Igor Ramírez García-Peralta estrena su primera novela: Ese horrible deseo de pertenecer (Emecé, 2021), una historia, en donde abunda el erotismo y la necesidad de satisfacer el sentido de pertenencia en este mundo. Sobre ello, habla el autor en entrevista.

Ciudad de México, 21 de agosto (SinEmbargo).–  Ese horrible deseo de pertenecer (Emecé, 2021), la primera novela de Igor Ramírez García-Peralta, aborda la sensación inherente a los seres humanos de formar parte de algo, además de dar cuenta de los “universos paralelos” que existen en las familias tradicionales de México, en donde muchas veces nada se nombra para guardar las apariencias.

“Hay muchos universos paralelos en México. Los hay en muchas partes del mundo, pero en México es muy impresionante el contraste que hay entre uno y otro. Los distintos valores y cómo dos vidas que pueden parecer cercanas son completamente distintas”, expresó el autor en entrevista con SinEmbargo.

En su primera novela, Igor Ramírez narra en primera persona la historia de León Rodríguez, un joven que al igual que su madre, Eugenia, y Belá, su abuela, buscan a como dé lugar ese sentido de pertenencia que les ha sido arrebatado en la sociedad por el simple hecho de integrar “la casa chica”. De esta manera, León se ve obligado a adoptar como propias costumbres e ideas que no representan lo que siente por dentro.

“Desde niño, solo en su cuarto, su mente despierta e infantil ya entendía que algunas fantasías son mejores si no se comparten, y lo confirmó en los años de juventud, llenos de encuentros salvajes y furtivos, así como de romances impetuosos que, sin embargo, nada pudieron hacer para satisfacerlo ni para darle sentido de pertenencia”, se lee en la reseña de Ese horrible deseo de pertenecer.

Igor Ramírez advierte, en ese sentido, “que la tentación y el placer son parte esencial de nuestra condición humana, pero también es completamente válido decidir no vivirlo”. Además, da cuenta del peso que tiene la nostalgia y la soledad en su historia: 

“En algún momento cuando el personaje está en Londres descubre una nostalgia inesperada por su vida en México y el pasado y la nostalgia son muy importantes. Sin revelar el final, es el momento en que finalmente el personaje logra estar en su presente”. 

Ese horrible deseo de pertenecer es la primera novela de Igor Ramírez García-Peralta. Foto: Grupo Planeta.

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—Igor, ¿ese horrible deseo de pertenecer en el que el lector se sumerge en la lectura, sólo es el de León, el protagonista, o es inherente a toda su familia?

—Creo que es inherente a los humanos de una manera o de otra. León tiene algunos complejos suyos que no comparte con su familia. Se desarrolla de una manera muy tangible en el Colegio Alemán en México que tanto para su madre como para su hermano es un oasis. Sobre todo para la madre que es una hija bastarda en los 50 y eso le cerraba las puertas de muchos colegios. El Colegio Alemán es el más liberal y lo acepta, celebra que es un atleta, que Eugenia [la madre] es una chica inteligente y con su hermano mayor pasa lo mismo.

Pero León en cambio tiene un deseo mucho más vivo, que se retrata en la novela, pero no implica de ninguna manera que el resto de su familia no lo tenga. Su abuela lo tiene mucho, vive también en esa contradicción de ser una mujer muy católica, pero a la vez es la amante del abuelo y quiere que la sociedad la acepte. Lo intenta haciendo sus fiestas, intenta comprar el cariño de la gente. No es una sola cosa de su familia, sino es una cosa muy humana porque pasamos todos por algún momento así. 

—La mayor parte de lo que comparte León como narrador, si bien parte de su experiencia individual, puede uno sentirse identificado con muchos aspectos. ¿Consideras que parte de lo que plasmas en la novela es un reflejo de las familias mexicanas, aún en la actualidad donde nada se nombra para guardar las apariencias? 

—Sí, creo que eso lo hago desde mi experiencia personal y con la mayor honestidad. Es como viví algunas cosas. Hay muchos universos paralelos en México. Los hay en muchas partes del mundo, pero en México es muy impresionante el contraste que hay entre uno y otro. Los distintos valores y cómo dos vidas que pueden parecer cercanas son completamente distintas. Es a lo que se enfrenta León después de haber crecido en esta burbuja del Colegio Alemán tan pequeña, al enfrentarse a la sociedad más amplia. Se lleva unos buenos golpes porque no conoce esos juegos. 

Igor construyó los personas de su novela a través de fusiones de personas que conoció a lo largo de su vida. Foto: Guillaume Roemaet.

¿Cómo das forma a esta historia?, ¿cómo la vas construyendo? Por una parte tienes a este narrador y al mismo tiempo el desarrollo de los personajes es bastante interesante como Belá con sus contrastes.

Belá es mi abuela. Con ella he respetado incluso el nombre. Son de los pocos nombres que respeté. Subrayo que es una novela, no es una cuestión autobiográfica, pero es un homenaje a una mujer por la que soy y que la memoria que tengo de todas esas vivencias es por ella. Más que construirla fue intentar captar un poco su esencia. Y de los otros personajes muchos de ellos son fusiones de personas que he conocido en la vida con las cuales compartí mi infancia, mi adolescencia y mis veintes. 

¿Se puede pensar en el ser humano sin los excesos y sin el placer?

—Sí, creo que se puede. Es curioso que lo preguntes, porque he tenido un reencuentro maravilloso con un compañero del colegio que se llama Ernesto. Aunque no es el Ernesto de la novela me dio un poco de bochorno cuando me di cuenta del nombre. Él es un sacerdote que está leyendo mi novela. Una mente además de brillante, muy abierta. Y con él estuve discutiendo de estos temas. Creo que la tentación y el placer son parte esencial de nuestra condición humana, pero también es completamente válido decidir no vivirlo. Lo respeto. Hay que estar abierto a las dos partes. Tanto el que decide ir por la vida del placer como quien decide privarse de ese tipo de placeres para buscar otras satisfacciones. 

—¿Qué tiene mayor peso en tu historia? ¿El presente, el recuerdo o la nostalgia? 

—En buena parte de la historia, sobre todo empujado por el personaje de la abuela Belá, la nostalgia es una cosa importante. En algún momento cuando el personaje está en Londres descubre una nostalgia inesperada por su vida en México y el pasado y la nostalgia son muy importantes. Sin revelar el final, es el momento en que finalmente el personaje logra estar en su presente. 

—¿Cómo entender la soledad en esta historia? 

—Hay una charla imaginaria entre León y Eugenia, su madre, en la que él le agradece a ella por haberlo enseñado a perderle el miedo a la soledad. Es una cosa con la que yo, Igor, el escritor, también me he ocupado mucho. Vivo en una cabaña con mis animales de una manera muy aislada con bastante soledad y perderle el miedo y aprender a ser una buena compañía para ti mismo es una cosa fundamental, de la cual me siento muy orgulloso. 

—¿Hubo algún pasaje de esta novela que te haya costado más plasmar justo por hablar de la condición humana y escribir sobre personajes cercanos? 

–Con lo que batallé un poco más fue la parte de la infancia. Por dos razones. Una, por la presencia de Belá y hacerle justicia a ella. Y segunda, por encontrar la voz de León pequeño, sobre todo en los temas que tienen que ver con sus ‘perversiones’ e interés precoz por la sexualidad. Cómo disfruta vestirse con ropa de su madre y la complicidad con Edmundo, con quien durante meses tiene una relación telefónica muy enfocada al sexo. Encontrar una voz verosímil para un niño de 8, 11 años que pueda hablar de esos temas fue lo que más me costó. La disfruté mucho, pero me costó un poco más de trabajo. 

—¿Por qué aún es un tema tabú hablar de la orientación sexual?

—Sí es tabú porque todavía hay muchos conflictos y mucha gente que no se puede expresar como quisiera. Pero también de cierta manera se sobredimensiona. No sé si es el concepto correcto, pero quisiera que la novela se viera simplemente como una novela erótica, sin necesidad de ir hacia la parte gay. Soy un hombre que siempre he sido muy honesto, agradezco mucho que en casa me hayan dado un espacio para eso. Hay mucha gente que no tiene ese apoyo. Pero desde ese punto de vista de privilegio, no me he planteado mucho esa cuestión de si es un tabú o no lo es. Yo nunca lo he vivido así, afortunadamente. Soy muy honesto en la novela y cómo viven su sexualidad los personajes. 

–¿Qué somos capaces de hacer para conseguir lo que anhelamos? 

—Depende de quién estemos hablando. Somos capaces de mucho. Hablando dentro de los parámetros legales, dependiendo de cómo estemos con nosotros mismos se vale arriesgar bastante. Para arriesgar tienes que estar bien contigo mismo porque sino los golpes pueden ser devastadores. Hay una obra de un artista plástico que se llama Don’t trust anyone over 30. Yo me acuerdo que cuando tenía veinti pocos años y conocía a alguien de más de 30 años estaba cerrado y se protegía.

Creo que en algún momento lo hice y ahora no. Ahora estoy, y seguro es un proceso que viene del libro y la catarsis que ha sido, listo para arriesgar lo que arriesgué cuando tenía veinti pocos años sabiendo que estoy bien conmigo mismo. Si arriesgo, tengo las municiones. Pase lo que pase, lo que está dentro no se destruye. 

—Es decir, ¿hay un Igor antes y un Igor después de esta novela?

—Sin duda alguna. Me atrevería a decir que en casa también cambiarán algunas cosas con mis padres o mi hermano. Para todos ha sido una manera interesante de ver nuestro pasado. 

Obed Rosas

Es licenciado en Comunicación y Periodismo por la FES Aragón de la UNAM. Estudió, además, Lengua y Literatura Hispánicas en la Facultad de Filosofía y Letras.

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