Archive for the ‘Historia de unos días’ Category

Apuntes y lecciones

lunes, junio 14th, 2021

“Muy orgullosa de formar parte del equipo de Ricardo Monreal”, decía ella en esa foto. Pero fue la candidata del PRIANRD, y le ganó a Morena con ayuda de… Fuerza por México, partido de Monreal. Imagen tomada de su cuenta de Twitter.

Las lecciones que deja la elección de 2021 son muchas y los partidos y sus dirigentes deberían entenderlas y actuar con rapidez. Como Manuel Velasco, por ejemplo: ya hizo cuentas y ahora que tiene los votos que buscaba de su alianza con Morena empezará a encarecer el favor del Partido [supuestamente] Verde. Ya dijo que revisará su alianza con el movimiento de Andrés Manuel López Obrador porque, a su buen entender, “la gente” (ese abstracto que nadie ve pero que dicen entender a la perfección) ya no quiere “crispación social ni divisiones”, cualquier cosa que eso signifique.

Velasco está anunciado, pues, que podría brincar a los brazos del partido que le ofrezca más, aunque es sabido que lo tienen bien agarrado. Primero, porque su nueva bancada en la Cámara de Diputados incluye incondicionales de Mario Delgado, es decir, de Marcelo Ebrard; e incondicionales también de Ricardo Monreal. Y segundo, porque dentro del Gobierno hay quien lo conoce muy bien y uno de ellos es Santiago Nieto Castillo, el Fiscal anticorrupción que muy pronto le comió el mandado a Alejandro Gertz Manero (quien lleva dos años en coma y a veces no parece siquiera respirar). No será fácil para Velasco distanciarse de Morena porque lo conocen desde las tripas. Una demostración fue lo que publica Reforma este fin de semana sobre las auditorías que le hizo el SAT, donde se hallan operaciones simuladas con empresas fantasma. Pero la lección es que debe ir preparando su salida de la alianza con Morena porque el chiste del parásito es saber a dónde brincar enseguida.

Si son inteligentes (y dejan de celebrar como borrachos en fiesta ajena), los partidos que atendieron el llamado de Claudio Equis podrían reconocer que juntos no sacan chispas. Esa es una gran lección. Aunque siempre anduvieron juntos es ahora que se encerraron en una misma jaula y pudieron aparearse para descubrir que son una misma especie; que los tres tienen cola y cuernos; que eso de ser de izquierda o de derecha nunca existió en PAN, PRI y PRD. Que son una misma cosa. La lección es que pueden amarse. Les falta aprender a qué sabe el triunfo, porque no les llegó. Pero pueden amarse. Y más adelante, quizás, podrían mostrar de qué le sirven juntos a la sociedad. Es decir, podrían empezar a armarse un pequeño plan de gobierno porque eso no lo vieron necesario en 2021. Sólo se unieron alimentados por un mismo odio (el odio por López Obrador), pero eso no ofrece garantías de que podrán gobernarse entre ellos o gobernar a otros.

Y Morena es, quizás, el que tiene más lecciones que cosechar de 2021. La primera es obvia pero no lo fue: que los candidatos importan. En 2018, Morena se hizo de la Presidencia porque el candidato lo era todo. En 2021, la dirigencia nacional se sacó de la manga a varios que eran impresentables por cumplir cuotas o acomodar cuates. Clara Luz Flores se desmoronó en el camino; en San Luis Potosí Mónica Rangel fue simple relleno y el candidato era Ricardo Gallardo. Y así, los casos se multiplican.

La otra es su juego perverso con los partidos parásitos. Y aquí no sólo es el Partido Verde, sino los otros satélites también. Primero: ¿qué no se sienten suficientes con el logo de Morena? ¿Por qué tienen que competirse a sí mismos con otros logos y otros partidos? Segundo: esos partiduchos le tiraron a Morena espacios por todo México. Y pongo ejemplos de la capital para que se vea el daño que causaron los asociados de Ricardo Monreal pero aclaro que él no fue el único. Hubo traiciones de todos adentro de Morena.

1. Azcapotzalco.
Margarita Saldaña, del PRIANRD, ganó con 85 mil 834 votos o el 42.90 por ciento.
Vidal Llerenas, de Morena y PT, perdió con 74 mil 908 votos o el 37.44 por ciento.
Pero la candidata de Fuerza por México, partido de Monreal, tuvo allí 17 mil votos o un 8.7 por ciento. Es decir, Vidal Llerenas perdió con fuego amigo.

2. Tlalpan.
Alfa Eliana González, del PRIANRD, ganó con 118 mil 626 votos o el 41.29 por ciento.
Gabriela Osorio, de Morena y PT, perdió con 112 mil votos o 39.02 por ciento.
Pero la candidata de Fuerza por México tuvo allí 10 mil 791 votos o un 3.7 por ciento. Es decir, Alfa Eliana perdió con fuego amigo.

3. Cuauhtémoc.
Sandra Cuevas Nieves, del PRIANRD, ganó con 119 mil 202 votos o el 48.06 por ciento.
Dolores Padierna, de Morena y PT, perdió con 94 mil 548 votos o el 38.12 por ciento.
Pero el candidato de Fuerza por México tuvo 2 mil 868 votos; la del PES tuvo 3 mil 877 votos y la del PVEM tuvo 5 mil 114 votos. Entre todos pudieron derrotar a Cuevas pero no: es sabido que ella es más cercana de Ricardo Monreal que Dolores Padierna. Por citar. Y la misma Dolores era una mala candidata. Todo se juntó: adiós Morena en la Cuauhtémoc.

Por último: la mayor lección que deja 2021 a todos es que nadie tiene asegurado el boleto para 2024. El PRIANRD tiene problemas hasta para definir los liderazgos: Felipe Calderón se le atravesará a Ricardo Anaya y viceversa; Alfredo del Mazo a Alejandro Moreno y a Alejandro Murat y así. No hay candidatos “naturales” y nadie puede decir que ya tomó ventaja. Vean a Marcelo Ebrard, que en el juego acaba de pisar una serpiente después de dos años de escaleras.

Morena debe entender dos cosas: que PAN y PRI son muy disciplinados; cuando se trata de jalar, hacen a un lado sus diferencias y empujan en un mismo sentido. Y la otra es que en esto, al que se duerme –diría Sabines–, se lo comen los gusanos.

Es la Ciudad de México, estúpidos (nadie se ofenda que cito un clásico): si descuidan sectores y desatienden tramos de población; si no comunican lo que se está haciendo para TODOS y si alimentan la idea de que su “4T” es para unos sí y otros no; si no reman en un mismo sentido y si no dejan de darse con los remos en la espalda, entonces tendrán votos de castigo y voto dividido y les darán reversa. Lo que pasó en la capital, pues.

Morena debe entender, además, que en 2024 ya no tendrá a Andrés Manuel López Obrador. El padre del movimiento y su gran factor de cohesión tomará su camión al rancho y adiós, allí se ven. Y quiero ver a Morena para entonces. Si no entienden ahorita, olvídense de 2024 desde hoy. El sueño se quedará en una borrasca de seis años. Y ya.

El sueño de los patrones

lunes, mayo 31st, 2021

Si PAN, PRI y PRD pierden en 2021, ¿qué seguirá después del 6 de junio? Foto: Rogelio Morales, Cuartoscuro.

Los recursos utilizados por The Economist causaron, al menos, sorpresa. Pero no por novedosos, sino porque son exactamente los mismos de hace 15 años. Usó el término “Mesías” que acuñó Enrique Krauze para la campaña de 2006; salió a unos días de la elección como aquel Letras Libres y llamó a Washington a intervenir en México como lo ha hecho el historiador. Krauze está en todo su derecho de hacerlo y la publicación británica también; pero a diferencia del primero, la segunda se supone una revista especializada en finanzas y economía. Su artículo, “El falso Mesías de México”, ni era especializado ni era novedad: apenas un texto lleno de lugares comunes, con sabor a noticias viejas. Lo habría evitado cualquier editor profesional del mundo. Quedó en rabieta ideológica: una especie de prédica para agradar a los que creen desde hace años que Andrés Manuel López Obrador es “un peligro para México”.

Nada distinto a lo que argumenta la alianza PAN, PRI y PRD (y aquí me preguntaría si a los editores no les hace cruda estar del lado de esos partidos de pésima reputación): que el Presidente intenta erigirse como dictador. Esa es el alma que conecta a Va por México y a The Economist. La línea argumentativa es de los padres fundadores de la alianza, Claudio Equis González y Gustavo de Hoyos, que tampoco es original: es producto de intelectuales, “activistas” y grupos “de la sociedad civil” que han sido desplazados del poder y que se oponen al actual Gobierno. (La mayoría de ellos –excepto The Economist– fueron beneficiarios de contratos durante sexenios anteriores, lo que hace suponer que los mueve el más vulgar de todos los intereses: el económico). (Por otro lado, que la ensalada ideológica no asuste: es la discada de los albañiles o una pizza hawaiana con mermelada y qué: es todo, con tal de “detener a la dictadura”).

Dos anotaciones me salen de estos eventos. La primera es que las viudas del neoliberalismo en México han terminado su fusión en un grupo grande y ahora sí claramente identificable. La segunda es que han echado toda la carne al asador para retomar el poder, incluso sirviéndose de actores externos, como en este caso es The Economist. La pregunta que sigue es si les resultará, y eso se responderá dentro de una semana. Necesitarán mostrar resultados para dar justificación a su fusión ideológica. Y para eso, requieren mostrar algún tipo de avance; es decir: conservar lo que tienen y sumar algo más.

Lo otro es si PAN, PRI y PRD pierden en 2021. ¿Qué seguirá después del 6 de junio? Porque ya no tendrán de quién echar mano si están quemando todos los recursos disponibles. Una eventual derrota dejará ganadores, claro. No son ellos, los partidos; serán los empresarios que los unieron, entre ellos Claudio Equis y Gustavo de Hoyos. Son quienes les dieron propósito; son los que aportaron el “alma”, la justificación para que no llegaran vacíos a la elección 2021. Los partidos no tenían mucho qué ofrecer hasta que Va por México les dio una causa: frenar a su enemigo común, el que atenta contra sus intereses: López Obrador. Pero haberlos unido no será gratis. Claudio Equis y Gustavo de Hoyos se servirán de la alianza que lograron, gane o pierda.

En los hechos, De Hoyos, Equis y sus representados tienen hoy a sus pies a los más grandes partidos nacidos en el siglo XX. Imagínense: los partidos de derecha, centro, e “izquierda” a los pies de los patrones. Los partidos felices, los patrones más: se consolida parte de su sueño. La versión patronal de “democracia” va en caballo de hacienda: tienen las empresas, tienen los partidos que fueron mayoritarios, tienen a la prensa casi completa, tienen los grupos de pensamiento (o think tanks), tienen a los llamados “intelectuales” y tienen dinero, que une todo lo anterior. Y tienen ganas. Ahora sólo les falta tomar control de otras tres variables para “evitar una dictadura”, como dicen: recuperar el Gobierno, tener a la gente y tener la razón. Falta que los votantes les entreguen los gobiernos, pues. Lo de tener la razón, bueno, esas son exquisiteces prescindibles.

En 2018, 2019 y 2020, esos partidos se veían como perros sueltos en la carretera: no sabían si correr o quedarse parados. Ahora tienen una cierta “congruencia”. Les faltaba un hilo y lo tenían los patrones, a los que han servido siempre y a los que ahora, públicamente, se han subordinado. Pero los patrones no dan pisada sin guarache, que por eso son quienes son: esos tres partidos apostaron su futuro a ellos y si avanzan, deberán pagar los favores.

Si gana Va por México, pues, el péndulo político se moverá violentamente hacia la derecha porque ahora sí, para alegría de The Economist, este país caminaría hacia un Gobierno totalmente al servicio de los que tienen el dinero.

Pero antes que cualquier cosa, PRI, PAN y PRD necesitan ganar. Sus patrocinadores no se responsabilizarán de ellos en el fracaso. Les urge ganar, y ganar no tiene interpretaciones: es conservar lo que tienen y sumarse algo más, por más leve que sea, para presumir que contuvieron a Morena. Ganar es no perder gubernaturas y retomar la mayoría en la Cámara de Diputados. Eso es ganar. Porque el verdadero sueño de los patrones no es unirlos; no es, tampoco, tener a esos partidos a sus pies: eso ya sucedió por décadas. El verdadero sueño de los patrones es tenerlo todo para evitar, como dicen, “una dictadura”: tener los medios de producción, los partidos, a la prensa, a los “intelectuales”, los grupos de pensamiento, las universidades, la educación, los órganos independientes, los contratos y las concesiones y los negocios del Estado; y gran parte de eso lo tienen. Les falta ahora tener el Gobierno y la gente. Y luego construir una justificación –The Economist parece dispuesto a dárselas– para decir que tienen, además, la razón.

Con eso en sus manos (y sólo entonces), los patrones podrán declarar una victoria “sobre la dictadura”. Gran parte de México es suyo, como digo; pero no tienen el Gobierno federal y tampoco tienen, dado el resultado de 2018, el favor de las mayorías. Eso está en manos de la terrible “dictadura”. Necesitan recuperarlo. Cueste lo que cueste. Recurriendo a todas las argucias que se necesiten; recurriendo a partidos podridos por dentro, ligados al saqueo y a todos males que prometen ahora combatir. Recurriendo, incluso, a The Economist.

Lástima que The Economist se quedó corto en el llamado. Su texto era un refrito de otro de hace 15 años. Se vio mal y les quedó mal. Quedó en rabieta ideológica. Lo habría evitado cualquier editor en el mundo. Fue más fácil hacerle caso a Krauze que hacer su trabajo. Ni modo. Hay más oportunidades por delante: unos días antes de la elección de 2024, como es la tradición, pueden volver a asomar la cabeza para tratar de influir en las elecciones de este país al que sienten intelectualmente débil. Porque eso es lo que decía el texto: que estaban entretenidos viendo a otra parte y que se les había escapado ver hacia México. Pues sí, no pueden estar en todo. No se puede intentar gobernar al mundo con dos manos, por más experiencia que se tenga en administrar colonias.

De parásitos

lunes, mayo 24th, 2021

El Partido Verde es una fuerza mediocre y tramposa que se aprovecha de la buena voluntad de los electores. Foto: Victoria Valtierra, Cuartoscuro.

Uno de los problemas más grandes de los mexicanos con sus partidos y sus políticos es la decepción. No hay manera de que no desilusionen. En menor o mayor grado, todos son generosos con las propuestas pero en cuanto llegan al poder hacen a un lado sus compromisos, cierran las puertas de sus oficinas y los volvemos a ver hasta que es hora de prometer otra vez y pedir el voto. Y entonces sí: besos a los niños, foto con la viejita, gestos de ternura con la ama de casa y un futbolito con los adolescentes del barrio.

Las promesas son el producto más eficiente de políticos y partidos. No las cumplen pero, ah, cómo son rendidoras. Mantienen las promesas sin cumplir durante décadas y de esa manera garantizan que tendrán qué ofrecer en la siguiente elección. El descarado señor Calderón ofreció seguridad, por ejemplo; decenas de miles de muertos después vuelve a ofrecer lo mismo sin rubor alguno. Y no sólo es él y no sólo a ése nivel. Decenas de miles de desvergonzados regresan a las colonias sin haber cumplido y con las mismas promesas de la elección anterior.

La mentira es una patología que los ciudadanos declaramos incurable en el subconsciente. Sin embargo, aunque sabemos que mentirán volvemos a caer. Y si la decepción es un problema de partidos y políticos, otro es que no existe manera de hacerlos cumplir. Y me lamento por los que pensaron que Va por México, la coalición electoral del PAN, PRI y PRD, puede hacer la diferencia. Separados, cada uno de esos partidos es mentiroso y decepcionante. Y cuando el ciudadano vote por esa alianza apostará por esos mismos mentirosos con un vestido distinto. Además, votará por un ente fantasma que sólo se reunió para fines electorales y no ofrece una sola garantía de que se hará responsable de sus candidatos cuando sean electos. Entonces se habrá votado por una fórmula políticamente perfecta para engañar: un ente constituido para ofrecer pero no para cumplir. Cuando se acabe la elección ocuparán sus cargos individuos con siglas de partidos que son maestros del engaño y nada más.

Pero no es sólo la alianza. Morena misma no ha cumplido con sus ofrecimientos de la campaña de 2018, y ahora además carga con décadas de mentiras de ese partido engaña bobos que se dice “verde” y que no lo es. Por alguna razón todavía incomprensible Mario Delgado decidió darle legitimidad a esa ensalada de engañadores y deje usted la legitimidad: darle votos que eran de Morena. Todas las encuestas dicen que el movimiento del Presidente decrecerá en la Cámara de Diputados pero el Partido Verde “está a dos semanas de conseguir el que probablemente sea el mejor resultado electoral de su historia”, de acuerdo con la última encuesta de SIMO Consulting para el diario español El País.

El “verde” tendrá 53 escaños de acuerdo con El País, es decir, casi cinco veces más que los 11 que tiene actualmente. El cálculo de Oraculus es casi el mismo: le da entre 41 y 55 escaños. Lamento decir que el parásito se acomodará sobre un muslo rico en carne y ahora, gracias al error de Delgado, Morena y el propio Presidente necesitarán de sus votos para cumplirle a los ciudadanos en la segunda mitad del sexenio, que es clave. Pero qué necesidad, diría Juan Gabriel. No entiendo por qué.

La pésima reputación del “verde” tiene que ver en parte con las promesas que hace sin preocuparse por cómo las cumplirá. Pero también está ligada directamente con la podredumbre. Para no ir más lejos: es coautor, junto con Enrique Peña Nieto, de las llamadas “reformas estructurales” y ayudó a llevar al poder a Vicente Fox Quedada, otro bueno para prometer pero no para cumplir. El “verde” responde a Manuel Velasco, exgobernador de Chiapas señalado de corrupto y corruptor por Santiago Nieto Castillo desde antes de que asumiera la Unidad de Inteligencia Financiera. Por abrazar la pena de muerte, la alianza de partidos verdes europeos expulsó a esa cosa podrida que es, además, la cuna de uno de los individuos más sucios de la política mexicana: el llamado “Niño” Verde, quien ahora es un señor y debería responder por todo lo que hizo durante su fingida infancia.

Un movimiento que se ha vendido como “moralizador” y cuya principal oferta es ir contra la corrupción no debería abrazar a un parásito disfrazado de partido y mucho menos darle sangre para que se siga alimentando. La decisión de Mario Delgado camina en la misma lógica de Va por México: no importa que las promesas se queden con cumplir: lo importante es ganar votos. Nada más que aquí ni siquiera se ganaron votos. Si las encuestas están en lo cierto, el partido del Presidente perderá votos. Y todo para regalárselos a la cosa verde, que no es partido y tampoco es verde.

El “verde” es lo mismo que la alianza: parásitos con disfraz de partidos políticos. El PVEM es una fuerza mediocre y tramposa que se aprovecha de la buena voluntad de los electores. Hágase un favor: no vote por parásitos. Yo sé que estará difícil escoger con tantos en la boleta, así que mucha suerte.

Los colchones de la corte

lunes, mayo 17th, 2021

Ingenioso, el hidalgo. Grabado

El viernes pasado, a las 9:16 horas, amarré la bicicleta a un poste junto a un grupo de jóvenes que suministraba sillas de ruedas a quienes las necesitaran y me encaminé, seguido de dos chicas embarazadas, a formarme para recibir la primera dosis de la vacuna. Tenía la intención de escribir crónica: la espera, los diálogos a mi lado, la ansiedad de algunos, el enojo de otros y la desesperación. No pude ni sacar la libreta. A las 9:19 horas estaba frente a un funcionario que me pidió papeles y me llenó la forma de volada, y a las 9:21 caminaba hacia las carpas donde estaban los equipos de enfermería esperándonos.

Una auxiliar de más de 60 años nos mostró el vial de Pfizer y nos contó cómo se suministraría. Luego nos enseñó las jeringas y nos dijo en dónde las tiraría después de usarlas. Nos hizo ver las etiquetas, nos pidió no beber alcohol o fumar en los siguientes días y nos habló de los posibles efectos secundarios.

Y a las 9:28 de la mañana del viernes 14 de mayo de 2021, doce minutos después de hacer una cola que no era cola, una enfermera con manos de seda me acomodó el brazo y me dijo: “ya”. No sentí la aguja. Estaba vacunado.

Las personas (una mujer embarazada, dos adultas y un hombre más) que estaban conmigo y que compartimos el mismo vial apenas comentamos algo. Pero vi en sus ojos alegría. Quería tomarme una foto con la enfermera para recordarla siempre y me pareció imprudente porque había otro grupo a lo lejos ya listo, esperando. Hicimos fila, ahora de pie, y caminamos hacia afuera de ese primer patio de la escuela primaria. Cruzamos miradas y salimos adonde un grupo de jóvenes nos organizó para unos pasos de baile. Esperamos estirando las piernas un posible efecto secundario. Y a poco antes de que dieran las 10 de la mañana tomaba mi bicicleta de regreso a casa.

A diferencia de otros días, cuando salía también en bicicleta a buscar algo de la alacena, me dieron ganas de tomar café en una esquina, comer pan, platicar con alguien. He huido de cualquier conversación casual durante un año; he huido de los lugares públicos y, debo confesar, he visto en todos cara de coronavirus. Me acomodé el cubrebocas y me atreví a pararme en una panadería. Había jóvenes conversando y dos adultos mayores, relajados, comiéndose una empanada de higo. Acomodé mi compra en la alforja de la bicicleta y ahora sí me encaminé a casa, respirando por el filtro N95 y pensando en el año que ha pasado. Un año en el que los privilegiados vivimos encerrados y los que no tuvieron de otra salieron a la calle a ganarse el pan, la sopa y los tacos.

La cabeza es una madeja con muchas puntas de hebra. Jalé una. Me pregunté cómo impactará la vacunación en las elecciones de 2021 y me dije que sí, definitivamente sí, muchos irán a votar influenciados por la experiencia de la vacunación. Decir que no es mentir. Se acomodó a tiempos electorales, aquí y en cualquier parte del mundo donde haya elecciones. La alianza opositora habría querido que fuera un desastre pero no lo es, al menos en mi experiencia; faltan dosis pero andamos en niveles de vacunación de Brasil, India, Rusia y el promedio de Sudamérica; estamos encima de Japón y de Paquistán, dos ejemplos que nos ponía Julio Frenk a Álvaro y a mí en una entrevista. La vacunación afectará en el proceso que viene, claro. Así como afectará el desastre de la Línea 12, la inseguridad o el innegable hecho de que la batalla contra la corrupción, para ser el eje de este Gobierno, se ha quedado en demasiadas palabras.

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Dos datos importantes: Morena tiene 43 por ciento de las preferencias a la Cámara de Diputados y el 60 por ciento de los mexicanos aprueba el trabajo de Andrés Manuel López Obrador, de acuerdo con el promedio de encuestas que publica el compañero Efrén Flores, de la Unidad de Datos, en el PULSO de SinEmbargo. Estos resultados son muy parecidos a los ponderados que sacan El País y Oraculus. Requiere mucha atención analizar el efecto que tiene sobre el partido en el Gobierno las campañas contra el Presidente, donde se le achaca atentar contra la libertad de expresión, ser un dictador, un violador de los derechos humanos y un irresponsable. ¿Por qué mantienen Morena y AMLO esos niveles de aceptación? ¿Les pegan las campañas de desprestigio que están en todos los diarios, en todas las redes, en todos los noticieros y en todas las paredes? Mi conclusión es que sí deben pegarles. Pero obviamente no tanto como echarlos a patadas de Palacio.

Otra manera de explicarlo es a través de sus opositores. Veamos: Claudio Equis y Gustavo de Hoyos alegan que vivimos una dictadura y se dirigen a los trabajadores: les piden votar por Va por México, es decir, por los grandes patrones que no pagan impuestos. Felipe Calderón defiende los derechos humanos y es crítico de la violencia. Movimiento Ciudadano denuncia la inseguridad y pide voltear a ver a Cajeme, donde les mataron a un candidato, y no al Jalisco de Enrique Alfaro. Y el colmo: PAN, PRI y PRD hablan de corrupción, deuda, bajar impuestos y de crisis económica. ¿Les queda lengua con tantas mordidas? Es como escuchar a Javier Lozano o a Pedro Ferriz de Con defender la libertad de expresión. Ay, ay, ay, muelen los dedos hasta de escribir ésto último. ¿Cuántas veces marcharon Enrique Krauze y Héctor Aguilar Camín por el asesinato de Javier Valdez? ¿Marcharon?, porque no los vi.

¿Pues qué piensan que hemos vivido en coma todos estos años?

Ahora sí, explíquese los niveles de AMLO y de Morena en los promedios de encuestas.

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No es la vacuna –estarán de acuerdo los que ya traemos una o dos dosis–: es el deseo que tenemos de retomar nuestras vidas. Y el caldito transparente que te ponen en el músculo tiene un efecto mágico: te sientes más cerca de la libertad. Llevo un año encerrado y este fin de semana, con todas las precauciones, salí a comprar plantas y una maceta. Me sentí más libre. Nos sentimos más libres. Ya iré al Centenario por unos tequilas; al XelHa por un queso asado o al Covadonga por unas croquetas de atún. Me siento cada vez más cerca de unos tacos de cabeza y unas quesadillas de flor de calabaza en plena banqueta.

Y es curioso que una vacuna y no Claudio Equis o De Hoyos hagan a millones sentirse más cerca de la libertad. Deberían preguntarse por qué. Será que cuando la gente sale de sus casas no ve las tanquetas de Colombia o de Brasil; o porque nunca tuvieron poder y tampoco se los quitaron en últimas fechas, como a ellos. Será que generaciones de mexicanos han vivido este país en la peor de las prisiones: la de la pobreza. Será que cuando hablan de una dictadura la gente puede preguntar que alguien le explique hacia dónde voltear. Porque para dictadores, los patrones de este país, que aliados de políticos tuvieron de rehén el salario por décadas; para condiciones de esclavitud, las de miles de empresas que lloran por los impuestos. Y no digo que todos los empresarios son el diablo; sería yo un idiota: digo que algunos, sobre todo los de mero arriba, los que extrañan el poder: allí, donde los Equis y los De Hoyos cohabitan.

Será que no todos dormíamos en los colchones de la corte y no todos nos sentimos echados a la calle. Será que no todos vivíamos de contratos multimillonarios y ahora debemos limpiarnos el sudor (con miles de millones que ya sumamos). Será, simple como suena, que su vida no es la de todos los demás. Y entonces una simple vacuna nos alegra.

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Y dejo un regalo de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, del Capítulo 58. Por si alguien lo había olvidado:

“La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad así como por la honra se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres. Digo esto, Sancho, porque bien has visto el regalo, la abundancia que en este castillo que dejamos hemos tenido; pues en mitad de aquellos banquetes sazonados y de aquellas bebidas de nieve me parecía a mí que estaba metido entre las estrechezas de la hambre, porque no lo gozaba con la libertad que lo gozara si fueran míos, que las obligaciones de las recompensas de los beneficios y mercedes recebidas son ataduras que no dejan campear al ánimo libre. ¡Venturoso aquel a quien el cielo dio un pedazo de pan sin que le quede obligación de agradecerlo a otro que al mismo cielo!”

Engranes y dientes

lunes, mayo 10th, 2021

Carlos Salinas. Foto: Cuartoscuro

En México suele tomarse como “historia” las versiones sobre ciertos acontecimientos acomodados de tal forma que justifican un hilo coherente, de preferencia cronológico, que parece suficiente para entenderlo todo. Los que la escriben, como es lógico, se empeñan en que perdure y se apoyan en documentales, libros y noticieros. Y para hacer esos documentales, libros y noticieros que sostienen esas versiones que llaman “historia” se obtienen recursos básicamente de dos fuentes: de los gobiernos en curso y de empresarios que, como puede suponerse, salen bien librados en el hilo.

Esas versiones de “historia” se sostienen durante décadas cuando son bien colocadas por mayorías de sectores influyentes. Pongo un ejemplo: hoy se afirma que México es “una dictadura”. Lo suscribe una mayoría de medios y opinadores; grupos de la “sociedad civil” construidos por gente que se sirvió de administraciones pasadas y por los llamados “intelectuales”. Yo no creo esa versión de la historia porque lo que vi y aprendí es otra cosa, pero no discuto lo mío. Esa mayoría de un sector influyente (la llamaremos “élite”) construye una narrativa coherente, es cronológica y parece suficiente para entenderlo todo, y se sostiene porque se apoya en otros intereses relacionados que son, además, sus beneficiarios.

Algunos suelen acomodarse intelectualmente con esas mayorías de los sectores estratégicos porque es, digamos, más cómodo. Es lo “políticamente correcto” en el momento. Esa mayoría es un engrane muy poderoso y si quieres encajar, más vale que te acomodes y ruedes a la dirección que gira porque de otra forma pierdes los dientes. Otro ejemplo: esa mayoría que habla de una “dictadura” en la actualidad es la misma que abrazaba y promovía el Pacto por México. Y el discurso era tan convincente que la prensa extranjera acomodó su engrane en la misma dirección: “Mover a México”, titularía Time, con una foto soberbia de Enrique Peña Nieto en la portada. En particular a Peña Nieto le duró poco el gusto porque pronto le aparecieron dos engranes suficientemente fuertes y en dirección contraria para frenar la maquinaria: primero la noche de Iguala, luego la “casa blanca”. Intelectuales, los grandes medios y grupos de la “sociedad civil” se fueron zafando del engranaje peñista hasta que perdió los dientes ante una narrativa más fuerte y la caída se aceleró.

Es cierto que esas versiones de “historia” duran más tiempo cuando se acompañan de engranajes poderosos. El salinismo permite ejemplificarlo. Los “intelectuales”, los empresarios, la clase política casi completa, los grandes medios y esa “sociedad civil” se fundieron en aquellos años en un engranaje bien aceitado por el dinero. Entonces, aunque vino la debacle y luego Ernesto Zedillo, ese engranaje siguió moviendo todo y hasta nuestros días. Zedillo era consciente de su rol en el engranaje y consciente de sus limitaciones: apenas le movió. Terminó, se fue y ya; permitió que el engranaje salinista funcionara intacto.

Más adelante, la élite en control de la maquinaria acomodó a su manera a Vicente Fox, a Felipe Calderon y a Peña y siguió, hasta hoy: cuando López Obrador se sienta con los hombres más ricos verá el rostro de Carlos Salinas de Gortari, y tiene razón: todos deben su riqueza al engranaje que se construyó entonces y que pagó esa narrativa coherente, cronológica y en apariencia suficiente para entenderlo todo; esas versiones de “historia” que se mantienen con sus puntos y comas hasta hoy. Es la “historia” que escriben los vencedores y que muy pocas veces parece interrumpirse con otros discursos disidentes que vienen, casi siempre, de los vencidos.

Cuando leo que “intelectuales”, ciertos empresarios, una parte de la clase política, medios influyentes y esa “sociedad civil” hablan de “dictadura”, lo comprendo. No pueden decir otra cosa cuando se desmorona ante sus ojos la maquinaria que les permitió disponer a su antojo del discurso y construir una “historia” donde, claro, salen bien librados.

La pregunta que me hago es si el actual Gobierno podrá desarticular una maquinaria construida durante décadas con paciencia, con mucho dinero, verdades a medias y mentiras. Me queda claro que los poderes de facto siguen operando y aunque ahora no tienen el poder central, han puesto todo su empeño, que no es menor, en retomarlo. Me pregunto qué historia se contará dentro de un mes, cuando pasen las elecciones. Si esa élite podrá mantener el control de la narrativa o si en algún momento podrá reescribirse todo eso que se toma como “historia” y que es, para esa élite, una historia de triunfo. Y que es, para el resto, una larga y oscura noche que se niega a terminar.

Esas versiones de su “historia”, sostenida por décadas, se ha debilitado en estos tres años. Pero la estructura detrás está allí, sólida. Y patalea. Está lista para dar el zarpazo. La verdadera historia de estas décadas marcadas fundamentalmente por un puñado de individuos no se ha contado como debe o apenas se ha contado. Ya veremos si podrá imponerse una nueva narrativa o si nos mantenemos en la que ya estaba.

Gritos en la mesa

lunes, mayo 3rd, 2021

Chloe, entre aterrada y confundida. Meme de uso común

Aunque considero a Twitter vomitivo, a veces opino allí. Muy, muy de vez en cuando; casi casi en las ocasiones en las que, de plano, no me aguanto. Es complicado porque una cuenta anónima puede tener el mismo peso (y casi siempre más) de alguien que da su nombre, pone su rostro y desayuna, come y cena con sus errores y sus aciertos. Pero no sólo por los anónimos, sino porque esa red ha rebajado el nivel de todos. “Idiota” o “pendejo” son pétalos entre los insultos. Alguien que apenas puede escribir bien su propio nombre (aún cuando existen decenas de buenos diccionarios en línea) puede elaborar el peor de todos los insultos sin que le falte una coma. Y si la materia con la que trabajas es la política y los asuntos públicos, peor: junto con los frijoles y las tortillas aparece el escupitajo como artículo de primera necesidad. La basura es pan de cada día y se saca del horno como si fuera pastel de bodas.

Muchas veces en una semana pienso en dejar Twitter. Conozco a muchos que lo han hecho. Complicado para mí, que me dedico a comunicar. Pero sí lo pienso. El sábado me pareció que debía expresar mi desacuerdo con el método de Morena para elegir a Evelyn Salgado, hija de Félix, como candidata al Gobierno de Guerrero. La encuesta me pareció una farsa. Me cayeron a palos, me compararon con cualquiera de los peores opositores de Morena. A bloquear, a bloquear. Poco antes me habían atacado acusándome de exactamente lo contrario. A bloquear y a bloquear. No se le da gusto a nadie y no se da abasto. Muchas veces en una semana pienso dejar de opinar en Twitter y atenerme a lo que digo por escrito en mis textos de cada semana o en el espacio de Los Periodistas en YouTube. Otros dicen que nadie en su sano juicio debería tomarse en serio lo que se opina en esa red; entonces, me confirmo, ¿para qué estar allí?

El problema no es estar o no estar –reflexiono a finales de una semana cualquiera–. El problema tampoco es el quién se hace cargo de lo que opina y el quién no. El problema es el mismo de cualquier convivencia: las reglas. Uno puede estar sentado en un restaurante junto a una pareja que discute y discretamente hacerse a un lado; o uno puede estar junto a tres borrachos que gritan improperios y aguantarse, irse o llamar al jefe de meseros. La cosa es que ya llegaste allí, al restaurante, y no quieres aguantarte. La disyuntiva es irte o llamar al jefe de meseros. En éste ejemplo existe un jefe de meseros. En las redes no. Sin reglas, el restaurante entero escala el tono de lo que se grita. Se va elevando, elevando, elevando, hasta que tu mesa es una cuenta y el restaurante es Twitter.

Esto no se queda allí. Hay un segundo momento: cuando el tono de Twitter se lleva a la conversación diaria. Sales del restaurante, pues, y llevas el griterío a tu casa, a tu hábitat. Y normalizas el tono, lo aceptas, lo haces tuyo. Y entonces todo tiene que ser como en Twitter: junto al plato de frijoles y entre las tortillas aparecen escupitajos. Ya no se sabe quién los sirvió o de quién para quién. En poco tiempo ni siquiera eso importa: todos sirven escupitajos y una mañana para algunos serás Félix Salgado Macedonio y para los otros, Javier Lozano. Aunque solo estés parado bajo el dintel de la puerta de la cocina.

Unos califican como “pasión” a esa forma de “entenderse”. Yo no. “Pasión” me parece demasiada palabra para ligarla con ése tipo de “entendimiento”. Creo que es un nuevo nivel al que nos hemos subido todos, como en el restaurante: no sabes por qué estás gritando pero estás gritando. Y haces una pausa y te das cuenta que no es por imitación, sino por supervivencia: mis palabras no se escuchan ya, tengo que gritarlas. Todos tenemos que gritarlas. Y ya no hay forma de entenderse porque los gritos no son argumentos; es nuestro yo más primitivo imponiéndose a la razón. Allí pasamos al tercer momento: ahora gana el que grita más; es decir, el que es más ofensivo en la red; es decir, el que es más primitivo. Y esto último es lo que impera hoy en las redes sociales. Y esto último parece ser el nuevo virus de las redes entre mexicanos.

Es la intolerancia, lenguaje de nuestra conversación. Hurgamos en las redes como el que hurga en la basura: queremos encontrar algo para restregárselo al otro. Y el que restriega basura se queda con una parte en la mano. Si la pareja de al lado discute en voz baja le tiramos las copas para que se agarren de los cabellos. Nos hemos vuelto adictos a las palabras fuertes y los gritos se volvieron el nivel necesario. Me apetece disentir, siempre, e incluso darme cuenta que estoy del lado equivocado. No importa. Lo que no me apetece es ser parte del griterío porque lo que sigue es prender todo en llamas.

Todo en llamas. Los mexicanos deberíamos dar un paso atrás y razonar qué hemos hecho con las posibilidades de las palabras antes de que todo estalle en llamas. Son todos, somos todos aportando al griterío. Pero el fuego no respeta y nadie gana, y pronto estaremos en llamas. La basura no puede ser el pan de cada día ni sabe a pastel de bodas. Empecemos por guardarnos respeto. Vamos a disentir lo necesario; a decir las cosas por su nombre. Vamos a señalarlo con el dedo, sí, y a guardarnos la daga. Vamos a decirlo con fuerza y bien alto antes de gritarlo con rabia. Puedo salirme de Twitter y ustedes también, pero, ¿de eso se trata? No pido una cena con Cenicienta en medio, pero al menos quisiera no tener que desayunar, comer y cenar resbalándome entre las babas.

No hay algo más

lunes, abril 19th, 2021

El objetivo es un anti objetivo. Logo de Va por México

Los partidos grandes van a las elecciones con muchas cartas. En algunas están representadas las acciones de cuando son Gobierno y sus compromisos con el destino de una comunidad; y en otras están los rostros de los individuos que solicitarán el favor de los votantes y que, al final, serán los que cumplan. Casi siempre es una combinación de ambas cartas: individuos y acciones. Pero el ingrediente que las une, el alma, es la ideología; lo que los compromete con ideas o promesas de progreso.

Los partidos rémora, en cambio, pocas veces se ven forzados a cumplir. Como el Verde Ecologista. Siempre son lo suficientemente chicos como para no garantizar un cambio pero lo suficientemente grandes como para sobrevivir. El PVEM no es verde ni ecologista, ¿y qué? En cada elección se mimetiza con su nodriza y es la nodriza la que queda bien o (casi siempre) mal. Como el PRI de Enrique Peña Nieto, al que apoyaron: que se hunda no es problema “verde”: para cuando venga un reclamo ya cambió a otro partido grande –en 2021 a Morena, por ejemplo–, y el fraude puede seguirse al infinito. Por eso cuando hizo una promesa demasiado fuerte como para ser ignorada hubo reclamos; prometió “pena de muerte a los secuestradores” y ganó votos. No logró nada pero sí le llegó el reclamo. La regla de las rémoras es tener un perfil bajo; es la manera de perpetuarse, mutando, sin ideología propia y sin promesas demasiado llamativas. Es sólo pegarse al que va a arriba, y listo.

El problema de la coalición Va por México es que son tres rémoras tratando de servirse unas de los otras. Tres sanguijuelas chupándose sangre a sí mismas. El Partido Acción Nacional (PAN), el Revolucionario Institucional (PRI) y el de la Revolución Democrática (PRD) no son distintos del Verde. No tienen cartas: ni ideología, ni compromisos, ni individuos que pongan rostro a compromisos e ideologías. Son simplemente rémoras unidas no por el deseo de servir, sino todo lo contrario: su única oferta, la única carta-compromiso que le extienden a la ciudadanía, es que detendrán lo que está en marcha desde 2018. Sólo eso.

Despojados de ideología y unidos por el pragmatismo de las rémoras, no pueden ofrecer más. ¿Dar poder al pueblo? No: quienes los unieron en coalición fueron los patrones. ¿Democracia, derechos civiles? No: ni al PRI ni al PAN les interesa la democracia o los derechos civiles, y lo demostraron desde el siglo XX y en todo lo que va de este siglo. ¿Acabar con la desigualdad y la miseria? No: sus jefes, es decir, los patrones, son los beneficiarios de la primera y los causantes de la segunda. Entonces son como quienes se organizan para robarse los sartenes de la cocina aunque dejen (¿qué importa?) al cocinero sin herramientas y en el proceso se derrame lo que queda de la sopa.

Esta coalición, sin embargo, es inédita. Son muchas manos, mucha fuerza, muchos recursos para ir por una sola presa. Qué importan las cartas; qué importa echar mano de quien sea. El objetivo es un anti objetivo: detener lo que se ha puesto en marcha. Pero su aparente fuerza estructural (es decir: unir a todos contra uno: el Presidente Andrés Manuel López Obrador) puede significar su condena.

Las elecciones de 2021, como ya he escrito antes, son la gran prueba del lopezobradorismo. Pero también es la más grande prueba de una élite que tuvo todo el poder y que se ha visto obligada a irlo soltando desde 2018. Nunca antes dos grandes proyectos se habían enfrentado de esta manera. Nunca antes el futuro se había depositado en una sola fecha. Y un buen signo de que hay dos grandes bandos definidos es que Movimiento Ciudadano se quedó sin escoger y quedará reducido, según casi todas encuestas, en menos que un partido rémora.

La derrota del lopezobradorismo significará ralentizar los cambios que se tenían pensados para seis años. No se detiene el cambio ofrecido, pero sí será más complicado. En cambio, la derrota de las tres rémoras en 2021 podría ser la peor de una coalición política en toda la historia. Y ya no tendrán forma de echar mano de algo más. No hay “algo más”. Son todas las fichas que se pueden juntar. Por eso una derrota puede significar su condena. La condena de una fuerza que no era fuerza: eran tres tristes rémoras sin ideología ni destino común, unidas no por el alma, sino por el más vulgar de los deseos: el deseo de poder y dinero.

Cada quien

lunes, abril 12th, 2021
HUGO-LÓPEZ-GATELL

No es personal. Foto: Cuartoscuro

Todos hemos pasado por distintas etapas con respecto a Hugo López-Gatell. Me refiero a la gente de buena voluntad y no a los que tienen un juicio condenatorio a priori, que decidieron que todo lo que haga este Gobierno está podrido de origen. De mis primeros juicios sobre él al frente de la estrategia federal contra la COVID conservo intacto uno: es bueno para comunicar. También conservo intacto otro criterio –que se vincula directamente al anterior–: no debo comprarme al cien por ciento todo lo que comunica.

Cualquiera que me atendiera en los primeros meses de la pandemia sabe que desde entonces dejé de citar, como fuente para comparar a México con respecto al mundo, las cifras consolidadas en el mapa de la Universidad Johns Hopkins. Nuestro país decidió no hacer pruebas masivas y seguir con el Modelo Centinela, una especie de “encuesta”, según el doctor López-Gatell. Dejé de comparar los datos mexicanos con los demás porque simplemente no eran equiparables. Lamento decir que soy de los que piensan que las muertes y los contagios son más altos a los reportados (y aquí, INEGI me daría la razón después). Veremos en el futuro si mi criterio fue certero o no. Pero yo no soy ni fui ni seré funcionario ni estoy en contra de la 4T solo porque es una moda entre algunos comunicadores; entonces lo que yo piense, por fortuna, no tendrá efecto alguno. Las cifras hablarán. Y listo.

Me pareció irresponsable que el Subsecretario saliera a la calle sin cubrebocas cuando seguía dando positivo, y lo dije. También su negación a usarlo en público y su pérdida de tiempo para justificarlo. Y lo dije. Por fortuna no es la única fuente que sigo y no me provoca odio ni rencor ni estoy obsesionado con desmentirlo; abro otros datos, veo otras cifras y ya. Listo. No es personal. Él que se siga como quiera, y que responda por su futuro y ya.

Cito esto porque ahora hay una crítica centrada en la vacunación. Claro, dicen, y el retraso es culpa de López-Gatell. Ayer la Johns Hopkins decía que llevamos un 7.16 por ciento de la población vacunada. ¿Y eso es mucho o es poco? Bueno, si consideramos que Brasil se toma como país acelerado en el proceso y lleva 9.65 por ciento, no vamos tan mal; si revisamos que India tiene la mayor fábrica de vacunas del planeta y tiene 6.44 por ciento de su gente inmunizada y que Rusia, que inventa y produce vacunas, va en un 5.88 por ciento, pues no estamos en la lona, como se grita.

¿Sirve compararse con Europa? Bueno, pues tiene fábricas y desarrollos propios y todo el dinero del mundo, y lleva apenas 14 por ciento de la población vacunada. Claro que siempre podremos compararnos con Estados Unidos (35 por ciento), Israel (61 por ciento) y Chile (38 por ciento), que son las estrellas globales. ¿Y por qué no con Japón, que lleva 0.91 por ciento vacunado, o con Australia, con un 0.62 por ciento? ¿Sirve compararnos con Asia? Bueno, fue epicentro de la actual pandemia y lleva 2.97 por ciento de vacunados. ¿Con quién carajo nos comparamos, entonces? Quizás lo más honesto sea compararnos con nosotros mismos. Analizarnos a nosotros mismos. Y para eso debemos buscar fuentes que no comprometan el análisis. Y para eso se necesita, sobre todo, algo de honestidad.

La mayoría de las críticas al proceso de vacunación viene de exfuncionarios de los gobiernos de Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, caterva de irresponsables que dejaron al país con un sistema de salud hecho trizas. La mayoría de los críticos tuvieron la oportunidad de convertirnos en una potencia en vacunas –con Calderón fuimos epicentro de una pandemia– y no lo hicieron. La mayor parte de las críticas viene de los que deberían estar en el foco de la prensa (como se tiene a López-Gatell) por irresponsables. Pero en vez de eso, ellos son la principal fuente de una gran parte de los medios cuando se trata de criticar al Gobierno de Andrés Manuel López Obrador. Se les cita como si no hubiera pasado o no existiera la memoria. Se les cita como si moralmente estuvieran a salvo. Y no lo están.

México llegó a la segunda pandemia del nuevo siglo con hospitales cascarón; y a pesar de eso se logró una reconversión histórica (fuente: Organización Panamericana de la Salud) de instalaciones generales a instalaciones COVID. México llegó a la segunda pandemia sin médicos y enfermeras porque simplemente se puso la salud a disposición de la voracidad de los privados y aquí no me caben las fuentes citables. México quedó atrapado entre el egoísmo de Occidente y su propia incapacidad para generar de cero las propias porque así dejaron el país los gobiernos pasados, sobre todo el de Calderón y Peña, que venían –y lo subrayo– de ser epicentro de una pandemia.

Y no me extiendo más en el punto. ¿Me gustaría que fuera más rápido la vacunación? Sí. Sobre todo yo, que tengo 53 años y soy de los que siguen y me atrapa la ansiedad. Pero también creo que hay varios miles más de vacunados que no se han contabilizado: los que, en su derecho, están acudiendo a Estados Unidos, como los fronterizos o los trabajadores transfronterizos o los que toman una avión para aprovechar que los viajeros ahora reciben dosis legales allá. ¿Vamos lentos en la vacunación? Sí, si estás en la cola y esperaste cinco horas; sí, si estás en grupos vulnerables. Sí, si te comparas con Estados Unidos y con Israel. Pero hasta en eso influye la percepción personal. Palestina lleva más vacunados que Sudáfrica y menos que Perú. ¿Y eso qué?

Todos hemos pasado por distintas etapas con respecto a López-Gatell. Yo lo he criticado cada vez que me viene en gana porque mi oficio así lo demanda. Me hubiera gustado que impulsara más las pruebas, el uso de mascarillas; me hubieran gustado que entendiera que él era el ejemplo. Me hubieran gustado muchas cosas. Pero no pongo en ése hombre la responsabilidad de lo que somos; desde el hecho de que atascamos las escuelas de donas Bimbo hasta la propia geografía de un país que no está totalmente comunicado por carreteras porque, pues sí, el dinero se lo dimos a los ladrones como OHL, Grupo Higa y otros favoritos del pasado.

Nos encantan los juicios lapidarios y contundentes cuando no se trata de nosotros mismos. Pero cuando caemos en cuenta que fuimos los arquitectos de nuestro presente, entonces vemos las cosas con más calma. Como el ceramista, que no destruye el jarrón que hizo con sus manos sólo porque tiene un rayón; o el carpintero, que prefiere tallar otra vez una superficie antes de sacar el marro y destruir el mueble completo. Este presente tuvo pasado.

Lo que más contamina el análisis es el interés personal. Salomón Chertorivski y otros exsecretarios de Salud vieron una oportunidad en la pandemia y prometieron que en 8 semanas acababan con ella. Claro que los inspiraba el interés. Ahora Chertorivski es candidato de Movimiento Ciudadano y ni el Gobierno de Jalisco, también de Movimiento Ciudadano, aplicó su plan de 8 semanas. Es que no son enchiladas. Si fueran enchiladas, ya tendríamos el plato colmado. Vamos donde vamos en la vacunación porque eso es lo humanamente posible, dada la cantidad de intereses que se están sorteando. Estamos en elecciones y todos dirán que lo pudieron hacer mejor, pero nunca se exhibirán a sí mismos, su propia incompetencia, su propia culpa.

Sí, debemos reclamar lo que se pudo y se puede hacer bien, sobre todo porque otras pandemias vendrán. Nomás faltaba que no pudiéramos hacerlo. Pero está bien que cada quién cargue con lo suyo: que Vicente Fox se eche al lomo sus toallas de miles de pesos o la descarada señora Gordillo su maleta de Chanel, Prada, Escada, Louis Vuitton y Hermés. Que cada quien cargue con lo que le corresponde. Ultimadamente –diría el clásico–: cada quien.

La madre de todas

lunes, abril 5th, 2021

¿Podrá la oposición? Foto: Mario Jasso, Cuartoscuro

Estamos ante dos escenarios. En el primero, el lopezobradorismo consolida; en el segundo, sufre un freno a mitad del camino. Importa mucho que ganará varias gubernaturas, pero aunque tenga un avance importante en los estados la verdadera prueba no está allí. Está en la Cámara de Diputados.

Las intermedias federales han sido importantes durante el Siglo XXI para el oficialismo, sea el PAN o el PRI. No como en esta ocasión. Como ambos proyectos partidistas se fundieron en uno solo casi desde la llegada de Carlos Salinas de Gortari al poder, entonces el revés panista de 2009, por ejemplo, no afectó demasiado a Felipe Calderón. Tuvo márgenes para gobernar gracias al PRI. Y el acompañamiento fue tan adecuado que el calderonismo apoyó en 2012 a Enrique Peña Nieto, candidato priista a la Presidencia.

Ahora, sin embargo, es diferente. Se trata de proyectos distintos. El lopezobradorismo y el PRI-PAN van en senderos encontrados y el avance de uno frenará al otro. Por eso el control de la Cámara de Diputados es crucial. Es muy probable que la oposición pierda muchas de las gubernaturas en juego, pero la clave es colocar legisladores federales propios. Por allí puede incidir en el segundo tramo del Presidente Andrés Manuel López Obrador. Puede frenarlo, si logra un avance. La pregunta es, claro, si juntos PRI, PAN y los restos del PRD pueden lograrlo.

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Primero: Las proyecciones del polls de polls de Oraculus indican que los partidos enanos que van en coaliciones crecerán. Se nota que los electores no atienden una “tercera vía”, como por ejemplo Movimiento Ciudadano. Están en contra o a favor del lopezobradorismo. Y los partidos que se quedaron fuera de las alianzas sufrirán un descalabro.

Para no ir más lejos, MC perdería 3 de las 5 diputaciones que tiene y el resto de la chiquillada no alcanzará siquiera un escaño. En cambio, crecerían dos partidos con mala fama, el PRD y el Verde Ecologista, porque el primero va con el PRIAN y el segundo con Morena. El perredismo volvería a pintar en la Cámara de Diputados y el PVEM crecería del 2 al 10 por ciento de las preferencias. Mucho para ambos. En tanto, el Partido del Trabajo (PT), aliado del Presidente López Obrador, quedaría con la misma proporción: los 9 escaños que tiene.

Segundo: Los partidos grandes sufrirán. Lo que dice la proyección de Oraculus es que Morena perdería diputados: de 51 por ciento de representación pasaría a un 46 por ciento. El PAN bajaría de 16 a 14 por ciento. Sólo el PRI crecería: pasaría de un 10 a un 13 por ciento en ese cuerpo legislativo. Estos datos no son buenas noticias para Mario Delgado, aunque su liderazgo compensará con las gubernaturas. Es una terrible noticia para Marko Cortés. Y el único que más o menos se mantiene tablas es Alito Moreno, aunque perderá estados y eso es perder control de su estructura, que se alimenta de los gobernadores.

Tercero: Las gubernaturas todavía pueden dar sorpresas pero con los datos hasta hoy, Morena ganaría nueve estados; el PAN dos y hay cuatro donde no está claro. En Baja California Sur, Morena-PT y PAN-PRI-PRD se pelean cuadra por cuadra. En Campeche, Morena, con Layda Sansores, ha estado arriba; pero Movimiento Ciudadano ha estado creciendo y el de PRI-PAN-PRD no anda lejos. En Chihuahua, el pleito entre panistas ha bajado a Maru Campos y ha hecho crecer a Juan Carlos Loera, de Morena; pero el panorama es muy incierto. Y en Nuevo León pelean arriba tres candidatos: el de MC, el del PRI-PRD y la de Morena-PT-PVEM-PANAL.

Eso dice que Morena indiscutiblemente avanzará en los estados, aunque ese crecimiento no se refleja en la Cámara de Diputados donde, como digo, está la madre de todas las batallas no del partido del Presidente: del lopezobradorismo, su movimiento, que es más amplio.

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Visto así, esta elección es un choque entre dos proyectos. En uno están todos los que actuaron en 2006 contra el lopezobradorismo; en el otro, el movimiento del Presidente. Y en el “todos los que actuaron” están grupos de empresarios e intelectuales; panistas y priistas por igual; los dueños de la mayoría de los medios; los expresidentes vivos, salvo Luis Echeverría, de Carlos Salinas hasta Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto; intereses externos como los de las grandes corporaciones (las energéticas y las extractivas, sobre todo, pero no son las únicas), y un grupo de “preocupados por la democracia” que firma desplegados, se sienta con fuerzas políticas para ver cómo les ayuda e intenta hacer ver que el INE “está bajo asedio” y no un puñado, muy bien ubicado, de consejeros.

Pocas veces como ahora veremos un pleito por el control de la Nación. Por eso digo que es la madre de todas las batallas. Son todos los poderes fácticos (que siguen de pie) contra una fuerza emergente. Y todos saben que la clave es la Cámara de Diputados. A la oposición le abre la posibilidad de frenar lo que –para bien de algunos y para mal de otros– ya se ha iniciado. Al lopezobradorismo le permite realizar cambios que por prudencia contuvo en tres años, y que por supervivencia deberá apresurar en los tres que vienen.

Un peligro para México, 2021

lunes, marzo 29th, 2021

Otra vez, un peligro para México. Foto: Gobierno de México

Si México fuera lo que vemos en Twitter y Facebook, seríamos un país organizándose para tomar las armas y derrocar al dictador. No hay libertad de expresión, ni medicinas, ni alimentos. Y ya no hay agua o energía eléctrica. La hiperinflación, el endeudamiento y la corrupción nos ahogan. En las calles, heroínas y héroes protestan día y noche en sus autos o a pie a pesar de las amenazas de los militares, mientras el dictador un día camina sobre cadáveres y sobre cadáveres construye una refinería, un aeropuerto, un tren (y el resto de los días, dicen, se esconde en un palacio alumbrado por las fiestas, adonde la élite va para atascarse de pasteles y comerse uno que otro niño en salmuera). Ese es el México que veo en Twitter y Facebook.

Claro que la movilización contra este Gobierno se parece mucho a 2006, quince años después. Sabe igual porque son los mismos: una parte de los patrones, una porción de las grandes empresas y los partidos políticos con mayor membresía, salvo uno; una ala de la iglesia católica, expresidentes, exlíderes de partidos, personalidades de la política; viejos, activos intelectuales; exfuncionarios de poca y mucha monta; empresas de medios, grupos de extrema derecha y, según las denuncias, incluso una parte de la autoridad electoral. Y el discurso es el mismo de 2006: el dictador destruye instituciones, la democracia se ha vulnerado, es socialismo trasnochado, es el chavismo, es Venezuela del norte. Es un peligro para México y para el continente: que intervenga Washington.

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No es que las cosas estén bien fuera de esas dos redes sociales. Se pasa por una crisis de enormes dimensiones, hay una pandemia, el crecimiento está estancado, se sufre con el empleo y con el ingreso. Pero es en México y es en el mundo. Lo que ven como una “intromisión del dictador” en otros poderes es en realidad un enfrentamiento que antes no se veía porque esos poderes, como el Judicial o las mismas autoridades electorales, estaban al servicio del Presidente en turno. No había necesidad de confrontarlos. A diferencia de cualquiera otro de los mandatarios (¿quieren ejemplos?), el Jefe del Ejecutivo ahora debe litigar con cartas y con señalamientos (a un juez, por ejemplo) desde su única tribuna, las mañaneras, porque además tiene a casi toda la prensa volcada en su contra.

Y es más, me atrevo a decir que si puede haber un golpe en la prensa puede ser del otro lado: los medios que no están al servicio de los enemigos del Presidente podrían ser doblegados por el dinero y/o por las presiones de distintos actores contrarios al Gobierno. Espacios que se han abierto o que no se arrastraron a ver todo mal podrían cerrarse, advierto, porque Palacio Nacional, a diferencia de las décadas pasadas, no tiene control sobre ellos. En cambio el poder económico y/o los poderes fácticos (que se mantienen de pie), sí.

El Presidente no está loco cuando dice que gran parte de los medios está en su contra. Es cosa de hacer un corte cierto día, el que sea: abrir diarios, escuchar la radio, ver la televisión, leer las columnas. No está bien que se haga en Palacio Nacional porque se interpreta como acoso, pero usted véalo, pálpelo, mídalo y verá. Es una tunda diaria al Presidente. No voy a decir aquí de quién es la culpa y sin duda la estrategia de medios de López Obrador es torpe o lo que le sigue, porque atropella y maltrata a todos sin distingos (y provoca oleadas de acosadores hacia todos los periodistas). Pero de que es una batalla sin cuartel contra el mandatario, lo es. Por las razones que mande y guste pero una muy importante es el dinero, y en parte tiene la culpa: la publicidad oficial no se reparte con reglas y con transparencia sino al antojo de él. Incluso lo ha dicho.

No es que fuera de esas redes estén las cosas de maravilla, pero una cosa es una cosa es una cosa y otra, la otra. La movilización contra este Gobierno se parece mucho a la que se dio en 2006, quince años después. Pero hay diferencias.

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Primero, algunas consideraciones: este año se pone em juego el proyecto de López Obrador. La siguiente elección ya veremos, pero en esta sí se juega el todo por el todo, porque un cambio en el Congreso frena su movimiento de golpe. Ya veremos dentro de tres años qué, pero si en esta intermedia le va mal al lopezobradorismo, se pondrá freno a la ola de cambios que se inició en 2018. De allí su importancia. Y de allí que patrones, grandes empresas, partidos con la mayor membresía menos uno y todos los que guste y mande se han unido para echar toda la carne en el asador. Es ahora o después será muy difícil. Por eso digo que incluso espacios en medios que no están en la crítica férrea contra AMLO se pueden cerrar, porque los poderes de facto que siguen de pie harán su trabajo. Curioso que sea al revés de lo que se plantea en Twitter y en Facebook, ¿no?

Segundo, una pequeña consideración: que México no es Twitter ni Facebook, o afuera de esas redes no se siente el México que allí se plantea. El único ponderado de encuestas que existe es el que hace Oraculus, que no lo hacen simpatizantes de López Obrador. Allí se plantea que si las elecciones fueran hoy, Morena tendría 42 por ciento de los votos, el PRI 18 por ciento y el PAN, 16 por ciento. Juntos tendrían un 34 por ciento; se quedan cortos. Y luego los niveles de satisfacción respecto al Presidente (misma fuente): 63 por ciento a favor. Es el segundo mejor evaluado; el primero es Felipe Calderón a 27 meses en el cargo. ¿Entonces? ¿Y el Apocalipsis que se ve en las redes? A nadie le extrañe, pues, que la carne que echan al asador saque tanto humo: quizás no sea solo carne, sino una mezcla de carne y cebo.

Por último: no puedo decir que México está en un lecho de rosas, pero díganme quién sí. ¿Europa? Ni en crecimiento, y eso que la mayoría de los países agarró deuda como si no hubiera mañana. Es más, ni en vacunación. Le doy datos de ayer de la Universidad de Harvard: dosis suministradas por cada 100 habitantes, 15.51. En México, 5.22 sin ser de los que acumulan. Y arriba de Europa están Estados Unidos e Israel, que son las estrellas en este momento. Es más: arriba de Europa está Chile. Y abajo de todos está India que, fíjese nada más, tiene la mayor fábrica de vacunas del planeta.

Y ya con esta me despido: claro que la movilización contra este Gobierno se parece mucho a la que hubo en 2006 contra López Obrador. Pero no parece tener el mismo fuelle. Faltan unos meses para las elecciones, y hoy (y enfatizo hoy), con todos los poderes reunidos, no les da para hacer lo que hicieron hace 15 años. Les falta, creo yo, considerar a alguien que no consideraron entonces y no consideran todavía hoy. Ese alguien son los votantes. Y ésos están viendo otra cosa, a juzgar por los números. Quizás porque enfrentan el día a día y allí, este país no es distinto al que tuvieron con Calderón, Fox o Peña, a pesar de que entonces no hubo esta emergencia. O quizás porque los votantes están demasiado atareados en lo que importa y no tienen tiempo para Twitter y Facebook.

Este no es un texto

lunes, marzo 22nd, 2021

Los dirigentes nacionales del PRI, PAN y PRD, ayer, con Alabell Ávalos, en Tlaxcala. Foto: PRI

La incorporación de Javier Lozano a la estrategia de defensa de Francisco García Cabeza de Vaca llamó fuertemente la atención la semana pasada. Señalado él mismo anteriormente por presuntos vínculos con el crimen organizado en varios episodios, el Secretario del Trabajo con Felipe Calderón no tiene una buena reputación entre panistas y priistas –a los que ha servido–, pero tampoco entre una parte del empresariado. Apenas un puñado de radicales y políticos desesperados han contratado sus servicios. Los últimos dos fueron José Antonio Meade y Gustavo de Hoyos. El primero le bajó el perfil conforme avanzó la campaña y el segundo no llegó siquiera a ratificarlo: la presión interna en Coparmex lo obligó a bajarlo cuando no había estrenado oficina. Meade y De Hoyos evaluaron que Lozano salía caro. Y algo así le puede suceder al Gobernador de Tamaulipas en un momento tan delicado.

Lozano es el perro que va por todos los pedazos de bofe que le lanzan por encima de la cerca; una de tantos, dice la metáfora, le saldrá envenenado. El problema con su acercamiento a García Cabeza de Vaca es que, con rabia y sin lazo, morderá incluso al que le tienda la mano. De Hoyos lo aprendió tarde: ya no hallaba cómo salir del apuro de haberlo contratado. Meade se habría arrepentido de recurrir a él después de aquello de que los rusos financiaban a Andrés Manuel López Obrador: la acusación se transformó en burla; y la burla, en una elección, no es necesariamente miel para atraer votantes.

Pero este no es un texto sobre Javier Lozano. Apenas la semana pasada revisé su cuenta de Twitter; creo que nunca antes lo había hecho. Me sirvió para confirmar algo de lo que hablo ahora, pero también de lo que escribía la semana pasada: que a falta de un discurso coherente y de líderes solventes, la oposición recurre a las palabras incendiarias; a la ofensa sobre la inteligencia para enfrentar al movimiento lopezobradorista. Como García Cabeza de Vaca con Lozano, la idea es defenderse del que está arriba con escupitajos. Pero los escupitajos también se someten a la Ley de gravitación universal.

***

“Las urnas dejarán clara también la proyección de una oposición que por el momento aparece desdibujada ante la constante presencia del presidente y su partido, Morena, en todos los debates. […] La fórmula de coalición opositora Va por México, presentada las pasadas Navidades con el propósito de ‘rescatar’ al país, se ha quedado de momento en un cartel electoral con previsiones inciertas”, escribe Francesco Manetto en El País ayer, en un texto titulado: “La desarticulación de la oposición deja vía libre a Morena con vistas a las elecciones de junio”. Sí. Pero Manetto se queda corto.

Los líderes de Va por México son, en este orden, un empresario con la bolsa repleta pero con una larga cola: Claudio X. González; luego está Marko Cortés, demasiado pequeño para el reto y la misma descripción le cabe a los que le siguen: Alito Moreno, Jesús Zambrano. En el bando opositor quedan tres más, que están pero no están; es decir, que no son parte formal de la alianza aunque intentan operar como arietes: Diego Fernández de Cevallos, Ricardo Anaya y el mismo Felipe Calderón. Y quizás Vicente Fox. Hacen ruido pero no hacen campaña. Hacen ruido pero no acarrean votos. Les persigue implacable la sombra de ser quienes son. Líderes con expedientes nunca cerrados, buenos para escupir también para arriba y hábiles para quitarse cuando el escupitajo va cayendo. Y alguien de entre ellos, de más abajo, termina embarrado.

Va por México resulta, así, un caldero de muchos huesos viejos y pocos bistecs mal cocidos; líderes de mala reputación y peores resultados, y un puñado de nuevos rostros que se pierde en una alianza sin ideología y sin agenda; con personajes reciclados que ocupan los primeros lugares en las listas plurinominales. No pueden hablar de corrupción sin pisarse entre ellos; no pueden ofrecer seguridad porque son los autores de la violencia que sangra México. No pueden hablar de crecimiento sin asumirse culpables de salarios de hambre, deuda y reparto de bienes nacionales. No representan un cambio sino un regreso a lo que fueron. Y lo que fueron es lo que llevó al país a un cambio en 2018.

Quizás, es cosa de esperar unos meses, Va por México resultará en el peor experimento político en décadas. Parecía buena idea fusionarse todos de cara al electorado en un frente contra López Obrador. Pero la fusión no explica por qué un panista recalcitrante debe ir con su archienemigo: el PRI. Los posibles votantes han sido tratados como tiliches: junto los míos con los tuyos y así llenamos un camión, no importa a dónde vaya. Pero no son tiliches sino gente que busca ir a alguna parte, que quiere ir hacia algún lado. El destino no fue razonado en esa alianza. Sólo se preocuparon por llenar el camión y echarse a andar para ver a dónde llega sin chofer en la cabina y con el acelerador hundido, por la fuerza, con un palo.

***

Este no es un texto sobre Javier Lozano, pero su ejemplo sirve para explicar a la oposición. Demasiadas tripas y poco cerebro. Tripas que son tripas: cargan dentro lo que cargan. Muy pronto García Cabeza de Vaca se lamentará en sostenerlo porque alejará a otros. Porque el perro maleducado no se muerde a sí mismo porque le duele, pero acabará hasta con el jardín del amo. Lo que cualquier estrategia requiere es un brazo poderoso que la conduzca. O no es estrategia. No hay nada más peligroso para uno mismo que encender una sierra eléctrica y dejarla en el suelo: cortará todas las piernas a su alcance y, claro, empezando con las que están cercanas.

Este no es un texto sobre aquél tipo de poca monta, pero permite explicar lo que está pasando: la rabia y la desesperación alienta a Va por México; su adversario, sin embargo, ya tuvo suficiente de eso y aprendió a lidiarlo. En 2006, estos mismos se lanzaron en su contra pero no lo acabaron. En cambio le enseñaron cómo sortearlos. La alianza puede resultar en escupitajos al cielo. Pero los escupitajos –permítaseme repetirlo– también se someten a la Ley de gravitación universal.

Anaya y las quesadillas

lunes, marzo 15th, 2021

Descubriendo los caminos. Foto: Facebook, Ricardo Anaya.

Un usuario de Twitter escribe: “Imagínate que estás en el tianguis [mercado-sobre-ruedas, dicen en mi rancho] chingándote una quesadilla en un sábado por la mañana y llega Ricardo Anaya grabando un video y diciendo: ‘Me da coraje ver tanta pobreza’”. Y otro dice: “Qué miedo estar en la paca escogiendo un outfit chido y que llegue Ricardo Anaya grabando un video diciendo: ‘Miren cómo se vive en la miseria’”. Claro que a ambos tuits –a decenas que hay por allí– les vino una cascada de comentarios, todos en el mismo sentido. Risa, mucha. Burlas.

¿Qué tiene Anaya que no conecta? Descubrirlo está lejos de ser un acertijo y requiere poco esfuerzo. No es el único ejemplo del por qué la oposición al Gobierno de Andrés Manuel López Obrador da pasos torpes tres años después de la derrota de 2018, aunque sí uno muy bueno. No puede caminar hacia atrás con un sentido crítico porque se pisa a sí mismo. No puede pararse en el presente y tratar de descubrir un país maltrecho porque, igual, se pisa a sí mismo.

Anaya aspiró a ser Presidente de México. Muy tarde para descubrir, en estas giras postelectorales, el país que pretendía gobernar. Muy tarde para darse cuenta ahora que ése es el México que nos dejaron PAN y PRI después de décadas de darle y darle con el serrucho. Pero además es terriblemente hipócrita (no se diga de mal gusto) ver a la cámara en estas que son, además, giras preelectorales (busca ser candidato en 2024) para decir: “Miren, miren, qué jodidos están los mexicanos”. Porque fue Diputado e impulsó las reformas a Enrique Peña Nieto. Porque fue panista cuando los 12 años de Felipe Calderón y Vicente Fox. El “me da coraje ver tanta pobreza” lo hace ver como si hubiera estado en coma toda su vida; aislado de este país y de sus dolencias. Hace ver que no tiene ni idea de dónde viene tanta miseria o que, de plano, es un extranjero en su propio país: hasta los turistas convencionales saben a qué vienen y qué esperar si rentan un auto y echan a andar por carretera.

O, bueno, más directos: esos paseos por tierra, donde Anaya parece descubrir la pobreza, recuerdan cuando viajaba (o viaja) cada fin de semana a Atlanta para ver a su familia, que vivía (o vive) en una casa junto a un lago para que los niños fueran (o van, todavía) a la High Meadows School.

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Valiente pajarraco, cobarde, sinvergüenza de tiempo completo; un bribón, bravucón, pendenciero de barrio, pandillero, rufián, patán, embaucador, mentiroso y corrupto; bobo, mafioso, enfermo; que todos los días vive de la estafa y de la mentira; que cualquier enfermito mental sale con las zarandajas que sale éste. Está loco. Es un cínico. Tartufo.

Esa extraordinaria colección de adjetivos la dedica Diego Fernández de Cevallos a su némesis: Andrés Manuel López Obrador. Pero tanto adjetivo no hace menos al Presidente ni hace grande a su adversario. Demuestra, sí, el odio que Diego siente por el líder de izquierda y la desesperación que tiene la oposición que él representa. Como si tantos adjetivos ayudaran en algo a su causa, que no sé bien cuál sea: ¿la igualdad? No creo. ¿La honestidad? Menos. ¿Cuál es la causa que representa Diego Fernández? En todo caso, a juzgar por su biografía, tantos adjetivos provienen de la melancolía por el mundo que se le aleja mientras sus adversarios sigan en el poder. Un mundo de mucho poder y privilegios.

¿Qué tiene Diego que con tantos adjetivos no conecta? Descubrirlo no es un acertijo y requiere poco esfuerzo. Diego se para en una pila de basura y de allí hace proyectiles y los lanza. Basura que no llegó sola y que no se hizo pila sola; basura que es tan suya como de, sí, Anaya. Se preguntarán por qué intentan lanzarla y se les queda en la mano. Será la querencia. Pero no pueden caminar hacia atrás sin pisarla. No pueden ir hacia adelante sin llevarla consigo. Allí está la razón por la que no conectan: mucha basura. (Y me disculpo por usar la palabra “basura”. Se oye fuerte y ni siquiera la utilicé como adjetivo. Sólo intenta ilustrar qué los conecta).

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López Obrador decía la semana pasada que se está preparando para el final de su mandato. Es bueno si le sirve para meter acelerador a los cambios que están pendientes, y enumero un puñado: acaban con la violencia y con la corrupción; acabar con la injusticia y meter a la cárcel a tanto vivales que se le han escapado; una reforma fiscal que sirva para redistribuir la riqueza; montar al país en los rieles del crecimiento y fincar las bases de un verdadero Estado de bienestar. Dije que citaría un puñado. Faltan muchos más.

Lo interesante es lo que decía a propósito de su retiro: que ve una nueva generación que garantizará su relevo y que no ve en la oposición quién le compita a su movimiento. Y al menos en esto último tiene razón. No será Diego, de 80 años, por más que escupa en entrevistas y en redes sociales; no es Ricardo Anaya, y lo lamento por sus tenis, que se habrán gastado en balde. ¿Quién, entonces? Está muy cuesta arriba.

Porque, además de todo, la oposición ya no son muchas fuerzas, sino una sola. Me refiero en lo electoral, porque en la práctica eran lo mismo. Hoy son el PRIAN, así; y tanto que lo negaron. ¿Quién puede ir más allá del show de Ricardo Anaya? Tendrá que ser alguien muy poderoso, con una gran fuerza que pueda con basura y con costal: debe cargar a Calderón, a Fox, a Peña, a Manlio Fabio Beltrones o a Arturo Montiel; a Carlos Romero Deschamps y a Carlos Salinas de Gortari. Porque ahora van juntos, formalmente. Porque ahora van en el mismo costal.

¿Quién podrá reunir tantas fuerzas para enfrentarse al movimiento de López Obrador con éxito? ¿Quién, aparte de Anaya? Porque al paso que va llegará tarde a 2024: le falta visitar la paca, por más obvio que parezca; o ir al tianguis, por unas quesadillas. Etcétera.

Pobre Lucía, de unos 35 años

lunes, marzo 8th, 2021

Tragedias. Foto: Andrea Murcia, Cuartoscuro

Desde el techo de mi departamento en la capital mexicana es posible ver otras azoteas y en particular la del edificio marcado con el número 80 de mi calle. Allí, entre los tendederos y cuartos de servicio vivía Lucía Delgado, de aproximadamente 35 años. Era del Estado de México.

El viernes por la noche, mi pareja y yo nos tomamos una cerveza en la sala de mi casa. Desde donde estábamos podíamos lanzar una piedra a aquella azotea donde estaba Lucía. Nunca supimos que mientras nosotros platicábamos el ajetreo de la semana aquella chica era atada de pies y manos; le ponían una cinta en la cabeza y la asesinaban. En un cuarto en la azotea, donde vivía. Nos fuimos a dormir sin enterarnos que agentes de la Secretaría de Seguridad Ciudadana (SSC) acordonaban la zona y peritos de la Fiscalía General de Justicia investigaban.

En la mañana siguiente me di cuenta del feminicidio no por mi vecindad, sino por la prensa. Pensé de inmediato en qué tan importante rol juegan los medios en advertir a las comunidades lo que está sucediendo en su entorno porque yo mismo no supe lo que había pasado en mis narices; literalmente a tiro de piedra. Pobre Lucía, de 35 años. Como miles de mujeres se había ido a vivir a la capital mexicana seguramente por razones de trabajo. Acá la alcanzó la muerte. Acá la hallaron asesinada, en un barrio relativamente tranquilo, o más tranquilo que muchos allá, de donde venía.

Qué tan importante rol juegan los medios en advertir lo que sucede en los barrios y en las ciudades, me dije. Y cuánto daño le hacen a su sociedad cuando se callan. Celebro que ahora los medios le den tanta cobertura a los feminicidios y a lo que sucedió en Palacio Nacional: el muro ese de hierro, qué burrada. Pero no siempre ha sido así. La cobertura de esos eventos tiene hoy la atención que merece, por supuesto, porque los feminicidios en México son alarmantes. Pero no siempre ha sido así, insisto. O la prensa se siente más libre hoy de hacerlo; o potencia lo que se guardó por años; o simplemente aprovecha estos fenómenos terribles para a apuntalar una agenda contra el proyecto de centro-izquierda que gobierna al país y a la ciudad.

No digo, en lo absoluto, que esos eventos (en particular lo que sucede hoy con las mujeres mexicanas) no deberían cubrirse. Lejos de eso, SinEmbargo los cubre desde hace una década de manera exhaustiva. Lo que digo es que me hubiera gustado que con Felipe Calderón –cuando empezaron a dispararse los asesinatos de mujeres– y con Enrique Peña Nieto –cuando se consolidaron, gracias en parte a la impunidad– los grandes medios hubieran estado así de activos. Otro gallo nos cantara hoy si esos medios que ignoraron este fenómeno criminal por décadas hubieran levantado la voz desde antes. Pobre Lucía, de unos 35 años.

***

Varios diarios mexicanos, y no se diga las televisoras, ocultaron durante años los asesinatos de periodistas. Cosa de revisar archivos para quien quiera datos puntuales. Recuerdo muy bien conversaciones con colegas y con directivos de organizaciones defensoras; expresamos muchas veces nuestra frustración porque aún los casos más mediáticos, los que escalaron a portadas de la prensa internacional –como los de Regina Martínez, Javier Valdez o Miroslava Breach– fueron ignorados por las principales empresas mediáticas en el país. Una prensa que ahora sí da hasta seguimiento a cada investigación como ya hubieran querido las familias de Nadia Vera, Rubén Espinoza y las otras mujeres que murieron en el multihomicidio de la Narvarte, por citar.

Es más, los medios que no ignoraron se fueron a otro extremo: a criminalizar a las víctimas. Recuerdo cómo en el caso de Nadia y Rubén la Procuraduría de la capital filtró teorías que intentaban ligarlos a narcotráfico cuando los dos, claramente, había advertido en un video que dejaron antes de su muerte que si algo les pasaba se culpara a Javier Duarte. Pero la mayoría de los medios grandes, las empresas más poderosas, se prestaron a defender al entonces Gobernador de Veracruz. Supongo que por los ríos de dinero en publicidad oficial. Cualquiera de esos medios, o todos en conjunto, tendrían una campaña montada contra un Gobernador de Morena si los hechos se dieran hoy.

Y no hablo de la prensa que sabemos lo que es. Hablo de medios que se denominaron a sí mismos progres. O que aparentaron ser progres. Cosa de revisar, insisto, los archivos. Regina Martínez, Javier Valdez, Miroslava Breach, Nadia Vera, Rubén Espinoza y otros –destaco los asesinados durante el periodo de Duarte– fueron ignorados o maltratados por la prensa capitalina y muchas veces en la local.

Tomo otro ejemplo: la vaquita marina. Decenas de artículos publicados en un puñado de medios alternativos y en otros, cero. Esa tragedia ecológica pasó sin que las mayorías se enteraran. Televisoras y grandes medios impresos y con webs poderosas no dijeron una palabra.

Y de las mujeres; de los feminicidios. Ufff. Todos esos diarios y todas esas televisoras y todos esos comentaristas de radio que ahora destacan la tragedia de los feminicidios no la tocaron durante los años de Felipe Calderón y mucho menos durante el periodo de Enrique Peña Nieto, que entre los dos repartieron a la prensa aproximadamente 100 mil millones de pesos en publicidad oficial, si no es que más.

Ahora han descubierto esos temas. Diría que nunca es tarde, pero me pesa más lo otro: el silencio cómplice. Sí, pues, ni modo: uso la frase de Andrés Manuel López Obrador aunque se la reclamo cuando generaliza: callaron como momias. Diría que nunca es tarde pero a veces, muchas veces, sí lo es. Díganle a todos esos periodistas muertos; a todas esas mujeres asesinadas; a las víctimas de las tragedias ambientales. No publicaron una palabra porque estaban abrazados del poder, y al poder le incomodaba que lo hicieran. Díganselo a los muertos, a las familias de los muertos. Un mea culpa no estaría nada mal.

Pobre Lucía, de unos 35 años. A su familia, sólo abrazarla y desear su consuelo. Quizás si los medios mexicanos hubieran denunciado obsesivamente años antes –como era su obligación y como lo hacen ahora– se habría salvado esa vida, muchas vidas. Si las autoridades se hubieran sentido presionadas desde entonces por una prensa crítica quizás habríamos encontrado, a estas alturas, como sociedad, una salida a ésta y a tantas tragedia que se esconden en la impunidad y se alimentan y se crecen con el silencio. Silencio de momias, pues sí. Pero sin generalizar.

Tiempos de zopilotes

lunes, marzo 1st, 2021

Andrés Manuel López Obrador. Foto: Gobierno de México

Otra vez: la mayoría de los periodistas que fueron satanizados en el video que se transmitió el viernes en la conferencia de prensa matutina de Palacio Nacional estaban simplemente informando. Su fuente: la Auditoría Superior de la Federación, un ente del Estado mexicano que ejerce un presupuesto de 2 mil 726 millones 054 mil 847 pesos autorizados por la Cámara de Diputados. Sin más datos que esa fuente oficial, informaron. Quizás un puñado en el Gobierno federal sabía, el fin de semana en que soltó la bomba de basura, que se habían cometido errores mortales. Pero la mayoría de los informadores, no.

Días después, hasta el exauditor Juan Manuel Portal Martínez se asombró: en dos décadas de existencia del organismo, dijo, nunca se había dado una pifia de esa magnitud. “Es inaudito lo que ha ocurrido y la verdad es que no hay grandes explicaciones, lo que se está viendo es producto de una mala ejecución de los trabajos y, sobre todo, de una falta de supervisión de la presentación de los resultados finales”. Pero los periodistas no necesariamente estaban informados de que citaban una fuente envenenada porque hasta la hora en que se soltó el informe, la Auditoría era una fuente validada (que ahora, por los oficios de David Colmenares Páramo, ha quedado desacreditada).

Otra vez: Palacio Nacional generalizó y cometió un error de primaria: en el video que difundió, unos simplemente informaban; otros opinaban. Dos géneros distintos. El Presidente Andrés Manuel López Obrador no tiene por qué saber de géneros periodísticos pero los que lo acompañan en materia de prensa, sí: es su obligación. Sobre todo porque el Presidente no editó el video donde aparecían de chile y de manteca; los que opinaban y los que informaban. Y a todos, en una muy efectiva (pero equivocada) ensalada, los puso en el paredón.

Muchas preguntas saltan. Dos obligadas: ¿Por qué al Presidente le gusta desacreditar a todos los periodistas? Y dos: ¿Cuál es su estrategia?

***

López Obrador es un viejo lobo de mar. No creo que generalice por error. Creo que su intención es desacreditar el sistema de medios mexicanos como un todo. Pero, ¿para dejar qué? ¿Qué es lo que, en su visión, debería sustituirlo? Un criterio para adivinarlo es considerar la lista de medios a los que inyecta la mayoría de los recursos de publicidad oficial, cuyos directivos tiene sentados junto a él. En el uno-dos-tres de esa lista está La Jornada. Se entiende aunque no se justifique: tiene vínculos personales con ese medio y ya. Pero, ¿y Televisa? ¿Televisión Azteca? ¿Esa es la prensa que el Presidente desea?

Me resulta además casi incomprensible que el Presidente planee un “nuevo ecosistema de medios mexicanos” con esos tres medios: dos televisoras y un impreso. ¿Ese es el futuro que imagina? Digo, se vale que él piense que sí y que ése sea su plan. Allá él. Los impresos –de donde vengo y de donde viene mi padre– van de salida, aunque me duela; las televisoras también. ¿Por qué inyectarles recursos? Por otro lado, siempre habla de los nuevos medios no-convencionales: los youtubers, que él considera un sustituto viable de los periodistas (muchos de ellos ni siquiera se piensan así). Luego se brinca, al hablar de alternativas, a las benditas (y malditas) redes sociales. ¿Qué ecosistema es ese? Porque no creo que piense en los medios públicos para sustituir a la prensa. No sería saludable pensarlo siquiera y además, en los hechos, Notimex está en knock out y los demás están para lo que son y casi no generan opinión pública.

El viernes, al recordar el infame reporte de la Auditoría de la Federación, López Obrador dijo: “A todos los que son defensores del antiguo régimen corrupto les significó un festín, porque son tiempos de zopilotes: todo lo que sea atacar al gobierno es moda”. Luego transmitió el video donde salen periodistas y medios informando lo que dio a conocer la Auditoría, mezclado con las opiniones de los que él considera defensores del régimen corrupto: Carlos Loret y Brozo. Ambos opinaban y sí, le cargan la mano al Gobierno de la 4T. ¿Y los demás? ¿Por qué la barrida? ¿Por qué meterlos a todos en el mismo costal cuando el propio Presidente sabe que hay varios costales y que de allí viene su famosa frase de “no somos iguales”?

Lo que me intriga es el plan. Cuál es el plan de López Obrador con la prensa, a dónde va. Es claro que tiene un enorme menosprecio por la mayoría y, quizás, no sé, saca del costal a un puñado. Y luego su lista de beneficiarios de la publicidad oficial no da señales de cuál es el plan: es rara, difícil de entender más allá de que se trata de una bolsa para premiar a sus amigos o aliados temporales (porque, debe saberlo, Televisa y Azteca lo traicionarán en cuanto no haya dinero).

El asunto aquí es que se van a cumplir tres años de que ganó. Lleva más de un tercio del sexenio consumido. Y ciertamente alguna prensa –sobre todo la adicta al dinero público– está mermada por la campaña de desprestigio, pero no agotada: los portales opositores a López Obrador tienen visitantes, los locutores tienen audiencia, las columnas tienen lectores. ¿Entonces? Así como va, López Obrador le quitará algunas plumas al viejo sistema de medios, pero no habrá impulsado uno mejor o nuevo. Esos medios y periodistas, sin embargo, se envalentonarán cuando él deje Palacio Nacional y se le echarán encima durante años.

Y si López Obrador tiene ahorita la oportunidad de reclamarles, desde una posición de poder, por todo lo que lo atacaron en las décadas pasadas, en el futuro no tendrá más opción que aceptar sin réplica el plato amargo que esa misma prensa y esos mismos periodistas le servirán a diario para el desayuno, la comida y la cena de su retiro en Palenque.

Maravillosa vida

lunes, febrero 22nd, 2021

Simone. Foto: Dani

Eran mis días más terribles; días de meter clavos con la frente en las banquetas. Vivía en una casa vieja en la colonia Roma, en la capital mexicana. Cada mañana anotaba en una libreta junto a la cama las razones para ponerme de pie.

En esos días conocí a Niño. Había como veinte cachorros en una veterinaria y cuando pasé, puso las patas en la vitrina. Se me quedó viendo, quieto, mientras los otros perros brincaban. Tenía un gesto muy especial: simulaba tocar rítmicamente un tambor: primero una pata y luego la otra. Tam, param, param. Uno, uno-dos, uno-dos. Me metí al local y pregunté qué necesitaba para llevármelo. Él siguió con los ojos todo mi trayecto y puso atención a la negociación que incluía sus vacunas, una bolsa de croquetas, un collar, una vasija doble para agua-comida. Y así, confiado, aceptó que lo metiera a una bolsa de mi saco y nos fuimos a casa. Y en esa bolsa del saco vivió una vida: siempre junto a mí, siempre atento a un gesto mío.

Pocas semanas después, un nueve de enero –aniversario de Simone de Beauvoir–, pasamos junto a la veterinaria. Niño ya llevaba una correa y se detuvo en la vitrina, moviendo la cola y tocando su pequeño tambor imaginario: Tam, param, param. Uno, uno-dos, uno-dos. Luego me vio y ladró. Apuntó con los ojos: había una chirisca dormida junto al agua. Él la escogió. Y ese día empezamos una travesía de quince años. Bueno, él trece; Simone quince. Juntos casi todos los días y sus noches, en una sociedad que se volvió familia y en un acuerdo de querernos que llenó mi vida. El aire de soledad que entraba todas las noches por mi ventana tomó otros rumbos y chifló, seguramente, por otras ventanas.

***

Tenía la mano de mi padre apretada entre las mías cuando se fue. Era 26 de diciembre. Esa noche estuve despierto con él, con una silla junto a su cama. Unas horas antes llegué a su casa e hizo el enorme esfuerzo que debe hacer un hombre moribundo, y me vio. Yo conozco esa mirada. Me vio y me dijo cosas con los ojos que sólo yo sé. Y luego los cerró. Le hice guardia. Le dije, mientras lo acariciaba de la frente: todo va a estar bien; voy a hacer las cosas como me lo pediste; te quiero mucho. Se lo dije muchas veces. Y como un pajarito que se cae en silencio, que rueda por las ramas hasta un recoveco del árbol: amanecía y dejó de respirar.

Maravillosa vida que me permitió, hace poco menos de dos años, acompañar a Niño. Lo abracé cuando estaba en coma y le dije que lo quería. Apenas respiraba. En los últimos días de su vida llegaba yo a casa y corría, el pobre, a recibirme. Se caía por falta de oxígeno, se desmayaba, se orinaba. Procuraba llegar a escondidas y sorprenderlo en la cama para que no se agitara pero no servía; se ponía como un loco y se desmayaba. Y un día ya no se levantó. Lo envolví en su cobija y me fui con él al hospital. Me dijeron que podrían reanimarlo. Cometí el error de dejarlo allí media hora. Me regresé y dije: no, no, no. Lo que sea menos que muera solo. Y volví para que entreabriera los ojos y me viera. Conozco esa mirada. Me dijo todo lo que dice un corazón en llamas. Le dije que lo quería y se me murió mientras lo acariciaba.

Y ahora Simone. Tenía días que no respondía. Diabetes, mal de Cushing, hígado, riñones. Todo, ya. La vida. La había salvado extirpándole un tumor hace poco más de dos años y estaba esperanzado en que respondiera otra vez. No respondía. Dejó de comer. Le daba por la fuerza un puré de carne que le hice, con vitaminas. Dejó de beber agua. Eso fue una noche y a la mañana siguiente, cuando la vi dar pasos tambaleantes, dije: ya. Ella misma me dijo: ya. Se acostó. Preparé su cobija y cuando la enredé y me la eché al pecho, se soltó. Me fijó los ojos mientras caminábamos y le fui diciendo cosas de los dos. Cosas de los que se quieren. Me vio con esos ojos que conozco. Llegamos al hospital y tenía la mirada fija en mí. Yo le clavé la mirada también y la acaricié y se fue perdiendo lentamente dentro de ella. Sus ojos se pusieron opacos y la abracé. Le dije al oido cosas de dos. Le dije todo lo que la quise y le di las gracias. Gracias, gracias.

Gracias, le dije a ella. Y le dije a Niño gracias también. Porque cada mañana antes de conocerlos anotaba en una libreta junto a la cama las razones para ponerme de pie y muchas veces no tuve qué escribir. Porque aquellos eran mis días más terribles; los días de meter clavos con la frente en las banquetas. Y me salvaron. Amor incondicional y me salvaron. Formamos una sociedad que se hizo familia. Gracias, le dije a Simone este sábado. Y a las once de la mañana con quince minutos dejó de respirar.

***

Mi padre se fue con dos billetes en la cartera y sin cuenta de banco. Don Aurelio fue vendedor de dulces en el cine, linotipista, tipógrafo, periodista y sirvió a este país como funcionario. Se quitaba la chamarra en invierno para regalarla, y eso se los contará cualquiera que lo conociera. Así era don Aure. Se fue con dos billetes en la cartera y se fue rico, de tanto que dio, que nos dio. Y al final estuve allí con él para despedirlo. Maravillosa vida que me lo permitió.

Ahora cuando pienso en las personas que se mueren solas en los hospitales, en estos días de tanta enfermedad, le digo al Creador que haga lo que tenga que hacer pero que no me lo permita. Que tengo influencias, por mi madre. Que he acumulado también algunos bonos. No lo permitas, le digo. Como don Aure: un puñado de plumas que se vuela y ya, y alguien que me diga que todo estará bien. Como Niño, como Simone. Que alguien me agarre la mano.

Pero si no pasa, porque no somos dueños del destino, que al menos me deje pensar en todos aquellos a los que amé. Que me deje esos últimos segundos para abrazarlos antes de subirme al último tren; antes del último sueño, en esa última vez de ir a la cama para ya no despertar.

El viento y las palabras

lunes, febrero 15th, 2021

El Presidente López Obrador durante su conferencia matutina. Foto: Cuartoscuro.

En el modesto programa de YouTube que conduzco una hora y a veces una hora y media por la mañana por SinEmbargo Al Aire después de la conferencia de prensa del Presidente, suelo dedicar tiempo a responder a aquellos que me acusan de chayotero o mentiroso, o que difunden noticias falsas. Casi nunca hago caso a los que no dan la cara, que usan un seudónimo; pero sí a los que usan nombre y apellido, aunque no tenga certeza de que sean reales. Esa cultura del anonimato no puede ser alimentada por alguien que no es anónimo. Es decir: doy la cara y doy mi nombre cuando opino, ¿por qué habría de darle vuelo a comentarios de gente que se esconde?

En ese pequeño programa (que la misma audiencia bautizó Café y Noticias) (empezó como un espacio para informar sobre la pandemia y avanzó a temas de sociedad y política) me he encontrado, por otro lado, a gente íntegra, documentada y apasionada, que opina o que me critica y a la que respondo igual, pero no para desmentirla o para desanimarla sino para generar debate. Pero desgraciadamente hay una corriente de usuarios anónimos que acusa de chayoteros, mentirosos, neoliberales, golpistas y demás a cualquiera que opine distinto que ellos. La versión más radical de esa corriente se mueve en el chat mañanero de Youtube de la cuenta del Gobierno de México, de la mañanera. Allí, que llamen a una mujer “perra corrupta” o “cerda chayotera” o cosas peores es común. Se intercalan con mensajes como “AMLO gran presidente”, “AMLO reelección” o “AMLO lujo de presidente”. Y otros, que son los menos, reclaman al mandatario con las peores palabras y peores intenciones.

En las redes no hay medias tintas con los calificativos. Es un “gran periodista” el que adula; es un chayotero, mentiroso, neoliberal, golpista y demás el que critica. Y nadie que haga una crítica saludable se salva. Es chayotero, mentiroso, neoliberal o golpista. Como si llevaran toda la vida en coma, repentinamente despiertan y acusan: “¿Dónde estaban cuando Peña, Calderón y Fox robaban a la Nación? No los vi criticándolos”. Así cuestionaban unos, este fin de semana, a la revista Proceso. Y así se la aplican a cualquiera. El tema es: estás conmigo o estás en mi contra. Y aún incluso quienes están con ellos, están en contra cuando se atreven a señalar algo que no funciona. Sara Sefchovich escribía sobre ésto último este mismo fin de semana.

Salvo el uso del lenguaje, que es respetuoso, veo al Presidente igual que los anteriores. De hecho, es un diálogo (éste sí) circular: la posición de López Obrador y la de sus seguidores radicales se retroalimenta. No hay mucha diferencia entre la afirmación injusta y temeraria de que “todos los medios callaban” –como momias o como lo que sean– y el “¿dónde estaba(s)(n) cuando…?” El chayotero, mentiroso, neoliberal y golpista no lo inventaron los seguidores y la fuente original es el máximo tribunal del país: la mañanera; un tribunal que, por otro lado, arroja pocas consignaciones y pocas condenas. Y sobre eso quiero hablar enseguida.

***

Empiezo con uno de los casos más polémicos: los señalamientos del Presidente a Enrique Krauze y a Héctor Aguilar Camín. Los acusa de chayoteros. Dice que le pegan porque se acabó el chayote y entonces los descalifica como opositores a su gobierno: son corruptos y eso alimenta su crítica, dice.

El chayote es corrupción: es que un gobierno o un gobernante le dé dinero de manera ilegal a alguien –un individuo o un medio– para que no lo critique. Es un delito, pues. Pero el Presidente suele referirse a “chayote” como el dinero que, en partidas de publicidad oficial, se les entregaban a empresas de medios relacionadas con estos dos personajes. Es cuando dice que “se les acabó”. ¿En qué momento las partidas de publicidad oficial se convirtieron en chayote? No es claro el criterio de López Obrador. Porque Televisa, TV Azteca y La Jornada reciben grandes porciones de partidas de publicidad oficial en el actual gobierno. Eso sería chayote, si se aplica la misma regla que se encaja a Enrique Krauze y a Héctor Aguilar Camín.

Ahora, que si el Presidente les reclama por recibir sobornos, es decir, chayote, no publicidad oficial, entonces tendría que presentar una denuncia ante la Fiscalía General de la República. Lo otro, la publicidad oficial, es publicidad oficial. No son sobornos. O Televisa, TV Azteca y La Jornada, a quienes él les da grandes porciones del presupuesto de publicidad oficial, estarían siendo sobornados por él.

Y de una vez digo que apenas he intercambiado palabras con Krauze (una sola vez) y nunca con Aguilar Camín. Solicité por correo una entrevista a Krauze para Los Periodistas, el programa que tengo con Álvaro Delgado en La Octava, y dos veces me dijo que no. Tampoco Aguilar Camín quiso; no tengo su correo ni su teléfono y le hice llegar la invitación por medio de un amigo común. Es más: llevo cuatro novelas publicadas en una editorial sólida (Alfaguara) y sus revistas (Nexos y Letras Libres) nunca me las han reseñado, siquiera. No soy parte de su club. Apenas existiré, quizás, para ambos. Y me veo en la necesidad de aclararlo porque la sola mención en mi texto será interpretada con ligereza como una defensa a ellos y podría ser, muy seguramente, calificado de chayotero, mentiroso, neoliberal y golpista. En cambio, La Jornada, Televisa y TV Azteca sí me han invitado, alguna vez, a una entrevista por mis novelas. Y son, a juzgar por las partidas de publicidad oficial, los medios más cercanos a la 4T.

Empecé con ése, uno de los casos más polémicos, para caminar a otro: ¿cuántos de los señalados en las mañaneras como CORRUPTOS (las mayúsculas son intencionales) han sido consignados ante el Ministerio Público? ¿Cuántos han sido señalados como CORRUPTOS simplemente para alimentar el mal ánimo contra ellos? Y a eso me refiero cuando digo que el máximo tribunal del país, la mañanera, arroja pocas consignaciones y pocas condenas formales. Como suelo decir: en el Caso Lozoya, ni Emilio Lozoya está detenido. Y seguimos siendo el país que menos resultados ha arrojado en las investigaciones sobre Odebrecht. Se califica a muchos de corruptos pero no se presentan pruebas. Entonces, resumo, de lo que se trata es de llamar a su linchamiento público, a su acoso en redes. Y las redes son duras; y más duros son los que se esconden en el anonimato.

Por eso –termino–, en mi modesto programa de YouTube que conduzco una hora y a veces una hora y media por la mañana por SinEmbargo Al Aire después de la conferencia de prensa del Presidente, suelo dedicar tiempo a responder a aquellos que me acusan de chayotero o mentiroso (o que difunden noticias falsas) simplemente porque lanzo alguna crítica al Presidente. Si me dejo, me caen a palos. Y claro que nadie es inmune al acoso; claro que generan desánimo. Sobre todo aquellos que creen que los linchamientos son “justicia del pueblo”; no, los linchamientos no son justicia del pueblo. Los linchamientos vienen de turbas, y las turbas casi siempre se equivocan; son irreflexivas; no representan la justicia social ni nada. Y de una vez digo, porque me van a tratar de torcer incluso esas palabras, que no estoy llamando irreflexivo al pueblo de México. Y de una vez digo que habrá quien tuerza lo que escribo para atizarme. Claramente llamo irreflexiva a la turba; a los que se ciegan con el odio y atacan en bola y muchas veces desde el anonimato.

Se que no me salvaré que alguien me llame chayotero, mentiroso, neoliberal y golpista; no me salvaré que me reinterpreten en redes, y no quiero siquiera parecer como que defiendo a Krauze y a Aguilar Camín, quienes pierden muy seguido los pantalones porque se los sueltan para tratar de golpear a López Obrador.

Todo lo anterior lo puedo resumir en esto: sería bueno que, más de dos años después del inicio del nuevo Gobierno, empezáramos a ver menos discurso y más resultados. No por mí, yo qué: lo digo porque, al final de todas las administraciones, hay un viento que corre siempre en contra del que pierde el poder. Un viento que desnuda. Y las palabras son lo primero que se lleva el viento. Se quedan los pilares. Se quedan los hechos.

Como he dicho antes: todos los que son llamados corruptos no dejarán de ser una amenaza para el país, si es que son corruptos, con sólo nombrarlos. Se necesita comprobar que lo son. O todo quedará en palabras. Y en poco más de tres años, esas palabras se irán con el viento. De otra manera, no habrá diferencia entre los ataques anónimos y lo que se señala en una mañanera cualquiera sin denuncia ante el Ministerio Público.