“Malintzin es la madre del mestizaje”: Pedro J. Fernández. «Asumió las dos culturas»
PorObed Rosas
14/08/2021 - 8:00 am
Artículos relacionados.
Pedro J. Fernández habla en entrevista con SinEmbargo sobre Soy Malintzin (Grijalbo, 2021), una novela histórica que repasa la vida de una de las principales protagonistas del choque entre dos mundos ocurrido hace 500 años y sobre quien se ha ido desdibujando su lado humano.
Ciudad de México, 14 de agosto (SinEmbargo).– “Malintzin es la madre del mestizaje, más allá de que haya tenido un hijo con Hernán Cortés. Más bien, yo digo que ella es la madre del mestizaje porque ella asume la cultura española que va aprendiendo de los castellanos más la cultura que ya tiene ella, y después de la Conquista vive con estas dos culturas”, plantea el escritor mexicano Pedro J. Fernández.
En entrevista con SinEmbargo, el autor habla sobre su más reciente trabajo Soy Malintzin (Grijalbo, 2021), una novela histórica que recrea la vida y el papel que tuvo esta protagonista en la Conquista de México-Tenochtitlán, suceso que el día de ayer cumplió 500 años en medio de una serie de conmemoraciones, pero también sobre el cual persisten muchas concepciones que han idealizado a unos personajes y han satanizado a otros, como es el caso de Malitzin, o Malinche, como también es conocida.
“Se nos olvidó que Malintzin era prácticamente una niña, tenía 14, 15 años, cuando es regalada como esclava sexual a Hernán Cortes, y ella decide que eso no va a definir su destino y empieza a aprender el castellano, empieza a ayudar en estas sesiones de traducción entre Moctezuma, Jerónimo de Aguilar y Hernán Cortés. Se vuelve una figura muy, muy importante, y yo creo que una novela como la mía rescata esa humanidad, rescata esa niña”, señala Fernández.
Las conmemoraciones que se han llevado a cabo en México a cinco siglos de estos acontecimientos han ido acompañados con un cambio en la narrativa oficial, en la cual el Presidente Andrés Manuel López Obrador ha pedido disculpas al Rey de España y al Papa por las atrocidades cometidas durante el choque de este mundo. Incluso se ha optado por dejar atrás el término de Conquista y referirse a los sucedido como la Resistencia indígena.
“Qué bueno que se esté hablando de la Conquista, que se esté reflexionando. Más allá de cambiar nombres a eventos o monumentos, o quitar estatuas, yo creo que hay que cambiar la narrativa, hay que expandirla, hay que ver estos personajes por lo que fueron, hay que humanizarlos, hay que ver otros personajes que no fueron parte de la narrativa oficial en su momento, que hay muchísimos, y precisamente en el momento en que entendamos este proceso como parte de su tiempo vamos a poder tener una mejor reflexión sobre los 500 años de ese proceso histórico”, refiere en ese sentido el también autor de Yo, Díaz e Iturbide: el otro padre de la patria.
En lo que respecta a Malintzin, Pedro J. Fernández menciona la importancia de entenderla dentro de su contexto y comprender que era casi una niña, «que tiene que sobrevivir a tres años que dura la Conquista, entre el 19 y el 21, y yo creo que podemos verla como un ejemplo de supervivencia, de inteligencia, de superación, y sí, verla desde un punto de vista positivo como la madre del mestizaje”.
No obstante, reconoce que lo acontecido hace 500 años se trató de un evento muy doloroso para ambas partes, debido a que fue muy violento y hubo muchas pérdidas de los dos lados. “Yo creo que si realmente nos adentramos a entender cómo era el continente en ese entonces y cómo era Europa y cómo estaba constituido y realmente qué sucedió, vamos a ver que no hay herida, sino que simplemente creo que estaba destinado a ocurrir, que fue doloroso de ambos lados, y que entendemos que entender qué sucedió. No lo podemos cambiar y así vamos a entender el presente”.
***
—Con tu ya conocido estilo, centras tu más reciente novela en Malintzin, uno de los personajes más vituperados de la historia de la Conquista. ¿Qué hay detrás de estos infundios?, porque al final olvidamos, y es algo que rescatas con esta obra, que estos personajes fueron humanos.
—Justamente hay una visión moderna de Malintzin que nace después de la Independencia de México, donde tenemos este rechazo a todo lo español que sucedió durante la Conquista, y Malintzin y los tlaxcaltecas quedaron atrapados dentro de esta nueva visión. Entonces, empezamos a hablar de Malintzin como la traidora de México, cuando no existía México, no existía España. Siento que eso, por un lado, convirtió a Malintzin en un personaje fuera de época, la estamos juzgando en una época que no era suya, y por el otro lado la deshumanizamos.
Se nos olvidó que Malintzin era prácticamente una niña, tenía 14, 15 años, cuando es regalada como esclava sexual a Hernán Cortes, y ella decide que eso no va a definir su destino y empieza a aprender el castellano, empieza a ayudar en estas sesiones de traducción entre Moctezuma, Jerónimo de Aguilar y Hernán Cortés. Se vuelve una figura muy, muy importante, y yo creo que una novela como la mía rescata esa humanidad, rescata esa niña que se convierte en esclava, primero del señor Tabscoob, y luego de Hernán Cortés. El miedo que ha de haber sentido, las traducciones que seguramente funcionaban como un teléfono descompuesto porque hay palabras que claramente no conocían los traductores o frases o conceptos que tenían que pensar bien cómo le hacían para pasarlos de un lenguaje a otro.
Yo creo que Malintzin hace un excelente trabajo. Logra sobrevivir y se convierte en este choque de dos mundos, que ahora llamamos un poco la Conquista de México. Ella está en el centro de este choque, es la tercera protagonista de ese momento, siendo que uno es Moctezuma y otro es Hernán Cortés, ¿pero quién es ese puente entre los dos? Es precisamente Malintzin.
—Soy Malintzin es una novela histórica, es decir se alimenta de personajes y circunstancias reales que recobran vida a través de la ficción. ¿A qué fuentes recurriste para ir modelando a Malintzin y su entorno?
—Hay trabajos del papel de las mujeres indígenas durante la Conquista. Esta el trabajo de Camilla Townsend, que también se llama Malintzin, que más allá de hablar de Malintzin pues sí recrea cómo vivían las mujeres durante este periodo. Claramente registros de la época como las cartas de relación, la historia que escribió Bernal Díaz del Castillo y las interpretaciones que han hecho historias posteriores. Detrás del libro hay una lista más larga de ensayos.
Pues es parte de recrear este mundo, de hablar del papel de las mujeres durante esta época y también de humanizar a los personajes que estaban alrededor de Malintzin, yo creo que un trabajo de novela histórica más allá de hacer ficción, es dramatizar una investigación para hacerla más accesible a los lectores y que podamos ver justamente esta humanidad.
Yo puedo en la parte de ficción histórica poner sentimientos y pensamientos que Malintzin pudo haber tenido como el miedo antes de una batalla o, digamos, el asco y sus momentos trepidantes que debió haber sentido Malintzin después de la matanza de Cholula o del Templo Mayor, que ha de haber sido nada agradable de ver, o también el miedo que tuvo que haber sentido cuando estaba huyendo de Tenochtitlan después de la Noche Triste. Todo esto yo puedo recrear de una manera diferente a como puede ser un ensayo y eso ayuda a humanizar a estos personajes.
—Han pasado 500 años de distancia, una barrera de idioma y distintas cuestiones, ¿consideras que la percepción que tenemos de todos estos personajes se ha idealizado demasiado y se ha dejado de lado el verlos en su momento?
—Sí, se nos ha olvidado justamente esta humanización de los personajes históricos, precisamente porque en México tendemos hacerlos héroes o villanos y entonces cuando los hacemos sobrehumanos o infrahumanos, dejan de ser humanos. Tenemos que volver a esa parte de humanidad de los personajes para entender por qué toman esas decisiones, por qué hacen, piensan o dicen de cierta forma, y también dejar de juzgar a los personajes desde nuestro tiempo, que eso es muy importante. A veces los juzgamos como si hubieran vivido ayer, y sí, hay 500 años de diferencia.
—Mucho se ha dicho que Hernán Cortés fue el primer mexicano, precisamente por el mestizaje de los dos mundos. ¿No será que este lugar corresponde a Malintzin?
—Malintzin es la madre del mestizaje, más allá de que haya tenido un hijo con Hernán Cortés. Más bien, yo digo que ella es la madre del mestizaje porque ella asume la cultura española que va aprendiendo de los castellanos más la cultura que ya tiene ella, y después de la Conquista vive con estas dos culturas.
Yo creo que es la primera mestiza porque asume esas dos identidades y finalmente es algo que va a permear el resto de la Nueva España, asumir estas dos identidades, las que ya existen, las de los pueblos originarios, y las que vienen o de Europa o de Asia, y cómo van nutriendo nuestra cultura.
—¿Qué lugar debería ocupar Malintzin en la historia y por qué cinco siglos después seguimos invadidos por prejuicios que, de ser sincero, ya no nos pertenecen? ¿Es porque es una mujer?
—Yo creo que porque es una mujer la hemos convertido en una meretriz, en un personaje tan simplista que parece que es una especie de matahari mexicana que se aprovechó de artes seductoras para unirse a los malvados. Hemos llegado a una narrativa terrible que no corresponde a esa parte histórica. Y sí, es parte por ser mujer, si hubiera sido hombre no lo hubiéramos acusado de esas artes amatorias, ni nada, seguramente lo calificaríamos un poco más como Hernán Cortés, un poco más sanguinario.
Hay que meterla dentro de su justa medida, de este personaje, casi una niña, que tiene que sobrevivir a tres años que dura la Conquista, entre el 19 y el 21, y yo creo que podemos verla como un ejemplo de supervivencia, de inteligencia, de superación, y sí, verla desde un punto de vista positivo como la madre del mestizaje.
—Se ha hecho mucha promoción de los 500 años de la Conquista, precisamente, con un discurso que se ha centrado en un entendimiento maniqueo de la historia. Tú lo has dicho, o eres un villano o eres un héroe. ¿Crees que esta narrativa va en contra precisamente de un mayor entendimiento de nuestras raíces?
—Yo creo que toda manipulación de la historia va en contra del presente y de lo que somos. Qué bueno que se esté hablando de la Conquista, que se esté reflexionando. Más allá de cambiar nombres a eventos o monumentos, o quitar estatuas, yo creo que hay que cambiar la narrativa, hay que expandirla, hay que ver estos personajes por lo que fueron, hay que humanizarlos, hay que ver otros personajes que no fueron parte de la narrativa oficial en su momento, que hay muchísimos, y precisamente en el momento en que entendamos este proceso como parte de su tiempo vamos a poder tener una mejor reflexión sobre los 500 años de ese proceso histórico ya sea que le queramos llamar Defensa de los pueblos originarios o Conquista de México, o caída de Tenochtitlan, el hecho es que sucedió y tenemos que entender las causas y entender a los personajes.
—¿Por qué aún duele tanto un evento así?
—Fue un evento muy doloroso para ambas partes, fue muy violento, hubo muchas pérdidas de los dos lados y sobre todo en el último siglo que empezamos a hablar de Conquista de México, como si aquí hubiera un país y llegara otro país a conquistar. Creo que eso ha convertido este proceso en algo doloroso, como una herida que hay que sanar, pero yo creo que si realmente nos adentramos a entender cómo era el continente en ese entonces y cómo era Europa y cómo estaba constituido y realmente qué sucedió, vamos a ver que no hay herida, sino que simplemente creo que estaba destinado a ocurrir, que fue doloroso de ambos lados, y que entendemos que entender qué sucedió. No lo podemos cambiar y así vamos a entender el presente.
—¿Crees que el mismo tiempo sea el que haga justicia a Malintzin o más bien es una cuestión de trabajos como el tuyo, los que tengan que situar a cada personaje en su lugar?
—Es importante estar escribiendo sobre estos personajes. Es importante humanizar la historia, traerla cerca, creo que ayuda a que podamos reflexionar, a que podamos cuestionar, a que tengamos nuestra propia visión de la historia y que podamos sanar cada quien nuestras propias ideas sobre el pasado. Creo que durante mucho tiempo vivimos con una historia de bronce, hay historias que cambian cada que cambia el partido que gobierna, nos cambian a los héroes o nos cambian las situaciones, pero al final, nosotros seguimos aquí, entonces tenemos que seguir cuestionando lo que se nos enseña en las escuelas y lo que escuchamos en los discursos de cualquier partido político y una forma de hacerlo es a través de ensayos o de novelas históricas que nos ayudan, precisamente, a reflexionar, y a cuestionar, y ahorita son los 500 años de ese evento, que ahora conocemos como la Conquista de México, hay mucho material en revistas, en libros, en la televisión, en películas, que nos ayudan a hacer esa reflexión.
—Por último, eres uno de los autores que ha tenido éxito al rescatar a personajes como Porfirio Díaz, Agustín de Iturbide y ahora a Malintzin, ¿qué te lleva a tratar de mostrar ese otro lado de estos personajes? ¿piensas retratar a otro protagonista de esta época de la Conquista?
—Me gusta hablar de estos personajes porque tengo una predilección por los villanos que muchos de ellos duraron mucho tiempo en la luz nacional. Empezaron siendo héroes, se convirtieron en villanos. Son los que tienen tiempo de equivocarse y quizá son los más humanos de nuestra historia. Entonces, me gusta ahondar en ellos para contar diferentes situaciones por eso creo que voy a seguir por este camino. Tengo algunos villanos que todavía quiero adentrarme en su vida. Sobre personajes de la Conquista pues me gustaría eventualmente hablar sobre Cortés, sobre alguno de los castellanos que lo acompañaron, pero de momento creo que eso va a tardar un poco en llegar.
Obed Rosas
Es licenciado en Comunicación y Periodismo por la FES Aragón de la UNAM. Estudió, además, Lengua y Literatura Hispánicas en la Facultad de Filosofía y Letras.
https://dev.sinembargo.mx/author/obedrosas/