¿Un vaso de agua no se le niega a nadie?

El agua. La que falta. La que nos roban. La que nos niegan. Foto: Shutterstock

El agua. La que falta. La que nos roban. La que nos niegan. Foto: Shutterstock

Siempre me pone nerviosa viajar en algunas de estas empresas aéreas denominadas “low cost”: así, en inglés, porque bajo costo resultaría quizás menos “cool”. Sobre todo porque desde que nos dicen machaconamente que no nos cobran por los “extra”, ponen a nuestra disposición pequeñas botellas de agua a no menos de 30 pesos, es decir, casi 10 veces más que su valor real en el mercado.

Me pregunto a menudo qué pasaría si alguien se descompusiera, si alguien necesitara tomar un vaso de agua, que a estas alturas constituye un derecho humano irrenunciable, y no tuviera los consabidos 30 pesos.

¿Qué pasa con este sistema de capitalismo salvaje que permite semejante abuso? ¿Somos consumidores pasivos, corderos del sistema que admitimos sin chistar todos los designios de los comerciantes que gobiernan en el mundo?

El agua. La que falta. La que nos roban. La que nos niegan.

Hace muchos años yo era muy joven, vivía en un país donde reinaba una dictadura cruenta y asesina. Tocó entonces asistir a una marcha de protesta que anunciaría el principio del fin de los militares que mataban y torturaban a diestra a siniestra, pero que no se irían sin probar su fuerza represiva.

Quien haya experimentado alguna vez estar entre la multitud y ver cómo avanzan las fuerzas policiales, montadas en caballos entrenados para atropellar y abrirse paso entre la gente caiga quien caiga, sabrá lo que es el terror en carne propia.

Corrimos con mis hermanos, con quien entonces era mi joven esposo, tratando de evadir los golpes y los gases lacrimógenos, hasta encontrar refugio en un edificio que -gracias a Dios- tenía la puerta abierta.

Tocamos a un departamento para pedir agua. Salió una señora que “amablemente” nos alcanzó un vaso de agua hirviente, que fue un modo de comprobar lo mucho que está dispuesta una parte de la humanidad a poner sal en las heridas cuando lo crea conveniente.

Vino ese recuerdo a mi mente al conocer la tragedia que en Buenos Aires, la semana pasada, en el marco de una multitudinaria fiesta electrónica, donde amigos del Gobierno actual regentan un local al que hicieron ingresar 7000 personas más de las que permitía el sitio, murieron cinco jóvenes deshidratados y con el corazón estallado por las drogas sintéticas adquiridas a dealers agazapados entre los asistentes.

Otros tres jóvenes permanecen gravísimos en los hospitales, luchando por su vida, mientras los medios de información cuentan detalles de la tragedia: las llaves de agua estaban cerradas, no había agua en los baños y a precios exorbitantes se vendían botellas de una marca específica, a las que de todos modos era difícil acceder pues no alcanzaban para todos.

Vivimos en un mundo donde se le niega un vaso de agua a mucha gente.

Y así estamos, como zombies muertos de sed, viendo cómo a cada paso desmentimos nuestra condición humana. Sin una gota para refrescarnos, secos de todo, inanimados.

One Response to “¿Un vaso de agua no se le niega a nadie?”

  1. Sediento dice:

    Pues en tales casos,es imposible negarles: una mentada de madre.

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