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Madre sinaloense dona órganos de su hijo muerto en accidente; “No se fue del todo. Le dio vida a 5 personas”, dice

sábado, julio 16th, 2016

Su nombre no puede ser revelado, debido a protocolos y recomendaciones para este tipo de situaciones. Autoridades en diversos países, entre ellos México, han determinado que las identidades de los donantes y los receptores no deben ser reveladas, por ello sólo es posible mencionar que el nombre del donador significa “hombre noble”.

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Por Janneth Aldecoa

Ciudad de México, 16 julio (SinEmbargo/Noroeste).- Rosa Aidé habría querido que, luego de la inevitable muerte de su hijo, éste donara también su corazón. Así seguiría latiendo en alguien más, en alguna otra parte que no fuera junto a ella, pero latiendo, sintiendo y amando. El accidente automovilístico que ocasionaría su muerte golpearía tan fuerte ese órgano, que no podría ser trasplantado. Aún así, reflexiona, terminó entregando su amor, permitiendo una mejor calidad de vida a otras personas.

Su nombre no puede ser revelado, debido a protocolos y recomendaciones para este tipo de situaciones. Autoridades en diversos países, entre ellos México, han determinado que las identidades de los donantes y los receptores no deben ser reveladas, por ello sólo es posible mencionar que el nombre del donador significa “hombre noble”.

Hace 22 años, al elegirlo, Rosa Aidé pensaba que su hijo seguramente sería alguien generoso, agradecido con la vida, alguien de gran inteligencia y lleno de amor. A más de dos décadas toda esa expectativa fue superada, señala.
Su hijo sería además un héroe.

UN EMPRENDEDOR

Juguetón y travieso, así lo recuerdan sus familiares y amigos. Cariñoso y ocurrente, lo describe Rosa Aidé. El jovencito erró hace apenas un año, al perseguir un sueño: convertirse en un agente Federal de caminos. Una de sus características era no sentirse derrotado. Pensó que ese no era su camino y siguió en busca de nuevos proyectos.

Un día de Semana Santa, acudió con un grupo de 10 amigos y amigas a Playa Ponce. Causó sorpresa a su madre, pues la playa no era su lugar favorito. En medio de la charla con los compañeros surgió una idea que estaría dispuesto a materializar: emprender un negocio de crepas en su comunidad.

“Arrancó el negocio sin saber nada. No sabía ni guisar un huevo. Primero lo veía sacando cuentas. Yo le decía que no se podía ahorita, que no había dinero para el negocio, pero él pidió dinero prestado. Pagué el dinero antes sin que él supiera, nunca se lo dije. Un día llegué de trabajar y vi un letrero ahí afuera. Vi el barandal de la entrada lleno de letreros, y lleno de muchachitos. Me sacó de la cocina prácticamente”, recordó entre sonrisas.

El jovencito asumió por completo las riendas del proyecto. El resto de sus compañeros no siguió con el negocio, por lo que se dedicó a pensar en cómo mejorar. El negocio iba en crecimiento.

“Después puso el negocito en casa de su novia porque había más espacio. La mamá de la muchacha lo apoyaba mucho. Apenas amanecía se iba a trabajar y llegaba hasta tarde. Yo estaba sorprendida de la actitud para con los clientes. Llegaba gente a la casa a pedirle crepas y él los saludaba con actitud de empresario, y les tomaba pedido. Nunca decía que no a un pedido. No le importaba la hora”, recordó.

Rápidamente el negocio del hijo de Rosa Aidé fue posicionándose en su comunidad. El joven se enorgullecía al escuchar a desconocidos identificarlo como “el muchacho de las crepas”.
Durante tres meses el negocio evolucionó de tal forma que ofrecía múltiples combinaciones: crepas con nieve, con bubulubu, con galletas óreo, con lunetas. La mayoría de sus visitas a Culiacán eran dedicadas a conseguir nuevos ingredientes para experimentar nuevas recetas, o bien, acudir a otros negocios de crepas y comprar la calidad.

Los planes a corto plazo consistían en adquirir una máquina que preparara frapés. En unos meses buscaría su ingreso al Instituto Tecnológico de Culiacán para estudiar carreras afines a administración de empresas, y más adelante abriría nuevas sucursales.

“En todas partes ofrecía crepas. Cuando iba a mi trabajo vendía también. Un día un compañero me preguntó si era mi hijo ‘el muchacho de las crepas’. Le dije que sí, y me pidió que lo felicitara porque estaban riquísimas”, recordó.

Su negocio necesitaba una motocicleta, así “Crepas City” comenzó a ofrecer servicio a domicilio.

EL 2 DE JULIO

El 3 de julio de 1995, en el Hospital General Regional No. 1, Rosa Aidé dijo al médico: fíjese que hoy es mi cumpleaños.
“Me dijo: ‘entonces aquí está su regalo’. Ese regalito ya no lo quitaron de mi cama. Me pasaron a cuarto y mi hijo siguió conmigo hasta que me dieron de alta. Así que éramos inseparables”, recordó.

El pasado 2 de julio, las amigas de Rosa Aidé se prepararon para festejarla con pescado sarandeado. Su hijo, en cambio, decidió trabajar hasta tarde, y al día siguiente ambos festejarían un año más de vida en Culiacán, visitando un nuevo negocio de crepas.
Por la noche, la mujer recibió una llamada.

“Me dijeron: ‘Rosa Aidé, ven rápido’. ‘Qué pasó’, dije. De fondo alcancé a escuchar que otra persona mencionaba que le pondrían un collarín a mi hijo. Me contaron del accidente y me dijeron que lo llevarían al Hospital General en ambulancia. Rápido mis amigas me llevaron al hospital. Al ratito llegó la ambulancia de la Cruz Roja con mi hijo. Ahí lo vi ya cómo iba, iba inconsciente. Al ratito salió mi hijo todo entubado. Lo llevaron al Hospital General Regional”, comentó.
Más tarde los médicos notificaron a Rosa Aidé que debían operar de emergencia a su hijo.

“Los médicos me dijeron que se le reventó el bazo. Lo operaron esa madrugada. Desesperada, pensaba qué hacer. Ahí estaban mis amigas conmigo. Desde que llegó me lo reportaron grave, pero ya nunca despertó mi hijo”, cuenta.

Rosa Aidé es asistente médico. En sus 20 años de trabajo ha participado en innumerables intervenciones quirúrgicas. Conoce de cerca el tratamiento médico para cada caso. Sabía que las posibilidades de vida de su hijo se veían escasas.

“Estoy en ese medio. Más o menos me doy cuenta de las cosas, y pensaba mucho. Le pedía a los médicos que me hablaran siempre con la verdad y el diagnóstico siempre fue grave. Estaba segura de que mi hijo no… (sobreviviría)”.

“Le pedía a Dios que si me lo dejaba, me lo dejara al cien, como es él: inquieto, juguetón, travieso, enamorado el ‘cabresto’. Dije: ‘Diosito, no quiero verlo postrado en una cama, con un tubo para respirar, y sin despertar’. Yo sé lo que es estar ahí. He visto cómo los pacientes se llenan de llagas en la espalda y en todo el cuerpo; yo no quería ese sufrimiento para mi hijo. Me dolía en el alma, pero así no quería verlo. Tuve mucha oración de mi familia, de sus amigos. Fue muy triste todo esto, pero muy bonito el apoyo”, dijo.

UNA DECISIÓN ACORDADA

Un día, no recuerda de qué mes ni de qué año, madre e hijo hablaron sobre la donación de órganos. Aunque informal, la charla se convertiría en una promesa.
“Fue una plática muy breve. Siempre que yo salía de la ciudad le decía: ‘m’hijo, aquí están los papeles de la funeraria. Si algo llega a pasarme, ya sabes’. En una de esas ocasiones le dije: sabes qué hijo, si un día me pasa algo, me gustaría donar mis órganos, aunque me da miedo. Me dijo: ‘a mí también mamá, a mí también me gustaría hacer eso’. Fue muy breve esa plática”, dijo.

“Me duele mucho no tenerlo, no oírlo; pero no siento que se me fue del todo. Le dio vida a cinco personas. En el pecho siento mucha tranquilidad, me siento muy orgullosa de él. Son tantos sentimientos bonitos. No siento que mi hijo se fue del todo, siento que en algún lugar está ahorita. Pienso: hijo, alguien está viendo a través de sus ojos”, comentó.

Es muy difícil tomar la decisión de donar los órganos de un ser tan querido, dijo, pero da una gran satisfacción.
“Siento mucha paz, mucha tranquilidad. Me siento muy orgullosa de él. Mi hijo es un guerrero, es un héroe”, dijo.

“Me duele mucho no tenerlo, no oírlo; pero no siento que se me fue del todo. Le dio vida a cinco personas. En el pecho siento mucha tranquilidad, me siento muy orgullosa de él. Son tantos sentimientos bonitos. No siento que mi hijo se fue del todo…”.
Rosa Aidé
Madre de donador

Rosa Aidé dijo sentir orgullo por su hijo, quien luego de fallecer en un accidente dio vida a otras personas a través de la donación de sus órganos.

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