Jorge Zepeda Patterson
12/12/2021 - 12:05 am
El pueblo bueno
El país de donde procede AMLO es uno en el que hay que armarse de paciencia, donde los horarios y las citas no funcionan del todo, en el que hay que regresar porque hoy no se pudo, en donde muchas cosas están descompuestas pero tampoco están mal si son gratis o cuestan poco.
Siempre he puesto en duda la categórica afirmación de Andrés Manuel López Obrador de que el pueblo es por naturaleza bueno. Su confianza indeclinable en las grandes mayorías de escasos recursos, ha sido una constante a lo largo de su vida. El pueblo es bueno, sabio y noble ha dicho una y otra vez. Sin embargo, una larga experiencia me ha enseñado que al margen de la clase social hay seres humanos admirables y seres inhumanos, punto. Por sí misma la pobreza no enaltece y la miseria absoluta no extrae necesariamente lo mejor de una persona, con frecuencia más bien lo contrario, lo cual resulta más que entendible.
Dicho lo anterior, debo reconocer que tal convicción fue sacudida luego de invertir medio día para recibir la tercera dosis de la vacuna contra el Covid19. Mi edad y residencia actual me citaron este viernes a unas oficinas de la Secretaría del Bienestar, habilitadas como centro de vacunación. Lo había intentado el jueves, pero las interminables colas que encontré me convencieron de regresar a las 6:30 del día siguiente. Por desgracia otras 4 mil personas pensaron lo mismo, con el agravante de que el despertador de la mayoría de ellas fue más previsor.
Una vez instalado, a casi un kilómetro de la boca de entrada, asumí que habría que armarse de paciencia y, libro en mano, intenté despejar mi mente del repentino resentimiento que me generaba la incompetencia de la burocracia federal. ¿No podían haberlo hecho mejor? Solo dos sitios de vacunación en una ciudad de medio millón de habitantes y tres días límite para vacunar a más de 50 mil adultos mayores se traducen, por aritmética pura, en un calvario para miles de ancianos. ¿Por qué el valemadrismo de la autoridad con una “logística” que inflige tal castigo en su propia población? Bastaba ver la concurrencia para entender que muchos de los de la tercera edad estaban muy cerca de salir de ella y el enfriamiento y el implacable plantón no ayudarían para mantenerlos entre los vivos. Para algunos constituía un suplicio simplemente avanzar los dos o tres metros que de tanto en tanto había que recorrer para acortar el interminable kilómetro. Literalmente varios habían sido trasladados e instalados en la larga cola por algún familiar.
Intenté participar de mi indignación a mis vecinos, solo para descubrir que ninguno la compartía. “Pero es gratis”, me dijo uno con una enorme sonrisa desdentada. “Para las 4 de la tarde ya estamos en casa y bien vacunaditos”, me dijo otro con una templanza que habría envidiado Yoda o el Dalai Lama, mientras que yo hacía preocupados cálculos de las diez horas que faltaban para que eso sucediera. “No se crea, tampoco tenía mucho que hacer encerrado en la casa”, afirmó un tercero, mientras alzaba el brazo para atraer la atención de una señora con un canasto de chilaquiles verdes y rojos. Para las 8 de la mañana la escena se había convertido en una verbena. Vendedores de gelatinas, café con conchas, buñuelos, tortas de jamón, pasteles y galletas recorrían de arriba abajo la larga serpiente de ancianos pregonando su mejor marketing. “Café calientito”, “tortas con rebanadas gruesas de jamón”, “pastelitos de la abuelita”. La señora de los chilaquiles, prefería echar mano de la ciencia y en su mejor imitación de López-Gatell aseguraba “la vacuna no debe recibirse con el estómago vacío, lleve sus chilaquiles”. Muchos de los pacientes, nunca mejor dicho, observaban la pasarela de vendedores como si se tratara de un maravilloso e irresistible buffet. Y en verdad lo era.
Había algunos pocos cuya tez y atuendo evidenciaban su pertenencia a la clase media e incluso un par de fifís que hacían ostensible que se encontraban fuera de lugar. Supongo que su prisa por inmunizarse había vencido su resistencia a incurrir en tan forzado baño de pueblo. Sus choferes los avituallan de tupperwares y botellas de agua, sombrillas para el sol y sillitas plegables para hacerles más llevadero el momento, a pesar de lo cual claramente lo estaban pasando más mal que sus vecinos del México profundo.
Cuando por fin quedó a golpe de vista la puerta de entrada a la ansiada clínica pude confirmar que López Obrador puede estar equivocado en muchas cosas, pero quizá no anda tan errado en lo que respecta a su pueblo bueno. Mientras que la totalidad de la gente guardaba con riguroso respeto el orden de llegada a la fila, por más sinuosidades y accidentes que hubiese en los frecuentes recorridos, una y otra vez pude ver que los intentos por colarse procedían de los que se auto definirían como “gente bien”. Quizá los clasemedieros pensarían que los otros estaban en la obligación de pasarse horas porque de cualquier manera eran humildes y su tiempo valía menos, pero que por alguna razón ellos tendrían que estar exentos. Una veintena de “bien nacidos”, a juzgar por su aspecto, se agolpaban a la puerta de entrada intentando convencer a los Servidores de la Nación con algún argumento in extremis que justificara ser vacunado de inmediato. En ese momento entendí por qué había tan pocos en la fila: al llegar la vieron y, en lugar de formarse 500 metros atrás, habían decidido que tenían mayor oportunidad encomendándose a su verbo y a su cartera. Se que mi observación no tiene nada de científica, pero juro que en esa bola de aspirantes a infiltrarse no había uno que militase en las filas de los que AMLO llamaría el pueblo bueno.
Quizá se trate menos de una supuesta bondad aparejada con la pobreza y más con la costumbre de soportar las vicisitudes de la vida pública en desventaja. El país de donde procede AMLO es uno en el que hay que armarse de paciencia, donde los horarios y las citas no funcionan del todo, en el que hay que regresar porque hoy no se pudo, en donde muchas cosas están descompuestas pero tampoco están mal si son gratis o cuestan poco.
A las dos de la tarde salí feliz porque ninguno de los Servidores de la Nación dejó colar a nadie, y porque estaba vacunado y camino a casa tras una jornada de ocho horas en lugar de las diez pronosticadas. Y gratis. @jorgezepedap
También para ser periodista hace falta darse sus baños de pueblo. No parecería que el Sr. Zepeda esté habituado a ello. Siempre sale a colación AMLO, como si fuera el encargado de la logística de la vacunación. Dentro de estos baños de pueblo convendría recordar que desde hace décadas, si el Sr. Zepeda quisiera obtener una consulta en algún instituto de salud, v.gr. Instituto Nacional de la Nutrición, Cardiología, Ladislao de la Pascua, Neurología, entre otros, tendria que ir a pernoctar o a hacer fila desde las 4 de la mañana para obtener la “ficha” que le incluyera en la lista de las consultas, y así tener la revisión ansiada por algún especialista. El obtener ahora una vacuna, que seguramente cambia el futuro de cada individuo, vale la pena esperar el tiempo que sea. Tan solo la logística de obtener la vacuna, transportarla desde el lugar de origen, resguardarla, establecer las rutinas de vacunación, obtener millones de desechables, jeringas, viales, algodón, así como el elemento más valioso, el humano, el que esté calificado para toda esa secuencia, no se da en macetas. Y todo está limitado. El usuario final pone su bracito, unas horas de espera y cierto, es gratis. No ha habido la misma queja en los tiempos de espera para obtener una visa en la embajada de EEUU, o de las filas en migración cuando volamos a ese país, o lo prolongado de las filas para entrar a un juego en Disneylandia, o para hacer filas de tres horas cuando se inauguraron los IHOP en México.
O toda la noche formado para ver el spider man version mil…
Quizá ya sea más apropiado utilizar la palabra sociedad en lugar de pueblo, porque esta última se presta a manipulaciones erróneas. Y sí, los mexicanos formamos una sociedad con una diversidad de caras muy diferentes entre sí. Generalmente, cada uno de nosotros está interesado únicamente en nuestros intereses personales sin considerar los de los demás. Cuando tengamos un poco de inquietud social, México, nuestro país, empezará a ser diferente. No han sido pocos los problemas que han tenido que resolver los gobiernos que tenemos en México, en cualquiera de sus niveles, para aplicar la vacuna anticovid, pero mucho se les habría que agradecer si hubieran tenido una mejor organización para hacerlo.
En este artículo de Pueblo Bueno, Zepeda Patterson, nos narra su experiencia y pensamientos al esperar por 8 horas ser vacunado. Primero duda de la afirmación de nuestro presidente de que el pueblo es bueno sin embargo le dá la razón en su idea criminológica que otorga al entorno una influencia sobre la voluntad de ser bueno o ser malo.
Después duda de que exista algún bien en hacer esperar a los adultos mayores por tanto tiempo pues su salud lo resiente, sin embargo al pasar más tiempo en la fila y escucha a sus vecinos argumentar que el mal causado es menor que el bien recibido y además es testigo de cómo esa interminable fila fomentaba el comercio informal y la economía. Esa experiencia también sirvió para comprobar que los de posición económica acomodada , con mayores posesiones eran más egoístas que los demás , pues intentaban evitarse las incomodidades propias de la situación mientras que los demás tenían la voluntad de tomar la interminable fila como un mal de proporción menor al bien que recibirían.
En 8 horas , el autor fue capaz de valorar alinearse al bien mayor de vacunarse y caer en cuenta que el presidente es consciente de eso y por eso califica al pueblo como “bueno”.
Por mi parte yo que también me vacuné y madrugé y tuve que esperar 12 horas para recibir mi dosis , fui testigo de la mala organización de los servidores públicos que operaban la seguridad y la vacunación. Pese a estar señalado y publicado horarios específicos de vacunación por grupos de edad y apellidos, la gente ricos y pobres, jóvenes y adultos de mediana y mayores hacían fila en la misma formación sin que nadie, ni la guardia nacional, ni los “servidores de la nación “ pusieran orden al caos que hacían interminable la cola, a pesar de ser advertidos de tal situación y comprobarlo por ellos mismos.
También fui testigo cómo las autoridades de la secretaría de bienestar felicitaron por medio de la prensa y Facebook (benditas redes sociales ) el “ejemplo cívico de participación ciudadana” por parte de la población que tuvo que soportar sin agua y a pleno rayo del sol, en un estado donde las temperaturas sobrepasan los 40 grados centígrados. Y los servidores públicos eran apáticos a su deber de organizar la vacunación y al parecer nadie se sintió competente para poner orden en la fila, Tampoco se dignaron a investigar cuál era la situación en otros puntos de vacunación, ya que ellos deberían de estar coordinados, lo cual no fue el caso, porque después nos enteramos que otros puntos operativos tuvieron poca afluencia y nunca lo avisaron “para evitarse la fátiga” no “juera siendo” que de pronto “les cayeran los apaches” y se acabaran sus vacaciones.
En base a lo que narra Zepeda Patterson y a mi experiencia , independientemente de cómo sea el pueblo, bueno o malo, desde la perspectiva que quieran , socrática, agustiniana, tomista, de Schopenhauer, Nitzche o Hobbes, el estado y sus servidores públicos son incompetentes, es decir no cumplen sus deberes y/o son apáticos con las molestias causadas por su conducta omisa a la población debido a su mala organización por lo tanto al ser incompetentes no pueden ser honestos. Ahora resulta que para ser honesto basta con no ser ladrón o ratero! En este orden de ideas en mi opinión los servidores públicos de la 4T, a todo nivel , piensan que por tener un “pueblo bueno y aguantador” pueden abusar de él hasta el grado de amenazar su integridad física, su salud, por el simple hecho de pertenecer al movimiento de regeneración nacional y ser empleados transitorios o de planta del estado.
Esta actitud omisa, desorganizada, incompetente y por lo tanto deshonesta en el cumplimiento de sus deberes es el sello de éste gobierno federal quien piensa que los daños colaterales causados por la subordinación de los derechos ciudadanos a los proyectos nacionales son un mal menor en comparación a los enormes beneficios que recibiremos. No estoy de acuerdo.
Genial artículo Don Jorge, he leído sus libros, lo sigo aquí en Sin embargo, primera vez que le escribo, la razón; totalmente de acuerdo con su aventura vacunera, de risa, de la buena risa, de aquella que da alegría. Le envío un afectuoso saludo de un integrante de ese pueblo del que, sin duda con orgullo, Usted y este lector y servidor formamos parte.
Estimado Jorge Zepeda Patterson, dice S. Freud que en todos los hombres laten dos pulsiones naturales encontradas: Eros y Tanatos, Y cuando digo todos los hombres, es todos los hombres, incluidos los que conforman lo que el Presidente López Obrador denomina «el pueblo bueno».
Por su parte, E. M. Cioran, apunta: «Bajo cualquier circunstancia debe uno ponerse del lado de los oprimidos, incluso cuando van errados, pero sin perder de vista que están amasados con el mismo barro de sus opresores». (Cita tomada de Héctor Aguilar Camín, «Historia para hoy», en Historia, ¿Para qué?, México, Editorial Siglo XXI, octava edición, 1986, p. 146).
Saludos fraternos, gran escritor y analista político. ¡Salud, Democracia, Libertad, Igualdad y Fraternidad! Amén.
Por favor Jorgito. Ningún político va a decir que sus votantes potenciales son malos. No hay columnistas en sus sano juicio que digan que sus lectores son malos, bueno, si hay uno aquí en sin-embargo, el «más punzante» que escribió el libro sobre Bartlett. Ni la coca-cola, ni microsoft, ni… van a decir que sus clientes son malos! Por favor!
Excelsa contribución, el México profundo, real, gracias.
Excelsa contribución, México profundo y real, gracias
Espero que con esta experiencia enderece su perspectiva y entienda de una buena vez que esta transformación es profunda, popular y no de apariencia pequeñoburguesa para agradó de pensadores light.
JZP: esta vez te toco recibir en carne propia un baño de Pueblo -de Pueblo Bueno, Sabio y Aguantador. Te felicito por la reseña, donde miles y miles de viejitos como tu y como yo tuvimos que hacer cola durante horas. Igualmente, por exhibir a ‘Bienestar’ (Malestar?) por su insensibilidad y casi desprecio hacia los adultos mayores. AMLO no tuvo que hacer cola y tal vez por eso no entiende los padeciemientos ajenos de su pueblo bueno y sabio. Yo le pediria… Que se forme en la fila! Que vaya a los centros de vacunacion como los demas mortales! Porque asi como viaja por tierra o en aviones comerciales, igual deberia de hacer en lo demas. Punto menos para Cabecita de Algodon.
La vacuna es un derecho universal , no una limosna gratificante ; los pobres desdentados no somos felices aguantando vara. No es virtud la pobreza resignada en una fila “Gourmet”de vendedores ambulantes , no somos Pedro Infante .Prefiero vivir en alguna colonia fifí de Cuernavaca, comer tres veces al día , tener casa y automóvil propio , darme un chapuzón en la piscina, etcétera; vivir clasemedieramente alto, como usted o el señor presidente. No quiero una realidad de cubano homogéneo, ni para mí , ni para los mexicanos.
Preciso comentario. Los fifís de izquierda se asolean en sus casas de Cuernavaca o Tepoztlán , viven en la Condesa , se alimentan en restaurantes veganos de la Roma Norte. Piensan en los pobres como continuación de los dramas mexicanos de Ismael Rodríguez , o sus mascotas adoptadas en el Parque México. El México profundo quiere vivir bien , como los paladines de las causas justas , de la justa medianía : Bartlett, Eréndira , el fiscal carnal, la jefa de gobierno, Marcelo E, Santiago N, Ricardo M, Martí B, Gerardo F, etcétera. ¿ Quién de ellos vive jodido ?
JZP: Te cuento…
Con esto del Ómicron ya salieron con el tema de que la vacuna de refuerzo se llevaría a cabo en Colima del 11 al 13 de diciembre, por orden alfabético. A mí me tocaba ayer, sabado 11, en el Deportivo Morelos, aquí cerca de la casa. Como de costumbre, me levanté por ahí de las 6 de la mañana, me aventé unos taquitos de arroz con mole, un pan tostado con mermelada y una manzana, digo, pa’ no ir con la panza vacía. Salí de casa antes de las 8 y busqué donde estacionarme, pero la calle estaba llena de autos. Bueno, dos o tres cuadras más adelante encontré un lugar y allá voy. ¡Ayjuela chicharra! Al llegar vi que había una colota de viejitos, mis compañeros, así como cuando en el Cine Variedades exhibían Ben Hur o una película de Cantinflas, de más de cien cuadras. No, ni máis, mejor regreso a mediodía para ver si está más tranquila la cosa. Y me fui.
Volví por ahí de las 2 y media, y la misma historia. Me formé en la muy larga fila y ahí me quedé un rato. En eso vi a dos o tres viejitos que estaban sentados un poco más atrás y les pregunté cómo estaba la cosa, si avanzaba la fila. -¡Uy, amigo, si bien le va, se llevará por lo menos dos horas! Por eso mejor ya nos vamos. Estamos esperando que vengan por nosotros. No, pos qué a toda madre. Y yo con mis rodillas, que a veces no las aguanto, y además con las dolencias de la espalda que ya no aguanto. Ni madres. -Gracias, amigos, mejor me voy. Y si me da (el omicrón), que me dé. Total, les dije, de algo se tiene uno que morir. Risas de los viejitos. Que le vaya bien, amigo, cuídese. Ora pues, que Dios los bendiga. Adiós, adiós.
Me regresé caminando las tres cuadras donde había dejado mi carro, pensando en que si me llega a dar, pos total que me dé y chingue a su madre. Pensé también en que todo este tiempo de pandemia me había estado cuidando y que con eso sería suficiente. Y que si ya, en la de malas, me toca, pos que me toque y tán-tán. Para qué estarse cuidando tanto si de todos modos nos va a llevar Candingas. No quisiera llegar a mi final siendo una carga para los demás: ahí, todo achacoso, viejo, pobre, enfermo y feo. Inmóvil, en una cama (ya no digamos de hospital, sino de mi casa fría y vacía). Siendo atendido por mi querida esposa, quien más, y sometiéndola a un martirio que ella no merece.
No, ni madres. Cuando yo sienta los primeros síntomas, pienso hacer una de dos cosas: esperar unos días y después ir al Hospital Universitario, en taxi, a pedir que me diagnostiquen. Si me internan, yo sé que de ahí no salgo con vida. La otra, es ir a la Central de Autobuses y comprar boleto para Cuyutlán. Llevar conmigo sólo lo más necesario y sentarme en la palapa ‘Lupita’, la de mi amigo Sergio. Pedir unas cervezas y unos tequilas. Tal vez un coctel de camarones o algo más. Llevar dinero suficiente para pagar la cuenta antes meterme al mar. El mar. Y ahí entrar a dormir el sueño de la paz.
Esto último no me cuachalanga tanto, por las molestias que tendrán que pasar mis deudos. Y no me gusta la idea de ver que las autoridades del lugar se quieran aprovechar del dolor ajeno para sacarles dinero. En todas partes son ojetes y se aprovechan. ¿Cuál pueblo bueno, AMLO? Si son bien ojetes.
Pero bueno. Todavía no sabemos cómo va a terminar esta historia, así que mejor aquí la dejamos. A lo mejor me da un patatús yendo a Walmart y ahí quedo. O a lo mejor me da el patatús en mi casa y nadie se entera hasta el tercer día. Que sea como sea. La cosa es que decidí no vacunarme con el refuerzo, porque no encontramos la sensibilidad de la que AMLO mucho habla, y que venga lo que venga. Yo quería vacunarme con el refuerzo, pero los del Bienestar-Malestar fueron muy culeros y muy ojetes con los viejitos… Y así que se quede.
Quieren convertir a México en un gulag de locura y hambre , de pobreza estoica del ya ni modo , del » aquí nos tocó vivir » , del se chingan y conforman . Estoy por un México próspero , digno , no por uno de folklorismo limosnero , de remordimiento franciscano que nos ve con lástima .
Miguel Ramirez: muy acertado tu comentario. Pero «Pueblo» incluye mas a los menos favorecidos, a quienes AMLO se dirige; a quienes AMLO quisiera favorecer. «Sociedad», suena mas bien a «Los 300 y algunos mas»… a la «Alta Sociedad»… A «Porfiristas», para decirlo de una vez. Tal vez «Ciudadania»… en lugar de «»Sociedad», sonaria mejor y llegaria a los ciudadanos. A todos. Ciudadano tu, y ciudadano yo, sin importar a que clase social peteneces. Digo.
Hernan escribe usted muy bien felicidades. Ahora respecto a que todos somos iguales al morir, es cierto, tan cierto como lo que en vida nos hace diferentes es nuestra aceptación de una programación que nos subordina a otros. Eso del destino es como las llamadas a misa, va quien quiere ir…
Mi comentario Final seria este: Ya dejemonos de tarugadas y aceptemos que lo que nos toque, nos tocara. Aunque te pongas o aunque te quites. Nos tocara. La Muerte es tu destino. Ni vacunas ni refuerzos, ni tener mucho dinero, ni posiciones importantes en el gobierno, ni grandes empresas, nos salvaran del Final. Cuando nos llegue la hora, nos llegara. No os hagais pendejos. Muertos, el pobre y el rico… el joven y el viejo… todos seremos igual. Y eso me da mucho gusto.
A ver, midele el agua a los camotes AMLO
Hay que pedirle (mas bien exigirle) a AMLO que se forme para el cambio de placas de su automovil, o que se forme en la fila de las vacunas para los viejitos. Y que se forme para pagar el predial y el agua. Hay que exigirle a AMLO que vaya a hacer un tramite en la Fiscalia de cualquier cuidad, o que le den chance de visitar a un preso en cualquier CERESO sin que le den chance de formarse hasta adelante. Igual en las oficinas de Hacienda o cualquier otra. Nomas para que le mida el agua a los camotes, y para que no siga diciendo que el «Pueblo es Bueno»… pinche pueblo burocrata… son bien ojetes esos culeros con uno, pero no con AMLO..!
La sociedad desea salud, seguridad, estabilidad, responsabilidad social, certeza jurídica, crecimiento económico. Pero hoy tenemos una crisis estilo Dinamarca.
este relato de Jorge, me queda lo siguiente :
1. No tenemos ni el 50% de lo que la sociedad desea. Y lo lo se tiene de mediana calidad.
2. El ambulantaje es termómetro de la falta de oportunidades laborales optimas así como la alternativa para no morir de hambre. Y carencia de un estado de derecho eficaz y el oportunismo Rapaz de partidos políticos y otras organizaciones que sólo los utilizan y ellos les conviene..
3. Las vacunas compradas o limosneadas, se usaron para alguna parte de la sociedad, y darle sobras a países más jodidos que nosotros. Muy romántico relato de cómo hacer ver de manera humorística la tercera dosis.
La coca-cola te desea una feliz navidad llena de salud, igual las cerveceras, marinela y las sopas de plástico coreanas. EEUU y las armadoras alemanas te desean una feliz navidad llena de paz, compra tu arma, defiende a tu familia de migrantes, ambulantes y comunistas. Dinamarca te invita a construir con lego tus sueños. La coca… no la olvides.
No cabe duda que fuera de México todo es Cuctitlan. Yo ayer me vacuné en la Alcaldía Tlalpan , estuve escasos 30 minutos en el centro de vacunación, de este tiempo 20 minutos fueron la sala de observación.
Asi no ANLO, me tardo mucho formado por mi vacuna gratis y ya no me quedan ganas de formarme por los boletos de la premier de spiderman en su película #100. Soy capaz de durar horas por mi boleto pa’la premier.
como cada quien cuenta como le fue ahi va la mia:
29 minutos desde que llegué me formé, revisaron los papeles e indicaron pase allá: había 5 enfermeras esperando con jeringa en mano y lista pa darle . Como ese caso habia 3 módulos lo que significa que de un solo pase 15 personas.
Si revisas lo que escriben varios coincide con lo que yo experimenté, y no con lo que te pasó.
Esa es la ventaja que tienen los medios sobre los de a pata