“Hay una vida de los muertos y ellos viven a través de nosotros”, dice Muriel Barbery
PorObed Rosas
04/09/2021 - 10:00 am
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Muriel Barbery, que este día participa en el Hay Festival Querétaro, comparte en entrevista con SinEmbargo una serie de reflexiones entorno a su novela Una rosa sola, una travesía a través del mundo natural y místico de Japón.
Ciudad de México, 4 de septiembre (SinEmbargo).– La escritora Muriel Barbery explora en su más reciente novela Una rosa sola (Seix Barral, 2021) la trascendencia del mundo natural y espiritual sobre el humano, y lo hace a través de un recorrido por Kyoto, Japón, a donde su protagonista Rose viaja para enfrentar el duelo de un padre que no conoció al tiempo que revisa hacia su interior y pasado.
“Cómo se enfrenta uno a la pérdida y cómo se vive después con estos seres que se fueron. Lo descubrí en conjunto con Rose, porque no sabía cómo iba a enfrentar ese duelo. Es algo extraordinario. Cuando se escribe, nuestros personajes nos enseñan cosas sobre nosotros mismos. Entendí, y Rose también lo entendió, que hay una vida de los muertos y ellos viven a través de nosotros”, comenta la autora, que este día participa en el Hay Festival Querétaro, en entrevista con SinEmbargo.
Barbery ahonda además en su novela sobre la influencia que tiene en las personas su linaje. De hecho, comparte que es una cuestión en la que ha indagado y sobre la cual seguirá pensando durante mucho tiempo más: “Escribo novelas precisamente para intentar responder a esa pregunta”.
“Durante mucho tiempo pensé que nuestras raíces importaban poco, pero con la madurez me he dado cuenta de todas las herencias invisibles que recibí. Una fuerza de la transmisión muy importante que descubrí con el tiempo es que lo que es invisible o lejano no por ello tiene menos fuerza, todo lo contrario”, señala.
En Una rosa sola, Muriel Barbery introduce cada capítulo con una parábola que bien podría formar parte de la mitología japonesa, pero que en realidad fue ideada por la propia escritora como parte de un dinámica en la cual logra mostrar la transformación de Rose a través de la metáfora de las flores.
“Crecí en el campo, en medio de la naturaleza, por lo que gran parte de mi inspiración viene de ahí. Siempre he pensado que la escritura es una manera de relacionarme con la naturaleza. Cuando llegué a Japón viví una relación con la naturaleza muy distinta que la de los occidentales, lo que me trastocó mucho. Mi relación con la naturaleza es estética, pero también espiritual, lo cual es muy fuerte en Japón”, menciona.
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—Es notable la claridad con la que describes a Japón. Tengo entendido que viviste un par de años ahí. ¿Volviste a estas tierras para escribir Una rosa sola o cómo es que lograste hacer una descripción tan vívida de Kyoto?
–Viví allá en 2008 y 2009, dos años estuve, y luego seguí regresando con cierta frecuencia. Me gusta mucho sacar fotos, tengo centenares de fotos de mis lugares favoritos en Kyoto. Usé fotos también para recordar ciertos lugares, pero los sitios que describo en el libro los conozco muy bien porque estuve ahí decenas de veces.
—En Una rosa sola los textos que introducen a cada capítulo parecieran mostrar la trascendencia ancestral de la naturaleza sobre el ser humano, incluso la misma Rose en su viaje a Japón queda cautiva ante esta fuerza natural. ¿Qué hay detrás de esta relación con el mundo natural, incluso espiritual, en tu novela?
–Quiero hacer una pequeña introducción sobre las parábolas que introducen los capítulos. Cuando salí de Francia me sorprendió que los lectores pensaban que me había inspirado en la mitología japonesa, pero todo lo inventé yo misma. Lo que quería era poner en escena la transformación de Rose a través de la metáfora de las flores. Crecí en el campo, en medio de la naturaleza, por lo que gran parte de mi inspiración viene de ahí. Siempre he pensado que la escritura es una manera de relacionarme con la naturaleza. Cuando llegué a Japón viví una relación con la naturaleza muy distinta que la de los occidentales, lo que me trastocó mucho. Mi relación con la naturaleza es estética, pero también espiritual, lo cual es muy fuerte en Japón.
—Tanto el viaje de Rose a Japón, como su posterior travesía espiritual, tienen un punto de partida: el duelo. ¿Cómo se renace a partir de un duelo, cómo se aprende a vivir con la ausencia de nuestros seres queridos?
–Era precisamente la cuestión a la que quería enfrentarme en esta novela. Es una cuestión muy importante para mí y para todos: cómo se enfrenta uno a la pérdida y cómo se vive después con estos seres que se fueron. Lo descubrí en conjunto con Rose, porque no sabía cómo iba a enfrentar ese duelo. Es algo extraordinario. Cuando se escribe, nuestros personajes nos enseñan cosas sobre nosotros mismos. Entendí, y Rose también lo entendió, que hay una vida de los muertos y ellos viven a través de nosotros.
—A su vez, tu novela toca otros puntos muy hondos como son la soledad y la nostalgia. Rose por momentos pareciera querer escapar de ellos. ¿Es posible rehuir a todas estos sentimientos, o nuestra misma esencia los requiere para entenderse a sí misma?
–Es el tema de toda una vida para cada uno de nosotros. Es algo extraordinario para Rose porque cambiando de país se transforma ella misma. Piensa si esos cambios importantes en una vida son posibles.
—Rose recurre constantemente a su pasado, incluso pareciera que lo vive en el presente, con su viaje vive un legado que no es suyo, hablo del de su padre. ¿El pasado de nuestras raíces es determinante en lo que somos?
–Eso me lo he preguntado toda la vida y me lo seguiré preguntando durante mucho tiempo. Escribo novelas precisamente para intentar responder a esa pregunta. Durante mucho tiempo pensé que nuestras raíces importaban poco, pero con la madurez me he dado cuenta de todas las herencias invisibles que recibí. Una fuerza de la transmisión muy importante que descubrí con el tiempo es que lo que es invisible o lejano no por ello tiene menos fuerza, todo lo contrario.
—Por último Muriel. Pensaba cómo tu narrativa te envuelve en esa dinámica entre el mundo natural y el mundo interior del ser humano. ¿Cómo vivir esta experiencia en carne propia en un mundo cada vez más desapegado de la naturaleza y que con las nuevas tecnologías se rehúsa a ver hacia dentro de cada uno?
–Muy buena pregunta y totalmente actual. Siempre que me alejo de la naturaleza sufro mucho. La modernidad ha ofrecido al ser humano un corte cada vez más grande con la naturaleza. Cuando llegué a Japón me conmovió mucho la relación de los japoneses con la naturaleza. Mucho más en lo tradicional porque el Japón moderno no es muy ecológico. En las tradiciones asiáticas, especialmente las japonesas, el pensamiento no es que la naturaleza nos pertenece, sino que formamos parte de ella. Eso es fundamental para tener una vida humana de verdad.
Obed Rosas
Es licenciado en Comunicación y Periodismo por la FES Aragón de la UNAM. Estudió, además, Lengua y Literatura Hispánicas en la Facultad de Filosofía y Letras.
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