REVISTA ARTES DE MÉXICO | El mito moldeado: “Historia natural”, de Benjamin Péret

Los mitos se reinventan constantemente. Dice Gaston Bachelard que basta una ligera variación en ellos para renovarlos. Este afán es lo que revive nuestro imaginario, lo que lo hace nuestro. El hombre que imagina hallará un nicho inexplorado dentro de la gran montaña que es nuestra tradición y se sumergirá en ella para contarnos todo lo que vio.

Por Valeria Guzmán

Ciudad de México, 3 de septiembre (SinEmbargo).-Cuando Benjamin Péret (1899-1959) escribió Historia natural, como en la mayoría de las cosmogonías, empieza relatando la creación del mundo. Péret atiende al sueño del hombre para el que la tierra es la fertilidad:

Si se la riega, la tierra germina para producir: 1. El carmín de los labios que se extrae del beso. Se distinguen dos tipos de carmín de labios: el rojo sinuoso, de largas ondas que destiladas forman banderas, y el rojo ligero, cuya flor secreta el beso. Este beso se obtiene de dos maneras distintas: por disección de la flor cortada en el momento de la eclosión o por prensar el grano que da una esencia muy volátil y difícil de conservar.

Es verdad que aún habla de germinación, grano, flor y eclosión; sin embargo, a Péret se le ocurre que los besos y sus colores añadidos también son frutos de la naturaleza. Como buen surrealista, sus poemas pueden ser abarcados visualmente a modo de un collage cuyo hilo conductor está en nuestro inconsciente, qué bello enunciar la similitud entre el pliegue de un labio y el ligero doblez de una bandera. Qué no hubieran hecho los surrealistas si hubiesen vivido en la época de las infografías.

Péret no sólo renueva los saberes del hombre en cuanto a la estructura de los mitos; también abreva de discursos avalados por nuestra costumbre:

Pintado de amarillo, el aire es útil en la preparación de las pieles y, mezclado con polvo de abejorro, cura el tétanos. Chupado, se emplea para la preparación de cámaras de aire; salado, se convierte en cama. Una vez recalentado entre las manos, se dilata hasta metamorfosearse en látigo.

Si viéramos las mismas palabras en un prontuario de remedios, no dudaríamos en pintar el aire de amarillo. Sólo nos detendríamos un minuto antes de hacerlo al percatarnos de que en realidad no sabemos cómo hacerlo.

El poeta alquimiza: al hablar del agua, la convierte en algo mucho menos cristalino. Todas nuestras imágenes del agua que lava, purifica o bautiza, se convierten en la imaginación de lo subterráneo. Nos recuerda que no sólo lo que está a la vista es lo nombrable, con impudor nos hace notar que “en forma de lluvia, el agua se vuelve lombriz al penetrar la superficie de la tierra. Las lombrices, cuando alcanzan una gran profundidad, se unen en enormes masas con otras lombrices, en cavidades naturales donde, escupiendo, producen el petróleo”.

El agave rió y el grillo saltó de su boca para aterrizar bajo una piedra. Foto: RAM

El agave rió y el grillo saltó de su boca para aterrizar bajo una piedra. Foto: RAM

En cambio, cuando habla del fuego, lo hace inocuo.

Péret es un hombre primitivo; parado frente a una fogata sin más que sus palabras, la moldea a su antojo. Si lo pensamos bien, sólo está retratando lo que el hombre ha hecho con lo más orgánico de su entorno, ¿no podemos acaso comprar fuego enlatado en el supermercado?:

Uno de los fuegos más frecuentes, el fuego hediondo, se logra mediante la maceración de un obispo en aceite de hígado de bacalao. […] Se puede citar también el fuego de nube que impide la proliferación de ratas y ratones en las casas deshabitadas o el fuego entre bastidores, que se extingue al extraerlo de las jeringas.

Una vez que Péret ha subvertido nuestros elementos constitutivos, se ocupa de los tres reinos de Linneo.

Los minerales son una materia únicamente de admiración para el hombre, que no puede intervenir en su paciente proceso de gestación. La tierra es su madre y tarda centenas o milenios en darlos a luz.

El autor plasma la intervención de los cuatro elementos, que en su relato juegan unos con otros para procrear. En esta historia no cabe el hombre todavía, pero los cuatro creadores toman su lugar al asombrarse de lo que ellos mismos han traído:

El mercurio había nacido. Durante horas, escurrió por los dedos del aire, largos como hilos telegráficos en los que las golondrinas ensayan su espectáculo de migración. El aire, acicalado, permanecía quieto con los brazos colgando. Maravillados, el agua, la tierra y el fuego no agotaban sus gritos de admiración, sus elogios y sus exclamaciones de júbilo.

Arriba de estos tesoros durmientes en el estómago de la tierra, están enterradas las raíces que no sólo asombran el suelo, sino que dan alimento. Hay que mencionar que Péret vivió en México. De hecho, la primera parte de este libro fue escrita en nuestra capital en 1945. Si bien la segunda fue escrita en París en 1958, quedan ecos de lo endémico mesoamericano. El primer tallo que brota da lugar a una calabaza y, más adelante, hay todo un pasaje dedicado al agave y las cactáceas. El desierto, nada yermo en suelo mexicano, nutrió algunas páginas del poeta francés.

El mito moldeado. Foto: RAM

El mito moldeado. Foto: RAM

En una mitosis ensalivada, el reino vegetal empieza a regalar animales. Imaginemos este pasaje como una secuencia de stop motion:

El agave rió y el grillo saltó de su boca para aterrizar bajo una piedra. Cada vez más satisfecho, el agave tomó un puñado de sal que dejó caer en la corola de una gladiola, de la cual brotó inmediatamente y bastante sorprendido, el bacalao. Al mismo tiempo, escupió sobre el encino, en cuya corteza retumbaron muy pronto los picotazos del pájaro carpintero.

Los animales siguen brotando, ya acomodados, en su hábitat. La pantera, por ejemplo, “que en un principio era verde, hasta que saltó de un cornetín de pistón lleno de levadura de cerveza”. Qué triste es imaginarla, de ser tan libre y cambiona de color, a llegar a vivir encerrada en los barrotes de Rilke.

La conclusión, como en toda cosmogonía, es el hombre. Poeta al fin y al cabo, Péret asegura que fue creado de una semilla de ciruelo para poder contarnos su origen.

Historia natural está ilustrado por Magali Lara. Disponible en esta página. Una sección curada por Artes de México.

Tags: , , ,

Leave a Reply