos armados
y bien preparados pa´despedazar.
Comandos de muerte, yo cargo a mi mando
cuchillo afilado por si hay que cortar.

En cada respiro, he robado almas
los mando directo para el más allá.

Un cuerno de chivo, la cara tapada
la (inaudible) pintada, mirada infernal.

Bañado de sangre, de pronto reacciono
pierdo la conciencia cuando hay que matar.

Yo ya me alimento de vidas que  arranco,
pero en su agonía no me puedo saciar.

Yo soy la expresión del hambre y las penas,
de las injusticias que me hicieron pasar.

Comencé por dinero hoy lo hago por gusto
matar me relaja y hace alucinar.

Estilo Templario soy un michoacano
adicción a la sangre es mi enfermedad.
yo no tengo cura, estoy desahuciado
y todo me dice (inaudible) igual.

Mirada endiablada, bazuca en la espalda
y unas granadas para detonar.

El aire se siente con olor a muerte
este es el ambiente, hay que disparar.

Escribo mi vida con balas de un cuerno
es triste la historia, no tiene final.

Danzo con la muerte y en cada batalla
mensajes de muerte les hago llegar.

Yo ya me retiro, es largo el camino
y miles de muertes yo llego a enmiendar.

Y sigo avanzando, voy con pasos firmes
y esta (…) apenas va a empezar
 

Inframundo de los Caballeros Templarios
Reyes de Alto Mando

Traigo un comando alterado,
cuando voy pasando se siente la muerte
la sangre en mi pene se torna caliente,
escudo templario es el que me protege.

Muchos soldados cayeron,
eran como hermanos, el dolor se siente
por cada uno de ellos tumbamos a veinte,
para el inframundo los lleva La Muerte.
(…)

El aire se siente extraño, la gente nerviosa presiente el peligro
que no se preocupen, pues los inocentes no tienen la culpa que estoy ofendido.

Traigo la espada en mi mano, soy un justiciero que el cielo ha mandado
yo traigo castigo, también traigo muerte, pa’ todos aquellos que fueron marcados.

Siento como las granadas arrancan sus almas, oigo sus quejidos
aroma a carne quemada, los charcos de sangre de muertos y heridos.

La guerra ya comenzó, querían conocernos: pues ya se les hizo.

EL EVANGELIO SEGÚN SAN NARCOS

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A fines de los 80 o principios de los 90 Nazario Moreno tuvo residencia en el norte de California. Algunas referencias apuntan a que desarrolló una adicción a las drogas y que en su recuperación tuvo contacto con el ministerio religioso de John Eldredge, un pastor que compara a Cristo con un guerrero medieval y lo opone a las formas misericordiosas de la Madre Teresa de Calcuta.

Eldredge escribió un libro que se volvió de culto en el cártel michoacano llamado “Corazón valiente”. Otro manual obligado entre los narcotraficantes es un código de conducta que imita al elaborado por canon en la alta Edad Media para Los Templarios que pretendieron la recuperación de Jerusalén: se es “guerrero” por la voluntad de Cristo.

En la construcción más o menos intencional o espontánea del mito de Nazario Moreno el “movimiento alterado” también ha hecho aportaciones:

El Fantasma del Templario
Reyes de Alto Mando

(Recuerden que a un  hombre de ideales ni la muerte lo detiene, ¡puro Michoacán!)
Con unas granadas pegadas al cuerpo
y un rifle colgado en el lado derecho,
con cuchillo en mano de acero templado
pa’ dejar su firma por donde ha pasado.

La gente asegura que aquel guerrillero
un día de la muerte será regresado
y resurgirá como el ave fénix
el caballero templario.

Se habla de un fantasma que se ha aparecido
de un hombre valiente que un día fue abatido
se ha manifestado de cuerpo presente
lo raro es que a él no le teme la gente.

Dicen que cabalga en su caballo negro
no le han visto el rostro pues se desvanece
un hombre de ideales nada lo detiene,
invencible hasta la muerte.

Cuenta la leyenda, pa’ que estén sabidos
que un día surgirá de entre los caídos
trayendo justicia y también castigo
escóndanse lacras ya están advertidos
la Biblia en la mano pa’ sus caballeros
pa’ sus enemigos las balas de un cuerno
hay un fantasma templario
que aún sigue cuidando a su pueblo.

Los que ya conocen esa profecía
esperan ansiosos que llegue ese día,
cumplen con el código y los mandamientos
que firmaron con sangre en aquel juramento:
proteger con su vida al pobre y al enfermo;
con gusto hacen frente a este falso gobierno
que siempre censura sus atrocidades
y abusos al pueblo.

Por eso el fantasma ya se ha aparecido
cuentan que un día de estos será revivido.
Se escucha el tropel, viene en su caballo
dicen que en su espada va a cobrar pecados
su ejército entero ya está preparado
y porque en sus mentes no existe el pasado.

Son hombres valientes que no tienen miedo
son Caballeros Templarios.
(Y tengan cuidado lacras, que se les viene apareciendo, ¡ánimo templarios!)

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En Holanda, municipio de Michoacán, alguien se ocupó de colocar una cruz que dice el nombre de Nazario. La principal agencia antidrogas de Estados Unidos, la DEA, y las autoridades mexicanas festejaron, a fines de 2010, la muerte del líder de la entonces Familia Michoacana durante un enfrentamiento en que habrían participado efectivos norteamericanos.

La pifia ocurrió por una filtración hecha por los narcos a través de las bandas de radio de agentes y militares respecto a la muerte de Nazario, momento que inicia la transformación de La Familia Michoacana en Los Caballeros Templarios de Michoacán.

Hoy, Nazario camina y no es que por milagro, sino como dirigente del cártel. Se hace llamar Ernesto Morelos Villa, nombre compuesto del guerrillero Ernesto Che Guevara, el insurgente José María Morelos y Pavón y el revolucionario Francisco Villa. Va y viene por Guanajuatillo, un rancho de Apatzingán cercano a donde se sembró su cruz y donde ahora, según publicitan sus lugartenientes cantores, existe ofrenda y peregrinación.

En meses pasados, los Caballeros Templarios han impulsado marchas y bloqueos de las comunidades a su favor. Las manifestaciones han incluido mujeres y niños que llevan a cuestas la imagen de cerámica típica de un santo, pero ésta representativa de Nazario. “Los sinaloenses tienen a su Jesús Malverde, y mucho respeto, pero nosotros tenemos a San Nazario”, enuncia otro narcocorrido.

San Nazario, el hombre reconocido como tal por la Iglesia Católica, habría sido un mártir durante el cristianismo primitivo, aunque su existencia histórica está en duda por la mera presunción del hallazgo de sus huesos en Roma. De Nazario, el capo, de quien ni restos hay, se tiene por benéfica una oración:

Oh Señor todo poderoso,
Líbrame de todo pecado,
Dame protección bendita
A través de San Nazario.
Protector de los más pobres
Caballero de los pueblos
San Nazario danos vida
Oh bendito santo eterno.
Luz bendita de la noche
Defensor de los enfermos
San Nazario Santo nuestro
Siempre en ti yo me encomiendo.
Gloria a Dios Padre.
Te dedico mi rosario
danos salud y más trabajo
abundancia en nuestras manos
que nuestro pueblo esté bendito
yo te pido San Nazario.

.............................................................................................................................................................................................

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MICHOACÁN BAJO FUEGO: 50 IMÁGENES DE GUERRA

miércoles, octubre 9th, 2013

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Cherán, Michoacán, 9 de octubre (SinEmbargo).– Varias regiones de Michoacán viven en los límites de una guerra civil desde hace años. La intensidad de la confrontación mantiene un incremento constante que se refleja en la cantidad de comunidades, pueblos y municipios que se rebelan al poder real en varias porciones del estado: el de Los Caballeros Templarios.

Los narcotraficantes michoacanos están hechos en la guerra y ahora la libran en tres (muy) distintos frentes: contra el Cártel de Jalisco Nueva Generación, contra las fuerzas armadas del gobierno federal –las municipales y estatales están extendidamente compradas, de acuerdo con reportes locales y varios estudios–, y contra las guardias comunitarias surgidas desde el pueblo purépecha de Cherán.

Es de esta insurrección indígena que hoy mostramos imágenes: los colores de una viuda llorando ante el ataúd de su marido asesinado; el fuego de los vehículos incendiados; la ingenuidad de una muchacha indígena que toma un fusil y se cubre el rostro para ir a la guerra.

Michoacán está bajo fuego y sus habitantes tratan de sobrevivir día con día. Los muertos se acumulan casi con la misma velocidad con la que los gobiernos lanzan promesas de paz…

EL FINAL DEL CAMINO SAGRADO

martes, octubre 8th, 2013

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Como cualquier otra guerra, la del narcotráfico también es una granada de fragmentación que desgarra pueblos, destruye familias, incendia formas de hacer, pensar y vivir. En Michoacán, las guerras entre los cárteles y del Estado mexicano con estos han cambiado para siempre las formas de entender la vida y, tal vez de manera más profunda, la muerte, porque esta se vuelve más probable.

Casi dos años y medio después de que los comuneros de Cherán se rebelaron contra Los Caballeros Templarios, la vida en la meseta purépecha toma un tren que va en una dirección impensada. Después de esta guerra que arrecia y luego se va como aguacero de la tarde, los purépechas han debido repensar lo enseñado por los viejos. Adela, chamana, coloca la cosmovisión de su pueblo para explicar al crimen organizado. Se esfuerza en entender qué animal habita bajo el cuero de un sicario y diagnostica: “El alma de uno de esos hombres ya no se cura nunca, con nada”.

Por Humberto Padgett y Dalia Martínez

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Foto: Humberto Padgett

Cherán, Michoacán, 8 de octubre (SinEmbargo).–

Inés Chávez fue un mal hombre, un asesino en los tiempos de la Revolución. Blanco y curtido, Inés era por dentro y por fuera un cuero de puerco flotando en vinagre.

–¡Voy a ir y voy a bajar al Pancho! –gritó un día más enfurecido que ebrio. –¡Y a ver si es cierto! –y repitió la retahíla en su avance hacia el templo de San Francisco, santo patrono de Cherán.

“No insultaba al santo. Insultaba al pueblo”, se detiene en el relato Adela, médica tradicional de Cherán.

–¡Pancho! ¡Panchoooo! –alardeó Inés para dejar en claro que si el muñeco de hábito café y cordel de tres nudos no respondía al reto, él mismo iría hasta el nicho de la parroquia de torres bajas y gruesas y lo sacudiría tomándolo del sayal.

“Se oyó un barullo de perros correteando a una puerca que mordían por todos lados. La querían matar. Al pasar a su lado, la marrana, desesperada y tratándose de defender, se jaló a Inés. Los perros y marrana se le fueron encima. Casi se lo comieron”.

La lengua purépecha no tiene palabra para designar al diablo. Ni siquiera al mal. En su lugar dicen lo que puede traducirse como no-bien. Por esto le cuesta tanto a Adela definir a Inés. Termina diciendo que en el alma traía un marrano.

La cosmovisión de los indígenas michoacanos considera la asociación entre el individuo y un animal específico. Quien tenga ánimo de ir y venir entre los bosques y los pueblos es, a la vez de hombre o mujer, venado. La mujer virtuosa, que saluda a su paso y sabe de sus quehaceres, es un colibrí.

–¿Y qué animal es un narcotraficante? –se le pregunta a Adela, la médica tradicional de Cherán. Esta noche, como todas desde el 15 de abril de 2011, la mujer está de guardia con sus vecinos porque su pueblo está levantado contra el narcotráfico.

Adela piensa. Busca una palabra y eso es raro, sea para alguna traída de España o nacida en Michoacán. Está triste. Hoy se habla nuevamente de muerte, de cómo Los Caballeros Templarios sí cumplen su palabra de muerte y un día vendrán y los matarán a todos para quedarse con sus bosques y con sus niñas.

¿Por qué no irse y ya, como ocurre con los miles de desplazados de Guerrero, Oaxaca, Nuevo León o Tamaulipas? Adela reflexiona sobre la idea y también respecto a las razones de que los purépechas, antes que nadie y para sorpresa de todos, le plantaran la cara al narcotráfico.

“Los purépechas tuvimos inteligencia y escogimos este lugar, desde hace muchos años, siglos, porque nuestros antepasados supieron que éste no se inunda, no sufre sismos, no está bajo la amenaza de volcanes. Éste es un lugar elevado y se puede defender. El clima es bondadoso y el bosque nos da todos. No podemos entregarlo”.

Hoy, viernes 20 de septiembre de 2013, Adela está intranquila. Por la mañana, un grupo de integrantes del Consejo de Cherán sufrió un accidente en automóvil, pero antes de confirmarse la casualidad del incidente se rumoró un asesinato, como han muerto decenas de comuneros. Cientos más están amenazados. La muerte, otra vez la muerte.

Cherán, que en purépecha significa “lugar de espantos”, vive desde hace 29 meses y cinco días con el presentimiento de la muerte. Aunque aquí la muerte también es fiesta. Es en esta región de indígenas, avanzados hasta el trabajo con metal e imposibles de dominar por los aztecas, que nació el Día de Muertos.

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Hace 40 años, la abuela Adela aterciopelaba la voz y abría los labios. La niña Adela que la sucedería la miraba maravillada al verse ella misma hecha canción purépecha:

Male Adelita, Ka iamindu
Uatsîcha shu Cheran anapuecho
Ka shani sesashika
Ka shami charogarin
Eska ima charanguin tsitsiki
Male Adelita mintzitarhu anapu
Tu dindeskia juchiti pensamiento
Astar san goera male
No kin jurarkuakia.
(Señorita Adelita y todas las muchachas
de Cherán, qué bonitas son.
Y qué chapeadas, como la flor de charanguin tsitsiki.
Señorita Adelita, dueña del corazón
Tú eres la que siempre está en mi pensamiento
No llores,
Que yo nunca te voy a dejar).

La mujer veía a su nieta al otro lado del lugar en el que hacía las sanaciones, un cuarto de cuatro paredes de piedra, tierra y techo de teja colorada. Todo estaba ahumado y oloroso a copal. “¡En esa casa nunca se apagó el fuego!”, subraya Adela con el índice derecho hacia arriba y mirada de orgullo.

De vez en cuando, la niña Adela acercaba algunas hierbas y pócimas. Así inició su camino al conocimiento, como aquí se llama la herencia del conocimiento de los viejos para curar el cuerpo y el espíritu, a mirar el tiempo y predecirlo.

Así se convirtió en la quinta generación de brujas, chamanas, curanderas o sanadoras de su linaje: su abuela aprendió de su abuela. “Somos más las mujeres sanadoras porque nosotras tenemos más la preocupación de lo que necesita la familia o la gente”.

Adela bien pronto supo que la grasa del armadillo sirve para aliviar los granos y las alergias, que con el árnica se tratan las infecciones y que la jara es imprescindible cuando a los niños se les cae la mollera o andan malos por la pérdida de su alma.

Creció con los abuelos y fue la única niña en esa casa. Corría en el bosque, llevada por la abuela para acercar el almuerzo al abuelo, un pastor de borregas. Así la niña entendió que el bosque era una inacabable farmacia.

Jugaba con trastes en miniatura y a que las hojas más redondas eran tortillas. Aprendía a hacer el fuego y que la lumbre nunca se apagara. Jugaba a ordenar a los niños a traer leña. Intentaba hacer atole. Porque en Cherán cuando nace una niña los purépechas recuerdan: “Ya llegó una que va a hacer atole”. Y cuando nace un niño dicen: “Ya llegó un leñador”.

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Foto: Humberto Padgett

Cuando tenía 12 años de edad, una mujer llegó con el corazón en la boca y su niño de dos años moribundo en los brazos.

–Se me está muriendo –obvió la vecina. –¿Dónde está tu abuela? Ella me curó de lo mismo, de empacho, a mi otro niño.

Pero la abuela no estaba.

–Si es empacho yo sé cómo se cura –aseveró Adelita.

–Al otro le dio un aceite –repuso la madre. El vómito del chiquito sólo era menos incontenible que su diarrea.

“Saqué esa medicina que está ahí”, sigue Adela el relato y señala en un estante, en el presente, un envase de Coca Cola relleno de un líquido espeso y rojo. “Es un aceite hecho con manteca de armadillo y semillas de chayotitos. Desmenucé carne seca de tlacuache. Se lo untamos todos en la pancita y en la espalda. Luego el bebé se compuso”.

Adela se dedicó de tiempo completo a la sanación desde hace unos ocho años, cuando relevó a doña Adela. La anciana caminaba en una procesión religiosa cuando tropezó en una escalera y se incorporó con las dos muñecas fracturas.

La mujer ya había enviudado y vivía de curar. No importaba si el pago era con una medida de maíz, un atado de leña o rastrojo en un costal. Entonces Adela pidió a su esposo ir con la anciana.

“Ella, con sus brazos quebrados, me decía qué preparar y qué dar. Y como sí conozco bien las cosas ella sólo me indicaba. Me dio confianza para atender a la gente. Yo fui afortunada porque ella, a través del tiempo, se hizo especialista en varias cosas”.

Por eso sabe que cuando al cerro de la Virgen lo cubre una nube como si fuera rebozo, la lluvia no tarda en caer. Lo mismo cuando un nubarrón se hace sombrero en el cerro de San Marcos. Y que cuando llegan las víboras de agua –tornados–, los hombres se deben prevenir con machetes para salir a cortarlos o, de no hacerlo, ver cómo el remolino se llevaba los árboles consigo.

Y eso no es permisible: los árboles representan lo sagrado.

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Foto: Humberto Padgett

Cuatro años atrás, cuando el Cártel de La Familia Michoacana y los talamontes a su servicio acabaron con los bosques aledaños al de Cherán siguieron su avance hacia aquí. Cortaban árboles como si pasaran una podadora eléctrica encima del césped. Luego lo incendiaban todo.

“Los malos”, como aquí llaman a narcotraficantes y madereros ilegales, continuaron su avance hacia el pueblo. Secuestraron, extorsionaron y violaron.

El 15 de abril de 2011, día de la Virgen de Dolores, inició la más nueva de las insurrecciones sociales en México. Esa mañana, la número 40 desde el inicio de la cuaresma, se haría el vía crucis y las mujeres de Cherán estaban reunidas en el templo El Calvario para limpiarlo.

Barrían el atrio cuando vieron pasar el nuevo convoy de camionetas de “los malos”. Como siempre viajaban armados y, como siempre, llevaban los vehículos cargados de la madera que recién habían robado. Al igual que las demás veces seguían el camino insultando a quien tuvieran cerca.

–¡Qué poca madre tienen! Mira cómo bajan la madera –levantó la voz alguna de las beatitas. Entonces, como nunca, todas las demás dejaron la iglesia y avanzaron a media calle para cerrar el paso a la caravana. El primero de los camiones hizo alto. El conductor se exasperó y amenazó continuar la marcha encima de las mujeres, pero entonces sus hombres reaccionaron y bajaron a talamontes y narcotraficantes.

Los cohetes, dedicados a la fiesta religiosa, tronaron junto con el redoble de las campanas de El Calvario. Así fue como en Cherán se convocó a la rebelión. Los taladores reaccionaron y quisieron retomar el pueblo.

Pero los cheranenses detuvieron a cuatro delincuentes e incendiaron las camionetas, cuyos restos hasta hoy sirven para el refuerzo de las barricadas en las entradas al pueblo.

Cherán es el primero pueblo en rebeldía contra el crimen organizado y las autoridades que, aseguran, les permitieron arrasar su bosque. Es, desde el 22 de enero de 2012 y de manera oficial, un pueblo gobernado mediante un consejo electo por usos y costumbres. No sólo los criminales están expulsados del pueblo sino que junto con estos fueron desalojados los partidos políticos que, por primera vez en su historia, se unieron contra la determinación de los habitantes a gobernarse fuera de sus reglas.

–¿Por qué aquí, por qué no ocurrió esta rebelión en Chihuahua o en Tamaulipas?

–Porque nos mantenemos cerca de nuestras costumbres y moral. La lengua ha sido la que nos ha mantenido con la organización y para que no nos ataquen tan fácil.

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Foto: Humberto Padgett

Adela llora por el bosque y sus recuerdos ahí cortados y quemados.

–¿Qué no existe más en los bosques de Cherán?

–Conocí las yácatas, el templo viejo. Nunca nos hizo falta de comer. Si mi abuelo no cazaba un conejo, cazaba una ardilla o una gallina del cerro. Si algún animal se desbarrancaba, hacíamos el tasajo. Ahora es el dolor de subir y no ver nada –dice la mujer en medio de un llanto suave y dulce, como el purépecha. –Todo es un desierto. Cuando los malos hicieron la devastación parecía que hubiera pasado una bomba atómica por ahí.

–Los purépechas han sido vulnerados en sus tierras y creencias desde hace 500 años, ¿por qué hasta ahora Cherán dijo ya no más?

–Porque nuestra gente sabe amar la tierra, porque somos parte de ella. Si se tratara de vender madera tendríamos dinero y qué nos importaría que tumbaran lo que quisieran y subieran hasta donde quisieran subir, pero no. Nosotros amamos el bosque. Cuando mi abuelo, tumbaban árboles que veían plagados o torcidos para que no dejaran mala semilla. Si un árbol estaba grande, como para no dejar desarrollar los que estaban alrededor, se decía que estaba vencido y se sacaba permiso para cortarlo. Se pedía permiso. Cuando se cortaba, se aprovechaba todo y se limpiaba bien. Ahora ya no. Talaban y quemaban.

–¿Qué diferencia hay entre un leñador y un talamontes?

–En la fiesta del Corpus nuestros hombres leñadores eran enseñados a respetar la naturaleza para que fueran responsables y estuvieran bien con las mujeres. Nosotros conocíamos los caminos reales, lugares a los que, por respeto, se les pedía permiso para entrar. No se pasaba ahí nomás porque se le pegara a quien fuera la gana. Tenías que pararte y quitarte el sombrero y agacharte tantito. ‘Vengo a verte, necesito de ti’, se le decía con el pensamiento y el corazón. Esos caminos tenían señales: una piedra, un árbol muy grandote. Ahí dejábamos imágenes. Eran los guardianes del bosque.

–¿Y esos árboles?

–Ya no están. Devastaron todo. Destruyeron los árboles enormes y las yácatas, que era un lugar hermoso y sagrado. Ahí, en el tiempo de las aguas se hacía una cascada muy bonita en que de una tinaja grande el agua caía a otra más chica y a otra más pequeña. Había un árbol tan grande que entre cinco nos tomábamos de las manos y no lográbamos abrazarlo. Esos eran los padres de los demás árboles, ke’ri, el grande, el fortalecido que sostiene a todos los demás. Y los destruyeron. Utilizaron a nuestros vecinos, purépechas para hacerlo, que se desapartaron de su pasado y se acabaron sus árboles. Hicieron pelear a los hermanos con los hermanos.

–¿Qué significa Cherán? –se le pregunta a Adela.

–Lugar de espantos –dice la mujer con agilidad. –A Cherán lo enfermaron del alma. Lo hirieron bastante. Le quitaron algo, que por miles de proyectos que bajen del gobierno, no lo van a poder remediar: perjudicaron tanto a la Tierra.

–¿Y esos hombres, los narcotraficantes, de qué están enfermos?

–¡Híjole! Traen tanta maldad en el alma que no miden sus consecuencias. Más que hacernos daño a nosotros se lo hacen ellos y a sus familias. Algún día la vamos a pagar. Sí creemos en los castigos divinos. Antes, los purépechas no creían en el infierno. Pero ahora somos católicos. Y allá se irán esos hombres. A Inés Chávez lo devoraron los perros y la puerca mientras retaba a Pancho.

–¿Se curan?

–Cuando lo negativo es tan fuerte, ya no se regresa. Decía mi abuelo que cuando un hombre mata y no es por accidente, puede matar 100 veces. Y tiene mucha más sed de querer matar. De eso viven. Es un diablo que se devora y no está a gusto si no está haciendo sus travesuras. Ese es el verdadero diablo, es el verdadero no-ambakiti.

–¿Cómo definiría, en purépecha, al narcotráfico?

–La única palabra que utilizamos es no-bueno: no-ambakiti, lo que no está bien. Se decían Familia Michoacana. Nosotros no somos eso. ¿Caballeros Templarios? Un caballero es una persona honorable, con respeto, no dado a andar haciendo sus travesuras.

–¿Y entonces, qué animal es un narcotraficante?

–Es como… Un carroñero… Que no le importa nada. Es que en nuestra cultura no se cree en un diablo con cuernos y lengua larga. Sólo pensamos en algo que no sirve y que no va a entrar… ¡Un zopilote! Que no le importa qué come, de donde viene, que esté podrido. Sólo comer. No importa cómo: tener y tener y sólo tener. No le importa la vida. Los gobiernos de los partidos políticos son lo mismo, van de la mano. Los purépechas pensamos en lo recíproco: te ayudo y me ayudarás.

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Los narcocorridos michoacanos o, más precisamente, su versión más necrófila y absorta en el poder de la violencia, el subgénero “movimiento alterado”, podría entenderse como antagónico de la pirekua, la narrativa cantada de los purépechas.

Los indígenas michoacanos entonan sus costumbres en purépecha frecuentemente combinado con el español. Sus letras acuden a la naturaleza, la vida y la bondad. La manifestación es admitida oficialmente como patrimonio inmaterial de México.

fragmentos

animales

enfermedades

pirekua

Cuando Adela elige qué pirekua cantar como su preferida en la entrevista, elige una relacionada con la muerte:

Tiringuin tsitsiki,
será muy cierto
que tú eres naturalita.
No ducga prorhepecha male
jocha no kuetantak tiringuin tsitsiki
okaran ia tsipin tsipin mase jamkus
sapichon eroka ia no jucha purepecha male
jucha no kuatantak jerunguin tortsikin ieperania.
(Flor de cempasúchil,
será muy cierto
que tú eres naturalita.
Nosotros somos purépechas
y nunca nos cansaremos de sembrar la flor de cempasúchil.
Le da mucho gusto cuando mira la lluvia
para que los purépechas la siembren con gusto
y más la sembrarán y nunca se cansarán).

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Mañana, tercera entrega: El conflicto en 50 imágenes.

LA INSURRECCIÓN PURÉPECHA

lunes, octubre 7th, 2013

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Por Humberto Padgett y Dalia Martínez

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Foto: Humberto Padgett

Cherato, Michoacán, 7 de octubre (SinEmbargo).– El calor y el polvo hacen de la máscara de poliéster negro un trapo pegajoso que provoca comezón en cada punto de contacto entre la tela y la piel.

Pero es esto o perder la cabeza.

En realidad, Tata [padre, señor], un hombre de ojos oscuros, pequeños y crispados ya vive contra todos los pronósticos. Tiene entre 40 y 50 años de edad. Sus manos mantienen las venas bien marcadas y los nudillos cubiertos de una piel gruesa y cuadriculada, como de espolón de gallo.

Tata recuerda cómo hace cinco o seis años el tema del crimen organizado quedaba lejos: en Michoacán, pero al otro lado de los valles, hacia la Tierra Caliente. Luego de que se escucharon los tiroteos y se vieron las cabezas lanzadas como bombas de miedo en los alrededores, en la cabecera de Los Reyes, en Peribán o en Uruapan.

Nada en territorio de Cherato, poblado del municipio de Los Reyes. El humo de la guerra entre La Familia Michoacana y Los Zetas aún estaba más allá de sus límites. Escuchaban de los secuestros y del cobro de cuotas para permitir trabajar o vivir.

La Familia Michoacana se escindió tras la presunción de la muerte de su líder, Nazario Moreno, El Más Loco, y casi todo el cártel se avino a la denominación de Los Caballeros Templarios, dirigidos por El Chayo, muerto sólo en la propaganda del expresidente Felipe Calderón, de la DEA y de los propios narcotraficantes.

Inició la guerra contra la Policía Federal. Por eso fue que Los Caballeros Templarios apoyaron entonces al PRI y no al PRD, como históricamente lo habían hecho: podían terminar con los pocos Zetas que quedaban con cabeza en Michoacán, pero nunca con la fuerza interminable del gobierno mexicano. Y el PAN estaba determinado a exterminarlos.

Durante esos años, el fuego estaba ya muy cerca de Cherato. Sus cruces carreteros funcionaban como puntos de entrada y salida en las persecuciones que emprendían militares y policías –verdes y azules, simplifican aquí– contra Los Templarios.

Los narcotraficantes extendieron su sistema de impuestos ilegales al comercio legal para costear sus pérdidas, pero mantuvieron libre del “cobro de piso” a los huerteros de Cherato, pequeños productores de aguacate.

El PAN perdió la Presidencia de la República y el PRD el Gobierno de Michoacán. Hubo entonces un espacio de paz con el gobierno, pero sólo con el gobierno: Los Caballeros Templarios libran su tercera guerra, según refieren en sus propios corridos, ahora contra el Cártel Jalisco Nueva Generación, una agrupación cuyo crecimiento en los recientes reacomodos de la geopolítica de la República de las Drogas sólo es comparable con el logrado por Los Caballeros Templarios.

Tata platica sereno en la casa comunal de Cherato, sede de la asamblea del pueblo, máxima autoridad del pueblo indígena, según usos y costumbres. “Comenzaron a poner personas para vigilar descaradamente. Hasta cinco muchachos de menos de 20 años y en algunos casos mujeres. Todos traían radio. Sí era peligroso, pero hasta este punto no se paraban a molestarnos. Jamás pensamos que nos iba a tocar el turno hasta que se acercaron por aquí esas personas”.

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Foto: Humberto Padgett

A principios de 2012, los encargados del orden, figuras de autoridad designados por la asamblea comunitaria para efectos de representación, pero nunca de decisión individual, convocaron a una reunión general.

Informaron que Los Caballeros Templarios finalmente se habían presentado en Cherato. Hablaron con calma, casi con amabilidad.

–Los vamos a apoyar. Traeremos obra pública y vamos a cuidar por aquí: no sufrirán secuestros, pero deben colaborar– dijo el representante del cártel sin ofrecer mayores detalles respecto de la colaboración. –Vaya y dígale a la gente– ordenó el maleante a Roberto Serrano Cervantes, el primer encargado del orden.

El asunto de las mejoras en la infraestructura es sensible para los purépechas de Cherato. El pueblo carece de clínica. Si un niño enferma hay que ir al pueblo de al lado rezando para que el médico esté y haya medicamentos. Y sólo existe una primaria a la que ninguna autoridad educativa llevaría a estudiar a sus hijos.

Los purépechas asistieron a la asamblea y nadie aceptó establecer convenio alguno con el crimen organizado.

–No queremos saber de ellos– ordenaron a su representante que respondiera el mensaje.

No hubo necesidad porque Los Templarios no volvieron por la respuesta. Cherato ya no vivió en calma.

En 2012, los puestos de vigilancia eran ya puntos de inspección de todo lo que pasaba o entraba hacia Cherato. Los narcotraficantes estaban especialmente en los camiones cargados de aguacates y las revisiones no eran hechas por delincuentes vestidos de civil, sino también por los policías municipales.

Esto ratificaba las razones para la desconfianza a la fuerza pública local. Tiempo atrás, un grupo de muchachos de la comunidad fue detenido con el argumento de que alteraban el orden público. Un jefe apodado El Rambo los detuvo y, en vez de advertirlos o llevarlos a la delegación, los entregó a Los Caballeros, que también se ostentan como responsables de la calma. Los tablearon en las nalgas y a uno de ellos lo golpearon en la cabeza tantas veces o con tal fuerza que le agujeraron el cráneo. Los narcos devolvieron los muchachos a los policías de cuya comandancia fueron rescatados por habitantes de Cherato.

Los encargados del orden y una comisión buscaron para pedir ayuda al Presidente Municipal de Los Reyes, José Antonio Salas Valencia. El joven Alcalde no los atendió y encargó el encuentro al director de Seguridad Pública, a quien de inmediato se le notó el enfado por la exigencia.

–Ya no queremos que haya esos retenes, estén las gentes del crimen organizado o los policías –demandaron los indígenas, relata Tata.

El jefe de la policía asintió y así ocurrió: no hubo más aduanas. En vez de éstas, los chantajistas volvieron el 21 de enero de 2013. Buscaron nuevamente a los encargados del orden. Uno de ellos se presentó como el ingeniero Isidro Fabián.

Ahora los narcotraficantes hablaban con la voz golpeada y el ceño fruncido. Entregaron un paquete de sobres vacíos a Roberto Serrano Cervantes.

–Aquí vas a meter los 2 mil pesos por cada hectárea de aguacate. Tú vas a recoger el dinero –ordenó el ingeniero. –Y me los vas a entregar a mí. No habrá secuestros, ni extorsiones ni robos–. En pocas palabras: sólo Los Caballeros tendrían permiso para extorsionar.

–Nosotros tenemos usos y costumbres y así regimos bajo ellas. Nosotros no somos los jefes, simplemente somos representantes de la gente, aquí la gente es la que manda –repuso Serrano, un hombre de pasado militar. –Vamos a hacer una reunión y si la gente dice que paga, pues, adelante, y si dice que no, pues, ya les diremos.

–Pues, a ver como chingados le haces –tronó el enviado del cártel. –Y traigo la lista de cada cabrón y cuánto tiene y cuánto sacó el año pasado y dónde tiene su huerta.

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Foto: Humberto Padgett

Se convocó nuevamente a una reunión a la que asistieron alrededor de mil 300 productores y habitantes de los cuatro pueblos. Discutieron la necesidad de pedir ayuda nuevamente al Presidente Municipal. Un frutero asistente al encuentro, a la vez funcionario local, comentó que José Antonio Salas sufrió dos secuestros como alcalde electo, justo antes de iniciar su gestión de gobierno. En ambas retenciones, dijo el comunero, los narcos indicaron pautas precisas de actuación gubernamental.

Los comuneros votaron y nadie, ni una sola persona, aceptó ceder a la extorsión. Los purépechas pidieron a sus representantes que hicieran del conocimiento de Los Templarios la resolución.

“Hicimos un análisis con los encargados y con la gente y por eso decidimos decirles no y atenernos a las consecuencias”, explica Tata. “No y no. No porque debíamos prevenir que entraran. Hemos visto cómo se corrompe una sociedad cuando el crimen organizado se adueña de un pueblo. Otra situación es el robo de las mujeres, a las muchachitas. Las regresan luego embarazadas, marchitas. Dejarlos entrar hubiera sido quedar a merced de ellos y ya sabemos lo que es eso”.

Levantaron un acta de asamblea y acordaron de cualquier forma ir a la Presidencia Municipal y solicitar al gobierno municipal que denunciara ante quien debiera hacerlo. Con el ejemplo del cercano pueblo de Cherán, primera comunidad alzada contra el narco, los purépechas de Los Reyes resolvieron desafiar al narco y armarse: escopetas de hace 100 años, pistolas calibre .22, alguna automática con la culata de madera carcomida por la polilla.

Desde entonces son las Comunidades Indígenas Unidas.

Ese día, el 21 de enero, iniciamos lo que nuestros antepasados nos enseñaron haciendo rondas comunitarias con grupos de cinco o de diez. Empezamos a cuidar el entorno de los cuatro pueblos y en los bosques, en lugares estratégicos.

–¿Qué reacción hubo cuando regresaron con los sobres vacíos? –se le pregunta a Tata en entrevista.

–Nuevamente, los señores no volvieron por la respuesta. Fuimos un poco descuidados. Veíamos personas raras que, aunque no estaban armadas, eran ajenos y llegaban o pasaban por aquí en camionetas. Se estacionaban un rato y se iban. Andaban una o dos personas. El 22 de marzo se llevaron al encargado del orden… La respuesta fue que se llevaron a Roberto Serrano Cervantes. Sigue desaparecido. Deja esposa y dos hijos, estaban en la universidad y no pudieron continuar.

–¿Se coludieron vecinos de ustedes?

–Gracias a Dios no tenemos personas mezcladas con esa gente. De ser así no estaríamos organizados. Ahora somos una sola voz, una sola fuerza. Cuando el enemigo está en casa se viene todo abajo. Y pensamos que estamos todos limpios. Y estamos presos en nuestra propia tierra.

–¿Y la policía está del otro lado?

–Mínimo, la Policía Municipal sí trabaja con doble nómina. Es un hecho. Todo ciudadano lo nota, menos el gobierno, ¡qué casualidad! Se ha visto que gente es detenida por los policías y luego aparece muerte. Nada pasa después y nadie dice nada por miedo. A nuestro compañero Roberto Serrano Cervantes lo levantó una patrulla del municipio, en Los Reyes, y hubo testigos oculares. Les hemos pedido que testifiquen, pero no lo hacen porque todos saben qué pasará.

“El ejército es la instancia más confiable, pero no puedo decir que nos apoyaremos en ellos. Pedir que el Ejército se salga de las calles es no entender la situación. La Policía Federal no ha hecho presencia. La Policía Estatal está igual de podrida que la municipal”.

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Foto: Humberto Padgett

En la Ciudad de México, políticos y analistas han cuestionado la legitimidad de las guardias comunitarias con el argumento, entre otros, de las sospechas que levanta el armamento que utilizan. La conjetura es que si un campesino desarrapado blande un fusil de asalto de aspecto nuevo y potente debe ser un hombre utilizado por un interés oculto.

En Cherato, Cheratillo, Orúscato y 18 de Marzo se ven muchachos de ojos largos y pantalones flojos con resorteras ahora destinadas a repeler capos, a mujeres embozadas con machetes mientras cuidan el poco arroz disponible en la cocina comunitaria.

–¿Qué garantiza que tendrán capacidad de respuesta en un combate? El armamento ligero del narcotráfico es equiparable al de un ejército regular –se le cuestiona a Tata.

–Todos sabemos y estamos conscientes de que es una batalla desigual. Lo único en que confiamos es que estamos unidos. Si matan a uno, tendrán que matar a todos, es lo que pensamos. No tenemos garantía de que podremos defendernos, pero estamos dispuestos a hacerlo con lo que téngamos a la mano. A final de cuentas, defender la vida de uno mismo es el instinto más básico que tenemos y es por dignidad. Hasta un animalito defiende su propia vida, ¿por qué nosotros no lo vamos a hacer? ¿Por qué no vamos a defender nuestras familias? –repone airado, declinando cada vocal de fin de palabra hacia la “i”.

–¿Cómo aprendieron táctica y logística en campo? Es claro que usted maneja armas de fuego –se le observa la espalda recta, cierta postura marcial.

–En primera, no tenemos armas como las del narco. Cada quien tiene sus propias ideas de cómo defenderse. Algunos han sido cazadores o han estado en el ejército o las policías. Repito: estamos dispuestos a defendernos, no sabemos con qué. Que eso quede claro. Y estamos organizados de una manera que nosotros sabemos bien y no podemos darles todos los detalles porque eso sería darles el mapa.

–¿Cómo evitar que el narco penetre la guardia y así controle la comunidad?

–Somos cuatro comunidades. Estamos unidos. Pensamos que no existe mayor peligro de que entren por un lado sin que los demás nos enteremos. Hacemos reuniones muy seguido. Existe un consejo comunal compuesto por miembros de las cuatro comunidades. Estamos en constante comunicación. Hasta ahora no hemos tenido enfrentamientos.

–Pero, ¿cómo evitar que un grupo de autodefensa no se corrompa y se erija en una autoridad abusiva? Esto ocurrió en Colombia y es parte de la crítica que se les hace.

–Claro que el riesgo existe. Cuando un grupo se levanta por la razón que sea es lógico que al sentirse fuerte… Es como un niño que al crecer toma sus decisiones cuando ya está fuerte. Nosotros tenemos comunicación con nuestros muchachos y todos los hombres y mujeres y nos concientizamos de que somos un grupo defendiéndonos del mal y no para hacerlo. Debemos mantener el equilibrio. Sabemos que es una tarea difícil porque es fácil irse por el lado malo. Debemos ser cautelosos, no estamos para agredir a las personas buenas.

“Ustedes [los periodistas] deberían darse cuenta de cuál es la realidad y no nomás estar de lejos juzgando. Que el señor López Dóriga y esos se pongan mis zapatos y caminen cuando menos un kilómetro por acá y entiendan el porqué de nuestro actuar”.

–Que ustedes están para defender en algún momento fue el mismo discurso de La Familia Michoacana y de Los Caballeros Templarios. ¿Cómo hacer creer a la gente que esto no ocurrirá?

–Cuando ellos dicen “estamos para defender nuestro territorio y a nuestra gente” no se refieren al pueblo, sino a ellos y sus negocios de las drogas, las armas y la extorsión. Nada más hablan de su organización y nosotros hablamos de defender a todos: a nuestra niñez, a nuestros bosques, nuestra dignidad y en la exigencia de que haya justicia en el gobierno. No queremos compararnos con ellos ni ninguna asociación del crimen organizado. El gobierno dice que hace, pero no hace nada. Está dormido, rebasado.

–¿Es un rechazo tanto al crimen organizado como a los gobiernos?

–Al gobierno le exigimos que nos dé justicia y seguridad. Si nos diera esto, nosotros no tendríamos por qué estar así. No tenemos necesidad de estar las 24 horas velando por las familias, en las entradas y los bosques. Esa es una obligación de los tres niveles de gobierno. Estamos contra las injusticias: en las investigaciones de nuestro compañero no nos han dado ninguna razón. Que nos digan si está o no. Desde el 22 de marzo ya es mucho tiempo y se supone tienen aparatos de inteligencia.

“Las policías y los gobiernos siempre nos han hecho a un lado por ser indígenas. Esto también es racismo. Nos han tenido todo el tiempo como los mugrosos y como gente que sólo pide. Sólo nos usan cuando hay elecciones. Vienen y caminan en los ranchos. Cuando ocupan los cargos ya ni siquiera reciben a uno.

–¿Todas las guardias comunitarias son iguales?

–Decir que somos iguales todos, estaría mintiendo. No sé cómo se manejan y nomás nos quedamos hasta nuestro municipio. Con Cherán tenemos acercamiento, los visitamos y nos dimos cuenta de cómo están funcionando. Un representante vino a la toma de protesta de nuestra ronda comunitaria, al igual que de Aquila.

–¿Podría pasar como en Tepalcatepec, Aquila o Buenavista en donde expulsaron a su Presidente Municipal?

–Al inicio estábamos tomando esa decisión, pero por causas de fuerza mayor nos retractamos y decidimos estar así. Pudiera ser el caso que lo decidiéramos. El Presidente Municipal no hace su trabajo. Recién recibió un premio como mejor Alcalde. ¿Cómo estarán los peores?

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Foto: Humberto Padgett

Los días 15 y 16 de septiembre, en el aniversario de la independencia de México, el ejército y Los Caballeros Templarios chocaron Los Reyes. Una versión dice que se encontraron por casualidad y, dada la coincidencia, no había más que abrir fuego. Oficialmente, se reportaron dos muertos. Ahí hablan de una veintena de cadáveres.

El 15 de septiembre, los pueblos purépechas de ese mismo lugar tomaron protesta a su ronda comunitaria, decenas de personas encargadas de cuidar sus vidas. Una de las mujeres sumadas a la defensa de Cherato es Janikua [las nubes, la lluvia], de entre 40 y 45 años.

“Las mujeres decimos que si hace falta nos defenderemos con piedras y palos. No hacemos mal. Sólo trabajamos y nos defendemos. A nosotras primero nos toca cocinar para la comunidad”.

–¿Cómo lograron integrar a las cuatro comunidades en una misma defensa? –se le pregunta a Janikua.

–Somos purépechas todos y somos familias muy grandes. Hemos estado juntos desde las juntas para decir que no a las cuotas. Ha sido muy costoso decirle que no a los malos. Tiene muy alto precio enfrentar el miedo y no contribuir con todo lo que ellos hacen. Hubiera sido más costoso dejarlos entrar.

–¿Por qué esta rebelión ocurre entre los purépechas y no en Juárez o Tamaulipas, donde el problema es más viejo?

–Esto viene de antes, desde que somos purépechas y porque estamos unidos y somos dignos. Y esperamos que se unan más, pero no somos nadie para ir a decirle a los demás cómo vivir. Ojalá lo nuestro fuera ejemplo, pero hacerlo cuesta.

Hasta hace cinco o seis años, la única preocupación era la miseria económica. La vida bajo acecho es vivir en la obligación de ordenarle al cuerpo que respire.

La hija de Janikua se levanta dormida y habla por las noches, con los ojos cerrados. Antes no lo hacía. Los muchachos que estudiaban la secundaria fuera de Cherato, amenazados de muerte por la valentía de sus padres, debieron abandonar los estudios. Los hombres que salían a los campos de zarzamora de Los Reyes no pueden hacerlo más.

“Pienso que despierto de un sueño, pero es la realidad. Todo cambió para nosotras. Ahora vivimos en el miedo, no dormimos. Y no sabemos hasta cuándo será. Nuestros esposos ya no trabajan como antes porque deben cuidar las entradas, los bosques. Apenas nos queda comida. Partimos y partimos cada tortilla cada vez más veces. Vivimos en el temor de que no vengan a llevarse otras personas”, se lamenta Janikua.

Ella también cubre su cara y cabeza con un pedazo de tela que saca salpullido a la piel. Pero es mejor eso: tres días después de que Janikua , Tata y otros purépechas platican de su vida contra el narco, éste mostró sus dientes.

A la entrada de Los Reyes, en la base de un pequeño monumento dedicado al maestro, abandonaron tres cabezas cercenadas: “Para todos los que apoyen a los ratas comunitarios”.

Los Caballeros los prefieren priistas

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Foto: Humberto Padgett

La insurgencia purépecha no se contuvo en la meseta indígena. Continuó hacia las regiones oriente y poniente del estado y podría gestarse ya en Morelia, capital del estado.

La sublevación ha prendido en Tierra Caliente, origen de La Familia Michoacana y su conversión en Los Caballeros Templarios. Esa región, históricamente productora de marihuana y amapola, es asiento de grupos nahuas que han seguido el ejemplo purépecha. En uno de sus municipios, Tepalcatepec, en los linderos con Jalisco, un médico mestizo –la distinción racial es subrayada por los propios indígenas– lidera la sublevación contra los narcotraficantes desde febrero de este año.

Tepalcatepec tiene otro par de peculiaridades: es zona de guerra entre el Cártel de Jalisco Nueva Generación y los Caballeros Templarios de Michoacán cuyo líder, Servando Martínez, La Tuta, “se placea por la región”, insiste el líder principal de las autodefensas en el lugar, José Manuel Mireles Valverde.

Mireles es largo y nervudo como vara de mezquite. Se aploma y promete que no se retractará de sus declaraciones del 31 de julio pasado, cuando en un enlace telefónico con la periodista Denisse Maerker lanzó dos graves acusaciones contra Jesús Reyna, gobernador interino de Michoacán y originario de la misma Tierra Caliente.

La fecha tiene relevancia porque días después el Congreso michoacano resolvería si ratificaba a Reyna para un segundo interinato. Lo que Mireles dijo al aire ese día:

1) Que Jesús Reyna acudió el martes 23 de julio en la media noche al sepelio del padre de Nazario Moreno, El Chayo, el capo que el gobierno federal ha presumido como abatido desde finales de 2010. Aquí nadie duda, porque muchos lo han visto, que el fundador de La Familia Michoacana y guía de Los Caballeros Templarios es hombre vivo.

2). Que la esposa del mandatario interino es hermana de una de las cinco mujeres de La Tuta.

Así que aquí nadie duda, porque todo mundo ha visto el poder de Los Caballeros, que el médico Mireles es hombre muerto. Sólo es cuestión de tiempo y él lo sabe, lo tiene por cierto, porque nada pasó luego de su denuncia pública, excepto el espaldarazo dado por el gobierno de Enrique Peña Nieto a Jesús Reyna.

Más allá de las conjeturas, Mireles confía que apenas colgó el teléfono con la periodista recibió, en menos de seis horas, 32 amenazas de muerte vía celular, correo y en su casa.

La vida de Juan José Mireles Malverde era la práctica médica como parte del equipo de la Unidad de Salud de la Secretaría de Salud de Tepalcatepec. Conserva el uso de la filipina, la bata de manga y cintura cortas con que aligera el calor que derrite como gelatina en el rayo de sol a quien no sea de aquí.

Mide casi dos metros y es difícil hallar el miedo en su cara morena. Lleva un bigote completamente cano, al igual que el pelo. Nadie diría que Mireles Malverde lleva encima una carga de argumentos que casi lo hacen un muerto viviente.

Su voz grave suena fuerte cuando señala sin titubeos que el gobernador con licencia, Fausto Vallejo Figueroa, recibió 2 mil millones de pesos para su campaña a la gubernatura del estado. Las aportaciones, según el médico en armas, habrían beneficiado las campañas de Enrique Peña Nieto y la elección de los 17 diputados locales y los nueve federales del PRI en las elecciones de noviembre del 2011.

“Ellos dicen que no tengo pruebas de lo que digo, pero yo les digo que tengo las mismas pruebas que ellos tienen cuando nos llaman delincuentes a todos los que estamos en este movimiento”, ataja.

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Foto: Humberto Padgett

Una calurosa tarde del mes de mayo pasado, El Chayo ordenó la presentación en Apatzingán de los presidentes municipales, regidores y empresarios de la región de Tierra Caliente. Acudió la dirigencia del cártel: Enrique, Quique, Plancarte, La Tuta, El Tena, El Chicano y El Toro, éste último acusado del rapto y embarazo de 26 menores de edad.

Testigos presenciales aseguran en entrevista con SinEmbargo que esa tarde El Chayo advirtió en tono molesto a políticos y empresarios que la enfermedad del gobernador Fausto Vallejo no sería razón suficiente para que los políticos beneficiarios del retorno del PRI, luego de dos sexenios perredistas, no le pagaran los 2 mil millones de pesos aportados a las aspiraciones priistas. Exaspirantes perredistas aseguran que el trabajo de los Caballeros Templarios en la contienda política se complementó intimidando a los opositores del PRI.

“Desinflas tu candidatura o te mueres”, fue el mensaje conciso.

Desde el día de la advertencia, aseguran las mismas fuentes, las reuniones del gobernador Reyna García y Nazario Moreno son frecuentes y “amistosas”. Los pobladores de la región afirman que El Chayo se presenta con el nombre de Ernesto Morelos Villa, tomando prestados nombre y apellidos de los héroes que dice admirar: Ernesto, por El Che Guevara, Morelos, por José María Morelos, y Villa, por Francisco Villa.

En la reunión en la que “el difunto” exigió la devolución de su dinero y los favores prestados al PRI estaban presentes todos los regidores de Apatzingán, encabezados por su alcalde Uriel Chávez Mendoza y la síndico municipal, Julia Lila Ceja Canela, una atractiva mujer de mediana edad identificada por productores y empresarios de la región como encargada, por los narcotraficantes, del cobro del diezmo a los ayuntamientos de la Tierra Caliente.

Otra aparición importante de Reyna en territorio templario ocurrió la medianoche del 23 de julio de este año. El Gobernador descendió en helicóptero para ofrecer personalmente sus condolencias al Más Loco por la muerte de su padre.

Reyna García y Fausto Vallejo no son los únicos funcionarios de primer nivel que tienen trato con el cártel de Los Caballeros Templarios. También mantendrían tratos el Senador por Michoacán Ascensión Orihuela, el Diputado Federal Salvador Ortiz Hurtado, conocido empresario del ramo de la construcción, el comisionado ejecutivo del Consejo de Seguridad Pública Estatal Armando Ballinas Mayes, el subdirector del Hospital de la Mujer en Morelia Francisco Oñate y el presidente municipal de Tepalcatepec Guillermo Valencia Reyes.

Francisco Oñate contrajo nupcias con una hermana de Servando Martínez, mientras que Reyes Valencia fue expulsado de Tepalcatepec hace cinco meses señalado por su propio pueblo por el posible desvió de recursos y la inclusión en la nómina municipal de por lo menos seis mujeres, amigas o amantes de Los Caballeros Templarios, entre otras anomalías.

“Nuestra diferencia con ellos es que nosotros somos sobrevivientes de las tarugadas que han hecho desde hace 12 años, ésa es la diferencia”, apunta Mireles y recuerda cómo en la época en la que gobernaba el perredista Lázaro Cárdenas Batel los policías federales y generales encargados de la zona militar regional hacían fila para el cobro de sus cheques quincenales en la nómina del cártel de la Familia, predecesor de Los Caballeros Templarios.

Tampoco en el periodo anterior, encabezado por el perredista Leonel Godoy Rangel, los funcionarios y alcaldes de la región quedaron al margen de la situación y muchos de ellos como Los Valencia disputaron un pedazo del pastel al Chayo Méndez, pero desistieron y se replegaron luego de perder las elecciones.

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Foto: Humberto Padgett

Desde ese tiempo, al inicio del siglo XXI y de la mano de un gobierno presentado como de izquierda, comenzó en Tierra Caliente el acoso del crimen organizado hacia la población civil, mientras las autoridades miraban impasibles los agravios en el mejor de los casos y, en el más frecuente, eran coparticipes directos de los atropellos de los cárteles de la droga.

La Familia Michoacana comenzó por cobrar hectárea de tierra sembrada a razón de 30 pesos. Luego impuso un impuesto de 17 pesos por tonelada de cultivo. El crimen organizado puso el ojo en cada cabeza de ganado y cada litro de leche, en cada queso producido y vendido, en cada kilo de carne y en cada parcela de maíz, en cada kilo de tortilla y finalmente como en el feudalismo medieval, asumió derecho sobre las mujeres del pueblo, incluso a las niñas de 11 y 12 años.

“Llegaron al grado de llevarse de sus casas y a punta de pistola a las hijas, esposas y mujeres de cualquiera, solo para regresarlas al cabo de unos días o semanas ultrajadas y embarazadas”, señala otro miembro del grupo de autodefensa.

El Toro y El Chicano son fanáticos de las niñas. Sólo El Toro, jefe de la plaza de Tepalcatepec, embarazó a 26 jovencitas, todas menores de edad, según los integrantes de las guardias levantadas en este municipio.

“Ha habido decenas de embarazos de jovencitas de secundaria sólo en el último año. Nada más llegaban a la clínica para control de embarazo o ya en las semanas previas al parto, sin saber quién era el padre de la criatura”.

Así comenzó el hartazgo: “No hay en el pueblo una sola persona a quien no le deban algo. Por eso estamos muy enojados y este enojo no se nos va a quitar así vengan un millón de militares”, sentencia Mireles.

La Policía Federal y el Ejército han colaborado con el grupo de autodefensa de Tepalcatepec solamente en el resguardo de la población. Los uniformados no hacen mucho más. Tienen órdenes de no combatir al lado de los pobladores aún en situaciones de flagrancia ni detener a nadie para presentarlo al grupo de autodefensa.

Mireles y los 30 líderes de Tepalcatepec que emprendieron el grupo de autodefensa a principios del año admiten: “Sabemos que esto es mortal y sabemos que tenemos nuestro pueblo por cárcel. Estamos sentenciados a muerte si salimos de aquí, pero eso ya no importa porque no sé qué más puedan hacer para acallarnos. Ya nadie está dispuesto a quedarse de brazos cruzados”.

El gobierno federal y estatal ha advertido en repetidas ocasiones que no tolerará a grupos armados, que no se tolerará a quien quiera hacer justicia por propia mano. Ha incentivado el desarme voluntario, aunque en Aquila y Aguililla lo ha hecho por la fuerza y con los militares de por medio. Los pobladores han interpretado esto como una manifestación violenta de la complicidad que, aseguran, existe entre las instituciones armadas y los narcotraficantes: no los defienden de estos ni les permiten defenderse por sí mismos.

A mediados de agosto, en el municipio de Aquila a solicitud del gobernador interino, el Ejército detuvo a 47 personas, entre ellas dos menores de edad y miembros del grupo de autodefensa bajo el argumento de ser quienes aterrorizaban, estafaban y hostigaban a la población y habían impuesto justicia por mano propia.

En Tepalcatepec y Buenavista Tomatlán el gobierno no ha pretendido el desarme forzado ni redadas como en la sierra debido a que sus líderes están más cohesionados, pero sobre todo por su determinación.

“Pueden decir lo que quieran pero si intentan desarmarnos los vamos a acabar… porque aquí lo único que puede entrar es gente que nos venga a ayudar como el Ejército y los federales”, dice Mireles.

Mireles Valverde niega las versiones en las que ellos, en realidad, se levantaron auspiciados por el Cártel Jalisco Nueva generación y califica como un ardid del gobierno el argumento para denostar el movimiento de autodefensa e intervenirlo.

“El único cártel que nos financia y nos surte de armas son los propios Templarios –ironiza–. Cuando nos encontramos prefieren huirnos y abandonar todo porque los rebasamos en grupo y en tácticas. Ahora ya estamos más preparados. Ahora ya nos hemos surtidos de las camionetas que les quitamos a ellos mismos porque vieron que unidos somos capaces de derrotarlos”.

–¿Alguna vez se va a acabar esto o a que aspiran los grupos de autodefensa? –se le pregunta.

–Pues, así como veo no se va a acabar la cosa pronto. El gobierno sólo quiere que no le estorbemos. No estábamos en sus planes y lo único que les decimos es que esto no puede seguir así. Nadie puede tener esta vida de perro, con el pie en el cuello.

Cae la tarde y a lo lejos se escucha el altavoz que conmina a todos a reunirse en el centro. Los hombres y mujeres que habitan esta región acuden en desorden, como hormigas. Se les desborda por los ojos y los poros una mezcla de furia y temor. *

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La primera guardia comunitaria en Michoacán no enfrentó al narco, sino a cacicazgos que se apropiaron de tierras comunales en Santa Fe de la Laguna, municipio de Quiroga. Surgió en a fines de los años sesenta. Luego apareció otro grupo en Nurio, Paracho.

Estos son los grupos existentes en el presente.

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Cabecera municipal de Cherán
Urapicho, Paracho
Nurio, Paracho
Cherato, Los Reyes
Cheratillo, Los Reyes
18 de Marzo, Los Reyes
Orúscato, Los Reyes
Cabacera municipal de Turicato
Santa Fe de la Laguna, Quiroga
Huatzio, Tzinzunzan
Cabecera municipal de Santa Clara
Paramuén, Santa Clara
Ihuatzio, Santa Clara

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Cabecera municipal de Aquila con 18 anexos del municipio

Ostula, Aquila

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Crescencio Morales, Zitácuaro

Carpinteros, Zitácuaro
Francisco Serrato, Zitácuaro
Curundeo, Zitácuaro
Cresencio Morales, Zitácuaro
Donaciano Guerra, Zitácuaro

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La Ruana, Buenavista

Tepeque
Buenavista
Coalcomán
Aguililla
Villa Victoria
Chinicuila
Tepalcatepec

Mañana, segunda entrega: El final del camino sagrado

CUATRO POLICÍAS QUE VENDIERON SU ALMA AL CRIMEN

viernes, septiembre 6th, 2013

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Ciudad de México, 7 de septiembre (SinEmbargo).– Si vale tomar por muestra a cuatro policías que participaron de diferente manera, aunque en un mismo tiempo (el del autoritarismo priista), en la entrega del Estado al crimen organizado, se puede entender que la República de las Drogas fue fundada por hombres cercanos a la locura, por sujetos que al mismo tiempo que perseguían sin tregua a la disidencia comunista  prohijaban no sólo el narcotráfico, sino también el secuestro, la extorsión…

En conclusión, al mismo tiempo que los hombres de acero del autoritarismo mexicano cedían porciones a los intereses estadunidenses, construían los cimientos de las actuales estructuras criminales organizadas conocidas hoy como cárteles.

Si se atiende a los criterios teóricos utilizados en todo el mundo para definir las estructuras del crimen organizado, se debe entender que el gobierno mexicano funcionó como un gran Cártel precedente a este momento de 75 mil muertos en menos de siete años y porciones enteras de México entregadas al miedo.

¿Cómo eran aquellos hombres que vendieron su alma por un puñado de dólares? ¿Qué había en su interior que los hacía distintos?

En el conjunto de documentos obtenidos por SinEmbargo inquietan varios datos, pero vale la pena adelantar uno: a principios de los80, el jefe de la Brigada Especial, el cuerpo más especializado dentro del aparato de inteligencia mexicana no sobrepasaba la educación secundaria y poseía un coeficiente intelectual inferior al promedio. Éste es uno de los hombres que tuvo la autoridad para entregar el país al narco.

Todos ellos son una metáfora del sistema político mexicano y de su policía durante los años del monopartidismo: autoritaria, contradictoria, narcisista, iletrada, sociópata, corrupta, cruel, folclórica, tragicómica, bruta y fantasiosa hasta el infinito.

¿Qué tanto sabían las más altas autoridades de la relación entre sus policías y los delincuentes? Esta investigación está basada en el seguimiento que el aparato de espionaje hizo de sus propios policías perseguidores de rojos.

Y el partido político que lo construyó todo está de vuelta en el poder.

El Negro

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Arturo Durazo. Foto: Cuartoscuro

Existe una ficha descriptiva elaborada por la Dirección Federal de Seguridad (DFS), órgano encargado, primero, de la represión de la disidencia comunista y luego de combatir al narcotráfico.

El memorándum fue elaborado en 1976, año de sucesión presidencial en México y del auge de la Operación Cóndor o Trizo, así llamado por los estadunidenses en alusión al “triángulo de oro” de la amapola y la marihuana en la frontera de Sinaloa, Durango y Chihuahua, es decir, una tri-zone. El operativo fue presentado como un primer gran esfuerzo de colaboración para la erradicación de los sembradíos de enervantes.

El año de 1976 también posee relevancia en términos de que las guerrillas mexicanas aún representaban un tema de primer orden en los criterios de seguridad nacional de ambos países.

Y la ficha de la DFS elaborada en 1976 respecto de Arturo Durazo Moreno dice así:

“Fue primer comandante de la Policía Judicial Federal y jefe de seguridad de la campaña electoral de José López Portillo a la Presidencia de la República. Durante este último cargo fue acusado por tráfico de cocaína ante la Corte del Distrito de Miami, Florida, el 29 de enero de 1976.

“Sin embargo, por influencias del candidato el caso fue cerrado”.

***

El Negro nació en Cumpas, Sonora, el 18 de octubre de 1920. De ahí su otro apodo: El Moro de Cumpas, un sobrenombre poco conocido porque, en realidad, era así como le gustaba ser llamado a Arturo Durazo.

Su familia arribó a la Ciudad de México en el intento de dejar la pobreza y se asentó en la colonia Roma. Ahí conoció al hombre de su vida, José López Portillo.

Estudió en la Escuela Superior de Comercio y Administración en el Instituto Politécnico Nacional. Trabajó en el Banco de México de 1944 a 1948, año en que descubrió que su verdadera vocación no era contar dinero ajeno. Obtuvo una plaza de inspector de Tránsito del DF de 1948 a 1950. Pronto, El Negro Durazo comprendió que eso de parar autos conducidos por borrachos no era lo suyo e ingresó a la Dirección Federal de Seguridad, órgano de espionaje político así nombrado por el Presidente Miguel Alemán (1946-1952) en los años de la posguerra mundial y el inicio de la Guerra Fría.

El sonorense quedó asignado al Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México. Hace 60 años que Durazo Moreno emprendió, desde su investidura policíaca, la primera organización criminal de la que se tenga registro de este funcionario público representativo de la corrupción mexicana. Se sabe que realizó negocios ilegales porque la Dirección Federal de Seguridad se seguía a sí misma y siguió los pasos del Negro.

Durazo creó una policía privada a la que denominó Promociones Aeronáuticas Gubernamentales y Privadas, encargada de investigaciones, transporte de fondos e intermediarios para solucionar “conflictos” entre empresas áreas y autoridades federales.

Puso al frente del negocio a un capitán del Ejército y utilizó como guardias a los miembros de la misma Policía Judicial Federal a su cargo. Empresarios de la terminal aérea se quejaron de que la empresa de El Negro Durazo no era más que un establecimiento de extorsión profesional creado desde la autoridad.

El Negro era duro como una piedra y el ascenso de López Portillo lo arrastró hasta convertirlo en su jefe de escoltas durante su candidatura presidencial. Al asumir la Presidencia, López Portillo designó como Jefe de Gobierno del Departamento del DF a Carlos Hank González, quien designó a Durazo como director general de Policía y Tránsito del Distrito Federal donde creó la Dirección de Investigación para la Prevención de la Delincuencia (DIPD) y nombró como su titular al temible coronel Francisco Sahagún Baca.

Este último fue integrante de la Brigada Especial o Blanca en el apogeo de sus actividades “antiterroristas”, como se llamó a la persecución de la disidencia política.

El órgano, también de acuerdo a documentos de la Federal de Seguridad, tuvo una dirigencia compuesta por altos funcionarios de distintas policías. Participaban Salomón Tanús, jefe de la Policía Judicial del DF, Francisco Sahagún Baca, jefe del Servicio Secreto, la policía política del DF, Luis de la Barreda Moreno y Miguel Nazar Haro, de la Dirección Federal de Seguridad, y, del Ejército, Francisco Quirós Hermosillo, jefe de la Policía Judicial Militar, y Mario Arturo Acosta Chaparro, jefe de la Brigada Especial.

Ninguno de los funcionarios integrados en esta particular liga de la justicia estuvo exento de recibir dinero del narcotráfico o de beneficiarse de alguna de las formas del crimen organizado.

***

Mil novecientos ochenta fue el año de la locura.

Durazo Moreno fue nombrado el funcionario más destacado de 1980 y precandidato a la gubernatura de Sonora, su estado; durante la precampaña inauguró en Cumpas, su pueblo natal, un museo temático de su propia vida.

El jefe de la policía iba y venía por todos lados con un mariachi creado dentro de la policía: policías cantores vestidos de charros con entallado uniforme azul cuya canción más entonada era “El Moro de Cumpas”.

En esos años, el priista –concretamente apoyado por la Confederación Nacional Obrero Patronal– Durazo Moreno extendió sus recursos para la persecución de la Liga Comunista 23 de Septiembre hasta Sonora. Uno de los guerrilleros de este grupo y de ese estado era Jesús Zambrano, hoy presidente del Partido de la Revolución Democrática y, cosas de la política, colaborador cercano del régimen presidencial priista.

¿Qué tan crítica era la prensa respecto a los excesos de El Moro de Cumpas? Un fotógrafo de la fuente policíaca de los años de Durazo platica de las reuniones en casas custodiadas por los oficiales.

“Las mesas que no estaban repletas de botellas de coñac lo estaban de cocaína. Había mujeres disponibles, pero no eran prostitutas normales, eran internas de los módulos para mujeres de las cárceles”.

Terminada la fiesta cerca de la mañana, los periodistas en evidente incapacidad de ir por sus propios medios a casa eran llevados por patrulleros, quienes iban con la consigna de dejar al reportero dentro de su cama. Al mediodía, con la cabeza a punto de estallar, el redactor o fotógrafo revisaba junto a la puerta de su casa y ahí estaba ya la nota redactada o la imagen impresa, invariablemente dedicada al valor y profesionalismo de Durazo.

“En una ocasión me robaron la cámara. Hablé con el secretario particular de Durazo, di los detalles del equipo, el sitio y el auto de donde la sacaron y a las dos horas, en mi casa, se estacionó una patrulla, bajó un policía y me dio la misma cámara en el mismo estuche”.

En los medios de comunicación, uno de los pocos y claros detractores suyos fue Manuel Buendía, asesinado años después por otro narco-policía, José Antonio Zorrilla Pérez.

Respecto al control que la policía del DF tenía del robo en la Ciudad de México, el caso más relevante y que está por ser llevado al cine en un trabajo de documentación y esfuerzo fílmico excepcional, fue el de la llamada Cuarta Compañía, una banda de ladrones de autos Gran Marquis, el objeto del deseo de esos años.

También existe un documento formulado el 25 de enero de 1985 por la Dirección de Investigaciones Políticas y Sociales, otro cuerpo de inteligencia de la Secretaría de Gobernación. Es muestra de cómo el mantenimiento en el monopolio de un delito por parte del crimen organizado, aunque se exprese como delincuencia común, robo en este caso, implica sistemas de control basados en la violencia. Refiere las órdenes dadas por Rogelio Herrera, un hombre que “se ostentaba” como mayor del Ejército y que fungía como jefe de batallón –figura desaparecida– en la delegación Álvaro Obregón.

Es letra oficial:

“Herrera notificó a un promedio de 700 policías que estuvieran alertas para en caso de represalias por parte de los asaltantes ya que a partir de la fecha todo individuo que cayera en los separos de la DIPD lo iban a matar, según palabras textuales del mencionado oficial y decisiones del extitular Durazo Moreno, que fueron comunicadas verbalmente a todos los batallones además de haber sido aprovechadas por la desparecida DIPD para cometer múltiples crímenes.

“Se hace notar que tales medidas de Durazo Moreno para desaparecer a asaltantes fueron aceptadas plenamente por el expresidente José López Portillo”.

Es decir, serían sujetos de ejecución extrajudicial sólo quienes llegaran a los separos, no los que, en su caso, fuesen simplemente arrestados o, ni esto, que robaran al amparo de la policía.

¿Y los cuerpos de los ladrones? Un exfuncionario de la Penitenciaría del Distrito Federal relata la existencia de separos que funcionaron como salas de tortura y confinamiento tanto de asaltantes que trabajaban sin el permiso de la Policía como de disidentes políticos, particularmente de la Liga Comunista 23 de Septiembre.

“No sólo funcionó el Campo Militar Uno ni sólo se arrojaron cuerpos al mar. En la Peni había una fundidora de acero. Seguro que hay comunistas mezclados con el fierro utilizado para las bancas de los parques del DF”.

Pero cuando Durazo estaba en los cuernos de la luna nadie veía nada.

El Negro Durazo era designado funcionario público del año un día y hombre del año al siguiente. Fue elevado a doctor honoris causa o emplazado por la Federal de Seguridad a recibir alguna comitiva de policías soviéticos, nombrado alcalde honorario de San Antonio, Texas, condecorado por la ciudad de Los Ángeles, referido por el FBI como muestra del valor policiaco y, para no seguir mucho más con este tema, “el consejo consultivo de la International Narcotic Enforcement Officers Association le otorgó el asiento número 10, entre 75 que componen dicho consejo”, escribió Manuel Buendía.

Algunos desaparecidos

***

Otra ficha respecto a Durazo Moreno está elaborada durante la administración de Miguel de la Madrid Hurtado y abunda sobre El Moro de Cumpas en los años del remolino de premios y reconocimientos:

“Contacto de Diana Fernández Huesca, conocida traficante en drogas y prostitutas elegantes. Se dijo de él que fue chofer de la señora Dolores Olmedo –filántropa y coleccionista de arte– y que junto con ésta transportaba la droga.

“Los primeros ataques en su contra provinieron de la extinta revista DI, dirigida por Arturo Martínez Nateras, disidente del partido Comunista Mexicano, y patrocinada por Fernando Gutiérrez Barrios. Manuel Buendía fue otro de sus detractores impugnadores. Invariablemente respondió a todos estos que le hacían los mandados y que se los pasaba por debajo de las piernas. Soportado, pero jamás aceptado en el ambiente político de su época. Los honores que recibió en el sexenio anterior no fueron por su capacidad, sino por el temor que inspiraba su cercanía con el primer mandatario. En el medio militar causó malestar su designación como general de división”.

En la tarjeta formulario con el historial personal de Durazo, elaborada por los servicios de inteligencia mexicana, se indica en el apartado siete su relación “con factores reales de poder y grupos de poder económico de la iniciativa privada”.

“Se le vincula con Emilio Azcárraga Milmo, Miguel Alemán Velasco y Gastón Azcárraga Tamayo, entre otros”. En sus nexos con escritores, periodistas e intelectuales que lo promovieran políticamente se identificó, como su “amigo personal” a Víctor Payán. En el informe se le calificó como alcohólico, prepotente, agresivo y dado a hacer gala de sus influencias. El formulario de identidad de la DFS era tan detallado que en el rubro de imagen personal se daba espacio a la existencia de amantes. En el caso de Durazo se identificó a Laura Arroyo, exjefa de edecanes de López Portillo, aunque en otras informaciones confidenciales se menciona como una de sus parejas fuera del matrimonio a la vedette setentera Olga Breeskin”.

Durazo y Sahagún Vaca fueron implicados en el asesinato de 14 colombianos, que aparecieron en el Río Tula, quienes antes organizaran una red de delincuentes. El 29 de junio de 1984 fue detenido por agentes del FBI –la misma agencia que le celebrara años atrás– a su arribo de Puerto Rico procedente de Brasil.

Existen, pero son pocas las extradiciones hechas de Estados Unidos a México para la entrega de grandes criminales. Se lee en el reporte de resultados de 1986 presentado por el Procurador General de ese país.

“El año también quedó marcado por la extradición de los Estados Unidos de figuras notorias, incluyendo a Francesco Pazienza, reputado como el mayor artista del fraude y la extorsión que se hacía pasar como un alto miembro del gobierno de Italia. Se entregó a Yugoeslavia a Andrija Artukovic y a Israel a Ivan Demjanjuk, ambos indiciados como nazis criminales de guerra.

“También se otorgó la extradición a México de Arturo Durazo Moreno, exjefe de la Policía de la Ciudad de México acusado de correr la mayor porción del crimen organizado en su tiempo”, enunció oficialmente la mayor autoridad de administración de Estados Unidos, socio de México en el combate a las drogas.

¿Por qué tardó tanto la entrega de Durazo, más aún si se atiende que había caído en la desgracia, que su protector político estaba defenestrado y que su caso sustanciaba el discurso de la “renovación moral” convocada por el Presidente Miguel de la Madrid?

Un memorándum de la Secretaría de Gobernación fechado el 27 de marzo de 1985, cuando bullía el país y la relación con Estados Unidos por el asesinato del agente de la DEA Enrique Camarena, apunta que el Partido Mexicano de los Trabajadores preparaba una denuncia penal contra Durazo por su implicación en el tráfico de drogas en vinculación con Sam López, exprocurador de Justicia de Nayarit. Y Nayarit es, hasta ahora, zona de influencia de los narcos sinaloenses.

El aparato de inteligencia obtuvo con anticipación la demanda y advirtió sobre sus términos:

“Por tal motivo la Procuraduría General de la República no insiste en la extradición de Arturo Durazo Moreno, a quien el FBI tiene sometido a intensos interrogatorios desde hace tres meses donde ha relacionado en el tráfico de drogas a altos funcionarios del actual régimen tales como Antonio Toledo Corro, Miguel Ángel Godínez Bravo –militar de ala dura y jefe del Estado Mayor Presidencial durante el gobierno de José López Portillo, diputado federal, comandante de regiones militares–, a funcionarios de la Secretaría de la Reforma Agraria, del Ejército y otros.

“De esta manera el gobierno mexicano no puede exigir la extradición del personaje de referencia ni exigir respeto a la soberanía, libertad e independencia de México, pues, el actual gobierno ha solapado y protegido a traficantes locales y del exterior”.

Durazo fue procesado y condenado sólo por los delitos de amenazas cumplidas y acopio de armas prohibidas. Se le dictó auto de formal prisión dos años después.

Salió libre en 1992. Murió un día caliente y húmedo de agosto del 2000. Parecía el preámbulo de la muerte del viejo sistema político mexicano. Pero no. Sólo murió El Negro.

Lo despidieron con su música favorita. Entonces se atisbó lo que había a la entrada del infierno: un mariachi de expolicías interpretaba “El Moro de Cumpas”.

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Sérpico

Que le dijeran Sérpico le infundía placer

Explicaba su parecido con Al Pacino en el filme dirigido en 1973 por Sidney Lumet: tirando a estatura baja, bien parecido, el cabello largo, la barba crecida. Un policía irreverente e indomable con look de hippie en Nueva York, ciudad devorada por la corrupción hasta que él, Frank Sérpico, guerrero solitario, pone alto a la podredumbre.

Curiosa identificación para un agente de la policía secreta mexicana a quien tocó disparar al periodista Manuel Buendía cuando éste obtuvo una relación de altos funcionarios del gobierno trabajando en complicidad con los grandes narcotraficantes.

Juan Rafael Moro Ávila nació en Puebla el 18 de febrero de 1953. Es descendiente de Maximino Ávila Camacho, hermano del presidente de México entre 1940 y 1946 y la figura de mayor jerarquía política en México simpatizante del nazismo.

Moro Ávila creció en la colonia Del Valle del Distrito Federal con una hermana, un medio hermano y sin relación alguna con su padre, un comerciante de quien su madre se divorció cuando tenía dos años de edad y por lo cual la familia salió de su estado natal.

Su madre se volvió a casar cuando él tenía nueve años y en la entrevista realizada en la prisión refiere que el trato con su padrastro era bueno, igual que el ambiente familiar.

A pesar de la armonía, Moro Ávila decidió independizarse a los 15 años. Salió de casa a “correr mundo”, solía decir, aunque mantuvo un fuerte lazo con su familia, especialmente con su madre.

Aunque omitió dar los detalles económicos de su familia cuando estaba detenido, aseguraba venir de una familia con “excelente” solvencia económica, lo que hizo que su madre dispusiera de la mayor parte de los medios económicos para la defensa legal durante los días del asesinato de Manuel Buendía y la supervivencia durante los años en prisión.

Juan Rafael disfrutaba hablar de sí mismo y resulta imposible encontrar una referencia negativa de su persona, así que de sí mismo se refería como un alumno de excelencia que terminó su carrera de piloto aviador en “las mejores escuelas”.

Relataba una infancia con ocasionales trabajos de peón pagados en el rancho de los abuelos en Puebla y poco después de ayudante de mecánico.

En el aura de peligro en que gustaba representarse se decía corredor profesional de motocicletas desde los 16 años de edad. A la carrera de piloto aviador se sumó su incorporación como agente federal a los 25 años, trabajo que dejó perseguido por las sospechas de su participación en el asesinato de Buendía, aunque él explicaba su baja para seguir un carrera como doble cinematográfico y actor. En la cárcel dedicaba horas a relatar el desfile de los famosos por los Estudios América, Churubusco y Televisa y a detallar sus campeonatos obtenidos en karate y judo.

|           Sérpico se casó por primera vez a los 24 años de edad con una mujer de quien se divorció 11 meses después del enlace. Contrajo nupcias nuevamente a los 29 años de edad con una azafata del Distrito Federal con quien tuvo dos hijas. El matrimonio se diluyó nuevamente y el expolicía inicio una tercera relación, de unión libre, con una mujer 20 años menor que él, quien lo visitaba constantemente en el reclusorio en visitas íntimas.

Vivía en un departamento propio en la Colonia del Valle, con una vida acomodada que le permitía sus ingresos de 6 millones 500 mil pesos al mes, tenía excelente relación con su mujer y sus hijas, a quienes les pasaba pensión alimenticia.

Hacia los 16 años de edad Rafael Moro fumó marihuana por primera vez y comenzó a tomar experiencia sexual con prostitutas. Negaba ser consumidor de bebidas alcohólicas, pero en el expediente en el que se le relaciona con el asesinato del periodista son recurrentes las versiones de sus novias de cómo se convertía en un toro con las banderillas en el lomo luego de pasar una tarde y su noche aspirando cocaína.

Una de ellas fue la Princesa Yamal, una vedette uruguaya que incursionó con poco éxito en el cine de ficheras de la época.

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El periodista Manuel Buendía. Foto: Especial

La versión admitida por el juez de causa –esta investigación periodística no halló documentos de ningún tipo que sostengan alguna de las otras hipótesis– apunta a que José Antonio Zorrilla Pérez vendía protección al Cártel de Guadalajara, específicamente a Rafael Caro Quintero a quien le entregó credenciales de la Dirección Federal de Seguridad, lo que constituía una autorización para hacer lo que fuera.

Un amigo convertido en lo contrario de Zorrilla, José Luis Esqueda, descubrió la complicidad y entregó documentos que probaban estos nexos al periodista Manuel Buendía, quien murió antes de publicarlos, el 30 de mayo de 1984. Meses después Esqueda también sería asesinado.

Según Juventino Prado, El Diablo, en ese momento jefe de la Brigada Especial, el jefe de la policía política le llamó a su despacho el mismo 30 de mayo de 1984 para decirle “es necesario ponerle en su madre a Buendía” y que requería alguien de absoluta confianza.

Prado propuso a Moro Ávila por su habilidad con la motocicleta y Zorrilla pidió que le presentaran al agente, reputado además por sus roces con la farándula. Moro se sorprendió, pero aceptó el encargo. Cumplió la orden hacia las seis de la tarde, cuando el periodista salía de su oficina, en Insurgentes casi esquina con Reforma.

Moro Ávila aseguró que él no disparó, que en todo caso él habría recogido a un compañero suyo designado para jalar el gatillo, un agente federal apodado El Chocorrol, quien no hizo mayores aclaraciones, pues, fue asesinado. Y también lo mataron Zorrilla Pérez y Juventino Prado para cortar de tajo ese cabo suelto.

Moro Ávila fue condenado. Se supo entonces que Sérpico tenía otro apodo, bastante menos glamuroso: Canito.

Sérpico o Canito pasó los siguientes 28 años de su vida en la cárcel.

***

Moro Ávila realizó en varias ocasiones las pruebas psicológicas mientras estuvo recluido. En enero de 1998, casi 13 años después del asesinato de Buendía, la batería de estudios arrojó las siguientes conclusiones:

“Juan Rafael es una persona egocéntrica, perseverante con sentimientos de autoimportancia y de dominio formados por una fantasía ilimitada de logros. Busca constantemente la admiración de los demás debido a su tendencia exhibicionista utilizando la manipulación para llamar la atención. Cuenta con capacidad para reconocer el pensar de los demás y de esta manera utiliza sus aptitudes para lograr ser líder de grupos y posiblemente manejo de masas.

“Es explotador y pretencioso, con falta de empatía debido a que se centra en sí mismo, encubriendo su dependencia. Es racionalista, idealista, siendo su capacidad de organización y planeación lógica. Aprovecha los recursos y aptitudes buscando el perfeccionismo. Se muestra obsesivo, perseverante, dinámico, práctico. Trata de verse a sí mismo y de parecer ante los demás como una persona virtuosa cubriendo sus faltas socialmente inaceptables.

“Trata de manipular su imagen mediante la sobre afirmación y se muestra confiado en sí mismo utilizando la racionalización como medio de defensa […] Aprovecha los recursos y sus aptitudes para adaptarse al medio, no obstante suele ser manipulador, obsesivo y con capacidad de liderazgo.

“Debido a que es una persona que encubre sus emociones, manipuladora, con facilidad de palabra, inventivo con facilidad para el liderazgo y posible manejo de masas encubriendo sus verdaderos intereses. Padece trastorno de la personalidad narcisista”.

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***

En prisión, Sérpico formó una banda de rock llamada Delincuencia Organizada. Estuvo preso en el Reclusorio Norte, la misma cárcel a la que llegaran en 1985 Ernesto Fonseca y Rafael Caro Quintero, los hombres que ese año compraron las almas necesarias para que Sérpico –la fantasía incorruptible de un policía corrupto– asesinara un periodista que, según los expedientes, estaba a nada de publicar cómo la mafia y la policía secreta mexicana eran más o menos la misma cosa.

Sérpico estuvo en el módulo de máxima seguridad desde su ingreso al Reclusorio Norte y no tenía limitantes para desplazarse en su interior, pues, incluso el auditorio de la cárcel servía para los ensayos del grupo.

Durante su estancia en el reclusorio, nunca recibió ninguna sanción, pero los psicólogos reportaron que su encierro le causaba depresión. No llevaba a cabo ninguna actividad debido a las medidas de seguridad de la misma prisión.

Sus fantasías en el ambiente actoral y en el mundo de las pasarelas se vieron claramente reflejadas en las pruebas psicológicas aplicadas:

“Este es un chico que siempre soñó con ser un músico famoso y piloto y todo lo logró porque a sus 4 años de edad empezó a aprender a tocar el piano, pues, la guitarra y a los 14 ya tenían un grupo de rock; tocaban bien pero no eran famosos como él soñaba. Después se volvió famoso pero no como músico sino como motociclista…

“Él quería ser militar, pero encontró su destino en la policía judicial federal combatiendo la droga y la guerrilla. Pero años después decidió renunciar y dedicarse a la música. Logró hacer 30 películas de cine, telenovelas, comerciales y teatro.

“Ahí conoció a la mujer de su vida, una modelo que le cayó del cielo… todo iba bien hasta que llegó un día la policía por él acusado de un crimen que él no cometió… pasó muchos años en prisión injustamente por un asunto político”, escribió atrás del dibujo de un hombre al que tenía que invitarle una historia.

***

Sérpico relataba lleno de orgullo el día en que el militar, siendo gobernador de Puebla, se acercó a un grupo de trabajadores de Luz y Fuerza del Centro inconformes en protesta por sus condiciones de trabajo.

–¿Quién es el líder aquí? –preguntó Maximino Ávila Camacho.

–Yo soy, señor –dio un paso al frente un hombre vestido con el uniforme caqui.

Maximino se llevó la mano a la cintura, sacó la pistola de la fornitura, encañonó al trabajador en el pecho y terminó el conflicto laboral con el movimiento de un solo dedo.

A Maximino se le debe la constitución de un poderoso grupo político que tuvo entre sus más reputados miembros a Gustavo Díaz Ordaz, también poblano, también represor, también un furioso anticomunista, pero no al filo nazista, como Maximino sí lo fue, así como incendiario de pueblos y permisionario de que su tropa perpetrara violaciones tumultuarias durante la Guerra Cristera (1926-1929).

Algo tiene la palabra Sérpico, o tal vez el personaje policiaco interpretado por Al Pacino que tanto gusta, como nombre clave de policías convertidos en asesinos y torturadores.

En Argentina, durante la dictadura de 1976 a 1983, Ricardo Miguel Cavallo usó ese nombre para torturar, violar y asesinar a la oposición socialista en el país sudamericano. A diferencia del Sérpico mexicano, el argentino logró mantenerse libre durante un par de décadas hasta que reapareció en México como beneficiario del gobierno panista de Vicente Fox.

Juventino

El Diablo es michoacano. Fue el mayor de 10 hermanos y le tocó sacar adelante a la familia cuando a su padre se lo arrebató un infarto. Juventino tenía 10 años y a los 16 ya era pintor. Se empleó como obrero, auxiliar de intendencia, checador de tiempo en una fábrica, mensajero y, sin que al menos la lógica pueda explicarlo, policía federal de seguridad.

No existe rastro alguno de su preparación como policía.

Se convirtió en comandante al poco tiempo y, aún más lejos del sentido común, se le designó jefe de la Brigada Especial, un cargo que solía recaer en la responsabilidad de los militares. Juventino apenas había concluido la secundaria y, a sus 33 años de edad, era responsable del órgano más sensible de la inteligencia mexicana, el espacio de gobierno en que el Estado se consideraba en capacidad de decidir si admitía que las personas vivieran o no de acuerdo a sus filiaciones políticas.

Así es el hombre que manejó esos controles:

“Juventino es Prado es una persona que se caracteriza por mostrar una imagen adecuada de sí, buscando el reconocimiento y la admiración para compensar la baja autoestima que posee a nivel inconsciente, siendo susceptible a la crítica y al rechazo debido a la inseguridad que posee.

“Se limita a asumir convencional y parcialmente parámetros establecidos sin modificar sus esquemas cognitivo-conductuales ya que tiende a asumir roles que le permiten el manejo de poder y el uso de la ventaja que tiene con los demás, subyaciendo su baja tolerancia a la frustración y el control de impulsos que tiende a bajar, al igual que requiere controles y límites externos para mantenerse funcional.

“Es un hombre con ideales, deseos y necesidades que desea cubrir de manera inmediata y con un mínimo de esfuerzo. Socialmente es inconstante, superficial evasivo, siendo sus lazos afectivos limitados y pobres.

“Debido a su búsqueda de sensaciones y de reconocimiento social tiende a relacionarse con grupos criminógenos debido a su baja autoestima […] Por lo común no conoce a sus víctimas ni planea el delito sino se limita a cumplir órdenes; es un sujeto de dirección y subordinación. Coeficiente intelectual por debajo de la media”.

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El Charro del Misterio

Alfredo, hijo de Sabino Ríos y María Damiana Galeana, nació en Arenal de Álvarez, Guerrero, el 28 de octubre de 1950. Un año después, Sabino murió y María arrastró a su hijo único y su miseria absoluta a la ciudad de México. La mujer se hizo costurera y el niño creció hasta medir un metro 90 centímetros. La nariz, la boca y los cabellos se le engrosaron al grado que sólo le cupo un apodo: El Feyo.

En 1969, bajo las insignias de sargento segundo de la Brigada de Fusileros Paracaidistas –los duros muchachos anticomunistas– del Ejército mexicano, Alfredo Ríos Galeana recomendó a su sobrino Evaristo Galeana Godoy, El Tito, para que ingresara como policía militar. En 1972 El Tito entró en el Segundo Batallón de Radiopatrullas del Estado de México (Barapem), creado por el entonces gobernador Carlos Hank González, al tiempo que el sargento Ríos Galeana utilizaba sus blasones para robar automóviles.

Hank González, patriarca del Grupo Atlacomulco, del que desciende el Presidente Enrique Peña Nieto, abrió la puerta de Ríos Galeana.

La banda era pequeña, la integraban otros dos o tres militares de bajo rango que se reunían a beber en las cantinas de El Molinito, colonia popular de Naucalpan invadida por prostitutas, travestis y vendedores de droga visitados por la soldadesca del Campo Militar Número Uno.

En las cervecerías de El Molinito, Ríos Galeana, El Tito y los suyos planearon el robo de 15 autos en las colonias Polanco, Lomas de Chapultepec y Las Águilas. Los revendían en el estado de Guerrero. En octubre de 1974, Ríos Galeana fue detenido por el Servicio Secreto del Distrito Federal y consignado por robo, asociación delictuosa y portación de arma de fuego. Fue preso en la vieja cárcel de Lecumberri y luego trasladado al Reclusorio Oriente. Fue liberado el 4 de diciembre de 1976.

Como si los antecedentes penales se hubieran esfumado de su historial o gracias a un supuesto pacto con el Servicio Secreto del Distrito Federal, Ríos Galena se hizo comandante de la policía de Santa Ana Jilotzingo y le ofreció a El Tito el puesto de subcomandante. El Feyo se convirtió en 1978 en patrullero del Segundo Barapem en el Estado de México, al que luego comandó. Así vigilaba los bancos mexiquenses sin causar sospecha, diseñaba sus robos y dirigía a ladrones y policías (Ríos Galeana se convirtió en la síntesis más acabada de ambos). Amaba los autos. Volaba en un Valiant Super Bee. Para entonces se le contaban al menos 21 atracos principalmente en los estados de Hidalgo, Puebla y México.

Julio Cervantes Sánchez, otro de sus socios, entró en 1974 al Segundo Batallón de la Policía Militar con base en el Campo Militar Número Uno y luego fue enviado a la Sección de Policía Militar del Heroico Colegio Militar. Allí permaneció hasta 1983, cuando fue detenido en Cortazar, Guanajuato. Participó con Ríos Galeana, entonces parapetado en el nombre de Luis Fernando Berber, en 32 asaltos a bancos, tiendas de la Compañía Nacional de Subsistencias Populares (Conasupo), supermercados, casas particulares, tiendas de ropa y oficinas de gobierno.

El 26 de agosto de 1979, la DFS —la policía política del régimen priista extinguida en 1985— tuvo conocimiento “confidencial” de que Ríos Galeana estaba escondido en Jilotzingo, Estado de México, en la casa del expresidente municipal Víctor Aceves Rojas. Éste, como alcalde en funciones, ordenó a Ríos Galeana asesinar a dos hombres. Y el 26 de agosto de 1979 dio avisó a la DFS de que Ríos Galeana estaría en un palenque de feria. No como espectador. Ríos Galeana, exparacaidista militar, expolicía, ladrón, líder, bígamo y asesino, también era cantante. Se hizo llamar el Charro del Misterio, y de sí mismo dijo tener “la voz que canta al corazón”. El hombrón, con la papada replegada, hacía pucheros y entristecía los ojos para cantar, como es debido, las canciones de Javier Solís.

En un cofre de vulgar hipocresía
ante la gente
oculto mi derrota
payaso con careta de alegría,
pero tengo por dentro el alma rota.
[…]
Payaso,
soy un triste payaso
que oculto mi fracaso
con risas y alegría
que me llenan de espanto.

Hombre costeño, Ríos Galeana hablaba con acento del norte y al cantar domaba ese potro que normalmente lo hacía tartamudear. Cantaba en ferias pueblerinas y en cantinas de la ciudad. Una fue La Taberna del Greco, en avenida Juárez frente al Hotel del Prado. Sus amores también fueron del ambiente, entre ellas una mujer que trabajaba en el restaurante Los Tres Caballos, cerca de la esquina de Tlalpan y Taxqueña. Algunos vasos grabados con el nombre de ese lugar se encontraron junto con varias botellas de coñac, la bebida favorita del Feyo, en la primera casa que le ubicó la policía en la colonia San Pedro de los Pinos. Era galante y caballeresco. En el robo de un banco en Ixtapaluca había una mujer embarazada en la fila, congelada por el susto. Cuando Ríos Galeana tuvo el dinero de la bóveda, tomó un fajo y se lo dio a la mujer. Advirtió al cajero: “¡Si se lo quitas, vengo y te parto tu madre!”.

En 1981, en un gesto de humor absolutamente involuntario, Arturo, El Negro, Durazo Moreno designó a Ríos Galeana, especie de John Dillinger a la mexicana, como el “enemigo público número uno” del país. Ordenó su persecución a la División de Investigaciones para la Prevención de la Delincuencia (DIPD) bajo el mando del coronel Francisco Sahagún Baca, torturador y miembro de la Brigada Blanca, cuerpo persecutor de la disidencia política. Se envió la filiación del ladrón a todas las policías del país. Un perfil de viso psicológico elaborado por la DFS del Feyo lo describe:

“Es temerario. Amedrenta fácilmente y confía en lograrlo. Nunca demuestra miedo. En los asaltos, en ocasiones, no saca su arma. Permanece mucho tiempo en las oficinas asaltadas, que generalmente regresa a asaltar. Es vanidoso y ególatra. Demuestra mucha seguridad en sí mismo y en su grupo. Se siente protegido por las autoridades. Es vengativo y galán. Impacta al personal femenino. Es criminal y sanguinario. Mata por placer. En infinidad de enfrentamientos con las autoridades ha matado muchos policías y no le importa que maten a sus compinches. Es frío y calculador, mientras no se le provoque es pacífico. Cuando se le provoca o se le entorpece mata, destruye”.

***

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A fines de agosto de 1981, Sahagún Baca logró la captura de Ríos Galeana y otros cuatro miembros de la banda. Los ladrones fueron entregados a las autoridades de Hidalgo, el estado más golpeado por la pandilla y donde, según los propios funcionarios, gozaban de más protección policiaca. Fueron presos en la cárcel de Pachuca.

El 19 de diciembre de 1981, alguien desde afuera de la cárcel pasó un mástil de siete metros, para antena de televisión, relleno de cemento. Apoyaron la pértiga en el muro norte del reclusorio y por ahí escalaron Ríos Galeana, Eduardo Rosey Lara y Leonardo Montiel Ruiz, El León, acusados de homicidio, robo, asociación delictuosa, daño en propiedad ajena, lesiones, amenazas, injurias, golpes, acopio de armas prohibidas, asaltos bancarios y otros.

Quedó atrás, presa, Yadira Berber Ocampo, pareja de Ríos Galeana señalada como su cómplice. Después asesinaron a los dos custodios que los habían ayudado en el escape. La policía fue tras una amante de El Feyo en Tepeji del Río, Juana Sánchez. La mujer reconoció que el ladrón había pasado por su casa en la mañana, pero, como si presintiera la tormenta, se fue casi de inmediato.

No sólo varios guardias de seguridad estaban en la bolsa del asesino, ladrón y cantante. Agustín Hernández, juez 2 de lo penal en el estado de Hidalgo, recibió dinero suyo para no ejecutar una solicitud de exhorto girada por la Procuraduría General de Justicia del Estado de México. Además trabajaba con el agente de la PJF –ya también desaparecida por insalvable– Ricardo Campos Ayala.

Se refugiaron con Silvano Garza Dávila en un edificio de la colonia Panamericana, al oriente del Distrito Federal. Recibieron armas, dinero y planearon los siguientes asaltos.

Algunas sucursales, como la del Banco Continental de Tlalnepantla, Estado de México, y de Banamex en Tepeapulco, Hidalgo, fueron visitadas en tres ocasiones. Las autoridades calcularon que el monto robado, sólo a Banamex —entonces propiedad del gobierno, como toda la banca mexicana— rebasaba los 50 millones de pesos, y que la banda la conformaban de 15 a 20 personas.

La hermana de un policía reportó que fue “contratada” por la DFS para asistir, cerca de Zempoala, Hidalgo, a una reunión en la hacienda de un militar no identificado. En el sitio la mujer reconoció a Ríos Galeana y su banda. Jugaban póquer y apostaban con puños de dinero. La mujer elaboró un croquis para llegar al sitio. Otra vez el general Arturo Durazo estuvo a pocos metros del sargento desertor Ríos Galeana. Pero se le escurrió. Luego, la DFS supo que Ríos Galeana vivía con una prima o hermana de alguno de sus lugartenientes, posiblemente El León o Mateo Ugalde Ruiz. Tampoco. El Feyo también era adivino y escapista.

En el asalto al banco de El Oro, Estado de México, los bandidos encerraron en la bóveda a los clientes y al personal. Uno de los empleados tenía una navaja de bolsillo y el gerente logró desarmar las perillas de combinación dentro de la bóveda. En 30 minutos todos habrían muerto por asfixia. En la Comisión Nacional de Fomento Minero, una oficina de gobierno, Ríos Galeana mató a cuatro policías después de emborracharse con ellos. A todos dio tiro de gracia.

En 1982, la DFS tenía la certeza de que Ríos Galeana operaba con protección de las autoridades de Hidalgo:

En los asaltos anteriores a 1982, Alfredo Ríos Galeana se mostraba violento y sanguinario. Se le comprobaron más de 16 muertos entre policías y civiles. A partir de enero de 1982, Ríos Galeana ha cambiado totalmente su forma de operar, ya que se volvió más consecuente y más cínico. Por su estatura y complexión se siente dueño de la situación. Sólo amenaza una vez y guarda su arma. Se hace acompañar de Leonardo Montiel Ruiz y Eduardo Rosey Lira. También forma parte del grupo Mateo Ugalde Ruiz, de quien se sabe es un gatillero y funge como muro de contención. Este sujeto quiso pertenecer a la policía judicial de Hidalgo, pero fue rechazado.

El 1 de abril de 1982, Ríos Galeana asaltó la sucursal Tepeapulco y se llevó un millón 44 mil 275 pesos. Pero el dinero no fue suyo. Entre los billetes había fajillas trampa que explotaron y esparcieron gas lacrimógeno y tinta roja que inutilizó los billetes. Con la cara convertida en una máscara de lágrimas y mocos, los ladrones huyeron. Regresaron el 8 de julio de ese mismo año. Se llevaron un millón 548 mil pesos, esta vez limpios.

A principios de 1982, Ríos Galeana obtuvo una cita con el cirujano plástico Ignacio Arámbura Álvarez. El ladrón fue al consultorio de la calle Tuxpan número 46, despacho 204, en la colonia Roma. En mayo ya tenía nueva nariz. Un año después el mismo médico adelgazó sus labios. Continuó el tratamiento con masajes de ultrasonido en la boca en el Hospital Metropolitano. Pagó 100 mil pesos por ambas operaciones. Remató la mudanza con permanente en el cabello. Entonces se fotografió para hacer la portada de su disco en el que se llamó Alfredo del Río. No huía del “enemigo público número uno”; escapaba de El Feyo.

En diciembre de 1983 fueron detenidos El León, Eduardo Rosey Lira, Ismael Jacinto Dávila, Alberto Juárez Montes, Lauro Rodríguez Velázquez y Francisco Vera Montiel.

Ríos Galeana se tomó un descanso hasta que sus socios se fugaron en octubre de 1984. Leonardo Montiel estaba urgido de trabajo. Tenía un buen plan, presumió con su mirada de reptil prehistórico: el asalto al Banco de Cédulas Hipotecarias (BCH). La fuga había enriquecido a la banda y sumó a los fugitivos Gilberto Ornelas García y Salvador Ornelas Rojas, El Pariente. También se integró Jaime Maldonado García el Jimmy, que no era un ladrón, sino un custodio que apoyó la fuga.

“Los maleantes que desean pertenecer a la banda de Ríos Galeana son seleccionados minuciosamente por él, exigiéndoles que reúnan determinadas características y una misma ideología, como son las de representar una actitud temeraria y agresiva, con antecedentes penales y de cierta peligrosidad, independientemente de ser astutos e inteligentes. Leonardo Montiel Ruiz es el más agresivo del grupo”.

El 8 de noviembre de 1984 entraron a las oficinas administrativas del diario Excélsior. Amarraron a los empleados y los tendieron sobre el piso bocabajo. Se llevaron 35 millones de pesos de la empresa y varios objetos de los trabajadores. No sólo les gustaba el dinero. Una semana después asaltaron la compañía electrónica Clarión. Se llevaron 481 autoestéreos con valor de nueve millones de pesos y 1.7 millones de pesos en efectivo de la caja fuerte. El método también era flexible. Ríos Galeana tocó la puerta del banco BCH, el sitio propuesto por Montiel y, cuando el guardia abrió, lo desarmó y amagó. Preguntó por las llaves de la bóveda y sobre la manera de desactivar la alarma. El policía no sabía. Le ató las manos y lo llevó al interior de las oficinas para que le mostrara el sistema de alerta, pero no pudieron desactivarla. Bajo el escándalo de la sirena hicieron un boquete en la pared de 50 centímetros por 40 centímetros con esmeriladora, martillo y cincel. Montiel Ruiz y Ríos Galeana entraron por el agujero. En el interior, cortaron las bisagras de la caja fuerte con esmeriladora y con una barra de hierro hicieron palanca. Desprendieron la puerta 25 centímetros y en este espacio introdujeron un gato de tijera con el que desprendieron la puerta. Sacaron 236 millones de pesos en las mismas bolsas del banco.

Alfredo Ríos Galeana también se llamó Luis Fernando Gutiérrez Martínez, según el reluciente título de su casa con su fotografía que lo acreditaba como ingeniero civil egresado de la Universidad Autónoma Metropolitana. Lo compró en 100 mil pesos a principios de la década de 1980 en Puebla. Cursó parte de esa ingeniería y usó el título para justificar su dinero. Su otro seudónimo conocido fue Fernando Berber. Y con ambos nombres falsos se casó por el civil y por la Iglesia.

El 18 de enero de 1985, la policía detuvo nuevamente al León. Confesó la serie de asaltos, el nombre de sus cómplices y la ubicación del cuartel general, en la calle de Enrique Rébsamen. Ahí arrestaron a Jacinto Garza Dávila, Eduardo Rosey Lira y Gustavo Alberto Juárez Montes. Admitieron haber participado en varios asaltos a bancos, residencias de Puebla, Ferrocarriles Nacionales en Pantaco, así como al Centro de Desarrollo del Ambiente y Ecología. Mataron un policía, hirieron a otro y lesionaron a una empleada.

Ríos Galeana cayó al poco tiempo. En su captura participó el policía judicial federal Miguel Silva Caballero, El Chicochangote, quien años después sería involucrado en el asesinato del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo.

El Negro Durazo no participó en el arresto de “el enemigo público número uno”. El expolicía y exgeneral –por designación de su amigo José López Portillo– estaba preso también.

En 1985, a El Feyo se le seguían dos procesos por asociación delictuosa, seis por robo calificado, otros por lesiones contra agentes de la autoridad, daño en propiedad ajena, tres homicidios calificados, disparo de arma de fuego, disparo de arma de fuego contra agentes de la autoridad, lesiones calificadas y evasión de presos. No por mucho tiempo. El 22 de noviembre de 1986, Ríos Galeana caminó por los túneles oscuros habitados en esos días por prostitutas y vendedores de drogas que comunican el Reclusorio Sur con sus juzgados penales. El reo llegó a la rejilla de prácticas del juez 33. Por el otro lado, el de la calle, llegaron seis hombres y una mujer. Esperaron a El Feyo. Cuando Ríos Galeana apareció, el Marino sacó una granada –le encantaban las granadas–, mordió la espoleta y arrojó la piña hacia el muro. Ríos Galeana comprimió su metro 90 centímetros de estatura y sintió la lluvia de piedras y polvo alrededor. Cuando la neblina se disipó, el Charro del Misterio había desaparecido.

Al poco tiempo volvería a la prisión. Pero sólo afuera de ésta. Rescató a El Marino durante un traslado del Reclusorio Norte al Oriente. En el ataque a la camioneta aparecieron nuevos rostros, nuevos gatillos. Uno fue Juan Carlos Díaz Hernández, El Jarocho, compadre y socio de Héctor Peralta Vázquez, El Papis, pistoleros de los secuestradores Andrés Caletri y Marcos Tinoco Gancedo, El Coronel.

Tras el rescate de El Marino, el camino de Ríos Galeana tomó otra dirección. En el Lago de Guadalupe, Cuautitlán Izcalli, el ladrón fue rebautizado al cristianismo y se hizo llamar Arturo Montoya. Volvió a cantar. Ya no a las mujeres, sino a Jesucristo. Vivía de administrar dos autobuses. Se hizo predicador, hablaba de la fidelidad matrimonial, forjó congregaciones de cristianos y se enlodó los zapatos para llevar a donde fuera la palabra del Señor. A mediados de 1992, la sombra de Alfredo tocó la aureola de Arturo. El diario La Prensa recordó que el bandido andaba por ahí, impune. Huyó a Estados Unidos. Vistió de charro otra vez. No era más El Charro del Misterio. Era un mariachi de Dios.

Reconozco Señor
que soy culpable.
Sé que fui
pecador imperdonable.
Hoy te pido Señor,
me vuelvas bueno,
porque tengo un amor
limpio y sincero.
Y si voy a seguir
siendo igual que antes fui
no la dejes venir
a llorar junto a mí.
De lo malo de ayer
hoy me arrepiento
es por eso que vengo
hasta tu templo.
Hazme bueno Señor
te pertenezco,
soy tu hijo también
y lo merezco.

En junio de 2005, un vecino habló a la policía de Los Ángeles y develó el pasado de Ríos Galeana. Pidió recompensa. El enemigo público número uno estaba de vuelta en una cárcel mexicana. Luis, el mayor de los hijos de Arturo Montoya, dijo: “El hombre que la justicia persigue ya murió”.

Y es que la historia también es un asunto de perspectiva política.

Carlos Hank González, gobernador del Estado de México, fundó la policía política mexiquense donde se creó El Enemigo Público Número Uno. Alfredo Ríos Galeana. Carlos Hank González, regente del Distrito Federal, hizo jefe de su policía a Arturo Durazo Moreno, El Enemigo Público Número Uno.

Y Carlos Hank González, hombre del PRI que participó directamente en la creación de uno y otro, posee una enorme estatua. Está colocada en el bello Paseo Tollocan de la capital del Estado de México, Toluca, ahí donde el actual Presidente de México ha estado para rendirle culto.

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Alfredo Ríos Galeana (julio 2005). Foto: Cuartoscuro

Fuentes:

Arturo Durazo Moreno

*Conjunto de documentos integrados respecto de Arturo Durazo Moreno por la Dirección Federal de Seguridad y la Dirección de Investigaciones Políticas y Sociales de la Secretaría de Gobernación

Juan Rafael Moro Ávila:

*Estudios psicológicos, criminológicos, laborales y sociales hechos durante su internamiento en las cárceles

*Causa penal 104/89 y acumulada 101/89 instruidas contra José Antonio Zorrilla Pérez, Juventino Prado Hurtado, Raúl Pérez Carmona, Juan Rafael Moro Ávila y Sofía Naya Suárez por el asesinato de Manuel Buendía Tellezgirón.

Juventino Prado:

*Estudios psicológicos, criminológicos, laborales y sociales hechos durante su internamiento en las cárceles

Alfredo Ríos Galeana:

*Causa penal 16/85 instruida por el Juzgado 29 de lo Penal por los delitos de robo, asociación delictuosa, lesiones y daño en propiedad ajena

*Causa penal 129/83 instruida contra Ríos Galeana por los delitos de homicidio, asociación delictuosa, robo, lesiones y portación de arma de fuego reservada para uso exclusivo del Ejército, Armada y Fuerza aérea instruida por el juez 4 de Distrito del Distrito Federal, Gilberto Chávez Priego

*Causa penal 129/83 instruida por el Juzgado Cuarto de Distrito en Materia Penal

LA GRAN TRAICIÓN: LA INTELIGENCIA EN MANOS DEL NARCO

jueves, septiembre 5th, 2013

republica_narco

Ciudad de México, 4 de septiembre (SinEmbargo).– Si se revisan los expedientes abiertos por el Ejército Mexicano contra sus efectivos levados por el narcotráfico se crea la idea de que los cárteles desarrollaron la habilidad de infiltrarse hasta uno de los órganos más sensibles del Estado, en el centro neurológico de la institución de las armas, su sistema de inteligencia.

Si se observan los documentos iniciados por el sistema de justicia civil contra los agentes policiacos se piensa que los narcotraficantes invadieron áreas tan delicadas como la Dirección Federal de Seguridad, el servicio secreto mexicano durante los años de la Guerra Fría.

Pero si se analizan los expedientes particulares de los hombres que vendieron trozos del Estado y los legajos de quienes los compraron, se concluye que la filtración fue en el sentido contrario: los hombres de las armas infiltraron al narcotráfico no a favor del interés público, sino del suyo propio.

La bola se fue pa’ Juárez

CONSEJO DE GUERRA

Con la cara rígida, perfectamente rasurada, sobre los uniformes tapizados de insignias, los generales reunidos el 10 de julio de 2006 en Consejo de Guerra en El Salto, Jalisco, se preguntaron:

“¿Es el sargento segundo escribiente Marcelino Alejo Arroyo López culpable, perteneciendo a la Oficina de Inteligencia Antinarcóticos de la Secretaría de la Defensa Nacional, de haberse incorporado a la organización criminal Cártel de Juárez, —del cual era el dirigente, cabecilla o jefe narcotraficante Ismael Zambada García, El Mayo Zambada, y otros individuos, intermediarios de Arturo Hernández González El Chaky, quien dirigía una de las células del cártel también denominado La Empresa— con la intención de realizar labores de contrainteligencia?”.

Los militares ya habían hojeado el grueso legajo de la causa penal 2491/2005, el expediente con decenas de declaraciones, partes policiacos de investigación e intervenciones telefónicas. El mismo documento que da santo y seña de cómo el Cártel de Juárez y sus exsocios del Cártel de Sinaloa infiltraron al ejército y del que SinEmbargo posee copia.

Arroyo López habló. Se defendió.

Los generales lo escucharon y luego respondieron su propia pregunta.

***

El sargento Arroyo López causó alta el 21de noviembre de 1987 como policía militar.

En enero de 1990 tomó una vacante en la Policía Judicial Militar. Inició como cabo policía militar, siguió como agente con el mismo rango y, poco después, lo ascendieron a sargento segundo escribiente. Estuvo en esa corporación hasta septiembre de 1995.

“No sé si por selección o azar me enviaron junto con otros nueve elementos de la Policía Judicial Militar a causar alta en el Centro de Inteligencia Antinarcóticos (CIAN). Efectivamente he recibido dinero a cambio de información que sustraía de la Oficina de Inteligencia Antinarcóticos donde laboro para hacerla llegar a una organización dedicada a dar seguridad a narcotraficantes”.

Arroyo nunca efectuó curso alguno de inteligencia. Y así quedó directamente subordinado al CIAN, dependiente de la secretaría particular del secretario de la Defensa, entonces Enrique Cervantes Aguirre, designado por el Presiente Ernesto Zedillo.

Marcelino Arroyo coincidió en el CIAN con Pedro Bárcenas, Capitán Perico, de quien se hizo compadre y quien luego desertó para integrarse al Cártel de Juárez. Aunque no se tienen datos detallados de cómo ocurrió, lo cierto es que Arroyo se convirtió en informante del crimen organizado. Y justo por estar en esa oficina fue blanco de los esfuerzos por comprarlo. No fue nada difícil.

Arroyo operó en una rústica estructura de inteligencia en la que los reportes eran entregados por escrito, a manera de informes o, en casos de emergencia, dictados por teléfono a Bárcenas. Éste informaba a Francisco Tornez Castro, El Pancho, quien reportaba a Arturo Hernández González, El Chaky, jefe de sicarios de Amado Carrillo, El Señor de los Cielos.

El sargento segundo escribiente obtenía información cuando los analistas del CIAN le comisionaban recabar datos de domicilios, números telefónicos fijos o celulares o vehículos. Tras clasificarla, la entregaba a su contacto.

¿Qué clase de información entregaba el sargento Arroyo al narcotráfico?

Mes y medio antes de la detención de Arroyo, el cártel se inquietó. Se rumoraba de una oleada de cateos a las casas de El Mayo Zambada en Culiacán, Sinaloa.

–¿Sabes si hay personal trabajando en Sinaloa? –preguntó Perico a Arroyo.

–Sí. Hay una base de trabajo de aquí, de la oficina [del Distrito Federal], en Sinaloa. Va un capitán al mando –respondió el militar activo.

–¿Cómo se llama?

–Es un capitán segundo de zapadores.

–¿Es el que lleva el asunto del Chaky?

–Ese asunto lo lleva el teniente de arma blindada de apellido Ornelas.

–¿Quién está de jefe de cubículo del Cártel de Juárez?

–El capitán Ornelas.

Perico aseguró que buscaría al capitán encargado de la investigación en Sinaloa para sobornarlo. Arroyo no supo más. No debía saber nada más. Era sólo una de varias piezas.

El flujo de datos era permanente. Nombres de adversarios o socios de Juárez eran entregados en condición de incógnita a los militares y volvían al cártel con domicilios, números telefónicos y detalles de las investigaciones en su contra.

Otro ejemplo. A Perico le urgía tener información sobre un capitán aviador diplomado del Estado Mayor infiltrado por el Cártel de Juárez, pero integrado a otra célula. Competencia interna. Arroyo escuchó atentamente en la oficina. Se encontró con el tema y anotó todo en una libretita.

Reportó: “Me dijo que la revisaría con su patrón, pero que lo más interesante para ellos era toda la información relacionada con el Cártel de Juárez y, particularmente, con El Chaky”.

Era una maraña de espías contra espías. En otra ocasión, Arroyo López fue buscado por Perico. Le advirtió sobre un teniente de infantería que anteriormente estuvo en el CIAN. Le describió su auto y domicilio. Se debían cuidar de él: estaba empleado por otro cártel.

Bárcenas también proporcionó dos sobrenombres: El Yeyo y El Chacho, gente de Osiel Cárdenas Guillén, entonces capo del Cártel del Golfo. Había guerra. El tamaulipeco había mandado matar al Chaky. Y esos apodos eran de dos de los sicarios que iban tras la vida del jefe de sicarios de Juárez, cabeza de la red de informantes de Amado.

El sargento Arroyo nunca conoció personalmente al Chaky, sólo las referencias que de él hacían Pancho Tornez y Perico como “el patrón”. Arroyo, en el escalafón más bajo del cártel, cobraba directamente de la mano de Capitán Perico en las estaciones del metro Panteones, Normal o Cuitláhuac.

Él mismo dio los detalles: “En tres años recibí dinero en 25 ocasiones. Las cantidades iban desde 500 a mil dólares”.

Así de barato.

***

¿Ante la deslealtad a las armas había lealtad al narcotráfico? En su declaración ante el Ministerio Público Militar, Arroyo López deja claro que tampoco. El sargento también actuaba como correo para la entrega de sobornos a otro militar antinarcóticos, Pedro González Franco, quien causó baja de esa área por reprobar un examen de polígrafo –se entiende que Marcelino sí aprobaba ese filtro de seguridad– y, en vez de despedirlo, se le trasladó a la Zona Militar de Toluca, en el Estado de México.

Pero los sobres a su favor seguían llegando. Pedro Bárcenas, Perico, recomendó a Arroyo quedarse con el dinero. “Me dijo que yo aportaba más datos para la organización y que tenía derecho a cobrarlo”, se justificó el sargento segundo.

Los beneficios que dio Arroyo fueron más allá de la entrega de datos. También participó en el reclutamiento de más informantes. Uno de ellos fue el propio González Franco, a quien se reclutó por tener acceso a información del Cártel de Tijuana.

El CIAN se divide o dividía en módulos de análisis para cada cártel de las drogas.

A González Franco le pidieron antecedentes de Fabián Martínez, El Tiburón, jefe de los Narcojuniors, cuerpo de sicarios y contrabandistas de clase media y alta reclutados por los Arellano Félix durante la década pasada. El Chaky “se lo quería chingar”, aclaró González Franco al ministerio público.

“En otra ocasión que regresé a Tijuana, el sargento Marcelino me dijo que Pedro [Perico] le había comentado que necesitaban información del Metro. Después regresé a mi base en Tijuana y por esas fechas agarraron a Alcides Ramón Magaña, narcotraficante del Cártel de Juárez”.

El Metro, quien a la muerte del Señor de los Cielos se apoderó del control del tráfico en la región sureste del país, fue detenido en 2001.

“[Luego] me dijo Perico que su compadre Pancho, Francisco Tornez, me mandaba dinero. Sacó un periódico que llevaba doblado con 5 mil dólares y que era por el trabajo para que aprehendieran al Metro. Un premio para nosotros, ya que con la captura del Metro se les había quitado un peso de encima”.

La Procuraduría General de la República (PGR) emitió un boletín de prensa cuando, en 2007, el traficante fue condenado en definitiva a 47 años de prisión en 2007:

“Con esta sanción […] Durante la administración del presidente Felipe Calderón, el gobierno de México refrenda su compromiso de aplicar la ley con todo vigor y energía en contra de cualquier manifestación de la delincuencia organizada”.

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EL INGENIERO AGRÓNOMO

El asunto de los espías del cártel de Juárez detonó el 19 de octubre de 2001, cuando una patrulla del ejército circulaba por un camino de terracería en el municipio de Cosalá, Sinaloa.

Los soldados observaron dos camionetas, una Suburban roja y GM negra granito, ambas con vidrios polarizados. Las siguieron y en segundos el seguimiento se hizo persecución. Quienes llevaban las camionetas frenaron en seco, las abandonaron y huyeron a pie.

Los militares revisaron los vehículos y encontraron 60 mil 400 dólares y 34 mil 400 pesos. También un anillo de oro blanco con nueve incrustaciones de piedras preciosas, una pulsera de oro de 14 quilates, dos bolsas con 34 gramos de cocaína y nueve estuches para el polvo o periqueras. Además, tres cuernos de chivo, una pistola Colt con las cachas grabadas con figuras de tiburones y cientos de balas, siete teléfonos celulares y uno satelital. Y, finalmente, documentos a nombre de Jerónimo López Landeros.

 

La camioneta negra granito, que resultó blindada, era propiedad de Javier Torres Félix. Su esposa se presentó al Ministerio Público para reclamar la devolución del vehículo y aseguró que su marido era agricultor y ganadero.

Torres Félix era un viejo conocido de la policía. En la tierra de El Mayo se le tenía como su lugarteniente y sólo fue asunto de revisar los expedientes.

A finales de mayo de 1997 Torres Félix fue detenido en Cancún, Quintana Roo, con otros tres traficantes y 380 kilos de coca empaquetada en plástico transparente y hule amarillo. Sin embargo, Torres Félix resultó absuelto, salió de prisión al año y reanudó la operación para los Carrillo Fuentes en un momento en que, debe quedar claro, personajes hoy identificados plenamente en el bando de Sinaloa mantenían operación para Juárez.

Esto, antes de dos hechos fundamentales para el presente del narco mexicano: la muerte de Amado Carrillo y la fuga de Joaquín Guzmán Loera, con quien luego se alinearía El Mayo Zambada y Juan José Esparragoza Moreno, El Azul, entre otros.

Como con cualquier trabajo, una de las ventajas de ser un narco viejo es ir y venir por los cárteles con una gruesa agenda de contactos en el bolsillo.

***

Vale la pena comentar, al menos de manera resumida, el perfil de Javier Torres Félix, uno de los más reputados sicarios al servicio de los capos de Sinaloa, incluso antes de la existencia del  cártel propiamente establecido. Por eso y porque era el hombre sentado a la derecha de El Mayo.

Segundo de cinco hermanos, El JT nació el 19 de octubre de 1960. Abandonó la escuela en el segundo año de primaria y más o menos por ese tiempo comenzó a trabajar en el campo. A los 17 años ya inhalaba de la cocaína que luego vendería por toneladas. Como todos los narcotraficantes sinaloenses de la época se presentaría como agricultor y ganadero.

En 1984, a sus 24 años de edad fue aprehendido en Sinaloa por el rapto de su novia. Meses después quedó en libertad.

Seis años más tarde ya estaba formalmente instalado en el narcotráfico. Según la indagatoria de la Procuraduría General de la República (PGR), en 1990 era el operador de Manuel Salcido, El Cochiloco, colocado en la segunda línea de mando del ya extinguido Cártel de Guadalajara, liderado por Rafael Caro Quintero, Ernesto Fonseca y Miguel Ángel Félix Gallardo.

En junio de 1990 El JT fue detenido por el Ejército en Mazatlán, Sinaloa, en posesión de más de 800 kilos de marihuana y cuatro rifles AK-47, por segunda vez fue encarcelado. Un año después quedó en libertad.

Desde 1992 la DEA lo ubicaba ya como lugarteniente de El Mayo Zambada.

Volvió a prisión en 2005. Fue internado en el Reclusorio Norte, la misma cárcel que años antes albergara a Caro y a Don Neto. Ahí coincidió con José Alberto Márquez Esqueda, El Bat, exjefe de sicarios del Cártel de Tijuana y enemigo suyo a muerte. La cercanía de ambos ocasionaba la inmediata sensación de muerte.

El JT compartió dormitorio con Carlos Ahumada Kurtz, el empresario que destapó los videoescándalos. En una ocasión, durante un carcelazo o depresión relacionada con el encarcelamiento, Ahumada lloraba de manera desconsolada.

–Ya, cabrón, no llores –decía el sicario en cuclillas frente un anafre en el que cocinaba. Visto en esa posición quedaban al descubierto las cicatrices en la coronilla por el implante de cabello que se hizo.

Pero el complotista de Andrés Manuel López Obrador no podía contener el llanto.

–Mira, tranquilo, te hice una quesadilla –extendió El JT la tortilla doblada con queso adentro.

Curioso detalle proveniente de un hombre cuya personalidad le fue advertida a su juez:

“Esquizo-paranoide con características antisociales: sujeto impulsivo con conflictos con la figura de autoridad, suspicaz, manipulador, racionalista y egocéntrico. No aprovecha la experiencia siendo híper vigilante [sic] ante cualquier amenaza percibida manejando ideas megalómanas de logro y realización personal con los que encubre sentimientos de minusvalía”.

***

En junio 2001, los agentes de la Federal de Investigación que siguieron el caso y dieron fe de los objetos encontrados en las camionetas de Cosalá reportaron otras cantidades de dinero: 70 mil 400 pesos y 20 mil dólares.

Reiteraron que entre los documentos encontrados había una licencia de conducir a nombre de Jerónimo López Landeros, cuya fotografía era, en realidad, la imagen de El Mayo Zambada.

No fue el único papel con el pseudónimo del Mayo.

Se encontró una tarjeta blanca enmicada impresa con la oración “H. Ayuntamiento del municipio de Durango 1998-2001” y un escudo. Tenía escrito a máquina:

“El portador de la presente, Ing. Agrónomo Jerónimo López L me ha sido recomendado ampliamente, por lo que pido a los elementos de la dirección de Seguridad Pública de Vialidad que, en caso de cualquier incidente en que se vea involucrado, antes de proceder en su contra, se comuniquen con el suscrito”. Lic. Raúl Obregón A. [director general de la Policía Judicial del estado], una firma ilegible, un sello en color azul y en la parte inferior un lema: “Durango, tarea de todos”.

***

Otro hallazgo importante fue el de los teléfonos celulares, propiedad de Javier Torres Félix, el segundo de El Mayo Zambada en ese momento.

Uno de los números mantenía comunicación con otro a nombre de Karla María Monge Corral, con domicilio en apartado postal 28, Culiacán, Sinaloa, propiedad del gobierno del estado de Sinaloa.

Desde este teléfono, a su vez, se establecía contacto frecuente con un teléfono fijo registrado a nombre de María Teresa Zambada Niebla, hija de El Mayo, en la colonia Colinas de San Miguel, en Culiacán.

También por las conexiones telefónicas se ubicó otra casa en Las Quintas, misma ciudad, a nombre de Miriam Patricia Zambada Niebla y Mónica del Rosario Zambada Niebla. Los policías vigilaron, preguntaron a los vecinos y pronto apareció el nombre Ismael Zambada Niebla, El Vicentillo.

En esta casa había alrededor de 15 vigilantes y desfile permanente de las Suburban, las Gran Cherokee y las Cheyenne sin placas, nunca detenidas por los retenes semifijos de la Policía Ministerial, la Policía Estatal Preventiva y Policía Intermunicipal.

Todas las residencias quedaron bajo vigilancia. Los agentes anotaron:

“El 3 de junio de 2002 arribó un convoy de las Bases de Operaciones Mixtas Urbanas, así como un vehículo Hummer del ejército mexicano y cuatro patrullas de la Policía Ministerial, Estatal y Preventiva. Del domicilio salió un hombre de 28 años y 1.75 metros. Moreno claro, complexión regular y cabello corto. Platicó con los elementos y luego regresó a la casa. La patrulla se fue”.

También se vigiló al menos una casa a la que vieron llegar, en una Ford Lobo Harley, a Édgar Guzmán López, hijo de El Chapo  Guzmán. Se le siguió al Tec de Monterrey, unidad noroeste, en donde estudiaba.

Los mismos teléfonos incautados dejaron bien clara la relación entre El Mayo Zambada y El Chapo Guzmán. Las llamadas de uno de esos aparatos conectaban con Griselda López Pérez, entonces esposa de El Chapo  y socia de un restaurante de comida china en la calle Álvaro Obregón del centro de Culiacán.

Los federales siguieron las pistas de los teléfonos. Encontraron uno más en la colonia Las Flores, en Ciudad Lerdo, Durango. Pero esta línea estaba desviada a otra casa en la misma ciudad a donde llegaba un hombre al que todos reverenciaban y llamaban El General.

Otros teléfonos registraban comunicación con varias casas de Culiacán y la empresa Nueva Industria de Ganaderos de Culiacán, con domicilios en Carretera Internacional Norte 1207, Venadillo, Mazatlán, cuya principal accionista es Rosario Niebla Cardoza, exesposa de El Mayo Zambada.

“La señora Ana María Zambada García –hermana de El Mayo– registra comunicación con el número telefónico perteneciente a Karla María Monge y, a su vez, éste con el que está a nombre de José Luis Castro Soto, personas que registra comunicación con el ingeniero Domingo Silva Monter”.

El ingeniero Silva sería pieza clave en la investigación para desarticular a los infiltrados. Silva vendía equipo de comunicación e intercepción de llamadas directamente al cuerpo de seguridad de El Mayo. A la vez tenía relación con la célula de contrainteligencia compuesta por militares y exmilitares subordinados al Chaky.

Tras los seguimientos que se hicieron de los teléfonos de Torres Félix y las casas con que mantenían comunicación, la policía federal dibujó la red completa.

La descripción del hombre de 28 años coincidía con la de El Vicentillo, primogénito de El Mayo, cuya primera esposa e hijas fueron ubicadas perfectamente de manera física en ese momento y luego ubicadas por agencias mexicanas y estadunidenses como principales lavadoras de dinero del capo sinaloense. Estaba dada la posibilidad de capturar a familiares de El Chapo  presuntamente participantes de sus actividades ilegales.

EL CAPITÁN PERICO

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Si es cierto lo dicho por Iván Castro Sánchez o Pedro Bárcenas –la autoridad civil y militar creyó en su declaración del 13 de octubre de 2002–Comandante Perico, conoció en la neblina de tabaco y sudor del bar Pacífico, en el Distrito Federal, a un hombre que lo llevó ante Francisco Tornez.

Pancho y Perico compartían un par de cosas: ambos habían pertenecido al ejército, los dos se hacían pasar aún por capitanes y los dos tenían modos de vender inteligencia militar al narco.

Perico compraba la información a los militares del CIAN y luego entregaba los datos a Pancho Tornez. Al inicio de la relación recibía 2 mil ó 3 mil pesos; al final, hasta 2 mil dólares por reporte.

Las relaciones descritas por el militar desertor abarcaban generales. Uno de ellos fue Guillermo Álvarez Nahara, exdirector de la policía judicial federal.

“Lo fui a ver en compañía de Venancio Bustos, exmilitar –también con pasado en Inteligencia Antinarcóticos del ejército–, y Carlos Águila, agente federal de investigaciones en activo. Fuimos a ver al general porque existe el rumor que lo iban a nombrar titular de la PFP. Lo visitamos en sus oficinas ubicadas a un lado del Banco del Ejército, pero el general nos dijo que ni siquiera sabía la existencia de ese rumor.

“También recibo llamadas a mi celular de Adrián y El Brandon, quienes trabajaron anteriormente en el Centro de Inteligencia y Seguridad Nacional (CISEN)”.

Otra muestra de que Perico no sólo incorporó militares en activo a las filas de Juárez es Rubén Escalante Camarillo, El Lobo, quien inició carrera en las armas en 1993 asignado como auxiliar de administración en el Campo Militar Uno de la Ciudad de México, donde conoció a Marcelino Arroyo López y a Perico.

En 1996, El Lobo se empleó en una empresa relacionada con recursos humanos que era propiedad de la familia de Miguel de la Madrid como chofer escolta de los hijos del expresiente –uno de ellos, Enrique, fue designado por el Presidente Enrique Peña Nieto como director general del Banco Nacional de Comercio Exterior–. Perdió el trabajo el día en que la familia expresidencial dejó México y se asentó en Europa.

Lobo ingresó al CISEN como agente investigador. Salió en 2000 de manera directa a la Policía Federal Preventiva donde estuvo adscrito como suboficial, hasta su detención, en octubre de 2002, a la Dirección General de Operaciones Especiales.

Desde ahí sirvió al Cártel de Juárez. Formalmente apoyaba el cumplimiento de órdenes de aprehensión del fuero común y del federal. Entre las revelaciones aportadas por El Lobo están los detalles sobre un cateo masivo previsto por la PFP en Culiacán.

Perico fue también quien advirtió de la inminente persecución contra Javier Torres Félix, a quien se le imputó una masacre de 12 personas en Sinaloa.

Las infidencias de los militares no sólo actuaban a favor de la seguridad de los líderes del Cártel de Juárez. Perico declaró que Arturo Hernández González, El Chaky, ofrecía dinero por la muerte de Osiel Cárdenas Guillén, el excapo extraditado del Golfo.

En la libretita con espirales de Perico, los policías encontraron un par de direcciones de Paseos de Churubusco y Polanco, en el Distrito Federal. En ambas se leía un nombre, escrito con su propia mano: Osiel. Los domicilios eran las oficinas de Cárdenas Guillén en la capital. Le fueron proporcionados por Marcelino Arroyo y terminaron en manos de Francisco Tornez.

Otro nombre investigaba Perico en la red de infiltrados. Le fue anotado por Francisco Tornez en un trozo de papel de estraza: “Jerónimo López Landeros Mayo”, uno de los seudónimos con que las agencias estadunidenses identifican al Mayo Zambada.

EL CAPITÁN PANCHO

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Francisco Tornez Castro también se llamó Víctor Manuel Llamas Escobar. Pero le gustaba más ser el Capitán Pancho.

Ingresó al ejército mexicano en el complicado 1968, año de la represión en Tlatelolco, y causó baja en 1975 con el grado de sargento primero, cuando se adhirió al grupo ENLACE –así lo identificó en su declaración– como miembro de la Policía Judicial de Guerrero.

En ese grupo, puntualizó, participaban elementos de la PGR, la Policía Judicial Militar, la Policía Estatal de Guerrero y la Dirección Federal de Seguridad. Su función era combatir los restos de la guerrilla de Lucio Cabañas, muerto en 1974.

Pancho entró por recomendación de un general sin mayor trascendencia y recomendado por el entonces teniente coronel Arturo Acosta Chaparro, director de la Policía Judicial y Seguridad Pública en Guerrero durante los años de la Guerra Sucia.

ENLACE, pues, fue una denominación de la Brigada Blanca. A Tornez le tocó seguir al segundo en mando después de Lucio Cabañas. Al año y medio dejó la Brigada Blanca de manera formal y se convirtió en policía judicial de Durango gracias a la recomendación, ésta vez, del propio Acosta Chaparro.

Como judicial de Guerrero conoció a los hermanos Gustavo, Alfredo, Manuel y Otoniel Tarín Chávez, todos de la máxima confianza de Acosta Chaparro. También a Germán Bello Salgado, sargento segundo del ejército quien, al poco tiempo se convirtió en comandante de la Dirección Federal de Seguridad (DFS).

Cuando la DFS desapareció en 1985, tras el asesinato del agente de la DEA Enrique Camarena por órdenes de Ernesto Fonseca –bajo cuyas órdenes inició carrera en el narcotráfico El Mayo Zambada–y Rafael Caro Quintero dadas a agentes de la misma policía política, el comandante Bello se mudó con mismo cargo a la Policía Judicial Federal hasta 1997, cuando fue dado de baja por un delito no especificado en el expediente de la justicia militar.

Ese mismo año era ya “el secretario particular de El Chaky”, según Pancho Tornez quien, para hablar con el jefe de sicarios de El Señor de los Cielos, antes debía hablar con Bello y a éste le reportaba toda la información recolectada por la red de militares, agentes del CISEN, de la Federal Preventiva, de la Fiscalía de Delitos contra la Salud y de las judiciales estatales a los que Juárez tuvo en su nómina entre mediados de los 90y mediados de esta década.

“También conozco a Juan Parra Cortés. Es mi amigo y me presentó a Perico. También fue quien me consiguió la credencial de la Secretaría de la Defensa que me acredita como policía judicial militar. Es amigo del general Acosta Chaparro.

“Y a Jaime Delgado. Es subsecretario de Seguridad Pública en Acapulco, Guerrero, ya que fue chofer de Acosta Chaparro y es a quien llamo para cuestiones de licencias y trámites administrativos”, declaró Tornez ante el ministerio público federal.

***

El Capitán Pancho vivía bien, al menos a su entender. Tenía dos mujeres con relaciones fijas lo que, explicó Perico, le impuso la necesidad de tener dos nombres.

Nunca dejó de presentarse como capitán del Ejército, aun cuando ni sus novias lo vieran alguna vez uniformado. Decía estar comisionado en alguna operación que le imponía dejar el uniforme en el clóset. Tenía cuatro casas en Cuernavaca, otra rentada en el DF y un departamento también alquilado en la ciudad de México y, además, cuatro vehículos, incluidos una camioneta 4×4 y un Trans Am.

Empleaba una cocinera de Guerrero y su chofer era un exmilitar dado de baja por violación sexual.

El Capitán Pancho tenía su caballo en el club hípico de Santo Tomás Ajusco, donde también solía montar el director de la Dirección Federal de Seguridad comprado por el narco, José Antonio Zorrilla Pérez, y era propietario de un rancho de borregos.

Pero Pancho era sobre todas las cosas un hombre de relaciones. Entre sus amigos estaba Julián Marín Ávila, jefe de la policía motorizada de Seguridad Pública de Chilpancingo, Guerrero.

“Me ayudó a causar alta en esta corporación como oficial comandante, donde recibo un sueldo de 4 mil pesos mensuales sin acudir a trabajar. Mi amigo Julián Marín se encarga de que me pasen lista. Únicamente me presento en las quincenas para cobrar mi sueldo.

Así, utilizaba a la vista una pistola escuadra grande de cargo en su calidad de comandante de la policía de Chilpancingo y se ocultaba una pequeña calibre .25.

“Marín me invitó a financiar la campaña política de su compadre Gonzalo Gallardo como candidato del PRI a la presidencia municipal de Copala, Guerrero. A cambio me daría todas las obras públicas de ese municipio. Aporté 300 mil pesos”, confesó Pancho Tornez 12 de octubre de 2002.

Ante la perspectiva del gran negocio de ser contratista de gobierno, Tornez compró maquinaria para la construcción.

Pero Gonzalo Gallardo perdió en aquel momento. Hoy es el alcalde de Copala.

No hay espía sin libretita. La de Tornez era una agenda dorada con el logotipo de Mexicana de Aviación. Los nombres en el cuadernillo incluían a Agustín Montiel López, exdirector de la Policía Judicial en Morelos, y a Humberto Fernández, custodio de la penitenciaría de Cuernavaca.

Otro apunte decía simplemente “Granados”.

El exmilitar perseguidor de comunistas explicó: “Corresponde al general Luis Enrique Granados Alamillo. Lo conozco porque fue mi comandante en la brigada del ejército en 1970; a la fecha le sigo hablando, porque fue mi padrino de bodas”.

Granados fue cuarto paracaidista en la historia de la aviación mexicana y amigo personal de otro general, Mario Arturo Acosta Chaparro.

***

Los contraespías eran espiados. Entre mediados de septiembre y mediados de octubre de 2002, la Agencia Federal de Investigación interceptó cientos de llamadas entre Perico y Pancho Tornez, entre éste y Germán Bello, así como de personajes secundarios.

Una de las intervenciones registró el diálogo entre Capitán Perico y Capitán Pancho, Francisco Tornez, sobre dos colombianos de quienes habían hablado en conversaciones anteriores.

Perico: Son dos hermanos. Te voy a platicar de dónde procede este pedo. ¿Te acuerdas que hace como mes y medio, o dos meses, agarraron a dos viejas en un avión con 2 millones de dólares?

Pancho: Ajá.

Perico: Al parecer una era vieja de este cabrón. Y estos güeyes están relacionados con una organización que está trabajando en Hermosillo, Sonora. ¿Te acuerdas que me habías dicho que había unos güeyes muy bravos, que estaban ahí?

Pancho: Ándale, sí.

Perico: Estos güeyes son, pero resulta que de este lado todo el pedo lo hizo la AFI. Pero ahorita están relacionando a estos dos cabrones con El Minino –como en clave se referían a El Azul; en otras ocasiones, en referencia a la misma persona, la transcripción consigna el apodo Mi Niño–.

Pancho: Sí.

Perico: Entonces están movilizando gente porque son más de 200 casas de estos güeyes.

Pancho: ¡Hijo de la chingada! ¿Tanto?

Perico: Doscientas veintitantas, ¿eh? No están encausadas todas, porque, pues, tú sabes, el pinche MP no autoriza o el juez no autoriza los cateos ni nada.

Pancho: ¡Ajá!

Perico: Entonces mira: el nombre es Juan Diego Espinoza Ramírez y su hermano Mauricio con los mismos apellidos – repite para que Tornez tome nota.

Pancho: Ajá.

Perico: Bueno, la esposa de Juan Diego se llama…

Pancho: Sí…

Perico: Sandra…

Pancho: Sí…

Perico: Ávila.

Pancho: Sí…

Perico: Beltrán –pronunció el exmilitar el nombre de la Reina del Pacífico.

Pancho: Sí…

Perico: Esta pinche vieja está atorada. Se sabe que todas las casas son de ella. Están a su nombre y tiene varios nombres. Pero yo los sacaría ya. Estos cabrones estaban trabajando sin pedo alguno y andaban muy recio…

Pancho: Muy recio.

Perico: Al primer güey, a Juan Diego, le dicen El Tigre.

Pancho: ¿Entonces cuando empiezan?

Perico: Los asuntos ya empezaron, pero hay muchos pendientes que tiene que avalar el juez. No es tan fácil, pero están esperando.

Pancho: Bueno.

Perico: A todos los relacionan con El Mayo Zambada.

Pancho: ¡Hummmmu! Te encargo mucho. Estate al pendiente, estate al pendiente de los otros asuntos.

Perico: Sí. Y lo que sigue es Guadalajara.

Sandra Ávila Beltrán, sobrina del viejo capo Miguel Ángel Félix Gallardo, y su novio El Tigre –a quien conoció por medio de Ignacio Coronel, el único capo de Sinaloa muerto durante los últimos tres sexenios– serían capturados hasta finales de septiembre de 2007 en el centro comercial de San Jerónimo, en la Ciudad de México.

***

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La Agencia Federal de Investigación grabó una llamada entre Francisco Tornez, Capitán Pancho, y el Comandante Bello.

Pancho: ¿Dónde anda ese hombre? –preguntó por el Chaky.

Bello: No está ‘orita.

Pancho: Mire, pa’ que tome nota, a ver si estos muchachos son de la empresa.

Bello: Permítame…

Pancho: Juan Diego Espinoza Ramírez, El Tigre, y su esposa Sandra Ávila Beltrán. Al parecer a ella ya le hicieron su fiesta. Y el hermano de Juan Diego es Mauricio.

Bello: ¿Cuándo le hicieron la fiesta?

Pancho: No se sabe, pero a estos dos se la van a hacer mañana o pasado en Hermosillo y de ahí se vienen a Jalisco. Ya están los muchachos allá para llevar a cabo la pachanga. Entonces los muchachos quieren saber si son gente de allá, de la misma empresa de nosotros o no, para que dejen trabajar a estos muchachos.

Bello: ¿Entonces van a hacer la fiesta en Hermosillo y Guadalajara?

Pancho: Entonces, pero los están relacionando con gente dl Minino. Al parecer sí, pero ellos quieren saber porque quieren meter trabajo ellos. Ya están allá y van con gente de la AFI.

Bello: ¿Ah, sí?

Pancho: Y quieren saber si son gente de la familia, si es la empresa, pues, ¡para que les avisen ustedes que les van a hacer su fiesta! Y si no son, pues, callados van a trabajar.

***

Pancho: Aquí los muchachos se van hoy y mañana, se van muchos guachos. Puros de inteligencia… militar. Yo ahorita acabo de hablar con el capitán que va al mando.

Bello: ¿De hoy y mañana sale gente o llega gente?

Pancho: ¡Llega genta allá ya pa’ reventar! Hoy y mañana porque el lunes van a reventar. Una de las casas que van a reventar… está la señora del Mayo. ¡Sáquenla!

Bello: ¿Entonces es el domicilio de la señora?

Pancho: Sí, uno de los domicilios, ¿se acuerda de los tres domicilios que le mandé?

Bello: Mmmjm. Pero no dicen qué domicilio es…

Pancho: ¡No! ¡No! ¡No dicen!

Bello: Permítame tantito, que estoy cuadrando aquí bien.

Pancho: ¡Sí, sí! Y van a reventar el lunes. ¡El lunes!

Bello: ¡El lunes!

Bello: ¿La esposa del Nino [sic], verdad?

Pancho: ¡Sí! Bueno, yo acabo de hablar con el capitán. Ahí le va el nombre del capitán que va al mando. Va el capitán Ornelas. Yo ya hablé con él y me dijo que nos dan chance de abandonarlo todo. Pero va reforzado por el general brigadier, anótelo ahí, director de la Policía Judicial Federal Militar [se omite nombre]. Este general llegó la semana pasada de un curso en Colombia.

Bello: ¡Uhmmmm!

Pancho: Entonces al tiro porque vienen bien reforzados. Van perros, ¡no hay tregua aquí! ¿Eh? Ahorita con el único que pude hablar fue con el capitán. Me mandó a llamar tempranito.

Bello: ¡Uhmmmm!

Pancho: Me dijo: “Mira, quiero que lo hagan hoy mismo, que abandonen todo porque no sea que el pinche general se vaya a calentar y quiera empezar a catear desde el domingo, desde mañana”.

Bello: ¡Hey!

Pancho: Pero él mismo va a trazar la gente para que no se cateé mañana, [que] se cateé hasta el lunes, pero dijo que no quiere que corramos riesgos. ¡Trata de hacerlo hoy mismo, cabrón!

***

Marcelino Arroyo fue quien informó que su oficina había colocado vigilancia al capitán Salvador Ortega Barrera, piloto de la Fuerza Aérea adscrito a la Dirección de Erradicación de la PGR.

Salvador también colaboraba, aunque en otra nómina, para el mismo Cártel. Ortega Bernal, según el conjunto de declaraciones, proporcionó la primera alerta a Javier Torres Félix, lugarteniente de El Mayo Zambada, de que sus casas en Culiacán serían cateadas y seguramente confiscadas por la policía.

El asunto trascendió y fue motivo de otra conversación entre Pancho y Bello.

Pancho: Ustedes deben tener un amigo, gente del Mininio.

Bello: ¡Sí!

Pancho: Un capitán piloto aviador de la Fuerza Aérea…

Bello: ¡Ajá!

Pancho: Salvador Ortega Bernal. Le doy todos los datos. A este capitán le agarraron la llamada dando información a la gente de allá. ¡Cuidado! Ya le pusieron cola y se lo van a chupar.

Pero quienes tardaron años en ser “chupados” fueron los hijos de El Chapo  y de El Mayo, cuya red de lavado de dinero, encabezada por sus hijas es vigente hasta hoy, según la DEA.

EL INGENIERO

Domingo Silva Montaner, ingeniero de profesión, dedicó toda su vida al espionaje. Primero lo hizo para la Dirección Federal de Seguridad (DFS), la policía política que desapareció cientos de disidentes y guerrilleros durante los 70, y luego para el Cártel de Juárez.

Uno de los teléfonos encontrados en las camionetas de Cosalá mantenía comunicación con otro celular de la zona metropolitana de la Ciudad de México a nombre suyo con domicilio en la colonia Portales del DF, que coincidía con la dirección de la empresa Enlaces de Comunicaciones.

Los agentes federales de investigación también probaron su relación directa con la empresa Comunicaciones Culiacán. Y, para entonces, ya estaba relacionado mediante intercepciones telefónicas con Germán Bello, secretario particular del Chaky y Pancho Tornez.

“Por medio de las investigaciones realizadas se sabe que el Ing. Domingo Silva es quien proporciona asistencia técnica y el equipo de comunicaciones a Ismael Zambada por medio de sus empresas”, reportaron los policías.

Domingo Silva era una parte fundamental en la organización de inteligencia del cártel, tanto que los infiltrados recibieron la consigna de ubicar su expediente en la PGR y desaparecerlo.

Según Francisco Tornez, la averiguación previa estuvo disponible gracias a una agente del ministerio público federal de nombre Leticia Gutiérrez, quien solicitó 30 mil pesos por entregar el documento.

“Le llamé al Chaky para comentarle de esta situación. Me contestó el comandante Germán Bello y me dijo que los mandara a la chingada, porque ellos tienen gente más cercana que podía conseguir el expediente”, declaró Tornez.

EL DISCÍPULO DEL DIABLO

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El Chaky se deslumbró con el poder de las insignias: barras y estrellas de cinco picos en las sobre hombreras, aunque las veía generalmente bordadas en negro porque eran vestidas con el uniforme de campaña. Y la campaña era la persecución de los guerrilleros dispersos en la montaña de Guerrero.

Arturo Hernández González, un muchachito acapulqueño medio desharrapado de 10 ó 12 años, no podía más que maravillarse por esos años, la primera mitad de la década de los 70, ante el paso desafiante de los jefes militares.

Uno de ellos, al que lavaba el auto en la comandancia de la Policía Judicial de Guerrero, lo adoptó. En ese tiempo, el militar llevaba dos estrellas doradas. Era teniente coronel. El tiempo le traería la estrella plateada y solitaria sobre el escudo nacional, seña distintiva de un general brigadier: Mario Arturo Acosta Chaparro.

En esos años, el jovencito también conoció a unos hermanos que serían definitivos en su vida de apellidos Tarín Chávez.

Uno de ellos, Manuel, trabajó en 1972 como ayudante de la Policía Judicial de Chihuahua. Tres años después, entre 1975 y 1981, causó alta en la Policía Judicial de Guerrero como jefe de grupo bajo las órdenes de Acosta Chaparro, padrino de su hermano Ezequiel. Otros dos hermanos suyos, Otoniel y Gustavo, estuvieron en la misma corporación con igual asignación, pero comisionados por la Policía Judicial Militar.

“Estuve asignado a un grupo que combatía las células guerrilleras directamente con el general Acosta Chaparro, a quien frecuento todas las veces que vengo a la Ciudad de México”, declaró Manuel Tarín en abril de 1989.

Pocos años después, su hermano Gustavo se convertiría en testigo protegido y uno de los principales acusadores de los generales Acosta Chaparro y Francisco Quirós Hermosillo en los procesos que se le siguieron por la matanza de disidentes políticos y por narcotráfico.

Manuel Tarín y Arturo González se odiaban como sólo pueden quienes bien se conocen. En 1975, el lavacoches se convirtió en chofer de la familia del primero, hasta que Arturo y una hermana de los Tarín Chávez se enamoraron. La muchacha resultó embarazada.

Manuel relató el momento:

“Mis hermanos Gustavo y Otoniel lo golpearon. Lo amarraron y lo colgaron en los separos de la Policía Judicial de Acapulco. Abogó por él su madre, que en realidad era su hermana mayor. También Acosta Chaparro, que en ese tiempo ya era mayor”.

El honor se resarció en el altar. Pero sólo el de la familia. Según Manuel Tarín, desde el día de la boda entre su hermana y el sicario, éste la golpeó hasta el momento de su separación.

De aquellos años y de su inclusión al mundo compartido entre narcotraficantes, policías y anticomunistas Arturo González, El Chaky, recordaría una estampa:

“Conocí a Juan José Esparragoza Moreno, El Azul, cuando trabajé en la Dirección Federal de Seguridad. Estaba en Tuxtepec, Oaxaca. Ahí se sembraba marihuana. El Azul llegaba con mucha gente en camionetas y él también sembraba. El comandante de la Federal de Seguridad, que entonces era Tomás Morlet, les daba chance para la siembra”.

En 1985, el comandante de la región norte de la agencia de la Dirección Federal de Seguridad y narcotraficante confeso, Rafael Chao López, señaló a su compañero Tomás Morlet como uno de los comandantes que con regularidad entregaban dinero del narcotráfico al director de la agencia mexicana de espionaje en ese momento, José Antonio Zorrilla Pérez, encarcelado por el asesinato del periodista Manuel Buendía y vendedor de protección a Rafael Caro Quintero.

Tomás Morlet fue uno de los hombres que abrieron la conexión entre la DFS y el futuro Cártel de Juárez, en primera instancia. Se asoció con Rafael Aguilar Guajardo, excomandante de la corporación de inteligencia y cofundador del Cártel de Juárez desde donde operó un equipo de contrainteligencia implantado en el CISEN. Tomás murió como uno de los jefes de sicarios del Cártel del Golfo.

***

En la siguiente viñeta de la vida de El Chaky lo coloca, a principios de los 90, como integrante del Grupo Palma de la Policía Judicial Federal, creado por la PGR en 1987, y junto a Guillermo González Calderoni, quien luego vendería protección al Cártel del Golfo.

El quinteto de Los Tigres del Norte incluyó en recopilación de sus 20 Corridos Prohibidos las canciones Pacas de a Kilo, Jefe de Jefes, Gabino Barreday El Discípulo del Diablo, dedicada a Guillermo González Calderoni.

“En 1994 conocí a Amado y Vicente Carrillo Fuentes en una carrera de caballos en la ciudad de Chihuahua”, declararía el propio Chaky.

Sin embargo, Pancho Tornez describió al Chaky tiempo antes, en 1991: vivía volcado en la riqueza, olvidado el aspecto costeño, vestido como vaquero del norte. Un servidor de Juárez.

Admitió que recibía tráileres cargados de cocaína o marihuana en Durango para escoltarlos con dos o tres vehículos de la caseta de Cuencamé, Durango, a los límites de este estado con Chihuahua.

El propio Arturo explicaría su apodo:

“Tengo como apodo El Muñeco, aunque alguien después de una fiesta me dijo que me parecía al Chucky –palabra transformada en Chaky por la repetición– y así se me quedó de apodo. Soy adicto desde hace muchos años a la cocaína”.

***

El Señor de los Cielos murió y se convirtió para siempre en leyenda de la mafia. Falleció en la mesa del quirófano, en 1997, cuando cuatro cirujanos plásticos se afanaban en transformar todos sus rasgos. El Chaky, presumió a la PGR, que asesinó a los médicos, segmentó los cuerpos, los sumergió en un tambo de cemento y dejó los cadáveres en la Autopista del Sol.

También se le atribuye el asesinato de 10 pistoleros rivales en Ciudad Juárez a quienes habría enterrado en el Rancho La Campana.

Se le acusó del asesinato de Carlos Ventura Moussong, hombre de confianza de la DEA, aprehensor de Ernesto Fonseca, Caro Quintero, El Azul Esparragoza y el exgobernador de Quintana Roo Mario Villanueva. El agente del MP le preguntó sobre el asunto.

“Con el comandante Ventura Moussong tuve gran amistad”. Tanta que, según él, le avisó cuando un amigo lo quiso delatar en la PGR. Traicionado, El Chaky ordenó la muerte del soplón.

“Se anda diciendo que yo lo mandé a matar. Esto es falso y explico por qué: cuando detuvieron a mi sobrino, me dijeron que lo había detenido Ventura Moussong. Y sí dije: lo voy a matar. Pero Ventura me mandó a decir que él no había sido, que conocía a Jorge desde pequeño y que él no me haría algo así. Y ahí quedó todo”.

El Chaky dio detalles de su personalísima nómina. La que le mantenía a salvo en Gómez Palacio los años que ahí vivió. Había un policía municipal que lo alertaba de la presencia de policías extraños a cambio de 4 mil ó 5 mil pesos.

Habló de Víctor Blancas, comandante de la Policía Judicial Federal en la misma ciudad, encargado de avisar cuando la policía no comprada se le acercaba demasiado. “A este sujeto yo mismo le daba cada vez 5 mil dólares”.

Cuando la Policía Judicial Federal se convirtió en la Agencia Federal de Investigación reclutó al agente federal de investigación Néstor Tobías de la Cruz, a quien se retribuía con 3 mil ó 4 mil dólares cuando avisaba de operativos.

En la oficina de Gómez Palacio tenía un hombre, sólo identificado como Amado, a quien daba 8 mil ó 10 mil pesos por cada línea segura que desviaba: se contrataban líneas telefónicas a registrarse en un domicilio, pero se desviaban a otro para que no fueran ubicables.

Y habló de sus cuñados, los Tarín Chávez. Los que lo colgaron con el cuerpo hinchado de tanta tunda en los separos de Acapulco. Apuntó especialmente a Gustavo, convertido en testigo protegido y principal acusador de Acosta Chaparro.

“Efectivamente conoció a Amado y a su hermano Vicente, con quienes trabajó. Pero no le tienen confianza porque asesinó a su hermano”. (El fratricidio entre los Tarín fue el mismo argumento invocado por Acosta Chaparro para denostar las palabras de Gustavo cuando le tocó turno de ir al banquillo).

Lo detuvieron con su sombrero y sus botas. Traía documentación de su deportación de Estados Unidos por estar en ese país sin papeles. Se sentía mal por su hipertensión y el dolor que le recordaba una vieja lesión en la pierna izquierda. Al final de su declaración, El Chaky buscó la influencia de su pasado.

“Mi conducta puede ser avalada por los generales Mario Arturo Acosta Chaparro y Francisco Quiroz Hermosillo”.

EL GENERAL

Quién era Mario Arturo Acosta Chaparro Escapite en Guerrero, en los mismos años en que los narcotraficantes relacionados con él iniciaron su desarrollo empresarial hasta ser hoy los capos, los fundadores de la República de las Drogas? ¿Qué cimientos hubo para que ese estado sea zona de guerra de los cárteles modernos?

El espionaje de Estado es un sistema que por naturaleza se espía a sí mismo. Acosta Chaparro fue seguido con atención por la Federal de Seguridad y se escribieron decenas de reportes sobre sus actividades policíacas en Guerrero, en esos años gobernado por la familia Figueroa. Uno de ellos, Rubén, candidato en 1974 a la gubernatura del estado, fue secuestrado por la gente de Lucio Cabañas.

Luis Echeverría, identificado como colaborador directo de la CIA, pero también amigo cercano de Rubén Figueroa, enfureció y lanzó a “los tigres” en su contra. El maestro guerrerense se convirtió en una de las prioridades de Acosta Chaparro, en ese momento con grado de teniente coronel del Ejército, y ese mismo año, en diciembre, fue cazado y su cadáver fotografiado con sus captores alrededor a manera de muestra del trofeo conseguido.

Acosta se convirtió en una especie de policía plenipotenciario. En algún momento de 1976 ya era director de la Policía y Tránsito de Acapulco y fue nombrado, a la vez, jefe de grupo de la Policía Judicial del estado en este puerto. En la época, el cultivo de marihuana y amapola a gran escala era extendida por los narcos sinaloenses hacia el Pacífico Sur.

Respecto al nombramiento, el órgano de vigilancia de la Secretaría de Gobernación anotó:

“Se ha rumorado insistentemente que esta actitud del gobernador del estado Rubén Figueroa Figueroa se debe a que uno de sus hijos fue secuestrado, indicando que con esta acción el mencionado mayor se encargará de las investigaciones al respecto”.

Con frecuencia, Acosta enfrentó acusaciones por las desapariciones ocurridas en Guerrero. En noviembre de 1976, el militar retuvo a ocho policías de Acapulco. La detención fue pública y las familias de los uniformados reclamaron la entrega de los detenidos, quienes permanecieron en calidad de desaparecidos durante un mes. La presión creció y el responsable de la Brigada Blanca en el sitio los debió presentar:

“Estaban sujetos a investigación por delitos cometidos contra la sociedad”, Acosta juzgó en el momento. A continuación lo designaron jefe de la Policía Judicial de Guerrero, encargo que incluía mandato sobre todas las demás policías, es decir, también la de Tránsito y Seguridad Pública.

Acosta Chaparro pertenecía, al mismo tiempo, a la DFS. Su desempeño le llevaría a llevar el cargo de Jefe del Departamento de Asuntos Exteriores de la Dirección Federal de Seguridad. En otras palabras: discutía y acordaba con funcionarios de otros países asuntos relacionados con la contención “del terrorismo”, término ya utilizado desde entonces.

Llama la atención un diagnóstico político de Guerrero realizado por la Dirección Federal de Seguridad, en que consignan las otras actividades de Acosta Chaparro, además de integrante de la Brigada Blanca o Especial. Tiene fecha de 14 de mayo de 1976:

“El mayor Arturo Acosta Chaparro es atacado por sus manejos turbios que le reditúan fuertes sumas de dinero al mes, comentándose que tiene protección incondicional del Lic. Rubén Figueroa Alcocer, hijo del gobernador del estado [y futuro mandatario del mismo, responsable político de la matanza de Aguas Blancas]”.

***

¿Cómo operaba Acosta la contrainsurgencia? De acuerdo a los documentos recabados de los archivos de la DFS, el militar también desarrollaba tareas de propaganda.

En 1977, las organizaciones sociales de Guerrero acusaban la desaparición de 150 personas a causa de su posición política. A principios de marzo convocaron a una concentración en el puerto de Acapulco para el día cuatro de ese mes y reclamar la presentación de sus compañeros y el freno a la persecución.

En la víspera de la manifestación, la patrulla 105 de Policía y Tránsito de Acapulco, a cargo de Acosta, repartió un volante que, en síntesis, decía:

“¡La hora de iniciar la guerrilla urbana en Guerrero ha llegado!

“Brutalmente soberbio ha regresado el burgués José López Portillo [Presidente de México] después de su entrevista con [Jimmy] Carter [Presidente de Estados Unidos] que sostuviera en los Estados Unidos y aquí en Guerrero han radicalizado sus procedimientos los defensores del sistema capitalista encabezados por el oligarca monopolista y explotador Rubén Figueroa.

“¡Te invitamos al mitin más violento que se haya realizado en Acapulco! ¡Debemos desenmascarar a todos los peleles del régimen!

“El 4 de marzo es el día fijado para iniciar la guerrilla urbana en el puerto. Estamos estrechamente unidos con nuestros heroicos compañeros de la Liga Comunista 23 de Septiembre […] Estamos dispuestos a que renazca la acción armada que dejaron trunca nuestro héroes Genaro Vázquez Rojas y Lucio Cabañas Barrientos.

“¡Los comunistas te convocamos a la revolución armada! ¡Con el fusil en la mano salvarás a tus hermanos!”.

***

El 14 de marzo de 1972 fue secuestrado Cuauhtémoc García Terán, hijo del caficultor Carmelo García Paniagua, por la Brigada Campesina de Ajusticiamiento del Partido de los Pobres que comanda Lucio Cabañas.

Los guerrilleros solicitaron 3 millones de pesos de rescate, no dar aviso a las autoridades y publicar el ideario de la agrupación. El 8 de junio de ese mismo año García Terán recuperó su libertad una vez que su familia pagó 500 mil pesos en efectivo y 800 mil pesos en documentos.

El siguiente reporte de la Dirección Federal de Seguridad da cuenta de cómo se operó el rescate. Es, también, un indicio del supuesto manual de operaciones para la captura de los comunistas. Un exagente del servicio secreto mexicano explicó que las técnicas del secuestro en México derivaron de las tácticas empleadas por la Dirección Federal de Seguridad.

El informe, fechado en Acapulco el 15 de abril de 1972, está firmado por el capitán Luis de la Barreda Moreno, director de la DFS y hombre de toda la confianza de Fernando Gutiérrez Barrios. De la Barreda fue un hombre a quien el primer –o penúltimo– gobierno panista intentó llevar a prisión por la desaparición del activista Jesús Piedra.

El texto se transcribe a continuación.

Con motivo de que los secuestradores de Cuauhtémoc García Terán dirigieron a la familia de éste el cuarto comunicado, la Comandancia de la 27 Zona Militar elaboró la siguiente directiva:

Misión

Efectuar operaciones a partir de las siete horas del 15 de abril de 1972 sobre el camino de Atoyac de Álvarez-El Paraíso con el fin de localizar a los secuestradores y proceder a su captura o exterminio y rescatar al joven.

Concepto de la operación.

a) La efectuará el personal del 50 Batallón de Infantería, reforzado con personal de los 27 y 48 Batallones de Infantería, ayudados por el personal de la Dirección Federal de Seguridad y de la Policía Judicial del Puerto de Acapulco.

b) A partir de las 7 de la mañana del 15 de abril se despacharán diez patrullas motorizadas en el tramo comprendido entre San Andrés de la Cruz-El Paraíso, con cinco patrullas en cada uno de los sentidos de dicho camino con el fin de hacer presión sobre los elementos maleantes obligándolos a colocar señalas o actuar en el tramo comprendido entre Atoyac de Álvarez-San Andrés de la Cruz.

c) Las patrullas se moverán en cada sentido con un intervalo de tres kilómetros entre cada patrulla, a partir de las siete de la mañana del 15 de abril de 1972 hasta las tres de la tarde del 17 de abril de 1972.

d) El tramo entre Atoyac de Álvarez-San Andrés de la Cruz deberá quedar totalmente despejado de toda vigilancia ya sea por parte de las tropas como de otras fuerzas de seguridad.

e) Una vez que salga de Atoyac el coche VW color amarillo, el cual irá equipado con una estación de radio PRC77, le precederá a una distancia de un kilómetro un vehículo civil con un pelotón de fusileros vestidos de civiles manteniendo una velocidad igual a la que se desplaza el VW.

f) La retaguardia del coche VW a una distancia de un kilómetro se desplazará a otro vehículo civil y con otro pelotón de fusileros en la misma forma que antecede al coche.

g) Cada uno de los vehículos que transporte a los dos pelotones deberá ir equipado con una estación de radio PRC77 manteniendo la comunicación con la estación que se transporte en el coche VW.

h) Una vez que el coche durante su recorrido llegue al lugar en donde se encuentra la señal convenida de inmediato lo reportará el personal que se transporte tanto a su vanguardia como a su retaguardia mediante una señal convenida.

i) Al recibir el personal la señal del coche de inmediato desmontará de su vehículo e iniciará su desplazamiento hacia la dirección en que se encuentre el coche, moviéndose a campo traviesa como eje de la carretera y desplegados.

j) A partir de las 9 horas del 15 de abril se establecerá una vigilancia discreta con personal de la Policía Judicial sobre el domicilio de Carmelo García con la misión de interceptar cualquier otro comunicado que pudieran enviar los secuestradores.

k) El comandante del 50 Batallón de Infantería mantendrá una reserva móvil en condiciones de acudir al punto que se requiera en el menor tiempo posible.

l) Se establecerá en forma escalonada y a una distancia conveniente estaciones de radio fijas para complementar la comunicación entre los elementos participantes.

m) En caso de haber detenciones, los detenidos serán interrogados por los agentes de la Dirección Federal de Seguridad, capitán Acosta Chaparro y agente Bravo, así como por el comandante de la Policía Judicial de Acapulco, Wilfrido Castro y el jefe de grupo Isidoro Galeana Abarca.

El anterior instructivo es firmado por el general de división Joaquín Solano Chagoya. 

Ya nada se escribió de la suerte de los guerrilleros secuestradores. La rutina era torturarlos, golpearlos.

Y los hombres de la DFS sabían golpear. Los entrenaba el hombre mejor preparado para esto, quizá el mejor karateca en la historia de México, un médico que se volvería, décadas después, un funcionario crucial en el tema de las drogas.

Quizá el destino de los “subversivos” fue el del avión Aravá, perteneciente a la Defensa Nacional y desde el cual en los 70se lanzaron al mar guerrilleros sin vida. Hablaría de la aeronave el general Francisco Quirós Hermosillo, jefe de la Brigada Especial, dependencia dedicada a trabajos contrainsurgentes, y mancuerna de Acosta en los asuntos de la Guerra Sucia y del narcotráfico también:

“Estaba a disposición de la brigada [Blanca] que comandaba”. La tripulación del Aravá fue detenida en noviembre de 1979 por transportar droga de la base militar de Pie de la Cuesta, Guerrero, a Laredo, Texas.

El primero de diciembre de 1984, la DFS estaba particularmente atenta a los rumores relacionados consigo misma. Se discutía en corredores y se insinuaba en columnas periodísticas la sustitución de su director, José Antonio Zorrilla Pérez, ya sujeto de sospechas por su colaboración con Rafael Caro Quintero y el asesinato del periodista Manuel Buendía.

Los rumores tomaron forma en un memorándum redactado por el agente de la DFS adscrito a Acapulco, Guerrero, quien redactó:

“En el Hotel Las Brisas –cuartel y despacho de uso frecuente de Acosta– de este puerto, el teniente oficinista encargado del departamento de seguridad de dicho hotel manifestó que debían prepararse para trasladarse a la Ciudad de México ya que el coronel paracaidista Mario Arturo Acosta Chaparro será próximamente director Federal de Seguridad […]”.

***

El Frente Estatal contra la Represión en Guerrero acusó a Acosta Chaparro de ser responsable de dos desapariciones en las que intervino personalmente. El organismo, apoyado por investigadores de la Universidad Autónoma de Guerrero ofreció en julio de 1981 un listado de oficiales y civiles integrantes de la Brigada Blanca responsables de secuestros y detenciones ilegales en ese estado, Oaxaca y Morelos. Fueron mencionados los hermanos Tarín Chávez, Francisco Barquín y el policía estatal Isidro Galeana Abarca al que acusaron del “secuestro de 10 personas”.

Guerrero estaba demasiado harto de Arturo Acosta Chaparro, a quien el cambio de sexenio, a favor de Miguel de la Madrid, no le llevaría hacia arriba en su carrera política. Los propios reportes de la DFS señalaban su enriquecimiento inexplicable, la extorsión como forma habitual de comportamiento de sus policías y los constantes señalamientos de su protección al narcotráfico.

Al siguiente año ya fungía en Veracruz en similares tareas antiguerrilleras.

El mayor Gustavo Tarín Chávez fue nombrado director de la policía de Coatzacoalcos, Veracruz, el 7 de julio de 1982 por órdenes del entonces teniente coronel Mario Arturo Acosta Chaparro.

Tarín, además, fue designado supervisor de todas las policías municipales del sur veracruzano.

Tarín, pues, era un hombre cercano a Acosta, lo suficiente como para decir, 18 años después, que su general era un hombre del Cártel de Juárez.

EL KARATEKA

El 27 de julio de 1977 Manuel Mondragón aparecía en los informes de la Dirección Federal de Seguridad como presidente de la Federación Mexicana de Karate. El médico cardiólogo e internista era seguido desde años atrás por la policía secreta.

En esa fecha, el actual Comisionado Nacional de Seguridad envió una carta a la propia DFS en la que expuso su preocupación por la falta de regularización de algunas escuelas de karate.

Escribió a Fernando García Paniagua, en ese momento director Federal de Seguridad y dueño de otro dato interesante en su biografía: fue hijo del general Marcelino García Barragán, secretario de la Defensa Nacional en medio de la matanza de la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco.

Mondragón fue al grano en la misiva: “El propósito de esta comunicación es reiterar a la Dirección Federal de Seguridad nuestro vivo deseo de continuar otorgándole la colaboración y asesoría técnica en materia de karate, tae kwon do, kung-fu y artes marciales semejantes y afines y, en consecuencia, recibir el apoyo de ese prestigiado organismo para el mejor cumplimiento de los estatutos, normas y reglamentos de nuestra Federación”.

Dicho de otra manera: el cardiólogo e internista Mondragón y Kalb enseñaba cómo golpear y defenderse a algunos de los agentes responsables de cientos de desapariciones forzadas, ejecuciones extrajudiciales, encarcelamientos por delitos del orden político, secuestros, violaciones y torturas ocurridas durante la Guerra Sucia de los 70.

***

Dos años después, en 1984, Mondragón lucía un nuevo sombrero. El procurador general de la República, Sergio García Ramírez, lo designó coordinador social. Eran años en que la función pública y, en particular, la administración de la justicia, acumulaba un claro rechazo social.

El narcotráfico estaba asentado en Guadalajara y la nómina de agentes de la DFS y de la Policía Judicial Federal pertenecía, en buena medida, a los capos Miguel Ángel Félix Gallardo, Ernesto Fonseca Carrillo y Rafael Caro Quintero. Tanto que ambas corporaciones desaparecieron años después por esta causa. El retrato documental más puntual de la connivencia de autoridades hacia criminales organizados de esos días está plasmada en el libro Desesperados. Los caciques de la droga, los agentes de la ley y la guerra que Estados Unidos no puede ganar, de Elaine Shannon (Lasser Press, 1989).

El médico aseveró el 12 de mayo de 1984:

“El procurador general de la República se ha preocupado por hacer valer la justicia y aplicarla con neutralidad y honor por medio de la consulta popular […] En México ya se inició la reforma de la justicia y demanda social, pues, se han preocupado las autoridades competentes de quitar los velos de misterio a las policías del Ministerio Público Federal, como son la Policía Judicial Federal y como auxiliares a los policías judiciales de los estados, ya que se ha puesto un hasta aquí a los malos representantes de la ley sea cual fuere su jerarquía. Las puertas de la inconformidad de las injusticias están abiertas para el diálogo y pueden exponerse con libertad los atropellos en la importación de ésta”.

El período que contiene las palabras del funcionario público es considerado, junto con el sexenio de Felipe Calderón, como el de mayor abuso a los derechos humanos cometido por las policías en su persecución, o simulación de ésta, a la delincuencia.

La administración de Enrique Peña Nieto mantiene la misma política de combate al crimen organizado: poca atención al factor social del problema, perseverancia en la prohibición del consumo y construcción de resultados en función de detenciones y abatimientos de capos.

Mondragón, el mismo hombre que enseñó a los viejos perseguidores de comunistas y fundadores del narcotráfico moderno, es uno de los primeros responsables de la política antinarco.

CONSEJO DE GUERRA II

Arroyo López llegó el domingo 13 de octubre de 2002 a la Oficina de Inteligencia Antinarcóticos, en el sexto piso de la Secretaría de la Defensa Nacional. Llevaba una mochila negra con un fólder con pagos y una agenda electrónica Olivetti.

Súbitamente, se encontró rodeado por hombres vestidos como él. Sólo él gesticulaba la sorpresa. En su propio lenguaje, el compartido con militares infiltrados, exmilitares volcados con franqueza al narco y simples narcos se lo estaban “chupando”.

Un coronel le tronó en la cara:

“¡Usted ya chingó a su madre!”.

El sargento segundo escribiente había declarado antes de la instauración del Consejo de Guerra en su contra: “Efectivamente he recibido dinero a cambio de información que sustraía de la Oficina de Inteligencia Antinarcóticos donde laboro para hacerla llegar a una organización dedicada a dar seguridad a narcotraficantes”.

Tras su juicio, el 10 de julio de 2006, se instauró el Consejo de Guerra en su contra.

“¿Es el sargento segundo escribiente Marcelino Alejo Arroyo López culpable, perteneciendo a la Oficina de Inteligencia Antinarcóticos de la SEDENA, de haberse incorporado a la organización criminal Cártel de Juárez […] con la intención de realizar labores de contrainteligencia […]?”.

Los militares, al menos un general y ninguno con menor rango de coronel, se respondieron a sí mismos. El rostro perfectamente rasurado. El tono invariablemente marcial. En quince letras resumieron que el narcotráfico había tomado por asalto no a todo al cuerpo del ejército, sino su parte más delicada, su inteligencia:

“Sí, por unanimidad”. *

EPÍLOGO

Arroyo López dijo en su defensa que fue entregado a autoridades civiles de la UEDO, mismas que oficialmente aparecen como responsables de su detención. Aseguró que, bajo la supervisión de un coronel de Artillería de Diplomado de Estado Mayor y un mayor de Zapadores, fue torturado mediante asfixia y amenazas de muerte o daños a su familia durante días en las mismas instalaciones del Ejército.

Pero el sargento segundo escribiente Arroyo López fue condenado por un juez militar a 23 años y 4 meses de prisión el 11 de julio de 2006 por delitos contra la salud en su modalidad de colaboración al fomento y delincuencia organizada. Un juzgado civil lo dejó a salvo de las acusaciones de lavado de dinero.

También se le impuso una multa de 11 mil 922 pesos, se le dio de baja y se le inhabilitó para pertenecer al ejército durante los siguientes diez años. Fue preso en la prisión federal de Almoloya de Juárez, hoy llamada del Altiplano, a donde también llegó El Chaky.

A mayor jerarquía más impunidad, así parece ser la lección del caso de los infiltrados. El Chaky fue absuelto en definitiva por narcotráfico y una acusación por delincuencia organizada. Otra acusación por este último delito continúa en trámite y fue condenado con 10 años de cárcel por lavado de dinero. No hay más en su contra.

En septiembre de 2000, los generales Francisco Quirós Hermosillo y Mario Acosta Chaparro fueron encarcelados en el Campo Militar Número Uno por cargos de narcotráfico, asociación delictuosa, por presuntos vínculos con el Cártel de Juárez.

Atravesaron su consejo de guerra con cinco generales. Se les acusó también del asesinato de un número no determinado de guerrilleros, entre 1975 y 1979. Se presume que pudieron ser alrededor de 143 víctimas. Fueron  sentenciados el día de muertos de 2002 a 15 y 16 años de prisión por el delito de narcotráfico. En el deshonor, se les arrancaron las insignias que maravillaran al Chaky.

Quirós Hermosillo murió de cáncer y en el deshonor. Acosta Chaparro fue exonerado de todas las imputaciones en 2007 y quedó en libertad. El 23 de abril de 2008, vivió su ceremonia de retiro. Fue condecorado por 45 años de servicio “con patriotismo, lealtad, abnegación, dedicación y espíritu de servicio a México y sus instituciones”.

Murió hace un par de años de un tiro que le dieron en el abdomen en la colonia Condesa del DF. En el ambiente de los servicios de inteligencia se decía que Acosta Chaparro había vuelto a la operación, ahora en asistencia a un gobierno surgido del PAN.

Y sigue libre El Mayo Zambada, dueño de militares y asesinos. Un capo por cuya entrega el gobierno mexicano ofrece 30 millones de pesos y el estadunidense 5 millones de dólares. Un hombre que infiltró la inteligencia militar, cuyos agentes le dieron la libertad a cambio de mil dólares.*

Fuentes:

*Causa penal 2491/2005 llevada por el Tribunal Superior de Justicia Militar

*Expediente 564/05 abierto por el Juzgado Tercero de Distrito en Materia de Procesos Penales abierto contra Javier Torres Félix

*Causa penal 99/2002-D del Juzgado Tercero de Distrito con Sede en Culiacán, Sinaloa, abierta contra Domingo Silva Monter

*Expediente integrado por la DFS a partir de actividades y análisis de Mario Arturo Acosta Chaparro. Documentos depositados en el AGN y obtenidos mediante la Ley de Transparencia y Acceso a la Información

*Expediente integrado por la DFS a partir de actividades y análisis de Francisco Quiroz Hermosillo. Documentos depositados en el AGN y obtenidos mediante la Ley de Transparencia y Acceso a la Información

*Expediente integrado por la DFS a partir de actividades y análisis de Manuel Mondragón y Kalb. Documentos depositados en el AGN y obtenidos mediante la Ley de Transparencia y Acceso a la Información

 

Mañana, última parte: Cinco policías que vendieron su alma al diablo

CUANDO LOS TIGRES DEL NARCO SE SOLTARON

miércoles, septiembre 4th, 2013

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Ciudad de México, 4 de septiembre (SinEmbargo).– La Dirección Federal de Seguridad proporcionaba al gobierno estadunidense el invaluable servicio de perseguir la disidencia comunista mexicana y, tal vez más importante que esto, seguir la pista de agentes cubanos y soviéticos. La Brigada Especial o Blanca –para establecer un antagonismo con la Brigada Roja de la guerrilla– existió como consecuencia de la Guerra Fría y el primer interés de Estados Unidos para que su patio trasero se mantuviera, al menos, blanco, pero nunca rojo.

Las señales de la connivencia entre narcotraficantes y policías o cada cual algo del otro en mayor o menor medida eran inocultables. Los propios agentes de la DEA desplegados en México y particularmente en Guadalajara, donde asesinaron a Enrique Camarena, uno de los suyos, mantenían el reclamo a sus jefes apostados en la Ciudad de México de desatender el problema de las complicidades a favor de la “relación especial” con México. La “relación especial” era el eufemismo por el que Washington miraba hacia otro lado si a cambio México se mantenía, en los hechos –el discurso pudiera ser lo izquierdista que se quisiera–, opuesto al avance comunista.

En la Casa Blanca parecían preguntarse: ¿Qué importa si esos muchachos de piel oscura, bigotes ralos y revólver pronto también rompen de vez en cuando la ley para ganarse algunos dólares?

Venido abajo el Bloque Socialista, son las drogas, sin duda, el primer argumento de intervención de América en Las Américas.

Rafael Chao López es uno de los más ilustres comandantes de la Federal de Seguridad, quienes, ante la extinción de guerrilleros qué cazar, fueron enviados tras los narcotraficantes y volvieron convertidos en ellos. Es una de las encarnaciones más potentes de la DFS.

Los narcos tienen cierta fijación por los animales salvajes, por las fieras. El Chino Chao adoraba a los tigres, tenía algunos como mascotas y también los tenía pintados por todos lados. El tigre fue el emblema de la Dirección Federal de Seguridad, la institución por la que el narcotráfico tomó al Estado.

 Cuando los tigres se soltaron

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Estandarte de la Dirección Federal de Seguridad. Imagen: Especial

Poco antes del mediodía del 15 de febrero de 1983, en Nuevo Laredo, Tamaulipas, un avión de turbohélices aterrizó en el Aeropuerto Internacional Quetzalcóatl sin permiso de la torre de control.

El aparato estaba secuestrado por el iraní Hussein Sheikholya, quien lo desvió de su ruta original Killen-Dallas, Texas. El secuestrador quería ir a Monterrey, pero el combustible estaba por agotarse, así que aterrizó en Nuevo Laredo. En la torre de control ya había agentes del FBI, pero el iraní no quiso hablar con ellos ni con algún otro representante de ese país.

Exigió hablar con algún periodista mexicano para entregar sus demandas y explicar sus razones. Hábiles en la creación de identidades, los jefes de la Dirección Federal de Seguridad confeccionaron cinco credenciales falsas de prensa y acreditaron a cinco agentes suyos como reporteros.

Pero la argucia falló.

Una hora después de tocar tierra, el terrorista aceptó la liberación de las mujeres capturadas. La aeromoza Kathaleen Springen explicó que luchó contra el aeropirata para tratar de desarmarlo, pero no lo consiguió, ni con la ayuda de algunos pasajeros.

Hussein Sheikholya iba y venía por el pasillo del viejo aparato. Se restregaba la mano en la cabeza, volvía a la cabina, se asomaba hacia la pista. No había modo de salir por ahí. Todo punto alrededor suyo era un arma apuntando en su dirección.

El iraní entendió que el laberinto sólo tendría salida hacia Cuba, el país más antiestadunidense en la región. Reclamó un avión. Precisó que un jet. Un jet o todos morirían. Las autoridades mexicanas reflexionaron, pero los hombres del FBI en el sitio recordaron su máxima policíaca: con los terroristas no se negocia.

La respuesta de Hussein puso la situación en ruta de desastre: si a las cuatro de la tarde no tenía el avión de reemplazo y abastecido de gasolina a su disposición, mataría a los pasajeros restantes en el avión de hélices.

Minutos antes de la hora aparecieron el subdirector de la DFS, Alberto Estrella, y el comandante Rafael Chao López, coordinador de la zona noreste de la policía política.

Estrella llegó a bordo de un jet pintado de rojo llamado “El Tigre”, animal simbólico y emblema del servicio secreto mexicano que se pintaba en las oficinas de la corporación y que lucía en el fuselaje del mismo avión. Chao López, apodado El Chino por su ascendencia asiática, llegó por carretera, procedente de Monterrey.

“El Tigre” tomó posición a un costado de la plataforma, a 300 metros del avión plagiado.

A los pocos minutos aterrizó una avioneta particular repleta de agentes de la DFS enviados desde Reynosa. Ambas naves aterrizaron en sentido opuesto, pues, el avión comercial obstaculizaba la pista.

Estrella y un agente de migración llamado Wilfrido caminaron con los brazos encima de la cabeza hacia el avión asaltado.

El subdirector de la Federal de Seguridad se dirigió al iraní que se asomaba desde una de las ventanillas de la cabina de mando. Les apuntaba con una metralleta R-15. Wilfrido hizo las traducciones. El iraní insistió que se le entregara un jet. El jefe de la DFS ofreció consultar con sus superiores y regresar con la respuesta.

Los estadunidenses insistían en no aceptar el intercambio, pero los mexicanos recordaron que estaban debajo del Río Bravo y resolvieron la cesión de “El Tigre”.

–Libere a las personas, lo llevaremos a donde quiera.

El jet rojo fue reabastecido de combustible. Un agente sacó de su interior una ristra de metralletas y varias valijas.

Hussein ordenó que se colocara una maleta con explosivos en la ruta entre un aparato y el otro. Salieron los demás rehenes y los dos intermediarios seguidos por el iraní, que los encañonaba con la metralleta.

El avión rojo quedó frente a la cabina del avión de pasajeros, a 100 metros de distancia. El copiloto norteamericano que volaba la nave de hélices levantó la valija con los explosivos y la llevó al interior de “El Tigre”. Subieron Estrella, Wilfrido y Chao seguidos por el iraní.

El jet se elevó y ganó altura rápidamente. En circunstancias nunca explicadas, en el trayecto aéreo fue rendido el iraní y llevado a la capital del país, de donde salió en absoluto silencio.

Por el estilo fue la desaparición de cientos de disidentes durante los gobiernos de Gustavo Díaz Ordaz, Luis Echeverría y José López Portillo.

Los gringos estaban encantados con Chao López y con Alberto Estrella.

Un apunte sobre Estrella: el directivo federal estuvo involucrado en la muerte de José Luis Esqueda, el funcionario de la Secretaría de Gobernación que entregó una lista de narcopolíticos al periodista Manuel Buendía, asesinado en 1984.

***

El plagio muestra, entre otras cosas, la capacidad de los agentes de la DFS de negociar en una situación de secuestro y coloca a Rafael Chao López en la situación de hacerlo. En un memorándum de la DFS elaborado en 1980 se apuntó:

“Asunto: comportamiento ilícito del C. Comandante de la Policía Federal de Seguridad Rafael Chao López en la región norte de Tamaulipas

“El Juzgado Tercero de Distrito con residencia en Nuevo Laredo, Tamaulipas, en el proceso penal 143/78 dictó orden de aprehensión en su contra por los delitos de plagio, allanamiento de morada, robo y secuestro. Estos delitos cometidos contra diversas personas residentes de Ciudad Miguel Alemán y otras. Dicha orden de aprehensión ha causado ejecutoria por haber sido confirmada por el Tribunal Colegiado del Cuarto Circuito.

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Así era: Chao no debía explicaciones a nadie, hasta la onda expansiva del asesinato del agente de la DEA Enrique Camarena.

El homicidio, decidido por Rafael Caro Quintero, el hombre para el que en realidad trabajaba Chao según la autoridad –el comandante aceptaría ser narcotraficante, pero nunca empleado del sinaloense– ocurrió mientras el capo operaba bajo la protección del director Federal de Seguridad, José Antonio Zorrilla Pérez.

Zorrilla Pérez suplió a Miguel Nazar Haro, quien se juega el título del policía más sanguinario en un país en que los derechos humanos han sido un tema más que dispensable para los gobiernos, especialmente los del priismo de los 60, 70 y 80, en que la prioridad de la policía política se centró en la persecución de guerrilleros comunistas.

Nazar Haro era un eficaz exterminador de comunistas y Chao era uno de sus hombres más duros. Amigos entrañables, se asociaron en el negocio de robo de autos a gran escala. Tal vez esto explique la disponibilidad de Gran Marquis que el comandante entregaba de parte de sus narcos protegidos a los funcionarios de la Ciudad de México implicados en la red.

Nazar, Rafael y otros agentes de la DFS, incluido un nieto de Marcelino García Barragán, a quien en el encargo de secretario de la Defensa Nacional tocó la masacre de Tlatelolco, cometieron el exceso de llevar la industria de hurto a Estados Unidos. Una corte en San Diego emitió una orden de captura contra Nazar.

No ocurrió nada más allá de la separación del cargo de Haro, suplido por Zorrilla: un ladrón de autos por un narcotraficante.

El Chino

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Miguel Nazar Haro. Imagen: Especial

Si se busca la perfecta síntesis entre un policía y un narcotraficante se debe buscar a Rafael Chao López, un hombre nacido en Mexicali donde nunca dejó de hacer negocios.

Inició su carrera como policía en algún momento al inicio de los 60. Logró enrolarse como radio operador de la hoy extinta Policía Federal de Caminos. Se acomodó en Los Mochis, Sinaloa, como comandante de la Policía Municipal y continuó como agente del Servicio Secreto en Mexicali, Baja California.

Obtuvo una plaza como agente de la Policía Judicial Federal y, empujado por la ambición y llevado por su astucia, Rafael Chao López obtuvo pronto su primera charola de comandante.

Causó alta en la Dirección Federal de Seguridad en 1978, cuando la oficina estaba a cargo de Javier García Paniagua, hijo del general Secretario de la Defensa nacional durante la masacre de Tlatelolco y padre del agente involucrado en el robo de autos antes mencionado.

La ruta de Chao López fue la misma que la seguida como judicial: primero agente, luego comandante. García Paniagua lo emplazó como jefe de plaza –el término para designar así a las ciudades es de cuño policiaco y luego de uso criminal– de Matamoros, ahí mismo donde Juan Nepomuceno Guerra vivía y gobernaba la organización que adquiriría rango de cártel y nombre Del Golfo.

El trabajo oficial de Chao era incautar las armas de rancheros reacios a la prohibición de portación, impuesta tras la matanza de 1968, y recolectar información política.

En el mismo año de 1978 Chao enfrentó otra acusación de extorsión y secuestro, en esa ocasión de un propietario de casas de cambio al que asesinaron. El comandante desapareció dos meses y reapareció en Reynosa, ahora residente en esa plaza, pero a la vez encargado de Matamoros. Es decir, extorsión, secuestro y asesinato le redituaron en un ascenso otorgado ahora por su amigo Nazar Haro.

Chao permaneció a cargo de esas dos zonas de ciudades fronterizas hasta que hubo un nuevo cambio de director de la DFS en 1982, cuando José Antonio Zorrilla Pérez fue designado como director.

Según Chao y esto lo declaró ante el Ministerio Público tres veces y lo ratificó dos más ante un juez, Zorrilla llegó con una agenda muy claramente establecida a favor de Rafael Caro Quintero. Zorrilla emplazó sus hombres, incluido Miguel Aldana Ibarra, jefe de la Interpol México y a quien Estados Unidos le imputaría, en 1985, cargos por el asesinato de Camarena. En tanto, Chao López fue ascendido como coordinador de zona con sede en Monterrey y autoridad sobre Matamoros, Reynosa, Miguel Alemán y Laredo, en Tamaulipas. En todas esas plazas fueron comisionados como comandantes personas de la confianza de Zorrilla Pérez y a quienes Rafael Chao coordinaba bajo la supervisión de Aldana Ibarra.

 

Habló Chao López:

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Con las experiencias anteriores en que las influencias no alcanzaron para rescatar de la cárcel agentes corruptos, Zorrilla Pérez estableció el sistema de renuncias en blanco para llenarlas con renuncia previa al surgimiento de un escándalo.

***

Chao refirió la aparición de tensiones entre él y Zorrilla derivadas del incremento del juego que el jefe de “los tigres” daba a Caro Quintero, quien era uno de esos hombres que podían fascinar o crear una inmediata irritación: fanfarrón, arrogante, magnético con las mujeres, gritón. El Chino se decía del último grupo.

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Chao refirió la aparición de tensiones entre él y Zorrilla derivadas del incremento del juego que el jefe de “los tigres” daba a Caro Quintero, quien era uno de esos hombres que podían fascinar o crear una inmediata irritación: fanfarrón, arrogante, magnético con las mujeres, gritón. El Chino se decía del último grupo.

“Conocí a Rafael Caro Quintero en Mazatlán, Sinaloa, más o menos por 1982 ó 1983. Yo estaba en el Hotel Holliday Inn con Miguel Ángel Vielma, agente en ese tiempo de la DFS en Zacatecas. Caro Quintero llegó a saludarlo. Y fue así como me lo presentaron. Pero Caro Quintero, luego, luego me quiso tutear y no me dejé. Hubo bronca y desde entonces nos caímos mal. Yo sabía que era gente de Miguel Ángel Félix Gallardo”.

Entre Caro, El Narco de Narcos, y Félix, El Padrino, existían diferencias además de la edad. Rafael vestía como un vaquero bañado en oro y Miguel Ángel lo hacía como Caracortada en la discoteca. El joven se movía entre las personas como si hubiera nacido propietario del mundo y el hombre maduro lo había conquistado. Uno compraba policías, el otro se asociaba con políticos. Caro era un marihuanero y Miguel Ángel manejaba el sector de la cocaína en la empresa.

El Chino se veía desplazado por los agentes federales colocados por Zorrilla Pérez en su zona de influencia, por donde pasaba la droga producida en El Búfalo sin que el tránsito estuviera regulado completamente por él.

La hierba se movía hacia Torreón y Tamaulipas bajo el cuidado de un comandante de apellido Garza, íntimo amigo de Zorrilla.

Rafael Caro Quintero arregló con el licenciado Zorrilla, a través de los comandantes regionales Rafael Aguilar Guajardo y Daniel Acuña Figueroa, este negocio en la cantidad de cinco millones de dólares. La situación molestó al comandante Chao López,  quien habría puesto su renuncia sobre la mesa de Zorrilla sin que se le aceptara por lo que, al ser formalmente jefe de la zona, se le relacionó con el sembradío de marihuana.

En este momento, siempre según Zorrilla, pausó su trabajo en la frontera este de México con Estados Unidos y regresó a Mexicali. Abrió un negocio llamado Distribuidora Marine, una importadora de electrónicos, licores y regalos —fayuca, pues — que internaba sin oposiciones de los agentes aduanales gracias a la credencial de espía que siempre conservó. También poseía el restaurante El Palacio del Mandarín.

Es posible que en esa ciudad de Baja California lo haya sorprendido el asesinato de Enrique Camarena y el piloto mexicano Alfredo Zavala, ambos responsables del descubrimiento y destrucción del rancho El Búfalo, el gigantesco sembradío de marihuana propiedad de Caro en Chihuahua.

Chao viajó a la Ciudad de México y siguió hacia Acapulco, donde supo de la detención de Caro Quintero. La mecha encendida ya estaba cerca de él. Los soplones le susurraban a cada paso que daba: “A ti también te tocó uno de los Grand Marquis que anduvo repartiendo Caro”.

Chao estaba reunido con Rafael Aguilar Guajardo, futuro cofundador del Cártel de Juárez y coordinador regional de la DFS en la porción de la frontera fuera de competencia de Rafael, es decir, de Piedras Negras a Tijuana.

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El acuerdo habría consistido en 5 millones de dólares más otro millón de dólares para Miguel Aldana cuando Caro iba en fuga hacia Costa Rica, donde se refugió tras el asesinato de Camarena.

Algo más que se le puede atribuir a Rafael Chao López en el narcopresente: coordinaba los embarques de marihuana de los productores michoacanos, a principios de los 80,meros rancheros cejijuntos que se convertirían en una célula del Cártel del Golfo. Un par de décadas después, el relevo generacional reclamó su independencia de los tamaulipecos y fundaron La Familia Michoacana de la que se escindieron Los Caballeros Templarios de Michoacán, grupo particularmente sanguinario.

Michoacán, el estado que hoy está en llamas y por el que se repite el discurso de la falibilidad del Estado mexicano, tuvo décadas atrás como jefe de la Seguridad Federal a Rafael Chao López.

Ese gallo no quería morir

Si se quiere saber qué sentimientos despertaba Rafael Chao López es suficiente con leer una carta que le escribió Leopoldo del Real Ibáñez, abogado de Juan García Ábrego.

Del Real Ibáñez se convirtió en un multimillonario a costa de la miseria ajena. Era despiadado y, a menudo, se le veía más como un simple narcotraficante que como el hombre de leyes que pretendía ser en restaurantes, hoteles, palenques y clubes nocturnos de toda ciudad comprendida entre Piedras Negras y la Sultana del Norte, el actual territorio Zeta.

Pocos empleados de su despacho, en Monterrey, contenían el odio cuando se les pedía hablar. Por lo que decían de él, más que el abogado del diablo, Leopoldo era el diablo mismo.

Pero hasta el diablo temía al Chino Chao.

El 29 de noviembre de 1983, Del Real escribió una carta al comandante de la Federal de Seguridad. De alguna manera, no queda clara cuál, el litigante temía que el policía lo considerara un traidor. La redacción es una súplica sin desperdicio para comprender cómo el narcotráfico era un poder subordinado del poder político y no subordinante de éste como es hoy.

El documento fue confiscado por los excompañeros de Chao López cuando la desgracia traída por el asesinato de Enrique Camarena le mordía los talones. Años después fue llevada en una caja con varios otros documentos de Rafael, El Chino, al Archivo General de la Nación, de donde SinEmbargo los obtuvo vía transparencia.

El texto está escrito a máquina con tipografía cursiva:

Sr. COMANDANTE RAFAEL CHAO LÓPEZ

PRESENTE

La que escribo es con el fin de presentarle mis respetos y de informarle que siempre he querido ser su amigo, desgraciadamente no lo he podido lograr.

Desde hace tiempo, he sentido admiración y respeto por su persona, pues mucho oí hablar de usted y de su hombría.

La primera vez que lo conocí, fue en el restaurant del Hotel La posada en McAllen, después de haberle insistido a mi amigo Jorge Canavati [actual vicepresidente de Logística Internacional del puerto seco de San Antonio, Texas], hicimos el viaje sólo para desayunar en el hotel y que me lo presentaran, dos días esperamos para que coincidiera con nosotros y finalmente fuimos presentados.

Después de eso lo busqué dos o tres veces con el fin de ponerme a sus órdenes y que me considerara su amigo, pues pocas son las personas que admiro y usted era una de ellas.

Otro día se ofreció que a mí por ser defensor de Marín Arrambide y Ricardo Rodríguez Salgado [agentes de la DFS acusados en Estados Unidos de pertenecer a una banda de robo de autos que operada por Chao López] se me notificara el interés que tenía la oficina del fiscal en San Diego, California, de encarcelar a Don Miguel Nazar [director de la DFS y uno de los policías más sanguinarios de México], persona muy querida por usted, según sé. Inmediatamente y a mi propio costo hice un viaje a San Diego para reunir toda la información del caso y hacérsela llegar a usted como lo hice, proporcionándole todo el expediente completo, además de un traductor que lo enterara; todo esto con el único fin de que alertara a su amigo y lograra una buena defensa.

Posterior cuando rentó la finca que hoy ocupa como oficina, fui informado por las familias vecinas, como representante de la mesa directiva de la colonia, de la peligrosidad que lo era ubicar en nuestra colonia su centro de operaciones, pues temían represalias de guerrilleros, etc., además de temer a los tigres que tiene de mascotas, en contra de las voluntades de los colonos, yo manifesté que usted debía quedarse por seguridad de nuestras familias y que yo lo conocía personalmente y les hablé de su buen juicio y de su respeto por las personas, por lo que aceptaron, agregando que yo sería conducto para hablar con usted si el hecho de que ustedes permanecían en la colonia se volvía problema.

Hace algunos meses sucedió el desagradable incidente de Laredo.

Cuando yo hablé con usted y me dijo que era mi amigo, me sentí gustoso y tranquilo, aun cuando esos hechos pues nunca he traficado con estupefacientes o psicotrópicos, pero yo estoy seguro de que usted me creyó y aunque usted le costó, me dejó en libertad sin causarme daño, razón por la que quedé demasiado agradecido con usted.

Ese día, salí orgulloso de su amistad, la que al in había conseguido después de tanto buscarla.

El día que nos sentamos juntos en los gallos, sólo me preocupé por atenderlo. Usted se acuerda de la persona que le molestaba a la que mis empleados sacaron del lugar; luego me presentó a su hijo, el que reconocimos bien y al igual que usted, les dije a los muchachos que siempre estuvieran pendientes de servirlos en donde los vieran, pues usted era mi amigo y aunque a la fecha no me necesita, créalo, que de corazón estamos para servirle siempre.

Es una vil mentira que a usted le informó Hugo Martínez, pues como ya se lo dije, lo único que siento por usted es admiración, respeto y agradecimiento.

Es una lástima que un hombre de su categoría, se crea de chismes tendientes a mi desprestigio, motivados a frenar mi coraje contra un periódico corrupto que mal informa a la opinión pública y usa sus páginas para desprestigiarme; escondiendo así la cobardía de quien escribe y disfraza de noticia lo que es un coraje de Hugo Martínez a su servidor.

Entienda, que si mi respeto por usted es mucho, el respeto por su familia es más.

Yo no tengo miedo a la muerte, esto ya se lo dije antes, lo que me preocupa es el concepto que usted tiene de mí, puesto que como ya lo digo, yo siempre he querido ser su amigo.

Tengo un niño recién nacido que llegó al mundo en las fechas que yo andaba en Laredo. Siempre quise decirle que sería un honor muy grande para mí  que usted fuera su padrino, pero ya ve, al contrario de todo me considera su enemigo.

Le pido una disculpa por salir armado a recibir los que venían según ellos en su nombre, pero yo recuerdo que a usted le gustan los actos de valentía y eso me animó.

Cuando estábamos en los gallos y juntos perdimos, pues le fuimos al “malo”, usted dijo “ese gallo no merecía morir”, se defendió como los buenos; además yo les dije que si usted me hablaba yo iba, pero con ellos no, inclusive le estuvimos hablando en esos momentos hasta Reynosa el licenciado Chavarría y yo, para que si usted decía que fuera, yo iba.

Lo que siempre he querido, es ser su amigo, no se deje engañar ni envenenar por personas con intereses mezquinos, yo no tengo motivo ni coraje para ser enemigo de una persona que admiro, respeto y le estoy agradecido.

Atentamente y en espera de que comprenda y me dé oportunidad de comprobar mi amistad.

LIC. LEPOLDO M. DEL REAL IBÁÑEZ

Los ruegos del abogado funcionaron y Chao López lo dejó vivir. Esto queda claro porque Leopoldo devino en uno de los principales abogados del Cártel del Golfo, mano jurídica de Juan García Ábrego.

El licenciado Del Real poseía la mala habilidad de dar a pensar a los dueños de su vida que los traicionaba y así ocurrió con García Ábrego durante los días en que los gobiernos de Estados Unidos y México se lanzaron, en 1996, contra el imperio de las drogas levantado durante el sexenio de Carlos Salinas de Gortari, a quien le gusta decirse de Agualeguas, Nuevo León.

En enero de 1996, un hombre entró al restaurante en que Del Real comía con el jefe de la Policía Judicial de Nuevo León y, frente a éste, le disparó en la cabeza.

Secuestro Inc.

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Fernando Gutiérrez Barrios y el entonces Presidente Luis Echeverría. Foto: Especial

Un personaje cercano a uno de los hombres legendarios de la seguridad en México, Fernando Gutiérrez Barrios, afirma en entrevista con SinEmbargo que en México, básicamente, todas las organizaciones “químicamente puras” dedicadas al secuestro se originaron en los servicios de seguridad en México.

Este hombre que trabajó en la Dirección Federal de Seguridad, y quien pide mantener el anonimato, es ahora un investigador académico. Explica la relación entre los agentes de la Guerra Sucia y los plagiarios, en la que unos y otros tenían por fin la captura de una persona.

El método fue instrumentado por los primeros: la designación de un sujeto a capturar, el estudio de su rutina, sus relaciones personales, sus antecedentes laborales. Luego, la planeación del secuestro: el momento del sometimiento, el despliegue coordinado de los hombres participantes, el uso de un vehículo para el traslado del punto de la desaparición a una casa de seguridad. Luego la tortura para obtener el bien deseado y finalmente la liberación o desaparición de la víctima.

“La diferencia estriba en qué querían unos y otros. Los policías políticos querían información y los simples secuestradores quieren dinero, pero se valen de la tortura y la mutilación para presionar la negociación con la familia del secuestrado.

“En los 80, el escenario era de una subversión tendencialmente aniquilada, con reductos muy pequeños. La Federal de Seguridad empezó a participar cada vez más en tareas de combate a delincuencia organizada, particularmente al narcotráfico, pero no exclusivamente a ello. Esta gente realizó una gran cantidad de secuestros extorsivos porque tenían el know how.

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Por supuesto, también se internaron en el narcotráfico porque conocían su funcionamiento y operaban al amparo de una acreditación plenipotenciaria.

El levantón mismo es un secuestro, tiene su episodio de privación ilegal de la libertad y tiene la extorsión, en que se presiona a una persona para actuar de cierta forma y se le impone un cierto pago. Sin embargo, no es el secuestro convencional.

***

Existían básicamente dos grupos ligados a la inteligencia, contrapartes entre sí. Por un lado, Fernando Gutiérrez Barrios y, por la otra parte, Jorge Carrillo Olea, originalmente militar encargado de la Sección Segunda del Ejército y después subsecretario de Gobernación.

“El grupo de secuestradores surgió justamente con esos dos grandes protectores: Fernando Gutiérrez Barrios y Jorge Carrillo Olea. Hablamos de los 80 en su parte final. En esta lógica, lo que hacía mucha gente era contratar auxiliares, llamados madrinas. Tenían gente trabajando y no me refiero directamente a ellos, sino a comandantes cercanos, y todo lo demás. La delincuencia organizada descansa en última instancia en un margen de protección política, policíaca ciertamente, pero en ningún lugar los policías se manda solos, siempre existe un margen de protección política de funcionarios de alto nivel.

Los comandantes de estos grupos contrataban informalmente delincuentes como auxiliares sin percibir ningún sueldo, pero tenían carta abierta para obtener recursos de manera ilícita, casi siempre mediante la extorsión. Un mecanismo frecuente de chantaje era la detención de individuos a quienes se les llenaban los bolsillos del pantalón o la cajuela del auto con drogas y luego se les vendía su libertad.

***

Tamaulipas es un territorio pleno de estas prácticas en los 80 –30 años después, la ciudadanía viviría en peores condiciones de seguridad, pero en un momento ciertamente proveniente de aquél–.

“Quien cometía esto era el entonces coordinador de la Dirección Federal de Seguridad, Rafael Chao López”, continúa el exagente entrevistado.

Existen múltiples referencias de detenciones de personas a las que por delitos contra la salud, independientemente sí era válida o no la acusación, las llevaba a casas de seguridad y torturaba. Las obligaba a que le dieran dinero, a que vendieran ganado, que vendieran bienes para darle dinero. Chao coincidió en este negocio y en el de la protección a narcotraficantes, hasta el límite de ser uno, con otro grande la policía mexicana Guillermo González Calderoni, aunque éste proveniente de la Policía Judicial Federal.

González Calderoni mantenía su estructura policíaca comprometida con Juan Nepomuceno Guerra, cimentador del Cártel del Golfo desde la década de los 30 cuando contrabandeaba whisky a Texas, producto sustituido en los 70 con cocaína.

Hasta los años 80, la mayor parte de los narcotraficantes en la región noreste eran originarios del noroeste. La situación cambió cuando el encubrimiento institucional cobijó, en esa zona del país, de manera decidida a los tamaulipecos sobre los sinaloenses.

Cuando la Dirección Federal de Seguridad se disolvió, en 1985, por el caso Camarena, los grupos quedaron sueltos. Algunos se integraron como madrinas a la Policía Judicial Federal y otros no, simplemente se resolvieron a delinquir por su cuenta.

“La constante es la presencia casi sempiterna de comandantes de la policía o simples policías, muchas veces en funciones, como protectores o participantes directos en la comisión de los secuestros y del tráfico de las drogas, cuyo origen es similar en tiempo en su origen institucional”, apunta el especialista.

“Y no se manejaban solos. También podemos ver que su entrenamiento antisubversivo es en buena medida lo que los mete en la guerra irregular que enfrentan. En la lógica de la Guerra Fría se pudiera aplicar cualquier cuestión en función de prevenir la proliferación del comunismo: torturas, privaciones de la libertad. La idea era identificar y se les daba ciertas cuestiones de psicología para identificar los puntos vulnerables de la gente. Esto se puede transformar muy fácilmente en una cuestión extorsiva criminal.

“Es una constante que en la pretendida construcción de la seguridad del Estado mexicano el efecto siempre ha sido mucho más pernicioso. Esta gente de ahí provino. Si se analiza cuál fue el efecto de la Operación Cóndor en Sinaloa, entre 1977 y 1981, que pretendía erradicar el narcotráfico, lo único que hizo fue racionalizarlo, justamente, bajo la protección de la Dirección Federal de Seguridad y el Ejército”.

Uno de los personajes claves en la Operación Cóndor, quien fue coordinador de agentes del ministerio público federal, fue Carlos Aguilar Garza, luego enviado con la misma función de Sinaloa a Tijuana, donde estuvo poco tiempo, y después fue a Tamaulipas, donde se vinculó de manera decidida con Rafael Chao López.

“Ese tipo de personajes protegieron originalmente al contrabando, pero lo potenciaron y se convierten en el Cártel del Golfo”.

–¿A partir de qué año los miembros de la Dirección Federal de Seguridad comenzaron a secuestrar con fines extorsivos? –se le pregunta.

–No dudaría que lo hicieran en funciones, pero de manera más clara tras la amnistía que otorgó José López Portillo a la guerrilla, cuando se da por hecho que la subversión no es el problema más sustantivo.

–¿Desde el principio la DFS estuvo relacionada tanto con el narcotráfico como con el secuestro?

–Con el narcotráfico, el secuestro, el robo de vehículos, el tráfico de personas… Era una matriz criminal tremenda.

–¿Podía no saber la cúpula del gobierno mexicano la pérdida que sufría de porciones de sus instituciones?

–Los grupos que realmente se encumbraban no lo hacían solamente por su propia capacidad delictiva, y en buena medida, porque gozaban de protección institucional. En un Estado como el que teníamos en México, autoritario y fuertemente centralizado, con capacidad de control de todos los actores sociales, incluyendo la delincuencia, era prácticamente impensable que un grupo se pudiera desarrollar sin esta dependencia.

–¿Y ahora?

–Dado el contexto de impunidad y que ha sido una historia larga en los servicios de seguridad en México, que se aprecie, por ejemplo, que los grandes funcionarios en la seguridad están vinculados con cárteles u organizaciones de esta naturaleza, los grupos intermedios, los subordinados no cuentan ahora con ningún imperativo moral de ser honestos. Al contrario.

El exespía refiere la repetición de errores cometidos por el Estado mexicano. El más reciente y gravoso fue el envío, a fines de los 90, de militares elementos del Grupo Aeromóvil de Fuerzas Especiales a la frontera estadunidense para combatir al narcotráfico. Los militares tenían, al igual que los viejos policías de la Brigada Especial de la Federal de Seguridad, entrenamiento contrainsurgente impartido por el gobierno de Estados Unidos.

Pasó lo mismo: los militares se pasaron al lado que el Estado los había opuesto. Los Zetas representan un brinco evolutivo en la historia del narco. Hicieron del negocio de las drogas un simple departamento en una industria que secuestra, extorsiona, piratea, trafica personas…

“El recurso específico que manejan es la violencia. En una guerra como la que estamos viendo actualmente entre las organizaciones. Si fuera financiada únicamente por la propia droga llegaría el momento en que dejaría de ser negocio. Se guerrea para ganar, no para seguir guerreando. La lógica en que se sigue incorporando mucha gente a los sicariatos es bajo la premisa de que se les permite participar en otro tipo de actividades ilícitas por su cuenta”.

***

Al Chino no lo consignaron por decirse comprador de policías, enlace entre narcotraficantes y directivos de la Dirección Federal de Seguridad, jefe de una enorme banda de robo de autos, extorsionador ni asesino.

Luego del homicidio de Camarena, el gobierno de México fue tras él por presión del gobierno de Estados Unidos, cuyas cortes en California y Texas recordaron que, desde 1981 y antes, tenían asuntos pendientes con El Chino.

Tan es cierto que Estados Unidos volteaba hacia otro lado tratándose del comandante de la DFS, que el 30 de septiembre de 1982 la propia policía política emitió el reporte de la devolución de vehículos robados en Estados Unidos.

La entrega la hizo, en acto oficial celebrado en Reynosa, Chao López a Edward Sanders, jefe del departamento de Vehículos Robados de Texas. En el memorándum de la oficina mexicana se leen las palabras de Sanders:

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Pero mataron a Camarena. La persecución contra el perseguidor llegó hasta la casa de Chao de la calle Laja, en el Pedregal del DF, residencial de lujo en el que también tuvieron sus casas los exmiembros de la DFS y narcotraficantes José Zorrilla Pérez y El Azul Esparragoza, así como los expresidentes Carlos Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo.

Encontraron 10 pistolas escuadras y revólveres, una caja fuerte con dos pistolas de colección marca Colt y dos escuadras marca Beretta .9 mm. Las armas pertenecían a las diferentes oficinas de la DFS, ubicadas en las ciudades fronterizas por las que pasó. Se las quedó simplemente porque la agencia desapareció y ya no había a quien devolver el armamento. En total eran 35 armas. En Mexicali aseguraron negocios de contrabando.

Los gobiernos de Estados Unidos y México pronto se dijeron sorprendidos con la existencia de dos casas a nombre de Chao López en McAllen, Texas, con valor de un millón de dólares, valor incompatible con el modesto sueldo de un policía mexicano. Peor aún si se consideraba otra casa en San Diego y una más en Morelia, Michoacán.

Los agentes antinarcóticos consideraron que Chao López podría estar detrás de la matanza en San Fernando –el mismo pueblo de Tamaulipas en que los Zetas asesinaron a cientos de migrantes en 2010– de cinco policías judiciales, madrinas y soplones.

También hallaron que las pistas clandestinas de aterrizaje situadas en la Laguna Madre, Soto La Marina, Valle Hermoso, Reynosa, Laredo y otros municipios tamaulipecos conectaban a narcotraficantes simples y llanos con narcotraficantes formalmente empleados por la agencia mexicana de espionaje.

Y se encontraron con que su mansión de Matamoros, a nombre de su esposa y equipada con una gigantesca antena de radio, era a la vez la comandancia regional de la Federal de Seguridad y centro de acopio y distribución de marihuana y cocaína. Y descubrieron las conexiones de Chao López con los intermediarios de Hidalgo y McAllen y otras varias ciudades texanas.

***

Rafael Chao López fue defendido con éxito por el abogado Américo Delgado de la Peña, litigante a favor de todo el narcotráfico mexicano, desde algunos de los Arellano Félix hasta otros de los Beltrán Leyva, pasando por Juan García Ábrego.

En su libro Los narcoabogados (Debolsillo, 2007) el periodista Ricardo Ravelo anota la plegaria musitada por Américo en cada uno de los juicios que llevó para sacar de prisión a los hombres por cuyos negocios decenas de miles han muerto de la peor manera posible:

“Dios mío: Tú has puesto a estos hermanos bajo mi responsabilidad y cuidado. Tú bien sabes lo que puede la justicia, Tú eres la sabiduría y la vida.

“Auxíliame para que acierte en lo que debo hacer. En tus manos, Señor, pongo mis esfuerzos. Que el Espíritu Santo me ilumine en cada instante de mi vida.

“Dame Tú la luz para que ésta sea la que me guíe en todo momento.

“Haz que tu voz impregne la mía cuando alegue en un tribunal.

“Líbrame de todos los obstáculos para obtener la libertad de mis hermanos.

“Amén”.

Los oficios o los rezos de Américo Delgado tuvieron éxito, aunque no tanto con respecto a sí mismo. Fue asesinado en agosto de 2009 en su oficina de Toluca, en el Estado de México.

Chao López tuvo un fugaz tránsito por el Reclusorio Oriente y luego se esfumó. Dicen que lo mataron, dicen que está vivo y envejeciendo en su taller mecánico de Cuernavaca, Morelos.

Y es difícil pensar que Chao siguiera al Dios al que se encomendaba Américo. El Chino Chao adoraba los tigres. Los tenía en el patio de su casa que, a la vez, era el cubil de la Dirección Federal de Seguridad.

Cosa curiosa: décadas después, pero en las mismas ciudades del Tamaulipas ardiente, Heriberto Lazcano, El Verdugo, líder de Los Zetas y de cierta forma su descendiente, tenía el mismo encanto por los tigres, a los que alimentó con sus enemigos durante la conformación de la Nueva República de las Drogas. *

Fuentes

*Versión pública del expediente integrado por la Dirección Federal de Seguridad de Rafael Chao López; documento resguardado en el Archivo General de la Nación y obtenido vía Ley de Transparencia y Acceso a la Información Pública

*Declaración de Rafael Chao López contenida en el acta de la Policía Judicial de 3 de julio de 1989 y que se encuentra glosada a la averiguación previa 2767/D/89 que dio origen a la causa penal 137/89 del Juzgado Tercero de Distrito en materia penal en el DF

*Entrevista con un exagente de la DFS y del Centro de Investigación y Seguridad Nacional

*Revisión penal 382/90 realizada por el Segundo Tribunal Colegiado en Materia Penal del Primer Circuito respecto de las acusaciones de delitos contra la salud realizadas contra Rafael Chao López

Mañana: La bola se fue pa’ Juárez…

EN LA CABEZA DE JUAN JOSÉ ESPARRAGOZA, “EL AZUL”

martes, septiembre 3rd, 2013

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Ciudad de México, 3 de septiembre (SinEmbargo).– Todos sucumben. Muchos se van extraditados a Estados Unidos, donde el sueño de gobernar las cárceles queda supuestamente sepultado, al menos para los grandes capos mexicanos quienes deben ceder ese asiento a las pandillas que les distribuyeran en las prisiones o las calles las drogas ilícitas que los llevaron ahí.

Algunos mueren atravesados por las balas de sus socios. Otros por el fuego del Ejército o la Marina.

Todos sucumben, menos uno: Juan José Esparragoza, El Azul, el mítico hombre que se ha colocado por encima de todos los cárteles y sigue vivo y libre tras casi 50 años dentro de un negocio donde la veteranía es la excepción. En perspectiva: cuando Esparragoza libraba tiros, organizaba cumbres y compraba policías –no tanto personas sino corporaciones enteras– ninguno de los cuatro líderes que han dirigido a Los Zetas había nacido y ya dos están muertos y uno preso.

Sin El Azul no podría entenderse la presente República de las Drogas.

En la cabeza de El Azul

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El 6 de febrero de 1985 un grupo de agentes y exagentes de la DFS pagados por Don Neto Fonseca se reunieron en su casa. Al día siguiente, a las siete de la mañana, el veterano narcotraficante les ordenó ir al domicilio de Rafael Caro Quintero, El Narco de Narcos.

Se concentraron ahí en espera de órdenes. Antes del mediodía, un grupo salió al consulado estadunidense en Guadalajara.

Horas después volvieron Fonseca y el resto del grupo con un hombre al que cubrieron la cabeza con un saco. Fue conducido a una de las recámaras de la casa y los capos se encerraron en la habitación de Caro. Sergio Espino Verdín recibió la orden de cuidar la entrada de la habitación donde estaba retenido el agente estadunidense. Minutos más tarde regresó Samuel Ramírez Razo, Samy, a interrogar a Camarena. El asunto giraba alrededor de la investigación llevada por la DEA y las autoridades mexicanas sobre el tráfico de drogas.

El pago por el secuestro fue de 50 mil pesos a cada uno de los cuatro agentes participantes del servicio secreto mexicano.

Introdujeron a Camarena en una de las recámaras de la casa, a donde entraron Caro Quintero y Fonseca Carrillo.

Samuel Ramírez Razo, El Samy, estuvo a cargo del interrogatorio.

La tortura fue brutal. La ejercían hombres entrenados para evitar la investigación y obtener los datos mediante la fuerza: eran agentes de la Dirección Federal de Seguridad, la misma agencia mexicana de espionaje que desde su más alta dirección protegía a los secuestradores de Kiki Camarena.

–¿Cómo se llama, hijo de su pinche madre? –repetía El Samy la pregunta con cierta frecuencia.

–Enrique Camarena Salazar.

–¿Sobre de quién andan, pinches culeros? ¿Quiénes están en la lista?

Los detalles serían dados al juez por Sergio Espino Verdín, exmiembro de la Dirección de Investigaciones Políticas y Sociales, otro aparato de espionaje político del gobierno mexicano de los 80.

Espino Verdín llegó ahí mediante el fichaje mediado por Jorge Salazar Ortega y Javier Barba Hernández, abogados de Caro Quintero y Fonseca Carrillo, responsable de su sueldo. Amistó suficiente con Don Neto como para que el capo, en el velorio de un hermano que le mataron, le entregara al exespía 500 mil pesos de la época para repartirlos entre la tropa.

Ramírez Razo y Francisco Javier Tejeda Jaramillo, otro agente empleado como sicario, proporcionaron el resto de los detalles de ese día:

“Lo tenían en una recámara donde era golpeado por Carlos Martínez y Refugio, Cuquillo. El primero lo amordazó, le introdujo unos pedazos de trapo en la boca y le puso tela adhesiva alrededor de la boca y la nariz. Debió morir pronto”.

Fonseca tuvo un mal presentimiento, como si la casa se llenara de pájaros negros.

–Compadre, necesitamos soltar al gringo –dijo Don Neto a su joven e impetuoso socio Caro Quintero.

–No puedo, compadre, porque ya lo madrearon y se está muriendo.

Ya era 7 de febrero de 1985, día en que la historia del crimen organizado cambió para siempre y, a entender por el momento actual, también del país por completo.

Metieron a Camarena en la cajuela de un automóvil. Semiconsciente, le golpearon varias veces la cabeza con una llave de tuercas. Ahí mismo introdujeron a Alfredo Zavala, el piloto mexicano que dio las coordenadas del rancho El Búfalo, el mayor sembradío de marihuana de la historia y cuya pérdida enfureció a Caro al grado de cometer el error de asesinar a un policía con pasaporte estadunidense.

Llevaron el auto a un rancho en Michoacán y lo encerraron, con los cadáveres dentro, en un garaje que luego tapiaron

Antes de esto, cuando Samy abandonó el cuarto de tortura se dirigió con la respiración entrecortada —no de angustia sino de fatiga— a sus jefes: “El detenido manifestó que Miguel Ángel Félix Gallardo, Fonseca, Caro Quintero, Manuel Salcido, El Cochiloco, y Juan José Esparragoza Moreno, El Azul, eran, en este orden, las principales personas que se dedicaban al narcotráfico nacional e internacional”.

***

Los cárteles mexicanos, a semejanza de los colombianos, conciliaron intereses de narcotraficantes identificados por razones de región o parentesco. Antes de estas agrupaciones en México existían bandas, con mayor o menor organización, fundamentalmente dedicadas al cultivo y exportación de marihuana y amapola. El clan de Los herrera, por ejemplo, gobernó en el crimen y la ley durante años en Durango, donde alrededor de 2 mil familiares se imbricaron en el contrabando, gobiernos municipales y jefaturas policíacas.

Al otro lado de la montaña, en Sinaloa, surgieron figuras como Pedro Avilés Pérez, El León de la Sierra, quien exploró de manera anticipada en la primera década de los 70, con Javier Sicilia Falcón, un cubano-americano nacionalizado mexicano, las primeras rutas occidentales del tráfico de cocaína. Avilés fue asesinado y Sicilia preso.

Más del primero que del segundo descienden directamente Miguel Ángel Félix Gallardo, El Padrino, Ernesto Fonseca Carrillo, Rafael Caro Quintero, Manuel Salcido, El Cochiloco, Amado Carrillo Fuentes, El Señor de los Cielos, y Juan José Esparragoza Moreno El Azul.

Todos murieron de bala o están presos, excepto Caro Quintero quien apenas dejó la cárcel de Puente Grande, luego de 28 años de encierro, y El Azul Esparragoza.

Para colocar a las personas en contexto, en las miles de páginas contenidas en los expedientes judiciales obtenidos por SinEmbargo, sobre el estado del narcotráfico mexicano durante la década de los 70y 80, el nombre de Joaquín, El Chapo, Guzmán, hoy el primer narcotráfico del mundo según en el gobierno de Estados Unidos, no aparece sino hasta después del asesinato de Camarena. Lo mismo ocurre con Ismael, El Mayo, Zambada. Sólo tenía relevancia Esparragoza Moreno.

En la dirigencia actual de Sinaloa, el más próspero vendedor de drogas en el mundo es un triunvirato compuesto por El Chapo, El Mayo y El Azul, hombres con diferencias de edades de entre dos y seis años.

¿Por qué? ¿Existe algo especial en Juan José Esparragoza Moreno?

Parte de la respuesta está en el expediente integrado por el área técnica de la Penitenciaría del Distrito Federal. SinEmbargo posee copia completa del documento, un informe confidencial con todas las evaluaciones psicológicas, sociales, criminológicas y laborales hechas al capo durante los últimos siete años que ha estado en prisión.

Ahí están los cuestionarios en los que El Azul se describía “travieso” de niño y temeroso de no hacer de sus hijos hombres de “vien”. O está el dibujo de un hombre con brazos enormes y deformes y trazo tembloroso, al que inventó una historia con su letra manuscrita y poco practicada: “Esta figura es de un señor que fue quemado un Sábado de Gloria por perverso”.

Es la historia de un hombre de 1.77 metros y atlético en su juventud. Del hijo adorado de un ganadero. De un hombre tan moreno al que sólo le podían apodar El Azul. Un hombre que en los años 70 se integró como uno de los agentes de la Dirección Federal de Seguridad, la policía política que, a la vez, era una especie de dependencia controladora de la gran banda de narcotraficantes liderados entonces por Miguel Ángel Félix Gallardo, quien reconoció el talento de un joven Esparragoza y lo eligió como su lugarteniente.

No fue su único maestro. El Azul estuvo bajo la tutela de Juan José Quintero Payán, contemporáneo de Ernesto Fonseca y Don Neto, y anterior a Miguel Ángel Félix Gallardo y Rafael Caro Quintero. Tuvo también la enseñanza de Pedro Avilés, El León de la Sierra. Juntos adornaron las cañadas y los cerros con plantíos de marihuana y se convirtieron en leyendas, en letras de corridos norteños.

En 1977, el gobierno de Estados Unidos asesoró al mexicano, que utilizó por primera vez al ejército para combatir al narco y poner en marcha la Operación Cóndor, en Sinaloa.

Félix Gallardo, Don Neto, Caro Quintero y El Azul migraron a Guadalajara donde continuaron las operaciones, cada vez más fortalecidas con el envío de cocaína sudamericana a Estados Unidos, bajo el amparo de la Dirección Federal de Seguridad, de la que El Azul obtuvo una credencial que lo acreditaba como colaborador oficial de esa dependencia gracias a la compra que los narcos hicieron de la policía política mexicana.

En 1985 la mafia sinaloense asentada en Jalisco supo que un hombre andaba detrás de ellos, Enrique Camarena.

Los narcos lo secuestraron frente al consulado de su país en Guadalajara por órdenes de Don Neto y Caro Quintero. Le preguntaron quiénes eran los hombres en la lista negra del gobierno estadunidense. Dio todos los nombres. Luego lo asesinaron. La DEA reclamó cabezas.

Y el gobierno mexicano se las dio.

Antes, quizá con conocimiento de que la prisión era un mal trago insalvable, Esparragoza Moreno convocó a una cumbre en la que México quedó partido en cuatro para asuntos de narco. Sólo él podría convencer a Amado Carrillo, sobrino de Don Neto, que mantuviera calmada la antipatía que sentía por El Chapo y a éste que no fuera sobre sus paisanos, los Arellano Félix, sobrinos de Miguel Ángel Gallardo, El Padrino, y que se admitiera la personalidad de Juan García Ábrego, sobrino del legendario don Juan N. Guerra, barón del contrabando tamaulipeco.

La división política se hizo, pero, al poco tiempo, la bandera blanca voló en pedazos al ritmo de los cuernos de chivo.

***

El Azul entró al Reclusorio Sur del Distrito Federal a las cinco de la tarde con 15 minutos del 11 de marzo de 1986. Dio como domicilio una residencia en la calle Fuego 908, en el Pedregal de San Ángel del Distrito Federal.

El Departamento del Tesoro de Estados Unidos, a través de su listado de personas y entidades restringidas para operaciones financieras, identifica además cinco domicilios suyos en Tijuana.

El capo se dijo agricultor y ganadero. La Procuraduría General de la República decía que no lo era, que cultivaba, cosechaba, segaba, empaquetaba, transportaba, vendía y exportaba marihuana. Que era un señor de la cocaína, negocio cada vez más boyante.

El juez lo condenó a siete años y dos meses de prisión. Caminaba con dificultad, afectado por un tiro que le entró en el muslo derecho.

Tras los primeros exámenes de personalidad, el psicólogo Jaime Rodríguez descubrió, el 15 de abril de 1986, a un hombre con inteligencia promedio y dotación cultural pobre.

Apenas seis años atrás el cáncer se había llevado a sus padres, Rosario e Ignacio. Nació el 3 de febrero de 1949, aunque el gobierno estadunidense considera como fecha alterna de nacimiento el 2 de marzo de ese mismo año. Es nativo de Huixiopa, municipio de Badiraguato, Sinaloa, en donde la tierra se hizo sierra de amapola desde hace más de 70 años.

Fue el séptimo de siete hermanos –cuatro mujeres y tres hombres–. Pudo ser el octavo, pero la hermana a la que habría seguido murió al nacer. Creció, según la evaluación, en un sitio donde el objetivo era específico: “la acumulación material de capital”.

Según el psicólogo, la madre de El Azul representó para éste una figura rígida, demandante y proveedora. Su padre, por el contrario, fue sobreprotector y positivo. La profunda identificación con él determinó en gran medida su destino. Fue su padre quien le llenó por primera vez la mano derecha con una pistola –“el objeto compensatorio de seguridad y de satisfacción viril”, escribió el analista– cuando el muchacho apenas tenía 12 años de edad.

A El Azul simplemente no le gustaba la escuela y desertó en el segundo año de secundaria. Temió y huyó de casa. Pero Ignacio lo recibió de vuelta sin mayor trámite. Le enseñó el manejo y control de sus negocios. Lo instó a seguir su ejemplo de hombre de empresa.

Con el tiempo, la relación se tradujo en alianza, la primera omertà  de El Azul. El padre consintió más de lo debido las travesuras de su hijo y éste guardó discreción respecto al comportamiento del primero.

Habló El Azul en un cuartito ocupado como consultorio psicológico de la cárcel: “Llegué a sorprender a mi padre en compañía de algunas mujeres. En cierta ocasión, al abrir la puerta de la bodega del establo, lo vi sosteniendo relaciones con una mujer… Inmediatamente cerré la puerta y todo se olvidó”.

A los 16 años de edad, con la ayuda de su padre, estableció un negocio de abarrotes e inició su vida independiente de comerciante. Luego se dedicó a la compra y venta de ganado y aves domésticas, “actividades tempranas que mostrarían su gran motivación de logro y desempeño laborioso. No obstante esta gran motivación de logro e interés por la empresa, más tarde se convertirían en ambición desmedida”.

Y se hizo narcotraficante a los 22 años de edad. Su padre le daría algo más: una fortuna de 50 millones de pesos al morir, en 1981.

***

El Inventario Multifásico de la Personalidad Minnesota (MMPI por sus siglas en inglés) es uno de los tests psicológicos más utilizados en mundo. Se aplica desde hace décadas en cárceles del Distrito Federal.

El estudio considera tres escalas de validez y otras 10 escalas de valoración clínica. Se resuelve mediante un cuestionario con 566 enunciados, a los que la persona califica como ciertos o falsos. Las respuestas son convertidas en una serie de números y estos, de manera individual y combinada, transferidos a grupos de personalidad con lo que se define el perfil básico. El 4 de marzo de 1986 Juan José Esparragoza resolvió el MMPI.

En más de 20 años de experiencia en penitenciarías locales, federales y capitalinas, Alfredo Ornelas ha aplicado miles de pruebas de personalidad a criminales de todo tipo y dirigido cursos para su realización. Lo ha hecho en penales federales y estatales. Conoce los laberintos de la mente de narcotraficantes, secuestradores, defraudadores, lavadores de dinero, asesinos y simples ladrones de ocasión.

Es experto de la Academia Internacional de Ciencias Forenses y coordinador de estudios penitenciarios del Centro de Estudios para la Seguridad y la Justicia.

Con la hoja de resultados de El Azul en mano, Ornelas levanta el telón y muestra la mente del narcotraficante.

Las tres escalas de validez son identificadas con las letras del abecedario. En el caso de Esparragoza, resaltó la denominada L, en la que obtuvo una puntuación comprendida en un rango propio de neuróticos y psicóticos. En el resto del examen mostró tendencias en ambos sentidos.

Luego, la escala 1 define la hipocondría y el test resuelto por el sinaloense lo pinta siempre angustiado por su salud, sin restricción del sistema orgánico que supone enfermo. Alcanzó tal nivel en sus respuestas que podría ser un hombre con delirio somático, “sin duda relacionado con un episodio esquizofrénico”.

En la medición 2, relacionada con la depresión, también disparó hacia arriba de lo considerado como normal. Quienes ahí se ubican enfrentan niveles clínicos “significativos por su importancia” y viven siempre preocupados por minuciosidades.

Son personas ansiosas, preocupadas, con autoestima baja y pesimistas en su manera de percibir el mundo, al menos en el momento de resolver el cuestionario. Casi siempre tienen baja tolerancia a la frustración.

Algunos ejemplos de las respuestas de El Azul:

32. Encuentro difícil concentrarme en una tarea o trabajo: Cierto.

43. Mi sueño es irregular e intranquilo: Cierto.

 

En el escalafón 3, histeria, mostró resultados sin significados consistentes. Pero llaman la atención algunas respuestas:

129. A menudo no puedo comprender por qué he estado tan irritable y malhumorado: Falso, pero también marcó, y luego borró, la opción Cierto.

141. Es más seguro no confiar en nadie: Cierto.

238. Tengo periodos de tanta intranquilidad que no puedo permanecer sentado en una silla por mucho tiempo: Cierto.

 

En la medición 4, desviación psicopática, también se le consideró dentro de los límites: independiente e inconforme, pero sin ser impulsivo ni dueño de sentimientos “inapropiados”. Enérgico, activo y –la evidencia saca de dudas– con dificultades para aceptar las normas.

61. No he vivido la vida con rectitud: Cierto.

102. Mis luchas más difíciles son conmigo mismo: Cierto.

201. Desearía no ser tan tímido: Cierto.

249. Nunca he tenido tropiezos con la ley: Cierto [sic].

Esparragoza salió atípicamente alto en la graduación 8: esquizofrenia. Lo mismo ocurrió con la penúltima escala, la 9: manía en una dimensión que se le puede considerar temeroso del fracaso y el aburrimiento, hiperactivo, exagerado, competitivo, entusiasta y manipulador.

En su condición, las personas viven tensas, ansiosas, impulsivas, desinhibidas. Son lábiles, eufóricas, agresivas e irritables. También pueden ser amistosas, agradables, inquietas, versátiles e impacientes.

Esto explica el éxito y carisma reconocido por policías, narcos y carceleros. Se les considera proclives a las adicciones.

Y sí: Esparragoza estaba considerado en prisión como un consumidor habitual de alcohol, marihuana y cocaína.

“Existe egocentrismo. No aprecian la ineptitud de la conducta y guardan desprecio por las demás personas y desprecio por las normas sociales y esto los lleva a problemas con las autoridades”.

En resumen, sintetiza Ornelas: “Es un borderliner, un hombre atrapado entre la neurosis y la psicosis. Es un esquizoide”.

***

En palabra escrita del psicólogo Jaime Rodríguez: “El sujeto se desarrolla en el seno de una familia en la cual no se establecieron con claridad los objetivos de autoridad y las reglas que se dictaban nunca, o casi nunca, se basaron en el afecto mutuo, ternura y confianza.

“No percibe ni juzga sus motivos y es incapaz de juzgar su propia conducta desde el punto de vista de otra persona. A pesar de que esa conducta es inadecuada u hostil desde un punto de vista social, está satisfecho con ella. Muestra pocos sentimientos de angustia, culpa o remordimiento. Carece de un objetivo definido y su habitual estado de inquietud quizás se deba a que busca lo inalcanzable.

“La rutina le parece intolerablemente tediosa, aduciendo que a él nunca le gustó seguir una vida rutinaria en sus actividades cotidianas, rechazando así el acatamiento de criterios funcionales establecidos por la sociedad. Ejemplifica: ‘Siempre luché por obtener lo que poseo sin tener que rendir cuentas a nadie. Nunca me gustó la idea de cubrir un horario rígido de trabajo (impuesto, por supuesto)’.

“Exige la satisfacción inmediata e instantánea de sus deseos, sin que le importen los sentimientos ni los intereses de otras personas con quienes establece muy escasas relaciones emocionales o lazos afectivos estables. No desarrolla un sentido de los valores sociales.

“Persona poco sensible que se da a los placeres inmediatos, parece carecer de un sentido de responsabilidad y, a pesar de los castigos y restricciones coercitivas que la sociedad emplea para frenar delitos repetidos, no aprende a modificar su conducta.

“Se observa en él carencia de juicio social. No obstante, a menudo es capaz de elaborar racionalizaciones verbales que suelen convencerlo de que sus acciones son razonables y justificadas: ‘Yo no hago mal a nadie. Al contrario. He traído divisas al país y he creado fuentes de trabajo’.

“Los únicos ideales que posee y que destacan como objetivos definidos en su vida son aumentar la importancia de sí mismo como individuo, lograr dinero y bienestar material y controlar a otras personas para lograr satisfacciones inmediatas. Su egocentrismo lo lleva a exigir demasiado.

“El perfeccionismo, el orden, la responsabilidad, preocupación por los problemas más insignificantes es lo que esencialmente lo caracterizan”.

***

El 9 de julio de 1990 El Azul fue trasladado del Reclusorio Sur a la Penitenciaría del Distrito Federal.

¿Cómo era La Peni en los tiempos en que El Azul estuvo preso? ¿Cómo fueron los seis años de encierro de un capo vigente en la vida del país durante más de cuatro décadas?

El Azul vivía en el dormitorio 1, zona uno, conocida en aquel tiempo como “Beverly Hills”, la zona de exclusividad. Habitaba solo en una celda cubierta completamente de caoba, como todas en ese espacio.

Había televisiones, videocaseteras, hornos de microondas y, poco a poco, los primeros teléfonos celulares. Tenían inodoros con depósitos de agua, los que aún hoy no existe en el resto de la Penitenciaría. Buenos colchones y cobijas. En las limitaciones, vivían bien.

Lo primero que daba cuenta de ese poder era el agua. Los reos importantes tenían depósitos de líquido en cada celda, a diferencia del resto de miles de internos a quienes el polvo del oriente de la ciudad de México aún se les pega al sudor cada estiaje.

“Se comían mariscos. Hasta langosta. Había tanta relación con las autoridades que no se podía distinguir quién daba la instrucción en esos tiempos: si eran los internos o las autoridades”.

No existían limitaciones para recibir a sus visitas ni para el ingreso constante de prostitutas.

El Azul quería una cárcel hermosa. Por eso, de acuerdo con los testimonios dados a SinEmbargo por custodios de esas épocas que piden el anonimato, promovió la construcción de esa zona, en donde hoy existe el dormitorio 10, reservado para ancianos, discapacitados, enfermos de sida y los condenados a muerte por los mismos reos.

También mandó a construir los frontones. Le gustaba jugar a mano limpia y con raqueta. Tenía la comisión laboral de ser el coordinador de tenis, pero eso nunca se practicó ahí. Era frontenis. Se hacía el juego entre custodios, internos y visitantes. Esparragoza sacaba un rollo de billetes verdes del pantalón y si estaba de buen humor sacaba los de 100 dólares como si fueran de juguete.

Los custodios, a quienes tomó como su grupo de escoltas personales adentro, todavía añoran los tiempos de El Azul Esparragoza. Hizo levantar una fuente que está fuera de la prisión, en el área de estacionamiento de funcionarios. “Quería que la cárcel se viera bonita. También ordenó hacer una casita de madera para niños. Compró columpios, sube y bajas y demás juegos. Esa área sigue ahí, aunque ya no es usada por los niños.

“Con frecuencia estaba en la dirección, entonces a cargo de Margarito Luis Pérez Ríos. Había internos que se quedaban a dormir en la dirección. Se iban a jugar dominó o póquer con el funcionario encargado, quien se iba a dormir, ebrio o cansado, y los reos pasaban la noche en los dormitorios para las autoridades. A la mañana siguiente, pedían de comer en la misma dirección y seguían la juerga.

“Las Navidades eran fiestas extraordinarias. Había lo que se le pueda ocurrir. Hasta restaurantes de los internos operaban. Muchos de los internos adinerados podían salir de la prisión, no nada más El Azul. El compromiso era que volvieran por su propio pie”.

Las cosas no eran muy diferentes para sus socios presos en el Reclusorio Norte, Caro Quintero y Don Neto Fonseca, dueños del dormitorio 10. Había cava, jacuzzi, salón de juegos, mesas de billar…

Vale la pena decir qué clase de empleados tuvieron en prisión los jefes del hoy extinto Cártel de Guadalajara en su estancia en las prisiones del Distrito Federal. Por ejemplo, Chávez Traconi fue el administrador de Caro Quintero. Traconi fue considerado como uno de los defraudadores más importantes a nivel internacional.

Excepcionalmente inteligente, dice ser abogado. Nadie lo sabe con certeza, pero nadie duda de su erudición. Encarcelado, ha librado al menos 60 procesos, algunos iniciados en Morelos, en contra suya. Él mismo ejerció su defensa.

“Administraba el alcohol que se consumía y preparaba las listas de las vedettes que entraban a las fiestas que se hacían ahí mismo. Eran verdaderos autogobiernos”, recuerda otro exguardia.

“En las cárceles, el sistema de comunicación entre internos en diferentes prisiones siempre ha sido expedito. Cuando no existían teléfonos celulares, el contacto se hacía a través de los teléfonos institucionales, hasta del mismo director. Claro que El Azul mantenía comunicación con Caro Quintero. Es sabido que en alguna ocasión salió a una cumbre en representación de Amado Carrillo Fuentes, El Señor de los Cielos”.

El Reclusorio Norte estaba formalmente a cargo de Jesús Miyazawa, otro descendiente de la guerra sucia mexicana, y de Alberto Pliego Fuentes, El Superpolicía, quien murió en prisión bajo el mote del Supersecuestrador.

Tiempo después, ambos fueron figuras claves para entender la llegada del narcotráfico a Morelos en la época en que Jorge Carrillo Olea, exdirector de la DFS, gobernó el estado y ahí se asentó el nuevo Cártel de Juárez.

***

Existen documentos que detallan la vida de las cárceles capitalinas a principios de los años 90, cuando el capo sinaloense fue enviado al penal de máxima seguridad de Almoloya de Juárez, hoy llamado del Altiplano.

El 11 de octubre de 1991, la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) emitió la recomendación 090/1991 al jefe del Departamento del Distrito Federal, Manuel

Camacho Solís.

Las quejas de los internos incluyeron el cobro por la utilización de celdas de privilegio —en las que internos con poder económico ocupaban hasta cinco estancias para ellos solos—, el pago obligado para poder usar las habitaciones de visita íntima, áreas de visita familiar y llamadas telefónicas, venta de reportes para acreditar el supuesto trabajo en el interior de los centros de reclusión, tráfico de influencias y venta de estudios técnicos de personalidad, prostitución propiciada por autoridades, venta de drogas y alcohol y acceso sin restricción durante las 24 horas del día a familiares y amigos para visitar a grupos selectos de internos.

En agosto de ese año, supervisores de la CNDH visitaron todas las prisiones. En La Peni encontraron como director a Margarito Luis Pérez Ríos, el hombre que firma varios de los documentos técnicos que avalan el tránsito de Esparragoza por el lugar.

Los supervisores constataron el deterioro de las instalaciones hidráulicas y eléctricas, los servicios sanitarios y las regaderas y la carencia de agua corriente para el servicio y la higiene de los internos: sólo dos horas de agua por la mañana, dos por la tarde y dos por la noche.

La prisión tenía casi 3 mil internos, cuando la capacidad era sólo para mil 750. Muchos dormían en el piso de las estancias y en los pasillos. El costo de las habitaciones para las visitas íntimas, en el turno matutino, era de 40 mil pesos, en el vespertino, de 50 mil, y por las noches, de 110 mil pesos de entonces.

La investigación determinó que los certificados de trabajo eran una mercancía más con que los reos acreditaban el desempeño de alguna actividad laboral.

En el Reclusorio Norte, los inspectores encontraron una cárcel generalmente infestada:  chinches, pulgas y ratas en casi todos los dormitorios. Los botes de basura rebosaban de botellas vacías de ron y brandy y latas de cerveza.

Algún efecto tuvo la recomendación. En marzo de 1992 El Azul fue trasladado al penal de máxima seguridad de Almoloya de Juárez, hoy llamado del Altiplano Número Uno. Pero las paredes de las prisiones son, para hombres como Esparragoza, muros imaginarios. Según el FBI y la DEA, mantuvo el control de las operaciones de su empresa desde la cárcel federal.

El Azul salió libre en mayo de 1993.

Nunca ha vuelto a prisión.

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***

El análisis de Esparragoza Morena no concluyó en las cárceles de la ciudad de México. Juan Pablo de Tavira, exdirector de Almoloya de Juárez, lo señaló a mediados de los años 90 como el principal operador y negociador del narco en México.

“Fue el hombre de las relaciones públicas del Cártel de Guadalajara: hábil para hablar y para moverse, se le consideraba indispensable en la mafia”, describió De Tavira en su libro ¿Por qué Almoloya?

Era cierto. En esa época, El Azul era un hombre ubicuo. Hasta se le consideró como posible heredero del Cártel del Golfo luego de la captura de Juan García Abrego. Pero El Azul se asentó en Cuernavaca. Morelos no era una casualidad. Era una constante. A finales de la década de los años 80, cuando el narcotráfico mexicano era liderado por Amado Carrillo Fuentes, el crimen organizado presuntamente agasajaba al gobernador Carrillo Olea.

A cambio, el narco logró hacer mudanza a su estado y habría utilizado las pistas aéreas para recibir embarques de droga antes de reenviarlos a Sonora. Años después, una hija del El Azul, Nadia, fue relacionada sentimentalmente con el entonces gobernador panista de Morelos, Sergio Estrada Cajigal.

Y, tras la muerte de El Señor de los Cielos, en julio de 1997, algo quedó claro en Morelos. Había nuevo patrón: El Azul.

En aparente retiro, a Esparragoza se le comenzó a respetar como se hace con los viejos venerables de la tribu. También llamado Don Juan, pronto emergió entre los de su estirpe como el hombre sensato, curtido por la experiencia, el conciliador.

Algunos años más tarde, en 2006, versiones no oficiales, pero no desmentidas, lo ubicaban como un auténtico Don en la mafia mexicana. Y en esa calidad Esparragoza convocó a los más importantes grupos del crimen en disputa a dejar a un lado las violentísimas reyertas internas que estaban manchando de rojo ciudades y ranchos. Era la única figura que podía instarlos a comportarse con prudencia y pactar un reparto de territorios y señoríos.

Se formó lo que se llamó La Federación. Estaban ahí quienes eran importantes en el mundo del narcotráfico.

Como es obvio, no funcionó por mucho tiempo.

***

Esparragoza Moreno resolvió el test de frases incompletas el 17 de marzo de 1986. Es una prueba compuesta de 60 ideas que deben ser concluidas por el procesado. Indaga actitudes frente a la familia, al sexo, al concepto de sí mismo y las relaciones interpersonales.

Textualmente, tras los puntos suspensivos, el narcotraficante respondió:

1. Pienso que mi padre rara vez… dejo de estar conmigo

2. Cuando la suerte está en mi contra… me deprimo

3. Siempre he querido que… mi familia viva bien

5. El futuro me parece… difícil

9. Cuando era niño… fui muy travieso

12. Comparada con la mayoría de las familias, la mía era… ideal

22. La mayoría de mis amigos no saben que tengo miedo de… morir

30. Mi peor equivocación fue… no estudiar

32. Mi mayor debilidad… el dolor familiar

33. Mi ambición secreta en la vida… ser un buen padre

34. La gente que trabaja bajo mis órdenes… es gente respetada

45. Cuando era pequeño, me sentía culpable de… mis travesuras

48. Al dar órdenes a otros… me porto serio y recto

53. Cuando no estoy presente, mis amigos…me admiran

 

Al año siguiente, Esparragoza resolvió de nuevo el mismo cuestionario.

5. El futuro me parece… muy maravilloso

20. Anhelo… llegar a viejo sin achaques

24. Antes de la guerra, yo… ignoraba los alcances que ay en la actualidad

28. Las personas con las que trabajo son… muy aceptadas

32. Mi mayor debilidad es… ser muy sensible

33. Mi ambición secreta en la vida… es llegar a ver realidad que mis hijos son gente de vien

36. Cuando veo venir a mi jefe… me pongo a sus ordenes

39. Si fuera joven otra vez… sería un atleta

40. Creo que la mayoría de las mujeres… son divinas

45. Cuando era más joven, me sentía culpable por… la ignorancia

52. Mis temores me obligan a veces a… sentirme confuso

54. Mi recuerdo infantil más vívido… un viaje a disnelandia

60. Lo peor que hice hasta ahora… es no aber terminado mis estudios

***

Una muestra de la convivencia con la comunidad política: en enero de 1995 el procurador morelense Carlos Peredo Merlo realizó una fiesta en Cocoyoc por la boda de su hijo; al casamiento acudieron Carrillo Olea, entonces gobernador con licencia y testigo de honor, también El Señor de los Cielos y El Azul, según reportes no desmentidos.

El exgobernador de Quintana Roo, Mario Villanueva Madrid, hoy extraditado, también sucumbió a la plata del Cártel de Juárez. El mismo Azul estableció el negocio al otro lado del país, donde coordinó el envío de coca a Estados Unidos.

Su poder no se limitó a los civiles. El primer día del consejo de guerra que se les realizó, a fines de octubre de 2002, los generales Francisco Quirós Hermosillo y Arturo Acosta Chaparro, vestidos con sus uniformes de una y tres estrellas, dijeron que no, que ellos no eran empleados de El Señor de los Cielos.

Ese mismo día, se leyeron los testimonios de varios testigos protegidos, algunos ligados a ellos desde los días en que el ejército, la Dirección Federal de Seguridad, la

Policía Judicial Federal y la Policía Judicial del DF integraron la Guardia Blanca para perseguir y aniquilar líderes guerrilleros durante los años 70.

Dos de ellos, Gustavo Tarín Chávez y Jaime Olvera Olvera, aseguraron bajo juramento que Quirós era compadre de Juan José Esparragoza y que Acosta llamaba “m’ijo” a Amado Carrillo.

Jesús Gutiérrez Rebollo, el general al que se llamó “el zar antidrogas de México”, también sucumbió al encanto de El Azul. El 8 de julio de 1987, la especialista María del Carmen reportó otro estudio criminológico de Esparragoza. Habló también de la sobreprotección de su padre, quien llenó la mano de su hijo con una pistola.

“Ha incrementado de manera excesiva su ambición por el poder, ya que a pesar de poseer una cuantiosa fortuna, heredada de su padre, la ha incrementado con las actividades del narcotráfico.

“Sus características de personalidad son de pocos sentimientos de culpa, angustia o remordimiento, con fallas importantes en los juicios de valor. Es hostil, oportunista y, sobre todo, manipulador, ejerciendo rol de líder ante cualquier grupo. Mantiene bajo control de impulsos. Es seductor con el manejo de poder.

“Se considera que su capacidad criminal es alta por el deseo desmedido de poder. Su capacidad de adaptabilidad social es media, ya que ejerce la seducción y la manipulación en sus relaciones interpersonales. Su índice de peligrosidad es alto, pues, es un sujeto con posibilidades de evasión por el mismo rol de líder que maneja”.

***

Si se atiende a la vida de El Azul, el Estado mexicano está amenazado por hombres que ni la secundaria terminaron. Ahí está él, un hombre decidido a no ir más a la escuela después del segundo año de secundaria, clasificado por la DEA y el FBI como un pacificador en las sangrías que se hacen los cárteles mexicanos. Y no sólo esto, es un barón de las drogas con autonomía.

“Se le ha reportado como una cabeza de la organización por sus propios méritos con conexiones independientes, con traficantes peruanos y colombianos de cocaína”, enunció el reporte Crimen Organizado y Actividad Terrorista, elaborado por el Congreso de ese país a principios de esta década.

El gobierno estadunidense colocó una recompensa sobre su cabeza de 5 millones de dólares, lo mismo que ofrece por la entrega de El Chapo Guzmán, quizás el capo más reputado del mundo en la actualidad. El de México ofrece 30 millones de dólares a quien dé información que lleve a detenerlo.

También están los reportes de la justicia argentina, que lo ubican como residente temporal en Buenos Aires, donde tejía redes de lavado de dinero y envío de cocaína hacia el norte del continente.

Hoy el Cártel de Sinaloa se despedaza. La guerra interna se declaró en enero de

2008 cuando los hermanos Beltrán Leyva se dijeron traicionados por El Chapo, a quien acusan de haber entregado a las autoridades a Alfredo Beltrán Leyva.

Del lado de El Chapo  se situaron Ismael, El Mayo Zambada, Ignacio Nacho Coronel, abatido por el ejército en Guadalajara hace dos semanas, y el patriarca, El Azul.

Los Beltrán Leyva, originariamente asesinos y ajustadores de cuentas de los viejos empresarios de la droga, se aliaron con los Carrillo Fuentes y Los Zetas, los más jóvenes y los más violentos del vecindario.

Se ha dicho que El Azul no se quedó con la última mujer registrada por los estudios psicológicos de las prisiones del Distrito Federal, que se unió a una de las hermanas de los Beltrán Leyva, perseguidos por el gobierno de Felipe Calderón hasta el asesinato y la exhibición de sus cadáveres con billetes adheridos a su cuerpo con su propia sangre.

Sólo algo es seguro: narcos surgen y narcos sucumben.

Todos, menos uno: Esparragoza Moreno, el capo que sabe guardar silencio desde la infancia y que soñaba en prisión con su viaje a disnelandia.

Semanas antes de la salida de prisión de su viejo socio Rafael Caro Quintero, la DEA notificó que El Narco de Narcos, el hombre que compró el sistema de espionaje mexicano, seguía vigente mediante una extensa red de empresas de bienes raíces en Jalisco y de gasolineras en Sinaloa, que sobrevivió gracias a un viejo socio, el único que ha vivido completa la historia de la Nación del Crimen, un hombre que de tan prieto que está le dicen El Azul. *

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Fuentes

Causa penal 82/86 instruida contra Sergio Espino Verdín

Averiguaciones previas 219/85 y 3992/85 abiertas contra Rafael Caro Quintero por el delito de homicidio

Expediente 24,394/90 abierto por la Dirección Técnica de la Penitenciaría del Distrito Federal y que incluye los estudios psicológicos, familiares, laborales y criminológicos practicados a Juan José Esparragoza Moreno

Causa penal 82/86 abierta contra Sergio Espino Verdín por su participación en el asesinato de Enrique Camarena

Notificación de la Oficina de Control de Bienes de Extranjeros del gobierno de Estados Unidos de 12 de junio de 2013

Mañana: Cuando los tigres se soltaron

CARO, EL HOMBRE QUE COMPRÓ AL ESTADO

lunes, septiembre 2nd, 2013

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Ciudad de México, 2 de septiembre (SinEmbargo).– Rafael Caro Quintero es un hombre que no sólo compró todas las joyas, armas, vehículos y mujeres que el dinero pudo comprar. Por encima de esto, el narcotraficante liberado semanas atrás fue un comprador de hombres. Y no de hombres comunes y corrientes, sino de aquellos colocados en una de las áreas más sensibles del Estado mexicano durante el último período de la Guerra Fría: la agencia de inteligencia mexicana, la Dirección Federal de Seguridad (DFS).

Los detalles de cómo el marihuanero sinaloense tasaba el valor de la conciencia de directores, comandantes y agentes de la DFS –la versión muy a la mexicana de la CIA estadunidense, la KGB soviética y la Stasi alemana– aparecen en el expediente del asesinato del periodista Manuel Buendía.

Caro Quintero, el narcotraficante que salió libre semanas atrás, posee una poderosa relación con el primer asesinato, o al menos el más notorio homicidio, de un periodista mexicano por su conocimiento de las relaciones entre el narcotráfico y las autoridades, más precisamente aquellas que deberían combatirlo.

Los documentos obtenidos por SinEmbargo muestran que el asesinato del agente de la DEA Enrique Camarena, en 1985, tiene como precedente el asesinato del periodista Manuel Buendía, perpetrado en 1984.

La ambivalencia de agentes-narcotraficantes adquirió mayor relevancia al interior de la Brigada Especial, el cuerpo secreto que persiguió a la guerrilla comunista. José Antonio Zorrilla Pérez, director de la DFS en los años en que Caro Quintero adquirió la agencia mexicana, había sido secretario particular de Fernando Gutiérrez Barrios, uno de los diseñadores de la cacería de guerrilleros durante el sexenio de Gustavo Díaz Ordaz.

El recorrido documental ofrecido para hoy y los siguientes días muestra cómo los cárteles mexicanos son corrientes originarias de ese pacto entre contrabandistas de drogas y la policía política mexicana en tiempos del presidencialismo mexicano, los días en que la leyenda negra del PRI asegura que nada ocurría en el país sin el conocimiento del Presidente.

Es el relato de los días en que un grupo de marihuaneros sin la secundaria concluida refundaron la patria e instauraron la República de las Drogas.

Fuente: DEA

La organización sigue vigente para la DEA.

Caro, el hombre que compró al Estado

I. Todo lo que brilla es oro

Todo en él resplandecía: la sonrisa bajo el grueso bigote, el cuerno de chivo en las manos, la melena revuelta bajo el sol de Guadalajara, las cadenas de oro que colgaban de su cuello y las esclavas en sus muñecas, los pantalones de mezclilla ajustados y la camisa abierta en el pecho.

Pero lo que más relucía en ese hombre alrededor de sus treinta el 9 de febrero de 1985 era su charola, su identificación como agente de la ley: Pedro Sánchez Hernández.

Ninguno de los dos grupos bajaría los fusiles de asalto. Las ansias por echar bala silabeaban como si los tiros ya anduvieran fuera del cargador.

Dos días antes, Guadalajara se puso a punto de ebullición por la desaparición del agente de la DEA Enrique Camarena a las afueras del consulado.

Cuando los directivos en la Ciudad de México y Washington revisaron las incontables advertencias que su personal hizo respecto del nuevo ascenso del narcotráfico mexicano y su carrera por la supremacía en el mercado de las drogas de Estados Unidos, los jefes de la DEA y el FBI quitaron la atención de las peripecias de colombianos y dominicanos y voltearon al sur.

El primer dato que brincó fue el reciente exterminio de un campo de marihuana, propiedad de Rafael Caro Quintero donde se destruyó la mayor cantidad de marihuana en la historia, unas 8 mil toneladas sembradas en un terreno de mil hectáreas atendidas por 10 mil jornaleros. El lugar, en medio del desierto de Chihuahua, era evidencia de que el gobierno mexicano estaba más que coludido. El hallazgo pasó oficialmente a la cuenta de Camarena, quien llegó al sitio con información del piloto mexicano Alfredo Zavala, también ausente.

Los ejecutivos de las agencias norteamericanas se encontraron también con las quejas no atendidas de sus propios agentes de campo respecto a que en México el narcotráfico y la policía eran básicamente la misma cosa. La desaparición ya con claro olor a muerte de uno de los suyos era demasiado y una estampida de gringos rabiosos se precipitó sobre la capital de Jalisco, capital del narco mexicano luego de la Operación Cóndor lanzada sobre la Sierra de Durango, Sinaloa y Chihuahua.

Armando Pavón trabajaba con toda la autoridad en Guadalajara desde la ausencia de Kiki Camarena. Era el primer comandante de la Policía Judicial Federal y encargado de la investigación de los levantones de Enrique Camarena y Alfredo Zavala. Con el agente muy probablemente muerto y el asunto ya manejado como afrenta nacional, los estadunidenses exigieron todas las garantías al gobierno mexicano de ir tras los secuestradores de Kiki, como llamaban al carismático policía México-americano.

El Procurador General de la República, Sergio García Ramírez, emplazó a Jalisco a su mejor hombre, Armando Pavón, cuya primera orden en el caso le fue dada el 9 de febrero de 1985. Asistiría a tres agentes de la DEA de apellidos Aguilar, Leyva y Delgado en el aeropuerto de Guadalajara en la búsqueda de aviones propiedad de Miguel Ángel Félix Gallardo, El Padrino, jefe de la organización junto con Caro Quintero y Ernesto Fonseca. Pavón también recibiría más personal norteamericano que aterrizaría en ese lugar durante las siguientes horas.

Pavón pidió el apoyo de otros dos comandantes de la Policía Judicial Federal y 24 policías de la misma fuerza. Junto con los tres hombres de la DEA, el grupo se concentró en el hangar de la Procuraduría General de la República (PGR).

–Comandante, por ahí anda un cabrón armado, dos o tres hangares para allá –susurró un operador a Pavón.

El jefe de la judicial federal ordenó al grupo desplazarse al lugar y rodearlo. Al llegar, encontraron que no era un hombre, sino 15 y todos armados con rifles AK-47 alrededor de un jet Falcon blanco con rayas amarillas. Cada quien apunto a alguien del otro bando.

–¡Bajen las armas, hijos de la chingada! –rugió Pavón.

–¡Bájenlas ustedes! –respondieron desde el otro lado.

Las hileras de Kaláshnikov estaban separadas por 30 ó 40 metros. Con pocos recovecos sobre la pista, excepto los disponibles en el avión, el primer disparo significaría una matanza.

Detrás, el piloto apagó los motores. Desde la torre de control se impidió el aterrizaje de un helicóptero con dos asesores norteamericanos.

–¡Federales!

–¡Federales nosotros!

–¡Judicial Federal! –anunció uno de los agentes al lado de Pavón

–¡Dirección Federal de Seguridad! –respondieron del lado de los hombres que custodiaban el jet.

–¡Judicial del Estado! –terciaron algunos acompañantes de los anteriores.

–¡Tranquilos, tranquilos todos! Vamos a identificarnos –propuso alguien.

–¡Que se acerquen los comandantes!

Pavón relajó la guardia y caminó hacia el frente. Del otro lado, un hombre al inicio de sus treinta hizo lo mismo y se encontraron a media pista, a un metro de distancia.

Se estudiaron como dos perros extraños se miden.

Revisaron las identificaciones: Armando Pavón, de la Judicial Federal, y Pedro Sánchez, de la Federal de Seguridad.

–¡Todo en orden, bajen las armas!

Así hicieron, pero nadie abandonó sus posiciones.

Armando Pavón y Pedro Sánchez hablaron en voz baja. Nadie alcanzaba a escucharlos. Cada uno asentía mientras el otro hablaba. Pavón diría que Sánchez le explicó que habían concluido su trabajo en Guadalajara y volvían a la Ciudad de México. El piloto del avión dijo a otro comandante de la Judicial que en realidad salían a Culiacán, pero en ese momento no se comentó la discrepancia o simplemente se ignoró.

Aún sobre el asfalto, la actitud de los comandantes de cada grupo se relajó hasta la risa franca. Se abrazaron efusivamente de acuerdo al ritual mexicano: fuertes palmadas en la espalda y las nalgas bien echadas hacia atrás para dar cabida a las barrigas. Pavón pasó el brazo por la espalda de Sánchez y caminaron hacia el hangar de la PGR. Continuaron el diálogo durante unos 10 ó 15 minutos en el segundo piso del edificio de gobierno. El comandante de la Judicial dejó a su colega y buscó un teléfono. Discó y sostuvo una conversación telefónica de otros 10 ó 15 minutos.

Un acompañante de Sánchez mostró una identificación a nombre de Jesús Gutiérrez o González, también de la Federal de Seguridad. El resto de ese grupo pertenecía a la misma policía política o a la estatal de Jalisco.

–Que se retiren, son compañeros –resolvió Pavón con sus comandantes. –Aunque son de otra corporación –explicó a los agentes de la DEA, quienes siguieron la escena con más desagrado que desconfianza por el ritual del abrazo y los excesos de las joyas. –¡Bien, todo está bien! –anunció Pavón a todos los presentes y apenas terminó de decir esas palabras, el capitán del avión encendió la máquina; cuando echó a andar el segundo motor, Pavón y Sánchez se propinaron una última palmada en el hombre.

Del grupo de la Federal de Seguridad, seis abordaron el avión y los demás subieron a cuatro sedanes Ford. Los agentes de la Judicial Federal permanecieron en el aeropuerto en la búsqueda de los aviones de Félix Gallardo. La sonrisa de Sánchez refulgió arriba de la escalinata más que todo el oro que ese hombre cargaba bajo el sol del occidente mexicano.

***

Pavón se dirigió nuevamente al teléfono y se comunicó con un superior.

–Si quieres que aprehendamos al Cochiloco (Manuel Salcido, otro jefe del Cártel de Guadalajara) y a Caro Quintero nos tienes que proporcionar fotografías y datos las personas. Acabamos de tener un enfrentamiento con elementos de la Federal de Seguridad, Gobernación y Judicial del Estado –requirió Pavón ante personal técnico del hangar a los que luego ordenó que se fueran.

En realidad sí existían fotografías. Alguien se preguntó quién era el agente Pedro Sánchez Hernández, hurgó casi nada en los archivos de la Dirección Federal de Seguridad y encontró que formalmente ese nombre no coincidía con la lista oficial de agentes. Lo mismo con el sujeto de apellido González o Gutiérrez.

No era difícil adivinar: el sonriente Pedro Sánchez no era otro que el (más) sonriente Rafael Caro Quintero.

¿Cómo explicó Pavón el garlito? Así se defendió el hombre de confianza del Procurador General de la República:

“No tenía informes de que en ese avión viajara Rafael Caro Quintero y nunca lo he visto, pues, nunca nos proporcionaron fotografía ni retrato hablado. Se identificaron como policías, se verificó el interior del avión y los agentes de la DEA no nos hicieron saber que esa aeronave fuera propiedad de algún narcotraficante, ni que ahí se encontraba Caro Quintero”.

El 11 de abril de 1985 el comandante Pavón fue consignado por el delito de cohecho por permitir la fuga de Quintero a cambio de 60 millones de pesos.

El gobierno de Estados Unidos, aguijoneado al punto que el Presidente Ronald Reagan habló en un tono más que agrio con el Presidente Miguel de la Madrid por el asesinato de Camarena, entendió el saludo de Caro antes de cerrar la puerta del jet como un manotazo en la requemada nuca del Tío Sam.

 II. Los infiltrados

Foto: Archivo de SinEmbargo

Foto: Archivo de SinEmbargo

José Antonio Zorrilla Pérez nació el 15 de mayo de 1942 en Zimapán, Hidalgo. En ese tiempo había un montón de caseríos dispersos en el semidesierto mexicano que no superaba los 15 mil habitantes.

Quedó huérfano de padre a los cuatro o cinco años de edad. Comenzó a trabajar joven, hacia los 14 años, como empleado de una juguetería. Fue mensajero, vendedor, ajustador de cuentas y líder juvenil de la Confederación Nacional Campesina, sector agrario del PRI.

Estudió economía en la UNAM y, durante su larga reclusión en diferentes penales del Distrito Federal, obtuvo el título de derecho, también por la Universidad Nacional. Se casó a los 21 ó 22 años de edad y tuvo tres hijas. Zorrilla vivía con su familia en la calle de Teolongo, en la colonia Jardines del Pedregal. Llevado de la mano por su padrino político, Fernando Gutiérrez Barrios, fundador del sistema de espionaje mexicano, Zorrilla alcanzó al comienzo de sus 40la titularidad de la Dirección Federal de Seguridad, la policía política mexicana que mantuvo la prioritaria tarea, para el régimen priista, de aplastar la guerrilla comunista de las décadas60, 70 y 80, y para esto había un cuerpo especial.

La Brigada Especial de la DFS proporcionaba al gobierno estadunidense el invaluable servicio de perseguir la disidencia comunista mexicana y, tal vez más importante que esto, seguir la pista de agentes cubanos y soviéticos. La Brigada Especial o Blanca –para establecer un antagonismo con la Brigada Roja de la guerrilla– existió como consecuencia de la Guerra Fría y del primer interés de Estados Unidos para que su patio trasero se mantuviera, al menos, blanco. Nunca rojo.

Las señales de la connivencia entre narcotraficantes y policías –o cada cual algo del otro en mayor o menor medida– eran inocultables. Los propios agentes de la DEA desplegados en México, y particularmente en Guadalajara, mantenían el reclamo a sus jefes apostados en la Ciudad de México de desatender el problema de las complicidades a favor de la “relación especial” con México.

En Washington parecían preguntarse: ¿Qué importa si esos muchachos de piel oscura, bigotes ralos y revólver pronto también rompen de vez en cuando la ley para ganarse algunos dólares? Venido abajo el Bloque Socialista, son las drogas, sin duda, el primer argumento de intervención de América en Las Américas.

José Antonio Zorrilla Pérez dirigió la DFS entre el 16 de enero de 1982 y el 1 de marzo de 1985, según consta en los archivos de la Secretaría de Gobernación. El período coincide con el de la consolidación del Cártel de Guadalajara, en realidad un pacto de sinaloenses que migraron a Jalisco abrumados por la erradicación de marihuana en la Sierra Madre Occidental promovida por Estados Unidos y efectuada por México. El lapso de tiempo también incluye los asesinatos de Buendía y de Camarena y, a pesar de que ambos casos se relacionan en un mismo expediente, el gobierno estadunidense nunca insistió en el establecimiento de la conexión.

***

El policía. Foto: Archivo de SinEmbargo

El policía. Foto: Archivo de SinEmbargo

Javier Ortiz García ingresó a la Dirección Federal de Seguridad en 1982. Al poco tiempo fue nombrado agente efectivo con su sueldo respectivo. Se le comisionó como trabajador en casa de la familia Zorrilla Pérez con funciones equiparables a las de un valet.

Ortiz García observó el gusto de su jefe por los caballos y le comentó que él mismo sabía de su cuidado, así que el director Federal de Seguridad encargó al joven policía que montara los caballos que él no cabalgara. Zorrilla ocupaba de una a dos horas del día en el lienzo charro de la Ciudad de México o un club hípico en El Ajusco, aparentemente propiedad del dueño de aceites Bardahl.

Esto permitió al caballerango conocer la agenda de su jefe, misma que detalló en 1988, en los meses previos a que el mundo se le cayera encima a Zorrilla. Durante los días de poder, el funcionario atendía los primeros asuntos de su agenda temprano, en casa, antes de salir a montar. Ortiz declaró que uno de los más asiduos visitantes era el comandante Rafael Chao López, coordinador de la DFS en Nuevo León y Tamaulipas.

Chao López, según Ortiz García, se apersonaba cada vez con un maletín lleno de dinero —producto, según otros agentes, de la cuota cobrada por Chao López a los narcotraficantes y polleros por pasar drogas y migrantes a Estados Unidos—. Otros comandantes destacados en otras regiones del país también entregaban cuotas del mismo modo.

El mismo Caro Quintero dio dinero en efectivo al funcionario. Y no sólo dinero.

“Rafael Caro Quintero montó en algunas ocasiones a caballo con el licenciado José Antonio Zorrilla Pérez […] Al parecer se le había proporcionado una credencial como miembro de la corporación […] Caro Quintero le regaló un Grand Marquis gris, blindado y un caballo retinto que se llevó Zorrilla al Campo Militar Uno, donde también en ocasiones acudía a montar”, detalló Ortiz García.

Todo el asunto de Zorrilla vendría a cuento porque fue él quien urdió el asesinato de Manuel Buendía, periodista que, según las investigaciones, estaba a punto de publicar una relación entre narcotraficantes y políticos y en la lista de conexiones estaría de manera estelar la que existía entre Zorrilla Pérez y Caro Quintero.

***

Habló Rafael Chao López, coordinador de Tamaulipas y Nuevo León:

“Por instrucciones del licenciado Zorrilla Pérez, formalmente reunía cada mes, entre los comandantes encargados de las plazas de Monterrey, Nuevo León, y Matamoros, Reynosa, Miguel Alemán y Laredo, Tamaulipas, de ocho a 10 millones de pesos [de 1982 ] en efectivo. Se los entregaba de propia mano en su oportunidad en su propio despacho de la DFS. Él sabía que el dinero provenía en su mayoría de narcóticos e indocumentados.

“Hice alrededor de 12 entregas con el sistema y la cantidad mencionadas y de forma personal a Zorrilla Pérez. Todo esto ocurrió durante 1982 y 1983, cuando fui comandante de la zona fronteriza de Tamaulipas y Nuevo León”.

En los expedientes penales abiertos por el asesinato del periodista Manuel Buendía y los negocios de drogas de Caro Quintero, Ernesto Fonseca y Miguel Ángel Félix Gallardo existe media docena de declaraciones de agentes de la Federal de Seguridad sosteniendo lo mismo que Chao López: José Antonio Zorrilla Pérez recibía profusamente en sus oficinas o en su casa de la Ciudad de México que debía estar apostado mil kilómetros al norte, en su puesto de trabajo. El relato es el mismo: Chao López entrando con un maletín y saliendo sin él. A nadie escandalizaba la certeza de que el portafolio fuera repleto de billetes.

Chao López no tuvo mayor problema en decir que uno de sus Gran Marquis salió del bolsillo de Caro Quintero, no directamente a su cochera, sino a la de otro comandante de la Dirección Federal de Seguridad, Miguel Ángel Vielma, apostado en ese tiempo en Zacatecas, amigo cercano de Félix Gallardo y uno de los relacionistas del cártel. Vielma presentó, por ejemplo, a Caro con Chao en el bar del Holliday Inn de Mazatlán.

Continuó Chao López:

“La marihuana que se producía y empaquetaba en el rancho del Búfalo era movida hacia Torreón y Tamaulipas. Rafael Caro Quintero arregló con Zorrilla, a través de los comandantes regionales Rafael Aguilar Guajardo y Daniel Acuña Figueroa, este negocio en la cantidad de cinco millones de dólares.

“Zorrilla Pérez extendió diversas credenciales a periodistas, personalidades y narcotraficantes como son los casos de Caro Quintero, Ernesto Fonseca y Félix Gallardo. Considero que puede agregarse a esta lista a Rafael Aguilar Guajardo –futuro cofundador del Cártel de Juárez– porque a él siempre se le consideró narcotraficante, lo que era conocido por el propio Zorrilla Pérez”.

Chao López volvió al asunto de las entregas de dinero. Aseguró que no sólo él daba en la mano maletines de plata al jefe de la policía política, sino a la mayoría de los comandantes regionales, Daniel Acuña Figueroa, Aguilar Guajardo, Federico Castell y Tomás Morlett, éste último cercano al general Arturo Acosta Chaparro, otro perseguidor de comunistas y eventual aliado del Cártel de Juárez.

“Le entregaba a Zorrilla Pérez en forma mensual cantidades que fluctuaban entre ocho y 10 millones de pesos de aquel tiempo, cuando un carro nuevo Grand Marquis costaba 700 mil u 800 mil pesos”, explicó en la unidad de medida en ese mundo.

La Secretaría de Gobernación a cargo de Manuel Bartlett –hoy senador por el Partido del Trabajo y operador del izquierdista Andrés Manuel López Obrador– sugirió el extensivo uso de las charolas –las acreditaciones que no eran otra cosa sino permisos oficiales para matar, robar, secuestrar, traficar– para explicar la existencia de las acreditaciones de la DFS en manos de los narcotraficantes. El 9 de abril, de ese año, canceló todas las credenciales de sus dependencias de investigación e información.

Pero no era así. El fotógrafo de la Dirección Federal de Seguridad también fue llamado a comparecer:

“Yo fotografié a narcotraficantes para que se les otorgara su identificación de la DFS, a quienes se les indicaba que eran colaboradores, no agentes. De esto tenían conocimiento absoluto el jefe de personal y Zorrilla Pérez porque ellos eran quienes me ordenaban tomar las fotos”.

***

Óscar Salvador Contreras, también agente de la DFS coincidió con Chao López en que los responsables de llevar dinero de los plantíos de marihuana y amapola a las instalaciones de la inteligencia mexicana eran Daniel Acuña Figueroa, José Abizaid Gracias, Tomás Morlett Borges y Federico Castell del Oro.

“Las personas antes citadas entraban a la oficina del director con un portafolios y al salir ya no llevaban consigo el maletín. Se sabía que los portafolios iban llenos de dinero e inclusive cuando llegaban dichos comandantes las personas que estaban en el interior salían del lugar para que no hubiera nadie más en la reunión con Zorrilla Pérez.

Los comandantes o coordinadores estatales con mayor poder eran Daniel Acuña y Rafael Chao López. Hasta el jefe de la policía política les temía aunque en ese momento esa parte de la maquinaria se aceitaba con dinero y no con sangre.

Acuña obsequió un Grand Marquis gris blindado a Zorrilla que otro agente, Luis Héctor García Ruiz, El Villano, recogió en el norte del país y luego condujo al Distrito Federal. Caro Quintero regaló otro al subdirector de la DFS Ezequiel Vera.

Zorrilla Pérez recibió otro caballo educado a la escuela española, animal de raza lipizzana y domado en la técnica tradicional española. Los caballos de estas características son símbolo de Viena, Austria.

Cuando el fuego alcanzaba a Zorrilla su cuadra fue puesta a salvo por otro connotado y polémico funcionario de la época. Lo dijo el agente Contreras:

“Los caballos fueron recogidos por un tráiler propiedad de Hank González y trasladados a un sitio que desconozco, pero sé que es hijo de Hank”, dijo en referencia al patriarca del Grupo Atlacomulco, el mismo del que desciende el Presidente Enrique Peña Nieto.

Foto: Archivo de SinEmbargo

Foto: Archivo de SinEmbargo

III. Los periodistas

Manuel Buendía mantenía un cercano contacto informativo con Zorrilla, aunque su verdadera relación con esa parte del poder era su amistad con Fernando Gutiérrez Barrios, uno de los mayores estrategas de la Guerra Sucia. Nacido en Veracruz en 1927, Don Fernando es uno de esos políticos evocados con orgullo, o lo contrario, como ejemplar del monopartidismo de la segunda mitad del siglo pasado, “un priista al que no le temblaba la mano a la hora de gobernar”.

La columna de Buendía, aparecida en el diario Excélsior, remitía desde su nombre a un estilo aún más generalizado de la década de los 80de hacer periodismo, basado en las filtraciones. El espacio informativo se llamaba Red Privada, alusión al sistema de comunicación interna de los altos funcionarios mexicanos en cuyas oficinas se instalaba –y aún se hace– un teléfono rojo para la conversación directa y privada.

Manuel Buendía (Tabasco, 1926) habitó su tiempo. Su asistente, presentado con la pompa de la alta burocracia como su secretario particular, cobraba su sueldo en el Instituto Mexicano del Seguro Social, de donde se le comisionaba, expresamente, a atender las necesidades del periodista. De Buendía se ha insistido que lo asesinaron por la espalda, pues, si su ejecutor lo hubiese abordado de frente se habría encontrado con un hábil tirador.

Esto es cierto.

Buendía practicaba con frecuencia, hasta dos veces por semana, en el stand de tiro de la Dirección Federal de Seguridad. Su compañero habitual de prácticas era el jefe del aparato de espionaje y eventual asesino intelectual, José Antonio Zorrilla Pérez, quien, dicho por el propio exjefe de la policía política, proporcionó al periodista un gafete de la Federal de Seguridad.

***

En 1984, Buendía mostró un creciente interés en las relaciones entre la política y el narcotráfico. En las reuniones con sus colegas, incluidos Iván Restrepo, Carlos Monsiváis, Héctor Aguilar Camín, Fernando Benítez y Virgilio Caballero, entre otros, colocaba el tema sobre la mesa.

¿Existen indicios de que Buendía Tellezgirón llevara a la prensa su inquietud por esos nexos?

La investigación sobre su muerte consideró dos artículos aparecidos los días 4 y 14 del mismo mes del asesinato en su columna Red Privada de Excélsior. Se reproducen ambas editoriales no sólo por su valor con respecto al caso o al contexto del crimen organizado de hace tres décadas, sino por su vigencia.

Se lee en el primero:

“Nueve obispos del Pacífico Sur –regiones de Oaxaca y Chiapas– se han unido para hacer una denuncia que el gobierno tal vez no debiera dejar sin respuesta. No es usual que estos nueve coincidan en la firma de un mismo texto porque en el grupo hay por lo menos dos notables protagonistas, al lado de rancios conservadores.

“Así, pues, la unidad tiene en este caso un especial valor que debiera alertar a los políticos. Los obispos exponen una gravísima situación en esta región del país a causa del narcotráfico. Una carta pastoral firmada el 19 de marzo –y que está siendo distribuida profusamente– no coincide con los tranquilizantes informes del Procurador General de la República, respecto al éxito de las campañas contra los estupefacientes. A una sociedad nacional, profundamente alarmada, interesaría aclarar si alguien está metido. He aquí algunos párrafos del documento que suscriben los nueve obispos:

“En nuestro papel de agentes de pastores que tienen acceso a los lugares más apartados de la región y que, sobre todo, tienen acceso al corazón de nuestros pueblos, hemos escuchado el clamor angustioso que se levanta desde las comunidades que están sufriendo los hechos de violencia ocasionados por los estupefacientes. Con base en este clamor, tan extendido, prevemos y tememos, no sin razón, un deterioro mayor y más generalizado de la situación social de las personas y comunidades de nuestra región por causa de las drogas.

“No es nuestra intención hacer una denuncia amarillista de los hechos y de las personas involucradas para que luego se suscite una cacería de brujas, en la que se aprovecha la oportunidad para descabezar movimientos populares dando rienda suelta a rencores personales o a venganzas de unos grupos contra otros. Y que al final de cuenta no remedian nada, sino, más aún, dejan al pueblo sumido en el trauma más espantoso de su vida a causa de la violencia irracional que todo esto provoca […]

“Por la falta de fertilizantes y maquinaria para hacer producir mejor la tierra y por la extrema pobreza de indígenas y campesinos, muchos han caído en manos de mafias, nacionales y extranjeras, que los convencen para sembrar marihuana, quitando espacio a la agricultura […]

“Hoy las cosas son aún más graves […] La siembra de marihuana se ha incrementado en los últimos años. Áreas cada vez más amplias de tierra se han ido incorporando al cultivo de esta hierba, no sólo de zonas apartadas e inhóspitas, sino incluso de lugares muy accesibles. Desafortunadamente la mayoría de ellas son de comunidades indígenas. No podemos dejar de afirmarlo: hay un porcentaje cada vez mayor de tierras laborables de nuestros dos estados, Oaxaca y Chiapas, que están siendo ocupados para la siembra de estupefacientes.

“Existe una red perfectamente organizada para proporcionar semilla, el crédito, los fertilizantes y demás insumos; para supervisar técnicamente el tiempo de siembras, de barbecho y de cosechas, e incluso para atacar posibles plagas; para recoger el producto, empacarlo y almacenarlo. Existe también un bien equipado sistema de transportación de hierba que cuenta con camionetas, tráileres y hasta pistas clandestinas donde bajan avionetas particulares. Todo lo cual le da ante los campesinos indígenas una apariencia de bondad y legalidad.

“Las mafias que controlan el tráfico de la droga están perfectamente organizadas, a nivel nacional e internacional, para asegurar sus fines. Y no se tientan el corazón para engañar, sobornar, amenazar y matar si sus intereses así lo requieren. La siembra de marihuana y de la amapola en nuestra región no se puede explicar si no se toma en cuenta el enorme poder que tienen estas mafias nacionales e internacionales, que pueden poner bajo su dominio, casi absoluto, a grandes zonas de nuestra región.

“Pero tampoco se puede explicar el poder tan grande que tienen las mafias en nuestra región y la impunidad y descaro con que actúan despreciando las leyes nacionales si no se supone que existe en este negocio complicidad, directa o indirecta, de altos funcionarios públicos a nivel estatal y federal […]”.

 

Esta es la segunda colaboración de Buendía aludida líneas atrás:

“El procurador General de la República y el Secretario de la Defensa no deberían ignorar por más tiempo la advertencia que hicieron desde marzo los nueve obispos del Pacífico Sur, respecto al significado político que puede tener el incremento del narcotráfico en nuestro país, específicamente en los estados de Oaxaca y Chiapas. Tal como lo plantean –y se desprende también de otras informaciones– este asunto involucra la seguridad nacional.

“Estos nueve dirigentes eclesiásticos coinciden con lo que saben otros observadores. Dicen que en este sucio negocio ‘existe complicidad directa o indirecta de altos funcionarios públicos a nivel estatal y federal…’. La lista de estos países en donde los narcotraficantes han tenido “decisiva influencia política” incluyen no sólo a Italia, sino a otros cercanos a nosotros geográficamente y ligados por una complicada urdimbre de relaciones. Bolivia y Colombia son dos de estos países… nadie ignora como en esos dos países los estupefacientes y la política han ido muchas veces de la mano. Pero es en Estados Unidos donde se da el fenómeno no sólo para su propia sociedad, sino para los países del continente, especialmente México.

“El contubernio de políticos y miembros del crimen organizado –que incluye el comercio clandestino de enervantes– es cosa vieja en el esquema norteamericano y un pilar para la ampliación constante del mercado, que estimula en otros territorios, como el nuestro, la producción.

“La denuncia de los nueve obispos no parece exagerada al decir que existe para México el peligro de la interferencia extranjera en nuestros ‘asuntos patrios’ por la vía de las mafias internacionales. Más bien se quedaron cortos. Ellos debieron haber señalado que en México ya se dio el caso de que ciertos hechos políticos, en el pasado inmediato, fueran marcados por la influencia de un notorio traficante de narcóticos.

“La corrupción es un fenómeno esencialmente político, fue incrementando durante el sexenio pasado, en una medida en realidad incontrastable, por los intereses de ese narcotraficante que ejerció su actividad casi a la luz pública. Pero con DURAZO [mayúsculas de Buendía] o no, la mafia internacional del narcotráfico ha incrementado evidentemente sus actividades en México, de 1982 a la fecha, y esto como señalan nueve obispos no se puede lograr sin complicidades internas”.

***

A fines de febrero o principios de marzo de 1984, Buendía requirió a su auxiliar la colocación de un aparato de grabación de una llamada telefónica que tendría con Zorrilla Pérez. Fue una conversación acalorada. Discutieron sobre algún asunto que involucraba inmigrantes cubanos y algo más que el secretario del periodista no logró escuchar.

Lo cierto es que la relación entre Buendía y Zorrilla se cuarteaba.

El 7 de febrero de 1990 María Dolores Ávalos Viuda de Buendía atravesó una declaración más ante el juez. La mujer dio detalles del estado de la relación entre Buendía y Zorrilla Pérez, el hombre que la abrazara ante el cadáver de su marido asesinado.

Preguntaba el fiscal:

–Que nos diga la testigo si recuerda cuándo fue la última vez que José Antonio Zorrilla Pérez llamó al domicilio particular de Manuel Buendía en vida éste último.

–Más o menos unos 15 días antes, en la madrugada que fue antes de su asesinato.

–Que nos diga la testigo si se percató de la hora aproximada que hizo la llamada telefónica José Antonio Zorrilla Pérez y que dice fue 15 días antes de su asesinato.

–Más o menos a las cuatro y cinco de la mañana.

–Que nos diga la testigo si se enteró del contenido de la llamada a que se ha referido a las dos preguntas anteriores.

–Más o menos.

–Que nos diga la testigo en qué consiste más o menos.

–De lo que se puede enterar una sola persona por la otra que está en una línea que no se oye; oídas las palabras de Manuel que le dirigió al señor Zorrilla, si repite todo lo que él dijo fue: ‘¡Retírate!… ¿Qué estás haciendo?… ¡Vete!… ¡Sal del país, estoy enterado de muchas cosas, vete!

“Manuel estaba muy molesto”, continuó la viuda, “dijo palabras altisonantes y colgó la bocina. Le pregunté de qué se trataba. Él dijo que era el señor Zorrilla el que hablaba, que estaba en bastantes dificultades y estaba involucrado con el narcotráfico”.

Estaba a días de su muerte. Fue asesinado el 30 de mayo de 1985 a las afueras de sus oficinas, en la avenida Insurgentes casi esquina con Reforma.

El joven asesino calzaba tenis, vestía pantalón de mezclilla, playera y gorra: el uniforme de un espía mexicano de la época cuando actuaba como asesino. Cuando la ejecución estaba prevista en el Distrito Federal solían traer al policía de algún estado. Lo acondicionaban, enseñaban a tirar a la perfección en las condiciones previstas de la ejecución y estudiaban sus reacciones ante diferentes eventualidades. El proceso era conocido por Esqueda, un viejo amigo y enemigo reciente de José Antonio Zorrilla Pérez.

Según los resultados de la investigación, le disparó Juan Rafael Moro Ávila por órdenes directas de José Antonio Zorrilla Pérez y acuerdo con el jefe de la Brigada Especial, Juventino Prado.

Minutos después del homicidio, la mujer de Buendía se arrodilló ante el cadáver del periodista.

–¡Manuel! ¿Ya ves? ¡Te dije que te iban a matar y ya te mataron!

Visiblemente consternado, Zorrilla tomó de los brazos a la mujer y la atrajo para abrazarla.

***

No fue la única actuación de Zorrilla Pérez. Al año siguiente fingió absoluta consternación por la muerte de un amigo de la juventud, José Luis Esqueda, también funcionario de gobierno y quien había tenido paso por la Dirección Federal de Seguridad.

Esqueda fungió como Coordinador para los Estados y Municipios de la Secretaría de Gobernación. En un viaje que realizó en 1984 a Guadalajara encontró que la ciudad estaba tomada por el Cártel de los sinaloenses y que poco salía de su propiedad. Ciertamente no quedaban excluidas las policías municipales, estatales ni los destacamentos de las agencias federales, incluida la dirigida por su amigo Zorrilla Pérez.

Esqueda adquirió una actitud de decepción y confrontó a Zorrilla Pérez.

–¡Te voy a partir tu madre! –reviró Zorrilla mientras le apuntó con una pistola debajo de la mesa de un restaurante.

–Pues, me tendrás que mandar a matar porque tú no tienes los huevos para hacerlo y partirte la madre conmigo –repuso Esqueda.

En adelante, Zorrilla comisionó a sus agentes para seguir e intimidar a su viejo amigo y Esqueda comenzó a acumular información sobre el director de la Federal de Seguridad y pronto integró un grueso expediente.

Esqueda también conocía a Buendía y, según coincidieron amigos, una amante y la esposa de Esqueda, éste entregó los papeles al autor de Red Privada. Pero antes –y en esto coinciden los testimonios– los colocó en el escritorio de “la superioridad”, título con que los trabajadores de la Secretaría de Gobernación se referían al secretario, a Manuel Bartlett.

José Luis Esqueda Gutiérrez murió asesinado el 16 de febrero de 1985, nueve días después que Camarena lo cual no fue asunto de interés de la DEA ni del FBI, aun cuando al poco tiempo de la muerte de Kiki quedó clara la responsabilidad, al menos material, de efectivos de la Dirección Federal de Seguridad en la ejecución de su agente.

No está clara la existencia de la lista de funcionarios públicos al servicio de los gánsteres o que ésta se haya producido como consecuencia de las investigaciones surgidas tras los asesinatos de Buendía, Camarena y Esqueda, relacionados entre sí por haber sido efectuados por agentes de la Federal de Seguridad.

***

La investigación de los asesinatos de Buendía y Esqueda correspondió a la Procuraduría de Justicia del Distrito Federal al tratarse de un homicidio pretendidamente cometido por la delincuencia común.

De manera resumida, la escena política en el Distrito Federal tenía en el protagónico a Ramón Aguirre Velázquez, jefe del entonces Departamento del Distrito Federal entre 1982 y 1988.

Antes fue secretario de Programación y Presupuesto, cartera en que sucedió a Miguel de la Madrid y a Carlos Salinas de Gortari, ambos presidentes de la República, así que Aguirre Velázquez tenía alguna relevancia nacional. En la regencia capitalina le tocó llevar la pretendida renovación moral convocada por De la Madrid, luego del pronunciado deterioro institucional ocasionado por la corrupción ocurrida durante las administraciones de Luis Echeverría y José López Portillo.

Los resultados de esa campaña llevaron a calificarla como simulación, mientras que en el recuerdo de la ciudad Aguirre Velázquez aparece como un alcohólico incapaz de reaccionar tras los sismos de 1985, lo que significó el comienzo del fin del PRI en el Distrito Federal.

De regreso al asesinato de Buendía, la hipótesis más atendida al inicio del caso consideró la responsabilidad de un empresario alemán asentado en Durango, a quien el periodista mostrara en su columna de Excélsior como un contrabandista internacional de armas con pasado nazi. La información proporcionada por la propia Federal de Seguridad llevó a la deportación de ese hombre quien, por cierto, sí perteneció a la SS.

Las declaraciones sobre las conexiones de ese hombre con otros nazis refugiados en América Latina componen otra historia documentada qué contar.

La procuraduría consideró como móviles del crimen los amoríos de Buendía y las columnas del periodista destinadas a criticar la facción más conservadora de la Iglesia Católica o a señalar los grupos estudiantiles reaccionarios de Guadalajara.

Las acusaciones contra el alemán no prosperaron y el tema fue llevado al refrigerador hasta el siguiente sexenio.

***

El intento de salida para Zorrilla fue su postulación para una diputación federal por el PRI. Renunció al cargo de director de la DFS el 1 de marzo de 1985, pero aún en los años del descaro era demasiado costoso mantenerlo políticamente vivo y se vio forzado a declinar sus aspiraciones políticas –y de fuero– el 24 de mayo de ese mismo año.

Para dejar bien claro que el partido y el gobierno eran una misma entidad la Secretaría de Gobernación explicó la situación:

“El Partido Revolucionario Institucional informó que en razón de que con posterioridad a su postulación han sido discutidos por la opinión pública hechos relacionados con su función anterior, sin prejuzgar dichos hechos, procedió a aceptar su renuncia a la candidatura ya mencionada.

“Aún sin existir pruebas o elementos fundados para presumir la responsabilidad penal del director, los hechos arriba referidos acreditan que le es imputable ineficiencia administrativa habida cuenta de que ejerció un deficiente control sobre la acción de los comandantes y los agentes a que se ha hecho referencia y que permitió el ingreso de agentes que no reunían los requisitos básicos para hacerse cargo del servicio de las funciones que le corresponden”.

Lo que luego ocurrió fue la desaparición de Zorrilla Pérez durante casi cuatro años. La administración federal de Carlos Salinas de Gortari y la del Distrito Federal de Manuel Camacho Solís reabrieron el expediente e imputaron a Zorrilla Pérez, procesado en los juzgados Cuarto y Trigésimo Cuarto.

IV. Más crímenes que castigo

Si se quiere ver cómo agentes de la Dirección Federal de Seguridad vivían por encima de cualquier sueldo obtenido con honestidad y cómo los usos y costumbres de narcos y policías eran la misma cosa en la década de los80 sólo falta ver la descripción de los objetos que llevaban consigo algunos de los cómplices del crimen de Buendía cuando ingresaron a prisión:

*Juventino Prado Hurtado, el jefe de la Brigada Especial de la Dirección Federal de Seguridad. Tenía 37 años en 1989, era casado, michoacano, tenía sólo la secundaria concluida. Vivía en la colonia Clavería, una de las pocas zonas consideradas de clase media alta de la delegación Azcapotzalco del DF. Llevaba un Reloj Rolex Oyster Perpetual modelo GM Master automático y una cartera rota de piel café con 1 millón 272 mil pesos.

*Raúl Pérez Carmona, comandante adscrito a la Brigada Especial. En 1989 tenía 45 años de edad y estaba casado. Es originario del Distrito Federal, con escolaridad del primer año de preparatoria. Vivía en la calle Paseos de Taxqueña y en 1989 era subdirector operativo de la Secretaría de Protección y Vialidad del Departamento del Distrito Federal. Reloj Rolex Oyster Perpetual modelo GM Master automático, con carátula negra, caja y pulsera de acero y oro de 14 quilates.

*Sofía Naya Suárez, agente de la Brigada. Fue detenida mientras usaba un reloj para dama marca Rolex Cellini con carátula negra, números romanos, caja de oro de 18 quilates y pulsera de piel. Una gargantilla planchada de oro de 14 quilates, un anillo con un brillante corte limpio blanco, tres argollas unidas de oro combinado, pulserita trenzada combinada de oro, anteojos de sol italianos y 53 mil 400 pesos.

***

El 31 de agosto de 1989 el juez llamó a Caro Quintero para que testificara. Con el cabello alborotado, los ojos achinados y el bigote orgulloso, pero extraño sin llevar a la vista un solo gramo de oro, el narcotraficante se paseó por el cubo de la rejilla de prácticas. A su lado, José Antonio Zorrilla Pérez lucía más frío.

Con tono plano, la secretaria del juzgado exhortó a Caro Quintero para que se condujera con la verdad. A lado de la funcionaria judicial, el fiscal y el abogado del exdirector Federal de Seguridad miraron al hombre acercarse a los barrotes. La mujer le recordó que debía responder a los cuestionamientos. El sinaloense se aseguró que lo escuchara.

–Yo ya estoy sentenciado, no quiero declarar –e incrementó el volumen de su voz– ¡Y chinguen a su madre!

Zorrilla Pérez se le acercó y le pidió hablar. Le propuso que sólo respondiera las preguntas de su defensor. Así hizo el narcotraficante y, fundamentalmente, afirmó conocer al exfuncionario hasta el momento en que se encontraron presos los dos en el Reclusorio Norte.

Al juez no le gustó la invitación que le hizo el contrabandista y empleó el momento como un elemento probatorio por sí mismo en términos de que, si Caro era renuente con la autoridad y condescendiente con el acusado, existía relación anterior entre los dos –oficialmente –criminales.

El juzgador concluyó respecto de las complicidades de Zorrilla:

“Teniendo el carácter de servidor público y aprovechando su cargo permitió en el año de 1984 la siembra, cultivo, cosecha, almacenamiento y transportación de marihuana en el rancho El Búfalo que se ubica en el estado de Chihuahua, además extendió credenciales de una dependencia gubernamental a personas ajenas a la misma, dedicadas al narcotráfico, recibiendo por ello grandes cantidades de dinero […]”.

“José Zorrilla Pérez se encontraba relacionado ilícitamente con narcotraficantes a quienes les había expedido credenciales de la DFS para realizar actividades ilícitas, circunstancia que fue descubierta por el periodista Manuel Buendía Tellezgirón […] Concibe la idea de privar de la vida a Manuel Buendía Tellezgirón en razón de que éste había descubierto las actividades delictivas en las cuales estaba implicado”.

Recibió una sentencia de 29 años, cuatro meses y 15 días únicamente por el asesinato de Buendía, condena que cumplirá el próximo año, aunque podría dejar la prisión en cualquier momento al mantener su reclamo de libertad anticipada y objetar sus padecimientos de salud al encierro.

***

¿Qué hay en la mente de un hombre que entrega su nación al narcotráfico?

Durante su encarcelamiento, el exjefe de la policía política resolvió en distintas ocasiones los exámenes psicológicos de las prisiones capitalinas por las que transitó: los Reclusorios Norte y Oriente y la Penitenciaría del Distrito Federal.

Los psicólogos que estudiaron a Zorrilla concluyeron, tras analizar sus dibujos de casas y personas, de revisar las frases con que proponía concluir ideas incompletas, de calcular sus tendencias psicopáticas, esquizoides o histéricas, [que]:

“Estructuró una personalidad egocéntrica, lábil y manipuladora, fantaseando con gran cantidad de metas y gran ambición para alcanzarlas […] Busca reconocimiento y aceptación social; utiliza el mecanismo de defensa de la fantasía para compensar, modificando su relación con las figuras que le representan autoridad, logrando acatar las normas y reglas establecidas.

“Sujeto egocéntrico, con rasgos narcisistas; sus relaciones interpersonales se caracterizan por ser de tipo utilitario ya que busca sacar provecho de los demás aunado a que busca reconocimiento social.

“Desvirtuada introyección de normas y valores sociales; oportunista, bajo control de impulsos, aunado a su entorno laboral, lo llevan a la comisión del delito. Niega su comisión”.

Zorrilla Pérez se ve más viejo de lo que es.

Ya compurgó las sentencias por los delitos de ejercicio indebido del servicio público, portación de arma de fuego de uso exclusivo para las Fuerzas Armas y en cualquier momento quedará en libertad por el asesinato de Buendía, único por el que se le condenó.

Es decir, el sistema de justicia mexicano lo sentenció por cometer un asesinato para proteger una red del narcotráfico, pero se negó a responsabilizarlo como un narcotraficante. No uno cualquiera, sino un cofundador del narcoestado mexicano.

***

El número de muertos y desaparecidos dejados por la Guerra Sucia en México es aún incierto. A pesar de los dos sexenios de alternancia política, el priismo logró frenar cualquier llamado a cuentas al expresidente Luis Echeverría y a realizar un exhaustivo ejercicio de revisión histórica.

La Organización de las Naciones Unidas ha recibido 374 denuncias relacionadas con crímenes de Estado ocurridos entre 1960 y 1980. El Comité Eureka concentra 557 expedientes de personas desaparecidas entre 1969 y 2001, de las cuales más de 530 corresponden a personas desaparecidas hasta la década de 1980.

A la vez que la Dirección Federal de Seguridad y, más específicamente, su Brigada Especial perseguían, secuestraban, torturaban, asesinaban y desaparecían disidentes, prohijaba el establecimiento de las estructuras del narcotráfico que se consolidaron en los actuales cárteles. .

Las alianzas entre la policía política y el narcotráfico, en ese tiempo subordinado, sembraron el presente del poder fáctico del crimen organizado.

Los muertos y desaparecidos ya no son asunto de cientos, sino de decenas de miles.

Todo esto en los años en que nada existía bajo el sol sin el conocimiento del Presidente de la República.

Manuel Bartlett, el secretario de gobernación en el sexenio de 1982 a 1988, egresó de la Facultad de Derecho de la UNAM. En su examen profesional realizó la tesis “La obligación del Estado de reparar los daños que cause”. Bartlett recibió una mención honorífica.

Tras la fundición del Cártel de Guadalajara, Juan José Esparragoza Moreno, El Azul, —uno de los barones de las drogas con menor jerarquía que Caro, Fonseca y Félix Gallardo, pero con una habilidad negociadora que recuerda a los hombres de paz en El Padrino de Mario Puzzo— convocó a los sobrevivientes antes de que cada uno debiera cumplir con su obligatorio paso por la prisión, él incluido.

Los narcos se convencieron de que todos cabían en el creciente mercado de las drogas –luego se darían cuenta, y de la peor forma, que no era sí–. Dueños de las almas de los agentes de la Dirección Federal de Seguridad que migraron a la Policía Judicial Federal, convinieron la constitución de cuatro cárteles: Tijuana, —para los hermanos Arellano Félix, sobrinos de Miguel Ángel Félix Gallardo y Jesús Labra—, Sinaloa, encabezado por Joaquín, El Chapo, Guzmán, Juárez, para Amado Carrillo Fuentes, El Señor de los Cielos y del Golfo, en manos de Juan García Ábrego con el respaldo de Rafael Chao López.

La República de las Drogas estaba fundada. *

Mañana: ¿Qué pasa por la mente de El Azul, el capo negociador?

Fuentes:

*Causa penal 104/89 y acumulada 101/89 instruidas contra José Antonio Zorrilla Pérez, Juventino Prado Hurtado, Raúl Pérez Carmona, Juan Rafael Moro Ávila y Sofía Naya Suárez por el asesinato de Manuel Buendía Tellezgirón.

*Causa penal número 28/85 y su acumulada 229/85, acumuladas asimismo en las causas 190/84 y 191/84 instruida en contra de Rafael Caro Quintero y Ernesto Rafael Fonseca Carrillo y otros por los delitos contra la salud en sus modalidades de siembra, cultivo, cosecha, transportación y venta de marihuana.

*Sentencia del Juez Primero de Distrito en Materia Penal con sede en Jalisco en el expediente 117/85 instruido contra Armando Pavón Reyes.

*Causa 111/89 instruida en el Juzgado Cuarto Penal en el DF por el delito de homicidio en contra de Zorrilla Pérez y Alberto Guadalupe Estrella Barrera

*Acta de la Policía Judicial de 3 de julio de 1989 glosada a la averiguación previa 2767/D/89 que dio origen a la causa penal 137/89 del Juzgado Tercero de Distrito en materia penal en el DF

*Boletín informativo de la Secretaría de Gobernación de 3 de junio de 1985.

*Estudios de personalidad hechos a José Antonio Zorrilla Pérez entre 1989 y 2009 en las cárceles de la Ciudad de México.

EN LA MENTE DE LOS CABALLEROS TEMPLARIOS

jueves, agosto 1st, 2013

republica_narco

El 1o de diciembre de 2010, el gobierno mexicano dio por muerto a Nazario Moreno González, líder y fundador de La Familia Michoacana. Y tres meses después, el 8 de marzo de 2011, se anunciaban el nacimiento de Los Caballeros Templarios.  Distintas voces insisten en que en realidad Moreno González no murió en combate con las fuerzas federales sino que sigue vivo. No hay pruebas de una cosa o de otra. Pero la organización que nació con su muerte tiene su toque personal….

TERCERA Y ÚLTIMA PARTE | VER AQUÍ SEGUNDA PARTE | VER AQUÍ PRIMERA PARTE

Ciudad de México, 1 de agosto (SinEmbargo).–  Los Pensamientos de Nazario precedieron al código de conducta del cártel emergido de su interior, Los Caballeros Templarios. Se trata de un nuevo documento propagandístico repartido no sólo a los miembros de la organización, sino al menos entre civiles de Morelia, Apatzingán y Huetamo.

“Esta lucha es por tu gente, por mi gente; por nosotros mismos y por nuestras futuras generaciones”, explica y advierte la pertenencia obligatoria de por vida al cártel de las drogas.

La regla fija su cumplimiento obligatorio para todos los integrantes de la “orden”, surgida el 8 de marzo de 2011 –meses después la supuesta muerte de Nazario Moreno González, El Más Loco– con “la misión principal” de “proteger a los habitantes y al territorio sagrado del estado libre, soberano y laico de Michoacán”.

El documento está profusamente ilustrado con imágenes de caballeros medievales caracterizados con la cruz roja patada en el pecho.

En el mismo documento está impreso el juramento de iniciación:

“Juro delante de todos, vivir y morir con honor.

“Juro combatir la injusticia y socorrer a mi prójimo.

“Juro, igual en el combate como en la paz, que ningún caballero será considerado por mí como enemigo.

“Juro fidelidad al temple y esforzarme por perpetuarlo.

“Juro respeto a los demás, veneración a las madres, protección a los niños o los ancianos, asistencia a los enfermos y a los necesitados.

“Juro respetar la fe de otros y buscar más la verdad que la gloria, el honor que los honores.

“Si por desgracia yo traicionara mi juramento, ruego ser ejecutado por la orden como un traidor”.

Sus miembros deben “luchar contra el materialismo, la injusticia y la tiranía en el mundo (…). Es deber de los caballeros prepararse y equiparse a sí mismos para la batalla y conseguir los objetivos de la orden (…) Los caballeros templarios entablaremos una batalla ideológica que nos reta para la defensa de los valores que sostiene una sociedad basada en la ética y construida a través de los siglos (…) La orden luchará contra el desmoronamiento de los valores morales y los elementos destructivos que prevalecen hoy en la sociedad humana”.

Bajo la ilustración de un monje soldado se lee: “Juro y prometo combatir siempre en protección del oprimido, de la viuda y del huérfano”.

La regla de los narcos de Michoacán estipula que sus “caballeros” deben conducirse con “humildad y ser los más honorables, los más nobles, los más corteses, los más honestos y los más caballerosos, como digno caballero del temple”.

Y ningún templario, en la observancia de la norma, debería ofender de forma alguna a otra persona.

“Ninguna mujer deberá temer nada de un templario, ni de sus palabras, ni de sus acciones. Ningún niño deberá padecer tampoco ese temor. Ningún hombre deberá temer a un templario.

“En su conducta el templario, evitará lo siguiente: ser brutal, emborracharse en forma ofensiva, ser inmoral, cobarde, mentir o tener intenciones maliciosas.

“Para los Caballeros Templarios de Michoacán la disciplina es constante y la obediencia es siempre respetada: se va y se viene a la señal de quien posee autoridad”.

El código de los Caballeros de Michoacán también conculca algunos comportamientos y obliga a otros.

“Para todos los miembros de la orden queda estrictamente prohibido el uso de drogas o cualquier enervante (…) (Y) realizar secuestros con la finalidad de obtener dinero. Los jefes de la orden y su personal deben practicarse periódicamente la prueba antidoping e informar al Consejo los resultados de dichos exámenes.

“Los caballeros templarios que tengan un cargo de jefe se comportarán de manera ejemplar, (deben) ser inteligentes, astutos, humildes, prudentes, eficaces, audaces y discretos”.

La muerte también queda reglamentada.

“Para hacer uso de la fuerza letal, se requiere autorización del consejo (…) Cuando un caballero cometa una falta contra un miembro del consejo y viole el voto de silencio de los Caballeros, se le castigará con la pena capital.

“Ningún elemento debe matar por gusto o matar por dinero, cuando se tome esta decisión debe investigarse previamente y si existen razones suficientes entonces sí proceder (…) Aquel caballero que traicione a los templarios, será castigado con la pena máxima y además se le decomisarán sus propiedades, sus familiares correrán la misma suerte”.

Una última viñeta muestra a otro hombre con yelmo, armadura, capa y espada: “Yo consiento, si falto a mi palabra de honor, en ser ejecutado por las armas de los buenos compañeros o ser devorado por las bestias salvajes del bosque”.

***

Beto y sus Canarios cantan “Confesiones de un narco”:

Padre vengo a confesarme

de lo que escribe la prensa.

Mienten y dicen verdades,

respecto a la delincuencia.

Hay asesinos cobardes,

que presumen decencia,

yo soy narcotraficante,

y puedo hablar del negocio,

es un trabajo constante,

el privilegio es de todos,

yo creo que usted ya lo sabe,

que en todo hacemos consorcio.

 

Como quiero a mi perico,

a mi gallo y a mi chiva.

Son mis tres animalitos,

los quiero más que a mi vida,

pues me cumplen mis caprichos,

y no me exigen mordida.

***

¿Es cierta esta apología que los Caballeros Templarios hacen de sí mismos respecto de la protección al pobre, como en su momento lo hizo La Familia Michoacana bajo el mando de Moreno González?

Las guardias comunitarias surgieron en Michoacán cuando Los Templarios dejaron de extorsionar a las grandes empresas y terratenientes y comenzaron a exigir cuotas a pequeños comerciantes y campesinos, a quienes los sicarios reclamaban cuotas de 40 pesos por cada caja de limón cosechado, lo que imponía al trabajador ocuparse prácticamente sólo para cubrir el “impuesto”.

Era demasiado. Como si, repentinamente, Robin Hood se comportara como el Sherif de Nottingham.

Entonces la gente se armó o al menos una parte lo hizo, porque se presumen filtraciones de los narcotraficantes en los grupos de autodefensa.

Lo cierto es que, tras el levantamiento de los pueblos, algunos fueron sitiados, cercados con hambre. Y algunos de los dirigentes de las guardias populares fueron colgados de árboles para que ahí se secaran como se hace con los cueros de los animales.

La Regla Templaria

El código michoacano también tiene un claro precedente, la Regla Templaria, que reguló la orden surgida hacia 1118 en Jerusalén con el propósito inicial de proteger a los peregrinos en camino hacia el oriente.

La Regla Templaria tuvo la participación directa de Bernardo de Claraval, influyente clérigo del siglo XII. En sus 72 preceptos se ordenan aspectos monacales y militares y pretende resolver la coexistencia de ambas condiciones en un mismo hombre, como Nazario quiso hacerlo respecto a la contradicción de contener, en un mismo propósito, la actividad del narcotráfico y el honor.

La Regla advierte castigos y exige con reiteración, como ocurre en Pensamientos, la observancia de la humildad. También establece la guarda del silencio: “La vida y la muerte están en poder de la lengua”.

Prohibía el relato de las “locuras” cometidas por los hermanos durante su vida secular; pormenorizaba esta restricción respecto “a los placeres de la carne”. Resulta inevitable pensar luego en los narcocorridos con que los michoacanos hacen apología del ejercicio de su violencia y riqueza.

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El libro de Bernardo

Si los Pobres Caballeros de Cristo, como en sus inicios se llamaron los Caballeros Templarios medievales, se constituyeron en una orden reconocida por el Papa fue gracias a al documento propagandístico escrito y promovido por Bernardo de Claraval, doctor de la Iglesia en Francia y amigo personal del fundador del Temple –como también se nombran los michoacanos.

En su Elogio de la nueva milicia templaria (Biblioteca Medieval, Ed. Siruela), Bernardo resolvió el problema teológico que suponía la contradicción de ser, a la vez que monjes, guerreros por la implicación de matar. Estableció que a los votos monacales de obediencia, pobreza y castidad se agregara el de la caballería.

“(…) Los soldados de Cristo combaten confiados en las batallas del Señor, sin temor alguno a pecar por ponerse en peligro de muerte y por matar al enemigo. Para ellos, morir o matar por Cristo no implica criminalidad alguna y reporta una gran gloria. Además, consiguen dos cosas: muriendo sirven a Cristo, y matando, Cristo mismo se les entrega como premio. Él acepta gustosamente como una venganza la muerte del enemigo y más gustosamente aún se da como consuelo al soldado que muere por su causa. Es decir, el soldado de Cristo mata con seguridad de conciencia y muere con mayor seguridad aún.

“Si sucumbe, él sale ganador; y si vence, Cristo. Por algo lleva la espada; es el agente de Dios, el ejecutor de su reprobación contra el delincuente. No peca como homicida, sino –diría yo (Bernardo)– como malicida, el que mata al pecador para defender a los buenos. Es considerado como defensor de los cristianos y vengador de Cristo en los malhechores. Y cuando le matan, sabemos que no ha perecido, sino que ha llegado a su meta. La muerte que él causa es un beneficio para Cristo (…)”.

Es inevitable recordar cómo, 900 años después, los hombres de Nazario adquirieron renombre mundial cuando tomaron por asalto el bar Sol y Sombra, en Uruapan el 6 de septiembre de 2006. Un grupo de matones entró, caminó hacia la pista de baile, un piso blanco y brillante, y de un saco rodaron cinco cabezas. Y un aviso. “La Familia no mata por paga no mata mujeres no mata inocentes solo muere quien deve de morir sepanlo (sic) toda la gente esto es justicia divina”.

En el primer capítulo I, el clérigo de Claraval asienta que “Aspira esta milicia a exterminar ahora a los hijos de la infidelidad (…), combatiendo a la vez en un doble frente: contra los hombres de carne y hueso, y contra las fuerzas espirituales del mal”.

***

Aquí no concluyen las semejanzas entre unos y otros Templarios. Aquellos, los de casi mil años atrás, se erigieron en la justificación de proteger a los peregrinos en ruta a Jerusalén, aquejados por salteadores de caminos que los sometían a toda clase de vejaciones. (Los Templarios, Regine Pernaud, Ed. Siruela).

Los presentes pretenden constituirse como protectores de su pueblo; ser hombres dispuestos a defender a los suyos de secuestradores, extorsionadores, violadores y vendedores de droga.

Los guerreros de Jerusalén mantuvieron relaciones estrechas con grupos sarracenos que les valieron cuestionamientos sobre la lealtad al principio de su constitución. Uno de esos acercamientos fue con la secta herética musulmana de Los Asesinos –etimológicamente, fumadores de hachís–, orden secreta y fanática persecutora de cruzados.

Los narcotraficantes de la Tierra Caliente surgieron de una partida de sembradores de marihuana que luego se subordinó al  Cártel del Golfo, también como asesinos a su servicio. Ahí mantuvieron alianza de facto con el otro grupo más violento de México, Los Zetas. De ellos pudieron adquirir la práctica de la decapitación como medio propagandístico e intimidación y que, a su vez, los Zetas asimilaron de los Kaibilies, grupo de élite del la milicia guatemalteca.

Pero resulta inevitable comparar la pintura medieval “Los cruzados catapultan cabezas cortadas de los enemigos a una ciudad sitiada” con las imágenes multiplicadas de cabezas separadas de sus cuerpos por los Templarios de Michoacán.

Ropa y propaganda confiscada en Michoacán. Foto: Archivo

Ropa y propaganda confiscada en Michoacán. Foto: Archivo

La ley michoacana

En 1291, tras la pérdida definitiva de los reinos latinos cristianos en medio oriente y en el destierro europeo, la orden original perdió su propósito existencial. Los reyes  miraron con recelo sus riquezas acumuladas, el apoyo social ganado y su autonomía política, especialmente en el país de origen de sus fundadores, Francia.

Su monarca, Felipe El Hermoso, fraguó un plan de la mano con el inquisidor general y logró enjuiciarlos por nigromancia, herejía, sodomía, crímenes de lesa majestad y traición. La orden sería disuelta y su último maestre, Jacobo de Molay, quemado la hoguera.

La tradición esotérica surgida alrededor del Temple relaciona los arcanos del tarot con los dirigentes del Temple. El último, De Molay, es correspondiente con la carta de El  Loco.

Ningún grupo del crimen organizado, histórico o emergente, ha sido combatido con mayor voluntad política por el presidente Felipe Calderón –originario de Michoacán– que el de los michoacanos.

La guerra instaurada durante este sexenio contra el crimen organizado ha dejado saldo de una treintena de alcaldes, jefes policíacos locales y funcionarios estatales del primer nivel del anterior gobierno perredista de Michoacán detenidos y acusados por el gobierno federal de estar dentro de la nómina de la Familia Michoacana, de tener las manos untadas directamente por El Más Loco, cuyo socio, Servando Martínez La Tuta es compadre de un medio hermano del ex gobernador perredista Leonel Godoy.

La cercanía de La Familia con la clase política de su estado, pero más por su intención de establecer una base social desde la empresa de los narcóticos, encendió las luces rojas de los gobiernos en México y Estados Unidos. En colaboración directa en terreno, no sólo en la dotación de información al gobierno mexicano, las agencias estadounidenses lograron la muerte de El Más Loco.

Un documento presentado por Thomas M. Harrigan, administrador asistente y jefe de Operaciones de la DEA, ante el senado estadounidense, el 31 de marzo de 2011, da detalles:

“En otro golpe a La Familia, el 8 de diciembre de 2010, la Unidad de Investigación Sensible (de la Secretaría de Seguridad Pública de México) y Fuerzas Especiales del ejército (mexicano) junto con la oficina de la DEA en México cubrieron una operación en Michoacán, que resultó en la muerte del líder Nazario Moreno González, alias Chayo, uno de sus dos principales líderes y guía espiritual de la misma organización”.

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¿Qué ha sido de los narcos michoacanos después de la “muerte” del Más Loco?

A la autoridad local sólo queda decir que, después de su muerte, más se le aferró su prédica a los terracalenteños que no tuvieron entre ellos un capo, sino un profeta. Ellos no hablan de él en pasado, sino en presente. “Está vivo”, dicen cuando se les pide aclarar.

La propaganda, elemento constante y definitorio de los Caballeros Templarios de Michoacán, ha mantenido presencia en calles y pueblos del estado.

El 24 de enero de 2011, los narcotraficantes desplegaron mantas en varios sitios de su estado. Anunciaron –falsamente– el fin de su anterior organización. En su emersión pública, el 10 de marzo de 2011, colocaron 30 anuncios en las calles de varias ciudades del estado.

“A partir del día de hoy estaremos laborando aquí las actividades que antes realizaban los de La Familia Michoacana (…) Estaremos a la orden de la sociedad para atender cualquier situación que atente contra la integridad de los michoacanos” en referencia a quienes mantuvieran colaboración con el Chango Méndez, actualmente preso, por la supuesta renovación de un pacto con Los Zetas.

En junio de 2011, los “caballeros” salieron de cacería en Morelia. Levantaron, torturaron, asfixiaron o dieron el tiro de gracia a 21 traficantes y sicarios de La Familia Michoacana. En sólo 25 minutos, dispersaron sus cadáveres por las cinco entradas de la ciudad. Aclararon la autoría de la masacre: “Porque la sociedad lo exige, aquí están los rateros de casas habitación, asaltantes y violadores, y aún faltan más”.

A fines de febrero de este año, el ejército mexicano encontró y confiscó 120 cascos en un campamento de los Caballeros Templarios en Apatzingán. Los yelmos, similares los utilizados por los monjes guerreros medievales, excepto que fueron fabricados con  plástico.

Los reportes militares aseguran que este tipo de utilería es utilizada por el Consejo del cártel en ceremonias de iniciación practicadas por el grupo.

Vehículo de la organización criminal incautado por el Ejército. Foto: Archivo

Vehículo de la organización criminal incautado por el Ejército. Foto: Archivo

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La estructura de los cártel está conformada por un comité máximo a cuyos integrantes se les llama “apóstoles”. Les siguen los “predicadores”; los responsables de sector, encargados de regiones o plazas; los administradores, que fungen como contadores, pagadores a funcionarios públicos y elementos de la organización y asesores legales, y los encargados de células, operadores de los sectores productivos y de los municipios controlados.

Al final están los “guerreros celestiales”, sicarios y policías o ambos, la cara feroz de la organización. Fueron delincuentes de poca monta y adictos detectados en centros de rehabilitación relacionados con el propio cártel. Tras atravesar un programa de desintoxicación que subraya los pasos cuatro y cinco de Alcohólicos Anónimos, relativos a la elaboración de un pormenorizado inventario de faltas de carácter y morales y su consecuente confesión, son evaluados de acuerdo a sus aptitudes para su integración en la organización.

Estos centros de ayuda, según la Secretaría de Seguridad Pública Federal, sirven además para el lavado de dinero. Algunos de los albergues señalados en esta condición son Grupo Nuevo Horizonte, Albergue Gratitud y Esperanza de Vida, en el que se encontró el libro Pensamientos de El Más Loco.

Los seleccionados inician un proceso de terapias motivacionales y adoctrinamiento cristiano evangélico. La continuación los conduce al entrenamiento en la sierra michoacana para el manejo de armas.

Entonces son iniciados en un ritual cuyo discurso y decoración imita la parafernalia caballeresca del Medievo.

El sistema de castigos de Los Caballeros Templarios de Michoacán –en alusión a la penitencia de sus predecesores en Jerusalén– consta de tres etapas o advertencias. En la primera, el penitente es internado en un centro de rehabilitación durante tres días.

En la segunda, el castigado nuevamente es recluido en un centro de rehabilitación, pero en aislación durante 12 días. Es vendado de los ojos, amarrado y puesto en posición de Cristo, pose en que recibe 12 tablazos frente a sus demás compañeros.

La tercera es la ejecución. Los Caballeros realizan un ritual de muerte frente a los compañeros de célula del condenado y los jefes regionales. Se expone su deslealtad a la organización y, tras un juicio sumarísimo, se le invita a rezar por su descanso para luego ser ejecutado por la persona que lo invitó a la organización o, en ausencia de éste, por el apóstol o predicador.

Tras la muerte de El Más Loco, sus herederos confeccionaron un escudo de armas, como lo tuviera cada uno de los maestres la antigua Orden del Temple. En el caso de los michoacanos es un blasón con otro interior acuartelado sobre fondo rojo.

En el cuarto inferior se aprecia una maza cruzada con un hacha; a su lado, una cruz roja y patada, característica de los monjes guerreros medievales.

En la esquina superior del símbolo aparece una pintura con el rostro de Jesucristo con el cabello largo y los ojos azules. Y a su lado está una fotografía en blanco y negro de Nazario Moreno González.

Lo dicho: es un cártel que fuera gobernado –o aún lo sería, pues el mito popular en su tierra insiste en hablar de él en presente– por un hombre dueño de un apodo descriptivo como pocos: El Más Loco, quien escribiera de sí mismo en sus Pensamientos:

“Creo que ya no quiero ser ni muy correcto ni muy inteligente, ni muy sabio porque estoy descubriendo que la gente cuando pretende ser muy correcto y sabio se vuelve necio y no quiere escuchar y cae en la sobervia (sic) y yo no quisiera que nuestro grupo ‘La familia’ cayera en eso y es por eso que (quiero) me den su crítica sin miedo ni pena.

“Qué curioso es todo esto, que al buscar una cosa te encuentres otra, por ejemplo yo al andar buscado la perfección y la sabiduría me di cuenta que la perfección no existe ni la sabiduría total, creo que hay halgo (sic) que se asemeja y se llama humildad, honradez, amor, generosidad, paciencia, aceptación, justicia verdadera, bondad, unidad, respeto, hermandad, escuchar sin juzgar”. *

MICHOACÁN: DEL APOSTOL JOHN AL APÓSTOL LOCO

miércoles, julio 31st, 2013

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Un hombre que camina las sierras con una Biblia bajo el brazo y el cuerno de chivo en el hombro. Un nombre que predica el perdón, la humildad y la discreción. Un hombre que escribe su “apostolado” y llama a la fe y al éxito. Y un sanguinario, también, que impone su propia ley. El gobierno de Felipe Calderón declaró muerto a Nazario Moreno González en diciembre de 2010, pero diversos informes dicen que vive y dirige a Los Caballeros Templarios. Esta es parte de su historia…

SEGUNDA DE TRES PARTES | IR A LA PRIMERA PARTE 

El Libro de John

John Eldredge. Foto tomada de la solapa de uno de sus libros.

John Eldredge. Foto tomada de la solapa de uno de sus libros.

Ciudad de México, 31 de julio (SinEmbargo).– El 13 de enero de 2009, en el municipio michoacano de San Lucas –el sitio de peregrinaje católico más importante de la Tierra Caliente–, las autoridades aseguraron un vehículo en cuyo interior había armas de fuego, cartuchos, granadas y nueve ejemplares de Salvaje de Corazón, de John Eldredge, dedicados por la mano de El Más Loco.

Salvaje de corazón. Descubramos el secreto del alma masculina, de John Eldredge, es otra lectura obligatoria entre los miembros del cártel. La obra fue difundida con perseverancia por El Más Loco y ahora lo es por sus seguidores, más concretamente por Servando Martínez La Tuta, un profesor rural convertido en capo de Los Caballeros Templarios. El otro es Enrique Quique Plancarte, el hombre que durante la primera época de La Familia Michoacana funcionaba como enlace de la organización con los medios de comunicación.

El papel de La Tuta explica por qué la promoción de Salvaje de Corazón está apoyada por maestros y personal de la Comisión Nacional de Fomento Educativo, según documentos internos elaborados por la Policía Federal Preventiva a los que este medio obtuvo acceso.

John Eldredge es escritor, consejero y conferencista. Dirige Ministerios Ransomed Heart y vive en Colorado Springs con su esposa y sus tres hijos, personajes frecuentes en sus libros de los que ha vendido más de un millón de ejemplares. También es –él mismo lo dice– un hombre que se sueña a sí mismo en la forma de “un enorme semental salvaje” y en esto radica parte de la esencia del pensamiento que tanto influye a los narcos michoacanos.

Salvaje de Corazón tiene por tesis el legado masculino otorgado por Dios, en su condición varonil, a los hombres quienes se mantienen en la insatisfacción y la duda existencial por no atender a la masculinidad que les fue conferida.

Nazario Moreno González, El Más Loco, tuvo contacto con el ministerio de John en California, donde antes padeció la adicción a las mismas drogas que luego vendió masivamente hasta su supuesta muerte, pregonada por el gobierno de Felipe Calderón desde diciembre de 2010 pero de la que nadie está seguro, sino todo lo contrario: evidencias de los últimos años indican que vive, y sigue en activo ahora como cabeza de Los Caballeros Templarios.

El libro de John está conformado por 12 capítulos y se basa en anécdotas personales y familiares de Eldredge, referencias del cine hollywoodense, la Biblia y otras obras evangélicas.

Así como Nazario inicia su experiencia literaria en el Cerro del Húngaro, Apatzingán, John inicia su texto inspirado en la cordillera de Sawatch, Colorado.

Pronto, John establece la principal disyuntiva discursiva: es Jesús alguien más parecido a la madre Teresa de Calcuta o a William Wallace, el guerrero escocés del siglo XIII en cuya vida se basó Mel Gibson para filmar Corazón Valiente (1995).

“Un tema regular en programas de entrevistas y libros nuevos es: ‘¿Dónde están los verdaderos hombres?’. Quiero contestar –responde Eldredge–: Les pidieron que fueran mujeres (…). Cuando todo se ha dicho y hecho, pienso que la mayoría de los hombres creen que Dios los puso en la tierra para ser chicos buenos”.

Eldredge se recuerda en la Navidad de 1964. Abre el mejor regalo posible: un par de pistolas de seis tiros con mango nacarado, con fundas de cuero negro, una camisa roja de vaquero con dos caballos salvajes bordados en el pecho, brillantes botas negras, pañuelo rojo y sombrero de paja. Esto no era un “disfraz”, advierte el escritor, sino una “identidad”.

“La agresión es parte del diseño masculino; estamos estructurados para ella. Si creemos que el hombre está hecho a imagen de Dios, entonces debemos recordar que ‘Jehová es varón de guerra. Jehová es su nombre (Éxodo 15.3)’ (…) Las niñitas no inventan juegos donde muere mucha gente, donde el derramamiento de sangre es un prerrequisito para tener diversión.

“Jesús no es un ‘sacerdote eunuco’, ni monaguillo de rostro pálido con el cabello partido a la mitad que habla suavemente y evita la confrontación, quien al fin logra que lo maten porque no tiene salida (…) Es el Señor de los señores, el capitán de ejércitos de ángeles. Y cuando Cristo regrese, viene (sic) a la cabeza de tremenda compañía, montado en un caballo blanco, con espada de doble filo, y ropas ensangrentadas (Apocalipsis 19). Ahora eso suena más a William Wallace que a la Madre Teresa.

“No hay duda al respecto: hay algo violento en el corazón de Dios (…) hay definitivamente algo salvaje en el corazón del Señor (…) La crisis total de hoy día de la masculinidad ha llegado porque ya no tenemos una cultura guerrera, un lugar para que los hombres aprendan a luchar como hombres. No necesitamos una reunión de Tipos Verdaderamente Agradables; necesitamos una reunión de Hombres Peligrosos de Verdad”. 

Nazario Moreno González en una de las pocas imágenes conocidas. Foto: Archivo

Nazario Moreno González en una de las pocas imágenes conocidas. Foto: Archivo

El apóstol Nazario

Nazario no tiene un nombre. Posee cinco: El Chayo, El Dulce, El Pastor, El Más Loco y sólo una fecha de nacimiento, el 8 de marzo de 1970, en Apatzingán, capital de la Tierra Caliente michoacana.

Mide 1.65 metros. Es moreno claro y tiene cejas gruesas; tiene la nariz afilada, ligeramente aguileña. La barbilla es prominente –o es que las fotos obtenidas por la policía lo muestran en permanente desafío–, ojos oscuros y entrecerrados, acechantes; frente amplia, y abundante cabello negro. Tiene una placa metálica en el parietal izquierdo de su cráneo. Pocos saben que llegó ahí por una patada en un juego de futbol desavenido en bronca y que desde entonces sufre terribles dolores de cabeza.

Su historial también menciona su detención en 1994, en Mc Allen, Texas, por tráfico de droga, pero poco más al respecto.

Al menos desde inicios de la década anterior, un grupo de michoacanos al que él perteneció se empecinó en hacer negocio con la droga en Estados Unidos, alentados por las historias de sus padres y abuelos braceros, quienes no paraban en relatar la fascinación de los gringos por la mariguana.

Cuando volvió de aquel país, El Chayo aún no era El Más Loco, pero ya era un hombre que andaba por las ardientes cañadas michoacanas con una biblia en la mano y el cuerno de chivo en la otra. Para entonces, ya le hacían guerra a Los Valencia, jefes del Cártel del Milenio.

Nazario Moreno González y Jesús El Chango Méndez Vargas iniciaron el cobro de cuotas a narcotraficantes para que pudieran operar en Michoacán al tiempo que su grupo, en aquel tiempo llamado “La Empresa”, se consolidaba como una célula del Cártel del Golfo.

Algunas claves de la actividad de Nazario fueron dadas por “Ricardo”, un policía judicial de Michoacán vendido al narcotráfico y luego reconvertido por la Procuraduría General de la República en testigo protegido y que constan en la averiguación previa PGR/SIEDO/205/209, en poder de SinEmbargo.

Desde 1991, el agente “Ricardo” trabajó para los cárteles del Golfo, del Milenio y de la Familia Michoacana. El policía no era más que un transportista de cocaína, marihuana e ice.

Aún subordinados al Cártel del Golfo, los michoacanos eran dirigidos por Carlos Rosales Mendoza apodado El Negro o El Tísico, además lugarteniente de los tamaulipecos en Guerrero. En aquellos días, Nazario era jefe de plaza en Morelia y mantenía similar jerarquía con Jesús El Chango Méndez Vargas, apostado en Apatzingán.

A fines de los 90, Nazario, según las acusaciones de la PGR, tenía una relación privilegiada en la capital michoacana. Era compadre del primer comandante regional de la policía ministerial en ese entonces, Noé Medina.

Tras la detención del líder del Cártel del Golfo en esa época, Osiel Cárdenas Guillén, los terracalenteños buscaron su independencia en choque frontal con aquella organización y, poco tiempo después, con Los Zetas.

Si algo está claro en el pensamiento de Nazario es su voluntarismo. Después de Dios, la idea más arraigada en sus Pensamientos es la superación de los problemas.

“Muchachos, ánimo y nunca le tengan miedo a nada ni a nadie, al contrario hay que vencer los obstáculos con valor y decisión, siempre pensando en el éxito, porque sólo los perdedores no lo enfrentan (…)

“Convéncete de que el mundo no es un parque de diversiones, sino un ambiente de trabajo, no, no es un día festivo que se nos dio para descansar, sino un curso intensivo de aprendizaje (…) y empieza a amar a todos sin hacer preferencias y trata a la gente como te gustaría que te trataran y nunca desprecies a nadie”.

El gobierno federal persiguió a los michoacanos, alentado por la pretensión social de estos, y, en julio de 2006, arreció la acometida. Nazario se refugió en Estados Unidos, pero no por mucho tiempo. Volvió en septiembre de ese año para llorar sobre la tumba de su hermano Eliodoro, asesinado pocos días antes en Morelia. Por esas fechas escribió Pensamientos.

“Aquí postrado a los pies de mi propia muerte quisiera estar. Es tanto el dolor que ya no quiero existir más, elevando una plegaria a Dios le pido me fortalezca. Abatido le hice una petición, le pedí que me diera su perdón y me dio clemencia, le pedí me diera alegría y me dio tristeza, le pedí me diera amargura y lapidaba mi alma y me dio soledad”.

En el mismo mes de la muerte de Heliodoro, a El Más Loco se le vio en La Piedad. Viajaba en una Hummer amarilla. Por eso también llama la atención lo escrito por esas mismas fechas en Pensamientos:

“No es más rico quien más dinero tiene, sino el que menos necesita”.

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***

El Más Loco también era (o es) un hombre con capacidad de ordenar sobre la vida de los rivales. Iba y venía con un hombre apellidado Valladares, su jefe de sicarios.

“Ricardo”, el informante, estaba tan instalado en la estructura de los narcos michoacanos que asistía a sus reuniones, muchas sostenidas, según él, en el restaurante Los Caporales de Morelia, a 300 metros de la Casa de Gobierno de Michoacán.

Un encuentro ocurrió a principios de 2003. La conversación se centró en un problema ocurrido en los ranchos Los Mendoza y La Tupitina, propiedades de El Tísico y sitios de descarga y almacenamiento de cocaína. Los narcotraficantes se decían robados por unos albañiles trabajadores de las fincas.

El Chayo ordenó la ejecución de entre 10 y 12 de ellos”, relató “Ricardo” durante su testimonio de 2008.

No fue la única ocasión. Según el mismo testigo, El Chayo ordenó, a principios de 2004, a un hombre de apellidos Solís Solís y sobrenombre El Lince ejecutar a Elio Ibarra El Paquín, miembro del Cártel del Milenio.

El ex policía dio más detalles sobre la vida de El Chayo en 2008. El Más Loco, predicador del perdón, la humildad y la discreción vivía bajo la protección de 80 sicarios en un ranchito de Tancítaro convertido en fábrica de metanfetaminas.

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El Más Loco se apersonó vestido con uniforme militar a la reunión. Tenía la cabeza tocada con una boina negrea y de su cintura destacaba una pistola.

Recorrió con la mirada a los convocados, todos empresarios aguacateros y huerteros de frutas de Pátzcuaro, Tacámbaro, Villa Madero, Acuitzio, Salvador Escalante y otros.

Era 13 de julio de 2010 en el restaurante Los Escudos de Pátzcuaro y el líder de la Familia Michoacana mostraba un rostro severo. Sus invitados debían cooperar para continuar con la lucha.

“No tienen de qué preocuparse. Yo tengo el control de las autoridades locales y cualquier problema con la policía del estado o federal yo se los resuelvo.

“He tenido que matar y mandado matar a muchas personas que no han querido entender que La Familia está por encima de todo y todo tiene un costo y todos y cada uno de ustedes tienen que aportar”, conminó el narcotraficante, según un documento confidencial del gobierno también en poder de este medio.

La reunión, según ese reporte, fue convocada por un priísta de nombre Valentín Rodríguez, identificado por la policía federal como un viejo colaborador del capo Amado Carrillo, El Señor de los Cielos, muerto en 1997.

En las investigaciones policíacas se subraya que El Chayo ordenó la muerte del vocalista del grupo musical K-Paz de la Sierra, asesinado con extrema crueldad y, supuestamente, como consecuencia de un lío amoroso. También que ordenó la dispersión de cinco cabezas arrojadas en un bar de Uruapan.

La Familia de Nazario

La aparición de La Familia Michoacana mostró la intención y capacidad propagandística del cártel y la pretensión de sus líderes por ser reconocidos como justicieros sociales. Los narcotraficantes insertaron un manifiesto el 22 de noviembre de 2006 en los diarios locales La Voz de Michoacán y El Sol de Morelia.

Se identificaron como miembros de La Familia Michoacana y “trabajadores masivos” de la Tierra Caliente organizados por la necesidad de salir de “la opresión” y “la humillación” a la que fueron sometidos por otras organizaciones criminales, específicamente, el Cártel del Milenio y un grupo delictivo regional ya desaparecido y que se conoció como la Banda de los 30.

“(Nuestro ‘objetivo’ es) seguir manteniendo los valores universales de las personas, a los cuales tienen pleno derecho. Al erradicar lo que nos hemos propuesto, aunque para esto, desgraciadamente se ha recurrido a estrategias muy fuertes por parte de nosotros, ya que de esta forma hemos visto que es la única manera de poner orden en el Estado y no vamos a permitir que esto se salga de control de nuevo”.

Aseguraron que apoyarían a la gente con despensas, literatura y aulas principalmente en “el área rural” del estado y existir por la “misión” de erradicar en Michoacán el secuestro, la extorsión, los asesinatos por paga, el secuestro exprés, el robo de tráileres, automóviles y casas.

“Nuestra única razón es que amamos a nuestro estado y ya no estamos dispuestos a que la dignidad del pueblo sea atropellada”, presumieron de sí mismos los narcos de quienes, aseguran las autoridades, siempre han cometido todos y cada uno de esos delitos.

“Se está erradicando en su totalidad en todo el estado la venta al menudeo de la droga LETAL (sic) conocida como ‘ICE’ o ‘HIELO’, por ser una de las peores drogas que está haciendo daños irreversibles a la sociedad”, prometieron los traficantes michoacanos, a la vez señalados como uno de los cárteles más beneficiados por el incremento del consumo de esa sustancia en Estados Unidos.

Y preguntaron:

“Tú qué harías como michoacano, ¿te unirías a La Familia si ves que estamos combatiendo estos delitos? o ¿dejarías que sigan creciendo?… Danos tu opinión. A ti padre de familia preguntó: ¿Te gustaría que tu hijo anduviera en las calles en peligro de caer en las drogas y en la delincuencia?”.

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El informe “Respuestas estadounidenses y mexicanas a las organizaciones mexicanas traficantes de drogas” presentado al senado de Estados Unidos en mayo de 2011 sobre la situación de los cárteles en México muestra un mapa en que La Familia Michoacana es situada en Michoacán, Jalisco, Colima, Guanajuato, Guerrero, Querétaro y, vía una renovada alianza con el Cártel del Golfo, en Tamaulipas y Nuevo León.

Además, las autoridades mexicanas observan su presencia en el Distrito Federal, el Estado de México y Chiapas.

“Es una organización dedicada al tráfico de drogas extremadamente violenta”, enuncia el reporte estadounidense y compara sus prácticas con las del capo colombiano en los ochenta, Pablo Escobar, por el negocio de las drogas y la distribución de biblias y dinero a gente pobre, escuelas maltrechas y funcionarios públicos locales.

El mismo documento recuerda la “significativa” presencia de los michoacanos en Estados Unidos en el mercado de las metanfetaminas, sustancias especialmente adictivas y nocivas.

La lectura de la Biblia es, para las autoridades mexicanas, un símil entre los michoacanos y gánsteres italianos. La detención en 2006 del jefe de la Cosa Nostra, Bernardo Provenzano, arrojó el hallazgo de ejemplares de la Biblia con anotaciones y claves que, para el FBI, forman parte de un código con que el padrino de Corleone mantendría comunicación con su mafia.

MAÑANA: TERCERA Y ÚLTIMA PARTE