El grito de Munch. Foto: Especial
Usted y yo sabemos que estamos viviendo en una sociedad del miedo. Usted y yo sabemos que el miedo se nos ha metido en el cuerpo y casi lo hemos “naturalizado”, pero si alguien mirara de verdad nuestro interior encontraría una imagen similar al grito de Munch. Usted y yo sabemos que todos los días tenemos que enfrentarnos al miedo para seguir viviendo: miedo a ser agredido, miedo a ser asaltado, miedo a ser secuestrado, miedo a ser perseguido, miedo a ser manoseado, miedo a ser observado, miedo a ser violado, miedo a ser controlado. Miedo a sentir miedo. Usted y yo sabemos que todos los días podemos ser Alicia ante los gritos de la Reina de Corazones: “¡Primero la sentencia. Después el juicio!”. “No se puede sentenciar antes del juicio”, intenta argumentar Alicia. “¡Que le corten la cabeza!”, grita la Reina con todas sus fuerzas. Usted y yo sabemos que todos los días podemos ser decapitados.
Se dice que el miedo está en la base de la condición humana por nuestro desamparo absoluto ante la muerte. Por eso Nietzsche pudo escribir “No miremos por mucho tiempo el abismo porque entonces éste se mira dentro de nosotros”. La muerte de los dioses nos deja solos ante ese abismo; si antes temíamos su ira, hoy tememos nuestra fragilidad.
Y sin embargo, los datos de la violencia en nuestro país muestran que el miedo que sentimos no es ontológico ni paranoico sino que responde a un puro sentido de realidad.
Recibí un muy interesante documento de la UNESCO llamado “Cómo desarrollar la seguridad digital para el periodismo”, y al mismo tiempo se publicó en todos los medios la noticia del asesinato de un periodista del Estado de Guerrero. Un crimen más de los muchos que se comenten. Y pensé en el miedo. En esta sociedad del miedo en la que vivimos. Usted y yo sabemos que tenemos miedo. Al leer el documento de la UNESCO pensé que esos crímenes también son producto del miedo (perdón por la obviedad). Me pregunté entonces: “¿A qué le temen los poderosos?”. No es otra cosa sino ese miedo, aunado al autoritarismo, la impunidad y la violencia, el que genera los ataques en contra de quienes buscan defender el derecho a la información y a la libertad de expresión. ¿Qué es aquello que ocultan los poderosos y que los periodistas tratan de sacar a la luz? ¿Qué negocios turbios, qué componendas, qué acuerdos, que vicios públicos y privados, qué debilidades, qué relaciones quieren esconder?
El sociólogo chileno Manuel Antonio Garretón explicaba el miedo que se sentía durante la dictadura de Pinochet a través de dos imágenes de temor infantil: la del perro y la de la habitación oscura. El niño sabe que el perro puede morderlo y por eso le teme. En cambio no sabe qué puede surgir de las sombras y por eso teme entrar a la habitación. El miedo a lo conocido y el miedo a lo desconocido.
Los poderosos saben a qué le tienen miedo; saben qué información, qué hechos, qué datos, los inculpan. Ése es su perro.
Usted y yo no tenemos información, ni hechos, ni datos, ni componendas, ni negocios. No sabemos de dónde ni por qué vivimos amenazados. Ésa es nuestra habitación oscura.
Lo familiar, lo conocido -nuestro país, nuestra ciudad, incluso nuestro barrio, nuestra calle- se nos ha vuelto amenazante. ¿Cuántas veces miramos a nuestro alrededor para comprobar que no hay nadie cerca antes de poner la llave en la cerradura de casa, cualquier noche? ¿Cuántas veces nos preguntamos si con esa falda o con esa blusa podremos subirnos al metro? ¿Cuántas veces quisiéramos impedir que nuestros hijos adolescentes salieran de casa? ¿Cuántas veces dudamos antes de aceptar una invitación a determinados lugares? ¿De verdad podemos ir a Iguala (o a Veracruz, o pongan el lugar que ustedes quieran)?, preguntamos intentando disimular nuestra aprehensión. Nuestro hogar, lo íntimo, Heimlich, djo Freud, se ha vuelto siniestro: Unheimlich. Lo familiar y lo ominoso están separados por una nada casi; un prefijo, Un, que convierte la cotidianeidad en pesadilla. Usted y yo lo sabemos. Por eso nos damos la mano, por eso marchamos juntos el domingo pasado, por eso seguimos hablando, escribiendo, encontrándonos, enamorándonos, riendo, bailando; porque no hay otra forma de enfrentar ese miedo que celebrar la vida. Lejaim!, brindaba siempre mi madre, que en hebreo significa “por la vida”. Lejaim, entonces. ¿Puede haber acaso un mejor brindis?
¡Lejaim! ¡por la vida!
Yo solo le tengo miedo a los pendejos… -me dijo cierta vez una amiga.
¿Ah sí?, ¿y por qué -pregunté perpleja juzgando absurdo el dictamen.
¡Porque son muchos! -exclamó lanzando una mirada en torno al pleno del Congreso que votaba en ese momento.
Era 2005 y estaban desaforando a AMLO.
¡Cuánta razón tenía!
Quien es pendejo? Peña?, Calderón?, Salinas? Eruviel?. Manlio? La mayoría de los diputados, senadores, presidentes municipales? Regidores? Sindicos, etc son pendejos?.
O los que vivimos sin seguridad, con miedo, deficientes servicios públicos, servicios informativos vendidos, votando cada periodo por individuos que de repente se hacen pendejos; Y RICOS.
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LOS PENDEJOS SOMOS NOSOTROS POR VOTAR POR LO MISMO, POR NO REVELARNOS CONTRA SUS DECISIONES PERO SOBRE TODO POR NO.PODER UNIRNOS EN CAUSAS COMUNES.
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los otros de.pendejos no tienen nada, entienden el juego de la corrupción y de la impunidad en un país al que le cortaron los huevitos y se los dejaron colgados en un clavo para que todas las noches al dormir recuerde lo que perdió.
Adhiero al ¡Lejaim! de tu madre, Sandra. Porque al miedo se lo combate con la vida, enfrentándolo. No hay que esconderse. Eso es lo que quieren los que amenazan: que nos encerremos. Abrazos. Marta
Tristemente entiendo y me siento totalmente identificada con todo lo que escribes en tu artículo. Es muy real el miedo que sentimos todos los días. La gente normal está completamente a merced de tantos peligros que nos llegan de todos lados. Lo peor de todo es que el miedo es la manera más efectiva que tienen para controlarnos.
Le tengo miedo a mi depresión.
Le tengo miedo al peje ; él es mi pastor alemán , la habitación del pánico que ronda mis pesadillas los fines de semana.
De llegar al poder, corremos el riesgo de replicar el modelo chavista o el régimen del gordito norcoreano.
Nos quitará nuestro patrimonio : La casa , los autos , las vacaciones en la playa , las escuelas privadas , la parroquia del barrio , etcétera ….
mi
Que sabio es tu comentario, tienes toda la razón en expresar tu miedo al peje, pero de cualquier forma si ésto no cambia, algún día habrá revuelta civil y en un país con 60,000,000 de pobres y 20,000,000 mas que viven en la miseria (así para que lo veas con numeritos) también se te van a acabar tus pobres y mediocres privilegios, porque ni eres un tipo rico que pueda salir volando del país (hay que tener avión privado) en cualquier momento, o puedes tener a tus hijos en suiza en algún internado Nice (defiendes tu escuela privada) y defiendes tus vacaciones en la playita (cosita….caleta también es playa).
Personas como tu son los que tienen jodido a este país, personas que defienden como perros sus ingresos mediocres y creen que son ricos (pfff. Por favor), no se dan cuenta que el.día que ésto truene ni tu educación en escuela privada, ni tu iglesita de barrio y mucho menos tus carritos te van a salvar de la implosión nacional de millones y millones de mexicanos jodidos y hartos de su pobreza. Sigue soñando en tu burbuja.
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Por cierto amlo también es como tu.
Según usted , PP , qué debemos tener y qué no ?
Eres el clásico resentido que justifica su pranganés con una tarjeta soriana y otra del metrobús.
México de gente horrible.
Rompamos el circulo vicioso; NO salgamos a votar el 18 (ni este 16); conformemos un MOVIMIENTO NAL.ABSTENCIONISTA CIUDADANO CONSCIENTE (MNACC) como posibilidad de reencuentro e indispensable revisión.
AMIGO ME UNO A TU CAUSA ADEMAS DE DARTE LA RAZON, YA BASTA ESTAR DE BORREGOS, NO HAY QUE PERMITIR QUE ALGUN PENDEJO LLEGUE A APLASTARSE, COMO CASTIGO A SUS CHINGADERAS, ESE DIA QUE SE HAGA REALIDAD EMPEZARA NUESTRO CHINGADO CAMBIO QUE TANTO ANHELAMOS Y SI UN PENDEJO SE LLEGA A SENTIR EL “ELEGIDO” EL PENDEJO TENDRA QUE HACER OBRAS PUBLICAS DE SU BOLSILLO PARA SIQUIERA PENSAR EN DARLE UNA OPORTUNIDAD.
Creo que tener miedo se ha convertido en un modo de vida para nosotros.. Hemos regresado a la era prehistórica donde salir de la cueva o arriesgarnos trae consigo la muerte.. Yo le anexo un miedo más al de mujeres, adultos y adolescentes. Las que somos madres de niños vivimos con miedo al secuestro , tráfico de órganos y no se cuántas cosas más. Les contamos como nosotros jugábamos en la calle y nos enviaban a la escuela o tienda sin problema. Ahora, nosotras les trasmitimos miedo y estamos creando a la nueva cultura bajo un régimen de terror. Jung dijo que formamos parte de un consciente colectivo, ya que formamos parte de un todo indivisible. Entonces, todos somos un conglomerado de miedo sólo viendo, observando a quién le toca el siguiente ataque.
Ja ja ya empiezan los pena bots a otra ves infundir miedo con idioteces ya antes mencionadas por los medios vendidos llámese taravisa, radioformula y más que no es demasiada cruda la realidad que viven muchos pueblos en nuestro querido y sufrido Mexico, ya basta! de la misma farsa, esta vez no le funcionara aunque gasten los millones del pueblo en infundir el miedo atraves de mentiras y demás es muy grande el cúmulo de agravios que a echo el prIan y demás crimen organizado llámese gobierno.
Gran texto, felicidades. En lo único que no estoy de acuerdo es que los poderosos tienen miedo a lo conocido. Qué más no se sabe de ellos? Casi de cada político con un cargo de alto nivel se puede hacer un “bestiario”. Yo creo que tienen miedo de lo que nadie imaginamos por lo desconocido que es para todos: el “hasa aquí” de los oprimidos, los solidarios y los que vivimos con miedo; el “basta ya” de corrupción y luego impunidad y finalmente más corrupción. Aunque no lo veo cerca, yo a eso le tendría mucho miedo si fuera “ellos”.
Miedos hay y muchos, el morir, el que no me dejen ver a mi nieto, el que no le pase algo malo a mi hijo, a mi esposo, pero mi madre me enseñó a salir adelante, con todos sus miedos, me enseñó a salir adelante y enfrentarlos, enfrentarlos sin miedo.