A veces a uno le parece (erróneamente) que lee todo lo nuevo que sale en la literatura mexicana. Pero no es cierto. Uno trata de leer todo, pero quedan miles de libros en el olvido, a veces, por qué no, de editoriales independientes, donde los escritores no tienen agente de prensa y ese puente entre los periodistas y los autores se hace abismal.
Hay que decirlo: el año pasado no leí Las mutaciones, de Jorge Comensal. Es de Ediciones Antílope, una editorial chiquita pero que tiene libros gigantes, inconmensurables.
Conocí a Jorge en Tepic, en el Festival de Letras, cuando llegamos al aeropuerto, ya de regreso, le pedí que me acercara su novela. Él, que la tenía en su mochila, me dijo: –Te la doy ahora.
Desde que leí Las mutaciones, además de leer una prosa maravillosa, que le hizo decir al crítico Christopher Domínguez Michael: “De las novelas mexicanas de la actualidad ninguna me ha impresionado tanto como Las mutaciones”, quedé, por usar una palabra del analista, “impresionada”.
¿Qué hacer ante la noticia de una enfermedad incurable? Jorge nos hace preguntarnos eso, pero además, con un sentido científico y curioso, nos revela el corazón de dichos males, como una mutación irrefrenable, que es probable, en el futuro encuentren cura o quizás terminen con la humanidad toda.
El cáncer de lengua es como un gran fantasma, aunque para cierta alma hipocondríaca (¿tal vez yo?), todos los cánceres son insufribles y pueden aparecer en cualquier momento. Lo cierto es que Comensal narra las aventuras de Ramón Martínez, un abogado exitoso, que ha conseguido todas sus victorias hablando maravillosamente bien, que tiene un cáncer de lengua “y lo condenará a vivir una silenciosa tragicomedia”.
Hay que leer esta novela que nos tira contra un rincón, que a todos nos cuestiona sobre las enfermedades que cada vez son más (de acuerdo a los años vividos), que uno ve la gente que muere (¡y es menor que uno!) y que comienza a ver la muerte como algo que está a la vuelta de la esquina.
“Ni una sola palabra tuvo misericordia de Ramón. En un solo impulso se levantó de la silla, tomó la botella de champaña por el cuello y la batió contra su hermano, que apenas alcanzó a esconder la cara. El fondo de la botella golpeó en seco la frente de Ernesto, quien tratando de huir del ataque se fue de boca contra la mesa. Alicia lo cubrió con un abrazo protector”, dice Jorge Comensal, en una descripción que trae deudas con el sistema de salud, hijos que no alcanzan a comprender el mal de su padre y una mujer que de pronto tiene que empezar a trabajar.
Una hermosa novela, de un escritor joven (Jorge nació en Ciudad de México, en 1987), que hay que empezar a leer con entusiasmo.