Jorge Zepeda Patterson
31/07/2022 - 12:05 am
Aguas con las aguas o el Estado que necesitamos
«No sé si las medidas que contempla el decreto para paliar la escasez de agua en Nuevo León sean las más convenientes o no. (…) Lo que no es deseable es condenarlo o lincharlo, al margen de su contenido, simplemente en aras de nuestras disputas de cada día».
Nos hemos acostumbrado a abordar la disyuntiva entre mercado libre o intervención del Estado como un tema esencialmente político e ideológico. El fracaso de la Unión Soviética y el triunfo del modelo occidental parecían haber zanjado definitivamente la disputa, en beneficio de este último.
Sin embargo, los nuevos retos que derivan de las crisis económicas y de la globalización, de la pandemia, y del deterioro ecológico han exigido replantear el tema. Por gusto o por necesidad, los gobiernos se están viendo obligados a intervenir cada vez con mayor frecuencia e intensidad, sea para proteger a sus productores y trabajadores frente a la globalización, combatir la inflación, atender los flujos migratorios, conseguir vacunas y aplicarlas, paliar sequías, resolver la escasez de combustibles y alimentos, enfrentar desastres naturales de magnitud y frecuencia creciente. Tema todos ellos para los cuales “la mano invisible” del mercado no ha sido el mejor recurso. Y no se trata de gobiernos de tendencia socialista o socialdemócrata necesaria o exclusivamente, ni que tengan como bandera una agenda en contra del liberalismo. Se trata, básicamente, de un asunto de logística, de necesidad en realidad, no de ideologías.
Francia, España, Alemania y Estados Unidos lo están haciendo, por mencionar algunos. Y México no es la excepción. El problema es que en nuestro país el asunto queda totalmente impregnado de la polarización política en la que estamos inmersos. El dilema intervención pública o mercado, queda subordinado a la tensión obradorismo vs antiobradorismo. En cierta forma es inevitable, pero corremos el riesgo de atrincherarnos en batallas mezquinas ante problemas graves que trascienden la coyuntura política. Es decir, podríamos palomear o, por el contrario, rechazar las opciones de solución que como sociedad tenemos al dejarnos llevar simplemente por simpatías o antipatías políticas, al margen de la solidez o la falta de ella, de los planteamientos que se están ofreciendo.
Un ejemplo es el agua. Convertir la escasez en un asunto de seguridad nacional y firmar un decreto para intervenir y asegurar el abasto en Nuevo León nos indica que algo nuevo, y serio, está sucediendo. Tan serio como puede representar la señal de que el destino nos está alcanzando. Hace muchos años escuché a un experto decir que las guerras del futuro serían provocadas por la escasez de agua. El concepto se entendía pero parecían observaciones más cercanas a las películas de ciencia ficción que a una posibilidad inmediata. Ya no. Pelearse por conseguir riquezas, territorios y poder puede ser una opción, luchar por tener agua cuando se carece de ella, es una necesidad.
El año pasado padecimos el acalorado conflicto fronterizo por las aguas que el tratado con Estados Unidos obliga a entregar a cambio de las que ellos nos proporcionan río arriba. Un tratado que en su conjunto puede ser justo e incluso el arreglo más provechoso para los dos países, pero no necesariamente para los que deben aportarla, cuando tienen severas restricciones. A los árboles afectados les ofrece poco consuelo saber que su sacrificio es en beneficio del bosque. Y si bien es cierto que el asunto se politizó y fue atizado por los involucrados en las campañas electorales en Chihuahua, la falta de agua se mostró como un agravio socialmente muy inflamable. El previsible patrón de sequías y agotamiento de mantos acuíferos que el daño ambiental garantiza, por desgracia, nos deparará un rosario cada vez más intenso y frecuente de protestas de vecinos enardecidos por la inadmisible privación de agua.
Las leyes del mercado y la mera competencia propician dinámicas muy convenientes en muchas áreas de la vida de una comunidad, y es prudente que esto siga siendo así, pero ofrecen poca ayuda en muchos de los nuevos problemas que nuestros países enfrentan. Ya no solo se trata de la necesidad de una intervención pública para resolver o matizar las distorsiones que el crecimiento espontáneo genera (pobreza y desigualdad, particularmente en sociedades con acceso diferenciado a las oportunidades), o la necesidad de incorporar criterios de beneficio social para asegurar que los servicios lleguen allá donde la ganancia y los rendimientos no ofrecen incentivos al mercado (internet, servicios médicos o energía eléctrica en poblaciones pobres y diseminadas o asentamientos urbanos irregulares) . Ahora son también los muchos nuevos temas que no pueden ser dejados a los llamados “amos del universo”, gestores de los fondos de inversión en Wall Street o en manos de los CEOs designados por consejos de administración obsesionados por ampliar el EBIDTA del año fiscal en curso.
Esto no quiere decir que toda intervención del Estado tenga que ser aceptada. Debe ser analizada y revisada a la luz de los costos y problemas que entraña frente a lo que intenta resolver. Pero sí significa que no tendría que ser descartada por su procedencia.
No sé si las medidas que contempla el decreto para paliar la escasez de agua en Nuevo León sean las más convenientes o no. Se necesitaría ser experto en la materia. Pero me queda claro que se trata de un esfuerzo para afrontar un problema urgente sobre el cual nadie puede quedar indiferente. Y si no es ideal, podría ser perfectible, mejorable. Lo que no es deseable es condenarlo o lincharlo, al margen de su contenido, simplemente en aras de nuestras disputas de cada día.
Hacerlo así inevitablemente nos condenará a resolver cada quien con sus uñas las molestias de los problemas comunes, a vivir dentro de bardas más altas y a atrincherarnos en el egoísmo que nuestros bolsillos se puedan permitir. @Jorgezepedap
Difiero. La escasez del agua no es un tema de suyo de seguridad nacional, lo es su administración toda. La seguridad nacional es inteligencia, el conocimiento de datos y su interpretación para su disposición y mejor aprovechamiento por tratarse de un bien agotable. Siempre lo ha sido.
Tiene ya su principio general y definición en nuestra Constitución. Ojo, no es igual que la tierra, patrimonio de la nación.
Quisiera dar razón al decreto de AMLO publicado el viernes 29 de julio que con singular facilidad califica el agua en diversos municipios de Nuevo León cómo seguridad nacional sin señalar tanto en sus atribuciones cómo naturaleza su fundamento legal. Lo grave en política es que es un secreto sin acuerdos ni consensos un afrenta más al federalismo, es expresión del centralismo conservador de Lucas Alamán y Santana del siglo XIX
Muy bien, entonces te pregunto ¿que han propuesto los «¿brillantes?» Samuel García, gobernador de NL y el otro inútil de Colosio jr, alcalde de Monterrey? La respuesta es nada, absolutamente nada. Ambos son unos petardos.
Esas personas que citas me son indistintos respecto del sentido de mi comentario. El decreto es deficiente en la forma y el fondo, de ello no escribí, no creo resuelva el problema refleja el interés de afectar a los detentadores del 4% del agua para las industrias.
Más el mensaje es que AMLO es conservador y centralista, para que te quede claro.
Siguiendo las órdenes de quienes los pusieron ahí: Exprimir al que se deje como es común en Monterrey.
La escasez de agua es un problema muy complejo que se presenta en varios países del mundo. En México, su solución podría dividirse en dos partes. Que las presas cercanas a la ciudad que padezca de falta de agua tengan un buen nivel de este líquido y que existan los acueductos necesarios para transportarlo. También es necesario que cuando ya se tenga solucionado dicho problema, no haya ningún desperdicio de este vital líquido. Lo que el gobierno federal está haciendo en algunos lugares, como en la Comarca Lagunera, es, precisamente, construir los acueductos para transportar el agua de las presas hacia diversas ciudades de este lugar. Y nada más para saber hasta dónde se ha politizado este asunto, es bueno saber que cuando se dio inicio al proyecto que solucionaría la escasez de agua hubo gente que consiguió un amparo para detener su realización.
La gente que vive en desiertos (cada vez hay más) debe cuidar el agua como un tesoro. Pero no lo hacemos! Tesoros: Tiempo, salud, flora, fauna, agua, aire y ahora… la electricidad y combustibles. Los desiertos son fabricados por explosiones humanas del pasado y presente.
Si agregamos la suma de combustibles fósiles que refinará dos hocicos , en menos que canta el loro, antes que acabe el sexenio, viviremos en un páramo por culpa de estos ineficientes gobernantes.
Elmer: El «modesto» Sureste mexicano nos dá ya, electricidad por agua y nos dará gasolina por petróleo, que ellos tienen en demasía comparada con el norte, que a veces se siente muy fufurufo, que aunque tiene carbón y litio no seremos capaces de aprovechar al máximo. Tons? Sin gasolina México se detiene, cosa que SOLO le conviene a la oposición no a nosotros.
Un aspecto que se ha soslayado, por casi una década, ha sido el nefasto papel que ha protagonizado el congreso con respecto a la Ley de Aguas. Esta actitud negligente ára incluir la discusión y aprobación de las leyes y reglamentos que estanpendientes, orilla a pensar que están recibiendo presiones de poderosos grupos de interes y en buena medida corrupción de los legisladores, quienes defienden los interese económicos antes que atender las demandas de la población del país
Siendo hoy en día el acceso al agua un derecho humano consagrado en nuestra Constitución, cualquier acción del Estado para cumplir este mandato constitucional no solo es bienvenida sino necesaria. No está demás recordar que el llamado «oro azul» es un recurso vital para la supervivencia humana y por el cual, ya en nuestros días, existe una lucha en diversos lugares del planeta por su apropiación debido ala escasez del vital líquido. No es casual que los Estados Unidos haya asentado bases militares precisamente en una de las zonas de mayor cantidad probada de este recurso en América del sur (con el consentimiento, claro, de los países donde se encuentran dichas bases) para, en un futuro donde se vislumbra su escasez , apropiarse del agua dulce, así sea por la fuerza. Por lo pronto, en nuestro país se debe considerar el principio fundamental Pro persona, para que el Estado de prioridad al consumo humano por encima de los intereses de las empresas e industrias que han explotado el líquido con fines de lucro y, en no pocas ocasiones, afectando a las comunidades locales al arrebatarles un derecho que nuestra Constitución protege.