Silvia Moreno-García, quien reside en Canadá, habla con SinEmbargo con motivo de Gótico, su primera novela traducida al español, la cual además ganó el premio Locus a la mejor novela de terror en junio pasado.

Ciudad de México, 31 de julio (SinEmbargo).– Gótico (Minotauro), la primera novela traducida al español de Silvia Moreno-García, escritora mexicana que reside en Canadá, es una historia de terror compuesta por elementos tradicionales góticos como pasajes oscuros, una casa siniestra y una familia llena de secretos peligrosos, aunque la historia también se alimenta de otros elementos igual de tétricos como son el racismo y la violencia.

“Digamos que los fantasmas a veces son metafóricos y a veces son literales”, comentó la autora en entrevista con SinEmbargo. Para ella, lo más espeluznante de la historia, “si hablas de elementos clásicos, de lo gótico, (es) obviamente la casa”, pero si se toman en cuenta aspectos menos tradicionales, es el racismo lo que más pasma de su historia, desarrollada en High Place, una enigmática casa localizada en el pueblo ficticio mexicano El Triunfo, inspirado en Mineral del Monte, Hidalgo.

La historia se sitúa en el año de 1950 y es catapultada cuando Noemí, la protagonista de esta historia, recibe una extraña carta de su prima recién casada, Catalina. A partir de este evento, Noemí Taboada, una mujer glamurosa, fuerte e inteligente, se verá atrapada en la enigmática casa de una familia británica llegada ya hace tiempo al país en medio de la fiebre de la explotación minera, una situación que creó todo tipo de fantasmas y sobre la cual Moreno-García es crítica.

“La extracción de minerales, la colonización de México, creó unos procesos de violencia y de desigualdad que no terminaron cuando los colonizadores se fueron. Muchas personas, especialmente en Estados Unidos o en Canadá, donde yo vivo, piensan que sí, a lo mejor llegaron en el caso de México los españoles, estuvieron un rato, se fueron, nos dimos la mano y se regresaron a su país y todo bien, pero no fue así”, señala. 

En la plática, la escritora también da cuenta sobre cómo se involucró en la traducción de Gótico, obra que en junio pasado recibió el premio Locus a la mejor novela de terror, un galardón especial ya que ella es la primera escritora de origen latino en recibirlo.

“Ha sido la oportunidad de que más lectores hispanoparlantes me conozcan. Por lo menos la mayor parte de las personas que me han dicho algo, me han dicho que les ha gustado […] entonces la estoy pasando muy bien porque finalmente es una nueva audiencia y un nuevo mundo de lectores”, menciona.

No obstante, Silvia Moreno-García señala que no ha sido un camino fácil situarse en el lugar en el que está debido a los obstáculos que ha enfrentado en la industria editorial.

“Hubo momentos en los que las personas no querían comprar mis novelas, las editoriales, no porque no fueran malas. Me dijeron los editores, ‘está bien hecha, pero está ubicada en México y no vamos a comprar nada que esté ubicado en México. O sea, tiene que estar ubicado en Estados Unidos para que venda’”, refiere.

Pese a ello, se ha abierto camino con novelas de ficción  Gods of lade and Shadow, Signal to noice, Certain Dark Things y The Beautuful Ones, y  con el thriller Untamed Shore. También ha sido editora de varias antologías, entre ellas She Walks in Shadows —también conocida como Cthulhu´s Daughters—, además de ser ganadora del premio World Fantasy.  

La portada de Gótico. Foto: Grupo Planeta.

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—En tu novela entran en juego muchos factores góticos, románticos y por el otro lado, tenemos otros elementos que alimentan la narrativa: el racismo de la familia Virgil, la violencia que ejercen y los despojos en los cuales formaron una fortuna ahora venido a menos. ¿Cuál es el elemento más espeluznante de tu historia?

—El racismo si hablas de elementos no tan tradicionales, y si hablas de elementos clásicos, de lo gótico, obviamente la casa, la casa encantada, espeluznante que da miedo.

El libro está inspirado, en parte, en un pueblo mexicano verdadero que se llama Mineral del Monte que está en Hidalgo. De ahí viene una parte de mi familia. 

Yo me acuerdo que mi bisabuela me contó acerca de la mina del Bordo y uno de las cosas que pasan cuando estás hablando de la extracción de minerales y recursos es que no es un proceso muy equitativo ni muy justo muchas veces, y en el caso del Bordo sucedió un incendio muy grande y murieron muchos trabajadores mexicanos ahí.

A mí me llamó la atención Mineral del Monte porque era un poblado inglés en medio de México, activo en esa época, en el siglo XIX, y después me siguió llamando la atención porque escuchando las historias de mi bisabuela de la mina, era como si hubiera ocurrido un crimen, pero que después como alguien te decía, ‘no hables acerca de eso’. 

Es como una casa encantada, o sea hay fantasmas dentro de la casa encantada, pero todo mundo está diciendo no está encantada y tú dices, ‘no, pero si yo estoy escuchando que alguien jala las sillas en la noche y lo demás’. De alguna manera, metafóricamente, esa era una de las cosas en las que estaba pensando. 

La extracción de minerales, la colonización de México, creó unos procesos de violencia y de desigualdad que no terminaron cuando los colonizadores se fueron. Muchas personas, especialmente en Estados Unidos o en Canadá, donde yo vivo, piensan que sí, a lo mejor llegaron en el caso de México los españoles, estuvieron un rato, se fueron, nos dimos la mano y se regresaron a su país y todo bien, pero no fue así. 

Fue un proceso muy largo de violencia que dejó heridas y llagas en el país y en las personas del país y lo vemos de varias maneras y en una manera también ocurrió con la extracción de recursos minerales. Llegaron, se llevaron muchos recursos minerales y a veces arruinaron ecológicamente los lugares en los que trabajaron, y a veces simplemente despojaron a la tierra, y a veces dejaron historias de violencia como ésta, en la que la mina del Bordo murieron muchos mexicanos.

Entonces, para hacer esta historia corta, digamos que los fantasmas a veces son metafóricos y a veces son literales.

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—La descripción que haces del México rural de hace setenta años, es muy vigente aún en muchas zonas como estás. ¿Consideras que el que permanezca estático se debe precisamente a los fantasmas que la gente se rehúsa a olvidar?

—Creo que en el caso, no sé si de los colonizados, pero de los colonizadores sí hay muchas veces un deseo de mantener estas estructuras antiguas en el presente y de tratar de ignorar el pasado. Entonces, por ejemplo, en Canadá en las últimas semanas se han descubierto muchos cadáveres de niños y jóvenes indígenas que fueron enterrados básicamente en escuelas residenciales, que era un sistema de educación católica, a los que se les obligaba a ir, y fueron enterrados ahí sin tumba, nada más los aventaron a una fosa común y han descubierto muchos cuerpos y a veces una de las sorpresas es que una de las cosas más difíciles de procesar es que: uno, la mayor parte de nosotros nos sorprendimos y dijimos ah, ¿esto pasó? Como si fuera algo que no sabíamos, pero seguramente si le preguntaras a las personas indígenas te hubieran dicho sí, sí sucedió.

Y en segunda parte, a veces la negativa de las personas de aceptar que esto sucedió. Hay ciertas personas que te dicen, ‘no pero es que el sistema residencial no fue todo malo’ o ‘es que a lo mejor los indígenas están exagerando’, o ‘por qué tenemos que cambiarle el nombre a una escuela o remover una estatua si eso fue en el pasado’. Entonces, hay un cierto deseo de mantenerse en un momento estático, cuando eres un colonizador, un descendiente de colonizador: ‘no no, todo está bien, aquí no pasó nada’ y ‘aquí no vamos a cambiar nada, la estatua de Cristóbal Colón donde siempre ha estado, el colegio que se llame con el mismo nombre que siempre ha tenido, no queremos cambiar nada’. 

Siempre hay como ese deseo de mantener las cosas así como estaban y de no cambiarlas, aunque tengas voces que digan como los grupos indígenas, ’bueno a nosotros no nos gusta tener una estatua de Cristóbal Colón aquí en la esquina porque no es exactamente nuestro mejor amigo’. 

—Es decir, ¿al final por más que quisieran ciertos sectores de mantener el pasado, siempre los fantasmas alcanzan al presente, no?

—Sí, y creo que es lo mismo con la violencia en contra de las mujeres. Lo hemos visto en las manifestaciones, por ejemplo en México. A veces creo que se sorprenden las personas de la furia que tienen las mujeres cuando se están manifestando y están diciendo ‘no queremos que nos golpeen, que nos maten’, pero esta es una furia que viene de mucho atrás. O sea, esto es algo que ha estado sucediendo año tras año tras año. Entonces, no es sorprendente que sea explosivo y de alguna manera también es algo que hemos tratado de mantener, igual, enterrado y de decir esto no sucedió, pero sí, los fantasmas nos alcanzan y nos dicen, ‘aquí mujeres murieron, aquí mujeres fueron violadas, aquí mujeres fueron maltratadas’.

—Tu personaje principal, Noemí, muestra una fuerza a contracorriente frente a la adversidad. ¿Su fortaleza es el ingrediente necesario para desentrañar toda esa maraña de historias que permanecen tras las paredes?

—En la Literatura gótica los personajes de las mujeres ocupan una posición dual, de víctima y de detective. Y lo ves en todo tipo de libros, especialmente en los libros de los años 60 en los que las mujeres tienen que resolver un misterio tipo Scooby Doo. Entonces las mujeres en la Literatura gótica por una parte están siendo victimizadas por lo que está sucediendo, son damiselas en peligro de alguna manera, pero por otra parte son personajes activos porque están tratando de resolver un misterio.

Entonces, Noemí tiene esta dualidad. Tiene vulnerabilidades, pero también tiene ciertas características que le permiten resolver el misterio de High Place y unas de las características que le ayuda a resolver el misterio es que es una persona bastante terca y que a diferencia quizá de su prima, que tiene una visión un poco romántica de ciertas cosas, ella llega con una visión un poco diferente. Hace comparaciones acerca de la Literatura gótica y dice, ‘mi prima seguramente si ha de haber quedado muy impresionada con la casa’ y el héroe romántico como Rochester pero a ella no le impresiona eso, ella ve y dice yo no necesito un Rochester, yo sólo quiero salir a bailar con un joven que se vea bien y que tenga buena vista y se parece a Pedro Infante o Pedro Armendaris mejor, pero no tiene esa visión tan romántica como su prima Catalina y creo que eso la ayuda a poder resolver el misterio.

—En la literatura latinoamericana, sobre todo a partir del boom, los elementos fantásticos se han vuelto el reflejo de nuestra identidad y realidad. Se ha comparado a bien tu estilo con el de Lovecraft, ¿estás de acuerdo con eso o te gustaría destacar alguna influencia latina en particular?

—Sí, creo que Lovecraft es una influencia tan grande que es imposible escaparte de él, es como uno de los sinónimos que todo mundo usa, pero a veces es tan amplio que no te define realmente de lo que estás hablando.

Por ejemplo a mí, una de las inspiraciones que a lo mejor la gente no se da cuenta un poco fue Quiroga. O sea, Horacio Quiroga tiene elementos góticos, clásicos. Catalina está inspirada en un cuento que se llama El almohadón de plumas, donde está la chica en cama todo el tiempo y en donde está alucinando. Cosas así de extrañas. Entonces, definitivamente Quiroga. 

Y luego por ejemplo Noemí Taboada que se llama Taboada por el cineasta mexicano Carlos Enrique Taboada que hizo una serie de películas de corte de terror y gótico como El libro de piedra. Hay veces que la gente me dice, ‘ah, es que esto se parece a Guillermo del Toro’. Y yo les digo, ‘no, no, no, se parece a Taboada que es antes de Guillermo del Toro’. O sea, tienes a Taboada y después como resultado tienes a Guillermo del Toro. 

Son influencias que a lo mejor no todo el mundo capta porque Lovecraft es tan grande su nombre que opaca a los demás. 

Y no es exactamente lo mismo, pero a mí me encanta Amparo Dávila y sus cuentos que tenían muchos elementos domésticos, pero también siniestros al mismo tiempo. Esto no es El Huésped ni nada mi novela, pero digamos que esa manera de encontrar el terror dentro de lo común y corriente, así que dentro de tu casa esté algo terrorífico es también algo que hace a veces Amparo Dávila, pero igual la gente a lo mejor piensa primero en Shirley Jackson no en Amparo Dávila. 

Pero yo leía a las dos, vengo de dos mundos en los que estaba leyendo una cosa y la otra al mismo tiempo. Entonces, sí me gustaría que la gente quizá ubique un poco más las influencias latinoamericanas.

—Por otra parte, Gótico obtuvo el premio Locus de terror: ¿qué recibimiento has tenido con tu obra, principalmente acá en México, la tierra que te vio nacer, pero en general en el habla española?

—Bueno, es mi primer libro que se traduce al español. Entonces, antes de esto si alguien me conocía en Latinoamérica me tenía que haber leído en inglés, y pues no todo mundo lee en inglés, no todos los libros llegan en inglés, etcétera.

Esta sí ha sido la oportunidad de que más lectores hispanoparlantes me conozcan. Por lo menos la mayor parte de las personas que me han dicho algo, me han dicho que les ha gustado. No he recibido muchos mensajes diciendo lo odio, entonces la estoy pasando muy bien porque finalmente es una nueva audiencia y un nuevo mundo de lectores.

—Leía que tuviste un papel activo en la traducción, sobre todo porque entiendo que era un español más peninsular, ¿cómo fue todo esto?

—Fue una cosa muy rara. No leí la traducción que hizo Planeta hasta marzo que fue cuando me enteré que ya la habían terminado y todo, y desgraciadamente en ese momento cuando la leí estaba traducida al español ibérico, y yo pensé que eso no iba a funcionar porque necesitaba ciertos mexicanismos que si no iba a ser muy raro de leer.  Entonces, les pedí que si podíamos cambiarlo. Y sí, Planeta accedió y me dejó trabajar sobre la traducción y me dio la ayuda de dos editores que trabajaron conmigo para hacer ciertas modificaciones. La versión que se presentó al final es una versión con español mexicano y no con español ibérico.

Una de las cosas que yo no me di cuenta porque era mi primera vez siendo traducida es que hay un empuje muy fuerte por lo que se llama español neutro dentro de las editoriales, que es un español que para mí se me hizo muy extraño porque no es ni salsa verde ni salsa roja no sé qué es, es la cosa más extraña que he leído en mi vida.  Se me hizo como que hay un miedo, creo, de las editoriales, que si alguien lee una palabra, un modismo al que no estén acostumbrados, ya no les va a gustar el libro y demás, pero a mí se me hizo extraño, me parece que el español es muy rico y que si alguien en Colombia lo habla diferente de como lo hablo yo en México y pues si estoy leyendo un escritor colombiano pues me gustaría leerlo en español colombiano y no en una versión internacional.

—He leído que no ha sido muy sencillo forjar tu camino como escritora. El talento está, lo tienes, pero ¿cuáles han sido los principales obstáculos que has enfrentado?

—Hubo momentos en los que las personas no querían comprar mis novelas, las editoriales, no porque no fueran malas. Me dijeron los editores, ‘está bien hecha, pero está ubicada en México y no vamos a comprar nada que esté ubicado en México. O sea, tiene que estar ubicado en Estados Unidos para que venda’. 

Esa es una barrera enorme, y luego una barrera que también tienen los autores latinoamericanos, pero quizá también de otro tipo de minorías es que esperan sólo cierto tipo de literatura de ti. En nuestro caso, un escritor mexicano o descendiente mexicano, te dicen cosas como, ‘bueno, lo que queremos de ti son historias de inmigrantes ilegales y de gente que está sufriendo’. Y si tú dices, ‘pero yo quiero hacer historias de robots que se agarren a madrazos’, te dicen, ‘eso no es para ti’. Y te dan un pedazo muy pequeño del pay de literatura. Alguien que quiera escribir romances la pasa difícil, alguien que quiera escribir terror, la pasa difícil también.

Hay barreras implícitas y explícitas dentro de la industria. Vamos, hace 10 años no hubieran podido salir mis libros con una portada con alguien que no fuera de piel blanca y ponerlos en un anaquel, en The New York Times. En algún momento me dijeron que me cambiara de nombre, que mi nombre era muy raro, que era muy largo, que no iba a caber en la esquina del libro, bueno yo les dije que no está ni tan largo ni tan raro. Cosas como, no uses ninguna palabra en español en el texto.

A mí no me gusta tampoco llenar un libro en inglés de puras palabras en español, pero si necesito la palabra molcajete, porque es un molcajete y no hay un equivalente en el idioma inglés, necesito poner molcajete, y que te digan que tienes que explicar qué es un molcajete, que tienes que poner un glosario al final para que entiendan qué es un molcajete, o que digan, ‘mejor no menciones el molcajete, mejor que coman un sandwich’. Y bueno esas cosas pasan constantemente.

—Por último, sé que tu estilo es más amplio, ahí está Velvet Was The Night, una obra sobre el infame Halconazo. ¿Cuándo podremos conocer este texto en español y sobre todo cuál es tu mirada a este evento?

—Esta novela no se va a traducir hasta más adelante, entonces todavía no tengo fecha de cuándo va a salir exactamente. Van a salir otras más traducidas y después Velvet Was The Night, creo.

La perspectiva es contada desde dos puntos de vista. Uno es un halcón. Es el punto de vista de uno de ellos. Y el otro, es una secretaria común y corriente a la que le dejan encargado un gato y se mete en un lío de una chica desaparecida, que quizá desapareció por ciertas fotografías y entonces el halcón y la secretaria están buscando a la misma chica desaparecida. Juega con elementos de noir, menciona mucho la música, cómics de romance que se publicaban en esa época, Lágrimas y risas. Es pulp, obviamente, es noir. Quería hacer algo de ese tono. Le debo mucho a Bernal que escribió el Complot mongol y que me llamó mucho la atención cuando lo leí y a todos los escritores de la novela negra latinoamericana que me inspiraron a hacer este tipo de novela ubicada en el 71, en ese momento con el Halconazo.

Obed Rosas

Es licenciado en Comunicación y Periodismo por la FES Aragón de la UNAM. Estudió, además, Lengua y Literatura Hispánicas en la Facultad de Filosofía y Letras.

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